Disertación
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Disertación
La célebre frase “solo sé que no se nada” aparece en los diálogos platónicos de la Apología
de Sócrates, donde se cuenta la defensa de Sócrates ante las acusaciones sobre la corrupción
de los jóvenes, a quienes éste incitaba a que se cuestionasen el mundo. La pregunta planteada
apela al pensamiento filosófico y nos remite a las bases de la sabiduría y de la enseñanza;
podríamos reformularla dividiéndola del siguiente modo: ¿Puede haber sabiduría en la
ignorancia? Si es así, ¿puede enseñarse? En esta disertación defenderemos una respuesta
afirmativa apelando al papel de la reflexión como valor fundamental del ideal del sabio y al
valor pedagógico del método socrático.
Aún así, hay que destacar que no todo lo que se sabe se puede enseñar, pues hay
conocimientos que no se logran transmitir. Véase la famosa frase de San Agustín de Hipona
en las Confesiones: “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero
explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé”. Pongamos el ejemplo de un carpintero, cuyo
conocimiento está en sus manos: reconoce la madera al tacto, distingue las betas, las mejores
zonas para el corte, maneja las herramientas, etc. Si le piden que enseñe a alguien todo lo que
sabe le va a ser imposible transmitir cómo reconoce mediante el tacto las sutiles diferencias
que presenta la madera y es capaz de entenderlas como si sus manos y la madera hablasen el
mismo idioma; como mucho podrá enseñar la teoría sobre los distintos tipos de maderas,
betas y cortes, pero no sus matices, pues estos son sólo perceptibles mediante la experiencia
individual.
Esta pregunta nos conduce a un falso debate, ya que todo depende de si la acción de enseñar
se define como lo que deviene en reflexión o, por otro lado, en la transmisión de dogmas o
datos empíricos. Lo coherente con lo defendido en esta disertación es atender a la primera
definición del verbo, pues si siguiéramos la vía de la segunda definición es evidente que si
careces de saber no tienes saber alguno que transmitir, y aunque lo tuvieses hay saberes que
no son posibles de comunicar. Sin embargo, éste no es el caso de Sócrates, que sin apropiarse
de ningún saber es capaz de provocar saber en los otros, invitándolos a la reflexión mediante
el uso de la oratoria. Por tanto, se concluye que sí, una persona que afirma no saber nada
puede ser un verdadero maestro.