Derecho A Nombre
Derecho A Nombre
Derecho A Nombre
ministro José Ramón Cossío Díaz, revocó una sentencia y amparó a una mujer a quien se
le había negado modificar su nombre en su acta de nacimiento.
El nombre está integrado por el nombre propio y los apellidos, y debe ser elegido
libremente por la persona misma, los padres o tutores, según sea el momento del
registro.
Por tanto, “no puede existir ningún tipo de restricción ilegal o ilegítima al derecho
ni interferencia en la decisión; sin embrago, sí puede ser objeto de reglamentación
estatal, siempre que ésta no lo prive de su contenido esencial”, el cual incluye dos
dimensiones: la primera el tener un nombre y, la segunda, la posibilidad de
modificarlo.
En los juicios civiles cuya acción verse sobre la rectificación o modificación del acta de nacimiento,
prevista en el artículo 134 del Código Civil para el Estado de Colima, no puede actuarse con el
rigorismo de un estricto derecho civil, sino que debe suplirse la deficiencia de la queja, habida
cuenta que el nombre de las personas se encuentra reconocido como un derecho fundamental a la
identidad en el párrafo octavo del artículo 4o. de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, el cual garantiza a todas las personas la asignación de los componentes esenciales de
identificación jurídica (nombre, apellidos, natalicio, sexo) mediante el registro inmediato del
nacimiento, así como la posibilidad de modificar los elementos esenciales de identificación jurídica
asentados en su atestado de nacimiento, cuando sea necesario para adecuarlos a su realidad
social pues, actuar de otra manera, implicaría hacer nugatorio el derecho humano a la identidad,
el cual, como se destaca, es de rango constitucional, lo que no es factible atento al principio pro
persona establecido en el artículo 1o. de la Carta Magna. Lo anterior, en el entendido de que,
siempre y cuando la enmienda del acta de nacimiento para adecuar los datos de identificación a la
realidad social del interesado, no sea motivo para crear, modificar o extinguir derechos u
obligaciones en perjuicio de terceros, principalmente, en el ámbito de las relaciones familiares.
Amparo directo 186/2018. Ma. Elena Alcaraz Ochoa. 19 de octubre de 2018. Unanimidad de votos:
Ponente: Joel Fernando Tinajero Jiménez. Secretario: Rubén Tomás Alcaraz Valdez.
Esta tesis se publicó el viernes 17 de mayo de 2019 a las 10:22 horas en el Semanario Judicial de la
Federación.
Esta tesis se publicó el viernes 31 de agosto de 2018 a las 10:39 horas en el Semanario
Judicial de la Federación.
El "nombre de casada" constituye una práctica social que consiste en que la mujer, al
contraer matrimonio, agregue los apellidos de su esposo a los propios. Esa costumbre
tiene una base histórica relacionada, en forma directa, con el establecimiento del Registro
Civil. En efecto, la referida institución surgió en México con motivo de la Guerra de
Reforma, cuando el presidente Benito Juárez promulgó la Ley Orgánica del Registro Civil,
con el fin de separar al Estado de la iglesia. No obstante, la instalación de oficinas
registrales a lo largo del país fue un proceso lento, debido a factores como la pobreza,
escasez de infraestructura y carencia de vías de comunicación. Por tanto, en muchas
comunidades los registros parroquiales eran el único medio para documentar ciertos actos
como el nacimiento o el matrimonio. De ahí que la mujer, al contraer nupcias en la vía
religiosa, agregaba los apellidos de su esposo a los propios, con el fin de ser identificada
como una mujer casada ante la sociedad. Esa práctica continúa hasta nuestros días, tan
es así que el artículo 16.1, inciso g), de la Convención sobre la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer, establece que los Estados partes deben
adoptar todas las medidas a fin de que exista igualdad entre el hombre y la mujer, entre
ellos el derecho de elegir apellido, profesión y ocupación. Por consiguiente, la existencia
de la referida costumbre no puede llevar al extremo de desconocer la identidad de la
mujer, porque ello equivaldría a vulnerar un derecho fundamental en su perjuicio.
Artículo 16
1. Los Estados Partes adoptarán todas las medidas adecuadas para eliminar la
discriminación contra la mujer en todos los asuntos relacionados con el matrimonio y las
relaciones familiares y, en particular, asegurarán, en condiciones de igualdad entre
hombres y mujeres:
g) Los mismos derechos personales como marido y mujer, entre ellos el derecho a elegir
apellido, profesión y ocupación;
Amparo directo en revisión 2424/2011. Ma. Guadalupe Ruiz Dena. 18 de enero de 2012. Cinco
votos. Ponente: José Ramón Cossío Díaz. Secretaria: Teresita del Niño Jesús Lúcia Segovia.
https://www.scjn.gob.mx/sites/default/files/resenias_argumentativas/documento/2017-01/res-
JRCD-2424-11.pdf
Inconforme con la resolución anterior, la parte actora interpuso recurso de apelación, mismo que
se resolvió el 23 de junio de 2011, por la Primera Sala Mixta del Supremo Tribunal de Justicia de
Aguascalientes, en el sentido de confirmar la sentencia definitiva de 6 de abril del mismo año.
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Así las cosas, el 8 de septiembre de 2011, el Segundo Tribunal Colegiado del Trigésimo Circuito
resolvió que la Justicia de la Unión no amparaba ni protegía a la parte quejosa respecto de la
sentencia emitida por la Primera Sala Mixta del Supremo Tribunal de Justicia del Estado ya citado.
En contra de la aludida resolución, la quejosa interpuso recurso de revisión, al estimar que tal
determinación vulneraba en su perjuicio el artículo 1° de la Constitución Federal, en virtud de que
mediante la aplicación del artículo 133 vigente del Código Civil del Estado de Aguascalientes, se le
ocasionó un trato desigual y discriminatorio con relación a las demás personas, en el sentido de
que no pudo disfrutar del derecho elemental de contar con un nombre que produzca certeza
sobre su identidad, puesto que es de interés público que las personas tengan un nombre que las
identifique y distinga del resto de la comunidad.
2 “Derecho al Nombre: Toda persona tiene derecho a un nombre propio y a los apellidos de sus
padres o al de uno de ellos (…).”encuentran por encima del derecho federal y local; además,
porque en términos del artículo 28 de la mencionada Convención, el gobierno nacional debe
tomar las medidas pertinentes para que las autoridades de las Entidades Federativas adopten las
disposiciones del caso para el cumplimiento de la Convención; de ahí que la Sala responsable
debió interpretar el derecho humano cuestionado (relativo al nombre), de acuerdo con el
instrumento internacional que lo protege; por lo anterior, se ordenó la remisión del asunto a la
Suprema Corte de Justicia de la Nación para su conocimiento, el cual fue admitido y turnado para
la elaboración del proyecto al señor Ministro José Ramón Cossío Díaz.
De esta manera, en la sesión del miércoles 18 de enero de 2012, el señor Ministro ponente
presentó ante la Primera Sala de este Alto Tribunal su proyecto de sentencia, en el cual propuso
como puntos resolutivos revocar la sentencia recurrida y conceder el amparo y protección de la
Justicia Federal a la parte quejosa.
En ese contexto, se precisó por la Primera Sala que el derecho humano al nombre se encuentra
previsto en el artículo 29 de la Carta Magna3 y que la reforma constitucional del 10 de junio de
2011 permite identificar los derechos humanos expresamente reconocidos como tales en la propia
Constitución.
Artículo 29.- En los casos de invasión, perturbación grave de la paz pública, o de cualquier
otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto, solamente el Presidente de los
Estados Unidos Mexicanos, de acuerdo con los titulares de las Secretarías de Estado y la
Procuraduría General de la República y con la aprobación del Congreso de la Unión o de la
Comisión Permanente cuando aquel no estuviere reunido, podrá restringir o suspender en
todo el país o en lugar determinado el ejercicio de los derechos y las garantías que fuesen
obstáculo para hacer frente, rápida y fácilmente a la situación; pero deberá hacerlo por un
tiempo limitado, por medio de prevenciones generales y sin que la restricción o suspensión
se contraiga a determinada persona. Si la restricción o suspensión tuviese lugar hallándose
el Congreso reunido, éste concederá las autorizaciones que estime necesarias para que el
Ejecutivo haga frente a la situación; pero si se verificase en tiempo de receso, se convocará
de inmediato al Congreso para que las acuerde.
La restricción o suspensión del ejercicio de los derechos y garantías debe estar fundada y
motivada en los términos establecidos por esta Constitución y ser proporcional al peligro a
que se hace frente, observando en todo momento los principios de legalidad, racionalidad,
proclamación, publicidad y no discriminación.
Cuando se ponga fin a la restricción o suspensión del ejercicio de los derechos y garantías,
bien sea por cumplirse el plazo o porque así lo decrete el Congreso, todas las medidas
legales y administrativas adoptadas durante su vigencia quedarán sin efecto de forma
inmediata. El Ejecutivo no podrá hacer observaciones al decreto mediante el cual el
Congreso revoque la restricción o suspensión. Los decretos expedidos por el Ejecutivo
durante la restricción o suspensión, serán revisados de oficio e inmediatamente por la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, la que deberá pronunciarse con la mayor prontitud
sobre su constitucionalidad y validez.
Por ende, la Sala puntualizó que el derecho al nombre es de aquellos derechos humanos que no
podrán restringirse ni suspenderse ni siquiera en lo que se ha dado por llamar “estados de
excepción”; sin embargo, se hizo notar que este cuerpo normativo no define lo que debe
entenderse por “derecho al nombre” ni tampoco fijaba su sentido o alcance, por lo que resultaba
necesario observar este derecho desde la óptica de los tratados internacionales en materia de
derechos humanos y de sus interpretaciones autorizadas.
Conforme a lo anterior, se indicó que el segundo párrafo del artículo 1° constitucional exige que el
sentido de los derechos humanos se interprete de conformidad con la propia Constitución y con
los tratados internacionales, de forma tal que se favorezca de la manera más amplia a las
personas; esto se traduce en la obligación de analizar el contenido y alcance de tales derechos a
partir de dos métodos interpretativos, a saber, el sistémico y el pro personae.
Se advirtió que tal previsión constitucional coincidía plenamente con el consenso internacional,
según el cual, en la interpretación de los tratados de derechos humanos deben utilizarse, además
de los métodos tradicionales, otras técnicas de interpretación tales como la sistemática y la pro
personae.
Por ello, la Sala manifestó que la identificación cumple con la función de ser el nexo social de la
identidad, siendo uno de sus elementos determinantes el nombre; por tanto, al ser un derecho
humano reconocido como tal, no emerge de las legislaciones particulares de cada Estado, sino que
es inherente a la persona humana, siendo además, inalienable e imprescriptible
Está regido por el principio de autonomía de la voluntad, pues debe ser elegido libremente por la
persona misma, los padres o tutores, según sea el momento del registro; por tanto, no puede
existir ningún tipo de restricción ilegal o ilegítima al derecho ni interferencia en la decisión; sin
embrago, sí puede ser objeto de reglamentacion estatal, siempre que esta no lo prive de su
contenido esencial.
Ahora bien, la Sala destacó que los instrumentos internacionales permiten ciertas restricciones
específicas respecto del ejercicio de los derechos humanos en ellos reconocidos, siempre que
aquellas cumplan con los siguientes criterios: a) estar previstas en ley (legalidad), b) satisfacer un
principio de necesidad, c) estar acordes con los fines establecidos en los instrumentos
internacionales, d) ser razonables e) atender al principio de proporcionalidad y f) al principio de
sociedad democratica.
Con base en los lineamientos anteriores, la Primera Sala analizó la constitucionalidad de la medida
legislativa que establecía una restricción al derecho humano al nombre, a efecto de realizar el
control conjunto de la constitucionalidad y convencionalidad a que está obligado.
En esa tesitura, se indicó que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos no señala
de manera expresa que el derecho al nombre pueda ser restringido; por su parte, la Convención
Americana de Derechos Humanos refiere que la ley reglamentara este derecho a efecto de que el
mismo sea asegurado para todos.
Por lo anterior, se precisó que la regulación para el ejercicio del derecho al nombre es
constitucional y convencionalmente válida siempre que la misma se encuentre en ley, bajo
condiciones dignas y justas y no para establecer límites que en su aplicación equivalgan en la
realidad a una cancelación de su contenido esencial.
De ahí que, la razón subyacente de la prohibición en estudio radicaba en el respeto del principio
de la inmutabilidad del nombre lo cual, a juicio de la Primera Sala no podía considerarse como un
fin legitimo y mucho menos como una medida necesaria, razonable y proporcional.
Es decir, se indicó que el derecho al nombre implica la prerrogativa de su modificación, misma que
puede estar reglamentada en la ley a efecto de evitar que conlleve un cambio en el estado civil o
la filiación, implique a actuar de mala fe, se contrarie la moral o se busque defraudar a terceros.
Así las cosas, la Sala señaló que el supuesto previsto en el artículo impugnado consistía en que
una persona haya utilizado en sus relaciones sociales, familiares o con el Estado un nombre
diverso de aquel que se encuentra asentado en su acta de nacimiento, por lo que, la razón de la
solicitud de modificación de nombre radicaba en adaptar su identificación jurídica a su realidad
social; de lo cual resultaba que en dicha hipótesis, no existía una modificación a su estado civil ni a
su filiación, pues la variación del apellido no implicaba por sí misma una mutación en la filiación
cuando permanecen incólumes el resto de los datos que permitirían establecerla, como sería el
nombre de la madre, el padre, hijo o cónyuge,
Estimaron los señores Ministros que la recurrente tenía derecho a ejercitar la acción de
modificación de acta de nacimiento, sin que le fuera aplicado el artículo 133 del Código Civil para
el Estado de Aguascalientes, lo cual implicaba que sus argumentos se estudiarán por la autoridad
responsable a efecto de que ésta verifique si, en el caso, la inconforme acredita la necesidad de
modificar su nombre a efecto de ajustar su situación jurídica a su realidad social y, en caso de ser
así, conceda dicha modificación; para lo cual deberá dejarse sin efectos la sentencia de 23 de junio
de 2011, dictada por la Primera Sala del Supremo Tribunal de Justicia de dicha entidad federativa.
Para finalizar, la Sala puntualizó que en caso de que procediera la expedición de una nueva acta a
la recurrente, ello no se traducía en que su historia pasada se borrara o desapareciera a partir de
ese momento, por lo que todos aquellos actos del individuo que hubiera realizado bajo su
identidad anterior y que traían aparejados efectos jurídicos, seguiría produciéndolos y le eran
exigibles, de ahí que, necesariamente, la expedición de su nueva acta conlleve la anotación
marginal que diera cuenta de la modificación, pero únicamente en su acta primigenia más no en
las copias que de ella se pudieran expedir.
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De acuerdo con la tradición occidental: una mujer heredaba el apellido de su padre y
lo cambiaba para que coincidiera con el de su marido —que a su vez heredaba el de
su padre—. Esta costumbre viene de la Edad Media, cuando la mujer pasaba de la
casa paterna a la conyugal como una cosa, no como una persona, «perteneciente a».
Esto se puede interpretar como que tanto el padre como el futuro esposo de la mujer
tienen el control sobre ella, y que las líneas de descendencia son masculinas —
patrilinealidad—. Por otra parte, reitera que las mujeres no tienen apellidos por línea
materna, sólo los que indican su relación con los hombres.
En México sí usamos el segundo apellido que marca nuestra relación materna. Pero
la tradición de sustituir o agregar el apellido del marido después del propio tras
contraer matrimonio, persiste en otras culturas; por no ir más lejos, en países como
Estados Unidos, la mujer no sólo adopta el apellido sino que incluso pueden llamarle
con el nombre de pila del cónyuge: Mrs. John Smith —señora John Smith.
Nombre, el atributo de la personalidad, sin él sería una tarea ardua distinguir a una
persona de la otra, es decir, el nombre sirve para individualizar a las personas y este
acto jurídico de otorgar un nombre se realiza cuando las personas son re cien nacidas
tal y como lo establece el artículo 58 ccdf
Sirve para su identificación. En las personas físicas, comprende el nombre de pila, elegido
por los progenitores acompañado del apellido, que designa la familia a la que pertenece,
la del padre, y en algunos países, obligatoriamente va acompañado del apellido materno,
en otros, es opcional este último
http://www.corteidh.or.cr/tablas/23961.pdf
Rafael de Pina, dice que el nombre es el signo que distingue a una persona de las
demás en sus relaciones jurídicas y sociales.
El nombre se forma con uno o más nombres propios y por los apellidos (nombre de
familia -patronímicos). El modo de adquisición del nombre de familia es la filiación.
Caracteres del nombre, Ignacio Galindo Garfias (Galindo Garfias Ignacio. Op. Cit.
págs. 348 y 349) señala respecto al nombre los siguientes caracteres:
Absoluto: vale “erga omnes”, es oponible frente a todas las demás personas.