Cratilo
Cratilo
Cratilo
Todas las cosas son meros nombres (ónoma) que los mortales pusieron con-
vencidos de que son verdaderos nacer y morir, ser y no-ser, cambio de lugar
y variación de color resplandeciente.
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idea. Desde la perspectiva,de un pensam iento que determin l l
.d . a e engua-
je, en cuanto que es en a1gun sent1 o diferent e de él, es posible entender
que se pueda «hablar fals~mente». .
De todos modos esta interpre tación no contesta a todos los in · terro_
. , d
gantes porqu~ !como pue _e expresa rse mediant e nombres engañosos
lo que no es, s1, c?mo nos d,ice a~tes, lo que no es real no puede pensar-
se ni expresarse? !No debena decirse, como más tarde mantendría Antís-
tenes7, que no es posible hablar falsamente (lo que nos llevaría a adoptar
las tesis naturalis~as)? Y, sin embarg o, las respuestas a estas preguntas
desde la perspec tiva parmen ídea no entraña n necesariamente contra-
dicción con lo anterior mente dicho, ni, desde luego, lo dicho avala una
teoría naturali sta como la de Antístenes. Tal como interpre ta Guthrie
(1992, 11: 55), lo que Parménides quiere decir es que, cuando los hom-
bres usan las palabras para referirse a las cosas cambiantes que se perci-
ben por los sentidos, no están diciendo nada, y tampoco puede decirse
que piensen o aprehen dan nada. Guthrie se basa en que el verbo utili-
zado por Parménides, noein, más que referirse a alguna cosa, ha de ser
entendido como «tener sentido o significado». En otros términos, como
se dirá más adelante, algunos nombres son usados incorrectamente por-
que ni se refieren a nada ni tienen sentido, como esos sonidos que po-
demos compon er vocalmente, pero que no reproducen ninguna palabra
en ninguna lengua. Curiosa mente, el Crátilo platónico mantiene una
teoría próxima a esta. Aunque se empeña en defender que los nombres
no pueden usarse falsamente, utiliza un argume nto semejante: no hay
propiamente un nombre sino la emisión de meros ruidos; como cuando
alguien golpea una vasija de bronce (430a).
Todo esto nos llevaría a una conclusión: para Parménides los nom-
bres que se dan a los objetos del mundo de la experiencia no pueden ser
«naturales», y no simplemente porque sean convencionales, sino porque
no existe un objeto real al que puedan atribuirse.
De todos modos, interpre tar a Parménides desde la perspectiva del
enfrentamiento entre naturalistas y convencionalistas puede llevarnos a
hacerlo de forma inadecu ada porque (y en esto parece haber acuer-
do entre los especialistas) tal controversia solo aparece con ·claridad en el
siglo v. Aunque en el Crátilo Platón no se refiere a él, Proclo (ya en el si-
glo v de nuestra era), en su comentario de ese mismo diálogo, atribuye a
Demócrito las mismas tesis convencionalistas que Hermógenes mantiene
en el diálogo 8 • Esta atribución no es, desde luego, descabellada, pues re-
sulta coherente con otras teorías de Dem ócri to (Guthri
e, 199 2, II: 48l -
482). De toda s formas, la discusión enc uen tra su luga
r má~ natural en
el contexto de las controversias ~ofísticas e°: ~orno al uso e~1~
a~ del len-
guaje y, en un sen tido más amp lio, en relac1on con las
pos1b~hdades de
con oce r lo real. Com o no pod ía ser de otra man era,
la tests del con-
vencionalismo fue bien aco gida entr e los sofistas. De
ello s Pró dico y
Protágoras son citados exp resa men te por Sóc rat~ : e?
ferencia al prim ero no pasa de ser una mer a alus1on 1ron
:1 _Crátilo. La re-
1ca (3 84b). Por
lo demás, su inte rés por el emp leo cor rect o de los nom
bre s, tal como
apa rece en el Eutidemo (277e) y su pre ven ción hac ia las
pala bras con-
sideradas sinónimas -cu est ión sobre la que tam bién iron
iza Sócrates
en el Protágoras (337a-c; 340 a-c; 358 a-b )-, poc o tien
e que ver con
el enfo que que Plat ón da al Crátilo. Las alusiones a Pro
tágo ras (385e-
386 c; 39l c); ·apa rte de su inte nció n satírica, está n des tina
das a criticar
su famosa máx ima «El hom bre es la med ida de tod as las
cosas». En su
conversación con Her móg ene s, Sócrates pre tend e esta blec
er una rela-
ción entr e dich a afirmación y el convencionalismo de este
. Her móg e-
nes no acepta, sin embargo, la epistemología de Pro tágo
ras. No sabe-
mos, por otra parte, si Protágoras man tuvo de form a exp
líci ta la tesis
convencionalista. El sofista de Abdera com par tía con
Her ácli to tesis
com o la de la coexistencia de los opuestos; per o, si tene
mos en cue nta
lo que hem os dicho más arriba, esta coincidencia no nos
per mit e saca r
conclusiones seguras. Por lo demás, apa rte de que no util
izab a -qu e
sep am os- el mét odo etimológico, su máx ima epis tem ológ
ica y su te-
sis de que nadie tiene derecho a contradecir a otro s no pue
den ser con -
sideradas com o el origen de las teorías convencionalistas
al uso de la
épo ca o, por lo menos, como el único origen si tene mos
en cue nta las
más que probables teorías convencionalistas de Dem ócri
to, incl uso de
Anáxagoras y otro s presocráticos.
La sofística, tan preocupada por los problemas pragmáticos
del len-
guaje, acaba con el naturalismo, que probablemente tuvo
su orig en pri-
mero, en la creencia en la relación mágica entre los nombres
y los objetos
y, más tarde, en la concepción de un lógos divino creador de
un lenguaje
gue tiene un sentido unánimemente compartido por todo
s. Estas creen-
cias serán sustituidas por argumentos más racionalistas que
ven en el len-
guaje un instrumento de gran utilidad, que es causa y efec
to de su eno r-
me «fuerza social» (Rey, 1973: 14). No hay posibilidad algu
na de acceso
al ser de las cosas a través del lenguaje. Por más que las razo
nes sean muy
diferentes, en este aspecto hay un pequeño acuerdo entre Platón y un so-
fista tan radical como Gorgias. Para Gorgias el acceso al ser es imposible
con lenguaje y sin él: no podemos conocerlo de ninguna manera. Pero
aun en el caso de que el conocimiento del ser fuera posible, el lenguaje
no nos serviría más que para mentir. La desproporción entre lenguaje y
ser es tan abismal que en ningún caso este podría ser expresado o repre-
sentado por aquel; .