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Crítica - La Naranja Mecánica

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Crítica al libro La naranja mecánica

Flores Gutiérrez Pablo

La Naranja Mecánica (A Clockwork Orange en su idioma original) es una novela


que fue publicada por Anthony Burgess en el año 1962 y posteriormente fue
llevada al cine por Stanley Kubrick en 1971. Nos relata la historia de Alex y su
banda de drugos quienes disfrutan de ejercer la violencia sin reparo alguno e
ignoran las consecuencias de sus actos, creyendo que siempre tendrán una
oportunidad para volver a las calles.
Mucho de lo que nos relata la novela es un reflejo de lo que el mismo Burgess
observaba en la juventud inglesa durante la década de los 50’s, lo que volvió a
esta obra no solo una sátira, sino que a su vez se convirtió en lo que se puede
interpretar como una crítica de la ineficiencia de las autoridades (no solo las
instituciones) y la misma hipocresía del Estado ante situaciones que no puede
controlar. En primera instancia, quisiera hacer mención de la forma en que la
novela está construida, los primeros capítulos, narrados en primera persona por el
protagonista son complicados para el lector, pues la jerga que es utilizada es una
combinación de palabras en distintos idiomas que la vuelven difícil de comprender,
pero que a su vez te dan la idea de cómo suceden las cosas en la cabeza del
protagonista, el autor hace un acercamiento inteligente al funcionamiento de la
mente de su propio personaje a través de su narración, aunque comprometiendo
un poco su acercamiento con el lector.
Además, conforme va avanzando la historia, la narración se vuelve un poco
menos confusa, comenzando a dar indicios de un cambio de mentalidad parcial en
el narrador, un claro ejemplo de esto es cuando el protagonista jura haber
encontrado la salvación en la fe. En este momento, Alex no solo está tratando de
manipular al guardia y ganar su pase de salida a la libertad, sino que también trata
de jugar con nosotros, quienes como lectores, al sentirnos más cómodos con la
redacción comenzamos a creer que ha sucedido un cambio real durante el periodo
narrado.
Desde mi perspectiva, esto es una forma de narrativa demasiado audaz, aunque
funcional, pues el narrador es un psicópata y esto se ve reflejado en la forma en
que avanza la historia y con ella la narración va cambiando, jugando con nuestra
percepción de los escenarios y los personajes.
Por otra parte, la historia es considerada como una sátira situada en un plano
surrealista, sin embargo, las situaciones presentadas y narradas son (aunque
exageradas) problemáticas que se viven día con día; la incorporación de personas
cada vez más jóvenes en el mundo de la violencia, la negligencia por parte de los
padres y el trato indiferente por parte de las instituciones que conforman el
sistema, son algunas cosas que se presentan como naturales a lo largo de la obra.
Este es el momento en el que la novela nos muestra una parte de la realidad: el
momento en que se convierte en una crítica y una invitación a la reflexión. Desde
mi punto de vista, aunque la novela se centra en el libre albedrío y las
consecuencias de este dentro de un sistema ineficiente, también se aborda un
tema que llama más mi atención, la forma en que se retrata el valor utilitario de la
vida del protagonista.
Esto se debe a que mientras es Alex o cualquier joven quien perpetra los actos
violentos, se nos hace percibirlos como algo que es incorrecto, que merece un
castigo, el cual llega cuando él es encarcelado y al tratar de manipular su salida es
sometido a un experimento, donde se le es violentado. Esta secuencia no se
siente del todo incorrecta, pues al ser una rehabilitación somos engañados al
punto de olvidar que Alex está siendo torturado por el bien de la mayoría, pues de
funcionar el tratamiento, como ajenos sabemos que implicaría una solución para
los problemas de la mayoría, siendo este el momento en que surge nuestra
mentalidad utilitarista.
El autor nos engaña de forma inteligente, nos vende la idea de la mejoría de un
sujeto por el bien común, sin hacernos considerar su propio sufrimiento,
haciéndonos cómplices del disfrute del mismo tipo de violencia que criticábamos al
comienzo del libro. Lo que me lleva a pensar que el problema no es la violencia en
sí, sino el sujeto que la ejecuta y la forma en que se nos presenta, pues al ser
llevada a cabo por un hombre, es inadmisible, pero al ser ejecutada por un Estado
autoritario y sin escrúpulos bajo la promesa de una mejoría para la mayoría, se
vuelve motivo de celebración.
Para concluir me gustaría resaltar el hecho de que aunque es una obra de ficción,
Burgess retrata lo que años después, para nosotros se convirtió en una realidad
social; desde el miedo a ciertos grupos, hasta la incondicional búsqueda de la
“justicia” sin escrúpulos. Lo que ha hecho de la naranja mecánica una de obras
más importantes a pesar de haber sido publicada hace ya 60 años.

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