INTCI Canals 4 Unidad 2
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INTCI Canals 4 Unidad 2
empresa
Cómo evaluar la penetración en mercados
exteriores
Jordi Canals
McGraw-Hill/Interamericana de España,
S.A.
© 1994
4.1. INTRODUCCIÓN
Adam Smith propuso en su obra clásica, La riqueza de las naciones, una de las primeras
explicaciones modernas del comercio internacional: la teoría de la ventaja absoluta. De acuerdo con esta
teoría, en un mundo sin barreras comerciales, cada país se especializará en aquellos productos en los que
tenga una ventaja absoluta en su producción en relación a otros países. Los recursos productivos (trabajo,
capital, tecnología, etc.) se concentrarán en aquellos sectores más eficientes, en los que el país dispone de
ventajas comparativas sobre otros países, produciéndose una especialización de cada país en la producción
de cierto tipo de bienes. Así, la especialización productiva de cada país aumentaría la eficiencia de su
producción y, por tanto, el producto nacional.
Teorías Innovación
sobre la Crecimiento
Ciclo de vida del producto → Etapas →
internacio- Madurez
nalización Declive
Economías El comercio es
externas principalmente
Economías intraindustria y
Ventajas de escala de productos
competitivas Competencia poco
monopolística diferenciados
Diferenciación
1
Puede verse una exposición más exhaustiva en Krugman y Obstfeld (1988).
2
Los modelos discutidos en este capítulo han sido presentados anteriormente por el autor. Véase Canals (1989, 1992b).
2
Esta teoría parece explicar ciertos aspectos de la realidad. Los países producen de modo más
eficiente aquellos productos para los cuales se requiere un factor de producción que el país dispone en
abundancia. En algunos casos serán los recursos naturales. Por ejemplo, en los países del Mediterráneo el
clima constituye el primer atractivo de una industria turística muy importante en su PNB y en la creación de
puestos de trabajo. La innovación tecnológica en Estados Unidos ha facilitado la exportación de productos
con un fuerte contenido de este recurso productivo.
No obstante, esta explicación es insuficiente para entender la compleja realidad del comercio
internacional, pues deja sin responder algunas cuestiones importantes. ¿Qué ocurre cuando un país tiene
ventaja absoluta en la producción de todos o la mayoría de bienes que se comercian a nivel internacional?
¿Dejará de existir, en este caso, el comercio internacional?
La respuesta es que el comercio internacional no desaparecerá, porque, aunque un país posea una
eficiencia absoluta superior en la producción de estos bienes, producirá algunos con una eficiencia relativa
mayor que otros. En este caso, todavía hay lugar para la especialización productiva. Así, cada país deberá
especializarse en aquellos bienes en cuya producción posea una ventaja relativa mayor. Surge así la teoría de
la ventaja comparativa.
La principal conclusión de la teoría de la ventaja comparativa es que cada uno de los países se
especializará en la producción de aquel bien que produzca con una mayor eficiencia, tanto para su consumo
propio como para la exportación, e importará aquellos bienes que produzca de modo menos eficiente. De
este modo, las pautas de especialización de cada país dependen de su ventaja comparativa.
Desde un punto de vista conceptual, ¿quién gana y quién pierde con una política de especialización
productiva? La respuesta es sencilla: todos los países resultan ganadores en este proceso, puesto que cada
uno de ellos dedica sus recursos en la producción de aquellos bienes para los que posee una eficiencia
relativa mayor. Así, el comercio podría considerarse como una especie de método indirecto de producción,
en el sentido de que cada país se concentra en la producción de un bien, parte del cual se dedicará a la
exportación para adquirir a cambio el otro bien que sabe producir de un modo menos eficiente. El comercio
internacional aumenta las posibilidades de consumo de cada país.
La distribución de beneficios del comercio entre países dependerá del precio de cada uno de los
bienes que se intercambian, los cuales, a su vez, dependerán de las condiciones de oferta y demanda. Con el
libre comercio todos los países obtienen beneficios del comercio, aunque uno puede experimentar mayores
ganancias que el otro. Este ha sido el argumento más poderoso para defender la libertad del comercio
internacional: cada país se especializará en aquella producción para la que sus recursos productivos son más
eficientes, por lo que el libre comercio - la ausencia de interferencias gubernamentales en el comercio -
conduce a una asignación eficiente de los recursos.
La tesis de que el libre comercio conduce siempre a resultados eficientes admite excepciones, pero
tiene una cierta validez general. De modo transitorio, el gobierno de un país puede intervenir en el libre
comercio, fomentando las exportaciones de ciertos sectores de la economía nacional, o cerrando las puertas a
las importaciones de bienes procedentes del extranjero. Sin embargo, las ganancias de bienestar que un país
puede conseguir cuando su gobierno actúa de este modo pueden verse compensadas por las pérdidas que
experimentan otros países.
De esta tesis - el comercio libre siempre conduce a resultados eficientes - surgen algunas cuestiones
de interés. Por ejemplo, ¿qué ocurre cuando un país tiene una productividad menor en todos los sectores en
relación a sus socios comerciales? ¿Deberá, en este caso, y de modo excepcional, cerrar sus fronteras a los
bienes procedentes de otros países? La respuesta, también en este caso, es negativa. El motivo es que la
eficiencia en la producción de bienes y servicios se mide no sólo por la productividad de la empresa, sino
también por sus tasas salariales. A medio plazo, productividades menores supondrán también salarios
menores. Además, en cualquier caso, siempre habrá bienes en los que un país sea más eficiente, en términos
relativos, que otros bienes. Por tanto, la especialización, también en este caso, conducirá a resultados
favorables para todos.
¿Qué sucede con las importaciones procedentes de los países en vías de industrialización que suelen
incorporar mano de obra con tasas salariales más bajas? Ante la invasión de este tipo de productos, ¿hay que
cerrar las fronteras o restringir el volumen de importaciones? A corto plazo, incluso parece que el
proteccionismo tiene efectos positivos, como el mantenimiento de ciertos empleos en sectores incapaces de
competir con empresas extranjeras, se evitan salidas de divisas para pagar las importaciones, etc. Sin
embargo, se incurre en un coste muy alto: los consumidores deberán pagar por estos bienes un precio
superior al que deberían desembolsar si pudiesen comprar libremente los bienes producidos en el extranjero.
Desde un punto de vista global, la sociedad en su conjunto mejoraría su bienestar económico si no se limita
el volumen de importaciones. Evidentemente, esto puede tener consecuencias sobre el empleo en ciertos
3
sectores, pero si hay un mínimo de movilidad en la asignación de los recursos productivos, el trasvase de
personal de sectores en declive a sectores en auge compensaría las pérdidas iniciales.
¿Qué sucede cuando el proceso de generación de puestos de trabajo en las industrias emergentes es
muy lento e incapaz a corto plazo de absorber la mano de obra desocupada de los sectores que no pueden
hacer frente a la competencia extranjera? ¿No es injusto que haya sectores exportadores cuyos trabajadores
salgan ganando gracias al libre comercio y que otros sectores, poco competitivos, pierdan puestos de trabajo
como resultado del libre comercio? Evidentemente, esta cuestión es de gran trascendencia, desde una
concepción de reconocimiento de la dignidad de las personas. En ocasiones, el análisis económico no presta
suficiente atención a este tipo de problemas, limitándose a decir que las ganancias globales del libre
comercio están fuera de duda.
No hay que olvidar que el declive de sectores económicos no se debe exclusivamente al libre
comercio o a unas importaciones que son más competitivas que las exportaciones. Una mala gestión de la
política económica, un aumento sostenido del nivel de precios, un déficit público o un aumento importante
de los precios de la energía pueden causar una recesión en ciertos sectores. La cuestión del libre comercio y
la compensación de sus posibles efectos sectoriales negativos se plantea en estos términos: ¿qué se puede
hacer para redistribuir mejor los resultados del libre comercio? O bien, ¿qué medidas es necesario tomar para
la redistribución de la renta de aquellos individuos que han mantenido su puesto de trabajo a aquellos otros
que lo han perdido? Es decir, el problema de distribución de la renta debe ser resuelto directamente por el
gobierno, no a través de una interferencia gubernamental en el comercio internacional.
En la sección anterior hemos supuesto que el trabajo es el único recurso para producir bienes y
servicios, por lo que la especialización productiva de los países seguirá la pauta que marque el coste laboral
unitario, esto es, el salario en relación a la productividad. Sin embargo, el capital y la tecnología son factores
productivos importantes, por lo que la influencia de los salarios en el comercio internacional es más limitada
de lo que supone este modelo.
En realidad, hay países que exportan bienes, no porque la productividad del trabajo sea mayor en
estos sectores, sino porque hay una abundancia de ciertos recursos (por ejemplo, materias primas o
tecnología) que hacen que su precio sea más bajo. Así, los países de la OPEP exportan petróleo, no sólo
porque la mano de obra sea más barata, sino porque, tienen una dotación abundante de esta materia prima.
Un caso aún más claro es la exportación de maquinaria alemana a otros países industriales, cuya ventaja
competitiva se halla no en el coste salarial de la mano de obra alemana, que es de los más altos del mundo,
sino en la abundancia de tecnología y en la buena capacitación profesional de dichos trabajadores.
Este fenómeno es el punto de arranque de una nueva teoría del comercio internacional, conocida
como la teoría de la proporción de los factores, según la cual la ventaja comparativa de un país se debe a la
abundancia relativa de los recursos productivos y a la intensidad de su utilización (o la proporción relativa de
utilización) en el proceso productivo. Este segundo factor (intensidad de utilización) se suele relacionar con
la tecnología de producción. La formulación más concreta de esta teoría se conoce como el modelo de
Hecksher - Ohlin, en honor de los economistas Eli Hecksher y Bertil Ohlin que la formularon.
El modelo inicial de Hecksher-Ohlin considera solamente dos recursos productivos. Aunque esto es
una cierta simplificación de la realidad, sus resultados son bastante útiles. Partiendo del supuesto de que un
país dispone de una oferta abundante de un recurso productivo en relación a otro país (es decir, posee una
abundancia del primer recurso), aquellos autores predicen que el primer país tenderá a exportar los bienes
intensivos en aquel factor productivo del que existe una oferta abundante en relación al otro factor. Por
bienes intensivos en ciertos recursos entendemos aquellos bienes en cuyo proceso de producción se emplea
de modo más intenso un cierto tipo de recurso productivo, por ejemplo, el capital.
¿Cuál es el valor práctico de este modelo? En general, aquellos países con mano de obra barata
tenderán a exportar bienes intensivos en trabajo, pues serán competitivos en su producción, mientras que los
países intensivos en capital exportarán bienes abundantes en este recurso productivo.
Este modelo parece ajustarse a algunos fenómenos del mundo real. Así, cabe esperar que países con
una gran dotación de tierra de cultivo (como Estados Unidos) tengan a su vez una ventaja competitiva
importante en aquellos bienes que incorporan este recurso productivo como pueden ser la agricultura o la
ganadería. La razón es que este recurso productivo será más barato que en otros países. En cambio, países
más pequeños, como Luxemburgo o Hong Kong, difícilmente podrán ser competitivos en este tipo de bienes,
4
por lo que su especialización productiva deberá orientarse en otra dirección: costes laborales unitarios bajos,
mayor esfuerzo tecnológico e inversor, etc.
Otra faceta importante de este modelo es que un solo factor productivo no puede definir por
completo la capacidad global de competir de un país. La realidad económica internacional enseña cómo los
países se especializan en aquellos bienes y servicios para los que su dotación de recursos es más idónea.
Además, como veremos después, esta dotación de recursos puede ser natural, o puede ser conseguida
mediante ciertas políticas, como las seguidas por Japón desde 1950 hasta 1975 para levantar su destruida
base industrial.
La evidencia empírica señala, sin embargo, algunos argumentos en contra de la validez de la
explicación suministrada por la teoría de la proporción de los factores. En efecto, estudios efectuados para
Estados Unidos muestran que las exportaciones de Estados Unidos durante un largo período de tiempo son
más intensivas en mano de obra y menos intensivas en capital que sus importaciones. El potencial en capital
y tecnología de la economía norteamericana induce a pensar lo contrario.
La explicación de este resultado consiste en que este modelo considera que todos los factores de
producción son homogéneos. Sin embargo, el factor trabajo presenta una heterogeneidad notable: la
formación, el aprendizaje, la experiencia o las condiciones institucionales de los mercados de trabajo son
distintos en cada país. Además, la calidad de la educación y la formación profesional exige una dotación de
capital importante. Por tanto, si en lugar de considerar que el trabajo es un recurso productivo estándar
suponemos que hay diferentes grupos de trabajo, podemos constatar que Estados Unidos exporta aquellos
bienes intensivos en trabajo especialmente cualificado, lo que viene a salvar en cierto modo la explicación
ofrecida por esta teoría.
¿Qué sucede cuando existen tecnologías diferentes para producir el mismo producto en países
distintos? Así, en la producción de automóviles en Brasil por parte de Volkswagen se emplea una tecnología
distinta - que supone la incorporación abundante de mano de obra - a la utilizada para la fabricación de
automóviles en Alemania. Podemos generalizar aquí el mismo argumento que acabamos de citar. El capital
como recurso productivo tampoco es homogéneo, dentro del mismo sector en distintos países. Cuando
existen diversos procedimientos para producir el mismo producto, la tecnología juega un papel decisivo,
hasta el punto de que este factor productivo es crítico en la configuración de la especialización productiva y
en las pautas del comercio internacional contemporáneo.
Por tanto, una tecnología más sofisticada logra el efecto de abaratar el coste de otros recursos
productivos - por ejemplo, el trabajo - en relación a la producción total. En este caso, es el coste unitario el
que determina la ventaja de coste de un país y lo que puede facilitar su especialización a nivel internacional.
Sin embargo, este modelo conceptual tiene limitaciones para explicar una realidad más compleja que
veremos seguidamente.
Las limitaciones del modelo de recursos productivos que hemos expuesto en el apartado anterior
provocaron en la década de los años setenta la aparición de nuevas teorías explicativas del comercio
internacional. La que ha tenido un impacto mayor es la conocida como el ciclo de vida del producto 3.
Las características de este modelo son las siguientes: primero, su aplicabilidad se extiende solamente
al comercio de manufacturas - en casos distintos, como servicios, el modelo pierde cierta validez -; los flujos
de información (por ejemplo, de nuevas tecnologías) no son libres, sino que existen barreras para su
transmisión, al menos en una primera etapa, bien de modo natural, bien a través de patentes u otro
procedimiento legal; por último, la producción de estos bienes manufactureros está sujeta a economías de
escala, de modo que la empresa que los produce puede reducir costes unitarios más que proporcionalmente si
aumenta el volumen de producción. La cuestión de las economías de escala ha dado lugar a explicaciones del
comercio internacional algo diferentes de la teoría del ciclo de vida del producto, que veremos en el próximo
apartado.
Este modelo explica que el ciclo de un producto pasa por cuatro etapas sucesivas, que describiremos
a continuación (véase Cuadro 4.2). La primera etapa, denominada “Introducción”, se caracteriza porque la
innovación del producto y su fabricación y venta posterior se realizan inicialmente en el mismo país.
Una vez obtenido el producto, la producción y distribución se efectúan inicialmente en el mismo país
por varias razones: los empresarios conocen el mercado, el mercado inicial puede ser mayor y, además,
3
Para un tratamiento exhaustivo, puede verse la obra editada por Wells (1972).
5
mientras el producto esté en una fase incipiente, la conexión estrecha entre la producción y las necesidades
del consumidor es importante para darle su configuración definitiva.
Un supuesto importante de este modelo es que la empresa innovadora cierto monopolio inicial en la
fabricación y venta de dicho artículo.
Conseguir ser el líder de la fabricación de un producto le confiere a la empresa una ventaja
competitiva importante frente al resto de potenciales competidores que pueda tener. Los beneficios
extraordinarios derivados de esta posición de monopolista son la compensación por el esfuerzo innovador
inicial. De ahí que el supuesto acerca del trasiego de información sobre nuevos productos o procesos sea
crítico para la validez de esta teoría: cuando la invención puede ser copiada y adaptada por posibles
competidores, el primer innovador está en trance de perder sus ventajas monopolísticas y se acelera el paso a
la segunda etapa del ciclo del producto.
Etapas
Decisiones
Introducción Crecimiento Maduración Declive
Producción en el país de origen de la
X X
innovación
Exportación del país de origen a otros
X X
países
Exportación al país de origen X X
Producción en otros países industriales X X X
Producción en países en desarrollo X
Inversión directa del país de origen en el
X X X
extranjero
Fuente: Canals (1989).
De este modo, este modelo ayuda a resolver la paradoja presentada en la sección anterior. Las
exportaciones de los bienes que siguen este ciclo vital son, como hemos visto, intensivas en mano de obra. El
hecho de que los salarios puedan ser más altos es compensado por la posición monopolística que el primer
innovador posee respecto de la fabricación y venta del producto recién desarrollado. De este modo, el mayor
coste de producción es cargado a los consumidores a un precio mayor y, como apenas existe competencia, si
el producto viene a cumplir una necesidad, la demanda será inelástica en relación al precio.
El crecimiento es la segunda etapa del ciclo de un producto. La existencia de beneficios
monopolísticos y las mayores posibilidades de aplicar la tecnología de fabricación del artículo atraen a
numerosos competidores potenciales. El crecimiento de la demanda del artículo en el interior del país inicial
y en otros países industriales justifica el aumento de producción.
Al mismo tiempo, puede producirse un desplazamiento parcial o total de la fabricación a países
extranjeros en los que el mercado potencial es suficientemente grande, siempre que el coste de transporte o
las barreras arancelarias sean lo suficientemente elevadas como para justificar la descentralización de la
producción. Además, pueden aparecer competidores extranjeros.
En esta etapa comienza la fabricación en serie que hace que, poco a poco, la producción deje de ser
intensiva en trabajo, para serlo en capital. Además, la demanda se vuelve más elástica ante las variaciones de
los precios debido al mayor número de competidores que hay en este sector, de modo que no sólo
desaparecen los beneficios monopolísticos de la empresa introductora del producto, sino que puede iniciarse
una guerra de precios importante.
La tercera etapa es la de la madurez del producto. En ella el producto se convierte en un bien
estándar debido a la ampliación de la demanda y del número de productores. Desaparece por completo la
ventaja inicial del primer introductor del producto, así como del primer país exportador.
La caída de beneficios asociada a una mayor competencia hace que las empresas planteen su
estrategia, bien sobre la base de precios más bajos – que son posibles gracias a costes de producción más
bajos - o sobre la base de la diferenciación. A medida que estas posibilidades son menores, por la propia
madurez del producto, algunas empresas no pueden sostener sus costes de producción, por lo que
desaparecen del sector. En esta etapa se produce el traslado de la fabricación hacia países en vías de
desarrollo donde la mano de obra es abundante, lo que permite obtener ciertas ventajas en costes.
6
El declive del producto es la última etapa. El escaso atractivo del producto hace que la producción en
los países industriales decaiga e incluso que el propio mercado en estos países tienda a reducirse. En esta
última etapa la demanda crece en los países en desarrollo, que es donde se fabrica mayoritariamente el
artículo y desde donde se exporta a los países desarrollados.
Algunas pautas del comercio internacional desde la década de los años sesenta parecen confirmar la
validez explicativa del modelo del ciclo de vida del producto. Además de las ventajas explicativas de este
modelo conceptual respecto de los anteriores - consideración de varios factores productivos, inclusión de las
economías de escala, consideración de la demanda como determinante de la producción de un bien
determinado, etc.-, el avance más significativo es que este modelo permite efectuar alguna previsión sobre
las tendencias de un producto desde el punto de vista del comercio internacional, así como las sucesivas
etapas por las que previsiblemente pasará.
El modelo en sí mismo no dice nada acerca de la duración de cada etapa. Algunas críticas han
señalado que este modelo tiene una limitación importante, consistente en que el paso de la primera etapa a la
segunda en muchos productos es cada vez más rápido. No hay más que considerar el sector de electrónica de
consumo para comprobar que la innovación tecnológica es tan rápida y continua que las etapas de la vida del
producto se solapan, sin solución de continuidad. En ocasiones, el paso de un producto a otro es tan
fulgurante que apenas queda tiempo para su difusión a nivel internacional. En el sector de ordenadores
personales se ha dado este caso en más de una ocasión: los avances son tan rápidos que el producto menos
reciente queda inmediatamente obsoleto.
Además, el desarrollo alcanzado por las empresas multinacionales y el uso que éstas hacen de una
estrategia global puede conducir a que algunas empresas planteen la fabricación del producto en su fase de
lanzamiento en un país diferente del de origen. Esto supone la introducción de un nuevo elemento en el
modelo inicial; o bien, puede ocurrir que un producto se lance simultáneamente en el propio país de origen y
en el extranjero.
Por último, el ciclo de vida del producto presupone una competencia sobre la base de precios y
costes; por tanto, podría evitarse el paso de la segunda a la tercera etapa (del crecimiento a la madurez)
mediante una adecuada diferenciación del producto. Esto podría interpretarse como el nacimiento de un
nuevo producto, por lo que se volvería a la primera etapa. No obstante, este modelo conceptual tiene aún
cierta utilidad para explicar - con limitaciones - el fenómeno de la internacionalización.
Hasta ahora hemos supuesto que el comercio internacional responde a las diferencias en la
asignación de factores productivos y a su productividad. Además, en el caso del modelo del ciclo de vida del
producto, se incluyen también las economías de escala que una empresa alcanza y sus efectos sobre los
costes unitarios. Sin embargo, la existencia de economías de escala no juega en este modelo un papel central:
de hecho, lo importante es el paso de una fase a otra y, si bien en el crecimiento de la fabricación del
producto puede ser determinante la existencia de economías de escala, no ocurre nada si se prescinde de tal
supuesto.
La existencia de economías de escala implica que, como resultado de los rendimientos crecientes que
las empresas pueden obtener, puede producirse una concentración de la producción en unas pocas empresas
grandes, mientras que las pequeñas tenderán a desaparecer, formándose así un oligopolio. En general, en un
mercado oligopolístico no se da la situación de beneficios monopolísticos como los que obtiene una sola
empresa, pero tampoco se da la situación de competencia perfecta deseable.
Anticipemos que en la vida real pueden darse casos de comercio internacional que responden a
economías de escala, mientras que otros responderán a la teoría de la ventaja comparativa. De hecho, ambas
explicaciones son complementarias y la una no excluye a la otra.
Los dos casos típicos de economías de escala en el contexto del comercio internacional son las
economías externas y la competencia monopolística. 4 Las economías externas que dan lugar a economías de
escala están relacionadas con características del sector al que pertenece dicha empresa y que introducen
mejoras en su productividad. El factor causante de las economías de escala es un factor exógeno a la propia
empresa. La aparición y rápida implantación de los parques tecnológicos en los países avanzados es un buen
ejemplo de economías externas.
El segundo tipo mencionado es la competencia monopolística. En general, la competencia perfecta
deja de existir cuando cualquiera de las empresas que vende bienes en un sector determinado tiene una
4
Pueden consultarse al respecto las obras de Helpman y Krugman (1985) y Kierzkowski (1984).
7
dimensión tal que con su conducta puede afectar al precio de equilibrio de dicho producto. Entre los casos
extremos del monopolio y del oligopolio (las dos manifestaciones extremas de la competencia imperfecta)
puede encontrarse el caso de la competencia monopolística, que tiene particular interés desde el punto de
vista del comercio internacional.
La competencia monopolística se caracteriza porque cada empresa ofrece un producto que los
consumidores consideran ligeramente diferente del que ofrecen el resto de empresas. En esta situación cada
empresa actúa con una política de precios similar a la que sigue el monopolista. Sin embargo, la situación no
es de monopolio, pues si un artículo fabricado en estas condiciones es suficientemente rentable, atraerá a
nuevos fabricantes, por lo que el beneficio monopolístico tenderá a desaparecer y la estructura de mercado
resultante será muy parecida a la competencia perfecta.
Los modelos explicativos del comercio internacional basados en las economías de escala señalan que
siempre se producirá comercio entre países, incluso en el caso de que todos llegaran a tener la misma
dotación de factores productivos y fuesen empleados con igual productividad en todos los sectores. En
efecto, las economías de escala permiten que aquel país que tenga una capacidad de producción superior
(porque ha empezado antes o porque el mercado interior es de una dimensión mayor que el de otros países)
obtenga ventajas competitivas en la producción de dicho bien, por lo que es natural que se especialice en
ella.
La especialización en el comercio internacional resultante de la economías de escala es altamente
beneficioso, pues conduce a una utilización más eficiente de los recursos. En este caso pueden surgir
problemas distributivos entre los sectores sometidos al comercio internacional y aquellos otros que no lo
están. Antes hemos dejado claro que dichos problemas deben solventarse con políticas redistributivas
específicas.
La existencia de competencia monopolística explica la aparición de un fenómeno muy importante.
Se trata del comercio interindustrial, que aparece principalmente entre países industriales que poseen una
dotación de recursos similar lo que ¡justifica que, incluso cuando dos países tengan la misma dotación de
recursos productivos, existirá comercio entre ellos.
Por su parte, el comercio intraindustrial tiene lugar gracias a las economías de escala: dentro de un
mismo sector industrial, unos países se especializarán en la producción de aquellos bienes en cuya
producción posean economías de escala.
El comercio intraindustrial puede coexistir con el comercio interindustrial, es decir entre empresas de
industrias diferentes. La diferencia principal entre ambos es que mientras el primero tiene su razón de ser en
la existencia de economías de escala, el comercio interindustrial tradicional tiene su fundamento en un
argumento también tradicional, que es el de la ventaja comparativa.
La inversión directa en el extranjero es uno de los fenómenos económicos característicos del siglo
XX. Los movimientos de capital de un país a otro pueden ser causados por la existencia de tasas de retorno
diferenciales. Sin embargo, si ello fuera así, no se produciría necesariamente inversión directa, sino que
cabría también la inversión en cartera, sin necesidad de un control total de la inversión efectuada. Los
mercados de capitales no son suficientemente perfectos para explicar este tipo de inversiones directas, por lo
que resulta necesario algún tipo de explicación complementaria, como veremos seguidamente.
Ciertos modelos del comercio internacional incluyen un análisis de la inversión directa en el
extranjero, como es el caso del modelo del ciclo de vida de un producto. En la segunda o tercera etapas de la
vida de un producto, la empresa puede considerar conveniente invertir en el extranjero, tanto para abastecer
al mercado de dicho país, como para vender al país de origen.
La teoría del ciclo de vida del producto ha sido útil para explicar la aparición y desarrollo de la
inversión directa en el extranjero que se ha producido desde la Segunda Guerra Mundial. La oportunidad de
invertir en el extranjero surge como resultado natural del ciclo de un producto.
No obstante, el ciclo de vida de un producto no es la única explicación de la inversión en el
extranjero. Así, la teoría de la ventaja monopolística 5, sostiene que la inversión extranjera exige condiciones
similares a las del monopolio por parte de la empresa que la emprende. Esta teoría comparte con el modelo
del ciclo de vida del producto ciertas características: la existencia de determinadas economías de escala que
le permite a la empresa producir a unos costes unitarios menores.
5
Véase Hymer (1960).
8
Las razones de la inversión extranjera pueden clasificarse, en general, en dos grandes grupos. El
primero incluye inversiones que persiguen una expansión o diversificación del mercado. El segundo
corresponde a inversiones que persiguen ventajas desde el punto de vista del coste de aprovisionamientos. El
análisis de las actividades de una empresa permite distinguir las inversiones en actividades orientadas hacia
adelante (ventas y servicio al cliente) de las orientadas hacía atrás 6 (compras, producción e I+D).
Comencemos con la inversión directa orientada hacia el mercado. El coste del transporte es una
primera razón de este tipo de inversiones. En los modelos clásicos del comercio internacional no se tenía en
cuenta el coste del transporte desde el lugar de producción al lugar de consumo. Sin embargo, hay numerosos
productos de precio bajo cuyo alto coste de transporte hace que sea impensable su exportación directa, por lo
que las empresas que deseen abastecer el mercado extranjero deberán instalarse en los respectivos países.
El argumento de los elevados costes de transporte no es definitivo para explicar por qué una empresa
invierte en el extranjero. Una razón que no justifica el argumento del transporte es la existencia de
economías de escala en la producción de un producto. Este es el caso de los semiconductores, cuya
fabricación está concentrada principalmente en Japón y Estados Unidos en plantas de considerables
dimensiones. En este caso, el ahorro en el coste derivado de las economías de escala compensa sobradamente
el alto coste del transporte.
Un segundo tipo de inversiones motivadas por el mercado son las pautas de consumo del país de
destino de las exportaciones. En un país puede haber una fuerte propensión a consumir solamente productos
nacionales, por razones puramente nacionalistas, por imagen del producto o por la seguridad de estar
adquiriendo un producto realmente valioso.
Esta explicación es de creciente importancia en nuestros días y justifica una buena parte de las
inversiones japonesas y de otros países del Sudeste asiático en Europa y Estados Unidos. La sensación de
invasión que se registra entre los ciudadanos de estos últimos países ha creado un cierto rechazo, incluso
admitiendo su superior calidad. Un modo de mejorar la imagen de estas empresas ante el consumidor final es
desplazar parte de la producción o distribución de estos artículos hacia el país de destino, dispersando
actividades de la cadena de valor.
Otro motivo de la inversión extranjera tiene que ver con la existencia de aranceles altos o de otras
barreras proteccionistas, que desincentivan los intercambios comerciales. En efecto, la invasión de
exportaciones japonesas dirigidas a los países de la CE y Estados Unidos, y el consiguiente desequilibrio
comercial originado por la insuficiencia de las exportaciones hacia Japón, ha planteado una situación de
fuerte tensión en el comercio internacional. Así mismo, el peligro de un giro proteccionista en la CE a partir
de 1993 indujo a empresas americanas y japonesas a invertir en Europa.
Una razón adicional relacionada con el mercado es la de las inversiones motivadas por la estrategia
de seguir a los clientes y competidores. Este tipo de decisiones son muy importantes en empresas
proveedoras de otras multinacionales, como puede ser el caso de los componentes del sector de la
automoción.
La búsqueda de factores productivos abundantes y baratos ha sido otro factor importante en el
fenómeno de la inversión indirecta. Así, el modelo del ciclo de vida del producto enseña que un producto en
su fase inicial tiene unos gastos fijos tan altos que sólo pueden ser abordados en un país industrializado.
A medida que el producto madura y se estandariza, la producción se desplaza a los países en vías de
desarrollo por razones de mercado y de costes. Otra razón estrechamente relacionada con el anterior es la
existencia en un país de ciertas materias primas de carácter estratégico.
En general, las empresas que fabrican productos con numerosos componentes distribuyen su
fabricación de modo que cada uno de ellos es producido en diferentes países con el fin de aprovechar al
máximo las ventajas que, desde el punto de vista de la abundancia de recursos, ofrece cada uno. En ocasiones
se trata de aprovechar el bajo coste laboral, pero también de sacarle partido a las oportunidades de suministro
de ciertas materias primas.
La integración vertical es otro motivo de la inversión extranjera que mira hacia la oferta de recursos
productivos. La integración vertical supone, en definitiva, incrementar el control de las diferentes etapas de
la cadena de valor de la empresa, desde el aprovisionamiento hasta el servicio postventa.
En esta sección hemos ofrecido un conjunto de razones de la inversión extranjera. En el mundo real,
no obstante, se da una combinación de muchos de los argumentos que aquí hemos deslindado con claridad
por puras razones metodológicas. La inversión de Volkswagen en SEAT, por ejemplo, respondía al criterio
del ciclo de vida del producto y a los costes laborales, pero también al deseo de entrar en un mercado
potencial muy grande y de saltarse las barreras arancelarias existentes en 1985 en España, que impedían la
libre importación sin coste alguno de los modelos fabricados por Volkswagen. Tampoco es posible olvidar
6
A este respecto, véanse Caves (1982) y Kindleberger (1969).
9
en este caso los importantes incentivos que el gobierno español ofreció a la compañía alemana al adquirir la
empresa española. En los próximos capítulos discutiremos extensamente las ventajas e inconvenientes de la
inversión directa en el extranjero en el contexto del proceso de internacionalización de la empresa.
10