Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
0% encontró este documento útil (0 votos)
41 vistas10 páginas

Casini

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1/ 10

LOS ESPACIOS DE LA COTIDIANEIDAD EN LA NARRATIVA DE ASENCIO ABEIJÓN

Silvia Casini
Universidad Nacional de la Patagonia SJB
silviestcas@hotmail.com

Introducción

Los estudios regionales -aunque en algunas academias todavía se los desprecia


viéndolos como un utópico resurgimiento de algo arcaico- surgen de la necesidad de
adecuarnos, de la mejor manera, a las visiones globales. El poner el foco en la región nos
ayuda a valorar la importancia de la vida cotidiana y sirve para que, como comunidad,
tomemos conciencia de que nuestra experiencia local (y nuestros escritores y las lecturas
que de ellos hacemos forman parte de esa experiencia, sin duda) son un elemento
importante en el mundo de las ideas.
El estudio de autores regionales me parece una herramienta para revitalizar lo regional
que puede servir como aporte a la construcción de un sistema literario nacional –
superador de lo canónico- que integre a la literatura de todas las regiones. En este
contexto, las memorias de Asencio Abeijón, que relatan la vida en la Patagonia de
principios del siglo XX, me han parecido un punto de partida.
En su saga Memorias de un carrero patagónico,1 el escritor chubutense Asencio
Abeijón no necesita inventar una Patagonia fantástica, le alcanza con contar lo que ha
vivido, mostrando su particular percepción del hombre y del espacio. Sus descripciones
no pintan un lugar exótico imaginado previamente a partir de lecturas literarias sino que,
por el contrario, su registro tiene -según sus propias palabras- "el objetivo de terminar con
algunas creencias fundadas en textos literarios que han adquirido la fijeza del mito".
No hemos leído su obra tratando de hacer un mapeo del espacio como una grilla
que responda a una visión cerrada, cartográfica y geométrica, sino pensando más bien en
una observación más flexible, de tipo cognitivo, que nos permitiera visualizar las
relaciones políticas e ideológicas que subyacen en toda construcción discursiva. En esta
línea de pensamiento nos hemos apoyado en el filósofo Arturo Roig quien postula la
necesidad de buscar un pensamiento globalizado para nuestra América, pero teniendo
1
La saga incluye: Apuntes de un carrero patagónico (1972), Memorias de un carrero patagónico
(1973), Recuerdos de mi primer arreo. Memorias de un carrero patagónico (1975), El guanaco
vencido (1976), Los recién venidos (1977), Caminos y rastrilladas borrosas. Memorias de un
carrero patagónico (1983), El vasco de la Carretilla y otros relatos. Apuntes de un carrero
patagónico (1986)

1
muy en cuenta los intereses y necesidades de cada país. Roig sostiene que es necesario
terminar con los formalismos vacíos y los universalismos irrestrictos, para poder construir
un saber situado. Nos han sido de gran utilidad, también, las propuestas teóricas de
Zulma Palermo quien analiza con gran rigor el lugar que los estudios sociales -y
especialmente los estudios literarios regionales- deben ocupar en la contemporaneidad.
Este trabajo es parte de un proyecto de investigación cuyo objetivo es analizar,
interpretar y problematizar la multiplicidad de espacialidades que se inventan y reinventan
al hablar del espacio patagónico. El corpus se ha circunscripto a algunos textos narrativos
del último cuarto del siglo XX, poniendo el foco en el lugar desde donde se arma la
"representación" del espacio. Se observará la forma en que los espacios muestran (o
esconden) relaciones socio culturales e ideológicas más abstractas, categorizando a las
narraciones según pongan el foco en la descripción de la sociedad, mostrando una
representación más auténtica o, al menos, más ajustada al referente local y nacional, o
según testimonien el viaje (y las vidas) de los autores. En este último caso, se trata de
textos amarrados a la peripecia personal, en los que la descripción de la Patagonia es
sólo un pretexto y en las que el espacio geográfico es utilizado no por su carácter
documental sino como símbolo. Son obras que ven la Patagonia como un espacio
"imaginado", en relación con un tejido intertextual previo y con una marcada tendencia a
la "metaforización del espacio".
En esta ponencia nos referiremos a los sitios descriptos por Abeijón tratando de
verificar las asociaciones que se producen entre el espacio construido por el narrador y el
marco ideológico de referencia, para dar cuenta de las condiciones culturales que
subyacen en sus construcciones discursivas del espacio.
Abeijón, fallecido hace unos años, se radicó en la Patagonia en 1903 y vivió en
Comodoro Rivadavia desde entonces. Su permanencia en la región le permitió mezclar
las historias de los "recién venidos" (así se titula uno de sus libros de relatos) con la de los
vecinos acostumbrados a la vida del campo patagónico. Su familia se instaló en el paraje
llamdo La Mata, un establecimiento ganadero ubicado a unos 15 kilómetros al sur de
Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut, cuando el autor tenía dos años.

Viajes y algo más


El motivo del viaje es central en la obra de Abeijón. Los desplazamientos incluyen
viajes en tren, a caballo, en ómnibus, en carros y es en relación con estos viajes que
aparece el registro de las primeras poblaciones patagónicas. Abeijón describe,

2
principalmente, las actividades de los peones de estancias, baqueanos y reseros y narra
los desplazamientos que deben realizar para aprovisionarse de víveres, para trasladar
animales, o por problemas de salud, entre otros.
A veces el foco cambia y, aunque el viaje aparece como telón de fondo, lo que importa
es el momento de la llegada o la partida. En "Un embarque con mar de fondo" (MCP 31-
9), por ejemplo, lo que interesa es describir las dificultades de los pasajeros para subir a
bordo del barco con el mar embravecido.
Lo más destacado del planteo narrativo abeijoniano es, tal vez, su capacidad de narrar
sucesos puntuales. En la obra de este cronista, como en la de los mejores narradores,
casi no hay generalizaciones. Las características del clima, un año en el que la nieve es
abundante o, por el contrario, un año de sequía, son siempre sólo el telón de fondo. La
narración atiende a lo que le sucede a este o a aquel poblador y sólo al pasar se dan
datos de mayor generalidad. El suceso más abarcador (la escasez de agua o la
abundancia de nieve, o el frío) no es nunca el punto de enfoque de la materia narrada.
Una de las perspectivas más usadas es la de confrontar la mirada del recién venido
con la del veterano y, entonces, los recorridos de los personajes bisoños incluyen,
también, viajes psicológicos en un registro de reconocimiento de la propia identidad y de
crecimiento personal en el enfrentamiento con el paisaje. Esto le sirve para mostrar cómo
la Patagonia cambia las nociones de espacio estructuradas en las ciudades europeas y
tiene en cuenta otras convenciones totalmente diferentes. Es decir, nos ubica en juegos
lingüísticos que podríamos asociar con las “formas de vida" wittgenstenianas 2. Ese
conocer las reglas se da en los lugareños, mientras que los recienvenidos deben, en el
mejor de los casos, inferirlas, pero muchas veces no lo logran y fallan. Las situaciones
vividas por los inmigrantes que tienen otras costumbres le sirven para describir espacios
exteriores muy extraños, vinculados a veces con espacios interiores de desasosiego, que
nos llevan a pensar en Carpentier y su idea de lo "real maravilloso" americano:
Perdió la serenidad. No podía comprender cómo daba vueltas para volver
siempre al mismo lugar. Ya no le era posible orientarse. La forma de los
cerros, que le habían recomendado como buena guía a él le parecían
ahora todos iguales, y lo confundían más. Hasta el sol, guía principal y la
más recomendada, ahora le daba la impresión de que se estaba poniendo
por donde debía aparecer a la mañana. (MCP 89)

2
El conocer (o no conocer) las reglas de juego está vinculado con las reflexiones de Wittgenstein
(1988) para quien las formas de vida están asociadas al conocimiento de las reglas de una
comunidad cultural.

3
Los desajustes temporales no sólo sirven para distinguir las vivencias de los recién
llegados de las de los baqueanos sino, también para mostrar una mirada autóctona del
paisaje patagónico:
En esas noches de pesadillas que se prolongan por días o por semanas
seguidas, sólo los muy habituados duermen casi normalmente. En las
mujeres el ventarrón produce invariablemente efectos nocivos. Una gran
depresión de ánimo, con crisis nerviosas, tristeza y nostalgia de pagos y
familia, con convulsión de llanto que tratan de evitar. Y más de un hombre
novicio se tapa la cabeza con las pilchas, para verter lágrimas acobardado
por la continuidad del viento. Quince días de viento fuerte aturden a todos y
dificultan los trabajos; amontona arena en el camino haciéndolo pesado;
tapa las aguadas; seca los campos; enflaquece las caballadas y hacienda.
(MCP 64-5)
Estos momentos de pesadilla se contrastan con otros momentos adonde el hombre
disfruta de las tareas que realiza. El espacio es descripto como el lugar que ofrece
posibilidades de aprendizaje y crecimiento personal.
El tratamiento del espacio refleja las categorías de la cultura a la que pertenece.
Abeijón es consciente de lo que lo diferencia de los escritores foráneos y lo dice
abiertamente: "Como consecuencia de hablar de la Patagonia sin un conocimiento
razonable sobre el tema se ha creado de la misma una imagen equivocada y negativa"
(CRB33). Esa es la imagen que él se ocupa de revisar.
El espacio de Abeijón es el espacio de lo cotidiano. Hombre y paisaje son
indisociables en su narrativa. La construcción de los espacios vividos lo lleva a escribir la
saga denominada Memorias (o apuntes) de un carrero patagónico ya que, según su
opinión, "[e]l alma de una región [...] sólo se adhiere y graba en la mente creadora del
artista [...] viviendo en directo contacto con el medio, conociéndolo, palpándolo en su
propia salsa" (CRB35).
En la saga de Abeijón hay relatos adonde aparecen aventuras épicas, pero lo que
predomina es el espacio de las actividades rurales. En ambos tipos de diégesis, el
espacio nunca es sentido como un espacio de castigo, de soledad y aislamiento, sino un
espacio adonde la "gauchada" es moneda corriente. Los cuentos hablan, a veces, del
dolor y de la muerte, pero también de la alegría y de la solidaridad. No aparecen los
espacios proclives a las aventuras violentas y trágicas de las que hablan los autores
foráneos. El paisaje no es desértico ni maldito -aunque muchas veces es duro e

4
inclemente- sino un lugar elegido y valorado por los inmigrantes. Junto al habitante del
campo están también los pobladores de las ciudades, lo que también contradice la idea
recurrente en el imaginario foráneo de que la Patagonia es un desierto que puede ser
metaforizado en la nada.

Carretas, aviones, automóviles en el espacio cotidiano


El relato titulado "Un avión contra el viento" refiere una anécdota ocurrida en el año 30,
en Comodoro Rivadavia. Dividido en tres partes, la primera habla, en forma general, de un
proceso casi épico de apertura de caminos en la Patagonia. Ese trabajo en la topografía
le sirve al narrador (heterodiegético con calidad de testigo no involucrado) para reunir
hombres, objetos, animales y paisaje en un esfuerzo mancomunado en busca de un
habitat mejor: primero los jinetes marcan el sendero, después llega la rastra, luego la
zorrita de lanza, los carros, el automóvil y "ahora" (en el momento de la enunciación) el
aeroplano.
En la segunda parte el que narra es un poblador comodorense que focaliza el espacio
en una mirada conjunta con los vecinos al decir "hemos soportado [...] ventarrones que
han superado los doscientos veinte kilómetros por hora" (CRB 158). Es un narrador que
asegura no tener paciencia para revolver archivos buscando datos precisos pero que
sabe que se va a referir a un día de diciembre de 1930. Esta confesión ayuda a dar
verosimilitud a lo narrado ya que va a contar los sucesos de ese día puntual tal como
permanecen grabados en su memoria.
La descripción del pueblo se mezcla con la situación provocada por un temporal de
viento: "Al ruido del vendaval se agregaba el zumbido de las casas de chapa, y por las
calles de tierra y ripio el rodar de chapas viejas, latas vacías y maderas" (CRB 158). Si
bien el ruido del aeroplano al pasar es algo habitual a lo que la gente se halla
acostumbrada, ese día el "ruido persistía, dando la sensación de estar siempre en el
mismo lugar como algo que estuviera fijo en el firmamento" (CRB 158). Esto es lo inusual
y el relato, desde la perspectiva de los vecinos, va diseñando una situación especial:
Como clavado contra las nubes, a unos mil metros de altura, estaba el
"aeroplano", fijo en el mismo lugar, asemejando a un cóndor cuando desde
el aire acecha su presa sobre la tierrra. Con el motor al máximo de sus
revoluciones, se batía contra el vendaval sin poder avanzar,
balanceándose, ligeramente hacia un costado y el otro, y elevándose
también en balanceo de nariz o cola. (CRB 159)

5
La descripción del espacio está, otra vez, unida a la acción del hombre. El aeródromo de
Kilómetro 9 y el cerro Chenque, en la ciudad de Comodoro Rivadavia, son parte del
escenario en el que se debate el avión en lucha contra el vendaval. El piloto, baqueano
del aire, sabe que no tiene que luchar contra el viento, sino tratar de jugar en el mismo
equipo:
[...]se notaba que el piloto, Domingo Irigoyen, pretendía efectuar maniobras
como para que el vendaval lo llevara hacia la pista sita en Km. 9. En
sucesivas maniobras para lograrlo se lo vio perderse lentamente detrás de
la cordonada del Cerro Chenque, buscando ubicarse en forma directa
sobre la pista, para lograr el peligroso aterrizaje. (CRB 159)
El cronista da algunos datos socio-históricos: no hay radio, ni teléfonos, pero, a pesar de
lo precario de la situación, los ecos de la tragedia circulan con rapidez: "La voz de: 'El
viento se lleva al aeroplano con cuatro pasajeros' corrió de boca en boca" (CRB 159), dice
el narrador y antes de que el aeroplano llegue al aeródromo ya hay gente tratando de
ayudar:
Llegaron antes que el avión (un Late 26) el cual, como un cangrejo en el
aire [...] se deslizaba casi en marcha hacia atrás y siempre fuertemente
sacudido, dando la impresión de que, en cualquier momento, el piloto
perdería el control y el viento arrastraría la máquina y daría con ella en
tierra, como un barrilete sin cola. (CRB 159)
El avión -cóndor en acecho, cangrejo, barrilete sin cola- se describe según la percepción
del pueblo que presencia la maniobra. Lo que se cuenta es un hecho puntual. No hay
ningún tipo de generalizaciones ni espacialidades ni temporalidades distendidas. Lo que
da sabor al relato es el estar narrado desde la perspectiva de los vecinos, que son los que
perciben la situación inusual.
De manera similar, en el relato titulado "El primer automóvil" el día que el automóvil
ingresa en el mundo patagónico se narra desde la pespectiva de los carreros que están
en el puesto La Mata arreglando sus carros para partir o desensillando los caballos los
que acaban de llegar. Para todos, el automóvil es un "monstruo" (CRB 86) que viene a
perturbar la paz del campo. El estupor es compartido por hombres y animales y el cronista
registra y describe la confusión que la máquina genera. Aquí también lo interesante no
son los hechos sino la perspectiva desde donde se lo contempla. A los ojos del cronista
niño que narra la segunda parte del cuento el coche es un caballo dormido, y no se atreve
a tocarlo porque tiene miedo de que se "encabrite y comience a correr". La descripción del

6
auto, en boca del narrador niño es parecida a la que se podría hacer de un caballo:
"Petizo, de color zaino, con los grandes faroles ribeteados de bronce, las cuatro ruedas
muy bajas, nosotros lo hallábamos mucho menos elegante que las enormes chatas" (CRB
86).
La realidad es definida aquí en relación con las necesidades locales. El auto
representa -este es un dato obvio- el progreso que irrumpe de improviso en la Patagonia.
Pero esa irrupción no ha sido requerida, ni es necesaria para los pobladores. No se trata
de un progreso adecuado a las necesidades de la región. El coche –y su dueño, que es
un estanciero- pasan a toda velocidad, sin tener en cuenta el desastre que provocan.
Curiosamente, al día siguiente, el automóvil debe ser remolcado por una chata porque -
según su dueño- “los caminos patagónicos no eran para automóviles" (CRB 86). El
camino/selva es el que, como en La vorágine de Rivera, se encarga de rechazar al
invasor.

Conclusión
El objetivo de nuestra investigación, como anticipé, es tratar de delimitar, en un
corpus de obras narrativas del último cuarto del siglo XX, dos grandes tipos de
narraciones. Se analizan obras de autores foráneos que ven la Patagonia como un
espacio "imaginado” relacionado con un tejido intertextual previo, con una marcada
tendencia a la "metaforización del espacio" para contrastarlas con otras visiones, como la
de Abeijón, que hacen una construcción espacial más cercana al referente.
En los textos de los viajeros foráneos hay una relación nosotros/ellos muy marcada, y
esta oposición es la que regula las generalizaciones y los estereotipos que fijan una visión
distorsionada del referente. Sus descripciones abundan en elementos de tipicidad que
colaboran en el armado de una Patagonia como un espacio desmesurado y desértico,
proclive a las aventuras. Un espacio estigmatizado por la maldición de la esterilidad
vaticinada por Darwin.
Abeijón revisa esta postura centralista de los viajeros europeos y americanos que
hablan de la Patagonia con imágenes prefiguradas de antemano e insisten en la imagen
de la Patagonia como último confín y como “Mundo del fin del mundo” 3. Abeijón, por el

3
Me refiero, concretamente, en obras como las del inglés Lucas Bridges: El último confín de la
tierra y en otra del chileno Luis Sepúlveda: Mundo del fin del mundo. En el caso de Sepúlveda, el
novelista resalta una y otra vez la idea de Patagonia como confín con lo que logra dos objetivos
previstos por el texto. Por un lado se acerca al texto modélico de Chatwin: En Patagonia y, por otro,
esa vastedad infinita ubicada en el extremo del mundo habitable es lo que sus lectores europeos
están esperando conocer. En forma paradójica, Sepúlveda combate el progreso que margina a los

7
contrario, centra la narración en la Patagonia y, desde allí observa el mundo. Esta es una
de sus virtudes y es lo que marca la gran diferencia con el texto del foráneo que aún hoy
sigue ignorando que en el espacio sideral no hay arribas ni abajos, proximidades ni
lejanías, centros ni confines. Pero lo cierto es que mientras se persista en ver el sur como
lo que está abajo, se seguirán produciendo imágenes que unen el sur con lo infernal, y lo
lejano se seguirá leyendo como marginal, primitivo y descentrado.
Abeijón describe a partir de puntos de referencia locales, regionales y nacionales, pero
muchas veces las constantes del país no son las constantes de la región. El accionar del
hombre patagónico está regido por leyes distintas a las que circulan en el norte. Hay en el
sur otra medida del tiempo, otra noción del espacio.
Desde esos parámetros lo exótico se vuelve normal, las cosas se hacen previsibles y
se pueden manejar. Abeijón ha conseguido la fórmula narrativa que le permite describir en
forma aguda pero verosímil los hechos que afectan a los pobladores en relación con un
lugar y un momento histórico. El viaje nunca es un viaje per se, ni es un pretexto para
vender o para que nos interesemos en lo que le sucede al narrador, como en los textos de
los viajeros foráneos.
En la narrativa de Abeijón la forma de complementación témporo-espacial es lo que
atrapa, generando el dinamismo narrativo. Es ese avión haciendo frente a una tormenta
unido a ese chico que arriesga su vida para que la tripulación pueda llegar a tierra sana y
salva. Es ese primer automóvil que llega en forma imprevista y desata el terror en
hombres y animales. En otro momento y en otro entorno esos mismos hechos no tendrían
el mismo valor. El espacio despojado del hombre y de las circunstancias precisas que lo
ciegan o le impiden modificar los sucesos, no tiene mayor significación.
Sus personajes no son muy jóvenes, ni muy viejos, ni muy ricos, ni muy pobres, ni son
intelectualmente brillantes, ni dichosos, ni necesariamente miserables o desgraciados.
Disfrutan de lo que poseen, pero tienen conciencia de las carencias. No hay reflexiones.
La sencillez y la precisión del lenguaje le permite mostrar y transmitir imágenes a partir de
hombres por considerarlos primitivos, y revisa la antinomia primitivismo y progreso, pero actúa en
un registro centralista similar al ubicar a la Patagonia en el espacio excéntrico y marginal de último
confín. Si por una parte condena la expropiación territorial ejercida sobre el indígena y denuncia la
imagen distorsionada generada por el texto europeo, por otra parte el narrador usa el estereotipo
del último confín e insiste no sólo en generar imágenes de lejanía sino también de nostalgia de
quienes, según él, viven en un espacio no deseado.

8
las vivencias (y de la focalización) de los hombres que viven y trabajan en la Patagonia.
La naturaleza es, a veces, la enemiga, pero esta enemistad surge, casi siempre, del
desconocimiento del terreno o de la falta de previsión del recién venido.
No hay personajes abandonados ni solitarios. Casi todos respaldan su existir en el
trabajo, que es el que los une y los hace solidarios. Lo que vale la pena es la lucha por
conquistar un objetivo inmediato, el de ese día preciso: lograr que el avión aterrice, sacar
una chata atascada en el camino, ayudar a alguien. En el trabajo y en los momentos de
descanso se valora la simplicidad de lo cotidiano. A las tormentas le sigue la calma y al
día siguiente queda el gusto por la acción de dominio que implica siempre un aprendizaje,
si no buscado, al menos merecido.
El hombre, en las narraciones de Abeijón, es el dueño de la vida y de la muerte y el
amo de sí mismo. Frente a la catástrofe no valen las preguntas ni se buscan respuestas.
La satisfacción deviene del auxilio prestado, de la tarea realizada, de la situación
dominada, casi siempre a través del acto solidario. Toda su narración refiere a una
geografía que es más que lugar y más que paisaje. Es una geografía textual que muestra
una textura del lugar que no está armada con matices folklóricos, sino a partir de lo
cotidiano. Y claro, después de leer estas memorias no hay Patagonia estéril ni espacios
que acarreen ninguna maldición

9
Trabajos citados

Abeijón, Asencio. Memorias de un carrero patagónico. Bs.As.: Galerna, 1973. (En las
citas MCP)
---. Recuerdos de mi primer arreo. Memorias de un carrero patagónico. Bs.As.: Galerna,
1975.
---. Los recién venidos. Memorias de un carrero patagónico. Buenos Aires: Galerna, l977.
---. Caminos y rastrilladas borrosas. Memorias de un carrero patagónico. Bs.As.: Galerna,
1983. (En las citas CRB)
---. El Vasco de la carretilla y otros relatos. Comodoro Rivadavia: Edic.del autor, 1986.
Carpentier, Alejo. El reino de este mundo. Buenos Aires: Calicanto, 1977.
Palermo, Zulma. "El constructo región literaria: problemas y perspectivas". En: Anais IV
(1995): 1094-1101.
Rivera, José Eustasio. La vorágine. Buenos Aires: Losada, 1942.
Roig, Arturo. Rostro y filosofía de América Latina. Mendoza: Ediunc, 1993.
---. Teoría y crítica del Pensamiento Latinoamericano. México: F.C.E., 1981.
Wittgenstein, Ludwig. Investigaciones filosóficas. México: UNAM, 1988.

10

También podría gustarte