Este documento discute la ética profesional y la deontología. Explica que la ética se refiere a la conciencia personal mientras que la deontología establece normas de conducta para una profesión. También describe la diferencia entre principios éticos, que enuncian valores generales, y normas deontológicas, que guían el comportamiento en situaciones específicas. Además, analiza el propósito y contenido de los códigos deontológicos de las profesiones.
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Este documento discute la ética profesional y la deontología. Explica que la ética se refiere a la conciencia personal mientras que la deontología establece normas de conducta para una profesión. También describe la diferencia entre principios éticos, que enuncian valores generales, y normas deontológicas, que guían el comportamiento en situaciones específicas. Además, analiza el propósito y contenido de los códigos deontológicos de las profesiones.
Título original
Libro Ética Profesional y Deontológica- Reporte Lectura
Este documento discute la ética profesional y la deontología. Explica que la ética se refiere a la conciencia personal mientras que la deontología establece normas de conducta para una profesión. También describe la diferencia entre principios éticos, que enuncian valores generales, y normas deontológicas, que guían el comportamiento en situaciones específicas. Además, analiza el propósito y contenido de los códigos deontológicos de las profesiones.
Este documento discute la ética profesional y la deontología. Explica que la ética se refiere a la conciencia personal mientras que la deontología establece normas de conducta para una profesión. También describe la diferencia entre principios éticos, que enuncian valores generales, y normas deontológicas, que guían el comportamiento en situaciones específicas. Además, analiza el propósito y contenido de los códigos deontológicos de las profesiones.
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Juan Roger Rodríguez Ruiz
LA ÉTICA PROFESIONAL Y LA DEONTOLOGÍA
1. Ética y Deontología profesional
La Ética hace directamente referencia a la concien-
cia personal, mientras que la Deontología adopta una fun- ción de modelo de actuación en el área de una colectividad. La Ética general de las profesiones se plantea en términos de principios: el principio de beneficencia, el principio de autonomía, el principio de justicia y el principio de no maleficencia. El deontologismo plantea los temas éticos en términos de normas y deberes. Los principios se distinguen de las normas por ser más genéricos que estas. Los principios ponen ante los ojos los grandes temas y valores del vivir y del actuar, mientras que las normas aplican los principios a situaciones concretas. En términos generales un principio enuncia un valor o meta valiosa y las normas, en cambio, intentando realizar el principio bajo el que se subsumen, dicen cómo debe aplicarse un principio en determinadas situaciones. Tanto las normas como los principios son universa- les aun cuando el ámbito de aplicación de los principios sea más amplio y general que las normas específicas que caen bajo dicho principio.
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1.1 El concepto y el ámbito de la Deontología
Etimológicamente Deontología significa: todéon
(griego): lo conveniente, lo debido; logía (griego): conoci- miento, estudio. La Deontología es el estudio o la ciencia de lo debido, de los deberes. Si hablamos de Deontología profesional, sería el estudio de los deberes de cada profe- sión. La palabra la acuñó el filósofo inglés Jeremy Bent- ham (1748-1832), considerado como el padre de la filoso- fía utilitarista inglesa, en su obra Deontología o Ciencia de la Moral. Bentham entendió a la Deontología como el estudio de aquellas acciones que no están sometidas al control de la legislación pública. Separa el ámbito moral, donde se insertan los deberes deontológicos, del ámbito legal o jurídico, donde se insertan las leyes y normas jurídicas. Por ello la Deontología o deberes de una profesión se recogen en los códigos éticos o deontológicos. La intención de los códigos deontológicos de cada profesión es explicitar la dimensión estrictamente moral de una profesión, aquellos comportamientos exigibles a unos profesionales, independientemente de que estén o no recogidos en las normas jurídicas. Deontología significa, por tanto, la Ética de los deberes prácticos, basados en la acción libre de la perso- na y en su conciencia moral, y no en la reglamentación jurídica.
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1.2 Diferencias entre Ética y Deontología Al analizar el ámbito y fines de la Deontología nos encontramos con el tema de la relación entre Deontología y Derecho, para dejar muy claro que son dos campos o nive- les distintos. Uno es el campo de los deberes éticos o mora- les, expresados en la Deontología, que no tiene fuerza coactiva alguna, y otro es el campo de las normas jurídicas, que sí tienen fuerza coactiva y su incumplimiento es objeto de sanción. Lejos de pensar que la Deontología, por no tener esa fuerza coactiva, es más débil y menos importante que el Derecho, la realidad es que el ámbito ético o deonto- lógico cuenta con más fuerza y eficacia. Veamos lo que dicen los expertos. Hugo Aznar expresa que la autorregulación Ética, como los códigos éticos y otros instrumentos, puede ir mucho más lejos que el derecho en lo que a sus exigencias y planteamientos normativos se refiere, (...) puede exigir mucho más que el derecho porque puede imponerse mucho menos que este” . Quiere decir con ello que la autori- dad moral siempre es mucho más respetable y confiable que la autoridad que da la fuerza o la ley. La ley, con su capacidad coactiva, si no va acompañada de la autoridad moral de sus legisladores o administradores, aunque pueda aplicar penas, no tiene una fuerza real; en cambio, la autori- dad moral de la Ética puede prescindir de la fuerza coactiva. Es por eso que el incumplimiento de dichos códigos y la difusión pública de ello revisten una pena considerable para la persona o la institución infractora. Este es el caso de los
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comités de Ética de algunos colegios profesionales o de instituciones, que publican las denuncias y resoluciones sobre las malas prácticas de algún profesional o institución, lo cual es una sanción moral que suele tener un efecto grande. Augusto Hortal delimita cuál es el campo de la Ética filosófica (general), la Ética profesional y de la Deontología: · La Ética general o filosófica se ocupa de decir en qué consiste la actuación buena que nos hace buenos. · La Ética profesional nos dice qué es el bien (in- trínseco) que debe perseguir cada profesión. A esto habría que añadir el ethos profesional: qué virtudes debe practicar el profesional para ser un buen profesional. · La Deontología profesional formula los deberes y obligaciones del profesional, aquello que hay que exigir de todo profesional en el desempeño de sus funciones y que normalmente están recogidos por escrito en un código, aprobado por el colectivo o colegio profesional. Dichos colegios muchas veces poseen comités éticos que ejercen la misión de tutelar el cumplimiento del código y de emitir sanciones morales cuando se incumplen. · Los códigos deontológicos contribuyen a la consolidación de una profesión, pues a través de ellos los profesionales expresan la contribución que hacen a la sociedad y defienden el prestigio, aprecio y reconocimiento social de su profesión.
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En dichos textos, los profesionales recogen lo que la sociedad les exige, por lo tanto, es un medio de comunicación entre los profesionales y la sociedad. · Los colegios profesionales al formular los códi- gos deontológicos intentan establecer un control de calidad sobre la práctica de su profesión.
En este sentido, la diferencia principal entre la Ética
profesional y la Deontología, que subraya Augusto Hortal, radica en que:
· La Ética profesional se ocupa de definir cuál es el
bien intrínseco de cada profesión, es decir, su razón de ser. En esta caracterización del bien que debe perseguir un profesional a veces resul- ta difícil ponerse de acuerdo, pues según Hortal, el contexto de cada momento y la diversidad de situaciones en que se debe ejercer la profesión hacen que pueda variar el concepto de bien ético de cada profesión.
· La Deontología, con sus normas éticas, es capaz
de establecer las exigencias éticas mínimas que deben aplicar y exigirse todos los profesionales, independientemente de sus entornos culturales y circunstancias. Sin normas no hay ni universalidad ni igualdad en las exigencias. Por tanto, la Deonto- logía profesional se ocupa de lo que es vinculante, obligatorio, para todos los profesionales.
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· Son los criterios compartidos por todo el colecti- vo profesional.
1.3 Los códigos deontológicos
Un código ético o deontológico es el conjunto de
principios de conducta, derechos, deberes y normas profe- sionales emanadas de los propios profesionales o de una empresa u organización determinada, cuyo cumplimiento se asume voluntariamente. Por otro lado, es el conjunto de creencias y valores que una organización profesional consi- dera válidos, y representan una forma de entender la profe- sión y una orientación sobre el modo de practicarla. Dispo- ner de un código ético es uno de los símbolos que distingue a un determinado trabajo como profesión, y es el modo en que los profesionales de un sector económico reconocen el servicio social que cumplen y la manera de asumir su res- ponsabilidad frente a ello (Barroso, 2006). La función de los códigos deontológicos fundamen- talmente son: a. El reconocimiento público de la dimensión Ética de una profesión o actividad por parte de los mismos que la llevan a cabo. Frente a una con- cepción meramente tecnicista o de rentabilidad de lo que es ser un buen profesional, con la apro- bación de códigos se intenta revalorar la profe- sión por su dimensión moral y al profesional por la ejemplaridad Ética en su trabajo. En este senti- do, los códigos también sirven de tarjeta de pre-
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sentación del grupo de profesionales frente a su cliente para que este lo identifique. b. En el caso del periodismo, existe la tendencia a entender por profesionalidad el dominio de técni- cas y herramientas, aparejado a la rentabilidad y al éxito, sin tener en cuenta el cultivo de las virtu- des profesionales. Por la rutina del trabajo diario siempre está el riesgo de deshumanizar el traba- jo. Esto es bastante peligroso teniendo en cuenta la dimensión eminentemente humanista de algunas profesiones como la abogacía, la psico- logía, la educación, el periodismo, que actúan directamente sobre la vida de las personas y sobre asuntos muy delicados de las mismas. c. Especificar los contenidos morales concretos de una profesión, es decir, las normas y obligacio- nes que tienen que guiarla. Esta labor prescripti- va de los códigos tiene varios objetivos. Por un lado, conocer los aspectos éticos de la profesión permite a los profesionales tener un punto de referencia para los problemas que se le presentan. Por otro lado, la existencia de códigos combate el relativismo y el subjetivismo pues exigen consensuar un marco común ético de valores, principios y normas a partir de los cuales dialogar y discutir. Por último, los códigos van acumulando e incor- porando contenidos y problemas éticos a medida
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que se van actualizando y de esta manera van constituyendo un acervo o patrimonio moral de la profesión, reflejando el progreso ético de la misma. En este sentido, los códigos tienen la virtualidad de ir construyendo una sensibilidad hacia los valores éticos y profesionales, sobre los cuales ir formando la conciencia moral personal. Sin esta educación de la conciencia moral carecen de sentido y de eficacia los códigos y la Ética profe- sional sería algo puramente teórico. Aquí radica la gran importancia de los códigos y es que «re- cuerdan, orientan y disponen» al profesional a ir formándose esa verdadera personalidad Ética, ese ethos profesional con el que no nacemos y que hay que irse apropiando con el ejercicio de actos y hábitos virtuosos. d. La existencia de códigos en una profesión ayuda a una persona a defenderse mejor de las presio- nes externas, es decir, de la presión de los intere- ses o bienes extrínsecos que ya hemos mencio- nado (dinero, poder, prestigio, estatus) y a la profesión en sí a hacerse valer y respetar frente a los condicionantes externos. e. Compromiso de una profesión de llevar a cabo su misión de una forma moral y digna. La formula- ción y adopción de códigos implica reconocer que una profesión debe mejorar y estar en conti-
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nua vigilancia sobre las prácticas éticas de sus actividades. Por ello, «comprometerse a trabajar de acuerdo con un código de Ética es la señal más evidente de la reivindicación de un estatus social mejor por parte del profesional» (Barroso, 2006). f. Espíritu de servicio. Los códigos deontológicos no pueden servir para reforzar un espíritu gremial entendido como defensa de unos privilegios de clase, o como incremento del poder de las agru- paciones profesionales. La motivación de los códigos deontológicos tiene que ser hacerse mejores profesionales para servir mejor a la sociedad, es decir, potenciar el espíritu de servi- cio (Blázquez, 1994).
La gran beneficiaria de los códigos es, por tanto, la
sociedad, que gracias a ellos puede conocer qué puede esperar y exigir de los profesionales. Y eso se hace espe- cialmente importante en profesiones donde no hay una relación directa profesional-cliente, como es la del periodis- ta, que se dirige a audiencias de miles de personas, o en la de administrador o economista, que trabajan para institu- ciones públicas o privadas. En dichas profesiones el público o el cliente está muchas veces desasistido. Por último, cabe mencionar que contar con un códi- go deontológico evita que el control ético se haga desde fuera, y permite discriminar entre los buenos profesionales y los que solo buscan sus intereses personales.
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2. Código de Ética de la comunidad universitaria 2.1 La vocación La palabra vocación proviene del latín: vocare, y significa llamado. La vocación son nuestros sueños y anhe- los, lo que nos inspira. Son la expresión de nuestros valores. La vocación es la predisposición para el ejercicio de una profesión que exige determinadas aptitudes y posibilita que el sujeto alcance su realización personal. La vocación orienta hacia la profesión, es el llamado a cumplir una necesidad interior, pero el cumplimento de esta es la profesión. Es el deseo de emprender una carrera, profe- sión o cualquier otra actividad cuando todavía no se han adquirido todas las aptitudes o conocimientos necesarios. Uno puede tener gustos por muchas cosas y habili- dad para otras tantas, pero la vocación es una combinación de ambos sentidos, ella te absorbe y te lleva a dejar en segundo plano todo el resto. Hay otras cosas que nos agra- dan porque somos hábiles en ello y esto nos hace sentirnos bien, pero no hay mayor curiosidad por la tarea misma. El agrado que sentimos es por una alimentación a nuestra autoestima y el reconocimiento de los demás. En la vocación está la curiosidad y el placer por la realización de la tarea misma y no solo por sus logros (gus- to); se te ocurren cosas nuevas o puntos de vista diferentes a los ya existentes en esto, te animas a especular, a hacer hipótesis, Sientes una seguridad intuitiva que de alguna manera saldrás adelante con esto y quisieras hacerlo a tu
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manera (aptitud). Sientes que esto es muy necesario para los demás o para la vida (entrega). Una vez sabiendo hacia dónde ir, se ve las condicio- nes en que se encuentra uno para seguir ese camino, unos tendrán mejores condiciones que otros como mejor puntaje o mejores condiciones económicas. Si no cuento con estas condiciones debo buscar algún rodeo que me lleve después a donde quiero ir, es como rodear el obstáculo para luego retomar el camino.
2.2 Las profesiones actuales
Las profesiones son actividades personales, esta- bles y honradas al servicio de los demás y en beneficio propio, a impulsos de la propia vocación y con la dignidad que corresponde a la persona humana. En sentido estricto, designa a las carreras universi- tarias o profesionales, mientras que en sentido amplio, comprende los oficios y trabajos permanentes y remunera- dos, no necesariamente con un título universitario. La finalidad del trabajo profesional es el bien común. La capacitación que se requiere para ejercer este trabajo, siempre está orientada a un mejor rendimiento en las activi- dades especializadas en beneficio de la sociedad. La tecnología ofrece un recurso rico en oportunidades para mejorar el aprendizaje, utilizar información y enseñar con responsabilidad, esto va más allá de preparar estudiantes, es para que ellos trabajen de una manera productiva en la fuerza laboral del futuro.
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La profesión con carácter social requiere de un alto grado de conocimientos sistemáticos y especializados que se adquieren en instituciones de educación superior:
· Actividades de tiempo completo.
· Representa la fuente principal del ingreso. · Los ingresos obedecen a sistemas de retribucio- nes y honorarios. · Sujeta a códigos de Ética de cuerpos colegiados locales y a normas de conducta legal. Sin estos puntos la profesión se convierte en un medio de lucro o de honor, o simplemente en el instrumento para la degradación moral del propio sujeto. (El médico contri- buye a la salud pública, el abogado luchará por la justicia). El profesionista debe ofrecer una preparación espe- cial en triple sentido: capacidad intelectual, moral y física:
· La capacidad intelectual. Conocimientos para
trabajos especializados adquiridos básicamente durante los estudios universitarios y actualiza- ción constante. · Capacidad moral. Es el valor profesional como persona. Proporciona dignidad, seriedad y nobleza a su trabajo. Abarca la responsabilidad, la honestidad, principalmente en la aptitud de traspasar su propia esfera profesional en un horizonte mucho más amplio que lo hace valer no solo como profesional, sino como persona, fuera de su ambiente de trabajo.
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· Capacidad física. Se refiere a la salud y a las cualidades corpóreas. El agrado y la utilidad de la profesión además del sacrificio de todas las profesiones (médico levantándose en las madrugadas para atender a un paciente grave) dejan al final una satisfacción muy profunda.
2.3 Ética de las profesiones
La Ética de las profesiones ha de ser un discurso coherente y capaz de orientar la acción de las personas que pretenden ser buenos profesionales, lo que exige ser profe- sionales técnicamente capaces y moralmente íntegros. Hay quienes creen que es imposible articular tal discurso, puesto que opinan que las cuestiones éticas pertenecen al fuero interno de cada cual, de modo que no resulta viable tomar como referencia una Ética compartida. Sin embargo, si realmente no hubiese, al menos tendencialmente, alguna Ética compartida por todos o casi todos los ciudadanos de una sociedad moderna, tal sociedad habría desapa- recido hace tiempo, entre el fragor de la violencia de los grupos enfrentados. Por tanto, lo primero que hemos de reconocer cuando hablamos de Ética de las profesiones es que hay un marco de Ética cívica que todos hemos de respetar para que puedan existir y prosperar las sociedades pluralistas moder- nas, caracterizadas por el hecho contener en su seno una gran diversidad de grupos ideológicos que
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rivalizan por captar adeptos entre la población. La Ética de cualquier profesión ha de partir del recono- cimiento y apego a los valores de convivencia que componen esta Ética cívica compartida: valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respe- to y la actitud de diálogo (Martínez, 2006, p.121- 139).
La Ética exige que nos reconozcamos como perso-
nas. Esto implica que todo profesional ha de tener en cuen- ta el punto de vista de las personas afectadas por su labor profesional para adaptar el ejercicio de la profesión a exi- gencias que hoy consideramos justas.
El deber de toda profesión no agota el contenido de
la Ética de cada profesión, sino sigue siendo importante que cada profesión se interrogue por los bienes internos que le corresponden como fines o metas de su labor: la medicina seguirá teniendo como meta la promoción de la salud de las personas, la docencia mantendrá como objetivo el de for- mar personas cultas y críticas, el periodismo reconocerá como su meta específica la de informar de forma veraz a los ciudadanos, etc. Esto no será obstáculo para que los bue- nos profesionales se hagan acreedores a ciertas porciones de bienes externos, que son principalmente el reconoci- miento, el poder y el dinero. Estos últimos son llamados «bienes externos» porque se consiguen con cualquier actividad y porque su logro no es lo que constituye lo esen- cial de la profesión, sino que son medios para lograr el bien interno correspondiente (Martínez, 2006).
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Lo que exige el nivel de desarrollo moral alcanzado en las sociedades modernas es que los profesiona- les se comprometan de lleno con los bienes internos de su profesión, puesto que son justamente esos bienes los que dan sentido y legitimidad a sus activi- dades profesionales, y de ese modo pueden llegar a ser «excelentes» en su ejercicio profesional. La búsqueda de la excelencia profesional ha de ser la orientación principal de quienes ingresan en la profesión, de modo que desaparezca, en lo posible, el fenómeno de la corrupción en este ámbito: «La corrupción de las actividades profesionales se produce cuando aquellos que participan en ellas no las aprecian en sí mismas porque no valoran el bien interno que con ellas se persigue, y las realizan exclusivamente por los bienes externos que por medio de ellas pueden conseguirse. Con lo cual esa actividad y quienes en ella cooperan acaban per- diendo su legitimidad social y, con ella, toda credibi- lidad. Ahora bien, la raíz última de la corrupción reside en estos casos en la pérdida de vocación, en la renuncia a la excelencia» (Cortina, 1997, p. 159).
Una vez que la profesión de que se trate reconozca
los valores-marco de la Ética cívica y reformule a la luz de ellos sus metas tradicionales como bienes internos propios y específicos de la profesión, el paso siguiente en el diseño de la Ética de la profesión será averiguar qué medios son congruentes con todo ello y qué actitudes deben adoptar
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hoy en día los profesionales para ser consecuentes con aquellos valores y con la promoción de los bienes internos de su respectiva profesión. No cualquier actitud va a ser válida para el recto ejercicio profesional que la sociedad espera y exige: de los profesionales se espera que sean excelentes en su campo, y por ello habrán de encarnar aquellas actitudes que hoy por hoy son necesarias para alcanzar la excelencia (Martínez, 2006). De este modo la Ética de las profesiones pretende orientar la acción de los profesionales para que se manten- gan con una moral alta. De ahí que el verdadero carácter profesional se oponga frontalmente a ese ethos burocrático que se conforma con cubrir los mínimos legales o contrac- tuales. Tal realidad exige revitalizar la Ética de las profesio- nes para que los profesionales asuman el compromiso de prestar un servicio de calidad a las personas.
2.4 Deberes para consigo mismo
El profesional no tiene derecho de divulgar los datos que adquiere en el ejercicio de su profesión, a no ser que sea para el mismo beneficio del cliente o para evitar graves daños a terceros. La asociación de los miembros de una especiali- dad promueve la solidaridad como un medio para incre- mentar la calidad del nivel intelectual y moral de los agre- miados. Actuar de acuerdo con la moral establecida. Debe evitar: defender causas injustas, usar la ciencia