Trabajo de Digestivo Fisiopato
Trabajo de Digestivo Fisiopato
Trabajo de Digestivo Fisiopato
FISIOPATOLOGÍA DIGESTIVO
Bachiller:
ANDREA PAOLA MEDINA FUENTES
C.I: 28.521.118
REFLUJO GASTROESOFÁGICO
El reflujo gastroesofágico se define como el ascenso de contenido gástrico (90%-95%) o
duodenal alcalino-biliar (5%-10%), hacia el esófago torácico. Su existencia no implica
necesariamente enfermedad, ya que está presente en todos los individuos normales,
habitualmente por períodos cortos, asintomáticos y especialmente en el período posprandial.
Se considera enfermedad por reflujo gastroesofágico (RGE) cuando se genera una condición
tal, en que el contenido gástrico refluido causa síntomas esofágicos recurrentes, extra
esofágicos o complicaciones. La cantidad de síntomas y el nivel de injuria de la mucosa son
proporcionales a la frecuencia de los episodios de reflujo, a la duración de la acidicación de
la mucosa y a la potencia cáustica del fluido refluido.
SINTOMAS
El síntoma principal es la pirosis, debido al estímulo del ácido gástrico sobre los nervios
sensitivos en la capa profunda del epitelio esofágico. Generalmente la sensación de
quemazón es a nivel retroesternal, se inicia en el epigastrio y se irradia hacia el cuello.
Tiende a ser poco fluctuante, sin embargo, aumenta con comidas o actividades que suelen
ser siempre las mismas, por lo que es predecible. La ingesta de antiácidos (antisecretores),
leche o alimentos alcalinos y la posición de pie disminuyen los síntomas. El segundo síntoma
en frecuencia es la regurgitación. Corresponde a un reflujo severo, que supera el esfínter
esofágico superior. También puede presentar síntomas extraesofágicos como dolor torácico,
tos crónica y asma. Otros síntomas como disfagia, odinofagia y hemorragia, son secundarios
a complicaciones.
FRECUENCIA
El reflujo gastroesofágico (RGE) es una enfermedad frecuente. La encuesta nacional de
salud muestra que la prevalencia de RGE (definido como pirosis o regurgitación) es de un
29,9% siendo superior en las mujeres (33,1%)
COMPLICACIONES
Esofagitis por RGE. Es la inflamación e irritación de la mucosa esofágica con disminución de
la capacidad de reparación de esta, por exposición prolongada a jugo gástrico. Se clasifica
en grupos según el grado de compromiso de la mucosa esofágica.
Estenosis por RGE. Aparece en el 10% al 15% de los casos. Se produce porque el ácido
erosiona la mucosa, sustituyéndose por tejido fibroso, que se contrae y queda un lumen de 2
a 5 mm de diámetro. Se manifiesta con disfagia lógica, primero para los alimentos sólidos y
luego para los líquidos, odinofagia, regurgitación y dolor torácico. Puede producir un estado
nutricional deficiente.
Hemorragia digestiva alta por RGE. Es una complicación frecuente de la esofagitis erosiva,
su forma de presentación es con anemia crónica por pérdida de sangre oculta en las heces.
La hemorragia en forma de hematemesis o melena franca es rara.
Esófago de Barrett. Ocurre en el 5%-10% de los casos de RGB crónico y severo. El
contenido del reflujo induce daños sobre el epitelio escamoso y esto a su vez, promueve la
reparación con sustitución de mucosa esofágica en el esófago distal, por epitelio columnar de
origen intestinal (metaplasia intestinal). Puede ser asintomático o presentar la clínica Clásica
del RGB. Es un importante factor de riesgo para el adenocarcinoma de esófago por el
continuo intento de reparación de la mucosa.
FISIOPATOLOGÍA DE LA ACALASIA
La acalasia es una enfermedad del músculo esofágico. En esta enfermedad, el esfínter
esofágico inferior (EEI) no se “relaja” y abre para permitir que el alimento pase al estómago.
Como resultado, los pacientes con acalasia tienen dificultad para deglutir los alimentos.
FISIOPATOLOGÍA
En la acalasia, el EEI no se abre de manera correcta para permitir que el alimento pase al
estómago y, en al menos la mitad de los pacientes afectados, la menor presión en reposo del
esfínter también es inusualmente alta. El músculo de la parte inferior del esófago no se
contrae de forma normal y no se presentan ondas peristálticas. Lo anterior hace que los
alimentos y la saliva no se propulsen por el esófago hacia el estómago. Algunos pacientes
con acalasia tienen ondas de alta presión en la parte inferior del cuerpo del esófago después
de deglutir, pero no son eficaces para impulsar el alimento hacia el estómago. Este tipo de
acalasia se llama vigorosa. Estas anomalías del cuerpo y del esfínter inferior del esófago son
la causa del atasco de alimentos en este órgano. Desde el inicio de la enfermedad se
produce inflamación en el músculo de la porción baja del esófago, sobre todo alrededor de
los nervios. A medida que la enfermedad progresa, los nervios (especialmente los que
causan la relajación del EEI) empiezan a degenerarse y finalmente desaparecen. Este daño
a los nervios puede causar que las células musculares también empiecen a degenerarse.
Estos cambios provocan que el esfínter inferior no se relaje y el músculo en la parte inferior
del cuerpo del esófago no soporte las ondas peristálticas. Con el transcurso del tiempo, el
cuerpo del esófago se distiende y se dilata.
Se desconoce la causa exacta, pero las teorías incluyen: herencia, infección, enfermedad
autoinmunitaria.
CLÍNICA
Disfagia persistente (que se presenta con cada comida, tanto sólidos como líquidos)
Sensación de pesadez en el tórax después de comer
Dolor torácico
Regurgitación
Pérdida de peso
EVALUACIÓN
Además de la anamnesis la acalasia se puede diagnosticar:
La videoesofagografía muestra la dilatación del esófago con un estrechamiento cónico
característico del extremo inferior, a veces comparado con un “pico de pájaro”.
Asimismo, el bario se mantiene en el esófago más tiempo de lo normal antes de pasar
al estómago.
La manometría esofágica muestra ausencia de contracción del músculo del cuerpo del
esófago para la deglución y la no relajación del EEI.
La endoscopia revela presión alta en el EEI, esófago dilatado y ausencia de ondas
peristálticas. Con la endoscopia también se descarta el cáncer de esófago.
DISFAGIA
Es la dificultad para la deglución.
Disfagia Lusora/ Compresión Vascular del Esófago: La compresión extrínseca del
esófago causada por estructuras vasculares, es el origen de la disfagia lusora, los
vasos sanguíneos del mediastino que se asocian esta la arteria subclavia derecha
aberrante, además de un doble arco aórtico, arteria pulmonar izquierda aberrante, las
arterias innominadas, etc.
Estenosis Esofágica Congénita: Entidad rara que se presenta con uno de los
síntomas más frecuentes en la edad pediátrica, los vómitos. La sintomatología suele
debutar en el primer año de vida, con la introducción de los alimentos sólidos en la
dieta.
Duplicación Esofágica: Corresponde a una malformación del intestino anterior.
Según la teoría de recanalización luminal aberrante se explica que en la quinta o sexta
semana de vida gestación, el epitelio que cubre el intestino anterior crece y oblitera el
lumen, formando vacuolas, las cuales fallan en unirse a lo largo del eje longitudinal y
se forma el quiste.
La disfagia es la dificultad para tragar o deglutir los elementos líquidos y/o sólidos por
afectación de una o más fases de la deglución. La afectación puede presentarse en la
preparación oral del bolo o en el desplazamiento del alimento desde la boca hasta el
estómago. Como consecuencia de la disfagia puede producirse penetración de material
alimenticio en vías diferentes a la digestiva provocando, en ocasiones, episodios de
aspiración traqueal o bronquial o aspiraciones silentes donde se introduce material
alimenticio de forma inferior a las cuerdas vocales. Los trastornos en la deglución se
delimitan de la siguiente manera para un efectivo diagnóstico:
Disfagia Orofaríngea: Generalmente es provocada por enfermedades musculares,
membranas o anillos. En los individuos de más edad habitualmente es provocada por
trastornos del sistema nervioso central, como el accidente cerebrovascular,
enfermedad de Parkinson y demencia. El envejecimiento normal puede provocar
anomalías leves de la motilidad esofágica pero de carácter asintomático. Del mismo
modo, entre las causas mecánicas y obstructivas se encuentran infecciones,
tiromegalia, bocio, divertículo de Zenker, esofagitis, etc. Por su parte en causas
neuromusculares es necesario resaltar las patologías del SNC, en específico los
eventos cerebrovasculares los cuales ocasionan consecuencias por la aspiración
como neumonías y otros efectos.
Disfagia Esofágica: Se asocia en mayor cantidad al movimiento de material alimenticio
sólido, entre las causas se encuentran:
Causas intraluminales: Se asocia a la presencia de cuerpos extraños que ocasionan una
disfagia de tipo agudo.
Patologías Mediastinales: Desarrollan una obstrucción del esófago por compresión directa o
por invasión de la luz; se observan neoplasias, infecciones como la tuberculosis,
histoplasmosis y cardiovasculares como aurículas dilatadas o compresión vascular.
Patologías de la Mucosa: Estrechan la luz del esófago por estenosis, neoplasias o
inflamación; se encuentra el reflujo gastroesofágico, tumores, lesión química por ingestión de
sustancias, anillos y membranas esofágicas.
Patologías Neuromusculares: Las cuales afectan al musculo liso esofágico, en su inervación,
disrupción de la motilidad o relajación del esfínter; se asocia la acalasia, enfermedad de
chagas, escleroderma, espasmos de jackhammer.
FISIOPATOLOGÍA DE LA ENFERMEDAD ULCEROSA
El estómago se divide en cinco regiones, la superior (más cercana al esófago o cardias), el
fondo gástrico o parte más alta del estómago (a la izquierda del cardias), el cuerpo gástrico
(porción media) con pliegues en la mucosa circulares en orientación oblicua, el antro gástrico
con pliegues lineales y paralelos al eje largo del estómago y, finalmente, el píloro que
corresponde a un anillo de músculo liso que separa el estómago del duodeno.
En la mucosa existe una red de cisuras que dividen la superficie en islotes convexos, las
áreas gástricas, las cuales poseen pequeños orificios en forma de embudo, llamadas fositas
o criptas gástricas. Su epitelio es cilíndrico simple, con células que poseen
microvellosidades. Toda la mucosa está ocupada por glándulas gástricas, que se abren en el
fondo de las fositas (glándulas del cardias, corpofúndicas y pilóricas). La muscular de la
mucosa; posee una capa interna circular y una externa longitudinal. En la parte profunda de
la submucosa se observan Células ganglionares del plexo de Meissner.
La túnica muscular posee tres capas, una externa longitudinal, una media circular, que se
engruesa a nivel del píloro formando el esfínter pilórico; y una interna diagonal. Entre las
capas externa y media se ubica el plexo de Auerbach. La función mecánica del estómago
consiste en la retención del alimento ingerido, la mezcla de este con el jugo gástrico y su
vaciamiento de forma paulatina hacia el intestino. La función secretora tiene como objetivo la
formación del jugo gástrico, teniendo como componentes principales la pepsina, ácido
clorhídrico (HCI), mucus, factor intrínseco, agua y electrolitos.
La secreción es regulada por vías nerviosas y por hormonas. Las primeras incluyen fibras
parasimpáticas del nervio vago y los plexos de Auerbach y Meissner; las segundas incluyen
la acción de gastrina que estimula, por vía hematógena, la secreción de HCl al distenderse el
estómago, y la somatostatina que inhibe la secreción de la gastrina.
La úlcera péptica es una enfermedad de origen multifactorial caracterizada por la presencia
de una solución de continuidad localizada y en general solitaria, en la pared del estómago o
duodeno. Su diámetro es mayor a 3-5 mm y llega hasta la submucosa como mínimo Se
produce cicatrización por reparación de las túnicas inferiores a la mucosa. El denominador
común de toda úlcera péptica es la digestión de la mucosa por parte de la secreción ácido
péptica. Esta secreción perpetúa la lesión, sin embargo, no la genera.
Generalmente se produce en forma secundaria a la infección por Helicobacter pylori o
al uso de antiinflamatorios no esteroidales (AINES) y se perpetúa por la presencia de
ácido gástrico.
Según su ubicación, puede ser úlcera gástrica (UG) o úlcera duodenal (UD). La primera
hace referencia a una lesión ubicada la mayoría de las veces a nivel del antro gástrico, en el
límite con la mucosa productora de ácido, generalmente de menos de 1 cm de diámetro, con
límites demarcados con una base de necrosis eosinofilica rodeada de fibrosis. Se pueden
confundir con lesiones malignas por lo que siempre se debe hacer una biopsia. Se suele
diagnosticar hacia los 55 años y afecta más a mujeres mayores.
Por su parte la UD se ubica generalmente en el primer segmento del duodeno (90% de las
veces a 5 cm del píloro). Suele ser profunda y bien delimitada. Habitualmente se diagnostica
cerca de los 40 años de edad y es más frecuente en hombres jóvenes.
CLINICA
La úlcera péptica se manifiesta por dolor abdominal epigástrico, urente, con “acabamiento
gástrico" (dolor por hambre), con ritmo horario, entre 30 minutos y 3 horas postingesta de
comida y en la noche puede llegar a despertar al paciente, siendo un síntoma bastante
específico. El dolor se alivia con la ingesta de alimento, de antiácidos, con el vómito
espontáneo o provocado y el sangramiento digestivo. Pueden haber vómitos, precoces o de
retención por obstrucción. La presencia de pirosis implica la existencia de una complicación,
se da generalmente en la presencia de un síndrome de retención pilórico. En la UG
predomina el síndrome ulceroso (dispepsia, dolor epigástrico), la anorexia y la baja de peso.
La mayoría de las UD se presentan como un síndrome ulceroso y vómitos de retención. Este
cuadro clínico se ve en el 50%-70% de los casos de úlcera duodenal y en menos del 50% de
los casos de úlcera gástrica. En el resto de los casos no hay síntomas o el dolor es atípico.
MECANISMO DE PRODUCCIÓN
Helicobacter pylori. Como fue descrito anteriormente, el HP se encuentra en la mayor parte
de las UG y UD, sin embargo, la mayor parte de los infectados no desarrollan una ulcera.
Esto podría deberse a la existencia de diferentes cepas con distinta patogenicidad y a los
distintos grados de reacción inmune del infectado. El HP no genera daño directo, pues no es
invasivo, solo altera la regulación de la secreción ácida aumentando la secreción antral de
gastrina y disminuyendo la somatostatina.
AINES. Existe una clara relación entre consumo de antiinflamatorios no esteroidales (AINES)
y la úlcera péptica, como también con sus dos complicaciones más graves: la hemorragia
digestiva y la perforación. Se considera a los AINES como causa directa en el 25% de las UG
y en el 5% de las UD. Los AINES inhiben las isoenzimas de ciclooxigenasa COX—1 y COX
—2. La COX—1 es responsable de la producción de prostaglandinas que ejercen una
función protectora de la mucosa gástrica. La COX—2 se activa en situaciones de lesión y
media en procesos como la inflamación y el dolor. La dosis y el tipo de AINES que
determinan un mayor o menor riesgo de úlcera son variables. El riesgo de lesiones o
complicaciones ulcerosas por el consumo de estos, aumenta con la existencia de una historia
previa de úlcera o de complicaciones (hemorragia o perforación), con la edad avanzada, la
utilización asociada de más de un tipo de AINES, el uso concomitante de corticoides o de
anticoagulantes y la presencia de comorbilidades.
FACTORES DE RIESGO
La oclusión de la arteria hepática no produce síntomas a menos que exista infarto hepático
o hepatitis isquémica. El infarto hepático podría ser asintomático o provocar dolor en el
cuadrante superior derecho del abdomen, fiebre, náuseas, vómitos e ictericia. La leucocitosis
y el aumento de la concentración de mainotransferasa son habituales.
FISIOPATOLOGÍA
El daño hepático generalmente es similar en todos los tipos de hepatitis por virus, pero el
grado de lesión celular o necrosis varía. El virus causa lesión y muerte de los hepatocitos, de
forma directa o por activación de las reacciones inflamatorias e inmunitarias. Estas últimas
dañan o destruyen los hepatocitos infectados o sus células vecinas por lisis. Más tarde, el
ataque directo de anticuerpos contra antígenos víricos causa destrucción adicional de células
infectadas. El edema y la inflamación del intersticio conducen al colapso de los capilares,
disminuyen el flujo sanguíneo y causan hipoxia tisular, cicatrización patológica y fibrosis.
CLÍNICA
Fase prodrómica vírica
Fatiga fácil, malestar general, anorexia, pérdida de peso leve
Artralgias, mialgias
Náuseas, vómitos, cambios en los sentidos del gusto y olfato
Fiebre
Hipersensibilidad en el cuadrante superior derecho abdominal
Ictericia, orina oscura, heces de color arcilla
Fase ictérica vírica
Ictericia
Empeoramiento de los síntomas prodrómicos
Prurito
Dolor o hipersensibilidad
Fase vírica de recuperación
Desaparición de los síntomas y regreso del apetito
LABORATORIO
Los estudios de hepatitis identifican los anticuerpos específicos del virus causal, lo
cual establece el tipo de hepatitis.
La química sanguínea revela cifras elevadas de la aspartato y alanina
aminotransferasas séricas en la etapa prodrómica.
La concentración de fosfatasa alcalina sérica se incrementa ligeramente.
La concentración de bilirrubina sérica puede permanecer alta en la fase tardía de la
enfermedad, especialmente en los casos graves.
El tiempo de protrombina es prolongado (más de 3 s por arriba de lo normal indican
daño grave al hígado).
El recuento de leucocitos revela neutropenia y linfopenia transitorias, seguidas de
linfocitosis.
La biopsia hepática identifica la enfermedad subyacente.
MARCADORES VIRALES
Marcadores serológicos Hepatitis A. Los anticuerpos contra el VHA (anti-VHA)
aparecen en una fase temprana de la enfermedad y tienden a persistir en el suero.
Los anticuerpos tipo inmunoglobulina (Ig) M suelen presentarse durante la primera
semana de la enfermedad sintomática y disminuyen con lentitud en un período de
3 a 4 meses. Su presencia coincide con una disminución de la eliminación fecal del
virus. Las concentraciones máximas de IgG se desarrollan después de un mes de
iniciada la enfermedad y pueden persistir durante toda la vida; aportan inmunidad
protectora a largo plazo contra la reinfección. La IgM anti-VHA revela la presencia
de hepatitis A aguda, en tanto que la IgG anti-VHA sólo permite documentar una
infección previa.
Marcadores serológicos Hepatitis B. Tres antígenos bien identificados se relacionan
con el virus: un antígeno nuclear, el HBcAg, que se ubica en la nucleocápside; un
transcrito polipeptídico más largo con regiones prenucleares y nucleares, que se designa
HBeAg; y un antígeno de superficie, el HBsAg, que se localiza en la cubierta externa del
virus. La región prenuclear dirige al polipéptido HBeAg hacia la sangre, en tanto que el
HBcAG permanece en los hepatocitos para controlar el ensamblaje de los viriones
nuevos. Los antígenos del VHB evocan la síntesis de anticuerpos específicos: los anti-
HBs, los anti-HBc y los anti-HBe. Estos antígenos (el HBcAg no circula libre en la sangre)
y sus anticuerpos sirven como marcadores serológicos para dar seguimiento a la
evolución de la enfermedad (figura 46-10)40. El HBsAg es el antígeno viral que, como
rutina, se cuantifica en la sangre la mayoría de las veces. Aparece antes del desarrollo de
los síntomas, alcanza un valor máximo durante la enfermedad clínica y luego disminuye
hasta alcanzar niveles indetectables en 3 a 6 meses. Su persistencia después de los 6
meses señala una multiplicación viral persistente, la infectividad y el riesgo de desarrollar
hepatitis crónica. El HBeAg aparece en el suero poco después del HBsAg, e implica la
presencia de multiplicación viral activa. La IgM anti-HBc se vuelve detectable poco
después del inicio de los síntomas, en forma concurrente al inicio de la elevación de las
transaminasas séricas. En el transcurso de los meses, el anticuerpo tipo IgM es sustituido
por IgG anti-HBc. El anti-HBe se vuelve detectable poco después de la desaparición del
HBeAg, y su aparición señala el inicio de la resolución de la enfermedad aguda. La IgG
anti-HBs, un anticuerpo específico contra el HBsAg, aparece en casi todas las personas
una vez que se elimina este último. El desarrollo de anti-HBs señala la recuperación de la
infección por VHB, la carencia de infectividad y la protección contra la infección de VHB
en el futuro. El anti-HBs es el anticuerpo que se encuentra en personas que tuvieron una
inmunización exitosa contra el VHB. La presencia de ADN viral (ADN del VHB) en el
suero es el indicador más certero de hepatitis B. Tiene presencia transitoria durante el
período presintomático y por un período breve durante la enfermedad aguda. La
presencia de la polimerasa del ADN, la enzima que sirve para la multiplicación del virus,
suele ser transitoria, pero persiste durante años en individuos que son portadores
crónicos y es un indicador de que la infectividad persiste.
Marcadores serológicos Hepatitis C. Se dispone de pruebas de anticuerpos y virales
para detectar la presencia de infección por VHC. Pueden obtenerse resultados negativos
falsos en personas con inmunocompromiso y en una fase temprana de la evolución de la
enfermedad, antes de que se desarrollen anticuerpos. La cuantificación directa del VHC
en el suero sigue siendo la prueba más precisa para identificar la infección. Las pruebas
virales son muy sensibles y específicas, pero más costosas que las de anticuerpos. Con
las técnicas más recientes para análisis de anticuerpos, a menudo la infección puede
detectarse incluso entre 6 y 8 semanas después de la exposición, o bien en 1 o 2
semanas con las pruebas virales que recurren a las técnicas de polimerasa de reacción
en cadena. A diferencia de la hepatitis B, los anticuerpos contra el VHC no son
protectores, pero sirven como marcadores de la enfermedad.
INSUFICIENCIA HEPÁTICA
Cualquier enfermedad del hígado puede terminar en insuficiencia multiorgánica. El hígado
realiza más de 100 funciones diferentes en el cuerpo. Cuando hay insuficiencia,
sobreviene un síndrome complejo que implica el deterioro de muchas funciones
corporales y de órganos diferentes. La única cura para la insuficiencia hepática es el
trasplante de hígado.
Etiología
Hepatitis vírica o no vírica
Cirrosis
Cáncer de hígado
Fisiopatología
Las manifestaciones de insuficiencia hepática incluyen la encefalopatía hepática y el
síndrome hepatorrenal.
La encefalopatía hepática, un conjunto de trastornos del sistema nervioso central, ocurre
cuando el hígado ya no puede desintoxicar la sangre. La disfunción hepática y los vasos
colaterales que desvían la sangre alrededor del hígado hacia la circulación sistémica
permiten que las sustancias tóxicas absorbidas desde el tubo digestivo circulen
libremente hacia el cerebro. El amoníaco, un subproducto del metabolismo de las
proteínas, es una de las principales sustancias tóxicas que causan la encefalopatía
hepática. El hígado normal transforma el amoníaco en urea, que excretan los riñones.
Cuando el hígado falla, el amoníaco se transporta al cerebro. También pueden
acumularse en la sangre ácidos grasos de cadena corta, serotonina, triptófano y falsos
neurotransmisores, lo cual contribuye a la encefalopatía hepática.
El síndrome hepatorrenal se refiere a la insuficiencia renal concomitante con la
enfermedad hepática. Los riñones parecen normales, pero dejan de funcionar de forma
abrupta. Se expande el volumen sanguíneo, se acumulan los hidrogeniones y
sobrevienen alteraciones electrolíticas. Ocurre con más frecuencia en pacientes con
cirrosis alcohólica o hepatitis fulminante. La causa puede ser la acumulación de
sustancias vasoactivas que producen una constricción inadecuada de las arteriolas
renales, que lleva a la disminución de la filtración glomerular y oliguria. La
vasoconstricción también puede ser una respuesta compensatoria a la hipertensión portal
y a la acumulación de sangre en la circulación esplénica.
Complicaciones
Coma
Muerte
Signos y síntomas
Ictericia
Dolor o hipersensibilidad abdominal
Náuseas, anorexia, pérdida de peso
Hedor hepático
Fatiga
Prurito
Oliguria
Esplenomegalia
Ascitis, edema periférico
Varices de esófago, recto y pared abdominal
Tendencias hemorrágicas por trombocitopenia (secundaria a la acumulación de sangre en
el bazo), tiempo de protrombina prolongado (por la producción alterada de factores de
coagulación), petequias
Amenorrea, ginecomastia
Las complicaciones de la insuficiencia hepática incluyen hemorragia de varices y
gastrointestinal, coma y muerte.
SÍNDROME ICTÉRICO
La coloración amarilla en piel, mucosas y escleras, producido por el aumento de la bilirrubina
plasmática, se denomina ictericia. Concentración mayor a 2 mg/dL en los adultos, y mayor a
7 mg/dL en recién nacidos difunde a los tejidos, apareciendo la ictericia.
Ictericia pre-hepática
En estos casos existe un aumento de la bilirrubina en sangre, no conjugada, por lo que no
hay coluria. Hay coloración oscura de las heces fecales por acúmulo de estercobilinógeno.
Mecanismos. Los mecanismos por los cuales se genera son:
'Aumento de la producción de bilirrubina, como en los casos de hemólisis donde hay
destrucción excesiva de los eritrocitos o en caso de eritropoyesis ineficaz.
'Saturación de transporte de pigmento hacia el hígado secundario a estados de acidosis.
'Falta de glucuronización del pigmento, en casos de destrucción del parénquima hepático.
'Defectos genéticos como la enfermedad de Gilbert y Crigler Najjar.
'Por procesos inflamatorios hepáticos.
En el laboratorio se ve predominio de bilirrubina indirecta o no conjugada y las pruebas de
función hepática son normales.
Causas. Las causas más frecuentes de ictericia prehepática son:
'Hemólisis.
'Eritropoyesis ineficaz.
'Desórdenes hereditarios de glóbulos rojos como anemia de células falciformes, talasemia o
esferocitosis.
'Ictericia fisiológica neonatal, la que resulta de una hemólisis acelerada secundaria al
aumento de oxígeno disponible en el organismo y de un sistema hepático inmaduro para la
captación, conjugación y secreción de la bilirrubina. Esta puede penetrar la barrera
hematoencefálica produciendo Kernícterus.
'Síndrome de Crigler-Najjar que es la ausencia hereditaria de actividad de bilirrubina UDP-
glucuroniltransferasa en el hígado.
'Enfermedad de Gilbert que consiste en un trastorno benigno de la depuración hepática de la
bilirrubina, por defecto en su absorción por las células parenquimatosas del hígado.
Ictericia hepática
Es una ictericia hepatocelular que puede deberse a lesiones congénitas, algunas hereditarias
o a lesión celular directa del hepatocito:
Defectos congénitos en la producción de bilis. Ejemplo de ello son la colestasis intrahepática,
y el síndrome de Dubin-Johnson (o ictericia idiopática crónica), esta última es un defecto en
la secreción hepática de la bilirrubina conjugada en la bilis.
Síndrome de Rotor. Trastorno benigno y hereditario del hígado, caracterizado por una
hiperbilirrubinemia no hemolítica, crónica y predominantemente conjugada, con histología
hepática normal.
Lesión directa del hepatocito o en su maquinaria enzimática. Secundaria a medicamentos,
alcohol, virus, cirrosis, o cáncer del hígado.
Ictericia posthepática
Es la llamada ictericia obstructiva y se caracteriza por colestasia, esta última, se define como
interferencia con el flujo biliar o en su formación. El pigmento biliar pasa de la sangre al
interior de los hepatocitos como lo hace en forma habitual, pero existe una falla para excretar
la bilirrubina desde el hepatocito al duodeno, por patología a nivel de los conductos intra o
extrahepáticos o del colédoco. Funcionalmente produce disminución del flujo canalicular
generando así la acumulación de bilis en el hígado y las vías excretoras además de la
retención de productos excretados por el hígado. La principal característica bioquímica es el
aumento sérico de los ácidos biliares, en combinación con aumento de fosfatasa alcalina,
gamaglutamiltranspeptidasa (GGT). E5ta disfunción en el metabolismo de los ácidos biliares,
a menudo se acompaña de alteración en el metabolismo de la bilirrubina (ictericia).
Este diagnóstico se hace con valores de bilirrubina directa mayores de 2 mg/dL o por una
bilirrubina directa mayor del 15% de la bilirrubina total. Al ser bilirrubina conjugada, no hay
coloración en materia fecal (acolia) y hay coloración excesiva en orina (coluria).
Los síntomas y signos clínicos de la colestasia derivan de la acumulación de sustancias
habitualmente que son excretadas en la bilis, en el hígado, la sangre y otros tejidos, y de la
mala absorción de grasas y vitaminas liposolubles por disminución de ácidos biliares en el
intestino delgado. La patología biliar, y los síndromes colestásicos se desarrollan en la
sección de patología biliar.
Pruebas de función hepatobiliar.
En la mayoría de los casos, la anamnesis y exploración física aportan información clave
sobre la función hepática. Las pruebas diagnósticas ayudan a evaluar la actividad del hígado
y el grado de daño que presenta el órgano. Las pruebas de laboratorio se utilizan con
frecuencia para valorar la función hepática y confirmar el diagnóstico de hepatopatía. Las
pruebas de función hepática, que incluyen las concentraciones séricas de enzimas hepáticas,
se usan para facilitar el diagnóstico de la enfermedad, diferenciar entre los distintos
trastornos, determinar la gravedad del padecimiento existente y vigilar las respuestas al
tratamiento establecido. Los valores elevados en las pruebas de enzimas séricas suelen
indicar la existencia de lesión hepática antes que otros indicadores de la función hepática.
Las enzimas clave son la aminotransferasa de alanina (ATL) y la aminotransferasa de
aspartato (ATS), que se encuentran en todos los hepatocitos. La ATL es específica del
hígado, en tanto que la ATS deriva de órganos distintos al hígado. En la mayor parte de los
casos de daño hepático existen incrementos paralelos de la ATL y la ATS. El aumento más
radical se observa en los casos de lesión hepatocelular aguda, como sucede en la hepatitis
viral, la lesión hipóxica o isquémica, la lesión tóxica aguda o el síndrome de Reye. La
capacidad de síntesis del hígado se refleja en las mediciones de las concentraciones de
proteínas séricas y el tiempo de protrombina (es decir, síntesis de factores de la
coagulación). La hipoalbuminemia secundaria a la depresión de la síntesis puede complicar
la hepatopatía grave. Suelen presentarse insuficiencias de los factores de la coagulación V y
los dependientes de la vitamina K (II, VII, IX y X). La bilirrubina sérica, la
gammaglutamiltransferasa (GGT), la 5’-nucleotidasa y la fosfatasa alcalina miden la función
excretora del hígado. La fosfatasa alcalina y la 5’-nucleotidasa se identifican en las
membranas ubicadas entre los hepatocitos y el conducto biliar, y son liberadas por trastornos
que afectan al conducto biliar. La GGT se localiza en el retículo endoplásmico de los
hepatocitos y en las células epiteliales del conducto biliar. Se cree que participa en el
transporte de los aminoácidos y los péptidos hacia el interior de los hepatocitos. La
cuantificación de la GGT puede resultar útil para el diagnóstico de consumo excesivo de
alcohol y es un indicador de enfermedad hepatobiliar. La ecografía aporta información sobre
el tamaño, la composición y el flujo sanguíneo del hígado. Ha sustituido en gran medida a la
colangiografía para la detección de litos en la vesícula biliar o el árbol biliar. La tomografía
computarizada (TC) aporta información similar a la que se obtiene con la ecografía. Las
imágenes por resonancia magnética (IRM) han probado ser útiles en algunos trastornos. La
angiografía selectiva de las arterias celíaca, mesentérica superior o hepática, puede utilizarse
para visualizar la circulación hepática o portal. Una biopsia hepática constituye un medio para
analizar el tejido hepático sin cirugía. Existen varias técnicas para obtener tejido hepático:
biopsia hepática percutánea, que recurre a una aguja para succión, corte, o corte de carga
con resorte; biopsia hepática laparoscópica, y biopsia con aguja fina, que se lleva a cabo con
guía ultrasonográfica o con TC15. El método a utilizar depende del número de especímenes
que se requiere y de la cantidad de tejido necesario para la evaluación. La biopsia hepática
laparoscópica constituye un medio para examinar las masas abdominales, evaluar la ascitis
de causa desconocida y realizar el estadiaje de los cánceres hepáticos.
PANCREATITIS
La pancreatitis es una inflamación del páncreas que se presenta en dos formas: aguda y
crónica, y puede deberse a edema, necrosis o hemorragia. En los hombres, esta enfermedad
se asocia frecuentemente con el alcoholismo, los traumatismos o una úlcera péptica, y
conlleva un mal pronóstico. En las mujeres, se relaciona con enfermedad de las vías biliares
y tiene un buen pronóstico. La mortalidad en la pancreatitis con necrosis y hemorragia es tan
alta como del 60%.
Etiología
Enfermedad de las vías biliares
Alcoholismo
Estructura anómala del órgano
Trastornos metabólicos o endocrinos, como concentraciones altas de colesterol o
tiroides hiperactiva
Quistes o tumores pancreáticos
Úlceras pépticas penetrantes
Traumatismo contundente o quirúrgico
Fármacos, como glucocorticoides, sulfonamidas, tiazidas, anticonceptivos
hormonales, antiinflamatorios no esteroideos
Insuficiencia o trasplante renal
Estudio endoscópico de conductos biliares y páncreas
Infección
Fisiopatología
La pancreatitis aguda se presenta en dos formas: edematosa (intersticial) y necrosante. La
pancreatitis edematosa ocasiona acumulación de líquido y edema. La pancreatitis necrosante
causa muerte celular y daño tisular. En ambos tipos, la activación inadecuada de las enzimas
causa daño a los tejidos.
Por lo general, los ácinos del páncreas secretan enzimas de forma inactiva. Dos teorías
sugieren por qué las enzimas se activan de manera prematura:
Un producto tóxico, como el alcohol, puede alterar la manera en que el páncreas
secreta las enzimas. Probablemente el alcohol aumenta la secreción pancreática,
altera el metabolismo de las células acinares y favorece la obstrucción del conducto,
causando que las proteínas secretoras pancreáticas se precipiten.
Puede ocurrir la autodigestión cuando el contenido duodenal con enzimas activadas
refluye hacia el conducto pancreático, activando otras enzimas y estableciendo un
ciclo de mayor daño pancreático.
En la pancreatitis crónica, la inflamación persistente produce cambios irreversibles en la
estructura y función del páncreas. A veces sigue a un episodio de pancreatitis aguda. Los
precipitados de proteínas bloquean el conducto pancreático y eventualmente se endurecen o
calcifican. Los cambios estructurales conducen a fibrosis y atrofia de las glándulas. Las
proliferaciones llamadas seudoquistes contienen enzimas pancreáticas y detritos de tejidos.
Si se infectan los seudoquistes, se forma un absceso.
La pancreatitis daña los islotes de Langerhans y puede presentarse la diabetes mellitus. La
pancreatitis grave repentina causa hemorragia masiva y destrucción total del páncreas, que
se manifiesta como acidosis diabética, choque o coma.
Complicaciones
Diabetes mellitus
Insuficiencia respiratoria
Derrame pleural
Hemorragia gastrointestinal
Absceso pancreático
Cáncer de páncreas
Signos y síntomas
Dolor epigástrico
Piel marmórea
Hipotensión
Taquicardia
Derrame pleural izquierdo
Estertores basales
Distensión abdominal
Náuseas y vómitos
Signo de Cullen
Signo de Turner
Esteatorrea
En crisis grave: vómitos persistentes, distensión abdominal, actividad intestinal
disminuida, estertores en las bases pulmonares, derrame pleural izquierdo
Pruebas diagnosticas
Se le realiza anamnesis al paciente y se complementa con:
Resultados de las pruebas diagnósticas
Concentraciones de amilasa y lipasa séricas elevadas.
Pruebas de glucosa en sangre y orina: glucosuria e hiperglucemia transitorias. En
pancreatitis crónica: concentraciones de glucosa sérica elevadas de forma transitoria.
Leucocitosis.
Bilirrubina sérica: elevada en pancreatitis aguda y crónica.
Puede disminuir la concentración de calcio de la sangre.
Los análisis de heces muestran concentraciones altas de lípidos y tripsina en la
pancreatitis crónica.
Las radiografías de abdomen y tórax permiten detectar derrames pleurales y
diferenciar de afecciones que causan síntomas similares; se pueden detectar cálculos
pancreáticos.
La ecografía y la tomografía computarizada muestran un páncreas aumentado de
volumen con quistes y seudoquistes.
La colangiopancreatografía retrógrada endoscópica identifica anomalías del sistema
de conductos (calcificación o estenosis) y ayuda a diferenciar de otros trastornos,
como el cáncer pancreático.