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El Discipulado

Lo que no se puede dejar de aprender


Y de hacer

Juan Andrés Busso

pág. 2
El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

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Dirección editorial: Carlos Ariel Ferradans
Producción: © Desde el Cielo Editores
Diseño de tapa y armado de interior: © GRANVISION
© El Discipulado - Todo lo que no se puede dejar de aprender y de hacer
1 ra edición
© Juan Andrés Busso
© Desde el Cielo Editores
Periodistas Argentinos 570
Villa María - Córdoba - Argentina
info@desdeelcielo.com.ar

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

INTRODUCCIÓN
En este manual, vamos a ver las enseñanzas impartidas por Cristo en
el principio de su ministerio que se nos relatan desde San Mateo 5:13 hasta
7:6, pero las veremos con el cuidado de no tomarlas sólo como doctrinas para
discutir con otros, ya que en estas enseñanzas Cristo estaba revelándose y
dando a conocer la Divinidad. Enseñanzas que no eran simples puntos a
tener en cuenta, sino que se reciben únicamente por impartición. Cada
palabra que Cristo usó para discipular, era su hálito, su misma esencia
entrando para habitar al discípulo y llenarlo de lo que luego tendría que
expresar.

Debemos ser agudos para comprender que existen enseñanzas sin


imparticiones, que son las que, de un modo general e informativo, van
dirigidas al razonamiento del oyente. Pero también tenemos las que
conllevan una impartición; estas son las que se dan con la esencia del
carácter de quien enseña, aplicada a la personalidad de los hijos.

Dentro de las enseñanzas de Cristo, vamos a ver que existen cosas que
Él mismo dijo y otras que en realidad no dijo, pero sí que vivió, y ambas son
lo mismo, porque Él es la palabra misma. Así que, ya sea que alguien haya
escuchado o visto, en los dos casos se debe dejar impartir. Por ejemplo: Jesús
al principio llamó a doce discípulos (S. Lucas 6:13) y al final nos manda a
hacer discípulos (S. Mateo 28:19-20).

Ahora bien, si nos basamos en el principio que rigió su vivir en la tierra,


que fue hacer sólo lo que veía en el Padre, y tomamos el modelo de la
paternidad que Él ejerció como lo que debemos hacer, creo que estaría de
más preguntarle acerca de cuántos discípulos debemos lograr, cuando ya
vimos que Él, la palabra Viviente, llamó a doce. Como hijos, debemos hacer
lo que veamos o hayamos visto hacer a nuestro padre. Por lo tanto,
entendamos que Él no va a reprender a nadie por tener a sus doce discípulos;
no sería justo, ya que es lo que nos mostró, y tanto su enseñanza oral como
sus vivencias son dignas de que las imitemos y apliquemos a nuestro vivir;
más aun: son el plano mismo para la edificación de la Casa.

Esto lo aclaro porque existen quienes, en lugar de estar dispuestos a


formar su equipo de hijos para edificar la Casa de Dios, andan buscando
pruebas de si son doce, ocho, cuatro o uno los discípulos que deben tener.

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Nuestro Hermano mayor, Jesús, es el modelo perfecto, nuestra medida a
alcanzar y nuestra estatura (Efesios 4:13). No nos debe preocupar cuántos
lograron tener Pablo, Pedro o Juan. Miremos a Jesús y anhelemos alcanzar
su Gloriosa medida, rogando siempre que Dios nos conceda ser tal como Él
es. Y recuerde que lo que nos da legitimidad en el vínculo es vivir obrando de
la misma manera en que hemos visto obrar al Padre (S. Juan 8:39).

Tengamos en cuenta, cuando discipulemos, que estamos haciendo de


esos hijos sacerdotes en función, por lo que no debemos distraernos con
enseñanzas que no los lleven a ser los sacerdotes que Dios espera. Al tener
en cuenta esto, llevaremos a nuestros hijos a alcanzar gran pasión, no por
una sola actividad ministerial, sino por:

I. Orar, con toda oración, principalmente para disfrutar al Señor y para


interceder.
II. Predicar para que los oyentes tomen una decisión en favor de la voluntad
de Dios.
III. Enseñar, llevándolos a la luz gloriosa de la persona de Cristo, tanto a
discípulos, para que crezcan en la gracia y el conocimiento del Señor
Jesucristo, como a incrédulos, para que vean sus pecados y por el
arrepentimiento sean llevados, mediante el Espíritu Santo, al Poderoso
Salvador.
IV. Sanar, es decir, ocuparse compasivamente de que Dios se pueda expresar
en su dulzura sobre las personas y sus problemas, físicos, emocionales y
sentimentales.

Este trabajo de Cristo, quien llamó a sus discípulos, oró, predicó,


enseñó y sanó, en poco tiempo tuvo un impacto poderoso en la multitud,
como se ve en S. Mateo 4:25; pero vale destacar que aun cuando tenía que
atender a un número tan alto de personas, nunca descuidó la prioridad que
tenía su discipulado. Él usó cada momento para impartirse en lo mas
profundo del carácter de cada uno de ellos, como vemos en S. Mateo 5:3-12,
y esto produjo en ellos el carácter adecuado, mencionado en las
bienaventuranzas, que los convertiría en sal y luz, con todo lo demás que se
nos muestra en el resto de sus palabras.

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

IMPARTIDOS, PARA SER LA SAL


“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con
qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y
hollada por los hombres” (S. Mateo 5:13).

En cuanto a la sal, es conocida de todos su propiedad para conservar y


preservar de la corrupción. Y Jesús aquí les quería dejar bien claro que vivir
en Él los haría personas contrarias a la corrupción que se ciñe a este mundo.
Ser la sal significaba que había una responsabilidad, al vivirlo a Él, de atacar
y no permitir el avance de la corrupción en esta Tierra. Él mismo fue la
muestra de esto, ya que hasta los pecadores más perversos se apartaban de
la corrupción al tomar contacto con Él y pasaban a ser gente santa, un pueblo
de sacerdotes. Esto sí que es un llamado y desafío glorioso. Vivir a Cristo nos
convertirá en la sal que hará retroceder la corrupción en quienes se nos
acerquen.

Todos nuestros discipulados deben ser sal, y no sólo contra la


corrupción en las personas, sino también contra la corrupción en los
sistemas que se hacen llamar iglesias, pero que sólo son una proyección de la
decadencia humana, como se veía en el mismo sistema religioso de Israel en
los días de Jesús, que fue el mayor poder opositor.

Entonces, podríamos decir que, por un lado, al tener el vivir de Cristo


y la expresión de su carácter, nos convertimos en sal, pero por otro lado,
debemos tomar la decisión de ser un tipo de sal esparcida o aplicada sobre la
corrupción. Mientras no nos esparzamos sobre el avance de lo malo, para
nada serviremos.

Una Iglesia desvanecida es una Iglesia que se alejó del vivir con el
Señor; y una Iglesia que no experimenta el vivir del Señor, por medio del
discipulado, se vuelve inútil e ineficaz y termina siendo hollada, pisada,
conquistada por lo mundano, hasta el punto de que, en muchos casos, ni se
diferencia de lo profano. A todo lo llaman bueno, en lugar de ser los agentes
que transforman el mundo en un pueblo de reyes y sacerdotes para el Padre.
¡Qué maravilloso, de qué manera Jesús veía a la Iglesia que lo viviría a Él,
siendo Sal y luz!

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LO PRACTICO

 Asentar por escrito, que hará esta semana para tener un contacto con
Cristo que le permita llenarse de la vida divina que luego tendrá que
expresar. Por ejemplo, tomarse un compromiso de pasar orando la
palabra, una hora cada mañana y media hora por la siesta, durante los
próximos siete días.
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 Describir la manera en que usted se esparciría sobre su entorno para


detener la corrupción.
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 Escribir y compartir en el discipulado próximo el resultado de las dos


decisiones escritas.
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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

IMPARTIDOS, PARA SER LA LUZ


“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte
no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud,
sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así
alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas
obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (S. Mateo 5:14).

Con respecto a la luz, la vida de sus hijos sacerdotes será la que disipe
las tinieblas en el mundo. Su Iglesia no está para congraciarse con el mundo,
está para expresar el brillo de la moral más pura y santa que la humanidad
podría conocer, como lo es la de nuestro Señor Jesús.

Somos la ciudad sobre el monte que debe alumbrar al mundo, somos


los luminares en medio de las tinieblas que se están ciñendo sobre las
naciones. Debemos expresarnos, y no importa cuántos rechacen esta luz;
debemos enfocarnos en que a muchos los alumbrará, los impactará, los hará
ver claramente y les permitirá convertirse, de esas tinieblas, a la luz
admirable.

¡Gloria a Dios! Somos la luz porque la luz mora en nosotros. Cristo es


la luz y Él mismo en persona ha entrado a vivir en nosotros; por lo tanto, no
nos debemos esconder de este mundo, sino alumbrarlo. Y jamás pensemos
que es muy poco nuestro aporte, pues si lo vivimos a Él, todo este mundo
entenebrecido, verá la luz admirable. Toda tiniebla de adicciones,
inmoralidades sexuales, despropósito, amarguras y rebelión será disipada
por este Cristo que vive y se hace presente a través del discipulado.

Pero, no sólo somos la luz del mundo, sino que somos los candeleros
que alumbran la casa. Aun la casa y la familia de Dios necesitan unos de otros
para estar en luz. Hay congregaciones que aman más sus estatutos
organizacionales que la vida de Iglesia llena de luz, y por esto rechazan la
comunión y ministración de otros santos que no pertenecen a sus
organizaciones. Se han apagado, se les ha quitado el candelero y la casa ha
perdido la luz, por lo que no viven el reino.

Si aprendemos a leer el trasfondo de cada asunto y no somos


superficiales, nos daremos cuenta de que la pérdida de luz de una casa tiene
que ver con la ausencia de una paternidad adecuada. La casa que tiene un

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padre, según Dios, siempre es alumbrada. David no sólo era un rey; él fue un
padre para la nación. La diferencia se puede ver con mucha claridad al
comparar su vida con la de Saúl, quien quiso aprovecharse de Dios y de la
misma gente para sus fines políticos, mientras que David entregó su vida a
Dios y al pueblo, para ser la luz que les permitiera ver el reino de Dios y su
misma expresión en la Tierra.

En el presente, debemos rogar a Dios que nos conceda la oportunidad


de tener verdaderos padres de la casa que, como Pablo, dejen una herencia a
sus hijos y no usen a estos para saciar sus apetencias terrenales. Quienes
piensan así, ¡qué lejos están del discipulado que le da base a la casa y de ser
las lámparas que disipen las tinieblas!

Israel tomó la decisión de cuidar a su padre espiritual, David, para que


no se les apagara la lámpara. ¿Y qué habría sido de la Iglesia de Corintios si
la misma paternidad no hubiera alumbrado a los ancianos para que vieran
su propio envanecimiento? ¿Y qué decir del propio Juan, que alumbró en
Cristo a las Iglesias de Asia, tal como nos muestran los primeros capítulos de
Apocalipsis?

En los tres casos, los hombres eran la casa de Dios, pero no pudieron
disipar ciertas tinieblas por medio de ellos mismos y Dios, en su bondad, les
proveyó padres que les ayudaron a ver, pues la enseñanza de un padre es la
lámpara que alumbrará la casa, para que la misma jamás pierda su luz. No
nos dejemos confundir: no serán los sistemas religiosos ni las organizaciones
humanas los que nos darán la luz. Nuestra luz se mantendrá si en la casa el
que enseña es un padre (Proverbios 6:20:23; Proverbios 20:20).

Así que, si nos llevamos del mismo Cristo, que se expresa en el


discipulado, las tinieblas del mundo huirán y esa casa tendrá padres que la
mantendrán en mucha claridad.

No dudo de que cuando Cristo les habló de la sal y la luz se estaba


impartiendo Él mismo para que sus discípulos quedaran totalmente
separados de la idea de que ellos eran parte del mundo. Un discípulo no es
parte del mundo, sino que es un sacerdote de Dios que modifica, transforma
y cambia al mundo.

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

LO PRACTICO

 Elija a una persona del mundo y preséntale en oración toda la semana


y antes del próximo discipulado tenga un momento o varios para
mostrarle quien es y cómo es la persona del Señor Jesús. Una vez le
haya mostrado las virtudes del Señor, pregúntele que es lo que piensa
del Señor Jesús y si quiere aceptarle como el Señor y salvador. Luego
escriba la experiencia, en pocas palabras y compártala en el
discipulado.
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 Describa una manera práctica de ser luz dentro de la misma casa de


Dios, es decir la iglesia y trate de elegir a una persona que usted vea
que necesita ser alumbrada en alguna área y junto a otro hermano y
hermana minístrele la luz del Señor en profundo amor. Luego escriba
la experiencia para compartir en el discipulado.
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IMPARTIDOS PARA SER SU EXPRESIÓN
“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he
venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta
que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta
que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno
de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy
pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga
y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os
digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos,
no entraréis en el reino de los cielos” (S. Mateo 5:17-20).

La dedicación del Señor hacia sus discípulos para impartirse en las


bienaventuranzas, como el carácter que los convertiría en sal y luz, fue
determinante para el rol que ellos debían cumplir en la Tierra, y si bien el
grado de revelación que se estaba derramando sobre ellos era muy alto, esto
no quedó allí. El hecho de que Cristo los hubiera llevado al monte tenía que
ver con lo que había acontecido en el pacto con Moisés, cuando llevó a su
pueblo al monte Sinaí para revelarle su persona, su carácter y su pacto.

Habían pasado muchos años y Cristo venía a hacer un nuevo pacto con
ellos, pero para esto, los subió al monte, los elevó hacia la revelación, que en
este caso era muy superior a la del antiguo pacto, y de repente les dijo que no
se atrevieran a pensar que la ley era disfuncional. Aquí, en S. Mateo 5:17, Él
hablaba de la Ley, no como lo que los fariseos habían hecho de ella, un
conjunto de letras que aparentaban obedecer, escondiendo el fracaso, del que
eran conscientes, de no poder cumplirla; sino como la revelación de la
santidad, justicia y gloria de Dios.

Jesús les enseñaría que, bajo el Antiguo Pacto, Dios se les había
revelado en toda su perfección de carácter, con la demanda de que vivieran
en ese nivel si querían ser su pueblo y expresión en la Tierra. Pero
entendamos que la demanda de Dios en cuanto a ella (la ley) era mucho
menos estricta que la que el mismo Señor Jesús traería en este Nuevo Pacto,
razón por la que les dice: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás;
y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que
cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (S.

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

Mateo 5:21-22). Es decir: contrastaba la demanda del Antiguo Pacto con la


demanda que Él les estaba presentando, la cual era mucho más exigente y
profunda.

Esa gran demanda y el contraste mencionado tenían por finalidad que


ellos entendieran que, si bien lo que se había revelado en la Ley era, es y será
el carácter santísimo de Dios, la misma había sido dada para que el hombre
se diera cuenta de que en sus propias fuerzas jamás podría alcanzar tal moral
o carácter, por el simple hecho de que la naturaleza humana había caído de
la Gloria de Dios y era imposible que pudiera vivir sin esa Gloria a la altura
del Dios eterno. Israel nunca entendió esto y trataba, sin detenerse y con
todas sus fuerzas, de alcanzar la santidad Divina a través de ritos religiosos,
lo cual era absolutamente imposible, razón más que clara para dejar sin
efecto ese pacto de la Ley y reemplazarlo por uno nuevo.

Entonces, Jesús llegó para decirles que Él venía a cumplir esa Ley, es
decir, que venía a vivir a la altura Divina, ya que Él es el único capaz de vivir
a la altura de la Divinidad, porque Él es Divino, Él es el mismo Dios. Bendito
sea su nombre.

Bajo este nuevo pacto, el hombre que creyera e invocara el nombre del
Señor Jesús, iba a tener la gloriosa salvación, que consistiría en que el mismo
Cristo en Espíritu entrara y viviera a través de él, lo que sería de
complacencia para con el Padre, sin depender de la fuerza humana. Así que
Cristo iba a cumplir la Ley que nadie podía cumplir para luego morir,
resucitar e impartirse como el “otro Consolador, el Espíritu Santo” en los
discípulos, quienes, a su vez, pasarían a ser la misma expresión de Dios en la
Tierra.

En el antiguo pacto, el hombre debía hacer lo que Dios demandaba


para vivir: “haz esto y vivirás”. En cambio, en el nuevo pacto, sólo por creer
en Él recibimos al Espíritu Santo, quien es el que obra según la perfección de
toda la Divinidad, en lugar nuestro. En el nuevo pacto ya no es el hombre
tratando de hacer, sino el mismo Espíritu Santo expresándose a través del
hombre. Esta es la razón por la que se nos dice en la carta a los Hebreos 8:6
que este nuevo pacto es mejor. Mejor porque en este, ya no seríamos regidos
por una ley externa, sino por la misma vida Divina en nuestro interior
mediante el Cristo que por su Espíritu se imparte en nosotros para que, de
esta manera y por su Gracia, expresemos a Dios en todo nuestro vivir.

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Ahora, y por Fe, la cual se nos ha dado, toda esta justicia perfecta se
nos atribuye a nosotros. Dios nos ve a nosotros obrando justicia, pero
nosotros sabemos que es Cristo quien está en el Espíritu Santo dentro de
nosotros, quien expresa tal justicia, santidad y gloria. ¡Alabado sea Dios! por
el gran amor con que nos ha amado al darnos a su Hijo como nuestro
sustituto, el cual no sólo murió por nosotros, sino que vive en lugar nuestro.

Jesús les estaba diciendo: ustedes tienen revelación hasta cierto punto,
pero en mi pacto la revelación será total, más alta y más profunda. Y la gran
y buena noticia de este nuevo Pacto es que ya no tenemos que tratar de
alcanzar el nivel de la Divinidad con nuestros esfuerzos, sino que la Divinidad
que entró como el Espíritu Santo será la que se exprese de acuerdo al mismo
corazón del Padre.

Lo central en este Nuevo Pacto es dejarlo vivir a Cristo y que, momento


a momento, nos consideremos muertos al pecado (la voluntad del hombre
carnal) y vivos en Cristo. Que ya no tratemos de ser un poquito mejores, pues
alguien que cree que por sus esfuerzos va a alcanzar la estatura de Cristo,
siendo un poquito mejor cada día, no está en lo correcto, ya que Él es Dios y
nosotros sólo carne. Pero si nos humillamos, al dejar de vivir nuestra vida,
por el efecto de su cruz, el mismo Cristo que cumplió la Ley se expresará,
complaciendo al Padre, lo que nos dará el glorioso regocijo del Espíritu
Santo.

Nunca deberíamos despegarnos del único que puede expresar, a través


de nuestra vida crucificada, una justicia mayor que la de los fariseos para
heredar el reino. Así que, bajo este Nuevo pacto, ya no nos podemos medir,
como lo hacían los antiguos, pensado que porque no matamos a nadie, ya
hemos alcanzado la medida de la demanda Divina. No, bajo este Nuevo Pacto
Dios no está tratando de regular nuestra humanidad caída para que no sea
tan cruel, como acontecía bajo el Antiguo Pacto. El Evangelio no es para
reprimir la naturaleza caída. Este Pacto es totalmente diferente, ya que
nuestra naturaleza no es regulada, sino crucificada: “Con Cristo estoy
juntamente crucificado” (Gálatas 2:20). Y, en lugar de tratar de cumplir algo
que Dios dijo, dejo expresar al mismo que lo dijo. El apóstol Pablo, cuando
dijo “ya no vivo yo mas Cristo vive en Mí”, estaba en realidad declarando el
glorioso Evangelio, con toda la luz de su significado.

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

LO PRACTICO

 Comente acerca de un área en el que usted dejará de ser usted para que
sea Cristo el que se exprese.
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 Escriba como fue su experiencia de morir a su propia humanidad y


cuente de que manera notó que el carácter del Señor impactó a otra
persona.
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IMPARTIDOS PARA SER DULCES
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que
matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje
contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a
su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo,
quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar,
y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda
delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces
ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre
tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al
juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que
no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante” (S. Mateo 5:21-
26).

La poderosa buena noticia que nos da Cristo es que ya no somos


nosotros tratando de retener una naturaleza rebelde por medio de un
mandamiento escrito en una tabla de piedra externa, sino que hemos sido
impartidos por el Espíritu Santo para no sólo no “matar” sino también amar
a las personas tanto como Él, al punto de que ni siquiera nos enojemos,
menospreciemos o insultemos.

¡Cuánto necesitamos ser impartidos de esta dulzura de la Vida Divina


para no caer en la hipocresía en la que cayó el fariseísmo, según lo que nos
mostró el Señor! Ellos trataban de guardar una Ley Perfecta y Divina (algo
imposible) sin ni siquiera comprender la esencia de esa Divinidad. Por lo
tanto, cumplían algo externo, lo que les daba una buena apariencia, pero
estaban llenos de malos deseos e indiferencia hacía sus semejantes. A los ojos
de ellos mismos, parecían gente que respetaba a Dios, pero a los ojos divinos,
estaban haciendo los deseos del diablo, ya que sólo expresaban su naturaleza,
que estaba caída y envenenada (Juan 8:44).

Por ejemplo, si ellos hubieran tenido la Vida Divina, la esencia de esta


Divinidad que ama a la gente se habría expresado por ellos y nunca habrían
caído en el terrible error de desligar a Dios de las personas, amparándose en
el lema: “con tal de que yo cumpla con mis diezmos y ofrendas a Dios, todo
está bien”. No nos equivoquemos como ellos, permitiendo que algo nos
separe del hermano, ya que esto es perder la íntima comunión con Él, porque
Él no hace esas separaciones.

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

El contraste más marcado con el vivir humano caído, lo que no podían


soportar los fariseos, fue la venida de Cristo a la Tierra, ya que su caminar
nunca quebrantó la esencia de la Ley (el amor); todo lo que Cristo hizo y
expresó contenía esa esencia. Pero el fariseísmo, en lugar de ver la esencia,
miraba los ritos, las formas y sus propias costumbres; nada les importaba del
resto de los hombres, ya sea que se muriesen de lepra, fuesen encorvados,
estuviesen atados o en cualquier otra situación penosa.

¿Queremos ser discípulos? Dejemos que Cristo se imparta en esta


Gracia, que va más allá de cumplir y se trata de amar y cuidar tanto la
relación con Dios como con nuestros hermanos. ¿Cómo pueden persistir las
enemistades entre los hombres y las mujeres de Dios? ¿Cómo puede alguien
sentirse fuerte por el sólo hecho de darle dinero a Dios? No, mi amado; ser
dulce con Él y áspero con el hermano es pura hipocresía y religión muerta. Si
en verdad estamos tocando a Cristo como la Vida, esa vida se expresará tanto
hacia Dios como hacia el prójimo. Si no nos arrepentimos, tendremos que
pagar muy duro nuestro pecado. Cristo no hará concesiones con nadie, Él
nunca permitirá una vida pecaminosa a cambio de ofrendas. Se puede ser el
mejor dador, pero si no nos arrepentimos genuinamente y recibimos a Cristo
para que nos imparta su dulzura, no podremos salir de la sentencia y
ejecución de su justicia.

O nos acercamos a recibir la esencia del amor, que sólo en Dios


podemos hallar, o quedaremos expuestos en nuestro pecado. Tengo que
decir esto porque, a menos que por nosotros se exprese Cristo en su Divina
esencia, “el amor”, nosotros no podremos amar a través de las capacidades
de nuestra vida humana. Y si no andamos en “Amor”, el cual es Dios mismo;
andaremos en nuestra carne, en la que no mora el bien.

Esto que estoy escribiendo es lo que Cristo enseñó en S. Mateo 5:17-26.


Si lo leemos con cuidado, veremos claramente de qué manera Cristo puso en
alto la Ley ligada a la esencia y al sentido real del amor, pero mostró la bajeza
de quienes pretendían hacer creer que cumplían esa Ley, cuando en verdad
carecían de la esencia.

Le ruego, por favor, que no pierda de vista el hecho de que, momento a


momento, Cristo les hacía ver a los fariseos el alto nivel de la demanda real
de Dios, para que se dieran cuenta de que en la expresión de uno mismo es
imposible alcanzar esa demanda. Es decir, Cristo los estaba elevando, al
mostrarles algo que los fariseos no veían, pero, por otro lado, los estaba

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posicionando para que luego se dieran cuenta de que era a través del
Espíritu, viviendo en ellos, que la demanda o el corazón del Señor se
expresaría, sólo que todo eso llegaría más adelante.

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

LO PRACTICO

 Hagan una oración en voz alta, uno, por uno, comprometiéndose con
el Santísimo Señor, de que de USTED no saldrán, MENOSPRECIOS,
INSULTOS NI ENOJOS hacia ninguna persona.
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 Revise su vida examinándose a sí mismo para ver si existe alguna


persona que tiene algo contra usted y determínese, a que no seguirá su
adoración sin ir en profundo amor para arreglar las diferencias. Luego
cuente por escrito cuál haya sido su experiencia.
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IMPARTIDOS, PARA SER CRUELES
“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que
cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en
su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo
de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu
cuerpo sea echado al infierno” (S. Mateo 5:27-29).

Qué apasionante es ver a Jesús en la misma expresión del Padre,


cuidando a sus hijos. Les está hablando acerca de la dulzura y el cuidado al
relacionarse con su prójimo y, de repente, pasa de una impartición de
suavidad hacia el prójimo a una impartición de crueldad y determinación en
la relación con nuestra naturaleza pecaminosa. No dejemos de ver que, en
cada tema que el Señor trata, les recuerda que se está revelando de una
manera mayor que la del Antiguo Pacto. Les hace notar que se está
impartiendo en un grado de separación del pecado que va a lo más profundo
de su vida humana y que es superior a lo que habían conocido hasta ese
momento.

Puntualmente, les habla del adulterio, pero llevándolos a una


santificación que tenía que ver ya no solamente con el hecho en sí, es decir,
con una acción física, sino con el lugar que se le diera al adulterio en las
intenciones y en los deseos mismos de la vida natural, y les dice que desde el
mismo instante en que el hombre decidiera mirar para codiciar, estaría
separándose de Dios. Así que les enseñó que Él era muy fino en esos asuntos
y que el pecado que separa de la presencia de Dios es destructivo, desde la
misma decisión de mirar para codiciar.

En esto, los estaba llevando a cuidarse más de ellos mismos que de


quien los pudiera ver. En el Antiguo Pacto, se cuidaban de ser descubiertos
porque morían, pero en el Nuevo, la muerte se manifiesta desde la decisión
de mirar para codiciar. Tanto el adulterio como la codicia son dos pecados
muy tratados en las Escrituras y de mucha gravedad. Cuando Dios se revela
en el Antiguo Pacto, en Éxodo 20, lo hace con un carácter totalmente
separado de la codicia y el adulterio; luego, a lo largo de la historia, nos deja
ver los resultados de dicha conducta, y en la revelación del Nuevo Pacto,
muestra su más profundo desprecio hacia ella.

pág. 20
El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

La codicia es la raíz de todos los pecados, y el vacío de no experimentar


a Cristo como un banquete que llena de satisfacción y nutre es el origen de
una conducta codiciosa. El codicioso no es más que alguien que no está
saciado de la presencia del Señor y a quien el hambre o vacío que eso produce
lo lleva a buscar satisfacción en el tener. Aquí se trata el adulterio, pero
cualquier hambre de nuestra humanidad se puede convertir en codicia, y lo
único que transforma esta condición es la rica presencia de Cristo. Lo único
que nos librará de este mortal pecado es estar satisfechos de Cristo.

Cuando una persona está insatisfecha, busca llenarse de algo. Puede


tener hambre de logros, títulos, dinero, bienes, cariño, sexo y otras cosas;
pero debemos estar alerta y saber que apenas se siente hambre por algo que
no sea la presencia del Espíritu del Señor, se está codiciando, y esto es
suplantar a Cristo por algo o alguien. Pablo el apóstol dijo tener todo por
basura, a fin de ganar a Cristo (Filipenses 3:8). Estar saciado de Cristo y no
alimentar otro hambre con cosas de este mundo es morir a nosotros y vivir
al Señor. Él pasa a ser nuestro todo que lo llena todo.

Muchas veces, oímos a personas decir que van a tomar a otro varón o
mujer porque su matrimonio no funciona o porque no ven que puedan ser
felices, asegurando que ellos “tienen derecho a esa felicidad”. Esto es un gran
engaño de Satanás; primero, porque delata que Cristo no es su todo, como
para saciar esa carencia, y aunque la persona tenga cargos y ocupaciones en
la Iglesia, su espíritu está vacío de la realidad de Cristo que la Biblia revela;
segundo, porque ya no somos nuestros, somos de Cristo, somos sus esclavos
por amor, quienes hemos renunciado a todo derecho para dejarlo expresar a
Él. Así que cualquier codicia es grave, y no sólo por lo que delata, sino
también por lo que de ella resulta.

Israel codició comer lo que en Egipto comían y Dios, en la primera


ocasión, les dio una dura lección, pero fue paciente; en cambio, la segunda
vez, muchos pagaron con sus vidas.

Codiciar a otra mujer, como se trata en S. Mateo 5:28, es doblemente


grave, porque el adulterio destruye el propósito de la paternidad. Dios crea a
un hombre y edifica a su única mujer para que tengan hijos, a quienes se les
deberá transferir a Dios, y así sucesivamente, hasta que la Tierra se llene del
Él mismo. Ahora bien, alguien que interfiere en otro matrimonio o permite
que otra persona interfiera en el suyo propio pasa a desvirtuar el mismo
propósito Divino.

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En la Biblia, existen diferentes casos de adulterio y diversas maneras
en que Dios trata el tema. Por ejemplo, uno de los más conocidos es el de
David, cuyo caso fue gravísimo no sólo porque codició y tomó a una mujer
ajena, sino porque hizo eliminar al esposo, lo que atentó contra la paternidad
del varón de esa casa, impidiendo que se ejecutase el plan de Dios por medio
de ese varón (Urías). Y porque realmente David se arrepintió y se humilló,
comportándose como un verdadero hijo y soportando la disciplina, fue que
no murió como lo ordenaba la Ley. Dios halló a un verdadero hijo, aun
después del error, y no le quitó la vida ni el reinado, pero sí lo trató muy
profundamente para transformarlo.

Pero como el pecado de codicia lleva a llenarse de todo lo que no es


Cristo, David se llenó de algo muy amargo, como lo es el adulterio. Y como
nadie que le dé lugar al pecado puede soltarse de esas cadenas, y mucho
menos cuando el pecado lo lleva a más pecado, David atentó contra esa
familia sin la menor misericordia. Entonces, como en principio no había
ninguna actitud de arrepentimiento, Dios le habló a través de Natán, el
profeta. Cuando David escuchó la parábola, sin saber que se refería a él,
declaró: “El que tal hizo es digno de muerte y debe pagar la cordera con
cuatro tantos, por que hizo tal cosa y no tuvo misericordia” (2 Samuel 12:6).

Esta terrible declaración muestra que, en lo más íntimo, David


conservaba el mismo corazón de Dios, pero le trajo resultados muy
dolorosos, pues consideró que el hombre al que hacía referencia la parábola
debía pagar cuatro veces lo que hizo sin misericordia, y si seguimos su
historia, veremos que cuatro de sus corderos o hijos murieron de mala forma.

No estar llenos de Cristo nos lleva a pagar precios muy altos. Por esta
razón es que el Señor imparte una total crueldad contra tales sentimientos
en nuestra vida. Sacarse el ojo derecho o cortarse la mano derecha significa
tomar una acción cruel contra aquella área de nuestra vida que nos esté
exponiendo al pecado o al infierno.

En esta impartición, Cristo estaba formando su corazón en sus hijos


espirituales, para que luego ellos mismos enseñaran lo que Él les había
enseñado. Es una clara función de la paternidad: un padre que imparte una
clara reacción cruel y determinante contra el pecado, llámese codicia,
adulterio o cualquier otra inmoralidad sexual.

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

Pero si no hubiera habido un padre que les impartiera, ¿cómo se les


habría formado el carácter? ¿Cómo habrían sido impartidos para tener la
actitud correcta ante el pecado? ¿Qué habría sido de David si no hubiera
aparecido el profeta Natán, que era un representante de Dios y su cobertura
paternal en esos momentos? Hasta el infierno mismo habría ido. Por esta
razón, debemos vivir llenándonos de Cristo, para estar satisfechos y no
codiciar, así como nunca debemos descuidar nuestra relación con nuestro
padre de fe, para que no perdamos la impartición que nos da la luz y la fuerza
para vivir expresando a Cristo.

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LO PRACTICO

 Ore a Dios para que le ayude a ver qué cosas son las que están entrando
por su ojo, que lo lleva a una mala obra que afecta su vida entera al
despertar pasiones pecaminosas y luego, haga una oración de renuncia
de la siguiente manera: Yo (diga su nombre) hoy descubro que
(mencione lo que sea, puede ser un programa de tv u otra cosa) que
entra por mis ojos y provoca una acción, afecta a todo mi
cuerpo ya que despierta las pasiones de mi carne, razón por
la que renuncio delante de Dios, de mi discipulador y de mis
hermanos, no teniendo mas nada que ver con tal maldad, ni
con Satanás que opera con su engaño, y me determino a
cortar, aunque me sea doloroso, con tal medio que le permite
al pecado revivir. En el nombre del Padre del Hijo y del
Espíritu Santo, amén
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 Cuente su experiencia en la semana, acerca de cómo resistió a la


tentación y cuánta libertad en Cristo disfrutó al ya no estar dominado
por el pecado y la culpa.
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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

IMPARTIDOS, PARA NO SER EL TROPIEZO


“También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de
divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa
de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada,
comete adulterio” (S. Mateo 5:31-32).

Casi sin cambiar mucho la dirección, Cristo sigue marcando el grado


mayor de revelación de Sí mismo y les habla contra el divorcio. Si el adulterio
es delicado, este asunto es más delicado aun y debe verse a través del
Santísimo Espíritu Divino. Cristo es tan maravilloso y dulce que nunca
debemos dejar de ver que, en cada uno de los temas, se expresaba con un
profundo amor hacia el hombre y que, en realidad, toda esa impartición de
Sí mismo tenía por objeto librarlo del infierno y de muchos otros dolores.

Esto se ve muy claramente cuando trata el caso de adulterio de una


mujer que fue sorprendida en el propio acto adúltero, a quien le dice que ni
Él mismo la condenaba (S. Juan 8:11), aun cuando, según la Ley, debía morir.
Por favor, entendamos bien que, aun en el Antiguo Pacto, Dios no quería
matar a la gente, sino que estaba librándola de algo peor, y ésta es la razón
por la que Cristo no hace matar a la mujer ni suelta juicios sobre ella, sino
que sale al encuentro, para que esta vida fuera transformada por su amor, y
le dice: “vete y no peques más para que no te venga algo peor” (S. Juan 8:11).
¡Esto es su amor! Él no estaba amenazándola y llevando cuenta de las veces
que la perdonaría, sino que estaba librándola de que tuviera que irse al
infierno por seguir adulterando.

Todo lo que motivó a Dios en Cristo es su amor, y es por eso que el tema
del divorcio resulta tan importante. Este pasaje de S. Mateo 5:31 por nada
debe servir para justificar divorcios, sino que debe tomarse como una
impartición de amor para ser librados de una vida pecaminosa. Así, Jesús les
hace ver el contraste existente entre la revelación que tenían y la que se les
estaba impartiendo, les hace ver que repudiar a la mujer o, para que quede
más claro, rechazarla porque no se le perdona algo, va a producir un tropiezo
en ella. Jesús dice: “hace que ella” (S. Mateo 5:32), con lo que está haciendo
totalmente responsable al varón del tropiezo de su mujer, en el caso de que
no la perdone y la rechace del matrimonio. Por favor, debemos ver que el
Señor nos está queriendo librar de quedar expuestos a la culpa de algo tan
horrible como hacer tropezar a quien es nuestra misma carne, está

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alumbrando al hombre para que vea su responsabilidad en el asunto, razón
por la que, cuando encuentra a la mujer adúltera, le dice que ni Él la condena.
Así que, ¿quiénes seríamos nosotros para rechazar a nuestra esposa?

Él se estaba impartiendo como lo que es, Amor, y en ese amor quería


hacer vivir a sus hijos. Es como si nos preguntara: ¿amas como yo amo?; o
como si nos dijese: perdona a tu cónyuge porque, de lo contrario, le harás
caer en un tropiezo, y no sólo eso, sino que también harás tropezar a tu
prójimo o a quien se case con ella, lo que te haría responsable de hacer
tropezar a dos personas.

En el verso 32, Él dice: “salvo por fornicación”, y muchos han tomado


esto como un justificativo para divorciarse. Existen libros y libros que tratan
de explicar el divorcio y sus justificaciones. Pero Jesús no les está hablado de
las justificaciones para divorciarse. Él se refiere a que nuestra falta de perdón
puede hacer que otras personas tropiecen, con lo que eso conlleva. La
expresión “salvo por fornicación” es una aclaración y significa que, en el caso
de que la propia mujer tome la decisión de unirse en una relación carnal con
otro hombre, el marido ya no es el responsable de su tropiezo, es decir, no
queda como el causante de que ella adultere. Expresado en mis palabras,
Jesús les estaba diciendo: “Hijos, si no perdonan a su cónyuge, van a ser los
responsables del adulterio de ella y de la persona a quien ella se una, a no ser
que ella sea la que elija, por sí misma, unirse a otro varón, y no que tome esta
decisión por haber sido rechazada del matrimonio”.

Pero, lamentablemente, aquellos que no experimentan el profundo


amor del Señor ven en esto un justificativo para el divorcio, no andando en
amor, ya que sólo tratan de sentirse bien ellos mismos, sin preocuparse por
el tropiezo de otros; y no nos olvidemos que el evangelio se trata de amar a
Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Que Dios nos conceda gracia para no caer en semejante pecado.


Sugiero que veamos, más ilustradamente, en la vida de Oseas, el carácter
práctico del Señor. Oseas sufrió y soportó el adulterio de su amada y hasta
pagó el precio de una esclava para seguir teniéndola. Esta historia nos
permite ver que Cristo amó a la Iglesia de tal forma, que se entregó por ella,
y no sólo fue un ejemplo, sino que nos mandó a amar a nuestras mujeres
como Él mismo amó a la Iglesia (Efesios 5:25).
¿Queremos obedecer al Señor y ser sus discípulos? Pues amemos a
nuestras esposas como Él amó a la Iglesia. ¿Queremos ser uno con Él? Pues

pág. 26
El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

seamos lo suficientemente valientes como para soportar, si es necesario,


humillaciones, con tal de que nuestra amada esposa no vaya a tropezar.
Nunca perdamos de vista que hijo es quien hace las obras de su padre, y
nuestro Padre se ha mostrado amando de esta manera, por lo que tenemos
impartición de sobra para cambiar el “evangelio religioso y vacío” por el
verdadero corazón Divino, llenándonos del verdadero amor que no busca lo
suyo propio, sino el bien de los demás. Por lo tanto, si usted tiene serios
problemas con su esposa o cónyuge, levántese como un verdadero hijo y
ámela al punto de pagar el precio de paciencia y humillación que sea
necesario con tal de que su misma carne no tropiece.

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LO PRACTICO

 Si usted es casado o casada haga una oración grupal diciéndole al Señor


que hoy renuncia a usar el matrimonio para buscar su propio bien y
que se une al sentir de Cristo para entregarse al bien del cónyuge en
todo lo que agrade a Dios. Luego ponga la fecha y escriba con su puño
y letra lo siguiente: (Fecha) En esta fecha he renunciado a buscar mi
bien y me he unido al Señor para entregarme a mi cónyuge, eliminando
toda idea de divorcio y recibiendo el ejemplo de amar aun perdiendo
mi propia vida.
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 Si usted es soltero haga una oración haciendo un pacto con el Señor


que el día que Él le dé al cónyuge, lo tomará como una obra de su amor
y que cuidará con toda su vida de serle tropiezo. Luego ponga la fecha
y su firma al lado de lo siguiente:
 En esta fecha __________he pactado con mi Dios que quien me de
de compañero/a será para toda mi vida, determinándome a soportarlo
todo por amor para nunca serle de tropiezo_____________(Firma)

 Si hay algo que tiene que arreglar, hágalo esta semana mismo y luego
de testimonio en el próximo discipulado

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

IMPARTIDOS, PARA QUE ÉL SEA


NUESTRA FUERZA
“Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino
cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna
manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque
es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran
Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un
solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de
esto, de mal procede” (S. Mateo 5:33-37).

Con respecto a los juramentos, en el pacto antiguo, el hombre podía


hacerlos, pero debía cumplirlos; ahora, Jesús los estaba llevando a algo más
puro y profundo. Es muy importante que el Señor haya impartido esto de los
juramentos, porque tiene que ver con nuestra naturaleza nacida de Él
mismo.

Cuando una persona jura por cosa o persona alguna, está poniendo en
riesgo algo que aprecia o ama, para tener la fuerza necesaria de cumplir lo
prometido. Esto es lo que Cristo quería erradicar de la vida a través de la
nueva impartición. Todos los que hemos nacido de nuevo, a medida que
crecemos y pasamos tiempo con el Señor, vamos adquiriendo más y más de
su persona y naturaleza. Esta regeneración y transformación va haciendo
que, cada vez en mayor medida, le permitamos a Cristo que se exprese, no
dependiendo ya de otra fuerza, como la de los juramentos, para actuar
adecuadamente. Hay personas que tienen un vivir tan superficial que
necesitan la fuerza de la pérdida que les pueda causar el incumplir un
juramento para aparentar ser buenas personas.

Cristo, con su vida impartida, nos está llevando a estar llenos de su


pureza y santidad, siendo Él mismo nuestra fuerza. Como padres
espirituales, debemos tener bien claro este asunto, ya que en el cumplimiento
del discipular deberemos llevar a nuestros hijos a vivir por la esencia de
Cristo en nuestros espíritus, como la verdadera fuerza, y no buscar motivos
externos o miedos para ser gente de palabra. Que Dios sea impartido cada
día en nosotros de tal forma que su vida sea la que nos conceda un carácter
firme, estable y creíble, siendo nuestro sí, sí y nuestro no, no.

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LO PRACTICO

 Medite acerca de que costumbres o vicios tiene en su hablar que no


corresponda al hablar del Señor y escríbalo.
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 Una vez todos hayan identificado lo que tienen que erradicar de su


hablar ore renunciando y declare en alta voz: JAMAS VOLVERA A
SALIR DE MI BOCA

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

IMPARTIDOS, PARA SALIR DEL CENTRO


“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os
digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la
mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y
quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a
llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera
tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu
enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan
y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos,
que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e
injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No
hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos
solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed,
pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto” (S. Mateo 5:38-48).

En el antiguo pacto, Dios se reveló hasta una medida, y en ella esperaba


que el hombre no se sobrepasara con quienes le perjudicaran, y en el caso de
que no quisiera dejar pasar por alto la ofensa, Dios pretendía que el hombre
fuera justo en la medida en que devolvía la ofensa y no que actuara con una
actitud vengativa sin medidas.

Por supuesto que este era el fin de esa ley desde el lado de Dios, pero,
desde el lado del hombre, esa ley se tomó no para regular la medida de la
devolución de la ofensa, sino como el justificativo para no dejar pasar la
ofensa. Todo lo que Dios hizo, lo hizo conociendo la maldad de la vida
humana y tratando de brindarle al hombre leyes que regularan esa maldad,
ya que, por su naturaleza de Amor, procuraba que el hombre no se hiciera un
mal mayor. Pero el ser humano, al no tener la misma naturaleza Divina, bajo
el antiguo pacto daba vuelta la intención de esa ley y la usaba para expresar
su maldad sin remordimientos; este es el típico fariseísmo que tanto dañó a
la gente antigua, pero que hoy, en forma de religiones, daña a la actual.

Ahora, en el nuevo Pacto, Cristo, como Dios, se estaba revelando en


una medida mayor a su pueblo. En esta nueva medida, le daba mucho más
que la capacidad de ser justo: le indicaba que dejase pasar las ofensas. De

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modo que, en lugar de devolver el mal de una manera justa, hoy sus
discípulos tenemos la misma capacidad que Él de dejarlo pasar.

La impartición que los discípulos recibieron en aquel momento era


demasiado alta para que pudieran vivirla humanamente. Y es justamente en
este punto que debemos centrarnos: lo que Cristo dijo no se puede vivir
desde el conocimiento. Usted y yo podemos conocer todas sus palabras de
memoria, pero si no se imparte, es decir, si no se introduce su Espíritu por
medio de las palabras, de la predicación, es imposible vivir en Cristo.

Existe un alto grado de frustración en la vida de muchos cristianos,


porque son sólo conocedores de las Escrituras, pero no viven en una
constante impartición. Se están alimentando del árbol del conocimiento, de
la ciencia del bien y del mal; tratan de vivir por lo que la palabra dice, en
lugar de ir a Él como el árbol de la Vida y experimentar su realidad impartida.
Si Él se imparte, será quien viva en nosotros y será Él mismo quien se exprese
en su justicia, santidad y Gloria. De lo contrario, viviremos muy por debajo
de su nivel Divino y será constante el sentimiento de frustración al ver que,
a pesar de los esfuerzos, el resultado no se da. S. Mateo 5: 38-48 nos enseña
acerca de un total despojo de nosotros mismos. Cualquiera que no se despoje
de todo, será tironeado por aquello a lo que se está aferrando. Cualquiera que
no salga del centro de su vivir, se verá imposibilitado de disfrutar y expresar
a Cristo.

Sólo el altísimo carácter de Cristo puede entregarse, dejar de


defenderse y sufrir el agravio sin la mas mínima carga en su corazón. Sólo
Cristo, a quienes le quitaron la túnica, les dejó la capa. Sólo Cristo estuvo
dispuesto a llevar la carga de lo que no le correspondía, dos millas. Sólo
Cristo dio su vida sin que nadie se la tenga que quitar. Sólo Cristo fue capaz
de amar a quienes lo estaban matando; sólo Él fue capaz de bendecirlos y
orar tan intensamente que, en una noche fría, su sudor fue como pesadas
gotas de sangre.

Él es único, y debemos reconocer que no está en nosotros tal capacidad,


por lo que a cada instante debemos soltarnos de nosotros y de lo que
poseemos para tomarnos de Él y de sus virtudes. De esta manera, ya no
tendremos la necesidad de defendernos de aquellos que pretenden
tironearnos la capa. Si realmente nuestra vida está en Cristo, nada ni nadie
podrá tironearnos. Simplemente, porque a nada estamos tomados que no sea
su real presencia, momento a momento. Debemos asegurarnos de estar

pág. 32
El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

aferrados a la sensación de su presencia; esto será nuestra llenura y nuestra


perfección.

En Génesis 17:1, dice: “Era Abram de edad de noventa y nueve años,


cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda
delante de mí y sé perfecto”. Y justamente esta es la gran respuesta para
aquellos que anhelamos expresar su perfección. Andar delante de Él es
nuestra transformación y perfección. Lo aclaro porque el concepto
equivocado, pero más difundido, es: “ser perfecto para poder andar con Él”.
Sólo el resplandor de su gloria y realidad nos puede hacer tomar su forma.

Pablo dijo que seguía adelante para ver si lograba asir aquello para lo
cual fue asido por Cristo; es decir, vivía para ver si lograba conseguir más
realidad de Cristo (Filipenses 3:12). Lo contrario sería vivir sólo para tener
“más mantos”; cuando alguien quiere quitarnos uno de ellos, entramos en
pleito y tironeo. Cualquiera que viva para ganar y agarrar más de la realidad
de Cristo no sufrirá tirones de las pérdidas que le pudiera ocasionar su
enemigo. O bien nos despojamos, para que se exprese el único que tiene el
nivel Divino, o sufriremos la vergüenza que trae el aferrarse a todo aquello
que no sea Él mismo.

En S. Mateo 5:45, dice: “Para que seáis hijos de vuestro Padre que está
en los cielos quien hace salir su sol sobre buenos y malos y hace llover sobre
justos e injustos”. Esto nos hace ver que un hijo es quien puede ser la
proyección de su padre. Cuando la persona no expresa a su padre con sus
obras, pierde la posición de hijo. Jesús les dijo a los fariseos, quienes se
creían los hijos de Abraham, que sólo los que hacían las obras de Abraham
podían llamarse hijos de este. Y también dijo que el Hijo nada hace que no
vea hacer al Padre.

Ser hijo es ser la proyección del padre, y ser padre es proyectar, a través
del hijo, la Vida Divina que mora dentro de sí. Así que, si somos capaces de
salir del centro para que viva el Hijo, expresaremos esa vida y esto nos hará
ser hijos maduros de Dios, su misma proyección. Y por expresar al perfecto
Cristo, quien a su vez expresa al Padre, se hará posible en nosotros la
perfección que Cristo cree que podemos vivir.

pág. 33
LO PRACTICO

 Medite acerca de situaciones difíciles y de injusticias que le ha tocado


vivir y comience a rogarle al Señor para que Él le imparta su carácter
de amor capaz de sentir amor por los enemigos y declare bendiciones
sobre los que hablaron mal y le perjudicaron, ore y dígale al Señor que
le muestre que bien le podría hacer a la persona que le hizo mal y
comprométase a orar siempre por ella. Una vez declaró esto delante de
Dios, declárele al Diablo que usted ya nada tiene que ver con su
carácter de rencor, de odio o de venganza, que usted siente por los
enemigos lo que Dios siente y por qué esa determinación es un
verdadero hijo del Dios Altísimo. Amén
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 Cuente su experiencia en el discipulado.

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

IMPARTIDOS, PARA SER


RECOMPENSADOS
“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser
vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre
que está en los cielos.
Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como
hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por
los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú
des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu
limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en
público” (S. Mateo 6:1-4).

En el capítulo 6:1-4, Cristo nos muestra que la vida de hipocresía es una


vida que se alimenta de los reconocimientos pasajeros que puede dar el
hombre; y si hay algo despreciable, es ver esta actitud en muchos que dicen
vivir pero están muertos, personas que en apariencia son muy cumplidoras
con el Señor, siendo que el verdadero motivo o motor que las mueve a la
acción no es el Señor, sino ellas mismas.

Qué imagen tan mala dan quienes siguen propósitos personales usando
al propio Dios. Alguien que vive bajo la impartición de la vida del Señor no
permitirá que su interior sea motivado por los reconocimientos, las
alabanzas y las recompensas de los hombres. Un amado de Dios tendrá su
placer en permitir al Padre expresarse por él y en que el Padre esté satisfecho
de poder hacerlo. Estos discípulos genuinos y verdaderos serán los
recompensados por Dios.

¿Queremos vivir por la aprobación Divina? Vivamos para sus


motivaciones y permitámosle expresarse. El señor Jesús nada tiene de la
levadura de la hipocresía. Él es el pan sin levadura, puro y limpio; por lo
tanto, su vida impartida expresará, a través de nosotros, intenciones y
propósitos muy puros.

Debemos tener cuidado con este particular, ya que es muy fácil que la
hipocresía se introduzca en los corazones. Hasta hay quienes tienen
congregaciones con muchos miembros y, gobernados por la hipocresía,
pretenden hacerlos seguir su propósito personal. Si bien la hipocresía es una
condición de la naturaleza caída, puede verse muy marcada en la vida de
pág. 35
religiosos y políticos, puesto que su actividad se presta para disfrazar
motivaciones, presentando a la gente una apariencia de piedad que no se
corresponde con sus actos.

Cuando una persona deja de tocar la vida Divina y practica sólo algunas
cosas que conoce de la Biblia, está expresando la hipocresía de su naturaleza
humana, envenenada por Satanás. La hipocresía usa la apariencia de lo de
Dios, pero persigue sus propios fines. Es muy doloroso escribir esto, pero me
toca ver a ministros que tienen congregaciones para sus propios fines, ya que
no edifican la Casa como Dios les ha mostrado a través de Jesús, sino que la
edifican para su conveniencia. Hay ministros que se han adueñado de
congregaciones del Señor, que las edifican sin la roca del discipulado y que,
aun haciéndoles ver la Palabra de Dios, siguen adelante según su parecer y
no según el de Cristo.

Un verdadero varón de Dios sólo vive por los motivos de Dios, y cuanta
más luz viene al Él, más se corrige y obedece. En cambio, el que está
engañado disfraza con la vida de Iglesia los motivos propios, pensando que
porque tiene una congregación ya ha tenido éxito.

Mi querido hermano y consiervo, para ser verdaderos, no debemos


perdernos en nuestro entendimiento, manteniéndonos firmes en el hecho de
que la causa es la de Cristo, el diseño es de Él, el plano es de Él y la Casa es
de Él. Le suplico a Dios que no le deje ni siquiera una mínima medida de
hipocresía, que Él mismo le ayude a ver y sacar todo aquello que pueda
hacerle disfrazar motivos para terminar edificando algo que Él no pidió e
impidiendo que su Gloria repose sobre la Tierra.

pág. 36
El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

LO PRACTICO

 Propóngase esta semana hacer una buena obra con alguien que
necesite, guardando el secreto ante los hombres, y espere ver de qué
manera Dios le recompensa.
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 Si en la misma semana tuvo una experiencia con la recompensa que da


Dios a quienes obran motivados por El y no por lo humano, escríbala y
cuéntela, para edificar al resto.
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pág. 37
IMPARTIDOS, PARA NO SER HIPÓCRITAS
“Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar
en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los
hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando
ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en
secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que
por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos;
porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que
vosotros le pidáis. Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en
los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad,
como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas
líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos
los siglos. Amén. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis
a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras
ofensas” (S. Mateo 6:5-15).

Esta oración tan conocida, el Padre Nuestro, está comprendida entre


dos advertencias: al principio, la referida a la hipocresía, de la que ya se venía
hablando, y al final, la relativa a la actitud constante de perdonar a los
hombres las ofensas. Estas dos advertencias encierran lo que sería nuestra
comunión con Dios y lo que puede hacer de ella un vivir glorioso o un fracaso,
según atendamos o no a ellas. Por lo tanto, debemos tener sumo cuidado de
que no se introduzcan en nuestro corazón ni la hipocresía, que tiene que ver
con presentar la apariencia de hijos de Dios, pero sin la esencia de las
motivaciones Divinas, ni la soberbia. Esta última casi destruyó y le dio gran
pérdida al Rey David, y es una amenaza constante en la vida del discípulo.
He visto a hombres de Dios romper sus propios ministerios por este pecado.

La soberbia a la que hace referencia el Señor Jesús, que arruina la vida


de oración y comunión con Dios, implica tener una imagen distorsionada
acerca de Dios y de nosotros mismos. Pablo escribió que nadie se tenga en
un concepto más alto del que se debe tener (Romanos 12:3); cuando el
hombre, en su relación con Dios, mantiene tres niveles (en lo que respecta a

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

la forma en que concibe a Dios, a sí mismo y al prójimo) es cuando ha entrado


en la soberbia que le romperá dicha comunión.

Un ejemplo de ello es la oración del fariseo, en Lucas 18:9-14, que veía


a Dios en el nivel más alto, a sí mismo se veía en el segundo nivel y al resto
de los hombres en el tercer nivel, el más bajo. ¡Qué fácil es caer en esto! Y esa
es la razón por la cual el hombre no perdonó a otros. Justamente por creerse
en otro nivel, se creía mejor, más aceptado y menos maligno. Desde ya que
este no es el Espíritu del Señor Jesús, quien aun siendo igual a Dios, se puso
en el nivel de hombre. Para la concepción del Señor, estaba Dios, su Padre, y
la vida humana, con la que Él se identificó.

Otro ejemplo es la oración de Daniel, en el capítulo 9. Él ora


identificándose con el pecado y con la baja condición de toda la Nación de
Israel, aun en generaciones anteriores; nunca oró culpando a otros y
poniéndose en un nivel superior, sino que se sintió igual al resto, a quienes
le habían fallado al Señor. Cuando permitimos que en nuestra oración se
exprese el Espíritu Santo, podemos hacernos uno con el corazón de Dios y
sentirnos tan necesitados como cualquier otro ser humano. La raíz de la
soberbia está en pensar que, por ser vasos del tesoro, somos un poco más que
seres humanos. Sólo somos vasos de barro que contienen el tesoro de la vida
Divina. Mientras vivamos bajo la revelación de que el único digno de
llamarse santo de los santos y justo es Cristo, y mientras Él se exprese por
medio de nosotros, los vasos, su santidad y su justicia nos serán atribuidas.
Pero cuando pensemos que algo bueno es nuestro, en el mismo momento nos
estaremos separando de su Espíritu.

No debemos permitir que ninguna carga de rencor se instale en nuestro


corazón, porque en ese momento nuestra comunión empezará a sufrir. Esta
es la forma adecuada de interceder o relacionarnos con Dios. Al ver a Moisés
y a Aarón ejercer el ministerio intercesor, podemos observar que, aun cuando
el mismo Dios quería terminar con el pueblo por su obstinación, ellos
seguían rogando y Dios les respondía, librando al pueblo (Éxodo 32:9-14).

Un verdadero discípulo orará con piedad, compasión, misericordia y


justicia; es decir, reconociendo la condición caída de la humanidad, tanto la
de los que no conocen a Cristo, como la nuestra, porque toda la vida natural
está caída y no tiene arreglo, a menos que se presente a Cristo como el
sacrificio perfecto por nuestros pecados y por los de todo el mundo (1 de S.
Juan 2:2).

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Nuestra oración debe ser con aflicción, por quienes ofenden al Señor,
pero también con súplicas y ruegos, para que, en su soberanía, Dios elija
tenerles misericordia. La única oración que Dios atenderá será la que exprese
en su totalidad a Cristo, ya que por ser el único que descendió del cielo, es el
único que puede subir. Así que si oramos la oración de Cristo que descendió
del cielo, nuestra oración subirá hasta el mismo trono.

Cristo se toma el tiempo para impartir esto, justo poniendo la


comunión con el Padre en el centro, porque aquellos que más oran son los
más propensos a caer en este tipo de pecado. Y digo esto porque cuanta más
comunión y oración hay en nuestra vida, más especiales nos parece que
somos. Nunca, aun cuando se nos abra todo el cielo, debemos perder
conciencia de lo que somos en nuestra naturaleza humana. Jamás tengamos
en poco a la gente, ya que esta será la soberbia que arruinará la comunión y
nos traerá serios problemas. Por eso, Cristo se ocupó de mostrarnos que
debemos orar incluso por nuestros enemigos.

En cuanto a la oración en sí, el patrón que Cristo establece en esta


enseñanza es la oración del discípulo y cómo entrar, a través de ella, en la
comunión del Padre, esperando la recompensa, con un hablar coherente de
honor hacia Él, interesados en su obrar en la Tierra, dependientes de su
provisión, cuidadosos con el prójimo, con quien debemos ponernos a la
misma altura, temerosos para ser librados por su misericordia y llenos de
reconocimiento hacia su reinar poderoso y glorioso. Todos estos son los
límites dentro de los cuales nos movemos en nuestra comunión con Él. Esto
es entrar a Él y movernos en Él.

Cuando oramos la oración del Señor, Cristo añade su incienso


(Apocalipsis 5:8 y 8:3-5). ¡Gloria a Dios! Cuando oramos su oración, esta
puede entrar hasta el mismo altar de oro en el que Cristo agrega su incienso,
es decir, se une a nuestra intercesión. El humo del incienso sube al trono
(Apocalipsis 8:3-5) y es entonces que el trono ejecuta su orden y la tierra es
sacudida y conmocionada por las oraciones de los santos.

Cuando el Señor revela su oración, que comienza con el Padre, está


explicando la redención, ya que si primero no somos redimidos, no podemos
ser posicionados como hijos. Cuando pasamos tiempo experimentando la
cruz y el sacrificio como paga, viviendo en una experiencia diaria esta
poderosa cobertura, es cuando la plenitud de su presencia se nos manifiesta
y nos permite disfrutar de verdad a Dios. No es posible experimentar

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

íntimamente a Dios, como Padre, si primero no experimentamos


íntimamente a su Hijo en su muerte y resurrección. ¡Gloria a Dios!

Ir a Cristo como el todo, nos hará experimentar una abundante porción


de Él mismo, lo que será la Gloria del Padre y su gran felicidad por poder
vernos en Cristo, el único aprobado; así, seremos avivados en gran manera.
Decir a Dios Padre implica aceptar realmente, en experiencia, a Cristo como
nuestra paga, sustituto y vida. Ponga especial atención a este punto. Cuando
oramos, Cristo es nuestra ofrenda al Padre, lo que nos permite, por el
Espíritu Santo, mezclarnos con Él y ser uno con Él. De esa forma, su reino, a
través de quienes lo expresamos, puede venir a la Tierra. Este tema es tan
profundo y tan rico, que oro a Dios para que le abra los ojos a cada uno de
sus amados y sean marcados con esta relación.

Por favor, cuidemos cada mañana de experimentar a Cristo por medio


de las ofrendas, que son la fiesta del Padre. Experimentar la sensación de su
redención nos hará mezclarnos con Él y permitirle que se exprese por medio
de nosotros, siendo el sustituto, es decir, quien obra por nosotros, para que
quienes vean esas obras puedan afirmar que en verdad somos los hijos de
Dios y glorifiquen a las tres personas del único Dios.

Si es necesario, lea varias veces esto y practíquelo en la oración hasta


que se le haga un hábito. Pase tiempo disfrutando los aspectos de la
redención, permita que la revelación de su sacrificio cubra todas las áreas
caídas de nuestra humanidad, goce de saber que esta es la obra de Dios que
complace al Padre, que esta es su fiesta y este es su regocijo, y experimentará
al Señor como hijo de la manera más satisfactoria que se pueda imaginar.

En S. Juan 6:28-29, a Jesús le preguntaron cómo hacer la obra de Dios,


y su respuesta fue: “ésta es la obra de Dios…” Usted se preguntará a qué se
refiere, pero si lee todo el contexto podrá ver que hacer la obra de Dios es
ocuparse de experimentar a Jesús, comiéndolo y bebiéndolo para nuestra
satisfacción y crecimiento. Si nos ocupamos de experimentar su sacrificio
como una comida y su sangre como una bebida, seremos llenos de Su vida.
Por lo tanto, hacer la obra de Dios es ocuparse de comer (experimentar la
redención de cada día) y beber (disfrutar del espíritu de esta redención) para
tener su vida divina por encima de nuestra vida humana. Jesús dijo que
quienes hagan esto vivirán. Si miramos la historia del hijo pródigo, veremos
que lo único que provocó fiesta en el padre fue la vida del hijo; así que si nos
ocupamos de comer, como dice San Juan 6, de experimentar a Cristo como

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la redención, tendremos la vida que produce fiesta al Padre, y al expresar esta
Vida, Dios mismo se expresará y su reino se establecerá.

Todas las partes que componen la oración del Padre Nuestro están
relacionadas entre sí y no son tópicos sueltos. Experimentar a Cristo como la
redención, ocupándonos de esto, nos llevará a una comunión íntima con
Dios, de hijos hacia el padre. Esto nos permitirá tener lo que haga que su
nombre sea santificado, ya que quienes nos vean vivir expresando la vida
Divina verán la separación y definición entre Dios y el mundo. Santificar el
nombre significa que nuestro vivir sea pleno de Él, para que no se desfigure
su expresión por estar mezclados con lo mundano. Entonces, al ver su misma
expresión, Dios podrá pasar a través de nosotros y reinar para hacer su
voluntad, en principio en la vida de sus hijos, y un día en toda la Tierra.

Ordenemos un poco el concepto:


Experimentamos a Cristo como nuestra redención en cada área de nuestra
naturaleza, hasta vivir una comunión tan íntima como la de un hijo hacia su
padre, que a su vez, por ser hijo, expresa las obras del Padre, no mezcladas
con el mundo, lo que le da al Padre la capacidad de reinar para hacer su
voluntad en la Tierra tal como la hace en el cielo. Esta oración no se trata de
puntos fríos y técnicos, sino de una mezcla con el Espíritu Santo que permite
disfrutar toda la realidad Divina. Una vez que estamos llenos del reinar de
Dios y de la expresión de su voluntad, rogamos por la provisión, para poder
llevar adelante esta expresión de Dios, y suplicamos por su sostenimiento
vital. Este no es un momento para llevar deseos egocéntricos, codiciosos o
vanos; es una súplica para que Dios sea quien nos supla para poder cumplir
su propósito en esta Tierra.

Tanto la oración como lo que la motiva deben ser una expresión de los
deseos de Cristo. No olvidemos que es el incienso que debemos quemar en el
altar de oro y que el fuego, así como el mismo incienso (motivación correcta)
deben provenir del Señor; si no provienen de Él, el fuego y el incienso son
extraños. Eso fue precisamente lo que les trajo muerte a los hijos de Aarón
(Éxodo 30:8-9; Levítico 10:1). Cuando la oración es la adecuada y el
propósito también es adecuado, Dios no fallará en responder con provisión,
para que su reino se establezca en todas las vidas que Él ha planeado.

Y no sólo debemos unirnos con Cristo para pedir por la provisión, que
tiene gran importancia para el desarrollo de su obra en la Tierra, sino que
también debemos unirnos a clamar por nuestro perdón y nuestra relación

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

con los hombres. Nadie que sea un hijo y expresión de Dios para el
establecimiento de su reino puede permitir que exista levadura sin limpiar
dentro de su vida. Debemos buscar cada mañana dentro de la casa, como se
hacía en la Pascua, y ver que no haya levadura, ya que si tenemos levadura o
un vivir pecaminoso, Dios no será expresado como puro, perderemos la
íntima comunión y perjudicaremos el establecimiento de su reino.

Ya hemos visto en este mismo libro, con respecto al tema de la oración,


que el perdón es vital para que a su vez recibamos perdón y que el Padre no
encuentre obstáculo para expresarse por nosotros. Dios nos conceda la luz
de su vida, no sólo para saber, sino también para practicar la confesión
minuciosa de nuestros pecados y no tomar esto a la ligera, ya que si
caminamos en nuestros pecados inconfesos, Dios se verá distorsionado y el
mundo recibirá una imagen confusa, que hará imposible su verdadera
conversión.

Cuando llegamos al punto de pedir perdón, debemos tener una súplica


de limpieza por las transgresiones, como se nos muestra en el Salmo 51;
debemos tener un reconocimiento de nuestra naturaleza, como nos enseña
la primera carta de S. Juan 1:8-10; y, a su vez, debemos cuidar de dos cosas
fundamentales:

En primer lugar, debemos evaluar “si estamos en luz”, es decir,


exponernos al juicio de la palabra divina cada día para confesar. Sólo su
palabra es la adecuada. Estar en luz significa dejarnos examinar la vida como
nos muestran Éxodo 12:19 y 1 de Corintios 5:7-9, cuidando de que no exista
absolutamente nada de levadura o pecados ocultos. Lo que dice Éxodo acerca
de que no haya levadura en nuestra casa habla de que no debemos tratar el
asunto del pecado como algo generalizado, sino como algo detallado, para
poder llegar a ver toda transgresión, descubrirla y confesarla, así como
eliminarla bajo el poder de Dios. Al llegar a este momento en la oración,
debemos ser conscientes de lo pecaminoso de nuestra naturaleza, para
permitirle a Dios impartirse como luz que exponga toda transgresión.

En segundo lugar, debemos cuidar la comunión con la gente. Todo el


avance del reino de Dios en la Tierra dependerá de ello. Por eso, luego de orar
por el avance de su reino y el establecimiento de su voluntad, se suplicará
para que venga la provisión que nos permita vivir para expresarle y el perdón
al prójimo, que nos vuelve uno con Él.

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Prestemos atención a la oración del Padre Nuestro, la cual nos indica
que, para ser perdonados y permitir el avance de Dios con su reino, debemos
pedir perdón a Dios y perdonar a los hombres. También tengamos presente
el pasaje de primera de San Juan, según el cual debemos estar en luz, es decir,
exponernos al juicio de su palabra. Y tampoco descuidemos la “comunión
unos con otros”, para que la sangre de Jesucristo nos limpie de todo pecado.
Ninguna de las veces en que el tema es tratado en la Biblia se desliga nuestra
relación con Dios de nuestra relación con los otros hombres o semejantes.

Una vez que, por la sangre que nos limpia, quedemos en la posición de
hijos en relación a Dios y que, con toda humildad, nos ocupemos de estar
bien con Él y con las personas, podremos suplicar para no ser soltados al
poder que Satanás ejerce en el mundo y en nuestra propia carne, donde no
mora el bien, sino su mismo mal. Este es un asunto de suma delicadeza, pues
si bien el hecho de ser tentados no es pecado en sí mismo, sí lo es el proveer
para los deseos de la carne y después tratar de refrenar la expresión
pecaminosa de la misma. Por ejemplo, consumir programas televisivos de
este mundo, que en su totalidad están bajo el maligno, y después querer
refrenar la lujuria, es serio y pecaminoso, ya que estaríamos siendo los
causantes de que las pasiones humanas sean provocadas.

No podemos negar que toda la programación, e incluso las pausas


televisivas, están cargadas de todo aquello que provoca lujuria, sea sexual o
de otra índole. La lujuria es un estado dominante sobre nuestra alma, que
está constantemente deseosa de cosas que no son Cristo. Algunos están
dominados por el sexo; otros, por el comprar y poseer productos de la vida
caída.

De modo que para que nuestra oración tenga éxito y seamos guardados
y librados de cualquier ataque de Satanás a los deseos de nuestra naturaleza
caída, debemos estar muy comprometidos con no proveer para lo que
provoca o despierta esos deseos. Además, hay que tener claro que si
guardamos nuestros ojos y nuestro ser interior de todo lo impuro,
llenándonos de Cristo cada día y a cada momento, ese vivir de Cristo nos
pondrá en alerta contra la tentación. Pero si le damos lugar a lo pecaminoso
y no nos llenamos adecuadamente de Cristo en nuestro espíritu, los deseos
de nuestra naturaleza envenenada por Satanás cobrarán el poder, lo que se
hará imposible de controlar.

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

Por favor, nunca piense que podrá controlar su naturaleza. Esto lo


engañará, lo traicionará, permitiendo que la serpiente se aproveche y lo
muerda. La naturaleza humana, que desea lo contrario a Dios y su plan, debe
ser llevada a la muerte, no proveyéndosele absolutamente nada. Satanás
puede tratar de llevarnos a una acción pecaminosa a través de nuestra misma
naturaleza o del mundo, pero si estamos llenos de Cristo, vacíos y alejados
de lo malo, no encontrará lugar en nosotros.

Muchos jóvenes mantienen una lucha con los pecados sexuales, y


algunos hasta caen en ellos, aun cuando, en su espíritu, no pretenden ofender
a Dios. Ellos no saben por qué, si su anhelo es agradar a Dios, no pueden
lograrlo. Esto ocurre, justamente, porque se exponen a la televisión, a
Internet, a las revistas, etc., todo lo cual está cargado de erotismo y
seducción. Luego pretenden, por lo que saben de Cristo, controlar el pecado.
No funcionará así. Dios ordena que lo vivamos continuamente, llenándonos
de Él en todo momento y cortando con lo que pueda representar una ocasión
para caer, siendo crueles con lo que pueda llevarnos a la esclavitud del
pecado, tal como vimos anteriormente. Así que, por un lado, debemos
llenarnos de Cristo, y por el otro, debemos ser crueles y cortar con aquello
que despierta nuestra carne. Entonces, nuestra oración traerá la gracia o
realidad de Dios que nos pondrá por encima de toda tentación.

Con respecto a ser liberados del mal, por un lado tiene que ver con todo
plan y maquinación satánica que pretenda perjudicarnos como Iglesia y
morada de Él, deteniendo el avance de su reino y el establecimiento de su
voluntad. No debemos, por nada, dejar de lado nuestra batalla espiritual en
esta parte de nuestra oración, ya que Satanás debe ser reprendido por el
mismo Espíritu de Dios, que mora en nosotros, para que no avance con sus
engaños y confusiones.

Hoy podemos ver que mucha gente es estorbada por el engaño del
infierno a través del ocultismo, que no es ni más ni menos que el querer
alcanzar resultados para la vida propia sin obedecer a Dios y su plan en la
Tierra. Las religiones, por otro lado, han hecho estragos, y son usadas por
Satanás para inutilizar a la gente en los propósitos divinos. Las religiones han
hecho propios trazos y diseños, mezclándolos con los de Dios, y la gente ha
quedado confundida. En tal estado de confusión, no pueden adorar con su
espíritu al Dios que es Espíritu para ser unos con Él y expresarle en la Tierra.

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Sobre todas estas cosas y otras, como la idolatría, la codicia y demás,
debemos levantarnos en la autoridad de Dios, para ser librados y avanzar
como su Iglesia gloriosa. Todo este orar del Señor debe ir acompañado de
una declaración de que “suyo es el reino” (Satanás está derrotado y
destronado), “suyo es el poder” (ya que lo que quiere Él hace) y “suya es la
gloria”. Toda manifestación de su grandeza por todos los siglos, es decir, por
siempre y para siempre, es de Dios.

En mi experiencia particular, desde mis comienzos, me he ocupado de


orar con el Padre Nuestro muy temprano en la mañana, ya que creo que un
intercesor que lleva la carga del Señor no puede dormir tranquilo. Isaías 26:9
es una palabra que justamente nos muestra de qué manera este profeta
desarrollaba su ministerio profético. Isaías llevaba la carga del desvío de las
personas, y la llevaba a Dios muy temprano en la mañana, para que El reino
de Dios avanzara en la Tierra.

Orar de madrugada fue la experiencia de muchos varones bíblicos,


incluyendo a Jesús mismo, y desde luego que esta debe ser nuestra
experiencia constante, ya que es la oración para el discípulo que atrae el
reinar de Dios hacia la Tierra. Orar de madrugada es permitirle a Dios hacer
su propia voluntad en la Tierra. No olvidemos que un intercesor es un canal
por el que Dios pasa y se expresa. Dios es un varón de guerra, y cuando
oramos adecuadamente, lo ponemos en acción y se deleita en poder
encontrar a hombres y mujeres por los que se pueda expresar en la Tierra.

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

LO PRACTICO

 Visualice en oración de que manera Cristo, quien no tenía nada de


hipocresía mantuvo su vida de oración solo con el fin de agradar al
Padre y llorando por los pecadores y permita que esta impartición se
haga parte de su vivir, determinándose a que todo odio y maldad que
alguien le expresare, al llegar a usted, se volverá en dolor por la
condición del tal y dígale a Dios que jamás mirará a las demás personas
en un nivel inferior y que cuando vea a alguien que aparenta mucha
maldad en vez de juzgarla se identificará con ella ya que eso es la vida
humana, tenga el nombre que tenga y que el único bueno es El.
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 Si ha menospreciado a alguien, quizás por su pobreza, falta de


capacidades similares a las suyas, o por lo que sea, lléguese a ella y
hágale sentir al mismo nivel tomando el gran ejemplo de Cristo quien
es perfecto y santo y sin embargo no nos despreció por nuestra bajeza
e incapacidad sino que nos llamó a pertenecer a su familia y nos hizo
sacerdotes y reyes como Él los es, delante del Padre.
Luego no deje de compartir esta experiencia para edificar al
discipulado.
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IMPARTIDOS, PARA AFLIGIRNOS POR SU
CAUSA
“Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos
demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os
digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza
y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre
que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en
público” (S. Mateo 6:16-18).

¡Qué gran tema es este de que Cristo se impartió a sus amados! Es


glorioso ver de qué manera, en cada impartición, primero rompía, arruinaba,
destruía y desarraigaba lo que estaba mal edificado, para edificar y plantar
sobre sus discípulos Su misma esencia, la que los convertiría en rocas.

Con respecto al ayuno, existe en la Biblia abundante revelación, tanto


en el antiguo pacto como en el nuevo, y de ambos se puede extraer mucho
del Señor, quien cuidó mucho que esta práctica se hiciera con pureza y sin la
menor hipocresía.

Existen, hoy en día, quienes pretenden enseñar que ya no se debe


ayunar, argumentando que Cristo ya ayunó por nosotros. Es lo más ridículo
que he escuchado, ya que Jesús se ejercitó espiritualmente con ayuno, no
para que nosotros no lo hagamos, sino como quien abre el camino o es el
ejemplo de lo que deberíamos hacer. Él mismo dijo que una vez que hubiera
ascendido, deberían ayunar (S. Mateo 9:15). Luego, los apóstoles lo
practicaron y la Iglesia de Antioquía marcó algo maravilloso acerca de
ministrarle al Señor con oración y ayuno, que fue cuando el Espíritu Santo
los dirigió a enviar a Pablo y Bernabé a una obra de gran significancia. Decir
que Cristo ya lo hizo por nosotros, sería decir que Pablo, los profetas y
maestros de Antioquía, junto al Espíritu Santo, hicieron algo equivocado
(Hechos 13:2-3). No quiero hacer tanto uso de este manual para mostrar la
veracidad del ayuno, ya que para quienes quieren obedecer al Señor, Él
mismo se encarga de revelarles su voluntad. Pero sí me interesa tratar este
tema para traer a los santos la reverencia adecuada a la hora de practicarlo y
demostrar el efecto que tiene en el avance del reino de los Cielos.

Apenas me entregué al Señor, fui llamado a ayunar de una manera


constante y esforzada. En esos días, Dios le fue poniendo la base a mi
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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

ministerio, algo que representó una marca en el ministerio de Jesús, quien


fue llevado al desierto a llenarse de la voluntad del Padre, estando en ayuno.
Creo firmemente que los ministros, en sus inicios, deben tener una base en
la oración y el ayuno, ya que esto nos vacía para, a su vez, llenarnos de lo
poderoso de Su realidad, que fue como volvió Jesús de su ayuno.

Por otro lado, creo que cuando Dios llama a alguien a un ayuno de
cuarenta días, como lo hizo con Moisés, Elías y Jesús, tiene como fin usar a
ese varón como el inicio o marca para un nuevo tiempo, en cuanto a
establecer el carácter de Dios. Los ayunos de este tipo, generalmente fueron
para que hubiese una poderosa impartición en discípulos sucesores. Por
ejemplo: la unción de Eliseo luego del ayuno de Elías, la unción de los setenta
por Moisés y el llamamiento a los doce después del ayuno de Jesús. Cuando
Dios me llamó a un ayuno de este tipo, eso fue de lo que me habló y me
impartió en esos días, aun cuando yo todavía no avizoraba la dimensión de
esta cuestión. Pero, desde allí, Dios comenzó un ministerio paternal muy
marcado, en el que muchos hombres fueron impartidos y la obra de Dios se
centró en el discipulado.

Él no me dejó distraer con ningún éxito mientras formaba a mis doce.


En todos los años que fueron pasando, no podía dejar de asombrarme la
gloriosa obra que Dios hacía a través del discipulado. Por otro lado, he visto
hombres que han intentado este tipo de ayunos y no pudieron ver el
resultado. Esto ocurre porque si el corazón del ayunador no es uno con Dios
y su plan, el ayuno se torna de lo más peligroso. He visto a ministros llegar a
quedarse hasta sin ministerio por no ayunar de acuerdo al llamado y al deseo
de Dios. Algunos dirán: ¿cómo puede ser esto? Pero acontece que ayunan por
sus propios fines y para su ego; luego, piensan que por tener acceso a Dios ya
no necesitan de su padre ministerial y se quieren independizar sin el envío
adecuado, para así quedarse en la mitad del camino.

En el ayuno, uno se libera tanto de la carne y se libera tanto el espíritu,


que no sólo queda más sensible a la voz del Espíritu de Dios, sino que
también queda muy expuesto a malos espíritus, y es muy común que entre
en las personas un espíritu de orgullo; algunos se sienten tan hablados por
Dios, que luego piensan que no tienen que obedecer a nadie. Lo genuino del
ayuno de Hechos 13 es que el Espíritu Santo no llama directamente a Pablo
y Bernabé, sino que lo hace a través de otras autoridades ministeriales. Pablo
no salió porque Dios, sin el resto de la Iglesia, lo hubiera enviado, sino que
fue enviado por los hombres consagrados al ayuno y la oración.

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Esto es lo puro y limpio. Entonces, Pablo, obediente al Espíritu Santo
que se expresó por hombres, los profetas y maestros de Antioquía en Hechos
13:1, salió en sus misiones apostólicas. Debemos tener en cuenta que Dios no
llamó a ayunos de cuarenta días y cuarenta noches a cualquier miembro, sino
que, según la referencia bíblica, llamó a los que habían tenido encuentros
previos muy gloriosos con Él.

Hacer semejante ayuno por querer forzar a Dios, sería muy peligroso,
por lo que aconsejo a quienes piensen que Dios los está llamando, que tengan
a bien consultar a ministros que hayan pasado por esto y en cuya vida entera
sea visible el fruto de la vida de Cristo, que tengan un discipulado bien
establecido y, por sobre todo, que cuenten con la paternidad ministerial real
de otro ministro. Estos son ayunos serios. No nos olvidemos que al mismo
Jesús se le reveló Satanás, que a su vez operó para hacerle dar un mal paso.

Así que podemos decir que un ayuno de cuarenta días y cuarenta


noches es un ayuno muy especial en muchos sentidos; pero no pensemos que
otros ayunos no son efectivos, sino al contrario: debemos saber que cada
ayuno tiene su propósito y que en el Nuevo Testamento se le daba mucha
importancia al ayuno como medio para buscar la realidad de Dios. Si usted
no lo ha hecho nunca, haga la prueba de orar con ayuno por propósito
Divinos que no ha podido alcanzar y va a experimentar la respuesta apenas
termine el ayuno. Esto es asombroso, cada vez que he ayunado he tenido una
rápida respuesta de Dios; cosas que no se podían conquistar de otra manera,
puestas bajo el ayuno y la oración fueron conquistadas.

Un hermano o hermana que ayuna con constancia le va a sacar ventajas


al diablo; de lo contrario, Satanás lo mantendrá enredado en situaciones que
no lo dejarán crecer. Cuando la obra se hace como los apóstoles la hicieron,
orando y ayunando, Dios corre por medio de esos intercesores y pasa con
gran poder. Alabo a Dios por quienes son persistentes en esto, porque van a
ver cómo son llevados a conquistar todas las cosas con la potencia de Dios.
Así que no escuche las voces que hablan en contra de esta práctica tan
maravillosa que Dios le ha dado a sus amados; más bien escuche al Espíritu
Santo, que nos habla al respecto de muchas maneras en las Escrituras.

Algo que le recomiendo, para ser un vencedor en el tiempo, es que se


haga un plan de ayuno, oración y lectura para todo el año; que lo escriba, lo

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

hable con Dios y marche en eso, y verá logros poderosos que le darán mucha
Gloria a nuestro Dios.

Por lo tanto, mantengamos nuestra vida en ayuno y oración,


cuidándonos de la hipocresía, el orgullo y del engaño de Satanás, siendo
humildes para pedir ayuda a nuestro padre espiritual u otro ministro
experimentado en lo que ya mencioné, lo que permitirá que logremos los
resultados esperados y no nos equivoquemos.

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LO PRACTICO

 Determinen grupalmente un plan para el resto del año de ayuno, no


necesariamente muy extremos, sino posible para todos, a modo de
obediencia a la palabra y para que Dios pueda mostrar lo significativo
que es practicarlos y de que manera permite avanzar.
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 Relate alguna experiencia con sus ayunos.

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

IMPARTIDOS, PARA ACUMULAR TESOROS


EN LOS CIELOS
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín
corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el
cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan
ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón” (S. Mateo 6:19-21).

[Esto significa dar bienes materiales a los pobres (S. Mateo. 19:21) y
cuidar a los santos necesitados (Hechos 2:45; 4:34-35; 11:29. Romanos
15:26) y a los siervos del Señor (Filipenses 4:16-17).

El pueblo del reino debe hacer su tesoro en los cielos a fin de que su
corazón también esté en los cielos. Nuestros ojos no pueden enfocar más de
un objeto a la vez. Si tratamos de ver dos cosas a la vez, nuestra visión será
borrosa; si fijamos nuestros ojos en una sola cosa, nuestra visión será
singular y todo nuestro cuerpo estará lleno de luz. Si acumulamos tesoros en
los cielos y también en la Tierra, nuestra visión será borrosa. Para tener una
visión singular debemos tener nuestro tesoro en un solo lugar.

Mirar dos objetos a la vez, no fijar los ojos en uno solo, es hacer que
nuestro ojo sea maligno (S. Mateo 6:19-22; Deuteronomio 15:9 y Proverbios
28:22). En tal caso, todo nuestro cuerpo estará en tinieblas.

Si nuestro corazón está apegado a los tesoros acumulados en la Tierra,


la luz que está en nosotros se convertirá en tinieblas y serán grandes las
tinieblas].1

El Señor quiere hacernos vivir, por medio de esto, algo muy diferente
a lo que el mundo vive. En realidad, Él nos está llevando a tener un corazón
atrapado por el cielo, lo que en verdad marca la diferencia.

Tengamos cuidado al interpretar este pasaje, para no pensar que Dios


quiere que veamos algo material. Digo esto porque muchos son los que dan
dádivas a los pobres y hasta ofrendan a la casa de Dios, y no con eso están en
1Lee, W. (s.f.). El Nuevo Testamento, Versión Recobro. (L. S. Ministry, Ed., & L. S. Ministry, Trad.)
Anaheim, California. Pág. 42-43, notas 211 y 221.

pág. 53
lo que Cristo está demandando. Jesús, nuestro glorioso Señor, está cuidando
nuestro corazón, ya que este corazón se doblega ante lo que aparentemente
ven nuestros ojos.

El Señor se nos está impartiendo para que expresemos su misma vida


y gracia, pero para esto, el corazón debe estar centrado o alineado con el
suyo. Al hablar del tesoro, está hablando de lo valorable; el tesoro significa
todo aquello a lo que nuestro corazón le da valor. Lo valioso para una persona
es el tesoro y, según dónde se ocupe de guardar el tesoro, quedará atrapado
su corazón. Este es el punto central de la enseñanza: ¿qué será lo que atrape
nuestro corazón? Por esta razón es que aclaro que con dar no alcanza. Por
ejemplo, muchos dieron en Israel, pero una viuda pobre dio todo, y su acción
fue exaltada y diferenciada por Jesús. Una cosa es dar y otra es tener
atrapado el corazón por el cielo. También por esta razón, Pablo el apóstol, en
Filipenses 4:17, dice que no está buscando dádivas, sino frutos que abunden
a su cuenta. También al hablarles acerca del corazón, les hace saber cuál es
el resultado de amontonar en la Tierra.

El amontonar riquezas en la Tierra dará como resultado, por un lado,


que la Tierra atrape nuestro corazón, y todo lo que está en la Tierra está
expuesto a la polilla, el orín y los ladrones; es decir, es susceptible de echarse
a perder, de sufrir pérdidas y decadencia, de no poder ser retenido. Santiago
declara: “¡vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que
vendrán” (Santiago 5:1). Lo terrenal no se puede retener, por lo que el
esfuerzo de quienes atesoran para la Tierra será vano, y quedarán tan vacíos
que llorarán y aullarán.

Un verdadero discípulo, que tiene el vivir de Cristo y expresa su vida


divina, tendrá sus ojos enfocados en los cielos y será un dador, alguien que
se valdrá del fruto de su trabajo para vivir y para ayudar a vivir a otras
personas, para compartirlo con siervos de Dios y para todo aquello que le
permita al reino avanzar. Un verdadero cristiano, que exprese a Dios por
vivir de esta manera, tendrá su corazón atrapado por el cielo, y todas las
recompensas por sus buenas obras estarán acumuladas en la memoria del
Dios justo y eterno, por lo que podrá vivir en la paz de que no tendrá que
llorar o aullar por verse vacío, sino que se llenará de gozo al ver que Dios, un
día, le pagará con muchas riquezas.

Una persona que no da adecuadamente o que no tiene su corazón


atrapado por el cielo, sí tiene que temer los efectos que la Tierra tendrá sobre

pág. 54
El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

sus posesiones; y lo más triste es que, creyéndose rico, será pobre, y


pensando que tiene, estará vacío.

La vida en la Tierra no se puede retener. Por esta razón, el Señor dice


que si no somos fieles administradores de lo que no es nuestro (se refiere a
la vida terrenal y a los bienes, que no se pueden retener y que un día se nos
pedirá que devolvamos), cómo se nos confiará lo que en verdad es nuestro, o
sea, todo lo relacionado con la vida eterna y las recompensas, que ya nadie
podrá quitarnos una vez otorgadas, pues ya no seremos sus administradores,
sino coherederos con Cristo.

Para ampliar este concepto, vale señalar que, con un enfoque


equivocado, tendremos un vivir equivocado. Un corazón posicionado en un
lugar equivocado y por motivos equivocados dará el resultado de un servicio
equivocado. No es posible tener el enfoque y el corazón atrapados por la
Tierra y querer servir adecuadamente al Dios del cielo. En este caso, como
en otros, debemos definir muy bien el enfoque y determinarnos a que el cielo
nos atrape, para, recién entonces, quedar en la posición adecuada del servicio
al Señor.

Así que, si nuestro enfoque está en lo que le conviene al cielo, nuestros


corazones estarán atrapados por el cielo y nuestro cuerpo estará en las
acciones de luz para el cielo, donde mora Cristo, quien se sentirá honrado y
nos dirá un día: “bien buen siervo fiel, pasa al gozo de tu Señor”.

pág. 55
LO PRACTICO

 Primeramente, oren grupalmente renunciando a poner el enfoque en


lo que la tierra nos puede dar y declaren que su mirada está en el cielo.
 Luego propóngase a tener durante la semana obras que engrandezcan
su tesoro en los cielos de la siguiente manera: Separe un dinero o un
bien y compártalo con un siervo de Dios, separe otra porción y
compártalo con algún hermano en necesidad y tome una tercera
porción y compártala con alguna persona muy pobre en la calle.
 En la próxima reunión testifique para crecimiento del grupo acerca de
lo que Dios hizo y como le guió.

pág. 56
El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

IMPARTIDOS, PARA SER PROVISTOS


“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y
amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir
a Dios y a las riquezas.
Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o
qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la
vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del
cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre
celestial las alimenta.
¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por
mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por
qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan
ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así
como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en
el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca
fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué
vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro
Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas.
Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá
su afán. Basta a cada día su propio mal”.

En su impartición de S. Mateo 6:25-34, el Señor nos está enseñando de


qué manera una persona puede accionar la infalible provisión de Dios. Para
esto, primeramente define: por un lado, todo aquello que está relacionado
con nuestras necesidades, las que nos permiten existir para cumplir su
santísimo propósito, para el cual fuimos creados. En esto, usa la simple
comparación de que el Dios que nos creó para expresarse, y se ocupa de
proveer para un ave o tiene cuidado de la belleza de una flor, con más razón,
debido al valor que tenemos para Él, nos proveerá con su amor. Y, por otro
lado, mandó a que busquemos su reino y justicia, para que se nos añada, por
su gracia, lo que el mundo alcanza por el afán, ya que justamente el gran
problema es ese afán, que tiene que ver, en principio, con un estado ansioso
por conseguir lo que se necesita para vivir, como comida, bebida, ropa, etc.
Esto se va transformando en una gran ansiedad de crecer en bienes que
traigan comodidad y llenura al alma. ¿Cuál es el resultado?: gente que vive
para sí y no para quien le ha creado. El mundo existe para sostenerse y lograr

pág. 57
más placeres, si le es posible. Este es el desenfoque que tratamos
anteriormente, es tener el corazón atrapado por la Tierra y servir a un señor
equivocado.

Jesús anhela, al impartirse en esto, sacudir la vida de sus discípulos


para que aniquilen su afán, para que cambien su enfoque y lo que les atrapa
el corazón. Jesús está sacando al hombre del centro y poniendo a Dios en ese
lugar. Parece sencillo, pero no es así; muchas veces, la propia gente llamada
por Dios vive bajo el señorío del dinero. Me ha tocado ver que Dios, por
medio de los congresos, quiere derramarse sobre muchas personas, cuyas
vidas cambiarían, junto a la de sus familias y congregaciones; pero, por el
temor de no ser provistas durante los días del encuentro, esas personas
deciden no asistir. ¿Quién es nuestro Señor? ¿Quién es el que nos manda? Si
Dios es quien nos está llamando y se está moviendo, sólo debo rendirme y Él
proveerá al ver que buscamos su reino y su justicia.

El discipulador y el discípulo deben tener mucho cuidado con su


enfoque, con que su corazón no sea atrapado por las cosas de la Tierra y el
señorío de sus vidas nunca deje de pertenecerle al Señor. Para esto, tendrán
que permitir que el Espíritu Santo aniquile su afán por las cosas pasajeras,
por más vitales que parezcan, y enfocarse apasionadamente en el avance del
reino de Dios y la expresión de su justicia; entonces sí que verán al Dios que
añade. Ocurre también que, a veces, se malinterpreta lo que es buscar el reino
y su justicia. El reino es Dios impartido dentro nuestro y expresado por
nosotros en su justicia a través del cumplimiento de su palabra; por lo tanto,
si nos ocupamos de cuatro cosas muy vitales, el reino se manifestará y la
añadidura vendrá. Por favor, preste suma atención a lo que dice Hechos 2:
42-47, porque aquí está la vida que trae el reino de Dios y su justicia.

El reino se busca de la siguiente manera:

I. Perseverando en la impartición de los apóstoles.


Ellos fueron impartidos por Cristo y, a su vez, impartieron a muchos
con verdades que no eran ni más ni menos que el mismo Cristo expresándose
a través de ellos en lo que fue el discipulado. Debemos tener claro que la
impartición o doctrina apostólica es el diseño y fundamento de toda la casa
y que no se puede vivir la vida de Iglesia según una organización o religión
humana. Cuando las congregaciones mezclan o viven en diseños propios o
heredados por tradiciones, son el mayor impedimento para el reinar de Dios.
Dios reina únicamente si lo que nos impartió por Cristo en el discipulado es

pág. 58
El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

nuestro constante vivir; sólo esto permite que lo impartido y transferido se


levante sobre lo humano.

Es muy lamentable ver que en muchas congregaciones no existe el


discipulado. Los pastores o ancianos no hacen lo que Jesús hizo con sus
discípulos y piensan que discipular, o el mandato de discipular, significa
ganar o atender a la multitud. Muchos oyen de esto y aun así siguen en los
trazos de su propia organización, por encima de la de los apóstoles. ¿Es esto
permitirle a Dios reinar y expresar su justicia? Por otro lado, se levantan
como únicos en su congregación y no hacen participar de su ministerio a sus
discípulos. ¿Hizo eso Jesús? No, claro que no. Jesús inició su ministerio con
sus doce y los hizo partícipes de todo su vivir, los puso a su mismo nivel y
hasta les dijo que mayores obras harían. Estos son trazos de Dios y doctrinas
apostólicas; esto es permitirle a Dios que, de un Jesús, se transfiera a doce
apóstoles, y por medio de ellos a millones, hasta llegar a todas las naciones
de la Tierra.

Buscar el reino y la expresión de su justicia es ocuparse de discipular


en el modelo que los apóstoles, inspirados por el Espíritu Santo, nos
enseñaron es ocuparse no de ver de qué forma acomodamos a la Iglesia para
poder comer, beber o vestirnos, sino de perseverar en los trazos del Espíritu
Santo, para que el Dios eterno pueda avanzar por el discipulado en su reinar,
hasta que su justicia llene la Tierra.

Quizás usted se esté afanando a más no poder para ganarse el pan,


obedeciendo trazos que nada tienen que ver con perseverar en la doctrina
apostólica. Y tal vez tenga mucho miedo de tomar decisiones en favor de lo
que hará a Dios reinar. Pero si realmente ama a Dios y su reinar en justicia,
y quiere ser digno de Él y su dulce presencia, tendrá que renunciar a toda
rebelión disfrazada de religión o piedad.

Por supuesto, que deberá hablar con sus autoridades organizacionales


acerca de la paternidad, así como del diseño de Dios y del discipulado.
Tendrá que ser muy cuidadoso con todo esto, pero no hay que dejarlo pasar,
pensando que con tener una congregación alcanza. Y sí, puede alcanzar para
tranquilizar su conciencia, o para que usted y su familia se sustenten, pero el
llamado al ministerio no es para que nos tranquilicemos nosotros, sino para
que sea edificada la casa y morada del Dios altísimo. Esto es un asunto serio,
y no tenemos el menor derecho a acomodar las cosas según nos parezca. Le

pág. 59
doy muchísima importancia a esta cuestión porque es la que impide la
manifestación del reino de Dios.

¿Le parece que perseverar en la doctrina de los apóstoles es estar ligado


a una organización que para darle un fichero de culto le exige que todo lo que
usted logre junto a su esposa, sus hijos y su congregación lo ponga a nombre
de ella? En Argentina, como también en otras naciones del mundo, obtener
un número en el registro nacional de culto es gratuito, pero algunas
organizaciones cristianas lo cobran de esa manera.

Debemos perseverar en la impartición de Jesús que nos transfirieron


los apóstoles, debemos levantarnos con esta impartición y declararla en la
sinagoga.

Algunas personas se han visto enredadas en organizaciones totalmente


alejadas del diseño de Dios, que en lugar de tener apóstoles que les bendigan
y ministren a Cristo en las iglesias locales, es decir, en lugar de que toda su
familia y congregación estén bajo la cobertura de padres ministeriales, están
bajo un presidente organizacional, a quien una comisión reemplaza cada dos
años. También sucede que, cuando fallece un anciano que por años trabajó,
dejando todo por el rebaño, la congregación nombra a otro pastor a los pocos
días y la viuda tiene que ver cómo se las arregla para seguir viviendo lo cual
es un crimen y, como tal, tendrá que ser llamado a cuentas.

Oro a Dios con toda mi vida para que sean abiertos los ojos de quienes
leen y puedan comprender qué significa vivir la vida de Iglesia en la relación
de padre a hijo, qué significa discipular y qué significa perseverar en la
doctrina de los apóstoles.

Algunos ministros me han consultado acerca de qué deben hacer en el


caso de encontrarse bajo semejante error. “¿Debemos irnos?”, me han
preguntado. La respuesta está en Lucas 4:28-30. En los días de Jesús, el
sacerdocio que Dios había planeado era una organización de lo más
distorsionada en cuanto al plano de edificación que Él había entregado. De
repente, Jesús se puso de pie en la sinagoga y fluyó en la revelación de lo que
Dios estaba haciendo; fue entonces que, sin tomar ninguna decisión en
contra de la sinagoga, la sinagoga misma lo echó y hasta lo quiso matar.

De modo que debemos levantarnos, fieles al Señor, ponernos bajo un


padre ministerial, llamar a nuestros doce y declararle a nuestra organización

pág. 60
El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

la revelación. Es muy probable que la sinagoga nos despida. Si esto sucede,


seremos limpios delante del Señor y nuestro caminar será en la
perseverancia de la doctrina de los apóstoles. También puede ocurrir que la
organización vea su error y se vuelva a los diseños Divinos. ¡Gloria a Dios!
Todo es posible para Dios.

II. En la comunión unos con otros.


"Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el
pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón"
(Hechos 2:46).

En este segundo punto, y tomando el pasaje de la Biblia citado,


debemos prestar mucha atención a las palabras "unánimes" y "juntos",
por ser la manera en que los primeros cristianos trajeron el reino de Dios
a la Tierra. Por otro lado, debemos tener en cuenta el hecho de que cuando
en la Biblia algo ocurre por primera vez o al comienzo de un nuevo tiempo,
nos está marcando un principio que nos debe regir. En el caso de Hechos
2:46, vemos a los primeros cristianos siendo perseverantes al pasar
momentos juntos en oración para que Dios se manifestara con su
salvación. Esto es exactamente lo que hoy debería regir a todo el pueblo
de Dios, para que el poder de Dios sea atraído, pudiendo expresarse en
toda su magnitud.

En esos días, ocurrió uno de los milagros más grandes en la Iglesia, y


no me refiero al viento recio, a las lenguas de fuego, al estruendo, a la
predicación de Pedro o a la conversión de miles; aunque cada uno de esos
acontecimientos fue de gran gloria a Dios e importancia. Pero el gran milagro
fue que Dios lograra mantener quietas, durante diez días, a ciento veinte
personas, interrumpiendo toda actividad (tengamos en cuenta que muchos
lo habían seguido desde Galilea, lo que da un total de casi dos meses). Esta
fue la parte humana que había que poner para que la parte divina hiciera lo
suyo, y esta parte es justamente lo que más cuesta hoy en día.

Lograr que ciento veinte personas estén dispuestas a renunciar a sus


ansiedades y a quedarse reunidas, disfrutando del compartir con sus
hermanos o hermanas, sin prometerles la venida de ningún predicador
conocido o profeta que les diga todo lo que quieren escuchar, es realmente el
gran milagro, al que podemos llamar el milagro de la casa de Dios. Dios
quería expresar su reino en pleno poder, pero necesitaba que sus hijos
estuvieran juntos en comunión, unánimes.

pág. 61
Y, día a día, el estar juntos se convirtió en comunión, hasta que se
volvieron una comunidad hambrienta del plan de Dios. Entonces, Dios se
derramó sobre ellos, expresándose en el poder de Su reino, y Su justicia fluyó
por boca de Pedro, quien, a su vez, llevó a miles el arrepentimiento. Y esto no
fue por las estrategias que planearon durante los diez días, ni por ningún
seminario intensivo de evangelismo, sino porque guardaron el principio de
estar dentro de la Casa, juntos y en comunión, hasta que el mismo Dios
iniciara la obra. Ya conocemos el resto de la historia: el Espíritu Santo vino
sobre la casa y descendió fuego entre los que se mezclaron con Él,
provocando un estruendo que atrajo a la multitud, pero no hacia un
entretenimiento cristiano, sino a llorar por sus pecados y a renunciar a la
religión muerta, aun cuando eran conscientes de que eso, seguramente, les
costaría la vida.

Podemos decir que este es el modelo a gran escala de lo que


representaba el hecho de venir y expresar el reino de Dios, luego de que unos
tres mil se sumaran. Es decir, miles de nuevas personas ahora tenían el reinar
de Dios y expresarían su justicia. ¿No es esto el avance del reino? Después de
lo ocurrido, ellos perseveraron en la doctrina de los apóstoles, en la
comunión de unos con otros, compartiendo el pan en las casas. Es decir, la
Iglesia continuó con su vida, reuniéndose para estar juntos y en comunión
en las casas. Si bien se reunían a hacer una tarea evangélica en el templo, su
vida de Iglesia estaba en el hecho de convivir y compartir en las casas. La
casa de Hechos 2 marcó el principio de la vida de Iglesia en las casas (todos
los días), que permitió el avance del reino de Dios.

¡Qué cuadro tan glorioso el que nos presenta Hechos 2 como el


principio de la vida de Iglesia, en la reunión y en el compartir de los santos!
Lo que en Hechos era el principio, había sido mostrado en la visita de Jesús
a Betania, en los días previos a su muerte, donde podemos ver el cuadro
profético de la vida de Iglesia en la casa. En este caso, se trata de la casa de
Simón, un ex leproso, que es justamente el tipo del pecador arrepentido en
el que Cristo entra a morar. Así lo hace también con el muerto que resucitó,
con la que sirve, la que adora y los discípulos (S. Juan 12:1-3). Todos, en un
banquete con el Señor Jesús, en un acto profético acerca de la Iglesia en el
principio de la casa.2

2 Lee, W. (s.f.). El Nuevo Testamento, Versión Recobro. (L. S. Ministry, Ed., & L. S. Ministry, Trad.)
Anaheim, California. Pág. 418, nota 11. (Nota del autor: en esta nota se puede ver en detalle el tema de
la casa de Simón).

pág. 62
El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

Hoy, Dios está llamándonos a que nos volvamos a edificar la casa en


los trazos apostólicos del discipulado que forma sacerdocio y a darle lugar al
Espíritu Santo, para que nos establezca en la vida de Iglesia que transcurre
en las casas, que nos vuelva al aprecio de estar reunidos en una íntima
comunión, que nos lleve a compartir todas las cosas y llegar a estar
unánimes, a fin de que Dios pueda contar con la estructura para levantar,
edificar o avanzar con su casa y reino en toda la Tierra.

Cada día de la semana, debemos tener muy presente el reunirnos con


los santos y disfrutar a Cristo a través de la comunión, ya que por ser cada
uno parte del Cuerpo de Cristo, todos podemos poseerlo a Él y expresarlo
para beneficio del resto del Cuerpo.

El reunirse dos o más en su nombre es básico y necesario, pues la


expresión de Cristo se da en la comunión. Cuando somos capaces de hablar
bien de nuestros hermanos y disfrutar del estar con ellos, experimentando al
Señor, no hay obstáculos para que el Espíritu Santo se manifieste de la forma
mas maravillosa en el establecimiento del reino de Dios.

Así que, primero, la doctrina impartida produce en nuestro ser interior


el vivir de acuerdo al diseño. Esto traerá el reino de Dios. Segundo, la
comunión permitirá a Cristo manifestarse a través de los santos y reinar en
su Gloria.

Todo lo que escribo de la comunión de unos con otros es algo muy


profundo y de vital importancia, ya que el principio de la Iglesia no se nutrió
de creyentes excluidos, individualistas y no relacionados con la vida
doméstica de otros, sino de una vida mezclada con otros creyentes. No
minimicemos esto, ya que en la oración intercesora, en S. Juan 17:20-21, el
Señor Jesús oró por el fruto de sus discípulos, procurando volverse uno entre
ellos y, por contener la Vida Divina dentro de ellos, que todos se mezclaran
por el Espíritu Santo con el Hijo y con el Padre.

La importancia de la comunión se asienta en el hecho de que, por ser


los creyentes el cuerpo y la morada de Dios, se produce una mezcla del
hombre con Dios; y entonces, por medio de estas personas en comunión,
como cuerpo, la expresión de Dios afecta a la Tierra de una manera efectiva.
Así que, según S. Juan 17:20-21, la mezcla de los salvos con Dios, que mora
en ellos, trae la revelación y la expresión clara de Cristo.

pág. 63
Todas mis expresiones van más allá de lo que pueda mostrarle al lector
acerca de la Biblia: representan lo que ha sido mi vida desde el mismo inicio
de mi salvación. Cada mañana, antes del alba, me reúno a orar con mis
discípulos, y por las tardes lo hago con el resto de los santos. Lo repito para
que nos quede bien claro: un creyente que no se mezcla con otros para
disfrutar a Cristo es un gran impedimento para el avance del reino de Dios.

III. El partimento del pan. (Hechos 2:42 y 46)


Este tercer principio, que permite el avance del reino de Dios, está
relacionado con el segundo, en cuanto a que el partimiento del pan
representa la comunión entre los hombres, con Cristo y con el Padre por el
Espíritu Santo. Y se trata de una comunión con propósito, ya que partir el
pan, como Cristo lo hizo antes de morir, era una práctica memorial que
anunciaba la redención completa.

Cuando se reunían en las casas para compartir el pan, el fin no sólo era
juntarse entre ellos, sino pasar tiempo con el Señor. El amor mismo del Señor
los llevaba a hacerlo, y el mismo Señor impartido en ellos era el que vivía en
medio de esta comunión. Toda la vida de Iglesia siempre transcurre en las
casas; fue así con los primeros cristianos, con el ministerio mismo de Jesús
y luego con los apóstoles, como lo vemos en Hechos 5:42, enseñando y
predicando, al igual que Pablo, en Hechos 20:20.

Debemos cuidarnos de no caer en lo que muchas veces el ministro cae,


al olvidarse del trabajo en las casas y ocuparse solamente de las reuniones en
el salón de la iglesia. Si bien así debe ser, por nada se deberá violentar el
diseño divino de ejercer el ministerio por las casas. Esto no es una deshonra
y mucho menos una pérdida de tiempo. Cuando una iglesia pierde el disfrute
de compartir con los santos a Cristo, tiene muy poco para hacer en la Tierra,
ya que este es el vivir de la Iglesia.

El hecho de que se reuniesen en el templo obedecía a que todavía


seguían pegados a las tradiciones judías, aun cuando, en esas reuniones en
el templo, los apóstoles enseñaban a otros acerca del Mesías. Pero la orden
de Cristo era que no se fueran de Jerusalén, es decir, que no se
desparramaran hasta que viniera el Espíritu Santo. De modo que ellos se
quedaron en la casa (Hechos 1:4,13-14) y allí Dios preparó todo para que,
como un cuerpo, mezclados con Cristo, la Iglesia expresara el reino de Dios.
Esta comunión con propósito, mencionada en Hechos 2:42, que consistía en
mezclarse entre ellos con Cristo a través del partimiento del pan, fue tan

pág. 64
El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

impactante y rendida, que hasta los llevó a compartir la propiedad de todas


sus pertenencias y a vender sus bienes para suplir sus necesidades. Esto es
también lo que Cristo impartió acerca de que cuando se busca primeramente
el reinar de Dios, su añadidura se derrama, cubriéndonos con su amor,
expresado por los santos.

IV. En las oraciones.


En los tres puntos anteriores podemos ver que tanto la doctrina como
la comunión y el partimiento del pan tenían que ver con disfrutar al Señor a
través de su palabra impartida, de los santos que la contienen y del pan que
los fortalece. Pero este cuarto punto se refiere a una acción que era la
expresión o el resultado de todo lo que producían los otros tres, ya que al
estar llenos del Señor, el mismo Señor que los habitaba se podía expresar a
través de las oraciones. Si esa misma Iglesia hubiera tenido la doctrina, la
comunión, el partimiento del pan y no las oraciones, se habría vuelto una
Iglesia vana, pues las oraciones son lo que pone en acción a Dios.

El Cristo que mora en nosotros está lleno del deseo de que muchos
procedan al arrepentimiento y sean añadidos y alumbrados con la gloriosa
luz que les permita madurar para el beneficio y la extensión del reino. Pero a
menos que esta Iglesia exprese estos deseos en oraciones, Dios no se pondrá
en acción. Todo lo que se desata en la Tierra será desatado en el cielo. Si la
Tierra no entra en la oración intercesora, el cielo no avanzará sobre la Tierra
(S. Mateo 16:19).

Existe una dinámica que comprende al Señor, como el Espíritu que nos
llena de su deseo, a nosotros, sus hijos, que oramos sintiendo su carga, y al
trono, que ejecuta su voluntad sobre la Tierra. Una Iglesia que no vive en la
oración intercesora se vuelve inefectiva, le impide a Dios avanzar y hacer
obras conforme el poder de Él.

Cuando la Iglesia se llena de estrategias y no vive en estos cuatro


puntos para permanecer en intercesión, frustra el plan de Dios, entra en
terribles esfuerzos y pobres resultados, y hasta se desvía, inventando
métodos por la impotencia de no poder llevar a cabo el propósito. La Iglesia
debe dejar de inventar cosas y alinearse a la doctrina apostólica, reuniéndose
en las casas, compartiendo el pan y orando con toda oración y súplica, en
todo tiempo y sin cesar.

pág. 65
En el libro de Apocalipsis 8, Dios nos abre el cielo tan gloriosamente
que nos permite ver de qué manera las oraciones intercesoras de los santos,
cuando son para el avance del reino, hacen que Cristo una su incienso, y una
vez que las oraciones de Cristo y los santos son una, se mezclan como un solo
humo que sube al trono. El trono da la orden y su voluntad se ejecuta sobre
la Tierra. Para que nos quede claro, cuando la Iglesia cumple su misión
intercesora, haciéndose una con Cristo, desde el trono viene la orden y sobre
la Tierra hay una manifestación visible de la gloria de Dios. En cada ocasión
en que hubo oraciones intercesoras, como en Hechos 2,10, Dios inició algo
que sacudió la Tierra.

La Oración Intercesora para el avance del reino de Dios debe ser con
súplicas y ruegos, para que el Señor avance con su justicia sobre toda
impiedad, persona, sistema o cultura que no exprese a Dios. La oración
intercesora pone en pie de guerra al Señor, ya que Satanás quiere, a través
del engaño, volver inútil al creyente, deteniendo este avance de justicia.

La oración de la Iglesia intercesora debe ser por el avance del reino de


Dios y no por cualquier cosa. Tenemos algunos ejemplos que nos ayudan a
orar, siempre respetando la base del “Padre nuestro” “Venga a nosotros tu
reino y hágase tu voluntad, aquí en el tierra como en el cielo”. La oración
que nos enseña la Biblia es una oración que le permite a Dios pasar con su
Gloria. El intercesor se presenta ante el Señor con su incensario a favor de lo
que hará avanzar al reino, y Dios, al encontrar esta conexión con la Tierra, se
expresa según su poder y justicia.

En Romanos 15:30, se nos muestra la oración como una ayuda a la obra


apostólica. Los hombres encargados de ser los canales para el avance de Dios
son guardados con la oración intercesora. Si queremos ser de ayuda a
hombres con grandes cargas ministeriales, debemos pasar tiempo orando
por ellos. Pablo necesitó y pidió este tipo de ayuda a los creyentes en Roma.
Con nuestra oración intercesora, podemos ayudar a los ministros a ser
librados de los rebeldes, que no son la expresión del Dios viviente, sino una
oposición constante a aquellos que se mueven según la vida Divina y no
según las tradiciones muertas, acomodadas a una conciencia cauterizada.

Dios se ve estorbado por el obrar de los rebeldes contra la doctrina de


los apóstoles. Hoy en día, existen tantos rebeldes hacia el obrar viviente de
Cristo, que muchos apóstoles y ministros se ven afectados para avanzar y
permitir a la justicia establecerse. Pero será un aporte muy preciado el que

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

algunos santos rueguen y supliquen a Dios por ayuda contra los rebeldes
(Romanos 15:30-32).

Por un lado, que Dios se levante sobre los rebeldes; por otro, que
aquellos que reciben el regalo de ser ministrados y alumbrados con la
doctrina de los apóstoles, puedan abrirse y aceptarla. Si realmente no
intercedemos y rogamos, Dios no puede ni siquiera impartirse, ya que la
rebelión detiene el avance de su impartición y los que oyen no pueden ver
con claridad la salvación que se les está otorgando. Es increíble ver de qué
manera, en estos tiempos, cientos de ministros están influenciados por los
rebeldes, quedando sin recibir la doctrina de los apóstoles.

Por último, en esta carta a los Romanos, Pablo pide oración para poder
llegar a sus hijos ministeriales y ser recreado juntamente con ellos. Así que
la oración intercesora es una oración que ayuda a la obra apostólica, que
sufre la oposición de los rebeldes, y provoca la apertura en aquellos que se
dejan alcanzar por la vida, siendo todo esto un verdadero avance para Dios,
su reino y Justicia.

Debemos mirar bien en la Biblia los motivos por los que tenemos que
interceder, ya que esta es la guía de Dios que viene del cielo para orar, ya que,
de lo contrario, no subirá al cielo.

En Efesios 6:10-12, se nos habla de la oposición espiritual y de la batalla


en los aires. En los versículos 13-17, se nos indica que nos equipemos para un
vivir en guerra. Pero en el versículo 18, se nos pide una intercesión por todos
los santos, que debe ser en todo tiempo, de diferentes maneras y velando en
ella con toda perseverancia. Velar en la intercesión es lo que nos hará ver el
resultado. Para muchos, no es un problema orar, pero lo hacen sin estar
despiertos en la perseverancia y se descuidan. Esto hace retrasar el reino.

En Éxodo 17:8-14, se nos ilustra el hecho de la intercesión, con Moisés


levantando las manos hacia el Dios de los ejércitos de Israel, quien, al ver
esas manos en alto, les daba la victoria en la batalla, haciendo que el enemigo
retrocediera. Pero cuando Moisés se cansaba y bajaba los brazos, el enemigo
avanzaba sobre el pueblo y el reinar de Dios. Estar despiertos y no dormirnos
en la perseverancia de la intercesión, es la gran clave para la victoria.

Pablo pide que se interceda por todos los santos y por él mismo, lo que
revela que el apóstol basaba o apoyaba sus éxitos no en sus capacidades o

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experiencias en el evangelio, sino en la oración intercesora. Sabía muy bien
de su dependencia de la oración intercesora de otros hermanos, aun para
tener el denuedo y la claridad necesaria al predicar y para que a los oyentes
se les diera a conocer Cristo como es debido. Hoy, de igual manera, no
debemos dejar de orar por el denuedo de los apóstoles, ya que, de otra
manera, la predicación no será lo efectiva que debería ser para mostrar a
Cristo.

A los Colosenses, en el capítulo 4:2-4, también les escribe acerca de la


perseverancia y el denuedo, pero les pide que se le abran nuevas puertas para
anunciar la palabra. Gloria a Dios, qué efectiva es la Iglesia cuando cumple
su misión intercesora, ya que el orar de esta forma abrirá nuevas puertas al
apostolado para que Cristo sea el Rey de nuevos lugares y personas.

A los Tesalonicenses les escribe para que no se detengan en el orar.


Esto parece muy sencillo, pero hay santos que no han hecho un hábito del
orar sin cesar. Dios espera que tomen el hábito y lo hagan sin detenerse,
incluso mientras hacen otras cosas, y que aun cuando la oración no sea
audible, el espíritu de quien ora esté en un clamor. Quienes tengan este
hábito deberán cuidarlo.

Según se expresa en 1 de Timoteo 2:8, el llamado a la oración debe ser


en todo lugar, levantando manos santas, sin iras ni contiendas. A esto hay
que prestarle doble atención, debido a que no sólo se nos enseña cómo orar,
sino también lo que no debemos permitir en nuestra vida de intercesores.
Las iras y contiendas, en muchas ocasiones, ni siquiera son manifiestas, pero
quienes las cobijan se quejan por dentro, están enojados y hasta amargados
con otras personas. Un intercesor debe orar en todo lugar, sin cesar, con toda
oración y con un corazón apacible.

En la segunda carta a los Tesalonicenses, en 3:1, se les encomienda la


oración, para que la palabra de Dios corra. ¡Gloria a Dios! ¡Qué glorioso es
saber que nuestra oración intercesora hará correr el mensaje poderoso del
Evangelio, glorificando al único sabio, Dios! En el versículo que sigue,
también les pide que, con la oración, lo cubran de los hombres malvados, ya
que no de todos es la Fe y había quienes tenían maquinaciones de muerte
para con los enviados del Señor.

Que Dios nos ayude a ser la cobertura de cada ministro que está
expuesto a gente llena de perversidad y egoísmo. No descuidemos el valor

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

que tiene la oración frente a las maquinaciones de Satanás quien lucha para
entorpecer el avance del reino de Dios.

Existen muchas otras guías para orar adecuadamente, como la que nos
encomendó el Señor acerca de que se envíen obreros a la mies, o que los
discípulos sean guardados del mundo. Desde ya, no pretendo hacer una guía
profunda, pero sí ayudar a ver que la intercesión debe ser constante a favor
del avance del reino de Dios y que no es algo que sólo deba afectar a algún
sector de la Iglesia, sino que toda la Iglesia debe ser intercesora. Si la Iglesia
no trabaja en la intercesión, ¿en qué trabajará? Una Iglesia ocupada en
interceder es una Iglesia que es librada del obrar humano, que le permite a
Dios entrar en acción y pasar poderosamente por dicha oración, tomar el
control y ejercer su dominio sobre la Tierra.

Para finalizar con este tema en particular, y pasando en limpio lo


tratado, buscar el reino de Dios y su justicia es perseverar en el estar juntos,
basados en la doctrina apostólica, compartiendo todo con los santos, unidos
y con el propósito de disfrutar a Cristo, para que al estar saciados y nutridos
de su presencia, que se manifiesta en la comunión, seamos usados en una
oración intercesora, constante y persistente, que accione el cielo y permita
que su reino se establezca en la Tierra. Ya que, de esta manera, la Iglesia
primitiva hizo nacer, en su inicio, a miles de almas en Jerusalén; es decir,
hizo que Dios reinara en cada una de tales personas y que, en una ciudad
totalmente cerrada a Cristo, se abriera una gran puerta a Su glorioso
evangelio.

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LO PRACTICO

 Examínese en que área de su vida Dios no está siendo el que la


gobierna, cuando la descubra menciónela delante de Dios, examínese
si es que hay en usted alguna injusticia, (algunas de ellas pueden ser no
orar, no ayunar o no dar) pídale perdón y entréguesela. Luego declare:
POR CUANTO BUSCO EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA SERE
SUPLIDO POR DIOS, NO TEMERE, DIOS ME AÑADIRÁ TODO LO
QUE NECESITO POR SU AMOR.

 Testifique en la próxima reunión acerca de lo que Dios hizo con sus


necesidades.
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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

IMPARTIDOS, PARA NO ESTAR AFANADOS


“Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana
traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (S. Mateo 6:34).

El afán no nos deja tener un espíritu sosegado, ya que es un estado


interior muy activo e inquieto, y el Señor espera que nuestro espíritu esté
quieto en el disfrutarle a Él, para así ser impartidos e impregnados de su
Santísimo Espíritu.

Recordemos dos hechos memorables: la escena donde Jesús entró a la


casa de Lázaro y una de sus hermanas se detuvo a sus pies, para disfrutarle y
oírle; y la ocasión en que entró a la casa de Simón, el que había sido leproso,
y la misma mujer se derramó a través del nardo, quieta a sus pies. Ambas
situaciones nos permiten ver que el espíritu de María estaba en reposo. Por
el contrario, Marta, la otra hermana de Lázaro, no podía dejar de hacer lo
que estaba haciendo, lo que llevó a Jesús a decirle unas palabras acerca de su
afán (S. Lucas 10:41). El afán nos impide disfrutar en quietud para oír al
Señor.

El afán es muy peligroso para nuestra vida espiritual y hasta muy


perjudicial para nuestra salud física. En este pasaje de las Escrituras, el Señor
quiere hacernos ver que cada día trae presiones que nos pueden inquietar y
que debemos manejar con mucho de su gracia, para no entrar en la inquietud
del afán y anularnos para recibir y expresar al Señor.

Una de las cosas que cada persona, y más siendo hijo o hija de Dios,
debe cuidar muy atentamente es el endeudamiento, pues tiene un gran poder
para enredarnos en el afán, la turbación y la inquietud. Hay siervos de Dios
que hasta han perdido el honor por deber dinero, y otros que han sido
anulados por el afán, no pudiendo ya detenerse a oír al Señor para servirle
adecuadamente, por estar superados por compromisos que no saben cómo
pagar.

La deuda casi siempre es mala y puede venir de diferentes maneras.


Digo “casi siempre” porque también existen las que son controlables. Por
ejemplo: usted gana $ 5.000 y paga un alquiler de $ 800. En ese caso, hay
una diferencia de dinero muy grande entre su deuda o compromiso de pago
y su ingreso, lo que hace que la deuda sea manejable. Pero existen deudas

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que están fuera de control, como cuando alguien toma un crédito muy alto
para adquirir un vehículo, sumado a que tiene varias tarjetas de crédito, lo
que lo lleva a gastar sus ingresos por adelantado. Cualquier inconveniente
que surja, como un pago extra, viviendo de ese modo, puede resultar caótico
para la economía de una persona. Afanarse por el mañana es lo que lleva a
muchos a tener varias tarjetas de crédito, al límite de todo su crédito, y vivir
enloquecidos por la amenazante deuda, día a día.

Jesús nos lleva a usar nuestra fe para buscar primero su reinar y que
nuestra vida tenga, día a día, como centro esa búsqueda. Es decir, nuestra fe
tiene que funcionar para poder hacer un alto y ocuparnos de las Escrituras,
para reunirnos con otros santos, compartir con ellos y, por supuesto, para
orar. Si logramos darle prioridad a esto, el mismo Señor se compromete a
añadirnos todo lo que necesitemos para nuestro vivir y el de nuestra familia.

Pero si usted se ha endeudado, usando sus tarjetas y canales de crédito


más de lo que Dios aprueba, va a ser atrapado por el afán de producir y
producir, debido a que ya no sólo necesitará lo que va a usar para vivir hoy,
sino lo del mes que viene y el otro, y posiblemente hasta lo de todo un año.
Interiormente, ya no podrá estar quieto a los pies del Señor, ya no podrá
ocuparse del Reinar de Dios y empezará a perder la añadidura Divina en lo
que hace, quedando expuesto a la presión acumulada de más de un día.

Piense en esto, por favor: “Basta a cada día su propio mal”. Estas son
palabras del Señor. Cada día conlleva su propia presión, así que saque la
cuenta de la presión que puede llegar a ejercer sobre usted el hecho de
endeudarse y vivir los días por adelantado. El Señor nos está impartiendo,
en estas Escrituras, la templanza para vivir el día a día, sin entrar en el afán
por ver cómo resolveremos nuestras deudas a treinta o mas días. Si logramos
ser impartidos por esto, podremos vivir día a día, como el Señor pretende.
Entonces, la fe operará para buscar el reino, sorteando las presiones de un
solo día, y Él nos añadirá su bien cada uno de esos días.

En cambio, quienes andan afanados entran en deudas que sólo añaden


la presión de más de un día y empiezan, al igual que Marta, a no poder
detenerse ante la Palabra, la comunión, el compartir y la oración. En
consecuencia, el Reinar de Dios se pierde, el individuo es gobernado por la
situación y el afán, la añadidura ya no llega, y vienen la turbación y el
despropósito. Todo esto hace que viva sólo para pagar las deudas de
comodidades terrenales, lo cual lo excluye de la función sacerdotal y del

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

reinar con Dios. El “no os afanéis por el día de mañana” debe ser algo que
nos resuene cada día, rogando al Dios Todopoderoso que nos perdone por la
falta de templanza en nuestros gastos.

Así que, si queremos ver la añadidura de Dios, debemos cuidarnos de


buscar el reino en los cuatro aspectos mencionados. Pero, para ello, tenemos
que cambiar nuestra cultura en relación al gasto. Si logramos esto, podremos
vivir una vida en el reposo del Señor, esperando sus palabras vivientes, cada
día, para ser favorecidos con su manifestación de Rey en cada área de nuestra
vida.

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LO PRACTICO

 Identifique delante de Dios si ha entrado en compras irresponsables


que le quitaron la paz y renuncie a toda codicia y espíritu de deuda que
le lleve a perder la paz. Pídale a Dios que venga con su paciencia para
salir del problema y descanse en la paz de Dios que mas allá de lo que
le toque vivir, si ha renunciado al afán y la ansiedad, nada se la podrá
quitar.
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 Si ha menospreciado a alguien, quizás por su pobreza, falta de


capacidades similares a las suyas, o por lo que sea, lléguese a ella y
hágale sentir al mismo nivel tomando el gran ejemplo de Cristo quien
es perfecto y santo y sin embargo no nos despreció por nuestra bajeza
e incapacidad sino que nos llamó a pertenecer a su familia y nos hizo
sacerdotes y reyes como Él los es, delante del Padre.
Luego no deje de compartir esta experiencia para edificar al
discipulado.
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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

IMPARTIDOS, PARA NO ESTAR EN JUICIO


“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que
juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y
por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la
viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar
la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero
la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de
tu hermano” (S. Mateo 7:1-5).

¡Qué hermosas que son las imparticiones del Señor a través de sus
enseñanzas! En estas que trataré ahora hay tantas riquezas del carácter de
Cristo, que si se nos concede recibirlas en nuestro espíritu, podremos
avanzar mucho en la expresión de su maravillosa persona.

Creo, sin duda, que por medio de estas palabras Cristo está
impartiendo sobre qué tipo de persona es la que lo expresará a Él y atraerá a
otros, para poder hacerle un hijo espiritual y funcionar como padres
espirituales en todo el proceso de desarrollo del hijo, algo que muchos no
logran alcanzar, pues hacen nacer un hijo, pero no logran el desarrollo de ese
hijo. Este carácter es la clave para la multiplicación. Pero primero tendrá que
ocurrir, en cada uno de nosotros, una transformación en cuanto al modo que
tenemos de vernos a nosotros mismos, al prójimo y a nuestros hermanos. Y
para poder ver el carácter que nos hará multiplicarnos, primero debemos
entender el mecanismo de la conducta humana.

Es común que la naturaleza caída, al sentirse acusada o expuesta en su


pecado, tienda a defenderse. Esto ocurre porque la mayoría de estas personas
no saben separar su conducta de ellas mismas. Jesús sí lo separa, siendo
capaz de odiar la naturaleza humana, pecaminosa, y a su vez amar a la
persona en sí. Pero cuando esa separación no existe, el que corrige provoca
en aquel que está siendo corregido una reacción de defensa, en lugar de
arrepentimiento. Y si bien la naturaleza rebelde reacciona de esa manera,
muchas veces es provocada por el hecho de que quien corrige no está viendo
a Cristo y no está lleno de su amor, que es capaz de separar tal naturaleza
rebelde de la misma persona.

Ahora, vayamos a la raíz de este tema: cuando una persona no puede


ver a Cristo con claridad, según expresa Pablo en 2 Corintios 3:7-18, es

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porque le falta convertirse a pleno y no está viviendo un arrepentimiento
constante. Esto le oscurece la visión y, por la falta de claridad sobre Cristo,
no puede ser transformado (ya que sólo contemplando su gloria seremos
transformados Salmo 101:2), lo que representa la viga en el ojo. Entonces, si
no hay arrepentimiento pleno, se oscurece la visión que nos transforma a la
misma imagen de Cristo. Y al no expresar a Cristo en plenitud, cuando
pretendemos sacarle la paja al ojo ajeno, provocamos lo adverso, impidiendo
que la vida del otro sea transformada. Sólo quienes contemplen la Gloria de
Dios expresarán al Señor; y si aquellos a quienes corregimos ven a Cristo a
través de nosotros, no dudarán en dejarse sacar la paja del ojo.

La idea del Señor es que, si nos ocupamos de tratar nuestra visión


espiritual primero, sacando todo lo que nos impide verlo, exponiéndonos al
juicio de su palabra cada día, para ser alumbrados, llegaremos a tener una
imagen tan clara de Cristo que nos transformará, dándonos la victoria en
todo. Entonces, cuando nos acerquemos a un hermano que tiene la paja en
el ojo, el reflejo del Cristo que nos transformó y nos hizo vencer, haciendo
que la viga ya no esté en el nuestro, lo atrapará, pues verá a alguien que por
Cristo ha vencido, está limpio y en plenitud. Ese hermano, naturalmente, se
rendirá a nosotros para dejarse ayudar y llegar a tener la misma claridad en
su visión.

¡Que glorioso es poder contemplar a Cristo! Ser transformados a su


imagen y provocar en otros, que no veían la luz y el atractivo Divino, la
entrega de su corazón, para dejarse paternizar, siendo llevados a la gran
transformación. Oro para que nuestro vivir sea bajo la gloriosa luz de Cristo
y así seamos atractivos para quienes también necesitan esta gracia.

“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto


dentro de mí.
No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu.
Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.
Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se
convertirán a ti” (Salmos 51:10-13).

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

LO PRACTICO

 Hagan un pacto de hermandad con el grupo declarándolo ante todos


de que siempre se tendrá una actitud de medir con misericordia y que
en el caso de que sea necesario tratar la poca visión de Cristo en
alguien, se hará mostrando la plena voluntad de aportar para el bien
del otro sin hacerlo sentir inferior, sabiendo que de esta manera el
hermano no se pondrá a la defensiva, sino que se entregará a la ayuda
para ver mejor a Cristo.
 Escribir una carta al discipulador en dónde se le entrega el corazón
para permitirle que llegue a las áreas mas delicadas de la vida y así nos
corrija la visión. Decidiendo desde ahora, que nunca nos ofenderemos,
sino que nos entregamos a su formación para llegar a ver a Cristo en
toda su gloria.

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IMPARTIDOS, PARA SER CONSOLADOS Y
LIBRADOS
“No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los
cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”
(S. Mateo 7:6).

Si bien es parte de lo anterior, he decidido profundizar en este


fragmento porque es sumamente delicado y digno de ser tratado
especialmente.

En este pasaje de las Escrituras, se nos habla de santo, perros, cerdos y


perlas. En primer lugar, tomaremos las dos palabras positivas: santo y perlas.
Con lo de santo, se refiere a aquello que ha sido reservado, separado por el
mismo Dios para su uso especial; y en el contexto de todo el Evangelio, tiene
que ver con la revelación del reino de Dios y todo lo que Dios nos enseña,
impartiéndose por medio del discipulado de Cristo. Cada revelación hacia
sus discípulos era y es Él mismo, es decir, lo santo, lo que está reservado para
sus redimidos, quienes son sus profetas, sacerdotes y reyes.

En lo que respecta a las perlas, esto también está relacionado con la


revelación gloriosa de Dios, que entra a la carne y, desde adentro, reina. Este
es el misterio de Cristo, algo realmente maravilloso: el Dios eterno impartido
como lo santo y las perlas. Lo santo es lo que recibimos, y las perlas
representan lo que nos produce eso que recibimos. Debemos estar más que
agradecidos cada día por haber recibido lo santo y habernos quedado con las
perlas. Todo esto es lo que Cristo, impartido en sus discípulos, producía, y
esto es lo que producirá un discipulado que exprese a Cristo. Nuestros
discípulos serán impartidos con lo santo y las perlas.

Por otro lado, también tenemos lo negativo, que serían los perros y los
cerdos. En cuanto a los perros, tenemos, por lo general, la concepción de que
son quienes vuelven a su vómito, es decir, aquellos que un día devolvieron lo
que le hizo mal, pero otro día se volvieron a alimentar de lo mismo. En parte,
esto es así, está en la misma Biblia, pero tampoco es todo, ya que tiene un
significado más amplio en el uso bíblico, que luego veremos. La mención a
los cerdos es una alusión a aquellos que no tienen la capacidad de apreciar el
reino de los Cielos; a estos, Jesús les hablaba a través de parábolas, para que

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

no entendieran nada, y de esa forma abstenerse de echarle “las perlas” a “los


cerdos” (S. Mateo 13:13-15).

En S. Mateo 7:6, que es el pasaje que estamos tratando, Jesús termina


diciendo: “no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”. Este es el
punto concreto por el que la revelación no debe ser dada a quienes la
desprecian o la tienen como nada, los “perros”, aquellos que persisten en
seguir con lo despreciable, pero que, según expresé líneas arriba, también
significan algo más. En Filipenses 3:2, vemos que Pablo llama “perros” a las
personas que, con su doctrina religiosa, alejadas de la experiencia viviente
con el Señor, trataban de mutilar y arrancar pedazos del cuerpo. Por lo tanto,
es claro que un perro no sólo es el que vuelve a lo malo, sino aquel que, por
vivir a Dios como una religión, arranca partes del Cuerpo de Cristo. Un perro,
según este concepto, toma las revelaciones para morder, volverse en contra
y arrancar a otros del Cuerpo de Cristo. Esto es lo que realmente cuidaba
Cristo por medio de esta expresión de que no se les vaya a dar la revelación a
aquellos que, en lugar de disfrutarla y dar los frutos del reino, la usarán para
mutilar el Cuerpo. Pablo, con respecto a esta gente, nos dice: “guardaos”.

Ruego a Dios que nos de la templanza y el discernimiento para no darle


la revelación a “perros y cerdos”, que se quedarán con ella sólo para volverse
en contra. Debemos estar atentos, y apenas veamos algún indicio de los
“perros y cerdos”, abandonemos todo intento de expresar lo sublime de
Cristo. En Hechos 13:44-47, Pablo y Bernabé casi fueron despedazados por
“perros y cerdos”, ante lo cual abandonaron sus intentos, dejando de echarles
“lo santo y las perlas”, y se enfocaron en los que sí apreciaban al Cristo que
ellos expresaban. El mismo Dios los reconfortó con abundante fruto por
haber obrado con sabiduría (Hechos 13:47-49). Por supuesto que si Dios lo
envía, usted debe ir y obedecer, pero debe estar atento y darse cuenta de que,
si en lugar de regocijarse con la revelación, lo refutan, hablan mal y tratan de
sacar a otros, usted está frente a “perros”, a quienes deberá privar de la
revelación, ya que su destino será una eternidad sin Dios (Apocalipsis 22:15-
16).

No crea que impartir a Cristo a través del discipulado de un padre hacia


su hijo, para que la casa sea edificada sobre la roca, será algo aceptado por
todos. Usted mismo verá que, aun cuando la revelación sea de lo más clara y
apreciable, para quienes aman más a sus organizaciones y tradiciones que a
Cristo, será un motivo de pleito, lo que nosotros debemos evitar, tal como
hizo Pablo con quienes descubrió que no eran dignos de la Vida Eterna.

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Por todo esto que Cristo nos imparte para enriquecernos y librarnos es que
debemos prestar atención a aquellos que aman la revelación y la disfrutan,
enfocándonos de lleno, porque, a través de ellos, Dios nos traerá mucha
consolación de frutos, además de guardarnos de quienes sólo quieren
despedazarnos.

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El Discipulado – Lo que no se puede dejar de aprender y de hacer

LO PRACTICO

 Primeramente, tengan un momento de oración para que la gracia


eterna de Dios le libre de caer al nivel de “morder” a quien nos corrija,
aun cuando no lo comprendamos bien. Segundo, ore para que Dios lo
libre de disfrutar al pecado, del cuál Cristo y sus ministros le quieren
librar y por último haga un pacto de con Dios de no insistir con
personas que para nada están arrepentidos y que ante todo intento de
ayudarle a salir del pecado solo han respondido con ataques y con
desprecio hacia el amor del Señor Jesús, orando solo a Dios para que
El que todo lo sabe haga lo que corresponda con tales personas.

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