Príncipe de Viana: Los Documentos de Alonso de Salazar Frías. Una Polémica Sobre La Brujería en España, 1610-1614
Príncipe de Viana: Los Documentos de Alonso de Salazar Frías. Una Polémica Sobre La Brujería en España, 1610-1614
Príncipe de Viana: Los Documentos de Alonso de Salazar Frías. Una Polémica Sobre La Brujería en España, 1610-1614
de Viana
separata
Los documentos de
Alonso de Salazar Frías.
Una polémica sobre
la brujería en España,
1610-1614
Gustav HENNINGSEN
Sumario / Aurkibidea
Príncipe de Viana
Año lxxxi • n.º 278 • septiembre-diciembre de 2020
lxxxi. urtea • 278. zk. • 2020ko iraila-abendua
Presentación / Aurkezpena
Ignacio Panizo Santos729
La brujería y la Inquisición
Gustav Henningsen 1013
Enciclopedia de la brujería
Gustav Henningsen 1033
Currículums1077
Analytic Summary1079
Gustav Henningsen
DOI: https://doi.org/10.35462/pv.278.12
* Ver la referencia detallada de este artículo en la Autobibliografía de Gustav Henningsen, publicada en este
Homenaje, n.º 29.
Ikus artikulu horren erreferentzia zehatza Gustav Henningsenen Autobibliografían (29. zenbakia), zeina ome-
naldi honetan argitaratu baita.
See detailed reference of this article in the Autobibliography of Gustav Henningsen, published in this tribute,
No. 29.
1 Witchcraft, de Charles Williams (Londres, 1941) está dedicado «a la memoria inmortal de Alonso Salazar
de Frías» y se analizan sus esfuerzos en las páginas 250-253, 262 (en la ed. de 1960). También se menciona
Salazar en: R. Trevor Davies, Magic and Witchcraft in Post-Medieval Spain (The Rationalist Annual 1948,
pp. 57-66); Geoffrey Parrinder, Witchcraft (Bristol, 1958) pp. 24-25, 99; Rossel Hope Robbins, The Encyclo-
pedia of Witchcraft and Demonology (Londres, 1959) pp. 427-429; Julio Caro Baroja, Las Brujas y su mundo
(Madrid, 1961, versión en inglés, The World of the Witches (1964), versión en alemán, Die Hexen und ihre
Welt, con un capítulo suplementario de W. E. Peuckert (1967) capítulos 13-14; Kurt Baschwitz, Hexen und
Hexenprozesse (Múnich, 1963) pp. 113-114, 215-220, 353.
2 Henry Charles Lea, A History of the Inquisition of Spain (Nueva York, 1906-07) Vol. IV, pp. 225-237.
3 Veinte se reconciliaron, pero ocho de ellos habían muerto durante el proceso. Quemaron a once, pero solo seis
de ellos estaban vivos; al resto los quemaron en efigie junto con sus restos en ataúdes.
las acusaciones, envió al Tribunal instrucciones para que procediese con el máximo es-
cepticismo en el futuro. Aunque todavía no pudo abolirse oficialmente la creencia en la
brujería, la consecuencia de estas instrucciones fue que en España dejaron de quemarse
brujas unos cien años antes que en el resto de Europa.
Cuando Lea escribió su gran obra, el archivo del Consejo de la Inquisición española
todavía se encontraba en el castillo de Simancas. Sin embargo, entre 1908 y 1915 se
trasladó al Archivo Histórico Nacional de Madrid, al cual se incorporó con nuevas
signaturas. En mi opinión, ese es el motivo por el que nadie ha encontrado los do-
cumentos de Salazar y ha podido someterlos a un análisis más detallado. Incluso el
estudioso español más importante dedicado a la historia de la brujería, Julio Caro
Baroja, utiliza en su obra Las brujas y su mundo 4 las referencias a los documentos de
Salazar de acuerdo con las indicaciones desfasadas de Lea, procedentes de Simancas.
Dado que consagra varios capítulos a los brujos vascos y se refiere de forma detallada
al memorial quinto de Salazar usando una copia que se encontraba en la Biblioteca
Nacional (MS 2031), está claro que no sabe que los demás manuscritos se encuentran
ahora en Madrid 5.
Cuando vi todo el contenido del legajo, me di cuenta de que Lea solo había usado
una parte limitada del material al que hacía referencia y que aún quedaba mucho más
por presentar. Entre otras cosas, ahí estaba uno de los ocho tomos originales de los
registros de la visita de Salazar, que se creía que se habían perdido cuando se destruyó
el archivo del Tribunal de Logroño durante el período napoleónico. Todo lo que se
conserva hoy en día sobre la Inquisición de Logroño viene del Consejo de la Supre-
ma y General Inquisición –denominada de aquí en adelante normalmente como «la
Suprema»–, cuyo archivo, como se ha mencionado más arriba, se encuentra ahora en
Madrid.
4 Madrid, 1961. Traducción al inglés de 1964, The World of the Witches, capítulos 13-14.
5 Julio Caro Baroja, en una publicación reciente, El Señor Inquisidor (Madrid, 1968), p. 41, afirma que los
documentos de Salazar siguen en el Archivo de Simancas. Véase la nota 9, más abajo.
LISTA DE FUENTES
1. Una carpeta con cartas e informes relativos principalmente a los brujos. Son docu-
mentos enviados de los comisarios de distrito al Tribunal y del Tribunal a la Suprema,
todos con fecha de 1609-1623 6.
3. Una serie de tomos con cartas e informes originales del Tribunal a la Suprema. El
tomo 11 tiene especial interés, porque cubre el período 1610-1613. Contiene, por ejem-
plo, el memorial primero de Salazar a partir de su visita.
4. Una serie de tomos con relaciones de causas (relaciones anuales de casos finaliza-
dos en el tribunal con resúmenes detallados de su contenido), así como informes de los
autos de fe que se habían celebrado.
5. Una serie de tomos con copias de todas las cartas de la Suprema a los Tribunales
de Aragón y Navarra. El distrito siguió denominándose Navarra incluso después de que
la sede permanente del Tribunal se trasladara a Logroño en 1570.
6. Por último, están los documentos originales de la inspección que hizo la Suprema
al Tribunal en 1619-20, en la que se reconvino a todos los empleados. Sirven sobre todo
para ilustrar la personalidad de Salazar. También hay un manuscrito del año 1622 en el
que el propio Salazar hace un breve relato de su vida.
En 1608, Pays de Labourd autorizó a los señores de los castillos de Amou y Urtubie
que solicitasen a Enrique IV de Francia que enviase jueces para aliviar la plaga de brujos
de la zona; el Parlamento de Burdeos nombró a de Lancre y Espaignet el 10 de diciem-
bre de 1608 y el 4 de febrero de 1609. La encomienda a los jueces era válida hasta el
10 de noviembre de 1609, pero Espaignet la dejó el 5 de junio de 1609, cuando empezó
a dedicarse a otros asuntos. El centro de operaciones de Lancre era el castillo de Saint
Pée-sur-Nivelle, a pocos kilómetros de la frontera con España. En las fuentes españolas
se esclarece cómo esa caza de brujas cruzó la frontera y condujo al famoso proceso de
Logroño de 1610.
El siguiente resumen, que es una mera selección de las fuentes españolas, ilustra el
desarrollo básico de los acontecimientos.
1608
1609
11 de marzo. La Suprema devuelve los registros de los cuatro procesos por brujería
–que se le habían enviado para que los examinase– y adjunta una lista de catorce pre-
guntas con las que el Tribunal tenía que contrainterrogar a las personas acusadas de
brujería. El objetivo de varias de las preguntas es determinar si las experiencias de los
brujos eran sueños o realidad. Si fueran reales, se ordena al Tribunal que obtenga prue-
bas concretas de ello, como:
1.ª pregunta. Durante el aquelarre o al desplazarse a él, ¿oyeron los brujos relojes,
campanas, perros o gallos de los pueblos y los caseríos vecinos?
3.ª pregunta. ¿Repararon en su ausencia las personas que dormían en la misma
estancia que ellos? Si no, ¿cómo consiguieron ocultar su ausencia?
6.ª pregunta. ¿Cuánto tiempo tardaron en llegar de su casa a esas reuniones y qué
distancia debían recorrer? ¿Se encontraron con alguien al ir y al volver? En el
aquelarre, ¿vieron pasar a viajeros, pastores u otras personas?
9.ª pregunta. ¿Necesitaron ungirse con un ungüento para volar para ir al aquela-
rre?
10.ª pregunta. ¿Hablaban entre ellos cuando no estaban en el aquelarre y comenta-
ban lo que había pasado en él?
12.ª pregunta. ¿Estaban convencidos de que habían participado físicamente en el
aquelarre o el ungüento les había hecho quedarse dormidos, de manera que
todas esas cosas estaban grabadas en su imaginación o fantasía?
Junio. Alonso de Salazar Frías asume su cargo como tercer inquisidor, el más joven,
en el Tribunal. Tiene 45 años y una brillante carrera como jurista y diplomático de la
Iglesia española en la Corte papal de Roma.
1610
Sin fecha. El fiscal del Tribunal, el doctor San Vicente, proporciona a la Suprema una
justificación detallada para proceder sin miramientos contra los brujos en el proceso
judicial. Uno de sus argumentos es que «este año» se ha quemado a muchos brujos
en Francia, entre ellos a dos curas (el dato de los dos curas nos lleva a suponer que es
una referencia a los procesos de de Lancre en 1609). En Francia vigilan con avidez lo
que hagan los españoles con sus brujos. Si se muestra demasiada indulgencia, continúa
Vicente, no solo se le perderá el respeto a España, sino que todos los brujos franceses
cuyas vidas estén en peligro huirán cruzando la frontera para estar más seguros.
4 de octubre. El comisario de Urdax afirma que «Ha llegado el mal a tanto que ya
no hacemos caso de que haya brujos (aunque se descubre multitud de ellos) como se
abstengan de embrujar y inficionar a otros». Los padres de los niños embrujados están
desesperados porque se les prohíbe actuar contra los brujos y, de no ser por el comisa-
1611
10 de enero. El comisario de Vera informa de que circulan rumores por toda la zona
sobre la muerte de Joanes de Aguirre en la prisión secreta del Tribunal, y de que su viu-
da va por ahí diciendo que su marido ha muerto víctima de falso testimonio.
pidan quienes los interrogan. A otros los asustan poniéndoles al lado calderas con agua
hirviendo y los hacen mentir». Una chica ya crecida le confió a Solarte que, después de
que alguien hubiese declarado haberla visto en un aquelarre, su familia la hostigó para
que se entregara y, cuando ella negó su culpabilidad, su padre le puso un cuchillo en el
pecho y le ordenó que mintiera, mientras le explicaba que, si confesaba ser una bruja,
quedaría libre; no se la llevarían a Logroño ni la castigarían de ningún otra forma (me-
diante confiscación de la propiedad). Después podría confesarse con un cura y decirle
que había mentido y terminar el asunto.
8 de febrero. Los inquisidores informan a la Suprema de que más brujos han acudi-
do al Tribunal para confesar y reconciliarse mediante el edicto de gracia, que ya se ha
publicado.
3. Aunque el mismo licenciado Valle visitó Las Cinco Villas y otros lugares en per-
sona, no parecía que hubiera encontrado en dichos lugares a ninguna persona con-
taminada por esta secta malvada y, a pesar de la gran cantidad de gente mayor que
había en estas localidades, ninguno de ellos sabía qué era ser brujo ni nada que
recordase a este malvado arte, ni tampoco qué era un aquelarre. Es una palabra
vasca (akelarre; de akerr, «macho cabrío», y larre, «pradera») para designar el lugar
de reunión de las brujas, palabra que se ha tomado prestada en castellano.
El largo informe del obispo continúa con una descripción de cómo comenzó el
asunto cuando se nombró comisarios al párroco de Vera y al párroco de Lesaca y
su capellán y empezaron a lanzar sermones contra la brujería desde sus respectivos
púlpitos, afirmando que sabían muy bien quiénes eran los brujos y que, aunque no
lo revelarían, ese mal afectaba a tres cuartos de la población. En sus sermones hacían
descripciones muy vívidas de las terribles fechorías de esta secta secreta, que por su-
puesto conocían bien por los procesos de brujería de Francia. Poco después, toda la
zona estaba en ebullición.
A esto le siguen una larga serie de detalles sobre maltrato y violencia contra personas
inocentes. Por último, como apéndice, el obispo incluye un informe que acaba de recibir
del jesuita Solarte después de haber terminado su propio informe.
17 de mayo. Los inquisidores envían una protesta al virrey de Navarra, porque sus
jueces del Consejo Real de Navarra han enviado a sus comisarios a la zona infestada
de brujería para recabar pruebas contra los jueces locales y otros, quienes han ejercido
violencia sobre los acusados de brujería.
22 de mayo. Salazar parte para iniciar su visita de ocho meses con el edicto de gracia
para los brujos que se arrepientan. El Tribunal le ha proporcionado dos monjes para
que actúen como intérpretes de euskera, fray Domingo de Sardo y fray José de Elizon-
do, ambos predicadores activos y cazadores de brujas.
1612
10 de enero. Salazar vuelve a casa tras su visita y se encierra de inmediato con sus
documentos, sin dejar que sus dos colegas de más edad los vean.
1613
3 de octubre. Salazar envía a la Suprema su tercer informe sobre los brujos después
de que sus dos colegas le hayan leído a él el informe que ellos han realizado, en el que
revelan que, tras trabajar en los documentos de Salazar durante año y medio, han llega-
do a la conclusión de que se trata de una autodefensa pertinaz porque su voz es la única
negativa en la votación del 8 de junio de 1610.
24 de octubre. La Suprema escribe a Salazar para decirle que han visto su informe y
le aconsejan que se familiarice a fondo con el de sus colegas y que les remita cualquier
otro comentario que se le ocurra.
1614
2 de marzo. La Suprema informa por escrito a Salazar de que está a punto de exami-
nar los documentos sobre las brujas que han enviado él y sus colegas y se requiere su
presencia con urgencia. (Su presencia en el Consejo de la Inquisición iba a durar cinco
meses. Durante este período, Salazar escribió sus memoriales quinto, sexto y séptimo
sobre las brujas.)
15 de marzo. El Inquisidor General pide que el Tribunal le envíe dos brujos para que
la Suprema pueda examinarlos.
19 de abril. La Suprema pide al Tribunal que envíe un archivo con cartas y también
el registro del proceso del brujo Joanes, que no se ha recibido.
Durante los años siguientes, hasta finales de la década de 1620, podemos seguir los
esfuerzos de Salazar y de los nuevos inquisidores para que los jueces locales seglares
sigan respetando el antiguo monopolio de la Inquisición sobre los casos de brujería, una
vez que a la gente le ha quedado claro que los brujos ya no reciben el castigo que mere-
cen. Hay informes interesantes de 1617 y 1623 en los que Salazar da información sobre
quemas seglares de brujas. Pero no voy a incluirlos aquí, porque tienen que ver con el
contexto de las consecuencias de las nuevas instrucciones. Considero que lo explicado
más arriba proporciona información suficiente para el breve esbozo que se presentará
a continuación de los siete memoriales de Salazar, que condujeron a las nuevas instruc-
ciones de 1614.
MEMORIALES DE SALAZAR
En los artículos 1-8, que tratan de las brujas, Salazar afirma que «aunque durante los
primeros cuatro meses que pasé en el reino de Navarra, 1546 personas se presentaron
para aprovechar la gracia del edicto, [...] durante los meses posteriores, cuando estuve
en las provincias de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava, solo se presentaron 276 (un error;
256) personas, lo que constituye un total de 1802. La disparidad muestra que en todos
los últimos pueblos y en los distritos circundantes el daño no era tan grave como en las
mencionadas montañas [de Navarra] por sí solas, a pesar de la gran cantidad de tiempo
y cuidado con la que he buscado y me he esforzado para desvelarlo, de manera que me
he detenido más tiempo en estas últimas sesiones que en las iniciales».
Por otro lado, Salazar recibió muchos informes contra santiguadores (brujos blan-
cos), curas entre ellos, que aseguraban saber quiénes eran los brujos y cobraban a la
gente por decirles quién los había embrujado.
Los artículos posteriores tienen que ver con otras cuestiones. Pero los artículos 16-44
vuelven a ser de especial interés en relación con los brujos, porque contienen un informe
sobre el comportamiento de los comisarios y se detienen a su vez en particular en el
comisario de Vera, al que Salazar critica duramente por su parcialidad y su vehemencia
en el desempeño de sus labores para el Santo Oficio.
Salazar divide su memorial en cuatro capítulos, cada uno de los cuales dedica a una
cuestión principal:
I. Del modo que los brujos tienen en la salida, estancia y vuelta de los aquelarres.
II. De las cosas que hacen y pasan como tales brujos.
III. De los actos positivos y verificaciones exteriores de estas cosas que se han procu-
rado comprobar.
IV. De las testificaciones o probanza que podría resultar de todo lo sobredicho para
castigar los culpados.
Salazar concluye que, de todos los casos de brujería con los que ha tratado durante
la visita –no menos de 1802 procesos, 1384 de los cuales fueron de niñas de menos de
12 y niños de menos de 14 años–, en ninguno de ellos había indicios ni pruebas conclu-
yentes de que se hubiera practicado la brujería, por no hablar de que actos de ese tipo
hubieran tenido lugar de verdad y de forma tangible, ni en relación con el aquelarre de
las brujas, ni con el embrujamiento de otras personas ni con ninguna de las demás cosas
que se habían aducido.
Lea se refiere detalladamente a este memorial (IV, 230-34), pero ahí no se consigue
una impresión real del método científico de Salazar y, en concreto, de la forma de docu-
mentarse de Salazar, que, junto con su tendencia al análisis cuantitativo y las referencias
minuciosas, es particularmente notable. Está claro que Lea ignora esta circunstancia,
porque no parece conocer las notas que se encuentran en otras partes en la carpeta de
manuscritos (cf. Lista de fuentes, n. 1). Lea, en todo caso, no podía saber a qué remitían
las referencias mencionadas más arriba, porque no conocía los registros originales que
se conservan. Por supuesto, nada de esto ha de interpretarse como un menosprecio a
Lea; su labor fue extraer lo fundamental para su descripción de la historia de la Inquisi-
ción española en un período de más de 350 años. Es el último al que habría que mirar si
tenemos en cuenta que la compilación de su material la realizaron copistas. A partir de
1895, las investigaciones de Lea en el Archivo de Simancas se hacen a través del cónsul
de Estados Unidos Ignacio Figueroa Hernández. Parece que Lea nunca visitó Simancas.
En el artículo 1, que trata cómo van los brujos al aquelarre, Salazar dice que el des-
plazamiento casi siempre se produce después de que se hayan ido a la cama y se hayan
quedado dormidos. Como documentación, en la glosa 1 hace referencia a las actas de
102 personas (dos de las cuales se encuentran en el tomo «F» y la tercera es la única acta
que se conserva del tomo «E»). Y aunque hubo otros que aseguraban que acudían a las
juntas despiertos, antes de acostarse, en esta categoría el número era escaso; en la glosa 2
se hace referencia a siete actas (perdidas). Sin embargo, la mayor parte de las personas
de ambos grupos declararon que se despertaban al salir y seguían despiertos durante la
asamblea y al volver a sus casas; en la glosa 3 se remite a las referencias de las glosas 1 y 2.
A los numerosos argumentos que usa Salazar para apoyar la teoría de que eran sue-
ños, que incluso entonces ya era antigua, Salazar les añade sutiles detalles psicológicos.
Debemos preguntarnos si comprende plenamente el impacto de las observaciones que
registra. Habla, por ejemplo, de la joven de diecisiete años Catalina de Sastrearena, que
aseguraba que había sido transportada súbitamente al aquelarre mientras estaba en la
iglesia escuchando el sermón de fray Domingo de Sardo contra las brujas; nadie notó su
ausencia, pero cuando el sermón terminó ella no había oído ni una palabra del mismo.
Mostraré lo que el material contiene –y lo que supone– revisando las primeras re-
ferencias de Salazar en la glosa 74. En el tomo «F», folio 107, se encuentra el acta de
María Martín de Legara, sirvienta soltera de 31 años. Primero figura su confesión, rea-
lizada el 17 de noviembre de 1609 en San Sebastián al inquisidor Valle durante su visita.
En esa ocasión confiesa el repertorio completo de brujería y, por si fuera poco, implica
nada menos que a 66 de sus vecinos y conocidos, a los que asegura haber reconocido
en el aquelarre. Después consta su retractación, hecha el 11 de agosto de 1611 ante
Salazar en su propio pueblo de Lesaca. Aquí declara que toda la confesión era falsa y
que hizo esa llamada confesión voluntaria tras recibir amenazas de su amo en ese mo-
mento, el párroco de Lesaca (que poco después fue nombrado comisario). El párroco le
había hecho ensayar cuidadosamente qué tenía que confesar. Su confesión original de
brujería llegó tan pronto que el repertorio de brujería, si nos fiamos de la información
del obispo, todavía no estaba en circulación en este distrito; por ello, sería de sumo
interés comparar su confesión con el repertorio que figuraba en los libros de de Lancre
sobre los procesos de Francia. No es de extrañar que solo 81 personas se retractaran de
sus confesiones, afirma Salazar, ya que estas retractaciones eran confidenciales y no se
concedió permiso para recibirlas hasta una etapa posterior de la visita (cf. 28 de junio
de 1611). Antes de que llegase este permiso de la Suprema, Salazar se vio obligado a no
atender a varias personas que querían retractarse. Si la gente hubiera estado segura de
que no la castigarían, sino que la tratarían con clemencia y amabilidad, habría habido
muchos más revocantes, asegura Salazar.
Termina diciendo que el remedio para la plaga de brujería no es otro edicto de gra-
cia, sino el silencio en torno a todo el asunto. Para respaldar sus palabras, señala que
un juez encargado en Francia [Pierre de Lancre] unos cuatro años antes «condenó a
más de 80 personas por brujería», pero «en el seguimiento [del caso] que uno podía
esperar después de todo esto y [tras] el auto de fe –en el que estuvo presente un asesor
de París, como informamos a Su Alteza–, no solo no ha venido un segundo juez para
estas cuestiones, sino que además (por lo que puede verse) se ha impuesto el silencio y
no se ha escrito nada más a este respecto; ni siquiera el obispo de Bayona –que en su
momento estaba en alerta máxima sobre esta cuestión como corresponde al celo de un
buen prelado– ha insistido en el asunto ni permite que se escriba nada al respecto, según
me han asegurado».
La primera parte se titula De lo que hay en los registros de este Santo Oficio que nunca
se ha referido al Consejo. Es un repaso de los precedentes anteriores de procesos por bruje-
ría en el Tribunal y de las instrucciones recibidas desde la Suprema en esas ocasiones. Cita
cartas e instrucciones de los años 1526, 1531, 1538, 1576, 1595 y 1596, lo que refleja la
periodicidad de los estallidos de cazas de brujas. En conjunto, esto demuestra la conten-
ción de la que se hizo gala en períodos anteriores en comparación con el nuevo estallido.
La segunda parte es una crítica acerada a las deficiencias de las que Salazar ha sido
testigo desde que llegó al Tribunal en junio de 1609; tampoco duda en hacer autocrí-
tica. Uno de los aspectos principales es la crítica a cómo se analizaba a los acusados y
cómo se registraban sus declaraciones: «En los... procesos tampoco se escribían muchas
cosas substanciales que –dentro y fuera del Tribunal– pasaron con los reos... reducién-
dolos a lo que de las alteraciones y réplicas quedaba por resolución final de cada punto,
callando así otras contradicciones y desatinos que les pudieran detraer el poco crédito
de lo demás. Conforme a un Juan de Espinar, de Santesteban de Lerín, que decía nos
había visto a los tres inquisidores en su junta envueltos con tres mujeres, y después se
redujo a que solamente eran las figuras de inquisidores. Ni tampoco se escribían las
continuas y aseguradas promesas con que certificábamos a cada uno de los negativos
que en confesando serían sueltos y libres».
«Todo ello –continúa Salazar– llegó este extremo: Martín de Igoarzábal, el carcelero
de la casa de penitencia, informó de que, mientras estaba una noche escuchando fuera
de la celda a sus reas, llamadas María de Jureteguía y María Chipi [Barrenechea de]
Zalayeta (tía de la anterior) –las dos se reconciliaron después [en el auto de fe]– y casi
al principio de las revelaciones en Zugarramurdi, había oído cómo una mujer le decía a
la otra que no podía confesar sobre lo que la estaban interrogando en el tribunal porque
en realidad no era una bruja ni tampoco sabía quién más lo era; era todo mentira. A lo
que María de Jureteguía replicó que nunca podría salir de la cárcel si no declaraba eso,
aunque fuera mentira, y que ella ya lo había hecho. Y nada de esto se escribió».
Los dos apartados siguientes tratan fundamentalmente del memorial elaborado por
sus dos colegas (cf. Acontecimientos por orden cronológico, 3 de octubre de 1613.) En
el tercer apartado, Salazar comenta lo que sus dos colegas y él mismo entienden por
«pruebas» y en el cuarto responde a las acusaciones que se han vertido contra su per-
sona (cf. 8 de junio de 1610.)
Ellos dicen: Todos los confitentes han cometido los delitos que confiesan y son testi-
gos visuales del mal que acusan a otros. Yo digo: Pese a que existe la posibilidad de que
sea así, ninguno de los testimonios disponibles son convincentes [...]
Ellos: Teniendo en cuenta el carácter secreto de la brujería, se debería ser menos exi-
gente en cuanto a la contundencia de las pruebas. Yo: Aun con esa ventaja, las pruebas
existentes son de dudoso valor; pues hasta los hechos de los que se afirma que son co-
nocidos por todos –según he comprobado– no los conoce nadie. [...]
Memorial cuarto. Con fecha de 7 de enero de 1614 en Jaén. 9 páginas. Es una res-
puesta más exhaustiva al memorial de sus colegas, que Salazar ha tenido tiempo de
examinar con más profundidad. Sumado al memorial anterior, gracias a las numerosas
citas directas, este memorial da una idea del contenido del de sus colegas, que ya he-
mos de dar por desaparecido. Parece que sus colegas ponen gran énfasis en la infausta
astucia del diablo y dado que, según escribe Salazar, aseguraban de él «que ciego del
Demonio defienda yo mis brujos», Salazar se vio obligado a responderles sobre todo a
esa cuestión. Pero, como buen hijo de su tiempo, Salazar se siente perfectamente cómo-
do también en el ámbito de la demonología. Salazar no niega en teoría la posibilidad de
que exista brujería con ayuda del diablo, pero mediante su minuciosa investigación y su
pertinaz insistencia en las pruebas sacó la brujería de la vida cotidiana para limitarla al
ámbito de las raras excepciones.
El memorial quinto se titula Epílogo de todos los hallazgos de los documentos. Sin
fecha. 8 páginas. Es un resumen de los memoriales segundo, tercero y cuarto y por lo
tanto no presenta ninguna novedad, pero a veces nos ayuda a comprender los pasajes
complicados del material precedente, porque los reformula 8. Es de suponer que Salazar
lo escribió durante su estancia en el Consejo de la Inquisición, tal vez como borrador
para una circular del Inquisidor General a varios clérigos, con el objetivo de que, como
antiguos miembros de la Suprema, ayudasen a tomar una decisión sobre este compli-
cado asunto. La carta del Inquisidor General incorpora la mayor parte del borrador
palabra por palabra, pero en una nota al pie se indica que la carta no llegó a enviarse
a nadie.
El memorial sexto se titula Que el Consejo se apresure a tomar una decisión sobre
este asunto. Sin fecha. 3 páginas. Al igual que el memorial quinto, cabe suponer que
Salazar lo escribió durante su estancia en el Consejo de la Inquisición. Argumenta que
la población de la zona infestada de brujas, 7000 personas, sigue viviendo en la incerti-
dumbre de no saber qué será lo próximo que ocurra.
8 En el memorial quinto se repite palabra por palabra todo el último artículo del memorial tercero, pero resulta
que este artículo no está incluido en la copia del memorial quinto que se encuentra en la Biblioteca Nacional
(MS 2031), publicado por Caro Baroja en Anuario de Eusko Folklore XIII (Vitoria, 1933) pp. 115-130.
ALGUNAS IMPLICACIONES
La cuestión del remedio adecuado para la brujería –si recurrir al castigo de la hogue-
ra o a la clemencia del edicto de gracia– es un leitmotiv en la historia de la brujería en
España hasta su punto de inflexión, como lo llamó Lea. Salazar vio cómo aparecían los
brujos en cuanto el foco de la atención pública se centraba en ellos y cómo desaparecían
por sí solos cuando se dejó de hablar de ellos. Se dio cuenta de que no eran necesarios
ni el edicto de gracia ni el castigo, sino algo completamente distinto: el silencio.
En este artículo he tratado de dar, mediante pasajes de fuentes en castellano, una ima-
gen equilibrada de las aportaciones de Salazar a este momento decisivo. Espero tener la
oportunidad de tratar este material con más detalle en un contexto más amplio, porque
ofrece una oportunidad única de seguir un proceso de brujería desde su mismo inicio
hasta su conclusión; las fuentes en castellano ilustran el asunto desde tantos puntos de
vista diferentes que es posible analizar los factores psicológicos y sociológicos de un
proceso por brujería, cosa sobre la que no suele hablarse en otras fuentes. No conozco
ningún proceso por brujería en el que todos los aspectos se hayan sometido a un aná-
lisis tan exhaustivo ni a una crítica tan acerada como el de Logroño. Hay procesos por
posesión demoníaca en los que sucedió algo parecido, pero no es igual en los procesos
9 Lea (vol. IV, p. 235) tiene otra fecha para las instrucciones, el 31 de agosto de 1614, pero menciona que tie-
nen 32 artículos. A juzgar por su resumen, el contenido parece idéntico al de la instrucción de 29 de agosto
de 1614, de la que conozco ocho copias (Archivo Histórico Nacional, Inquisición, libro 334 fol. 244v. ss.,
libro 1231 fol. 639ss., libro 1246 fol. 383ss., legajo 1679 E. 2 n. 24 y n. 29 fol. 29ss.; Biblioteca Nacional,
Madrid, MS 883 fol. 180ss., MS 18714 n. 46; Biblioteca Real de Copenhague, Ny kgl. Samling 128 Quarto
fol. 119v. ss.), todas ellas con fecha de 29 de agosto de 1614. Lea también tiene (Vol. IV, p. 237, nota 1) una
referencia a unas instrucciones impresas de cuatro páginas, sin fecha, para los comisarios que recibían las
confesiones y los testimonios de los casos de brujería. La tipografía parece del siglo XVII, según Lea, y hace
referencia a una copia que se encuentra en la Biblioteca Real de Copenhague, «MS 218b p. 379». Ahora la
signatura es: N. kgl. S. Folio, 213. Las instrucciones se componen de 14 artículos y tienen el siguiente título:
«INSTRVCCION QVE HAN / DE GUARDAR LOS COMISARIOS DEL SANTO / Oficio en las declaratio-
nes que recibieren tocantes al crimen de Brugeria». No se indica fecha, lugar ni editor. La superficie con carac-
teres es de 225 × 151 mm y parece ser la única copia que se conserva. En una carta de Salazar a la Suprema de
1 de enero de 1617 se mencionan esas instrucciones, pero no dice que estuvieran impresas. También puede ser
que la versión impresa fuera de una fecha posterior.
por brujería. También cabría señalar procesos más recientes en los que venció el racio-
nalismo y se desestimaron los cargos contra los brujos. Pero estos últimos ejemplos no
nos ayudan a comprender por qué durante tres siglos de historia europea se convenció
a tanta gente de algo con «tan poca base», citando al obispo de Pamplona.
España nunca fue tan dogmática como otras naciones en estos asuntos; mientras en
los países vecinos se quemaban brujos a millares, en España el número total no ascendió
más que a algunos cientos de víctimas –seguramente porque los inquisidores españoles
ya tenían ocupación suficiente con los moros y los judíos–. Sea como sea, en todo caso
está claro que los auténticos procesos por brujería se extendieron únicamente por el
norte de España 10. La noción del aquelarre de las brujas nunca llegó a penetrar en las
provincias del sur (de donde venía Salazar). Sin embargo, Cataluña y las provincias
vascas, Navarra incluida, fueron las primeras en sucumbir al pánico de la brujería que
estallaba periódicamente tras la estela de las persecuciones en Francia y que ponía a las
autoridades seglares en marcha. Por lo general, los acontecimientos terminaban con la
intervención del Santo Oficio.
Como consecuencia de esas condiciones peculiares, España –en particular los pro-
cesos de Logroño y la investigación de Salazar– cobra especial interés en la historia de
la caza de brujas europea su conjunto. Muchas de las circunstancias sobre las que solo
podemos hacer conjeturas cuando hablamos de los registros de brujería del resto de
Europa se exponen en las fuentes españolas de forma muy clara, gracias a la actitud mo-
derada que impidió que la creencia en la brujería consiguiese una posición dogmática
en España e hizo que esta cuestión se mantuviera en debate de principio a fin.
Algunos de los resultados obtenidos por Salazar y el obispo de Pamplona, entre otras
personas, mediante investigaciones bien fundadas invitan a formular hipótesis que po-
drían resultar aplicables no solo en España, sino en toda Europa Occidental:
Primero, que la creencia en la brujería en su forma teológica –en las brujas como una
organización sectaria que practica la inversión completa de la cristiandad, incluyendo
pactos y fornicación con el diablo– tenía tan poca relevancia para la creencia popular
(condicionada por la funcionalidad) en las brujas que no se convirtió en una tradición
permanente, sino que quedó olvidada o se convirtió en una tradición anecdótica en los
intervalos entre las grandes epidemias de brujería; por lo tanto, la instrucción del pue-
blo a través de predicadores y la agitación eran necesarias antes de que pudiese iniciarse
una nueva persecución masiva.
Segundo, que las historias de un ungüento alucinógeno de las brujas son un antiguo
intento pseudocientífico de dar una explicación racional al fenómeno de la brujería, y que
los numerosos experimentos que se han llevado a cabo con brujas para obtener pruebas
de los efectos ocultos de dichos ungüentos no resisten una reexaminación crítica.
10 Cf. la instructiva introducción de Agustín González de Amezúa a su edición de Cervantes, El Coloquio de los
Perros (Madrid, 1912), p. 188 et passim.
Tercero, que la persecución de las brujas solían instigarla personas que obtenían
ventajas económicas o sociales con ella. Consideraban a los fervientes funcionarios de
Cristo, como los obispos, los jueces y los inquisidores, un instrumento excelente con el
que impulsar sus intereses decididamente mundanos.
Desde luego, las ideas que se me han ocurrido durante mi trabajo sobre Salazar se
basan en el supuesto de que la conocida teoría de Margaret Murray de 1921 no tiene
ninguna base histórica, a pesar de que todavía cuente con muchas personas que la
defiendan –quizás porque es la más emocionante de las planteadas–. Pero me cuesta
pensar en un argumento más sólido contra la escuela de Murray que las investigaciones
de Salazar, que muestran claramente que sus 1802 brujos no pertenecían a ninguna
confederación secreta que, al abrigo de la oscuridad, se reuniera en lugares apartados
para celebrar rituales paganos. Se puede contraargumentar que esas confederaciones sí
existían en otros lugares, pero será difícil encontrar una explicación convincente para
el hecho de que es precisamente en el sur de Francia donde se conocen los primeros
relatos históricos de esta presunta secta de brujas. Desde allí, más concretamente desde
Toulouse, las cazas de brujas se extendieron al resto de Europa.
Los libros sobre brujas tienen un atractivo extraño para nosotros, tal vez porque esta
cuestión sigue teniendo un aura de misterio. Una vez que haya presentado mi libro pro-
puesto sobre Salazar y los brujos, espero que, aunque tal vez no suene «emocionante»,
fomente la idea de que la creencia en la brujería es un ejemplo de construcción de mitos
sobre grupos que nos son ajenos y de las trágicas consecuencias para sus miembros. La
peculiaridad del modelo de las brujas es que se trata de un grupo ficticio: nadie perte-
nece a él, pero las personas que se desvían de las normas de su sociedad son las prime-
ras en convertirse en sospechosas de pertenecer a esta confederación secreta donde se
invierten todas las virtudes de la sociedad. La brujomanía que se vivió en Europa ya es
historia, pero su principio continúa repitiéndose. Desde luego, una de las características
de este tipo de creación de mitos es que no deja de volver con disfraces nuevos y plau-
sibles. Siempre necesitaremos hombres con el valor suficiente para quitarles la máscara,
hombres con integridad, como Alonso de Salazar.