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Concursos Propiedad Intelectual

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ANÁLISIS CLÁUSULAS CONCURSOS DE ARTE

Javier Villarreal Ayala

En la inmensa mayoría de bases de los concurso artísticos y literarios encontramos


clausulas del tipo:

“Resultar premiado en este concurso supone la cesión de todos los derechos sobre la obra que
pasa a ser propiedad de la organización y formará parte de la colección de (…) .

Lo cierto es que si investigamos, las clausulas que podemos llegar a encontrarnos son de
lo más variopintas, por ejemplo, en el año 2019 tuvo bastante repercusión el caso de un
concurso de diseño organizado por el SEVILLA CLUB DE FÚTBOL, en cuyas bases se
podía leer lo siguiente:

“Ningún diseño deberá estar protegido por derechos de autor (propio o ajeno)”.

Queda patente la falta de conocimiento jurídico en este sentido, pues como se sabe, los
derechos de autor se originan por su simple creación.

En cualquier caso, generalmente encontramos como la cesión de los derechos de


explotación sobre la obra suele estar condicionada a la obtención de alguno de los
premios, pero tampoco es siempre así, en muchos certámenes la cesión de los derechos
de explotación tiene lugar por el simple hecho de presentar la obra al concurso.

Por otro lado, es importante señalar que los premios no tienen en la mayoría de casos,
un contenido económico relevante, siendo en muchas ocasiones algo meramente
simbólico.

El punto es que es común que las bases de este tipo de certámenes o concursos no sean
en muchos casos, del todo respetuosas con los derechos de autor y con la supuesta
finalidad del certamen, o al menos con la idea que el autor se hace de él.

Ante esta situación se nos plantean varias preguntas de difícil solución, por ejemplo ¿
Puede el autor ceder gratuitamente sus derechos de explotación?, ¿Está obligada la
entidad organizadora a otorgar una remuneración adecuada y proporcional a los
derechos cedidos?, ¿Hasta que punto el premio puede considerarse una remuneración?
Y, en fin, ¿Es legal esta cesión de derechos?

A la pregunta de si el autor puede ceder gratuitamente los derechos de explotación de


su obra, la respuesta en mi opinión debería ser afirmativa. Sería lógico que el creador de
la obra, dueño de la misma y de sus derechos derivados de la creación, tenga pleno
poder de disposición sobre los mismos sin más limitaciones que las legales, del mismo
modo que en cualquier tipo de propiedad, de acuerdo con el art. 348 del Ccivil.
Sin embargo, el art. 55 de la LPI parece que de alguna manera impediría al autor
renunciar al beneficio que le otorga el art. 46.1 de la LPI de participar proporcionalmente
en los ingresos de la explotación de la obra.

En el contrato de edición si que es más evidente que la remuneración es elemento


esencial del mismo.

Creo que sería coherente interpretar el art. 55 en el sentido de que, el autor puede pactar
la cesión gratuita de sus derechos de explotación, nada se lo impide, pero en caso de que
se obtenga un beneficio económico derivado de esa explotación y, por consecuente, se
rompe el equilibrio entre los intereses contractuales, este siempre tiene la acción del
art. 47 para hacer valer su derecho de participación.

Es por ello que en principio la entidad organizadora no está obligada a otorgar una
remuneración si la cesión se pacta expresamente con carácter gratuito y del uso que se
va a hacer no se van a derivar ingresos que rompan el mencionado equilibrio.

En los supuestos donde la cesión está supeditada al premio en el concurso, podría


plantearse la cuestión de si este tiene carácter de contraprestación, en este caso, al ser a
tanto alzado, en caso de que finalmente, en la explotación de la obra por la entidad, se
den manifiestas desproporciones entre los beneficios obtenidos y la contraprestación
pactada, el autor podría pedir la revisión de la contraprestación en ejercicio de este
derecho conferido por el artículo 47 de la LPI.

En las bases de un concreto concurso de pintura de la empresa BMW se ha encontrado


la siguiente clausula:

“La dotación de los premios se considerará una remuneración a tanto alzado”

No hay duda de que expresamente previsto en las bases, la vía del art. 47 de la LPI queda
abierta y el autor podría hacer uso de ella en caso de que se dieran las circunstancias, no
queda tan claro si esta cláusula no se da de forma expresa. Si no se considerase
remuneración, el autor podría exigir la cantidad proporcional a los ingresos sin tener en
cuenta el premio, lo que sería más beneficioso para él y quizás más respetuoso.

Investigando todavía más se ha encontrado incluso algún caso en los que la entidad
organizadora ha pretendido que la cesión de los derechos de explotación tuviera carácter
exclusivo, no estando previsto expresamente en las bases. Ello en clarísimo perjuicio
del artista que, además de ver como un tercero se adueña de su obra, pretenden que no
tenga este posibilidad alguna de obtener beneficio económico de la misma. Esto iría en
contra de lo previsto en el art. 48 de la LPI, que exige que tal carácter se otorgue
expresamente.

Creo que este tipo de cláusulas y comportamientos por las que las organizaciones y otras
entidades tratan de adueñarse de los derechos de explotación sobre las obras es una
manifestación más del movimiento y cambio cultural, económico y tecnológico al que
asistimos, que tiende a la explotación y desaparición del artista, autor, o creador en
general, a la desnaturalización de su figura.

Deja patente además la descompensación entre las partes. Digamos que el autor o artista
novel, para dar a conocer su obra y recibir reconocimiento mediante este tipo de eventos,
que será, en general, la finalidad pretendida por aquel, tiene que pasar por la cesión de
sus derechos de explotación a la entidad organizadora.

Estas prácticas se vuelven todavía más problemáticas por la falta de transparencia y


general desconocimientos de las bases de estos concursos. Lo normal será, de hecho, que
el autor haya cedido sus derechos de explotación sin siquiera saberlo y sin que esa fuera
realmente su intención, y de eso se aprovechan las entidades organizadoras para
conseguir la explotación de las obras.

Deja bastante que desear el hecho de que las organizaciones, incluso Administraciones
Públicas que incurren en estas prácticas, traten de beneficiarse de este general
desconocimiento o, en general, abusen de la posición de inferioridad en la que se
encuentra el artista.

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