Isaías 6 1-10
Isaías 6 1-10
Isaías 6 1-10
A. ANTECEDENTES
PONERLOS EN CONTEXTO: El pueblo y sus líderes desobedecieron la ley del Señor y fueron
castigados, llevados al exilio en Babilonia y luego regresaron a Judá. Su templo fue
reconstruido, como Dios había prometido Todo estuvo en profecía de Isaías.
QUIÉN FUE ISAÍAS: Isaías fue uno de los profetas mayores de Israel, cuyo ministerio tuvo lugar
durante el Reino de Judá durante las monarquías de Uzías, Jotán, Acaz, Ezequías y Manasés.
Profetizó durante la crisis causada por la expansión del Imperio asirio.
En hebreo, Isaías significa «El Señor (Yahveh) salva». Lo cual es muy interesante dado que un
tema importante de la sección intermedia del libro de Isaías 40-55 es el consuelo y la esperanza
que ofrece para el pueblo escogido de Dios, que ha estado viviendo en el exilio en Babilonia,
puesto que el Señor abrirá un camino para que el pueblo regrese a Judá y restaure el templo en
Sion, el santo monte de Dios en Jerusalén. Allí, Dios vivirá de nuevo en medio de su pueblo
(Éxodo 25:8; 2 Samuel 6:1-2; 1 Reyes 8:1-2,10-13).
El trabajo de Isaías como Profeta comenzó cuando recibió una visión del Señor (que es de lo
que vamos a hablar nosotros).
La primera sección de Isaías, que es la que nos concierne hoy, contiene «malas noticias» sobre
el juicio venidero de Dios. El pueblo de Israel había rechazado al Señor adorando a otros dioses
y sacrificando a los ídolos de madera y piedra. Los líderes de Israel también hicieron tratados
de paz con potencias extranjeras a las cuales les habían pagado impuestos. Esto significaba
que no confiaban en Dios para salvarlos; se olvidaron de que Él era quien los salvó de la
esclavitud en Egipto y rechazaron la ley que les había dado por medio de Moisés.
Dicha ley ordenaba al pueblo adorar al Señor Dios por encima de todos los demás dioses y
trabajar por la justicia ayudando a los necesitados (Isaías 1:16-17; 3:8-15). Al darle la espalda al
Señor y desobedecerle, los habitantes de Jerusalén y de Judá fueron castigados. Ese castigo
fue la derrota en manos de sus enemigos.
Estructura de Isaías
Isaías era ya era un hombre de Dios antes de haber tenido esta experiencia, pero aún tuvo un
efecto tremendo sobre él. La reacción de Isaías a semejante visión fue revolucionaria: se vio tal
como realmente era en la presencia de Dios, como una persona inacabada, como una obra sin
terminar. La visión le reveló su condición. Cuando pudo contemplar a Dios, pudo verse a sí
mismo. El problema que muchos de nosotros tenemos hoy es que no vivimos a la luz de la
Palabra de Dios. Si lo hiciéramos, nos veríamos a nosotros mismos en nuestra verdadera
condición. De eso estaba hablando Juan en el primer capítulo de su primera carta, versículo 7:
"7Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre
de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado". Si vivimos a la luz de Su Palabra, vamos a
ver exactamente lo que vio Isaías, que somos como una obra sin terminar, y que tenemos
labios impuros.
Esta experiencia no fue única de Isaías. Job tuvo una experiencia similar a la del profeta.
Recordemos que, al estudiar el libro de Job, vimos que su reacción fue decir: "me aborrezco a
mí mismo". Se consideraba a sí mismo como un hombre justo. Podía mantener su integridad
ante la presencia de amigos que estaban intentando destrozarle o humillarle. Estos amigos le
dijeron que era un pecador corrompido. Pero él los miró fijamente y les dijo: "Por lo que yo sé,
soy un hombre justo". Y desde su punto de vista, él tenía razón. Incluso podemos decir que
ganó esa polémica contra ellos. Pero, Job no era perfecto. Cuando él estuvo ante la presencia
de Dios, ya no quiso hablar más sobre mantener su justicia propia. Y cuando Job vio realmente
quién era él, dijo: "De oídas te conocía; más ahora mis ojos te ven. Por eso me aborrezco, y me
arrepiento en polvo y ceniza". (Job 42:5-6). Si vivimos a la luz de la Palabra de Dios, podremos
vernos a nosotros mismos y entonces sabremos que incluso como hijos de Dios necesitamos la
sangre de Jesucristo para que nos limpie de todo pecado.
Usted encontrará que otros hombres tuvieron la misma reacción cuando se acercaron a la
presencia de Dios. Juan, por ejemplo, en la isla de Patmos escribió en Apocalipsis 1:17:
"Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto". Y cuando el profeta Daniel vio al Señor dijo en su
libro 10:8, "8Quedé, pues, yo solo ante esta gran visión, pero no quedaron fuerzas en mí, antes
bien, mis fuerzas se cambiaron en desfallecimiento, pues me abandonaron totalmente". Y
recordemos también a Saulo de Tarso, que se convertiría en el apóstol Pablo. Después que
Pablo se encontró con el Señor, no se vio más como un Fariseo con su propia justicia, sino
como un pecador perdido que necesitaba la salvación. Y entonces pudo decir, en Filipenses
3:7, "Pero cuantas cosas eran para mi ganancia, las he estimado como pérdida por amor de
Cristo". Y así, él vio su necesidad de Jesucristo. Se nos dice aquí en el versículo 6:
Y voló hacia mí uno de los serafines, trayendo en su mano un carbón encendido, tomado del
altar con unas tenazas."
Ahora, el detalle interesante para observar aquí es que el carbón encendido fue tomado del
altar en el cual el pecado había sido tratado. En el próximo capítulo veremos que se menciona
la predicción del nacimiento virginal de Cristo. Pero debemos destacar que no es la encarnación
de Cristo la que nos salva, sino su la muerte sobre la cruz. Por esta razón, Isaías aquí
necesitaba ese carbón encendido tomado del altar, y ese altar es un símbolo de la muerte de
Cristo. Este carbón encendido representa la sangre purificadora de Cristo, que continúa
limpiándonos de todo pecado. ¡Qué imagen tremenda de la redención y de sus efectos en esta
vida y en la vida eterna! Ahora, el versículo 7, dice:
"Tocando con él sobre mi boca, dijo:He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa y
limpio tu pecado."
Isaías era un hombre de labios impuros, y por supuesto, la condición para la limpieza es la
confesión. El apóstol Juan, dijo en su primera epístola, capítulo 1, versículo 9: "Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda
maldad". Por tanto, creemos que ese carbón encendido que tenemos aquí en Isaías no es
simbólico de ningún otro sino del mismo Señor Jesucristo. Él fue Aquel que estaba en un trono
alto y sublime, y fue el mismo que fue levantado sobre una cruz. Era absolutamente esencial
que Él fuera levantado porque Él descendió a esta tierra y se convirtió en uno de nosotros, para
poder llegar a ser el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. (Juan 1:29).
Así fue que los labios de este hombre fueron limpiados. Interpretamos que este acto de colocar
un carbón encendido en sus labios fue simplemente una manifestación externa, de lo que había
sucedido en el interior de aquel hombre. Ya que es lo que procede del corazón de una persona,
lo que sale a través de sus labios; y, cuando sus labios son limpiados, significa que el corazón
también es limpiado.
Isaías dijo aquí que él se sentía como un hombre muerto. Y en el Nuevo Testamento hubo un
hombre que también se sentía, inacabado, como "una obra sin terminar". Su nombre era Pablo
y él clamó, en el capítulo 7, versículo 24, de su epístola a los Romanos: "¡Miserable de mí!
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" Cuando Pablo pronunció estas palabras, no era
un pecador perdido sino un santo de Dios, aprendiendo la lección de Dios, que necesitaba vivir
controlado por el Espíritu, porque no podía vivir para Dios por sí mismo, es decir, por sus
propias fuerzas. El vivir para Dios sólo puede ser logrado por medio de la gracia divina. La
responsabilidad del hombre es confesar su pecaminosidad e incapacidad para agradar a Dios.
Por lo tanto, necesitamos tener la redención de Cristo aplicada a nuestras vidas una y otra vez,
sucesivamente, a lo largo de nuestra vida. El apóstol Pablo lo expresó cuando le escribió a ese
joven predicador Timoteo, en su Segunda Epístola a Timoteo, capítulo 2 y versículo 21, donde
le dijo: "Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado,
útil al Señor y dispuesto para toda buena obra."
Si usted se siente abrumado por su pecado, usted necesita solamente confesarlo a su salvador
y él limpiará y perdonará. El mensajero divino dice, se quita "tu culpabilidad, y se perdona tu
pecado." Dios nunca manipula la culpabilidad. Un sentido de la culpabilidad debe conducirnos
siempre a buscar el perdón de Dios. Nuestra gente nunca debe dejar nuestros servicios de la
adoración sin un sentido de paz con Dios y el perdón total. El énfasis está en gracia, perdón y
paz. "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y
limpiarnos de todo injusticia" (1 Juan 1:9).
Jesús dijo: " Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. " ( Mat. 5:8).
Que tan buena es nuestra visión? Cuando nuestros pecados sean quitados, nosotros veremos a
Dios y su eterno propósito con una nueva visión. Es una nueva vida cambiada experimentando
nuevas oportunidades de hacer el servicio divino. Cual es su actitud con el pecado? Dios se
especializa en el limpiamiento de nuestros pecados y en volvernos siervos útiles par a las
labores divinas de su propósito soberano.
"Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré y quién irá por nosotros? Entonces respondí
yo: Heme aquí, envíame a mí."
Aquí tenemos otro detalle interesante. Hasta este momento, Isaías nunca había escuchado el llamado
de Dios.
Es posible que muchos de los creyentes nunca han sentido el llamado de hacer cualquier cosa para
Dios, porque nunca han sido limpiados. Como cristianos, nunca han sentido esta gran necesidad. Es
importante tener en cuenta que Dios no va a utilizar un vaso impuro.
En el versículo 8, vemos que Isaías escuchó ese llamado: "¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?"
La respuesta de Isaías fue: "Heme aquí, envíame a mí". Isaías escuchó el llamado de Dios por primera
vez y respondió al mismo, como un individuo purificado así lo haría. Hay demasiadas personas hoy a
quienes se les pide que hagan algo en la iglesia, que en primer lugar y ante todo deberían ser
limpiadas, purificadas, y cuyas vidas deberían ser enderezadas, ordenadas por el Señor. Necesitan
que sus labios sean tocados con el carbón encendido. Necesitan confesar los pecados que están en
sus vidas, porque si no lo hacen, su servicio va a ser estéril, y se sentirán frustrados hasta que esa
purificación tenga lugar.
El llamado de Dios, rasgos del líder. Una de las tareas del Espíritu Santo es llamar líderes consagrados
al reino. Todo hombre y mujer son «llamados» a Dios; pero sólo unos pocos responden. Sin embargo,
el llamado que los líderes experimentan es diferente, y exhibe distintas modalidades.
1. Muchos son llamados soberanamente. Moisés fue elegido por Dios, quien le habló desde una
zarza ardiente.
2. El niño Samuel fue llamado mientras dormía.
3. El joven Isaías estaba adorando en el templo cuando fue llamado por Dios.
4. Otros son llamados por medio de los seres humanos:
a. Samuel fue a David y le ungió con aceite.
b. Pablo le encomendó a Tito que designara ancianos en las iglesias de Creta.
Viendo al Señor y escuchando la alabanza de los ángeles, Isaías se dio cuenta de que era impuro ante
Dios, sin ninguna esperanza para poder alcanzar el nivel de santidad de Él. Sin embargo, cuando el
carbón encendido tocó sus labios, le dijeron que sus pecados eran pecados. No fue el carbón lo que lo
limpió, sino Dios. En respuesta, Isaías se sometió por entero a su servicio. No importaba cuán difícil
sería su tarea, dijo: "Heme aquí, envíame a mí". Fue necesario el doloroso proceso de limpieza antes
de que Isaías pudiera cumplir la tarea para la que Dios lo llamaba. Antes de aceptar el llamado de Dios
para hablar de El a los que nos rodean, debemos estar limpios, como Isaías, confesar nuestros
pecados y someternos al control de Dios. Quizás resulte doloroso que Dios nos purifique, pero es
necesario a fin de poder representar verdaderamente a Dios, el cual es puro y santo.
Cuando llamó a Isaías para ser profeta, Dios no lo alentó con predicciones de gran éxito. Le dijo que el
pueblo no lo escucharía. Pero tenía que hablar y escribir sus mensajes de todas formas ya que a la
larga alguien sí lo oiría. Dios comparó a su pueblo con un árbol que debe talarse para que otro nuevo
crezca de las viejas raíces (Isa 6:13). Pero aún así Isaías no dudó porque tenía claro que quería seguir
la voluntad y propósito de Dios.
En este caso, Dios le dijo a Moisés que lo escucharían y le dio palabra de aliento. buenas nuevas,
caso contrario que Isaías, y aun así podemos ver cómo ambos actuaron de manera diferente. Le
dijo incluso que, si no le creían a la primera, a la segunda lo harían y si no le creían a la segunda a
la tercera lo harían.
Mientras más claramente Isaías veía a Dios, más consciente estaba de su propia impotencia e
insuficiencia para hacer cualquier cosa de valor perdurable sin Él. No obstante, estaba dispuesto a ser
el vocero de Dios. Cuando Él llama, ¿dirá también usted: "Heme aquí. Envíame a mí”? Dios dijo a
Isaías que el pueblo oiría, pero no entendería su mensaje porque engrosaron (endurecieron) sus
corazones más allá del arrepentimiento. La paciencia de Dios con su rebelión crónica finalmente se
agotó y su castigo fue abandonarlos a su rebelión y dureza de corazón. ¿Por qué Dios envió a Isaías si
sabía que no le prestarían atención? Si bien la nación sola no se arrepentiría y cosecharían el castigo,
algunos sí escucharían, por eso es tan importante que respondamos con diligencia al llamado que Dios
nos haga.
"Y dijo: Anda, y dile a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, pero no comprendáis."
El mensaje que se le encargó comunicar a Isaías era muy, muy extraño. Este pueblo significaba, por
supuesto, la nación de Israel. Y el mensaje continúa en el versículo 10, que dice:
"Embota el corazón de este pueblo, endurece sus oídos y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos
ni oiga con sus oídos ni su corazón entienda, ni se convierta y haya para él sanidad."
A primera vista parece que el profeta estaba siendo enviado a aquellos que estaban ciegos, sordos y
endurecidos, pero creemos que podemos decir con toda seguridad que Dios nunca endurece o
insensibiliza corazones que de otra manera serían tiernos y sensibles. Dios simplemente hace salir la
dureza a la superficie; Él no endurece el corazón, ni enceguece los ojos de aquellos que quieren ver,
pero sin Su intervención ellos nunca llegarían a ver.
La tarea de Isaías era comunicar al pueblo el mensaje de la luz. La luz simplemente revela la ceguera
de la gente. En la oscuridad las personas no saben si están ciegas o no. Mateo 13:14-15 registró las
palabras de nuestro Señor, quien dijo: "De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que
dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis, porque el corazón de este
pueblo se ha vuelto insensible, y con dificultad oyen con sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que
vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane".
Podríamos ilustrar esta verdad de la siguiente manera. Cuando un granjero va de noche al granero
llevando en su mano una linterna, ¿qué sucede cuando abre la puerta? Al iluminar la estancia,
suceden dos cosas: las ratas buscan refugio y uno las puede oír en varias direcciones, y por otra parte,
los pájaros que se han refugiado en el lugar para pasar la noche, pueden ver claramente a su
alrededor y comienzan a piar y a cantar. O sea, que la presencia de la luz hace que unos huyan y los
otros canten. Ahora, ¿fue la luz lo que produjo la rata? No, ella era rata antes que la luz llegase allí. La
luz sólo reveló que ella era una rata. De la misma manera, cuando el Señor Jesús vino al mundo, Él
era la luz del mundo. En Su Presencia sucedieron dos cosas: Él hizo que los pájaros cantaran y que
las ratas huyeran.
Podemos ilustrar este pensamiento con otro incidente. Hace algunos años ocurrió una gran explosión
en una mina, y muchos hombres que se encontraban trabajando allí no pudieron salir a causa de los
derrumbes ocurridos. Durante varios días, las patrullas de rescate cavaron y al fin lograron
encontrarlos, y una de las primeras cosas que pudieron hacerles llegar fue una luz. Cuando se
encendió la luz, un joven que se encontraba allí de pie dijo: "Bueno, ¿y por qué alguien no enciende
una luz?" Y los demás mineros le miraron sorprendidos, dándose cuenta de que este joven había
quedado ciego a causa de la explosión. Pero fue necesario que apareciera una luz para revelar que él
estaba ciego.
Dios no causa la ceguera de nadie. Dios no endurece los corazones. Cuando brilla la luz, revela lo que
una persona ya es y, por lo tanto, eso es lo que el profeta Isaías quiso decir. Y éste fue exactamente el
motivo por el cual el Señor Jesucristo citó este pasaje de Isaías.
En la Segunda epístola a los Corintios 2:14-16, el apóstol Pablo escribió: "14Pero gracias a Dios, que
en Cristo siempre nos lleva en triunfo, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar la
fragancia de su conocimiento.15Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se
salvan y entre los que se pierden: 16para unos, olor de muerte para muerte, y para otros, olor de vida
para vida. Y para estas cosas, ¿quién está capacitado?"
Al terminar hoy repetimos la frase que citamos del apóstol Pablo cuando escribió a los Corintios, "Pero
gracias a Dios, que en Cristo siempre nos lleva en triunfo". Y estamos agradecidos a Dios por el triunfo,
por los resultados de la difusión del mensaje de salvación del Evangelio. Nos gusta citar el número de
personas que han sido salvas aceptando a Jesucristo como su Salvador, pero nos agrada mucho el
hecho de que millones de personas están escuchando la proclamación de la Palabra de Dios. Nuestra
tarea, nuestra responsabilidad, es sembrar la semilla, que es la Palabra de Dios. Y es la tarea del
Espíritu de Dios tocar a los corazones que la escuchan.
Aquí enfocar un poco más en la importancia que hay en que compartamos la palabra de Dios
precisamente para alumbrar a aquellos que no veía, ser la luz – poner pasaje de Mateo que dice
que seamos la luz y la sal del mundo.
E. CIERRE:
Aquí podemos:
1. Finalizar contando el por qué llamó a Isaías porque tenía que hablarles sobre el castigo que
habría por su desobediencia, pero también decirles que ello sería necesario para que
reconocieran el poder y soberanía de Dios en su vida, esto es también llevar la luz.
Aun cuando Dios permita o utilice malas situaciones o personas, como en el caso de los Asirios,
para castigar a Su Pueblo, su castigo siempre es con amor, porque busca que enderecemos el
camino, pero a veces tristemente solo entendemos a través de situaciones difíciles Isaías
10:25-27.
Dios es misericordioso aun cuando juzga. Su promesa de preservar a su pueblo nos infunde
aliento. Si le somos fieles, podemos tener la certeza de su misericordia. ¿Cuándo oiría el
pueblo? Solo cuando llegaran al final y no tuvieran a quien recurrir más que a Dios. Esto
sucedería cuando ejércitos invasores destruyeran la tierra y se llevara a la gente al cautiverio.
La décima parte quizás se refiera a los que se quedaron en la tierra después del cautiverio o a
los que regresaron de Babilonia para reconstruir la nación. Ambos eran aproximadamente una
décima parte de la población total. ¿Cuándo oiremos a Dios? ¿Debemos acaso, al igual que
Judá, pasar por calamidades antes de escucharlo? Considere lo que quizás El le esté
diciéndole y obedézcalo y siga su llamado para poder llevar el mensaje de luz a todos los que lo
necesitan.
Seremos como los que Dios decía que no iba a oír, seremos como Moisés que puso excusas y
no confío en el poder de Dios o seremos como Isaías que permitió que Dios lo purificara y
escuchó atentamente el llamado de Dios y sin dudarlo un segundo dijo “Heme aquí, envíame a
mí”
2. Para finalizar, queremos resaltar un poco en el hecho que en todo momento debemos alabar a
Dios y porque nos purifica, nos renueva, nos da un llamado/propósito, y siempre nos restaura
aún en momentos difíciles
Si su pueblo lo hubiera adorado solo a él desde un inicio como se les mandó nada del castigo
descrito por Isaías habría pasado, pero aun cuando hubo castigo que significaba dolor, Dios dio
promesa de restauración = en todo momento debemos alabarlo.
Mediante la adoración podemos acercarnos a él para ver que hemos fallado y necesitamos
purificación, y mediante la adoración también podemos ser purificados y escuchar el llamado de
Dios.