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Anexo 12.1 Historias de Terror para Niños

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ANEXO 12.

Pedrito y la Luna llena


Pedrito tenía un miedo irracional a la Luna llena, desde siempre. Pensaba
que podía caérsele encima, comérselo crudo con un poco de orégano, o
algo peor. Ese martes era día de muertos y Pedrito quería salir a jugar con
sus amigos, y disfrazarse, pero no podía: ¡era Luna llena! Finalmente sus
amiguitos le convencieron y él, nervioso y muy, muy asustado, salió de
casa en su busca. Al principio no dejaba de mirar a la Luna de reojo, pero
luego se tranquilizó y, justo entonces, pasó.

La Luna se hizo más y más grande, le salieron ojos y una sonrisa


terrorífica con dientes afilados. Cuando Pedrito la vio casi le da un patatús.
Empezó a correr en dirección a su casa pero la Luna voló tras él hasta
que, ¡zas!, le atrapó entre sus manos, y le dijo: “Pedrito, soy la Luna y hoy
vas a ser mi cena”.

Pedrito tartamudeaba y temblaba, llorando a mares, con hipos y todo. La


Luna, sorprendida ante el enorme susto de Pedrito, vio que tal vez la
broma se le había ido de las manos un poco. Relajó su redonda carita y le
dijo:

–Perdóname Pedrito, no tengas miedo, ¡yo no soy mala! Y no te voy a


comer, es solo que como hoy es noche de muertos, yo también quería
disfrazarme, como ustedes los niños. Pero no tienes que asustarte de mí,
yo solo trabajo dando luz por la noche.

La Luna soltó a Pedrito y le dio un empujoncito suave, despidiéndose con


una tímida sonrisa. Pedrito, con los ojos como platos, empezó a caminar
hacia casa. Y de pronto se dio cuenta de una cosa: ¡nunca más volvería a
tenerle miedo a la Luna! El gran susto que había pasado le había servido
para darse cuenta de que ella nunca le haría mal. Desde entonces,
empezó a mirarla cada noche, despidiéndose de ella antes de acostarse,
¡aún hoy lo sigue haciendo!

(Próxima a ti, 2016).


ANEXO 12.1

La calabaza Ernesta
Érase una vez una calabaza que vivía en el campo, entre otras muchas
calabazas cultivadas por el señor campesino. Se llamaba Ernesta, y era
la más pequeña de todas las calabazas del huerto. Por esa razón, por ser
pequeña, un día el señor campesino la recogió y la tiró a la basura
diciendo: “Menuda calabaza más chica, no me sirve para nada”.

Ernesta no podía creer que la estuvieran separando del resto de


calabazas, y menos con ese gesto tan cruel, así que se puso tan triste y
furiosa que su aspecto cambió. En su tierna carita aparecieron cicatrices y
su sonrisa se transformó en una mueca terrorífica. A partir de ese día,
Ernesta decidió aparecerse todas las noches de tormenta para asustar a
los hijos del campesino por la calle.

Cuando el señor campesino se enteró de esto, entendió con tristeza que


no debía haber tratado así a Ernesta. Aunque fuera más pequeña, merecía
el mismo trato que las demás calabazas, pero ya era tarde.

Hoy Ernesta todavía anda suelta. Si la ves, avisa a tus papás para
atraparla. Tal vez, si vuelve con sus hermanas calabazas, vuelva a ser
dulce y buena. Ah, ¡y procura no cometer nunca el mismo error que el
campesino juzgando a alguien por su apariencia!

(Próxima a ti, 2016).


ANEXO 12.1

El Fantasma Travieso
Anita era una niña que creía firmemente en la existencia de los fantasmas
y, al acercarse la Noche de Brujas o Halloween, solo quería salir en busca
de golosinas y encontrarse con un terrorífico fantasma para pasar un buen
"susto", ya que eso la divertiría. Anita era amante de los cuentos de terror.

La noche del 31 de Octubre, Anita se disfrazó y junto a sus amiguitas se


dirigió a recorrer su barrio con la ilusión de conseguir muchos dulces, pero
siempre comentaba cuánto le emocionaría el encuentro con algo del más
allá.

De regreso a su casa, la cual estaba muy bien decorada para la ocasión,


procedió a cenar con su familia y luego se retiró a su habitación, no sin
antes quitarse el maquillaje y el mencionado disfraz.

Luego, y procurando que nadie la observara, buscó un buen escondite


donde guardar todas las golosinas que había recolectado. Pronto se
durmió.

Como a medianoche, un pequeño ruidito la despertó, ya que con todo lo


que su pequeña barriga había comido, su sueño no era muy profundo.

Miró por sobre las sábanas y cuál sería su sorpresa al observar levemente
iluminada por la luz que se filtraba por las persianas de su habitación: ¡un
fantasma!

Todo de blanco, se deslizaba como flotando, una imagen difusa que en la


penumbra parecía subir y bajar.

Anita observaba atentamente, apenas asomada bajo las cobijas de su


cama y casi sin respirar, los movimientos de aquella entidad. Luego de
unos instantes que a ella le parecieron eternos, la figura espectral salió de
su vista.
ANEXO 12.1

Fue tan grande el miedo que Anita sintió, que no pudo reaccionar y solo
escuchando los fuertes latidos de su pequeño corazón, al fin se quedó
dormida.

Por la mañana, luego de despertar, corrió escaleras abajo a contar a su


familia lo ocurrido la noche anterior. Su madre intentaba en vano
convencerla de lo absurdo de su relato, amenazándola con que en la
próxima noche de Brujas no la dejaría salir a pedir golosinas, ya que eso le
hacía ver cosas que no existían, pero Anita fue tan convincente en su
relato que sus padres subieron con ella hasta su cuarto.

Una vez allí, Anita les mostró los lugares donde el fantasma se había
paseado, pero ¡oh, sorpresa! Su escondite había sido saqueado y ya no
estaban allí ni sus caramelos, ni sus chocolates, ni sus galletas,
conseguidas con tanto esfuerzo la tarde anterior.

En eso estaban cuando apareció Carlos, el hermano mayor de Anita,


quejándose de un fuerte dolor de barriga. Los padres de Anita se
asustaron mucho, pensando en que quizá Carlos tenía un ataque de
apendicitis y rápidamente salieron con él rumbo al hospital, dejando a
Anita al cuidado de una vecina.

Luego de tres horas, regresaron a casa Carlos y sus padres, quienes


estaban bastante enojados. Lo que el hermano de Anita tenía solo era una
gran indigestión, producto de comerse todas las golosinas de Anita.

Efectivamente, Carlos, conocedor del anhelo de Anita, se cubrió con una


sábana y entrando a la habitación de su hermana robó y comió todo lo
recolectado.

Este sí que fue un fantasma muy travieso.

(Halloween, s/fb).
ANEXO 12.1

Las Brujas Despiertan


La tan esperada noche de brujas por fin había llegado, los niños se disponían a
salir por sus dulces para luego reunirse a contar cuentos de terror. Pero esta vez
algo especial sucedería.

En lugar de reunirse en el espacio habitual, lo harían en el cementerio


abandonado en las afueras del pueblo, todos estaban nerviosos pero trataban
de ocultar su temor.

En el cementerio la calma era tan profunda que imponía silencio. Los niños
comenzaron a llegar y se sentaron formando una ronda alrededor de una
lámpara que alumbraba sólo sus caras. El mayor de ellos comenzó a contar la
leyenda del cementerio:

–Se dice que en este lugar fueron sepultadas tres hechiceras y que, a partir de
ese momento, todos los años en la noche de brujas sus almas se elevan de las
tumbas para atormentar a aquellos que no creen en ellas –relataron. –Pero…
¿quién está haciendo ruidos? ¿Hay alguien escondido?

Todos se inquietaron. Tal vez alguno de los niños mayores se había ocultado
para atemorizarlos. Entonces se escucharon las doce campanadas de la iglesia
repicando a la distancia.

Los niños se tomaron instintivamente de las manos, la linterna cayó al suelo


apagándose y el viento comenzó a soplar. La luna se veía más grande y
tenebrosa

–Debemos regresar a nuestras casas esto ya ha dejado de ser gracioso –dijo


uno de ellos. –¡Cielos! ¿Qué es eso?

De las tumbas parecían salir flotando extrañas y fantasmales figuras, nunca


habían visto nada semejante. Querían correr pero sus piernas estaban
endurecidas por el temor. ¡Una risa estremecedora sacudió el cementerio! Por
fin los pequeños lograron reaccionar y salieron corriendo de aquel espantoso
lugar.

Cuando estuvieron a salvo en sus hogares prometieron no contar a nadie lo que


habían visto, pero a partir de aquella noche jamás volvieron a burlarse de los
que contaban historias sobre el cementerio abandonado.

(Halloween, s.f.).
ANEXO 12.1

El Bosque misterioso
Comenzaban las vacaciones y con mis amiguitos pensamos en pedirle a
nuestros padres que nos llevaran a acampar a un bosque que quedaba a
tres horas de camino.

Luego de ellos reunirse, acordaron darnos permiso y encargaron al padre


de Antonio que nos acompañase, ya que él tenía una camioneta con
bastante capacidad para todos nosotros, que en total éramos siete.

Partimos ya al atardecer de un día de verano, por lo que estaríamos


llegando ya entrada la noche. Esto nos causaba algo así como un
hormigueo en el estómago, ya que en ese lugar, como habíamos acordado
con mis amiguitos, solo nos alumbraríamos con la luz de la Luna. Pero,
cuál sería nuestra sorpresa cuando al llegar al sitio donde se encontraba el
bosque, el cielo se encontraba bastante nublado.

El padre de Antonio, había tenido la precaución de llevar sin que


supiéramos, una gran linterna, que sirvió para encontrar el sendero que
nos llevaría al claro donde acamparíamos. Armamos la tienda y luego de
comer algunas cosillas que cada uno llevaba, nos aprestamos a dormir.

No sé cuánto rato había pasado desde que nos dormimos, entonces


comencé a sentir deseos urgentes de orinar, lo que me despertó. Me
levanté cuidando de no molestar a los demás y salí de la casa de
campaña. Nunca había sentido tan gran sensación de soledad.

Mientras caminaba unos pasos para alejarme, sentía cómo se apoderaba


de mí un gran terror, algo así como si alguien me siguiera en la oscuridad.
Me detuve y con todos mis sentidos presté atención a los ruidos del
bosque. Luego me dije "son ideas tuyas, es solo tu imaginación".

Para entonces ya mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad y


habiendo cumplido con mi necesidad, decidí adentrarme más en el
bosque.
ANEXO 12.1

Los sonidos nocturnos me provocaban una mezcla de intriga y temor, pero


me invadía una especie de magia que me impedía retroceder. De pronto
me pareció escuchar una vocecilla que llorando me llamaba: "ven, ven",
me decía.

El cabello se me erizó cuando frente a mí vi a una pequeña niña que me


indicaba un sitio bajo un árbol. Me quedé estático, paralizado de terror,
como si el tiempo se hubiese detenido.

Pasó un rato, no sé bien cuanto y de pronto escuché a lo lejos las voces


de mis amigos y del padre de Antonio que se acercaban llamándome,
antecedidos por la gran luz de la linterna. Eso me sacó del trance en el
que me encontraba y al volver la vista, la niña había desaparecido.

Al día siguiente, nos dirigimos a investigar el sitio donde ocurrió lo de la


visión y lo que descubrimos fue aún más desconcertante:

Cerca de allí se encontraba otro campamento y, al parecer, durante la


noche sin que nadie lo notara la pequeña hija de esa familia de apenas un
año y medio, se había salido y dirigido al bosque en donde durante el día,
su muñeca había caído dentro de un tronco hueco.

(Halloween, s.f.).
ANEXO 12.1

Referencias

Halloween. (s.f.). El bosque misterioso. [Página web]. Adaptado por Medición Independiente de
Aprendizajes. https://halloween-halloween.webnode.es/products/el-bosque-misterioso/
Halloween. (s.f.). El fantasma travieso. [Página web]. Adaptado por Medición Independiente de
Aprendizajes. http://halloween-halloween.webnode.es/products/el-fantasma-travieso-/
Halloween. (s.f.). Las Brujas Despiertan. [Página web]. Adaptado por Medición Independiente
de Aprendizajes. https://halloween-halloween.webnode.es/products/las-brujas-
despiertan/
Próxima a ti. (2016). Tres cuentos cortos de mini terror. Próxima a ti. [Página web]. Adaptado
por Medición Independiente de Aprendizajes.
https://www.proximaati.com/familia/ninos/articulo/3-cuentos-cortos-para-la-noche-de-
halloween

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