La Inmadurez en Las Adicciones
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¿QUÉ ES LA INMADUREZ?
¿Qué pasa con la gente a la que le gusta hablar mucho y escuchar poco?
Respuesta: Es inmadura.
¿Será cierto que es un signo de inmadurez cubrirse el cuerpo con joyas para
que los demás las admiren y pregunten sobre como le hizo para conseguirlas?
Respuesta: Sí
Una persona que no sabe agradecer lo que recibe de los demás, aunque sea
compañía o amistad, ¿será inmadura? Respuesta: Por supuesto que sí.
Y como pasa con todo en este mundo, este crecimiento "truncado" trae como
consecuencias ciertos costos que hay que pagar por ello, pero también ciertos
beneficios o ganancias.
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SU MAJESTAD EL BEBÉ
Eso es normal y es lo que se espera que haga toda pareja. El bebé por nacer
acapara -aún sin saberlo-, atención, sueños, esperanzas, deseos. Los padres
esperan que nazca bien, saludable. Sueñan que llegue a ser un hombre o una
gran mujer. Desean lo mejor para ella o para él y al hacerlo, se olvidan de sí
mismos en un acto de entrega casi absoluta, dando lo mejor de sí para
preparar la llegada de quien será "el Rey" o "la Reina" del hogar. Esto es muy
claro con el primer hijo, pero la misma experiencia se repite con los que siguen
-si los hay. Así se espera que sean los padres. Así son.
Después puede aprender que hay normas que debemos respetar, que hay un
Dios, que hay ciertas cosas que no se "deben" hacer porque son malas y que
hay otras buenas que atraen beneficios a los que las hacen.
Puede moverse, hablar, pensar y hacer muchas cosas por sí solo, sin ayuda de
los padres.
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EL PROBLEMA CENTRAL
Hay que recordar, también, que todos -de alguna manera-, llevamos un niño
dentro de nosotros que ocasionalmente aflora y llega a mostrarse. Su
exhibición, sin embargo, no dura mucho pues la parte madura de nuestra
personalidad lo controla y consigue regresarlo a su lugar.
Por ello se dice que en muchos adictos el eterno infante es consecuencia del
efecto que la sustancia adictiva ejerce sobre su personalidad y que es ella la
que "lo crea" o "lo hace nacer". Y de ahí, también, que a medida que pasa el
tiempo y aumenta el nivel de intoxicación, la madurez desaparece
gradualmente, dejando camino franco para que el eterno bebé imponga sus
absurdas e irracionales demandas e implante su reino de inmadurez, egoísmo,
envidia y destrucción.
Y lo más grave es que ese niño terrible ya no es del todo un niño: tiene un
cuerpo más fuerte y posee más conocimientos y habilidades de las que tenía
en sus primeros años de vida. Su resistencia es también mucho mayor y
regresa poderoso, seductor, sin temor a nada ni a nadie, inteligente y bello. Es,
así, casi tan peligroso como un dios.
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Por norma general una oculta a la otra, es decir: una es una máscara y la otra
es real. Si el adicto se muestra débil, lo más seguro es que sea más fuerte. Lo
mismo sucede con la seguridad, la ternura, la confianza. En el fondo
seguramente encontraremos todo lo contrario.
Estas dos caras no las puede ver tan fácilmente el adicto, aún y cuando no esté
intoxicado.
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Muchos adictos a las drogas, y otros tantos alcohólicos afirman que el principal
motivo u origen de su problema es o fue la soledad.
Hay que ser cuidadosos con esta afirmación. La verdad es que ellos (ellas)
mismos (mismas) la provocaron empujando a la gente a alejarse.
Esta soledad también les sirvió en muchísimas ocasiones como una excusa
excelente para intoxicarse. Pero hay un momento en que el alcohólico o el
adicto a las drogas siente el rechazo o el abandono de sus seres queridos o de
los que le rodean. Esto produce frustración, tristeza, enojo, resentimiento y
constituye además una excusa magnífica para beber o drogarse.
Surge de ahí un círculo vicioso sin fin que obliga a pagar un precio muy alto y
por partida doble; las drogas o el alcohol alejan a las personas queridas, y su
lejanía constituye una excusa para seguir en la dependencia del alcohol o las
drogas.
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El bebé, hasta casi los 4 años de edad, no tiene problemas. Los padres se los
resuelven y hasta adivinan los que podrían presentársele. Esto es un hecho
real y necesario hasta cierto momento. Pero nuestro eterno infante que ya
creció físicamente, pero que se intoxica con frecuencia ya sea con alcohol,
mariguana, cocaína, sedantes, etc., también se va a comportar de igual
manera.
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Este camino de regreso en algunos casos ya no ofrece otra salida más que la
de la destrucción total de la persona adicta. El tiempo que va a tomar recorrerlo
es desconocido. A algunas personas les toma algunos meses y a otras,
muchos años. Por desgracia no es un camino que se recorre solo (ya que el
eterno infante al igual que el niño no soportan la soledad) sino que se
acompaña de personas queridas, cercanas, interesadas en salvarlo y que por
estar emprendiendo esta lucha titánica de rescate se olvidan de sí mismos
sumergiéndose en el torbellino sin fin de esta enfermedad que no tiene fondo.
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LOS OBSTÁCULOS
Pero hace falta el auto-conocimiento...el revelar y exponer a la clara luz del día
los conflictos que condujeron a las intoxicaciones no hace que las dificultades
desaparezcan por arte de magia. Cada persona tiene que descubrirlas por sí
misma, en su interior, identificarlas y darles una jerarquía que le permita luchar
con ellas una a una.
Si antes del período de abuso del alcohol o de las drogas existían problemas
personas e interpersonales, éstos crecieron, se magnificaron. Si no existían,
aparecieron y sirvieron de justificación o excusa para seguir intoxicándose. En
cualquiera de las dos situaciones, hay que aclararlos, enfrentarlos y oponerles
armas sencillas pero efectivas para desbaratarlos, o al menos, para
controlarlos. El problema central será la inmadurez, pero nunca viene sola. A
través del tiempo se enredó con otros problemas y conflictos convirtiendo a la
persona adicta en una maraña de complicaciones que parecen no tener pies ni
cabeza. Realmente, la inmadurez tiene muchas caras. Cada persona tiene que
descubrirlas en sí mismo, identificarlas y jerarquizarlas para poder irlas
trabajando.
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EL TRIÁNGULO PERFECTO
Si realmente se quiere mejorar, vivir una vida más tranquila y crecer en serio,
es necesario completar el triángulo, cerrarlo, repasarlo día con día, sin treguas.
Una de las tres caras del ángulo es el que hoy ocupa: el conocerse a sí mismo.
La tarea tiene que ser constante, volverse un hábito, practicarlo todos los días,
desde que amanece. En este lado del crecimiento existen personas
capacitadas que pueden ayudar (sacerdotes, consejeros, psicoterapeutas,
psiquíatras, etc.) señalando las caras de la inmadurez. En los grupos de auto-
ayuda existen los padrinos.
Resumiendo: hay varias maneras de crecer, varios métodos. Hasta aquí hemos
mencionado tres muy concretos, cada uno de los cuales implica un esfuerzo no
mayor que el deseo de vivir bien. Si se decide a recorrer el arduo camino de
regreso hacia la madurez -camino que no se recorre solo-, no olvide que este
proceso estará lleno también de compañías cálidas, afectuosas y
comprensivas.
Para el que quiere crecer, siempre habrá una mano abierta y tendida muy
cerca del remolino de la enfermedad y pisando tierra firme. Es sólo cuestión de
pedir ayuda. Lo demás, poco a poco, irá apareciendo.