Fast Food y Contaminación Ambiental
Fast Food y Contaminación Ambiental
Fast Food y Contaminación Ambiental
¿Te has parado a pensar cuáles son los motivos, los tipos de contaminantes y los procesos que
más contamina
En nuestras ciudades? ¡Te lo contamos!
Los inicios del fast food
Su origen tal y como lo conocemos hoy en día se remonta a inicios del siglo XX , con los primeros locales
que ofrecían comida detrás de una ventanilla de vidrio y una ranura para pagar con monedas. “Menos
trabajo para mamá”, era el lema. La fórmula: comida de preparación rápida, hecha al momento, y que,
además, también se consume rápido, sin importar siquiera su calidad nutricional.
Los primeros reyes del fast food fueron los hermanos Richard (Dick) y Maurice (Mac) McDonald. En
1948 introdujeron el Fordismo –la producción en cadena– en su restaurante drive-in de San Bernardino
(Estados Unidos). Contaban con tan solo unos pocos productos (hamburguesas, patatas y bebidas), pero
el servicio era muy rápido. Fue el primer establecimiento de una multinacional que conquistó, gracias a su
rapidez, las principales urbes de todo el mundo.
Deforestación e incendios provocados
La gran mayoría de los alimentos que se usan para la industria del fast food son de origen animal: carne,
lácteos y huevos. Su producción fomenta lo que se conoce como ganadería industrial. El desarrollo de
esta actividad está detrás de la destrucción de miles de hectáreas de bosque y selva y de los grandes
incendios forestales provocados, como los de la Amazonía brasileña. ¿El motivo? El ganado necesita
grandes extensiones de pasto y tierras en las que cultivar cereales para su alimentación. El humo de estos
incendios y la tala de árboles contribuyen, además, a agravar el problema del calentamiento planetario.
La invasión de espacios naturales para usos agrarios y ganaderos, el cultivo de una misma planta o
árbol en grandes hectáreas de superficie (monocultivo) y el uso de productos químicos para el cultivo
de la tierra están acabando con la biodiversidad de nuestro planeta. Un millón de especies, de un total
de ocho millones, están en peligro de extinción e incluso se habla del sexto proceso de extinción masiva
en la historia del planeta. Por otro lado, la crisis sanitaria del coronavirus SARS-CoV-2 no es más que la
consecuencia de la intromisión del ser humano en la naturaleza. Se estima que más del 70% de las
enfermedades humanas han sido transmitidas por especies salvajes en los últimos cuarenta años.
Como toda actividad económica, la agricultura y la ganadería no están exentas de emisiones de gases de
efecto invernadero. Es más, estas emisiones son muy superiores si se apuesta por la ganadería industrial y
por la producción de alimentos en países lejanos, como hace el fast food. El conjunto del sistema
alimentario mundial es responsable de más de una tercera parte de las emisiones de gases de efecto
invernadero de origen humano, según un informe de Nature Food 2021.
Montañas de envoltorios de un solo uso
El fast food está pensado para que todo sea rápido, también la vida de los envases, cubiertos, vasos,
servilletas… Al ser comida para llevar, lo que acompaña a los alimentos son productos de un solo uso, por
lo que se acaba generando una gran cantidad de residuos en una única comida. Además, se ha
demostrado que algunos envoltorios de comida rápida y recipientes de pedidos para llevar pueden
contener químicos tóxicos perjudiciales para nuestra salud.
El slow food es un movimiento que nace en contraposición al fast food y que, como tal, proclama el
disfrute de una comida saludable, de calidad, de temporada y ofrecida por productores de proximidad.
Desde el punto de vista ambiental, se trata de una alimentación más respetuosa con el planeta. Prioriza,
además, los ingredientes procedentes de la agricultura y ganadería ecológicas.
Priorizar el slow food en lugar del fast food es una pequeña decisión, pero de
un gran impacto para el medio ambiente y la contaminación de las ciudades. Así
que, visto lo visto, es mejor tomarse las cosas con calma, al menos en lo que a la
comida se refiere. Nuestra salud y la del planeta lo agradecerán.