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¿Qué es el rapport?

Conoce las mejores


técnicas para generar una buena
relación

Escrito y verificado por la psicóloga Alicia Escaño Hidalgo.


Última actualización: 28 julio, 2021

La palabra rapport viene del francés rapporter  y significa literalmente llevar algo al


cambio. Si la centramos en la comunicación entre dos personas, alude a que  lo que una
persona envía a otra esta última se lo devuelve. En palabras más sencillas, el rapport
hace referencia a la vinculación entre dos o más seres humanos, a la sintonía psicológica
y emocional que se necesita para que puedan producirse cambios en alguna de las partes.

El rapport es una de las cuestiones más importantes en terapia y que en bastantes


ocasiones se pasa por alto. Se estima que un alto porcentaje de éxito en los tratamientos
psicológicos es debido a la buena alianza terapéutica o buen rapport entre terapeuta y
paciente.

La escuela , la evaluación psicológica previa o las técnicas puestas en marcha en el


curso del tratamiento son sumamente importantes de cara a la curación del paciente.
Sin embargo, no menos importante es establecer una buena relación con él, de manera
que este confíe plenamente en nosotros y se sienta motivado para enfrentarse al
tratamiento.

De nada sirve todo lo demás si no tenemos feeling  con nuestro paciente, ya que esto
repercutirá negativamente en el resto de variables: la persona dejará de asistir a la terapia,
no se comprometerá con las tareas entre sesiones, no estará motivado para alcanzar el
cambio y tampoco confiará en lo que le proponemos o indicamos como estrategias.

Por lo tanto, cuando hablamos de rapport terapéutico nos referimos al entendimiento


mutuo, a la actitud de colaboración y a la empatía  necesaria para que dos personas
puedan abordar un problema común y alcanzar los objetivos deseados. Es un elemento
terapéutico tan relevante que hoy en día ya se enseña a futuros terapeutas en las
universidades e incluso existen cursos especializados destinados a formar a los distintos
profesionales, sobre todo sanitarios, que van a tener un trato con otra persona que tiene
un problema que es preciso solucionar en colaboración.

Orígenes del rapport


La alianza terapéutica o rapport fue desarrollada a lo largo del siglo XX. Ya el conocido
psicoanalista Freud , en su trabajo de 1912 The Dynamics of  Transferencia,  planteó
la necesidad de que el analista tuviera un interés y una actitud comprensiva hacia su
paciente: el objetivo con esta “estrategia” era que la parte más saludable de este
estableciera una relación positiva con el analista.
Freud, en sus primeros escritos definió el afecto del paciente hacia el terapeuta como  una
forma beneficiosa y positiva de transferencia. Recordemos que para el psicoanálisis la
transferencia es la función psíquica mediante la cual el cliente transfiere sus
pensamientos y emociones inconscientes hacia otra persona, en este caso el terapeuta.

Este aspecto transferencial promovía la confianza, aceptación y credibilidad en las


interpretaciones del terapeuta, tal y como hemos explicado anteriormente. Sin
embargo, posteriormente se vio que no era la transferencia entendida como tal la que
generaba aquella confianza y clima de colaboración mutuo entre profesional y cliente, ya
que en ocasiones podían surgir malos entendidos en la relación y esto no era, en ningún
caso, positivo.

Fue Zetzel quien distinguió entonces entre transferencia y alianza terapéutica,


sugiriendo que la alianza era la parte no neurótica de la relación., lo que posibilitaba el
insight   o asimilación de los cambios terapéuticos.

Más adelante, el concepto de rapport o alianza fue incorporado por la mayoría de


escuelas terapéuticas, distanciándose de la lectura de transferencia que aportada el
contexto psicoanalítico. Según Rogers, padre de la escuela humanista junto a Abraham
Maslow, hay que prestar una especial atención a la calidad de la relación terapeuta-
paciente. Rogers  propuso entonces tres características fundamentales que debía
poseer el terapeuta: autenticidad, aceptación incondicional del paciente y
comprensión empática.

Según este autor, la probabilidad del progreso terapéutico dependería menos de la


personalidad del terapeuta y sus actitudes que del modo en que estas son experimentadas
por el paciente en la relación terapéutica. Para que el esta interpretación sea positiva, es
imprescindible que se sienta comprendido (que exista empatía) y aceptado sin
condiciones.

Posteriormente, Bordin, en los años 70, describirá las características comunes que


han de existir en la relación terapéutica en todas las escuelas . Este autor identificó
tres componentes que configuran el rapport: el acuerdo en las tareas, el vínculo positivo y
el acuerdo en los objetivos.
Técnicas para generar un buen rapport
Los dos pilares fundamentales sobre los que actualmente se asienta el rapport son la
confianza y la comunicación fluida. Cuando hablamos de comunicación fluida no
queremos decir que esta deba ser simétrica, sino que lo importante es que terapeuta y
cliente se entiendan a todos los niveles: verbal y no verbal.

La comunicación, en realidad, debe ser asimétrica, donde el paciente intervenga bastante


más que el terapeuta. Algunas técnicas que se han demostrado eficaces para establecer un
buen rapport son:

Escucha activa

Es una técnica sencilla a priori, pero que en muchas ocasiones nos cuesta llevar a
cabo. Se trata de escuchar lo que el paciente tiene que contarnos sin interrumpirle ,
con la predisposición de no hacer ningún juicio de valor, pero mostrando mediante gestos
y expresiones que estamos a su lado, escuchándolo atentamente, entendiendo lo que
quiere transmitirnos y empalizando con sus emociones .

Calidez
Para que exista un buen rapport, es sumamente importante que el terapeuta se
muestre cálido con su cliente. Un profesional puede conocer muchas técnicas y albergar
gran cantidad de conocimientos y tener mucha experiencia. Sin embargo, si no es cálido
con su paciente, todo esto no servirá de mucho.
Como hemos explicado antes, la persona no podrá confiar en su terapeuta, no es abrirá
del todo a él y, por lo tanto, mucha información no saldrá a la luz. Además, la falta de
confianza repercutirá directamente en el grado de compromiso del paciente con la
terapia: una baja confianza aumentará las posibilidades de que el paciente no haga las
tareas que el terapeuta le mande fuera de consulta.
Pensemos que estamos ante una persona que sufre por un problema vital o emocional,
por lo que la frialdad no ayuda en absoluto. Para promover la empatía y la aceptación
de la que hablaba Rogers, hay que ser cálido.

Empatía

Es obvio que ponernos en los zapatos de quien tenemos enfrente es indispensable si


queremos ayudarle. No importa que nuestro paciente sea una persona que sufre un
trastorno afectivo o sea un delincuente. Si vamos a tratar con él,  debemos ver el mundo
desde sus ojos, aunque no compartamos ni sus sentimientos ni creamos que sus
acciones sean correctas. Solo siendo empáticos generaremos confianza y podremos
ayudar a la persona.

Establecer confianza

Como hemos comentado, para el futuro de la terapia es muy positivo que el paciente  se
sienta confiado y a gusto cuando acude a las sesiones de terapia. Para generar confianza,
además de todo lo que acabamos de comentar, debemos de ser creíbles y además
parecerlo.

La persona ha de percibir que somos profesionales, que estamos correctamente


formados y actualizados y que, si en algún aspecto no fuese así, haremos lo posible por
dar respuesta a su demanda lo antes posible, bien derivando a otro profesional o bien
formándonos en ese aspecto concreto. De esta forma, el paciente confiará en que vamos a
poder ayudarle.

Buscar puntos comunes


Este punto hace referencia a la necesidad de centrar el foco de atención en intereses
comunes. En este caso, de encaminarnos hacia el objetivo terapéutico que se propuso
en un principio por parte del cliente. Es importante no desviarnos del tema y acabar
hablando de puntos comunes, pero que nada tienen que ver con nuestro objetivo. Si lo
hacemos, perderíamos tiempo de la sesión y al final la relación dejaría de ser asimétrica
experto-cliente, algo que no es recomendable de cara a la terapia.

No obstante, no está de más ser flexibles y crear un ambiente distendido en la sesión


donde se puede comentar algo fuera de los objetivos, pero siempre con cuidado de no
caer en lo que acabamos de comentar.

Coherencia entre lenguaje verbal y no verbal

Intentemos ser cuidadosos a la hora de comunicarnos con nuestro paciente, ya que


muchas veces decimos algo que puede resultar incoherente con nuestra expresión o
nuestros gestos. La coherencia entre lenguaje verbal y no verbal resulta fundamental
en la relación terapéutica ya que sin ella, no cabría la posibilidad de generar el clima de
confianza y colaboración del que venimos hablando.

Cuando existe contradicción entre lo que decimos y nuestra postura o expresión,


prevalece lo segundo y es en realidad lo auténtico, ya que el lenguaje no verbal trabaja
a un nivel más inconsciente que el verbal.

Por lo tanto, es necesario, como bien decía Rogers, que nos mostremos auténticos o
genuinos con nuestro paciente. Siempre cuidando las formas y manteniendo la calidez, la
aceptación y la empatía, pero sin generar incongruencias entre nuestro lenguaje verbal y
no verbal a la hora de expresarnos ante nuestro paciente.
¿Qué hacer cuando este buen feeling no se
produce?
Aunque todas estas técnicas  puedan parecer de sentido común, lo cierto es que no son
fáciles de poner en práctica a la hora de enfrentarnos a un paciente en consulta: el
terapeuta también es un ser humano, con sus propios valores, actitudes, emociones, etc.,
y muchas veces ha de dejarlas fuera de la terapia en beneficio del progreso de esta.

Aun con todo, puede ocurrirnos que no generemos buena relación con el cliente y no
debemos sentirnos decepcionados por ello. Al igual que en las relaciones informales
puede ocurrirnos que no tengamos buen feeling  con alguien, en la relación terapéutica
también puede ocurrirnos, aunque pongamos todo nuestro empeño para que no pase.

En este caso, lo más honesto y sensato es derivar al paciente a otro profesional con el
que pueda desarrollar una alianza terapéutica mejor y pueda proseguir con su
crecimiento personal. De esta manera, ninguna de las dos partes perdemos el tiempo y
nos encaminamos a lo que realmente nos interesa: la recuperación del paciente.

El rapport no es la empatía
Es importante no confundir el fenómeno del rapport con lo que conocemos como
empatía. Mientras que lo primero se entiende mejor como un proceso que ocurre en una
dinámica comunicativa concreta, la empatía es más bien un conjunto de predisposiciones
psicológicas que se dan en los individuos, y que nos llevan a comprender tanto cómo se
siente y piensa una persona, incluso si no estamos dialogando con ella.

En la práctica es habitual que ambas nociones se solapen (y desde luego,  ser una
persona empática ayuda a establecer el rapport en una conversación), pero no tiene
por qué ocurrir así.

La importancia rapport en el vínculo


terapéutico
Para culminar, recalcamos la importancia del rapport dentro de la psicoterapia, pues  se
trata de uno de los procesos que propician la creación de un vínculo terapéutico
adecuado.

Esta noción hace referencia al conjunto de expectativas, y dinámicas de comunicación y


de apoyo, que dejan claro cuál es el propósito de la terapia y la relación que hay
entre el paciente y el profesional.

Se trata de crear un clima conversacional adecuado, que no sea igual que el de las
conversaciones con amigos, pero tampoco como los diálogos formales e
impersonales típicos del mundo de los negocios o de las empresas. Los psicólogos dejan
claro que empatizan, pero también que no están ahí para dar consejos de amigo o para
quedar después de la sesión. La razón de ser de esas reuniones tienen que ver con ofrecer
las herramientas psicológicas adecuadas a una persona que necesita ayuda.
Referencias bibliográficas

 Rogers, C. (1951). Psicoterapia centrada en el cliente. Buenos Aires: Editorial Paidós.

 Corbellá, S., Botella, L. (2003). La alianza terapéutica: historia, investigación y


evaluación. Servicio de publicaciones de la Universidad de Murcia. ISSN: 0212-9728.

 Freud, A. (1936). The ego and the defense mechanisms. Wien:Int. Psychoanal. Verlag.

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