Musicoterapia UD 1
Musicoterapia UD 1
Musicoterapia UD 1
Unidad Didáctica Nº 1
I Orígenes y evolución de la Musicoterapia
Ejercicios de Repaso
I Orígenes y Evolución de la Musicoterapia
La música es posiblemente una de las Bellas Artes más difundidas y con mayor
capacidad de comunicación: la forma más antigua de expresión, que surge con la misma palabra
hablada, y una forma de terapia para el compositor, para el intérprete y para el oyente. La
música no sería tan importante si no arrastrara tras de sí estos elementos, llamémosles
“adicionales” (Naranjo, 1997).
El mundo griego construyó una cultura a camino entre el culto musical a los dioses y un
importante componente intelectual que se convertiría en modelo social. Sotérico de Alejandría,
Platón o Aristóteles, creían que el ejercicio de la música era esencial en la praxis de los
hombres, por su origen divino. Pero sin duda alguna, la teoría del ethos –enumerada
principalmente por Aristóteles en “La Política” y tomada de los egipcios- asocia estados anímicos
a los diversos modos de la música griega: cada ritmo, la altura de los sonidos y las escalas
tenían su propio ethos. Además Platón utiliza por primera vez los términos consonancia y
disonancia en la “República”. Por lo que muchos autores coinciden en que el mundo griego es el
precursor de la Musicoterapia, pionero en el pensamiento occidental de la música y de la
Musicoterapia.
Los romanos heredan muchos elementos de la cultura griega, la música no fue utilizada
como arte, sino como una herramienta. Siendo un pueblo eminentemente militar, la música de
este género fue la más importante, era enérgica, capaz de producir salud, coraje y vitalidad.
Cicerón, por ejemplo, llamó a la filosofía la medicina del alma y a la música como su instrumento,
a causa de su influencia sobre las emociones. Galeno, decía que la música era la más grande de
las musas y podía ser utilizada como medio curativo gracias a sus componentes (armonía,
melodía y ritmo). Fue médico personal del emperador Marco Aurelio y estaba convencido de que
la música tenía poderes para contrarrestar las picaduras de serpiente, la depresión o los estados
de tristeza. Virgilio, pensaba que no hay nada tan estúpido y tan insensible que no sea
conmovido por el canto. Séneca decía: “Quién desconoce la música no conoce nada que tenga
sentido”, Séneca cuenta como Mecenas se curó del insomnio que padecía durante años
escuchando música armoniosa tocada a distancia.
Con la Edad Media, se recuperaron las atribuciones mágicas de la música y los
instrumentos. La iglesia componía la música en la edad Media, el Gregoriano era la música
oficial. En el Renacimiento la música destacó por su importancia como vehículo de expresión. En
el Barroco, el teórico musical Kircher, creía que las características de la personalidad estaban
relacionadas con ciertos tipos de música, y observó que las personas depresivas respondían
mejor a la música melancólica mientras que, las personas alegres preferían música de baile.
Esta interesante observación constituye el principio de ISO de la Musicoterapia actual.
1) Son una herramienta eficaz a la hora de enseñar a profesionales fuera del campo de
la Musicoterapia.
3) Mediante sus límites, contienen la práctica cínica, así como también los desarrollos
teóricos y de investigación.
• ¿Cómo lo hacemos?
Atendiendo a la cuestión que falta ¿para qué lo hacemos?, es necesario que en todo
momento tengamos claro cual es la finalidad de nuestra intervención, para decidir entonces los
recursos con los que contamos para alcanzar nuestros objetivos. Lo hacemos para empatizar,
expresar, interactuar, comunicar, retroalimentar, explorar, conectar, reparar, validar, influenciar,
motivar...
Hacer y crear música brinda oportunidades para la expresión en muchos niveles, por
ejemplo: hacer sonar nuestro cuerpo, vibrar y resonar sus diferentes partes para que puedan ser
oídas. Cuando cantamos o tocamos un instrumento liberamos energía hacia el mundo exterior
dando forma a nuestros impulsos y volcando nuestras emociones. Escuchando música nos
expresamos a través de otros identificándonos con ellos y experimentando la liberación de
nuestros sentimientos, o bien, ser parte de esa liberación sin identificar esos sentimientos como
propios.