Chamorro Zelaya El Patron
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El PATRÓN
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Universidad Francisco Marroquín
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EDITORIAL
LA PRENSA
PRESENTA:
EL PATRÓN
PEDRO JOAQUÍN CHAMORRO ZELAYA
EL PATRÓN
ESTUDIO HISTÓRICO
SOBRE LA PERSONALIDAD
DEL
—11—
Para alcanzar este fin es preciso falsificar la histo-
ria,callando lo feo y cuando esto es imposible, relatándolo
con intenciones justificativas. Así el criterio de las nue-
vas generaciones se pervierte y el significado de democra-
cia va tomando una acepción diferente y siniestra.
—12—
fica; pero que existe disperso en numerosas publicaciones
y papeles inéditos, en bibliotecas y archivos donde sólo
esperan la mano diligente que los ponga en orden y un
criterio, bien intencionado más que profundo, que los se-
leccione para que por sí mismos digan lo que fue el per-
sonaje.
—13—
¿Será este rasgo inconfundible de su carácter y uni-
forme en su existencia esa "misteriosa simetría" que hace
de la vida de Barrios la constante satisfacción de sus ca-
prichos más extravagantes? ¿Será su volutarioso carác-
ter el hiloque une toda su vida, tejiendo la tela fuerte
y áspera de su capricho, impuesto bárbaramente a todo
un pueblo?
—14-
CAPITULO I
UN MUCHACHO VOLUNTARIOSO
Cuando don Pedro de Alvarado bajaba de México a
conquistar Guatemala, descubrió una encantadora región si-
tuada al noroeste de lo que es hoy territorio de aquella re-
pública.
—15—
mo tal la que ganó contra los quichés cerca de un río que
nombraron Sigüilá, río de sangre, por la mucha que corrió
en aquella acción mezclada con las aguas del río.
La
familia creció en importancia y llegó a ser acauda-
lada. Uno de sus miembros, don José de Barrios, era Al-
calde primero de San Marcos en 1821; y eso nada valdría
y hasta se hubiera echado en olvido si al tiempo de la In-
dependencia no la hubiera jurado el señor de Barrios; y
como si ello no bastara, se opuso a la anexión de Centro
América al Imperio Mexicano de Iturbide. Con esto don
José mostraba sus tendencias republicanas. Y
más tarde,
cuando ya gozaban estos pueblos de su entera libertad, don
José de Barrios seguía de Alcalde primero, y como en este
destino se mostrase harto severo e inflexible, no faltó quien
se quejara. Hallamos, pues, en don José el embrión del
puño fuerte que alcanzó tan extraordinario desarrollo en
su descendiente.
—16—
Poseían en el lugar una ancha casona de techo pajizo,
con su huerta cercada, su corral y gallinas, algunas vacas
y caballos. En esa morada de aldea, bajo la sombra del
volcán Tajumulco, nació un niño ladino el 19 de julio de
1835, el cuarto vastago del honrado matrimonio de don José
Ignacio y doña Josefa. Dos días después llevaron al recién
nacido a San Marcos donde había cura párroco, y lo bauti-
zaron con el nombre de Justo Rufino. El sentimiento cris-
tiano de los padres no admitía esperas ni dilaciones para
meter al hijo cuanto antes en la Iglesia Católica. Fueron
padrinos del chico José Lino Villagrán y Bonifacia de Ba-
rrios.
—17—
Don José Ignacio castigó severamente al hijo y al arrie-
ro; pero ni por éstas ni por otras conseguía enderezar aque-
lla rama que había nacido torcida. Cansado de las trave-
suras y escapadas de su hijo le impuso un castigo durísimo:
lo convirtió en arriero de muías.
—18-
CAPITULO II
—19—
De la escuelita de San Lorenzo pasó Justo Rufino a
la de San Marcos, donde tuvo por maestro al señor Lean-
dro Rodas; pero no parece que éste le haya enseñado más
allá de las cuatro reglas, y otras cosillas que se estudiaban
en las escuelas públicas de aquellos tiempos.
—20—
Pero después no fue así. La niña Pilar Salazar, la
dueña de la casa donde se alojaba Justo Rufino en Guate-
mala, solía decir que la falta de dinero retraíalo de sus ami-
gos, desde que sus padres le enviaban poco, sabiendo lo
gastador que era.
—21—
poner en sus labios esta promesa: 'Cuando yo sea hom-
'
—22—
CAPITULO III
—23—
ella caía en territorio mexicano. En El Malacate se bene-
ficiaba la caña de azúcar; pero Justo Rufino introdujo nue-
vos cultivos y desarrolló otras empresas. Plantó cafeta-
les y algodonales, aunque éstos últimos sin resultado alen-
tador, ya que los medios de transporte eran difíciles y c^-
ros.
—24—
Pero nada podía detener los antojos voluntariosos de Jus-
to Rufino. Lo que él quería lo conseguía, así tuviese que
pasar sobre toda consideración social, y atropellar leyes
divinas y humanas. Aquel funcionario que era "ángel cus-
todio de los indios" no lo pudo ser de su propio hogar.
Justo Rufino cada vez y cuando quería se colaba mañosa-
mente hasta el aposento de Chucita.
Y
comenta el mismo autor con humorismo muy sajón:
"Si sus aventuras se hubieran limitado al círculo de muje-
res ordinarias, como lo hizo con las diversas madres de sus
ocho hijos nacidos en los cinco años que residió en San
Marcos y El Malacate, Justo Rufino hubiera seguido en su
finca, criando ganado, jugando gallos, sin cuidarse de li-
bertar al pueblo que tenía libertad de hacer lo que le daba
la gana".
—25—
Ya para entonces, la buena madre de Justo Rufino es-
taba convencida de que la mala cabeza de su hijo no ha-
bía nacido para sacerdote del Señor, ni para mucho me-
nos. Los vecinos, haciéndose cargo de la decepción de la
buena señora, y acaso también eco de sus quejas, solían
compadecerla, diciendo:
—
Yo nunca me interesé en las revoluciones de Rufi-
no; buenas palizas le di por meterse en esas andanzas.
—26—
sublevación de la Montaña; y a que el nuevo gobernante
y pacificador era hombre de puño recio, militar valiente
y afortunado. Además su régimen fue moderado, toleran-
te, honesto en el manejo de los caudales públicos, y respe-
tuoso a las costumbres católicas de Guatemala, que habían
sido atacadas por sus antecesores Morazán y Gal vez. Los
abusos de éstos ocasionaron trastornos, y los trastornos sus-
citaron a Carrera y su régimen.
—27—
Entretanto, Justo Rufino y Cruz siguieron para Que-
zaltenango, donde esperaban encontrar las armas que ne-
cesitaban. Pero en un lugar llamado Veinte Palos recibie-
ron aviso de que fuerzas numerosas venían a librarles com-
bate. Todo fue saberlo para que la turba acobardada se
desbandara. Barrios y Francisco Cruz tomaron el cami-
no de vuelta a El Malacate con los pocos que pudieron se-
guirles; mas los encolerizados indios de San Pedro esta-
ban esperándolos en un estrecho puente que aquéllos de-
bían cruzar. Armados de palos, piedras, machetes y garro-
tes se hallaban apostados dispuestos a cobrar la vida ino-
cente de sus dos conciudadanos, cruel e inútilmente sacrifi-
cados. Allí acometieron con aquellas rústicas armas, mien-
tras que los fugitivos hacían uso de las suyas y de sus ca-
ballos para escapar a la emboscada. Cruz y algunos otros
cayeron en poder de los indios, y fueron ajusticiados des-
pués de un juicio sumario. Justo Rufino, gracias a su buen
caballo y a sus dotes de jinete, se escabuyó de la refrie-
ga, con sus palos y pedradas en el lomo.
—28—
CAPITULO IV
VIDA DE AVENTURAS
Las lecciones recibidas convencieron a Justo Rufino
de que no era fácil armar una revolución suficientemente
poderosa para derrocar un gobierno, ni siquiera ponerlo en
jaque. Por entonces se limitó a emprender pequeñas y
frecuentes invasiones al territorio guatemalteco, y a llevar-
se el botín que le fuera posible a su refugio seguro en
tierras mexicanas.
—29—
Con mucho sigilo preparó una expedición punitiva que
debía perseguir y extirpar al faccioso aun dentro del te-
rritorio vecino. Encontrábanse los compañeros de Justo
Rufino desapercibidos y bienhallados en la seguridad de
que nada podía sucederles estando bajo la bandera de Méxi-
co, de cuya hospitalidad abusaban con peligro de la paz de
ambos países. Pero de pronto, y en la oscuridad de la no-
che, se vieron sorprendidos y amarrados casi todos; sin em-
bargo, el ruido que metían los asaltantes con la refriega,
advirtió a Justo Rufino del peligro; y viendo que aquéllos
se acercaban, se apresuró a tomar las de Villadiego por
una puerta trasera que daba al campo. Aunque lo perse-
guían de cerca, pudo meterse entre el alto zacatal del po-
trero aledaño, y quiso la casualidad que estuviese por ahí
echado rumiando un buey, y detrás de él se ocultó a sus
enemigos. Desde ese lugar oyó el ruido de los que saquea-
ban y destruían su morada, y contempló las llamas que con-
sumían hasta los cimientos de su casa, que él había con-
vertido en cuartel general de sus aventuradas excursiones.
—30—
ocurriera una picara idea. Entró a la casa, tomó la ima-
gen de San Caralampio, y se fue por esas calles hecho un
santero, en demanda de limosna. De puerta en puerta an-
duvo buen espacio de tiempo, hasta que, descubierto el
fraude por la dueña de San Caralampio, se halló al devo-
to Justo Rufino con los bolsillos llenos de dinero. Con-
tentó a la buena mujer con unos pocos pesos, llenó el estó-
mago, y el resto lo jugó a los dados.
—31—
Los liberales, inconformes con este resultado, aconse-
jaron a Zavala que asaltara la presidencia con las armas.
Pero Zavala les dio una contestación digna de un patriota
y de un caballero:
—32—
Cuánta diferencia en los tiempos, o por mejor decir,
cuánta diferencia entre Carrera y Cerna. Bien alcanza en
este lugar lo que dijo un político nicaragüense: "Cuando
el que manda es lobo, todos se le hacen corderos; cuando
el que manda es cordero, todos se le hacen lobos".
—33—
Entretanto, Cruz y Barrios se acercaban al objeto de
su primera acometida formal, a la ciudad de Huehuete-
nango, capital del departamento de ese nombre. Defen-
día la plaza el Teniente Coronel Aquilino Gómez Calon-
ge, a quien intimaron la rendición y entrega de la ciudad.
Y como no consiguieran su objeto tan fácilmente, asalta-
ron la plaza en la madrugada del 6 de diciembre de 1869.
A
Justo Rufino tocó capitanear un grupo de los asal-
tantes a Huehuetenango. Lo ejecutó con el ardor y la
impetuosidad distintivos de su carácter; y se acercó tan-
to al enemigo, que casi a boca de jarro recibió un balazo
que le disparó el soldado José María Villatoro, alias Zapa-
tilla. Justo Rufino cayó tan cerca del enemigo, que su
ayudante, el indígena Antonio Chunux, tuvo que tirarlo
de los pies y arrastrarlo bajo la vista y el fuego de los
gobiernistas, para ponerlo en lugar seguro.
—34—
te,para aparecer luego en Palencia, muy cerca de la ca-
pital. Allí fue sorprendido el 23 de enero de 1870, su gen-
te muerta y dispersada, y él mismo perdió la vida. Al
cadáver le cortaron la cabeza y la llevaron a Guatemala
en trofeo, o como prueba de la victoria que se consideró
definitiva.
—35—
Capítulo V
OTRA GRAN ESCAPADA
Serapio Cruz y Justo Rufino Barrios se separaron para
siempre. El primero marchó a su destino, la muerte, que
encontró en Palencia; el otro con grandes dificultades ha-
cia su nuevo escondite, y después de emocionantes aven-
turas, al poder supremo.
—37—
dujo su pariente don Margarito Mérida en dirección a San
Marcos para llegar a Soconusco. Don Margarito tuvo que
echarse a cuestas a Justo Rufino gran parte del trayecto,
pues carecían de cabalgaduras, y el herido no podía ca-
minar a pie.
—38—
Mérida comprendía que era preciso ganar tiempo, pues
ya acaso se acercaba la escolta, y palmeó las manos, gri-
tando:
—
Lencho preguntóle Justo Rufino — ,
¿qué haces
conmigo?
—
¡Siéntense, siéntense, que allí vienen las tropas del
gobierno en persecución de ustedes! —
fue la contestación
de don Florencio, quien, acercándose más, les advirtió:
—
Ahora no queda otra defensa que buscar mi casa,
caminando por la orilla de este barranco, vega abajo,
hasta la unión de este riachuelo con el de enfrente; allí hay
un paso y al lado opuesto un maizal bien abrigado, en don-
de ustedes pueden esconderse, y si el tiempo lo permite, lle-
gar a la casa. Este niño, conocedor del lugar, les servirá
de guía; yo voy a encontrar a la tropa.
— ¡Muchachos —ordenó el —
cabo , adelante van esos
bandoleros; fórmense de dos en fondo y rompan la marcha
en carrera!
—39—
sebio Hidalgo, que tenía por costumbre meterse en ella
como Pedro por la suya. Juzgúese cómo las hilaban Justo
Rufino y los otros dos al escuchar este diálogo que pasó en-
tre Hidalgo y su cuñada.
— ¿Trinis —pregunté) —
a quiénes tienes encerrados
,
—40—
Llegó, en efecto, a San Lorenzo a la media noche de
uno de los días de enero de 1870; pero al llamar a la casa
solariega, en lugar de ver abiertas las puertas, oyó airada
reprimenda: "que por su culpa estaban presos en Guate-
mala su padre don José Ignacio y su hermano José Ma-
—41—
—Oiga
amigo —
le dijo Barrios al despedirse — creces
déme
,
Cuenta el primero —
en su laudatoria biografía del
segundo —
que éste le enviaba por aquellas fechas, artícu-
los para un periódico que Llaven dirigía. Pero como bió-
grafo no menos complaciente, el Gral. Andrés Téllez, nos in-
forma que tales artículos no fueron escritos por Justo
Rufino; él prestaba su firma y los redactaba otro amigo
mejor dotado de pluma. Dos de esos periódicos llevan
nombres rimbombantes muy en consonancia con las ideas
de Justo Rufino, que no eran otras que las de su tiempo.
Llamábase el uno El Espíritu del Siglo, y el otro El Ba-
luarte de la Libertad. Estos periódicos se publicaban en
Chiapas, y otros en que asimismo "colaboraba" Justo Ru-
fino, salían en Tuxtla Gutiérrez y en San Cristóbal Las
Casas. Todos ellos eran enviados de contrabando a Gua-
temala.
—
Si tenemos que esperar hasta que no haya dificul-
tades para hacer algo, nunca haremos nada. Mi corazón me
dice que vamos a ganar.
—42—
poco antes lo habían tratado como a un malhechor: les
habría dado a conocer que el ex-reo había acumulado se-
mejante cantidad de dinero. La desconfianza de Justo Ru-
fino por las autoridades, y la duda en que pone la justicia
de su reclamo, se nos ocurre otro indicio de que no sólo la
política tenía parte en sus desgracias.
—46—
Comitán, cerca de la frontera de Guatemala. A su llegada
encontró que la mitad de los hombres que tenía reunidos
para empuñar las armas se había desbandado.
—47—
sos diplomáticos de un político avesado a los negocios, Jus-
to Rufino preparaba los pormenores de la expedición en "El
Puente de Barillas", hacienda de ganado que pertenecía a
un ciudadano guatemalteco de los que ayudaban a derrocar
a Cerna.
—49—
—Somos hombres —contestaron; y se les dio de alta.
—50—
Después de calificar de dictadura cruel el gobierno de
Cerna, sigue: "Persuadido de que la dictadura no puede
nunca hacer la felicidad de los pueblos, y en especial una
dictadura torpe e ignorante, que por el contrario tiene que
causarles siempre males infinitos, vengo decidido a luchar
hasta derrocarla, y plantar en su lugar la libertad".
—51—
ción. En realidad, con García Granados la revolución ha-
bía ganado el distintivo que diferencia una vulgar aven-
tura de una causa justificada por lo menos en apariencia.
He
¡Retirarse, retirarse! ahí la táctica en general de
las fuerzas del gobierno. Las pocas veces que emprendie-
ron la ofensiva lo hicieron en las condiciones más desven-
tajosas.
—52—
ciones ni titubeos prendió fuego a las casas que estaban
a su alcance, y luego se hizo general el incendio en una
gran extensión.
—53—
poblados de Mazatenango, San Antonio, Patulul, Santa
Bárbara, Acatenango, tomaron rumbo Norte, como si qui-
sieran alcanzar el departamento del Quiche. Así llegaron a
Laguna Seca con un contingente de soldados ya más creci-
do a causa de las constantes reclutas que hacían por el ca-
mino. Allí los revolucionarios se atrincheraron en tres pe-
queñas alturas, y esperaron el asalto confiados en su mag-
nífico armamento.
Allí fue donde Justo Rufino, por primera vez que se-
pamos, vistió chaqueta "garibaldina" (de color rojo inten-
so), símbolo de sus ideas y propósitos. Y, vaya una coin-
cidencia, esta misma chaqueta roja usaban como uniforme
los filibusteros que capitaneó William Walker contra Ni-
caragua unos quince años antes.
—54—
ocultas imprimían y circulaban en hojas volantes versos
atroces contra el "tirano" Cerna.
Los pueblos que una vez han gustado del sistema re-
publicano, se cansan pronto del continuismo de un mismo
hombre en el poder; y entonces hay que ser sincero repu-
blicano, dejando que el pueblo elija; o convertirse en tirano
y oprimir el torrente para que no haga explosión.
—55—
—La ciudad —opinaba Barrios —
no es a propósito pa-
ra hallarnos tranquilos, por estar rodeada de colinas des-
de las cuales podemos ser atacados por las fuerzas del go-
bierno.
—57—
hacerse matar estúpidamente en una posición que bien pue-
de ser mejorada con otra más eminente, que se halla a las
espaldas.
—58—
Del mismo modo iba a suceder cuando García Grana-
dos y Justo Rufino se dirigieron a Quezaltenango. Justo
Rufino, con la viveza criolla de que siempre hizo alarde,
escribió al Alcalde primero de la ciudad, diciéndole que
marchaba hacia allá y que preparara alojamiento para su
ejército de seis mil hombres, y pasto para mil bestias.
—59—
Un tal Vicente Sandoval que habían sacado de la cár-
cel pública de la Antigua para aumentar el número de los
soldados revolucionarios, se mete de noche en el Colegio
de los Jesuitas, diciendo que lleva orden de catear las ca-
sas; y como los padres oponen observaciones, Sandoval se
deshace en soeces insultos contra ellos. Luego pasa a su
verdadero objeto: encañonando su fusil al pecho del Rector,
le exige dinero. El Padre tiene que entregar lo poco que
guarda; pero sale y da cuenta a Justo Rufino, General en
Jefe. Justo Rufino, fiel a ocultar sus verdaderos sentimien-
tos y designios mientras el triunfo está dudoso, aparenta in-
dignarse, ofrece reprimir los desmanes de la soldadesca y
manda a capturar a Sandoval. Cuando el Rector salía del
cuartel, Sandoval entraba custodiado. Todo fue ver al pa-
dre para echársele encima y darle un golpe con la bayoneta.
Hubo quien le contuviera; de no, algo más grave hubiera
ocurrido.
—60—
Estado; y, finalmente, permitió la libre introducción del
aguardiente comiteco, así llamado porque se fabricaba en
Comitán, México. Esta última largueza estaba en conni-
vencia con los vínculos políticos-financieros de la facción
con México.
—61—
seductora, cualidades todas que lo alejaban de ser escogido
para repetir la acción heroica de Mucio Scevola.
—62—
P. Rafael Pérez S.J. (quien entonces vivía en Guatemala co-
mo maestro y estudiante de jesuita). Dice él que en el mo-
mento oportuno faltaron las municiones, no porque se hu-
biesen agotado, sino porque las que quedaban eran inade-
cuadas para los rifles que se usaban. Varias explicaciones
se dieron a este hecho en la capital —
agrega el P. Pérez —
pero todos estaban de acuerdo en que aquella había sido
la más negra traición contra el gobierno de Cerna.
—63—
Comprendiendo que desde tan ventajoso lugar le sería
fácil decidir la acción a su favor, resolvió sin vacilaciones
ni tardanzas ocuparlo antes que las tropas del Mariscal.
Pero, ¿cómo llegar hasta allí por un camino accesible y en
breve tiempo? Le presentaron un indio del pueblecillo de
San Lucas conocedor de los alrededores. El caudillo le pi-
dió que lo condujera; y como el indio, fiel al gobierno que
había sido bueno con los de su raza, se negara, Justo Rufino
hizo aparato de que lo fusilaría si se obstinaba en no ayu-
darle. El indígena se rindió al miedo, y sirvió de guía a
Justo Rufino hasta el pie de la posición codiciada. Allí el
cabecilla dictó sus disposiciones y órdenes al batallón Que-
zaltenango provisto de Remingstons, y dio el asalto, cuan-
do ya las fuerzas de Cerna se acercaban a ocupar la posi-
ción. El campo quedó sembrado de cadáveres; pero la ba-
talla de San Lucas estaba ganada, y abierto el camino a la
capital.
EL 30 DE JUNIO DE 1871
—65—
no hay duda, a que la mayoría de los buenos se inclinara
desde un principio a García Granados, y se ahondara la es-
cisión que ya dividía a los caudillos.
—66—
Justo Rufino también asistió al Te Deum. Concluida
la ceremonia religiosa, García Granados fue llevado en ca-
rroza tirada por los ciudadanos hasta el Palacio Nacional.
—67—
das militares, sois valiente y previsor, afable y benigno;
abnegado y patriota.... Todos estos epítetos y otros más
extravagantes pasarán desde este momento a ser de la pro-
piedad exclusiva de Justo Rufino. Ya no le faltarán ni
podrán ser aplicados a otros.
—68—
Unos cuatro días estuvo allí, casi olvidado, hasta que
la familia Larraondo le ofreció hospedaje en su hogar.
—69—
pidió. Además de las garantías que hizo efectivas, de las
estrictas órdenes a los soldados revolucionarios para que
respetasen a los ciudadanos y sus intereses, promulgó in-
mediatamente dos decretos en este sentido. Uno de ellos
declaraba la libertad de imprenta sin previa censura; el
otro concedía amplia amnistía a todos los reos políticos, y
rebajaba la pena proporcionalmente a los que estaban por
delitos comunes. Otros dos decretos de esos días tenían
alcances políticos. Por medio de uno restableció las re-
laciones diplomáticas con Costa Rica, rotas desde la época
de Carrera; y por medio del otro dividió la república en
cuatro zonas militares, cada una de las cuales debía ser
mandada por un Comandante General de Armas.
Más para
llevar adelante sus verdaderas intenciones
se vaha de una sociedad llamada Junta Patriótica, especie
de club jacobino cuyo único oficio consistía en denostar a
los miembros de la administración derrocada, en pedir me-
didas drásticas contra los clérigos y los adversarios políti-
ticos, en injuriar y calumniar a las instituciones de la re-
—70—
ligión católica, etc. Justo Rufino aparentaba disgustarse
ante tales excesos de sus correligionarios; pero lue£o se vio
claro que si no movía directamente los hilos de la Junta
Patriótica, se valía de ella para consumar sus más odiosos
atentados contra los ministros del Señor.
—71—
nal del caudillo y jefe, ni mucho menos para que éste pu-
diera haber tenido la satisfacción de vengar agravios, per-
secuciones y el destierro injusto que le impuso el gobierno
por medio de sus colegas de asamblea".
cias la de imitar a
Cerna— y finalmente, diciéndole con desabrida
, claridad,
que era un elemento de estorbo, e insinuando veladamen-
te que tendrían que prescindir de su persona.
—72—
bertad para destruir la autoridad legítima y hacer en el
gobierno peores atrocidades que las imaginarias que com-
batían.
—73—
Así se inició una época de adulación, la más extrema-
da y servil que se haya registrado en los anales de la his-
toria guatemalteca. Este vicio, propio de las generaciones
sin virilidad, contribuyó a endiosar a Justo Rufino y alen-
tarlo en el camino del mando absoluto con todas sus cala-
midades y sin la menor sombra de oposición.
—74-
CAPITULO VIII
—75—
los jesuítas y todo lo que de un modo u otro se relacionaba
con la religión católica. Los jesuítas, claro está, se enfren-
taron a El Malacate y condenaron sus Prédicas. Esto era
lo que buscaba Justo Rufino para alegar un pretexto de
lanzarse contra la Compañía de Jesús.
—76—
ciosos de los jóvenes estudiantes en el estudio estéril del
latín. 3 9 Proponer al Gobierno Provisorio la centraliza-
ción de la educación, conforme a las exigencias del siglo.
4 9 Pedir desde luego a las autoridades políticas y militares
del departamento: que los jesuítas que actualmente se ha-
llan en esta ciudad, sean concentrados a la capital de la
república y que en caso de dificultad, se pida el apoyo del
C. Comandante General de Occidente, Mariscal de Campo,
C. José Rufino Barrios".
—77—
mingo, se encontró con la iglesia cerrada y sin los padres.
Sólo entonces fue conocido el vejamen que había sido con-
sumado en las sombras de la noche, con mucho sigilo para
evitar que el pueblo se opusiera a la expulsión. Entre-
tanto la gente se lamentaba del suceso y por toda la ciudad
se escuchaban imprecaciones y maldiciones contra los au-
tores del atentado.
—78—
El efecto, el Presidente Provisorio llamó a Justo Ru-
fino, y le hizo cargos de haber procedido sin autorización
de la superioridad, y de haber apoyado con tropas de la
república un acto juzgado poco menos que de rebelión.
—79—-
Las protestas por escrito no se hicieron esperar. La
primera fue la del episcopado; pero nunca obtuvo contes-
tación. En vista de las actividades de los católicos, Jus-
to Rufino hizo moverse a la Junta Patriótica. Se reúne
ésta y sale en manifestación a la casa presidencial. Gar-
cía Granados se asoma al balcón y oye a los oradores del
reducido grupo, quienes, entre frases de elogio a la re-
volución y diatribas a los jesuítas, piden la expulsión de
la Compañía del territorio de la república en nombre del
,
"pueblo soberano \
—
Reverendo Padre, yo debo mi exaltación al departa-
mento de Quezaltenango, y así no puedo oponerme a su
querer.
— Pues, señor Presidente, si Ud. según los principios de
libertad recientemente proclamados, no es bastante a vol-
ver por la seguridad individual atropellada, no tengo nada
que decirle.
—80—
pues Quezaltenango nunca quiso la expulsión de los jesuí-
tas, como tampoco la quiso el resto de Guatemala; sólo la
quisieron los radicales, los que habían contraído con los
francmasones de México el repugnante compromiso de vio-
lar la libertad en nombre de la libertad y el progreso.
—82—
timientos religiosos, que forman la vida del pueblo guate-
malteco". Los de la Junta serían los primeros en opo-
nerse a la expulsión de estos religiosos, quienes "en nada
perjudican al país" y, al contrario, servirán para inculcar
principios de moralidad. Los patrióticos estaba "persua-
didos de que sin religión no puede existir la verdadera li-
bertad, por amor a ésta (a la libertad) y en defensa de aqué-
lla (de la religión) se han propuesto firmemente llevar a
cabo la expulsión de los jesuítas, por ser los peores enemi-
gos del cristianismo...."
Tenemos, pues, a
los radicales metidos a defensores de
la fe (FideiDefensor) en contra de los jesuítas; pero pron-
to ellos mismos dejarían patente su hipocresía y mentira.
"Señor Presidente —
escribió al de la Junta Patrióti-
ca —conozco que a Ud. le gusta que se le hable la verdad;
:
—83—
Por este tiempo dio Justo Rufino otra pequeña mues-
tra de su carácter veleidoso e intrigante. Refiere don Ma-
nuel Eliseo Sánchez que habiéndose creado por entonces la
renta de aguardiente, fue rogado por el propio Justo Rufi-
no para que aceptase el destino de Administrador General
de aquel ramo, y a tanto llevó sus instancias que hizo un
viaje a Amatitlán, donde se hallaba Sánchez, para mani-
festarle "que él estaba de acuerdo con la ley, y que yo
(Sánchez), que conocía ese ramo, según lo decían los del
gobierno, era preciso que cooperara a la organización del
país".
—84—
CAPITULO IX
EL DESPOTISMO SUBLEVA A LOS PUEBLOS
—85—
go. Bien pronto corrió el incendio de rebeldía al grito de
¡Viva la Religión!, que exaltaba en aquellos pueblos la gue-
rra santa, la misma que hicieron, encabezados por Rafael
Carrera, el vencedor de Morazán, contra otros perseguido-
res de su fe.
—86—
—No, señor Presidente —responde uno del grupo— ; este
silenciono es indicio de nuestro asentimiento; pero sí de
que Ud. nos ha quitado la palabra.
—87—
se habían puesto en lugar seguro; el mismo García Grana-
dos se asiló en una celda del convento de San Francisco.
En la casa de Miguel
Nadie manda sino él.
—88—
En el periódico oficial apareció la declaración del Pre-
sidente Provisorio enderezada al expresado objeto. Decía
en ella: los restos "del gobierno de la tiranía" quieren "ex-
cudarse con la hipócrita máscara de defensores de una Re-
ligión que nadie ataca y que el gobierno es el primero en
respetar". Y más abajo: El Presidente "está dispuesto a
proteger, de la manera más especial, el Clero y Comunida-
des religiosas, convencido de que no hay libertad, no hay
justicia, no hay progreso posible, si el Espíritu Divino no
rige la empresa y preside a los pueblos por medio de la
Santa Religión".
—90—
texto la religión para ensangrentar a Guatemala y sembrar
odios implacables 'destruyendo para siempre el porvenir
*
—91—
fino que hoy empuña el látigo para no dejarlo ya en doce
años de dominación absoluta y terrible sobre el pueblo gua-
temalteco.
—92—
CAPITULO X
PACIFICACIÓN DE ORIENTE
—93—
y las vírgenes consagradas a Dios
tra los ministros del altar
en "era notorio que en las iglesias alojaban las
el claustro
tropas y rompían las casullas, se ponían sus galones en los
sombreros, robaban los cálices y copones y llevaban los sol-
dados los corporales sirviéndose de ellos como de simples
pañuelos".
—94—
Justo Rufino había capturado a una india de Mata-
quescuintla y a una mujer de Guatemala. La primera po-
día informar sobre los planes de los revolucionarios y sus
connivencias con los de la capital; la otra sabía dónde se
hallaba oculta una imprenta que servía para atacar al go-
bierno provisorio. Justo Rufino estaba perplejo: ni pre-
guntas capciosas, ni terribles amenazas daban resultado. El
no quería aplicar a las mujeres penas que no hubiera du-
dado en emplear con los hombres. Vino a sacarlo de va-
cilaciones un traficante que por acaso lo visitó. Contóle
éste que cuando le robaban algo colgaba a los sospechosos
metidos en una red, y al punto soltaban la lengua.
—95—
Justo Rufino era un carácter complejo en que la cruel-
dad dominante contrastaba a veces con rasgos de genero-
sidad y justicia, aunque en el fondo siempre había en tales
gestos su deseo de humillar a alguien.
—96—
Esta extraña sentencia se cumplió al pié de la letra,
y elseñor H. M., tesorero de la revolución de Oriente, se
convirtió en amigo de Justo Rufino.
—97—
Mientras Justo Rufino se ocupaba en debelar la re-
volución de Oriente, García Granados continuaba llevan-
do a cabo la destrucción de la iglesia católica guatemalte-
ca, a pesar de que poco antes, y repetidas veces, llamó ca-
lumniadores a los que le atribuían tales propósitos y pro-
metió solemnemente al pueblo que nunca consumaría se-
mejante atentado.
—98—
Entretanto la Junta Patriótica de Amatitlán echa leña
a la hoguera. Se dirige al ciudadano Presidente, a quien
"el voto unánime" de los pueblos ha confiado los destinos
de la patria amada. Es indispensable que el Presidente de-
ponga "esa magnimidad y clemencia" y emplee el rigor.
Luego se encara con el Sr. Arzobispo a quien "la opinión
pública acusa" de ser uno de los instigadores de la re-
vuelta, y le pide que lance la pastoral a las "ovejas des-
carriadas, haciéndoles comprender que el gobierno pro-
visorio no ataca nuestra augusta religión".
—99—
Los Prelados pidieron tres días de prórroga para sa-
lirdel país. Se les insinuó que los tendrían si solicitaban
pasaportes. Esto era lo mismo que consentir en la violen-
cia de que eran víctimas, algo como admitir que el Go-
bierno tenía razón, que era cierta la 'falta de armonía
entre el Gobierno Eclesiástico y el Civil", y que no había
más remedio que abandonar voluntariamente a sus reba-
ños para que volviese la tranquilidad perdida.
100—
CAPITULO XI
COMIENZAN LOS DISTURBIOS EN
CENTRO AMERICA
—101—
Se esperaba que García Granados entregara el poder
a esta Asamblea pues así lo había prometido en su mani-
fiesto del 10 de julio del año anterior. Aseguraba en él
que ejercería la presidencia provisoria "mientras llegue
el momento de depositar el mando en el seno de la Re-
presentación Nacional que debe reunirse".
—102—
La Asamblea aceptó tan ridicula excusa.
—103—
En abril González la declaró a Medina. Se dio como
pretexto que éste era conservador y que no se podía per-
mitir que Honduras se convirtiera en cuartel general del
reaccionarismo.
—104—
aficionados a declaraciones públicas, pues como constan-
temente están violando la ley y pisoteando el sistema de-
mocrático que proclaman practicar, es necesario justificar-
se a cada mal paso, o por lo menos explicar con razones
aunque tejidas de falacias que a nadie convencen.
—105—
un golpe más al catolicismo guatemalteco. El 24 de mayo
declaró totalmente extinguida en Guatemala la Compañía
de Jesús; sus bienes pasaban a ser propiedad del Estado.
—106—
Rufino en que sobresale su odio religioso satánico e inex-
plicable. Las comunidades de religiosos "carecen de ob-
jeto en la República, pues no son los depositarios del sa-
ber ni un elemento eficaz para morigerar las costum-
bres..." "Que dichos institutos son, por su naturaleza, re-
fractarios a las reformas conquistadas por la civilización
moderna, que proscribe la teocracia en nombre de la liber-
tad, del progreso y de la soberanía del pueblo".
A
este respecto nos informa el citado historiador gua-
temalteco Lie. Valladares:
A
la par de estas manifestaciones de la democracia li-
beral, Justo Rufino agregó otra. Decretó la libertad ab-
—108—
soluta de imprenta sin previa censura. Pero nadie cayó en
el engaño.
—109—
Nunca creyera en promesas republicanas el buen di-
putado Martínez; pues a poco se le complicó mañosamente
en el levantamiento de Méndez Cruz, y el inmune hono-
rable fue a dar con sus huesos a la cárcel sin una protesta
de la Asamblea.
—110—
se convenció de que la negativa de Sánchez era firme.
—
Haga lo que quiera — di jóle, rascándose la cabeza y
dirigiéndose a otra pieza.
—111—
La revuelta, sin embargo, no cesaba, por más que
García Granados había colocado en Honduras un gobier-
no amigo, y parecía haber acabado con la cueva de los
reaccionarios que se oponían a que en Guatemala se im-
plantara el régimen de "libertad y reforma".
—112—
nes. En efecto, el 2 de julio se nombró un Fiscal Espe-
cífico que tendrían por misión procesar, conforme el de-
creto número 45 de que hemos hecho referencia, a los que
esparcían especies subversivas, como la expulsión y ex-
claustración de religiosos, el anunciar la proximidad o
inminencia de un motín, el haberse observado actos de hos-
tilidad en los recientes festejos del primer aniversario del
triunfo de la revolución. Estos últimos eran culpados
de no haber puesto cortinas y luminarias para celebrar el
30 de junio, día en que, un año antes, había entrado triun-
fadora en la capital la revolución que ya había causado
tantos dolores a la gente honrada y católica de Guatemala.
113—
CAPITULO XII
Y
aunque hubiera escapado de los fusiles de sus ad-
no se librara mejor si cae en poder de
versarios políticos,
Justo Rufino. Indignado éste porque Méndez Cruz inten-
—115—
tara imitarlo en el camino de la revuelta, publicó una
proclama en que califica de "criminal y escandalosa" la
actitud de Méndez Cruz; y luego de aplicarle duros cali-
ficativos, agrega que Cruz "debe ser severamente castiga-
do"; Justo Rufino está dispuesto a cooperar en la perse-
cución del "desleal", y da esta razón que no justificó su
conducta posterior: "pues no teniendo más haber que mi
propio honor y dignidad, quiero dejar para mi familia un
nombre ajeno a toda mancha".
—116—
la elevada función de enseñar, sino para convertiría en
precursora de los rigores con que se proponía oprimir a
sus conciudadanos. El país continuaba revuelto a causa
del régimen imperante de iniquidades, mas en lugar de
suavizarlo si quiera fuese con palabras, Justo Rufino em-
puña la pluma y convierte esa noble arma en odiosa fus-
ta para descargarla con amenazas que luego se cumplan
a la letra.
—117—
No faltó el escarnio a la proscripción tiránica del ca-
tolicismo. El decreto número 92 reza: la religión Cató-
lica, Apostólica, Romana será la "única protegida por el
gobierno, quedando bajo el mismo pié que guarda ahora
en virtud de las leyes vigentes y el Concordato celebrado
con la Santa Sede". (1)
—118—
los canónigos. Al de la Merced Pbro. Juan C. Cabrejo,
y al Tesorero Pbro. Pedro García los destituyó de su ca-
nongía, los expulsó del territorio de la república "perpe-
tuamente", y declaró vacante aquellos cargos. El pretex-
to era el de siempre: que se mezclaban en política contra
el gobierno. La realidad era la misma: dejar a la iglesia
de Guatemala sin pastores, sin ministros para pervertir
fácil y prontamente al pueblo.
—119—
Desde luego Justo Rufino obtuvo mayor número de
votos, pero la elección fue un fracaso desde el punto de
vista de manifestación popular. En toda la república el
número total de votos ascendió a 8,707. En la capital
votaron solamente 387 ciudadanos, número bajísimo si
se atiende a que la población de Guatemala de esa época
se calculaba en millón y medio de habitantes. Así quedó
demostrado que Justo Rufino no era popular, ni se acep-
taban sus métodos de violencia, persecución y despojo.
La dictadura vitalicia que iniciaba con esta farsa de de-
mocracia iba condenada desde su origen con la censura
tácita del pueblo guatemalteco; el cuál, careciendo de li-
bertad para manifestar su favor a otros candidatos, re-
probaba la usurpación con su silencio.
" —
Por entonces me encontraba en el ejército —
re-
fiere aquel testigo presencial — prestando mis servicios
,
—120—
tó a quién queríamos de presidente, si a García Granados
o a Barrios. Todos respondimos que queríamos a Barrios,
porque Chafandín era muy viejo y muy lento: mientras
Barrios daba una docena de órdenes y hacía moverse to-
do un regimiento, Chafandín se preparaba, entre boste-
zos, a pensar sobre el asunto. Barrios era dinámico, y por
eso le dimos el voto".
—121—
Caso insólito. Al mismo tiempo que Justo Rufino
perseguía con tal saña a la Iglesia Católica y prescindía
del juramento ante el Prelado, asistía al templo el día de
su toma de posesión a oir el Te Deum que con ese motivo
cantó la autoridad eclesiástica. Bajo un dosel preparado
especialmente en la nave central para el presidente, sen-
tóse Justo Rufino vestido con rico y ostentoso traje mi-
litar.
—122—
compromiFOS políticos y de los deberes que le impone la
Nación".
—123—
Para reponer a los canónigos destituidos y desterrados,
Justo Rufino nombró a los Pbros. Pedro Vicente Batres, Án-
gel María Arroyo y Tomás Ortega, clérigos adictos a su
persona y dóciles a sus propósitos. El Gobernador del Ar-
zobispado, Dr. Espinosa, se negó a reconocer estos nombra-
mientos porque Justo Rufino carecía de facultades para
hacerlos, ya que la desposesión de las canongías la había
efectuado contra derecho y con violencia; y por ello, en
realidad no habían vacado. Además, Justo Rufino mal po-
día llamarse patrono de la Iglesia de Guatemala, pues tal
título lo estableció el Concordato de 1852, que el propio
Rufino había violado y roto arbitrariamente de hecho; y no
era equitativo que subsistiera sólo para lo que convenía a sus
planes de atacar al catolicismo. A fin de suavizar la nega-
tiva, el Sr. Espinosa prometió someter en consulta el caso
a la Santa Sede.
Contra esto argumentó el ministro de Barrios dando
razones fútiles, agregando que el gobierno sólo quería la
paz y la conciliación de los grandes intereses sociales: "la
libertad y la religión bien entendida". Es decir, entendida
como le convenía interpretarla a Justo Rufino; quería ha-
cer de la religión lo que había hecho de la libertad, de la
justicia, de la democracia, de la dignidad personal, y definir:
esto es cristianismo; no lo que predicó y selló con su muer-
te Jesucristo.
—124—
admitió la dimisión, antes al contrario, aprobó su actitud
con estas palabras que fueron trascritas al ministro de
Barrios:
125—
CAPITULO XIII.
—127—
puisar ae aui a ios jesuítas, arreglar ei pieito ae ironteras
entre Nicaragua y Costa Rica de acuerdo con las pretensio-
nes de ésta; y finalmente, afianzar los principios liberales
en Centro América.
—128—
Ahora, mediando 1873, se hacía contra Justo Rufino
otro esfuerzo armado para echarlo del poder. Don Enrique
Palacios había conseguido, con la complicidad del Presiden-
te Guardia de Costa Rica, armar en Puerto Limón el vapor
" General Sherman", al cual le mudó el nombre por el de
"Coronel Ariza"; pero no así la bandera norteamericana,
bajo la cual continuó navegando.
(1) Mr. Burgees dice "True patriot that he was, The Later
(Arias) fielded his post rather than cause bloodshed by cling-
ing to it." Pero Grinaldi describe con detalles cronológicos
la batalla. (Pgs. 60-1).
—129—
se convierta en un xonto aecapirote, antes que presentar-
lo como político antojadizo, empeñado siempre
versátil,
en corregir graves errores con otros más graves.
—131 —
desde el punto de vista de la conveniencia material del Go-
bierno y del provecho general de la Nación, se diría que
el cambio de dueño de esos capitales movilizaba la pro-
piedad y no alteraba en nada la riqueza pública; pero no
fue así, absolutamente, porque más de diez millones de pe-
sos en oro realizados de los créditos y valores de la Iglesia
se exportaron al exterior para constituir un fondo seguro
en la fortuna particular del general Barrios; la cual signi-
ficó un gran desequilibrio económico que se tradujo en al-
za del interés, escasez de moneda circulante y angustia de
trabajo. Los bienes raíces se repartieron entre los prote-
gidos del Gobierno y éste aprovechó poco de esos dineros
de la Iglesia para atender a la pública necesidad y servi-
cios oficiales; si bien bastantes de las edificaciones se des-
tinaron a oficinas del Estado. Posteriormente corrieron
suerte análoga las fundaciones y bienes, los Institutos de
Beneficencia, como hospicios, casas de huérfanos, escuelas
pías y hospitales".
—132—
roña, rica de oro y piedras de la Virgen del Rosario, que
aún se venera en la iglesia de Santo Domingo de Guate-
mala. Justo Rufino dio un puñetazo en la mesa, y con
gran cólera increpó a Irungaray:
. . .
.
—Lo que Ud. hará conmigo: fusilarme; hágalo, que yo
no temo a la muerte.
—
Para probarte que tengo fe en que vas a ser un hom-
bre, te entrego a mi hijo Antonio; es enfermizo; llévalo a
tus montañas, cuídalo como a tus propios hijos y devuél-
vemelo fuerte y sano.
—
Pero, Rufino, ¿estás loco para entregar tu hijo a tu
peor enemigo?
—
Es un valiente ese Melgar, ningún valiente asesina a
un niño; él será con Antonio más efectuoso que yo sen- —
tenció Rufino. (1).
—134—
calidad de indemnizaciones, hizo carreteras de bueyes, y
promulgó una amnistía muy amplia que amparaba a todos
los revolucionarios desde 1871, incluyendo los de Palacios
y hasta los desertores de las filas del gobierno; fundó un
hospital y un instituto de enseñanza.
135—
—
CAPITULO XIV
EL PATRÓN SE CONVIERTE EN
SUPERINTENDENTE DE MONJAS.
Estaba empeñado Justo Rufino en romper con el pasa-
do aunque fuera a costa del presente. Fiel a esta consigna,
promulgo una ley que declaraba de curso legal las águilas
de Chile y los soles del Perú. La moneda circulante en
Guatemala era de mejor ley que las de aquellos países,
pues tenía 900 milésimas de fino; mientras que las chilena
y peruana sólo contenían 835. Se cumplió la regla de que
la moneda mala desaloja a la buena; y así, la plata y el oro
acuñados en Guatemala emigraron con perjuicio de la eco-
nomía nacional. "Uno de los móviles —
escribe Valladares
de semejante desacierto fue la pequenez política que no
quería tolerar la circulación de onzas de oro y piezas me-
nores y pesos de plata acuñados con el busto del ex-presi-
dente General Carrera, cuya memoria se deseaba proscri-
bir".
—137—
La Iglesia, como dice Mr. Burgess, era aún poderosa.
Unos cuantos decretos no habían podido dar en tierra con
su tradicional influencia; por otra parte, Justo Rufino veía
siempre en ella magníficas oportunidades para llamar la
atención pública con una persecución ruidosa; y sobre todo,
y de paso, una fuente inagotable con que rellenar las exhaus-
tas cajas del erario.
—138—
logia y Cánones que en él se enseñaban, habían sido crea-
das en la Universidad. (Como quien
dice: donde existen
varias escuelas, hay que cerrarlas todas, menos una). El
Colegio Mayor estaba dirigido por los Padres de San Vi-
cente de Paúl, y esta era la verdadera razón para suprimirlo.
—139—
para impedir que éstas fueran encerradas, o castigadas de
otro modo corporalmente.
—140—
Carranza trae una lista de las propiedades confiscadas
a la Iglesia y de cómo se emplearon. Veamos algunas:
Santa Clara se convirtió en el mercado "La Reforma", y
"contiene además buenas casas particulares".
—141—
estuvo en Guatemala el año 1884: Una casa que Luis An-
dreu regaló para manicomio, se la cogió Francisco Már-
quez. La fundación de doña Chon Andreu, con valor de 20
mil pesos, fue "consolidada" estando vivas aún la fundado-
ra y sus hermanas. Cierta señora deja 15 mil pesos a San
Francisco, y antes de morir ella, los "consolidan". Los bie-
nes de los Izaguirres fueron robados con el mismo pretexto.
—142—
ra". . "Barrios nunca se paró a considerar si el pueblo
.
—143—
— ¿Qué clase de gobierno es mío?el
—144—
Wild Ospina asegura que la pasión dominante de Juste
Rufino "era el poder personal"; que "por odio a sus enemi-
gos, los clérigos y los "aristócratas", inició su campaña de
reformas". Con el despotismo de Barrios —
añade — "k
idea liberal sufría su más cruel fracaso"; "Barrios, al no sei
liberal, fundó escuela de antiliberalismo ..."
—145—
.
CAPITULO XV.
DIFICULTADES INTERNACIONALES.
El triunfo de la revolución de 1871 había traído para
Guatemala la entronización de una casta privilegiada: "la
casta militar — dice Valladares— caracterizada por la vio-
lencia y por el rápido enriquecimiento en los empleos" .
—147—
to monetario. Magee se excusó por enfermo. González lo
hizo conducir a la fuerza en un coche; y una vez en su pre-
sencia, lo insultó, le asestó un golpe en la cara con su re-
vólver y le mandó a dar doscientos azotes con varas.
—148—
tazos, como tenía de costumbre con todos los que provo-
caban su cólera y venganza.
—149—
una nacionalidad", siempre que pueda mantener su auto-
nomía; que la causa de Cuba es la misma que la de las co-
lonias de América cuando proclamaron su independencia,
lo que hace que América la vea como propia; que Guate-
mala quiere dar una prueba de sus simpatías por Cuba, etc.
—150—
Refiere Sánchez que la misión estaba fracasada: los mi-
nistros españoles se habían negado a ningún convenio. Mon-
túfar le pidió entonces a él que visitara al Ministro don Fer-
nando Calderón y Collantes.
—151—
Sin embargo, el doctor no se avino a razones y dirigió
una nota al Nuncio. Contestó éste que para entrar en ta-
les negociaciones era condición sine qua non que debía vol-
ver antes a su diócesis de Guatemala el Arzobispo Pinol y
Aycinena. Tanto valía como dar al diplomático chapín con
la puerta en las narices.
— —
Yo contestó Sánchez — les sirvo a esos porque sir-
ven a mi país, y son de mis ideas, deplorando mucho los
abusos que cometen.
Y
concluye Sánchez: Barrios "supo aprovecharse de
esa noticia, como se vio en todos los actos ulteriores, como
la dictadura del 76, etc.".
—152—
CAPITULO XVI.
EL CASAMIENTO DEL PATRÓN.
No es dado al hombre desprenderse de su carácter
como cambia de traje. Quiera que no, en las menores ma-
nifestaciones de su vida revela lo que es, y lo que otros
piensan o temen de él.
—153—
por parte de aquellos. ¡Todo un general y Comandante
de Armas fijarse en una niñita que apenas llegaba a la pu-
bertad! Era para hacer reír. Ahí estaban muchas damas
encopetadas que se avendrían gustosas a compartir con el
héroe sus laureles.
—154—
No hubo pues ¿quién iba a opo-
tal resistencia tenaz,
nerse a los caprichos del "patrón"? ¿Quién se atrevería a
decir "no" al hombre de "temperamento volcánico", "poco
sufrido ante cuanto se opusiera a sus deseos", según lo
pinta su complaciente amigo y admirador Rubio? Si Apa-
ricio vio con disgusto aquella unión, sin duda que se lo
guardó en lo íntimo de su ser.
—155—
dio de casarse entonces en Guatemala, pues la "reforma"
del matrimonio civil no la llevó a cabo Rufino sino cuatro
años más tarde.
No parece que haya sido así, por más que bien podía espa-
rarse tal conducta del incrédulo Patrón. Mas, fuera de que la
libre escogencia del oficiante no es acto de desprecio a
aquel sacramento, basta leer la partida de matrimonio para
ver que los casó el Vicario Provincial, la mayor autoridad
eclesiástica en el departamento.
—156—
cañón hacían el saludo de ordenanza; Justo Rufino repartió
limosnas a los pobres y tuvo gestos de gracia para algunos
perseguidos; en fin, nada faltó, ni los acostumbrados ver-
sos pletoricos de servil ramplonería.
—157—
CAPITULO XVII.
—159—
.
—160—
con su capricho, representado en el látigo que siempre
llevaba en la mano, y que le daba más apariencia de do-
mador que de estadista.
En 1875
apareció por primera vez en los juegos polí-
ticos de Justo Rufinola carta de la unión centroamericana.
La idea era prestigiosa, y más de un trastorno se había
autorizado a su sombra, y más de un trastornador había
conquistado reputación de patriota, sacrificando hermanos
en los campos de batalla con pretexto de restablecer aque-
lla unidad.
—161—
supremo por medio de pactos formales", mediante los cua-
les las cinco repúblicas se comprometan a sostener una liga
para rechazar "todo atentado de cualquier nación extranje-
ra que se proponga menguar la integridad, los intereses o el
honor de cualquiera de los países de Centro América".
—163—
de otro era una de las causas de la desunión de Centro Amé-
rica, Justo Rufino lanzó al Gral. José María Medina con
una revolución en Honduras para que depusiera al presi-
dente don Ponciano Leiva. El movimiento principió en
Gracias, a unas cincuenta millas de la frontera de Guate-
mala.
164—
No faltó quien quisiera disuadirlo de semejante locura.
Justo Rufino propuso a don Céleo Arias, a quien él había
derrocado de la presidencia de Honduras, restituirlo en el
poder mediante una revolución. Arias no se prestó de ban-
dera para trastornar a su país contra un correligionario su-
yo que estaba haciendo buen gobierno; y no sólo eso: se
empeñó en que el dictador guatemalteco no diera aquel
paso; pero habiendo tratado Arias con íntimo de Justo Ru-
fino "supo — cuenta Grimaldi— la ninguna importancia que
éste (Barrios) daba a los principios y a los hombres de la
vecindad, donde quería colocar a otro por Medina si éste
no aceptaba, meditando al mismo tiempo provocar trastor-
nos en El Salvador, a fin de que asaltaran el poder hombres
entre quienes Zaldívar era el mejor".
—165—
Esta contestación descubría con harta claridad que las
intenciones de Justo Rufino no eran muy propicias para
González. Pero éste no lo quiso entender así, y creyó que
a fuerza de disimulos y juegos conseguiría desviar la pun-
tería de Justo Rufino ya enderezada contra él. González
intenta desvirtuar el fingido alarmismo que ha despertado
en Rufino su carta; acepta la no intervención en la revuelta
de Medina, aún sabiendo que así dejaba a Rufino manos li-
bres en ese trastorno; y con una cobardía que denunciaba su
debilidad, le promete que el gobierno de El Salvador "no
aumentará un soldado en las pequeñas guarniciones que
cubren los departamentos fronterizos".
—167—
tecos a su servicio y que no ha mandado más gente a Santa
Ana; pero añade con cruda franqueza: "a pesar de que en
mi poder existen listas nominales de los que están de alta
y de dos partes de que todos los días llegan nuevas fuerzas a
aquella plaza". Sin duda a Justo Rufino preocupa poco el
arreglo con González, porque concluye ofreciendo con frial-
dad proponerle lo que "se le ocurra" para zanjar la mala
inteligencia entre ambos.
—168—
mó la atención hacia otro objeto. Contestó extrañando
el silencio sobre "el punto esencial", la concentración de
emigrados; sin ésto no habría desarme ni conferencia. Res-
pecto de Medina, dice, como quien no da importancia al
sujeto, que "lo conoce de paso", ignora si es bueno o ma-
lo; al Sr. Leiva sólo una vez lo ha visto: no ha formado jui-
cio sobre él. En cuanto a la no intervención en Honduras,
Rufino insiste en que está aceptado el compromiso; no hay
que hablar más de ello. Temía que González, renuente a
entrar a los otros compromisos, se le zafara también de
este, que Rufino estimaba la clave de su triunfo.
—170—
dor, actitud tan contraria a los propósitos de paz y fraterni-
dad proclamados por el presidente de Guatemala, que los
congregaba en esa capital.
—171—
"El acuerdo del Gobierno de Costa Rica permitiendo
la permanencia de tres Jesuitas en San José me ha sor-
prendido desagradablemente. Los Jesuitas son enemigos
declarados de mi Gobierno; ellos no transigen con los prin-
cipios implantados por la revolución del 71, y yo tengo la
convicción de que en cualquiera parte que estén, me son
hostiles y procuran atacarme del modo que les es posible.
Por lo mismo tendría mucho gusto en que el Señor Pre-
sidente Guardia los extrañase del territorio costarricense y
no les permitiera la entrada de una manera permanen-
te. Este paso, como Ud. dice, sin duda contribuiría a estre-
char las relaciones de mi Gobierno con el General Guardia
porque nos identificaría en una de las bases principales de
la Revolución. Vería, pues, con satisfacción que Ud. y sus
amigos emplearan su influencia a fin de lograr que el señor
Presidente de Costa Rica diese la medida de echar a los
Jesuitas lo que a la vez juzgo conveniente a los mismos
intereses de su Gobierno y de la propia República de Costa
Rica. Si el señor Guardia se prestase gustoso a secundar
la Revolución de 71, pueden estar él y Ud. seguros de que
en mi Gobierno tendrá el suyo un amigo verdadero dis-
puesto a ayudarlo en todo cuanto pueda".
—172—
.
—173—
políticamente debía ponerse un enemigo encarnizado al flan-
co y retaguardia del General González, mientras se manio-
braba de frente con quince mil hombres al favor de la paz
y la amistad. Todo se frustró por los tardíos y torpes mo-
vimientos de Medina".
—174—
El tratado de Chingo fue un compás de espera. Justo
Rufino carecía de suficientes municiones y debía hacer
tiempo a las que ya venían en camino. Además, una vez
dominado El Salvador, colocado allí un sujeto dócil a sus
caprichos, lo de Honduras pasaría, por el mismo hecho, a
segundo plano. Para ello precisaba hacer la guerra a Valle
y a González bajo cualquier pretexto.
—175—
tilidades contra él por parte del gobierno salvadoreño, y
concluía: "En cuanto llevo dicho estoy ya de acuerdo con
El Salvador".
—176—
pacto de Chingo y toda aquella política de paños tibios?
En una carta del 26 de febrero González daba a un amigo
las razones de su desconfianza para con Barrios y de los
motivos de su actitud:
—177—
esa República y por distintos conductos recibo aviso de
que en Ahuachapán se publicó un bando marcial; que se
han armado los emigrados; que todos los días se recluta
gente; que se ha invadido Honduras; que se trata de ha-
cer la guerra a Guatemala; y otras especies que no puedo
contestar con las promesas de amistad que hicimos en
Chingo. Sírvase decirme lo que hay respecto de esto
pues he descansado en la buena fe de Ud."
—179—
'
—180—
vador se fortifica es como medida de defensa y no de
agresión; cierto que el gobierno salvadoreño envió 300
Remington a Leiva, pero fue antes del Convenio de Chin-
go, y "porque ese gobierno (el de Justo Rufino) auxilia-
ba al Gral. Medina, como aparece probado". Concluye la
carta refiriendo que el general guatemalteco Solares ha
entrado en Honduras con 1,800 hombres: "Si esto es
cierto el Convenio de Chingo quedará roto."
Ese día Valle escribió otra carta en el mismo senti-
do José María Samayoa, íntimo consejero de Jus-
al Lie.
to Rufino. Fue su último esfuerzo por la paz.
Pero lo menos que deseaba Rufino era dejar a Leiva
en Honduras y a Valle y González en El Salvador; él
amaba la paz, pero a su ventaja y capricho; otra paz no
tenía sentido para el Patrón. Hasta ahora ha procurado
ocultar sus intenciones; pero desde el 5 de marzo, al día
siguiente de la carta de Valle, había arrojado la careta
con aquella proclama en que acusaba al gobierno salva-
doreño de haber violado la no intervención, llamaba "des-
leal" a González, daba cuenta a los guatemaltecos de que
la paz estaba en peligro de ser alterada por el Mariscal,
y que a eso obedecía el estado de defensa en que había
puesto al país.
El 10, ya en camino para la frontera salvadoreña,
escribía a Medina desde Jutiapa:
"Estamos ya en guerra
con la República de El Salvador, o más bien con el traidor
González. Respecto a lo ocurrido en Chingo, le puse
. .
—181—
No cabe duda, pues, de la duplicidad y mentira de
Justo Rufino. Por un lado queda patente que apoyaba a
Medina y que había prometido hacerlo presidente de Hon-
duras si derrocaba a Leiva: las reiteradas negativas de
Barrios a este respecto resultan ahora desvirtuadas por
él mismo; y por lo que toca al Convenio de Chingo, su
propia confesión nos revela que tampoco procedía leal-
mente.
—182—
blos de Honduras a elegir libremente su gobernante; y
así measeguró Ud. bajo su palabra de honor, que había
dado sus más terminantes órdenes para que las fuerzas
salvadoreñas se mantuvieran simplemente a la expectati-
va, sin traspasar un palmo de la frontera de Honduras.
Y sin embargo, ¿qué sucedía entonces? Cuando yo re-
gresaba a la capital, descansando en la buena fé de Ud.
y en su palabra de caballero, su gobierno daba órdenes pa-
ra que los ejércitos salvadoreños invadieran hasta el cen-
tro de Honduras y repusieran al Señor Leiva con el fin
de procurarse Ud. un pretexto para no cumplir el Con-
venio de Chingo.
—183—
Generales que están en Honduras, combatiendo al gobier-
no de Leiva, lo cual no pudieron lograr porque (y sea
dicho de paso) Uds. no inspiran confianza ni fé a ningu-
no en Centro América: Uds. han publicado proclamas in-
cendiarias haciéndome aparecer como un Atila y mintien-
do al pueblo salvadoreño, única arma que les queda: Uds.
quieren imponer al pueblo de Honduras un gobernante
de su devoción mantenido por bayonetas salvadoreñas, y
Uds. en fin, han hecho que se proclame en esa un gobier-
no ridículo, poniendo como presidente provisorio de Gua-
temala al loco de Palacios."
—184—
sus cruces y escapularios, y bien pueden Uds. todos le-
vantar la bandera de la religión y venir cuanto antes a
,,
invadir nuestra República.
—185—
que tengo razón y justicia en lo que a Ud. he dicho en
esta carta." (1)
186—
Capítulo XVIII
—187—
No bastaba a Justo Rufino revolver a Guatemala, El
Salvador y Honduras; su idea del desorden comprendía
también a las otras dos repúblicas, Nicaragua y Costa Ri-
ca, no tanto para hacer la unión, como él mismo y los a-
contecimientos lo dirán, sino para implantar su influen-
cia y transformar aquellos estados, que hacían verdadera
vida republicana, en dictaduras a la manera de la que
él había establecido en Guatemala.
—188—
capaz de desempeñar", es decir: de sancionar la mutila-
ción de su patria. Jerez fracasó, y no daremos pormeno-
res de este fracaso por ser asunto ajeno a este estudio.
A quien le interese, puede leerlos en la Biografía del Gral.
don Pedro Joaquín Chamorro por Esteban Escobar.
—189—
más vivas simpatías"; pero la deslealtad de Valle le obli-
ga a presentarse armado en las fronteras de El Salva-
dor. Esta actitud es debida asimismo al General Gonzá-
lez "siempre traidor", y cuya "conducta falaz" había to-
lerado hasta entonces en "obsequio de la tranquilidad de
estos pueblos."
—190—
Les pide que ayuden a sus propósitos de derrocar el
"deshonroso gobierno" de Valle, y promete: "os daréis un
gobierno digno, que promueva vuestra felicidad y el en-
grandecimiento de vuestra patria."
—191—
el apoyo de El Salvador contra Guatemala, y en la que
asegura que el Convenio de Chingo sólo se había firma-
do con el objeto de ganar tiempo. (Otra alusión a su pro-
pio sistema.)
—192—
Después de explicar lo de Chingo como una aparien-
cia que condena el proceder de Guatemala, desvirtuada,
sin embargo, por el aviso que se le envió, continúa dicien-
do que Soto "ni remotamente piensa en ser Presidente de
Honduras." Y luego, para dorar la pildora de Chingo:
"Aceptado por Ud. el convenio, que no teníamos duda que
lo aceptaría con nuestras explicaciones, ¿quién sino Ud.
habría sido el Presidente de Honduras cuando don Marco
hubiera convocado a la elección estipulada?"
—193—
otra misión, regresó a sus cuarteles. Pero Valle y Gon-
zález, para alentar a sus soldados, propalaban en todos
los tonos que Justo Rufino estaba empeñado en una gue-
rra de conquista contra El Salvador, bajo pretexto de re-
construir la antigua federación centroamericana.
Dice así:
—194—
"Cierto es que siempre he abrigado una inmensa sim-
patía por el proyecto de la unión Centro- Americana; pe-
ro nunca la he creído obra de las armas sino del tiempo.
Cuando la civilización derrame su luz y levante las fren-
tes, cuando cesen todas las ideas de localismo y rivalidad,
la unión irá estableciendo sus bases en plena paz, y si
con el tiempo llega a realizarse no costará una gota de
sangre. Pero esa época está lejana y si tengo fe en el
porvenir, no por eso estoy menos seguro que no he de
ser yo el que presencie acontecimiento tan grandioso pa-
ra los pueblos centro-americanos.
4
'No creáis, pues, a González, porque él miente y ca-
lumnia; él quiere justificar la inicua guerra que Guate-
mala se ha visto en el caso de aceptar: él intenta sobre-
ponerse a los principios legales y os habla de honor, él
que nunca ha podido poseerlo, él que ha servido a los
partidos todos, y que por mezquinos intereses ha sacri-
ficado su nombre, su palabra, su patria."
—195—
Gral. Santiago Delgado, tres coroneles, 19 oficiales, 300
soldados muertos en el campo de batalla, 70 prisioneros
contra 109 y varios oficiales de los guatemaltecos, sin
mencionar los numerosos heridos de ambos bandos. So-
lares estuvo diligente en perseguir a los derrotados hasta
las orillas de San Miguel.
—196—
Capítulo XIX
DE COMO EL PATRÓN HACIA PRESIDENTES
Para estas fechas comienza a destacarse en la po-
líticacentroamericana la personalidad del Dr. Rafael Zal-
dívar. Desde entonces permanecerá vinculado a Justo Ru-
fino hasta el drama de su trágica muerte.
—197—
tonces su candidato para el codiciado cargo había sido don
Fabio Moran; pero el viejo camarada de estudios había
hecho mudar la voluntad impresionable de Justo Rufino.
—
Reúnanse donde les parezca mejor; pónganse de a-
cuerdo en la persona más conveniente; y entonces, avísen-
me lo que hayan dispuesto.
Los visitantes hablaron más claro: ¿quería Justo Ru-
fino que le presentaran una terna para que escogiese?
¿Propondría él candidatos para que los notables eligie-
sen entre ellos? ¿Sería la votación nominal y secreta? A
todo esto Justo Rufino se limitó a contestar enigmática-
mente:
—Estaremos a lo convenido.
—198—
a ,
— ¡Nolas necesito! —
interrumpió el aludido.
Gallegos continuó, señalando que la elección debía
hacerse por la Junta de acuerdo con el General Barrios,
pues tal era lo estipulado en Chalchuapa. El Lie. José
Bernal leyó el acta preparada de antemano en que se pe-
día a Zaldívar para Presidente de El Salvador. Volvió
a solicitar la palabra el enérgico Fernández para oponer-
se a Zaldíavr; pero Justo Rufino no se aguantó; su natu-
raleza de dictador absoluto robustecida con cinco años de
práctica constante, se sublevó contra aquellos procedi-
mientos siquiera fuesen de farsa democrática. Ni en apa-
riencia podía sufrir él este sistema. Púsose en pie "con
aire resuelto —
dice el testigo presencial Lie. Gallegos —
portando siempre un chilillito en la mano, y con acento
imperioso, dijo:
—199—
El Lie. Gallegos, en un rapto de independencia, qui-
so escapar sin haber suscrito; pero el cancerbero del ofi-
cial lo detuvo.
—200—
Consecuente con estas ideas, Justo Rufino no em-
prenderá otra guerra internacional; pero se valdrá de los
recursos disolventes que tan excelente resultado le die-
ron en Honduras con poco riesgo y gasto. Nada extraño,
pues, que su diplomacia vaya a apartarse del camino del
acercamiento de los Estados para marchar por los ata-
jos de la conspiración, de la intriga y de la revuelta.
Si se compara el tratado unionista suscrito en Guatema-
la por las cinco repúblicas el 28 de febrero de 1876, con
el llamado "Tratado Definitivo de Paz y Amistad" cele-
brado en Santa Ana el 8 de mayo de aquel mismo año
entre Barrios y Zaldívar, se verá que, mientras aquél
preparaba la unidad de las cinco repúblicas, el segundo
trataba de destruir con la guerra victoriosa tcdo lo con-
seguido en la paz derrotada, y además echaba a rodar de
nuevo la manzana de la discordia entre los Estados.
—201—
El primero prohibía la intervención de un Estado en
los asuntos internos de otro, "origen de la frecuentes con-
vulsiones ocurridas en las repúblicas centroamericanas".
El segundo disponía que se pidiese a Honduras y Costa Ri-
ca su adhesión al convenio de Santa Ana, y como se ex-
cluía a Nicaragua, claro aparecía que "la completa alian-
za ofensiva" era contra esta última, como lo justificaron
los acontecimientos.
—202—
nada nobles vuelven a hacerlo desenvainar de nuevo la
espada, pero esta vez para que otro la maneje a socapa.
Estos pretextos contra el presidente Chamorro eran, es-
cribe el Sr. Gámez: "La protección decidida que daba
a los Jesuitas, y las simpatías que hacía poco había mos-
trado por el gobierno salvadoreño."
—203—
la cabeza, le habían prometido límites territoriales muy
ventajosos a cambio de apoyo para derrocar al presiden-
te Chamorro. Los cómplices revolucionarios de Guardia
se hallaban ahora en la corte de Justo Rufino, muñiendo
allá cómo llevar a cabo lo que no había sido posible
con el apoyo de Guardia. Aprovechó éste esa coyuntura
para acercarse al dictador chapín, con quien se hallaba
reñido desde tres años antes, a causa de la expedición pi-
rática que envió contra él a las costas de Honduras a bor-
do del Sherman.
—204—
trastornador, y agrega, para halagar juntamente a Zaldí-
var y a Justo Rufino: "Estoy violento porque llegue el
día de darme el gusto de dar un estrecho abrazo al Gral.
Barrios y significarle mi inmensa gratitud por haberlo co-
locado a Ud. (a Zaldívaí) en la primera magistratura de El
Salvador".
—205—
—
No contento con mentir él mismo a un particular, o-
bliga a mentir a sus ministros. En nota diplomática que
el gobierno de Guatemala envió al de Nicaragua el 26 de
octubre de aquel año, acusaba a esta república de haber
faltado a la neutralidad en la recién pasada contienda
contra González; echaba al presidente de Nicaragua ]a
culpa de la intranquilidad que el propio Rufino azuzaba:
las obligaciones de Guatemala con Nicaragua dice —
"habían quedado vulneradas por la conducta del señor
Chamorro". Y más adelante, con aplomo que a nadie en-
gañaba: "Guatemala, señor Ministro, no pretende arro-
jar sobre ninguna de sus hermanas de Centro América la
tea infernal de la discordia. El tiempo de las conquis-
. .
—206—
Comprendiendo éste la locura de oponerse al Patrón,
quiso valerse del subterfugio de las elecciones, buscando
salir favorecido con e) poder de Honduras, objeto de sus
sueños y motivos de sus claudicaciones. Con tales fines
contestó a Rufino aceptando a Soto, pero electo por el
pueblo hondureno. Mas Justo Rufino sabía de sobra lo
que era Honduras para dejarse agarrar en la trampa que
le armaba su cómplice. Justo Rufino va a quitarse el an-
tifaz para aparecer tal como era ante el desengañado
Medina. Escribe a éste una carta en que, sin ambages ni
rodeos, como quien ya no necesita de ellos, declara cru-
damente qué quiere y lo que está dispuesto a conseguir,
cueste lo que costare.
—207—
tad que pudiera presentarse en oposición a! logro, del fin
indicado.
—208—
él, cuando se tratase de una elección definitiva? Yo no
acostumbro pagarme de formalidades que como en este
caso, y a pesar de los buenos deseos de Üd., no serían sino
una fuerza: me gusta ver el fondo de las cosas, y como sé
lo que por allá sucede, no acepto ni aceptaré el medio de
la elección, que a mi juicio no traería más que una nue-
va guerra civil en Honduras.
"No crea Ud. que el señor Soto por falta de una elec-
ción que lo lleve desde luego al Poder, se verá en difi-
cultades: su ida inmediata a Honduras lo desean los pue-
blos, con cuya opinión cuenta, y además tendrá el apoyo
decidido de mi Gobierno, del de El Salvador y Costa Rica.
No tenga Ud., pues, ningún cuidado.
—209—
que Ud. se oponía a la ida inmediata de Soto, a pesar de la
buena amistad que tengo con Ud., yo estaba resuelto a pa-
sar sobre todo, cualesquiera que fuesen las circunstancias.
—210—
Nohizo la unión, pero creó dos dictaduras a ejemplo
de suya.
la Zaldívar gobernó a su arbitrio, reformó la
Constitución, volvió a reformarla para poderse reelegir, y
no tuvo más contratiempo que cuando el Patrón arruga-
ba el ceño de vez en vez; entonces él corría solícito a su
lado, y con sus proverbiales zalamerías y falsas promesas
engatusaba a Justo Rufino para que lo dejase gozando del
bien presidencial por un espacio más de tiempo. Así pasa-
ron nueve años de dictadura, hasta que un día perdió del
todo la protección del Patrón, cuando éste apeteció el mis-
mo bien que gozaba aquél.
Soto mandó en Honduras como señor absoluto durante
siete años, y huyó del poder cuando supo que el Patrón
estaba irritado con él por sus desobediencias, y que se
disponía a tratarlo como a Medina, como a Arias, como a
Leiva, como a Gómez, como a González, como a Valle. (1) . .
211—
Capítulo XX
COMO CAÍAN de la gracia del patrón
SUS AMIGOS
—213—
Concluido el banquete, Justo Rufino, con la camisa
desabotonada, dijo golpeándose la ahita panza:
—
La barriga llena y la bolsa con pisto, eso es patrio-
tismo; lo demás son paparruchas y babosadas. ¿Ud.? ¿Qué
dice Ud. don Fulano?
—
De acuerdo con Ud., mi General. . . paparruchas,
babosadas, barriga llena, corazón contento.
—
Pues, compadre, la patria es lo más sagrado, y to-
do hombre que se considere digno debe dar la vida por
ella.
—
Muy bien —
concluyó Justo Rufino —yo también
;
estoy con Uds. dos; así es que los tres nos retiraremos allá,
hacia aquel bosquecillo, a hablar del patriotismo y de la
patria; y éstos que se queden aquí; les mandaré servir otra
comilona para que se harten de lo que ellos estiman más
que el amor a la patria.
—214—
Cuando regresó a Guatemala, se produjo un hecho
que acaso tuvo repercusiones en el futuro de Guatemala y
del mismo Justo Rufino. Este hecho fue la ruidosa caída
del favorito Lie. José María Samayoa, quien arrastró con-
sigo en su desgracia al Gral. Gregorio Solares.
—
Bien, gran jodido — —
di jóle entonces :me has ga-
nado, te llevarás el dinero, pero no sales de aquí hasta que
me hayas enseñado a hacer la trampa.
El mismo Contreras cuenta que en 1874 Justo Rufino
y Samayoa despojaron con esos métodos al compañero
García Granados de sesenta y ocho mil pesos. El iluso re-
volucionario tuvo que vender su casa al gobierno para pa-
gar la deuda, y desde entonces quedó en la miseria.
—215—
yoa, que se hallaba en el destierro (1), sabe algo acerca
de esto."
—216—
vorito. Zaldívar también ayudó a la intriga, haciendo
creer a Justo Rufino que cuando se buscaba un presi-
dente para El Salvador, Samayoa —
entonces ejerciendo el
Poder Ejecutivo de Guatemala —
estaba empeñado en colo-
car al Gral. Miranda para después, con la cooperación de
Solares, derrocar a Justo Rufino. Era cierto que Sola-
res trabajaba por Miranda —
informa Sánchez — —
pero de
,
—Estoy
cansado —
solía comunicarle —
estoy harto
;
—217—
cabo Samayoa llegó a creerlo sincero; y así, candida-
mente cayendo en el garlito, repuso:
—
Puesto que Ud. insiste en semejante proyecto, no
encuentro otra persona más que Goyo para que lo sus-
tituya. (1)
—218—
triste epílogo de su amistad con Justo Rufino. Sánchez
fue de los raros que se condujeron con dignidad y valor
en aquel derrumbe de todos los derechos, y uno de los
pocos que se opusieron con entereza al Patrón, que "pi-
soteó las libertades públicas", como dijo don José Dolo-
res Gámez, apologista y defensor de Barrios. (1)
—
Dígale al Presidente, Pepe, que yo no le sirvo a
él,sino a mi país; que le sirvo con mucha exactitud, mu-
cha rectitud y mucha independencia; que él no es dueño
de la República, sino su primer servidor; que no juzgo
conveniente renunciar; pero ya que él, por desgracia, se
encuentra revestido de facultades extraordinarias, puesto
que es dictador, que ponga un acuerdo destituyéndome, y
que lo ponga como acostumbra decir: "Para el mejor ser-
vicio público", y me reiré de su acuerdo, Pepe, porque ten-
go la satisfacción de que no ha habido, ni hay y quizá no
habrá empleado tan cumplido como yo."
—219—
Sustituyó a Samayoa en el favor de Justo Rufino el
Gral. Martín Barrundia. Ala influencia de este perso-
naje atribuyen algunos las crueldades y abusos de Justo
Rufino de allí en adelante, que fueron aumentando hasta
extremos inconcebibles. Por esto cúmplenos dar alguna
noticia sobre Barrundia mientras lo vamos conociendo me-
jor en el curso de los sucesos.
—220—
to suficiente para penetrar el carácter de su amo y se-
ñor, y ha sabido halagar admirablemente sus feroces in-
clinaciones: así ha llegado al pináculo del favor. Suele
recibir en ocasiones reprimendas y moquetes del intratable
"Patrón", pues ninguna de las personas que se halla en
contacto con Barrios logra escapar de sus brutales caricias;
pero en cambio dispone de un gran caudal, y es casi omni-
potente."
—221—
díamos traicionar esas grandes miras, prodigando la muer-
te en nuestros conciudadanos, ya fuese a título de repre-
salia, ya como medida extrema de rigor para conservar el
orden."
—222—
de luego), y le atrajo las simpatías de aquel pueblo her-
mano." Por tanto, la Asamblea Nacional Constituyente
de 1876 declara Benemérito de la Patria a Justo Rufino Ba-
rrios. Esto sucedía el 13 de setiembre, dos días después de
inaugurada la Constituyente.
—223—
Mientras la Asamblea no se atrevía a dictar la ley
constitucional, Justo Rufino creaba la Corte Suprema de
Justicia, derogaba el empréstito forzoso decretado para
la guerra con El Salvador, y promulgaba otra infinidad de
leyes de menor importancia; pero la más significativa fue
aquella en que, contrariando el objeto de la Constituyen-
te y mudando su carácter de poder absoluto, le dictó reglas
en vitrtud de las cuales, la Asamblea, no sólo debía re-
dactar la Constitución, sino también conocer de cualquier
otro asunto que le sometiera el Poder Ejecutivo. Ahora,
como en tiempos de García Granados, el presidente se co-
locaba en lugar superior a la Asamblea Nacional Consti-
tuyente y le dictaba normas que ni el mismo pueblo po-
día prescribirle.
—224—
Barrios tiene un mandatario paternal? Bueno está emitir
leyes para contener los avances del Poder; pero cuando
este Poder, lejos de abusar, usa de su autoridad para en-
cauzar a la nación por las vías del progreso, y mantiene
a todos y a cada uno de los habitantes en el ejercicio de
sus derechos ese Poder no debe restringirse, sino darle li-
bertad para que, con la confianza de la nación, desarro-
lle todas sus fuerzas en la senda de la prosperidad. He-
mos declarado al General Barrios Benemérito de la Pa-
tria. Todos lo aclamamos como al jefe insustituible de la
República, todos confiamos en él, nadie duda de su inte-
gridad y de su firmeza. ¿Qué hacemos pues, aquí?. Va- . .
—225—
testó: "Todo lo que dice Machado por desgracia es muy
cierto."
—226—
Continúa diciendo Justo Rufino que ha hecho muchos
adelantos por Guatemala, y "no porque tenga una habi-
lidad especial", sino "porque he abierto las puertas a la
luz del pensamiento, porque he hecho penetrar en el país
el torrente de las ideas redentoras de la humanidad en
el siglo XIX. .
."
—227—
Bibliografía del capítulo XX
Cómo caían de la gracia del "Patrón" sus amigos.
—228—
Capítulo XXI
EXPLOTACIÓN DE LOS INDIOS Y LIBERTAD
DE IMPRENTA
Ahora la actividad sin reposo de Justo Rufino se em-
plea en hacer decretos. Si reunida la Asamblea Constitu-
yente llenaba él su lugar, ¡que no sería cuando el Congre-
so le había prorrogado el período, y él se había tomado
"plenos poderes"!
—229—
fiere Mr. Burgess que la Universidad de Occidente pronto
se redujo a una escuela de Derecho, que ocupaba dos pie-
zas en el Colegio de Quezaltenango.
—230—
plia protección a los agricultores,y que a cada indio se
le obligase a dar un día completo de trabajo mientras
estuviese empleado (1).
—231—
que redujo nuevamente al estado de servidumbre como du-
rante el régimen colonial; y escogiendo cabalmente la peor,
entre las diversas formas de servidumbre adoptadas en-
tonces, es decir, la de los mandamientos que, como vimos
ya, a pesar de no ser sino el producto de un simple abuso,
creaba a los pobres indios unas condiciones de vida mu-
cho más tristes y desgraciadas que las de la peor escla-
vitud."
—232—
—
texto el mencionado trabajo a que se les obliga. En
otras poblaciones de los Altos se han movido también los
indios; pero esto es por cuestiones entre pueblo y pueblo,
originados por diferencias de tierras, que regularmente
ocasionan esos tumultos de fácil remoción."
—233—
"El fusilamiento de varias municipalidades enteras y
otra porción de infelices indígenas y ladinos, que no te-
nían culpabilidad ninguna fueron ejecutados sin forma de
juicio, sólo por infundir terror y para que nadie se ne-
gase a satisfacer los brutales caprichos del tirano, era
referido con copia de detalles espeluznantes, pero verídi-
cos, en periódicos publicados en México y en los Estados
Unidos del Norte, de aquella época. Uno editado en Chi-
cago decía: "En el pueblo de Cuíco (Guatemala), unos e-
brios gritaron: ¡Muera Barrios! Esto fue bastante para
que el tirano de Centro América mandara fusilar a todo
el Ayuntamiento del mencionado pueblo; confiscar los bie-
nes de los fusilados, y sacar fuera del municipio a sus fa-
milias, internándolas al centro de la República. También
mandó fusilar a todo el Ayuntamiento de la Jacal tenango,
porque en dicho pueblo dieron asilo a los que se habían
levantado contra Barrios, cansados de sufrir su yugo ver-
daderamente insoportable. A todos los vecinos de los
pueblos mencionados les ha impuesto fuertes multas, que
los infelices no pueden satisfacer, y a los vecinos más aco-
modados les ha confiscado sus bienes."
—235—
Los temerosos de perder la vida entre supli-
indios,
entregar la bolsa y proporcionaron el di-
cios, prefirieron
nero al agente de Justo Rufino.
—236—
rigor a la magnanimidad; en la mayoría de las ocasiones
es implacable con sus enemigos; y en contadas, los con-
vierte en objeto de su amistad y confianza. Y
así en la
política: Constantemente hablando de paz y haciendo siem-
pre la guerra; enemigo ayer del Presidente Chamorro de
Nicaragua hasta el punto de dar apoyo a Jerez para que
lo derroque, hoy su amigo y adversario decidido de Guar-
dia; arroja de la presidencia de Honduras a Medina y co-
loca a Arias, poco después, saca a Arias y pone a Leiva,
para volver otra vez a Medina y derrocar a Leiva con su
apoyo; hace presidente de Honduras a Soto, a quien aca-
ba echando de aquel país con sólo amenazarlo y cargarlo
de dicterios; a Zaldívar, otra criatura suya, proyecta de-
rrocarlo diversas veces; pero la misma versatilidad de Jus-
to Rufino, salva a El Salvador de nuevos trastornos. Sus
más allegados son los que llevan la peor parte de este
carácter peligrosamente voluble. Samayoa cae de su gra-
cia hasta las ergástulas; Mon tufar será despedido des-
pués de haber sido tratado como un lacayo, y se libra de
peores venganzas porque se queda fuera de Guatemala; el
esbirro Sixto Pérez muere horriblemente quemado vivo; y
si el propio Barrundia no terminó de un modo parecido,
fue porque entre las habilidades del terrible valido esta-
ba la de sufrir con paciencia los azotes que en el rostro
le propinaba su enfurecido Patrón.
—237—
tario: "Hemos conferenciado largamente sobre nuestros
asuntos y con toda la franqueza que me caracteriza, he de-
jado ver a los expresados señores los grandes deseos y
las firmes disposiciones que abrigo por la conservación de
la paz en Centro América, creyendo sinceramente como
creo que si nosotros, los que hoy gobernamos estas repú-
blicas, nos concretamos a obtener para ellas ese supre-
mo bien, conquistaremos en corto plazo la prosperidad
perdida en tantos años de estériles luchas. El señor Cár-
denas trasmitirá a Ud. mis ideas y aspiraciones, expresa-
das en ese sentido; y en cuanto a la persona de Ud., la
alta estima y consideración que me merece, apreciando de-
bidamente la sinceridad y buena fe que le sirven de dis-
tintivo."
Un
incidente que sucedió en relación con la presen-
cia de Cárdenas en Guatemala, demostró que los instru-
mentos de Justo Rufino eran tardíos en seguir el brusco
ritmo de sus mutaciones. El director del periódico El
Pensamiento, ignorando por dónde corría ahora el agua,
publicó un artículo injurioso contra el Presidente Chamo-
rro, cuando el Ministro de Nicaragua se hallaba en Gua-
temala.
—238—
se desengañará de que solamente lo hacen por interés pe-
cuniario, importándoles nada los males que puedan aca-
rrear con sus calumniosas charlas. He dado libertad a la
prensa en esta República; pero me opondré a que se ha-
ga uso de ella contra los gobiernos amigos, como ya he
principiado a hacerlo con algunas publicaciones que se
pensaban dar a luz. Yo quiero esa libertad para que se
censuren los actos de mi gobierno y se ilustre los asuntos
de interés general, no para que se alienten las pasiones
de la anarquía en una u otra parte. Creo muy necesa-
rio que nos pongamos en guardia y nos auxiliemos con-
tra semejantes trabajos."
—239—
"La prensa guatemalteca repite hasta la saciedad las
palabras progreso, reforma, libertad, pueblo y democra-
cia; pero no hay que olvidar que el autor del progreso es
el General Barrios, el iniciador y propagador de la refor-
ma, el General Barrios; el sustentáculo de la libertad, el
General Barrios; el hijo del pueblo, el padre del pueblo, el
abuelo del pueblo, el General Barrios; el hombre de la
democracia, en fin, el mismísimo General don Justo Rufi-
no Barrios. Si el General Barrios llegara a morir, ya no
habría aquí progreso, reforma, libertad, pueblo ni demo-
cracia.
—240—
ramente. Heaquí algunos de esos Pensamientos: ". . el
.
—241—
Capítulo XXn
COMO EL PATRÓN CASTIGABA A SUS ENEMIGOS
—243—
tal de Guatemala. Mas antes de dar cuenta de ella, cúm-
plenos advertir que las noticias y pormenores de este com-
plot nos han llegado sólo por la fuente interesada de los
victimarios, empeñados en echar toda la responsabilidad
sobre sus víctimas y de presentar sus propósitos revesti-
dos de los colores más siniestros. Los acusados no pu-
dieron ni decir una defensa ante sus jueces, ni escribir
una explicación para la posteridad.
—244—
—De ambas maneras —contestó Justo Rufino.
Y al ver que su complicada firma era imitada a la
perfección, perdonó al falsificador y tuvo la incalificable
tontería de dejarlo en su puesto; es tan ajeno a la suspi-
cacia de Barrios este descuido, que hasta llegamos a du-
dar de su veracidad, y atribuimos la anécdota a un de-
seo de sus apologistas de presentarnos un Rufino genero-
so a costa de su reputación de hombre listo.
—245—
y como el carcelero no la volvió para leer lo que había
al respaldo, no lo incluyeron a él en las dos tandas de a-
justiciados.
—246—
vó ante Justo Rufino, como de costumbre, y allí interro-
gados por él personalmente. Pero no como se estila en
tales casos por jueces ordinarios, sino con amenazas, con
soeces insultos, con bofetadas, con latigazos y hasta con
azotes de varas de flexible membrillo. Mas, sea dicho en
honor de la dignidad humana, ninguno de aquellos hom-
bres verdaderamente enteros confesó nada que pudiera
perjudicar a otros, prefiriendo morir entre tormentos an-
tes que deshonrarse convirtiéndose en delatores. Furio-
so el dictador por esta resistencia condenó a muerte a
diez y siete de ellos.
—247—
te por Barrios, estando atado con fuertes ligaduras; se le
condujo agonizante al sitio de la ejecución y murió en el
trayecto, siendo fusilado su cadáver junto con sus com-
pañeros."
—248—
cuando antes había procedido del mismo modo, y nun-
ca después mudó de conducta. Su mente era cruel, no
por necesidad sino por constitución. Ni sus amigos, y ad-
miradores han podido, ya no negar, pero ni aún disimular
esta condición esencial e innata de su carácter: "Fue cruel
— dice Salazar— ,y nadie duda que su despotismo ha de-
jado huella sangrienta en el país."
—249—
ser contaminada para aquel funesto plan. Nuestra so-
ciedad, pues, ha pasado días de espanto, imaginando la
magnitud del peligro, los desastres sin cuento que debie-
ron tener lugar ejecutados por una turba de ladrones y
asesinos desbordada con puñal en mano, y ha presencia-
do impasible el tremendo castigo de los que tales escenas
de barbarie meditaron y se proponían poner por obra.
—250—
dos terceras partes de sus bienes, según las circunstan-
cias."
—251—
Justo Rufino asume otra vez un tono compungido al
recordar que todo este desorden se proyectaba precisa-
mente cuando, "para completar el cuadro de libertades
públicas", se estaba formulando una Constitución para la
República y se había otorgado la libertad de la prensa,
'a efecto de que en ese campo leal y, decoroso, pudiesen
4
252—
Capítulo XXIII
—253—
Desde fines de 1877 reanudaron su correspondencia
Justo Rufino y don Pedro Joaquín Chamorro, y en la lec-
tura de ella vamos a apreciar lo significativo de aquel
cambio y cómo un gobernante de bien se impuso con su ho-
nestidad de hombre público, más que con la fuerza de las
armas, al hombre a quien nadie ni nada resistía en la A-
mérica Central. Esas cartas pintan asimismo a Justo Rufi-
no, describen su carácter y denuncian sus más íntimas
intenciones.
Lo primero que
se le ocurre a Justo Rufino es afir-
mar nueva amistad del mandatario nicaragüense, que
esta
estima más útil que la de los procónsules impuestos a la
fuerza por él en Honduras y El Salvador; porque la paz y
la no intervención que practican los gobiernos de Nicara-
gua es una doctrina inspirada por la prudencia y la jus-
ticia, no es obediencia forzada; es un sistema, no un tribu-
to; y ya que no podía someter a Nicaragua por la vio-
lencia, había que ganar su amistad por la diplomacia.
—254—
"Creo que debemos procurar entendernos de una ma-
nera explícita y cordial, como lo exige la identidad de nues-
tros intereses. Los tratados, por muy francos y amisto-
sos que parezcan en la forma de nada sirven si falta una
buena y efectiva inteligencia entre las partes contratantes.
Pongamos nuestro ahínco en afirmar y conservar la paz:
dejemos de tratarnos como extraños: sean la norma de
nuestros actos lealtad, buena fe y consideración recíproca,
y realizaremos grandes bienes para estos países. Hablo
a Ud. con el corazón y mis palabras son hijas de mis con-
"
vicciones.
—255—
Es Montúfar el plumario de aquella persecución con-
tra el y principalmente contra los
catolicismo, Jesuitas.
Al presidente de Nicaragua escribió una carta 16 deel
febrero de 1877 en que, a vueltas de excusar la dictadura
que se acababa de establecer en Guatemala a moción suya,
habla tempestades de Guardia por el engaño que les hizo.
Esta carta es una advertencia; tiene todo el valor de una
amenaza velada. A Chamorro se le perdona su toleran-
cia a los Jesuitas, porque no han prometido sacarlos ni
les ha encomendado la formación de la juventud nicara-
güense.
—256—
Guardia y que traicionará cualquiera obligación que con-
traiga. Yo me cuelgo en la oreja los compromisos que
Uds. obtenga de Guardia si él cumpliere alguno de ellos,
pues tengo de él la idea de que es un bandido con quien
no es posible tratar: el tiempo y los hechos me han in-
clinado a merecerle ese concepto que él, por su parte, lo
tiene muy merecido."
—257—
"Yo no he dejado de pensar mucho sobre esto y he
continuado meditando con presencia de lo que ha pasado a
Uds. He tratado siempre con el mayor cuidado todos los
asuntos de los extranjeros, porque conozco sus exigencias
y conozco también que cualquiera nación europea en un
caso extremo nos hará sentir su fuerza y su poder sacán-
donos cuantas ventajas puedan y que no podríamos nun-
ca resistir. Merced a esa prudencia no ha llegado el ca-
so de que se nos provoquen reclamos que de otra manera
habrían sido harto frecuentes. Aplaudo que el Gobierno
de Uds. trate de meditar un remedio eficaz, para no ver-
se de nuevo envuelto en otra reclamación, sin razón ni
justicia que es lo último que se toma en cuenta, y que
con la experiencia y la dolorosa lección de lo pasado se
cierre de una vez la puerta a exigencias análogas.
—258—
a los ministros extranjeros, y los consideraba como enemi-
gos natos de estos débiles países, donde su oficio consis-
tía en estar atisbando la ocasión de presentar reclamos.
—259—
pecto de Selva, para desvirtuar aquellas aseveraciones, le
envía una carta por medio del propio Chamorro, abierta
para que éste pueda leerla. En ella dice Justo Rufino a Sel-
va que sus simpatías por El Canal, periódico que dirigía
Selva en Nicaragua, nacieron de sus ataques a los Jesuí-
tas y al Clero; pero ha observado con pena últimamente
que la publicación ha prescindido de aquellos ataques que
"positivamente interesan a Nicaragua, a Centro América y a
la causa liberal", para dedicarse en combatir la admi-
nistración de Chamorro. Justo Rufino no puede ver con
indiferencia que el periódico abandone "la esencia", y
ataque a un gobierno con el que mantiene cordiales re-
laciones.
—260—
yó en las buenas y pacíficas intenciones del dueño de
Guatemala; mucho menos habiendo presenciado hacía po-
co la reunión que él provocó con los mandatarios de Hon-
duras y El Salvador, sus devotos instrumentos. Y el pro-
pio Justo Rufino comprende que tal conciliación no deja-
ría de acarrear sospechas, pues trata de explicarlo como
la cosa más natural del mundo.
"Nuestros enemigos —
escribe a Chamorro — tratan
siempre de interpretar y hacer comentarios de cualquier
acto relacionado con la política a su manera, y como mejor
cuadre a sus miras de desconfianza y trastorno; por eso
no me extraña que se hagan diversas apreciaciones de la
entrevista que tuve con el Dr. Zaldívar y la de éste últi-
mo con el Sr. Soto. La primera no tuvo otro objeto que
tratar de la paz de ambas repúblicas, que es uno de los
puntos que más merecen mi atención, y, como una cosa
secundaria, arreglar con el propio Dr. Zaldívar la entre-
ga de unos mil rifles que el Gobierno de El Salvador ofre-
ció dar al Sr. Soto, cuando inauguró su Administración pa-
ra organizar lo mejor posible la defensa de su territorio
que, gastado y trabajado, carecía de recursos para obte-
nerlos de otra manera."
—261—
Chamorro rechazó con tacto aquella tentación de sub-
vertir el orden constitucional de Nicaragua; y compren-
diendo que Justo Rufino buscaba cómplices en el delito
de fundar dictaduras para afianzar la suya, lo tranquili-
zó respondiéndole que en el camino de la paz encontra-
ría siempre la sincera cooperación del gobierno de Nica-
ragua, cualquiera que fuese el presidente, si pertenecía
al Partido Conservador. Poco después le anunció la elec-
ción de su sucesor, el Gral. Joaquín Zavala.
—262—
ra desconcertar sus pretensiones, distrayendo con este mo-
tivo sumas que podían dedicarse con mejor provecho en
el progreso de estos países, y porque también es un ele-
mento que sirve de pretexto a nuestros comunes enemi-
gos para moverse a inquietar a los descontentos. Por lo
demás, la expedición de ese vapor será del todo nula pa-
ra los proyectos de Guardia."
—263—
ral el paso que ha dado Nicaragua, y sobre todo, porque
tiene "plena confianza en la lealtad de Chamorro sobre
cuanto le ha ofrecido con relación a inteligencia con Costa
Rica".
264—
Capítulo XXIV
EL PATRÓN SE CANSA DE SER DICTADOR
—265—
zoso y se aumentó el gravamen sobre el aguardiente; no
que Justo Rufino se diera cuenta de la disolución que la
bebida alcohólica producía en el pueblo; sino que lo exhaus-
to del tesoro le hacía desconocer el postulado de su Re-
volución que prometió guaro barato y facilidad de em-
briagarse.
—266—
Ese año de 1878 murió en Guatemala el Gral. Miguel
García Granados, colega de la Revolución de Justo Rufino.
Desde que éste lo sustituyó en el poder, don Miguel se
encerró en la vida privada, relegado al olvido por su anti-
guo subordinado.
—267—
tuyente; aunque autores bien informados dejaron cons-
tancia de que Justo Rufino se persuadió de la necesidad
de un régimen constitucional, siquiera aparente, porque
le negaban en el exterior un empréstito, pues no se en
contraba Banco alguno que se expusiese a contratar con
un gobierno personal en un Estado que se titulaba re-
pública democrática representativa.
Las razones que tiene Justo Rufino para dar este pa-
so decisivo en la fundación de las repúblicas, son: "Que
la dictadura no está de acuerdo con los principios repu-
blicanos. ." La aceptó "con la intención de no hacer
.
—268—
beza de los cuales se hallaba el mentor de aquella dicta-
dura con antifaz democrático: el Dr. Lorenzo Montúfar.
—269—
En cuantoa que la Iglesia quedó separada del Esta-
do, observa el mismo
Lie. Diéguez: "Según la Constitu-
ción de Guatemala, la Iglesia está sometida al Estado."
Montúfar quería que se garantizara la libertad religiosa;
pero ganó la moción de Barrundia y de Arroyo que so-
metía a la Iglesia a una verdadera esclavitud del poder
temporal.
—270—
"Una Constitución reaccionaria era una verdadera a-
postasía.
—271—
cias por haber renunciado las facultades dictatoriales om-
nímodas que se le habían conferido. Considera la Asam-
blea que el ciudadano Justo Rufino Barrios se ha "inspi-
rado en los más generosos sentimientos de libertad", pa-
ra mandar aquella espontánea renuncia; que aunque este
proceder "lleve en sí la gloria y la admiración que se me-
recen los actos de ascendrado patriotismo", es deber de
la Asamblea darle las gracias en nombre de la Patria.
La Asamblea acepta la renuncia de la dictadura, no sin ad-
vertir al generoso renunciante que "abriga la esperanza
de que el pueblo, unánime, le llamará de nuevo para
que continúe prestando a la República sus importantes ser-
—273—
Aquí se nos presenta un Justo Rufino antítesis del
que hasta ahora conocemos. Y podríamos creer que ha
mudado de conducta y que, arrepentido de haber acaba-
da con las libertades e instituciones republicanas de Gua-
temala, sepultadas por él en un limo de sangre y de ini-
quidades, se propone enmendar sus maldades, devolvien-
do al pueblo guatemalteco el tesoro de sus libertades e
instituciones.
—274—
ye salvador y fecundo de la soberanía popu-
el principio
lar, que desconoce que todos los individuos investidos de
autoridad, no son más que representantes y delegados del
pueblo, y no sus dueños y señores, y que convirtiendo los
primeros destinos en patrimonio personal, quiere hacer
de un pueblo, la propiedad de un hombre, de una familia
o de una clase, cuando no hay autoridad ni función legíti-
ma, si no viene del pueblo, si no se ejerce con la sanción
de la opinión del pueblo y para el bien y engrandeci-
miento del pueblo. Y yo, que he abominado y maldecido
siempre ese régimen personal; yo que me lancé a la Re-
volución por destruirlo y por substituir a él, el Gobierno
del pueblo y la conducta liberal práctica, no he de con-
sentir, no, en servir de ningún modo, aunque no fuera más
que contribuyendo pasivamente, para que se diga, para
que siquiera se piense que los hombres del Partido Liberal
reniegan de sus ideas cuando los pueblos los elevan al
poder. No habrá más presidentes vitalicios; no resucitará
ese monstruoso principio del régimen caído, mientras ha-
ya pudor y dignidad en la conciencia nacional, ya afortu-
nadamente ilustrada, y en la conciencia de los hombres
públicos."
—275—
vía tranquilo y satisfecho y sin ninguna aspiración, a mis
trabajos y a mi vida privada, luego que calmándose la
agitación tornaba a aclararse el horizonte político y a re-
,,
nacer la confianza y la tranquilidad.
—276—
te con el clero; pero lejos de empañar su conciencia con-
virtiéndose en tránsfuga de la libertad y del derecho del
pueblo, quiso ser fiel a la honra del país, para darle dig-
nidad y engrandecimiento.
—277—
—dice Rufino — nadie se presentó; el pueblo creyó que
,
—278—
"
—279—
propia conocía esta clase de juegos, ya por otra parte de-
masiado vulgares y sabios. Allí estaban también, fres-
cos aún, los latigazos en la cara del Sr. Escobar. Así es
que ninguno de los congresistas dudó un solo momento de
que debía seguir el hilo de la farsa, y por eso no se hizo
esperar la respuesta negativa (2).
—280—
El nombre de Justo Rufino está identificado al porve-
nir de Guatemala de manera que cualquier sombra en la
vida pública de Rufino, afecta a toda la Nación y sus "ins-
tituciones libres". Por consiguiente, la Asamblea insiste
en que Justo Rufino continúe en la presidencia, porque
está segura de que, "lejos de ser inconveniente, es en la
actualidad no sólo útilísima, sino de todo punto indis-
pensable".
—281—
gimen constitucional". ¿Qué será del crédito público, qué
del comercio, qué del progreso sin Justo Rufino en el go-
bierno?
sidencia".
—282—
Justo Rufino. Pero un hombre del carácter de Justo Ru-
fino, que no se detiene al principio de sus obras, que po-
see la energía, fortaleza y el temple necesario, no se po-
drá decir nunca que dejó sin coronar su obra, ni que negó
a su patria la savia vivificadora "de su genio levantado".
—283—
co, que, anonadado, Vos supisteis levantar, os pide de nue-
vo aliento. No se lo rehuséis, patriota insigne, y aceptad
la negativa de la Representación Nacional a admitir vues-
tra renuncia, como la significación más elocuente del re-
levante aprecio que hace la eminencia de vuestra persona
y del heroísmo de vuestras virtudes cívicas."
Pero Justo Rufino no estaba conforme; él mismo sen-
tía cuan poco había hecho en su papel de César, que
rehusa por tres veces la corona que se le ofrece, dicien-
do: "No me llamo rey, sino César". Debía, pues, insistir
una vez más en la renuncia.
—284—
y voluntariamente el más elevado de los puestos para
confundirse con los demás ciudadanos. Desea evitar que
los gobernantes bajen de la altura por fuerza de las ar-
mas o bajo el peso de la execración general, siendo así
que deben rodearse "de la legalidad y del mayor presti-
gio". Y con solemne deprecación a la Asamblea, conti-
núa: "¿Por qué se me ha de impedir que dé un paso que
podrá ser un precedente y un ejemplo fecundo en pro-
vechosos resultados, y ha de estrechárseme a violentar mi
conciencia y hollar a sabiendas mi deber? La Patria no
puede quererlo: la Asamblea Nacional, que es su legítima
representación, no lo ha de querer tampoco."
—285—
"Resignaos, señor, a recibir las ovaciones que legíti-
mamente os son debidas por vuestro encumbrado patrio-
tismo, hoy más que nunca elevado, y ocupad la Presi-
dencia Constitucional, acordándoos de que este sacrificio
de vuestra parte, os lo impone vuestro mismo amor al
pueblo que os reclama."
—286—
máximas de la libertad, y que ha de venir mañana a di-
rigir la suerte de la Patria, necesita más que de palabras
hermosas, de lecciones prácticas y bendecirá mi nombre y
lo guardará en su corazón con cariñoso recuerdo, si se
me deja realizar este ejemplo de desinterés y de pureza
republicana. Esa juventud aprenderá hoy mismo, en el
momento en que yo deje el Poder, que no son teorías ni
declamaciones los principios y que la alternabilidad en el
Gobierno no es una utopía sino una realidad, y cuando
ella venga a gobernar, procederá con la misma lealtad y
patriotismo, üjí pueblo, me decía yo también, a quien de-
bo las más sinceras y elocuentes demostraciones de adhe-
sión y cuyo porvenir debo asegurar a toda costa, apren-
derá que el cambio de personas en la Presidencia puede
ser pacífico y digno, y comenzará a ver que para esa ins-
titución, que es un suceso accidental, no hay necesidad
de que el país vista de luto, y que a causa de la tenacidad
y ambición de un hombre, hay mujeres que en el descon-
suelo de la viudez, lo maldigan y niños cuyas primeras
palabras sean para execrar el nombre del autor de su
desamparo y orfandad. El pueblo se inspirará en la le-
galidad y un país pequeño empezará a desterrar la cos-
tumbre de que los mandatarios se apoderen del Gobierno
como una fiera de su presa, y no la abandonen sin duelo,
sin lágrimas y sin sangre."
—287—
honorables diputados, y aprovechan la ocasión para afian-
zarlo más en su vanidad, halagándole con las virtudes que
menos poseía: "Nosotros nos decíamos a nuestra vez:
ese pueblo amante de la libertad y del progreso, ese pue-
blo antes postergado y envilecido, hoy levantado por Vos
y por vuestra acción decidida y enérgica a la altura que
tiene. ."
. El pueblo guatemalteco, las instituciones re-
publicanas, todo lo ponía al borde del abismo el aleja-
miento de Justo Rufino. Este cuadro triste y desgarrador
aterraba a los señores diputados, y por eso se vieron obli-
gados a no aceptar la renuncia. Pero afortunadamente el
Benemérito "se rindió al fin al clamor general" y otorgó
su "generosa" aceptación, la cual "ha venido a despejar
los horizontes de la patria".
—288—
1
'Aunque Tiberio no vacilase un momento en apode-
rarse del mando y ejercerlo; aunque tenía ya en derre-
dor suyo, con numerosa guardia, el aparato del honor y
de la fuerza, no dejó de rehusarlo largo tiempo con im-
pudentísima comedia, contestando a las instancias de sus
amigos, que ignoraban cuánto pesaba el mando, y man-
teniendo en suspenso, por miedo de respuestas ambiguas
y artificiosa vacilación, al Senado suplicante y consterna-
do. Algunos perdieron la paciencia, y un senador excla-
mó entre la multitud: "Que acepte o desista"; otro le di-
jo cara a cara: "que era costumbre esperar mucho tiem-
po para hacer lo prometido, pero que él empleaba mucho
tiempo para prometer lo que había hecho." Al fin acep-
tó el mando como obligado, deplorando la miserable y one-
rosa servidumbre que le imponían, y reservándose como
condición la esperanza de dimitir algún día. He aquí sus
propias palabras: "Esperaré el momento en que juzguéis
equitativo conceder algún descanso a mi vejez."
—289—
Capítulo XXV
EL PATRÓN CONTINUA INTERVINIENDO
EN CENTRO AMERICA
Estaba muy avanzada ya la obra de transformar a
Guatemala en un feudo del liberalismo rojo: el látigo, la
sangre y la mordaza son infalibles instrumentos para lo-
grar tal resultado. Así conseguiría más tarde Lenín con-
vertir a Rusia a un rojismo de más alto grado, pero siem-
pre en la misma línea de caracteres que determinan el
género.
—291—
Se puso a la obra el Dr. Montúfar con la acuciosidad
que le era propia; registró archivos, coleccionó documen-
tos, consultó autores; pero a un mismo tiempo, y como
parte de su misión, destruyó y alteró lo que no convenía
a su objeto.
—293—
A fines de marzo de 1880 envió de Ministro Plenipo-
tenciario a Nicaragua al Lie. Cayetano Díaz Mérida. Per-
tenecía este sujeto de lleno a la camarilla íntima de Jus-
to Rufino y estaba identificado con él en sus planes de
persecución al catolicismo. Dice Enrique Guzmán que Ru-
fino lo nombró Ministro, porque propuso destruir la ca-
tedral de Guatemala.
—294—
ques, porque no sirven para otra cosa que para hacerle
un agujero al tesoro público, y no creo que se lance a una
quijotesca empresa contra nosotros, por más que sean
bien conocidos en esa república todos sus pasos en el sen-
tido de revolucionar a Centro América, que es el sueño de
sus ilusiones."
—295—
pues, estamos resueltos a que si Guardia intenta una re-
volución o hace una invasión en cualquiera de las tres
repúblicas de El Salvador, Honduras o Guatemala, decla-
rarle la guerra p#ra poner coto de una vez a constantes
perturbaciones.
—296—
estaba urdiendo Justo Rufino contra los que no se avenían
a servirle de dóciles instrumentos. Pero este reverso de
las intrucciones del Ministro guatemalteco se traslució en-
tre los liberales y fue consignado en el Diario Intimo de
Enrique Guzmán.
—297—
El conocedor de aquella época, el historiador don Es-
teban Escobar, informó al autor de esta biografía que de
Guatemala había venido un ministro especialmente a exi-
gir la expulsión de los Jesuítas; pero no consta, como es
fácil de comprender, ningún indicio documentado de tal
exigencia. Todas las anteriores de esta naturaleza se ha-
bían hecho por escrito o en proyectos de tratados, y ha-
bían fracasado con rechifla del prepotente gobierno de
Justo Rufino, cuyos deseos eran ejecutados sin discusión
en El Salvador y Honduras. Y así hubiera sido esta vez
también en Nicaragua, a no haber reinado en las esferas
del gobierno aquella impía inquina contra la Compañía de
Jesús.
—298—
Mas sin duda Justo Rufino comprendió que no era
tiempo aún de lanzarse a la aventura; México estaba a las
espaldas, y con su gobierno mantenía relaciones precarias
a causa de la diferencia por fronteras. Convenía arreglar
antes este asunto y de paso solicitar el apoyo norteame-
ricano para desembarazar sus movimientos militares unio-
nistas.
—A mí no me traicionará.
—299—
Una anécdota de la época nos revela hasta qué punto
Justo Rufino mantenía sujetos y humillados a los repre-
sentantes del pueblo.
—300—
Cuando los honorables se vieron como Gulliver, pre-
sos con hebras sutiles, fue invitado a entrar en escena el
diputado fantoche Saravia, y quiso la coincidencia a lo —
mejor todo estaba de compadre hablado
precisa coyuntura se antojase doña Panchita
—
que en esa
,
—
por las
cuentas en estado de antojos —
de comer una hermosa na-
,
—301—
Uno de los decretos "reformadores" tenía por objeto
el laudable propósito de estimular el cultivo del banano
en la Costa Norte, pues esa fruta alcanzaba precios hala-
güeños en los Estados Unidos. Pero fue tan mal trazado
el plan de este progreso, que poco a poco las tierras y plan-
taciones fueron cayendo en manos de extranjeros; a tal
punto, que a la fecha todas aquellas riquezas están en po-
der de capitalistas extranjeros, y hasta los jornaleros son
negros jamaicanos que hablan lengua extraña.
— 302 —
matrimoniales y deja a los fieles en libertad de casarse
con el ministro de su credo religioso (1).
— 303 —
gonzado, envidioso, extremadamente vano, y uno de los
más abyectos alcahuetes de Barrios". Agrega que vivía
incestuosamente con su hermana, en una casa junto a la
Catedral, regalo de su Patrón, y lo califica de "cifra y
compendio de todos los pecados capitales."
Algunos progresos materiales como el ferrocarril del
puerto de San José a Escuintla, el esfuerzo en la instruc-
ción pública, más aparente que real, la creación de la po-
licía nacional, quedaban oscurecidos o inutilizados con el
avance que hacían los vicios, los crímenes y los abusos
de los empleados públicos, principalmente en los depar-
tamentos.
— 304 —
"Dice Estupimián que cuando no recibía quejas de un
Jefe Político, luego lo quitaba: se complacía don Rufino
en el mal".
— 305 —
enseñanza popular. Fundó una Escuela Normal; pero —
explica Valladares— ,"la mala organización de ésta y en
general de todos los servicios, impidió que se alcanzaran
los frutos esperados de la extensión de las escuelas y de
las cantidades dispendiadas; pero con todo, fue sensible el
aumento de la instrucción primaria popular."
— 306 —
tos del Ejecutivo, como palmario aparecía el afán de de-
molición de todo lo antiguo, sin sustituirse por nada mejor
ni análogo siquiera."
* * *
— 307 —
Justo Rufino, en un lenguaje que dice muy bien de su odio
satánico a los hijos de Loyola y de su poca cultura, para
expresar los desahogos de su mal pecho.
— 309
:
•
Capítulo XXVI
ALGUNOS ASPECTOS DEL "REFORMADOR"
Y DE LA "REFORMA"
A medida que pasaba el tiempo bajo el régimen rufi-
niano, acontecía lo que era natural: el Patrón se iba con-
naturalizando con su destino, se sentía cada vez más due-
ño y señor de Guatemala y de los guatemaltecos, a extremo
de que un autor nos refiere que Justo Rufino solía lla-
mar a Guatemala mi república como quien habla de su ha-
cienda, de su mina, de sus hatos. Y a la par de este ajus-
te, el pueblo guatemalteco, obedeciendo a un principio
correlativo, se iba resignando a aquel régimen de violen-
cia hasta llegarlo a soportar como algo natural, bien así
como el cuerpo humano se adapta a una enfermedad cró-
nica e incurable, mantenida a fuerza de un régimen de
sacrificio.
— 311 —
dadero cargamento de pescado fresco, que le enviaban del
puerto de San José. ¿Qué hacer con aquella pesca mila-
grosa? Había para el gasto y de sobra. Guardarlo era
imposible porque se corrompería. Justo Rufino imaginó una
broma de las suyas. Cuando los etiquetados visitantes, di-
putados, magistrados, ministros, generales, jefes políticos,
etc., estaban reunidos en su palacio festejándolo, he aquí
que se presentan los sirvientes con sendas bandejas car-
gadas de pescados; y empiezan a regalarlos a los concu-
rrentes en nombre del Patrón que los observa. ¿Quién
osaría rehusar el fino presente del Patrón ante sus ojos?
Todos se apresuraron a echar mano de los pescados; y era
de ver el esfuerzo que hacían por agarrar aquellos lucios
animalitos, que aún ya muertos, no querían dejarse pescar
por segunda vez. Mas al fin, cada uno se llevó el suyo
con el guante sucio y la levita oliscando a pescado. Mien-
tras tanto, Justo Rufino se reía, se reía, a carcajadas.
— 312 —
De no se capeaban las enseñanzas de
estos alfilerazos
la Iglesia;con una chanza tan sofística como vulgar se pro-
pone demostrar que los sufragios para las ánimas del Pur-
gatorio es un negocio de los ministros del Señor.
—
Si Ud. ha sacado a las ánimas con estas misas, ¿pue-
de Ud. volverlas al Purgatorio?
— 313 —
y describe los tormentos que Rufino aplicaba en la Peni-
tenciaría: "Sacar los ojos de las órbitas, como en tiem-
po de los más feroces emperadores de Bizancio; comprimir
cráneos hasta hacerlos estallar; taladrar cabezas o
oído con largos y agudos clavos; destrozar manos en pie-
dras de afilar; arrancar dientes y muelas con tenazas de
herrero; bañar a seres humanos en petróleo y prenderles
fuego en seguida; el suplicio de la garrucha, el de la red,
el de la pila, el del balancín y otros mil que sería largo
enumerar fueron invenciones de los reformadores de 1871
a quienes estaba reservado aventajar en pleno siglo XIX a
Nerón y a Falaris." En otro lugar dice: "Se habla de nue-
vas revelaciones acerca de los horrores de la Penitencia-
ría: hombres precipitados de la azotea; arrastrados; muer-
tos en las minas, etc." El escritor Valero Pujol le dice a
Guzmán que "la historia no registra monstruo igual a Ru-
fino; que no se le puede comparar con las panteras sin
ofensa para estos carniceros; cuenta que en la Penitencia-
ría se sacaban los ojos a las víctimas inocentes; se tala-
draban los oídos con largos clavos; se machacaban los tes-
títulos, etc."
— 314 —
"Un joven, Carlos Figueroa, hombre trabajador, hon-
rado y de algún valor, vive en el pueblo en que el coronel
Arcadio Cojulún es Jefe Político. A este militar le gusta
la esposa de Figueroa, y acusa al marido de conspirador
para deshacerse de él. Tiene Figueroa la buena suerte de
probar su inocencia en Guatemala, y vuelve a su tierra.
— 315 —
como que se equivocaba al contar para comenzar la pa-
liza de nuevo.
— 316
Nuevo aspecto del Patrón, su inclinación a faldas; y
no con los seductores recursos donjuanescos, sino, para
emplear la frase de Guzmán, con "los artificios galantes, a
usanza de Tarquino el soberbio, recursos amatorios de la
escuela del cíclope Polifemo, de que se han valido y se va-
len, para saciar sus libidinosos deseos, los sátiros endiosa-
dos que proclaman libertad y reforma".
— 317 —
porque la implacable carcelera no suelta jamás un enor-
me látigo que descarga a cadamomento sin misericordia
sobre la cabeza y las espaldas de las infelices que la tira-
nía de don Rufino entrega a la codicia y a la crueldad de
su querida Rosario.
— 318 —
alto rango que son indiscretas en sus críticas, es mandarlas
encerrar en la prisión de las mujeres, donde se ven obli-
gadas a sufrir la compañía y los insultos de las más des-
preciables criaturas."
— 319 —
joven abogado don Ricardo Casanova, de las principales fa-
milias de Guatemala, era Síndico del Municipio de la ca-
pital. Un ciudadano solicitó que le concedieran las aguas
de la fuente del abandonado colegio de los Jesuitas. El
Síndico Casanova dictaminó negativamente, fundándose en
que la expulsión de los Jesuitas era una medida temporal,
que los padres podrían regresar en cualquier momento, y
que en consecuencia, su propiedad debía conservarse in-
tacta.
— 320 —
su casa para ser insultadas y aún algunas colgadas en bar-
cinas de los balcones. Las señoras Montara y otras muchas
puestas en la cárcel por la voluntad de aquel déspota. Ma-
gistrados como don Manuel Estrada Cerezo, sentenciados
a sembrar zacate. El ilustrado y distinguido abogado Dr.
Galdamés apaleado y por burla vestido de soldado, para
hacerlo marchar así en una procesión. Un eclesiástico que
pasó delante de Barrios sin saludarlo, fue condenado por
éste demócrata a sentarse sin sombrero al frente de un bal-
cón a donde salía a preguntarle "si ya lo conocía'', encar-
gando cada vez a los soldados que lo custodiaban, que lo
mantuviesen con la cabeza levantada, aplicándole las ba-
yonetas bajo la barba. Al Lie. Casanova, miembro del A-
yuntamiento, le hizo abrir una corona y lo encerró en un
convento, por haber opinado no sé si en favor o en con-
tra de una donación de agua que contrariaba a Barrios. Las
sentencias de los tribunales rotas, los propietarios despo-
jados y sus tierras dadas a favoritos; los contratos deshe-
chos a su placer; las deudas pagadas o negadas según su
decreto; la población aterrorizada y los hombres temblan-
do por sí, por los suyos y por sus intereses, a punto de
no hablar entre sí por miedo. Tal era la situación. ."
.
— 321 —
lado a los hombres honorables sino que los perseguía en
su retiro para arrebatarles su reputación de honrados. Pa-
ra esto se valía de los esbirros de la pluma, quienes mez-
claban siempre sus injurias y calumnias con lisonjas al Pa-
trón. "Uno de los casos de más atroz infamia —continúa
Uraga — fue el del muy honrado y respetable ciudadano
,
— 322 -
Eso pasó en la Guatemala del Patrón. Muchos son los
escritores que nos han trasmitido datos sobre este aspecto
de la "reforma". El citado autor mexicano, Ignacio Mar-
tínez, dice que todo lo que publica lo obtuvo de guate-
maltecos de todas las clases sociales, y de extranjeros como
mexicanos, ingleses, alemanes, etc. residentes en la repú-
blica del Patrón. Pero los del pueblo pobre guardaban in-
variablemente una reserva desconfiada. Dice Martínez que
siempre que les preguntaba por Barrios le salían con el
estribillo: es un buen señor.
—
" ¿Pero es bueno porque tiene
—
fuerza, ola porque
realmente es bueno? insisto yo.
"
—
¡Ah, no! Este es muy buen señor.
"Están aterrorizados y por ningún motivo confían sus
sentimientos.
— 323 —
de que aquella fiera se vengue en la familia o intereses
que dejan en Guatemala.
— 324 —
po de delatores. Hay en la capital solamente más de cien
espías, y el que gana menos percibe un peso cada día.
— 325 —
pío de lo que pasó a Uraga por haberse negado a desempe-
ñar tan vil oficio.
— 326 —
—
Es difícil —
contestóle Uraga sin dejarse coger—en-
contrar un hombre de toda confianza para que le suceda,
y aún teniéndolo no podrá usted marchar sobre su camino.
—
No haga caso, es obra de Lengua de Fuego; ya lo
llamé para contener la publicación de un papel contra us-
ted.
—
Muchas veces — replicó Uraga aludiendo a la dupli-
cidad de Rufino — creemos que el anónimo es de una per-
sona distante, cuando tenemos muy cerca al verdadero autor.
Y
para que no dudara de su insinuación, echóle en ca-
ra su conducta con Valenzuela, a quien había premiado con
un puesto más lucrativo para confirmarlo en que Uraga lo
había mal informado.
— 327 —
tes; y a la par que la Iglesia y los gobernadores procura-
ban la disminución del vicio, la Hacienda Pública grava-
ba el alcohol con impuestos varios. Por las dificultades en
el cobro del impuesto se había arrendado la renta a una
compañía, y a destruir ese monopolio se alzó García Gra-
nados contra el gobierno de Cerna. Barrios centralizó las
fábricas de aguardiente y se propuso el aumento de los im-
puestos, siquiera fuese en detrimento de la salud y mora-
lidad del pueblo, buscando el mayor consumo de alcohol;
y a tal punto llegó la imposición de una especie de de-
rramos, que obligados los poblados a tener determinado
número de expendios y como mínimo de consumo un pre-
ciso número de garrafones, se llegó al extremo de cobrar
doble cuota a los indios de Nahualá que resistían los es-
tancos; y dando estos indígenas las más altas pruebas de
moralidad y la muestra más lamentable de la sumisión a
que la tiranía oficial obligaba a los pueblos, pagaron do-
blada la cuota, a condición de que no les pusiesen las ven-
tas de aguardiente, como se hizo. Al mayor consumo de
bebidas correspondió un alza muy apreciable en las entra-
das fiscales, al punto de una maravillosa multiplicación de
éstas; pero a la vez coincidió, como natural resultado de la
embriaguez, un número de delitos, principalmente de san-
gre, extraordinariamente mayor, a pesar de ser más y más
bien organizados que antes los agentes de policía. Como
dato curioso se sabe que de la renta de licores, gradual-
mente acrecentada, se entregaban por el Director del ra-
mo en la casa de Barrios, desde varios años atrás hasta el
último día de su vida, 500 pesos diarios que era muy a-
proximadamente la renta de doscientos mil pesos anuales
percibida por el gobierno de Cerna como cuantía fiscal."
Y
ya que topamos con esa pequeña muestra de cómo
se enriquecía el señor de Guatemala, agregaremos los in-
formes que nos da el mexicano Martínez para que aprecie-
mos las rápidas ventajas de aquel sistema de hacer dine-
ro.
"Barrios —
escribe Martínez —
es aficionado a Venus
y se vale del poder para lograr sus fines. Le gusta la ri-
queza. Tiene una caballeriza con animales que valen más
de cien mil pesos. Su capital lo hacen algunos llegar a seis
millones de duros (dólares). No hay empresa de ferroca-
rril, banco o negocio que produzca en Guatemala, en que
él no esté metido. El café que en sus haciendas se cosecha,
le produce trescientos mil pesos al año. Es maniroto: gra-
— 328 —
tif'cabien a los espías, cómplices y bandidos que lo rodean.
En todos los ramos de la administración reina el orden, con
excepción del de rentas, porque a río revuelto. . Sus.
—
Buen tiempo te conceda Dios Nuestro Señor, Justo
Rufino: ¿cómo se halla de salud la queridísima señora y
esposa y los chiquitines?
— 329 —
Justo Rufino comenzó a amostasarse. Mal se avenía su
temperamento con las amonestaciones aunque vinieran bo-
nitamente adobadas entre lisonjas. Echó toda su mala vo-
luntad contra los clérigos en estas palabras:
— 330 —
Capítulo XXVII
EL PATRÓN "REFORMA" LA FRONTERA DE
GUATEMALA CON MÉXICO
— 331 —
Pero la reflexión había hecho más ponderado al Pa-
trón de Guatemala. No era lo mismo enfrentarse a Méxi-
co que hacer mangas y capirotes en El Salvador y en Hon-
duras. Y
en ese camino de la prudencia Rufino encon-
tró un medio muy peregrino de "salvar el honor y la dig-
nidad'' de Guatemala: entregar sin retribución el territo-
rio disputado, lo que valía tanto como plegarse a la impo-
sición del presidente mexicano.
— 332 —
sidente Barrios en persona llegaría a los Estados Unidos a
arreglar el asunto. Dice Montúfar que esta misión no se
comprendió en aquella república porque era 'enteramen-
'
— 333 —
—
defensa de "su honra" y la guarda de "sus más
glorias'', la
caros intereses"; además, opina la Asamblea que los pro-
pósitos de Rufino revelan "el más levantado patriotismo",
y sus intenciones son poner término "decoroso" a esas di-
ferencias y llegar cuanto antes a una "solución digna"; la
Asamblea está segura de que el Benemérito nada hará
contrario al patriotismo y a los intereses de Guatemala.
En consecuencia, autoriza a Justo Rufino para que, con-
sultados "los intereses y el honor" del país, arregle defi-
nitivamente el asunto de fronteras con México del modo
que juzgue más conveniente a los verdaderos intereses de
Guatemala.
— 334 —
gún peligro puede venir por Honduras o El Salvador; re-
comienda que todos trabajen unidos en su ausencia "para
que ésta no se haga sentir"; desea trabajar aquel trascen-
dental problema de Guatemala "en la persuasión de que
nada, ni aun pasajeramente, turbará la tranquilidad", pues
no quiere recurrir a medidas de "dureza y represión" para
conservarla.
—
Dígale Ud. al señor Presidente Barrios contestó —
Mr. Arthur —
que puede venir a la hora que guste.
— 335 —
—Si México también me nombra, acepto con gusto
—contestó Mr. Arthur.
—No me ha entendido — insistió Rufino — ; lo que quie-
ro es que sea él mi arbitro. (1).
— 336 —
fino desaprobó aún esto, y ordenó por telégrafo a Montú-
far que suspendiera toda plática con el ministro mexicano.
— 337 —
Montúfar se defendió atacando. Explicó, en párrafos
que ya trascribimos, su actitud a favor de la dictadura de
Justo Rufino, y las incorregibles tendencias de éste a la
autocracia y a violar las leyes. Y a los que le llamaban
calumniador porque condenó la política y el trato de Jus-
to Rufino, repuso: "Decir que el señor General Barrios
trata mal a la gente, es una verdad grabada en la concien-
cia pública". No es, por consiguiente, calumnia Sí lo es
la imputación que se le hace a él de traidor, asegurando
que trató de estorbar el arreglo con México. Don Loren-
zo escribe así en su defensa:
— 338 —
siderados "como partes integrantes de los Estados Unidos
Mexicanos''. Guatemala renuncia asimismo a toda indem-
nización, pecuniaria o de otro género, "satisfecha con el
debido aprecio que México hace de su conducta, y con el
reconocimiento de que son dignos y honrosos los elevados
finesque inspiran lo convenido".
— 339 —
De manera, pues, que a causa de este descuido, Gua-
temala perdía, además de Chiapas y Soconusco, el distrito
de San Antonio al norte del Peten con una extensión de
4.900 millas cuadradas; la cuenca del Lacandón con 3,000
millas cuadradas, más 450 millas cuadradas al occidente
del departamento de Huehuetenango; total: 8,350 millas
cuadradas. En cambio Guatemala recibía en compensación,
por el lado del río Suchiate 900 millas cuadradas. Si se
deduce el distrito de San Antonio que fue entregado por
Rufino en el tratado básico y las 900 millas cuadradas de
compensación, resulta que Guatemala perdió por incuria
de su gobierno 2,550 millas cuadradas. Toda la cuenca del
Lacandón con sus afluentes y hermosos bosques pasó a
México sin que este país la hubiese reclamado nunca, y
además 15 mil guatemaltecos que vivían en los territorios
regalados.
— 340 —
la sombra del reclamo internacional. El ministro que se
había enviado a París, don Delfino Sánchez, no fue reci-
bido por algún tiempo; pero al fin el caldo se había en-
friado, y cuando llegó Justo Rufino fue bien recibido.
— 341 —
dos, amigos y enemigos, tenían por fuerza que alegrarse
de los mayores disparates y crímenes del Patrón, si no que-
rían exponer su hacienda y su vida. Desde el puerto de
San José se le hicieron agasajos; la capital estaba de fies-
ta; la animación y regocijo reinaban en ella; por donde
quiera arcos triunfales, desfiles de escuelas, valla de solda-
dos, y por la noche paseo de antorchas en la Plaza de Ar-
mas con el retrato de Justo Rufino en procesión, mientras
en el Teatro Nacional se servía opíparo banquete seguido
de suntuoso baile, que duraba hasta las cuatro de la ma-
drugada.
342
Capítulo XXVIII.
— 343 —
derechos del país, ni le he impuesto sacrificio alguno; sino
que, por el contrario, le he prestado un inmenso servicio,
quitándole una cuestión tan espinosa como estéril...."
— 344 —
sospecha de que se manchaba las manos con el vil metal,
y de que se cotizaba a Guatemala en un mercado. Se pres-
cindió de la disputa porque se debía prescindir; pero no se
vendió el territorio porque no se podía vender: "porque si
sostener la pertenencia de Chiapas y Soconusco hubiera si-
do realmente una de aquellas cuestiones de honra y de dig-
nidad, en que la transacción es imposible, la honra y la
dignidad no hubieran quedado satisfechas con ningún pre-
cio, sino muy escarnecidas y mancilladas".
— 345 —
Luego enumera las tristezas que le atormentaron en
esta batalla. Sus enemigos dirían que se vendió al oro
mexicano; lo calificarían de débil; lo calumniarían repre-
sentándolo como ingrato o conculcador de los derechos del
pueblo; una opinión injusta se alzaría contra él, manchan-
do su nombre por el bien que creía hacer a su Patria, y
pensaba que esa deshonra caería sobre la limpia frente de
sus hijos "pedazos de mi corazón y delicia de mi vida, a
quienes no ambiciono dejar riquezas ni poder, sino la pre-
ciosa herencia de un nombre sin mancilla y de la gratitud
del país, conquistada por la conducta patriótica y leal siem-
pre de su padre". No quiere que alguien señale a sus hi-
jos con el dedo por alguna acción infame de su padre, sino
que los tengan por descendientes de un buen servidor de
Guatemala.
— 346 —
ría si estuviesen presentes sus enemigos para castigar en
ellos la falta que él estaba cometiendo.
— 347 —
rios de ella ante el tribunal de la opinión de la historia,
que tiene que abrir sus páginas para esta cuestión y escri-
bir en ella líneas gloriosas de alabanza o líneas de igno-
minia, de reprobación para todos los que hayan tenido par-
ticipación en ella".
— 348 —
a los Estados Unidos, según aparece de las comunicaciones
de Mr. Logan a su gobierno, y en relación de una conferen-
cia habida entre el Secretario de Estado Mr. Frelinghuy-
sen y el representante de México en Washington, en la que
aquél manifestó a éste: "Que el gobierno de Guatemala
le ha ofrecido ya la anexión de aquel país a los Estados
Unidos". (1).
— 349 -
El está satisfecho porque ha visto realizada una de las
ilusiones más gratas de su vida: la consolidación en Guate-
mala del régimen constitucional; ha podido ausentarse del
territorio guatemalteco sin que ni una alteración se sintie-
ra en el país; la mayoría está penetrada de que la felici-
dad de la Patria hay que buscarla en el trabajo; llegó el
día en que desaparecieron las ridiculas tentativas para sa-
tisfacer mezquinas pretensiones de ambiciones vulgares; el
pueblo de hoy sólo quiere trabajo garantizado por las le-
yes para estar seguro de que nadie le arrebatará el fruto
de sus afanes.
— 350 —
dido en la multitud como un particular que acatando la
ley, deja el alto puesto y desciende a ocupar su lugar en la
llanura. Desde allí contemplará vanidoso su propia obra
y pensará con regocijo que en lugar de sobreponerse a los
principios, se apartó para dejarles paso. Y ya en el pa-
roxismo de sueño convertido en delirio, exclama: "Quie-
ro poder gloriarme entonces, de que a mí se me deba el es-
tablecimiento de este principio que es el más difícil de
plantear porque es el que menos halaga la ambición de los
que quieren adueñarse del poder, y que, sin embargo, es
el eje sobre el que ha de girar una buena administración
republicana".
— 351 —
servicio de la Presidencia, pero tan comprometido y tan
empeñado por el bien del país como siempre". Pero dice
con insigne comiquería: "No exijáis de mí más de lo que
puedo hacer''.
— 352 —
de treinta años". Y esta obra "¿habrá de exponerse a los
embates de la contraria suerte, por la falta del grande hom-
bre, a quien el genio quiso favorecer con sus dones más
preclaros? ¡Señor General Presidente, habéis allegado a
Guatemala un venturoso porvenir, pero Vos también estáis
envuelto en sus destinos'!
los medios que hagan accesibles las altas esferas del poder
a los liberales (sólo a los liberales) bien intencionados y
decididos; pero no constituya jamás por el deseo de im-
plantarla desde luego, y quizás con anticipación, un ele-
mento disolvente que haga de la sociedad inextricable caos
y convierta la presidencia en amargo y terrible manzana
de discordia".
— 353 —
que los patriotas acarician con entusiasmo adquiere actual-
mente mayores proporciones; y en verdad que sólo exige
el desinteresado y constante trabajo del patriotismo acti-
vo, para tomar puesto en el número de los hechos consu-
mados. ¿Quién fue uno de los que hicieron lucir mejores
días para la hermosa Italia, sino ese modesto General Ga-
ribaldi, ese inmortal hijo del pueblo, que ardiendo en el
fuego del amor patrio, libró contra todas las opresiones ba-
tallas legendarias, para efectuar la unión de la desgarrada
península italiana? ¿Y quién será entre nosotros el abne-
gado Garibaldi que se ponga al servicio de la causa de la
América Central?"
Este párrafo de la contestación del Congreso, con más
intención de adular que de consejo, fijó en Justo Rufino
la idea de llevar a remate la formación bajo su imperio de
una república centroamericana; si ya no era que los congre-
sistas se expresaban así obedeciendo a insinuaciones de
Justo Rufino, que se proponía preparar la opinión pública
para una empresa muy superior a sus capacidades de mi-
litar y de estadista.
— 354 —
Pero este hombre que hacía todo sin pedir permiso a
nadie, se creía siempre obligado a explicar al pueblo todo
lo que hacía; un imperativo de sinceridad, de demostrarse
a sí mismo que obraba bien, le imponía con frecuencia de-
jar el látigo para empuñar la pluma. Este cambio de ins-
trumentos que parece abogar en él inclinaciones democrá-
ticas, no era sino la manifestación del complejo de un hom-
bre cuyo subconsciente quiere una cosa y cuyo capricho lo
hace ejecutar siempre otra distinta y aún opuesta.
— 355 —
De tanto oír esas cosas y de tanto repetirlas, Justo Ru-
fino llegó a creerlas. Pero él era el único que las creía en
Guatemala.
— 356 —
Capítulo XXIX.
EL PATRÓN INTENTA "REFORMAR" LA RELIGIÓN.
— 357 —
Pero las cosas no marchaban tan a prisa como lo pe-
día el carácter impaciente de Justo Rufino; y así, cuando
llegó a Nueva York habló con los directores de las misio-
nes y les pidió que apresuraran su ocupación del país.
—
Ya lo ve; quisiera ser más suave con la Iglesia, pero
estando la opinión pública tan uniforme contra Ud., no
puedo menos que inclinarme ante ella.
— 358 —
Una vez pasó el Santísimo Sacramento frente a la casa
del Presidente. El y un cortesano, jurisconsulto distingui-
do, estaban asomados al balcón. Justo Rufino aparentó ni
siquiera ver el viático que se anunciaba con campanillas y
luminarias. Para él aquello no significaba nada. Su com-
pañero asumió la misma actitud indiferente. Mas cuando
regresaba el viático, Rufino se arrodilló y el licenciado hi-
zo lo propio. El Presidente le preguntó:
— 359 —
"Digo, pues, que la revolución llevó a la juventud del
cristianismo al paganismo, y la historia no me dejará men-
tir.
— 360 —
"Vio que su modelo era un sátiro, y se fue sin freno
detrás de la carne; y al lado de la escuela se levantó el
burdel.
"No es otra que las escuelas del 71. Que las enseñan-
zas y las teorías del 71.
— 362 —
1
'Todos los días se quejan los periódicos liberales de
la corrupción social. ¡Qué simpleza!
"¡Qué locura!
— 363 —
años la introducción del material extranjero para la obra.
Eran tales estas concesiones que el complaciente biógrafo
Rubio dice: "Por fortuna para nosotros no pudo llevarse
a término aquel convenio".
— 364 —
que tengan a bien suscribir... el Ministro de Hacienda les
dará las condiciones de pago e intereses.
— 365 —
amo la libertad más que la vida
y no nací para doblar la frente.
Por eso estoy aquí de altivo y fuerte
tu fallo espero con serena calma;
porque si puedes decretar mi muerte,
nunca podrás envilecerme el alma!
Y
te apellidas liberal ¡bandido!
tú que a las fieras en crueldad igualas,
tú que a la juventud han corrompido
con tu aliento de víbora que exhalas.
— 366 —
Tú que el crimen ensalzas, y escarneces
al hombre del hogar, al hombre honrado;
tú, asesino, ladrón, tú que mil veces
has merecido la horca por malvado.
— 367 —
—
— 368 —
Capítulo XXX.
EL PATRÓN ARRUGA EL CEÑO.
— 369 —
.
— 370 —
Mientras los comisionados se trasladaban a Nicaragua
con la misma música de la unión de Rufino, por Rufino y
para Rufino, se preparaba éste para deshancar a Soto, si
antes no salía en carrera cuando se diera cuenta de que el
Patrón había arrugado el ceño.
— 371 —
^
— 372 —
Después de un parrafillo sobre las excelencias de la
unidad política centroamericana, refiere que el Presidente
Zaldívar llegó a Guatemala a fines del año anterior, y ha-
biéndose puesto de acuerdo con él sobre la importancia de
aquel negocio, "le propuse —dice Justo Rufino — y él acep-
,
— 373 —
tes de las otras repúblicas; pero él no lo cree, no lo puede
creer, porque gasta con esos mandatarios buenas relacio-
nes, y, al menos de su parte, ha habido "consecuencia y
lealtad''; les ha prestado todo servicio y "no les ha causado
mal alguno", y ellos, por su parte, han recibido con sim-
patía el plan unionista; son, pues, los enemigos de Justo Ru-
fino los que riegan entre las masas aquellas "imputaciones
calumniosas y absurdas". Y agrega esta solemne decla-
ración: "Ni rae halaga, ni quiero, ni aceptaría nunca y de
ningún modo, y así lo declaro solemnemente bajo mi pala-
bra, la Presidencia de Centro América".
Y
ahora Justo Rufino pasa a definir su liberalismo;
cierto que éste resulta muy menguado ante los hechos; pe-
ro, según él, lo mismo que en Guatemala, acontece en los
otros Estados de Centro América y quizá en mayor escala.
Leamos esa confesión de Rufino en que reconoce el fraca-
so de su política, y es la negación de todas sus palabras de
libertad a favor del pueblo, que han constituido hasta aho-
ra el motivo principal de su oratoria parlamentaria y cau-
dillista.
— 374 —
guía de los estrictos principios, analice y juzgue todo lo
que en ellos se hace y todo lo que pasa, encuentra que la
realidad está lejos de ser lo que debiera y de conservar la
limpieza y severidad de las teorías republicanas".
— 375 —
esta anarquía continúa existiendo, sólo que Rufino no la
puede ver, porque en medio del desorden y de la desinte-
gración de todo a su alrededor, su poder permanece incó-
lume, sus intereses personales siguen prosperando, y los
cortesanos le aturden la conciencia con engañosas lisonjas.
— 376 —
jamás ha prometido en vano. "Cuando soy enemigo de
una persona —
afirma —
de un gobierno o de una idea, lo
,
— 377 —
Y previendo que Soto divulgaría sus amenazas de per-
turbar a Honduras, y las inquietudes que promovería en
El Salvador como preparación a la guerra de conquista, se
adelanta a declarar que nada tiene que ver con lo que allí
acontezca, promete que no intervendrá en ellos, y que "El
Salvador y Honduras son tan independientes de Guatema-
la, como Guatemala independiente de ellos".
— 378 —
to,no necesita de los liberales y los manda a paseo con
una patada en el trasero; después los congregará a su lado
para resolver de nuevo; pero ahora es preciso captarse la
confianza de Cárdenas y no vacila en delatar a sus ami-
gos, faltando así a la palabra de fidelidad que les acaba de
dar pública y solemnemente. Para explicar bien esta brus-
ca virada de bordo, es preciso volver un poco atrás y rea-
nudar el hilo de su cólera con Soto.
Logró éste aunque con dificultad descifrar los partes
que en clave se cruzaban Rufino y sus enviados, y así supo
la actitud agresiva de su irritado Patrón. Ante la amena-
za, don Marco Aurelio no encontró más salvación que po-
ner tierra en medio, y lió con premura sus bártulos. En-
vió su renuncia al Congreso, dando por pretexto que se ha-
llaba muy enfermo y necesitaba un viaje al exterior para
curarse; pero el Congreso no se la admitió, sino que le dio
permiso para ausentarse, le encomendó arreglar la deuda
federal, concluir un contrato ferrocarrilero, y le puso en el
bolsillo para gastos personales la bicoca de diez mil libras
esterlinas, lo cual fue, para el raquítico fisco de Honduras,
como sacar fuerzas de flaqueza.
Lo de la renuncia parece que fue un juego para dar
más seguridades de desprendimiento al Patrón y aplacar
así sus iras, pues don Marco no estaba muy deseoso de
abandonar para siempre un puesto que le había proporcio-
nado tan lucrativas ganancias. Creyó que Justo Rufino se
satisfaría con esta demostración y con su ausencia tempo-
ral del país. Pensando en todo esto, y en el regreso, or-
ganizó el gabinete, dejando en el Ministerio de Relaciones
Exteriores y de la Guerra al Gral. Enrique Gutiérrez, en
el de Hacienda y Crédito Público al Lie. Rafael Alvarado
y en el de la Gobernación, Justicia e Instrucción Pública
al Gral. Luis Bográn. Y habiendo depositado el poder en
este Consejo de Ministros, se embarcó en Amapala con des-
tino a San Francisco de California. Llevaba consigo, como
quien huye, a toda su familia, y el producto de los bienes
que había vendido en Honduras, si hemos de creer al car-
go que le lanzó Justo Rufino.
— 379 —
En esa carta, fechada en San Francisco el 6 de julio de
1883, comienza diciendo Soto a Justo Rufino que sabe que
se halla muy descontento del gobierno de Honduras; que
está resuelto a promover la anarquía en aquel país, y aún
a hacer la guerra para derrocar el gobierno, y que invitó a
Streber con encarecimiento para que tomara parte en el
desarrollo de sus planes de trastorno en Honduras.
— 380 —
surrección en Honduras. "Pero —
añade con nuevo gesto
de sumisión —yo no quiero que haya más luchas estériles
,
— 381 —
murió creyendo que México era una isla; y adviértase que
el Mártir estuvo por varios meses en una cárcel de Chia-
pas". (1).
— 382 —
último que tenía en Honduras, de suerte que, como algu-
no me dijo, al irse dejaba a su patria su corazón, pero sólo
su corazón, porque se llevaba en cambio todo lo demás que
ella tenía'*.
— 383 —
a Soto, éste vio la necesidad de salir antes que lo echaran,
y como no puede confesarlo así claramente, atribuye su
salida de Honduras a los propósitos perturbadores de Jus-
to Rufino, para proclamar que con su actitud evita un nue-
vo escándalo que deshonraría a Centro América; pero ese
escándalo lo causa Soto con su fuga, con su deslealtad, con
los pretextos de su escapatoria, con el estado ruinoso en
que deja a Honduras, y lo causa, en fin "queriendo hacer-
se pasar por el campeón de la dignidad, por el caballero
de la honra de Centro América", y porque ha tratado de
echar sobre Justo Rufino la responsabilidad y la vergüen-
za de su fuga.
Justo Rufino se empeña en deshacer esta opinión que
sabe corresponde a la verdad y le hace mucho daño. Con
mandato que presiente no será obedecido esta vez, con-
mina a Soto: "yo no soy en manera alguna obstáculo para
que Ud. vuelva a Honduras ni para que entre de nuevo al
ejercicio del poder. Y no tengo que intervenir en los asun-
tos interiores de esa República ni disponer a mi antojo que
Ud. vuelva o que no vuelva; y extraño que Ud. deje a mi
arbitrio la suerte de su Patria que debiera serle tan que-
rida. Si quiere Ud. que diga algo más, digo que por mi
parte quiero que vuelva: que creo que Ud. debe volver;
que sería ignominioso que no volviera y dejara sin expli-
cación y sin dar cuenta al pueblo hondureno, la conducta
de su administración y las grandes sumas de que todos ase-
guran que abusivamente se apoderó, con notorio detrimen-
to de la Nación e incalculables perjuicios de los particula-
res. Pero así como declaro esto, protesto contra cualquie-
ra responsabilidad o participación que quisiera atribuírse-
me inicuamente por Ud. si el pueblo hondureno indigna-
do contra Ud. no le deja volver, si acaso lo intenta; o si
durante su ausencia ocurre cualquiera conmoción o se ve-
rifica cualquier cambio".
— 384 —
cado en él. Y agrega con sorna: la paz que reina en Hon-
duras sólo se debe al apoyo que Guatemala y el Salvador
prestan a ese Gobierno; no necesita que esté ausente Soto
para intentar un cambio; pero la presencia de éste en Hon-
duras le atraería a emprenderlo por el deseo de ver a So-
to "haciendo uso del gran poder que en su carta, escrita
hasta que todo un Océano está de por medio entre nosotros,
me dice que tiene en Honduras para ahogar, en el acto,
cualquiera facción que yo pudiera promover, y para defen-
der al país de cualquiera agresión injusta".
— 386 —
cíales y de institutos terribles. Tenía una mirada pene-
trante y escudriñadora, que parecía revelarle las condicio-
nes de las personas con quienes trataba, aunque las viera
por primera vez. Sobre todo, los picaros, parecía que al
verlos se le revelaban, y ya tenía a qué atenerse respecto
de ellos. En su trato era agradable, pero gastaba mucha
franqueza en sus conceptos y cierta chabacanería que, no
sólo chocaba, sino que producía muchas veces embarazos
a sus interlocutores. Con frecuencia decía que él no te-
nía pelos en la lengua, con lo cual hasta cierto punto, ex-
plicaba perfectamente el naturalismo que empleaba en sus
conversaciones. Refiriéndore a los riesgos y peligros
que afrontaba, o a los cuales se exponía con sus providen-
cias y conducta, manifestaba que él no había de morir de
parto ni de cornada de burro".
— Pues señor —
contestó Menéndez —
la verdad es que
,
— 387 —
Y de paso observemos que aquí nos da el Lie. Galle-
gos la clave de la deserción o ingratitud de Soto. Desde
el momento en que, para hacer la unión, era necesaria su
separación del poder de Honduras, la nacionalidad se vol-
vía conquista; y el Benemérito, ominoso perturbador de
Centro América.
La cólera de Rufino con Soto no provenía sólo de la
inobediencia que éste mostraba en cooperar al plan unio-
nista en provecho exclusivo del Patrón; sino también de
que Marco había conspirado contra su protector, habiendo
llegado hasta proponer a Zaldívar, por medio del Gral. Li-
sandro Letona, un plan para poner término a las dificul-
tades con Justo Rufino; calculaba Soto que Zaldívar abri-
gaba idénticos propósitos, pero sin contar con que en su co-
lega podía más el miedo que las ganas de independizarse.
Pero lo que embravecía más al Patrón era la fuga de
Soto con todas las apariencias de una simulación, ya que
Marco seguía mandando en Honduras por medio de sus
ministros y particularmente, de su cuñado el Lie. Rafael
Alvarado. Con fines de satisfacer esta pasioncilla, hizo
Rufino que Zaldívar enviara al Lie. Gallegos a Honduras
a proponer al Consejo de Ministros una pequeña traición:
que destituyese a Soto, "amenazando —
escribe el Sr. Ga-
llegos — con llevar la guerra a Honduras si no se verifica-
ba" la destitución. "Además —
agrega Gallegos — nos
,
— 388 —
trofes que proyectaba Rufino. Su mejor argumento fue
la franqueza. Puso a los ministros hondurenos las cartas
del Patrón sobre la mesa, y como lo previno, ello bastó
para que aquellos señores se declarasen de acuerdo con el
concepto desfavorable que Justo Rufino y Zaldívar habían
formado sobre Soto; y explicaron que, por ser esta tam-
bién la opinión general de los hondurenos* pidieron la re-
nuncia a éste, quien había anunciado que la enviaba; y
asi no era necesario acudir a un levantamiento o golpe de
estado que sería deshonroso para ellos.
— 389 —
Zaldívar aprovechó la buena armonía en que estaba
con Justo Rufino para emprender un proyectado viaje de
salud que hacía tiempo contemplaba. No había podido
moverse a causa de la inestabilidad de las cosas, precisa-
mente porque siendo su régimen de fuerza, con la fuerza
había que mantenerlo Lo propio acontecía con Justo Ru-
fino según se desprende de las cartas de Zaldívar a Cárde-
nas. Los tres ellos, Barrios, Soto y Zaldívar se temían y
se amenazaban. Justo Rufino no emprendió su viaje en
1881 porque Zalvídar lo persuadió que era segura una re-
volución en su ausencia. En julio de 1882 escribe a Cár-
denas diciéndole que le es imposible salir de El Salvador
mientras Rufino esté ausente. Ahora que Rufino ha re-
gresado y, colocado de nuevo en la presidencia de El Sal-
vador a Zaldívar, puede éste marchar a Europa.
— 390 —
yo se las compraré; si estalla alguna revolución en El Sal-
vador, yo me encargo de aplastarla al momento.
Zaldívar, sin negarse del todo-, entretuvo el asunto
mientras hacía dar fuego al cuartel donde se guardaba el
armamento. Fue un incendio hasta los cimientos: sólo
quedaban los cañones retorcidos de los fusiles, y hechas
cenizas sus culatas. Compungido avisó Zaldívar al Pa-
trón la mala nueva. Estaba desarmado, a merced de sus
feroces enemigos que eran también los de Rufino; pedía
que le enviara algunos rifles y cajas de parque para sos-
tenerse contra cualquier emergencia mientras llegaba su
amigo a defenderlo. Y Rufino se tragó la farsa, pues Zal-
dívar había tenido el cuidado de trasponer todo el nuevo
armamento a otro lugar mientras dejaba lo viejo e inútil
en el cuartel destinado a las llamas. Y no sólo engulló el
anzuelo Justo Rufino, sino que sobre eso envió las armas
que le pidió Zaldívar.
— 391 —
"El General Barrios llegó pocos días después, y desde
mi primera visita me hizo demostraciones que han continua-
do corroborando de que no desea absolutamente perturbar
la tranquilidad de Centro América y mucho menos la de
Nicaragua. Me ha dicho con un tono de sinceridad, que
conoce perfectamente bien a nuestros liberales y a nues-
tros iglesieros, y que él nada tendría que ganar con un
cambio. Que sabe cómo los primeros explotaron a Guar-
dia, pero que él no es un niño para dejarse engañar de la
misma manera. Que durante su ausencia, Pastor Valle
había llegado aquí y había hecho reproducir en los perió-
dicos algunas de las pasquinadas que se publican en los
órganos opositores de Nicaragua; pero que tan luego co-
mo llegó, no sólo había prohibido la inserción de otros ar
tí culos que tenía preparados, sino que le había impuesto
completo silencio a los diferentes redactores.
— 392 —
tratado general de amistad, etc., que tenemos ya ajustado,
pero todavía no firmado por falta de tiempo.... Por lo que
dejo escrito TTd. comprenderá fácilmente que los trabajos
disolventes de los libero-iglesieros han fracasado por com-
pleto y que cuidando allí un poco nuestros cuarteles po-
demos dedicarnos con tranquila confianza a nuestros tra-
bajos''.
— 393
Capítulo XXXI.
EL PATRÓN REFORMA EL MÉTODO DE INVESTIGAR
EN PROCESOS CRIMINALES.
Barrundia le preguntó:
— 395 —
— ¿Viste quemar una bomba en El Palomar de don
Guillermo Rodríguez?
—Nada he visto.
—¿Vas a confesar?
—Nada tengo que confesar.
El militar de las barbas dijo entonces:
— 396 —
-
— 397 —
f ino lo obligó al día siguiente a tomar el sol de pie en me-
dio patio; fortalecido ya con estos cambios de temperatu-
ra, lo tomó Rufino como criado para el servicio de su casa.
Allí permaneció hasta que le dio la real gana de sacarlo
libre junto con los otros.
— Lo supe —
contestó el reo cayendo en ella — ,
porque
la gente lo decía.
— 398 —
Pero los que más sufrieron esta vez fueron los Soto.
Contra ellos se enfiló especialmente la saña vengativa de
Justo Rufino. Jesús Soto fue encarcelado y guardado en
estrecha bartolina. De allí lo sacó ñor Vicente y sin de-
cirle palabra, le mandó dar cincuenta palos en la forma
acostumbrada, desnudo, en el suelo, sin faltar el pañuelo
de mordaza. Luego lo presentó a una especie de Sanhe-
drín rufiniano integrado por el Gral. y Ministro de la Gue-
rra Martín Barrundia, Lie. Cayetano Díaz Mérida, Lie.
Francisco Lainfiesta, don Vicente Sá^nz y don Enrique
Martínez Sobral, y en la antesala se hallaban los corone-
les Ortigosa e Irungaray y don Francisco Quezada. ¡Cuán-
tos sayones convertidos en distinguidos personajes por la
sola voluntad del Patrón!
— 399 —
al Dr. Joaquín Yela, yerno de Barrundia, que le curase las
heridas producidas por las repetidas azotainas.
— 400 —
a preguntarle a Santos Soto qué gesto llevaban impreso en
la cara dichas personas al salir de la casa.
— 401 —
—Dónde te has metido, qué han hecho con vos? la —
preguntaba, afectando ignorar que por ^u orden había sido
torturada por semanas, y continuaba: —
A ver, decime có-
mo fue eso de la bomba, qué sabes vos, quiénes tomaron
parte...? Y como ella contestara que todo lo ignoraba,
Justo Rufino se enfureció y la colmó de injurias y amena-
zas:
—
Todo lo sé, es inútil que negués, voy a acabar con
vos y con toda tu familia porque es preciso extirpar tu
raza; te voy a quitar a tu chiquito, hasta los tigres defien-
den a sus hijos y no permiten que se los quiten.
—
Dígale a esa picara que no sea cruel con su marido,
que Santos Soto puede todavía reformarse y serme útil.
—
Algunos días después me llevaron al Castillo de San
José; allí encontré a mi marido quien estaba bañado de
sangre: le destilaba a gotas de todo su cuerpo hecho pe-
dazos a palos. Me suplicaba que declarase que él había
sido el culpable de todo para que acabasen sus terribles
sufrimientos. Otra vez volvió a casa de Barrios, quien me
interrogó de nuevo con insultos y ultrajes, y me permitía
salir a mi casa donde pasaba las noches; a ella también
llegaban mi hijo y mi marido.... Yo tenía una sobrina lla-
mada Cayetana Tejada que mantenía relaciones con Maria-
no Vásquez, de quien era cajera. Barrios dio en perse-
guir a aquella joven por medio de Fernando Córdoba y de
otros agentes que para eso le servían, y de allí el odio de
Barrios contra Vásquez y mi familia. Cuando mi marido
estuvo confinado en San Marcos, por persecuciones ante-
riores de Barrios, una sobrina mía llamada Mercedes fue
a presentar a Barrios, que había llegado a dicha ciudad,
un escrito a favor de mi marido. Barrios le dijo a Mer-
cedes que volviese en la noche, y como lo verificara en
compañía de la esposa de Bernardo Rivera, Barrios se puso
— 402 —
frenético y en lugar de atender a la solicitud en favor de
Santos, lo hizo llamar y lo colmó de insultos.
— 403 —
tésanos del hierro. Sin duda pensó que haría buen papel
en la trágica farsa que estaba representando un hombre
capaz de fabricar una bomba. Eso era lo que faltaba sin
duda. Y refiere Macal que apenas había regresado, cuan-
do aún no había mudado de traje, llegaron a capturarlo.
— ¡No admitiré
te pruebas ni testigos, vos la hiciste!
—interrumpió a gritos Justo Rufino — A
palos te voy a
.
— — —
No debes decir le advirtió) que la bomba fue fa-
bricada en mayo, sino en septiembre u octubre, porque en
el mes de septiembre regresó Rodríguez de Europa. Soto
en su declaración dice que Rodríguez trazó el diseño de la
bomba en un papel azul, y que este papel pasó a las ma-
nos de Soto y de éstas a las tuyas.
— 405 —
Para tratarlo mejor por su buen porte lo llevaron a
una cárcel más amplia; "pero allí —
cuenta Macal — estu-
ve peor que en la bartolina, porque me pusieron a traba-
jar con las cubetas, pegándome los capataces al pasar, co-
mo lo hacían con todos los presos que llamaban políticos".
Otro día Justo Rufino le dijo colérico "que lo iba a
amolar porque lo estaba molestando mucho; que él no te-
nía la cabeza para nada, que se entendiera con Sáenz que
estaba presente, y que recordara bien lo del papel azul y
todo lo que había dicho".
— ¡A palos
te voy a hacer decir que estuvieron en tu
casa Elias Batres y Teresa Barrientos .;! Anda a buscar-
los y me los traes mañana —
ordenóle Barrios.
—
¡Vos sos el hombre más malo y más maldito de Cen-
tro América... salgan de aquí, hijos de puta, poco les falta
para ir a la Penitenciaría!
— 406 —
— El Presidente me ha facultado para quitarte cuan-
to tengas.
Cuando por
fin lo perdonó, extendió el siguiente sal-
voconducto: "Santos Soto puede volver a esta ciudad.
Guatemala abril 25 de 1882. Barrios".
— 407 —
.
A
continuación sacaron a Rafael Rivera, yerno de San-
tos. Contó éste setenta y cinco golpes de varas. "Yo le
oía exclamar —
refiere Santos " — —
Señores, por Dios,
:
—Espérense,
voy a decir la verdad.... un negrito en-
tró donde mi Mercedes con la mano amarrada, pidió
tía
una copa de revuelto y dijo que de casa de Raimundo Soto
había salido la pita.
— 408 —
Lo llevaron otra vez a Barrundia, dio esa declaración
y luego lo trajeron de nuevo cerca de la celda de Santos
para que éste pudiera contar otros sesenta y nueve palos.
—
¡Por la hostia sagrada juro que soy liberal de co-
razón y que ignoro todo eso!
Un
día no dieron a Santos ni alimento ni medicinas;
por noche entró a su celda ñor Vicente con revólver en
la
mano, amenazándole de que si no decía la verdad, mori-
rían él y toda su familia. "Desde esta noche observa —
Santos —
comenzó a darme ideas contra los señores Sama-
yoa, Rodríguez y García Granados''.
— 409 —
Cuánta semejanza hay entre estos tormentos y los in-
ventados por la Gestapo nazi y la Checa comunista. Se
nota que hay uniformidad en el plan de corromper y ator-
mentar a la humanidad, como inspirado por su fundador
y patrono el Diablo.
De los documentos cuya síntesis acabamos de dar, se
desprende que el atentado de la bomba era una de las tan-
cas farsas de la comiquería rufiniana; y el proceso, la se-
gunda parte no menos falsa del supuesto atentado. ¿Para
qué objeto este pretexto? Los parciales de Rufino con-
fiesan que él no tenía necesidad de inventar excusas para
ser cruel con sus opositores. Cierto, pero en este caso
el asunto era distinto: no se trataba de cuestiones po-
líticas, ni de enemigos guerreros, ni de truculentos cons-
piradores; se trataba de un rival imaginario, como casi to-
dos los adversarios políticos de Justo Rufino, principalmen-
te en los últimos tiempos cuando ya había aplastado o re-
ducido a silencio e inacción a la mayor parte de los que le
estorbaban; se trataba de Guillermo Rodríguez a quien la
suspicacia de Rufino imaginó enamorado y correspondido
por su esposa. Este asunto personal tenía que manejarse
en otra forma. No se trataba de averiguar la verdad, sino
de formar un proceso a voluntad e interés de Justo Ru-
fino: una razón más para creer que la bomba fue un pre-
texto.
— 410 —
de la Rodríguez era empresario en la desti-
Filarmónica.
lación de aguardiente y por lo tanto competidor de Justo
Rufino, quien era el primer destilador de Guatemala. To-
do esto convertía a Rodríguez en un magnífico candidato
para figurar como autor en el melodrama de la bomba.
Sin sospechar nada y con la mejor de las intenciones, en-
vió Rodríguez a doña Paca un ramillete de flores, unos po-
cos días después del suceso del 13 de abril. Aquí fue Tro-
ya. El celoso Patrón estrujó el bouquet, dio patadas y
bofetadas a doña Paca, mientras la colmaba de imprope-
rios, y ordenó prender a Rodríguez como cómplice del
frustrado bombazo.
— ¿Qué es Guillermo?
eso,
— 411 —
fundándose en las leyes de Partida que el propio Rufino
había derogado ya por retrógradas y anticuadas.
— 412—-
El Guatemalteco dio cuenta de este hecho con estas
palabras: "El señor General Presidente, con su acostum-
brada magnanimidad y por más que las leyes señalen la
pena de muerte y los Tribunales la apliquen, ha querido
excusar a la sociedad del tremendo espectáculo del patíbu-
lo en la esperanza die que esos seres degradados que han
estado a punto de caer bajo la cuchilla de la ley, vuelvan
sobre sus pasos por la senda de la honradez y del trabajo,
arrepentidos de su crimen. La generosidad del Jefe Su-
premo de la Nación ha ido todavía más lejos, indultándo-
los de toda pena y poniéndolos en absoluta libertad".
— 413 —
acabada representación de las generosas ideas que comu-
nican a la república marcha próspera y feliz"; ni humi-
llándose hasta prometer que "cada uno de sus miembros
están dispuestos a arrostrarlo todo, para conservar incólu-
me vuestra salud, que es para Guatemala prenda de or-
den, de paz y de libertad".
— 414 —
—
—
Me obliga usted a regresar mentalmente a Guate-
mala —
contestó ella con pena —
Creo lo que usted dice,
.
415 —
Capítulo XXXn.
— 417 —
Continuaba siendo el gobierno personal de Justo Ru-
fino el resultado de su propia contradicción de principios:
mientras se aplicaba con energía al progreso material, en
lo político y social hacía dar saltos hacia atrás a Guate-
mala.
— 418 —
obra material y esforzándose por inculcar a sus oyentes
que era progreso toda la destrucción moral que había rea-
lizado.
— 419 —
"A mediados del mismo año se meditó una conspiración
en Los Altos, o sea la zona occidental de la República,
cuando Barrios proyectaba una excursión por ese rumbo;
Dero no pasó del asalto de la plaza fronteriza de Malaca-
tan por Manuel Domínguez, porque los revolucionarios re-
pasaron la línea divisoria ante el número y cuantiosos ele-
mentos de las tropas departamentales. Barrios efectuó la
excursión preparada, recorriendo la costa de Retalhuleu y
los departamentos de Quezaltenango y San Marcos; y su
paso se señaló con los estragos que doce años antes se re-
gistraron en la luctuosa "pacificación de Oriente"; se or-
denaban fusilamientos inmediatos, que a veces se formali-
zaban después de la ejecución con un proceso de notoria
falsedad. Desde Retalhuleo ordenó la muerte del herre-
ro Florentín Vásquez, del pueblo de San Andrés, y el ex-
terminio de la Municipalidad de Santo Domingo Suchitepé-
quez; y en esa ocasión se distinguió el Lie. Manuel Estra-
da Cabrera, juez a la sazón de Retalhuleo y Auditor de
Guerra del coronel Monterroso, Jefe Político y verdugo
del departamento. En Santo Domingo se pasó por las ar-
mas a varias personas ajenas a la Municipalidad y no se
libró del cadalso por su sexo la indígena Antonia Chay,
ni siquiera por el embarazo de meses mayores en que se
encontraba. Las ejecuciones eran seguidas del secuestro
de bienes, intotum que se confiscaban o se repartían, agra-
ciando a los denunciantes, que veían así premiadas sus de-
laciones.
— - 420 —
Sin contar las muertes ejecutadas individualmente, que
fueron innumerables, la matanza de la Municipalidad de
Cerro Gordo, se señaló por circunstancias de especial cruel-
dad, pues fue precedidas de burlas y sarcasmos.
— 421 —
Según el testimonio de otro ilustre escritor guatemal-
teco, el Lie. Agustín Meneos Franco: "El día 2 de sep-
tiembre de 1884 a las once de la mañana fueron conduci-
dos, en medio de una escolta, de la cárcel de Retalhuleu al
cementerio del propio lugar, los indígenas Florentín Vás-
quez, Manuel Saquik, Sebastián Hernández, Bartolo Salo-
món, Domingo Pich, Francisco Paloj, Pedro Quiej, José
Espada, Ciríaco Canux, Bartolo Paz y Antonio Ramos,
oriundo el primero de San Andrés Villa Seca y originarios
los otros del pueblo de San Felipe".
— 422 —
biera sacrificado, pues ya estaba escrita la orden que lo
disponía, si en tales momentos no hubieran sonado los cla-
rines que anunciaban la llegada de las fuerzas del Nuevo
San Carlos; lo cual atemorizó tanto al miserable que de-
bería firmarla, que ya no se atrevió a hacerlo.
— 423 —
día oportunidad de manifestar frialdad y hasta acritud con
aquél, de modo que todos se hicieron cargo de la situa-
ción, y más que nadie el perspicaz Zaldívar. Aprovechó
éste la primera oportunidad que se le presentó para disi-
par aquella nube peligrosa, y fue en un gran banquete con
que Barrios festejaba a sus huéspedes. En un brindis que
pronunció allí, terminaba con estas palabras:
—''General Barrios, hallegado el momento de prueba.
Estamos aquí para cumplir fielmente la palabra empeña-
da y lo convenido desde el principio de mi gobierno. Lo
diemás depende de usted. Yo espero que en todo procede-
remos de acuerdo, y que me hable y trate con la franque-
za de siempre, que cualesquiera que sean las eventualida-
des futuras, por mi parte le demostraré que he sido y soy
su mejor amigo y que correremos la misma suerte".
— 424 —
Capítulo XXXIII.
— 425 —
pláticas,como es de rigor en casos tales en que la parte
despojada tiene mucho que ceder y poco que recibir en
compensación, y habiendo poca seguridad de que cesara la
persecución religiosa y la ojeriza contra los sacerdotes, va-
rios de los cuales habían sido muertos por el gobierno o
sus agentes, los comisionados volvieron sin la subsanacio-
nes anheladas, pero no desesperanzados de alcanzarlas. De
nuevo se insinuaron las negociaciones deprecativas ante el
Vaticano, que se allanaba por la muerte del Arzobispo Pi-
nol en el destierro, facilitándose la preconización del su-
cesor; pero quedaron otra vez en solo primeros pasos y
tanteos debido a los acontecimientos relativos a la Unión
y término del gobierno personal de Barrios".
— 426 —
Indudablemente que el Patrón estaba inquieto y no
se decidía por un plan determinado; su mayor preocupa-
ción era Nicaragua, sobre todo desde que esa república ges-
tionaba con los Estados Unidos para concluir un tratado
de Canal Interoceánico. Comprendía Rufino con su agu-
da malicia que tal negociación podía interponerse en sus
ambiciones, y para soslayarla o para demostrar que no se
oponía a ella, pues tal oposición hubiera sido una locura,
llegó a ofrecer a los Estados Unidos que dejaría el territo-
rio de Nicaragua fuera de la unión reservado para el ca-
nal, con tal que los Estados Unidos no estorbaran sus pro-
yectos.
— 427 —
entrevista de Gallegos con don José Pasos en el puerto de
Corinto; pero en realidad el agente nicaragüense se acercó
al enviado salvadoreño para que éste interpusiera su in-
fluencia y la de Zaldívar con Barrios, a efecto de disipar
todas las amenazas que contra Nicaragua se divisaban en
el horizonte, como: protección que daba Rufino a los emi-
grados, constantes ataques de la prensa guatemalteca con-
tra el gobierno de Nicaragua, rumores de apoyar una re-
volución contra el Dr. Cárdenas, etc.
— 428 —
,
— 429 —
su tarjeta para anunciarlo, y mientras tanto el paciente
espera de pie en el zaguán, pues no hay allí antesala ni
cosa que lo parezca. El oficial anunciador vuelve al cabo
de ocho o diez minutos con una de las siiguientes razones:
"El señor Presidente no está en su desacho; el señar Pre-
sidente tiene muchas visitas; el señor Presidente está con
los ministros; el señor Presidente se encuentra muy ocu-
pado; dice el señor Presidente que lo esperta mañana.
Esta última razón es de todas la peor, porque induce al
que la recibe a volver al siguiente día, y el mañana de don
Justo Rufino se parece mucho al que oía en España M.
Sans-Delai: no llega fácilmente.
— 430 —
"Inútil es pedir audiencia por escrito al señor Presi-
dente: esta clase de solicitudes no obtiene respuesta ja-
más. Diríase que el dictador de Guatemala se complace
en molestar y humillar a las personas que por necesidad
o por gusto van a visitarle. Esperando un momento., con
los ojos puestos en el techo para matar el tiempo, y el pa-
ñuelo en la boca por temor de un resfrío, he visto en el
zaguán presidencial a más de un sujeto notable de aquí y
a varios personajes de las vecinas repúblicas. Mi compa-
triota y amigo el Licenciado don Francisco Baca, padre,
hombre paciente y tenaz como hay pocos, ha soportado
plantones de dos horas, según él mismo me lo ha confesa-
do, para poder hablar dos palabras con el General Ba-
rrios".
— 431 —
tes que tiene delante. Pasa con frecuencia de un extre-
mo a otro delsofá, y en esos movimientos me hace el efec-
to del felino enjaulado.
— 433 —
bozo informando que contaban con todo el apoyo de Barrios,
al paso que la prensa guatemalteca menudeaba sus publi-
caciones agresivas contra el gobierno de Zaldívar. Coin-
cidiendo con estos anuncios de conmoción, ocurrieron aso-
nadas en Izalco, en Santiago Nonualco y en Ati'quizaya, lu-
gares salvadoreños situados, sobre todo el último, muy cer-
ca de la frontera de Guatemala. El Gral. Francisco Me-
néndez resultó complicado, pero fue puesto en libertad ba-
jo su palabra de honor de no inmiscuirse en revoluciones
contra su patria, palabra a la que pronto había de faltar.
— 434 —
pasando en esa República, a oficiales del Ejército de Gua-
temala; tanto más, que esos bochinches, no eran sólo con-
tra el gobierno de El Salvador, sino contra el de Guatemala.
Lo que sí manifesté a don Francisco, fue que no estaba de
acuerdo oon el silencio que Ud. había guardado respecto
a los movimientos de esa República, pues, como Ud. re-
cordará le puse un parte, preguntándole qué pasaba en
Atiquizaya, y su contestación fue la primera noticia que
Ud. me comunicó, y sin embargo, ya aquí en el público,
se hablaba de revolución en El Salvador. Por lo que res-
pecta a la dureza de la carta de nuestro amigo Barrundia,
de nada de eso soy responsable; es imposible hacer un mol-
de para que todos pensemos iguales, eso lo sabe Ud. me-
1
— 435 —
lo contrario. 8. —
Informe sobre nuestros elementos, para
el caso de necesitar de fuerzas: filiados como 50,000, or-
ganizados 20. 9. —
Que el desagrado de él, lo escriben de
allá y se trasciende aquí, lo cual, nos hace mal. Que si
no está contento, yo me
separo con gusto, sin necesidad
de que peleemos, pues, ante todo, quiero conservar su amis-
tad. 10. —Que no habiendo nada entre los dos, lo haga
manifiesto, a fin de que se aquiete el público, que se preo-
cupa por el desacuerdo. 11. —
Que si he dado esa ley de
milicias, (recientemente se había mandado reorganizar las
milicias, filiando a todos los ciudadanos sin excepción), ha
sido contando con su apoyo, como el que le presentamos
con motivo del impuesto para el ferrocarril. 12. Que, —
si a pesar de todo, le daba alguna duda, y quiere hablar
conmigo, iré yo al punto que me indique, pues, para ello,
no tengo inconveniente. —San Salvador. Febrero 8 de
1885.—Rafael Zaldívar". . .
— 436 —
— ¡Magnífico... lo felicito, General!
En
la entrevista de despedildla, Justo Rufino, volvien-
do a seriedad que convenía a su posición y a la impor-
la
tancia del negocio, dijo a Gallegos con aire de sinceridad
y tono de íntima confianza:
—
Vea, amigo Gallegos, dígale al doctor que me ayu-
de a pensar respecto de Honduras. No estoy tranquilo del
modo de ser de aquella república, ni sé qué pensar de Bo-
grán. Fíjese Ud. en la conducta de éste: trata de aparen-
tar gran confianza, evitando la guardia y saliendo sin ayu-
dantes, como quien no tiene enemigos y goza de gran po-
pularidad; y por otro lado continúa rodeado de los mismos
empleados y agentes de Soto. Recuerde usted, por otra
parte, su conducta con el Gral. Delgado, a quien no se ani-
mó a separar de su puesto, hasta que tuvo que venir aquí.
¿No le parece que todo esto es muy sospechoso? Dígale
al doctor que me ayude a pensar a ver qué hacemos.
—Así lo creo —
contestó su interlocutor —
no obstan-,
—
Pues, señor, nada resulta contra él; sé que está de-
dicado tranquilamente a una hacienda de café que tiene
en el volcán.
—¿Y Rusno?
— 437 —
—¿Y Gallardo?
—Tampoco.
— ¿Y Figueroa?
—Absolutamente nada.
—Ujú, ¿y Padre Moraga?
el
—
Vea —
díjole Rufino —
véngase a , la noche; le voy a
enseñar una cosa y comeremos juntos.
— 438 —
;
— 439 —
admirador suyo, su secretario en la campaña de 1885 y cro-
nista de esa guerra, el Lie. Rafael Meza. Refiere éste que
Barrios lo autorizó a pasar a El Salvador a trabajar por
que se proclamara el restablecimiento de la Constitución
Federal de Centro América del año 1824, para cuyos tra-
bajos prometió cincuenta mil pesos. Dice también que
por esos días estaba en Guatemala el Coronel Vicente Gil,
quien había llegado a informar a Barrios que Zaldívar no
se ocupaba en trabajar por la unión, que la misión de Ga-
llegos tenía por objeto entumir la realización de la idea
con algún nuevo pretexto. Rufino acogió y despachó bien
al Coronel Gil y como prueba de que engañaba y entre-
tenía a Zaldívar y a Gallegos, le reveló la misión de éste
y le dio seguridades de lo que acontecería en breve. "Es-
tábamos ya enterados — dice Meza — de algo de lo que de-
bía suceder". Pero aquellos planes de federación queda-
ron pronto en nada, porque Justo Rufino no pensaba en
ella sino en un gobierno absoluto, exclusivamente suyo.
Asi es que, cuando Meza y sus amigos se disponían a reu-
nirse en Jutiapa para proclamar la Federación, recibieron
noticias de que Barrios se había declarado Patrón de toda
la América Central.
— 440 —
— El General Barrios no ha desistido de su pensa-
miento; pero su estado de ánimo es semejante al de quien
se encuentra a la orilla de un gran precipicio, animándose
y desanimándose a saltar; sus demás amigos, y yo lo ani-
mamos a dar el salto y hasta quisiéramos empujarlo.
De estas conversaciones Gallegos sacó en claro que el
asunto de la nacionalidad por la fuerza estaba resuelto en
el gabinete guatemalteco. Zaldívar vio también muy cla-
ro; pero o dudaba o aparentaba dudar, diciendo:
— 441
Capítulo XXXIV.
"¡QUE ESTÚPIDA AUDACIA...!"
— 443 —
ca debía permanecer entero, sin romper la unidad de su
vida, hasta arrastrarlo al trágico remate de su existencia.
— 444 —
mo vestigio de ese sistema que garantiza las libertades y
derechos del hombre; y menos aun cuando daba a enten-
der que unificaría todos los criterios bajo la denominación
de un solo partido político que sería sin duda el suyo per-
sonal. Se jacta de que se hará la unión "para que se plan-
teen, desenvuelvan y practiquen con toda la extensión que
les corresponden, los derechos y garantías que ha de dis-
frutar el ciudadano bajo un régimen genuinamente libe-
ral"; pero tales promesas no bastaban a tranquilizar a na-
die, pues de sobra se conocía lo que "liberalismo" signifi-
caba en el feudo del Patrón, y porque procedían del hom-
bre que siempre había hecho la antítesis de lo que prome-
tía, y de allí que la frase "los principios que he defendido"
la entendían todos por "los principios que he practicado".
Aspiraba a legar a sus hijos y a los centroamericanos "la
Patria de la que hoy carecen", oferta que recibieron con
disgusto los centroamericanos que tenían Patria, y que era
precisamente el pedazo de tierra donde aún podían respi-
rar con libertad, amenazada ahora por el hombre del lá-
tigo. Intenta engañar la credulidad del pueblo, diciendo
que se lanzaba a realizar la unión a la fuerza "impelido
por las repetidas y enérgicas interpelaciones que, en nom-
bre de los más caros y vitales intereses de Centro América
e invocando los principios que ha defendido, le dirigen los
hombres y los círculos más distinguidos y liberales de to-
dos los estados''; pero a nadie defraudó con semejantes ar-
gucias, pues hasta insospechados sostenedores de la unión
se declararon contra sus designios; y aunque en una de sus
proclamas de esos días prometió no aceptar la presiden-
cia de la futura república de Centro América y renegaba
dé los amigos que siquiera se atreviesen a proponerlo para
aquel destino, a nadie engañó con su fingido desprendi-
miento, ni a nadie disuadió de que buscaba satisfacer su
personal ambición, porque estaba muy reciente su comedia
de las renuncias reiteradas y de su fácil persuasión a se-
guir en el empleo.
la unión "asumo
Para realizar —
declara —
el supremo
mando militar".Según su propio testimonio, los buenos
centroamericanos juzgan que sólo Justo Rufino les dará la
victoria, y él "no puede contrariar sus instancias". La
— 445 —
unión se hará "sin extraordinarios sacrificios", pero si es-
tos son necesarios, Rufino está listo a pelear "como sim-
ple soldado", dejando a otro más digno de Jefe que "la
opinión — —
'dice él me señale y me imponga".
"No influye en mí — continúa— la ambición de man-
do, que bastante he saboreado por triste experiencia, to-
das lias amarguras del poder"; ni le guía el medro perso-
nal, porque la posición que tiene basta desahogadamente
a cuanto puede apetecer; lo decide la pequenez y desunión
en que "viven condenados estos pueblos" y el imperioso
deber de sacar a la Patria de su desgraciada condición ac-
tual, a cuyo fin, agotará sus esfuerzos para que sus hijos
y los hijos de sus conciudadanos tengan Patria y con ella,
"derechos, garantías y responsabilidad". Si para ello eran
necesarias las armas, contaba con recursos y fuerzas so-
bradas para "defender la idea'' y para que Centro Améri-
ca victoriosa "aparezca coronada de brillantes e inmorta-
les resplandores".
— 446 —
quiero ni admito otra distinción que la de estar siempre al
frente, la de ocupar el puesto del peligro y presentar mi
pecho al enemigo antes que el de cualquiera de vosotros'\
Y cumplió su palabra de hombre corajudo, poniendo su
pecho al frente para recibir la bala mortal.
— 447 —
ción. No conformes con eso, consagraron "el más expre-
sivo» voto de admiración" al General Justo Rufino Barrios,
y decidieron que todos, constituidos en Asamblea, pasasen
a poner la aprobación del decreto en manos del Presiden-
te. Nadie se opuso, nadie objetó nada. Allá en el silen-
cio de su alcoba, a puertas y ventanas cerradas, un emi-
grado nicaragüense, Enrique Guzmán, saca debajo del col-
chón de su cama un cuaderno, es su Diario Intimo, y apun-
ta: "Yo hallo que este decreto es absurdo: la obra de la
ignorancia presuntuosa. Qué estúpida audacia!'' Era el 5
de marzo de 1885. Antes de un mes ese decreto aproba-
do con entusiasmo, por unanimidad, sin objeciones sería
derogado del mismo modo. ¿Por qué, si era tan necesa-
rio, tan popular, tan deseado de los centroamericanos?
—
Pero, señores, observo que están ustedes "parados";
tengan la bondad de sentarse.
— 448 —
za "amplia libertad de imprenta sin previa censura"; al
mismo tiempo "excita a todos a que públicamente exter-
nen sus opiniones a este respecto (contra los actos del go-
bierno) y las defiendan sin ningún miramiento o reserva",
porque —explica —donde no hay libertad de prensa no
existen las instituciones democráticas.
— 449 —
escrito ya, dándome pormenores y desarrollando sus ideas,
las cuales juzgo necesarias conocer para que marchemos de
acuerdo y para evitar las dificultades en que me
vería por
no conocer sus ideas. Si a usted le parece mejor, enviaré
yo de aquí un amigo de confianza para que, por medio de
él, podamos entendernos".
— 450 —
nal, y el sentimiento público unánimemente pronunciado
en contra". Y don Rafael Meza refiere que Zaldívar dijo
al fin a Barrios que "la unión era rechazada por el pueblo
salvadoreño y que él se veía forzado a seguir la opinión
pública". Coincidía esta actitud con el juicio del político
salvadoreño don Antonio Grimaldi, ya citado: "que no
deseaba la unión con un hombre tan ignorante y cruel co-
mo don Rufino".
— 451 —
decido en el carácter de delegado de la suprema jefatura
militar de Centro América, que estoy ejerciendo.
— 452 —
cer por ahora sobre ese asunto. Por eso fue que no pedí
autorización al Congreso; deseo que no se precipite y que
aguarde cuatro días que necesito para reunirlo de nuevo.
U. no debe tratarme como enemigo, porque no lo soy ni
quiero serlo; por lo mismo tampoco debe tomar una acti-
tud hostil como la de mandarme al General Menéndez a
quien Ud. mismo acaba de reputar como a enemigo propio
y de mi administración. Conforme habíamos convenido,
mañana deben salir de aquí los Señores Ministros Melén-
dez y don Narciso Aviles para hablar con Ud. y por lo mis-
mo que Ud. tiene poder yo deseo que los espere, en lo cual
nada pierde y que dando lugar a la prudencia, no precipi-
te los acontecimientos. Su afectísimo amigo".
"He
escogido a estos amigos principalmente porque sé
que ellosle inspiran toda confianza y que no dudará U.
de lo que le comuniquen como ya le está sucediendo con-
migo, a pesar de las pruebas que siempre le he dado de
mi sinceridad.
— 454 —
"Consérvese U. bien y ordene a su afectísimo amigo
y S. S. — Rafael Zaldívar".
— 455 —
.
— 456 —
manifestaciones populares que me dice ha presenciado en
la capital de El Salvador, ha pensado que la forma en que
se ha propuesto el asunto, no es conveniente, yo tengo jui-
cio contrario; y juicio contrario tendría también V.E. ob-
servando el espíritu de las grandes manifestaciones popu-
lares habidas en esta capital y pueblos departamentales,
como las habidas en la sección de Honduras.
— 457 —
con que se me atribuyen conceptos que no he consignado
en ninguna parte", y declarándole que está dispuesto "a
no mezclarse en nada que afecte a la libertad e indepen-
dencia que deben tener estos pueblos centroamericanos pa-
ra darse la forma de Patria y de gobierno que mejor les
plazca".
— 459 —
El Congreso hondureno declaró su adhesión el 7 de
marzo, pero hubo disidentes de importancia. El Dr. Adol-
fo Zúñiga, conocido por su ardiente unionismo, fue el úni-
co que protestó en el Congreso contra la violencia de Jus-
to Rufino. Zúñiga había estado en Guatemala en septiem-
bre de 1884 en la comitiva de Bográn; vio de cerca la
cruel y sangrienta represión que hacía Justo Rufino en Oc-
cidente con pretexto del conato revolucionario que había
dominado ya, y se llenó de horror. Con un hombre que
así justificaba los sobrenombres de Pantera
y panterismo
con que sus conciudadanos le apodaban a él y a su siste-
ma, no se iría a nada bueno. Zúñiga no pudo guardar en
su generoso pecho la rebeldía que soliviantaban en su al-
ma de hombre libre aquellos atropellos a la dignidad y jus-
ticia humanas, y dejó escapar expresiones de censura. Jus-
to Rufino lo supo, manifestó su disgusto contra Zúñiga,
y
desde entonces profunda sima separó al demócrata since-
ro del dictador vitalicio.
— 460 —
Consciente de la tempestad que había suscitado, acudió
a su medio favorito para sosegar a los asustados centroa-
mericanos: enviarles promesas y pretextos de que sus in-
tenciones eran inocentes y aún provechosas para ellos.
Creyó, engañado, que este método sería eficaz para el res-
to de los centroamericanos, porque los guatemaltecos apa-
rentaban aceptar como ciertas sus razones las más opues-
tas a la verdad, y como sinceras sus promesas desmenti-
das siempre con los hechos.
— 461 —
proclamaría una idea que en cuanto esté triunfante, ha de
hacer imposible todo gobierno que no sea el de la ley y
la opinión".
— 462 —
los nicaragüenses que estaban por ser despachados a sus
destinos. Cuando el valido se presentó, confesando supli-
cante que no había cumplido el mandato, Barrios le incre-
pó duramente:
—
¡Así nada podemos hacer: la situación es grave y
exige toda actividad y energía; el que no pueda hacerlo,
que se retire!
Y a continuación:
—
Vea señor Meza, vaya al Ministerio y hace inme-
diatamente esos despachos.
—¡Fírmelos usted! —Y
después de firmados Re- — :
— 463 —
Desde su llegada a Guatemala el Ministro Hall empe-
ña toda su influencia oficial con objeto de evitar el con-
flicto. Leyó a Barrios el cable en que el Departamento
de Estado fijaba la conducta a que se sujetaría en la cri-
sis. Esta actitud de los Estados Unidos causó honda im-
presión en Justo Rufino, como lo observó e informó el Mi-
nistro. Fue para el Patrón una inesperada sorpresa; todas
las oposiciones lo fueron, como quien no está acostumbra-
do a ninguna.
Ante semejante obstáculo, Rufino cambia de táctica;
ya no hablará de conquista, sino de proteger a los pueblos
para que libremente hagan sus proclamaciones y declaren
sus simpatías para la unión. Al Ministro le asegura que
no tiene intención de invadir los Estados vecinos; pero que
envía ejércitos a la frontera "con objeto de apoyar movi-
mientos en favor de la unión''.
— 464 —
circulación de partes cifrados. Hall cree que de haberlo
visto Barrios, no hay invasión a El Salvador y todo se arre-
gla en paz. Pero esto era desconocer al Patrón: puesto
en cumplir sus antojos nada lo detenía.
— 465 —
Capítulo XXXV.
"EL PATRÓN SE HA CAÍDO !"
Meza
se quedó lelo ante semejante disparate. No ati-
nó que se proponía Justo Rufino. Otro cortesano viejo
lo
hubiera encontrado la solución inmediatamente. Pero co-
mo los adulones conocen su camino por el olfato, el secre-
— 467 —
.
tario dio pronto con él, y contestó más por instinto que
ñor cálculo:
por
—
General, nadie conoce mejor que yo sus patrióticos
propósitos, por esto no estoy de acuerdo con usted. Ese
cambio de jefe en estos momentos en que están tan avan-
zadas las cosas y cuando ya el ejército organizado se mue-
ve a la frontera, sería imprudente y sembraría el descon-
cierto en las filas unionistas.
— 468 —
nazaba con declarar traidor a la gran causa de la naciona-
lidad y sujetos a responsabilidad según la naturaleza de
los actos que ejecuten a toda persona de carácter oficial o
privada que se declare contra La unión y se oponga a sus
operaciones y trabajos y los embarace de cualquier modo?
— 469 —
ce: bien está Roma donde
está. He externado atrevida-
mente lo que pienso, perousted lo ha querido, señor Ge-
neral: la idea de unión eshermosa, nadie lo niega... Voy
a hacerle estas preguntas al amigo: ¿Se ha cansado us-
ted de la vida? ¿Olvida a la Patria y a la familia?
— 470 —
su criado la vasija ya vacía, clava una profunda mirada
de dolor en los seres que lloran su partida tras los hierros
de la ventana, monta a caballo y parte... Ya no las vol-
vió a ver nunca jamás!
— 471 —
se hizo general. Los salvadoreños, no tan bien armados
como sus adversarios, hubieron de retirarse.
El informe de aquel combate improvisado, llegó a Jus-
to Rufino cuando comía. Al oírlo comentó:
— 472 —
bía ofrecido, ha guardado hasta donde le ha sido dable la
actitud de estar a la expectativa y de no ejecutar actos de
invasión; pero hoy que al mismo tiempo que por parte del
gobierno del doctor Zaldívar se le calumnia y se calumnia
a Guatemala en todos los tonos y por todos los medios po-
sibles, clamando que va a ser atacado e invadido, es él
quien provoca y hostiliza material y abiertamente, quien
invade el territorio de Guatemala y quien viene a come-
ter en éste por medio de sus trapas y de su orden, depre-
daciones y actos sanguinarios e inicuos, la defensa y con-
servación de este país y el honor y la dignidad naciona-
les, obligan al señor Presidente Barrios a cambiar de ac-
titud y exigir que Guatemala se coloque en el terreno en
que el mandatario del Salvador la hace forzosamente co-
locarse. Mi gobierno protesta, pues, por los abusos, ase-
sinatos y demás crímenes que contra guatemaltecos se han
cometido ya y se siguen cometiendo por el gobierno de El
Salvador y por sus tropas y agentes, así como también por
Ja invasión que ha hecho del territorio de Guatemala y
que estima, como lo son en realidad, gravísimos ultrajes y
positivos agravios... Mi gobierno tiene testimonios abun-
dantes e irrefutables, que podrá publicar en cuanto al ca-
so lo requiera, de la buena intención con que se prestó a
prometer y cumplir que no tomaría la iniciativa en rom-
per las hostilidades, que no invadiría ni atacaría mientras
no fuera invadida o atacada esta República o la de Hon-
duras; y a mantenerse, con tal que no se empezase la agre-
sión contra ellas, en espera de la solución que se indica-
ba, que sin efusión de sangre podía tener el asunto de la
— 473 —
El Gral. guatemalteco Pimentel debía atacar al sal-
vadoreño Monterroso; pero, lejos de hacerlo, se situó a su
frente en posición ventajosa. Monterroso, como es natu-
ral, tampoco abandonó sus trincheras para estrellarse con-
tra su bien colocado enemigo. Cuando Justo Rufino supo
que ambos se respetaban, los comparó en su lenguaje de
gallero, a dos gallos que levantan golilla pero no acome-
ten:
— 474 —
ahora le toca su turno. Va usted a reforzar las tropas del
Gral. Santiago Pimentel que se encuentra en muy mala
posición y espero en su buena actuación. Llegue usted a
Hueveapa; el coronel Carmen Cruz, que tiene a sus órde-
nes las reservas, le dará a usted cuatrocientos hombres y
con ellos se dirige usted a auxiliar a Pimentel.
— 475 —
En esta posición se hallaban cuando les llamó la aten-
ción las rechiflas y burlas que hacían los soldados de la
Guardia de Justo Rufino. Motivaba esta mofa el desaira-
do papel que representaba un oficial que ascendía la cues-
ta al galope, caballero en una muía y con la silla a punto
de escurrirse por las ancas de la bestia. Mal síntoma, tal
escarnio de soldados para un oficial y frente al enemigo.
Aquel ejército no estaba tan bien domesticado como la po-
blación civil de Guatemala. El oficial se cuadró ante Jus-
to Rufino, y concedida la venia, dijo:
—
Señor, me
manda a comunicarle el coronel Jirón que
los jalapas no quieren pelear, y le pide órdenes para fusi-
lar a dos o tres de los insubordinados para hacerlos entrar
en acción.
— ¡Silencio!
— 476 —
;
—
Rufino, encárgame a mí el Batallón, nómbrame je-
fe,conmigo entrarán gustosos, tú no debes abandonar tu
puesto y exponerte....
— 477 —
Se detuvo en un lugar llamado "Río del Molino'' don-
oe guardián le dio algunos informes; salió manos a bo-
el
ca delante de las primeras casas de Chalchuapa. Las trin-
cheras se veían de frente y a los costados. Diríase que
había caído en una emboscada si el enemigo no siguiera
inmóvil en sus reductos. Justo Rufino ordenó el ataque;
y mientras los valientes jalapeños, desplegados en guerri-
lla, acometían de frente, él fue a situarse hacia la izquier-
da en una eminencia donde había grandes peñas, árboles
de mango y un mísero rancho. Desde allí dominaba las
trincheras enemigas y Casa Blanca, el centro del asalto;
pero a él también lo veían desde la línea salvadoreña, y
destacado sobre su yegua blanca podía ser el blanco de
los tiradores enemigos. En el pequeño altosano donde se
había situado silbaba ya el balerío y tronaba el espacio con
el fragor de la batalla. El instinto de conservación des-
pertó en Justo Rufino, y para esquivar mejor el cuerpo, se
inclinó sobre el cuello de su cabalgadura.
— 478 —
Su cadáver fue trasladado a Guatemala. Se le hizo
un suntuoso entierro, y la mejor oración fúnebre que se
le dedicó fueron estas palabras del Diario Intimo de Enri-
que Guzmán, el único liberal a quien no pudo domar*
APÉNDICE A
EXPOSICIÓN DIRIGIDA AL SR. GENERAL DON
MANUEL L. SARILLAS, ENCARGADO DE LA
PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA.
Señor General Presidente:
— 479 —
Cree y espera que eso que se llama política exterior
no será ya, en lo sucesivo, el tradicional sistema de odio-
sas intervenciones en la Repúblicas vecinas; intervencio-
nes que cuestan al país el dinero que ya no tiene y los
hombres que necesitan de su naciente agricultura; inter-
venciones que tan sólo son eficaces para recrudecer mal
extinguidos rencores y que, cualquiera que sea el pretexto
con que se emprenden, implican siempre una coalisión ar-
mada de jefes audaces y codiciosos, a fin de eternizarse en
el poder y de explotar por largo tiempo y con más segura
impunidad a los pueblos indefensos.
— 480 —
ministración, no habrá un solo ciudadano que aspire a re-
producir las dolorosas escenas del pasado.
— 481 —
.
Luis Arrechea, José Azmitia, Santiago Azmitia V., Maria-
no Estrada, Licenciado Manuel J. Alvarado, Félix Girón,
Crisanto Valenzuela, Licenciado Francisco Medina, Doctor
Gustavo E. Guzmán, Lie. Joaquín Macal (3), Licenciado
José María Escobar, Lie. Domingo J. Quevedo, Manuel de
Bengoechea, Licenciado Felipe Enriquez, Dr. Samuel Gon-
zález, José Julio Beteta Ramírez, Ingeniero José Irunga-
ray, Licenciado Damián Ortíz, Manuel R. Molina, Alejan-
dro M. Sinibaldi (4), Rafael Gallardo, Jorge Zepeda, Car-
los Valle, Doctor Jorge Arrióla, Pastor Guerrero, Lie. J.
Ramón Solís, Macario Aragón, J. Buezo, J. Valentín Ro-
das, P. Ramón Cáceres, Silvio Mayorga, Exequiel Moreno,
José Esteban Sánchez (5), Doctor David Luna, Antonio Ló-
pez, Ignacio Castro, Daniel Orellano, P. E. Obando, Lean-
dro Rojas, Doctor Pedro Molina Flores, Licenciado Fran-
cisco Porras (6), Eduardo López, Notario Manuel F. Ariza,
J. D. Ariza, Luis Ramírez, Miguel Tomé, Ramón Guzmán,
Ramón López, Domingo Alvarez, Agustín Meneos (7), Juan
J. Marquina, Manuel Moya, Salvador Herrera, Licenciado
N. Larrave, Francisco Samayoa, José Martínez, Viviano
Gordillo, Mariano Noriega, Doctor Felipe Barraza, J. M.
Cuirola, Rafael Contreras Centeno, Lie. Federico Salazar,
Licenciado Dámaso García, Carlos Rodríguez, Miguel Mo-
lina, Antonio Herrera P., Doctor Juan J. Ortega, Andrés
Díimas, Rafael Spínola, C. A. Alegría h., Juan Estrada R.,
-Francisco Monterroso, Licenciado Vicente Carrillo, Manuel
J. Beteta Castellanos, Licenciado Manuel Rodríguez, Juan
de Jesús Ortíz, Doctor Domingo Rodríguez Castillejo. Li-
cenciado Juan Francisco Saravia, Miguel Prado, Notario
Juan Miguel Rubio, Licenciado Marcial García Salas José
María Villalobos, José María Monterroso, Salvador Urrue-
la, Eugenio Silva, Javier Lara, Licenciado Manuel Anto-
— 482 —
nio Herrera (8), Carlos F. Guzmán, Carlos F. Irigoyen,
Doctor Salvador Chevez (9), Lie. Manuel Estrada Cerezo,
Bernardo Rivera Cabezas, Lie. Antonio Colón h., Juan J.
Matheu, Julián Paz, José Pinetta, Jorge Pinetta, Luis Va-
lenzuela, Roberto García, Lie. Ángel Zúñiga, Pedro Arena-
les, Alberto Meneos, Lie. Pedro Rubio P., Miguel Gonzá-
lez V., Alejandro Ramírez, Carlos Taracena, Salvador Mi-
lera, V. Flores, Manuel Barillas, Doctor Manuel Monge, Mi-
guel Mendoza, Lie. Emilio Gálvez, Dr. Isaac Sierra, Anto-
nio Rouselin h., J. R. de la Cruz, León Yela, Enrique Gar-
dos, Gabriel Silva, Jesús Guevara, M. Spínola, Lie. Rafael
Ariza, Gregorio V. Yela, Carlos Ramírez, Notario Miguel
Solares, Vicente Casado, Andrés Solórzano, José Sama-
yoa, F. T. Tejada, Antonio Arrivillaga B., Miguel Montal-
ván, Salvador Bolaños, José González Pilona, León Bola-
ños.
URBANAS
Según Actual-
matrícula mente.
(1-2)Casas de altos en la esquina del
Mercado en donde está el Hotel Uni-
versal 80,000 80,000
3-4 Casas de dos pisos 6^ A.S. N<? 41 18,000 18,000
5 Casas en la 13^ C.P. N<? 3 1,000 1.000
6 " " " 11 C.N. N9 15 9,000 9000
7 " " " 7 C.O. N<? 15 8,500 8,500
8 Una en el camino del Guarda Viejo 6,000 6,000
9 Otra en el Barrio de la Libertad 2,000 2,000
10-11 Dos en la antigua casa de la Ne-
vería del Carmen 23,300 23,300
12 Una casa en Quezaltenango 10,00 10,000
— 483 —
RUSTICAS
13 La Finca la Majada Jurisdicción de
Mixco 8,050 16,100
14 " " "Los Tarros"
jurisdicción
de Cotzumalguapa (Escuintla) 23,000 46,000
15 " " llamada "Rodeo" del In-
cienso (Guat.). 4,000 8,000
16 " " "Paso Antonio'' en Es-
cuintla 8,000 16,000
17 " " "El Barón" 8,000 16,000
18 " "Primavera" en S. Cristó-
*
— 484 —
33 Una casa en Quezaltenango calle San
Nicolás 4,000
34 Fincas en sociedad con don Felipe Már-
quez en las islas "El Mico" y Quirigua
en Izabal 30,000
35 Finca en sociedad con don Ramón Murga
"El Ingenio'' de Arrivillaga (Amatitlán) 100,000
36 EE. UU. Una casa en Nueva York 300,000
MOBILIARIO
37 En alhajas y muebles 300 000
;
DERECHOS Y ACCIONES
39 Participaciones sociales en 8000 vales do-
tados, en que es su agente don Felipe
Márquez $ 400,000
40 Producto de 60.000qq. de café que expor-
tó este año a $ 10 liquidado 600,000
41 Producto de beneficio y venta de ganado
en este año, de sus haciendas 100,000
42 Producto de panela y otros artículos de
sus fincas 50,000
43 Id. de sal de sus salinas 10,000
44 Por $ 500 diarios que indebidamente le
pagó la Administración de Licores en es-
te año 45,000
45 Por $ 200 diarios que le pasaba la paga-
duría militar y cien el Cuerpo de Arti-
en este año
llería 27,000
46 Por acciones en el Banco de Occidente 30,000
47 " " Ferrocarril de Champerico con-
cedidas gratis por no indemnizar propie-
dades particulares y dar todo el apoyo
debido 110,000
48 Por acciones en el Ferrocarril del Sur,
como el anterior 56,000
49 Por acciones en el Ferrocarril Urbano,
como el Precedente 12,500
50 Por utilidades en las empresas de vales;
ferrocarriles, Bancos, etc., en este año 100,000
51 Por gastos extraordinarios de representa-
ciones de mas o indebidamente que se hi-
zo entregar este año 25,000
— 485 —
52 Por el producto de una excelente caba-
llería que tenía y que se realizó poco ha...
53 Por el producto de un almacén de mag-
níficos licores y comestibles en su casa,
que se realizó poco ha...
54 Por tributo feudal que le mandó en el
primer trimestre de este año el Presiden-
te Zaldívar 45,000
55 Por acciones en la C. de Agencias de San
José y Champerico, además los $ 25.000
anuales que le pasaban...
56 Por utilidades en la|s contratas con el
Gobierno, por medio de su agente Már-
quez en este año...
57 Sus sueldos entiéndese que servían para
gastos de Casa...
58 Por participación en sociedad en el Alma-
cén de Licores y Conservas de don Anto-
nio Melgarejo, sin pagar impuestos adua-
neros de importación. En el presente
año 25,000
59 Por acciones en el Hipódromo...
MINUTA
DE LOS NEGOCIOS, O RENTAS CON QUE FORMO SU
HABER Y SUS MILLONES EL GENERAL JUSTO RUFINO
BARRIOS QUE TIENE EN LOS BANCOS EXTRANJEROS,
PONIENDO LOS VALORES POR CÁLCULOS
APROXIMATIVOS.
1 La renta diaria de la Admon. Gral. de
Licores de $ 500 desde julio de 1873
aproximadamente $ 2.400,000
2 La misma desde julio de 1871 a la fe-
cha que precede, de la Admon. Central
de Occidente 50,000
3 Las diferentes cantidades mandadas traer
por sus ayudantes: l 9 a la dicha Admon.
Central y departamentales de Occidente:
2 9 a la Tesorería Gral. de Rentas Comu-
nes; y 3 9 a la Admon. Gral. de Licores de
]a Rpca. aproximadamente 4.000,000
4 Los $ 50.000 con que lo agració la A.
Constituyente 50,000
5 Sus sueldos de Teniente General l 9 y
después de Presidente con gastos de Re-
— 486 —
presentación del Ejecutivo 240 000
6 Sus exportaciones de café por 10 años
hasta el año de 1884 4.000,000
7 Sus beneficios de ganado sin pagar im-
puesto por 10 años 1.000,000
8 Su venta de panela y otros productos de
fincas por 14 años 800,000
9 Desde 1873 los $ 25.000 anuales que le
pasaba la C. Agencias de San José y
Champerico 300,000
10 Los $ 300 diarios desde 1871 que le saca-
ban extraordinariamente del presupuesto
militar 424,000
11 El tributo feudal que le pasó por 9 años
el Presidente Zaldívar, sin contar con los
meses de 1885 a $ 200,000 anualmente 1.800,000
12 El que le pasó Soto de Honduras en ta-
baco, ganado, sin pagar exportación por
$ 60.000 anuales y luego Bográn en di-
nero, en 9 años $ 540,000
13 Los dividendos sobre el ferrocarril del
Sur 30,000
14 Los dividendos sobre el ferrocarril de
Champerico 60,000
15 Los dividendos sobre el ferrocarril Ur-
bano 10,000
16 Las cantidades que se percibió del gran
capital de la Carretera al Norte, y por
medio de Contratas con sus socios y agen-
tes 200,000
17 Grandes cantidades que se hizo llegar del
Banco Nacional, de los bienes de Desamor-
tización 500,000
18 De los bienes de Redención de Censos 200,000
19 Por valores de baldíos y redenciones que
directamente le entregaban los interesa-
dos 300,000
20 Por cuotas negativas por no ponerles es-
tancos de chicha y aguardientes a algu-
nos pueblos indígenas 100,000
21 Por cuotas de excusas de ir algunos pue-
blos a trabajar a los ferrocarriles en que
lo mismo lucraban algunos Jefes Polí-
ticos 100,000
22 Productos de sus salinas en Sta. Eula-
lia, Depto. de Huehuetenango, producién-
dole líquido $ 20 diarios a él y también
— 487 —
a los agentes 100,000
23 Producto de las salinas de Magdalena en
el Quiche 20,000
24 Participación en sociedad con don Anto-
nio Melgarejo, en su almacén de licores
y conservas sin pagar derechos adua-
neros 100,000
25 Participación en varios negocias con D.
Felipe Márquez 100,000
26 Participación en destilación del Ingenio y
otros negocios con D. Ramón Murga 100,000
27 Participación en vales del Banco Na-
cional 500,000
28 Lo mismo en vales del Tesoro 200,000
29 En conmutas que le quedaban por indulto
de reos y a veces por suscripciones a los
pueblos 100,000
30 Participación en negocios con don Flo-
rentín Souza, de artículos de exportación
e importación, por Champerico 30,000
31 Participación en negocios con personas de
Retalhuleu y Quezaltenango 50,000
32 Por suscripciones de dinero mandadas le-
vantar a varias poblaciones de la República 100.000
33 Participación en negocios de exportación
e importación con comerciantes de Gua-
temala 100,000
34 Por ahorros en los pagos de administra-
dores, mayordomos y caporales de sus fin-
cas y negocios, que salían en el presu-
puesto militar 1.000,000
35 Por ahorros en los mozos de los mismos
puntes, con motivo de cumplir allí sus tra-
bajos de camino de ley, abonándoles úni-
camente medio real diario con menosca-
bo de la Hacienda Pública 1.000,000
36 Por exoneraciones en los pagos que debía
hacer en sus maquinarias de fincas, su-
yas y de sus socios Dhos 100,000
37 Ganancias en sociedad de distracción a
las peleas de gallos 300,000
38 Ganancias en sociedad en otros juegos de
recreo, V. G. con los Presidentes de El
Salvador González y Zaldívar en asocia-
ción de Dueñas en sus entrevistas y otros
muchos en Guatemala, de enormes canti-
dades lo propio que a los Presidentes Me-
— 488 —
dina, Soto y Bográn de Honduras 400,000
39 Ganancias como las anteriores de diver-
sión a las carreras de caballo 100,000
40 El año de 1884 vendió una casa en la ca-
lle principal y donde está construyéndose
la casa del Banco Internacional a Dña.
Sara de Zaldívar 31,000
41 Otra frente a la Comandancia de Armas
a don Mariano Barrios 9,000
42 Por gastos de representación tomados de-
más de los que expresa el presupuesto,
en doce años 400,000
43 En participación de ciertos negocios lucra-
tivos con el Jefe Político Cajas y suceso-
res de Huehuetenango. El Jefe Político
Socorro de León de Suchitepequez; y el
Jefe Político Monterroso de Retalhuleu 200,000
44 Por los obsequios, ovaciones y besamanos
desde julio de 1871 1.500,000
45 Tiene también algunos créditos activos...
46 Y también algunos créditos pasivos.
47 Los Potreros del "Suchate" por la Barra
de Ocós en el departamento de San Mar-
cos, comprados por el Señor General Ba-
rrios, hace algún tiempo...
48 Por utilidades en las operaciones con los
fondos del Ferrocarril del Norte en el In-
terior y Exterior...
— 489 —
ORDEN CRONOLÓGICO DE LOS
PRINCIPALES SUCESOS.
1835. — 19 de julio. Nacimiento de Justo Rufino Barrios.
1359. —Barrios recibe el grado de Bachiller en Filosofía.
1862. —Barrios recibe el título de Notario Público.
1862-66. — Barrios ejerce el notariado en San Marcos.
1867. —Aventura de Barrios con la hija del Corregidor
Zelaya.
—3 de agosto. Primer intento revolucionario de Ba-
rrios.
1868. —Pequeñas invasiones de Barrios cerca de fronte- la
ra de México.
—Destrucción e incendio de El Malacate, finca de Ba-
rrios.
—Peregrinación de Barrios por sur de México. el
1869. — Mayo. Cruz y Barrios invaden Guatemala.
—6 de diciembre. Cruz y Barrios son derrotados en
Huehuetenango. Barrios resulta herido en una
pierna.
1870. — Enero. Barrios
—23 de enero. fugitivo a San Lorenzo.
llega
Derrota y muerte de Cruz en Pa-
lencia.
— 18 de febrero. Sale destierro don Miguel Gar-
al
Granados.
cía
—Prisión de Barrios en Chiapas y Tuxtla.
—García Granados consigue armas.
1871. — 28 de marzo. Barrios invade Guatemala.
— 8 de mayo. García Granados lanza su primera pro-
clama.
—10 de mayo. García Granados y Barrios ocupan
— 15 San Marcos.
de mayo. Combate de Retalhuleu. Los revo-
pegan fuego a
—29 lucionarios
de mayo. Triunfan
ciudad. la
revolucionarios en La-
los
— yguna
1
Seca.
2 de Los revolucionarios ocupan
junio. pacífi-
camente Antigua Guatemala.
la
—3 de Acta de
junio. Los facciosos se dan
Patzicía.
el título de "Falange Libertadora". El Presiden-
te Cerna sepone al frente del ejército.
—6 de junio. Los revolucionarios ocupan pacíficamen-
te Quezaltenango.
—23 de junio. Derrota de Cerna en Coxón o Tierra
Blanca.
—29 de junio. Cerna es derrotado otra vez en San
Lucas.
— 490 —
—30 de junio. Los revolucionarios entran victoriosos y
sin resistencia a Fin de
la capital. revolución.
la
—24 de Barrios sale a Quezaltenango a tomar
julio.
posesión de la Comandancia General de las Armas
de la zona de Occidente.
— 13 de agosto. Justo Rufino expulsa a los Jesuitas de
Quezaltenango.
— 28 de agosto. Los sublevados de Oriente intentan apo-
derarse de Santa Rosa.
— 4 de septiembre. Los Jesuitas salen de la capital
expulsados de la República.
—24 de septiembre. Termina la revolución de Oriente
con las derrotas de Santa Rosa y Cerro Gordo.
— 17 y 20 de octubre. Expulsión del Arzobispo Pinol
y Aycinena y del Obispo Ortiz Urruela.
— 11 de diciembre. Se convoca una Asamblea Nacional
Constituyente.
—
1872. 24 de enero. Los gobiernos de Guatemala y El Sal-
vador hacen alianza para combatir al Gral. José Ma-
ría Medina, presidente de Honduras.
— 10 de marzo. Se instala la Asamblea Nacional Cons-
tituyente. Barrios es uno de los diputados.
— 8 de mayo. Barrios se encarga interinamente de la
presidencia de la República por primera vez. Guate-
mala declara la guerra a Honduras.
— 7 de junio. Decreto de extinción de todas las órde-
nes religiosas y confiscación de sus propiedades.
— mayo-junio. Institución del castigo de la flagela-
ción con vergajos de toro y ramas de membrillo co-
mo recurso político.
— 10 de junio. García Granados reasume el Poder Eje-
cutivo.
—28 de diciembre. García Granados renuncia ante la
Asamblea Nacional Constituyente. Esta no acepta
la renuncia.
—De enero. García Granados deposita por segunda vez
1873.
presidencia en Barrios.
la
—Febrero. Misión de Mérida a Centro América.
— 12 de marzo. Se decreta desafuero del
el clero.
— 15 de marzo. Se decreta libertad de conciencia.
la
—28 de marzo. García Granados reasume presiden- la
cia.
—29 de marzo. Convoca a elecciones.
de junio. Justo Rufino Barrios toma posesión en
propiedad de la presidencia de la República de Gua-
temala.
— 491 —
I
— 492 —
l
— 493 —
— 14 de marzo. Barrios acepta y Asamblea declara la
popularmente y toma posesión.
electo,
1881. — Se organiza policía en
la la capital.
—28 de El matrimonio
abril. deberá celebrarse
civil
con prioridad a otro.
1882. —Junio. Viaje de Barrios a Estados Unidos para
los
arreglar límites con México.
los
— 12 de agosto. Entrega Barrios a México los territo-
de Chiapas y Soconusco.
rios
—Septiembre-noviembre. Viaja Barrios por Europa y
regresa a Guatemala.
—29 de diciembre. La A. N. L. sanciona entrega la
de los territorios.
1883. — 5 de enero. Barrios reasume presidencia.
la
—4 de Inauguración del
julio. de Champe-ferrocarril
ricoa Retalhuleu.
—La A. N. no admite renuncia de Barrios a
L. la la
presidencia.
1884. —23 de marzo. Se entrevistan en Mongoy Barrios,
Zaldívar Bográn.
— 13 de y Estalla bomba del Teatro, y se
abril. la inicia
el proceso.
— 4 de julio. Barrios deja en libertad a los procesados
por la bomba.
— 19 de julio. Barrios celebra su cumpleaños con la
llegada de la primera locomotora a la capital de Gua-
temala.
— Septiembre. Cruel represión de Occidente.
— Septiembre. Entrevista de Barrios. Zaldívar y Bo-
grán en Retalhuleu.
1885. — 28 de febrero. Decreto por el cual Barrios proclama
la unión centroamericana y asume el carácter de Su-
premo Jefe Militar de Centro América.
— 2 de abril. Batalla de Chalchuapa y muerte de Ba-
rrios.
—3 de abril. La A. N. L. deroga el decreto del 28 de
febrero.
—6 de abril. Entierro de Barrios.
El Patrón. Bibliografía.
— 494 —
pédico de la República de El Salvador, tomo V. pg.
391.
— 495 —
Documentos sobre el mismo asunto en García, Dic. T, I.
pgs. 424, Antecedentes de
artículo: la guerra entre
El Salvador y Guatemala, 1876.
Escobar (Esteban). —
Biografía del Gral. D. Pedro Joaquín
Chamorro. 1818-1890. Managua 1935.
Gallegos (Salvador) Memorias. —
Publicadas en "La Pren-
sa" de San Salvador, 1935.
Gámez —
(José Dolores). Apuntamientos para la biografía
de Máximo Jerez, 2^ edición, Managua 1893.
García (Miguel Ángel). — Diccionario Histórico Enciclopé-
dico de la República de El Salvador. Artículo: Ba-
rrios, Justo Rufino. T. V. y tomo I Art. antecedentes
de la guerra de 1876.
Grimaldi (Antonio).— Biografía del Dr. Céleo Arias. Te-
gucigalpa, 1931.
Imparcial (El). —
La vida política del reformador en procla-
mas, manifiestos, decretos. Número del 19 de julio
de 1935.
Martínez (Ignacio). —
Una buena pintura. Rasgos biográfi-
cos de Barrios. Apud "Viaje Universal".
Memorias de Relaciones Exteriores de la República de Ni-
caragua, años de 1877 y 1879.
Meneos F. (Agustín). —
Diez Artículos sobre la revolución
de 1871. Apud García, Dic. pg. 395.
Mensajero de Centro América. (El) Cuestiones entre Guate-
mala y México Colección de artículos. Guatemala,
1895.
Meza (Rafael). Campaña Nacional de 1885. San Salvador,
1911.
Medina (Dr. Pedro) —
Pensamiento filosóf ico-políticos. Gua-
temala 15 de septiembre de 1877.
Montúfar (Lorenzo). —
Polémica con Barrundia.
Muñoz S. J. (Luis Javier). —
Notas históricas sobre la Com-
pañía de Jesús restablecida en Colombia y Centro
América 1842-1914. Año 1920.
— 496 —
Páginas tristes. — Se refiere el asesinato de la Municipali-
dad de Retalhuleu. Apud Dic. de García, t. V. pg. 519.
Pérez S. J. (Rafael). —
La Compañía de Jesús en Colombia
y Centro América Tercera y cuarta parte. Valladolid,
1898.
Revista del Archivo y Biblioteca Nacionales. Tegucigalpa,
Agosto de 1940, N<? 2
Revista del Departamento de Historia y Hemeroteca Nacio-
nal. San Salvador agosto de 1939.
Revolución (La) de 1871, sus promesas y el modo de cum-
plirlas, por un Republicano. Guatemala, 1894. Apud
Dic. de García, t. V., pg. 374.
Rodríguez Cerna (José). —
Nuestro Derecho Internacional.
Sinopsis de tratados y anotaciones históricas. 1821,
1837. Guatemala 1938.
Rubio (Casimiro D.) —
Biografía del Gral. Ju:to Rufino Ba-
rrios, reformador de Guatemala. Recopilación histó-
rica y documentada. Guatemala 1935.
Salazar (Ramón A.) —
Justo Rufino Barrios. Discurso pro-
nunciado el 2 de abril de 1892. Apud 'El Tiempo Vie-
jo. Recuerdos de mi juventud". Guatemala, 1896.
Salgado (Félix). —
Compendio de Historia de Honduras.
Sanabria M. (Víctor). —
Primera vacante de la diócesis de
San José, San José, 1935.
Sánchez (Manuel Elíseo). —
Memorándum referente a va-
rios pasajes de mi vida. Inédito.
Soto (Santos). — Exposición y documentos, sobre cómo se
hizo el proceso de la bomba. 1885-6. Apud García,
Dic. t. V., pg. 317 y siguientes.
Unión (La-nacional).— Artículos de "El Centro America-
no", 5 y 7 de abril de 1883.
Uraga (José López) — Réplica de J. L. Uraga a José Rufino
Barrios, San Francisco, 1848. Cal.
Valladares (Manuel). — Apuntamientos sobre el Gral.
Justo Rufino Barrios y su gobierno. Publicados en
La Reforma Social, Habana, 1923.
Vargas (Dr. Francisco). —
Médico de Barrios. Lo acompañó
en la guerra de 1885. Reportaje que dio a "El Libe-
ral Progresista". Núm. del 19 de julio de 1935. Gua-
temala.
Vega — Justo Rufino Barrios y su obra. Santa
(José Luis).
Ana, 1935.
Verdad (La — Por "Unos amigos de verdad".
histórica). la
Apud. Dic. de García, pg. 300.t. V.,
Villacorta C. Antonio). — Curso de Historia de
(J. Amé- la
rica Central. Guatemala, 1915.
— 497 —
Voz (La del Nuevo Mundo). Editoriales de Folleto). — San
Francisco, septiembre de 1883.
Washington Post. — El Presidente Barrios. Un bosquejo de
su vida y la conducta que se le atribuye como dic-
tador. Traducido por "La Tribuna" de León y repro-
ducido por "El Diario Nicaragüense'" 29 de marzo
de 1885.
Wild Ospina (Carlos). — El Autócrata. Ensayo político-so-
« cial. Guatemala 1929.
Zaldívar (Dr. Rafael).— Presidente de El Salvador, Corres-
pondencia con Justo Rufino Barrios.
Zavala (Joaquín). — Correspondencia con Justo Rufino Ba-
rrios Años 1879-1882. Inédita. Arqhivo de don Juan
José Zavala, Granada. ;
-.
— 498 —
ÍNDICE
pdg.
PROLOGO
CAPITULO I Un muchacho voluntarioso 16
Presidencia 115
APÉNDICE
Exposición dirigida al Sr. Gral. don Manuel L. Ba-
rillas,encargado de la Presidencia de la República 479
Bibliografía 494
:
EL PATRÓN, (Biografía de
Justo Rufino Barrios), es la
última obra que había perma-
necido inédita, del Dr. Pedro
Joaquín Chamorro Zelaya, fa-
llecido el 8 de Diciembre de
1952, y la tercera publicada
por su esposa e hijos, después
de su muerte.
Pedro Joaquín Chamorro Ze-
laya, investigador, historiador,
escritor, abogado, político y
periodista, escribió las siguien-
tes obras, muchas de un ex-
traordinario valor histórico
"El Matrimonio Civil" (Tesis
de Doctoramiento) (1918).
"Recuerdos de nuestra misión
a Roma" (1925).
"Entre dos Filos" (Novela ni-
caragüense) (1927).
"El Ultimo Filibustero" (Wi-
lliam Walker, novela históri-
ca) (1933).
"Límites de Nicaragua" (Su
formación histórico-geográfica
durante la Conquista y el pe-
ríodo Colonial). (1938).
"Biografía del Licenciado Je-
rónimo Pérez" (1939).
"Defensa y Refutación a la
obra del Dr. Rómulo E. Du-
ron" (Sobre límites de Nica-
ragua) (1941).
"Máximo Jerez y sus Contem-
poráneos" (Estudio histórico-
crítico) (1948).
"Sofonías Salvatierra y su Co-
mentario Polémico" (1949).
"Historia de la Federación de
Centroamérica" (1951).
"Fruto Chamorro" (Editado
después de su muerte en 1960).
"Enrique Guzmán y su tiem-
po". (Editado después de su
Dibujo: muerte en 1965).
CARLOS MERIDA T "El Patrón".. (Esta edición
Editorial y Lito ARTES GRÁFICAS concluida el año de 1968):