Cuidados Paliativos
Cuidados Paliativos
Cuidados Paliativos
La actitud ante el proceso de morir es uno de los parámetros, que miden el grado de
civilización de una sociedad. Como ha señalado Sljemswürd: "Deberíamos proporcionar los
mismos exquisitos cuidados a los que llegan a este mundo que a los que los dejan." El alivio del
sufrimiento es un derecho universalmente reconocido a todo paciente con una enfermedad
terminal. Sin embargo, las múltiples necesidades de los pacientes terminales y sus familiares
son frecuentemente ignoradas.
Para admitir la medicina paliativa y su filosofía debemos considerar, al menos, dos premisas:
1. Todos somos mortales, vivimos más que hace años pero seguimos falleciendo.
Durante muchos siglos los humanos morían de una manera bastante similar, hasta hace
cuarenta o cincuenta años en que esto empezó a cambiar. Hombres y mujeres morían en su
casa, rodeados de su familia, incluídos los niños, amigos y vecinos. Los niños tenían contacto
con la muerte: sus abuelos, sus padres. Cuando se hacía mayor y le tocaba morir a él, no le
pillaba tan de sorpresa y desprovisto de recursos como sucede hoy. El enfermo era el primero
en saber que iba a morir. Hoy por el contrario, al enfermo se le oculta la gravedad de su
enfermedad.
Desde siempre se ha dicho que el médico tiene que curar, pero cuando no puede curar tiene
que cuidar y aliviar. Dos médicos franceses del s. XIX, Berard y Gluber, resumieron felizmente
esta segunda premisa en una sentencia corta pero elocuente, la misión de la medicina es:
Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre.
En el año 474 existe constancia histórica de una casa fundada por una noble romana discípula
de San Jerónimo, llamada Fabiola, y cuya función era atender a los peregrinos procedentes de
África.
A finales del siglo pasado, en Inglaterra surgió un movimiento llamado Hospice, que fue la base
del posterior desarrollo de los Cuidados paliativos a nivel mundial
En 1.935 escribió el libro "El cuidado del anciano, el moribundo ante la muerte". Señala la
necesidad de adoptar una postura mas humanitaria hacia la muerte y los moribundos.
En 1.967 se funda el Hospice St. Christopher en Londres, dirigido por Cicely Souders quien
consiguió lograr un ambiente en el que los pacientes y sus familias podían adaptarse mejor
emocional y espiritualmente a la situación terminal. Su trabajo demostró cómo se podía lograr
una significativa mejoría en la calidad de vida, cuando se presentaba una atención adecuada,
tanto a los síntomas molestos como a los aspectos psicológicos, sociales y espirituales del
enfermo.
CONCEPTO: La OMS lo define como: "El cuidado activo, total del paciente cuya enfermedad no
responde al tratamiento curativo". Esta definición la amplía y concreta más Jorge Luís Manzini:
"El cuidado total activo y continuado del paciente y su familia por un equipo muItiprofesional
cuando la expectativa médica ya no es la curación".
La vida no es un bien extrínseco a la persona humana, sino un valor fundamental del que
derivan los derechos humanos. El deber de respetar y promover la vida es, por tanto, el primer
imperativo ético del hombre para consigo mismo y para con los demás. La vida corporal es
condición necesaria para el ejercicio de cualquier otro derecho.
En el debate bioético contemporáneo sobre el final de la vida humana, se suele afirmar que
nadie tiene derecho a imponer la obligación de seguir viviendo a una persona que, en razón de
un sufrimiento extremo, ya no lo desea. Basándose en una peculiar concepción del respeto a la
libertad individual (autonomía) del paciente, se propone entender el “derecho a una muerte
digna” como el derecho a disponer de la propia vida mediante la eutanasia o el suicidio
médicamente asistido. De acuerdo con esta línea de pensamiento, en situaciones
verdaderamente extremas, la eutanasia y la asistencia al suicidio representarían actos de
compasión (beneficencia); negarse a su realización podría suponer una forma de maleficencia.
Parte integrante del imperativo ético de respetar y promover la vida humana es el deber
moral de poner los medios necesarios para cuidar la salud, propia y ajena. Pero es evidente
que nadie está obligado a utilizar todas las medidas médicas actualmente disponibles, sino
solo aquellas que le ofrezcan una razonable probabilidad de beneficio. Más difícil resulta
responder a la pregunta sobre la licitud moral de rechazar tratamientos potencialmente
beneficiosos. Esta pregunta nos enfrenta al problema de los límites de la obligación moral de
cuidar la salud. En un intento por ofrecer una guía que ayude a distinguir las intervenciones
médicas que son éticamente obligatorias de las que no lo son, se ha propuesto la clásica
distinción entre medidas “ordinarias” y “extraordinarias”, doctrina que hoy se conoce mejor
como principio terapéutico o principio de proporcionalidad terapéutica
El uso de opioides y otras drogas que pueden alterar el estado de vigilia del paciente es
habitual en Medicina Paliativa. No es infrecuente que el recurso a este tipo de terapias genere
dudas en la familia y/o en el equipo de salud. Se teme que los efectos adversos de estas drogas
-como hipotensión, depresión respiratoria, etc. Podrían representar una forma de eutanasia.
Ante esta inquietud cabe recordar, en primer lugar, que cuando se utilizan en forma adecuada,
los efectos secundarios de estas drogas no son tan frecuentes como se solía afirmar en el
pasado.
4. Principio de veracidad
5. Principio de prevención
Prever las posibles complicaciones o los síntomas que con mayor frecuencia se presentan en
la evolución de una determinada condición clínica, es parte de la responsabilidad médica
(deber de previsibilidad). Implementar las medidas necesarias para prevenir estas
complicaciones y aconsejar oportunamente a los familiares sobre los mejores cursos de acción
a seguir en caso de que ellas se presenten permite, por un lado, evitar sufrimientos
innecesarios al paciente y, por otro, facilita el no involucrarse precipitadamente en cursos de
acción que conducirían a intervenciones desproporcionadas.
6. Principio de no abandono
Es fundamental dejar bien claro que el fin de la medicina es no sólo curar sino cuidar y aliviar
cuando no se puede curar. Todo acto médico o técnica empleada contraria a este fin sería anti-
medicina.
Las investigaciones realizadas en los lugares donde se permite alguna forma de muerte
médicamente asistida demuestran que los cuidados paliativos han mejorado notablemente. En
los últimos años, dentro de la atención paliativa, ha ganado importancia el uso de la sedación a
pacientes en fase terminal. Esta intervención puede ser leve o profunda, intermitente o
continua, e ir o no acompañada de la suspensión de hidratación. Cuando se trata de una
sedación profunda y continua, en la que se suspende la hidratación al paciente (para no
prolongar su situación), podemos hablar de sedación terminal, la cual tiene indicaciones
precisas:
La sedación se considera una práctica médica normal, diferente a la eutanasia que, en los
países en que se permite, se considera una causa de muerte no natural que debe reportarse
para evaluar si el médico actuó de acuerdo con la ley
El objetivo de la sedación es proporcionar el alivio de ese síntoma que, por una razón u otra, se
ha vuelto refractario. Ese alivio no necesariamente implica la pérdida brusca de la conciencia
del paciente, aunque intuyamos que antes o después ello puede ocurrir, ya sea por la
fragilidad subyacente, por el escaso margen de maniobra farmacológico o por ambas cosas a la
vez.
Las diferencias entre la sedación y la eutanasia son claras, tanto en el objetivo como en el
procedimiento y el resultado, tal como se muestra en las tablas. Creemos que el equipo
sanitario y especialmente el médico tienen la obligación de hacer el esfuerzo educacional de
aclarar conceptos al paciente si es adecuado y a la familia casi siempre.
La sedación paliativa no debería considerarse como algo ajeno a la práctica clínica cuando se
trata a pacientes con enfermedades graves, avanzadas y en estadios terminales, antes al
contrario, debería incorporarse en el repertorio de las maniobras terapéuticas disponibles. Tal
como se ha intentado ilustrar, la sedación paliativa tiene unos requerimientos éticos y técnicos
específicos. Por lo tanto, el médico de familia debe ser consciente de que el uso de la sedación
paliativa en el domicilio no es una mera cuestión farmacológica, sino que precisa un análisis
clínico y ético previo, así como un apoyo y un seguimiento importantes a la familia; si ello no se
puede garantizar, es recomendable contactar con un equipo especializado de cuidados
paliativos para recavar su asesoramiento y soporte.
CONCLUSIONES