Batolito de Ibague
Batolito de Ibague
Batolito de Ibague
Los arcos magmáticos continentales, son los lugares en donde una placa oceánica subduce bajo una
continental, generando por un lado grandes volúmenes de magma por un prolongado período de
tiempo, y por otro, se produce metamorfismo orogénico, tanto regional como de contacto (Ducea
et al., 2015; Stern, 2002). Adicionalmente, en los arcos magmáticos continentales, la partición de
los esfuerzos durante la convergencia puede generar regímenes transpresivos, transtensivos o
convergencia sin-extensional (Stern, 2002). Esta confluencia entre generación de rocas magmáticas,
metamórficas y deformación, puede generar rocas intrusivas a la par con el metamorfismo, por lo
que ambas deberían registrar características de deformación compatibles con los niveles corticales
en los que fueron generados (Stowel et al., 2019). Las rocas ígneas Jurásicas ubicadas en la margen
noroeste de América del Sur se formaron a partir de un arco continental producto de la subducción
de la placa Farallón debajo de la placa Suramericana (Bayona et al., 2019; Bustamante et al., 2016).
Esto produjo que en Colombia, especialmente en la Cordillera Central, se generaran cuerpos
intrusivos de composición granítica (e.g. Batolitos de Mocoa, Ibagué y Segovia) (Álvarez, 1983;
Aspden et al., 1987; Bustamante et al., 2010; Bustamante, 2016; Rodriguez et al., 2017; Zapata et
al., 2016), en conjunto con rocas metamórficas de la misma edad, que harían parte de lo que se
conoce como el Complejo Cajamarca (Blanco-Quintero et al., 2014; Bustamante et al., 2017).
Aunque recientemente se ha planteado que tanto las rocas magmáticas como las metamórficas
están en contacto tectónico y fueron posiblemente generadas en diferentes segmentos de la
margen NW de los Andes durante el Jurásico (Blanco-Quintero et al., 2014; Bustamante et al., 2017),
algunos autores plantean que ambos eventos son simultáneos y que parte de las rocas magmáticas
que conforman el segmento norte del Batolito de Ibagué serían sin-tectónicas con el metamorfismo
y diferentes al resto del arco magmático Jurásico (Rodríguez et a., 2017).
Este trabajo tiene como fin hacer un análisis de las características de deformación del sector norte
del Batolito de Ibagué, siguiendo los criterios establecidos por Passchier et al., (1996), Hutton
(1998), Paterson et al., (1989), Vernon et al., (2000) y Vernon (2019) con el objetivo de entender el
origen y posible temporalidad de la deformación que registra este cuerpo y su relación con el
metamorfismo colisional Jurásico al occidente.
En la Cordillera Central se registran diversos eventos tectónicos abarcando desde el Pérmico, el cual
evidencia la formación de un arco continental producto de la subducción de la litósfera del Pacífico
debajo del margen oeste de Pangea entre 288-255 Ma, generando granitoides calco-alcalinos
(Cochrane et al., 2014; Villagómez et al., 2011; Spikings et al., 2019), posteriormente se presenta un
evento de rifting el cual inició hace 240 Ma generando anatectitas de carácter peraluminoso y
secuencias ofiolíticas como la Ofiolita de Aburrá y continuando con la formación de un arco durante
el Triásico tardío y el Jurásico temprano debido a la subducción de la placa Farallón bajo la placa
Suramericana generando varios pulsos magmáticos resultando en Batolitos de composición variable
(Aspden et al., 1987; Villagómez et al., 2011; Cochrane et al., 2014a). Además, la evolución tectónica
de la Cordillera Central estuvo controlada por varios sistemas de fallas transcurrentes como la falla
Otú-Pericos al este y el sistema de fallas Cauca-Almaguer al oeste, y también en el costado
occidental las fallas de San Jerónimo y Silvia-Pijao definen el sistema de fallas Romeral.
El Batolito de Ibagué, el cual fue nombrado por Nelson (1957), es uno de los mayores cuerpos ígneos
intrusivos que se presentan en el flanco oriental de la Cordillera Central de Colombia, más
específicamente ubicado al norte y al occidente de Ibagué (Núñez, 1986). Este cuerpo intrusivo
cubre un área aproximadamente de 11700 km2 e incluye una variación de composiciones desde
tonalita hasta granodiorita (Bustamante, 2016; Rodríguez et al., 2017). Se determinó mediante
geocronología de U-Pb en circones, un rango de edades para el Batolito de 145 a 177 Ma en el sector
norte y en el sector sur una edad de 189 millones de años sugiriendo que la edad del magmatismo
relacionado con la subducción de la placa Farallón bajo la placa Suramericana por el cual se generó,
comenzó hace 200 millones de años y cesó hace aproximadamente 145 millones de años
(Bustamante et al, 2016).
De acuerdo con la distribución de la deformación que se pudo observar en las secciones delgadas
del sector norte del Batolito de Ibagué, se puede inferir que este cuerpo plutónico presenta
características de deformación variable sin un patrón espacial claro o un control estructural que
permita dividirlo en zonas de mayor o menor deformación. Es decir, se pueden encontrar rocas que
presentan características de deformación de alta temperatura tanto en la zona oriental como en la
occidental, sin que esto implique que se trate de cuerpos intrusivos distintos o formados en
condiciones tectónicas diferentes. De igual forma ocurre con las rocas no deformadas, las cuales son
comunes tanto al este como al oeste.
Rodríguez et al. (2017; 2018 y 2019) proponen que el sector norte del Batolito de Ibagué lo
componen dos cuerpos plutónicos distintos, uno más antiguo con edad de cristalización entre ca.
158 y 150 Ma y denominado Metatonalita de Anzoátegui localizado en el borde occidental y
sintectónico con la unidad de Neises y Anfibolitas de Tierradentro, que los mismos autores definen
como de edad de matamorfismo Jurásico. El segundo se localiza al este, con una edad de
cristalización entre ca. 145 a 138 Ma nombrado Tonalita de Ibagué y postectónico al metamorfismo
y magmatismo Jurásico del occidente. Rodríguez et al. (2017) argumentan dicha subdivisión con
base en que: i) hay una diferencia de edad de cristalización al oeste (más antigua) con respecto al
este (más joven), ii) la deformación al occidente se caracteriza por orientación mineral, desarrollo
local de estructura néisica y cuarzo policristalino, que interpretan como producto de recristalización
metamórfica; mientras que al oriente, la roca plutónica presenta una textura granular a
inequigranular y estructura isotrópica a localmente orientada en el contacto con las rocas
metamórficas de Tierradentro, a las cuales intruye. Además, Rodríguez et al. (2018) indican que el
evento metamórfico que dio origen a la unidad de anfibolitas y neises de Tierradentro se
correlaciona con el evento metamórfico colisional del Jurásico tardío ocurrido al oeste del Batolito
de Ibagué (Blanco-Quintero et al., 2014) y aducen que la relación entre el Batolito de Ibagué y la
unidad de Tierradentro es sintectónica.
Sin embargo, en dichos trabajos (Rodríguez et al., 2017; 2018 y 2019) no se discuten las edades U-
Pb obtenidas en circones de la unidad de Tierradentro (Bustamante et al., 2017), las cuales muestran
que los neises tienen edades de cristalización Pérmica (ca. 271) y las anfibolitas Triásicas (ca. 234
Ma). Los mismos autores presentan datos de isótopos de Hf en circones tanto de los neises
(Pérmicos), como de las anfibolitas (Triásicas), en donde concluyen que las rocas Pérmicas tienen
una afinidad con los granitoides y ortoneises asociados a la conformación de Pangea, mientras que
las Triásicas están asociadas con el registro máfico asociado a la separación de Pangea (revisión en
Spikings et al. 2019).
Adicionalmente, Cochrane et al. (2014), Spikings et al. (2015) y Bustamante et al. (2016) presentan
una serie de datos de geoquímica en roca total del Batolito de Ibagué, y la mayoría de estos datos
corresponden al sector norte de este Batolito. Estos trabajos concluyen que estas rocas tienen un
origen común, de arco magmático continental, demostrado en las tendencias de elementos
mayores y traza. Lo que no concuerda con la idea de que el sector norte de dicho Batolito pueda ser
separado en dos cuerpos distintos. Aunque Rodríguez et al. (2017; 2019) sugieren que hay una
tendencia de esta porción norte del Batolito de Ibagué a presentar edades de cristalización más
jóvenes hacia el este, y que por lo tanto serían dos cuerpos distintos al oeste (Metatonalita) y al este
(Tonalita), este criterio no es válido para separarlos debido a que es lo que comúnmente ocurre en
cuerpos plutónicos de esta naturaleza, asociados a arcos magmáticos continentales (e.g. Sierra
Nevada, Coast Mountain, Antioqueño, Patagonia), en donde hay un rejuvenecimiento de las edades
de cristalización hacia adentro del continente.
Se propone entonces, que el segmento norte del Batolito de Ibagué no podría ser dividido en dos
plutones de naturaleza distinta, debido a que no hay una tendencia preferencial en el grado de
deformación de este, ya que presenta características de deformación de alta temperatura (e.g. grain
boundary migration) tanto al este como al oeste, así como rocas sin deformación tanto en el borde
occidental como en el borde oriental. Las mayores deformaciones pueden estar asociadas a
movimiento más recientes de la falla de Ibagué en las muestras más al sur, mientras que aquellos
más al norte estarían asociados a fallas locales, posiblemente relacionadas con la falla Otú-Pericos.
Por otro lado, la geoquímica isotópica (Bustamante et al., 2017) también muestra que las rocas de
Tierradentro, Cajamarca e Ibagué son diferentes, además de que las edades de cristalización en los
neises y anfibolitas son claramente más antiguas que las del Batolito de Ibagué. Finalmente, se
puede considerar con base en los análisis paleomagnéticos hechos previamente por Bayona et al
(2006, 2010), se sugiere que los terrenos Jurásicos amalgamados se movieron desde el sur hacia el
norte a lo largo del margen Andino desde el Cretácico temprano, formando una margen
transpresiva, que podría ser el responsable de algunas de las características de deformación del
Batolito de Ibagué. Sin embargo, son necesarios análisis adicionales que permitan afinar la relación
entre la colisión que produjo el metamorfismo Jurásico (Blanco-Quintero et al., 2014) y la
deformación en algunos sectores del arco magmático Jurásico en los Andes del Norte.