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Bioetica

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ntroducción

De importancia vital para la bioética es el dato antropológico. ¿Qué es la


antropología?

El término antropología significa literalmente “tratado del hombre”. Se deriva de la


palabra griega ánthropos, hombre, y logos, que equivale a discurso o tratado. Como
todos o casi todos los vocablos terminados en logía, es de formulación moderna, y
significa ciencia especial.

Platón hace derivar la palabra griega ánthropos de los verbos anathréin y oráo, que


significan percibir, darse cuenta, percatarse. Los animales no se dan cuentan ni
consideran las cosas que ven. El hombre, por el contrario, al mismo tiempo que ve
(ópos), es capaz también de anathréin, es decir, se da cuenta de lo que ha visto[1]. El ser
humano constituye el único ser que se hace cuestión de la realidad y de sí mismo.
Como ser consciente advierte la condición opaca de toda la realidad incluida la suya
propia.

Hay autores que explican el término ánthropos apelando a la composición éntrépophós:


el ser que se orienta hacia la luz, con lo cual se subraya la posición erecta del hombre
y su necesidad de iluminación. En latín la realidad humana se designa con el
término homo, derivada del indoeuropeo gjum, que significa tierra (humus). Si se
coloca a la par las palabras ánthropos y homo, enseguida se advierte el carácter
dialéctico del hombre como luz y sombra, ser y no ser, que tiende al infinito aún
sabiendo que está anclado a la finitud y temporalidad de su propio final.

Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, usa el adjetivo Anthropólogos en el sentido de


un hablar general sobre el  hombre.
Immanuel Kant Nacimiento: Königsberg, Prusia; 22 de abril de 1724. Fallece: Ibídem, 12
de febrero de 1804. fue un filósofo alemán de la Ilustración. Fue el primero y más
importante representante del criticismo y precursor del idealismo alemán. Es considerado
como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía
universal. Además se trata del penúltimo pensador de la modernidad, anterior a la filosofía
contemporánea que comienza en 1831 tras la muerte del pensador Hegel.

Indagando en la historia, es posible encontrar en el año 1501 un libro de Magnus


Hundt, profesor en Leipzig, donde aparece el término Antropología, con el sentido de
“tratado especial sobre el hombre”.

Algo más tarde, en 1596, Otto Casmann, discípulo de Glocenio, publicó una obra
titulada Anthropologiae pars II. Pero fue sobre todo en el siglo XVIII, cuando el término
Antropología empezó a usarse con más frecuencia de la mano de los padres de la
Ilustración. La consolidación de este nombre se debe sin duda a I. Kant, quien en
1789 tituló una de sus obras La Antropología desde el punto de vista pragmático,
donde define esta ciencia como “una doctrina del conocimiento del hombre ordenada
sistemáticamente”.

La Antropología recibió su actual sentido “científico” con Johann Friedrich Blumenbach


(1752-1842), naturalista y médico alemán. Este autor es considerado como fundador y
padre de la Antropología científica moderna, o de la Antropología sin más. Su obra De
generis humani varietate nativa, trata de la morfología de las razas humanas y de
su clasificación por razón del color de la piel en las cinco razas típicas.
Variedad de significados
Actualmente el uso de término Antropología se ha hecho polivalente, y con ello
bastante confuso y amplio. En general y atendiendo al sentido etimológico, se llama
Antropología al estudio o reflexión general acerca de las cuestiones referentes al
hombre en todas sus dimensiones:

 Biológicas.
 Psíquicas.
 Culturales.
 Sociales.

Esta definición es tan amplia que tiene muy poca utilidad, dado que directa o
indirectamente todas las ciencias se refieren al hombre. Se impone precisar, en lo
posible, los límites de las diversas antropologías.

En perspectiva científica, la Antropología es la ciencia del hombre en cuanto


entidad biológica y psicofísica dentro de la complejidad de los seres de la Naturaleza.

Desde el punto de vista de la filosofía, la Antropología pretende ser un estudio


holístico e integral del hombre. Considera principalmente la vertiente interior y
psíquica del hombre. Trata de explicar qué es lo que constituye esencialmente al
hombre en sí mismo, como unidad psicoorgánica. Su reflexión incorpora los resultados
científicos de las antropologías especialidades. Desde sus inicios la antropología ha
querido responder a dos interrogantes fundamentales que es necesario afrontar: ¿Qué
es el hombre y cuál es su puesto en el cosmos? San Agustín, considerado con toda
justicia como el primero en suscitar la cuestión antropológica en filosofía, se planteaba
con toda sinceridad estas dos cuestiones fundamentales: ¿Quién soy y qué soy?

En el mundo del pensamiento y de la investigación existe la Antropología


Física o Antropobiología, que se ocupa del estudio de los temas paleontológicos, la
genética de las poblaciones, los temas eto-ecológicos, es decir, estudia al hombre
desde el punto de vista físico-somático.

 La Antropología Psicológica, tiene por objeto la conducta humana en su


perspectiva psíquica o psico-somática, tanto en sujetos normales como en
individuos afectados por desequilibrios psíquicos o emocionales, por eso cabe en
ella el psicoanálisis y la parapsicología.
 La Antropología Cultural, es quizás la más difundida y conocida entre el gran
público, se ocupa del estudio etnológico de los pueblos primitivos, sus
costumbres, sus ritos, sus relaciones, su lenguaje, su moral y su religión.
o Influida por el Estructuralismo, la Antropología Cultural ha pretendido ser la
única antropología válida. Se la presenta como la mejor alternativa posible a la
Antropología Filosófica, incluso se atreve a hablar de la muerte etnológica de la
Filosofía, su postulado más conocido es que “el hombre ha muerto”,
entendiendo esta muerte como la desaparición del sujeto humano (Foucault).
o La Antropología Social, cuyo objetivo es el estudio de las sociedades
actuales; con frecuencia se la confunde con la Sociología.
o La Antropología Teológica o Religiosa, investiga y explica
el dato revelado sobre el hombre. En Europa continental, cuando se habla de
Antropología se entiende como Antropología Física, de los aspectos culturales y
sociales se ocupa la Etnología. En Inglaterra, el término Antropología se refiere
fundamentalmente a la Antropología Social, los aspectos físicos se reservan
para la Paleontología y la Genética y de los aspectos culturales se ocupan la
Arqueología y la Historia. En Estados Unidos, cuando se habla de Antropología
se refieren básicamente a la Antropología Cultural donde se incluyen
algunos datos de Paleontología humana y de Genética. Actualmente se habla
principalmente de tres ramas o tipos de antropología que se ocupan de dar
una visión totalizadora del hombre en sus dimensiones natural, social y cultural,
al referirse a la:
 La Antropología Física.
 La Antropología Cultural.
 La Antropología Filosófica.

La Antropología Filosófica
Al fijarse en las publicaciones aparecidas en los últimos años y en las ponencias
desarrolladas en los congresos de Filosofía, el tema del hombre es algo que
se repite constantemente dentro del ámbito de la
especulación filosófica contemporánea. Desde Kant la visión del hombre se ha hecho
más compleja. En el siglo XIX aparecieron las llamadas ciencias humanas y las
antropologías de carácter científico, y al filo del primer cuarto del siglo XX surge
la Antropología Filosófica de la mano de Max Scheler. Este autor fue el primero que
logró sistematizar un conjunto de conocimientos acerca del hombre incorporando los
hallazgos de las ciencias humanas. Se trata, por tanto, de dar cuenta de la realidad del
hombre desde la confluencia de los datos científicos y la interpretación filosófica.

Hay autores que hablan de Filosofía del hombre, en lugar de Antropología Filosófica,
del mismo modo que hablan de Filosofía de la Historia, de Filosofía de la Naturaleza, o
de Filosofía del Lenguaje. En la Antropología Filosófica lo filosófico ha pasado a ser
adjetivo, tal vez debido a un complejo inconsciente de inferioridad derivado del viejo
prejuicio neopositivista, siendo así que lo que se pretende hacer en esa ciencia es una
verdadera filosofía. Aunque desde el punto de vista lógico y epistemológico parece
más correcta la denominación Filosofía del hombre, sin embargo, puesto que el uso
común ya ha admitido la expresión Antropología Filosófica, desde que Max Scheler la
hizo suya y la popularizó.

Al hablar de Antropología Filosófica es porque debe asumir con toda decisión el


carácter filosófico y operar con conceptos filosóficos. El verdadero sentido de
la filosofía está en responder al problema de la vida humana, de la práctica del
hombre, de la felicidad del ser humano, o correlativamente, contribuir a la eliminación
de los obstáculos que impiden la realización de las capacidades más elevadas del ser
humano.

Para que la Antropología Filosófica sea verdaderamente filosófica debe ser, por
necesidad, solidaria del discurso filosófico del pasado e integradora de los otros
saberes filosóficos. Una interpretación filosófica del mundo implica necesariamente
una interpretación del hombre y viceversa. De ahí que una existencia humana sin
sentido convierte al mundo en un mundo sin sentido y lo mismo se puede decir a la
inversa.

La Antropología Filosófica es por necesidad una antropología ontológica o metafísica,


en el sentido de que es necesario abarcar la dimensión metafísica del hombre:

 Su referencia al ser.
 Su apertura al ser en general.
 Su salida al fundamento absoluto del ser.

No se puede obviar tampoco la dimensión moral de la Antropología Filosófica. “En la


medida en que el hombre intenta comprenderse a sí mismo, debe
intentar  comprender  a la vez qué le deben  significar  los  otros  hombres, la
naturaleza y la historia, todo lo que se encuentra y ocurre en su mundo”[2].

El avance y el progreso de los distintos saberes sobre el hombre podrían obligar a


repensar en profundidad el ser humano. La Antropología Filosófica se enfrenta así a
una doble tarea:

 En primer lugar, deconstruyendo un modo de entender al hombre desde unos


parámetros más o menos obsoletos, que ya no sirven.
 En segundo lugar, reconstruyendo una nueva imagen del hombre más en
conformidad con los avances y logros de las ciencias.

Urgencia y necesidad del tema antropológico


Desde la modernidad, inaugurada por Descartes, el hombre pretende tomar la medida
de su propio ser a partir de él mismo, considerado como sujeto autónomo desligado
de la trascendencia y encerrado en los límites de la propia inmanencia. La filosofía
moderna ha considerado al hombre casi exclusivamente como un sujeto
epistemológico -un entendimiento que registra los datos de los sentidos, hace
proposiciones, razona y busca la certeza, el conocimiento intelectual- pero no como el
hombre que nace, sufre, muere. El hombre en su integridad.

En el siglo XX, los pensadores existencialistas alzaron su voz contra el racionalismo de


la cultura moderna, precisamente porque privaba al hombre individual de
su capacidad de pensar y le dictaba los modos y maneras de vivir. La tecnología y la
burocracia, exponentes claros del racionalismo moderno, dirigen y regulan cada vez
más la vida, condicionan la visión de la realidad y deforman los modos de pensar. No
es de extrañar que los existencialistas quisieran recuperar y colocar al hombre,
individuo concreto, en el contexto de su vida de cada día, con todo su misterio y
problematicidad, como centro de su preocupación filosófica. Heidegger con su
descubrimiento de la finitud y del carácter temporal del hombre, logró minar el
mesiánico optimismo de la concepción del hombre propuesta por la ideología de la
Ilustración.

Hoy como nunca en el pasado urge desvelar el misterio del ser del hombre, su lugar y
estatuto en el mundo, el sentido presente y futuro de su existencia. El hombre es un
ser que interroga, que pregunta y se pregunta, que puede y debe preguntar. Entre
todos los seres del universo el único que se siente angustiado por
la eterna pregunta es el ser humano. Solo él tiene la ardua tarea y responsabilidad de
encontrar el sentido de su propia existencia, “yo me había convertido para mí mismo
en una gran pregunta”[3].

Max Scheler Nacimiento: 22 de agosto de 1874, Múnich. Fallecimiento: 19 de mayo de


1928, Fráncfort del Meno, Fue sin duda uno de los pensadores más sobresalientes de la
Europa del primer tercio del siglo XX. A su muerte dijo Heidegger de él que era «la
potencia filosófica más fuerte en la Alemania de hoy; no, en la Europa actual e incluso en la
filosofía del presente en general…». Es muy difícil pensar en gran parte de la Ética, de la
Psicología o de la Antropología del siglo XX sin el influjo de Scheler; también en
Sociología, en Filosofía de la religión, y hasta en Teología moral las aportaciones de este
autor fueron decisivas.

Max Scheler, a quien muchos consideran como el fundador de la Antropología


Filosófica, habla sobre el carácter “problemático” de la pregunta sobre el hombre.
Hoy se es testigo de la más profunda crisis de identidad del hombre que hayan
conocido los tiempos, “el hombre ya no sabe lo que es y se da cuenta de que no lo
sabe”.

En esta misma línea de pensamiento, Heidegger constata que ninguna época ha


acumulado tantos conocimientos sobre el hombre como la actual; sin embargo,
ninguna época supo menos qué sea el hombre. “A ningún tiempo se le presentó el
hombre como un ser tan misterioso”.

Con frecuencia se afirma que nunca como hoy ha estado el hombre tan preparado
para dar una respuesta filosófica sobre sí mismo. El extraordinario desarrollo de las
llamadas ciencias humanas logra ofrecer un mejor entendimiento y comprensión de
los mecanismos que orientan y dirigen la vida y la conducta del hombre. El progreso
tecnológico, con su secuela de logros y amenazas, el neoliberalismo imperante en la
sociedad postmoderna con su enorme carga de solipsismo y de individualismo
competitivo y consumista, están generando oscuridad y verdadera incertidumbre
sobre la auténtica esencia del hombre y sobre la razón profunda y última del ser
humano.

En el Discurso inaugural de la Conferencia del CELAM en enero del 1979 [4], el Papa Juan
Pablo II señalaba que “quizás una de las debilidades más llamativas de
la  civilización  actual  esté en una  adecuada  visión  del  hombre. La nuestra es, sin
duda, la época en que más se ha escrito y hablado sobre el hombre, la época de los
humanismos y del antropocentrismo. Sin embargo, paradójicamente, es también la
época de las hondas angustias del hombre respecto de su identidad y destino, del
rebajamiento del hombre a niveles insospechados, época de valores humanos
conculcados como jamás lo fueron antes”.

En este contexto de pérdida de identidad, de incertidumbre y desconcierto respecto a


la imagen del hombre, la reflexión filosófica, crítica y sistemática, sobre el ser y el
significado del hombre se convierte en una de las tareas más urgentes de la actualidad.
Las interrogantes sobre la esencia del hombre y sobre el significado de su existencia
no nacen de una simple curiosidad científica. Los problemas antropológicos se
imponen por sí mismos, irrumpen en la existencia y se plantean por su propio peso. La
Antropología Filosófica no crea ni inventa los problemas del hombre, se los encuentra,
los reconoce, los asume, los examina críticamente, e intenta fatigosamente, dar
una respuesta que pueda iluminar la problemática concreta y existencial.

Cuando se logra constatar la dureza y fatiga del trabajo diario, el cansancio de vivir, la
impotencia para alcanzar una felicidad verdadera y una paz estable, la soledad y el
aislamiento de los hombres y mujeres de nuestro mundo, es decir, el contraste entre lo
que la persona es y lo que le gustaría o debería ser para vivir plenamente como
humanos, son experiencias que invitan a reflexionar y a plantearse toda una serie
de interrogantes ineludibles:

 ¿Quién es el hombre?
 ¿Quién soy yo?
 ¿Por qué y para qué se ha nacido?
 ¿Cuál es el sentido de la vida? Todos
estos interrogantes se imponen independientemente del
credo religioso o metafísico que se profese.

Estatuto epistemológico de la Antropología


Filosófica
Con frecuencia se pone en entredicho el carácter y el valor científico de la
Antropología Filosófica, se está acostumbrado a la verificación experimental de las
ciencias empíricas, consideradas por muchos como el único saber válido. Las
características propias del ser del hombre, tema de la Antropología Filosófica, obligan
a modificar el concepto de ciencia tan en boga hoy día. La ciencia no tiene por qué
agotarse en la experimentación y el cálculo. Es un grave error confundir el ser con
lo material y cuantificable. Hay otros paradigmas que no son los matemáticos. El
objeto específico del conocimiento humano es lo real en cuanto real sea del orden
sensitivo sea del orden metaempírico.

Es posible notar que las diversas ramas de la Antropología estudian aspectos parciales
y empíricos del hombre, ninguna de ellas lo estudia como totalidad, como persona y
en cuanto persona, como sujeto personal y en su globalidad. Es justo, que haya una
ciencia que tenga como objetivo interpretar y conocer a
la persona como totalidad real y sustantiva, en sus últimos fundamentos o
estructuras, siempre bajo la luz de la razón natural, que es lo propio de la Filosofía.

Se ha objetado que siendo el hombre un ser multidimensional y plurivalente no puede


ser objeto de una ciencia totalizante; sin embargo, se ve como perfectamente posible
una ciencia integradora de los diferentes saberes sobre el hombre en un sistema de
superior generalidad y abstracción que tenga en cuenta los datos de las otras
antropologías para lograr una integración inteligente en las estructuras últimas. Esas
estructuras últimas no son experimentables ni cuantificables, pero son reales ya que
constituyen a la persona en cuanto persona, y porque son reales, son inteligibles.

También se objeta que toda ciencia persigue elaborar modelos y leyes universales,
dado que el hombre es un ser singular e irrepetible y además diacrónico -que se
hace con el fluir de la historia-, se piensa que no es posible establecer leyes universales
sobre el sujeto humano. Es cierto que el hombre es un ser singular, pero también es un
ser genérico, tiene sus singularidades, pero también tiene toda una serie de constantes
estructurales últimas que son el verdadero objeto de la Antropología Filosófica.

La reflexión filosófica sobre el hombre debe tener en cuenta las investigaciones y


logros de las ciencias positivas so pena de caer en una especulación estéril, pero su
tarea principal no es enumerarlas y aceptarlas, sino someterlas a una crítica racional, y
buscar a través de ellas lo que es universal y perteneciente a todo hombre, al hombre
por ser hombre. Solo así se convertirá en una “ciencia fundamental de la esencia y de la
estructura esencial del hombre”[5]. Esta misión crítica es característica de
todo saber auténticamente científico, como defienden los filósofos de la ciencia.

Corresponde, entonces, al saber filosófico trazar las coordenadas que permitan hablar
del hombre como persona en el contexto global del universo teniendo en cuenta
todos los datos y todas las dimensiones. El hombre -la humanidad- se presenta como
fruto de una larga evolución -cosmológica, biológica y cultural- y también como
una realidad en devenir, incompleta, abierta tanto al desarrollo como a la decadencia y
al peligro de la autodestrucción. Una ciencia del hombre no podrá ser sim
plemente constatadora, tiene que ser crítica y también normativa, si este hacerse del
hombre y de su mundo ha de estar dirigido por los recursos de la inteligencia, de la
racionalidad y de la responsabilidad ética.

La Antropología Filosófica presta un gran servicio a las otras ciencias humanas al


explicar la estructura profunda del hombre. Las otras antropologías presuponen y
dependen de una filosofía del hombre que las fundamente y justifique. Sin embargo, la
Antropología Filosófica no puede pretender explicar exhaustivamente lo que el
hombre es, ni recoger todo lo que se ha dicho sobre él, porque es inabarcable. Su
cometido es aportar un conjunto de verdades fundamentales sobre la realidad
estructural última de la persona humana, como unidad original y misteriosa, para
conseguir su mejor compresión y servir de base a la creación de un nuevo humanismo.

Las ciencias positivas están ancladas en el puro fenómeno humano, pero a veces van
más allá de su territorio propio y traspasan las fronteras de lo fenoménico,
atribuyéndose la categoría de explicación universal del hombre, con lo cual
han producido esas falsas ontologías reduccionistas que se conocen como:

 Biologismo.
 Psicologismo.
 Sociologismo.

Que sueñan con abarcar la totalidad humana a base de reducirla a una de sus esferas


particulares, ya sea:

 Lo corporal.
 Lo sexual.
 Lo social. Tal ha sido el propósito de autores como Darwin, Marx, Freud o Comte.

La distinción, por tanto, entre las antropologías científicas y la Antropología Filosófica


hay que situarla a nivel del objeto formal, esto es, en el punto de vista o enfoque
específico de cada una de las antropologías. La filosofía se sitúa a otro nivel, en otra
perspectiva diferente al resto de los discursos científicos, actúa como “intérprete” o
“hermeneuta”de la racionalidad. Las ciencias humanas tratan al hombre desde
aspectos sectoriales o puntuales (psicológico, social, económico, político, etc.), la
Antropología Filosófica lo trata como sujeto personal y en su globalidad, buscando
la naturaleza fundamental de su ser. Por tanto, la razón de ser y el objeto central de la
Antropología Filosófica es la pregunta por aquello que constituye lo propio y
específico del hombre.

El método de la Antropología Filosófica


En general, por método, se puede entender el camino o proceso para alcanzar el
conocimiento de algo. Sin embargo, el conocimiento de la compleja realidad humana
no puede ser total, porque siempre se podrá conocer más y mejor el “misterio”o
“enigma” del hombre. Para tener acceso a lo que es esencial en el hombre se debería
hacer a partir de su obrar, que es lo más manifiesto para todos, es decir, se trata de
obtener un conocimiento filosófico y esencial del hombre desde
una base fenomenológica.

Para las ciencias del hombre su objeto -el hombre- está previamente dado, acotado,
definido empíricamente. Para la Antropología Filosófica, el hombre no está dado a la
manera de un dato empírico. El hombre es una realidad singular, sorprendente, que
tiene la particularísima característica de poder y tener que apropiarse su propia
realidad. El ser humano es intimidad que trasciende el ámbito de lo circunstancial,
escapa al encuadre espacio-temporal y se relaciona con el ser. El hombre es:

 Una totalidad abierta.


 Un movimiento de autotrascendencia.
 Un proyecto siempre abierto hacia esas totalidades indefinidas que son el ser, el
bien, la verdad y la belleza. Para santo Tomás el hombre se encuentra en el
horizonte entre la realidad espiritual y la material, entre el tiempo y la eternidad.

Durante los dos últimos siglos, muchos filósofos deslumbrados por el éxito de las
ciencias de la naturaleza, han querido aplicar la metodología experimental al estudio
de la realidad humana; los resultados no han sido satisfactorios. Sobra información
científica y falta dar una respuesta lo más completa posible al problema del hombre
integral. Antes de iniciar la reflexión filosófica, el hombre había vivido desde hacía
siglos y había reflexionado sobre su propia existencia; poco a poco fue capaz
de objetivizar sus sentimientos y expresarlos en narraciones míticas y creencias
sociales; esto supone una “precomprensión orientadora” de sí mismo, como
condición preliminar de cualquier exposición inteligente del ser humano. La filosofía no
puede eliminar estos conocimientos, su empeño será ordenar, verificar, examinar
críticamente y encontrar una imagen coherente del existente humano. De ahí que su
método tenga que ser necesariamente abierto y comprensivo, capaz de abarcar la
complejidad y totalidad de lo humano.

No se puede reducir la Antropología a mera Fenomenología, por descontado que


puede y debe usar el método fenomenológico, pero su vocación esencialmente
metafísica exige también otros procedimientos que no sean la simple mostración de
esencias puras. El ser humano, como sujeto consciente, no vive en un mundo de simple
acontecimientos, se enfrenta inmediatamente a sus vivencias y conversa consigo
mismo. Es lo que los antropólogos llaman “autotestimonialidad” o el hecho de ser
testigos de lo que el ser humanes y lo que le ocurre. De ahí que el primer momento
del método de la Antropología Filosófica sea el análisis de
la experiencia del propio yo.

La vía fenomenológica abre la puerta al sujeto humano, pero es preciso dar el salto al
fundamento ontológico del mismo, llegar hasta su naturaleza espiritual y el
fundamento en que se apoya. No vale la mera descripción de los estados subjetivos de
conciencia, es preciso trascender el plano fenomenológico descriptivo y existencial
para acceder al plano metafísico. Sin su dimensión metafísica el hombre no es
verdaderamente humano.

La Antropología Filosófica, por tanto, requiere un método complejo el cual se podría


denominar fenomenológico trascendental.

1. En la fase fenomenológica se recogen los datos referentes al ser y al obrar del
hombre tanto por la observación objetiva como por la introspección.
2. En la fase trascendental se busca la justificación y explicación última y
exhaustiva de todos esos datos, es decir, se pasa del obrar del hombre a las
condiciones ontológicas que lo hacen posible; buscando pasar del hacer al ser
del hombre. Del fenómeno al fundamento[6].

Conclusión
La pregunta filosófica, tanto por su origen como por su finalidad, es siempre pregunta
antropológica, puesto que es el hombre quien descubre el fundamento y sentido de
las cosas. Por eso sería posible concluir diciendo que la Antropología Filosófica quiere
responder adecuadamente a la pregunta qué es en realidad el hombre en cuanto
hombre, es decir, en su globalidad.

En la antigüedad, Sócrates ponía el ideal humano en el conocimiento de


una verdad absoluta buscada y encontrada dentro del mismo hombre, en su
interioridad. Otros autores ponen la cuestión antropológica en el sentimiento de
soledad vivido por el ser humano en momentos muy puntuales de su historia, esos
momentos en los que se ha visto a sí mismo como problema porque se siente a la
intemperie, sin protección ni apoyos, y se enfrenta a la pregunta por su ser radical.

Las etapas más significativas de la cuestión antropológica son las siguientes:

 Filosofía griega.
 Pensamiento cristiano.
 Filosofía moderna.
 Antropología contemporánea.

Los griegos estudiaron al hombre como elemento integrante del cosmos y en relación
directa con él. El cristianismo lo hizo teniendo en cuenta su origen especial y su
destino trascendente:

1. La filosofía moderna lo encerró en su propia intimidad y lo vio exclusivamente


desde sí mismo.
2. La antropología contemporánea lo considera en relación con sus semejantes
y con la historia.

Se vive en una época de gran penuria ética lo cual puede impulsar a buscar hoy más
que nunca una respuesta al problema del hombre. Para ello puede servir responder a
las famosas preguntas kantianas:

 ¿Qué se puede saber?


 ¿Qué debería hacerse?
 ¿Qué está permitido esperar?
Estas preguntas se resumen en una: ¿qué es el hombre? Una antropología de corte
humanista debiera ser capaz de ofrecer una visión cabal de lo que el hombre es en
todas sus dimensiones: biológicas, sociales, culturales, como realidad referencial, y así
dar cuenta de las infinitas posibilidades que la vida le ofrece para realizarse en libertad
con los otros, como ser en el mundo abierto a la trascendencia.

Introducción

Los fenómenos de la vida y la posibilidad del hombre de interactuar con ellos ha creado
una fuerte y amplia discusión sobre las implicaciones éticas que conlleva.

Con esta denominación se quiere significar la reflexión que estudia la estructura lógica
del discurso bioético, sometiendo a un análisis riguroso los principios que la
constituyen. Intenta mostrar los contornos que la hacen posible como ciencia distinta
de las demás y que la hacen o posibilitan para ser reconocible. Al mismo tiempo,
la epistemología muestra estructuración lógica de su identidad. Por todo ello, la
epistemología es básica para reivindicar la existencia propia de cualquier ciencia y, en
este caso concreto, la bioética. Así se expresaba Potter, el oncólogo australiano que
acuñó el término bioética en 1971:

“Aún reconociendo que la bioética ha tenido una acogida grande en la cultura, aún
estando omnipresente en el lenguaje común de la calle, en los periódicos, en los centros
de investigación, en el debate público, sin embargo, es posible constatar su insuficiente
claridad  epistémica”[1]

¿Tiene entidad y derecho la presencia en el mundo científico una ciencia


llamada bioética? ¿Se dan las condiciones para que sea así? Esto es lo que trata de
fundamentar y discriminar el análisis epistémico. Están las condiciones de afirmar que
la bioética tiene derecho a la intervención en las ciencias del saber, porque posee
un estatuto epistemológico propio. Posee una identidad propia, posee unos
presupuestos y unas características específicas que hablan de su singularidad en el
mundo del saber.

El denominador común es que la presencia de la bioética no se ha hecho de golpe en


el panorama cultural. Ha ido gestándose poco a poco su identidad, sus principios, sus
características notables debido ante todo a su íntima unión con el elemento vida y
con las comprensiones de la ética por una parte y, por otra, por la relación entre el
universo de la tecnociencia y el universo humanístico. Más en concreto, cómo debe ser
esa relación, qué amplitud debe tener el objeto material y formal.

Hoy en día, a pesar de las distintas y distantes posiciones bioéticas se está en


condiciones de decir de qué se habla y de cómo se expone. Y para esa clarificación
sobre la que ulteriormente se apoyará el edificio bioético es necesaria una fundación
epistémica.

Definición
Artículo principal:  Bioética

La bioética, según la enciclopedia de bioética, es el estudio sistemático de


la conducta en el campo de las ciencias de la vida y de la salud, examinada a la luz de
los valores y de los principios morales.

Independientemente de otras definiciones de bioética, quedan esbozados tanto el


ámbito del estudio (objeto material), como el punto de vista como será abordado
(objeto formal).

El ámbito de estudio es la vida, las ciencias de la vida y de la salud. Frente a este


enunciado han existido dos subrayados distintos.

 El primero se podría llamar un poco más “restringido”; considera que


el estudio de la bioética gira en torno a las intervenciones sobre la vida humana;
es decir, sería la visión más deudora y próxima de influencia médica, de tal forma
que incluso es posible llegar a encontrar términos como ética biomédica o bioética
médica.

Es obvio el gigantesco aumento de posibilidades en torno a la vida del hombre,


especialmente al inicio y al final de la misma. Una lista antigua pero al mismo tiempo
nueva de problemas en torno a la anticoncepción, el aborto, la esterilización,
la reproducción artificial, los diagnósticos fetales y genéticos, los trasplantes,
las técnicas de reanimación, los problemas en torno al final de la vida, etc... ¿Qué no
decir acerca del sintagma salud? A partir de su definición, igualmente aparecen en el
horizonte situaciones y problemas que en algunos
casos traspasan las fronteras médicas, como por ejemplo, factores dietéticos,
laborales, jurídicos, políticos en torno a la misma vida humana. El mismo Reich, autor
de la enciclopedia de Bioética, señala que al fundarse el primer centro de bioética del
mundo, el afiliado a la universidad de Georgetown, llevaba en su título “para el estudio
de la reproducción humana y de la bioética”.

Sin embargo, otra visión que es posible decir:

 Menos “restringida” del bien de la vida es la que subraya la vida en su diversa


amplitud señalando la relación entre los seres vivos y el ambiente. Un
planteamiento que se podría sintetizar denominándolo bioética global, que supere
la reducción antropocéntrica. Urge, según estos autores, entre ellos destaca el
mismo Potter y Leopold, un cuidado del ecosistema amenazado por el hombre, y
se imponen con urgencia nuevas obligaciones y nuevas normas. Por tanto, el
objeto material, el campo de estudio de la bioética se ve aumentado
sensiblemente en esta segunda opción. Ya que se tendría una bioética humana,
una bioética animal, una bioética del entorno o ambiental.

La bioética es eminentemente una ciencia práctica, que trata de


la conducta, no del comportamiento. Trata de responder a cómo la conducta debe
responder a esos desafíos desconocidos hasta fechas recientes.
John Childress y Tom Beauchamp utilizan el nombre de ética práctica, lo señalan en su
obra más famosa, Principles of Biomedical Ethics, el término práctica quiere referir
el empleo de una teoría ética para analizar problemas morales, conductas y políticas en
los diversos campos biosanitarios [2].

La bioética debe en este sentido, dar luz ante los nuevos desafíos en torno al


sintagma vida. Solamente, al menos y en este sentido, ya tendría la bioética un lugar
específico en el campo del saber. En efecto, frente al campo inusual de cuestiones
planteadas por la tecnociencia, la bioética es un reto para la ciencia. De igual forma la

ciencia debe provocar a la ética a reflexionar cómo puede articular su discurso a fin de
mostrar más adecuadamente las acciones buenas del hombre en torno a la vida.

Por tanto, a la luz de la definición, se puede señalar que no solamente ni


principalmente se refiere al carácter normativo, ni que se constituye a través de una
modalidad pragmática sino en el sentido
que estudia o posibilita elementos para estudiar la conducta biomédica. Por eso
señalaba que la bioética en este sentido, no es una nueva ética. En este sentido van las
definiciones de Scarpelli[3] y Sgreccia, dos reconocidos bioéticos italianos.

Teniendo en cuenta los tres niveles presente en todo discurso ético: el metaético, el
normativo y el aplicativo, algunos llegan a definir la bioética como una ética aplicada.
Desde este punto de vista, la bioética sería la aplicación de
un conjunto de teorías generales, de principios y de normas éticas a los problemas
que surgen en la clínica médica, en la distribución de los recursos, en la investigación,
en la legislación y etc. Desde el planteamiento “ampliado”, de forma análoga, se podría
definir la bioética como la ética aplicada al reino de la vida.

Por tanto, tiene que tener una dinamicidad para aglutinar los tres niveles:

1. El metaético.
2. El normativo.
3. El  aplicativo armónicamente.

Esto no se opone a una legitima autonomía de los niveles, ya que es necesario para no
caer en un indeterminismo o en decisionismo arbitrario, verdaderos males de la
bioética actual. es posible distinguir:

 Una bioética general, que se ocupe de los problemas fundativos que es capital.
 Una bioética especial, que trate de los problemas específicos.
 Una bioética clínica, que está destinada con la interacción de las dos anteriores,
iluminando el caso concreto.

Método

“Ética aplicada” se refiere, a cualquier uso de los métodos de razonamiento para examinar
críticamente decisiones morales prácticas en las profesiones, la tecnología, la política
pública y otros campos similares.

El método de la ciencia bioética es un método transdisciplinar. Por


la necesidad de resolver múltiples y diversas cuestiones planteadas por médicos,
biólogos, legisladores, filósofos,  etc., necesita un método capaz de actuar, una
convergencia coherente entre los distintos saberes y capaz de ofrecer una síntesis.

La multidisciplinariedad reclama la interdisciplinariedad. Y aquí es donde la


cuestión epistemológica toca su punto central: ¿Cómo se relacionan estas diferentes
ciencias? Para asegurar una coherencia lógica es necesaria una ciencia que sea capaz
de acoger la interacción de muchos saberes. Un principio base que debería estar
presente, ser reconocido por todos y aceptado por todos, es que todo lo que es
factible técnicamente posible, no necesariamente es éticamente admisible.
Modelos bioéticos
¿Qué modelos hay para dar vida al método?

Existen numerosos modelos bioéticos, algunos ya apuntados en otras voces, (ver


voz Personalismo, Principialismo). Mientras que, para unos, la razón es meramente
instrumental y accidental, para otros, el papel de la razón es central y decisivo en
el modelo bioético.

 Entre los primeros se encuentra el subjetivo y todas sus variantes.


 Entre los segundos se tendrá la concepción antropológica adecuada entre la que
descuella el personalismo, especialmente el ontológico y el dialógico.

Modelo subjetivista
En síntesis, aboga porque no se puede justificar racionalmente ningún discurso ético.
En este modelo sobresale el planteamiento no cognitivista o descriptivo. Solo es
posible describir, pero no fundar nada. La razón tiene una mera función
instrumental para dar cierta coherencia y corrección formal a los enunciados
postulados.

En este modelo sin referencia racional y veritativa, la consecuencia automática es la


arbitrariedad del sujeto agente. El b es la medida de las elecciones y por tanto
la única fuente de eticidad. En esta línea se sitúa un planteamiento difundido en
bioética que es el planteamiento autonomista de origen anglosajón. Se parte de la
constatación del hecho de que la razón falla, de que no sirve siempre. Por lo tanto,
para llegar a acuerdos en materia moral entre las distintas sensibilidades que se dan
cita en la postmodernidad hay que aparcar la razón.

Modelo descriptivo
El modelo descriptivo es el resultado del anterior. Como no hay valores ni principios
fundantes, queda describir lo presente en la coyuntura temporal y lo presente en la
colectividad. La ética está marcada por el relativismo, ya que el juicio moral se
identifica con la constatación del hecho empírico.

Modelo casuístico
Artículo principal:  Casuística

De impronta estadounidense y bien intencionado genéticamente, se vio desechado


por lo mismo que lo anterior; una ausencia de fundación objetiva termina antes o
después en un decisionismo arbitrario, fuertemente dialéctico e irresolutivo en
la relación médico-paciente principalmente.

El modelo clínico-casuístico se basa en justificar que la praxis médica siempre se ha


basado en la discusión de los casos a la luz de unos principios. Por esta razón de
impronta histórica, los defensores de este modelo, A. Jonsen y Stephen Toulmin,
rechazan fundamentar la bioética en una teoría ética general y de carácter universal y
además con pretensiones de valor absoluto.

Apuestan claramente en que la ética no debe partir sino de


las situaciones particulares. Los juicios morales son a lo sumo probables, nunca
ciertos. Ya se encargará la historia de cristalizar acuerdos amplios comúnmente
aceptados por todos, y que constituyan referentes para la praxis.

Modelo clínico
Toma su inspiración fundamental de la Medicina clínica. Ingrediente decisivo es la
amnamnesis de la que se parte para elaborar un cuadro racional en la ulterior toma de
decisiones. Los datos médicos se transforman en norma ética y en su elaboración se
intenta armonizar los datos objetivos con los bienes en juego del paciente y también
teniendo en cuenta la familia. El proceso termina en una racionalización de
las decisiones, y ordena con vistas a criterios prácticos, los bienes a proteger y
respetar.

Modelo utilitarista
Artículo principal:  Utilitarismo

El utilitarismo funda en el principio de la utilidad en la justificación racional del juicio


ético. Este principio aboga por una maximización del bienestar para un mayor
número de personas y una minimización del dolor. Llevado al extremo nada inusual,
esta posición mantiene que este criterio es discriminador para saber quién es sujeto
humano y quién no lo es. En este sentido Singer, en su obra Liberación
animal, sostiene que los sujetos dignos de ser tutelados lo marca la línea de poder
distinguir entre el placer y el dolor y actuar en consecuencia. Llevado al extremo se
pueden esperar deducciones de lo más desconcertantes y lesivas para la vida humana.

Independientemente de las contradicciones internas de la atrayente figura de ética


el utilitarismo es marcadamente consecuencialista. El juicio moral se extrae solamente
de las consecuencias de las acciones, de su proporción cuantitativa o cualitativa
(utilitarismo de Bentham o utilitarismo de Stuart Mill respectivamente), de lo que las
acciones “producen”. Esto es lo decisivo. La impronta sensista y empirista es un
elemento subyacente a esta postura ética, bastante difundida en bioética y bastante
aceptada por partes importantes de las sociedades occidentales marcadas por la
impronta del emotivismo.

Modelo principialista
Artículo principal:  Principialismo

El principialismo asume la necesidad de un fundamento universal para la ética punto


necesidad de la fundamentación contra la arbitrariedad. Salvaguarda elementos que
parecen y renunciables y que son preciso garantizar o proteger.

Desde modo los principios que guían la acción son la garantía de racionalidad y
prudencia exigible en la liberación moral.

presentando un modelo de 4 principios:

 No maleficencia.
 Beneficencia.
 Autonomía.
 Justicia.

Modelo contractual
Es una teoría ética también muy presente en la actualidad. Tiene su origen remoto en
parte de las teorías elaboradas por T. Hobbes, y J. Locke en el ámbito británico y por la
aportación de J.J. Rosseau en el francés. Es una teoría
marcadamente deontológica que subraya que la razón última ética arranca del
acuerdo convencional marcado por los individuos de una determinada sociedad. Los
juicios morales no son deducidos ni por los juicios de hecho ni muchos menos por la
verdad sobre el bien, sino a través del consenso de los individuos. Uno de los
protagonistas destacados de la versión contemporánea del contractualismo es John
Rawls, que afirma que su teoría es ante todo política. Afirma que se puede formular un
sistema de valores con planteamientos y teorías éticas diversas que están llamadas a
encontrarse en un consenso general aglutinados por la justicia política que posibilitará
el acuerdo entre las distintas concepciones de bien presentes en las sociedades
actuales. Aunque el planteamiento de Rawls pueda parecer sugestivo y radicalmente
distinto al de los utilitaristas modernos.

Modelo humanista
En este modelo se pretende señalar las distintas opciones que apuestan por centrar en
el discurso ético a la persona. Se refiere sintéticamente al modelo de la virtud y
al personalista.
Modelo de la virtud

Es la virtud la que indica el cómo se individua el bien a realizar.

Este modelo en tiempos recientes ha tenido gran alcance debido al impulso entre
otros de los estudios de A. McIntyre. En su obra “Tras la virtud”, plantea la
recuperación de la categoría de la virtud como central en el discurso ético. El discurso
de la virtud señala la importancia de la experiencia del hombre como sujeto moral. Se
revela en la acción, la motivación y la disposición de la persona que actúa. Al mismo
tiempo, la teoría de la virtud implica la definición de bien y el fin de
cada acción singular.

En este sentido, E. Pellegrino, uno de los representantes destacados de la bioética de la


virtud en Estados Unidos, subraya cómo la determinación de la virtud del médico está
íntimamente unida a la determinación del verdadero bien para el paciente. Se está
ante un modelo que enfatiza más que otros. La bioética de la virtud se interesa sobre
todo por la bondad del sujeto moral (médico, investigador, paciente) y esta bondad
es valorada a la luz de la bondad de la propia acción en relación con la calidad moral
del agente y no tanto de las consecuencias que se puedan derivar de la acción en
cuestión.

Modelo personalista
Artículo principal:  Bioética personalista

El modelo personalista pone a la persona en el centro de la realidad. J. Maritain, uno


de los insignes representantes de esta opción, señala que se podría hablar tanto
del personalismo como de una doctrina o como de una escuela filosófica.
La persona encuentra un reconocimiento primado en el orden del ser. Alcanza una
dignidad singular que se manifiesta en el acto libre. Señala E. Sgreccia en su Manual de
Bioética:
"La persona humana es el punto de referencia, el fin y no el medio, la realidad
trascendente para la economía, el derecho y para la historia... Desde la concepción 
hasta la muerte, en cualquier situación de dolor o de salud, es la persona humana el
punto de referencia y de medida para la ética"[4]

El personalismo de matriz ontológica insiste en la necesidad de que la razón individúe


los principios y criterios éticos de la acción humana presentes en la naturaleza del
hombre. La tradición tomista fundamenta la ética en la naturaleza racional del hombre,
el cual a través de la ley natural participa de la verdad del bien de lo creado que está
en Dios y a través de la luz de la razón puede conocer los principios y hacer el bien a
través del ejercicio de la libertad.

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