Derecho Procesal Penal: Libro Completo en
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I. Introducción
*
Doctor en derecho por la UNAM, maestro en ciencias jurídico penales por el Inacipe,
especialidad en derecho constitucional por la Universidad de Salamanca, España, magistra-
do de circuito y miembro de número de la Academia Mexicana de Ciencias Penales, A. C.
“Desafíos del sistema penal acusatorio”, El Universal, 18 de junio de 2018.
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Artículo 18. Sólo por delito que merezca pena privativa de libertad habrá lugar a prisión
preventiva.
…
Artículo 19.
…
El Ministerio Público sólo podrá solicitar al juez la prisión preventiva
cuando otras medidas cautelares no sean suficientes para garantizar la com-
parecencia del imputado en el juicio, el desarrollo de la investigación, la protección de la
víctima, de los testigos o de la comunidad, así como cuando el imputado esté siendo proce-
sado o haya sido sentenciado previamente por la comisión de un delito doloso. El juez or-
denará la prisión preventiva, oficiosamente, en los casos de abuso o violencia
Como se puede ver, ameritan prisión preventiva los imputados que co-
meten delitos con pena privativa de libertad, procediendo la prisión preven-
tiva oficiosa, en aquellos ilícitos señalados en el catálogo establecido en el
segundo párrafo del artículo 19 constitucional. Pareciera que fueran ocho
delitos solamente, pero no, son aproximadamente 70 delitos de prisión pre-
ventiva oficiosa, de 420 tipificados en el Código Penal.
Si lo anterior no fuera suficiente, el 12 de abril de 2019, se publicó en
el Diario Oficial de la Federación el decreto por el que se reformó el artículo
19 constitucional, en el que se incluyeron los siguientes delitos como base
para concederse la prisión preventiva oficiosa, a saber: abuso o violencia
sexual de menores, feminicidio, robo de casa habitación,2 uso de programas
sociales con fines electorales, corrupción tratándose de delitos de enrique-
cimiento ilícito y ejercicio abusivo de sus funciones, robo al transporte de
carga en cualquiera de sus modalidades, delitos en materia de hidrocarbu-
ros, petrolíferos o petroquímicos, delitos en materia de desaparición forzada
de personas y desaparición cometida por particulares, así como aquellos
delitos cometidos con medios violentos como armas y explosivos; es decir,
aumentó el catálogo constitucional de delitos de prisión preventiva oficiosa.
Por otra parte, procede la prisión preventiva justificada cuando se co-
metan otros delitos diversos que no se encuentran en el catálogo referido,
pero tengan pena privativa de libertad y exista la petición del Ministerio
Público para que el juez a su libre arbitrio la decrete, cuando otras medidas
cautelares no sean suficientes para garantizar: a) la comparecencia del impu-
tado en el juicio; b) el desarrollo de la investigación, y c) la protección de la
víctima o de los testigos o de la comunidad. Asimismo, procede la prisión
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Debió decir “robo en casa habitación”.
jueces son falibles, por el solo hecho de ser mortales y en México son más
vulnerables ante el crimen organizado; por tanto, debe existir una limita-
ción al arbitrio judicial, estableciendo que la prisión preventiva sólo procede
en delitos graves, así calificados por la ley penal y que éstos sean los que en
su término medio aritmético rebasen los cinco años de prisión, reformando
para ello el artículo 18 constitucional y el diverso 165 del Código Nacional
de Procedimientos Penales.
Ahora bien, en la práctica es muy lamentable que delitos que no son de
prisión preventiva oficiosa, como el peculado, disparo de arma de fuego y
hasta portación de armas, se les decrete la medida, por el tráfico de influen-
cia del propio Poder Ejecutivo; prestándose esto también a la corrupción o
a la amenaza, sin importar los derechos fundamentales del imputado o la
víctima, desnaturalizando así uno de los objetivos del nuevo sistema, el res-
peto al principio de presunción de inocencia.
Así, estos tres cánceres de ambos sistemas, escrito y oral, que son: la
corrupción, el tráfico de influencias y las amenazas, no se solucionan con
un cambio de sistemas o reformas a las leyes, sino con la selección de jue-
ces profesionales y honestos, con retribuciones de buenas prestaciones a los
operadores del sistema, la capacitación adecuada de los mismos y fijando
límites al arbitrio judicial. En los estados no podemos negar el tráfico de
influencias, cuando los gobernadores palomean a los magistrados y a mu-
chos de sus jueces; tampoco podemos inadvertir lo mal pagados que están
los policías, fiscales y jueces, quienes son vulnerables ante la corrupción y
el tráfico de influencias, así como las amenazas del crimen organizado; por
eso, ahora es peligroso en México dejar al arbitrio del juez, a petición del
fiscal, la prisión preventiva justificada, puesto que, ante el poco sueldo, el
tráfico de influencia y la amenaza del crimen organizado o no organizado,
los jueces se vuelven vulnerables, salvo honrosas excepciones de jueces va-
lientes, responsables y honestos.
Por ello, debe ser la ley secundaria quien claramente determine el catá-
logo de delitos de prisión preventiva; pero no la Constitución, por razones
de técnica legislativa constitucional.
Por otra parte, el catálogo de los delitos de prisión preventiva oficiosa,
debe ser mínimo, es decir, que sean pocos los delitos que se sometan a esta
medida cautelar, pues aumentar el catálogo de delitos de prisión preventi-
va oficiosa, por presiones políticas, no es conveniente pues atenta contra la
presunción de inocencia; además, si definimos bien lo que son las figuras de
presunción de inocencia y prisión preventiva, éstas no se excluyen, por lo
que no debemos aterrarnos cuando la Conferencia Nacional de Goberna-
dores (Conago) y algunos académicos opinan que aún hay algunos delitos
que ameritan la prisión preventiva oficiosa; en este sentido, insisto, debe es-
tablecerse un catálogo con pocos delitos, sin volver al pasado, como cuando
el anterior procedimiento escrito contaba con un largo y extenso listado de
delitos graves que no permitían el derecho fundamental de libertad pro-
visional bajo caución (artículo 194 del Código Federal de Procedimientos
Penales).
Por ello, el catálogo de delitos de prisión preventiva oficiosa (artículo
167 del Código Nacional de Procedimientos Penales), se debe revisar y esta-
blecer en los delitos que verdaderamente lo ameriten, pero que se quedaron
fuera y que hacen que la justicia sea ineficaz, ante los ojos desesperados e
impotencia de las víctimas del delito; sin embargo, ese catálogo, insisto debe
estar en el Código Nacional de Procedimientos Penales, no en la Constitu-
ción federal.
Por otra parte, considero se debe regresar a la fórmula anterior de liber-
tad provisional bajo caución, en que la prisión preventiva se establecía aten-
diendo a la gravedad del delito y no solamente al hecho de que la penalidad
sea privativa de libertad, como restricción al derecho humano de libertad y
que la obtención de libertad inmediata fuera por disposición legal y orden
del juez. De ahí que deberían reformarse los artículos 18 constitucional y
165 del código adjetivo de la materia, para que proceda la prisión preven-
tiva, sólo en delitos graves así calificados por la ley penal, entendiéndose la
gravedad por los de prisión preventiva oficiosa y los de penalidad con tér-
mino medio aritmético mayor a cinco años.
Además, cabe destacar que lo anterior no atenta contra el principio de
presunción de inocencia, previsto en el artículo 13 del Código Procesal, ni
el derecho humano a la libertad personal, pues el artículo 7.2 de la Con-
vención Americana sobre Derechos Humanos,3 permite las restricciones y
lineamientos en las Constituciones y leyes de los Estados parte.
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Artículo 7.2. Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las
condiciones fijadas de antemano por las Constituciones políticas de los Estados parte o por
las leyes dictadas conforme a ellas.
sentencia sólo se considerarán como prueba aquellas que hayan sido desaho-
gadas en la audiencia de juicio, con las excepciones que marca la ley y los
requisitos para admitir la prueba anticipada (artículo 20, inciso A, fracción
III de la Constitución federal).
En realidad y ante la duración prolongada de los procesos penales en
México, cuando ya se llega al momento de la audiencia de juicio, es difí-
cil y hasta imposible para el fiscal reunir a todos los testigos, a la víctima
y demás pruebas, máxime si éstos ya tuvieron la experiencia de estar en
audiencias previas demasiado tardadas y tensas; tardadas, pues en ocasio-
nes duran más de 24 horas, y tensas ante las instrucciones de no salir de
la sala, de no ingerir alimentos, de no comunicarse entre testigos, más lo
costoso que resulta juntar el mismo día y en el mismo lugar a los testigos,
peritos, víctimas, etcétera; así, ante esta situación el fiscal no obtiene una
sentencia condenatoria, reflejándose la impunidad, en perjuicio principal-
mente de la parte ofendida.
En ese orden de ideas, es cierto que existe la prueba anticipada, pero
pareciera que sólo tienen valor probatorio los medios de prueba desahoga-
dos en las primeras etapas del proceso, en casos de delincuencia organiza-
da, conforme al párrafo segundo de la fracción V, inciso B, del artículo 20
constitucional, resultando un poco difícil que en los demás casos, se pueda
lograr una prueba anticipada ante los complejos requisitos exigidos para su
desahogo, conforme al artículo 304 del Código Nacional de Procedimien-
tos Penales, a saber: a) que se desahogue ante el juez de control, y b) que se
solicite y se justifiquen las razones por las cuales no podrá desahogarse en la
audiencia de juicio en los casos específicos señalados en la ley.
Por otra parte, es un avance que en el nuevo modelo de proceso penal
acusatorio, la valoración de la prueba no sea tasada, sino libre y lógica;
sin embargo, resulta incomprensible que si en la etapa de la investigación
complementaria se desahogan medios de prueba ante el juez de control,
con todas las formalidades que se exigen para el desahogo de pruebas en el
juicio, éstas no tengan el valor necesario para poder acreditar el delito y la
responsabilidad penal. Si se llegara a legislar en este sentido, el porcentaje
de impunidad sería menor.
V. Incongruencias constitucionales
Para entender este problema de juzgar en libertad, que para muchos repre-
senta impunidad, debemos partir de la base que los preceptos constituciona-
les 16, 18 y 19, están encontrados, y por eso no hay congruencia en el actuar
de los operadores del sistema.
En tal sentido, se necesita una verdadera armonía de preceptos consti-
tucionales, pues la detención se realiza en flagrancia, caso urgente u orden
de aprehensión, conforme al artículo 16 de la Constitución federal, sólo
porque el delito amerita prisión preventiva, pero no se les decreta la prisión
preventiva, por no encontrarse los delitos dentro del catálogo que establece
el diverso artículo 19 constitucional, o por no justificarse en delitos graves;
por eso la policía ya no quiere detener a nadie, si no es por esos delitos de
prisión preventiva oficiosa del catálogo contenido en el artículo 19 de la
Constitución federal, pues la policía no sabe con seguridad en qué casos
puede detener a una persona en flagrancia, resintiendo finalmente la vícti-
ma del delito esa falta de una buena capacitación de los actores del sistema
o esa mala interpretación de la Constitución por parte de los jueces compe-
tentes para ello.
Además, no es lógico que se libre orden de aprehensión por tratarse de
un delito con pena privativa de libertad y que el juez de control no decrete
la prisión preventiva, por considerar que no se justifica por no ser delito gra-
ve aun cuando tenga pena privativa de libertad, dejando desprotegida a la
víctima, cuando el artículo 18 establece que ha lugar a la prisión preventiva
si el delito amerita pena privativa de libertad.
Por tanto, el artículo 18 constitucional y el diverso 165 del Código Pro-
cesal, como ya se dijo, deberían ser reformados y establecer que habrá lu-
gar a prisión preventiva si el delito es grave así calificado por la ley penal,
conforme al artículo 167 del citado Código, cuando la penalidad rebase el
término aritmético de cinco años de prisión.
Esta es una de tantas razones que hacen que el nuevo modelo de justicia
penal acusatorio esté inclinado pronunciadamente a favor del imputado y
dejando a un lado a las víctimas, causando una violación al debido proceso
y al principio de igualdad procesal, consignado en nuestra Constitución, así
como en los tratados internacionales de los que México es parte y el propio
Código Nacional de Procedimientos Penales, en su artículo 11.
En esas condiciones, si se requería copiar tal cual el sistema oral impor-
tado, se debieron reformar congruentemente los artículos 16, 18, 19 y 20
constitucionales; qué era lo mejor para un sistema democrático de justicia,
pues lo correcto era en todo caso, insisto, poner acorde y congruentes los
artículos 19 y 20 de la propia Constitución, con los artículos 14, 16 y 18 del
mismo ordenamiento, pues estos tres últimos protegen la libertad personal y
permiten su restricción en los casos de la comisión de un delito; en cambio,
la regulación del proceso penal debe estar acorde a esas restricciones, pues
el fin único del proceso penal es el esclarecimiento de los hechos, proteger
al inocente, procurar que el culpable no quede impune y que los daños
causados por el delito se reparen, conforme al artículo 20 constitucional. Y,
desde luego, posteriormente ajustar el Código Nacional de Procedimientos
Penales a todos los artículos constitucionales relativos al sistema de justicia
penal mexicano, es decir, 14, 16, 17, 18, 19, 20, 21 y 22.
En realidad y conforme a la percepción de la sociedad, que se expresa
a través de las redes sociales, el nuevo modelo de procedimiento penal no
cumple con dos de sus objetivos: procurar que el culpable no quede impune y que los
daños causados por el delito se reparen.
En la práctica, los agentes del Ministerio Público no tienen facultades
para resarcir el daño a la víctima de sus derechos fundamentales en forma
inmediata (véase el artículo 109 del Código Nacional de Procedimientos
Penales), ni la disposición legal para que sus datos de prueba que recaben
en la investigación inicial, se desahoguen en las primeras etapas del proceso
y tengan valor probatorio para el dictado de la sentencia, sin necesidad de
volver a desahogarlas en el juicio (véase los artículos 259 y 265 del Código
Procesal en cita). Y la policía, además de no estar capacitada adecuadamen-
te, no tiene la confianza del Estado para que sus acciones procesales sean
tomadas en cuenta y tengan un valor preponderante para los jueces al mo-
mento de emitir su veredicto.
VI. Conclusiones