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La Apostasia

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LA APOSTASIA (4)

 Por Mons. José F. Urbina A.


 "EL QUE LEA, ENTIENDA". 
El tiempo que transcurra desde la eliminación del
Sacrificio y el día del Juicio, está ciertamente oculto a los
ojos de todos. Los hombres -una inmensa mayoría-,
creerán que se enfrentan a un cambio mundial globalizado.
La entrada a otra época. El Profeta Daniel hablando de
este tiempo (Cap. 12) dice: "Los impíos seguirán el mal y
ninguno de los malvados entenderá". ¿Y cuándo
sucederán las cosas que se anuncian para este tiempo?, lo
dice muy claro en el v. 7: "cuando la fuerza del pueblo de
los santos estuviera enteramente quebrantada". No dice
"fuera", sino "estuviera" enteramente quebrantada, que no
es lo mismo. Decir "fuera" enteramente quebrantada,
significa que los acontecimientos suderán cuando se
llegara a eso; pero al decir "estuviera" enteramente
quebrantada, da la idea obviamente de que se establecerá
una situación de quebrantamiento de duración
desconocida. Apoya esto el texto del Apocalipsis cuando
dice: "Aquí es necesaria la paciencia y la Fe de los
santos" (Apo. XIII, 10). La Iglesia vencida aparentemente para
siempre a los ojos de sus enemigos, igual que Cristo fue
puesto en el sepulcro para que sus asesinos cantaran la
victoria que creyeron definitiva. La Doctrina de la Iglesia,
totalmente olvidada o retorcida. Y así lo creerán para
siempre.
Las profecías del Profeta Daniel, aunque hablan de las
profanaciones de Antíoco al introducir el culto a Júpiter
Olímpico al templo judío, son, sin embargo, figuras -dice
San Pablo-, de otras realidades para el tiempo mesiánico.
Por eso pueden ser esclarecedoras las Palabras de Cristo
N. S. registradas en los Evangelios.
Cuando El habla de las cosas del fin, añade una
exclamación casi siempre incomprendida por el lector:
"EL QUE LEA, ENTIENDA". La encontramos en San
Mateo, en San Marcos, y en el Apocalipsis de San Juan es
utilizada con el mismo fin y sentido. Es decir, que se debe
realizar un esfuerzo para profundizar y penetrar el
misterio, la doctrina, y la profecía. Así podrán hacer los
fieles que son de Dios, porque para los demás será
absolutamente imposible.
¿Cómo profundizar el sentido de las palabras y de las
profecías si el mensaje evangélico ha sido tan brutalmente
deformado y así ha sido aceptado por el pueblo?. La
verdad es que los manipuladores de este saínete diabólico,
pusieron en boca de los fieles un rosario de mentiras y
necesidades jamás imaginadas. Y a partir de esos inventos
bordaron una nueva Iglesia que es muy similar -al
principio- a la Iglesia de Cristo, pero que no es la Iglesia
de Cristo. La verdad, es que el pueblo jamás pidió tanto
cambio, tanta reforma, tanta "renovación", tanta doctrina
"nueva". Ellos observaban con ojos impávidos lo que les
arrojaban a la cara; a veces con ojos extrañados y a veces
inconformes. La "necesidad" del cambio fue inventada
con articio en base a lo que no existía ni se quería. La
necesidad de tanta novedad era indispensable para
empujar en las venas del individuo el material pestilente,
como es necesaria el agua destilada para disolver la droga
en polvo. Pero así este pueblo obtenía el precio que
merecía por tanta indiferencia, tanta corrupción y tanto
pecado.
¿Observaste alguna vez los ojos del que padece gula
mientras come?. Los ojos se le encienden como con ira,
viendo fijamente sus bocados, espulgando y seleccionando
el trozo, posesionado de todo el plato. Se lleva a la boca el
bocado sin dejar de ver todo el conjunto y masca con
avidez, como si alguien tratara de arrancarle algo. Rodea
todo el plato con los brazos, y nunca levanta la vista, sí
son los hombres que quieren mundo, placer, carne. No
oyen lo que se les dice y si acaso se ofenden; se justifican
siempre y es más prosible que se aparten o que te ganes un
enemigo oculto que rectifiquen.
Es cierto que el pueblo fiel no sabía muchas cosas de la
Doctrina y por eso pueden aducir inocencia en la
demolición de la Iglesia. Santo Tomás de Aquino (Sum. Theo.
2-2, q. 6, a. 6) dice que las verdades de la Fe no son igualmente
necesarias a todos para salvarse. Hay impedimentos de
todas clases para que todos los hombres lleguen al
conocimiento de toda la Doctrina, pero lo que nunca se
puede negar es que la corrupción del pueblo, enfermó el
Cuerpo místico de Cristo y así llegaron los enemigos a
introducirse en la Iglesia para luego controlar y prostituir.
Por esto son coopartícipes de una responsabilidad
tremenda que indudablemente los hace culpables. 
EL FIN DEL MUNDO ES UNA BURLA.
 Hay algunos ilusos que para esconder su irresponsabilidad
su pecado de cisma, dicen que hay que orar mucho a Dios
para esperar un próximo triunfo de la Iglesia. ¿Es posible
este triunfo?, ¿la Iglesia espera un triunfo?. Los
Evangelios dicen otra cosa totalmente.
Llama la atención que N. S. Jesucristo, menciona a Lot y a
Noé. ¿Por qué menciona a Lot y a Noé cuando habla de
los últimos días de1 mundo próximos a la Parusía?,
evidentemente porque dan un abundante material de
estudio y reflexión. Advierte con esto, que en ese punto,
nadie Lo estará esperando, ni siquiera los "buenos".
El texto de San Lucas es claro y revelador: (Cap. XVII, v. 26):
"Lo que aconteció en el tiempo de Noé IGUALMENTE
acaecerá en el día del Hijo del Hombre. Comían y bebían,
casábanse y celebraban bodas, HASTA EL DIA en que
Noé entró en el arca y sobrevino, entonces, el Diluvio que
acabó con todos. Como también lo que sucedió en los días
de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, hacían
plantíos y edificaban casas; más EL DIA que salió Lot de
Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, que los abrasó a
todos. DE ESTA MANERA SERA EL DIA EN QUE SE
MANIFESTARA EL HIJO DEL HOMBRE". 
¿En dónde vemos aquí un triunfo de la Iglesia, sino la
inesperada Parusía en la que Cristo reclama Sus derechos
y condena al Anticristo formado por la cabeza y su cuerpo
formado por los hombres de esa generación perversa?. Las
gentes del tiempo de Lot y de Noé, se burlaron de ellos,
como al final se burlarán de quienes anuncien la Parusía.
Esta generación malvada, no obtendrá más señal que la
señal de Jonás. Los fariseos del tiempo de Cristo N. S.,
pedían una señal cuando estaban ciegos a muchas de
muchas clases. El Señor les contestó que no tendrían otra
señal que la de Jonás. Es decir, el Hijo del Hombre muerto
y sepultado por tres días en el sepulcro. La señal de la
Parusía será la Iglesia muerta y enterrada en el sepulcro
por obra de los hombres. ¿En dónde aparece aquí un
triunfo de la Iglesia que no sea la presencia misma del
Señor?. En San Mateo dos veces y en San Lucas (XI, 29),
Cristo se refiere a la señal de Jonás: "Esta raza, es una
raza perversa; pide un prodigio, pero no se le dará otro
prodigio que la señal del Profeta Jonás". El hombre se ha
alejado de Dios y ha caminado con desparpajo y desprecio
en sentido contrario a la luz. ¿Va el Señor a caminar al
encuentro de quienes lo aborrecen y lo desprecian?, ¿va a
prestarse el Señor a ser un objeto del hombre vivales que
almacena materia, que busca la carne, que se divierte y
viaja, que viola la ley y los preceptos, que abandona a la
Iglesia a su suerte, que es incapaz, no digamos de un
sacrificio, pero ni siquiera un esfuerzo por su Dios?.
¿Dónde aparece aquí un triunfo de la Iglesia que le
permita al hombre irresponsable cubrir su corazón leproso,
su cisma, su irresponsabilidad recibiendo con gozo al
papa, al Sacrificio redivivo, y todo aquello que le dio
esplendor al Cristianismo, como premio a su corazón
perezoso y mezquino?. Si hay un triunfo de la Iglesia, ¿a
qué viene Cristo?, ¿no prometió a su pequeño rebaño no
dejarlo solo sino volver?. Si Cristo regresa a sacar a los
Suyos de este mundo convulsionado y peligroso, ¿será que
esto lo haga en medio de un triunfo de la Iglesia?. La idea
de que esperamos un triunfo de la Iglesia la predican los
actuales cismáticos, los que se han negado a la elección
del padre común, los que dicen que los Sacramentos que
administran por la necesidad son válidos y completan su
tontería diciendo que la Iglesia suple y cubren así su
posición irregular.
Pero podemos reabundar en esta doctrina. En San Mateo
(Cap. XXV, 1 y sigs. ) se nos narra la parábola de las vírgenes
prudentes y necias. En Cap. XXV, 1 dice: "Mas llegada la
MEDIA NOCHE se oyó una voz que gritaba: Mirad que
viene el Esposo". En la Biblia comentada de Torres Amat
se dice comentando estos textos: "Es falso decir: Cristo
no puede venir en nuestro tiempo... Jesús les da amplias
señales para que puedan estar alertas (San Marcos Cap. XII), y
aún para que conozcan cuándo El estará a la puerta... El
vendrá cuando menos lo esperan "como una red sobre la
Tierra entera de modo que solamente estén preparados
"los que aman Su venida" (II Timoteo IV,8)".
Las vírgenes bobas se duermen, no son previsoras y el
Esposo viene a la media noche. El original griego dice
"messes de niktos" que sé traduce más propiamente como
"en lo más profundo de la noche". Esta situación, ¿puede
darnos idea de que la Iglesia ha tenido un triunfo?. ¿No
está esta idea divorciada de la Escritura solamente en la
mente de un iluso irresponsable, de esos que manipulan
camunidades aisladas fuera de la comunión de la Iglesia?
Cristo ha de venir, entonces, en lo más profundo de la
noche. Cuando la oscuridad es más cerrada. ¿Se trata aquí
de la luz del sol?, para nada. Aquí se habla de una
profunda oscuridad moral y espiritual. Los hombres no
alcanzan a ver nada. Están ciegos pero creen ver. "Por
eso su pecado permanece". Si hubiera Iglesia en el mundo,
aunque estuviera reducida a su mínima expresión; si
hubiera Sacrificio en los altares, no existiría esa oscuridad.
Los hombres se encargaron de apagar y pisotear las
últimas luminarias que había. Y en esas condiciones, lo
dijo Cristo, nadie sabe a dónde va. Si ahora creemos que
podemos ver, estando el Demonio gobernando desde el
Vaticano; si nos satisfacen esos ritos modernos y
blasfemos o las Misas cismáticas del supuesto "resto fiel";
si no interpretamos los densos nubarrones de tempestad
levantados porque la sociedad, la familia, los gobiernos y
la misma Naturaleza se han desencuadernado y creemos
que todo esto puede revertirse por una gracia gratuita de
Dios que viene al encuentro de los hombres que lo
rachazan y que se burlan de El, entonces somos como esos
burros ciegos que corren en tropel hacia el despeñadero,
como los cerdos endemoniados que se desbarrancaron.
Sin embargo, todas las señales que vemos a nuestro
derredor -o que no vemos-, palidecen frente a la señal toral
que Cristo puso en primer lugar. La eliminación del
Sacrificio Perpetuo y la introducción de la abominable
desolación en el lugar santo. Hemos visto la señal, y ¿no
permanecemos ciegos pensando en triunfos de la Iglesia
en otras ideas similares?.
Para el mundo liberal, ateo o "democrático", el tema del
fin del mundo, es motivo de burla cuando es tratado. Las
generaciones de hombres fabricadas intencionalmente sin
moral y sin conciencia, lejísimos de la Doctrina Cristiana
ignoran completamente el tema. No así aquellos -que los
han creado y prostituido, por odio al Fundador del
Cristíanismo, con El cual siguen después de dos mil años,
en una lucha estúpida e infrustuosa. Ellos sí conocen el
tema y lo han tomado en estos tiempos significativos, tal
vez porque en el fondo de la conciencia que aplastan, algo
temen ante la nutrida cantidad de señales anunciadas que
ahora se ven. Como verdaderos demonios que encienden
más su ira cuando más se les reprime, antes que
convertirse, han arreciado la violencia y la burla al Señor
se ha vuelto directa y altanera. Valiéndose de poderosos
recursos electrónicos de propaganda, difunden, por
ejemplo, caricaturas que muestran a Dios Padre, apoyado
con aire de indolencia y pelo de rockero en una nube,
tratando de pinchar con una enorme espina un globo de
hule que representa la Tierra. Nunca dejan de atacar,
nunca dejan de infiltrar, nunca dejan de traicionar, nunca
de corromper. San Pablo dijo que eran enemigos de todos
los hombres. Cristo los llamó "hijos del Diablo". ¿Cómo
se atreven a decir que son "el pueblo de Dios", si hacen la
obra del Diablo?, ¿y cómo los jefes del Vaticano se
atreven a decir que son los "hermanos mayores de los
cristianos"?. La B.B.C. de Londres y otras asociaciones
han cancelado oficialmente el cómputo de la historia que
se dividia en antes de Cristo (A.C.) y después de Cristo (D.C.).
Ahora estamos en el "tiempo vulgar". Y esto "por respeto
a las otras religiones". Esta moda, podemos anunciarlo, lo
invadirá todo. ¡Cuánto odio inextinguible, cuántas señales
de la próxima Parusía!. No dejo de asociar este cambio
con el cambio litúrgico en la Iglesia del Vaticano que
nombra a los domingos después de Pentecostés "domingos
del tiempo ordinario". ¿No se ve allá metida la misma
mano?.
Podemos valorar la degradación moral y espiritual de esta
generación actual que agoniza y que se hunde, analizando
los contrastes. Junto a una ciudad que ha sido arrasada por
una inundación, llena de cuadros de dolor, desesperación y
muerte, hay otra que no ha sido tocada. En ella los
prostíbulos funcionan a toda su capacidad; las casas de
juego y los bares llenos a reventar de quienes hablan de
negocios, de política o de mujeres; los restaurantes
agotaron sus mesas con gente despreocupada; las
discotecas abarrotadas de jovencitos y jovencitas que van
a drogarse, a estupidizarse con el océano sonoro de la
música satánica que los rodea, a excitarse y a manosearse
con la venia de sus padres; las clínicas atienden a las
mujeres abortistas. Las gentes hacen planes para las
vacaciones y ahorra sacrificadamente para eso. ¡Quieren
conocer el mundo!. El deporte se ha convertido en un
culto y en sn ídolo y atrae masas inmensas para gritar
como desaforados, y los festivales de Rock se organizan y
efectúan a los que asisten muchos miles que gritan y
brincan como unos enajenados. Los templos protestantes
de toda creencia y color congregan a cientos de apóstatas
de la Fe Católica; los centros de lectura de cartas o de la
suerte atraen a quienes quieren saber qué les depara el
destino en el amor, en la salud y en los negocios. En las
puertas de las casas, infinidad de parejitas se soban y se
acarician generosamente. Este pueblo zarandeado por sus
corruptores y por todos los que a su costa hacen comercio,
se mantiene insensible a todo lo que no lo afecte en sus
intereses personales.
De todos estos males que el Señor va a arrasar, hay uno
que es el peor, origen directo o indirecto de todo lo
anterior y más. Se ha infiltrado en la sociedad, en los
gobiernos, en las familias y en el alma de los hombres, la
peor herejía de toda la historia -así definida por el Papa
santo Pío X-, porque empuja y arrastra a la degeneración
que abre la puerta a todos los excesos y a la muerte. Hacia
la muerte del alma, pero también al exterminio de la raza
humana. El Modernismo. Esta herejía es homicida.
Pretende para la apariencia exterior asirse de la verdad
evangélica pero lo hace al mismo tiempo de lo oscuro, de
lo turbio, de lo ambiguo y de lo diabólico.
Hace siglos la Roma católica prohibió las reuniones de los
fieles con los herejes, y estas reuniones se dan a todos los
niveles de la jerarquía. ¿Podría ni siquiera imaginarse a
unos padres que con toda tranquilidad visiten con todos
sus hijos la casa en la que hay un enfermo terriblemente
contagioso?, pues esto es lo que hacen los infectados de
este mal tan maligno llamado Modernismo. Esta política
tan corrosiva la llaman ECUMENISMO y con suma
tranquilidad arrojan a sus fieles a los lobos, al peligro
grave de virulentas doctrinas que van a enfermar de
muerte -y de hecho lo están haciendo-, a los que ingenuos
e ignorantes se acercan a los terrenos que sus mismos jefes
les indicaron. Terrenos pantanosos e infecciosos.
Pues este es el mayor mal que padece esa ciudad vecina de
la que fue arrasada sin pensar que Dios, cuando ve que no
hay remedio ni solución, determina así exterminar el mal,
y que por lo tanto, el cúmulo de males de ninguna manera
puede hacer que se consideren librados de lo que
justamente esta anunciado como el pródromo de la
Parusía.
La prostitución de la raza humana llega a niveles
increíbles, lo mismo que su ceguera.
No alcanso a comprender cuáles son los sentimientos que
invaden el alma ante la visión de muchos hombres de hoy:
¿compasión?, ¿horror?, ¿asco?. Son hombres que han
naufragado y que seguirán a la deriva. No son capaces de
un esfuerzo por su Dios, porque no quieren renunciar a sus
pasiones. Han mordido las piltrafas mundanas y no las
sueltan. Saben que el camino ascendente para ellos se ha
cancelado, entonces brasean desesperadamente en medio
de este proceloso mar basados en sus solas fuerzas, porque
no están dispuestos a dejar lo que les gusta. No están
dispuestos a hincar la rodilla ante su Señor si es al precio
de dejar su soberbia, su codicia o su lujuria.
En el alma de estos pobres no se puede medir la soberbia
por lo que han logrado entre los hombres, sino por lo que
quisieran lograr. Su extrema frustración en el logro de sus
ambiciones ha incrementado su odio a su suerte y al
mundo que los desprecia y la soberbia ha hecho de él un
monstruo. No se puede medir su lujuria por lo que han
gozado y obtenido, sino por lo que quisieran haber
logrado. Ni se puede edir su avaricia, por lo que tienen,
sino en lo que quisieran tener, que llega a ser desmedido y
monstruoso cuando no les ha sido posible obtener todo lo
que quisieran. Estos hombres no son honestos y te van
traicionar para lograr sus ambiciones.
Lo mismo que se dice de una sola persona, se puede decir
con verdad de la sociedad, porque rechazando a Dios,
busca por sus propios medios y fuerzas sus logros y
triunfos, de donde vienen las injusticias, el hambre de los
pobres y las traiciones, entre otras cosas.
Esta no es más que una profunda y sistemática
descristianiziación de la sociedad o de los individuos,
camino al exterminio.
La apostasía de las masas es una renuncia a la voluntad de
Dios que deja de ser el Legislador supremo a fin de dar
paso a las ambiciones y pasiones humanas libres del yugo
que se proclama esclavizante. El hombre, entonces, toma
un rumbo distinto en base a su limitada inteligencia y se
cree capaz de solucionar todas las dificultades que
encuentre por seguir su propio camino.
Comienza a surgir otra cultura. La cultura humana, la
cultura mundana y el espíritu decrece irremediablemente.
Producto de ésta, es el culto al deporte convertido ya en
nuestro tiempo en un ídolo del que hay que hablar
brevemente.
Muchos cientos de miles por todo el mundo, llamados
"aficionados" pero en realidad fanatizados asisten a los
estadios gritando como bestias, al mismo tiempo, en el
mismo tono, al ritmo de una pelota. ¿Te haz dado cuenta
que los cronistas deportivos te hablan gritando?. En las
mesas de los reporteros se sientan tres ministros porque
han hecho una liturgia. Y una religión pagana.
¿No es el culto de una religión pagana las famosas
Olimpiadas?. Su origen es Grecia. En la ciudad de
Olimpia se celebraban los juegos cada cuatro años en
honor del dios Zeus (olímpico) mientras se efectuaban
procesiones y sacrificios. En el último día, se premiaba a
los vencedores y se proclamaba su patria de origen.
Comenzaron a celebrarse en el año 776 antes de Cristo
hasta que el emperador Teodosio las prohibió en el año
394 D. C. Durante los cinco días que duraban estaba
prohibida la guerra y los artistas de todos lados
aprovechaban exponer sus obras. En 1894, el barón Pedro
de Coubertin celebró en París un congreso con el fin de
iniciarlas nuevamente, y en 1896, se celebró la primera
Olimpiada de la era moderna en Atenas. Desde eso, cada
cuatro años -excepto durante la guerra mundial-, se
celebran las Olimpiadas en distintas naciones. Se enciende
previamente la llama sagrada y se le pasea por todo el
mundo y se cuida que no se apague pues fue encendida en
Olimpia, y miles de gentes por todas las ciudades la
vitorean al paso. Estas celebraciones tienen un lado muy
oscuro que tal vez pocos han visto. La paganización de la
sociedad. El día en que se inauguran las Olimpiadas, la
ceremonia del encendido del pebetero en el que va a arder
"la llama olímpica" es rodeado de una liturgia muy
especial. Las luces son adaptadas, el escenario es
impresionante. Entra el corredor portando la llama
encendida en Grecia, la multitud explota en gritos y
aclamaciones. ¡Qué bonito es eso!. Algo así como el día
de la Parusía en que Cristo aparezca!. Sube el corredor las
gradas del estadio y enciende el pebetero. Los juegos
olímpicos han sido inaugurados. La algarabía y la alegría
es internacional. Y a los hombres les han embutido en el
espíritu lo que les han arrancado de religión, de moral y de
decencia.
Ahora las Olimpiadas se han extendido a los continente, a
los discapacitados, etc. La cosa avanza favorablemente. El
espíritu es aplastado y la materia crece y crece hasta
convertirse en un monstruo que con una sola mano
aplastará a los hombres necios y tercos.
Pero para embutir a reventar el vacío del hombre, es
necesario llenar las partes del pantano que no están
embarradas. Infinidad de estadios por todo el mundo, -
como antes la Iglesia llenó de templos para alabar a Dios,
los más pequeños pueblos- con sus competencias, con sus
miles de "aficionados", dispuestos siempre a la agresión,
al tumulto, al insulto e incluso al asesinato. Vestidos como
monigotes van a los estadios y recorren las calles
comunicando a todos su felicidad. Gastando enormes
sumas de dinero -como los viajeros y gozadores- que el
mundo necesita para aliviar horribles cuadros de
necesidad, o para aliviar la necesidad de una Iglesia que
agoniza. "TUVE HAMBRE Y NO ME DISTE DE
COMER". Están pendientes religiosamente de la marcha
de los acontecimientes; se reúnen ante la televisión como
un domingo de precepto, para emborracharse y fomentan
amistades. Las civilizaciones decadentes, ya lo he dicho,
esta es una constante histórica, construyen estadios y
destruyen tamplos- El espíritu muere y el físico crece. El
culto al físico, a la forma, a la belleza que excita el libido.
Es lo que es propio de los espíritus menguados, voraces y
oscuros. La carroña -aunque esté maquillada- ocupa el
lugar que ha dejado el espíritu, ¡y se siente bien, satisface
y llena plenamente, la voracidad se alivia
momentáneamente!. Un presidente dijo que su país "ya
era otro" después de la victoria de la "selección" nacional.
Y así, los hombres están ahogando poco a poco validos de
su libertad, de su inteligencia y de su voluntad lo que los
hace distintos y superiores a los cerdos y se revuelcan en
su propio excremento, y haciendo pelotas se las arrojan a
la cara.
Los nuevos curas modernistas predican la "inculturación".
Saben ellos dónde socavan para hundir el piso, para matar
las raíces del árbol a fin de que sin perder su apariencia
exterior, caiga a tierra.
Por eso permiten que al Niño Jesús lo vistan los fieles
aficionados de futbolista, y se hagan seguidores de la
Iglesia Maradoniana que tiene sus santuarios con reliquias
del jugador. ¿No ya Juan Pablo II asistió en Benin a los
ritos con los vudús en medio de danzas lúbricas y
copulatorias y de libaciones en honor de sus dioses por esa
algarabía ecuménica y blasfema que traen entre manos?.
Cualesquiera podría decir que están totalmente locos, pero
no están locos. Son malignos, oscuros y satánicos.

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