Indelebles 22
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Número
222016
Lic. Gabino Cué Monteagudo
Gobernador Constitucional del Estado de Oaxaca
D
e capa negra, estilo español de principios de
siglo XX y chambergo oscuro calzado hasta
las cejas, nuestro personaje recorría las calles
de esta ciudad, abandonadas a la oscuridad noctur-
na. Sus pasos resonaban en las aceras fincadas en
verde cantera y lo llevaban por los tranquilos barrios
de El Peñasco, Xochimilco, Jalatlaco o La Merced.
En su mente revoloteaban ideas y palabras de su re-
ciente lectura: “Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo
cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror …
y el espanto seguro de estar mañana muerto, y sufrir
por la vida y la sombra y por lo que no conocemos y
apenas sospechamos, y la carne que tienta con sus
frescos racimos, y la tumba que aguarda con sus fú-
nebres ramos, ¡y no saber a dónde vamos, ni de dón-
de venimos!!” (Rubén Darío).
ANECDOTARIO
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Una muestra
de su talento
VAMOS A OAXACA
LA MIXTECA
Apoala: allá donde se despeña el agua y el pomposo
romperse de sus cristales, deja escuchar las maravillo-
sas armonías de su música hecha cascada; esa músi-
ca hecha dolor y dulzura que doliente canta. Esa raza
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ancestral que naciera de un árbol majestuoso, donde
formó su nido la Historia y nos habla de sus siete seño-
ríos repartidos en el suelo oaxaqueño, almácigo de en-
soñaciones y que se dividen en Mixteca Alta, el Chucón
Mixteca, la Mixteca oaxaqueña, la cálida Mixteca baja,
la Mixteca Nebulosa, la Mixteca Plana y por último, la
Mixteca del Cielo.
LOS VALLES
¡Ya vamos llegando a Oaxaca!, gritamos con inusita-
do alborozo, cuando empezamos a descender al florido
valle de Etla. Contemplamos a lo lejos cómo mece el
viento los trigales y revientan las espigas de oro macizo.
Ya sentimos la necesidad de la llegada del Quinto Vier-
nes de Cuaresma, para ir a Etla a comer pan negro con
miel de abeja, después de haber visitado su templo que
este día está de gran gala. Necesitamos también ver las
bonitas figuras que hacen con palma fresca. Pero … ¡ya
llegamos a Oaxaca! Ya apreciamos el rumor de la her-
mosa ciudad y vemos emocionados como empezamos
a ascender el Cerro del Fortín. Allá a lo lejos se contem-
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pla el Valle de Tlacolula, donde el pintoresco Guilaa se
asoma al espejo de sus veneros cristalinos, custodiados
por inexpugnables ahuehuetes milenarios; una blanca
ermita descansa a la vera del camino y en ella, la Cruz
del Pedimento, donde la última noche del año van cen-
tenares de indígenas venidos desde lejanas tierras, a im-
plorar salud y felicidad.
MIXES
Unos grandes ojos, muy abiertos y desconfiados
y un mechón de pelo áspero sobre la frente, aparece
entre las nieblas del majestuosos Zempoaltepetl; es el
indio mixe que en la última noche del año va a ofren-
dar al seno de la tierra la sangre de sus mejores ani-
males para merecer bienestar y buenas cosechas en el
año venidero. Enorme grieta vertical sin fondo, canaliza
el líquido que es vertido por su boquilla en forma de
cajete; la montaña ebria de sangre, sorbe el caliente y
humeante líquido purpurino; al ventearlo, rugen las fie-
ras y silban desesperados los enormes reptiles arañan-
do el pastle de sus lomos entre la breña; los venados,
jabalíes, zorras, armadillos, etc., huyen despavoridos al
sentir la presencia del hombre que va camino al espec-
tacular sacrificio; desde la altura, se espera la salida del
sol que emerge del mar para entonarle el primer salmo
del nuevo año.
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