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El Juego Del Omega

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Título Original: The Omega-s Eager

Traducción y Corrección: Rub


Portada y Formato: Rub
Epub: Mara
© 2018 Publicado por LLLE
Libro de distribución gratuita, sin fines comerciales y/o lucro.
RESUMEN

La Pascua se acerca y Lord Cuthbert “Cuddy” Trenton y el vizconde


Henry Caldwell está planeando un viaje y baile fabuloso.
En un contexto de agitación política en la que su familia está en el
centro, Cuddy se resiste al cambio mientras que Henry se deleita en él.
Como un omega, Lord Trenton debe doblegarse a los deseos de su alfa,
pero antes que la pareja pueda ponerse de acuerdo sobre sus planes, sus
vidas se alteran por algo más significativo de que con quién el rey se acuesta
o una fiesta llens de alfas y omegas chismosos.
Y Cuddy no está seguro de si Henry está listo para el desafío.
CUDDY

Lord Cuthbert Trenton, más conocido como Cuddy, se encontraba en


una colina que daba a la casa de su infancia, Longmead House. Frederick, el
duque de Longmead, el hermano mayor de Cuddy, había heredado el
patrimonio de Longmead después de la muerte de su padre, aunque el
difunto duque había proporcionado tanto a lord Trenton como a su hermana
un generoso pasar. Pero en lugar de ser un caballero de ocio, Su Señoría
prefirió supervisar el funcionamiento de la finca como siempre lo había
hecho.
Apartándose de la mansión y hacia el sol poniente, miró hacia el lago
y más allá hacia el bosque. Aunque estaba oscurecido por el bosque, otra
casa yacía fuera de la vista. Su hermana. No. La antigua casa de
Eleanor. Después de enviudar, la propiedad volvió al pariente masculino más
cercano de su marido muerto, que era su primo.
La mirada de Cuddy siguió la estrecha carretera que bordeaba el
bosque y conducía al pueblo. En el otro lado de la aldea estaba la casa que
compartía con su nuevo compañero, el vizconde Henry Caldwell.
Su antiguo compañero, Oliver había muerto en un accidente y los
años transcurridos habían sido solitarios. Pero cuando menos esperaba o
quería estar ligado a alguien, un extravagante alfa se infiltró en su vida y lo
reclamó. Elegante, deliciosamente apuesto y con una aversión por el decoro
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aceptado y las sutilezas sociales, la presencia del vizconde Henry Caldwell


hizo que la vida de Cuddy perdiera el control.
La comunidad alfa y omega hablaba de Henry con sus corbatas y
sombreros de brillantes colores adornados con plumas de avestruz y pavo
real importadas a un gran costo. El vizconde no se preocupaba por esas
charlas ociosas, se quitaba el sombrero y agitaba su bastón favorito, con un
rubí enorme en la parte superior, a cualquier persona que encontrara.
Aunque habían vivido entre personas distintas a ellos durante
generaciones, los alfas y omegas seguían recelosos de la atención con la que
se deleitaba el vizconde. Reclamaban cada vez que mostraba su riqueza o
revelaban una falta de respeto por las costumbres locales.
Fuera de la comunidad, los aldeanos toleraban a los recién llegados
como los llamaban, a pesar que los antepasados de alfas y omegas habían
salido de los bosques siglos antes. Pero al igual que con los compañeros de
Henry, también sospechaban de los extraños, aunque ignoraron sus dudas
cuando el vizconde Caldwell dio una buena propina y empleó a muchos de
los comerciantes locales para agrandar y redecorar su casa recién adquirida.
Pero no era solo el vizconde quienera víctima de las habladurías. Mi
familia es el centro de atención. La hermana de Cuddy, Eleanor, se había
casado con el rey Edmund, quien, aunque era amigo de la infancia de
Frederick, no era de la comunidad. ¡Y produjeron un heredero! El país estaba
en crisis con ambos grupos alternativamente enfurecidos por el hecho y
emocionados de cómo podría beneficiarlos.
EL JUEGO DEL OMEGA
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Mientras la intriga se arremolinaba alrededor, la vida hogareña de


Cuddy era relativamente tranquila a pesar de que su compañero proclamaba
que odiaba vivir en el campo un minuto y el siguiente declaraba que el aire
del campo era excelente para su salud.
Cuando su señoría llegó a su casa, y un sirviente atendió a su caballo,
se quedó frente a la puerta pensando en lo afortunado que había sido. Me
han dado una segunda oportunidad de felicidad. Entró en la casa y al oír una
sonido de cristal, se dirigió al salón.
—Ahí estás Cuddy. Me preguntaba cuándo estarías en casa.
El omega se detuvo en la entrada y observó a Henry con sus largas
piernas extendidas sobre el sofá. Los anillos de humo del cigarro del vizconde
se elevaron hacia el techo. Los escalofríos recorrieron arriba y abajo la
columna vertebral de Cuddy mientras miraba a su compañero. Sus ojos
recorrieron la barba salpicada de motas grises, los ojos que lo llamaban y le
erizaban la piel, los dedos delgados sosteniendo respetuosamente su amado
cigarro y la extravagante chaqueta y chaleco.
La mirada inquieta del alfa se movió de la copa de brandy en su mano
al omega. —¿De verdad tienes que trabajar todos los días? Es muy tedioso
que te vayas cuando me despierto.
—Teniendo en cuenta que me voy al amanecer y todavía estás en la
cama al mediodía, dudo que tengas muchas oportunidades de extrañarme,
Henry.
Alzando una ceja, el alfa inhaló su cigarro y estudió a su
compañero. —¿Prefieres que la compañía de tu hermano y su familia a mí?
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—¿Cómo puedes pensar eso? —El omega que se estaba sirviendo


una bebida bien merecida giró y bañó la alfombra nueva que cubría las tablas
de madera y roció gotas en la chaqueta bordada de Henry, chaleco a juego y
camisa blanca almidonada. Maldita sea. He arruinado su ropa
Lord Trenton hizo una mueca de dolor cuando la frente de su
compañero se arrugó y los ojos de Henry se entrecerraron mientras sacaba
lentamente un pañuelo del bolsillo y secaba las gotas de Borgoña. El reloj de
caoba en la repisa de la chimenea sonaba inquietante mientras el omega
observaba los ojos del alfa. Tendrá que cambiarse antes de la cena.
—Henry, me disculpo por mi apresuramiento. Déjame llamar a tu
ayuda de cámara.
Pero el vizconde levantó su mano y silenció a Su Señoría.
Di algo. Cualquier cosa. —No puedo pasar la mañana leyendo cuando
podría tratar con los inquilinos de Longmead, o trabajando en las cuentas y
resolviendo problemas.
El alfa continuó limpiando su ropa.
Sigue hablando. —No puedo transitar por un camino sin sentido a
través de la vida. —¿Qué? Acabo de empeorar las cosas. Dedos oscuros de
terror se enroscaron alrededor del omega.
Los dientes del vizconde se apretaron alrededor de su cigarro y sus
mejillas se enrojecieron. Ellos son del mismo color que el brandy. Los dedos
de Cuddy temblaron pero sus pies se negaron a moverse y él se quedó
congelado con una mano alrededor de la jarra mientras la otra agarraba el
vaso ahora vacío.
EL JUEGO DEL OMEGA
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Henry arrojó el pañuelo manchado al suelo y se levantó, sus ojos


oscuros y amenazantes. Cuddy se estremeció ante la mirada implacable.
—¿Debo suponer que te refieres a mí cuando dices “un camino sin
sentido a través de la vida,” Cuddy?
¿Soy falso o digo la verdad? —En absoluto, Henry. —Mentira
pues. Los pies de Cuddy finalmente obedecieron a su amo, y el omega se
acercó a su pareja. Su señoría rozó las gotas de oporto de la chaqueta de
Henry, pero el alfa se apoderó de su muñeca, y Cuddy se estremeció. Su
corazón martilleó tan fuerte que ahogaba otros sonidos excepto el ronco
aliento. El omega plasmó una sonrisa falsa en su rostro.
—Debo irme.
¿Se está yendo por una camisa estropeada? Los dedos de Cuddy se
aferraron al pecho de su compañero. —Y... y tu compromiso que estemos
juntos siempre?
El alfa echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír, y el sonido
estridente resonó en los techos altos provocando al omega.
Henry apoyó la frente en la cabeza de su compañero. —Mi
queridísimo Cuddy. ¿Tienes tan poca fe en mí? Puedes romper una jarra
sobre mi cabeza y destruir cada una de las camisetas que poseo y aun así
estaríamos atados. Y todavía te pediría que me acompañes cuando viaje.
El aire silbó entre los labios de Cuddy mientras exhalaba. No debería
haber dudado de su constancia.
—Y estoy de acuerdo. Estoy inactivo. Nací en el dinero, pero en los
años anteriores a conocerte, yo también estaba involucrado en el negocio. —
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El alfa agitó su mano alrededor de la habitación opulenta. —Con bastante


éxito. Y ahora disfruto los beneficios de mi arduo trabajo.
El vizconde apartó mechones de cabello de la frente de su
compañero. —Después del baile de Pascua, quiero irme al extranjero. El
cambio de escenario nos hará bien. Estoy cansado de estar en el mismo lugar
por mucho tiempo.
—Pero no puedo irme.
—Sí puedes. Dile a Frederik: “Me voy.” Es fácil. Fuiste consciente de
mi naturaleza transitoria cuando nos apareamos.
—Sí, pero…
—Deseo disfrutar del aire tibio del mar, caminar a lo largo de un
paseo marítimo y cenar con excelente comida en lugar de la variedad más
sana que el cocinero prepara.
Estoy de acuerdo con él con respecto a la cocinera y sus habilidades
en la cocina.
—¿Por qué estás tan apegado a Longmead?
—Es todo lo que he conocido. Es mi ancla. Si me voy, me temo que
perderé una parte de mí.
—Permíteme señalar Cuddy que como mi compañero, estamos
atados el uno al otro y como alfa, te ordeno que vengas conmigo. No hay
discusión Mi palabra es definitiva.
Te adoro pero eres la parte trasera de un caballo. —¿Cuánto tiempo
nos iríamos?
EL JUEGO DEL OMEGA
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Henry se encogió de hombros. —El verano. Medio año. Quizás para


siempre.
No. Cuddy colapsó en el sofá. —Frederick dice que el hogar es la base
de la familia.
—Mi dulce, tu hermano es un caballero amable, pero...
—¿Pero? ¿No es eso suficiente?
El alfa se dejó caer al lado de su compañero. —Él es poco
imaginativo. Él vive como lo hizo tu padre y su padre antes que él. No hay
chispa ni alegría de vivir. —Henry colocó su mano sobre el corazón de
Cuddy. —No perderás Longmead y los Trenton. Están contigo donde sea que
estés.
Con los dedos deslizándose sobre los de su compañero, los ojos de
Cuddy se fijaron en los de Henry mientras el corazón del omega latía bajo sus
manos entrelazadas.
—Henry, nunca he viajado más allá del palacio. Y por el bosque, pero
esa fue una experiencia horrible.
El alfa suspiró. —Qué triste. Debo presentarte al mundo.
El aliento del vizconde con olor a brandy se mezcló con el del omega
mientras Cuddy cerraba los ojos y se imaginaba viviendo una vida
despreocupada con el alfa.
—Si hubiera podido predecir mi futuro, el apareamiento con un
hombre hogareño como tú habría sido lo más alejado de mi mente.
—¿Estás decepcionado?
—Cualquier cosa menos.
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Mientras la pareja se miraba, una sensación de hormigueo recorrió el


cuerpo de Cuddy como siempre cuando su compañero estaba cerca. El fuerte
aroma almizclado que flotaba alrededor del vizconde provocó el omega y
encendió un hambre dentro de él. El deseo lo lamió y ronroneó cuando los
dedos de Henry acariciaron su pecho y se deslizaron sobre los botones de su
chaleco.
—¿Cuál es el dicho que a los aldeanos les gusta citar? ¿Ojo por ojo?
Cuddy miró a su compañero mientras sus ojos oscuros cargadoa de
lujuria, rastrillaron el cuerpo del omega.
Su Señoría tartamudeó una palabra. —¿Q-qué?
Mientras desabrochaba los botones del chaleco de Cuddy, los ojos del
alfa nunca se apartaron de su compañero. Con el pop de cada botón
escapando, el omega jadeó y la anticipación se expandió dentro de él. No es
lo único que está creciendo. Acurrucado en su ropa interior, su polla se
despertó y el omega se retorció tratando de ponerse cómodo.
Henry tomó la camisa de lino de Su Señoría mientras la sangre
zumbaba en las venas de Cuddy. Inclinándose sobre su compañero un poco
más bajo, los labios del alfa rozaron la oreja del omega. Cuddy se estremeció
y su polla palpitó y se retorció en el espacio confinado de sus pantalones.
—Destruiste mi camisa, así que te devolveré el favor.
Con la mano de su compañero agarrando el material almidonado,
Cuddy contuvo la respiración. Su cuerpo se tensó cuando el vizconde tiró de
la tela y los hilos de lino flotaron en el aire como copos de nieve.
Oh Dios mío. No aquí en el salón. —Henry, los sirvientes.
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—Tranquilo. —El alfa apartó la camisa destrozada y apretó la cálida


piel que cubría el pecho de Cuddy. Bajando la cabeza, lamió el pecho de su
pareja hasta que llegó a un pezón. Se mantuvo rígido y firme mientras
soplaba aire caliente sobre él.
La piel del omega se volvió seductoramente rosa y su cuerpo
hormigueó cuando su compañero lamió la carne fruncida. Una carga de
excitación lo atravesó y envolvió sus dedos alrededor del cabello de Henry y
tiró. Tómame ahora.
El alfa gruñó y levantó la cabeza. La respiración de Cuddy se aceleró
mientras los ojos de su compañero ardían y le enseñaba sus
dientes. Muérdeme.
Pero Henry volvió su atención a su propio atuendo. Se puso de pie y
con los ojos todavía fijos en los de Cuddy, se desabrochó los botones
alrededor de la cintura y dejó caer los pantalones. Desató la solapa de sus
calzones por debajo y su magnífica polla, orgullosa y erecta, sobresalió a
través del espacio en la tela. Oh Dios mío.
Cuddy vislumbró la punta reluciente cuando su compañero se hundió
en el sofá y separó sus piernas. Necesito esa polla dentro de mí.
—De rodillas.
Las piernas del omega temblaron cuando se deslizó del sofá y se dejó
caer al suelo. Sus ojos estaban al nivel de la impresionante longitud de su
pareja, y se lamió los labios cuando una salvaje lujuria lo consumió.
Colocando su mano detrás del cuello del omega, Henry tiró de la
cabeza de Cuddy hacia su pene. El alfa golpeó la punta húmeda de su polla en
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la boca de Su Señoría y la arrastró por sus labios regordetes. El omega se


agarró al borde del sofá cuando el olor a almizcle de su compañero lo
abrumó. Abriendo la boca y sacando la lengua, lamió la gotita de humedad
que se filtraba desde la punta. Delicioso. Frotando sus labios, saboreó el
sabor terroso y lamió otra vez, deseando más.
Pero el alfa gruñó y acercó la cabeza de su compañero. La polla de
Henry se alzaba frente a Cuddy, desafiándolo a que la tomara y la
tragara. ¿Puedo hacer esto? El omega tragó una bocanada de aire y abrió la
boca para acomodar a Henry mientras la enorme polla palpitante se
deslizaba entre sus labios.
—Ummm. —Cuddy murmuró y el alfa gimió cuando Su Señoría rozó
sus dientes sobre la palpitante longitud mientras Henry se empujaba en su
boca.
El omega jadeó y tragó cuando la punta golpeó la parte posterior de
su garganta. Cerró los ojos con fuerza y deslizó los labios hasta la base,
acariciando el cabello oscuro sobre el eje y de vuelta a la punta. Lamió la
cabeza como si fuera un helado.
Henry tembló y gruñó mientras agarraba puñados del cabello de su
compañero. El dolor y el placer se combinaron hasta que el omega no pudo
distinguirlo.
El vizconde volvió a meter la polla en la boca de su compañero, y el
omega alzó los ojos y le lanzó una mirada furtiva al rostro. El sudor goteaba
sobre las mejillas de Henry y apretaba su mandíbula. Cuddy jadeó por aire y
el agarre de su compañero se aflojó. El alfa gruñó y apartó a su compañero.
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Los labios de Su Señoría se estremecieron mientras se inclinaba en el


suelo. —¡No!
—Shush. —Con una mano agarrada alrededor de su eje y la otra en la
cabeza de Cuddy, Henry trazó las mejillas y la frente de su pareja con la punta
de su pene marcándolo con su presemen.
¿Me está ungiendo? Cuddy gimió mientras estaba envuelto en una
telaraña de pegajosa humedad y oleadas de mareo golpearon su cabeza. Sus
dedos se aferraron a la pierna de su compañero mientras su cuerpo se
balanceaba.
Pero Henry fue implacable y empujando sus caderas hacia adelante,
empujó su polla hacia atrás entre los labios de su compañero. Cuddy tragó
saliva cuando la longitud de su compañero invadió su boca. Tragándose la
gigantesca polla, frunció los labios y se retiró antes que el alfa metiera la
polla en la garganta una vez más. Con cada zambullida, el omega raspaba sus
dientes sobre la carne hinchada de su compañero.
—Maldita sea.
Mientras Henry maldecía y su cuerpo se estremecía, Cuddy luchaba
por aire mientras su compañero se sumergía en su interior.
—Fóllame. —Fóllame más duro.
Pero el alfa soltó su agarre, y el omega gimió cuando su lengua barrió
la polla en retirada de su compañero y sus labios se juntaron.
Henry fulminó con la mirada a Su Señoría y Cuddy se
estremeció. ¿Ahora qué?
HENRY

Henry cerró los ojos e imaginó su polla enterrada profundamente


dentro de su compañero. Una gota de sudor goteó en sus labios y la atrapó
con la lengua saboreando el sabor salado. El embriagador aroma de Cuddy se
hacía más intenso cuando estaba excitado y el alfa se preparó mientras una
oleada tras otra del tentador aroma se apoderaba de él.
Sentado en el borde del sofá, se movía sobre su compañero, cuyos
hombros se agitaban mientras yacía boca arriba, con la cara y la boca
cubiertas por la humedad resbaladiza del alfa.
—Eres mío.
—S-sí. ¡Sí!
El vizconde miró a través del bulto en los pantalones de Cuddy. El
omega siguió su mirada y lanzó una sonrisa maliciosa a su compañero. Él me
está atormentando e intentando tomar el control. No puedo permitir eso.
—Deshazte de tu ropa.
Cuando el omega se despojó de su atuendo, el alfa admiró la curva de
su espalda y su longitud hinchada mientras se desvestía. Magnífico.
Después que Cuddy se quitó la ropa y Henry lo empujó al piso, el alfa
se arrastró entre sus piernas como si acechara a su presa. Extendió la mano y
capturó las gotas de humedad en el extremo de la polla de su
compañero. Lamiéndose los dedos, sus ojos se entrecerraron cuando la
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fragancia del omega llenó sus fosas nasales y el picante sabor cubrió su
lengua.
—Eres mío. ¿Entiendes?
—Sí. Sí.
Inclinándose sobre su compañero, la lengua del alfa se inclinó y se
arremolinó sobre su pecho antes de mordisquear y morder la carne cubierta
de sudor. Cada mordisco era más duro y profundo que el anterior, y Cuddy
gritaba y gemía mientras verdugones se extendían por su cuerpo. Los labios
de Henry se cerraron sobre el pezón del omega y su pareja se convulsionó
cuando los dientes del alfa se hundieron en la carne delicada.
—Henry. Te lo ruego.
Soltando su agarre, el vizconde estudió a su compañero. —Levanta
las rodillas. —Las piernas del omega temblaron cuando él las levantó y Henry
contempló su culo redondeado, reluciente de humedad resbaladiza. Para mí.
—¿Estás listo?
Cuddy asintió.
—Dilo.
—Sí.
El alfa tomó una respiración profunda mientras deslizaba un dedo
entre las nalgas del omega y daba golpecitos alrededor del resbaladizo
agujero fruncido. Él empujó con la punta de su dedo. Cuddy gimió y dejó caer
sus rodillas, y sus piernas extendidas sobre el piso.
—¿Qué te dije?
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Con un brazo sosteniendo sus piernas, el omega los levantó de nuevo


exponiendo su agujero mojado que goteaba. Henry presionó la estrecha
entrada y empujó dos dedos. Debo tenerlo.
El cuerpo del omega tembló y gimió cuando su compañero lo tocó.
—¿Qué voy a hacer contigo?
—Follarme.
—¿Y cómo quieres que te folle?
—Duro. —La voz del omega vaciló cuando su compañero se deslizó
entre sus piernas.
Henry se acercó y la punta de su gruesa polla empujó el trasero de su
pareja.
—Por favor mi amor. No puedo esperar más.
Pero el alfa lo ignoró mientras alineaba su polla con el orificio mojado
del omega. Con una mano en las piernas dobladas de Cuddy, la otra mano se
arrastró sobre la polla de Su Señoría y la acarició. El omega gimió y forzó su
cuerpo hacia adelante mientras Henry metía su polla dentro de él y envolvía
su palma alrededor de la palpitante longitud. Él es tan apretado. Aquí es
donde debo estar.
El alfa calmó sus movimientos mientras olas de placer apuñalaban su
cuerpo. El aliento resopló en su pecho y el sudor fluyó de sus palmas
mientras trataba de controlar el impulso de follar a su compañero hasta que
ambos gritaran. El omega apretó su polla enviando ondas de placer fundido
que se precipitaron a través de Henry.
EL JUEGO DEL OMEGA
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Lentamente se retiró hasta que solo la punta de su pene permaneció


dentro de su compañero. Henry apretó los dientes mientras empujaba sus
caderas hacia adelante y bombeaba con su mano la polla de Cuddy.
Lo que comenzó como un ritmo lento y repetitivo con las caderas de
Cuddy al ritmo de los empujes de su compañero, aumentó en velocidad a
medida que las embestidas de Henry se volvían más frenéticas. El omega
gimió mientras se agarraba a la alfombra con una mano mientras la otra se
sacudía alrededor de sus piernas.
El vizconde miró su polla dura mientras se deslizaba dentro y fuera
del agujero resbaladizo de Cuddy. Estirándolo. Llenándolo. Su mirada se
desplazó a la mano que se arrastraba por la longitud de su compañero, y con
cada bombeo una sensación de zumbido crecía en su interior.
Con sus cuerpos fusionados, los ojos del omega encontraron los de su
compañero. La mirada de Cuddy estaba desenfocada, y echó la cabeza hacia
un lado mientras gemía. Con el cuerpo de Henry golpeando contra el de su
compañero mientras se metía en el apretado agujero húmedo, los quejidos
de Cuddy se convirtieron en gritos estrangulados.
La tensión se acumuló dentro del alfa mientras los temblores
sacudían su cuerpo y cada empuje avivaba las llamas en su vientre. Yo no
puedo aguantar.
Con una última zambullida, más profunda y más dura que antes,
Henry arqueó la espalda y se tensó mientras su semen se derramaba dentro
del omega.
—Ahora Cuddy.
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Ante la orden, el cuerpo de Su Señoría se sacudió y se convulsionó, y


de su polla brotó hilos de semen que lo cubrieron a él y al suelo.
—Cuddy, ¿dónde estás?
Lord Caldwell irrumpió en el camerino de lord Trenton cuando el
ayuda de cámara limpiaba la pelusa del hombro de su patrón. —Henry, ¿qué
es tan urgente que no puedes esperar hasta que esté vestido? —El omega
despidió al sirviente.
—Puedo recordarte que como alfa, no espero a nadie. —Pero su voz
se suavizó cuando el omega se mordió el labio y miró sus pies. —Eleanor me
ha escrito. —El alfa agitó una carta frente a la cara de Cuddy.
—¿A ti? ¿Por qué ella no me escribe a mí? Soy su hermano.
Henry rodeó a su compañero inspeccionando su chaqueta y las
arrugas perfectamente planchadas en sus pantalones. —Como alfa, soy el
jefe de nuestra rama de la familia. —Alisó el cuello de Lord Trenton y apoyó
la barbilla en su hombro. Tanto alfa como omega miraron su reflejo en el
espejo. Cuddy se ruborizó cuando Henry acarició su garganta.
—Tu hermana entendió que no estarías interesado en lo que ella
tenía que decir.
—¿Y eso fue?
Henry tomó la carta con ambas manos y una amplia sonrisa se
extendió por su rostro. —Van a Longmead para la Pascua y asistirán a mi
baile de Pascua.
—Nuestro.
—¿Nuestro qué?
EL JUEGO DEL OMEGA
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—Nuestro baile, Henry.


—Sí. Sí. Por supuesto. "—Henry agitó su mano distraídamente
mientras examinaba la pulcra caligrafía de Eleanor.
—¿Eleanor y los niños?
—No. Toda la familia. Edmund estará allí.
Lord Trenton se desplomó en una silla tapizada y se cruzó de
brazos. —Y aquí pensé que no estabas impresionado por la sociedad educada
y despreciabas a cualquiera que observara el decoro adecuado.
—Soy lo suficientemente sensible como para entender cuándo
superar los límites y cuándo aceptar las convenciones establecidas. Y
además, seré la envidia de todo el condado y su majestad asistirá al baile.
—¿Estás seguro? No todos los alfas y omegas están enamorados de la
nueva posición de Eleanor. —Cuddy tamborileó con los dedos sobre una
pequeña mesa.
El alfa echó hacia atrás la cabeza. —Eso es lo que dicen, hasta que
necesitan un favor del monarca. Luego vienen gateando. Ellos estarán
presentes. Debo dejar que todos lo sepan.
—Entonces, ¿vas a difundir chismes sobre la presencia de Edmund?
—Precisamente. Comenzaré con el mayordomo. Se está acostado con
una de las camareras, así que estoy seguro que va a transmitir el mensaje. Y
luego, como dicen, mi trabajo está hecho.
Cuddy se levantó de un salto y colocó un beso en los labios de su
compañero. —Eres incorregible.
—Estoy de acuerdo, de todo corazón.
CUDDY

Lord Trenton se apoyó contra la puerta admirando el nuevo salón de


baile. Era una adición a la casa que Henry había construido después de
comprar la casa del conde de Andover. Cortinas de seda marrón cubrían las
ventanas del piso al techo, intrincadas molduras de hojas y ramas se
arremolinaban sobre el techo y papel tapiz delicadamente estampado
cubierto de rosas trepadoras extendidas sobre dos paredes. El salón de baile
brillaba con la luz parpadeante de cientos de velas mientras las lámparas de
gas recién hechas colgaban del techo y estaban instaladas en las paredes.
El ama de llaves comentó sobre el desperdicio de quemar tantas
velas mientras entrecerraba los ojos ante la nueva iluminación de gas. —No
entiendo la fascinación de mi amo con el gas.
Cuddy estuvo de acuerdo secretamente con ella, pero Henry tenía la
costumbre de adoptar nuevos inventos sin considerar el peligro.
Mientras el tintineo de los cascos de los caballos sobre el camino de
grava serpenteaba hacia la casa, Cuddy respiró hondo y se arregló la
chaqueta. Henry entró a toda prisa por la entrada de la sala de baile,
ladrando instrucciones a los sirvientes. El vizconde estaba a la cabeza de la
fila seguido por Cuddy, el duque de Longmead y el compañero de Frederick,
Lord Nathaniel Elgin.
EL JUEGO DEL OMEGA
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Lord Trenton captó la mirada de Nate, y este último sofocó una risita
mordiéndose los nudillos mientras Cuddy ponía los ojos en blanco. Frederick
carraspeó y colocó sus manos detrás de su espalda. Espero que esta noche
sea agradable. Aunque echaron un vistazo a los alfas más viejos y sus
compañeros mientras miraban a la familia y observaban la chaqueta roja
brillante del vizconde Caldwell, Cuddy suspiró. A juzgar por algunas de las
personas que invitó, sospecho que será una tarde tediosa.
Principios de la primavera era la temporada de parto. Cuddy y sus
trabajadores agrícolas habían estado ocupados con los recién llegados y
dormían poco. Ya estoy mareado. Lord Trenton se frotó la frente y se apoyó
en su compañero, pero Henry frunció el ceño cuando el mayordomo anunció
a los primeros invitados. Dejaré pasar la noche rápidamente y con grandes
cantidades de brandy.
Edmund y Eleanor llegaron en medio de mucha excitación, pero
también hubo quejas por parte de aquellos que todavía no estaban seguros
de tener una omega que se casara con alguien de fuera de la comunidad,
¡aunque él era el rey!
Una vez que comenzó el baile y se formaron pequeños grupos para
chismorrear y admirar las magníficas joyas expuestas, Cuddy conversó con
Nate acerca de sus hijos. Mientras asentía y se compadecía de su cuñado con
respecto a los hábitos alimenticios de Lucinda y Cassie, Lord Trenton miró a
su propio compañero por encima de una copa de vino de cristal. Henry
estaba siendo un excelente anfitrión, asegurándose que todas las jovencitas
tuvieran pareja y les dieran a los hombres brandy, oporto y puros finos.
COLBIE DUNBAR
24

El dulce y abrumador aroma del humo del tabaco flotaba por la


habitación, y el vientre de Cuddy se agitó. Está extremadamente caluroso
para esta época del año. Se aflojó la corbata mientras gotas de sudor le
salpicaban la frente. Palmeando su frente, tragó saliva mientras su última
comida amenazaba con reaparecer. ¿Cuándo comí por última vez? Su señoría
parpadeó cuando una tenue luz de vela salpicada de oro se agitó frente a su
rostro.
Las voces chismosas, el golpeteo de los pies danzantes en el suelo de
madera, el tintineo de las copas y el humo acre se combinaron en una masa
hirviente y exprimieron el aire de Cuddy. Jadeó tratando de recuperar el
aliento y sus dedos se aferraron al hombro de Nate.
—¿Cuddy?
Las vistas y los sonidos se mezclaron y corrieron a su alrededor como
el carrusel que el rey había construido para su hija. Cuando una nube negra
se arrastró hacia él y la oscuridad se hizo cargo, Cuddy gimió y colapsó.
—CUDDY. CUDDY. Por favor di algo.
Henry.
—Lord Trenton, ¿puedes oírme?
¿Quién es ese?
Brillantes pinchazos de luz asomaban bajo los párpados de
Cuddy. Entornó los ojos y gimió cuando abrió los ojos. Cinco rostros ansiosos
se cernían sobre él. Henry, Frederick, Nate, Eleanor y el Dr. Owens, el médico
local.
EL JUEGO DEL OMEGA
25

—Cuddy. —Henry ayudó a su compañero a sentarse, y el omega


apoyó la cabeza en el sofá que reconoció como uno del salón.
—Se desmayó, Su Señoría. —El Dr. Owens sostuvo su muñeca
mientras el omega miraba de un miembro de la familia al otro. Las lágrimas
amenazaban con derramarse de los ojos de Henry y el color había
desaparecido de su rostro. Querido.
—No he comido desde esta mañana. —El omega acarició la
mandíbula del alfa. —No dejes que arruine el baile. Por favor regresa con tus
invitados, Henry.
—Olvida el maldito baile, Cuddy.
—Debería retirarse, Lord Trenton y quedarse en cama hasta mañana
por lo menos.
—Me aseguraré que lo haga. Gracias. —Henry metió monedas en la
palma de la mano del médico y el médico se inclinó y se fue.
Eleanor se hizo cargo. —Nate, tú y Freddy deberían reunirse con los
invitados. Asegúrate que los músicos continúen tocando y diles a los
sirvientes que sirvan la cena. —Mientras su hermano y su compañero se
dirigían hacia la puerta, la reina agarró la manga del duque. —Y dile a
Edmund que no se inquiete. Él se preocupa siempre.
La reina se sentó al otro lado de Cuddy. Flanqueado por su
compañero y su hermana, los ojos del omega se movieron de uno a otro. Esto
debe ser serio o Eleanor estaría al lado de Edmund.
—¿Estoy seriamente enfermo?
La reina negó con la cabeza.
COLBIE DUNBAR
26

—¿Entonces qué sucede? Me estás asustando.


Los dedos de Henry se cerraron alrededor de la mano de su
compañero y acarició el cuello del omega. Murmuró algo, y Cuddy se esforzó
por captar las palabras. Él parece perdido. Henry, supuse que teníamos
muchos años por delante.
—Dime. Te lo ruego.
En público, tanto Cuddy como Frederick se referían a Eleanor por su
título, pero en privado, ella era solo su hermana menor, como siempre lo
había sido.
—Mi querido hermano, Henry no está angustiado. Él está abrumado
por la emoción.
¿Cuál es la diferencia?
La reina miró el estómago de su hermano. —Cuddy, en tu última
carta, te quejaste de agotamiento y náuseas. Y esta noche te has desmayado.
—Es el parto.
—Pfft. Las ovejas no tienen nada que ver con esto.
¿Oveja? Mi cabeza está más confundida de lo que pensaba.
—Es obvio.
—No para mí.
—Henry, deberías ser quien dé la noticia.
Yo me estoy muriendo. —¿Cuánto tiempo me queda?
—Hasta el invierno. —La voz ronca habitual del alfa era tan frágil
como el hielo del invierno en el lago Longmead.
EL JUEGO DEL OMEGA
27

Su Señoría descansó su cabeza en la de su compañero. Las lágrimas


corrían por sus mejillas cuando el futuro que había imaginado con Henry se
desvaneció y se desmoronó.
—¡Henry!
Ni tampoco, puedes ser reina, pero para Henry siempre serás un
omega. —¡Eleanor!
La cara del alfa se contorsionó, y él siseó a su cuñada. —Su Majestad,
puede dejarnos.
Eleanor enderezó su columna vertebral. —Será un placer para mí,
pero le has dado a mi hermano la impresión que está gravemente enfermo.
Henry curvó los labios, y gruñó en lugar de hablar. —Déjanos.
Los ojos de Cuddy se movieron rápidamente de su hermana a su
compañero incierto de su salud o quién ganaría la batalla de
voluntades. Contuvo la respiración cuando su hermano se levantó y se dirigió
hacia la puerta, pero no antes de llamar por encima del hombro. —Estás
embarazado, Cuddy.
¿Qué? —¿De qué está hablando, Henry?
El vizconde disparó una mirada a Eleanor que se alejó devolviéndole
una mirada desdeñosa, puso su mano sobre el vientre del omega. —Vamos a
ser padres.
Su Señoría cerró los ojos y se imaginó a sí mismo sosteniendo a un
pequeño, alimentándose y jugando con ella. Puede ser un niño. Pero la visión
de una niña pequeña con rizos rubios y labios de capullo de rosa se inclinó
ante sus pensamientos. Una mujer. Estoy teniendo un bebé.
COLBIE DUNBAR
28

Cuando un sirviente cerró la puerta detrás de la reina, el alfa rozó sus


labios sobre la delicada carne en la garganta de Cuddy. Sus dedos se
entrelazaron con los dedos de su compañero exprimiendo la sangre de los
omega hasta que se volvieron blancos.
El estómago de Su Señoría se tambaleó cuando la palabra “bebé” se
repitió en su cabeza. ¿Un bebé? No puede ser. Nunca concebí en los años que
estuve con Oliver.
El omega besó la frente del alfa mientras pensamientos confusos
caían por su cabeza. El vizconde siempre se había mantenido alejado de las
sobrinas de Cuddy haciendo muecas cuando agarraban sus pantalones con
dedos pegajosos o jugaban cerca de su preciosa colección de
porcelana. Henry nunca ha deseado niños. Él aborrece a los pequeños. Él no
querrá uno propio.
—Henry, yo...
El alfa puso un dedo en los labios de su compañero. —
Cállate. Déjame hablar.
—No deseo escuchar eso.
—No tienes elección.
El omega se estremeció por el borde duro en la voz de su compañero
y se mordisqueó una uña.
—Nunca he querido tener hijos. La mayoría son amables, pero
también son demasiado ruidosos, insistentes, demasiado sucios y demasiado
para mi estilo de vida.
Él no quiere a este niño. Mi bebé. Nuestro bebé.
EL JUEGO DEL OMEGA
29

—Henry, yo...
—Déjame continuar, Cuddy.
—Muy bien.
El omega puso sus manos en su regazo y bajó la vista. No puedo
mirarlo a los ojos mientras dice esas palabras.
—Pero al descubrir que estás embarazado, que juntos hemos hecho
un bebé, casi me quedo sin palabras. Eleanor tenía razón sobre una cosa,
estoy conmocionado. El pequeño todavía puede estar acurrucado dentro de
ti Cuddy, pero ya somos padres. Nunca he experimentado una emoción como
esta. Me recuerda a mi infancia cuando mi niñera me envolvía en una toalla
esponjosa después de mi baño. Me sentía seguro, amado, satisfecho y en paz
con el mundo.
—Entonces, ¿no estás decepcionado o enojado?
—Estoy muy feliz.
El omega tembló y se secó las palmas húmedas en sus
pantalones. Apoyó la cabeza en el hombro de su compañero.
—No puedo esperar para sostener a nuestro hijo en mis brazos.
—Henry, cariño. —Cuddy se sentó y colocó ambas manos a cada lado
del rostro del alfa. —Tanto mi hermano como mi hermana tienen hijas. Tal
vez…
—Yo... nosotros... tendremos un hijo.
Yo no apostaría por eso.

FIN

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