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Desafíos Del Liderazgo Cristiano (John Stott)

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John Stott

Desafíos del Liderazgo Cristiano

Desánimo • Estancamiento Relaciones personales • Juventud

CertezaArgentina
Buenos Aires 2002

ISBN 950-683-059-2

© 2002 Ediciones Certeza Argentina, Buenos Aires. Queda hecho el depósito que establece la Ley
11.723. No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la
transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico,
mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor.
Su infracción está penada por las leyes 11723 y 25446.

Las citas bíblicas corresponden a la versión Reina-Valera 1995.

Edición: Adriana Powell


Diseño y diagramación: Pablo Ortelli
Corrección: Adriana Riccomagno

Certeza Argentina es un ministerio de la Asociación Bíblica Universitaria Argentina (ABUA) que tiene la
visión de comunicar el señorío de Cristo sobre la totalidad de la vida.

Contactos:

Stott, J. (2002). Desafíos del Liderazgo Cristiano. Buenos Aires: Certeza Argentina.
Página 1. Exportado de Software Bíblico Logos, 1:50 17 de abril de 2020.
Ministerio a universitarios y secundarios: (54 11) 4331-5421
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Editorial: certeza@certezaargentina.com.ar | www.certezaonline.com

Ventas:
Argentina. Tel./fax: (54 11) 4342-3835/8238
pedidos@distribuidoracerteza.com
Exterior. Tel./fax: (54 11) 4331-6651 | ventas@certezaargentina.com.ar

PRESENTACIÓN
John Stott es conocido en todo el mundo por su exposición rigurosa de la Biblia y su
discernimiento para aplicarla al contexto contemporáneo. Stott es autor de libros que son
básicos en una biblioteca cristiana: Creer es también pensar, Cristianismo básico, La Cruz de
Cristo, El Sermón del Monte: Contracultura cristiana, Sobre la Roca, Cómo comprender la Biblia,
El mensaje de Romanos, El mensaje de Efesios, Señales de una Iglesia viva, entre muchos otros.
En este libro el autor enfoca cuatro problemas que son frecuentes entre los líderes
cristianos, cualquiera sea su nivel de responsabilidad. Podríamos decir que todo discípulo de
Jesucristo enfrenta estos problemas cuando se esfuerza por responder al llamado de su Señor y
servirle en la misión.
El primer problema es el desánimo, o cómo perseverar bajo presión; el segundo es el
problema del estancamiento o la pérdida de frescura espiritual; en tercer lugar, el problema de
las relaciones o de cómo tratar a las personas con respeto; y por último, el problema de la
juventud o cómo ser un líder cuando uno es relativamente joven.
Estas reflexiones del reverendo John Stott fueron presentadas en 1985 durante el
Encuentro Continental de Capacitación, realizado en Quito por la Comunidad de Estudiantes
Evangélicos de América Latina. Sus conceptos y recomendaciones no han perdido vigencia ni
frescura; por eso consideramos oportuna la presentación de esta tercera edición. El lector
encontrará aquí un manantial que llega desde la Palabra de Dios para refrescar y renovar su
vida y su servicio.
Los editores

Contenido

Stott, J. (2002). Desafíos del Liderazgo Cristiano. Buenos Aires: Certeza Argentina.
Página 2. Exportado de Software Bíblico Logos, 1:50 17 de abril de 2020.
El desánimo
El estancamiento
Las relaciones personales
La juventud

1
El desánimo
Cómo perseverar bajo presión

Las presiones sobre los líderes son intensas y quizás inevitables. Ellos son quienes cargan con
las críticas que se hacen a la institución; tienen la responsabilidad de tomar decisiones difíciles;
no pueden disponer fácilmente de su tiempo para la familia.
Los líderes también sufren desilusiones: discípulos que prometen mucho no siempre viven
conforme a lo esperado, y algunos inclusive se alejan; grupos que parecen crecer empiezan a
declinar en número y en visión. Un problema característico es la soledad que se experimenta
cuando se está en la cima y no hay compañeros en quienes apoyarse. Además, están las
tentaciones personales que el diablo utiliza para atacar a todos los líderes.
Todos estos problemas pueden provocar desánimo. Y el desánimo puede llevar a la pérdida
de la visión y del entusiasmo. La pregunta es: ¿cómo perseverar bajo estas presiones?
Podemos encontrar una reflexión al respecto en 2 Corintios 4. Allí tenemos una frase que se
repite en los versículos 14 y 16 (en griego, ouk enkakoumen). La mayoría de las versiones
traducen: ‘No desmayamos.’ Otras versiones dicen: ‘Nos negamos a caer en el desánimo,’ o
bien: ‘Nada puede derrotarnos.’ Expresiones similares se repiten en 2 Corintios 5:6 y 8.
El contexto nos muestra que en el capítulo 3, Pablo presenta la gloria del servicio cristiano.
Pero en el capítulo 4 revela sus problemas. En síntesis, su argumento es: En razón de la gloria
del ministerio, y a pesar de los problemas, ouk enkakoumen, no desmayamos.
El texto nos sugiere dos preguntas: ¿Qué problemas tentaron a Pablo a desmayar? Y en
segundo lugar: ¿Qué soluciones o ‘antídotos’ encontró?

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Página 3. Exportado de Software Bíblico Logos, 1:50 17 de abril de 2020.
El velo y el cuerpo
En cuanto a la primera pregunta: ¿Qué problemas tentaron a Pablo a desmayar?, encontramos
que hace alusión a dos dificultades. El apóstol enfrenta un problema externo y otro interno,
subjetivo.
Al primero Pablo lo llama ‘el velo’, en griego kaluma. Este es el velo que cubre la mente de
los no creyentes y los ciega a la verdad del evangelio. El segundo problema es ‘el cuerpo’, soma.
Es nuestro propio cuerpo, este frágil vaso humano que contiene el tesoro del evangelio.
El primer problema es espiritual: es la ceguera de las personas a las cuales predicamos el
mensaje. El segundo es físico: es nuestra propia fragilidad y mortalidad. ¿Qué podemos esperar
de una congregación ciega y un pastor frágil? Creo que no hay otra cosa que cause más
desánimo a un líder que la combinación de estos problemas.
¿Dónde está ‘el velo’? En 2 Corintios 3:12 el apóstol nos muestra que el velo está en la
mente de las personas, no es obra nuestra. Podemos ser muy francos en nuestra prédica y
hablar con claridad, pero los oyentes no perciben la verdad. Las causas de la ceguera humana
son diabólicas; y según Pablo, afectan tanto a los judíos como a los gentiles. En 2 Corintios 3:14,
en la parte media del versículo, dice: ‘Porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto,
les queda el mismo velo sin descorrer.’ Y otra vez, en el versículo 15: ‘Y aun hasta el día de hoy,
cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos.’ Pablo repite el concepto
para hacer énfasis: los judíos tienen un velo sobre su mente y corazón. Después, Pablo declara
que también los gentiles tienen un velo ya que a ellos ‘el dios de este mundo les cegó el
entendimiento’ (2 Corintios 4:4).
¿No es este uno de nuestros mayores problemas en la comunicación del evangelio?
Explicamos las Escrituras de una manera clara, pero la gente no puede entenderlas. Las
deletreamos de una manera tan sencilla que pensamos que hasta un niño podría entenderlas,
pero no las entienden. Las explicamos, razonamos con las personas hasta que creemos que se
van a convencer, pero el velo permanece sobre sus mentes. Dudo que haya algo que desanime
más que esto, y puede llevar a un líder cristiano a una gran frustración.
El segundo problema es el cuerpo. Pablo escribe acerca del cuerpo en 2 Corintios 4:7–18. En
el versículo 7, dice: ‘Tenemos este tesoro en vasos de barro.’ Al igual que en una antigua vasija
de aceite, hay un contraste entre el tesoro y su recipiente. No hay duda alguna de que Pablo se
refería a nuestra fragilidad física. Por todo el cuerpo humano podrían escribirse las palabras
‘Frágil: manéjese con cuidado’. La referencia inmediata del contexto es a la persecución, en los
versículos 8 y 9, pero el apóstol también se refiere a esta debilidad en otros contextos. En 1
Corintios 2:3, dice: ‘Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor.’ La
debilidad de Pablo parece ser más psicológica que física: se refería al nerviosismo natural que le
producía ir a Corinto a predicar el evangelio.
El tercer ejemplo está en 2 Corintios 12:7–9, cuando hace referencia a su ‘aguijón en la
carne’. “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltara, me fue dado un aguijón en
mi carne … Y me ha dicho: ‘Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.”
Parece tratarse de una incapacidad física, quizás una enfermedad.
Probablemente podemos añadir a esta lista nuestras propias fragilidades: puede ser que
seamos tímidos, o tengamos tendencia a la depresión, o jaquecas frecuentes; todos estos son
ejemplos de la debilidad del cuerpo humano, de la debilidad del recipiente que contiene el

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tesoro del evangelio.
Estos son dos problemas básicos que no podemos manejar solos: no podemos levantar el
velo en la mente de los otros y no podemos evitar la fragilidad de nuestra mente y nuestro
cuerpo. Pero es a pesar de estos problemas, aparentemente insuperables, que Pablo dice: ouk
enkakoumen: ‘no desmayamos’. Entonces, ¿cómo podemos sobreponernos al desánimo que
producen estos problemas?

Antídoto contra el desánimo que produce la incredulidad


Nos preguntamos qué antídotos había encontrado Pablo ante estos dos problemas. En realidad,
debemos hablar de antídoto en singular porque, aunque los problemas son dos, solamente hay
una solución: el poder de Dios.
¿Qué hacemos cuando las personas se rehúsan a escuchar el evangelio? Generalmente nos
sentimos tentados a forzarlos a escuchar, a utilizar técnicas psicológicas y a manipular a las
personas para que crean. Pero no obstante lo fuerte que pueda ser esa tentación, Pablo la
rechaza rotundamente. En 2 Corintios 4:2 dice: ‘Antes bien renunciamos a lo oculto y
vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios. Por el contrario,
manifestando la verdad, nos recomendamos, delante de Dios, a toda conciencia humana.’ El
apóstol rechaza la manipulación. Por el contrario, su estrategia es presentar más claramente el
mensaje del evangelio.
Recordemos el primer problema: ‘El dios de este mundo les cegó el entendimiento, para
que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios’
(2 Corintios 4:4). En el versículo 6 leemos: ‘Porque Dios, que mandó que de las tinieblas
resplandeciera la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del
conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.’ Aquí Pablo está haciendo referencia a
Génesis 1:2–3. Compara el corazón no regenerado del ser humano al caos primitivo, cuando
todo estaba desordenado, vacío y oscuro, hasta que Dios dijo: ‘Sea la luz’ y la luz resplandeció
en la oscuridad. Esta es la figura que Pablo usa para referirse a la regeneración; esto fue lo que
le pasó a él, camino a Damasco. El Dios que en el Génesis dijo: ‘Sea la luz,’ resplandece también
en nuestro corazón. La regeneración es una nueva creación de Dios, y no se lleva a cabo hasta
que Él dice: ‘Sea la luz.’
Tenemos aquí dos poderes en conflicto. En el versículo 4, a Satanás se lo llama ‘el dios de
este mundo’; en el versículo 6, Pablo habla del Dios de la creación. El dios de este siglo ciega los
ojos, pone un velo en la mente de las personas. El Dios de la creación, por el contrario,
resplandece y trae luz al corazón. Hay un contraste completo y absoluto entre ambos: uno es
un dios que ciega, y el otro es un Dios que resplandece.
¿Cómo podemos actuar en este conflicto? ¿No sería una muestra de modestia y prudencia
alejarnos de la escena del conflicto? ¿No debemos dejar que estos dos poderes se enfrenten
por su cuenta? No es esa la conclusión de Pablo.
En el versículo 5, el apóstol dice: ‘No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo
como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.’ El diablo busca detener el
resplandor de la luz, pero Dios está haciendo que resplandezca esta luz.
¿Qué es esta luz? Es importante reconocer que es el evangelio. Al final del versículo 4, dice
expresamente: ‘La luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios,’ y al final
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del versículo 6, ‘…para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo’.
El evangelio es luz; es el medio por el cual Dios vence a la oscuridad y resplandece en los
corazones de las personas. Lejos de ser innecesaria, la evangelización es absolutamente
indispensable. Predicar el evangelio es el medio creado por Dios por el cual se puede derrocar
al príncipe de las tinieblas. Es el medio por el cual Dios resplandece en la mente de las
personas. No podemos penetrar la oscuridad con nuestro propio poder, pero sí puede ser
penetrada con el poder de Dios cuando predicamos el evangelio.

Antídoto contra la fragilidad del cuerpo


El segundo problema al que se refiere el apóstol Pablo es la fragilidad del cuerpo. ‘Pero
tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de
nosotros’ (2 Corintios 4:7, cursivas del autor). Es importante notar la expresión ‘para que’. Ya
antes Pablo había dicho a los mismos creyentes:
Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi
predicación fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con
demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
1 Corintios 2:3–5
La tercera mención del problema está en 2 Corintios 12:7: ‘Me fue dado un aguijón en mi
carne…’ Y en el versículo 9, agrega: ‘Me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose
sobre mí el poder de Cristo.’ (Y tenemos ahí nuevamente la expresión ‘para que’.) Pablo utiliza
tres veces esta frase ‘para que’, y no es por accidente. Este es el énfasis de ambas cartas a los
corintios: el poder de Dios se demuestra a través de la debilidad humana y la vida de Dios se
manifiesta a través de la muerte.
En 2 Corintios 4:10, Pablo expresa: ‘Dondequiera que vamos, llevamos siempre en el cuerpo
la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.’ Y en
el versículo 12: ‘De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.’
Es decir, estamos cargando en nuestros cuerpos la muerte de Jesús, para que la vida de
Jesús pueda manifestarse en nuestra carne mortal. Poder a través de la debilidad y vida a través
de la muerte; ese es el tema de estas dos cartas.
Entonces, ¿qué hacemos cuando nos sentimos débiles? Como Pablo, oramos para ser
liberados del ‘aguijón en la carne’, cualquiera sea. Dios puede liberarnos. Quizás se acaben esos
fuertes dolores de cabeza o desaparezca nuestra timidez… pero tal vez no. Yo creo que las
Escrituras y la experiencia nos enseñan esta lección, difícil de aceptar: con frecuencia Dios nos
mantiene en debilidad para que su poder pueda manifestarse a través de nosotros, a pesar de
nuestra fragilidad.
Quisiera compartir una experiencia personal. Durante una misión en la Universidad de
Sidney, Australia, perdí la voz a consecuencia de una infección en la garganta. ¿Qué puede
hacer un predicador sin voz? Era la última noche de la misión y los estudiantes habían llenado el
gran auditorio universitario. Antes de comenzar, un pequeño grupo se sentó junto a mí y les
pedí que leyeran el pasaje de 2 Corintios 12. Oramos para que se quitara el aguijón en mi carne.

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Recuerdo que pusieron sus manos sobre mí. Pero seguimos orando y declaramos que, si Dios se
complacía en mantenerme en mi debilidad, yo me regocijaría en mis enfermedades, para que el
poder de Cristo pudiera descansar sobre mí. Hice mía la expresión del apóstol: ‘…porque
cuando soy débil, entonces soy fuerte.’ Recuerdo que tuve que acercarme a una pulgada del
micrófono. Parecía una rana, ‘croando’ el evangelio. No pude hacer inflexiones en la voz ni
expresar mi personalidad. Fue simplemente un croar monótono. Todo el tiempo estuvimos
pidiéndole a Dios que su poder se demostrara a través de la debilidad.
Honestamente, no fue la noche en la que hubo mayor respuesta. Pero lo que me anima es
lo siguiente: he regresado a Australia muchas veces desde entonces, y en todas las ocasiones
alguien se ha acercado y me ha dicho: ‘¿Recuerda la noche en que predicó en el auditorio y
perdió la voz?’. ‘¡Cómo podría olvidarlo!’, es mi lógica respuesta. Y entonces me dice: ‘Yo conocí
a Cristo esa noche y le entregué mi vida.’ Ha sido una gran demostración de que el poder de
Dios se muestra a través de la debilidad humana.
El velo que tienen las personas sobre su mente es muy denso. Nuestro cuerpo es muy frágil.
Pero el poder de Dios puede penetrar el velo y sostener nuestro cuerpo. Por eso no
desmayamos, a pesar de las dificultades.
Concluyo con otra ilustración australiana, sobre la perseverancia. Samuel Moke, colono
inglés en Sidney (donde algunos muelles llevan su nombre), se propuso a fines del siglo IX
resolver un problema. Estaban exportando carne de Australia a Europa, pero la carne se
descomponía antes de llegar. Moke decidió inventar un sistema efectivo de refrigeración. Se
asignó tres años para realizarlo, ¡pero le tomó veintiséis! Vivió lo suficiente para ver salir de
Australia el primer envío de carne refrigerada, pero murió antes de que esta arribara a
Inglaterra. Alrededor de las paredes de su escritorio está pintado su lema, en la casa que ahora
ocupa el arzobispo de Sidney. El lema está escrito veinte veces en esas paredes:
PERSEVERAR ES TENER ÉXITO
Que Dios nos dé la gracia para perseverar, confiando en su poder en medio de nuestra
debilidad.

2
El estancamiento
Cómo mantener la frescura espiritual

El estancamiento es hoy uno de los problemas más comunes del liderazgo cristiano, aun más
grave que el desánimo. Cuando perdemos la frescura espiritual, nuestra visión empieza a
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desvanecerse y hasta puede disminuir nuestra fe. La gloria del evangelio puede empañarse al
grado de que ya no nos emocione, de que ya no haya brillo en nuestros ojos ni entusiasmo en
nuestra acción. En vez de riachuelos de agua fresca empezamos a parecer agua estancada.
¿Cómo podemos, en medio de todas estas presiones que nos acosan, no sólo vencer el
desánimo sino también mantener frescura espiritual? Personalmente, estoy convencido de que
la raíz del estancamiento es, con frecuencia, la falta de autodisciplina.
Quiero señalar tres áreas de disciplina: la primera es la disciplina del descanso y la
relajación; la segunda es la disciplina en la administración del tiempo, y la tercera es la
disciplina en la vida devocional.

La disciplina del descanso


Los seres humanos somos criaturas psicosomáticas. De hecho, somos criaturas
pneumato-psico-somáticas porque somos cuerpo, mente y espíritu. No es fácil entender la
interrelación entre estas tres áreas. Lo que sí sabemos es que la condición de una afecta a las
otras. La condición del cuerpo afecta de manera particular nuestra vida espiritual. Cuando me
consultan por un problema espiritual, a veces advierto que la solución para esa persona es
revisar su ritmo de trabajo y descanso y, en lo posible, tomarse unas vacaciones. Cuando
estamos cansados o enfermos no nos sentimos con ganas de predicar acerca de Jesucristo. En
cambio cuando nos sentimos bien físicamente, las cosas son más fáciles; por eso es necesaria la
disciplina del descanso.

Descanso y tiempo para uno mismo


En primer lugar, es necesario tomarse un poco de tiempo para uno. Algunos cristianos son
trabajadores compulsivos: piensan que si no trabajan mañana, tarde y noche, no son buenos
siervos de Dios. Ponen a Jesús como modelo, diciendo que Jesús siempre estuvo disponible a
todas horas. No es así; Jesús no estaba disponible a todas horas.
El texto que quisiera darles a los trabajadores compulsivos es Marcos 6:45: ‘En seguida hizo
a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto
que él despedía a la multitud.’ Despidió a la gente para poder descansar y orar. Por lo tanto, no
debemos sentirnos culpables de tomar el tiempo necesario para descansar.
Por mi parte, estoy muy agradecido por la siesta. No podría levantarme temprano si no
tomara una siesta por la tarde. Recuerdo muy bien mi primera visita a América Latina. Había
estado viajando por el continente, y me encontraba en Argentina; en la última presentación
pública en Buenos Aires, alguien me preguntó si había aprendido algo en América Latina.
Rápidamente contesté que había aprendido tres valiosas lecciones: la primera, el gran beneficio
de la siesta; la segunda lección era que estaba arrepentido del vicio inglés de la puntualidad. En
tercer lugar, me gustaba el gesto cálido de besar al saludar. Agregué que, al regresar a Londres,
tendría que olvidarme de dos de ellas… pero he mantenido la costumbre de la siesta. Aunque
nuestras necesidades varían de acuerdo a nuestros temperamentos, todos necesitamos tiempo
adecuado para dormir y para simplemente relajarnos y descansar. También debiéramos
tomarnos un día de descanso en la semana. Me temo que yo mismo a veces no lo hago, pero

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creo que debemos obedecer con más fidelidad el cuarto mandamiento. Si no lo hacemos,
estamos pretendiendo tener mayor sabiduría que Dios; él nos hizo de tal manera que
necesitamos el ritmo de un día de descanso cada siete.
Durante la revolución francesa, trataron de cambiar esto, y lo intentaron nuevamente en
1917, después de la revolución rusa; pero el experimento de hacer semanas de nueve o diez
días fracasó. Dios sabía lo que estaba haciendo cuando nos dio un día de descanso cada siete, y
no debemos pretender que tenemos mayor sabiduría que él.

Recreación, indispensable para toda edad


En segundo lugar, quiero referirme a las actividades recreativas o pasatiempos. Mientras somos
jóvenes, nuestro pasatiempo probablemente sea algún deporte; eso es excelente, ya que nos
da la oportunidad de hacer actividad física con nuestros amigos. Aun si ya somos mayores para
practicar deportes intensos, todos deberíamos tener alguna actividad recreativa. Una
alternativa podría ser interesarnos por algún aspecto de la naturaleza. Los cristianos
evangélicos tenemos una buena doctrina de la redención, pero una pobre doctrina de la
creación.
Me gustaría animarlo a observar pájaros, por ejemplo; los que lo hacen, difícilmente tienen
colapsos nerviosos, ya que el observar pájaros nos lleva a hacer ejercicio y a respirar aire puro.
No tengo palabras para describir la magia de una mañana temprano, después de la salida del
sol, cuando he ido a algún campo o algún sembradío para disfrutar de la vista, los sonidos y los
olores de la naturaleza. Es una experiencia incomparable. Además mantiene ocupada la mente
y la distrae de las presiones del trabajo. También permite meditar acerca de la belleza y la
complejidad de la creación de Dios. Si es posible, nuestro pasatiempo debiera hacerse al aire
libre.

La familia y los amigos


En tercer lugar, pero no menos importante, tenemos la familia y los amigos. En nuestro círculo
familiar, sabemos que nos aman y nos aceptan y podemos relajarnos. Es de esperar que los que
están casados dediquen suficiente tiempo a sus familias.
Siempre he admirado a mi sucesor como Rector de la iglesia All Souls, en Londres. Michael
Baughn es un padre de familia maravilloso. Él y su esposa son muy felices, tienen tres hijos que
ya son adultos, y son un ejemplo de vida familiar cristiana. Michael se propuso estar siempre
con su familia durante la cena. Esto lo decidió cuando sus hijos eran pequeños y seguramente
cenaban temprano. No importa qué estuviera haciendo, él dejaba todo para ir a cenar con su
familia.
Todos necesitamos también amigos fuera del ámbito familiar, especialmente si somos
solteros; es bueno orar para que Dios nos dé alguien a quien podamos considerar ‘un amigo del
alma’, como solemos decir: alguien con quien podamos compartir profundamente nuestras
experiencias espirituales.
Me pregunto si valoramos lo suficiente el regalo de Dios de la amistad. ¿Cómo completarían
el siguiente versículo, escrito por Pablo?: ‘Cuando vinimos a Macedonia, ciertamente ningún

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reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados: de fuera, conflictos, y de
dentro, temores. Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con…’ ¿Con qué? ¿Cómo
termina el versículo? ¿Cómo consoló Dios a Pablo cuando estaba cerca del colapso?
Los cristianos ‘superespirituales’ probablemente dirían: ‘Dios nos consoló con la afirmación
de su amor,’ o ‘Dios nos consoló con la presencia de Jesús.’ Pero no es así como continúa Pablo.
‘Nos consoló con la venida de Tito,’ termina el pasaje (2 Corintios 7:5–6). Es decir, la llegada
de un amigo cercano y las noticias que él trae. Dios utiliza esta necesidad humana de la amistad
para darnos su consuelo y cuidado.
Tenemos otro ejemplo de Pablo, al final de su segunda carta a Timoteo: según parece el
apóstol está en la prisión de Mamertime, en Roma, donde no había ventanas sino solamente
unos pequeños círculos en el techo, por los cuales entraba luz y se ventilaba la celda. Pablo no
iba a salir de esa prisión, sino a través de la ejecución. Fue entonces que escribió: ‘He peleado la
buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe’ (2 Timoteo 4:7). Aquí está Pablo en la
plenitud de su madurez, al final de su vida, y se siente solo. Era un gran cristiano, un hombre
maduro, pero sentía soledad. Escribe acerca de la presencia de Dios en 2 Timoteo 4:17: ‘Pero el
Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas’, y escribe también acerca de la esperanza de la
segunda venida de Jesús. Pero ninguna de estas dos realidades le quitan el sentimiento de
soledad que lo lleva a decir, en el versículo 9: ‘Procura venir pronto a verme,’ y en el 21:
‘Procura venir antes del invierno.’ Pablo también le pide que traiga su capa, porque tiene frío, y
que traiga los rollos y los pergaminos. Pablo era un auténtico cristiano, pero era también muy
humano y no tenía miedo de admitir su necesidad de tener amigos.
En síntesis, tenemos necesidad de tomar tiempo de descanso; tenemos necesidad de
practicar deportes o pasatiempos, y finalmente, tenemos necesidad de familia y amigos. Estas
son necesidades humanas, y nunca debemos avergonzarnos de admitir que las tenemos.

La disciplina en la administración del tiempo


En segundo lugar, quisiera considerar la disciplina en la administración del tiempo. Es muy
conocida la expresión de Efesios 5:16: ‘Aprovechando bien el tiempo, porque los días son
malos.’ El tiempo es un bien muy valioso. Todos tenemos la misma cantidad: sesenta minutos
en cada hora, y veinticuatro horas en cada día. Sin embargo, algunos lo aprovechan bien y otros
no.
Por lo general, los pastores y otros líderes en la tarea de la iglesia no tenemos una rutina
diaria formal, igual cada día, de manera que tenemos que construir nuestro propio horario
diario. Personalmente, encuentro que es útil hacer una lista de las cosas que tengo que hacer;
después determino las prioridades y trato de asignar a cada asunto el tiempo que creo que me
va a tomar realizarlo.
Por las mañanas, me es de gran ayuda orar pensando y poniendo en la lista todo lo que voy
a hacer delante de Dios. Manteniendo este hábito, uno rara vez se olvida un compromiso.
Cuando alguien olvida que tiene una cita, le pregunto: ‘¿Por qué cosas estuviste orando esta
mañana?’ Creo que es de mucha ayuda orar poniendo la agenda del día delante de Dios. De
esta manera, podemos afrontar con Dios todo lo que nos espera: tal vez una responsabilidad
muy grande que preferiríamos no asumir o quizás una persona con la cual nos vamos a ver.
Siempre encuentro que los problemas se aminoran si los afronto en oración antes de empezar
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el día.
El doctor Martyn Lloyd-Jones me dijo una vez que la presión sanguínea influye en el horario
de más actividad de cada persona; algunas despiertan frescas y lúcidas y se van cansando
progresivamente a lo largo del día. Otras despiertan cansadas; a lo largo del día se van
reanimando, y se encuentran en su mejor momento a las dos de la madrugada. Yo encuentro
intolerables a estas personas, porque mi presión sanguínea funciona de la otra manera. Me
acuesto muy cansado, pero despierto fresco. Encuentro maravilloso tener unas dos o tres horas
antes del desayuno, sin las interrupciones del teléfono, cartero, visitas o familia; pero
reconozco que todos somos diferentes y que no tenemos que imitarnos unos a otros.
Espero que también apartemos tiempo para leer. Necesitamos plantearnos una meta
realista; hay demasiados pastores y líderes que nunca leen; a la inversa, algunos seminarios
esperan que pasemos todas las mañanas estudiando. Creo que todos podemos darnos un
tiempo cada día para leer. Además, deberíamos apartar una mañana, una tarde o una noche
por semana, esto es, un período más largo como de cuatro horas. Es decir, una hora diaria y
una sesión de cuatro horas una vez a la semana, suman aproximadamente diez horas
semanales, en las que seguramente podemos leer un libro. Un libro por semana son cincuenta
o más al año; realmente creo que esta es una meta razonable que uno se puede imponer.
Un segundo aspecto de la disciplina del tiempo, es algo que podría llamar ‘días tranquilos’.
Yo tenía solamente 29 años de edad cuando me designaron rector de la iglesia All Souls. Era una
tarea superior a mis habilidades y a mi experiencia; las responsabilidades rápidamente me
taparon y derribaron. Surgían eventos para los cuales había olvidado prepararme; después
empecé a tener ‘pesadillas de pastor’: soñaba que estaba a mitad de camino hacia el púlpito, ¡y
repentinamente recordaba que me había olvidado de preparar el sermón! Supongo que en
aquellos días no estuve lejos de sufrir un colapso nervioso. Pero un día fui a una conferencia
para pastores y uno de ellos hizo una sugerencia muy sencilla, que es lo único que recuerdo de
esa conferencia. Honestamente, creo que me salvó la vida. Dijo que todo pastor debería
tomarse un día tranquilo al mes, alejarse de su familia y su congregación, buscar introducirse en
la mente de Dios, y esforzarse por ver hacia el futuro en los próximos meses, para saber hacia
dónde ir.
Esa fue palabra de Dios para mí. Inmediatamente marqué en mi agenda cuál sería ese día al
mes; puse una pequeña ‘T’ de tranquilidad, y le pedí a un amigo que vive a pocos kilómetros de
Londres que me permitiera pasar mi día en su casa; nadie más sabía dónde estaba, excepto mi
secretaria, para el caso de que hubiera alguna emergencia.
Aparté para mi día tranquilo aquellas cosas que requerían tiempo, serenidad y oración:
cartas difíciles de contestar, problemas sobre los cuales tenía que meditar, un artículo que tenía
que escribir, la planificación de los próximos meses. Lo único que puedo decir es que la carga se
me aligeró inmediatamente y casi nunca volví a tener ‘pesadillas de pastor’. Estos días de
tranquilidad de cada mes se volvieron tan importantes que durante unos diez o quince años
decidí que fueran semanales. Recomiendo que por lo menos tengan uno al mes, especialmente
para mirar hacia el futuro.

La disciplina devocional
Otra área en la que es importante ser disciplinado para evitar el estancamiento es la práctica
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devocional: la lectura diaria de la Biblia y la oración.
Los pastores y líderes cristianos necesitan conocer la totalidad de las Escrituras. La mayor
parte de las interpretaciones erróneas se deben a un conocimiento parcial de las Escrituras. El
más seguro de los principios hermenéuticos es buscar una comprensión global de la Biblia;
después aprendemos a interpretar cada texto a la luz de su contexto, y la parte a la luz del todo.
Martyn Lloyd-Jones me presentó hace veinticinco años un original método de lectura
bíblica. Es un calendario muy simple, que se llama ‘Pan Diario: Calendario de Lectura Bíblica’.
Fue escrito por un pastor escocés en 1848, para persuadir a su congregación a leer toda la Biblia
en un año; quería que leyeran dos veces el Nuevo Testamento y una vez el Antiguo, para que
pudieran absorber la totalidad de la Biblia. Esta es una disciplina bastante ardua, pero creo que
es de gran valor: no se empieza el primer día de enero con Génesis 1 a 4, y el 2 de enero se
sigue con Génesis 5 a 9 sino que, el primer día del año, empezamos con los cuatro grandes
comienzos de las Escrituras: Génesis 1, Esdras 1, Mateo 1 y Hechos 1. Cada uno trata de un
nacimiento: Génesis 1 es el nacimiento del universo, Esdras 1 es el renacimiento de la nación
después del exilio de Babilonia, Mateo 1 es el nacimiento de Jesús, y Hechos 1 es el nacimiento
de la Iglesia. Empezamos con los cuatro grandes comienzos y los seguimos a lo largo de un año.
Nada me ha ayudado más para encontrar los temas de las Escrituras y ver cómo los pasajes
se van interrelacionando unos con otros. Mi práctica es la de leer tres capítulos por la mañana y
uno por la noche. La lectura de tres capítulos toma aproximadamente quince minutos, así que
podemos añadir un poco de estudio a esta lectura general.
¿Cómo podemos mantener fresca nuestra lectura bíblica y evitar que se estanque y se
vuelva rutinaria? Mi respuesta es que necesitamos llegar a ella con expectativas; no debemos
empezar la lectura sin antes tener unos minutos de meditación. Necesitamos recordarnos a
nosotros mismos que Dios nos habla a través de lo que dijo antes. Él está más ansioso y
deseoso de hablarnos que nosotros de escucharlo. El propósito de la lectura bíblica es escuchar
la voz viviente de Dios, y necesitamos llegar a ella con una expectativa viva.

La batalla por la oración


Quiero decir también algo sobre la oración. Creo que todos la encontramos un poco difícil,
sobre todo porque nos cuesta trabajo concentrarnos. ¿Alguna vez han pensado en esta
paradoja? Cuando nos acercamos en oración a Dios sabemos que estamos en comunión con él.
Nada nos satisface más; el tiempo se detiene y no tenemos prisa por terminar. En la oración,
nuestra comunión con el Padre celestial es una realidad. A lo mejor no sucede esto con
frecuencia, pero creo que todos lo hemos experimentado en algún momento y lo hemos
encontrado profundamente satisfactorio. Siendo así, deberíamos estar motivados a orar. Sin
embargo, se da la paradoja de que, cuando se acerca nuestro tiempo de oración, nos
sobreviene una extraña aversión; cientos de inocentes alternativas se presentan en nuestra
mente: escribir una carta, visitar un amigo, leer una revista, etc. ¿Cuál es la razón de esta ilógica
reacción? El diablo sabe que la oración es el secreto más grande de la vida cristiana, y está
dispuesto a hacer todo lo posible por detenernos. Esta es la única explicación que puedo
encontrar sobre la resistencia a la oración.
Por lo tanto, quisiera compartir con ustedes algo que he encontrado muy útil. Necesitamos
ganar la batalla de lo que yo llamo ‘el umbral’. A veces me imagino una pared muy alta, y a Dios
Stott, J. (2002). Desafíos del Liderazgo Cristiano. Buenos Aires: Certeza Argentina.
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del otro lado de la pared; allí, en un jardín florido, él nos está esperando. Parece una idea un
poco infantil, pero a mí me ayuda. En mi cuadro mental, la única manera de atravesar la pared
para llegar al jardín es una pequeñísima puerta, y delante de ella está el diablo con la espada en
la mano, listo para pelear a cada paso para evitar que pasemos a la presencia de Dios. Es en
este momento cuando necesitamos vencer al diablo en el nombre de Cristo. Esta es la batalla
del umbral. Pienso que hay muchos de nosotros que nos damos por vencidos en la oración
antes de haber ganado la batalla del umbral. La mejor manera de ganar esta batalla, según mi
experiencia, es usando las promesas de la Escritura.
Cuando perdí la voz durante aquella misión en Sidney, me faltaba todavía otra etapa de
misión en Melbourne. Estaba exhausto ya al terminar la primera serie y nada me resultaba
menos atractivo que emprender la segunda.
Realmente me sentía cansado; lo único que deseaba era tomar el próximo vuelo y volver a
casa. Seguramente este agotamiento tenía en parte causas físicas, pero también había una
batalla espiritual; me faltaba entusiasmo por el evangelio y me sentía como si el Señor me
hubiera abandonado.
Estaba hospedado en el hogar de una familia cristiana; era el día antes de que comenzara la
misión y sabía que no podría iniciarla si no había restaurado mi comunión con el Señor. Me
encerré en mi cuarto a solas con Él y estuve leyendo algunos pasajes de la Escritura. Dios
escogió utilizar Salmo 145:18: ‘Cercano está Jehová a todos los que lo invocan, a todos los que
lo invocan de veras.’
Puedo decirles que después de un tiempo se me aligeró la carga y el Señor se presentó ante
mí nuevamente; fui a la misión refrescado y confiado, y todos fuimos bendecidos por Él.
Estoy convencido de que, a través de la autodisciplina en estas tres áreas: descanso y
relajación, administración del tiempo y vida devocional, el Señor bendice nuestra vida y
renueva nuestras fuerzas para el servicio en la misión.

3
Las relaciones personales
Cómo tratar a todos con respeto

El tercer problema del liderazgo cristiano que quisiera tratar es el problema de las relaciones,
en particular, cómo tratar a las personas con respeto. Nunca se enfatizará suficiente la
importancia de las relaciones personales. La vida sobre la tierra consiste de relaciones entre
personas. Generalmente vivimos en una red muy compleja de ellas. ‘Porque ninguno de
nosotros vive para sí,’ dice el apóstol Pablo. ‘Ningún hombre es una isla,’ decimos también.

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Tenemos familia, amigos, colegas; están las personas a quienes servimos, las personas que nos
sirven, y todos ellos tienen derecho a nosotros. Por lo tanto, es verdaderamente importante
que aprendamos a cultivar buenas relaciones. No sea que nos ocurra como a ese misionero al
que le preguntaron cómo se sentía, y respondió que muy bien, excepto que no podía soportar a
sus colegas misioneros, y no podía llevarse bien con las personas del país al que había ido a
servir… ¡pero por lo demás le estaba yendo muy bien!

Respeto por el valor de la persona: la creación y la redención


Esta primera sección se refiere a los fundamentos que tenemos los cristianos para mantener
vínculos sanos. La base de una buena relación es el respeto, y el respeto se basa en el valor. Sin
embargo, es importante que tengamos una perspectiva cristiana del valor; el valor de las
personas no se mide por su profesión o por su agradable personalidad, su posición social, el
tamaño de su casa o de su coche. El valor humano es intrínseco. Esta es una diferencia básica
entre la mentalidad cristiana y la mentalidad del mundo, y afecta muy profundamente las
relaciones entre las personas.
Los cristianos tenemos mejores fundamentos que otras corrientes para servir a los seres
humanos, porque no lo hacemos por lo que creemos que van a ser en el futuro, sino por lo que
ya son: no nos inspira la evolución sino la creación. Si la creación es la primera base del valor
humano, la segunda es la redención en Jesucristo.
Un versículo que ha sido de gran ayuda para mí es Hechos 20:28, que está en el discurso de
despedida que Pablo dio en Mileto a los ancianos de la iglesia en Éfeso:
Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto
por obispos para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
¿Ha notado la referencia que se hace a la Trinidad en este versículo? Ella es la base del
cuidado pastoral de la iglesia de Dios. Aunque el texto dice ‘del Señor’, algunos manuscritos
dicen ‘de Dios’. Creo que la forma correcta es la segunda. La Iglesia de Dios fue ganada por la
sangre de Cristo y el Espíritu Santo fue designado guardián de esta Iglesia.
Esto es de gran ayuda para mí como pastor: tanto el Padre como el Hijo y el Espíritu Santo
están comprometidos en el bienestar de las personas. Por eso es para mí un privilegio estar
involucrado en su servicio. Creo que necesitamos recordarnos continuamente quiénes son
estas personas a las que estamos llamados a servir.
Honestamente, no todas las personas a las que tengo que atender en la iglesia me resultan
agradables… A veces tengo ganas de decirles a algunos que se vayan, o salir corriendo yo
mismo. Pero esa expresión de Pablo me ayuda a superar esta situación. Mientras les estoy
hablando en voz alta, también estoy hablándoles silenciosamente en mi corazón, diciéndoles:
‘A lo mejor no valen mucho de acuerdo a algunos criterios terrenales, pero ustedes son
preciosos para Dios. Él los hizo a su imagen; Cristo los ama y murió por ustedes, y es un
privilegio para mí servirles porque conozco su valor.’ Puede parecer gracioso, pero pensar así
mientras hablamos me ayuda a cambiar mi actitud hacia ellos; puedo amarlos y cuidarlos. La
base de una buena relación es reconocer que el valor humano es intrínseco porque se debe a la
creación y a la redención.

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‘En nombre del Señor… como trabajando para el Señor…’
Quisiera compartir con ustedes un principio que me parece revolucionario. En Colosenses 3:17,
Pablo expresa: ‘Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del
Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.’ Y en el versículo 23: y ‘todo lo que
hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.’
Notarán que en ambos versículos se repite la frase: ‘Y todo lo que hagáis…’ Aquí hay algunas
pautas de aplicación universal que se complementan maravillosamente. El versículo 17 habla de
hacer cosas en el nombre del Señor Jesús; hacer algo en su nombre es hacerlo como su
representante o apoderado. A la vez, el versículo 23 habla de hacer cosas para el Señor, bajo
sus órdenes, es decir, como siervos.
De acuerdo al primer versículo, debo tratar a mi vecino como si yo fuera Jesucristo. Pero de
acuerdo al segundo versículo, debo tratar a mi vecino como si él fuera Jesucristo. Cuando me
comporto con una persona ‘en el nombre del Señor’, debo darle el respeto y la atención que
Jesucristo le hubiera dado. A su vez, de acuerdo con el segundo versículo, debo darle el respeto
y la cortesía que le daría a Jesucristo mismo. En toda relación, Jesucristo juega ambos papeles:
debo tratar a mi prójimo como si yo fuera Cristo, y debo tratarlo como si él fuera Cristo mismo.
Ambas pautas son revolucionarias y las dos juntas son doblemente revolucionarias.

¿Qué haría Jesús?


Según el primero de estos versículos, nos acercamos a los demás en el nombre de Cristo:
representamos a Jesús. Somos sus embajadores sobre la Tierra. Aprendemos a considerar a las
personas como él las consideró y aprendemos a tratar a las personas como él las trató:
honramos a las mujeres como él las honró, amamos a los niños como él lo hizo, mostramos
compasión a aquellos que lo necesitan, como él lo mostró, y nos humillamos para lavar los pies
de otros como lo hizo él. La pregunta en cada situación es: ¿Qué haría Jesús?
Charles Sheldon relata en su libro In his steps (En sus pasos) un suceso ocurrido durante la
gran depresión hacia 1930. Era sábado y el pastor estaba sentado en su estudio, preparando el
sermón. Su texto era 1 Pedro 2:21: ‘Porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos
ejemplo para que sigáis sus pisadas.’ De pronto sonó el timbre; el pastor soltó una grosería en
voz baja, se asomó por la ventana y vio un hombre obviamente desempleado. El pastor le dijo
que estaba ocupado preparando su sermón, pero en seguida volvió a sonar el timbre. Cuando el
pastor bajó para hablar con el vagabundo, este le contó una larga historia de sufrimiento y de
desempleo. De alguna forma, el pastor lo sacó de su casa lo más rápido posible, para seguir
preparando su sermón. Llegó el domingo y dio un mensaje brillante y elocuente. Pero al
terminar, oyó un gran disturbio en la parte trasera de la iglesia; alguien estaba acercándose por
el pasillo central y con espanto vio que era el mismo mendigo. Cuando llegó adelante, se dio
vuelta y, dirigiéndose a la congregación, les dijo: ‘He estado escuchando el sermón de su pastor
acerca de cómo seguir los pasos de Jesús…’ Pasó a explicar lo que había ocurrido el día anterior
cuando había ido a pedirle ayuda, y terminó diciendo: ‘Cuando me cerró la puerta, no pude
dejar de preguntarme si Jesús hubiera hecho esto.’ Y luego se desmayó de hambre.
Creo que es fácil entender cómo esta experiencia revolucionó a aquella iglesia. Al domingo
siguiente el pastor desafió a la congregación para que se comprometieran a no hacer nada sin
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antes preguntarse qué haría Jesús en esa circunstancia. El resto del libro relata lo que le pasó a
cada una de las diferentes personas. Y aunque parte del libro es un tanto sentimental, hace un
fuerte énfasis en que, no importa qué hagamos, debemos hacerlo en el nombre del Señor
Jesús, como sus representantes.

A mí lo hicisteis
En Colosenses 3:23 encontramos la pauta complementaria, que es hacer todo para el Señor.
Esta recomendación se encuentra en medio de las instrucciones para los esclavos. Estos debían
ser obedientes y trabajadores, concienzudos y honestos: ¿Por qué? Porque más allá de sus
dueños terrenales debían fijar su mirada en el amo celestial y hacer las cosas para él, y no para
los hombres. Al servir al Padre celestial, servirían mejor a sus amos terrenales.
Es decir que, en este segundo principio, se cambian los papeles: el respeto y el honor que
debemos darles a las personas no es solo el que Cristo les daría, sino el que Cristo recibiría. ¿No
es esto a lo que se refería Jesús cuando habló del ministerio de amor con los que tienen
hambre y sed, los enfermos y los pobres, los extranjeros y los prisioneros? ‘En cuanto lo
hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis’ (Mateo 25:40).
Este es el principio que podemos aplicar a todo lo que hacemos: es fácil y agradable limpiar
un cuarto si estamos esperando una visita de Jesucristo. Podemos preparar una comida si
estamos, como Marta, esperando que Jesús venga a comer con nosotros. Es posible servir a un
estudiante como si fuera Cristo. Es posible escribir una carta como si Cristo fuera a leerla. Es
posible visitar una casa como si fuera Jesús el que viviera ahí.
A fines del siglo XIX había un líder metodista en Gran Bretaña, Samuel Chadwick; él cuenta
acerca de algo que aprendió cuando tenía diez años. Era el aniversario de la Escuela Dominical,
y el pastor invitado dijo algo que le llamó la atención: dijo que si fuera un lustrabotas sería el
mejor de su pueblo, porque lustraría los zapatos como si fuera a utilizarlos Jesucristo. Eso tocó
el corazón del niñito, porque su trabajo en la casa era limpiar los zapatos de su padre, y él
sentía que era el peor trabajo que le pudieran asignar. Al día siguiente, empezó a limpiar los
zapatos de su papá: comenzó por las botas de hule, siguiendo el criterio de que es mejor hacer
lo peor primero. Pero cuando terminó recordó las palabras del pastor y observó las botas que
había limpiado; se preguntó si se verían bien en los pies de Jesucristo, y entonces las levantó,
limpiándolas por segunda vez. Chadwick sostiene que este fue el acto más importante que
realizó en su vida: aprendió a hacer las cosas para el Señor y no para los hombres.
Creo que la Madre Teresa es un magnífico ejemplo contemporáneo. He visitado su hospital
en Calcuta, y allí está escrito el lema de estas Hermanas de la Caridad; son palabras de la misma
Madre Teresa: ‘Que cada hermana vea a Jesucristo en la persona del pobre. Cuanto más
repugnante el trabajo o la persona, mayor debe ser su fe y su amor para servir a nuestro Señor
en su angustiante disfraz.’ Esa era su costumbre. Una vez dijo a un visitante: “Veo a Cristo en
cada persona que toco, porque él ha dicho: ‘Tuve hambre, sed, estuve desnudo, enfermo.’ Es
así de sencillo; cada vez que doy un pedazo de pan, se lo estoy dando a él.”

Respeto al escuchar y al tomar decisiones

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Al aplicar estos principios, incorporamos a Cristo en ambos extremos de la relación. Por una
parte, nos comportamos en el nombre de Cristo, como si fuéramos Cristo, y por el otro, nos
comportamos por amor a Cristo, como si las otras personas fueran Cristo mismo, y nosotros le
estuviéramos sirviendo a él.
Quisiera mencionar algunos ejemplos al respecto. El primero tiene que ver con la necesidad
de escuchar a las personas. Hacer callar a una persona, o rehusarnos a escucharla, es tratarla
sin respeto, mientras que escuchar a alguien es expresarle que lo valoramos.
La Biblia habla mucho sobre escuchar. ‘Opina el necio que su camino es derecho, pero el
sabio obedece el consejo’ (Proverbios 12:15). ‘Por esto, mis amados hermanos, todo hombre
sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse’ (Santiago 1:19).
Tuve una experiencia muy significativa hace quince años, cuando todavía era rector de la
iglesia de All Souls, en Londres. En esos años habíamos organizado un equipo pastoral y nos
juntábamos todos los lunes para tener una reunión. Leíamos las Escrituras y orábamos juntos;
después, discutíamos algún trabajo de la iglesia y revisábamos las actividades de la semana. En
una ocasión estábamos discutiendo acaloradamente algo importante, y en medio de la
discusión uno de mis colegas interrumpió, se volvió hacia mí y me dijo: ‘John, no estás
escuchando.’ Tenía toda la razón, no estaba escuchando. Había encontrado un poco aburrida la
discusión y confieso que mi mente había pasado a otra cosa.
El reclamo de ese colega fue algo muy importante en mi vida, y desde ese momento he
buscado la gracia de Dios para poder escuchar. Creo que nuestras relaciones se deterioran
cuando no nos escuchamos los unos a los otros.
Escuchar es bueno en sí mismo, porque es una actitud de respeto. Además, escuchar es
terapéutico, porque le da a la persona que está hablando la oportunidad de expresar en
palabras lo que le pasa. Cuando ponemos en palabras los problemas, estos automáticamente se
aminoran, porque los ordenamos y observamos desde otra perspectiva. En tercer lugar,
escuchar es un beneficio especialmente si estamos escuchando a personas con las que no
estamos de acuerdo. Las personas que no concuerdan entre sí generalmente se evitan; escriben
en contra del otro o se arrojan granadas de mano a través del territorio neutral; levantan en la
mente una grotesca imagen de la otra persona, con cuernos, patas y cola. Pero si tenemos el
valor de enfrentarnos con esa otra persona, mirarla cara a cara y escucharla, descubrimos con
sorpresa que es un ser humano. Y no solamente eso, sino un hermano o hermana en Cristo, ¡y a
veces hasta razonable!
Esto ocurrió en relación a las Consultas sobre la relación entre la evangelización y la acción
social. Décadas atrás hubo un fuerte debate entre los que creen que la misión de la Iglesia es
solamente evangelística, y los que creen que la evangelización y la acción social van juntas
dentro de la Iglesia. Arthur Johnston escribió un libro titulado The battle for world evangelism
(El enfrentamiento sobre la evangelización al mundo), cuya tesis puede resumirse en tres
afirmaciones: 1. El Concilio Mundial de Iglesias comenzó con un gran entusiasmo evangelístico
en 1910, pero gradualmente fue perdiendo su ímpetu evangelístico. (Coincido en que, desde el
punto de vista histórico, este análisis es correcto y de mucha ayuda.)
2. El movimiento de Lausana está tomando la misma dirección —según aquella tesis de
Johnston—; se está volviendo liberal en su lectura de la Biblia y está abrazando un evangelio
social.
3. ¡El villano de la historia es un hombre llamado Stott!

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Arthur Johnston y yo somos buenos amigos ahora, pero por entonces él había escrito parte
de ese libro en contra de mí. Yo escribí una carta que el editor de Christianity Today publicó, de
modo que ahí estábamos, escribiendo el uno contra el otro. Pero después le escribí
personalmente y le sugerí que tuviéramos una Consulta acerca del tema, y que nos viéramos
cara a cara. Tanto él como yo estaríamos en el comité organizador y los dos nos aseguraríamos
de que estuvieran bien representados los dos puntos de vista.
Nos encontramos en Grand Rapids, Estados Unidos. Al llegar, casi sufrí un desmayo, pues
algunos resúmenes habían circulado con anterioridad y había mucho desacuerdo. Algunas
opiniones eran groseras y hasta insultantes; yo me preguntaba si podríamos llegar a algún nivel
de acuerdo. Durante los tres primeros días no avanzamos nada, ya que las personas solo
buscaban expresar sus propias convicciones. Pero gradualmente empezamos a escucharnos los
unos a los otros. No solamente escuchamos lo que estaban diciendo sino lo que había por
detrás de lo que estaban diciendo, cuáles eran sus verdaderas preocupaciones y qué era lo que
realmente ansiaban proteger. Y entonces descubrimos que nosotros también queríamos
proteger lo mismo. Una vez que nos pudimos escuchar, hubo esperanza. El resultado fue un
documento que trata de la relación entre la evangelización y la acción social. No expresa un
acuerdo total, pero sí alcanza un acuerdo sustancioso.
Escuchar es productivo. Después de escuchar, pasamos a la toma de decisiones. Aquí
también, la mente cristiana y la no cristiana difieren. Los cristianos a veces asumimos muy
fácilmente que, sin más, podemos echar mano de los métodos humanos corrientes para la
toma de decisiones. En una estructura democrática las decisiones se toman por simple mayoría:
51 a favor, 50 en contra, gana la moción.
Hay muchas iglesias y cuerpos eclesiales que toman decisiones de esta manera, pero estoy
seguro de que esto lo angustia al Espíritu Santo. Tomar decisiones por una simple votación de
mayoría demuestra falta de confianza en el Espíritu Santo y falta de respeto a la minoría. El
Espíritu Santo es el espíritu de la verdad y el amor, y aquellos de nosotros que tenemos una
mente cristiana deberíamos buscar acuerdo en lo sustancial.
Quisiera terminar con otro ejemplo personal. La junta directiva de nuestra iglesia solía
tomarse un día completo al año, reservando para ese día de consulta asuntos importantes que
era necesario debatir. En un año en particular, el debate era si deberíamos utilizar lenguaje
moderno en los servicios. ¿Debíamos seguir dirigiéndonos a Dios como ‘Vos, que miráis…’, o
como ‘Tú, que miras…’? Por mi parte, pensaba que debíamos utilizar el lenguaje moderno. Pero
había varias personas de edad avanzada en la congregación que amaban la belleza del lenguaje
antiguo. Hubo un debate acalorado. Era evidente que el grupo estaba dividido casi
equilibradamente; podríamos haberlo resuelto a través de una votación pero habíamos
decidido no utilizar ese método de toma de decisiones. Al final del día les dije que dejaríamos el
asunto tal cual, esperaríamos un año más, pensaríamos sobre el asunto, oraríamos, y si alguno
quería, podía circular una carta expresando sus convicciones.
Llegó el día del año siguiente en que trataríamos otra vez el tema y fui orando hacia el
encuentro. Tuvimos un poco más de diálogo. Finalmente, la decisión fue unánime a favor del
lenguaje moderno, todos los domingos en el culto de la noche. Desde entonces no hemos
regresado al estilo antiguo. Para mí, fue un maravilloso ejemplo de cómo necesitamos
respetarnos los unos a los otros y esperar que el Espíritu Santo nos guíe hacia una mente en
común y nos dé su tiempo para tomar decisiones.

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Estoy seguro de que podremos mantener relaciones más sanas y respetuosas si valoramos a
las personas, sencillamente, porque han sido creadas y redimidas por Dios y si aplicamos este
revolucionario principio de actuar en nombre de Cristo, por un lado, y a la vez tratar a nuestro
prójimo como si fuera Jesucristo mismo.

4
La juventud
Cómo ser un líder cuando uno es joven

Es difícil ser líder cuando uno es relativamente joven. La juventud es un período de mucha
alegría y de gran privilegio; cuando somos jóvenes somos fuertes y estamos llenos de energía,
tenemos fe y entusiasmo. Es maravilloso ser joven pero, al mismo tiempo, puede ser
extremadamente frustrante; la generación de los mayores no siempre confía en la generación
de los jóvenes. Con frecuencia los tratan como si aún fueran niños; no aceptan fácilmente sus
derechos y les cuesta trabajo aceptarlos como líderes. Esta es una de las razones por las que
con frecuencia los jóvenes se irritan y se frustran.
El apóstol Pablo toca este tema:
Esto manda y enseña. Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los
creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Entre tanto que voy,
ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti,
que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio.
Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea
manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues
haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen. No reprendas al anciano,
sino exhórtalo como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como
a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza.
1 Timoteo 4:11–5:2
Veamos nuevamente los versículos 11–12: ‘Esto manda y enseña. Ninguno tenga en poco tu
juventud.’ Creo que se nota claramente la tensión en ambos versículos. Por un lado, Timoteo
había sido puesto en una posición de autoridad; era el representante o delegado del apóstol
Pablo en Éfeso y, como tal, era su responsabilidad mandar y enseñar. Por otro lado, era un
hombre relativamente joven; esta palabra griega alcanzaba hasta la edad de 40 años, y Timoteo
probablemente aún se encontraba en sus 30. En comparación con algunos de los ancianos de la

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iglesia probablemente se sentía muy joven, y por lo tanto había un peligro real de que
despreciaran su juventud y rechazaran su ministerio. Es posible que algunos de los ancianos se
sintieran resentidos porque lo habían promovido por encima de ellos, y en consecuencia
rechazaran su autoridad y su ministerio.
Creo que muchos jóvenes pueden identificarse con Timoteo. ¿Cómo deben reaccionar los
líderes jóvenes si su ministerio es rechazado o cuestionado? No con enojo o resentimiento; no
deben responder agresivamente ni promoverse a sí mismos. Pablo descarta esto a cambio de (y
el ‘sino que’ en griego es un adversativo muy fuerte) otra alternativa, que J. B. Phillips traduce
de manera muy clara: ‘No dejes que la gente te desprecie por ser joven; procura que te
admiren por ser ejemplo para ellos en tu manera de hablar y tu conducta, en tu amor, fe y
sinceridad.’

Cuida tu ejemplo
Pablo le da a Timoteo seis consejos. El primero aparece en el versículo 12: ‘Sé ejemplo.’ Si
Timoteo quería que su liderazgo fuera aceptado, tenía que dar un buen ejemplo. No
despreciarían su juventud si podían admirar su vida. Este es el nuevo modelo de liderazgo que
introduce Jesús: es un liderazgo por el ejemplo, no por autoritarismo.
Cuando nuestra autoridad es cuestionada, amenazada o resistida, tenemos la tentación de
imponernos por la fuerza. Tenemos que resistir a esta tentación. Noten qué amplio debe ser el
ejemplo y modelo: en palabra, en conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Sería difícil exagerar las
consecuencias perjudiciales de un mal ejemplo o los beneficios de un buen ejemplo. El primer
consejo a un líder joven es cuidar su conducta y ser ejemplo.

Identifícate con tu autoridad


El segundo consejo que Pablo le da a Timoteo es identificarse con su autoridad.
En el versículo 14 vemos que se refiere a las Escrituras. Pero después, Pablo hace una pausa
y agrega: ‘Entre tanto que voy …’. Esas palabras expresan su consciente autoridad apostólica;
cuando él estuviera presente en Éfeso, él ejercería la autoridad, él sería el maestro de la
doctrina y de la ética, él resolvería las discordias y administraría la disciplina.
La pregunta era: ¿Qué pasaría cuando él estuviera ausente? Pablo le dice a Timoteo: ‘Entre
tanto que voy, ocúpate en la lectura.’ Recordemos que Timoteo no era un apóstol. El verbo
griego ‘leer’ es anagnosis, que siempre se usa en referencia a la lectura pública de una petición,
de un testamento o de un documento. ¿Qué documento podría leer públicamente Timoteo?
Obviamente, las Escrituras del Antiguo Testamento. Anagnosis se usa al mencionar la lectura de
la ley en Esdras, y en Nehemías 8:8; también se usa cuando se habla de la lectura de Jesús en la
sinagoga de Nazaret, cuando tomó el rollo de Isaías. En los servicios de la sinagoga, la ley y los
profetas siempre eran leídos. Pero seguramente Pablo no sólo se refería a las Escrituras del
Antiguo Testamento sino también a sus propias cartas y a las cartas de los otros apóstoles, ya
que en otras partes ordena que sus mensajes sean leídos públicamente. ‘Os encargo
encarecidamente, por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos’ (1
Tesalonicenses 5:27). ‘Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se

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lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros’ (Colosenses
4:16).
En las asambleas cristianas siempre había dos lecturas públicas: no de la ley y de los
profetas, como en las sinagogas, sino del Antiguo Testamento y de las cartas y memorias de los
apóstoles. En ese entonces, cada iglesia local empezaba a hacer su propia colección de las
escrituras cristianas autorizadas.
Pero, además, había otra cosa que tenía que hacer Timoteo; no solamente tenía que leer las
Escrituras sino predicar y enseñarlas. Predicar y enseñar significa exhortar e instruir. Esto ya era
una costumbre en las sinagogas; se hacía primero una lectura y después una instrucción o
exhortación sobre ella; las asambleas cristianas continuaron esta práctica.
Esto es lo que Timoteo tenía que hacer en ausencia del apóstol, y es lo que también
nosotros debemos hacer. La exégesis cuidadosa de las Escrituras es esencial para el líder joven:
cuando leemos las Escrituras, nos estamos identificando con nuestra autoridad.

Ejercita tus dones


En tercer lugar, ejercita tus dones: ‘No descuides el don que hay en ti’ (1 Timoteo 4:14). La
referencia parece ser a lo que llamamos la ordenación de Timoteo, durante la cual los ancianos
impusieron sus manos sobre él. Allí le fue dado el ministerio profético, y a la vez, le fue
otorgado un don espiritual. La palabra griega es charisma. No nos dice qué charisma fue; a lo
mejor fue la autoridad de predicar, junto con el poder del Espíritu.
Para hacerlo, Timoteo no debía olvidarse de este don espiritual sino más bien alimentarlo,
tal como le escribe Pablo en 2 Timoteo 1:6. Timoteo tenía que recordar que Dios lo había
llamado al ministerio y le había dado el don para ello; debía tener presente que la iglesia había
reconocido su llamamiento y sus dones al imponer manos sobre él. Si él ejercitaba sus dones y
ministerio, las personas no despreciarían su juventud.
Todos los dones espirituales son dones de ministerio, de servicio. Al ver nuestros dones las
personas difícilmente rechacen nuestro ministerio, porque reconocen que es Dios quien nos los
ha dado para el ministerio.

Muestra progreso
El cuarto consejo es complementario del anterior: ‘Muestra tu progreso’. Dice el apóstol en el
versículo 15: ‘Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea
manifiesto a todos.’ Hasta ahora, Pablo se ha referido al ejemplo de Timoteo, su autoridad, su
comisión y sus dones. Ahora le dice que su progreso debe ser evidente a los demás. Timoteo no
solamente tenía que estar consciente de su ministerio delegado sino que tenía que mostrar
progreso y mejoría en el mismo. Debía crecer en madurez espiritual y en el trabajo. Las
personas tenían no solamente que ver lo que era, sino lo que estaba llegando a ser.
Creo que esta recomendación es muy importante en relación a los líderes jóvenes. A veces
se los pone en un pedestal y supuestamente tienen que ser perfectos. Esto no sólo es
deshonesto sino muy decepcionante para otras personas; ningún líder es perfecto. Sin duda
todos deberíamos identificarnos con las palabras de Pablo: ‘No que lo haya alcanzado ya, ni que

Stott, J. (2002). Desafíos del Liderazgo Cristiano. Buenos Aires: Certeza Argentina.
Página 21. Exportado de Software Bíblico Logos, 1:50 17 de abril de 2020.
ya sea perfecto; sino que prosigo…’ (Filipenses 3:12). Procuremos, entonces, mostrar nuestro
progreso. Por otra parte, demos a los jóvenes la oportunidad de crecer y mejorar.

Cuida tu coherencia
Ahora pasemos al quinto consejo: ‘Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina’ (versículo 16). Es
importante ver cómo Pablo une su vida con sus enseñanzas; literalmente dice que debe poner
mucha atención, tanto en su persona como en su doctrina. La combinación es significativa. No
debía descuidarse a sí mismo por enseñar a otros ni debía descuidar a otros por preocuparse
por sí mismo. Debía practicar lo que predicaba y aplicar sus enseñanzas tanto a sí mismo como
a otros.
El equilibrio del liderazgo cristiano se encuentra cuando perseveramos en ambos aspectos;
de esta manera nos salvaremos a nosotros mismos y a las demás personas. No es que Pablo
esté predicando la salvación por nuestros propios méritos; simplemente está advirtiéndonos
que la fe sin obras está muerta, y que no sirve enseñar a otros lo que nosotros no practicamos.

Cuida tus relaciones


El consejo anterior nos lleva al sexto. En 1 Timoteo 5:1–2 Pablo le indica cómo debe cuidar
sus relaciones. En estos versículos resulta claro que la congregación que tenía Timoteo a su
cargo era mixta: mixta en sexos, ya que había tanto hombres como mujeres, y diversa en
edades, ya que había ancianos y jóvenes. La edad y el sexo de las personas debían determinar la
actitud de Timoteo hacia ellas. En caso de ser necesario, Timoteo tendría que amonestar a
personas mucho mayores que él; de ser así, debía hacerlo como una exhortación y no como un
regaño. ‘No reprendas al anciano, sino exhórtalo como a padre.’ A los miembros mayores hay
que darles el respeto y el afecto correspondiente a un padre. En otras palabras, hay que tratar a
los hombres ancianos como padres y a las mujeres ancianas como madres.
Creo que es bueno reconocer la diferencia generacional en la comunidad cristiana. Algunas
veces se me acercan estudiantes en Londres y me llaman simplemente ‘Juan’, aunque no los
conozca, y no obstante ser mayor que sus padres o aun que sus abuelos. Creo que esto no es
natural, aunque reconozco que hay aquí un elemento cultural; en las culturas africanas y
asiáticas, los jóvenes ni sonarían con llamar a un adulto por su primer nombre.
Por otro lado, Timoteo debía tratar a los hombres jóvenes como hermanos, es decir,
amándolos y no menospreciándolos; tenía que tratar a las mujeres jóvenes como hermanas,
amándolas también, pero con absoluta pureza y tomando las debidas precauciones para evitar
la inmoralidad. Es decir, la iglesia local es una familia. En la congregación hay padres y madres,
hermanos y hermanas. Los líderes cristianos jóvenes deben ser sensibles a esas diferencias y no
tratar a todos por igual sino tratar a los mayores con respeto, a su propia generación con
igualdad, al sexo opuesto con prudencia y limpieza, y a todas las edades y a ambos sexos, con el
amor que une a la familia cristiana.
Permítanme reiterar estos seis consejos, ya que aquí hay mucha sabiduría para el líder
joven:
1. Cuida tu ejemplo.

Stott, J. (2002). Desafíos del Liderazgo Cristiano. Buenos Aires: Certeza Argentina.
Página 22. Exportado de Software Bíblico Logos, 1:50 17 de abril de 2020.
2. Identifícate con tu autoridad, leyendo y exponiendo las Escrituras.
3. Ejercita tus dones, que evidencian el llamamiento de Dios.
4. Muestra tu progreso para que tu crecimiento espiritual sea obvio para todos.
5. Cuida tu coherencia, no permitas que haya dicotomía entre tus enseñanzas y tu
comportamiento.
6. Cuida tus relaciones, tratando a los miembros de la iglesia de acuerdo a su edad y sexo.
Estas instrucciones apostólicas ayudarán a un líder joven a ejercer autoridad y enseñar las
Escrituras, como dice el versículo 11, sin que se desprecie su juventud o se rechace su
ministerio.
El líder cristiano ha sido comisionado por Dios para una tarea de responsabilidad y servicio.
Tiene exigencias y tensiones propias de todo líder, y enfrenta también presiones y conflictos
que derivan de la lucha espiritual que Satanás libra contra el evangelio y quienes lo proclaman.
Pero el líder cristiano sabe que su Señor es quien lo capacita, lo nutre y lo acompaña. Si
aprendemos a tomar en cuenta las enseñanzas de nuestro Maestro, si obedecemos sus
mandamientos, si seguimos sus pisadas, entonces ‘nuestro yugo será liviano’ y podremos
cumplir nuestra misión con eficiencia y con alegría.

Stott, J. (2002). Desafíos del Liderazgo Cristiano. Buenos Aires: Certeza Argentina.
Página 23. Exportado de Software Bíblico Logos, 1:50 17 de abril de 2020.

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