Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

La Fablilla Delsecreto Bien Guardado

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 4

IE: “NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA”- CHICLAYO Prof.

Daniel Sánchez Área: comunicación


LA FABLILLA DELSECRETO BIEN GUARDADO

Autor: Alejandro Casona

Cocina de aldea. La tina para la colada, el hogar, el JUANELO.- Fui.


horno, un arcón de roble, un montón de sacos y, BRUNO.- No hacía falta más.
colgados en espigones de madera, alforjas y atalajes. BRUNO.- (Entrando de lleno al tono confidencial). ¿Y
Es mediodía. Se oye el reloj de la iglesia dando las cuándo ocurrió la cosa , al ir o al volver?
doce. JUANELO.- Muy preguntador está hoy, padre.
(JUANELO, pálido y nervioso, aparece en la puerta. BRUNO.- Y tú muy poco contestador.
Mira hacia atrás como temiendo que alguien le siga. JUANELO.- Será que tengo la cabeza en otra parte.
Entra escondiendo bajo el brazo un envoltorio BRUNO.- Será. (Beben en silencio. JUANELO se sienta
disimulando entre otras cosas. Llama tres veces en pensativo. El padre le da una palmada cariñosa y se
voz alta y espera conteniendo el aliento.) sienta a su lado.) Vamos, hijo, suéltalo de una vez…
JUANELO.- ¡Leonela!...¡Leonela!...¡Leonela! ¿Qué te ocurrió esta mañana?
(Tranquilizado al sentirse solo, deja el envoltorio y JUANELO.- ¡Padre!...
corre a cerrar la puerta y ventana. Después busca un BRUNO.- Por lo visto es grave.
lugar donde esconderlo) (Llaman a la puerta. Juanelo, JUANELO.- Tanto que desde esta mañana a las diez no
sobresaltado, corre a esconder su tesoro entre unos sé si soy el hombre más feliz del mundo o si esta
sacos. Lentas campanadas se oyen en la iglesia. misma noche me voy a colgar de un árbol.
Llaman de nuevo más fuerte.) ¡Voy!... BRUNO.- Dios te perdone el mal pensamiento. ¿Qué te
VOZ DE BRUNO.- ¡Ah de la casa! ocurrió esta mañana?
JUANELO.- ¡Voy!...¡Voy! JUANELO.- M e levanté al rayar el alba, como siempre,
(Abre. Entra Bruno, viejo campesino. Colgados a un y me fui a cavar la viña. Serían las cinco…
hombro la escopeta y el zurrón de caza; al otro una BRUNO.- Por tu alma rapaz, ahórrame esas cinco
red.) horas. ¿Qué pasó a las diez?
BRUNO.- ¡Novedad grande es esta! ¿Desde cuándo se JUANELO.- Sonando estaban en el reloj de la iglesia
cierra con llave la casa de un pobre? cuando de repente, siento que la azada tropieza en
JUANELO.- Habrá sido Leonela al salir. una cosa dura. ¿Una piedra? ¡Sí, sí, piedra!... otro
BRUNO.- ¡Por San Fabricio que sería cosa de ver! ¿Tu golpe y veo una cosa que relumbra. ¿Un vidrio? ¡Sí, sí,
mujer sale y deja la casa cerrada por dentro? vidrio!... miro y remiro, me agacho y escarbo, toco,
JUANELO.- Se habrá corrido la llave. vuelvo a mirar… ¡Dios de Dios! ¡Creí que me caía
BRUNO.- ¿Ella sola? ¿Y con dos vueltas? redondo! Que no puede ser, que sí puede ser… ¡Y era,
JUANELO.- Pues habré sido yo sin pensar. padre!... ¡era!
BRUNO.- ¿Por qué? ¿Has cometido algún crimen? BRUNO.- ¿Era?
Porque miedo a los ladrones no será. JUANELO.- ¡Era!
JUANELO.- (Impaciente) ¡Basta, padre! Si cerré o no BRUNO.- Pero ¿qué era, maldito?
cerré que el demonio me lleve si me di cuenta. Y JUANELO.- ¡Un tesoro! ¡Un cofre lleno de alhajas y
quede aquí la cosa. (Huye la mirada) ¿De caza o de monedas de oro!
pesca? BRUNO.- ¡Bendito San Antón! ¿De modo que te cae
BRUNO.- Todo junto. Cuando yo tenía tu edad y salía una fortuna del cielo y piensas colgarte de un árbol?
con la escopeta, saltaba la trucha; cuando salía con la JUANELO.-E n un primer momento, no. Solo me vi
red, saltaba la liebre. Ahora ya soy perro viejo y juego como me quisiera: una casa propia con barandales al
a los dos paños para acertar. río, la mesa grande con manteles y convidados, y un
JUANELO.- ¿Cayó algo? caballo con borlas escarlatas para la feria de San
BRUNO.- Algo. En el brezal está la liebre, que está Gandolfo. Pero pronto se acabaron mis glorias y
pidiendo a gritos un arroz, y en el río esta trucha, que empezaron las cavilaciones.
dará sus tres libras de escabeche. Con una buena BRUNO.- En eso no andas descaminado, que fortuna
hogaza y dos cuartillos por barba, mañana será otro encontrada pide secreto; y dinero en casa de pobre y
día. (Mostrando su liebre) ¿Qué me dice de este amor en ojos mozos, pronto se dan a entender.
ejemplar? Ni la sobrina del cura es más rolliza. JUANELO.- A eso iba yo. Si la cosa quedara entre
JUANELO.- (Ajeno) No está mal. nosotros, ahí me las den todas. Pero ¿qué va a ser de
BRUNO.- Escaso andas de palabras. Y de color ¿No te mí cuando lo sepa todo el mundo?
sientes bien? BRUNO.- ¿Y por qué tiene que saberlo todo el mundo?
JUANELO.- No es nada… ¿Otro vaso? ¿Te vio alguien con el cofre?
BRUNO.- ¿Por qué dices otro si es el primero? JUANELO.- Nadie.
JUANELO.- Creí (Sirve. La botella tintinea en el vaso) BRUNO.- ¿Entonces?...
¿Qué mira tan fijo? JUANELO.- ¿Soy yo acaso el único detrás de mi
BRUNO.- El pulso. puerta? Demasiado conoce usted a mi mujer: ¡larga la
JUANELO.- ¿No está firme? lengua como la sombra de un pino por la tarde!
BRUNO.- Si fueras sacristán, bueno para repicar. Saberlo ella y saberlo el pueblo entero, tod es uno y lo
(Bebe, dejando caer las palabras, mientras lo mismo.
observa). ¿No habías ido a la viña? Bruno.- pero esta vez callará. Dile que cosa de vida o
muerte.
JUANELO.- Como si dijera misa. Secreto en su boca, JUANELO.- ¡Yo no fui!... ¡Yo no sé nada!...
agua en una cesta. BRUNO.- ¡Basta, repito! ¡Quieto! (Lo sujeta fuerte y le
BRUNO.- Ruégale de rodillas. da una bofetada. Juanelo reacciona calmándose)
JUANELO.- Se reirá de pie. Perdona.
BRUNO.- Cósele la boca. JUANELO.- De nada, padre... Gracias.
JUANELO.- Lo contará por señas. BRUNO.- ¿Sabes lo que te digo, hijo? Por tu bien, coge
BRUNO.- ¡Pégale! ahora mismo ese maldito cofre, vuelve a enterrarlo
JUANELO.- ¡Es más fuerte que yo! donde estaba, y aquí paz y después gloria.
BRUNO.- Pues si no puedes con tu mujer, no hay más JUANELO.- ¿Renunciar yo a mi tesoro? Primero me
que una solución: la primera que debiste pensar. No arrancarían la uña de la carne. Hay que pensar algo
se lo digas a ella tampoco. antes que llegue mi mujer. (Se la oye cantar
JUANELO.- ¿Y las narices? acercándose) ¡Y pronto, que ya está ahí!
BRUNO.- ¿Qué narices? BRUNO.- Buena me has dejado la cabeza para pensar
JUANELO.- ¡Se lo huele desde lejos! Solo una vez la nada.
engañe en la vida, con la panadera… ¡Y no hice más JUANELO.- ¡Una idea, padre! ¡Cien escudos de oro por
que volver a casa y por el olor me sacó la torta! una idea! BRUNO.- Allá tú y ella con su negocio. A mí
BRUNO.- Entierra el cofre en el sótano. pocos años me quedan ya de ser pobre, y con mi
JUANELO.- Tiene ojos de zahorí. liebre y mi trucha tengo bastante por hoy. (Se
BRUNO.- ¡Arráncale los ojos! dispone a salir. Juanelo repite como obseso.)
JUANELO.- ¡Tiene una vela en cada dedo! JUANELO.- Una liebre, una trucha..., una trucha, una
BRUNO.- ¡Mátala de una vez! liebre... Liebretrucha..., trucha-liebre..., liebre-
JUANELO.- ¡Esa es de las que vuelven! No hay trucha... (Lanza un grito de júbilo, le abraza y retoza
salvación, padre: una soga y un árbol…, una soga y un como un corzo) ¡Gracias, padre! ¡Cuente con los cien
árbol… escudos!
BRUNO.- Calma, hijo, calma. Pongámonos en lo peor: BRUNO.- ¿Qué quieres decir?
que tu mujer se entera y lo publica a los cuatro JUANELO.- Que estamos salvados. ¡Pronto! Ayúdeme
vientos. A fin de cuentas, ¿qué te puede pasar? a cambiarlas de sitio: la liebre en la red y la trucha en
JUANELO.- ¿Y usted me lo pregunta? ¡Ay, padre, y qué el zurrón.
poco conoce el mundo a pesar de sus años! Por lo BRUNO.- (Mientras lo hacen) ¿La liebre en la red?
pronto, como la viña sólo es mía en arriendo, el dueño JUANELO.- En la red.
me pondrá pleito. Los vecinos, por si hay más cofres, BRUNO.- ¿Y la trucha en el zurrón de caza?
excavarán las tierras por la noche arruinándome la JUANELO.- En el zurrón. ¡Pronto!
cosecha. Los amigos me pedirán; los que me deben no BRUNO.- ¿Has perdido el juicio?
me pagarán; los que me prestaron me reclamarán... Y JUANELO.- Nunca lo tuve más claro. Ahora, déjeme
entre tanto, el notarlo, que levanta escritura; el solo con ella. ¡Y silencio, por Dios!... ¡Silencio!
escribano, que me llena la casa de tinta vaciándomela (Bruno sale pasmado. Juanelo se santigua rápido y se
de vino... ¿Terreno valorado?, más contribuciones. sienta junto a la lumbre en actitud de profunda
Palabra que se te escape, legajo nuevo... Exhorto que meditación. Entra Leonela con un gran cesto de ropa
entra, jamón que sale... Y el pleito que no se acaba, y que empieza a disponer seguidamente para la colada
embargos para responder, y alguaciles vienen y sin reposar un momento. Movimiento y reniego son
testigos van... sus dos modos habituales de expresión.)
BRUNO.- No hay mal que cien años dure. Ganarás el LEONELA.- ¡Malos años, marido! Siempre sentado,
pleito. como San Alejo en la escalera. Bien dicen que el que
JUANELO.- Y con eso, ¿qué? Ahí están las partijas: la nace redondo no muere cuadrado. Por el siglo de mi
mitad, para el dueño del terreno; el tercio, para el madre que si en vez de seguir mi gusto hubiera
Fisco; el quinto, para el Rey; el diezmo, para el seguido sus consejos no me vería ahora como me veo:
convento... Quite gabelas y alcabalas, y lo que sobre, lavando ropa ajena para remendar la propia. ¡Y qué
si sobra, para ayuda de costas. ¡Eso sino ocurre lo ropa, Virgen santa! ¡Roña roñosa, tiña tiñosa,
peor! zarrapastrosa! Miren las sábanas del alcalde, con más
BRUNO.- ¿Peor todavía? ventanas que el ayuntamiento un día de fiesta. Y las
JUANELO.- Que entre todos encuentren pequeña la camisas de la boticaria, que bien podía ahorrar
tajada y me acusen de ocultación. ¿Defraudación jubones de terciopelo y tapar mejor sus vergüenzas...
pública? Proceso criminal. ¿Que confieso?, incautación. y las de su casa. ¡Las de su casa, sí!, por la sobrina lo
¿Que no confieso?, tormento. Item más: los peritos digo, que esta mañana le dio un desmayo en la
sentenciarán que el tesoro es de moros, judíos o fuente; ella dice que del vientre vacío, pero no me
paganos. ¡Excomunión! Suma y sigue: el defensor dirá sorprendería lo contrario, que anda muy quebrada de
que soy inocente, y cobrará; el Fiscal dirá que soy color desde que pasó la tropa por el pueblo, va para
culpable, y cobrará; el Obispo cobrará, sin decir siete meses. Con otros dos, lo que sea sonará. ¡Vaya
nada... ¡Ah, padre de mi alma, el dineral que me va a si sonará! ¡Tanto rendibú..., tanto mírame-y-no-me-
costar ese tesoro, si no me cuesta la honra y el toques, Y pon la zurda..., je, mosquita muerta? ¿Y
pellejo! estos andularios? ¿No parecen toca de viuda o
BRUNO.- ¡Basta, cuerpo de Dios, basta de desatinos! balandrán de clérigo? Pues son los calzones blancos de
JUANELO.- Le juro que es el Evangelio. ¿No oye Simoneto; que, después de todo, no sé por qué se
pasos? ¿Quién va? (Frenético) ¡No hay nadie en queja tanto: si a la vaca se la partió un rayo, su mujer
casa!... ¡Nadie..., nadie!... parió mellizos, y váyase lo uno por lo otro. De la Casa
BRUNO.- ¡Juanelo! de las Siete Cuñadas no quise tomar faena, por si
acaso, que andan con la viruela loca. ¡Loca tenía que LEONELA.- Una trucha.
ser para meterse en semejante infierno! ¡Cueva de JUANELO.- ¡Una liebre!
escorpiones! A la mayor la mordió un perro, y ¿quién LEONELA.- ¡No!...
dirás que se volvió rabioso? ¡El perro! Eh, contigo JUANELO.- Eso pensé yo al principio: ¡no!... Pero miro
hablo, marido. ¿Te has quedado mudo o tan poco soy y remiro y vuelvo a mirar, y no hay vuelta de hoja:
que ya ni la palabra merezco. ¡una liebre!
JUANELO.- (Solemne) No me turbes ahora. Cosas más LEONELA.- ¡Madre de Dios Soberana! ¿No habrías
altas tengo yo en qué pensar. bebido, Juanelo?
LEONELA.- Pues piensa, hijo, piensa. Y sobre todo, JUANELO.- Más fresco estaba que una madrugada.
piensa sentado, que así nos luce el pelo. Asunta la de Imagínate cómo me quedé, que si me pinchan no me
la Fragua, que fue criada en casa de mi madre, con sale gota. Sigo caminando sin saber qué pensar; llego
mantilla de blonda; Sandra la del Mesón, que empezó al bosque, veo una cosa que corre entre las matas, me
fregando platos, comprándose un olivar... ¡y yo, que echo la escopeta a la cara, disparo... ¿y qué dirás que
nací señora, lavando para las dos! ¡Vivir para ver! mato?
¿Pero de qué me quejo si yo misma me lo busqué? LEONELA.- ¡Otra liebre!
Cuatro pretendientes ricos tuve, con el pobre me fui a JUANELO.- ¡Una trucha!
estrellar, y miren cómo me lo paga; sentado todo el LEONELA.- Ánimas del Purgatorio! ¿Una trucha en el
santo día, y roncando toda la santa noche..., ¡que bosque? ¿No estarías soñando?
roncando te vea yo en los infiernos por los siglos de JUANELO.- ¿Tengo cara de sueño? ¿No me ves
los siglos, amén! temblando como una vara verde?
JUANELO.- No reniegues, mujer, y menos un día como LEONELA.- Pero entonces, Juanelo, entonces..., ¡era
hoy. Si supieras lo que me ha pasado esta mañana un aviso del cielo!
estarías sin habla y de rodillas. JUANELO.- Lo mismo pensé yo: «¡Arrodíllate,
LEONELA.- ¿A ti te ha pasado algo? ¿A ti? Más vale miserere, que la mano de Dios está sobre tu cabeza!».
tarde que nunca. ¿Y qué fue, si puede saberse? Caigo de rodillas rezando el «Yo Pecador», me agacho
JUANELO.- No pensaba decírtelo, pero es demasiada a besar la tierra, cuando, de repente, allí mismo,
carga para mi conciencia. delante de mis ojos veo una cosa que relumbra...
LEONELA.- (abandona su trabajo interesada) ¡Eso LEONELA.- ¡Una espada de fuego!
faltaba! Para una vez que tienes algo que contar, JUANELO.- ¡Un tesoro, Leonela! ¡Un cofre repleto de
¿pensabas comértelo tú solo? Habla, bendito de Dios, alhajas y monedas contantes y sonantes!
habla. LEONELA.- (Se levanta de un salto, pálida,
JUANELO.- Cierra puerta y ventana. Si alguien nos oye estremecida) ¡Ah, no, no, no y no! Lo de la liebre...
estamos perdidos. pase. Lo de la trucha... pase. ¡Pero un tesoro! ¡Tú
LEONELA.- (Cerrando y cambiando el tono, inquieta) quieres matarme de una alferecía! ¿De verdad no me
¿Tan grave es la cosa? engañas?
JUANELO.- Tanto, que todavía me tiemblan las carnes JUANELO.- ¿Necesitas pruebas, mujer de poca fe?
al recordarlo. (Mientras busca su cofre) Mira esa red. ¿Qué ves ahí?
LEONELA.- No me asustes, marido. ¿Un mal LEONELA.- ¡Ciega me quede si no es una liebre!
encuentro? ¡Me lo imaginé! ¿No? ¿Un robo?... ¡Me lo JUANELO.- Mira ahora ese zurrón de caza. ¿Qué ves?
daba el corazón! ¿Tampoco? ¿Una muerte?... ¡Tenía LEONELA.- ¡Muerta me caiga si no es una trucha!
que ser! ¡Ay, pobre viuda, ay pobres huérfanos!... ¡Y JUANELO.- (Volcando su tesoro sobre la mesa) ¿Y
esa madre..., esa madre!... esto? ¿Son sueños de mal vino esto?
JUANELO.- ¿Qué madre? LEONELA.- (Deslumbrada) ¡Oro, ajorcas, collares!...
LEONELA.- La del muerto. ¡Ay, Juanelo de mis pecados, que yo me vuelvo loca
JUANELO.- ¿Qué muerto? de alegría! (Le abraza y le besa sonoramente) ¡Mi
LEONELA.- ¿No lo mataron? maridito querido! ¡Siempre dije yo que en el mundo,
JUANELO.- ¡Si te callaras una vez! Ni robo, ni sangre, de arriba abajo no había hombre como el mío!
ni muerto. Lo que a mí me pasó fue un milagro. Mejor JUANELO.- Calma, mujer, calma; y baja la voz. Por lo
dicho, tres: ¡tres milagros seguidos delante de estos que más quieras, júrame que, pase lo que pase, nadie
ojos pecadores! sabrá una palabra de esto. ¡Júralo!
LEONELA.- ¡Alabado sea el Santísimo! ¿Quieres LEONELA.- ¡Por la memoria de mi madre, que cien
burlarte? años me espere, amén! (Revolviendo el tesoro como
JUANELO.-¡Por mi salvación te lo juro! ¿Tienes fe, almorzadas de trigo) ¡Ay, qué rubio color de toronjas!
Leonela? ¡Ay, qué retintín de campanas de gloria! ¡Oro..., oro...,
LEONELA.- De cristianos viejos vengo. oro...! (Se oye repicar el aldabón de la puerta)
JUANELO.- Pues santíguate tres veces y prepárate a JUANELO.- ¡Dios nos ampare! ¿Habrán oído?
oír lo que nunca imaginaste. LEONELA.- (Recogiendo rápida) ¡Corre a enterrarlo en
LEONELA.- ¡Por tu alma, que reviento! Rompe ya de el sótano! ¡Ciérrate con siete llaves! ¡Siéntate encima!
una vez. (Se sienta a ¡Si hay peligro, de aquí no pasan! ¡Pronto! (Más
su lado, anhelante) aldabonazos y voces de las vecinas llamando) VOCES.-
JUANELO.- Despacio, que a eso voy. Esta mañana me ¡Leonela! ¡Leonela!... (Juanelo sale con el cofre.
levanté temprano para ir a la viña; como queda lejos, Leonela se domina con esfuerzo y respira hondo) ¿No
y por si algo saltaba de camino, me eché a un hombro hay nadie en esta santa casa? ¡Leonela!
la red y al otro la escopeta. Llego al río, veo una LEONELA.- ¡Ya va! ¡Ya va! (Abre. Entran Asunta,
sombra que se mueve en el agua, tiro la red... ¿y qué Sandra y Liseta, con grandes cestos de ropa) Buen
dirás que pesco? día, vecinas. ¿A qué viene tanto repicar en casa ajena?
ASUNTA.- Como tardabas en abrir... Dios está sobre tu cabeza...» y de repente, allí mismo,
SANDRA.- ¿Estabas ya durmiendo la siesta? el bendito milagro. ¿Se ha agachado alguna vez tu
LEONELA.- Buenos están los tiempos para dormir. Muy marido a besar la tierra y ha encontrado un tesoro
cargadas vienen las tres. Y a buen seguro que regalos delante de sus ojos?
no son. SANDRA.- ¡Un tesoro! ¿Y en mitad del campo?
ASUNTA.- Trabajo, que es el regalo del pobre. Yo LEONELA.- (Exaltada) ¡Pues el mío, sí; el mío, sí! El
cuatro camisas y ocho sábanas. Trátalas con cuidado, mío, ¡sí!
que son de hilo portugués. LISETA.- ¿Se te ha vuelto el juicio?
LEONELA.- Podías ahorrarte el consejo. ¿O crees que ASUNTA.- ¡No le lleven la contraria, que es peor!
no sé lo que son sábanas de hilo, yo que nací entre LEONELA.-Un cofre de hierro..., montones de oro...,
holandas? pendientes, ajorcas, brazales... ¿Qué valen ahora tu
SANDRA.- Yo dos mudas completas y el mantel grande olivar y tu reclinatorio? ¿No dicen que el que ríe mejor
de fiesta. es el que ríe el último? ¡Pues miren cómo se ríe la
LEONELA.- Portugués también, ¿verdad? Madopolán, y última! (Ríe desgañitada y nerviosa. Las vecinas
gracias. retroceden espantadas) ¿Qué?, ¿por qué me miran
LISETA.- Y yo el ajuar de Petruca. Mojar y planchar así? No me creen, ¿verdad?
nada más. ¿Estará para el domingo? SANDRA.- Por qué no mujer, si todo lo que has dicho
LEONELA.- (reticente) Allá veremos. es lo más natural del mundo.
LISETA.- ¿Cómo, veremos? Tiene que estar. ASUNTA.- Acuéstate, Leonela..., descansa.
LEONELA.- Paciencia, hija; si no es para éste será para LEONELA.- ¿Necesitan pruebas palpables? Pues un
el que viene, y si no, para el domingo de Ramos. momento que en seguida vuelvo. (Derriba a puntapiés
LISETA.- Pero la boda no puede esperar. los cestos) ¡Fuera la sarna sarnosa! ¡Fuera la tiña
LEONELA.- ¿Y a mí qué? ¿Soy yo acaso la novia o la tiñosa! Se acabó la pobre Leonela. ¡Paso a la señora
madrina? ¿Te acordaste siquiera de mí para Leonela! ¡La última..., ja, ja..., la última! (Sale erguida
convidarme? con su risa estridente)
LISETA.- La verdad, no lo pensé. SANDRA.- ¡Ay, Señor, Señor, quién lo había de
LEONELA.- ¡Naturalmente! Los pobres están bien para pensar! ¡Una mujer que parecía tan sana!
servir a la mesa; para sentarse, no. LISETA.- Soberbia y pobreza son malas compañeras.
ASUNTA.- Pero, hija, ¿qué mal de repente te dio hoy ASUNTA.- Siempre dije yo que tenía que terminar así.
que todo te enfada? ¡Castigo de Dios!
LEONELA.- Que ya estoy harta de ser la última y que (Se santiguan las tres y recogen apresuradamente sus
todos me empujen. La pobre Leonela al río, la pobre cestos)
Leonela al molino, la pobre Leonela al horno... ¡Y se SANDRA.- No dejen la ropa, que es capaz de
acabó la pobre Leonela! ¿Lo oís? Señora nací, a mi quemarla. Hay que contar esta novedad en la plaza.
señorío me vuelvo... ¡y al que le pique, que se rasque! LISETA.- Y en el mercado.
SANDRA.- Siempre con tus manías de grandeza. ASUNTA.- Y en la fuente. ¡Vamos, vamos! (Entran
LEONELA.- ¿Manías, eh? ¡Verdades como puños! ¿Ves Bruno y Juanelo con aire de haber escuchado)
estas manos cortadas del agua? ¡De marfil las has de JUANELO.- ¿Porqué tanta prisa? ¿Pasa algo,
ver, como las de una abadesa; y con más sortijas que comadres?
la reina de Nápoles! ASUNTA.- Nada, Juanelo. Cuida a tu mujer... La pobre,
ASUNTA.- ¿Esperas un milagro? con tanto trabajo...
LEONELA.- ¿Y por qué no? ¿No fuiste tú criada en casa SANDRA.- Paños fríos, caldo de gallina, y reposo,
de mi madre y ahora pagas reclinatorio de terciopelo mucho reposo.
en la misa mayor? ¿No empezaste tú fregando platos y LISETA. -Si algo necesitas ya sabes dónde estamos.
ahora tienes un olivar? Adiós, vecino.
SANDRA.- Nadie me lo regaló, sino el trabajo de mi LAS TRES.- ¡Pobre Juanelo! ¡Pobre Leonela! (Salen
marido. haciéndose cruces)
LEONELA.- Tu marido, tu marido... ¡Qué manera de BRUNO.- Ahora sí que la has armado buena. Todo el
llenarse la boca con la palabra, como si fuera la única pueblo la señalará con el dedo; los rapaces la
casada por la Iglesia! ¿Y qué tiene el tuyo que no perseguirán a pedradas. ¿Te das cuenta de lo que has
tenga el mío? ¿Ha pescado alguna vez tu marido una hecho?
liebre en el río? JUANELO.- (Triunfal) Lo más grande, padre. Más que
SANDRA.- ¿Una liebre en el río? ¡Sería cosa de ver! pescar una liebre en el río; más que cazar una trucha
LEONELA.- Pues el mío, sí. Mírala en esa red. en el bosque. ¡He conseguido que mi mujer guarde un
LAS TRES.- (Riendo) ¡Una liebre en el río..., una liebre secreto! No hay secreto mejor guardado que el que
en el río! nadie quiere creer. (Desperezándose feliz) ¡Y ahora, a
LISETA. -Pero, Leonela, ¿a qué viene esta burla? dormir tranquilo!
LEONELA.- Nada de burlas. ¿Y el tuyo? ¿Ha cazado
alguna vez tu marido una trucha en el bosque?
LISETA.- Bien seguro que no. Así termina la Fablilla.
LEONELA.- Pues el mío, sí. Mírala en ese zurrón.
LAS TRES.- (Ríen) Una trucha en el bosque..., una
trucha en el bosque..., una trucha en el bosque...
ASUNTA.- Jesús mil veces. ¿Hablas en serio, vecina?
LEONELA.- ¡Y si fuera eso sólo! Pero lo más grande
vino después. «Arrodíllate, miserere, que la mano de

También podría gustarte