Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Psicología Positiva

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 4

La Psicología Positiva representa posiblemente el mayor movimiento dentro de la psicología

en el siglo XXI. Fue definida por Seligman y Csikszentmihalyi (2000) como “el estudio
científico de las experiencias positivas, de los rasgos individuales positivos, de las
instituciones que facilitan su desarrollo y de los programas que ayudan a mejorar la calidad
de vida de los individuos y previenen o reducen la incidencia de la psicopatología”. Veinte
años después, la Psicología Positiva se ha convertido en un movimiento de gran éxito en el
mundo de la psicología. Este crecimiento se debe a la necesidad que existía en el área de la
psicología de establecer conocimientos sobre la temática y, también, debido a las
circunstancias sociológicas que solicitan analizar más rigurosamente el bienestar y su
promoción, así como su aplicación en diversos campos. La psicología tradicional estaba
centrada en lo negativo, en concreto, en la patología y en el sufrimiento. El estudio científico
de la felicidad y del bienestar que supone la Psicología Positiva ha supuesto una gran
novedad.

A pesar de los pocos años de vida de la Psicología Positiva, ha sido objeto de críticas desde
su origen. Las principales críticas que ha recibido se basan en que las premisas que rigen esta
disciplina son conocidas desde hace años en la práctica profesional de la Psicología, por
ejemplo en estrategias de resolución de problemas y la evitación de la indefensión. De este
modo, las aportaciones que realiza la Psicología Positiva son un añadido innecesario
(Cabanas y Sánchez, 2012). Además, la Psicología Positiva separa la psicología en positiva y
negativa, invalidando determinadas emociones y sentimientos (Held, 2004; Lazarus, 2003a;
Pérez-Alvarez, 2012; Cabanas y Sánchez, 2012). Las emociones y sentimientos no son
intrínsecamente positivos o negativos (McNulty y Fincham 2012), ya que no existen
emociones buenas o malas moralmente hablando, además, todas las emociones desempeñan
una doble función de regulación y comunicación (Avia y Vázquez, 2011).

Otra de sus críticas se encuentra estrechamente relacionada con la anteriormente expuesta. El


pesimismo, a pesar de considerarlo un sentimiento “negativo”, es tan buen predictor de la
salud como el optimismo (Coyne, Tennen y Ranchor 2010). El “espíritu de lucha” en relación
con el cáncer, no tiene valor de pronóstico en tal enfermedad, ni tampoco es un factor causal,
aunque sí puede considerarse para muchas personas una actitud útil y acorde. Tal
predicamento de la Psicología positiva en el cáncer, sin estar justificado en la evidencia, se
debe a que forma parte de un gran movimiento en el que sólamente se exhiben correlaciones
favorables, dejando de lado las desfavorables: los estudios que muestran que el pesimismo
predice la salud tan bien como el optimismo, solamente se exhiben el optimismo (Coyne,
Tennen y Ranchor, 2010). Hablando del pesimismo, puede considerarse positivo. Esto se
debe a que se puede transformar en “pesimismo defensivo”. Este tipo de pesimismo ayuda a
las personas a colocarse en “la peor situación posible” y prever cómo las cosas podrían ir
mal, siendo así una estrategia para afrontar la ansiedad (Norem, 2001). De este modo, el
pesimismo amortigua el impacto emocional si las cosas no salen bien. Además, se ha
demostrado que los pesimistas no tienen mal autoconcepto, ni tienen predisposición a la
depresión, ni peor salud (Norem, 2001). No obstante, se sigue hablando más del optimismo,
ya que se trata de la parte “positiva” (Coyne et al, 2010; Rasmusen et al, 2009).
La Psicología Positiva falla en considerar que rasgos y procesos como el optimismo, perdón y
bondad son positivos y beneficiosos para el bienestar, cuando la evidencia científica
demuestra que todo depende del contexto en el que se desarrolle; es decir, el valor adaptativo
de las emociones depende de su contexto. Existen circunstancias en las que estos procesos y
rasgos serán negativos y perjudiciales (McNulty y Fincham, 2012).

Por otro lado, la evidencia científica de la Psicología Positiva resulta cuestionable. Uno de los
primeros estudios que se realizaron con muestras clínicas fue el de Seligman, Steer, Park y
Peterson (2005). En él, se utilizaron ejercicios positivos durante una semana (llevar un diario
en el que escribir tres cosas buenas que han pasado a lo largo del día y hacer uso de las
fortalezas psicológicas propias) mejoró los síntomas de depresión e incrementó su bienestar.
Mongrain y Anselmo-Mattews (2012) añadieron un tercer grupo y encontraron que estos
resultados pueden ser imprecisos, ya que en su experimento, el grupo placebo (su tarea se
basaba en escribir cualquier tipo de recuerdo) incrementó el bienestar del mismo modo que el
grupo placebo positivo (cuya tarea consistía en recordar y escribir un recuerdo autobiográfico
positivo) determinando así que estos ejercicios son igual de efectivos.

Por último, presionar la idea de felicidad puede interferir en la vida al quedarse “estancado”
en ese estado de bienestar, llevando a realizar conductas de riesgo (aventuras sin percepción
del riesgo, conducción temeraria, probarlo todo, etc). Además, puede provocar manía en
personas susceptibles, caracterizada por un estado de alegría, optimismo y ausencia de
afectos negativos persistente. La manía conlleva rumiaciones, en este caso pensamientos
“positivos” como “qué bien me siento y qué feliz soy” (Gruber, 2011).

A pesar de las críticas que ha recibido, la Psicología Positiva ha crecido tanto en tan poco
tiempo debido a una carencia existente: la necesidad de abordar conocimientos relacionados
con la temática y a las circunstancias sociológicas actuales. Una de las áreas principales de
estudio son las emociones positivas, precursores, consecuencias y funcionamiento; área que
no ha recibido mucha atención en el pasado. Haidt (2000) denominó “elevación” a la
emoción que se produce al visualizar un acto que refleja una cualidad humana positiva; sitúa
esta emoción en el extremo opuesto al asco. Por tanto, definir adecuadamente la emoción
positiva es el primer paso para posteriormente estudiar su funcionamiento y consecuencias.

A continuación, cabe destacar que las emociones positivas se etiquetan de tal modo porque
generan una sensación placentera, en oposición a las negativas que generan malestar, no
porque sean positivas desde un punto de vista adaptativo o sin tener en cuenta el contexto
donde se manifiestan; rechazando así una de sus principales críticas.

Por otro lado, existen rasgos que se consideran valiosos, como la capacidad para trabajar en
equipo o la sabiduría, son los considerados fortalezas del carácter (Peterson y Seligman,
2004). La Psicología Positiva se propone estudiar y desarrollar estas fortalezas que permiten
el desarrollo de las personas, con el fin de llevar una vida plena y con sentido, desarrollando
la mejor parte de cada persona para incrementar la calidad de sus experiencias cotidianas.
Algunos autores han identificado de manera errónea a la Psicología Positiva como el estudio
único del bienestar y la felicidad. A veces, se toma la felicidad como un elemento central del
área, cuando se trata de exponer resultados para la población general. Pero no tiene sentido
reducir la Psicología Positiva a ambos términos. Otra parte fundamental de la Psicología
Positiva es el estudio de otros aspectos como la resiliencia, que pueden conllevar incluso
experiencias de gran sufrimiento o el estudio de fortalezas humanas, como he citado
anteriormente. El estudio del bienestar es relevante debido a las consecuencias que conlleva,
no se trata de una cuestión de placer, sino que conlleva implicaciones para la salud de la
persona, así como para su contexto social. La investigación demuestra que el bienestar tiene
beneficios en forma de estabilidad y satisfacción familiar, de satisfacción en las relaciones
interpersonales, de rendimiento a nivel laboral, buena salud y mayor longevidad
(Lyubomirsky, King y Diener, 2005).

Tras haber interpretado las diferentes fuentes presentadas y sus respectivas opiniones, me
posiciono más a favor de la Psicología Positiva que en contra. Considero que es una
disciplina que ha generado tal interés debido a que cubre un vacío de muchos profesionales
de la psicología y porque refleja una necesidad social; y trabaja sobre áreas muy importantes
para la salud personal y su contexto social, como el bienestar, la felicidad, fortalezas,
adaptación óptima de los individuos, etc. Sin embargo, se trata de un área de investigación
con muy pocos años de vida, por lo que tiene mucho camino por recorrer aún para poder
explicar con evidencia científica todos los fenómenos que abarca.

REFERENCIAS

Avía, D., & Vázquez, C. (2011). Optimismo inteligente. Psicología de las emociones.

Cabanas Díaz, E., & Sánchez González, J. C. (2012). Las raíces de la psicología positiva.
Papeles del psicólogo.

Coyne, J. C., Tennen, H., & Ranchor, A. V. (2010). Positive psychology in cancer care: A
story line resistant to evidence. Annals of Behavioral Medicine, 39(1), 35-42.

Fernández-Río, L., & Vilariño, M. (2016). Mitos de la psicología positiva: Maniobras


engañosas y pseudociencia. Papeles del Psicólogo, 37(2), 134-142.

Gruber, J. (2011). A review and synthesis of positive emotion and reward disturbance in
bipolar disorder. Clinical Psychology & Psychotherapy, 18(5), 356-365.

Gruber, J. (2011). Can feeling too good be bad? Positive emotion persistence (PEP) in bipolar
disorder. Current Directions in Psychological Science, 20(4), 217-221.

Haidt, J. (2000). The positive emotion of elevation. Prevention and Treatment, 3


Held, B. S. (2004). The negative side of positive psychology. Journal of humanistic
psychology, 44(1), 9-46.

Lazarus, R. S. (2003). Does the positive psychology movement have legs?. Psychological
inquiry, 14(2), 93-109.

Lyubomirsky, S., King, L.A. y Diener, E. (2005). “The benefits of frequent positive affect:
Does happiness lead to success?” Psychological Bulletin, 131, 803-855.

McNulty, J. K., & Fincham, F. D. (2012). Beyond positive psychology? Toward a contextual
view of psychological processes and well-being. American Psychologist, 67(2), 101.

Mongrain, M., & Anselmo-Matthews, T. (2012). Do positive psychology exercises work? A


replication of Seligman et al.(). Journal of clinical psychology, 68(4).

Norem, J. K. (2001). The positive power of negative thinking. Using defensive pessimism to
harness anxiety and perform at your peak. Nueva York: basic Books.

Pérez-Álvarez, M. (2012). La psicología positiva: magia simpática. Papeles del psicólogo,


33(3), 183-201.

Pérez Álvarez, M. (2013). La psicología positiva y sus amigos: en evidencia. Papeles del
Psicólogo.

Peterson, C. y Seligman, M. E. P. (2004). Character Strengths and Virtues: A handbook


and classification. Oxford: Oxford University Press.

Rasmussen, H. N., Scheier, M. F., & Greenhouse, J. B. (2009). Optimism and physical health:
A meta-analytic review. Annals of behavioral medicine, 37(3), 239-256.

Seligman, M. E., Steen, T. A., Park, N., & Peterson, C. (2005). Positive psychology progress:
empirical validation of interventions. American psychologist, 60(5), 410.

Seligman, M.E.P., y Csikszentmihalyi, M. (2000). Positive psychology: An introduction.


American Psychologist, 55, 5–14.

Vázquez, C. (2013). La Psicología Positiva y sus enemigos: Una réplica en base a la


evidencia científica. Papeles del psicólogo.

Zimbardo, P. G. (2012). Does psychology make a significant difference in our lives?. In


Applied Psychology (pp. 39-64). Psychology Press.

También podría gustarte