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Las Vocaciones - Perkins

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LAS

VOCACIONES

OKLAHOMA CITY, OKLAHOMA


LAS VOCACIONES

El llamamiento del hombre, clases, tipos y el uso


correcto de los mismos.

“La memoria de los justos será bendita; pero el


nombre de los impíos se pudrirá”.

Proverbios 10:7

Cambridge 1605

tal y como se recoge en

LAS OBRAS DE AQUEL FAMOSO Y DIGNO


MINISTRO DE CRISTO EN LA UNIVERSIDAD DE
CAMBRIDGE EL SEÑOR. WILLIAM PERKINS.

Londres

Impreso por John Legatt

1626
Título Original: a Treatise of the vocations Publicado
en ingles en 1810 .
Título en Español: Las vocaciones por William
Perkins.

Revisador por: Bernardo Ellias Collao Collao.

Traducido y publicado por primera vez en español


por: CREDO PRESS USA Copyright ©2022
(Oklahoma city, OK Estados Unidos de América).
Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o


copiada, bien sea de manera electrónica o mecánica,
incluyendo fotocopias, grabaciones, digitalización o
archivo de imágenes electrónicas, excepto cuando
sean autorizados por la editorial.

Traducción de Las Sagradas Escrituras: Reina Valera


Revisada (1960). (1998). Miami: Sociedades Bíblicas
Unidas; a menos que se indique otra versión.

ISBN: 9798842196456

Clasificación: Puritanismo Ingles| Devoción

Esta edición fue modificada para el beneficio del


lector, sin perder la esencia del libro y el autor y está
protegida bajo los derechos de la casa publicadora.

Impreso en EE. U.U.

4
TABLA DE CONTENIDO

Aspectos
biográficos……………………………………………7
Epístola
dedicatoria……………………………………………11
1. Introducción y división del
texto…………………………………….……17
2. Convocatoria
General………………………………………31
3. Un llamado
personal…………..……………..…………..43
4. Normas
generales………………………………….…47
5. Dos tipos de llamamientos personales……61
6. Las obras de nuestra
vocación……………………………..…….…107
7. Trabajando en
santidad………………………………………113
8. Los vicios que deben
evitarse………………………...……………..117
9. Las virtudes que nos exigen en la
práctica………………………………….……143
10. Realizar un trabajo con constancia………..149
11. Tres cosas que lo
afectan………………………157
12. El fin de nuestra
labor……………………………169

5
ASPECTOS BIGRÁFICOS

El gran predicador y teólogo puritano William Perkins


nació en 1558 en Marston Jabbet, en Warwickshire, y
recibió su educación formal en el Christ's College de
Cambridge. Se graduó en 1581, pero permaneció en
el Christ's como becario hasta 1595; sirvió como
conferenciante (predicador) en la iglesia de Great St
Andrews desde 1584 hasta su muerte en 1602 a la
edad de cuarenta y cuatro años.
Hombre de considerable capacidad, Perkins ha sido
descrito como "el teólogo puritano de la época de los
Tudor". Profundamente comprometido con el
despertar y la transformación de los cristianos
profesantes, reconoció la importancia central de la
piedad cristiana y la significación estratégica, dada
por Dios, de lo que ocurría en los púlpitos de
Inglaterra. Con esta visión trabajó para proclamar el
evangelio. Un abundante testimonio del poder con el
que lo hizo llena ahora los tres grandes volúmenes en
folio de sus Obras.
La preocupación por el avance del evangelio no fue
siempre la característica principal de la vida de
7
ASPECTOS BIOGRÁFICOS
William Perkins. Estuvo lejos de Cristo en sus
primeros días en Cambridge. Pero en la misericordia
de Dios, como el hijo pródigo, "volvió en sí". Según la
tradición, este despertar comenzó cuando escuchó a
una mujer que amenazaba a su hijo: "Cierra la boca o
te entregaré al borracho Perkins de allá". Sin duda,
varias influencias jugaron su papel ordenado por Dios,
incluyendo quizás su tutor, el notable predicador
evangélico Laurence Chaderton. En cualquier caso,
maravillosamente atraído por Cristo, Perkins puso
ahora toda su vida ante su nuevo Maestro en señal de
gratitud y tributo, y comenzó a predicar, firmemente a
los prisioneros condenados en la cárcel del castillo.
Más tarde ejercería sus considerables dotes desde el
púlpito de Great St Andrews, donde continuó
ministrando hasta su muerte.
[Extracto del prólogo de Sinclair B. Ferguson a El arte
de profetizar de Perkins, publicado por el Trust en la
serie Puritan Paperbacks. La imagen del autor
procede de un cuadro de Perkins pintado por
Gustavus Ellinthorpe Sintzenich, con la amable
autorización del Mansfield College de Oxford].

8
EPÍSTOLA DEDICATORIA
Al Venerable Maestro Robert Traillor, Esquire, uno
de los escrutadores de la Hacienda de Su Majestad,
mi muy buen amigo.

La experiencia enseña, y es una conclusión verdadera


propuesta y probada en las Escrituras del antiguo y
del nuevo Testamento, que, así como Dios en el
principio, por su poder omnipotente, estableció todo el
armazón de los cielos y de la tierra, así también en su
sabiduría los ha dirigido, y todas las cosas contenidas
en ellos, a un fin principal: la manifestación de su
gloria. Aunque todo lo creado por designación de
Dios, de acuerdo con la ley de la creación y los
principios de su propia naturaleza, es y debe ser
referido a este fin, sin embargo, entre las obras de
Dios algunas son más principal y directamente hechas
para ese propósito; a saber, el hombre, a quien Dios
ha dotado de los dones de entendimiento y
conocimiento, y en quien ha grabado su propia
imagen en la justicia y la verdadera santidad.

Ahora bien, la PREGUNTA es cómo el hombre,


habiendo caído de la integridad en la que fue creado,
y habiendo traído una confusión a todo el

9
LAS VOCACIONES
mundo por la caída, debería aún ser apto y estar
enmarcado para tal fin.

La RESPUESTA es que Dios, que es capaz de sacar


luz de las tinieblas y de rectificar las cosas confusas,
ha establecido con gran sabiduría un orden en la
humanidad, que por ciertos grados tiende
directamente a promover su propia gloria.

Porque, en primer lugar, quiere que el hombre lo


reconozca como su soberano Señor, y que le sirva
inmediatamente en los deberes de la fe y la
obediencia. En segundo lugar, es su voluntad que el
hombre, siendo una criatura sociable, apta para
conversar con los de su especie, le sirva sirviendo al
hombre en los deberes del amor. En tercer lugar, no
quiere que los hombres, al conversar entre sí, sean
como errantes Recabitas, atados a ningún lugar o
vocación determinados; y, por lo tanto, obliga a todos
los hombres, tanto por asignación especial a Adán en
su inocencia, como por mandamiento particular a él y
a toda su posteridad, a ser confirmados con algún
estado y condición de vida determinados, en la
familia, en la comunidad o en la Iglesia. Por último,
que el hombre debe usar el lugar y el cargo que Dios
le ha asignado de manera santa, cumpliendo los
deberes que le son inherentes con fe y obediencia, y
evitando los vicios que suelen acompañarlo, con todo
cuidado y circunspección. De esta manera, Dios ha
dispuesto todo el estado de la humanidad, para el
cumplimiento del fin mencionado: el honor y la gloria
de su nombre.
10
EPÍSTOLA DEDICATORIA
Contra este orden ofenden dos clases de hombres. La
primera es la de aquellos que viven en el seno de la
Iglesia, y que no se encuentran dentro del ámbito de
ninguna vocación o condición de vida, en la que
puedan ganar gloria para Dios, o bien para los
hombres. Bajo estos se incluyen todos los Votarios
Populistas, tales como Monjes, Frailes, etc., que han
sido justamente condenados desde los tiempos
antiguos como ladrones y salteadores, porque
viviendo aparte de las sociedades comunes de los
hombres, no son miembros de ningún cuerpo, ni
mantienen ninguno de los tres estados antes
nombrados. Y a ellos pueden referirse todas las
personas errantes y rezagadas, que, no teniendo un
lugar fijo de residencia, y no siendo miembros de
ninguna sociedad civil, ni anexados a ninguna Iglesia
particular, hacen el menor bien a los hombres. La vida
de estas personas es tanto más odiosa cuanto que
son como el zángano inútil que no aporta nada a la
colmena, y sin embargo se alimenta de la miel que
aportan los trabajos de los demás.

Otra clase de hombres son aquellos que ciertamente


son llamados a alguna condición y oficio de la vida, en
la cual caminan y rinden algún beneficio a otros; y sin
embargo, son muy culpables con respecto a su falta
de uso y ejercicio correcto de sus llamados. Porque,
aunque sean hábiles y expertos en su clase, se
equivocan en el punto principal, ya que no practican
sus llamados personales en y con el llamado general.
Mientras que, por el contrario, el objetivo principal de
sus vidas debe ser honrar a Dios en el servicio de los
11
LAS VOCACIONES
hombres; y la regla de dirección para lograr ese fin, no
es otra cosa que un constante cumplimiento de los
deberes de la ley moral, en esa misma vocación en la
que están colocados.

En el siguiente discurso, su Autor, cuya memoria es


bendita, ha presentado a nuestra vista un remedio
para estas y otras corrupciones que son incidentes en
la vida de los hombres, así como una advertencia para
aquellos que ofenden de esta manera: en ella se
tratan ampliamente, a partir de la palabra de Dios, las
diferencias y el uso correcto de todos los llamados
que sean. Al publicar esto, he creído conveniente
elegir a vuestra merced, a cuya protección podría
encomendarla, y ello por estas consideraciones:

En primer lugar, porque usted es y ha sido un antiguo


favorecedor y bienhechor del saber y de los hombres
cultos, de lo cual, entre los demás, nuestro Colegio ha
tenido ya testimonio muy suficiente; por lo que le
reconoce con el nombre de benefactor afectuoso y
liberal. En segundo lugar, porque (según tengo
entendido) usted fue muy afectuoso con el autor de
este Tratado mientras vivió, teniendo siempre una
reverente opinión de sus dones, y deseándole aliento
en todos sus procedimientos. Además de estos
respetos, es mi deseo, mediante esta dedicatoria,
darle algún testimonio de agradecimiento por su amor
y amabilidad hacia mí. Y así, suplicando su
aceptación, me despido y le encomiendo, con todos
sus asuntos, a la gracia y el favor de Dios.

12
EPÍSTOLA DEDICATORIA

Cambridge, 16 de febrero de 1602

Su Señoría está en toda la amabilidad de mandar,


T.P.

13
1
INTRODUCCIÓN Y DIVISIÓN DEL
TEXTO

1 Cor. 7:20 “Que cada uno permanezca en la


vocación en la que fue llamado”.
Desde el versículo 17 de este capítulo hasta el 25, se
tratan dos cuestiones.

La primera, si un hombre que es llamado al


cristianismo incircunciso, debe ser circuncidado
después de su llamado.

La segunda es si siendo siervo cuando es llamado,


debe entonces dejar su vocación. Ahora bien, el
resumen de la respuesta del Apóstol a ambas cosas
se establece en este versículo 20, como si dijera: Que
cada uno continúe en la vocación en la que fue
llamado a Cristo; es decir, en la que caminó y vivió
cuando a Dios le agradó, por el ministerio de su
Evangelio, llamarlo a la profesión de la religión
cristiana. La razón por la que he elegido hablar de
estas palabras es porque me propongo tratar este
punto de la vocación o el llamado, considerando

15
LAS VOCACIONES
que pocos hombres saben correctamente cómo vivir
y seguir en su llamado, de modo que puedan agradar
a Dios.

DOCTRINA: Por lo tanto, para proceder en orden al


hablar de este punto, PRIMERO mostraré lo que es
la Vocación o el Llamado. SEGUNDO, expondré las
partes y clases de la misma. TERCERO, el uso
santo y legítimo de la vocación particular de cada
hombre; todo lo cual se toca de alguna manera en
las palabras de mi texto.

Para el PRIMERO: Una vocación o llamado es un


cierto tipo de vida, ordenado e impuesto al hombre por
Dios, para el bien común.

En primer lugar, digo que es una determinada


condición o tipo de vida: es decir, una determinada
manera de llevar nuestra vida en este mundo. Por
ejemplo, la vida de un rey es pasar su tiempo en el
gobierno de sus súbditos, y esa es su vocación; y la
vida de un súbdito es vivir en obediencia al
Magistrado, y esa es su vocación. El estado y la
condición de un ministro es conducir su vida en la
predicación del Evangelio y la palabra de Dios, y ese
es su llamado. Un jefe de familia debe conducir su
vida en el gobierno de su familia, y ese es su llamado.
En una palabra, que la manera particular y honesta de
conversar a la que cada hombre es llamado y
apartado, es decir (digo) su vocación.

Ahora bien, en todo llamado debemos considerar

16
INTRODUCCIÓN Y DIVISIÓN DEL TEXTO
dos causas. Primero, el eficiente y autor de la
misma. En segundo lugar, el fin último y propio de la
misma.

El autor de todo llamamiento es Dios mismo; y por eso


dice Pablo: “Como Dios ha llamado a cada uno, ande”
(versículo 17). Y por esta razón, este orden y manera
de vivir en este mundo se llama Vocación, porque
cada hombre debe vivir como es llamado por Dios.
Porque mira como es en el campamento militar: el
General designa a cada hombre su lugar y posición;
un lugar para el jinete y otro para el soldado de a pie;
y a cada soldado en particular igualmente: su oficina
y posición en la que ha de permanecer contra el
enemigo, y vivir y morir en ese lugar - es incluso así
en las sociedades humanas. Dios es el General, que
designa a cada hombre su vocación particular, y por
así decirlo, su posición. Y en esa vocación le asigna
su oficio particular; en el desempeño de este oficio ha
de vivir y morir. Y así como en un campamento,
ningún soldado puede dejar su puesto sin el permiso
del General, tampoco ningún hombre puede dejar su
vocación a menos que reciba la libertad de Dios.
Además, en un reloj, hecho por el arte y la mano del
hombre, hay muchas ruedas, y cada una tiene sus
diversos movimientos -algunas giran de esta manera,
otras de aquella, algunas van suavemente, otras a
paso ligero- todas están ordenadas por el movimiento
del reloj. He aquí una notable semejanza con la
providencia especial de Dios sobre la humanidad, que
es el reloj del gran mundo, asignando a cada hombre
su movimiento y vocación; y en esa vocación, su oficio
17
LAS VOCACIONES
y función particulares. Por lo tanto, es cierto lo que
digo, que Dios mismo es el autor y el principio de los
llamamientos.

Esto echa por tierra la opinión pagana de los hombres


que piensan que la condición y el estado particular del
hombre en esta vida viene por casualidad; o por la
mera voluntad y el placer del hombre mismo. En
segundo lugar, por lo que se ha dicho, aprendemos
que muchos que se persuaden a sí mismos de su
vocación, no tienen por ello ninguna vocación. Como,
por ejemplo, los que viven de la usura, de los naipes
y de los dados, de mantener casas de juego, de las
obras de teatro y de cosas semejantes. Porque Dios
es el autor de toda vocación lícita; pero estos y otros
modos de vida miserables son o bien contrarios a la
palabra de Dios, o bien no se basan en ella. Y por lo
tanto no son llamados o vocaciones, sino avocaciones
de Dios y sus caminos.

Ahora bien, como Dios es el autor de toda vocación,


tiene dos acciones en ella. Primero, ordena el llamado
mismo. Y, en segundo lugar, la impone al hombre
llamado. Por eso digo que la vocación es un cierto tipo
de vida, ordenada e impuesta por Dios. Por lo primero,
Dios ordena una vocación cuando la prescribe y la
ordena en y por su palabra. Y esos llamados y estados
de vida, que no tienen garantía de la palabra de Dios,
son ilegales. Dios en su palabra ordena los
llamamientos de dos maneras.

18
INTRODUCCIÓN Y DIVISIÓN DEL TEXTO
Uno, ordenándolos y prescribiéndolos
particularmente, como lo hace con los llamados más
importantes en la familia, la Iglesia o la comunidad.

Dos, designando y estableciendo ciertas leyes y


mandamientos en general, por lo cual podemos
deducir fácilmente que los aprueba o desaprueba,
aunque no estén prescritos particularmente en la
palabra.

La segunda acción de Dios, que es la imposición de


llamados, es cuando aparta particularmente a
cualquier hombre para un llamado particular; y esto
debe entenderse de todos los llamados en el mundo.
Ahora bien, Dios hace esto de dos maneras. Primero,
por sí mismo inmediatamente, sin la ayuda de ninguna
criatura. Así, en el principio, Adán fue llamado y
designado para cuidar el jardín del Edén (Génesis
2:15). Así Abraham fue llamado de la idolatría de sus
antepasados, y recibido en el Pacto de Gracia. Así,
Moisés fue llamado a ser un Príncipe sobre los
israelitas, para guiarlos fuera de Egipto, hacia la tierra
prometida. Y en el Nuevo Testamento, los Apóstoles
fueron llamados así para predicar el Evangelio. En
segundo lugar, Dios llama mediatamente, por medios,
que son de dos clases: hombres y ángeles. Felipe,
siendo diácono, fue llamado por un ángel (Hechos
8:26) para ser evangelista; y los llamamientos
establecidos o designados en la Iglesia y en la
comunidad, son dispuestos ordinariamente por
hombres que son, en esta materia, los instrumentos
de Dios. Por lo tanto, los hombres legalmente
19
LAS VOCACIONES
llamados por ellos, son verdaderamente llamados por
Dios. Así, los Ancianos de Éfeso, llamados por los
Apóstoles y el resto de la Iglesia, se dice que son
llamados por el Espíritu Santo (Hechos 20:28). Y así
vemos cómo Dios es el autor de toda llamada.

La causa final o el fin de toda vocación, la observo en


las últimas palabras de la descripción: Para el bien
común; es decir, para el beneficio y el bien de la
humanidad. En el cuerpo del hombre hay diversas
partes y miembros, y cada uno tiene su uso y oficio,
que no realiza para sí mismo, sino para el bien de todo
el cuerpo, como el oficio del ojo es ver, el del oído es
oír y el del pie es andar. Ahora bien, todas las
sociedades de hombres son cuerpos; una familia es
un cuerpo; así como cada iglesia particular es un
cuerpo; y la comunidad también. Y en estos cuerpos
hay varios miembros, que son hombres que
desempeñan diversas funciones y oficios, cuya
ejecución debe tender a la felicidad y al bien de los
demás, es más, al bien de todos los hombres en todas
partes, en la medida de lo posible. El bien común de
los hombres consiste en esto: no sólo en que vivan,
sino en que vivan bien, en la justicia y la santidad, y
por consiguiente en la verdadera felicidad. Y para
lograr esto, Dios ha ordenado y dispuesto todos los
llamamientos, y en su providencia ha designado a las
personas para que los lleven. Aquí, pues, debemos
saber en general que abusa de su vocación,
quienquiera que sea, si está en contra del fin de esa
vocación, si la emplea para sí mismo, y busca
totalmente lo suyo con ella, y no el bien común. Y ese
20
INTRODUCCIÓN Y DIVISIÓN DEL TEXTO
dicho común, Cada uno para sí, y Dios para todos
nosotros, es perverso, y está directamente en contra
del fin de toda vocación o clase de vida honesta.

Hasta aquí la descripción de la vocación en general.


Ahora bien, antes de pasar a tratar en particular las
clases especiales de vocación, hay dos reglas
generales que deben ser aprendidas por todos, y que
pertenecen a toda vocación.

La primera: todo lo que un hombre intente o haga, ya


sea de palabra o de obra, debe hacerlo en virtud de
su vocación; y debe mantenerse dentro del ámbito, los
límites o los recintos de la misma. Esta regla se
establece en estas palabras de los Apóstoles: Que
cada uno permanezca en la vocación en la que fue
llamado - el sentido de esto es atar a los hombres a
su vocación, y enseñarles a realizar todas sus
acciones por su garantía. Se dice que sin fe es
imposible agradar a Dios (Heb. 11:6); y “todo lo que
no es de fe, es pecado”. (Rom. 14:23) Todo lo que no
se hace dentro el ámbito de un llamado, no es de fe,
porque un hombre debe tener primero alguna garantía
y palabra de Dios que le asegure su llamado a hacer
tal o cual cosa, antes de que pueda hacerlo con fe.
Cuando los dos hermanos que se disputaban la
herencia, vinieron a Cristo y querían que hiciera un
acuerdo entre ellos, Cristo respondió: ¿Quién me ha
hecho juez o decidor entre vosotros? (Lucas 12:14) Es
como si hubiera dicho: no está en el ámbito de mi
vocación; porque he venido a realizar la obra de la
redención del hombre, y no a decidir herencias. De
21
LAS VOCACIONES
esta manera nos da a entender que todo lo que se
hace, debe hacerse por garantía de algún llamado: y
mientras los hombres se mantengan en sus llamados,
tienen una promesa de protección de Dios, Él dará a
sus ángeles el mando sobre ti, para que te guarden
en todos tus caminos (Sal. 91:11) - es decir, mientras
te mantengas dentro de los caminos de tu llamado,
mis ángeles te preservarán. El ejemplo de David es
digno de nuestra consideración, porque dependiendo
de la providencia de Dios, y caminando en su
vocación, tuvo la protección de Dios: cuando Saúl lo
golpeó dos veces con una lanza (1 Sam 18:11, 13);
cuando fue hecho un capitán de miles para que
pudiera ser asesinado por los filisteos; cuando Saúl
ordenó a sus propios siervos que lo mataran (1 Sam
19:1); cuando volvió a atacarlo con una lanza; cuando
trató de apresar a David en su propia casa; cuando lo
siguió a Naiot en Ramá; cuando se ausentó de la
fiesta solemne hecha por Saúl; cuando fueron
asesinados los sacerdotes de Nob, (85 personas) y
todos los habitantes del lugar cuando Saúl lo persiguió
en el desierto de Maón (1 Sam 18:21,25-26). “Por el
contrario, cuando un hombre está fuera del ámbito de
su vocación, está fuera del camino, y por este medio
se priva de la protección del Todopoderoso; y queda
abierto y desnudo a todos los castigos y plagas de
Dios”.

Y si nos fijamos bien, la palabra de Dios muestra


evidentemente a qué peligros están sujetos, que
hacer algo sin o contra su vocación. La fuerza de
Sansón no radicaba en su cabello (como comúnmente
22
INTRODUCCIÓN Y DIVISIÓN DEL TEXTO
piensan los hombres) sino porque se salió de su
vocación al romper el voto de nazareo cuando le dio a
Dalila la ocasión de cortarle el cabello. Por lo tanto,
perdió su fuerza; pues Dios promete fuerza, pero con
el mandato de que sea nazareo hasta el fin (Jueces
13:5). Cuando se le ordenó a Saúl que matara a los
amalecitas, en contra de su vocación perdonó a Agag
por una piedad insensata, y perdonó lo mejor (1 Sam.
15:23). Y por ello, Samuel le reprochó la rebelión
contra Dios (v. 23), que era como el pecado de
brujería. Por esta misma razón, fue rechazado por
Dios para ser rey de Israel. Jonás, al ser llamado a
predicar en Nínive, trató de desprenderse del llamado
de Dios huyendo. Pero cuando llega al mar, es
sacudido por una tempestad, y arrojado de la nave, y
tragado por un pez que Dios ha preparado para este
fin. Cuando Pedro, más allá de los límites de su
vocación, quiso calentarse en el fuego del Sumo
Sacerdote, le costó la ruptura de su conciencia; pues
a la voz misma de una joven, negó a Cristo con
maldiciones y juramentos. Y los exorcistas de los
(Hechos 19:16), que, sin vocación suficiente, se
encargaron de conjurar a los espíritus malignos en
nombre de Jesús, fueron vencidos por esos espíritus,
y de buen grado huyeron desnudos y heridos. En una
palabra, mirad los juicios que sobrevienen a los
hombres; observad bien el tiempo y las circunstancias
de los mismos; y se verá que son arrojados sobre ellos
por la mano de Dios, cuando están más allá de sus
llamados que Dios les ha prescrito. Por lo tanto, esto
debe ser siempre recordado y practicado

23
LAS VOCACIONES
cuidadosamente, que no tomamos nada en nuestras
manos a menos que nos hayamos clasificado primero
dentro de los recintos de nuestros llamados.

La segunda regla general que debe ser recordada es


ésta: que cada hombre debe hacer los deberes de su
vocación con diligencia; y por eso Salomón dice: Todo
lo que esté en tu mano hacer, hazlo con todo tu poder
(Ecl. 9:10). Pablo manda al que gobierna, que
gobierne con diligencia; y a cada uno que espere en
su oficio (Rom 12:8). Y Jeremías dice: Maldito el que
hace la obra del Señor con negligencia (Jer. 48:10).
Lo que Cristo dice sobre la obra de nuestra redención,
que es comida y bebida para mí hacer la voluntad de
mi Padre (Juan 4:34), cada hombre debe decirlo de la
misma manera sobre su vocación particular. Hay dos
razones para esta diligencia: en primer lugar, el fin por
el que Dios nos concede sus dones, es que se
empleen en su servicio, y para su gloria, y eso debe
hacerse en esta vida.

Por lo tanto, Pablo dice: Aprovecha el tiempo; (Ef.


5:16) y Cristo dice: “Camina mientras tengas luz”.
(Juan 12:35) Y de nuevo, debo hacer su obra mientras
es de día. (Juan 9:4) Porque vemos a los
comerciantes y a los viajeros levantarse temprano
para sus negocios, para que no los sorprenda la
noche. En segundo lugar, a los que emplean sus
dones, se les da más; y a los que no los emplean, se
les quita hasta lo que tienen. (Mt. 13:12) el trabajo en
una vocación es tan precioso como el oro o la plata.
Basado en esto, el que mutila a un hombre y lo
24
INTRODUCCIÓN Y DIVISIÓN DEL TEXTO
inhabilita para hacer el trabajo de su vocación, por la
ley de Dios está obligado a darle el valor de su trabajo
(Éxodo 21:19). Y con un propósito similar, nuestro
pueblo tiene un dicho común, que una ocupación es
tan buena como la tierra, porque la tierra puede
perderse, pero las habilidades y el trabajo en una
buena ocupación es rentable hasta el final, porque
ayudará a una necesidad, cuando la tierra y todas las
cosas fallen.

Y, por otro lado, debemos cuidarnos de dos pecados


condenables que son contrarios a esta diligencia. El
primero es la IDENTIDAD, por la cual se descuidan u
omiten los deberes de nuestros llamados y las
ocasiones de glorificar a Dios. El segundo es la
DESPERTURA, por la que se realizan con desidia y
descuido. Dios, en la parábola del labrador, llama a
los que están ociosos en su viña, diciendo: ¿Por qué
estáis ociosos todo el día? (Mateo 20:6) Y el siervo
que sólo había recibido un talento es llamado siervo
malo porque fue perezoso en el uso de él. Porque así
se dice: “Siervo malo y perezoso” (Mateo 25.26).
Pablo da esta regla a los tesalonicenses: “El que no
quiere trabajar, no debe comer” (2 Tesalonicenses
3:10). Él quería que un hombre así, que andaba
desordenadamente, fuera señalado por una carta. Y
mostró esto: que la pereza y la negligencia en los
deberes de nuestros llamados, son un desorden
contra el buen orden que Dios estableció en las
sociedades de la humanidad, tanto en la iglesia como
en la comunidad. Y en efecto, la ociosidad y la pereza
son las causas de muchos pecados condenables. El
25
LAS VOCACIONES
cuerpo ocioso, o el cerebro ocioso, es el taller del
diablo. El mar, si no se mueve, no puede sino pudrirse;
y el cuerpo, si no se agita y mueve, engendra
enfermedades. Ahora bien, la persona ociosa y
perezosa es un mar de corrupción; y cuando está más
ociosa, Satanás está menos ocioso, porque entonces
está más ocupado en atraer a la persona a múltiples
pecados.

26
2

CONVOCATORIA GENERAL

Ahora siguen las partes y clases de Vocaciones; y son


de dos clases: GENERAL o PARTICULAR. La
vocación general es la vocación del cristianismo, que
es común a todos los que viven en la Iglesia de Dios.
La particular es aquella vocación especial que
pertenece a algunos hombres en particular, como la
vocación de un Magistrado, la vocación de un
ministro, la vocación de un Maestro, de un padre, de
un hijo, de un siervo, de un súbdito, o cualquier otra
vocación que es común a todos. Y Pablo reconoce
esta distinción de llamados cuando dice: Que cada
uno permanezca en el llamado en el que ha sido
llamado; es decir, en el llamado particular y personal
en el que fue llamado a ser cristiano. [Trataré estos
dos en orden].

El llamado general es aquel llamado por el cual un


hombre es llamado fuera del mundo para ser hijo de
Dios, miembro de Cristo y heredero del reino de los
cielos. Este llamamiento pertenece a todos los que
están dentro del ámbito de la Iglesia, sin

27
LAS VOCACIONES
exceptuar a ninguno. Aquí tengo ocasión de hacer un
largo discurso sobre el llamamiento de los hombres a
Cristo y a la religión cristiana, pero sólo tocaré los
principales deberes del mismo, de los cuales hay
especialmente cuatro.

El primer deber general es la invocación del nombre


de Dios en Cristo. Cuando Saulo obtuvo cartas de los
sumos sacerdotes para perseguir a la Iglesia, se dice
por Lucas que recibió autoridad para atar a todos los
que invocan el nombre de Dios (Hechos 9:14). Pablo,
escribiendo a la Iglesia de Corinto, llama a los
miembros de ella santos, y a los que invocan el
nombre del Señor Jesús (1 Cor. 1:2). Por estos dos
lugares, el Espíritu Santo quiere darnos a entender
que la invocación es un deber principal que todo
hombre cristiano debe realizar continuamente; y
contiene tanto la oración como la acción de gracias en
el nombre y la mediación de Jesucristo. Y en efecto,
por esta acción el cristiano se distingue y se separa
de toda otra clase de hombres en el mundo que
pretenden devoción o religión. ello se desprende que,
por más que todos los hombres deseen llevar este
nombre y tomar para sí esta vocación general, muy
pocos son realmente cristianos verdaderos y sanos,
pues ni uno de cada cien puede invocar
correctamente el nombre de Dios. Aunque pueden
repetir las palabras de la oración, carecen del espíritu
de gracia y súplica por el que deberían pedir la gracia
en el nombre de Cristo, y dar gracias por los
beneficios recibidos. Así, muchos que llevan el
nombre de Cristo sólo para aparentar, carecen del
28
CONVOCATORIA GENERAL
poder de ese nombre. No, es más, no invocar el
nombre de Dios es hecho por el Profeta David, la nota
y marca de un Ateo, que dice en su corazón que no
hay Dios (Sal. 14:1).

El segundo deber general es, en la medida de lo


posible, promover el buen estado de la verdadera
Iglesia de Dios. En efecto, es principalmente el deber
del ministro, pero en general corresponde a todos.
Porque en el cuerpo del hombre, el ojo al ver, el oído
al oír, la lengua al hablar, y cada parte por su propia
función, promueve el bien de todo el cuerpo. Del
mismo modo, todos los llamados a ser miembros de
Cristo deben, en la medida en que les corresponda,
procurar el bien de todo el cuerpo místico de Cristo.
David, en nombre de toda la Iglesia, dice que
procuraré tu riqueza, y que orará por la paz de
Jerusalén; prosperarán los que te aman (Sal.
122:9,6). Y después de haberse humillado por los dos
graves pecados de adulterio y asesinato, al final ruega
a Dios que construya los muros de Jerusalén. Para la
construcción del tabernáculo, los judíos trajeron
ofrendas voluntarias según su capacidad. Algunos
trajeron oro y piedras preciosas; otros, plata y seda; y
los que no tenían nada mejor, trajeron pieles de
carnero y de tejón. De la misma manera, en la
construcción de la Iglesia de Dios, Su tabernáculo
espiritual, cada cristiano debe traer una ofrenda
voluntaria; debe hacer algo hasta el máximo de su
poder para la construcción de la Iglesia de Dios,
aunque su servicio no sea más que humilde. Aunque
los hombres (como ya he dicho) se imaginan
29
LAS VOCACIONES
cariñosamente que este deber es propio de los
ministros de la palabra, la verdad es que no sólo les
corresponde a ellos, sino a todos los que se declaran
miembros del cuerpo de Cristo; en este sentido,
deben, en la medida de sus posibilidades, procurar y
promover el bien del conjunto.

Aquí, pues, debemos considerar los medios por los


que se puede cumplir este deber. Son especialmente
tres.

El primer medio es la oración, no sólo por nosotros,


sino por el bien de toda la Iglesia de Dios en la tierra.
En este sentido, Cristo habló a sus discípulos cuando
vio a los judíos como ovejas dispersas sin pastor:
“Rogad al Dueño de la mies, para que “envíe obreros
a la mies” (Mateo 9:38). Y en esa oración que
comúnmente se llama el Padre Nuestro, se nos
enseña a decir: “Venga tu reino”: (Mateo 6:10) donde
“reino” no sólo significa el reino de la gloria en el cielo,
sino el reino de la gracia, que es la condición feliz y
bendita de la Iglesia de Dios en la tierra. Por eso Pablo
pide a los tesalonicenses que oren para que la palabra
de Dios tenga libre paso y sea glorificada (2
Tesalonicenses 3:1).

El segundo medio es la obra de edificación, a la que


Pablo encomienda a los tesalonicenses: Edificaos
unos a otros (1Tesalonicenses 5:11). Y Judas en el v.
20, “Edificaos sobre vuestra santísima fe”. La Iglesia
de Dios es un Templo hecho sin manos; (Marcos
14:58) el fundamento es Cristo; (1 Cor. 3:11) y cada

30
CONVOCATORIA GENERAL
miembro de Cristo, con todo lo que pertenece a la
elección de Dios, son piedras vivas (1 Pedro 2:5). Los
constructores de este templo son principalmente los
pastores y maestros; y no sólo ellos, sino todas las
personas cristianas en general. El caso es el mismo
que en la construcción del templo material, cuyos
constructores eran los que cortaban y colocaban las
piedras, y hacían obras elaboradas. Además de éstos,
había muchos otros que, aunque no sabían cortar ni
armar, contribuían a la construcción llevando cargas o
haciendo argamasa. Así también, en la construcción
de la Iglesia espiritual de Dios, aunque todos no
pueden cuadrar piedras como los albañiles, ni
construir como lo hace el ministro, sin embargo, todos,
sin excepción, que pertenecen a la Iglesia de Dios,
deben poner sus manos para ayudar a esta
construcción. Y esto puede hacerse de dos maneras:
en primer lugar, utilizando todos los medios buenos
por los que podamos atraer a nuestros parientes,
amigos y vecinos al amor y la obediencia de la
verdadera religión. Pablo propone este deber a los
corintios con su propio ejemplo, diciendo que
agradaba a todos los hombres en todo, no buscando
su propio beneficio, sino el de muchos, para que se
salvaran (1 Cor. 10:33). En segundo lugar, esto se
hace confirmando a los llamados, dando a menudo
amonestaciones, exhortaciones, consuelos y todos
los demás deberes similares que sirven para este fin.
Y por medio de estos deberes, la persona más
pequeña de la Iglesia de Dios, puede construir o
edificar.

31
LAS VOCACIONES
Aquí puedo quejarme justamente de la negligencia de
este deber. Porque el caso es así en la época estéril
e infructuosa del mundo: los hombres están tan
alejados de los deberes de la edificación, que utilizan
todos los medios para derribar en lugar de construir.
Porque el que sólo se dedica a aprender los deberes
de la religión, y de alguna manera a vivir de acuerdo
con ellos, se convierte en un signo y en una palabra
entre la gente común, y también en una maravilla. Y
esto demuestra que la práctica de este deber de
edificación está muerta, a la que sin embargo estamos
obligados en virtud de nuestra vocación general.

El tercer medio para promover el bien de la Iglesia de


Dios, es conferir las bendiciones temporales que Dios
nos ha concedido según nuestra capacidad, para el
bien de ella. Honra a Dios con tus riquezas, dice
Salomón (Prov. 3:9). Y eso se hace especialmente
cuando se emplean para mantener y fomentar la
verdadera religión, y el culto a Dios. Hay otros fines
para los que Dios ha dado las riquezas, pero éste es
el principal de todos. Sin embargo, lamentablemente,
este deber es muy poco practicado por aquellos que
llevan el nombre de Cristo. Porque muchos de los más
ricos gastan gran parte de sus ganancias en halcones,
toros, osos y perros, o los malgastan
desenfrenadamente en algún tipo de deporte o juego,
y así se privan de hacer el bien que deberían hacer a
la Iglesia de Dios. Y los más bajos gastan hoy en día
lo que obtienen en ropa fina y en buen humor, y de
este modo la casa de Dios es menos considerada.
Porque todo hombre común hoy en día debe ser un
32
CONVOCATORIA GENERAL
caballero, y a veces es muy difícil para un extraño
discernir al amo del siervo. Y hay tal exceso en todos
los grados, que ahora para el atuendo diario, los más
nobles son los más sencillos. A este deber puedo
añadir también que todo padre cristiano, en virtud de
su vocación general, debe dedicar a algunos de sus
hijos varones, en la medida de lo posible, al servicio
del ministerio, si tienen dones e inclinaciones de la
naturaleza aptos para esa vocación. Y en este caso,
el ejemplo de Ana puede ser una buena dirección para
que la sigamos, que de antemano consagró a Samuel,
su primogénito, al Señor. Por este medio se
continuará el ministerio, se mantendrá la Iglesia y la
religión de Dios, y se publicará su Evangelio de edad
en edad hasta el fin del mundo.

El tercer deber general del cristianismo es que todo


hombre se convierta en servidor de su hermano en
todos los deberes del amor. El cristiano es el más libre
de todos los hombres del mundo. Porque en ese
sentido es hijo de Dios en Cristo; está
verdaderamente liberado del infierno, de la muerte y
de la condenación; en efecto, y en parte, está liberado
del pecado y de Satanás, y eso en esta vida. Y, sin
embargo, por todo esto, debe ser un siervo de todo
hombre. Pero ¿cómo? Mediante todos los deberes del
amor según la ocasión que se ofrece, y eso es para el
bien común de todos los hombres. Recordad bien las
palabras de Pablo: Aunque estoy libre de todos los
hombres, me he hecho siervo de todos para ganar
más (1 Cor. 9:19). Si se dice que este deber
corresponde sólo a un apóstol, respondo que Pablo lo
33
LAS VOCACIONES
impone indistintamente a todo hombre: “Servíos los
unos a los otros con amor” (Gál. 5:13). Y por eso se
dice que los siervos de Dios son “árboles de justicia”
(Isa. 61:3) cuyas hojas sirven de medicina y su fruto
de alimento, (Ez. 47:12) no para ellos mismos sino
para los demás. Por lo tanto, cuidemos, en el temor
de Dios, de aprender este deber; porque su práctica
es el ornamento especial del santo Evangelio de
Cristo.

El último deber general lo establece Pablo: “Andad


dignamente de la vocación a la que Dios os ha
llamado” (Ef. 4:1). Además, en Tito, pide a los siervos
que se comporten de tal manera con sus amos, “que
adornen el Evangelio de Dios en todas las cosas”
(2:10). Y luego establece en las palabras siguientes,
cómo los hombres pueden adornar la religión por su
profesión; a saber, negando la impiedad y los deseos
mundanos, viviendo sobria, justa y piadosamente en
este mundo presente (2:12). En una palabra, esta
vocación del cristianismo es la más excelente del
mundo, y camina digno de ella, el que guarda una
buena conciencia ante Dios, (Hechos 23:1) y es
irreprochable ante todos los hombres (1 Pe. 2:12).

Este deber lo recomiendo a la meditación y a la


práctica de todos los hombres; una vez fuimos
bautizados, y en esto entregamos nuestros nombres
a Dios y a Cristo; y nos contentamos con oír la
palabra, y para recibir la Cena del Señor como prenda
de su misericordia y amor. Por lo tanto, debemos
caminar como aquellos a quienes pertenecen la
34
CONVOCATORIA GENERAL
misericordia y el amor de Dios. Cristo pronuncia un
“ay a los que ofenden” (Mt. 18:7). Y, en efecto, más
le valdría a un hombre estar tan debajo de la tierra
como encima de ella, que, por una conversación mala
y desordenada, calumniar el nombre de Dios, cuyo
siervo profeso es. Como dice Cristo: “Más le valdría
que le colgaran al cuello una piedra de molino y lo
arrojaran al fondo del mar” (Mateo 18:6) Como ora
David, “Señor quita de mí la reprensión y la vergüenza
que temo, porque tus juicios son buenos” (Sal.
119:39). Así debemos orar, Señor quita de mí la
reprensión y la vergüenza, porque tu Evangelio es
bueno. Y para que podamos caminar siempre dignos
de este llamado, debemos hacerlo,

• Depender por fe de la providencia y la


misericordia de Dios en todo momento.
• Debemos volvernos a Él diariamente
mediante una renovación continua de nuestro
arrepentimiento.
• Debemos esforzarnos por realizar una nueva
obediencia respecto a todos sus
mandamientos.

Hasta aquí el Llamado General común a todos los


hombres en tanto que son cristianos.

35
3
UN LLAMADO PERSONAL

Es la ejecución de algún oficio particular que surge


de esa distinción que Dios hace entre hombre y
hombre en cada sociedad.

En primer lugar, digo que es la ejecución de algún


oficio particular; por ejemplo, la vocación de un
magistrado es ejecutar el oficio de gobierno sobre sus
súbditos; el oficio de un ministro es ejecutar el deber
de enseñar a su pueblo; la vocación de un maestro es
ejecutar el oficio de autoridad y gobierno sobre sus
siervos; el oficio de un médico es poner en práctica
los buenos medios por los que se conservan la vida y
la salud. En una palabra, en cada estado, la práctica
y la ejecución de ese oficio particular en el que
cualquier hombre es colocado, es su vocación
personal.

En segundo lugar, añado que surge de esa distinción


que Dios hace entre hombre y hombre en toda
sociedad, para mostrar cuál es el fundamento y la
base de todos los llamamientos personales. Y es un
punto a considerar por

37
LAS VOCACIONES
nosotros, que explico así: Dios en su palabra ha
ordenado la sociedad del hombre con el hombre, en
parte en la Comunidad, en parte en la Iglesia y en
parte en la Familia. Y no es la voluntad de Dios que el
hombre viva y converse solo, por sí mismo. (Ge. 2:18)
Ahora bien, para mantener la sociedad, Él ha
ordenado un cierto vínculo para unir a los hombres,
que Pablo llama el vínculo de la paz, (Ef. 4:3) y el
vínculo de la perfección; a saber, el amor (Col. 3.14)
aunque ha ordenado las sociedades y el vínculo de
todas ellas, ha dispuesto que siga habiendo una
distinción entre hombre y hombre, no sólo en cuanto
a la persona, sino también en otros aspectos. Porque
todo el cuerpo no es la mano, ni el pie, ni el ojo; sino
que la mano es una parte, el pie otra, y el ojo otra. Y
por más que en el cuerpo una parte esté unida a otra,
hay sin embargo una distinción entre sus miembros:
por lo que resulta que la mano es la mano, no el pie;
y que el pie es el pie, no la mano, ni el ojo. Lo mismo
sucede en las sociedades; hay una distinción entre
sus miembros, y eso es en dos aspectos:
• Con respecto a los dones internos que Dios
otorga a cada hombre, dando a varios hombres
diversos dones según su beneplácito. (1 Cor.
12:11) Esta distinción en cuanto a los dones
internos, Pablo la trata ampliamente en 1 Cor.
12, a lo largo de todo el capítulo, donde
muestra la diversidad de dones que Dios
otorga a su Iglesia, y así también en cada
sociedad. Ahora mira: como los dones internos
de los hombres están separados, así se

38
UN LLAMADO PERSONAL
distinguen las personas en sus sociedades en
consecuencia.
• Las personas se distinguen por el orden, por lo
que Dios ha dispuesto que, en toda sociedad,
una persona esté por encima o por debajo de
otra -no haciendo que todas sean iguales,
como si el cuerpo fuera todo cabeza y nada
más, sino que, en grado y orden, ha
establecido una distinción de que uno debe
estar por encima de otro (Rom. 13:7; 1 Pe.
2:13-14).

Y a causa de esta distinción de los hombres, en parte


con respecto a los dones, en parte con respecto al
orden, vienen los llamados personales. Porque si
todos los hombres tuvieran los mismos dones, y todos
estuvieran en el mismo grado y orden, entonces todos
tendrían un mismo llamamiento. Pero como Dios da
una diversidad de dones en lo interno y una distinción
de orden en lo externo, de esto procede una
diversidad de llamados personales. Y por eso añadí
que los llamamientos personales surgen de esa
distinción que Dios hace entre hombre y hombre en
cada sociedad. Y así vemos lo que es un llamado
personal.

39
4
NORMAS GENERALES

Ahora bien, antes de pasar a tratar las partes de la


vocación, hay otras reglas generales que deben
aprenderse y que se refieren a todas las llamadas
personales, sean cuales sean.

REGLA 1

Toda persona de cualquier grado, estado, sexo o


condición, sin excepción, debe tener algún llamado
personal y particular para caminar. Esto aparece
claramente en toda la palabra de Dios. Adán, tan
pronto como fue creado, incluso en su integridad,
tenía un llamado personal asignado por Dios, que era
cuidar y mantener el jardín. Y después de la caída de
Adán, el Señor le da un mandamiento particular a él y
a toda su posteridad, que obliga a todos los hombres
a caminar en alguna vocación, ya sea en la Iglesia o
en la Comunidad, diciendo “En el sudor de tu frente
comerás tu pan” (Génesis 3:19). De nuevo, en la
renovación de la ley en el Monte Sinaí, el cuarto
mandamiento no sólo permite el trabajo en seis días,
sino que nos obliga a todos

41
LAS VOCACIONES
(como yo lo entiendo). Porque allí se nos propone el
ejemplo de Dios para que lo sigamos: que, así como
Él descansó el séptimo día, nosotros también
debemos hacerlo; y, en consecuencia, así como Él
empleó seis días en la obra de la creación, así
debemos hacerlo nosotros en nuestros llamados
personales. Y Pablo da esta regla: “El que roba, no
robe más; sino que trabaje con sus manos lo que es
bueno, para que tenga algo que dar al que necesita”
(Ef. 4:28). Cristo, cabeza de los hombres, vivió con
José en el oficio de carpintero hasta el momento de
su bautismo. Y ante esto los judíos dijeron: “¿No es
éste el carpintero”, (Marcos 6:3) y después de ser
bautizado y admitido, por así decirlo, solemnemente
en el oficio de Mediador, la obra de nuestra redención
fue entonces su vocación, ¿en la que vivió y murió?
En efecto, los ángeles de Dios tienen sus
llamamientos particulares, en el sentido de que
cumplen sus mandamientos “obedeciendo la voz de
su palabra” (Sal. 103:20). Y, por lo tanto, todos los que
descienden de Adán deben necesariamente tener
algún llamado para caminar, ya sea público o privado,
ya sea en la Iglesia, o en la Comunidad, o en la
Familia.

De esto podemos aprender varios puntos de


instrucción.

En primer lugar, que es un trastorno del alma en


cualquier Comunidad, que se toleren pícaros,
mendigos o vagabundos; porque tales personas no
pertenecen comúnmente a ninguna sociedad o
42
NORMAS GENERALES
corporación civil, ni a ninguna Iglesia en particular;
son como piernas y brazos podridos que se
desprenden del cuerpo. Además, vagar de año en año
con este fin -buscar y procurar el mantenimiento del
cuerpo- no es una vocación, sino la vida de una bestia;
y por consiguiente es una condición o estado de vida
que va de plano contra la regla de que todos deben
tener una vocación particular. Y, por lo tanto, el
Estatuto hecho durante el último Parlamento para
restringir a los mendigos y a los pícaros, es un
excelente Estatuto; y siendo en sustancia la misma ley
de Dios, nunca debe ser derogado.

En segundo lugar, queda derribada la condición de


los monjes y frailes, que afirman para sí mismos que
viven en un estado de perfección, porque viven
apartados de las sociedades de los hombres en el
ayuno y la oración. Pero, por el contrario, este tipo de
vida monacal es condenable, pues además de los
deberes generales de ayuno y oración, que
corresponden a todos los cristianos, cada hombre
debe tener una vocación particular y personal, para
ser un miembro bueno y provechoso de alguna
sociedad y cuerpo. Y la Iglesia antigua condenó a
todos los monjes como ladrones y salteadores, pues
además de los deberes generales de la oración y el
ayuno, no se empleaban en alguna otra vocación para
su mejor mantenimiento.

En tercer lugar, aprendemos por esto que es un


estado miserable y condenable para aquellos que,
enriquecidos con grandes vidas y rentas, pasan sus
43
LAS VOCACIONES
días comiendo y bebiendo, en deportes y
pasatiempos, sin emplearse en el servicio a la Iglesia
o a la Comunidad. Tal vez se piense que tales señores
tienen una vida feliz, pero es muy diferente,
considerando que todos, ricos o pobres, hombres o
mujeres, están obligados a tener una vocación
personal, en la que deben cumplir algunos deberes
para el bien común, según la medida de los dones que
Dios les ha concedido.

En cuarto lugar, por la presente se requiere también


que los que comúnmente llamamos servidores,
tengan alguna otra vocación particular además del
oficio de servir, a menos que atiendan a hombres de
gran lugar y estado. Porque sólo esperar y atender no
es una vocación suficiente, como lo dice la
experiencia común. Porque los sirvientes que
esperan, debido a que pasan la mayor parte de su
tiempo comiendo y bebiendo, durmiendo y jugando
después de la cena y después de la cena, resultan ser
los miembros más inútiles tanto en la Iglesia como en
la Comunidad. Porque cuando sus buenos amos
mueren, o son expulsados de su cargo por algún
delito, no son aptos para ninguna otra vocación, ya
que no pueden trabajar. Y así se entregan a la
mendicidad o al robo. El mozo de Cornelio, el
centurión, era también, por vocación, un soldado
(Hch. 10:7); y es de desear que hoy en día los
caballeros elijan tales sirvientes que no sólo puedan
atender a sus personas, sino también a algún otro
oficio conveniente. Es bueno que todo hombre tenga
dos cuerdas en su arco.
44
NORMAS GENERALES
REGLA 2

Todo hombre debe juzgar que el llamado particular en


el que Dios lo ha colocado, es el mejor de todos los
llamados para él. No digo simplemente la mejor, sino
la mejor para él. Esta regla se nos presenta en el
ejemplo de Pablo: “He aprendido (dice) a estar
contento y satisfecho en cualquier estado en que me
encuentre” (Filipenses 4:11). La práctica de este
deber es la base del buen estado de la Iglesia y de la
sociedad, porque hace que cada uno mantenga su
propia posición y se emplee provechosamente en su
vocación. Pero cuando empezamos a despreciar la
sabia disposición de Dios, y a pensar que las
vocaciones de otros hombres son mejores para
nosotros que los nuestros, entonces sigue la
confusión y el desorden en toda sociedad. Cuando
Absalón, hijo y súbdito del rey David, no se contentó
con su hacienda, sino que buscó el reino de su padre,
y dijo: Ojalá fuera yo juez entre vosotros (2 Sam.
15:4), muchas contiendas y los bullicios se sucedieron
en la Comunidad de los Judíos durante todos sus
días. Y los hijos de Zebedeo, no contentándose con el
llamamiento de discípulos, sino inflamados por el
deseo de honor y dignidad, buscaron dos cargos
principales en el reino de Cristo, que (según ellos)
sería un reino civil y mundano. De ahí surgió la envidia
y el ardor de corazón entre los discípulos; y habrían
sobrevenido más males si la sabiduría de nuestro
Salvador Cristo no los hubiera atajado (Mar. 10:35-
41). Los obispos de la Iglesia de Roma, no contentos
con su estado eclesiástico, afectaron el honor del
45
LAS VOCACIONES
Imperio, y por este medio trajeron estragos y ruina a
toda la Iglesia.

De hecho, la primera familia que hubo en el mundo,


sintió el aguijón de este mal. Caín, porque temía
perder su primacía, por la que iba a ser Sacerdote,
Profeta y Gobernante en la casa de Adán después de
su muerte, mató a su hermano Abel (Gé. 4:5-8). Y esto
bien puede deducirse de las palabras del texto,
donde, cuando Caín comenzó a enojarse, el Señor
dijo: Si haces bien, hay remisión; si no, el pecado está
a la puerta (Gn. 4:7). Ahora bien, Caín podría replicar
y decir: Esto está bien, pero mi pena sigue siendo que
debo perder mi derecho y mi dignidad. A esto
responde Dios en las siguientes palabras: Y su apetito
será para ti, y tú te enseñorearás de él; es decir, si lo
haces bien. Y de vez en cuando, las mayores
discordias que han surgido en la Iglesia de Dios, han
salido de esta fuente.

Y lo mismo ocurre en la Comunidad. De esto


provienen las traiciones, los engaños y las sediciones,
cuando los hombres que no están contentos con su
propio estado y honores, buscan lugares más altos; y
al ser decepcionados, se vuelven descontentos, y así
avanzan hacia todo el mal. Por lo tanto, en una
palabra, el buen estado de la Iglesia y la Comunidad
es cuando cada persona se mantiene en su propia
vocación. Y esto se cumplirá sin duda, si
consideramos lo que nuestras vocaciones; y que
somos puestos en ellas por Dios; y por lo tanto
juzgarlas como las mejores vocaciones de todas para
46
NORMAS GENERALES
nosotros.

REGLA 3

Todo hombre debe unir la práctica de su llamado


personal, con la práctica del llamado general del
cristianismo descrito anteriormente. Más claramente,
todo llamado particular debe ser practicado en y con
el llamado general de un cristiano. No es suficiente
que un hombre sea cristiano sólo en la congregación
y en la conversación común, sino que también en su
vocación personal debe mostrarse como cristiano. Por
ejemplo, un magistrado no sólo debe ser cristiano en
general, como lo es todo hombre; sino que debe ser
un magistrado cristiano en el ejercicio del cargo de
magistrado, al llevar la espada. Un jefe de familia no
sólo debe ser un cristiano en el exterior de la ciudad,
y en la congregación, a la vista de los extraños, sino
también en la administración y regimentación de su
familia particular: hacia la esposa, los hijos y los
sirvientes. No es suficiente que una mujer sea virtuosa
abiertamente ante los extraños, sino que su virtud
debe mostrarse en privado en su sujeción y
obediencia a su propio marido.

Un maestro de escuela no sólo debe ser un cristiano


en la asamblea cuando escucha la palabra y recibe
los sacramentos, sino que también debe mostrarse
cristiano en el oficio de enseñar. Y así debe
comportarse cada hombre en su vocación particular;
porque la vocación particular y la práctica de sus
deberes, separada de la vocación general, no es más

47
LAS VOCACIONES
que una práctica de injusticia y profanidad. Y la
vocación general del cristianismo, sin la práctica de
alguna vocación particular, no es más que la forma de
la piedad sin el poder de la misma. Y, por lo tanto,
ambos llamados deben estar unidos, como el cuerpo
y el alma están unidos en un hombre vivo. Y para que
podamos unir mejor ambos llamados, debemos
considerar el fin principal de nuestras vidas; y es servir
a Dios en el servicio a los hombres en las obras de
nuestros llamados. Dios, como ha hecho al hombre,
así puede conservar al hombre, sin la ayuda del
hombre: pero su placer es que los hombres sean sus
instrumentos para el bien de los demás. Por eso ha
ordenado los excelentes oficios de los magistrados y
ministros, y una variedad casi infinita de oficios de la
vida, todos tendentes a conservar el cuerpo o el alma,
o ambos. Así, Dios manifiesta su cuidado paternal
sobre nosotros empleando a los hombres a su
servicio, según sus diversas vocaciones, para nuestro
bien. Y así, hasta el menor vasallo o siervo, debe
servir a Dios sirviendo a su señor, como enseña Pablo
(Col. 3:22).

Y por este único punto podemos aprender dos cosas.

• Que profanan sus vidas y llamados


empleándolos para obtener honores, placeres,
ganancias, bienes mundanos, etc.; porque así
vivimos para otro fin que el que dios ha
señalado, y así nos servimos a nosotros
mismos, y en consecuencia no servimos ni a
dios ni al hombre. Alguien dirá tal vez: ¿qué, no
48
NORMAS GENERALES
debemos trabajar en nuestros llamados para
mantener a nuestras familias? (1 Tim 5:8)
respondo que es necesario hacerlo; pero éste
no es el alcance ni el fin de nuestras vidas. El
verdadero fin de nuestra vida es servir a dios,
sirviendo al hombre. Y como recompensa de
este servicio, dios envía sus bendiciones sobre
los trabajos de los hombres, y les permite
tomar por sus trabajos.
• Con esto aprendemos cómo pueden
consolarse los hombres de lugar y vocación
humildes. Que consideren que, al servir a los
hombres, mediante el desempeño de deberes
pobres y humildes, sirven a dios; y por lo tanto
su servicio no es humilde a sus ojos. Y aunque
su recompensa por parte de los hombres sea
pequeña, no les faltará la recompensa de la
mano de dios. Porque viendo que sirven a dios
al servir a los hombres, pueden buscar
inmediatamente la recompensa de ambos. Y
así podemos cosechar maravillosas
satisfacciones en cualquier tipo de vocación,
aunque sólo sea barrer la casa o guardar las
ovejas, si podemos unir así nuestras
vocaciones en la práctica.

Según esta regla, cualquier hombre puede juzgarse a


sí mismo y a los demás con razón. Porque
dondequiera que se separen estos dos llamamientos,
lo que hay en la apariencia, no hay nada en la
sustancia. Y por esto también podemos discernir una
falta común en la vida de muchos hombres que se
49
LAS VOCACIONES
muestran listos y dispuestos a escuchar la palabra de
Dios. En efecto, pueden aprobarla, recibir los
sacramentos y profesar ser miembros de Cristo; y
todos estos son buenos deberes de la primera y
general vocación. Pero si seguimos adelante y
examinamos sus llamamientos particulares, no
encontraremos nada menos que todo está fuera de
lugar. Algunos son usureros y opresores; algunos
acaparadores; algunos usan pesos y medidas falsas;
algunos mienten y juran; algunos son flojos y lascivos.
Puede ser que tales personas se resuelvan a sí
mismas que todo está bien, cuando hacen algunos
deberes de su vocación general. Pero como
descuidan el cumplimiento de estos deberes en sus
llamados particulares, están muy fuera de orden; sí,
llevan un curso de vida peligroso y lamentable.
Porque, aunque estén dotados de excelentes dones,
y sean capaces de hablar bien, concebir la oración, y
tener cierta reverencia para escuchar la Palabra, y
recibir los Sacramentos, sin embargo, si no practican
los deberes de la piedad dentro de sus propios
llamados, es todo menos hipocresía. Y, por lo tanto, a
menos que se arrepientan, cuanto más grandes sean
sus dones, más harán para su más profunda
condenación en el Día del Juicio.

De nuevo, esta regla sirve para enseñar a todos los


hombres el camino correcto para reformar sus vidas.
Si quieres llevar una vida irreprochable tanto ante
Dios como ante los hombres, sólo tienes que pensar
primero en cuál es tu vocación particular, y luego
proceder a practicar los deberes de la ley moral, y
50
NORMAS GENERALES
todos los demás deberes del cristianismo en esa
misma vocación. Y si quieres tener signos y señales
de tu elección y salvación, debes obtenerlos de la
práctica constante de tus dos llamados juntos.
Sepáralos en tu vida, y no encontrarás consuelo, sino
más bien vergüenza y confusión, a menos que te
arrepientas.

Regla 4

Aquellos que tienen llamados públicos deben primero


reformarse en privado. Cuando Moisés fue de Madián
a Egipto para ser gobernador de los israelitas, el
Señor lo detuvo en el camino por una falta en su
familia privada, que su hijo no estaba circuncidado
según la ley de Dios (Ex. 4:24-26). ¿Cómo va a
ordenar los asuntos públicos para el bien común si no
puede ordenar su propio patrimonio privado?

Regla 5

La vocación particular debe ceder el paso a la


vocación general del cristiano, cuando ambas no
pueden permanecer juntas. Por ejemplo, un siervo
está obligado ante su amo a obedecerle, ya sea
porque es un vasallo, o al menos porque está
contratado para servir a cambio de un salario.
Digamos que el amo, siendo un celoso papista,
amenaza a su siervo protestante, que a menos que
condescienda a escuchar la misa, arderá en la
hoguera, o llevar una mariconada. Ahora bien, el
siervo, viendo el propósito malicioso de su amo, y no

51
LAS VOCACIONES
encontrándose capaz de soportar el peso de un juicio
en este caso, se aleja y se retira por un tiempo. Y la
pregunta es si hace bien en hacer esto, o no. La
respuesta es que sí. Y en tal caso, puede legalmente
huir de su amo; porque un siervo que está ligado a un
amo terrenal por un llamado personal, está además
ligado a Dios por un llamado general. Y la vocación
particular de cualquier hombre es inferior a la
vocación general de un cristiano. Y cuando ambas no
pueden permanecer juntas, la vocación particular
debe ceder, porque estamos vinculados a Dios en
primer lugar, y al hombre bajo Dios, y sólo en la
medida en que podamos mantener también nuestro
vínculo con Dios.

52
5
DOS TIPOS DE LLAMIENTOS
PERSONALES

Para la continuación aquí dos tipos de llamamientos


I. Son todas aquellas llamadas que son de la
esencia y el fundamento de cualquier sociedad, y
sin las cuales la sociedad no puede existir. Como
en una familia, existe la vocación de un amo y la
vocación de un siervo; la vocación de un esposo
y una esposa; de padres e hijos. Y en la
comunidad, la vocación de los magistrados y de
los súbditos. Y en la iglesia, la vocación del
ministro y del pueblo.
II. Son todas aquellas que sólo sirven para el buen,
feliz y tranquilo estado de una sociedad. Y estas
son de varias clases, algunas de ellas sirven para
la preservación de la vida del hombre, como la
vocación de un agricultor, o de un comerciante,
etc.; algunas sirven para la preservación de la
salud, como la vocación de un médico, y de un
cirujano, etc.; algunas

53
LAS VOCACIONES
III. sirven para la paz exterior, como la vocación de
un soldado, o de un abogado, etc.; algunas sirven
para la vestimenta y el cuidado del cuerpo, y son
casi tantas como partes hay del cuerpo; algunas
sirven también para la construcción, como la
vocación de carpintero y de masón. En una
palabra, mirad cuántas cosas son necesarias
para el buen estado de cualquier sociedad; hay
tantas llamadas personales que no pertenecen a
la esencia y al ser de una sociedad, sino que
sirven sólo para el bien de ella. Y a una de estas
dos clases pueden referirse todas las llamadas
personales legítimas.

EL USO CORRECTO DE LAS LLAMADAS


El tercer punto a considerar, que es el más importante,
es éste: Cómo puede cada hombre usar su vocación
de manera buena y santa. Recordemos que no estoy
hablando de llamados extraordinarios, o del llamado
general de un cristiano, sino sólo de los llamados
ordinarios y personales. El manejo de este punto es
de gran peso y trascendencia, pues por el uso
correcto de cada llamamiento, sus obras se
convierten en buenas obras, aunque de otro modo no
sean más que comunes y bajas en sí mismas. En una
buena obra se requieren tres cosas. Primero, debe
hacerse en obediencia; segundo, en fe; tercero, debe
estar dirigida a la gloria de Dios. Ahora bien, las obras
de todo llamamiento, cuando se realizan de manera
santa, se hacen en fe y obediencia, y sirven
notablemente para la gloria de Dios, por muy bajo que
sea el llamamiento. Por ejemplo, un hombre es de
54
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
profesión pastor; la vocación es humilde y común, y
sus deberes son adecuados; sin embargo, si hay
gracia para usar esa vocación correctamente,
entonces sus deberes son buenas obras ante Dios.
Se hacen con obediencia consciente a Dios, para su
gloria y el bien del amo. La bajeza de la vocación no
rebaja la bondad de la obra. Porque Dios no mira la
excelencia de la obra, sino el corazón del obrero. Y la
acción de un pastor al guardar las ovejas, realizada
como he dicho, en su género, es una obra tan buena
ante Dios como la acción de un juez al dictar
sentencia; o la de un magistrado al gobernar, o la de
un ministro al predicar. Por lo tanto, vemos que hay
una buena razón para que busquemos saber cómo
cada hombre debe usar correctamente su vocación
particular. En el uso correcto de cualquier vocación,
se deben considerar y realizar cuatro cosas:

I. Buena elección de una vocación.


II. Buena entrada en ella.
III. Buena permanencia en ella.
IV. Una honesta y buena salida de la misma.

I. BUENA ELECCIÓN DE UNA VOCACIÓN


En la elección de nuestras vocaciones, debemos
recordar y observar tres reglas particulares.

REGLA 1

Hemos de elegir oficios honestos y lícitos para


caminar. El que robaba (dice Pablo) no robe más, sino
que trabaje y haga con sus manos lo que es bueno
55
LAS VOCACIONES
(Ef. 4:28). Aquí somos advertidos por el Espíritu Santo
para que elijamos los llamados que son honestos. De
nuevo, todas las obras de nuestros llamados deben
ser hechas en fe, y no hay fe a menos que el llamado
sea honesto.

Para una mejor orientación en la elección de una


vocación honesta, debe observarse esta base
general: toda vocación que sirva para sostener y
mantener los tres diversos estados y sociedades -a
saber, el estado de la Iglesia, o el estado de la
Comunidad, o el estado de la Familia- se basa en la
ley moral, y por lo tanto es lícita; y en consecuencia
puede tenerse, usarse y disfrutarse con buena
conciencia. Por el contrario, si es un obstáculo para
cualquiera de estos tres estados, en su totalidad o en
parte, es una vocación ilícita.

REGLA 2

Cada hombre debe elegir una vocación adecuada


para caminar; es decir, cada vocación debe ser
adecuada al hombre, y cada hombre debe ser
adecuado a su vocación. Esta regla es tan necesaria
como la anterior, porque cuando los hombres están
fuera de su vocación en cualquier sociedad, es como
si una articulación estuviera fuera de lugar en el
cuerpo. Ahora bien, en la elección de los llamados,
hay que considerar dos clases de hombres: los
mayores de edad y los niños. Los hombres mayores
de edad eligen destinos adecuados para sí mismos,
cuando prueban, juzgan y se examinan a sí mismos

56
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
en cuanto a las cosas para las que son aptos y
adecuados, y para las que no lo son. Y cada hombre
debe examinarse a sí mismo sobre dos cosas:
primero, en lo que respecta a su afecto; segundo, en
lo que respecta a sus dones. En cuanto a su afecto,
debe buscar qué ánimo tiene para cualquier vocación,
y en qué vocación desea más que nada glorificar a
Dios. En cuanto a sus dones, debe examinar para qué
vocación son más adecuados.

Habiendo probado así su afecto y sus dones, y


encontrando también la vocación a la que tienden a
concordar, puede decir que esa es su vocación,
porque le gusta más, y es en todo sentido la más
adecuada para ella. Por ejemplo, una persona
educada en las escuelas de enseñanza, desea saber
cuál debe ser su vocación. Pues bien, examina sus
afectos o deseos, y encuentra que se inclinan sobre
todo al ministerio del Evangelio. Examina también sus
dones, y encuentra que tanto el conocimiento como la
palabra son aptos para ello. Ahora bien, tal persona
puede decir con seguridad que el ministerio es el
llamado al que ha sido apartado. Y cualquier hombre
en cualquier otro llamado puede decir lo mismo de sí
mismo. Sin embargo, debido a que muchos hombres
son parciales al juzgar su inclinación y sus dones, la
mejor manera para ellos es usar el consejo y la ayuda
de otros que son capaces de dar dirección en esto, y
de discernir mejor que ellos mismos.

Ahora bien, en lo que respecta a los hijos, es deber de


los padres elegir los llamados adecuados para ellos,
57
LAS VOCACIONES
antes de aplicarlos a cualquier condición particular de
la vida. Y para que puedan juzgar mejor y
correctamente para qué vocación son aptos sus hijos,
deben observar dos cosas en ellos: Primero, su
inclinación; segundo, sus dones naturales.

• Tocando la INCLINACIÓN, cada niño, incluso


en sus primeros años, se ve afectado por una
vocación particular más que otra; algunos se
ven afectados por la música más que otros;
algunos por las mercancías; algunos por un
tipo de aprendizaje más liberal - algunos con
esto, otros con aquello. Y por esto, los padres
pueden juzgar algo acerca de su inclinación y
su tendencia. Esto se practicaba entre los
atenienses, que antes de dedicar a sus hijos a
cualquier vocación, los llevaban primero a un
lugar público donde se exponían instrumentos
de todo tipo; y observaban con qué clase de
instrumento se deleitaba cada niño; después
aplicaban a sus hijos a un Arte similar con buen
éxito. Y no estará de más que los cristianos
sean seguidores de los paganos en esta, o en
cualquier otra práctica encomiable.
• Los dones naturales que los padres deben
observar en sus hijos, están en sus cuerpos o
en sus mentes. Y aquellos niños que
sobresalen en los dones del cuerpo deben ser
educados en los oficios que se realizan con el
trabajo del cuerpo, como en las artes
mecánicas. Y aquellos que sobresalen en los
dones de la mente, deben ser aplicados a
58
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
aquellas ciencias que se realizan mediante el
ingenio y el aprendizaje. Las características de
un niño apto para el aprendizaje son las
siguientes: amor por el aprendizaje, amor por
el trabajo, amor por la alabanza y un ingenio
que no es ni demasiado rápido ni demasiado
aburrido. Un ingenio fino en un niño es como
una navaja que no cortará un pan grande, sino
que sólo servirá para cortar una pluma.

Nuevamente, en los dones de la mente, marca una


diferencia especial; hay dos clases de entendimiento:
Activo y Pasivo.

1. El entendimiento activo no sólo concibe cosas


inventadas por otros, sino que también puede
inventarlas él mismo.
2. El entendimiento pasivo sólo concibe cosas
ideadas por otros, y apenas puede inventar por
sí mismo. Y todo el mundo, tanto el viejo como
el joven, tiene uno de estos tipos de
entendimiento.

Ahora bien, todos aquellos niños que sobresalen en


este entendimiento activo han de ser apartados para
los mayores llamamientos en la Iglesia y Comunidad.
Demócrito el Filósofo eligió a Protágoras para que
fuera su erudito, porque mostraba ingenio en la unión
artificial de un manojo de palos. Atanasio, ese famoso
obispo, fue puesto a aprender por primera vez porque
se le encontró a la orilla del mar haciendo el papel de
ministro entre la compañía de niños pequeños como

59
LAS VOCACIONES
él, examinándolos y bautizándolos según el orden
solemne usado en la congregación. Cuando era niño,
Orígenes, aquel famoso oficinista, solía interrogar a
su padre Leónidas sobre el sentido de la Escritura, y
exigía a los comerciantes las causas de las cosas y el
uso de sus herramientas e instrumentos. Y así vemos,
en cierto modo, cómo los padres pueden juzgar para
qué vocación es apto cada niño.

Y aquí hay que advertir a todos los padres que el


descuido de este deber es un pecado grande y
común. Porque la mayoría se preocupa de que sus
hijos vivan, sin preocuparse de que vivan bien y sirvan
a Dios en una vocación adecuada o no. Y la verdad
es que los padres no pueden hacer mayor mal a sus
hijos, y a la sociedad de los hombres, que aplicarlos a
vocaciones no aptas, como cuando un niño es apto
para aprender, para aplicarlo a un oficio, o a otro
servicio corporal; o, por el contrario, aplicarlo a
aprender cuando es más apto para un oficio. Porque
esto es como si un hombre aplicara los dedos de los
pies a sentir, y no los de las manos, y no los de los
pies; y pusiera los miembros del cuerpo fuera de su
lugar. Y esta es la segunda regla.

REGLA 3

El que es apto para varias llamadas, debe hacer una


elección de la mejor. Pablo enseña claramente esto
en el siguiente versículo de este capítulo: ¿Eres
llamado a ser siervo? No te preocupes por ello; pero
si puedes ser libre, mejor elige eso (1 Cor. 7:21). Da

60
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
este consejo, que un siervo que tiene la libertad como
opción, debe aceptarla antes que continuar como
siervo. De nuevo, Pablo pide a los corintios que
codicien los dones espirituales, “pero especialmente
que profeticen” - da esta regla, que, en la elección de
los dones, debemos trabajar por los mejores dones; y
si hemos de buscar los mejores dones, entonces
correspondientemente, debemos buscar los mejores
llamamientos.

He aquí una regla especial para todos los jóvenes


estudiantes de las Universidades. Aquellos que son
educados en las escuelas de los Profetas, desean
saber qué vocación particular es la mejor para ellos,
porque tienen libertad para ser Maestros de escuela,
o Médicos, o Abogados, o ministros de la palabra de
Dios. Pablo, de acuerdo con esta regla general,
muestra que se debe elegir la mejor vocación. Y, en
primer lugar, si los dones sirven, se debe elegir el
llamado de Profeta o maestro, y eso por encima de
todos los demás. Los llamados académicos deben
tener el primer lugar. Así se puede elegir.

II. BUENA ENTRADA EN UNA VOCACIÓN


Una vez hecha la elección, debemos considerar cómo
hacer una buena entrada en la vocación que hemos
elegido. En cuanto a la entrada, hay que examinar
muchos puntos. El primero es, en qué clase y manera
debe hacerse la entrada. Y la manera correcta es
ésta: todo hombre debe entrar de tal manera que
pueda decir en conciencia: Dios me ha puesto en esta

61
LAS VOCACIONES
vocación, por más humilde que sea. Así

Pablo dice: "Como Dios ha llamado a cada uno, así


camine" (1 Cor. 7:17). Y Cristo nuestro Salvador
nunca asumió abiertamente el oficio de Mediador
hasta que fue bautizado, y en esto fue llamado por la
voz de su Padre desde el cielo diciendo: “Este es mi
hijo amado, en quien me complazco” (Mat 3:17). Pero
inmediatamente después, comenzó a enseñar y a
predicar, y a mostrarse como el verdadero Mesías al
desempeñar los deberes de Rey, Sacerdote y Profeta.
No hay vocación en la tierra, desde la caída de Adán,
que no tenga cruces y calamidades que la
acompañen; pero se sostienen con suficiente
consuelo, cuando nuestra conciencia puede decirnos
que fuimos colocados en nuestras vocaciones por
Dios mismo; y cuando nuestra conciencia no puede
decir esto, el consuelo desaparece.

Ahora bien, para que todo hombre sepa con certeza


que ha sido llamado por Dios a tal o cual vocación,
debe tener dos cosas: Dones para el llamado de parte
de Dios, y Permiso de parte de los hombres.

• Los que Dios llama, les da dones competentes


y convenientes o conocimiento, entendimiento,
destreza para esto o aquello, y cosas por el
estilo, y así los hace capaces de realizar los
deberes de sus llamados. Por el contrario, los
que entran en cualquier vocación, siendo
totalmente incapaces de realizar los deberes
de la misma, nunca fueron llamados por Dios.

62
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
• Los hombres han de ser apartados para sus
vocaciones particulares por la designación de
hombres que Dios ha dejado en la tierra como
instrumentos suyos para ordenar y disponer las
vocaciones. Porque Dios tiene sus diputados
para asignar a los hombres sus oficios en cada
sociedad, como los padres y los maestros para
disponer de las personas en las familias
privadas. Para las vocaciones eclesiásticas, los
gobernantes de la Iglesia; para las civiles, el
magistrado y los hombres de autoridad en la
comunidad. Y así, cualquiera que quiera decir
verdaderamente que Dios lo ha colocado en
algún llamamiento particular, debe tener
también el llamamiento exterior de los
hombres. Y aquí hay que recordar que la
prueba de los dones y la libre elección, sin
parcialidad, deben estar en el diseño de todos,
especialmente de los llamados públicos. Así,
en la Iglesia primitiva, ni siquiera los diáconos
eran admitidos sin una prueba justa y suficiente
(1Tim. 3:10). Y aquí, varios

Hay que reprender los abusos, como, en primer lugar,


la compra y venta, el recorte y el cambio de los cargos
civiles; porque donde el llamamiento está en venta,
hay poca o ninguna prueba; poca o ninguna elección
tiene lugar. Y el que compra su cargo debe decir que
su dinero lo llamó, en lugar de Dios. Por lo tanto, los
que acumulan dinero para comprar cargos, más vale
que tengan cuidado de antemano. Porque es cierto el
dicho: el que compra el cargo, “debe vender la justicia;
63
LAS VOCACIONES
y donde se vende la justicia, los pobres son oprimido,
y todo se va al garete”. Lo mismo hay que decir de la
venta de los livings eclesiásticos, a los que se anexa
la cura de almas; sí, dispensando y dándoles la mano
sobre la cabeza. En efecto, comprar o vender la
compra de los bienes de la Iglesia no es propiamente
el pecado de Simón, que trató de obtener los dones
del Espíritu Santo con dinero; sin embargo, esta
compra es un pecado grave, que va en contra del
orden que Dios ha establecido respecto a la entrada
en cualquier vocación. Los mismos paganos se han
quejado de este corte y cambio de lugares, como la
ruina de estados y mancomunidades.

Alejandro Severo, el emperador, dice: “Es necesario


que el que compra debe vender”. No permitiré que
haya compradores y vendedores de oficios. Si los
permito, es porque no puedo condenarlos, pues me
da vergüenza castigar al que compra y vende. Séneca
dice: Esta compra es el despojo de las provincias; y
eso, el que compra debe vender. Justiniano se queja
de que sus dominios son robados y saqueados
porque los hombres toman el oro por los cargos; y lo
prohíbe terminantemente.

Tanto sobre la entrada en general.

Ahora siguen ciertas preguntas al respecto. Si esto es


como he dicho que los que entran en cualquier
vocación, especialmente la pública, deben ser primero
capacitados con dones de Dios, y también apartados
por los hombres después de la debida prueba y

64
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
examen- entonces aquí hay que examinar una
cuestión que los papistas solían proponer; a saber,

Pregunta. 1: ¿Qué vocación tenían los primeros


Predicadores del Evangelio y plantadores de nuestra
Iglesia [protestante]?

Es necesario responder a esta pregunta; porque si


ellos no tenían vocación, tampoco la tenemos
nosotros, que somos los seguidores. Y yo respondo
dos cosas.

En primer lugar, que tenían sus llamados en virtud de


los cuales restablecían el Evangelio de Cristo desde
la propia Iglesia romana; pues eran Sacerdotes o
Doctores de Escuela: como en Inglaterra, Wycliffe; en
Alemania, Lutero; en Bohemia, Juan Huss y Jerónimo
de Praga; en Basilea, Ecolampadio; en Italia, Pedro
Mártir, y otros. Y, por lo tanto, estos, con muchos
otros, fueron ordenados en las iglesias papales, o en
las escuelas, y allí fueron solemnemente obligados
por juramento a cumplir con los deberes de sus
llamados con una buena conciencia, confutando el
error, y manteniendo la antigua fe apostólica.

Por eso, si esto -su llamado- tiene alguna fuerza para


taparle la boca a los papistas, decimos que los
primeros restauradores del Evangelio en nuestros
tiempos tuvieron sus primeros llamados de ellos.

Objeción: Se puede decir que todos estos hombres


fueron perjuros por predicar contra la Iglesia de Roma,
a cuya lealtad estaban obligados por juramento.
65
LAS VOCACIONES
Respuesta 1: Respondo que, en virtud de sus
juramentos en su ordenación, estaban obligados sólo
a la Iglesia Católica y Apostólica, y no a la actual
Iglesia de Roma. Porque las palabras "la Iglesia
católica y apostólica de Roma", que ahora figuran en
el tenor del juramento, no se usaban tan estrictamente
en tiempos pasados, sino que se insiste más en los
últimos tiempos.

Respuesta 2: En segundo lugar, respondo que


muchos de ellos tenían llamamientos que eran, en
cierto modo, extraordinarios; digo en cierto modo,
distinguiendo el oficio de la enseñanza, y el uso del
mismo. El oficio que desempeñaban era ordinario;
pero la ejecución de este oficio, al purificar y restaurar
la verdadera religión -no con respecto al verdadero
orden que Dios había establecido en su palabra, sino
con respecto al abuso de éste en la Iglesia romana-
era extraordinaria. Lo cual declararé de esta manera:
Dios llama a los hombres de manera extraordinaria
cuando no se ata a las leyes ordinarias de vocación
establecidas en su palabra. Y esto lo hace de tres
maneras.

• Por su propia voz inmediata. Así fueron


llamados Abraham y Moisés en la zarza, y así
fueron llamados inmediatamente los Apóstoles
de Cristo; y Pablo también después de la
ascensión de Cristo.
• Llama extraordinariamente, por el ministerio de
las criaturas: como Eliseo fue llamado por Elías
(1 Re. 19:16); así Aarón fue llamado por
66
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
Moisés; (Ex. 4:14-15), y Felipe fue llamado a
bautizar al eunuco, por el mensaje de un ángel
(Hechos 8:26).
• Por un instinto especial y una inspiración
extraordinaria del Espíritu. Tenemos ejemplos
de esto en la palabra de Dios: Felipe, que por
su primera vocación era diácono, fue a predicar
el Evangelio en Samaria, y fue el primero en
iniciar la Iglesia de Dios allí - no por una
llamada de los Apóstoles, porque ellos
ignoraban su predicación (Hechos 8:14); y no
podemos pensar que se dedicó a esta obra por
su propio cerebro – y, por lo tanto, con toda
probabilidad su llamada fue por un instinto
especial del Espíritu de Dios. De nuevo,
cuando la Iglesia de Jerusalén se dispersó,
vinieron hombres de Chipre y Cirene, a
Antioquía, sin ninguna llamada externa; y, sin
embargo, predicaron allí, sin duda por el
instinto del Espíritu Santo, ya que parece que
la mano de Dios estaba con ellos. Digo lo
mismo de Lutero y de los demás, es decir, que
fueron movidos por el instinto especial del
Espíritu de Dios, por lo que fueron movidos a
restaurar el Evangelio a su antigua pureza,
como lo hicieron.

Objeción: Pero algunos dirán que esta doctrina abre


una brecha a todos los herejes y engañadores, ya que
también pueden alegar instintos extraordinarios, y por
este medio, seducir y engañar al pueblo de Dios.

67
LAS VOCACIONES
Respondo: Hay ciertas notas y marcas especiales
por las que podemos discernir un llamado
extraordinario de las ilusiones del diablo, por las que
subyuga a los herejes para engañar al mundo.

i. El llamamiento extraordinario nunca tiene


cabida, excepto cuando el llamamiento
ordinario falla. Hay dos momentos especiales
en los que Dios llama a los hombres de forma
extraordinaria. El primero es en la fundación y
plantación de la Iglesia; y sobre esto, los
Apóstoles y Evangelistas fueron llamados
extraordinariamente. El segundo tiempo es
cuando la Iglesia de Dios es desfigurada, y
tiene lugar la apostasía universal. Porque
entonces no hay lugar para el llamado
ordinario, y por lo tanto para restaurar la Iglesia
de nuevo a su estado anterior, llama a los
hombres de manera extraordinaria. No
podemos esperar ninguna reforma de un guiso
por parte de los que viven en él, a menos que
la ocasión sea extraordinaria; y lo mismo debe
pensarse de la Reforma de una Iglesia herética
y apostólica, como sin duda lo es la Iglesia de
Roma.
ii. Podemos discernir a los hombres que son
llamados extraordinariamente, por la doctrina
que entregan, que debe ser la misma doctrina
de los Profetas y Apóstoles. De modo que el
que alega un llamamiento extraordinario, y sin
embargo trae cualquier otra doctrina, no es
llamado por Dios, sino que es engañado por el
68
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
diablo. Así nos enseñó Moisés a juzgar a los
verdaderos y falsos Profetas, no por sus
milagros, sino por su doctrina (Deu. 13:1-3). Y
cuando los escribas y los fariseos le
preguntaron a Cristo con qué autoridad hacía
esas cosas, respondió con una pregunta
similar: si el bautismo de Juan, es decir, su
ministerio y su doctrina, eran de Dios o no (Lc.
20:4). Y si su doctrina era de Dios, entonces su
llamamiento era también de Dios; y en
consecuencia el llamamiento de Cristo era de
Dios, porque el oficio de Juan era dar
testimonio de él.
iii. Pueden ser discernidos por sus vidas y
conversaciones. Cristo predijo que vendrían
falsos profetas vestidos de ovejas, que por
dentro son lobos rapaces (Mt. 7:15). ¿Cómo,
pues, los conoceremos? La respuesta es por
sus frutos (v. 16); es decir, no sólo por su
doctrina, sino también por sus vidas: porque su
oficio es enseñar, no sólo con la doctrina, sino
también con el ejemplo. Ahora bien, a los
hombres que Dios llamó para restaurar el
Evangelio, les dio sinceridad de juicio, junto
con integridad de corazón y de vida, que el
Señor, en su misericordia, unió para la
confirmación de la verdad de su llamado. Y el
que enseña una doctrina sana, y produce frutos
contrarios, es en ese sentido un falso profeta,
aunque su doctrina sea siempre verdadera.
iv. Los que Dios llama extraordinariamente, los

69
LAS VOCACIONES
dota de dones por encima de la medida
ordinaria de los hombres: es decir, los dota de
conocimiento, celo, sabiduría, constancia,
valor y otros dones que sirven para el
desempeño de llamamientos extraordinarios. Y
esto lo encontramos en los primeros ministros
del Evangelio, pero especialmente en Lutero, a
quien Dios armó notablemente de audacia y
valor para resistir a toda la Iglesia de Roma. En
nuestra propia época, algunos advenedizos
han dicho que eran Elías, Juan el Bautista y
Cristo; pero, ellos han sido expuestos por esta
última marca: pues cuando se examinaron sus
dones, se encontró que estaban muy por
debajo de los dones de muchos hombres
ordinarios.

Ahora bien, si juntamos todos estos indicios,


fácilmente se verá que los primeros predicadores del
Evangelio en esta época pueden, al menos algunos
de ellos, decirse verdaderamente que recibieron
llamamientos extraordinarios de Dios. Porque, en
primer lugar, predicaron en una época en la que no se
veía el rostro de una verdadera Iglesia, y en la que
una apostasía general se extendía por el mundo. En
segundo lugar, renovaron la misma doctrina de los
Apóstoles y Profetas. En tercer lugar, adornaron su
doctrina con una vida y conversación piadosas.

Y, por último, todos, o la mayoría de ellos, estaban


dotados en gran medida de suficientes dones de
conocimiento, sabiduría, celo y valor, para manejar
70
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
sus llamados y profesiones.

Objeción: Pero los papistas dicen que no había nada


extraordinario en ellos, porque no podían confirmar su
doctrina con milagros.

Respuesta 1: Respondo en primer lugar que la


doctrina que enseñaban no necesitaba entonces ser
confirmada con milagros, ya que cuando se publicó
por primera vez, estaba suficientemente confirmada
por los milagros realizados por los Profetas y
Apóstoles.

Respuesta 2: En segundo lugar, respondo que los


hombres extraordinarios no siempre confirman sus
llamados por medio de milagros: como Juan el
Bautista y varios Profetas en el Antiguo Testamento,
que nunca hicieron ningún milagro.

Respuesta 3: En tercer lugar, el don de obrar un


milagro puede ser dado a alguien que es un enemigo
de Dios y de su Iglesia, como puede ser dado el don
de profecía, que es mayor (1 Cor 14:12). Para Balaam
y Caifás ambos profetizaron, y sin embargo eran
enemigos declarados de Cristo y de su Iglesia. Y
Moisés dice claramente que los falsos profetas que
vinieran entre el pueblo harían milagros con este fin:
para probarlos (Deu. 13:1-3). Por lo tanto, la
realización de un milagro no siempre sirve para
confirmar un llamamiento extraordinario.

Pregunta 2: En segundo lugar, se puede preguntar:


Si se entra en una vocación lícita con una mente
71
LAS VOCACIONES
malvada, y por medios malvados, ¿qué se debe hacer
entonces?

Respondo: No debe abandonar su lugar, sino


arrepentirse de su mala entrada, y cumplir con los
deberes de su vocación con diligencia y buena
conciencia, esperando después de esto la aprobación
posterior de Dios y también de los hombres. Cuando
haya obtenido esto en alguna medida, podrá
proseguir con su vocación con buena conciencia,
pues la aprobación y aceptación posterior, aunque no
justifica la mala entrada, sin embargo, lo compensa.
Un Príncipe, como Guillermo el Conquistador, entra
en una tierra o reino, y mediante la guerra y el
derramamiento de sangre busca someter a un pueblo
y hacer que se le someta. Ahora bien, por la mala
entrada no es un rey legítimo, porque todo rey legítimo
es puesto por Dios, y por hombres que son
designados bajo Dios para establecer Príncipes sobre
ellos de acuerdo con las leyes y costumbres de los
diversos reinos. Sin embargo, si el pueblo se somete
voluntariamente a este usurpador, y se contenta con
someterse, y el rey también se contenta con
gobernarlo mediante leyes buenas y sanas, entonces
se ha convertido en un Príncipe legítimo, aunque su
entrada no haya sido más que tiránica. Sobre esta
base se responde a otra cuestión, relativa a la
vocación de los ministros de nuestra Iglesia
[protestante].

Objeción: Algunos dicen que nuestra Iglesia no es


una Iglesia, que nuestros “Ministros” no son Ministros;
72
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
que de hecho, los predicadores del Evangelio son los
peores de todos. El motivo de su opinión es que
(dicen) no tenemos una entrada buena y legal a
nuestro llamado y ministerio según la palabra de Dios.

Respuesta: En respuesta a ellos, concedamos el


caso de que todos los predicadores y ministros de la
Iglesia de Inglaterra fueron llamados ilegalmente; en
efecto, careciendo de la sustancia misma del
verdadero llamamiento (que ningún hombre puede,
con buena conciencia, ni hablar ni pensar), sin
embargo, es posible que haya una verdadera Iglesia
de Dios entre nosotros, y predicadores legítimos de la
palabra, porque pueden tener una aceptación y
aprobación posterior tanto de Dios como del hombre.
Y una aceptación posterior compensa una mala
entrada.

Además, es evidente que nuestros ministros tienen la


aprobación tanto de Dios como de los hombres.
Porque, en primer lugar, Dios los capacita para
enseñar la verdadera y sana doctrina de los Profetas
y Apóstoles, que es una marca especial para distinguir
a un falso profeta de uno verdadero. En segundo
lugar, Dios los capacita con gracia para adornar su
doctrina y profesión con vidas reformadas. En tercer
lugar, la mano de Dios está con ellos, ya que bendice
sus labores para la conversión de muchas almas a
Dios, en todas partes de esta tierra. Y con esto, por
así decirlo, Dios pone su mano y sello para la
aprobación de nuestros llamados. Entre los corintios
se planteó la cuestión de si Pablo era apóstol o no. Y
73
LAS VOCACIONES
el mismo Pablo responde que si no era apóstol para
otros, sin embargo, era apóstol para ellos, porque era
el ministro de su conversión (1 Cor. 9:1-2). Ahora bien,
si esta es una buena razón para probar el llamado
extraordinario de un Apóstol, entonces sin duda
servirá mucho más para probar el llamado de un
ministro ordinario.

Pregunta 3: En tercer lugar, se puede preguntar si un


hombre que entra en una vocación puede ofrecerse
legalmente y poner los medios para entrar en ella o
no.

Respuesta: Pablo responde a esta pregunta cuando


dice: “El que desea el cargo de obispo desea una obra
digna” (1 Tim. 3:1). Aquí se nos da a entender cómo
no es lícito desear un cargo. Es cierto que hay deseos
ilícitos de cargos y llamados; a saber, cuando se
buscan desde una mente vana y codiciosa, por placer
o por el dinero. Sin embargo, cuando se desean o se
buscan por causa de la conciencia, para cumplir con
un deber para con Dios y los hombres, no hay ofensa.
Ahora bien, si el deseo de un cargo es lícito, entonces
mostrar ese deseo por medios honestos y lícitos, no
es ilícito. Por lo tanto, los hombres pueden emplear
medios honestos y lícitos para entrar en una vocación
adecuada para ellos, si aportan dones suficientes
para el desempeño de la misma, y junto con ello, se
someten al examen y a la elección según el orden
legal.

El profeta Isaías, tan pronto como Dios tocó su lengua

74
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
con un carbón del Altar, estuvo dispuesto a acudir a la
llamada de Dios; y cuando el Señor le dijo: “¿A quién
enviaré?” respondió: “Aquí estoy, envíame” (Is. 6:6-8).
Y siguiendo el ejemplo de este santo Profeta,
cualquier hombre puede mostrarse dispuesto a entrar
en un oficio cuando Dios lo ha dotado de dones; si es
así, puede ser llamado. He aquí, pues, una lección
para los que se educan en las escuelas de los
Profetas: tan pronto como se les capacita para
desempeñar los oficios de ministros, su deber es
mostrar que están dispuestos y preparados para
asumir este tipo de llamamiento, de una manera
piadosa. Y, por lo tanto, sin duda, es una falta en
muchos, que, estando capacitados con suficientes
dones, se emplean, sin embargo, enteramente en sus
estudios privados, no mostrando ninguna voluntad de
asumir el desempeño de ningún llamamiento
ministerial para el que sean aptos. Porque el que
busca un llamamiento en la Iglesia de Dios por dinero,
es ilícito; sin embargo, buscar un llamamiento no es
ilícito en sí mismo, si hay una mente honesta, buenos
medios y se pretende verdaderamente la gloria de
Dios.

Pregunta. 4: En cuarto lugar, cabe preguntarse si un


hombre puede ejercer dos profesiones a la vez, o no.

Respondo, distinguiendo, en algunos aspectos


puede, y en otros no. Un ingreso puede hacerse en
dos llamados en tres casos:

Primero, cuando Dios ha combinado dos llamados

75
LAS VOCACIONES
juntos por su propia designación. Así, Melquisedec,
para ser una figura viva de Cristo nuestro Salvador,
fue rey y sacerdote, y desempeñó los oficios de rey y
de sacerdote (Heb. 7:1). Y los sumos sacerdotes que
fueron sucesores de Aarón, por designación de Dios,
no sólo eran Sacerdotes, sino también jueces civiles.
El sumo sacerdote Joiada fue protector de Judá en la
no edad de Joás; y en virtud de su protección, mató a
Atalía, aquella reina usurpadora (2 Re. 11:15). Y no
hay que extrañarse de esto, porque los levitas eran
los abogados comunes, y las Escrituras eran las leyes
positivas de los judíos; y por lo tanto ninguno era tan
apto para ser juez como los sacerdotes y los levitas.
Incluso como en esta tierra [Inglaterra], los Jueces
más aptos, tanto en las causas civiles como en las
penales, son los Abogados expertos en las leyes del
país. En este sentido, entre los judíos no era una
carga tan grande gestionar el oficio de Sacerdote, y
ejecutar el juicio civil.

En segundo lugar, se pueden combinar dos


llamamientos cuando entrar en ellos a la vez no es
contrario a la palabra, y es para el bien común. Así,
Elí, en el reino de Israel, era sacerdote por una
vocación y juez por otra. Así Samuel fue un Profeta y
un Juez. Así Moisés fue un Profeta y un gobernador
civil, incluso un Príncipe. Porque en aquellos tiempos,
ambos estados estaban tan corrompidos, que no se
podían encontrar suficientes hombres ordinarios para
desempeñar cada una de las funciones.

En tercer lugar, se pueden soportar dos oficios


76
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
cuando, estando unidos, no se obstaculizan
mutuamente, ni el bien común. Así, un hombre puede
ser legítimamente jefe de familia y comerciante, o
cualquier otro oficio. Tenemos ejemplos de esto en la
palabra de Dios. Abraham, además de ser el amo de
una gran familia, y en su familia ser también profeta y
sacerdote en el ofrecimiento de sacrificios, era por
otra vocación, un poderoso príncipe y un gran
guerrero. Y lo mismo puede decirse de los Patriarcas;
eran gobernantes en sus familias, y también príncipes
que llevaban la espada civil, como aparece en el
ejemplo de Judá.

Ahora bien, había dos razones por las que podían


llevar estos dos oficios; en primer lugar, porque la
Iglesia de Dios era entonces muy pequeña y
comprendía una sola familia; y, en segundo lugar, la
doctrina de la religión estaba comprendida en unas
pocas cabezas, y entregado de hombre a hombre por
la tradición. Y en este caso, Pablo era apóstol por una
vocación, y al mismo tiempo, fabricante de tiendas por
otra vocación. Esto se debió a la pobreza de la Iglesia
de Corinto, y también a que por este medio esperaba
tapar las bocas de los falsos Apóstoles que lo habrían
acusado de aprovecharse del Evangelio. Y en un caso
similar de necesidad, no dudo que los Ministros del
Evangelio puedan ahora tomar otros llamados,
recordando siempre esto: que tales llamados no son
obstáculos para sus llamados principales, ni ofensas
para los hombres.

Concluiré cuándo los hombres no pueden entrar en


77
LAS VOCACIONES
dos llamados distintos a la vez; y eso también está en
tres casos:

• Si Dios ha disociado estos llamamientos por su


palabra y mandamiento. En segundo lugar, si
la práctica de uno obstaculiza la práctica del
otro. En tercer lugar, si la combinación de
ambos impide el bien común.

Por estos motivos, nuestro Salvador Cristo, siendo el


Maestro de la Iglesia, se negó a ser juez de la
herencia entre dos hermanos (Lc. 12:13-14). Y en
este sentido, los Apóstoles, para cumplir con los
deberes de sus propios llamados, se negaron a
desempeñar el oficio de Diáconos (Hechos 6:2). De
esto deduzco que, en las ciudades, corporaciones y
sociedades, se debe tener cuidado (en la medida de
lo posible) de que no se carguen sobre los hombros
de un solo hombre varios oficios y cargos que son
pesados en sí mismos y de diversa índole. Porque la
ejecución de todos ellos engendra distracción, y la
distracción incapacita al hombre más capaz en el
desempeño de un solo oficio. El que llega al montón
de maíz, cuanto más abre su mano para recibir,
menos sostiene; así también, si uno se agranda para
llevar más oficios, menos cumplirá.

Pregunta. 5: Además, cabe preguntarse aquí si es


lícito ejercer dos oficios a la vez, o no.

Respuesta: No es ilícito, si no se obstaculizan


mutuamente, y si la combinación de ambos no

78
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
obstaculiza el bien común de los hombres, y la parte
no pretende un beneficio deshonesto, sino el bien
común. Sin embargo, es inconveniente en una
mancomunidad poblada; porque entonces, un hombre
vivirá duramente de otro. Sin embargo, si una
vocación no es suficiente para mantener la carga de
una familia, se puede añadir una segunda vocación
en las condiciones anteriores.

Pregunta. 6: Una vez más, cabe preguntarse si se


pueden tener dos fincas a la vez o no.

Respuesta: Algunos han creído que no es


conveniente; pero la verdad es que bien puede
preguntarse si es lícito tener dos abrigos a la vez o no.
Porque en una mancomunidad no todos deben ser
iguales, sino que unos pueden estar por encima y
otros por debajo de otros en cuanto a la riqueza. Y,
por lo tanto, quienes tienen varias fincas, ya sea por
herencia o por compra honesta, pueden disfrutar de
ellas legítimamente. Y tanto para una buena entrada.

III. LA BUENA PERMANENCIA EN UNA VOCACIÓN

El tercer punto principal a considerar es la buena


permanencia en la vocación. Esta permanencia
consiste en la práctica constante de los deberes y
obras de la misma vocación. Y en esto hay que
considerar dos puntos.

I. PRIMERO, ¿cuáles son las obras de


nuestros llamados que deben hacerse, y
cuáles son sus marcas?
79
LAS VOCACIONES
II. El SEGUNDO, de qué manera deben
hacerse.

Para el PRIMER PUNTO,

Las obras de nuestro llamado deben tener tres


calificaciones.

1. Deben ser las obras propias de nuestra vocación;


2. Deben ser provechosas; y 3. Deben ser necesarias.
Deben ser necesarias.

La primera es la regla de Pablo: Vivir en paz (1 Te.


4:11). ¿Pero cómo se hará eso? Responde:
ocupándonos de nuestros propios asuntos. Y Pedro
da la misma regla: exigir que nadie sufra como
entrometido en asuntos ajenos (1 Pe. 4:15).

En estos dos pasajes, el Espíritu Santo nos enseña


que, en primer lugar, debemos, descubrir cuáles son
las obras PROPIAS de nuestros propios
llamamientos, y después, hacerlas. El labrador debe
ocuparse de la labranza, el ministro de la predicación,
etc. Sobre este punto se abren diversas faltas que
comúnmente ocurren en la vida de los hombres.

• Cuando los hombres se fijan en las cosas de


los demás, no en las suyas propias. Tenemos
un ejemplo en Juan 21:21- 22. Nuestro
Salvador Cristo dijo a Pedro: “Sígueme”. Ahora
bien, Pedro, poco en relación con su propio
deber, se ve obligado a preguntar en una
especie de curiosidad, lo que Juan debe hacer.
80
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
Pero nuestro Salvador Cristo lo comprueba, y
dice: “Si quiero que se quede hasta que yo
venga, ¿qué te importa?”. Y este es el defecto
común del mundo: los hombres que consideran
con ligereza y cumplen con holgura los deberes
de su propia vocación, están, sin embargo,
muy dispuestos a hablar e indagar sobre el
estado y la vida de otros hombres; y esto es
comida y bebida para ellos. Si se da un buen
informe sobre un hombre, no se tiene en
cuenta; pero los malos informes se toman al
primer rebote se propagan como fuego salvaje.
Y todo esto surge de la vana curiosidad, que es
condenada aquí como la perdición de todas las
sociedades. Estos entrometidos son como los
que leen libros con la única intención de
descubrir sus defectos. Y son como la araña
que se arrastra por todo el jardín sólo para
recoger veneno. Pero los hombres que temen
a Dios deben aprender a conocer sus propios
asuntos, y permitir que su charla y su
meditación se empleen en ese sentido.
• Se condena la curiosidad de aquellos que se
entrometen en los deberes de los llamados de
otros hombres. Como mostré antes, es un
pecado peligroso. Esto aparece por el ejemplo
de Uzza, (2 Sam. 6:6) que fue asesinado por
tocar el Arca, aunque su intención era sólo
evitar que se cayera, pues no tenía tal
vocación; y por el ejemplo de los hombres de
Bet-semes, cincuenta mil de los cuales

81
LAS VOCACIONES
murieron por mirar dentro del Arca de Dios, (1
Sam. 6:19) cuando no tenían vocación para
hacerlo; y por Coré, Datán y Abiram, que se
sintieron obligados a desafiar el oficio de
Moisés (Num. 16:1-3).
• Se condena el estudio y la práctica de la figura
y las astrologías judiciales; porque de este
modo muchos, sobre bases falsas, van en
busca de lo que les sucederá a otros hombres,
ya sea en la vida o en la muerte, cosas que
Dios no habría conocido antes de que sucedan.

En una palabra, todo el que no cumple con los


deberes de su propia vocación con diligencia y con
buena conciencia, es condenado por este medio.

La segunda propiedad es que las obras de nuestros


llamados deben ser BENEFICIOSAS, no sólo para los
hacedores, sino para la Comunidad. La ley de la
naturaleza lo enseña. En virtud de esta segunda
propiedad, se debe culpar a varios hombres.

i. El comerciante que se gana la vida fabricando


modas extrañas y aficionadas de atuendos que
no sirven para nada, salvo para ser exhibidos
como banderas y estandartes, ya sea de la
necedad o de la soberbia, o del desenfreno.
Para todas esas modas están condenadas por
la palabra de Dios, sí, por la misma luz de la
naturaleza. Y, por tanto, los que viven de
venderlas y fabricarlas no pueden estar libres
de ofensa; es más, su ofensa es mayor. Porque

82
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
si no hubiera inventores de vanas novedades,
no se usarían tan comúnmente como lo hacen.
ii. Aquí hay que reprender al alquimista, que
gasta su tiempo y su sustancia trabajando para
convertir materiales más bajos en oro, algo que
en verdad es imposible. Porque es una especie
de creación convertir una clase de criatura en
una criatura de otra clase, como lo es todo
metal. Y lo que se dice, o más bien se sueña,
La Piedra Filosofal, no es más que un cuento
de hadas y no se encuentra en ninguna parte,
excepto en Utopía. Y no cabe duda de que
algún día habrá que rendir cuentas del buen
tiempo invertido inútilmente en su búsqueda.
iii. Nuestras acciones es que deben ser
NECESARIAS. Debemos considerar la
naturaleza y la calidad de las obras de nuestros
llamados. En cada vocación hay dos tipos de
obras. Algunas son principales, sin las cuales
la vocación no puede mantenerse; y otras
menos principales, que no son esenciales para
la vocación. Ahora bien, los hombres deben
entregarse especialmente a la práctica de las
obras principales de su vocación. Por ejemplo,
la acción de un ministro en su vocación es leer
y predicar la palabra de Dios. Ahora bien, la
lectura es la obra menos necesaria, y la
predicación es la más principal; y por esta
razón debe entregarse especialmente a la
práctica de la predicación. De esta manera
podríamos recorrer los llamados de todos los

83
LAS VOCACIONES
hombres y notar las muchas necesidades en
cada uno. Los magistrados de las ciudades y
corporaciones llevan y desenvainan la espada
para mantener la paz y el orden civil; está bien
hecho, pues es una obra de su vocación; sin
embargo, no es la obra principal, y
comúnmente fallan en esto: en que no usan la
espada para este fin, para instar a los hombres
a guardar los mandamientos de la primera
tabla, a practicar la religión pura (piedad) y a
guardar el día de reposo. Este es el principal
deber del Magistrado que lleva especialmente
la espada para el bien de las almas de los
hombres. El amo de familia debe cuidar no sólo
de los cuerpos, sino también de las almas de
su casa; pues éste es el deber principal; y la
mayoría de los amos de casa son defectuosos
en esto. Porque comúnmente se ocupan de los
deberes menores, y dejan el principal.

Cuidan de los cuerpos de sus esposas, hijos y


sirvientes mientras descuidan los medios de salvación
de sus almas. Esto es totalmente contrario a la regla
en cuestión, que ordena la práctica de los deberes
principales en primer lugar; por lo tanto, se debe
advertir aquí a todos los amos de familia descuidados
e ignorantes, para que tengan especial cuidado en
proveer a la salvación de las almas de todos los que
viven bajo su gobierno. Esto nos muestra también las
faltas de muchos estudiantes, que, apartándose para
la obra del ministerio, se entregan primero al estudio
de los Padres y de los escritores antiguos. Mientras
84
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
que su primer y principal deber es instruirse
sólidamente en la palabra de Dios, y fundamentarse
en los puntos principales de la religión, para que
puedan saber lo que es verdadero, lo que es falso, lo
que se debe hacer y lo que no se debe hacer en todos
los asuntos, ya sean de fe o de costumbres. Y cuando
se haya puesto esta buena base, entonces se podrán
añadir con buen éxito las ayudas mencionadas.

Además, lo que yo llamo obras necesarias son


aquellas que, tras la debida consideración, no sólo
son lícitas en sí mismas, y acordes con nuestra
vocación, sino también convenientes en los que las
hacen: pues si no son convenientes, aunque por lo
demás sean lícitas, no deben hacerse.

Antes de seguir adelante, hay una cuestión necesaria


que hay que tratar:

Pregunta: Si las obras y acciones de una vocación


realizadas por un hombre que entra ilegalmente en
esa vocación, son nulas o no; es decir, ¿sus acciones
deben ser reputadas como no realizadas?

Respuesta: Respondo que en las cosas que se


hacen, hay dos clases de faltas; una está en la obra,
la otra en el trabajador. Una falta en la obra es cuando
la acción en sí se hace mal; y puede hacerse mal en
la sustancia o en las circunstancias. Si la falta está en
la sustancia, es en efecto una nulidad, y debe ser
reputada como no hecha. En segundo lugar, la culpa
del TRABAJADOR se produce cuando una acción de

85
LAS VOCACIONES
vocación lícita es realizada por quien no está
legítimamente llamado. Ahora bien, cuando la culpa
de una acción no está en la obra misma, sino en la
persona que la realiza, entonces no debe ser reputada
como nula, ni debe ser revertida como nada.

Por ejemplo, uno llamado legalmente al ministerio


bautiza a los niños en el nombre del Padre y de la
virgen María: aquí hay una falta en la acción realizada,
y es en la sustancia del bautismo; por lo tanto, aquí no
hay bautismo, sino una profanación de la ordenanza
de Dios. Ahora bien, si el caso es que el bautismo es
administrado por un hombre que es llamado, aunque
no legalmente; digo que, si no hay falta en la acción,
sino sólo en el hombre, ese bautismo no debe ser
reputado como una nulidad.

Esta doctrina es acordada por el común


consentimiento de los Divinos, y también por las leyes
y órdenes de los reinos, como puede aparecer
claramente en particular. Augusto César, emperador
romano, invadió el reino de los judíos y lo convirtió en
provincia. Y así fue hecho rey de los judíos, no por
medios legales, sino por intrusión. Por todo esto, las
acciones realizadas, y los mandamientos dados por
él, fueron los reputados mandamientos de un rey, no
reverenciado por ningún judío, pero obedecido por
todos. Porque cuando ordenó que todo el mundo,
incluidos los judíos, fueran gravados, se sometieron a
este mandamiento. En efecto, los justos José y María
fueron a su propia ciudad para ser gravados (Lu. 2:1)
Caifás fue honrado como sumo sacerdote entre los
86
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
judíos (Mat. 26:3) y aunque su entrada fue por medio
de la corrupción y el soborno, no obstante, las
acciones realizadas por él en su cargo no fueron
consideradas nulidades, sino acciones válidas.

Por eso, nuestro Salvador Cristo se dejó acusar,


acusar y juzgar por él; y también se contentó con
entrar en el Templo y adorar a Dios según la manera
de los judíos, incluso ante el mismo Caifás. Los
escribas y fariseos que eran los maestros de los judíos
(Juan 3:10) no tenían muchos de su vocación que
venían por sucesión de Aarón; (Exodo 29:9) y para el
juicio, también eran heréticos en parte, sosteniendo
algunas cosas contra el fundamento [de la fe]; a
saber, la justificación por las obras, etc. (Rom. 9:32)
Y, sin embargo, nuestro Salvador Cristo, porque se
sentaron en la cátedra de Moisés, pide a la Iglesia de
los judíos, y a sus discípulos, que los escuchen en
cuanto enseñan la doctrina de Moisés (Mateo 23:3).
De esto se desprende que, si no hay falta en la obra,
la vocación defectuosa del obrero no hace nula la
acción realizada. Porque, aunque el obrero peca en
su entrada ilegal, y en ese sentido no debe ser
aprobado, sin embargo, las acciones en el
llamamiento al que ha entrado, son las acciones de
ese llamamiento; porque, aunque es llamado
incorrectamente, sin embargo, está en el lugar de uno
legalmente llamado. Y debemos diferenciar entre el
que es llamado, aunque ilegalmente, y el que no tiene
vocación alguna. Porque las acciones realizadas sin
llamamiento son ciertamente nulas; mientras que, si
hay algún llamamiento, aunque la entrada esté mal
87
LAS VOCACIONES
hecha, no hace que la acción sea nula. Y quien niega
este fundamento de la verdad, anula el regimiento de
los reinos, de las Iglesias, de los estados y de las
sociedades que sean.

Por lo que se ha dicho, se resuelve una cuestión


relativa al bautismo. Muchos de nuestros
antepasados fueron bautizados por los sacerdotes de
la misa, y nunca recibieron ningún bautismo excepto
en la Iglesia de Roma.

Pregunta: Ahora la pregunta es si ese bautismo fue


suficiente o no, y si deben ser rebautizados.

Respuesta: Respondo así: el sacerdote romano no es


ministro de Dios y de Cristo, sino del Anticristo, en
cuanto ofrece a Cristo como un verdadero sacrificio
por los vivos y los muertos, en lo que consiste
principalmente su oficio. Sin embargo, porque el
sacerdote ha sido y es designado por los hombres
para bautizar, y está en el lugar de un ministro
legítimo, su acción no es nula. Porque, aunque no sea
un ministro legalmente llamado a bautizar, no es un
mero hombre privado, sino que está entre ambos; es
decir, es uno llamado, aunque mal, por ignorancia y
descuido de los hombres. Por consiguiente, es uno
que, en el acto de bautizar, ocupa el lugar de un
ministro legítimo y correcto.

Objeción: Además, a algunos les agrada, llevados


más por el afecto que por el juicio, disputar de esta
manera: No hay derecho ni llamado legal asignado a

88
DOS TIPOS DE LLAMAMIENTOS PERSONALES
los ministros en la Iglesia de Inglaterra. Por lo tanto,
no hay Sacramentos entre nosotros, ni verdadera
predicación de la palabra de Dios. Nuestros
Sacramentos (dicen) no son más que un espectáculo,
y el efecto de toda la predicación con nosotros, no es
mejor que la ilusión del diablo.

Respuesta: Si se admite que no hay un llamamiento


legal de ministros en la Iglesia de Inglaterra (que sin
embargo es falsa y perversa), no se deduce que
nuestros Sacramentos no son Sacramentos, y nuestra
predicación no es predicación; porque, aunque los
hombres sean llamados ilegalmente, sus acciones
son las acciones de los Ministros, si es que son
llamados. La predicación de un ministro ilegalmente
llamado puede ser verdadera predicación; y los
Sacramentos pueden ser verdaderos Sacramentos;
de lo contrario, Cristo no habría dicho de los Escribas
y Fariseos: “Oídlos”, aunque fueran de Tribus distintas
a la de Leví, y llegaran al cargo mediante sobornos y
corrupciones similares. Una mala entrada no hace
que las acciones realizadas sean nulas y sin efecto, si
el hacedor es apto para estar en el lugar de un agente
correcto y legítimo. Y, así como una buena entrada no
siempre hace que las acciones sean buenas -porque
donde hay una buena entrada en una vocación
legítima, puede haber una apostasía posterior-, así,
por el contrario, el defecto de una buena entrada no
hace que se anulen todas las acciones ministeriales.

89
6
LAS OBRAS DE NUESTRA
VOCACIÓN DEBEN HACERSE DE
UNA MANERA PARTICULAR

No es suficiente que un hombre haga las obras


propias de su vocación, si no las hace de manera
buena y piadosa. Y para que un hombre pueda
hacerlas de manera buena y piadosa, se requieren
principalmente dos cosas:

1. Santidad,
Y
2. Constancia.

Para hacer una obra en santidad, la palabra de Dios


enseña que se requiere una doble santificación.

La primera es la santificación del OBRERO.

La segunda es la santificación de la OBRA y la


acción a realizar.

LA SANCIÓN DEL TRABAJADOR ES NECESARIA


POR DOS RAZONES:

91
LAS VOCACIONES
1. Porque la persona debe primero agradar a Dios,
antes de que la obra de la persona le agrade. Porque
para los impuros, todas las cosas son impuras (Tito
1:15). Sí, no sólo sus obras, sino sus mentes y
conciencias están contaminadas. Y la razón es clara;
porque es tan grande la corrupción de nuestras
naturalezas perversas, que ensuciamos cualquier
cosa en la que ponemos nuestras manos. Si los
hombres no son pecadores arrepentidos, todas las
acciones que realizan, aunque sean buenas obras en
sí mismas, son pecados y ofensas ante Dios, ya que
no proceden de un corazón recto, ni se hacen para la
gloria de Dios.

2. Porque, a menos que “nazcamos de nuevo del


agua y del espíritu”, (Juan 3:5) no podemos esperar
ningún éxito o bendición en nuestras labores; Es el
privilegio del hombre justo. “Todo lo que haga,
prosperará” (Salmo 1:3). Ningún otro hombre puede
esperar este favor de la mano de Dios. El justo José
prosperó en todo lo que hizo, porque el Señor estaba
con él cuando fue nombrado jefe de la casa de Potifar
el Egipcio (Gn. 39:2-3). Y Josafat dice: “Creed al
Señor y a sus profetas, y prosperaréis” (2 Cron.
20:20). Mientras el Arca permaneció en la casa de
Obed-Edom, él y toda su casa prosperaron. (2 Sam.
6:11) ¿Cuánto más entonces prosperará alguien que
no sólo tiene la señal de la presencia de Dios, sino
que Dios mismo mora en su corazón? Si se dice que
en nuestra experiencia encontramos que el hombre
impío prospera también como los piadosos, entonces
respondo que la prosperidad de los malvados es
92
LAS OBRAS DE NUESTRA VOCACIÓN
como las codornices que Dios envió a los israelitas en
el desierto, las cuales trajeron consigo una plaga y la
destrucción, pues murieron mientras la carne aún
estaba en sus bocas. La prosperidad de los impíos
sirve para su condena más profunda.

Por lo tanto, aprendemos que al ser designados y


apartados para cualquier llamado, debemos en primer
lugar, de corazón, volvernos a Dios de todos nuestros
pecados, y utilizar los medios para llegar a ser nuevas
criaturas; porque a menos que nos arrepintamos y nos
volvamos a Dios, y con un propósito constante nos
aferremos a Él, las mejores acciones de nuestros
llamados, aunque no tuviéramos otros pecados, serán
suficientes para condenarnos. Considera que ninguna
obra ha complacido a Dios hasta que la persona del
obrero es aceptada a sus ojos. La divinidad ciega del
mundo es esta: que aquellos que van diligentemente
en sus negocios, viven pacíficamente con todos los
hombres, y no hacen daño a nadie, tienen todas las
cosas bien con ellos, y Dios tendrá misericordia de
ellos. Estas cosas son ciertamente buenas y
encomiables, pero no son suficientes. Porque a
menos que la persona que hace estas cosas vaya
más allá, y se arrepienta de sus pecados, y muera a
ellos en virtud de la muerte de Cristo, y viva para Dios,
todo su trato pacífico y recto no resultará al final mejor
que hojas de higuera ante Dios. Porque incluso las
mejores obras que se puedan hacer, son pecados
condenables en el que las hace, a menos que se
vuelva a Dios y esté en Cristo.

93
LAS VOCACIONES
En el mismo campo, al mismo tiempo, en el mismo
negocio, hay el trabajo del buey y el trabajo del
hombre; ahora pregunto, ¿cuál de estos dos es el
mejor trabajo? Sé que la respuesta será el trabajo del
hombre; pero la verdad es que, a menos que sea
renovado por la gracia de Dios, su trabajo es peor que
el de la bestia; porque la bestia en su especie obedece
a Dios; el pecador impenitente no lo hace. Y así,
acciones que son lícitas en sí mismas, se convierten
en ilícitas en él, no porque se hagan, sino porque se
hacen de manera mala; así como el canal es
defectuoso, no porque lleve el agua, sino porque la
ensucia.

LO SEGUNDO QUE SE REQUIERE ES LA


SANCIÓN DE LA OBRA O ACCIÓN.

Este punto también debe ser aprendido y practicado,


pues no basta con hacer una acción lícita, si no se
hace de manera santa; pues las acciones lícitas, si no
se santifican, son pecados. Esto puede hacerse
evidente por una misma acción realizada por dos
personas. El publicano y el fariseo van juntos a orar;
ambos hacen una misma acción; y, sin embargo, el
uno es aprobado por su oración, y el otro no (Lc.
18.10-14).

Esto se debe a que uno -es decir, el fariseo- oraba en


el orgullo de su corazón, y profanaba la acción lícita
de la oración. El publicano oraba en la humildad de su
corazón para pedir el perdón de sus pecados; y su
acción no sólo era lícita en sí misma, sino también

94
LAS OBRAS DE NUESTRA VOCACIÓN
santa en quien la hacía. Y este es el punto que debe
aprenderse y practicarse en todas las acciones de
nuestros llamados: que no sólo deben ser lícitas en sí
mismas, sino también lícitas en cuanto a nosotros.

Esto revela la ceguera e ignorancia de los hombres


entre nosotros, que piensan que es suficiente para
ellos, si las acciones que hacen son lícitas. Por
ejemplo, los vendedores ambulantes piensan que
pueden usar su propia libertad en la compra y venta,
porque el regateo es una ordenanza de Dios; y
piensan que no es necesario considerar la forma en
que compran o venden. De hecho, comúnmente ni
siquiera sueñan con esto: que deben realizar sus
acciones de tal manera, que en sus actos puedan
aprobar a Dios, (2 Tim. 2:15).

95
7

TRABAJANDO EN SANTIDAD

En la SANTIFICACIÓN DE LAS OBRAS de nuestro


llamado, se requieren dos cosas:

1. La palabra, y

2. Oración (1 Tim 4:5).

Porque lo que Pablo establece sobre el uso de la


comida y la bebida, debe extenderse a todas las
ordenanzas de Dios. Hablaré de ambas cosas en
orden.

1. En primer lugar, LA PALABRA DE DIOS debe ser


nuestra regla y escuadra por la cual debemos
enmarcar y moldear todas nuestras acciones, y de
acuerdo con la dirección recibida de ella, debemos
hacer las cosas que hacemos, o dejarlas sin hacer.
David, un rey, sin duda tenía consejos sabios y
piadosos; y él mismo era un hombre de gran
sabiduría, siendo un profeta de Dios. Sin embargo,
dice que la palabra y las leyes de Dios son sus
consejeros (Sal. 119:24). Y lo que el Señor manda al

97
LAS VOCACIONES
Rey, es que sentado en su trono, tenga delante el
Libro de la Ley, para hacer todas las cosas en él (Deu.
17:19). Eso es lo que todo súbdito, en su lugar y
posición particular, debe realizar igualmente.

Pedro pescó toda la noche y no pescó nada. Por la


mañana vino Cristo y le pidió que echara la red al mar.
Aunque desanimado por el mal éxito anterior, este
hombre se apresura a decir: “Señor, en tu palabra lo
haré” (Lc. 5:5). Y esto es lo que todo hombre debe
decir diariamente en su lugar: que hará las obras de
su vocación por mandato de Dios y según su palabra.

Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto y entró en


Canaán, un tipo del reino de los cielos, durante todo
su viaje fue guiado por una columna de nube durante
el día, y por una columna de fuego durante la noche.
Cuando la nube se detenía, ellos se detenían; y
debían seguirla en cualquier dirección que tomara,
hacia adelante o hacia atrás. Ahora bien, como los
israelitas fueron a la Canaán terrenal siguiendo la
columna de fuego y la nube, así debemos ir, con los
ojos vendados por así decirlo, y dejarnos gobernar por
la palabra de Dios en las obras de nuestro llamado.
Aunque a nuestra razón le parezca que va hacia atrás,
lo que manda, eso debemos hacer; y lo que prohíbe,
eso debemos evitar. Muchas cosas podrían repetirse
de la palabra de Dios para nuestra mejor dirección en
acciones particulares, pero las reduciré todas a dos
cabezas. Porque algunas indicaciones sirven para
evitar el vicio, y otras para la práctica de la virtud.

98
TRABAJANDO EN SANTIDAD
2. La oración. El segundo medio para santificar
nuestras vocaciones y sus obras es la oración. Esta
oración es aquella por la que no sólo pedimos a Dios
el perdón de nuestros pecados y la provisión de las
gracias que conciernen a la vida eterna, sino
particularmente la bendición de las labores de
nuestras vocaciones, cuyo comienzo debe ser con la
oración, y a su debido tiempo debe terminar con la
acción de gracias. El mandamiento para este
propósito es claro: “Todo lo que hagáis de palabra o
de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús,
dando gracias a Dios” (Col. 3:17). El significado es
que cuando intentamos cualquier asunto, ya sea de
palabra o de acción, debemos primero invocar a Dios
para que nos bendiga, y darle gracias al final. David
dice: “Si el Señor no construye la casa, en vano
trabajan los que la edifican; y si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigila el centinela” (Sal. 127:1).

Si Pablo, antes de subir a la nave, oró en la orilla,


(Hechos 21:5) entonces mucho más debemos hacerlo
en los trabajos principales y de peso de nuestros
llamados. Los padres en sus familias enseñan a sus
hijos a decir: Padre, te ruego que me bendigas;
Madre, te ruego que me bendigas. Pues bien, la
Iglesia de Dios es su familia, y los hombres que viven
en ella son hijos de Dios; Él es el Padre y el Maestro
de esa familia. Por lo tanto, dejemos que esta práctica
de los padres terrenales nos enseñe, cuando
comencemos las acciones de nuestro llamado, a
acudir a nuestro Padre celestial para que nos bendiga.
Debemos recordar practicar esto, y así santificaremos
99
LAS VOCACIONES
las obras de nuestro llamamiento.

100
8
LOS VICIOS QUE DEBEN EVITARSE

Los vicios que se deben evitar son los siguientes,

(1) Codicia, y

(2) Injusticia.

(1) La codicia es un vicio notorio, por el cual casi


todos los hombres aplican su vocación y sus obras a
la recolección de riquezas y tesoros. Este es uno de
los pecados principales y maestros del mundo; y de él
fluye un mar de males tanto en la Iglesia como en la
Comunidad. Hay muchos que tienen buenos afectos
y reciben la palabra con alegría. Sin embargo, al igual
que la tierra espinosa, están ahogados por las
preocupaciones de este mundo.

Ahora bien, considera que la codicia es un pecado tan


vil, que los que están colocados en cualquier vocación
deben tener cuidado de ella, y tener cuidado de que
no eche raíces en sus corazones, y los atraiga a
muchos otros males. Pablo dice: Los que quieren ser
ricos, es decir, los que utilizan el trabajo de su
vocación sólo para acumular

101
LAS VOCACIONES
riquezas, caen en muchos y graves tentaciones (1
Tim 6:9), y, por lo tanto, en la condenación. Y por eso
añade que la codicia es la raíz de todos los males
(v.10).

Objeción: Se puede objetar que la incredulidad es el


primer pecado particular que vino al mundo, y, en
consecuencia, que la codicia no es la raíz de todo mal.

Respuesta: Respondo que la incredulidad es una


madre del pecado, de la cual surgen todos los demás
pecados; sin embargo, la codicia es también una raíz
en otro aspecto; porque, así como la raíz da savia y
alimento a todas las ramas, así lo hace la codicia con
todos los demás pecados. Donde reina, ningún
pecado muere o decae. En el cuerpo, cuando el bazo
se hincha, todas las demás partes decaen y se
consumen. Del mismo modo, cuando el corazón se
hincha con el deseo de riquezas, todas las gracias de
Dios se consumen y se desvanecen.

Sin duda, Judas tenía muchas cosas buenas.


Abandonó todo para ser discípulo de Cristo; predicó
el Evangelio a los judíos al igual que el resto de los
discípulos; obró milagros y expulsó demonios; y, lo
que, es más, era uno de la propia familia de Cristo, y
por así decirlo, un administrador: llevaba la bolsa de
dinero y disponía de todas las cosas. Y, sin embargo,
al final, porque permitió que este maldito pecado de la
codicia prevaleciera dentro de su propio corazón,
condescendió a vender a su Maestro por treinta
piezas de plata. Y así todo lo bueno que había en él

102
LOS VICIOS QUE DEBEN EVITARSE
se redujo a la nada; pues al poco tiempo de este
hecho, fue y se ahorcó desesperadamente; y se arrojó
con tal violencia que sus entrañas brotaron. Y así
sucederá con todos los que alimentan este pecado, y
le dan paso, por más que estén provistos de
conocimiento, celo y una vida encomiable. Si se
permite que prevalezca, los llevará al final a extremos
temibles y lamentables.

En una familia ordinaria es un gran desorden ver que


el Maestro hace de siervo, y el siervo hace el oficio del
Maestro. Mucho más entonces es un desorden en la
Iglesia de Dios, que es la familia de Cristo, que los
hombres pongan su mente en el mundo, y se hagan
siervos de las riquezas, que más bien deberían
servirles a ellos. Nuestro Salvador Cristo dice: El dia
de reposo fue hecho para el hombre, y no el hombre
para el día de reposo o; (Mar. 2:27) entonces mucho
más fueron hechas las riquezas para el hombre, y no
el hombre para las riquezas.

Además, la codicia y los deseos mundanos son


contrarios al orden de la naturaleza, pues cuando
venimos al mundo, no traemos nada con nosotros; y
mientras vivimos aquí la naturaleza se contenta con
poco; y cuando morimos, no debemos llevar con
nosotros más que un ataúd, o una sábana. ¿Por qué,
pues, hemos de fijarnos tanto en las cosas terrenales?

Además, la puerta del cielo es estrecha, y el camino


es angosto; de modo que debemos estar dispuestos
a luchar y arrastrarnos antes de poder entrar, y negar

103
LAS VOCACIONES
todo lo que disfrutamos. Ahora bien, cuando en las
obras de nuestra vocación, vivimos sólo para obtener
riquezas, ponemos barrotes en las puertas del cielo,
por así decirlo, y nos cargamos de cargas que nos
hacen incapaces de pasar. Por eso hay que tener
especial cuidado de que nuestro tiempo y nuestra
vocación no se gasten en recoger tesoros terrenales
(Mat. 6:19).

Todo hombre en su vocación puede remediar este


vicio y su práctica, haciendo estos dos deberes:
Primero, debe refrenar su acción del mundo. En
segundo lugar, debe dirigirla y disponerla hacia cosas
mejores. Para lo primero, nuestro afecto es como un
mar, que, si se le permite sobrepasar sus orillas,
desborda todo el país. Y, por lo tanto, para mantener
nuestros deseos en la brújula, cada hombre en su
lugar y vocación, sólo trabaje por dos cosas: primero,
por el contentamiento; así dice el Espíritu Santo, “No
dejes que tu conversación sea en la codicia, sino
conténtate con lo que tienes” (Heb. 13:5). Este
contentamiento consiste en estimar que el estado
particular en el que Dios nos ha colocado, es el mejor
de todos los estados que pueden existir para
nosotros. Tenemos un ejemplo notable de esta virtud
en el apóstol Pablo, que había aprendido a
contentarse con cualquier estado en el que estuviera.
Y por eso dice: “Puedo estar abatido, y puedo
abundar; en todas partes y en todas las cosas he sido
instruido tanto para estar lleno como para tener
hambre, para abundar como para tener carencia” (Fil.
4:11-12). Esto, que Pablo practicó, se dice
104
LOS VICIOS QUE DEBEN EVITARSE
rápidamente, pero no se hace tan rápidamente.

Ahora bien, para que nosotros, por nuestra parte,


sigamos su ejemplo y estemos contentos en todos los
estados de la vida, debemos cumplir estos deberes:

En primer lugar, debemos esforzarnos por ver una


providencia particular de Dios, y experimentarla en
todas las cosas que suceden. En la salud, la riqueza
y la en la libertad, todos los hombres reconocen una
providencia; pero en los estados contrarios de
enfermedad, esclavitud y pobreza, etc., el mundo
ciego no ve ninguna providencia ni bondad de Dios.
En la salud y en la riqueza se calla toda la bondad de
Dios. Pero los que profesan el conocimiento del
verdadero Dios deben conocer mejor esta providencia
y bondad de Dios, y esforzarse por sentirla tanto en la
enfermedad como en la salud, en la carencia como en
la riqueza, en la persecución como en la libertad y la
paz. Y cuando podamos hacer esto en cierta medida,
la experiencia de la providencia divina engendrará y
producirá satisfacción. Tenemos un ejemplo de esto
en Job, quien en medio de los problemas dijo: “El
Señor da y el Señor quita, ahora bendito sea el
nombre del Señor” (Job 1:21). En estas palabras,
observemos su satisfacción y la causa de la misma,
es decir, su convicción de que Dios mismo le impuso
esa aflicción, y una vez asentada esa convicción, da
gracias a Dios.

En segundo lugar, debemos esforzarnos por resolver


en conciencia, con David, “que Dios es nuestra

105
LAS VOCACIONES
porción” (Sal. 119:57), es decir, que Dios el Padre es
nuestro Padre, Cristo Jesús es nuestro Redentor, y el
Espíritu Santo es nuestro Santificador y Consolador.
En esto debemos asentar nuestras conciencias; y
entonces podremos decir como David: “Tengo una
buena herencia” (Sal. 16:6). Y encontraremos
nuestras mentes más asentadas y satisfechas con
cualquier estado -bueno o malo- que nos suceda por
voluntad y designación de Dios. Todos los hombres
se complacen con la salud, la libertad y la riqueza; y
si pudiéramos decir en verdad que el Señor es mi
porción, nos complaceríamos con la enfermedad, la
esclavitud y la pobreza. Y así hemos de soportarnos
hasta la satisfacción.

Ahora bien, para refrenar mejor nuestros afectos del


mundo, hay que hacer dos cosas.

En primer lugar, debemos resolver en esta vida no


buscar más allá de las cosas que son necesarias y
suficientes para nosotros y nuestro.

Porque buscar la abundancia no es lícito, ni se ajusta


a la buena conciencia, lo cual probaré de esta
manera: Podemos buscar lo que pedimos, pero no
tenemos ninguna autorización para pedir abundancia;
pero para las cosas que son necesarias y suficientes,
tenemos una autorización para pedir, como Agur lo
hace: “No me des ni pobreza ni riqueza; aliméntame
con comida conveniente para mí” (Prov. 30:8). Y
Cristo nos enseñó a rezar de esta manera Danos hoy
el pan de cada día; es decir, el pan suficiente para

106
LOS VICIOS QUE DEBEN EVITARSE
perpetuar nuestra vida. Y Pablo condena claramente
el deseo de riquezas; es decir, de cosas más que
necesarias, afirmando que los que desean ser ricos,
caen en las trampas del diablo (1 Tim 6.8-9).

Algunos han observado doce maravillas en el maná


de los judíos: 1. Los hijos de Israel fueron alimentados
con él, 40 años. 2. Para los piadosos, tuvo un sabor
acorde con el deseo de cada uno. 3. Para los impíos
era repugnante. 4. Un omer de ella bastaba a todos
los estómagos. 5. Si los hombres recogían más o
menos, tenían una medida completa, ni más ni
menos; es decir, un omer-lleno. 6. Dos omers-llenos
antes del sábado, los demás días sólo un omer-lleno.
7. Caía todos los días, excepto el sábado. 8. Se
derretía al sol y se endurecía en el fuego. 9. Se
conservó muchos años en el Arca sin que se pudriera.
10. Al ser conservado hasta el día siguiente, se
pudrió, excepto en el día de reposo. 11. El que menos
recogía, tenía su omer lleno. 12. El que recogía más,
sólo tenía su omer. Ahora bien, por la mayoría de
estas maravillas -y especialmente por el hecho de que
el maná guardado hasta el día siguiente se pudría, y
cada judío tenía una medida adecuada, ya fuera que
su trabajo fuera mayor o menor- se nos enseña que
buscar y desear la abundancia no agrada a Dios.

El Señor manda al rey por ley expresa que no


multiplique sus caballos, ni su plata y oro (Deu. 17:16-
17). No es intención de Dios aquí prohibir a los reyes
que busquen cosas suficientes para mantener sus
reinos; sino moderar sus afectos, para que no
107
LAS VOCACIONES
busquen esa abundancia que puede servir para
mantener no sólo uno, sino dos o tres reinos. Si Dios
envía una abundancia de cosas más que necesarias
para los príncipes, pueden recibirlas de la mano de
Dios; y, por lo tanto, han de estar agradecidos por
ellas. Pero los mismos reyes no pueden buscar más
de lo que es suficiente para sus haciendas.

Ahora bien, si éste es el deber del príncipe, mucho


más lo es del pueblo. Los súbditos de los reinos deben
contentarse si tener todo lo que les permita
alimentarse y vestirse, y esto es lo que pueden buscar
legítimamente. Por ejemplo, un jefe de familia puede
buscar con buena conciencia la medida de riqueza
que, según la sabiduría cristiana, se considere
adecuada para mantenerlo a él y a su familia con el
alimento y el vestido adecuados. Una vez obtenida
esta cantidad, debe hacer una pausa, y no puede
seguir ampliando su patrimonio buscando esa
abundancia que bien puede servir a su propia casa, y
a una segunda, o a muchas familias más.

Pregunta: Se puede preguntar aquí, ¿Cómo vamos a


juzgar lo que es suficiente para cualquier hombre?

Respondo que debemos estimar la suficiencia no por


el afecto de los hombres codiciosos, porque entonces
nada sería suficiente. Sino que debemos proceder por
la misma regla que en el caso del vestido. Puesto que
la palabra de Dios no ha dado ninguna regla particular
sobre cómo debe vestirse cada hombre o mujer,
nuestra regla debe ser, por lo tanto, el ejemplo y el

108
LOS VICIOS QUE DEBEN EVITARSE
juicio de los hombres y mujeres piadosos y graves de
nuestro estado y orden. Así también, para la
suficiencia de las cosas en esta vida, nuestra regla
debe ser el juicio común y la práctica de los hombres
más piadosos, frugales y sabios con los que vivimos.
Lo que ellos, en buena conciencia, juzgan suficiente y
necesario para cada hombre, según su lugar y
vocación, debe ser considerado suficiente. Y aquí
debemos recordar que no debemos hacer una regla
para todos los hombres, que las cosas suficientes
para uno sean suficientes para todos; sino que cada
hombre debe ser medido según su condición y grado.
Porque como un hombre está por encima de otro en
grado, más o menos, así para uno se requiere más
para la suficiencia que para otro.

Objeción: Pero el hombre codicioso puede tomar la


excepción y decir: Todo don de Dios puede ser
buscado: La abundancia es la bendición y el don de
Dios, y por lo tanto puede ser buscada.

Respuesta: Respondo que debemos distinguir las


bendiciones y los dones de Dios; algunos de ellos son
simplemente bendiciones, y otros son bendiciones
sólo en algún aspecto.

Los que son simplemente bendiciones son aquellos


dones y gracias de Dios que no sólo son bendiciones
en sí mismos, sino también bendiciones en cada
hombre que los tiene; y tales son los dones de la fe,
del arrepentimiento, del temor de Dios y del amor a
Dios y a los hombres. La segunda clase, que son

109
LAS VOCACIONES
bendiciones sólo en algún aspecto, son las que son
buenas en sí mismas, pero no son buenas para toda
persona que las tiene; tales son las riquezas y la
abundancia de cosas mundanas.

Así, pues, respondo que toda bendición de Dios


puede buscarse si sé que es una bendición para mí.
Por lo tanto, puedo buscar legítimamente la fe y el
arrepentimiento, y todos aquellos dones de Dios que
son simplemente bendiciones. Pero no podemos
buscar aquellas cosas que sólo son bendiciones en
algún aspecto, a menos que podamos decir que son
bendiciones para nosotros. Una espada y un cuchillo
son cosas buenas en sí mismas, y tienen su utilidad;
pero no son buenas en manos de un niño, o de un
loco, porque pueden herirse con ellas. Y así, las
riquezas son buenas en sí mismas, pero no para
cualquier hombre; y por eso no hay que buscarlas
más allá de lo que sabemos que son buenas y
provechosas para nosotros.

Objeción: En segundo lugar, se alega, cuando los


hombres buscan la abundancia y la encuentran, que
Dios no se la daría si no fuera una bendición: porque
todo lo que es de Dios es bueno.

Respuesta: Respondo, en primer lugar, que, al dar


abundancia a un hombre codicioso, Dios está libre de
toda culpa; porque la pregunta es sobre la búsqueda
y recepción del hombre, no sobre la entrega de Dios.
Además, cuando Dios concede abundancia a algunos
que la buscan, da una bendición; pero es como las

110
LOS VICIOS QUE DEBEN EVITARSE
codornices que dio a los israelitas, que trajeron
consigo una plaga. Porque Dios a menudo da
bendiciones temporales en su ira.

Objeción: En tercer lugar, se puede alegar que Dios


ha hecho una promesa a todo hombre justo de que
recibirá abundancia: las riquezas y los tesoros estarán
en su casa, dice David (Sal. 112:3); y por lo tanto
puede buscar lícitamente las riquezas.

Respuesta: Respondo de dos maneras. Primero, que


“riquezas” en la palabra de Dios a menudo significa
cosas que son necesarias, y no abundancia. En
segundo lugar, si “riquezas” se toma por abundancia,
entonces respondo que las promesas relativas a las
bendiciones temporales deben entenderse con la
excepción de la cruz y el castigo. Y por lo tanto el
significado del salmista es que las riquezas serán
dadas a los justos, a menos que sea la voluntad de
Dios de ejercitarlo y probarlo mediante la necesidad y
la pobreza. Y este pasaje debe entenderse así, como
aparece claramente en Hebreos 11:37, donde se
elogia a algunos porque soportaron la pobreza por la
fe, yendo de aquí para allá en pieles de oveja y de
cabra. Y Lázaro, cuando murió, fue recibido en el seno
de Abraham, aunque en vida no tuvo ni siquiera
migajas de la mesa del rico para alimentar su cuerpo
(Lc. 16:19-22).

Ahora bien, si la promesa fuera absoluta, todo hombre


podría buscar la abundancia, y todo creyente debería
tenerla; pero como es condicional, y no estamos

111
LAS VOCACIONES
seguros de si le agradará a Dios probarnos con la
carencia o no, por lo tanto, no podemos buscar la
abundancia.

Objeción: En cuarto lugar, se puede alegar que todo


hombre debe hacer el bien a la Iglesia y a la
Comunidad, y por lo tanto debe buscar la abundancia,
a fin de tener los medios para hacer este bien.

Respondo: Debemos hacer el bien, pero dentro de


los límites de nuestros estados y llamados, y según
nuestra capacidad; porque Dios acepta a cada
hombre según lo que tiene, y no según lo que no tiene.

Objeción: Por último, se alega que hay ejemplos de


hombres justos, como Abraham, Jacob y Salomón,
que abundaron en riquezas.

Respondo: No obtuvieron sus riquezas buscando la


abundancia: fueron enriquecidos por el envío de Dios,
y no por su propia búsqueda. Así que los hombres
pueden aceptar la abundancia cuando a Dios le
plazca otorgarla mientras caminan en sus llamados. Y
no puede demostrarse que ni Abraham, ni Jacob, ni
Salomón, careciendo de riquezas, las buscaran. Pero
comúnmente, el hombre codicioso trama cómo
conseguir tanto para él, y tanto para sus hijos, tantos
cientos y tantos miles; mientras que Jacob pidió a Dios
sólo comida y ropa (Gn. 28:20).

Por lo tanto, se diga lo que se diga, la verdad es que


ningún hombre puede, con buena conciencia, buscar
cosas más que las necesarias. Y esta única cosa
112
LOS VICIOS QUE DEBEN EVITARSE
debe ser como una cuerda para nosotros, para
restringir nuestros afectos del mundo: que Dios ha
dado el mandamiento de que debemos buscar sólo
las cosas que, según la sabiduría cristiana, se
consideren necesarias.

Procedamos ahora a buscar cómo podemos desviar


nuestros afectos del mundo hacia cosas mejores.
Este es el camino: al igual que las personas
acaloradas que desean frenar su precipitación deben
volverla contra por sus propios pecados, así mismo,
el mundano que desea apartar su mente codiciosa de
las cosas terrenales, debe poner su mente en el reino
de los cielos (Mt. 6:33). Y para hacer esto, se
requieren especialmente dos cosas:

En primer lugar, debemos esforzarnos por tener los


ojos de nuestras mentes iluminados por el Espíritu de
Dios, para que podamos ver cuán feliz es la finca que
Dios ha preparado en su propio Reino para los que le
aman. Así rogaba Pablo por los efesios, “para que los
ojos de su entendimiento fuesen iluminados, a fin de
que supiesen cuál era la esperanza de su vocación, y
cuáles las riquezas de su gloriosa herencia en los
santos” (Ef. 1:18). La bestia que va en un lugar común
y desnudo, una vez que pone sus ojos en un pasto
mejor, irá sin más demora, por encima de setos y
zanjas y todo, hasta que llegue a ese pasto. Ahora
bien, lo que está en la naturaleza, debe estar mucho
más en los que participan de la gracia de Cristo. Por
lo tanto, aunque como los topos, tenemos nuestras
cabezas siempre hozando bajo la tierra, sin embargo,
113
LAS VOCACIONES
si por la gracia ponemos nuestros ojos en las alegrías
del cielo, no podemos evitar apartar nuestros
corazones del amor de este mundo presente.

Tenemos un ejemplo notable de esto en Moisés, que


cuando pudo haber sido heredero de la hija del
Faraón, rechazó el honor, estimando la reprimenda de
Cristo como mayor riqueza que los tesoros de Egipto;
porque tenía en cuenta la recompensa de la
recompensa (Heb. 11:24-26). Así, Dios, con su
misericordia, le abrió los ojos y le hizo ver el feliz
estado del reino de los cielos, y así le hizo dejar y
abandonar el honor y las riquezas de Egipto.

En segundo lugar, debemos esforzarnos por tener en


nuestros corazones un sentido y un sentimiento de la
necesidad de Cristo, y ver nuestro estado condenable
en nosotros mismos; y cuánta necesidad tenemos de
la sangre de Cristo para lavar nuestros pecados. He
aquí un medio notable para hacer que cualquier
hombre (incluso si fuera codicioso en sí mismo) se
aleje de su corazón del dinero de este mundo, y
busque enteramente las cosas espirituales y
celestiales. Porque la consideración de nuestra propia
miseria en nosotros mismos, y un vivo sentido de la
necesidad que tenemos de Cristo, nos hará tener
hambre de él y de su justicia, por encima de todas las
cosas mundanas.

Encontramos por experiencia que muchos están


dotados de buenos dones de conocimiento, de gozo
en la palabra de Dios, de celo, etc. que, sin embargo,

114
LOS VICIOS QUE DEBEN EVITARSE
en sus llamados son vencidos por este pecado del
alma de la codicia. Y la razón es porque nunca fueron
tocados con ningún sentido o sentimiento de la
necesidad que tenían de Cristo; sus corazones
estaban muertos en el pecado y la corrupción, y nunca
conocieron la vileza de sus propias naturalezas, y en
qué extrema miseria están, aparte de Cristo. Y si se
les hiciera ver su indignidad y se les hiciera tener
hambre de él, entonces empezarían a decir con
Pablo: “Considero todas las cosas como estiércol
respecto a Cristo” (Fil. 3:8); y con David: “Como el
ciervo anhela los ríos de agua, así tiene mi alma sed
de ti, Señor” (Sal. 42:1). Este es el consejo de Cristo:
“Buscad primero el reino de Dios y su justicia” (Mt.
6:33). Debemos ser en nosotros mismos como el
hombre herido que yacía en el camino, para que
Cristo Jesús, el verdadero samaritano, venga por
nosotros a curar nuestras heridas y a inyectar su
propia y preciosa sangre en nuestras almas. Porque,
como dijo María, Dios colma de bienes a los
hambrientos, pero a los ricos los despide vacíos
(Lucas 1:53). Y así podremos, por la gracia de Dios,
volver nuestros afectos que están puestos en el
mundo, a las cosas celestiales. Así vemos también
cómo caminar en nuestras vocaciones con buena
conciencia, y evitar el pecado de la codicia.

(2) Injusticia. Ahora llego al segundo pecado de


injusticia, por el cual los hombres abusan de sus
llamados para dañar y obstaculizar a otros, ya sea
pública o privadamente. Tenemos un ejemplo de esto
en Zaqueo el Publicano, que se enriqueció con falsas
115
LAS VOCACIONES
acusaciones (Lc. 19:8).

Ahora bien, este pecado se extiende tan ampliamente


a través de todos los grados y estados de los
hombres, como el antiguo pecado de la codicia, como
se verá si simplemente echamos un vistazo a lo que
son los principales llamados.

Y, en primer lugar, comenzamos con los


EMPERADORES y PRINCIPES, por los que se
practica la mayor injusticia que puede haber, porque
están en los mayores llamamientos. Porque muchos
de ellos no se contentan con sus propios dominios,
sino que invaden, ya sea por fraude o por violencia,
los reinos vecinos; y para aumentar sus propiedades,
no de derramar ríos de sangre - como hoy con el turco
en Asia; y el español también, que busca por todos los
medios hacerse el Emperador del mundo occidental.

Una injusticia similar aparece en el llamado de


aquellos MAGISTRADOS que aceptan sobornos,
para favorecer a hombres particulares en la ejecución
de la justicia y el juicio. La injusticia también se cuela
en la cátedra de Moisés (MINISTROS) cuando se
retiene la palabra de Dios, el alimento de las almas de
los hombres; y también cuando se corrompe en parte
por el veneno de los errores de los hombres, en parte
por los artificios del cerebro del hombre. La injusticia
en la profesión de ABOGADO consiste en cobrar
honorarios más elevados de lo que permiten los
estatutos o la conciencia; y también en retrasar los
pleitos, no de la mañana a la noche, como dijo Jetro a

116
LOS VICIOS QUE DEBEN EVITARSE
Moisés, (Éxodo 18:13), sino de término en término, y
de año en año, para aumentar sus ganancias. En la
vocación del MÉDICO, es una injusticia recetar
medicinas sobre la inspección de la orina, que por los
mejores y más doctos, se juzga insuficiente y a
menudo engañosa; en efecto, recetar la embriaguez y
la fornicación como cura de algunas enfermedades; y
recetar medicinas para los ausentes, al establecer el
costo en el momento de la entrevista. En la llamada
del COMERCIANTE y del COMERCIANTE, hay
pesos y medidas falsos, pesos diversos y medidas;
engrosar, mezclar, cambiar, dar brillo a las
mercancías empolvando, almidonando, soplando;
mercados negros, engrasar, alisar, mentir, jurar y todo
tipo de malos tratos. En el PATRÓN, hay una
presentación dada, pero con una condición secreta de
teniendo sus propios diezmos o algún otro vellón de
los vivos. En el ARRENDADOR, hay elevación de
rentas, tomando multas inmoderadas, que han
permanecido comúnmente fuera de la mente y la
causa es la falta de sobriedad y templanza, en la dieta
y en la vestimenta.

En el CASERO y en el MAQUINERO, hay una


injusticia excesiva en el acaparamiento de grano
hasta el momento en que puedan obtener una mayor
ventaja; y en la toma de todo lo que puedan obtener
para sí mismos, aunque sea

hace que se derrame la sangre de los pobres. En la


vocación del IMPRESOR, que debería servir al bien
especial de la Iglesia y de la Commonwealth, se
117
LAS VOCACIONES
comete una injusticia excesiva para ambas al publicar
libelos y libros heréticos, con lo que se difunden los
errores; al igual que al publicar escritos impúdicos,
inmodestos y poco provechosos. Y en el oficio de
LIBRERO hay una injusticia semejante, pues venden
todos los libros, buenos y malos, de la verdad y de la
mentira, haciéndolo a manos llenas (sin ningún
miramiento), a todos los que acuden a ellos. Porque
hoy en día, en Inglaterra, un papista puede proveerse
de toda clase de libros sobre su propia herejía, y eso
en las tiendas de los protestantes, cosa que hay que
pensar sobre lo que dificulta enormemente el bien de
nuestra Iglesia.

Así, sobre todos los estamentos y llamados, se ha


extendido el cancro de la injusticia, de modo que
podemos retomar la queja del profeta Miqueas: Es
difícil encontrar un hombre justo: cada uno tiende una
red a su hermano, y busca su daño, su sangre y su
completa perdición (Mi. 7:2). Esto es tan claro, que el
que sólo tiene medio ojo puede verlo. Sin embargo, al
hombre injusto no le faltan excusas, sino fe.

Objeción: El mundo no es nada, y por eso los que


quieren vivir en el mundo deben hacer lo mismo que
los demás hombres.

Respuesta: Esta es la razón ciega de los hombres


impíos. Pero Pablo da otra regla, y nos manda a
caminar sin vergüenza en este mundo presente, como
luces en medio de una generación torcida y perversa
(Filipenses 2:15). Y si todo el mundo se entregara a la

118
LOS VICIOS QUE DEBEN EVITARSE
práctica de la injusticia, el hijo de Dios debe
comportarse en su vocación de tal manera que sea
una luz para aquellos con quienes vive.

Objeción: Otros, más ciegos y desvergonzados, para


mantener su injusticia, alegan el ejemplo y la práctica
de nuestro Salvador Cristo, al mandar a buscar el
asno y el pollino de otro hombre cuando iba a
Jerusalén (Mt. 21:2-3).

Respuesta: Pero, ¿quién no ve el notorio abuso de


este pasaje de la Escritura? Porque nuestro Salvador
Cristo hizo esto como Señor, no sólo de la bestia, sino
también del dueño. Y por eso, cuando envió a sus
discípulos, al mismo tiempo inclinó el corazón del
dueño para que estuviera dispuesto a dejarlos ir:
mostrándose, así como el Señor que tiene los
corazones de los hombres en su mano, y por
consiguiente el gobernador de todas las demás cosas.

Otras alegaciones para la defensa de la injusticia no


son de importancia.

Ahora, pues, debemos examinar todas las obras de


nuestras vocaciones. Y si encontramos lo que no está
de acuerdo con la equidad y la justicia, debemos
abandonarlo. Y para persuadirnos mejor de esto, se
pueden usar estas razones:

En primer lugar, el mandamiento de Dios es que todo


hombre actúe con justicia en las obras de su vocación.
Como dice Pablo a Tito, “La gracia de Dios que trae la
salvación a todos los hombres ha aparecido, y nos
119
LAS VOCACIONES
enseña que debemos negar la impiedad y los deseos
mundanos, y que debemos vivir sobria, justa y
piadosamente en este mundo presente” (Tito 2:11-
12). Además, que” nadie defraude ni oprima a su
hermano en nada” (1Ts 4:6). Ahora bien, si hemos
fallado en esto anteriormente, comencemos ahora a
hacer de este mandamiento un asunto de conciencia.

En segundo lugar, debemos considerar con nosotros


mismos, que mientras practiquemos la injusticia en
nuestra vocación particular, todo nuestro culto y
servicio a Dios en la oración y la acción de gracias, en
la escucha de la palabra y en la recepción de los
sacramentos, es una abominación para el Señor. Por
eso dice a los judíos: Aborrezco vuestros sábados y
lunas nuevas (Isa. 1:13); y la razón es que sus manos
estaban llenas de sangre. Además, el Señor profesa
que los sacrificios que le ofrecían los judíos eran como
si un hombre le cortara el cuello a un perro y se lo
ofreciera en sacrificio (Isa. 66:3), porque vivían en su
maldad.

En tercer lugar, a los que practican la injusticia les


persigue la maldición de Dios. Pablo dice que el
hombre injusto nunca entrará en el reino de Dios (1
Cor. 6:9). Y Moisés dice que los “que usan pesos
falsos son una abominación para el Señor” (Deu.
25:15-16). Mirad, pues, por muchas prácticas de
injusticia que se utilicen en la vocación de cualquier
hombre, tantas rejas y topes hay para apartarlo del
reino de Dios.

120
LOS VICIOS QUE DEBEN EVITARSE
Por último, observemos lo que Pablo dice de sí
mismo, que en todas las cosas tenía el cuidado de
complacer a Dios en consideración al terror de los
Señor (2 Cor. 7:1). Es como si dijera: “Sé que en el
último día he de comparecer ante el tribunal de Dios,
y allí seré juzgado por todas las cosas que hago, y por
eso procuro conservar una buena conciencia en todas
las obras de mi vocación”; y de la misma manera,
cada uno de nosotros debe estimularse a practicar la
justicia, y a evitar el mal trato en nuestras vocaciones.
Porque en el último día se pondrán de manifiesto las
malas prácticas de cada uno, y seremos juzgados
según lo que hayamos obrado cuando vivíamos en la
carne.

Hasta aquí los dos vicios que hay que evitar en la


vocación de todo hombre.

121
9
LAS VIRTUDES QUE SE NOS
EXIGEN EN LA PRÁCTICA

Las virtudes que la práctica nos exige son,


(1) La fe
y

(2) el amor.

(1) La Fe. Por fe me refiero no sólo a la fe salvadora,


sino a otra fe particular que surge de ella, por la cual
debemos estar persuadidos de que nuestra vocación
particular y sus obras, son agradables a Dios, y que
Él las bendecirá por causa de Cristo. Y todo lo que no
es de esta fe, es pecado (Rom. 14:23). Cuando se
dice que Noé construyó un arca por la fe (Heb. 11:7),
no sólo se refiere a la fe justificadora, sino junto con
ella, a otra fe particular que fluye de ella. Por esta fe
particular estaba persuadido de que la construcción
del Arca era una obra aceptable para Dios, y que
encontraría una bendición en ella. Y sin esta fe
particular, ningún hombre puede agradar a Dios en
ningún llamado.

123
LAS VOCACIONES
Ahora bien, hay una relación entre la fe y la palabra:
donde hay fe, debe haber una palabra de Dios; y
donde no hay palabra, no puede haber fe. Y, por lo
tanto, para que las acciones de nuestros llamados
sean hechas en fe, debemos tener una palabra sobre
la cual construir nuestra fe. Y esta palabra es doble:
una palabra de mandamiento, y una palabra de
promesa. El mandamiento es la palabra de Dios por
la cual las acciones del llamado de cada hombre son
expresamente ordenadas, o al menos aprobadas. La
promesa es una palabra particular -propuesta
directamente, o recogida de la Escritura como justa
consecuencia- por la que Dios ha prometido bendecir
las labores y obras de nuestras vocaciones. Y para el
conocimiento de ambos, cada uno debe trabajar en su
lugar. El Magistrado debe tener un mandamiento de
Dios en Su palabra que lo autorice a sacar la espada;
y una promesa de bendición y protección cuando, por
una buena causa, saque la espada de verdad. El
ministro debe tener lo mismo para su vocación, y el
hombre de comercio para la suya. Y el que no tiene
tanto el mandamiento como la promesa, no puede
hacer las obras de su vocación con fe.

Ahora bien, si alguien piensa que esto es extraño y


duro, que considere lo que se hace en las ciudades y
corporaciones. Los hombres de los mismos oficios
tienen sus guardianes y maestros de sus compañías,
sí y decretos y ordenanzas a los que se obligan y
conforman. Ahora bien, si los hombres se contentan
con sujetarse a sus propias ordenanzas, ¿no se
someterán mucho más a los mandamientos de Dios,
124
LAS VIRTUDES QUE SE NOS EXIGEN
y caminarán en sus llamados de acuerdo con ellos?

Además, cuando los hombres viven así por fe,


teniendo en cuenta los mandamientos de Dios, esto
les hace realizar sus acciones en obediencia. Y
cuando por la misma fe se apoyan en la promesa de
Dios, esto les hará confiar sus obras al Señor, y los
liberará de las preocupaciones inquietantes y
desconfiadas que destrozan el corazón. Y por este
medio también, aliviarán sus mentes cuando estén
bajo las cruces que son incidentes en cada llamado
desde la caída de Adán: porque en esta promesa
contemplaremos la bendición y la bondad de Dios en
medio de nuestros problemas. Así como la madera
que Moisés echó en las amargas aguas las hicieron
dulces, así que la promesa de Dios vista por el ojo de
la fe, endulza los problemas y las cruces de nuestros
llamados.

(2) El amor. La segunda virtud es el amor. La fe, que


está sola en la justificación, no va sola en la vida y en
la conversación, sino que el amor y la fe están unidos:
porque la fe obra por el amor (Gálatas 5:6). Y, sin
embargo, no son una misma virtud, sino que difieren
en sus acciones. Como el hombre que sirve a un
albañil en la escalera tiene el uso de sus dos manos -
con una se sostiene, y con la otra alcanza su carga-,
así todo hombre en su vocación tiene el uso de dos
manos espirituales: la mano de la fe lo mantiene en la
brújula y sostiene la mente en la palabra de Dios; y la
mano del amor se extiende a los demás en los
deberes de amor hacia Dios y los hombres. Y así se
125
LAS VOCACIONES
diferencian la fe y el amor.

Ahora bien, la práctica del amor consiste en dos


cosas.

En primer lugar, debemos referir todas las obras de


nuestros llamados al honor, la alabanza y la gloria de
Dios, y aquí está la cosa principal en la que consiste
el amor. Y por eso Pablo dice en particular de sí
mismo: “El amor de Cristo me constriñe” (2 Cor. 5:14),
significando así que, porque Cristo lo había amado
tanto como para derramar su sangre por él, ese
mismo amor constriñó a Pablo a referir todo lo que
podía hacer, al honor y la alabanza de Cristo. Ahora
mira lo que Pablo dice aquí - cada hombre en su
propio llamado particular debe decir esto mismo: que
el amor de Cristo al derramar su sangre por él, lo
constriñe a hacer todas las cosas para el honor y la
alabanza de su nombre.

El segundo deber del amor es aplicar las obras, los


deberes y las labores de nuestros llamados al bien de
la Iglesia y de la Comunidad, y del lugar del que
somos miembros. Así dice Pablo a los gálatas:
Servíos los unos a los otros por amor (Gal 5:13). Y
esto se hace cuando empleamos nuestro trabajo para
el bien de nuestros hermanos. Y así, brevemente,
vemos cómo se pone en práctica el amor. Si nos
examinamos por estos dos puntos, se verá que la
mayoría de los hombres no cumplen con sus deberes;
pues mientras que es propiedad de el amor no fingido
no busca sus propias cosas, (1Cor. 13:5) sino el bien

126
LAS VIRTUDES QUE SE NOS EXIGEN
de los demás, (1 Cor. 10:24) la práctica común de los
hombres es emplear sus esfuerzos para sí mismos,
según el dicho: "Cada uno para sí, y Dios para todos".
Ahora son los días malos en que los hombres son
amantes de sí mismos (2 Tim. 3:2). La causa que
mueve a casi todos los hombres a cumplir los deberes
de su vocación, es la consideración del beneficio
privado. Es difícil encontrar un hombre que trabaje en
su vocación por amor a la gloria de Dios y al bien de
sus hermanos.

Así vemos cómo la PALABRA DE DIOS da la


dirección para el uso santo de nuestros llamados.

127
10

REALIZAR UN TRABAJO CON


CONSTANCIA

La segunda cosa que se requiere para hacer bien las


obras de la vocación de un hombre, y que también
sirve para una buena permanencia en la vocación, es
la constancia. Y no es otra cosa que una
perseverancia en los buenos deberes, que se
necesita tanto más cuanto que no es ningún elogio
para nosotros elegir una vocación buena y adecuada,
y entrar en ella, a menos que veamos sus deberes
hasta el final. Porque, así como el soldado en el
campo de batalla no debe cambiar el lugar en el que
ha sido colocado por el General, sino que debe
permanecer en él hasta dar su vida, así el cristiano
debe continuar y permanecer en su vocación sin
cambio ni alteración.

Hay una cierta ligereza en la naturaleza del hombre,


por la cual sucede que a muchos les gustan más las
vocaciones de otros hombres que la suya propia, y por
eso se sienten movidos por cualquier ocasión ligera a
cambiar su vocación. Pero en el texto que

129
LAS VOCACIONES
nos ocupa, el Espíritu Santo se enfrenta a esta
ligereza ordenando a cada hombre que permanezca
constante en el cumplimiento de los deberes de su
vocación particular: Que cada uno permanezca en la
vocación a la que ha sido llamado. Y debemos tener
cuidado de evitar,

TRES IMPEDIMENTOS PARA LA CONSTANCIA

(1) La ambición,
(2) La envidia
(3) La impaciencia.

Ambición. Este es un vicio por el cual cualquier


hombre, pensando en sí mismo mejor de lo que
debería, se vuelve descontento con su vocación
particular, y busca para sí mismo un lugar más alto y
un mejor estado. Tenemos un ejemplo de esta
Ambición en nuestros primeros padres, quienes, por
la seducción de Satanás, se disgustaron con el estado
en que fueron creados, y buscaron alcanzar la
condición de Dios mismo (Gn. 3:5). Y este pecado de
ellos se aferra a la naturaleza de todo hombre, y por
él somos fácilmente llevados a la aversión de nuestra
condición. Así, Absalón, por medio de la Ambición, se
vio impulsado a buscar el reino de su padre, juzgando
infravaloradamente su estado actual; porque del amor
propio natural surge la Ambición. Y para corregir
mejor este vicio en nosotros mismos, cada hombre
debe entrar en consideración de su propio estado:
debemos pensar para nosotros mismos que con
respecto a nuestros cuerpos no somos más que polvo

130
REALIZAR UN TRABAJO CON CONSTANCIA
y cenizas, (Gn. 18:27) y al polvo debemos volver de
nuevo (Ecl. 3:20) que, con respecto a la disposición
de nuestros corazones, al estar completamente
entregados al pecado, somos mucho más miserables
que cualquier otra criatura; y también que, por
nosotros mismos, no tenemos ninguna suficiencia
para hacer el más pequeño deber de la más baja
vocación del mundo. Porque por nosotros mismos, no
somos suficientes para pensar un solo pensamiento
bueno, y mucho menos para cumplir un solo deber
bueno que sea aceptable a Dios, en cualquier
vocación que sea. Y, por lo tanto, debemos considerar
con nosotros mismos que, en nuestras vocaciones
particulares, no somos más que débiles instrumentos
en la mano del Señor, que es el principal obrero y
agente. Estas y otras meditaciones similares pueden
llevarnos a estar contentos con la vocación en la que
Dios nos ha colocado.

La Envidia. El segundo impedimento para la


Constancia es la Envidia, que es un anhelo del
corazón cuando vemos a otros colocados en mejores
llamados y condiciones que nosotros. Este es un
pecado común, y es la causa de grandes disensiones
en la Comunidad. Es uno de los

Las políticas de Maquiavelo de que en una


Mancomunidad es necesario que los hombres de
diversos grados y llamados se envidien y calumnien
mutuamente. Pero, por el contrario, es un obstáculo
manifiesto para la constancia en los buenos deberes,
y perjudicial tanto para la Iglesia como para la
131
LAS VOCACIONES
Comunidad. Y para corregir mejor esta falta, debemos
considerar que los mayores llamamientos no se
ordenan para mantener el orgullo, o para el beneficio
privado de los hombres, sino para el bien común. En
segundo lugar, aquellos que son colocados en los
mayores llamados tienen los mayores cargos, y por lo
tanto deben dar la mayor cuenta a Dios (Lc. 12:48).

La impaciencia. El tercer impedimento para la


Constancia es la Impaciencia, que es una inquietud
de la mente que surge de los continuos problemas
que son incidentes en todos los llamados,
especialmente cuando los hombres no son capaces
de soportarlos, ni de soportar las heridas que
comúnmente se les hace de palabra o, de hecho. Este
mismo pecado hace que muchos hombres abandonen
su lugar. Los que se hacen a la mar para su deleite,
eligen días justos y tranquilos. Después, estando
enfermos, en efecto, zarandeados por el viento y el
tiempo, y en cierto peligro de perder la vida, desean
volver a tierra. Se lamentan de haber subido a bordo
de un barco, y afirman que, si consiguen volver a
tierra, no volverán a hacerse a la mar.

Lo mismo sucede con muchos hombres, tanto en la


Iglesia como en la sociedad, que se aficionan a una u
otra vocación; entran en ella esperando el placer, la
riqueza y la aprobación de los hombres. Luego, al
verse defraudados en sus expectativas, y tener que
caminar en su vocación con muchos problemas e
incomodidades, se impacientan, y o bien abandonan
su vocación, o bien lo desean en gran medida.
132
REALIZAR UN TRABAJO CON CONSTANCIA
Ahora, para remediar este vicio, debemos decidirnos
a seguir cumpliendo con los deberes de nuestra
vocación, a seguir hasta el final a pesar de todas las
cruces o calamidades que puedan sobrevenirnos de
cualquier manera, armándonos de toda la paciencia
conveniente y necesaria. Así mandó Cristo a sus
discípulos que poseyeran sus almas con paciencia
(Lc. 21:19). Y Pablo manda a los filipenses que den a
conocer a todos sus ánimos pacientes y ecuánimes
hombres. El cirujano que ha de cortar a su paciente,
sigue adelante para lanzar y obrar su curación, por
mucho que su paciente llore: así nosotros, en
nuestras vocaciones particulares, debemos seguir
adelante con valor y constancia, para hacer las obras
de la misma para la gloria de Dios y el bien de los
hombres, aunque haya siempre tantas causas e
impedimentos que nos lo impidan. Y como dice Pablo,
“pasar por la buena y la mala fama, por la vergüenza
y la reprensión” (2 Cor. 6:8).

Y para que podamos proceder así constantemente en


todos los buenos deberes, con toda paciencia,
debemos recordar a menudo que los deberes de
cualquier vocación legítima, por humilde que sea, son
aceptados y aprobados por Dios. Nuestro Salvador
Cristo mismo se queja de esta manera: En vano he
trabajado, en vano he gastado mis fuerzas (Isa. 49:4).
Aquí vemos el poco éxito que el Jefe y perfecto Doctor
de la Iglesia tuvo en su vocación; pero veamos cómo
se consuela. Seguramente de esta manera, en las
palabras que siguen: Pero mi obra está con mi Dios,
es decir, aunque los hombres no se sometan a mi
133
LAS VOCACIONES
doctrina, mi Padre la aprueba. A Pablo le preocupaba
que su trabajo en el ministerio no redundara en el bien
de todos, sino que para algunos fuera sabor a muerte
(2 Cor. 2:16). Pero se consuela con esto, que siempre
fue para Dios un olor agradable; y por la misma
consideración de Dios aprobación, debemos
armarnos de paciencia, para seguir con buena
conciencia los buenos deberes hasta el final.

134
11

TRES COSAS QUE LO AFECTAN

(1) Ayudas
(2) Vacaciones
(3) Cambios.

I. AYUDAS

En cuanto a las ayudas, la ordenanza de Dios es para


la mejor permanencia de los llamamientos; de modo
que se pagan las costumbres y el tributo a los
Magistrados; se pagan los estipendios, los diezmos y
las cuotas necesarias a los ministros de la palabra. Y
Moisés dice que todos los que desempeñan los oficios
de sus llamados con diligencia, y a pesar de todo esto
caen en la decadencia, careciendo de la bendición de
Dios sobre sus labores, deben ser ayudados
prestando libremente, perdonando las deudas, y otras
cortesías similares (Deu. 15:7-8). Que piensen en
esto los hombres de corazón duro, los que en tales
casos no prestan libremente, sino que se aprovechan
de tales personas hasta chuparles los huesos. Estos
son la perdición y la

135
LAS VOCACIONES
plaga de una comunidad; estos son los que hacen
mendigos y vagabundos. Porque donde no hay
préstamos gratuitos, muchos hombres se arruinan.

II. VACACIONES

Esto es dejar de hacer los deberes de un llamado


particular por algún tiempo o espacio; y tiene su
justificación en la palabra de Dios, que permite las
vacaciones en tres aspectos.

Primero, por causa de la RELIGIÓN, que es la


principal vacación de todas, y se manda en el cuarto
mandamiento, Acuérdate del día de reposo - es decir,
el día de descanso, o de vacación - para santificarlo
(Ex. 20:8). Y aquí todo hombre está obligado en
conciencia ante Dios, a cesar de los deberes de su
vocación en el séptimo día, que es ahora en el Nuevo
Testamento, el Día del Señor, y así debe continuar
hasta el Juicio Final. Y estas vacaciones son
necesarias incluso en la razón común; porque sin
ellas no puede haber un buen proceder en la religión.
Es el medio para comenzar, continuar y aumentar
tanto el conocimiento como la gracia. El que tiene los
más excelentes dones naturales, nunca podrá llegar a
aprender, a menos que se aparte y se entregue a
estudio. Mucho más, el conocimiento de los misterios
del reino de los cielos no puede obtenerse a menos
que los hombres dejen de lado en algún momento
todos los asuntos mundanos, especialmente en los
días de reposo.

136
TRES COSAS QUE LO AFECTAN
Por lo tanto, es para el bien de las familias, de las
ciudades, de los países y de los reinos, que el Día del
Señor se guarda. Y, en consecuencia, es en nuestro
nos interesa61 aprovechar estas vacaciones y
utilizarlas para aumentar la fe, el arrepentimiento y la
obediencia, si deseamos la salvación de nuestras
propias almas. Dios, que es el Rey soberano de todo,
podría habernos obligado a trabajar perpetuamente
de un día para otro durante todos los días de nuestra
vida; pero, atendiendo a nuestro bien y a nuestra
salvación, nos ordenó trabajar seis días, ordenando
unas vacaciones en el séptimo.

(2) Las segundas vacaciones son con respecto al


RECREO, que también tiene su justificación cuando
se usa legalmente. Dios ordena a cada hombre que
trabaje en su vocación, y que coma su propio pan con
el sudor de su frente (Gn. 3:19). Y al ordenar el
trabajo, Él permite los medios que nos hacen aptos
para el trabajo. Y, por lo tanto, junto con esto, Él
admite la recreación legítima, porque es un medio
necesario para refrescar el cuerpo o la mente, para
que podamos hacer mejor los deberes que nos
corresponden. He hablado de la recreación en otra
parte; por lo tanto, bastará ahora con proponer
brevemente una o dos advertencias.

Tocando la recreación, hay que recordar estas


advertencias:

En primer lugar, debe ser moderado; de lo contrario,


es un medio para llamar y sacarnos de nuestros

137
LAS VOCACIONES
llamados. En segundo lugar, debe ser en cosas lícitas.
En tercer lugar, debe ser en los días de trabajo,
porque sólo entonces se ordena el trabajo, y por lo
tanto la recreación -que es un cese del trabajo por un
tiempo, y sólo sirve para hacernos más capaces de
continuar en el trabajo- debe ser en los seis días, y no
en el sábado. Puesto que debemos abstenernos de
las labores ordinarias de nuestras ocupaciones en el
día de reposo, debemos abstenernos mucho más de
nuestras acostumbradas recreaciones. Porque donde
se prohíbe lo más necesario y principal, también se
prohíbe lo menos necesario: el trabajo es lo más
necesario y principal, y la recreación sirve para el
trabajo. Siendo esto así, es un es notable el abuso de
muchos al hacer del Día del Señor un día de deporte
y pasatiempo, que debería ser un día apartado para
la adoración de Dios, y el aumento de los deberes de
la religión. Y esto es especialmente culpa de los
dueños de casa, que habiendo empleado a sus
sirvientes para trabajar seis días enteros juntos, les
dan el séptimo día, que es del Señor, para la
recreación.

(3) Una tercera vacación es en tiempo de


NECESIDAD, cuando los hombres están
incapacitados por razón de enfermedad, edad, prisión
o cualquier otro impedimento justo. Y la ordenanza de
Dios es que aquellas personas que tienen la mano
temblorosa (como dice Moisés, Lev. 25:35), debe ser
mantenida con las cosas necesarias para la vida y la
salud, por el trabajo de los llamados de otros
hombres. Esto no debe extrañar, porque los bienes
138
TRES COSAS QUE LO AFECTAN
que tenemos no son nuestros, sino del Señor; (1 Cor.
4:7) no somos más que guardianes y administradores
de ellos. Y la voluntad de Dios es que los pobres
tengan derecho a una parte de los bienes de cada
uno, y por eso es una vergüenza que no tengan alivio
sin vagar, mendigar o llorar.

Y aquí se van a examinar DOS CUESTIONES de las


que se habla mucho y se conmueve a menudo.

Pregunta. 1: En primer lugar, dado que es un deber


general visitar al prójimo en tiempo de enfermedad, se
pregunta si es lícito dejar de cumplir este deber en
tiempo de peste o plaga.

Respuesta: Respondo que puede haber y hay una


vacación legal de este deber, y se puede hacer con
buena conciencia por algún tiempo, y en alguna
ocasión.

Porque, en primer lugar, es lícito conservar nuestra


propia vida, si es sin perjudicar o entorpecer la vida de
otros hombres. Ahora bien, huir en tiempo de
pestilencia contagiosa, es preservar la vida de
algunos sin perjudicar a ninguno.

En segundo lugar, en peligros comunes como el


hambre, el fuego y la espada, los hombres pueden
huir de sus vecinos por su propia seguridad; y, por lo
tanto, en la misma proporción, podemos huir en
tiempos de enfermedad contagiosa.

En tercer lugar, en la Iglesia de los judíos, el leproso


139
LAS VOCACIONES
era apartado de la sociedad de los hombres; y eso, en
efecto, era lo mismo que si todos los judíos se
hubieran retirado de su sociedad.

Y por eso ahora, no siempre es ilegal huir en tiempo


de pestilencia contagiosa.

Objeción: Se alega que huir es desconfiar de plano


de Dios, como si no fuera a preservarnos y
defendernos.

Respuesta: Respondo que desconfiar de Dios no es


una falta en la acción de huir, sino en las personas
que huyen. Los hombres que trabajan por la comida y
la bebida, muchas veces desconfían de la bondad de
Dios; sin embargo, la culpa no está en el trabajo
mismo, sino en las partes que soportan el trabajo.

Objeción: En segundo lugar, se alega que huir es


abandonar a aquellos a quienes estamos unidos por
el vínculo de la vecindad, que es ilícita.

Respuesta: Respondo que cuando las partes


visitadas tienen suficientes ayudas designadas por el
Magistrado, tanto para sus cuerpos como para sus
almas, entonces huir no es abandonar; y en tales
casos, las partes visitadas no deben desear la
presencia de sus vecinos.

Objeción: Se afirma que David nunca huyó cuando el


pueblo fue azotado por la peste (1 Cr. 21:17).

Respuesta: Hay razones especiales para ello.

140
TRES COSAS QUE LO AFECTAN
Primero, esa plaga fue enviada por Dios
repentinamente. Segundo, su mismo pecado fue la
causa de esa plaga sobre el pueblo. En tercer lugar,
David no tenía motivos para huir, porque entonces
tenía la seguridad de que escaparía (1 Cr. 21:12-13).

Así, pues, visitar a los vecinos y amigos, aunque es


un deber necesario, permite a veces desalojarnos a
nosotros mismos; podemos, con buena conciencia,
apartarnos y buscar la seguridad de nosotros mismos
y de los que nos pertenecen, si se ha proporcionado
de otro modo la ayuda necesaria a los enfermos.

Pregunta. 2: La segunda pregunta es si los ministros


del Evangelio pueden huir en tiempo de persecución.

Respondo: Pueden, si se liberan de las ataduras de


sus llamados por los que están atados a sus cargos.
Así, “Moisés huyó a Madián”; (Exo. 2:15) y Pablo de
Damasco; (Hechos 9:25) y nuestro Salvador Cristo de
entre los judíos. (Juan 7:1) En segundo lugar, añado
que los ministros que no están liberados de sus
cargos pueden por un tiempo, con el consentimiento
del pueblo, apartarse por su propia seguridad y por el
bien ulterior de los hombres, hasta que pase lo peor
de la persecución - especialmente si en particular, se
dirigen a él. Cuando Demetrio armó un alboroto en
Éfeso por lo de Diana (Hechos 19:24s), y la gente
había captado a los compañeros, Gayo y Aristarco,
Pablo se sintió movido por el celo y quiso entrar en
medio de la turba. Pero, como dice Lucas, algunos
hermanos le desautorizaron y no le permitieron entrar,

141
LAS VOCACIONES
sino que le hicieron retirarse. Así, pues, es manifiesto
que, en los peligros comunes, los llamamientos
públicos permiten su desocupación por diversas
causas.

Hasta aquí las vacaciones. Ahora vengo a los


cambios.

III. CAMBIOS

Un cambio de vocación es un paso lícito de una


vocación a otra. El Apóstol no quiere prohibir a los
hombres que se desvíen de una u otra vocación, sino
que les da un artículo para que no cambien por
cualquier idea ligera y en cualquier ocasión repentina.
Los cambios pueden ser hechos legalmente, como
aparece en esto: Amós, por vocación, fue primero
pastor (Amós 1:1), pero después, Profeta (Amós 1:3).
Los discípulos fueron primero pescadores (Mt. 4:18),
y después Apóstoles (Mt. 10:2).

Nuestro Salvador Cristo mismo fue al llamar a un


Carpintero, en su primera y vida privada (Mc. 6:3),
hasta los treinta años. Sin embargo, después de su
bautismo se mostró como el Mesías y Salvador del
mundo (Juan 1:41; 4:26). Sin embargo, no se puede
hacer un cambio sino por causas urgentes y de peso;
y éstas son dos especialmente:

i. La necesidad privada
ii. El bien común.

LA NECESIDAD PRIVADA.
142
TRES COSAS QUE LO AFECTAN
Es cuando los hombres no pueden mantenerse a sí
mismos y a los suyos con las ocupaciones a las que
se dedican; entonces pueden tomar a otros oficios.
Así, un comerciante puede convertirse en agricultor, y
un agricultor, en comerciante. Así, un médico puede
convertirse en ministro del Evangelio. Y así Pablo, un
apóstol, por necesidad privada, volvió a la vocación
de fabricante de tiendas, pero para desempeñar su
ministerio cuando se presentaba la ocasión (Hechos
18:3).

EL BIEN COMÚN.

La segunda causa para realizar un cambio lícito, es el


bien público. Así, un hombre privado puede
convertirse en un Magistrado. Y debe recordarse que,
siempre que cambiamos, debe ser a destinos mejores
y más excelentes en los que podamos glorificar más
a Dios, y que aporten un mayor beneficio a la Iglesia
y a la Comunidad. Así, Pablo pide a los corintios que
busquen los mejores dones, que puedan servir para
los mejores llamamientos (1 Cor. 12:31). Aquí hay que
reprender la falta de algunos. Tienen notables dones
de la naturaleza y de la erudición; pero porque quieren
alcanzar riquezas mundanas, se hacen mercaderes,
o los factores a los comerciantes, o los hombres de
servicio a las grandes personas. Mientras que, por sus
dones, podrían hacer un mejor servicio a Dios en los
más grandes llamados de la Iglesia.

Constancia. La consideración de esto que estamos


obligados a ser constantes en los deberes de nuestras

143
LAS VOCACIONES
vocaciones particulares- debe enseñarnos, mucho
más, a ser constantes en los deberes generales del
cristianismo. Y, por lo tanto, tengamos todos cuidado
no sólo de profesar la verdadera religión por el
momento, sino de continuar constantes en esta
profesión hasta el final. Nuestra vocación general no
permite vacaciones ni cambios, como lo hacen
nuestras vocaciones particulares. Pues bien, ya que
profesamos ser miembros de Cristo, en estos días -
nuestros felices días de paz- armémonos contra los
días malos que se avecinan, para que seamos fieles
hasta el fin.

Además, en el llamamiento general, todo hombre está


obligado, con toda buena conciencia, a obedecer a
Dios en todos sus mandamientos. Aquí también debe
aparecer nuestra constancia, mientras vivamos, para
que podamos decir con Pablo: “He terminado mi
carrera, he peleado la buena batalla” (2 Tim. 4:7); Y
con Ezequías en su lecho de muerte: “Señor,
recuerda cómo he caminado delante de ti con un
corazón recto, y he hecho lo que es agradable a tus
ojos” (Isa. 38:3). Dios ha hecho una misericordia
promesa de vida eterna, que es el consuelo de todos
los consuelos, y sin el cual, el caso de los hijos de Dios
sería de todos, el más miserable (1 Cor. 15:9). Y esta
promesa se hace a los que permanecen fieles hasta
el fin (Ap. 2:10). Estos son aquellos a los que Dios
otorgará la corona de la vida.

Y tanto para la Continuidad en nuestros llamados.

144
12

EL FIN DE NUESTRA LABOR

(1) La renuncia
(2) La contabilidad

En la parábola del mayordomo del hombre rico, (Lc.


16:1s) el Señor llama a su mayordomo, y le pide que
dé cuenta de su mayordomía, porque ya no puede ser
mayordomo. Aquí vemos que, además de renunciar a
nuestros cargos, hay que dar cuenta de lo que
hacemos en ellos. De estos dos, en orden,

1. LA RENUNCIA
Esto no es otra cosa que la renuncia a esa vocación,
dejando de ejecutar las obras y los deberes de la
misma. Al renunciar a una vocación, hay que
considerar dos cosas: En primer lugar, el momento de
hacerlo. En segundo lugar, la manera de hacerlo.

El momento en que se produce.


Esto no se deja a nuestra elección, pues no podemos
dejar nuestro destino cuando nos plazca; pero la
prescripción corresponde a Dios. Como en

145
LAS VOCACIONES
el campo, el soldado no puede dejar su puesto
cuando quiera, hasta que tenga una orden del capitán.
Porque, así como es el caso en una clase de
vocación, así es por parte en las demás. Ahora bien,
en un llamamiento particular, a saber, en el oficio de
levita, la entrada en él, la permanencia y el fin del
mismo, está en la voluntad de Dios. Él prescribe el
momento en que el levita debe entrar en él, es decir,
a los treinta años de edad; y cuánto tiempo debe
continuar: veinte años; y cuando debe terminar: a
saber, a los cincuenta años de edad. Y, por lo tanto,
la prescripción de temporadas y tiempos particulares
para dejar otros llamados no es del todo sin la
voluntad de Dios. Por lo tanto, se deduce que ningún
hombre debe abandonar la vocación en la que está
colocado, hasta que pueda decir por alguna garantía
en su conciencia, que es la buena voluntad y el placer
de Dios que entonces renuncie y deje de hacer los
deberes de la misma.

Esta regla tiene su verdad en todas las cosas, ya sean


de la Iglesia o de la Comunidad. Y por esta regla
podemos juzgar lo contrario: lo que puede pensarse
de renunciar a nuestras vocaciones, tanto civiles
como eclesiásticas, sin otro fundamento que la
voluntad de los hombres, para alcanzar mayor
riqueza, placer y progreso.

Para ir más lejos en este punto, los llamamientos son


de dos clases: cambiantes y perpetuos. Los
llamamientos cambiantes son los que se imponen por
una temporada, como un año o dos, o más; y tales
146
EL FIN DE NUESTRA LABOR
llamamientos deben ser renunciados según la
designación de quienes los impusieron. Pero en los
llamamientos perpetuos, el caso es distinto, y se
requieren otras condiciones. No obstante, hay cuatro
momentos especiales en los que se puede
renunciar a tales llamamientos.

En primer lugar, cuando los hombres están


totalmente incapacitados, ya sea por la edad, o por
cualquier enfermedad incurable del cuerpo o de la
mente, o por la falta de dones. Entonces, en efecto,
cualquiera que sea la vocación, ya sea pública o
privada, civil o eclesiástica, puede ser establecida.
Cuando Moisés se vio afectado por la edad y vio que
se acercaba el fin de sus días, convocó a toda la
congregación y les dijo que, teniendo ciento veinte
años, ya no podía entrar ni salir delante de ellos; es
decir, ya no podía desempeñar el cargo de juez y
príncipe. Y por eso renuncia a su cargo en favor de
Josué, que juzgó al pueblo en su lugar (Deu. 31:2, 7).

La segunda vez que se renuncia es cuando cualquier


hombre es legalmente depuesto por cometer un
crimen o delito. Así los Sacerdotes que ofrecían
sacrificios ante el Señor, si caían en la idolatría, eran
depuestos del oficio del Sacerdocio, y siempre
después eran empleados en algún servicio en el
Templo (Ez. 44:12-14).

El tercer tiempo de renuncia es el tiempo de la muerte.


Porque cuando Dios nos llama de esta vida, entonces
recibimos una descarga de nuestros llamados

147
LAS VOCACIONES
particulares. Porque después de esta vida, los hijos
de Dios cesan de sus labores, y en su muerte,
comienzan su sábado perpetuo y eterno. Durante el
tiempo de esta vida, por mandato de Dios,
descansamos cada séptimo día, y trabajamos en los
otros seis. Pero después, haremos continuamente, sin
cesar, lo que ahora por sustancia hacemos en el día
de reposo: es decir, honrar y alabar, y glorificar el
nombre de Dios, con alegría eterna.

(El cuarto tiempo de renuncia es en el Último Día del


Juicio, para los que todavía están vivos; es decir, el
tiempo general de todas las renuncias. Porque como
dice Pablo, Cristo Jesús debe entonces renunciar a su
reino en las manos de su Padre, (1 Cor. 15:4) y
deponer todo gobierno, autoridad y poder humano.
Porque entonces, los estados y llamados civiles,
eclesiásticos y económicos, en lo que respecta al
gobierno, deben tener un fin. Sí, Cristo mismo, en lo
que respecta a la forma de su regimiento, debe dejar
su oficio de Rey; y la ejecución tanto de su
Sacerdocio, como de su oficio de Profeta, debe
entonces también tener un fin - aunque la virtud y el
fruto de estos oficios permanecerán para siempre.
Entonces no habrá más príncipe ni pueblo;
magistrado ni súbdito; amo y siervo; padres e hijos;
sino que Dios será todo en todos para los elegidos (1
Cor. 15:28). Así vemos el momento de renunciar a una
vocación es la siguiente:

La manera es renunciar a nuestras vocaciones en y


con el testimonio de una buena conciencia; que es
148
EL FIN DE NUESTRA LABOR
cuando nuestras conciencias dan testimonio de que,
en las obras de nuestras vocaciones, nos hemos
mantenido irreprochables, y hemos procurado en todo
hacer la voluntad de Dios. Tenemos ejemplos de esto
en la Escritura.

Cuando Samuel ya no pudo juzgar al pueblo, convocó


a toda la congregación de los israelitas, protestando
ante ellos que él no había tomado el buey o el asno
de nadie, ni había recibido sobornos, ni había hecho
mal a nadie, sino que en todo había guardado una
buena conciencia (1Sam 12.3). Y de acuerdo con esta
protesta estaba el testimonio del pueblo. Y Pablo,
cuando se acercaba al final de sus días, dice que ya
había que peleó la buena batalla y guardó la fe, y que
ahora sólo faltaba que Dios le diera una corona de
justicia, reservada para todos los que aman la
aparición del Señor Jesús (2 Tim. 4:7-8).

Ahora bien, en el Día del Juicio, no bastará que los


hombres y las mujeres se encuentren en las obras de
su vocación (aunque eso es mucho mejor que estar
empleados en las obras de la impiedad). Digo que no
será suficiente, porque en el último día, dos estarán
en el campo, en las obras (sin duda) de sus llamados;
sin embargo, el uno será tomado, el otro rechazado.
Dos mujeres estarán moliendo en el molino; la una
será tomada, la otra rechazada (Mt. 24:40-41). Por lo
tanto, además de la práctica de una vocación lícita, se
debe tener cuidado de mantener una buena
conciencia hasta el final, tanto ante Dios como ante
los hombres.
149
LAS VOCACIONES
2. LA CONTABILIDAD
El segundo y último punto es la cuenta que cada
hombre debe hacer de las obras de su vocación.
Ahora bien, el hecho de que haya que rendir cuentas
se desprende de la parábola del hombre rico y su
mayordomo. Y Pablo dice que “todo hombre debe ir a
juicio y dar cuenta de sí mismo” (Romanos 14:10, 12).
Y Salomón le dice al joven, que vaga por sus propios
caminos, que por todo esto vendrá a juicio (Ecl. 11:9).
Pocos están verdaderamente persuadidos de esta
última y gran cuenta, porque es diferida. Pero los
creyentes deberíamos estar mejor resueltos y
prepararnos para ello.

Al tocar esta Cuenta, hay que considerar dos cosas.


Primero, ¿qué es esta cuenta? En segundo lugar,
¿cómo se hace? Dar cuenta no es otra cosa que una
acción de la criatura razonable, especialmente del
hombre, en el que debe responder y rendir cuentas a
Dios de todas sus acciones, tanto de su vocación
general como de su vocación particular. Y por la ley
de la naturaleza, estamos obligados a ello: en efecto,
si los funcionarios inferiores de la Commonwealth son
responsables ante los más altos Magistrados, por
todas sus acciones, entonces mucho más debe toda
criatura ser responsable ante Dios su Creador, por los
deberes de su vocación en los que le rinde homenaje
y servicio.

Hay cuatro cosas que se requieren en esta


contabilidad:
I. La presentación de cada persona ante
150
EL FIN DE NUESTRA LABOR
Dios.
II. La manifestación de todas las obras que
han hecho.
III. El examen de estas obras.
IV. Dando y rindiendo a cada uno según sus
obras.

Para el primero,

• Presentación de todas las personas ante el


tribunal de Cristo. Esto se llevará a cabo por el
poder de Dios. Porque, así como en el
principio, toda criatura tuvo su ser por la
palabra de Dios, así será en el Día del Juicio:
Dios no hará más que pronunciar la palabra, y
todas las criaturas razonables, vivas y muertas
-aunque con muchos miles de años de
antelación- se presentarán ante Él para dar
cuenta de todas las acciones realizadas en
esta vida.
• Manifestación de todas las obras que han
hecho. En segundo lugar, cuando todos los
hombres y ángeles sean puestos ante la
presencia de Cristo, entonces se manifestará
toda obra que hayan hecho, incluso las más
secretas de todas. Como dice el Eclesiastés,
Dios sacará a la luz toda cosa secreta (Ecl.
12:14). Y si a alguno le parece extraño,
debemos saber que Dios tiene libros de
registro en los que se inscriben todos los
pensamientos, palabras y obras de los
hombres, buenas o malas, secretas o abiertas.
151
LAS VOCACIONES
Y de ellos habla Daniel cuando dice que vio al
Anciano de los Días, y los libros abiertos (Dn.
7:9-10). No podemos imaginar que se trata de
libros materiales, como los registros de los
hombres, o los libros de los capitanes en el
campo, en los que se anotan los nombres de
sus soldados, y sus gastos. Pero por estos
libros debemos entender, en primer lugar, el
conocimiento y la providencia infinitos de Dios;
en segundo lugar, las conciencias de los
hombres, que dan testimonio de nuestros actos
y son como mil testigos.
• El examen de estas obras. La tercera cosa que
se hace en esta contabilidad, es el juicio de las
obras de cada hombre con respecto a la
obediencia o desobediencia. El juicio se hará
por la voluntad de Dios, revelada en parte en la
Ley, y en parte en el Evangelio, que es la regla
para discernir las obras buenas y las malas.
• Dar según las obras de cada uno. La cuarta y
última acción es la de dar la recompensa a
cada hombre, según sus obras.
• El que haya sido un siervo fiel oirá la voz de
Cristo que le dirá: “Bien hecho, siervo bueno y
fiel; has sido fiel en lo poco; entra en el gozo de
tu Señor” (Mt. 25:21). Pero el que haya sido
infiel, o injusto en las obras de su vocación, oirá
la misma voz de Cristo diciendo: “Tomadlo,
atadlo de pies y manos, y echadlo a las
tinieblas” (Mt. 22:13).

Preparándose para hacer una buena cuenta.


152
EL FIN DE NUESTRA LABOR
Ahora, pues, busquemos un poco cómo podemos dar
buena cuenta ante Dios en el último día. Para ello,
debemos rendir cuentas de antemano de nosotros
mismos en el tiempo de nuestra vida. Porque la
experiencia común nos enseña que los que desean
hacer cuentas justas con los demás, hacen cuentas
primero con ellos mismos. En este ajuste de cuentas
previo, hay que hacer tres cosas:

En primer lugar, debemos elaborar la factura de


nuestros ingresos y gastos.

Las cuentas de cobro están enmarcadas así:


debemos recordar qué gracias, bendiciones y dones
hemos recibido de Dios, ya sean temporales o
espirituales. Para las bendiciones temporales,
debemos pensar detenidamente en nuestra paz,
salud, riqueza, libertad y buen nombre, y todas las
cosas de este tipo. En cuanto a las cosas espirituales,
debemos considerar el conocimiento, la fe, la
esperanza, el amor y el arrepentimiento que Dios nos
ha concedido; y también los dones que hemos
recibido para el desempeño de nuestras funciones.
De hecho, de todas las demás cosas que hemos
disfrutado, debemos tomar un recibo completo y justo,
porque son los talentos de nuestro Señor, y él espera
una rendición de cuentas (Mt. 25:14-15,19).

Hecho esto, debemos a continuación redactar


nuestras CUENTAS DE GASTOS, que no son otra
cosa que grandes consideraciones de nuestros
propios pecados, llamándolos todos a nuestra

153
LAS VOCACIONES
memoria, en la medida en que podamos, ya sea que
los hayamos cometido contra Dios o contra los
hombres, con todos los abusos de nuestros dones,
todas nuestras ignorancias, negligencias y
fragilidades cualesquiera. Los comerciantes, por sus
bienes temporales, llevan en sus tiendas libros de
recibos y gastos. ¿No deberíamos, pues, hacer lo
mismo con nuestros bienes espirituales? Job dice
que, si disputa con Dios, no puede responder una
palabra por mil (Job 9:3). Con esto insinúa esto: que
había mirado todo el curso de su vida, y había
encontrado incluso miles de pecados en sí mismo.
Cuando el profeta David dice: ¿Quién conoce los
errores de esta vida? (Salmo 19:12), quiere decir que
se había ejercitado en buscar sus propias ofensas y
transgresiones. Esdras no podría haber dicho que sus
pecados y los del pueblo eran como una gran
montaña (Esdras 9:6), si no hubiera examinado
primero su propia vida y la del pueblo. Y lo mismo
debe hacer cada uno de nosotros, por todas las cosas
que hemos hecho. La consideración de nuestros
asuntos terrenales nos hace conocer nuestro estado
mundano; y así la consideración de nuestras ofensas
diarias, y el estado espiritual, nos dará alguna luz y
conocimiento de cómo será nuestro caso cuando
comparezcamos ante el gran Dios de todo el mundo,
para dar nuestra cuenta.

En segundo lugar, considera si seremos capaces


de saldar nuestra cuenta con Dios

Ahora, cuando se hacen estas dos cuentas, debemos


154
EL FIN DE NUESTRA LABOR
considerar, en el siguiente lugar, si somos capaces de
hacer un ajuste de cuentas con Dios o no. Al hacer
esto, encontraremos que nuestras cuentas estarán
muy por debajo de lo que Dios requiere de nuestras
manos. Pocos son los que piensan en estas cosas,
pues los hombres suelen convencerse de que todo les
irá bien en el Día del Juicio, y que harán un ajuste de
cuentas corto y fácil, porque Dios es misericordioso.
Es difícil encontrar hombres cuyos corazones estén
conmovidos, o cuyos ojos se abran para ver y creer,
primero, que deben dar cuenta; y segundo, que son
tan absolutamente incapaces de hacerlo como lo fue
Job, que no pudo excusar una de cada mil de sus
ofensas ante Dios.

Trabajemos, pues, para ver nuestras cuentas


desiguales y escasas, y para sacudirnos esa
somnolencia espiritual que se apodera de nuestras
mentes, de modo que no podamos ni siquiera decir:
¿Qué he hecho? o ¿Cómo se interpone entre Dios y
yo?

Y cuando hayamos alcanzado este conocimiento, de


que somos incapaces de hacer un justo ajuste de
cuentas con Dios, entonces en tercer lugar:

En tercer lugar, debemos aferrarnos a Cristo


Debemos aferrarnos a nuestro fiador Cristo Jesús,
el único hijo de Dios, Dios y hombre. Y por el tiempo
de esta vida, debemos humillar ante Dios y rogarle
que acepte la única satisfacción de Cristo, en su
muerte y pasión, como pago suficiente por todos

155
LAS VOCACIONES
nuestros pecados y necesidades. Porque así se nos
enseña a rezar: Perdónanos nuestras deudas (Mt.
6:12). Y no debemos no sólo sean oidores de estas
cosas, sino también hacedores.
Y para persuadirnos mejor de que practiquemos estos
tres deberes, consideremos que esta contabilidad en
el Último Día será una contabilidad estricta. Porque,
como dice Cristo, hay que dar cuenta de toda palabra
ociosa (Mt. 12:36). Y Pablo dice: “La Ley es letra de
condenación” (Col. 2:14); es decir, una factura de
nuestra propia mano contra nosotros, pues por la Ley
somos deudores de Dios. Y o bien debemos cumplir
la justicia de la misma, o bien, según el tenor de la
Ley, debemos sufrir el juicio eterno, a menos que
seamos absueltos por la obediencia de un Mediador.

Si pensamos que podemos escapar de esta


contabilidad ausentándonos, nos engañamos. Porque
en ese momento no faltará ni un solo hombre en todo
el mundo. Muchos desearán entonces con todo su
corazón, que las colinas y las montañas caigan sobre
ellos, y los muelan hasta convertirlos en polvo, para
poder ocultarse de la presencia del Señor. Pero eso
no les servirá. Todos, sin excepción, deben llegar a
esta contabilidad; ninguno será liberado. Y no
debemos pensar que Cristo no sabrá o no recordará
nuestras ofensas particulares. Solíamos hacer las
cuentas justas tiempo con los hombres, y mantener
cerca nuestras acciones de los ojos del mundo. Pero
el Señor espiará nuestros pecados más secretos; en
él no hay falta de conocimiento ni de discernimiento.
Él puede descubrir a Adán, aunque se esconda en la
156
EL FIN DE NUESTRA LABOR
espesura del Paraíso, y lo descubre en medio de sus
hojas de higuera.

En este gran día de la rendición de cuentas, todo lo


secreto se hará manifiesto. ¿Qué haremos entonces?
Algunos alegan que no son grandes pecadores, que
no son puteros, ni adúlteros, ni blasfemos, ni ladrones,
y que, por tanto, esperan rendir cuentas
suficientemente buenas. Pero (por desgracia), esta es
una excusa pobre y aficionada; porque la paga del
menor pecado es la muerte (Rom. 6:23). Y el que
infringe la ley una sola vez, y eso sólo en el
pensamiento, es culpable de la condenación eterna.
Y, por tanto, no servirá de nada decir que no somos
tan pecadores como los demás hombres.

¿Qué diremos entonces? ¿Que hemos caminado en


nuestros llamados, y siempre hemos tenido buenas
intenciones, y no hemos hecho daño a nadie; y por lo
tanto esperamos que Dios sea misericordioso? Esta
es, en efecto, la excusa común, pero no es pago
suficiente con Dios. Porque, como dice el Bautista, el
hacha está puesta a la raíz del árbol; y no dice
además que todo árbol que no dé malos frutos
permanecerá en pie, sino que todo árbol que no dé
buenos frutos será cortado y arrojado al fuego (Mt.
3:10).

En una palabra, inventemos la excusa que podamos,


no servirá el turno. ¿Acaso van a maquillar su historial
con donaciones caritativas y buenas obras, según la
opinión de muchos que buscan salvarse por sus

157
LAS VOCACIONES
obras? Pero no están al corriente de los pagos por
este concepto, porque una sola infracción de la Ley
estropea todas las buenas obras que hacemos. Y el
que quiere ser justificado por las obras está obligado
a cumplir toda la ley, en el rigor de la misma (Gál. 5:3).
Además de esto, las mejores obras que hacemos son
en sí mismas contaminadas a los ojos de Dios (Isa.
64:6). ¿Qué haremos entonces? ¿Sufrir la maldición
de la Ley? Algunos, de mente desesperada, dicen
que, si viene lo peor, sólo hay una salida. Pero lejos
de nosotros pensar o hablar así, porque la maldición
de la Ley y la ira de Dios son sumamente horribles y
eternas, sin descanso ni alivio. Todo el fuego del
mundo no es más que hielo en comparación con ese
fuego espiritual y eterno del infierno.

Así, pues, habiéndonos desviado por todas partes, y


no encontrando ayuda en nada, debemos acudir a
nuestra garantía, Cristo Jesús, (Heb. 7:22) que se
contentó con estar en nuestro lugar en la Cruz, y allí
derramar su sangre para la redención de nuestros
pecados (Col. 1:14).

Así, en esta vida, mientras dure el día de gracia,


debemos hacer de antemano un ajuste de cuentas
con nosotros mismos, en nuestras propias personas,
sin descansar hasta que tengamos la seguridad en
nuestras conciencias de que los libros del cielo están
cancelados, y que Dios se contenta con dar cuenta de
Cristo como su satisfacción, como pago por nuestros
pecados. Y hecho esto, nosotros podrá rendir cuentas
ante el Señor, en el último día del juicio.
158
FINIS

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