Henri Michaux
Henri Michaux
Henri Michaux
ANTOLOGÍA POÉTICA
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PRIMERAS IMPRESIONES
Como de niño no quise jugar con la arena de las playas (terrible carencia de la
que me resentí toda la vida) ya, fuera de edad, me ha venido el deseo de jugar
y, en este momento, de jugar con los sonidos.
¡Vaya! Qué extraña cosa al principio, esa corriente que se manifiesta, ese líquido
inesperado, ese pasaje portador, en sí, siempre y que estaba.
Ya no reconocemos ningún entorno (lo duro ha desaparecido).
Hemos dejado de tropezarnos con las cosas. Nos convertimos en capitanes de un
Río...
Nos encontramos poseídos por una extraña (y peligrosa) tendencia a los buenos
sentimientos. Todo es cuesta. Los medios son ya paraísos.
No encontramos los frenos; o no tan deprisa como encontramos lo maravilloso...
Ponemos en circulación una moneda de agua.
Como una campana que anuncia una desgracia, una nota, una nota que sólo se
escucha a sí misma, una nota a través de todo, una nota baja como una patada
en el vientre, una nota añosa, una nota como un minuto que tuviera que taladrar
un siglo, una nota sostenida a través de la discordancia de las voces, una nota
como una advertencia de muerte, una nota me avisa durante toda esa hora.
El tiempo.
El tiempo.
Yo me ausculto con el Tiempo.
Me palpo.
Me pego con el Tiempo.
Me seduzco, me irrito...
Me enredo,
Me sublevo,
Me transporto,
Me pego con el Tiempo...
Pájaro-pico.
Pájaro-pico.
Pájaro-pico.
¿Qué hago aquí?
Llamo.
Llamo.
Llamo.
No sé a quién llamo.
A quien llamo no sabe.
Llamo a alguien débil,
alguien roto,
alguien orgulloso a quien nada ha podido romper.
Llamo.
Llamo a alguien de allá,
alguien a lo lejos perdido,
alguien de otro mundo.
(¿Así que mi solidez era mentira?)
Llamo.
Ante este instrumento tan claro,
no es lo mismo que con mi voz sorda.
Ante este instrumento cantarín que no me juzga,
que no me observa,
llamo, perdiendo toda vergüenza, llamo,
llamo desde el fondo de la tumba de mi infancia que se enfurruña y
se contrae aún,
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MI REINO PERDIDO
Antes tenía un reino tan grande que casi daba la vuelta completa a la Tierra.
Me molestaba. Quise reducirlo.
Lo logré.
Ahora no es más que una parcela de Tierra, una diminuta parcela sobre la cabeza
de alfiler.
Cuando la veo, me rasco con ella.
Y antes era una aglomeración de países formidables, un Reino soberbio.
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NOSOTROS
MI VIDA
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UN HOMBRE PERDIDO
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SOY GONG
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MI VIDA SE DETUVO
El viento cesó de golpe, mi vida hizo “toc”. Se había detenido para siempre.
Fue una siesta de delirio, fue una siesta singular, la siesta de “la novia se retira”.
Fue un momento, un momento eterno, como la voz del hombre y su salud
sofocan sin esfuerzo los gemidos de los microbios hambrientos, fue un momento,
y todos los otros momentos se zambulleron en él, se invaginaron, uno tras otro, a
medida que llegaban, sin fin, sin fin, y yo fui arrastrado adentro, cada vez más
sepultado, sin fin, sin fin.
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MIS ESTATUAS
Tengo mis estatuas. Los siglos me las legaron: los siglos de mi expectativa, los
siglos de mis desalientos, los siglos de mi indefinida, de mi inextinguible
esperanza las hicieron. Y ahora están allí.
Como antiguos vestigios, apenas si alguna vez comprendo el sentido de lo que
representan.
Su origen me es desconocido y se pierde en la noche de mi vida, donde sólo sus
formas han sido preservadas del inexorable barrido.
Pero están allí, y cada año su mármol se endurece más, blanco contra el fondo
oscuro de las masas olvidadas.
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ESCRIBE
Escribe...
El papel deja de ser papel, poco a poco se vuelve una larga, larga mesa a la que
llegará, dirigida, lo sabe, lo siente, lo presiente, la víctima aún desconocida, la
víctima lejana que le está reservada.
Escribe...
Su oído agudo, agudo, su único oído escucha una onda que llega, aguda, aguda, y
una onda sucesiva que va a llegar de una lejanía de tiempo y de espacio para
dirigir, conducir a la víctima que deberá dejarse manejar.
Su mano se prepara.
¿Y él? Mira actuar.
Cuchillo desde lo alto de la frente hasta el fondo de sí mismo, vigila, listo para
intervenir, listo para cortar, para decapitar lo que no es, no será suyo, cercenar
en el vagón que el Universo desbordante empuja hacia el lo que no será “SU”
víctima...
Escribe...
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Según dicen, en la mayoría de las personas que miran un paisaje se forma una
cápsula. Esa cápsula no es tan pequeña como se cree.
La cápsula es el médium entre el paisaje y el contemplador. Si el contemplador
pudiera arrancar esa cápsula y llevársela sería inconmensurablemente feliz,
conquistaría el paraíso en la tierra.
Pero hace falta una delicadeza extrema, una fuerza prodigiosa y saber lo que se
está haciendo. Es como arrancar un árbol de golpe con todas sus raíces. Los
pícaros que usan un poco al azar medios mnemotécnicos, representaciones
gráficas, comparaciones, análisis y brutalidades sobre la materia observada no
solamente no saben de qué estoy hablando, sino que no pueden en absoluto
darse cuenta de la sencillez maravillosa y casi infantil de esa operación que
simplemente lleva al umbral del éxtasis.
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“Aún cuando sean enviados al último suplicio, me cuelgo del trapecio. ¿Por qué?
No lo sé. Una exuberancia giratoria, una exaltación, la alegría finalmente hace
que no pueda soportar el corazón dentro de mi pecho, su caricia como un nuevo
tacto, mientras late con palpitaciones profundas, como meditadas, que me
mantienen alerta y sin aliento bajo la amenaza.
Y yo giro y giro incansable en torno a la barra, formando como puedo con medios
pobres el astro que gravita imperturbable en la noche de los siglos”.
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LOS INACABADOS
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La extensa sombra que proyecta hacia delante habla extensamente sobre ello.
¡Tiempo! ¡Oh, el tiempo! Todo el tiempo que es tuyo, que hubiera sido tuyo...
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Raspo
Obstruyo
Obnubilo
Hago retroceder el andar de los vivos
Y tú, que en miseria tienes abundancia.
Y tú,
Por tu sed al menos eres sol,
¡Gavilán de tu debilidad, domine!
Mira:
Arruino
Desencajo
Descoloco
Al oírme, el hijo arranca los testículos del Padre
Degrado
Trastorno
Trastorno
Con la cabeza en sus tarots mis perros devoran a la cartomántica.
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Si me juzgara sólo según mis noches, mi vida habría sido una repetición sin fin,
sin evolución desde hace no sé cuántas decenas de años a pesar de los estados,
formas e infortunios muy diferentes. Aunque desde hace algunos años no utilizo
el ferrocarril para mis desplazamientos, en sueños invariablemente me encuentro
dentro de trenes que durante el día sin embargo ya no tomo.
Así una estable insignificancia continúa prohibiéndorne, de noche, una vida más
fácil.
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Muchas veces, unas voces de mujeres oídas durante el día v desde un poco lejos,
cuando se perciben los sonidos agudos de las voces de soprano sin captar el
sentido, muchas veces las personas que escuchamos distraídamente o con
impaciencia, mientras siguen hablando, harán "pensar", ni mujeres ni pájaros,
semimujeres, semipájaros. La vaga reflexión diurna apenas consciente sigue
avanzando, llega la noche y esos pájaros, libres de nuestra vigilancia
racionalizante, hablarán, y para nada es sorprendente que hablen en francés
puesto que son francesas
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De Momentos ( 1973)
LÍNEAS
Ennoblecida por un trazo de tinta, una línea fina, una línea, donde ya nada
apesta
Sino más bien como en el Mundo hay anfractuosidades, sinuosidades, como hay
perros vagabundos
Alevines del agua nueva de un sentimiento que despunta, habla, ríe, rapta o que
ya por momentos apuñala
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Una mujer retira una camisa, que deja ver otra camisa, que ella retira, que deja
ver otra camisa que ella retira, que deja ver otra camisa que ella retira, que
deja ver otra camisa, y el descanso de la desnudez no llega nunca.
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A Micheline Phankim
Llegada, una nueva llegada. Fluye el río de las llegadas. Ya no hay más que
llegadas.
Flujo, flujo sin fin impugnando las restricciones, las delimitaciones, colmando,
colmando, mausoleo que también se hundiría. Sobre olas propuestas, olas mías,
olas suyas, olas viajando sobre olas.
Momentos, momentos sin rumbo, sin acotaciones, sin regresar, sin reunirse,
fluyentes, independientes.
Un momento que ante todo fue una laguna. Un momento en ruinas. Un momento
que no se adhería a nada ahora resplandece.
Nómades sin mí. Momentos, leves momentos en los barros rutilantes, animados,
minúsculos afluentes.
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Firmeza de las camillas, hace ciento ochenta mil años se nacía ya para pudrirse,
para perecer, para sufrir
Partir.
De todos modos partir.
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Retorno a la desaparición
A la indeterminación
Ya nada objetivo
No más designación
Sin actuar
Sin elegir
Volver a los segundos
Cascada sin ruido
Islotes flotantes
Muchedumbre apretada
Aparte en la muchedumbre de los alrededores
Paseantes
Regularmente sobrepasadas
Regularmente reemplazadas
Pasadas sin retorno
Pasando sin unir
Sobrias
Puras
Una a una bajando por el hilo de la vida
Pasando...
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**
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El espacio adonde "ellos"... y "ellas" nunca irán ni podrán ir, que periódicamente
hay que recobrar y continuar habitando a solas, ése es tu espacio que nunca hay
que canjear definitivamente por un espacio verbal, pictórico, musical, social. Es
lo "tuyo" limitado a ti mismo, y sin embargo casi ilimitado, espacio para
preservar.
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LOS DEVASTADOS
Sobre una planicie líquida de una vasta extensión, en una piragua colosal,
maciza, protestante, proveniente del Norte, se mantiene tenso y solo, tan solo
como se puede estarlo cuando uno no está en la vía de la salvación, cuando en la
zona negra uno ha forzado el pasaje prohibido. Alrededor, el agua:
absolutamente tranquila, ni animada ni amada, un agua pesada.
Sobre ese plano horizontal donde el avance es penoso, como si se hallara en una
cuesta que hay que remontar, el hombre del retiro, ermitaño de "Absoluto", no
muestra más que su espalda, recta como una pared.
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Una mesa de luz es vigilada por dos cisnes. Cada cisne es vigilado por dos
ocelotes. Cada ocelote (o pantera o gran gato manchado) por dos serpientes.
Cada serpiente por dieciséis triángulos, y los triángulos están bajo la observación
de ojos innumerables, fijos, escrutadores.
Nada debe escapar a la múltiple policía. Nada debe sustraerse al omnipresente
Ordenamiento.
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En todo se siente el peligro de que no esté lo bastante vigilado, de que haya falta
de vigilancia, pues bastaría un instante de descuido. Un instante de descuido
podría causar en los segundos siguientes la disgregación, y luego la
desintegración universal.
Lejana consecuencia de una Condena. Tal vez.
Cuántas posibles dislocaciones en las "correspondencias" de la creación, pues el
mundo entero puede ser castigado por (a falta de hombres inconscientes, un
mundo que de hecho pesa sobre las espaldas de uno solo, que ya no puede
descansar, convertido en vigilante obligatorio, el único que sabe, que vela, que
aún puede retrasar el desastre ilimitado que se acerca.
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Un cielo
un cielo porque ya no hay tierra,
sin un ala, sin un plumón, sin una pluma de pájaro, sin un vaho
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Su felicidad reía en su alma. Pero todo era un engaño. No duró mucho esa risa.
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Ella estaba en un tren que rodaba hacia el mar. Estaba en un cohete que enfilaba
hacia las piedras. Se abalanzaba aunque inmóvil sobre la serpiente de fuego que
iba a consumirla. Y de pronto estuvo allí, sorprendiendo a la confiada mientras
peinaba su cabellera y contemplaba su dicha en el espejo.
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PORVENIR
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DESTINO
Cuando la desgracia, con sus dedos hábiles de peluquera, empuja sus tijeras con
una mano y con la otra el sistema nervioso de un hombre, frágil escala vacilante
en unas carnes grasas, y arranca chispas y espasmos y la desesperación de ese
animal de lino, espantado...
¡Oh mundo abominable!, no es fácil sacar nada bueno de ti. A quien tiene un
alfiler en el ojo, el futuro de la marina inglesa deja de importarle. Dormir, si tan
sólo pudiera dormir. Pero el párpado recubre su dolencia como un cepillo...
Es una maravilla verlo, no se cansa uno de mirar Pero el que lo sufre en su ojo
vendería gustosamente su parte en el juego, ¡no!, no se haría de rogar... al
menos no por mucho tiempo.
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LA AMORTIGUADA
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Era en la aurora de una convalecencia, la mía, sin duda, ¿quién sabe? ¿quién
sabe? ¡niebla! ¡niebla! está uno tan expuesto, se está de lo más expuesto...
“Medicastros infames -me dije- aplastáis en mí al hombre al que alivio”.
Era en la puerta dE una larga angustia ¡otoño! ¡otoño! ¡fatiga! yo esperaba del
lado «vomitar», esperaba, escuchaba a lo lejos mi caravana escalonada, que se
arrastraba hacia mí, patinando, hundiéndose, ¡arena! ¡arena!
Era por la tarde, la tarde de la angustia, la tarde avanza, implacable acarreo.
«Las grullas -me dije, soñador- las grullas que se alegran de ver a lo lejos los
faros...»
Era al final de la guerra de los miembros. «Esta vez me dije- pasaré, yo era
demasiado orgulloso, pero esta vez pasaré, paso...» ¡Inaudita simplicidad! ¿Cómo
no te adiviné?... Sin malicia, el polluelo sale perfecto de un huevo anodino... .
Era durante el espesor de la Gran Pantalla. ¡YO VEÍA! «Es posible -me dije- de
verdad es posible que nos sobrevolemos?»
... No resiste más. Las vigas tiemblan y es usted. El cielo es negro y es usted. El
vidrio se rompe y es usted.
Una rosa baja del cielo y se ofrece al peregrino; a veces, raramente, cuán
raramente. Las arañas de cristal no tienen espuma, ni la frente música.
Andrajos de los cielos y de la tierra, mundo engullido sin provecho, sin gusto, y
sólo por engullir.
No vamos a casa del rico. No vamos a casa del sabio. Prudentes, enroscadas en
los anillos.
Las casas son obstáculos. Los de la mudanza son un obstáculo. La joven fugaz es
un obstáculo.
Lorellou, Lorellou, tengo miedo... Unas veces la oscuridad, otras los susurros.
Escucha. Me acerco a los rumores de la Muerte.
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Mis manos ¡cuánto humo! Si supieras... No más paquetes, no más llevar, no más
poder. No más nada, pequeña.
Balbuceo, ahora le doy lametadas al limo. Tan pronto el espíritu del mal, tan
pronto el acontecimiento... Yo escuchaba el ascensor. ¿Recuerdas, Lorellou?,
nunca llegabas a la hora.
Han metido en un saco a mi lebrel. Han tomado la casa, oye, oye usted el ruido
que ella hizo cuando amparados en la oscuridad se la llevaron, dejándome en el
campo como un mojón. Y pasé mucho frío.
¡Cómo se apartan los continentes, cómo se apartan para dejarnos morir! Nuestras
manos que cantaban la agonía se desunieron, la derrota de grandes velas pasó
lentamente.
¡Juana! ¡Juana! Sí, me acuerdo... Sabes, cuando decías, sabes, lo sabes por los
dos, ¡Juana! ¡Ay! ¡Esa partida! ¿Pero por qué? ¿Por qué? ¿Vacío? Vacío, vacío,
angustia; angustia, como un único gran mástil sobre el mar.
Ayer, todavía ayer, ayer, hace tres siglos; ayer, devorando mi nívea esperanza,
ayer, sus palabras de piedad que rozaban la desesperación, su cabeza
súbitamente hacia atrás, como un abejorro volcado sobre los élitros, en un árbol
que de pronto se sacude al viento de la tarde, sus bracitos de anémona, que
amaban sin apretar, voluntad como cae el agua...
Ayer, sólo tenías que tender un dedo, Juana; por nosotros dos, por los dos
juntos, sólo tenías que tender un dedo.
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PAISAJES
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PRÍNCIPE DE LA NOCHE
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EN EL PAÍS DE LA MAGIA
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El niño, el niño del jefe, el niño del enfermo, el niño del labrador, el niño del
tonto, el niño del mago, el niño nace con veintidós pliegues. Hay que
desplegarlos. La vida del hombre entonces se completa. Muere bajo esa forma.
Ya no le queda ningún pliegue por deshacer.
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Un hombre rara vez muere sin tener que deshacer algún pliegue. Pero ha
ocurrido. Paralelamente a esta operación, el hombre forma un núcleo. Las razas
inferiores, como la raza blanca, ven mejor el núcleo que el desplegado. El mago
ve más bien el desplegado.
Sólo el desplegado es importante. El resto es epifenómeno.
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LA CARTA
Le escribo desde un país antaño luminoso. Le escribo desde el país del abrigo y
de la sombra. Desde hace años vivimos, vivimos en la Torre de la bandera a
media asta. ¡Oh, Verano! ¡Verano envenenado! Y desde entonces, siempre el
mismo día, el día del recuerdo incrustado...
Una vez pescado, el pez piensa en el agua mientras puede. Mientras puede
¿acaso no es normal? En la montaña, en la cima de una pendiente, te golpean con
un pico. Tras eso, una vida entera cambiará. Un instante hunde la puerta del
Templo.
Nos consultamos. Ya no sabemos. No sabemos más uno que otro. Aquel está
asustado. Éste confundido. Todos desamparados. Ya no hay tranquilidad. La
cordura apenas dura lo que un suspiro. Dígame. ¿Alguien que hubiera recibido
tres flechas en la mejilla se presentaría con aspecto desenvuelto?
La muerte alcanzó a unos. La cárcel, el exilio, el hambre, la miseria a otros. Nos
han atravesado enormes sables de escalofríos, lo abyecto y lo torcido nos han
atravesado después.
¿Quién en nuestra tierra recibe todavía el abrazo de la alegría hasta el fondo del
corazón?
La unión del yo y del vino es un poema. La unión del yo y de la mujer es un
poema. La unión del cielo y de la tierra es un poema, pero el poema que hemos
escuchado ha paralizado nuestro entendimiento.
No hemos podido proferir nuestro canto en la pena demasiado grande. El arte
con trazo de jade se detiene. Las nubes pasan, las nubes de contornos rocosos,
las nubes de contornos de melocotón, y nosotros, semejantes a las nubes,
pasamos, atiborrados de las vanas potencias del dolor.
Ya no nos gusta el día. El día aúlla. Ya no nos gusta la noche, lastrada de
inquietudes. Miles de voces para hundirse. Ninguna voz para apoyarse. Nuestra
piel se cansa de nuestro rostro pálido.
El acontecimiento es grande. La noche también es grande ¿pero qué puede
hacer? Mil astros de la noche no iluminan una única cama. Los que sabían ya no
saben. Saltan con el tren, ruedan con la rueda.
¿Guardarse a sí en sí? ¡Pero qué dice! La casa solitaria no existe en la isla de los
loros. La muy granuja se ha mostrado en la caída. Lo puro no es puro. Muestra su
lado obstinado, su lado rencoroso. Algunos se manifiestan mediante chillidos.
Otros se manifiestan en lo esquivo. Pero la grandeza no se manifiesta.
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Marcada por la cesura de un mal profundo, una melodía, que es melodía igual
que un viejo galgo tuerto y reumático sigue siendo un galgo, una melodía
Surgida tal vez del drama del microseísmo de un minuto fallido durante una
tarde difícil, una melodía deshecha, que se derrumba sin cesar derrotada
Sin elevarse, una melodía, pero empecinada también en no ceder del todo, como
el mangle que empujado por las aguas es retenido por sus raíces obstinadas
Sin llegar a hacer el pavo real, una melodía, una melodía para mí solo, a mí
confiada, lisiada para que yo me reconozca en ella, hermana en la incertidumbre
Indefinidamente repetida, que cansaría al oído más complaciente, una melodía
para canturrear entre nosotros, ella y yo, que me liberaría de mi verdadera
balbuciente palabra, aún jamás dicha
Una melodía pobre, pobre como la que necesitaría el mendigo para expresar sin
palabras su miseria y toda la miseria en torno a él y todo lo que responde miseria
a su miseria, sin escucharlo
Como una llamada al suicidio, como un suicidio iniciado, como una vuelta
siempre al único recurso: el suicidio, una melodía
Una melodía para ganar tiempo, para fascinar a la serpiente, mientras que la
frente incansada sigue buscando, en vano, su oriente.
Una melodía...
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