Tema 1. Evolución de La Novela S.xx-Xxi 22-23
Tema 1. Evolución de La Novela S.xx-Xxi 22-23
Tema 1. Evolución de La Novela S.xx-Xxi 22-23
XX-XXI)
El pensamiento y la literatura del siglo XX no pueden ser explicadas sin atender a grandes
acontecimientos históricos como las dos guerras mundiales y la Revolución Rusa. Frente a la
seguridad del mundo estable del siglo XIX, el XX se presenta lleno de temores y dudas. El relativismo
científico y la “crisis de certezas” provocan en el ser humano una profunda sensación de abandono e
inseguridad. Algunos pensadores del siglo XIX influirán notablemente en la siguiente centuria como
Schopenhauer (filosofía oriental), Kierkegaard (angustia religiosa), Nietzsche (vitalismo), Freud
(impulsos irracionales) o Marx (marxismo). Una de las grandes corrientes filosóficas será el
existencialismo que, frente a las teorías esencialistas, proclama que la esencia del hombre es su
existencia. Algunos de los temas literarios más recurrentes del siglo serán la angustia existencial, la
esperanza religiosa, la protesta social y política, y también las posturas escapistas y esteticistas.
En la España de comienzos de siglo aún perviven los maestros del Realismo y del
Naturalismo. Blasco Ibáñez continuó pintando ambientes sórdidos poblados de personajes
determinados por sus taras hereditarias, tal y como aparece en La barraca o en Entre naranjos. Sin
embargo la nueva narrativa despegará pronto, superando rápidamente la estética realista. El año de
la ruptura es 1902, fecha en que aparecen cuatro novelas que revelan la aparición de una nueva
sensibilidad. Se trata de La voluntad, de Azorín, Amor y pedagogía, de Unamuno, Camino de
perfección, de Baroja y Sonata de otoño, de Valle-Inclán. Aunque muy distintas, las cuatro novelas se
caracterizan por la irrupción de un subjetivismo que ya no se pliega fielmente a la realidad, y por una
clara preocupación artística que intenta renovar las estructuras narrativas del género.
La novela es el género más importante de cuantos cultivaron los miembros de este grupo.
Es Azorín quien propone esta denominación en unos artículos de 1913. Incluye en dicho grupo a
autores como Unamuno, Baroja, Maeztu, Valle-Inclán, Benavente, Rubén Darío, que se caracterizan
por su espíritu de protesta y su profundo amor al arte. Aunque la idea fue rechazada inicialmente
por algunos miembros de la generación como Baroja, el concepto se impone finalmente.
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Como germen de esta generación está lo que se conoce como el “grupo de los Tres”, constituido por
Baroja, Azorín y Maeztu. En 1901 publican un manifiesto en el que expresan su deseo de cooperar a
la generación de un nuevo estado social en España que combata la miseria y hambruna
contemporánea en España. El medio que canalizaría las fuerzas para resolver esta situación sería la
"ciencia social". Su posición es la de un reformista de tipo regeneracionista.
← - El idealismo, en palabras de Azorín, les une “la lucha por algo que no es material y bajo”.
-El tema de España: se proyectan sobre la realidad española el subjetivismo, los anhelos y
angustias íntimas (exaltación redentora, visión impresionista o escepticismo en el plano de los
valores, ideas y creencias).
← -Los temas principales, además de los relacionados con la regeneración del país y el tema
de España, serán dos: la reflexión sobre el sentido de la vida y de la muerte y el paso del tiempo.
-En cuanto a la forma, estos autores se basan en la simplicidad y la claridad. Huyen de la retórica
vacía y de los largos periodos oracionales. Lo más importante es el argumento, el fondo, y la forma
no debe ser un obstáculo para la comprensión del mensaje implícito en la novela. Entre sus rasgos
de estilo destacan: el sentido de la sobriedad, el gusto por las palabras tradicionales y terruñeras,
el lirismo, el subjetivismo y la flexibilidad a la hora afrontar los distintos géneros literarios.
Entre los miembros de la Generación del 98, los principales novelistas son:
Miguel de Unamuno: (La tía Tula, Niebla, Niebla, San Manuel Bueno ,mártir): La mayor parte de su
obra gira en torno a la búsqueda de la verdad interior del ser humano y está impregnada de un
fuerte con teñido filosófico.
Valle Inclán: autor de Las Sonatas, obra encuadrada en la estética modernista y protagonizada por el
Marqués de Bradomín. Otras obras destacadas son la trilogía La guerra carlista y Tirano Banderas.
José Martínez Ruíz, “Azorín”, escribió La Voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño
filósofo (obras de carácter autobiográfico).
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1.2 NOVELA DE LA GENERACIÓN DEL 14. NOVECENTISMO
Como puente entre la Generación del 98 y la Generación del 27, encontramos a un grupo de
escritores que se dan a conocer entre 1910 y 1914 y que reciben la denominación de novecentistas.
Se trata de filósofos, historiadores y literatos: José Ortega y Gasset, Eugenio D’Ors, Américo Castro,
Gregorio Marañón, Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala y Ramón Gómez de la Serna. Las
características comunes que presenta este grupo tan heterogéneo son las siguientes:
- Herederos de la Generación del 98 y contrarios a lo que la literatura había significado en el siglo XIX
(sentimentalismo romántico, vulgaridad realista) y en el Modernismo. Se vuelven a plantear el
problema de España, al igual que los autores del 98, aunque le dan un tratamiento más intelectual y
preciso.
← - Adoptan una actitud europeísta: están en contacto con las corrientes más importantes de
pensamiento europeo, pues piensan que una de las causas de la “enfermedad de España” es el
alejamiento de Europa.
← AUTORES:
← Gabriel Miró: El autor destaca, ante todo, por su temperamento voluptuoso y su excepcional
capacidad de captar sensaciones: luz, color, aromas… Sus títulos más importantes son Las cerezas del
cementerio, Nuestro Padre San Daniel y El obispo leproso.
Ramón Pérez de Ayala se decanta abiertamente por la novela intelectual. En su primera etapa
publica varias novelas protagonizadas por Alberto Díaz de Guzmán, vecino a algunos personajes de
Baroja y Azorín y trasunto del propio autor. Entre ellas destaca La pata de la raposa. En su segunda
etapa, con obras como Luz de domingo, desaparece lo autobiográfico y ganan terreno las ideas. En la
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tercera etapa la acción se hace más leve, los personajes encarnan ideas y abundan las disquisiciones
morales, políticas y estéticas. Entre otras, destaca la novela Belarmino y Apolonio.
No debemos olvidar citar las experiencias vanguardistas de Gómez de la Serna (El torero Caracho) y
la novelística de autores vinculados a la Generación del 27, como Francisco Ayala (Cazador en el
Alba) o Rosa Chacel (Estación, ida y vuelta). Esta novela experimental derivará en los años 30 hacia la
novela social y de combate, tal y como se refleja en las obras de César María Arconada (La turbina).
El carácter amargado, solitario y pesimista del autor, influyen considerablemente en los temas de sus
obras, ya que su concepción de la vida es inseparable de su literatura. Fue un escéptico en el terreno
religioso y social y un anarquista individualista en el terreno político. A su juicio el mundo carece de
sentido, la vida es absurda y no alberga ninguna confianza en el hombre. Ideas como estas explican el
hastío vital de muchos de sus personajes.
Para Baroja la novela es un género multiforme y abierto que lo abarca todo. Consecuencia de ello es
su declarada despreocupación por la composición y los argumentos cerrados. En cambio, la
imaginación y la amenidad las concibe como cualidades supremas de la narración. Por ello se sirve de
un estilo antirretórico, espontáneo, con preferencia por la frase corta y el párrafo breve. La maestría
de su estilo se refleja sobre todo en la viveza de sus descripciones impresionistas y en la autenticidad
conversacional de los diálogos.
Su obra, muy fecunda, suele agruparse por trilogías. Entre ellas cabe mencionar:
-Tierra vasca, (La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz, Zalacaín el aventurero) conjunto
de tres novelas protagonizadas por personajes que buscan su realización personal a través de la
acción.
-La lucha por la vida, (La busca, Mala hierba, Aurora roja). En una de ellas, La busca,
presenta su visión realista y lírica de los barrios más pobres de Madrid.
-La raza. En esta trilogía se incluye El árbol de la ciencia (1911), acaso la novela que mejor
refleja su pensamiento pesimista y su forma de entender la literatura. En ella su alter ego, Andrés
Hurtado, relata la vida de un hombre perdido en un mundo absurdo, que va acumulando desengaños
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hasta que termina refugiándose de la existencia en su propio interior. quizá la novela más
representativa del autor. Andrés Hurtado, “alter ego” de Baroja, expone su particular visión sobre el
mundo, dolorida y pesimista, a la luz de las teorías de Schopenhauer.
Entre 1913 y 1935, Baroja se consagró a desarrollar una serie narrativa más extensa, titulada
Memorias de un hombre de acción, integrada por 22 novelas, cuyo protagonista, Eugenio de
Aviraneta, es un dinámico personaje, antepasado del autor.
Baroja es el novelista por antonomasia de la literatura española del s. XX por sus dotes de narrador y
por su capacidad de creación. La fuerza de su testimonio y el vigor de su estilo lo convirtieron en
maestro de novelistas de posguerra, como C. J. Cela.
Tres son los periodos en que puede dividirse la narrativa de hasta la transición.
Tras la Guerra Civil una sociedad tan polarizada tiene su reflejo en la novela. Por eso podemos hablar,
siguiendo el criterio de Ferreras, de una novela oficialista o de “vencedores” y de una novela
existencial o de “perdedores”. Como tercera vía nos encontramos una novela social en la línea de la
narrativa del siglo anterior.
La novela de “vencedores” está constituida por los novelistas conformistas o adictos al Régimen. Así,
por ejemplo, García Serrano canta la victoria militar en obras no exentas de calidad, como La fiel
infantería. En la misma línea se encuentra el discurso de Agustín de Foxá (Madrid, de corte a checa).
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Ignacio Agustí, no obstante, refleja cierto malestar y una crítica soterrada de la burguesía catalana en
su obra Mariona Rebull. Más complejo sería el caso de Torrente Ballester, en cuya primera novela,
Javier Mariño, no ocultaba inquietudes, pero tuvo que adoptar un final triunfalista, por presiones
ideológicas. Rafael Sánchez Mazas, ensayista, político y académico franquista publico una de las
novelas más interesantes de estos años (La nueva vida de Pedrito de Andía).
El realismo tradicional, repite esquemas del realismo decimonónico. Son obras que tienen cierta
vocación de denuncia, pero que, debido a la censura o a los propios convencimientos personales, no
se atrevieron a poner en duda el ideario del Régimen. Zunzunegui destaca por su fuerza dramática y
la sinceridad de su testimonio amargo sobre las lacras morales y sociales de Bilbao y Madrid (La vida
como es). José María de Gironella debe su fama al amplio ciclo compuesto por Los cipreses creen en
Dios, ambicioso fresco de la vida española antes, durante y después de la Guerra Civil.
La novela existencial intenta reflejar la amargura de la vida cotidiana, desde una perspectiva bien
distinta a la de los “vencedores”. Abordan los temas de la soledad, la frustración y la muerte, a través
de personajes desorientados y angustiados. El malestar en último término es social, pero la denuncia
hace imposible cualquier intento de denuncia y limita los alcances del testimonio. En esta línea
destaca la novela Nada, de Carmen Laforet, protagonizada por una estudiante que va a estudiar a
Barcelona, donde vive con unos familiares en un ambiente sórdido de mezquindad, de ilusiones
fracasadas y de vacío. Camilo José Cela irrumpe en el panorama narrativo con La familia de Pascual
Duarte, una visión agria y violenta de la sociedad que inauguró una nueva corriente llamada
tremendismo (son novelas que presentan un mundo rural de trágicos conflictos, con personajes de
bajos instintos y taras físicas o psíquicas, violentos y marginados socialmente. Estas ficciones
revelan el malestar y la amargura, pero también la violencia de la España rural de la primera
posguerra). También de tristezas y desilusiones hablará Delibes en su primera novela, La sombra del
ciprés es alargada.
Características:
-Temáticamente, las novelas de este período girarán en torno a la amargura de la vida cotidiana, la
soledad, la inadaptación, la muerte y la frustración.
-Los personajes adaptados a esos temas: seres marginados socialmente (Pascual Duarte, en la
novela de Cela, es un condenado a muerte), angustiados y desarraigados (la protagonista de Nada
llega a Barcelona para estudiar y allí se encuentra fuera de su ambiente, insegura y triste).
-Las causas de esta amargura vital se encuentran en la sociedad de la España de los años cuarenta,
marcada por la pobreza, la incultura, la violencia, la persecución política, la falta de libertades...
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Pero no encontraremos en ninguna de estas novelas una crítica o denuncia directa (censura). Para
eso habrá que esperar a los años cincuenta.
De la angustia existencial pasamos a las inquietudes sociales. Algunas novelas de los años 40 ya
anunciaban este enfoque, pero hemos de pasar a los 50 para que tal orientación se precise. Al cabo,
la novela social será la corriente dominante entre 1951 –fecha de La colmena- y 1962 –fecha de
Tiempo de silencio, de Martín Santos-. Para muchos críticos La colmena es la precursora de la
corriente con su despiadada visión de la sociedad madrileña. Otra obra representativa de 1951 sería
La noria, de Luis Romero, también de personaje colectivo, pero con Barcelona como marco. La
relajación de la censura y la aparición de un nuevo público lector, más inquieto y culto, contribuyen
igualmente al cambio de tendencia.
Así llegamos a 1954, “año inaugural”, según Sobejano. En ese año se dan a conocer entre otros
Ignacio Aldecoa, Fernández Santos, Sánchez Ferlosio, Ana María Matute y Juan Goytisolo. El
conjunto de estos autores ha recibido la denominación de Generación del 55. Entre ellos hay
evidentes rasgos comunes como la solidaridad con los humildes, la disconformidad ante la sociedad
española y el anhelo de cambios sociales. José María Castellet y Juan Goytisolo, influidos por Sartre,
insisten en la necesidad de que el escritor debe comprometerse con la sociedad de su tiempo y hacer
todo lo posible por transformarla.
Dentro del realismo pueden señalarse varias actitudes o enfoques, entre los que destacan dos, el
objetivismo y el realismo crítico. El objetivismo se propone un testimonio escueto, sin aparente
intervención del autor. Su manifestación extrema fue el conductismo, que consiste en limitarse a
registrar la pura conducta externa de individuos y a recoger sus palabras, sin comentarios ni
interpretaciones (el ejemplo más claro es El Jarama de Sánchez Ferlosio). El realismo crítico, en
cambio, prescinde de la objetividad y refleja abiertamente la postura crítica del autor ante los males
que aquejan a la sociedad (un ejemplo es La colmena de Camilo José Cela). Una tercera línea de
realismo lírico está representada por Ana María Matute.
Características:
-Todas las tendencias abordan temas muy similares. La dura vida del campo es quizá el más
recurrente: Los bravos, de Fernández Santos o Dos de septiembre, de Caballero Bonald. El mundo
del trabajo y las tensiones entre campesinos y obreros están presentes en La mina, de López Salinas.
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La crítica de la abulia de la juventud burguesa la encontramos en La isla, de Juan Goytisolo o en
Tormenta de verano, de García Hortelano.
-Desde el punto de vista de la técnica y el estilo las obras no ofrecen grandes innovaciones, pues el
contenido prima sobre la forma. Se prefiere la narración lineal y la sencillez y concisión de las
descripciones. Abundan las novelas que concentran la acción en un corto espacio de tiempo (El
Jarama) y prefieren el personaje colectivo, representativo de una clase social concreta. Ello enlaza
con el rechazo de la novela psicológica, que se centraba en el análisis detenido de las almas. Por su
parte, el diálogo ocupa un lugar preeminente en la novela social, mientras que el lenguaje adopta el
estilo de la crónica, desnudo y directo, a veces prosaico.
En cualquier caso otras tendencias y autores escapan del realismo durante estos años, tal es el caso
de Castillo Puche, Álvaro Cunqueiro o Torrente Ballester, autor de la magna trilogía Los gozos y las
sombras.
A partir de 1960 comienzan a manifestarse signos de cansancio del realismo dominante. Algunos
críticos manifiestan la necesidad de fantasía o señalan el peligro de anquilosamiento de la literatura
conductista e insisten en la necesidad de una renovación formal y de enfoques más complejos. Los
nuevos autores tienen cada vez más en cuenta las aportaciones de los grandes novelistas y corrientes
extranjeras (Faulkner, Joyce, Proust, Kafka, el “nouveau roman”) y las de los narradores
hispanoamericanos (La ciudad y los perros, de Vargas Llosa y Cien años de soledad, de García
Márquez). En 1962 surge Tiempo de silencio, de Martín Santos, obra saludada por la crítica como el
punto de partida de la nueva etapa narrativa.
Características:
-En mayor o menor medida la nueva tendencia narrativa introduce importantes novedades como el
punto de vista (perspectivismo, desaparición del autor), el tratamiento de la anécdota (introducción
de elementos irracionales y oníricos, desaparición del argumento), en la estructura (desorden
cronológico, contrapunto, desaparición del capítulo como elemento estructural sustituido por
secuencias), en los personajes (destrucción del personaje tradicional, arquetípico, para crear
verdaderos seres humanos ), desorden cronológico y saltos temporales(montaje cinematográfico,
laberinto) o el uso del estilo indirecto libre y el monólogo interior (transcripción del pensamiento
desordenado del personaje), uso de diferentes registros lingüísticos, estilo innovador (supresión de
signos de puntuación, sintaxis compleja y abundancia de elementos retóricos, uso de prosa
barroca).
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En los diez años que van de 1962 a 1972 se suceden aportaciones decisivas en la línea de la
renovación. Sus autores pertenecen a promociones distintas:
-Autores surgidos en los años 40: Cela, Delibes, Torrente Ballester. Este último marca un hito en 1972
con La saga/fuga de J.B., que es a la vez un tributo al experimentalismo y una parodia del mismo.
-Autores de la Generación del 55: Goytisolo, Benet, Marsé, Luis Martín Santos.
-Jóvenes autores, como Guelbenzu, que consolidan su obra en los años 70 y 80.
Juan Benet pertenece, por su edad a la generación. Su narrativa experimental surge en 1967 con
Volverás a Región, novela en torno a la ruina de una imaginaria ciudad española y la degradación de
sus habitantes.
Juan Goytisolo también publicó en 1966 Señas de identidad, obra en la que se dan cita casi todos los
recursos del momento: cambios del punto de vista, saltos en el tiempo, uso de distintas personas
narrativas, monólogos interiores y juegos tipográficos.
La imagen de los exiliados que se dio en la España oficial aparecía a menudo tergiversada y sus libros,
con pocas excepciones, estuvieron prohibidos por la censura. A partir de 1977 los que aún vivían
fueron regresando a España, donde su adaptación resultó en ocasiones problemática. Entre sus
figuras principales destacan:
-Francisco Ayala (Muertes de perro y En el fondo del vaso), Arturo Barea (La forja de un rebelde
(1951), integrada por los títulos La forja, La ruta y La llama), Rosa Chacel (Memorías de Leticia Valle
y La sinrazón) y Max Aub: (Campo cerrado, Campo abierto, Campo de sangre, Campo del moro,
Campo de los almendros y , ya sobre el exilio, Campo francés).
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CAMILO JOSÉ CELA
Mostró siempre una visión desencantada del mundo, fría y burlona, pero a la vez enormemente
vitalista. Su arte, en ocasiones recoge la realidad de forma directa, otras veces de una manera
distorsionada, en la línea del esperpento de Valle. Igualmente destaca por su notable capacidad
inventiva y el virtuoso manejo del idioma y de sus registros: amargo, humorístico, obsceno o lírico.
Ha escrito novelas cortas (Café de artistas), libros de viajes, (Viaje a la Alcarria), además de ensayos,
artículos y novelas largas, cada una de las cuales responde a una manera de novelar. La familia de
Pascual Duarte (1942) es una novela situada en la década de los 40, en la novela existencial. Con ella,
Cela inaugura el Tremendismo que es una tendencia novelística que ilustra una concepción del
hombre, criatura arrastrada por la doble presión de la herencia y del medio social. Pabellón de
reposo es “un experimento pacífico”, una novela de la inacción en la que se transcriben los
monólogos de unos cuantos enfermos de un sanatorio antituberculoso, con sus angustias e ilusiones,
desgranadas morosamente en un bello lenguaje poemático. La colmena (1951) que pertenece a la
novela social pero en la tendencia del “realismo crítico”, es un fresco de la miseria y el hambre del
Madrid de posguerra. A partir del protagonista, Martín Marco, un pobre poeta fracasado, nos cuenta
la vida a lo largo de tres días de más de un centenar de personajes, seres desvalidos o despóticos que
pululan miserablemente por Madrid como las abejas de una colmena.
En 1969 publica San Camilo 36, a la que seguirá en 1973 Oficio de tinieblas 5 (ambas obras se pueden
enmarcar en la novela experimental). La primera es un ininterrumpido monólogo interior enmarcado
en el Madrid de comienzos de la guerra, poblado de rincones inmundos, tipos monstruosos, violencia
y sexo descarnado; la segunda se compone de casi dos mil párrafos de variable extensión que son
fragmentos narrativos, monólogos, máximos, que fluyen sin puntuación y con un ritmo poemático.
Ambas forman parte de la novela experimental de los años 70. Desde entonces no dejó de renovarse
y de aumentar el tamaño de una obra (Mazurca para dos muertos, Cristo versus Arizona…) que
finalmente fue galardonada con los premios Nobel y Cervantes.
MIGUEL DELIBES
Nació en Valladolid en 1920. En 1947 obtuvo el Premio Nadal con su primera novela, La sombra del
ciprés es alargada, pero ya antes se había vinculado al periódico “El norte de Castilla”, al que
imprimió una orientación liberal en la que no faltaban las reivindicaciones sociales en línea con las
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doctrinas del Concilio Vaticano II. Sus méritos literarios le han proporcionado diversas distinciones
como el Premio Cervantes.
El conjunto de su obra se caracteriza por un abierto humanismo cristiano que le llevó a acercarse a
los humildes y a criticar la sociedad burguesa, por su amor a la naturaleza y por un afán constante
de renovación formal. Su obra atraviesa las siguientes etapas:
En La sombra del ciprés es alargada (1947) nos encontramos con un personaje desorientado cuya
angustia existencial ante la muerte constituye la esencia del libro. El dolor, la amargura y el
pesimismo se suavizarán en su segunda novela, Aún es de día (1948), resuelta con un atisbo de
optimismo cuando el protagonista halla consuelo en la religión.
Con El camino (1950) se inicia esta etapa, inmersa en el realismo social en la narrativa española. La
situación anímica del personaje central (que se tiene que ir a la ciudad a estudiar) da pie para
abordar el tema central del relato: la idea de progreso. La infancia adquiere en este relato un relieve
especial, dado que sus protagonistas son niños (Daniel el Mochuelo y sus amigos).
Otras novelas de esta etapa son: Mi idolatrado hijo Sisí (1953), Diario de un cazador y su continuación
Diario de un emigrante (posteriormente, con el mismo personaje –Lorenzo- Delibes escribirá Diario
de un jubilado; La hoja roja y Las ratas). En esta última obra, la visión amable de la vida rural que
encontrábamos en El camino deriva en un cuadro plenamente naturalista, en el que sus personajes
sumidos en un lamentable estado de miseria son víctimas de las desigualdades sociales.
Sus obras representativas son Cinco horas con Mario (1966) y Parábola de un náufrago (1969).
Aunque Delibes no es partidario de innovar por innovar, sino en los relatos que refieran historias,
estas dos obras son ejemplos de novelas innovadoras y experimentales. La segunda constituye una
parábola, una alegoría del peligro de los regímenes totalitarios.
Cinco horas con Mario es una de las novelas de mayor calidad de la literatura española de la
dictadura. En ella, Carmen Sotillo mantiene un diálogo-monólogo con su marido (catedrático de
instituto), al cual vela tras su muerte y antes de su entierro. Este personaje (Carmen), desnuda su
alma ante el lector y mediante ella Delibes consigue hacer una magnífica radiografía de la sociedad
española de los años 60, y, concretamente, de la burguesía conservadora representada por Carmen o
de la burguesía intelectual representada por Mario . La técnica narrativa que predomina en la novela,
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basada en el monólogo interior, resulta muy eficaz para dibujar el retrato de los personajes y de la
sociedad burguesa de provincias.
Dentro de esta etapa, encontramos una serie de obras en donde se trata el tema de la guerra desde
distintas perspectivas. Estas obras son El príncipe destronado (1973), de lectura amena y amable pero
bajo esta apariencia se encuentran aspectos inquietantes sobre la contienda que lleva a la dictadura
franquista, revelando que las heridas de este enfrentamiento siguen abiertas. La guerra de nuestros
antepasados (1975) supone un alegato antibelicista en el que se encuentran temas recurrentes como
la muerte, la soledad, la humillación de los débiles, el amor a la naturaleza y el horror a la guerra.
Otras obras de esta etapa son: El disputado voto del señor Cayo (1978); Los santos inocentes (1981),
obra que plasma las durísimas condiciones de vida de unos campesinos extremeños, sometidos a la
voluntad de los señoritos, dueños de las tierras; Señora de rojo sobre fondo gris (homenaje que
Delibes rinde a la memoria de su esposa); El hereje (1998), en donde se trata el proceso inquisitorial y
el auto de fe del que fueron víctimas en tiempos de Felipe II varios miembros del círculo protestante
de Valladolid, cuyo líder era el doctor Agustín de Cazalla.
RAMÓN J. SENDER
Es uno de los novelistas más importantes del exilio, Hizo estudios incompletos, trabajó en diversos
empleos y se formó como novelista la margen de las escuelas. Antes del exilio había escrito algunos
títulos como Imán, Siete domingos rojos y Mr. Witt en el Cantón, Premio Nacional de Literatura.
Hasta entonces se inscribe preferentemente en un realismo directo.
Su copiosa producción del exilio (unos cuarenta libros) es mucho más variada: la veta realista alterna
con la fantasía, con lo puramente lúdico, etc. Escribe novelas de tema americano, como Epitalamio
de Prieto Trinidad, estremecedor relato de un levantamiento de presos en un penal del Caribe.
Cultiva también la novela histórica, entre las que sobresale La aventura equinoccial de Lope Aguirre,
sobre aquel singular conquistador. Evoca su propio pasado y las circunstancias históricas en las nueve
novelas que componen Crónica del alba, su obra más ambiciosa. La guerra civil es tratada con
técnicas simbólicas en El rey y la reina y Los cinco libros de Ariadna; en cambio, se ciñe a un depurado
realismo en la que, pese a su brevedad, es su obra maestra, Réquiem por un campesino español (en
un pueblecito aragonés, el cura, mientras se prepara para decir misa, evoca la vida de Paco el del
molino, víctima de los odios desatados por la guerra, en un admirable contrapunto entre el pasado y
el presente).
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4. LA NARRATIVA ESPAÑOLA DE LA DEMOCRACIA,
CARACTERÍSTICAS, AUTORES Y OBRAS. JUAN MARSÉ Y ANTONIO
MUÑOZ MOLINA
En los años 70 son muchos los jóvenes novelistas que se dan a conocer. Luis Goytisolo publica una
tetralogía titulada Antagonía. José María Guelbenzu sigue idéntica línea renovadora en El río de la
luna. Por su parte, Eduardo Mendoza publica La verdad sobre el caso Savolta (1975), una obra
maestra ambientada en la Barcelona violenta de comienzos de siglo y que resume, por sí sola, esa
tendencia general que va de la experimentación hacia la vuelta a formas narrativas tradicionales.
Otro autor relevante es Francisco Umbral, autor de obras situadas en la confluencia entre la ficción,
la autobiografía, la crónica periodística y el ensayo. Las ninfas, Trilogía de Madrid y Mortal y rosa, son
ejemplo de ello.
Tras la muerte de Franco en 1975, se inicia en España la transición a la democracia cuyo hito
fundamental será la aprobación de la Constitución de 1978. El final de la dictadura propicia la
progresiva normalización de la narrativa española, en un proceso análogo al de la lírica y el teatro.
En general, los autores rechazan el experimentalismo último y vuelven los ojos a la tradición,
recuperan muchos de sus procedimientos narrativos y escriben historias transparentes que conectan
con un mercado cada vez más amplio. Este nuevo lector tiene una actitud de divertimento y reclama
una historia bien escrita, exótica, con intriga y misterio.
En cuanto a los autores, podemos destacar que coexisten distintas generaciones de escritores
(novelistas del realismo social (Miguel Delibes, Camilo José Cela, Carmen Martín Gaite),
experimentalistas (Juan Marsé y Juan Benet) y las nuevas generaciones de escritores, que se dan a
conocer después del franquismo (Julio Llamazares, Antonio Muñoz Molina, Juan José Millás, Álvaro
Pombo, y que se incorporan numerosas mujeres escritoras al panorama literario, que aportan nuevos
enfoques a la literatura . Conviven escritoras de distintas generaciones, desde Ana María Matute y
Josefina Aldecoa hasta Rosa Montero, Almudena Grandes o Dulce Chacón.
Las características de la novela de los últimos años son:
a) Variedad temática y estilística.
b) Simplificación de estructuras narrativas.
c) Recuperación del argumento.
d) Uso de personas narrativas tradicionales.
e) Abandono de la intencionalidad ideológica y el compromiso social.
f) Fusión de géneros.
g) Resurgimiento de las novelas de género:
Novela histórica. Se recrean distintos episodios de la historia española, situados en
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diferentes épocas: la Edad Media, la conquista de América, la España del Siglo de Oro en todo el
ciclo de novelas de Las aventuras del capitán Alatriste de Arturo Pérez Reverte o el tránsito del
siglo XIX al XX en La ciudad de los prodigios (1986) de Eduardo Mendoza. En las últimas décadas
son numerosas las obras que novelan la Guerra Civil española y la inmediata posguerra desde
diferentes perspectivas: Luna de lobos de Julio Llamazares, La buena letra de Rafael Chirbes,
Soldados de Salamina de Javier Cercas,
Novelas de reflexión intimista. Alejadas de las preocupaciones colectivas, estas novelas se
adentran en la interioridad del ser humano se centran en la búsqueda personal y en la reflexión
sobre la propia existencia: Historia de una maestra (1990) de Josefina Aldecoa, La lluvia amarilla
(1988) de Julio Llamazares, Malena tiene nombre de tango (1994) de Almudena Grandes y La
soledad era esto (1995) de Juan José Millás. Mención aparte merecen las novelas que recrean los
recuerdos de infancia o adolescencia de los autores, a modo de memorias noveladas: El jinete
polaco (1991) de Antonio Muñoz Molina.
Novela culturalista y estilística. Estas novelas eruditas, reflexivas, con elementos intimistas,
se recrean en el barroquismo lingüístico, por lo que se dirigen a un lector minoritario. Destacan
Javier Marías, con obras como Corazón tan blanco (1992).
Novelas de realismo crítico y social. Plasman el conflicto entre los personajes y el mundo, en
espacios urbanos y rurales, y ofrecen una visión crítica y comprometida con la realidad histórica
de la época: Luis Landero (Juegos de la edad tardía, 2012), Belén Gopegui (La conquista del aire,
1998) y Rafael Chirbes (Crematorio, 2007).
Novela erótica En los años ochenta y noventa triunfa una novela de contenido erótico,
propiciada por el Premio La sonrisa vertical, Las edades de Lulú (1989) de Almudena Grandes.
Novela de aventuras Utilizan muchos de los ingredientes citados: intriga, suspense,
sentimentalidad, ambientación histórica, etc.: Arturo Pérez-Reverte (El maestro de esgrima,
1988).
Novela alegórica, mítica y fantástica. Incorpora lo irracional, lo soñado y lo simbólico. Obras
de Luis Mateo Diez (La fuente de la edad, 1986).
Novelas policiacas y de intriga. Destaca La verdad sobre el caso Savolta (1975)
JUAN MARSÉ
Juan Marsé (1933-2020) es, al principio, un novelista que podría encuadrarse dentro del realismo
social: Encerrados con un solo juguete (1960) y Esta cara de la luna (1962). Se incorpora después a la
corriente renovadora de la novela española con Últimas tardes con Teresa (1966), sátira de la
burguesía progresista y de los estudiantes comprometidos de esos años, en la que reaparece el
autor omnisciente con sarcásticas intervenciones, se utilizan monólogos interiores y se adopta para
la crítica social, no una actitud solemne, sino una perspectiva humorística, irónica y paródica.
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Parecidos rasgos tiene su siguiente novela, La oscura historia de la prima Montse (1970). En 1973
publica en México Si te dicen que caí, probablemente su obra maestra, relato ambientado en los
suburbios de la Barcelona de posguerra, donde transcurren las vidas difíciles de unos golfillos que
inventan historias que se mezclan con los sucesos reales. La realidad retratada es, con todo, sórdida y
brutal, y a ello contribuye el léxico violento y agresivo empleado en el texto; se trata no solo de una
durísima crítica de la dictadura franquista al sacar a la luz las dramáticas consecuencia de la Guerra
Civil, sino también de un emocionado recuerdo de las vivencias del autor en los ambientes
suburbiales barceloneses.
Otras novelas de Juan Marsé son Un día volveré, Ronda de Guinardó, El amante bilingüe, El embrujo
de Shangai o Rabos de lagartija.
Antonio Muñoz Molina nace en Úbeda (Jaén) el 10 de enero de 1956. Estudió historia del arte en la
Universidad de Granada y periodismo en la de Madrid; es doctor honoris causa por la Universidad de
Jaén (2007) y ha recibido este mismo reconocimiento académico en las universidades
estadounidenses de Brandeis (Massachusetts) y Villanova (Pensilvania).
La intriga y la hábil construcción del relato son dos de los componentes fundamentales de sus
novelas. Se muestra deudor de la novela policiaca y de la novela y el cine negro o de narradores
como Max Aub y el uruguayo Juan Carlos Onetti. Rasgos de la novelística de Muñoz Molina son su
preferencia por el relato en primera persona. El contraste y paralelismo de varias intrigas
simultáneas, la estética realista, la acción sostenida (lo que no es óbice para que a veces aparezca
cierta discursividad moralizante) y una prosa de andadura parsimoniosa.
Su primera novela, Beatus ille, apareció en 1986 pero fue con la aparición de Un invierno en Lisboa, al
año siguiente, cuando se consagró como escritor al recibir el Premio de la Crítica y el Premio Nacional
de Narrativa. Columnista en distintos diarios y revistas, algunos de sus artículos y ensayos están
recogidos en Las apariencias (1995), Pura alegría (1998) y La vida por delante (2002).
En 1995 ingresó, con apenas 39 años, en la Real Academia Española, donde ocupa el sillón "u". Ha
dirigido el Instituto Cervantes de Nueva York entre 2004 y 2006.
Sus obras han sido traducidas al inglés, el alemán, el francés, el italiano y el portugués, y ha recibido
numerosos premios nacionales e internacionales, además de los mencionados, como el Premio
Fémina Étranger por Plenilunio (1998), el Premio Planeta (1991) y el Premio Nacional de Literatura
(Narrativa, 1992) por El jinete polaco; el Prix Alberto Benveniste de la Universidad de la Sorbona por
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Sefarad (2003) y el Prix Mediterranée por La noche de los tiempos (2012). En 2013 recibe el Premio
Príncipe de Asturias de las Letras.
-Novela de la tierra que describe la naturaleza americana en toda su grandiosidad y los relatos se
basan en la acción de la naturaleza sobre los hombres que la habitan. Algunos autores son Rómulo
Gallegos o Ricardo Güiraldes.
-Novela indigenista (o novela social). El tema central son las injusticias que provoca el hombre
blanco en la sociedad india y las reivindicaciones de una identidad nacional y cultural propias.
-Novela política. En este grupo destacan las novelas referidas a la revolución mexicana.
5. 2.- LOS PIONEROS DE LA RENOVACIÓN: LOS INICIOS DEL REALISMO MÁGICO (1945-1960)
La novela realista parece exhausta y entre 1945 y 1960 se observan en la narrativa hispanoamericana
una nueva concepción del mundo como consecuencia de los cambios sociales, políticos y económicos
que se estaban produciendo en los diversos países de la zona. A estas novedades se añaden las
influencias de la narrativa europea y norteamericana del momento, tardíamente asimiladas. Varias
son las tendencias que conviven. Por un lado, destacan la narrativa metafísica de Jorge Luis Borges,
Por otro lado, se desarrolla una excelente narrativa de corte existencial, con autores como Juan
Carlos Onetti o Ernesto Sábato. Además, algunas de las tendencias de la narrativa de las décadas
precedentes continúan y evolucionan hasta producir obras magníficas: así, la novela de la Revolución
mexicana culmina en la figura de Juan Rulfo. La novela indigenista y los relatos que buscaban una
escondida identidad americana común encuentran su formulación en una corriente novelística que
funde de forma extraordinaria elementos tan dispares como lo fantástico, lo mítico, lo legendario o la
inmensidad de la Naturaleza americana con los conflictos sociales reales y los concretos avatares
históricos de la América Latina contemporánea: esta novela en la que se combinan realidad y
fantasía y que ha recibido las denominaciones de realismo mágico y lo real maravilloso, cuenta
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como principales representantes a Miguel Ángel Asturias o Alejo Carpentier, y ha sido decisiva para
la segunda renovación narrativa de la novela hispanoamericana de los años sesenta. No obstante,
narrativa metafísica, existencial y realismo mágico se entremezclan en las obras de todos estos
autores. Los cambios principales fueron los siguientes:
-Se abandona el interés prioritario por los espacios rurales y naturales y la denuncia explícita de
problemas sociales, y surgen temas nuevos en los que se integra lo urbano y los problemas del
hombre contemporáneo,
Se considera que el relato que marca el cambio de rumbo es El pozo de Juan Carlos Onetti. El cambio
quedó confirmado con Pedro Páramo de Juan Rulfo.
-ampliación temática: aumenta la preferencia por lo urbano y cuando aparece lo rural (como en
García Márquez) recibe un tratamiento original.
-el realismo mágico será una constante en estos nuevos novelistas: lo extraordinario no solo es
admisible, sino que se convierte en cotidiano y habitual.
-la estructura del relato sufre una profunda experimentación, al igual que las técnicas narrativas:
ruptura de la linealidad temporal, cambios en el punto de vista, combinación de las personas
narrativas, monólogo interior, estilo indirecto libre, etc.
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de la realidad, sino una voluntad de tratarla desde puntos de vista más reveladores.
EL CUENTO HISPANOAMERICANO
Junto con la novela, el cuento ha sido un género narrativo ampliamente cultivado en Hispanoamérica
desde los años cuarenta hasta la actualidad. Los narradores de los años cuarenta y cincuenta han
sido grandes cultivadores del cuento literario. Destaca la aportación extraordinaria de JORGE LUIS
BORGES ( Historia universal de la infamia, Ficciones, El Aleph y El libro de arena). Asimismo, son
importantes las narraciones de JUAN RULFO (El llano en llamas, en los que retrata la dureza de la
vida rural mexicana en su primitivismo y su pobreza física y moral), los relatos de Alejo Carpentier
(Guerra del tiempo, sobre la imposibilidad de definir y dividir el tiempo) y Juan Carlos Onetti (Tiempo
de abrazar, Tan triste como ella y otros cuentos).
Por lo que respecta a los años sesenta hasta la actualidad, los relatos cortos de los narradores del
boom hispanoamericano han pasado inadvertidos debido a la importancia de sus novelas, como es el
caso de García Márquez (Relato de un náufrago, Doce cuentos peregrinos) o Vargas Llosa (Los jefes,
Los cachorros). Sin embargo, uno de los principales renovadores del género es JULIO CORTÁZAR,
quien muestra en sus cuentos una realidad compleja (Bestiario, Las armas secretas, Historias de
Cronopios y de Famas, en los que revela el absurdo de lo cotidiano con gran sentido del humor).
Mario Benedetti refleja en Montevideanos, La muerta y otras sorpresas y Con y sin nostalgia la vida
diaria y las circunstancias políticas de su país desde una postura comprometida y cercana al lector
gracias a la utilización de un lenguaje sencillo y coloquial. Otros narradores importantes son Augusto
Monterroso (La oveja negra y demás fábulas, Movimiento perpetuo); Isabel Allende (Los cuentos de
Eva Luna); Antonio Skármeta (El entusiasmo, Tiro libre).
De 1955 a 1962 publica novelas cortas y cuentos en los que —salvo excepción— habla de las gentes
de un pueblo imaginario llamado Macondo (trasunto de su Aracataca natal). Entre otros títulos, hay
ya una breve obra maestra: El coronel no tiene quien le escriba.
Pero la vida de Macondo crece aún en la imaginación del autor, adquiere proporciones grandiosas y
acaba por tomar cuerpo en esa prodigiosa novela que es Cien años de soledad. Su publicación en
1967 es, sin hipérbole, uno de los mayores acontecimientos en la historia de la novela
contemporánea. La obra es mucho más que la historia de la familia Buendía a través de varias
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generaciones. La novela está construida como una sucesión de episodios apasionantes: sin tregua
vamos pasando de unos personajes a otros, de unas épocas a otras, asistiendo a las peripecias más
diversas y asombrosas. En el fondo, se trata de una gran saga americana: Macondo representa a
toda Hispanoamérica. En el relato se mezclan de forma singular la realidad y la fantasía: la realidad
puede resultar muy cruda, pero a la vez aparece traspasada por fuerzas sobrenaturales, por soplos
mágicos. Y la fusión es fascinante: el lector se ve conducido irresistiblemente de lo real a lo mítico. La
imaginación creadora es, por supuesto, el primer rasgo del arte de García Márquez, y va unida a un
excepcional don de contar. A ello añade, según le conviene, la fuerza vital, el humor, el aliento
trágico o el lirismo. Y, en fin, su estilo: una prosa riquísima, fluida, que subyuga con sus constantes
hallazgos expresivos y sus frecuentes chispazos poéticos.
En 1970, aparece el famoso reportaje periodístico Relato de un náufrago, que se lee como una
novela. Siguió la novela El otoño del patriarca (1975), sobre la figura del dictador hispanoamericano;
la obra decepcionó, acaso injustamente: era difícil igualar el nivel de Cien años...
La admiración renació sin reservas ante Crónica de una muerte anunciada (1981), novela breve
basada en un suceso real de amor y venganza que adquiere dimensiones de leyenda, gracias a un
desarrollo narrativo de una precisión y una intensidad insuperables.
Y el asombro creció aún con El amor en los tiempos del cólera (1986). Es una historia de una pasión
amorosa nacida en la mocedad y que sólo se consumará en la vejez, tras “cincuenta y tres años, siete
meses y once días de espera”. Es mucho más que una gran novela de amor por el profundo
conocimiento del corazón humano que revela, por la multitud de episodios que se entretejen en la
historia central y en los que brillan de nuevo la imaginación del autor y sus demás cualidades.
Posteriormente, ha publicado El general en su laberinto (1989), relato novelado sobre Simón Bolívar;
Doce cuentos peregrinos (1992), Del amor y otros demonios (1994) y Noticia de un secuestro (1996),
en que sigue dando fe de su talento narrativo; Vivir para contarla (2002), que recoge la realidad que
le tocó vivir; Memorias de mis putas tristes (2004) entre otras, a las que se suman libros de crónicas,
guiones cinematográficos y varios tomos de recopilación de sus artículos periodísticos.
MARIO VARGAS LLOSA (peruano, 1936): el inicio de su producción literaria coincidió con un
boom editorial de los años 60 debido al prestigio que había adquirido la narrativa hispanoamericana
en el panorama de las letras en lengua española. Utiliza el Perú contemporáneo como marco de
todas sus historias y en sus obras se aúnan realidades brutales y experimentación formal.
Su primera novela, de 1962, La ciudad y los perros, se desarrolla en el ambiente cerrado y opresivo
de un colegio militar de la ciudad de Lima; este lugar cerrado contrasta con el mundo de fuera, el de
la ciudad abierta y en ella parece compendiar el autor toda la corrupción y violencia del mundo
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actual. Su complejidad técnica (superposición de acciones, personajes y tiempos; monólogos
interiores etc.) no disminuye la intensa impresión de realidad.
La casa verde es aún más compleja; la acción gira ahora en torno a un prostíbulo, pero las líneas
argumentales se entrelazan audazmente, con juegos de perspectivismo, de laberinto temporal, etc. ,
a la par que la lengua se hace aún más densa y rica. Conversaciones en la catedral se desarrolla en
“La Catedral”, un bar modesto de Lima donde dos personas hablan de sus vidas fracasadas y así se va
evocando todo un mundo, el de la patria y la época del autor; el conjunto compone una inmensa y
violenta diatriba política. Es, acaso, su obra maestra. Posteriormente publicó Pantaleón y las
visitadoras y La tía Julia y el escribidor. De mayor aliento son La guerra del fin del mundo e Historia de
Mayta. Más tarde publicó Lituma en los Andes, Los cuadernos de don Rigoberto y La fiesta del Chivo.
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