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La Capacidad Jurídica en El Código Civil

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La capacidad jurídica en el Código Civil

Sumario: 1.- Introducción; 2.- La capacidad de goce y capacidad de ejercicio en el Derecho Comparado; 3.-
La nueva capacidad jurídica en el Código Civil de 1984 a la luz de la Convención sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad (CDPD); 3.1.. Breve análisis de las normas del Código Civil; 3.2.- Breve análisis de
la Ley General de la Persona con Discapacidad (LGPD) y la CDPD; 4.- Los modelos de la discapacidad; 4.1.-
Modelo de prescindencia; 4.2.- Modelo rehabilitador; 4.3.- Modelo social; 5.- Apoyos y ajustes razonables;
6.- Conclusiones; 7.- Bibliografía.

1.- Introducción
La capacidad jurídica es uno de los elementos básicos del derecho privado de raíz romano-germánica. El
derecho romano planteaba como una de sus máximas que «furiosi nulla voluntas est» que se entendía como
que las personas con discapacidad mental no podían consentir válidamente ningún contrato. No obstante,
las limitaciones a la capacidad jurídica no estuvieron restringidas solamente a estas personas. Durante años,
mujeres, miembros de pueblos indígenas, afrodescendientes y personas pobres pelearon por un igual
reconocimiento de su capacidad jurídica en diversos sistemas jurídicos. (Bregaglio Lazarte y Constantino
Caycho, 2020, p. 33)
Sin embargo, al día de hoy, el gran grupo excluido de ese derecho, en el mundo, sigue siendo el de las
personas con discapacidad mental, y la institución que materializa esta exclusión es la interdicción[1], un
proceso judicial por el cual se determina la incapacidad de una persona cuyos derechos pasan a ser ejercidos
por un tercero (curador). No obstante, a partir de la entrada en vigor de la Convención sobre los Derechos
de las Personas con Discapacidad (CDPD), concretamente de su artículo 12[2], dicho esquema se viene
cuestionando en la medida que elimina la subjetividad de la persona, anula su autonomía y la deja
jurídicamente indefensa. Al no poder ejercer sus derechos en igualdad de condiciones como el resto, es que
se puede colegir que la persona bajo interdicción no es igual persona que el resto de seres humanos. (Ibídem,
pp. 33-34)
A través de la última reforma efectuada al Código Civil, mediante el Decreto Legislativo 1384 (en adelante DL
1384) se deja de lado el tratamiento paternalista a las personas con discapacidad quienes pasan a ser parte
de un régimen de igualdad jurídica. Ello ha permitido que el ordenamiento jurídico peruano se acerque a las
directrices de las Naciones Unidas, lo que implica el respeto a los derechos humanos de todos los ciudadanos,
especialmente en cuanto a su dignidad, autonomía e igualdad ante la ley (Varsi Rospigliosi, 2019, p. 200).
Esta reforma se enmarca en una tendencia regional, así en el 2015 Argentina sancionó un nuevo Código Civil
y Comercial que aunque no eliminó la interdicción, sí limitó severamente la posibilidad de imponerla a
personas con discapacidad mental. Costa Rica, por su parte, eliminó en el 2016 la interdicción y reguló la
figura de los apoyos (aunque en sentido estricto se trata más de normas sobre asistencia personal que sobre
apoyos para el ejercicio de la capacidad jurídica). De manera más reciente, Colombia ha modificado su
normativa para reconocer la capacidad jurídica de personas con discapacidad, estableciendo apoyos y
salvaguardias. Finalmente, se ha presentado en la Cámara de Diputados de Chile una iniciativa legislativa
para reconocer la capacidad jurídica de personas con discapacidad (Bregaglio Lazarte y Constantino Caycho,
2020, p. 34).
La capacidad jurídica como institución ha estado presente a lo largo de la historia dividiéndose en capacidad
de goce y capacidad de ejercicio. Con la primera no habría mayor problema ya que su titularidad siempre ha
sido considerada inherente al ser humano. Más bien es la capacidad de actuar de los sujetos de derecho la
que se ha visto o bien anulada o bien restringida hasta hace unos cuantos años atrás. A continuación,
haremos un breve estudio de la capacidad y de su posterior evolución hasta el día de hoy a la luz de la CDPD.

2.- La capacidad de goce y capacidad de ejercicio en el Derecho Comparado


Para una doctrina italiana la capacidad jurídica es la idoneidad del sujeto de ser titular de posiciones jurídicas.
Esto es general cuando el sujeto es abstractamente idóneo de ser titular de todas las situaciones jurídicas
conexas a sus intereses y a su actividad. Asimismo, la capacidad jurídica general compete a todas las personas
naturales y personas jurídicas. La persona natural adquiere la capacidad jurídica definitiva con el nacimiento
y la conserva hasta el momento de la muerte. (Bianca, 1987, p. 193).
De acuerdo con una doctrina nacional la capacidad de goce es efecto del reconocimiento del Derecho, de la
existencia de condiciones por las que un ser es idóneo de tener intereses dignos de tutela. Es decir, es el
estado que tiene el sujeto para beneficiarse de una protección legal. Se reconoce que todo individuo es
fuente de derechos, deberes, facultades y obligaciones. Todos tenemos capacidad de goce. El que es
plenamente capaz no tiene que recurrir a ninguna otra persona para acceder a sus derechos, los tiene per
se. (Varsi Rospigliosi, 2014, p. 809)
Según una doctrina brasileña todo ser humano es dotado de una personalidad jurídica y en consecuencia
dotado de la aptitud genérica para adquirir derechos y contraer obligaciones. Aunada a la idea de
personalidad, el ordenamiento jurídico reconoce al individuo la capacidad para la adquisición de los derechos
y para ejercerlos por sí mismos, directamente, o por intermedio de otro (representante), o con asistencia de
otro. Personalidad y capacidad son complementarias: de nada valdría la personalidad sin la capacidad jurídica
que se ajuste al contenido de la personalidad, en la misma y cierta medida en que la utilización del derecho
integra la idea de que alguien sea su titular (Da Silva Pereira, 2011, p. 221).
Doctrina francesa advierte que es regla general el que un individuo acceda a la personalidad jurídica desde
el momento de su nacimiento. Motivos de orden público imponen que la irrupción de esta nueva persona en
el mundo del derecho sea conocida y tutelada rápidamente por el Estado. (Teyssié, 1999, p. 20)
De los citados autores podemos colegir la importancia de la personalidad jurídica[3] ya que es gracias a ella
que los sujetos de derechos se convierten en titulares de derechos y obligaciones, esto es, adquieren la
aptitud o idoneidad para ser titulares de situaciones jurídicas subjetivas. De allí que de la personalidad nazcan
tanto la capacidad de goce como la capacidad de ejercicio para los sujetos de derecho, existiendo una
relación causa-efecto entre aquella y esta además de una unión indesligable. Esta es la capacidad jurídica
inherente a los sujetos de derechos quienes en principio no requerirían de un tercero para la realización de
sus derechos. Es más, todos, desde el momento del nacimiento, adquirimos la personalidad jurídica y con
ella tanto la capacidad de goce como la de ejercicio las cuales en determinadas circunstancias podrán ser
anuladas o restringidas.
En materia negocial se dice que la capacidad es necesaria para poder concluir un contrato válido. Ella se
define seguidamente por su antónimo –incapacidad[4]– que se traduce como la ineptitud de realizar
determinados actos en la vida jurídica. En derecho de contratos, la incapacidad marca, en primer análisis, el
hecho de no poder emitir una voluntad lo suficientemente consciente para poder ser considerada autónoma.
Podemos entonces considerar relacionar la capacidad al consentimiento, pero en derecho, la capacidad priva
más bien de validez al contrato que de su existencia. Un incapaz puede en efecto expresar una oferta o una
aceptación, y ese acuerdo podría por tanto aparentemente concluirse. (Fabre-Magnan, 2015, p. 307).
Para otra doctrina del mismo país, la capacidad es la regla y la incapacidad la excepción ya que el artículo
1123 del Code posee por regla que “toda persona puede contratar si no ha sido declarada incapaz por la ley”.
Y esto vale tanto para las personas naturales como personas jurídicas quienes pueden celebrar contratos tan
pronto adquieran la personalidad jurídica (Fages, 2013, p. 66).
Un sector de la doctrina portuguesa concibe a la capacidad de ejercicio o capacidad de actuar como la
idoneidad para actuar jurídicamente ejerciendo derechos o cumpliendo deberes, adquiriendo derechos o
asumiendo obligaciones por acto propio o por medio de representante voluntario, esto es un representante
escogido por el propio representado. La persona dotada de capacidad de ejercicio actúa personalmente, esto
es, no necesita ser sustituida en la práctica de los actos que ponen en movimiento su esfera jurídica y
actúa autónomamente, esto es, no carece de consentimiento anterior o posterior al acto de otra persona
(asistente). Faltando esta aptitud para actuar personal y autónomamente –para ejercitar una actividad
jurídica propia-, depárese una incapacidad en el ejercicio de los derechos- genérica o específica, referidas a
los actos jurídicos en general o en especial. La incapacidad de ejercicio de derechos puede ser suplida por
la representación legal o la asistencia. (Mota Pinto, 2005, p. 195)
Precisa una doctrina italiana que la noción de capacidad jurídica es distinta respecto a la capacidad de actuar,
la cual indica la idoneidad del sujeto de desarrollar directamente la propia autonomía negocial o procesal. La
falta o la limitación de la capacidad de actuar no incide sobre la capacidad jurídica porque el sujeto
permanece por siempre idóneo de ser titular de relaciones jurídicas. Aquello que le falta al incapaz de actuar
es más bien la idoneidad de gestionar directa y autónomamente su propia esfera personal y patrimonial,
asignándosele un representante legal o un curador (Bianca, 1987, pp. 193-194).
Por tanto, queda claro que en materia de capacidad la regla es poder conducirse personal y autónomamente
sin valerse de un tercero para el ejercicio de los derechos lo cual incluye poder asignarse voluntariamente un
representante. Esta regla también se aplica en materia negocial a la hora de celebrar contratos e incluso en
determinados actos hayan podido ser celebrados por las personas con discapacidad incluso antes de la dación
del DL 1384 cuando se trataran de contratos relacionados a su vida ordinaria (artículo 1358 CC). No obstante
como cualquier regla admite excepciones y en nuestro ordenamiento nacional antes de la dación del DL 1384
las restricciones a la capacidad de ejercicio estaban plasmadas en los artículo 43 y 44 bajo la denominación
de incapaces absolutos e incapaces relativos y otras instituciones supletorias de la voluntad como la
representación legal y la interdicción.

3.- La nueva capacidad jurídica en el Código Civil de 1984 a la luz de la Convención sobre los Derechos de
las Personas con Discapacidad
3.1.- Breve análisis de las normas del Código Civil
De conformidad con el artículo 3 de nuestro Código Civil (en adelante CC):
Toda persona tiene capacidad jurídica para el goce y ejercicio de sus derechos. La capacidad de ejercicio solo
puede ser restringida por ley. Las personas con discapacidad tienen capacidad de ejercicio en igualdad de
condiciones en todos los aspectos de la vida.
Del artículo citado se puede colegir que hoy en día la regla es la extensión de la capacidad jurídica a la
capacidad de goce y a la capacidad de ejercicio, de la cual son titulares las personas con o sin discapacidad
salvo los casos determinados por ley. Cabe resaltar que resulte natural que solo la capacidad de ejercicio
pueda ser pasible de ser restringida ya que la capacidad de goce siempre ha sido condición inherente del ser
humano, incluso antes de la dación del DL. 1384, por lo que nunca podría ser restringida. Empero nos
preguntamos ¿Cuándo podría ser restringida por ley la capacidad jurídica? Asumimos que la ley restringe la
capacidad jurídica en los artículos 43 y 44 del CC.
De acuerdo con el artículo 42 de nuestro CC:
Toda persona mayor de dieciocho años tiene plena capacidad de ejercicio. Esto incluye a todas las personas
con discapacidad, en igualdad de condiciones con las demás y en todos los aspectos de la vida,
independientemente de si usan o requieren de ajustes razonables o apoyos para la manifestación de su
voluntad.
Excepcionalmente tienen plena capacidad de ejercicio los mayores de catorce años y menores de dieciocho
años que contraigan matrimonio, o quienes ejerciten la paternidad.
Mientras el artículo 3 señalaba que toda persona tiene capacidad de goce y capacidad de ejercicio sin
distinción alguna. Este artículo complementaria aquel estableciendo a partir de qué momento se adquiere la
capacidad jurídica (18 años y con ello la posibilidad de ejercitar derechos), esto es, alcanzando la mayoría de
edad. No importando que se use o se requieran de los ajustes razonables o apoyos para la manifestación de
voluntad.
De conformidad con el artículo 43 del CC son incapaces absolutos:
1. Los menores de dieciséis años[5], salvo para aquellos actos determinados por la ley.
2. Derogado.
De acuerdo con el artículo 44 del Código Civil son relativamente incapaces:
1. Los mayores de dieciséis y menores de dieciocho años de edad.
2. Derogado.
3. Derogado.
4. Los pródigos.
5. Los que incurren en mala gestión.
6. Los ebrios habituales.
7. Los toxicómanos.
8. Los que sufren pena que lleva anexa la interdicción civil.
9. Las personas que se encuentren en estado de coma, siempre que no hubiera designado un apoyo con
anterioridad.
De los artículos citados se entiende que solamente son incapaces absolutos los menores de 16 años con las
excepciones que establezca la ley e incapaces relativos[6] capaces de celebrar contratos relacionados con las
necesidades ordinarias de su vida diaria los pródigos, los que incurren en mala gestión, los ebrios habituales,
los toxicómanos y los que sufren pena que lleva anexa la intervención civil.
Para doctrina nacional, especializada en temas de discapacidad, resulta obra del DL 1384 la modificación de
los artículos 43 y 44 del Código Civil, eliminando la incapacidad de “Los que por cualquier causa se encuentren
privados de discernimiento” (artículo 43), “Los retardados mentales” (artículo 44) y “Los que adolecen de
deterioro mental que les impide expresar su libre voluntad” (artículo 44). Además, el señalarse de manera
expresa en el artículo 42 que “Toda persona mayor de dieciocho años tiene plena capacidad de ejercicio,
incluiría a todas las personas con discapacidad poniéndolas en igualdad de condiciones con las demás y en
todos los aspectos de la vida, independientemente de que usen o requieran de ajustes razonables o apoyos
para la manifestación de su voluntad”. Todo lo cual genera la eliminación de la interdicción por dichos
supuestos. (Bregaglio Lazarte y Constantino Caycho, 2018)
3.2.- Breve análisis de la LGPD y la CDPD
Nuestro CC en materia de capacidad se ha inspirado en la CDPD, que además sirvió de fuente a la Ley 29973,
LGPD y su Reglamento (RDPD), Ley 29392.
Dicho esto, de conformidad con el artículo 2 de la LGPD la persona con discapacidad es aquella:
Que tiene una o más deficiencias físicas, sensoriales, mentales o intelectuales de carácter permanente que,
al interactuar con diversas barreras actitudinales y del entorno, no ejerza o pueda verse impedida en el
ejercicio de sus derechos y su inclusión plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones que las
demás.
En el mismo sentido, de acuerdo el artículo 1 de la CDPD las personas con discapacidad incluyen a:
Aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar
con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de
condiciones con las demás.
De ambos artículos se desprende que la persona con discapacidad ve limitado el ejercicio de sus derechos y
su inclusión plena en la sociedad en igualdad de condiciones debido a:
– Una o más deficiencias físicas, sensoriales, mentales o intelectuales de largo plazo o carácter permanente.
– Barreras actitudinales o del entorno.
Concluimos que la restricción a los derechos de las personas con discapacidad y su inclusión en la sociedad
no obedecen a las deficiencias (físicas, mentales, sensoriales o intelectuales) que padezcan per se sino a las
barreas actitudinales y su entorno. Dicho de otro modo, las causas de la discapacidad se originan en la
sociedad.
Para revertir esta situación la capacidad jurídica ya no solo es referente de la capacidad de goce, como
indicaba la academia, arraigada a la influencia de códigos decimonónicos. Ahora, acorde con la Convención,
la capacidad jurídica se ha ampliado a la capacidad de goce como a la capacidad de ejercicio. Es decir, se ha
consolidado la regulación de un modelo social[7] en torno al tratamiento de los derechos de las personas con
discapacidad, lo que implica que aquellas tienen plena capacidad de ejercicio. (Varsi Rospigliosi y Torres
Maldonado, 2019, p. 212)
El modelo social vigente ha reemplazado un régimen de sustitución de la voluntad de las personas incapaces
por uno de asistencia, a través de los denominados apoyos[8], quienes no son representantes legales de las
personas con discapacidad. Así, como regla general, tenemos que la persona que cuenta con apoyos es
responsable por sus decisiones, incluso de aquellas realizadas con dicho apoyo. (Ídem)

4.- Apoyos y ajustes razonables


La CDPD[9] en su artículo 2 define a los ajustes razonables[10] como:
Las modificaciones y adaptaciones necesarias y adecuadas que no impongan una carga desproporcionada o
indebida, cuando se requieran en un caso particular, para garantizar a las personas con discapacidad el goce
o ejercicio, en igualdad de condiciones con las demás, de todos los derechos humanos y libertades
fundamentales.
De conformidad a la LGPD en su artículo 8, inciso 2:
Es nulo todo acto discriminatorio por motivos de discapacidad que afecte los derechos de las personas. Se
considera como tal toda distinción, exclusión o restricción por motivos de discapacidad que tenga el propósito
o el efecto de obstaculizar o dejar sin efecto el reconocimiento, goce o ejercicio, en igualdad de condiciones,
de uno o varios derechos, incluida la denegación de ajustes razonables.
De acuerdo a la LGPD su artículo 9, inciso 1:
La persona con discapacidad tiene capacidad jurídica en todos los aspectos de la vida, en igualdad de
condiciones que las demás. El Código Civil regula los sistemas de apoyo y los ajustes razonables[11] que
requieran para la toma de decisiones.
Para graficar a los ajustes razonables el Caso Edwin Béjar, además de emblemático, resulta ilustrativo. En
este caso la Primera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Cuzco confirma la resolución de primera
instancia y resuelve de manera favorable el proceso de amparo iniciado por Edwin Béjar Rojas en contra del
Consejo Nacional de la Magistratura (en adelante CNM). La Sala determinó que el señor Béjar sufrió
discriminación por motivos de su discapacidad visual ya que el CNM le denegó los ajustes razonables debidos
y no le permitió rendir el examen de conocimientos en igualdad de oportunidades, siendo excluido del
concurso público para ocupar una plaza como Fiscal Adjunto Provincial (Pool de fiscales) de Cusco. Asimismo,
la sentencia destaca porque adopta la perspectiva del modelo social que reconoce la capacidad jurídica de
las personas con discapacidad y apunta a hacer frente a las barreras físicas, sociales y culturales que impiden
su inclusión y desarrollo en la sociedad. Por ello la Sala consideró a la denegación de ajustes razonables como
un acto discriminatorio. (Olivera Astete y Villareal López, 2013, pp. 381 y ss.)
Por tanto, los ajustes razonables son aquellas obligaciones de adaptaciones necesarias y no
desproporcionadas que tengan como objetivo integrar en igualdad de condiciones a las personas con
discapacidad en diferentes ámbitos como el laboral, el de acceso a la justicia, el de la libertad personal, el
educativo y el de bonificación en los concursos públicos de méritos.
Haciendo un poco de derecho comparado, desde que aparece en el Derecho Alemán el sistema de asistencia
a la persona con discapacidad llamado Betreuung, en dónde está claro que el fin que se persigue, no es otro
que el de recuperar a la persona con discapacidad para el mundo del Derecho, no suprimiéndolo como ocurre
ahora, sino asistirlo para que él pueda ejercer sus derechos por sí y para sí; en este sistema repetimos, se
trata de cambiar lo que era el objeto central del sistema anterior, en el que la protección se manifestaba en
la exclusión de los afectados de la vida jurídica, es decir, objeto de protección. (Aguilar Llanos, 2015, pp. 14-
15)
Ahora el nombramiento de asistente solo está permitido para aquellas tareas en las que exista la real
necesidad de asistencia, presumiéndose que no existe tal necesidad cuando los asuntos puedan ser atendidos
por un apoderado u otro auxiliar que no conlleven nombramiento de representante legal, por lo tanto se
quiere evitar asistencias superfluas. (Ídem)
En el Sistema Italiano, llamado administración de asistencia, podemos notar el fin de la norma en su artículo
primero, cuando alude a la finalidad de tutelar, con la menor limitación posible de la capacidad de hacer, a
las personas privadas de todo o en parte de autonomía en el cumplimiento de las funciones de la vida
cotidiana, mediante intervenciones de asistencia temporales o permanentes. Es de observar que a diferencia
del Sistema Alemán, en este sistema se prevé que en ciertos casos de ausencia total de autonomía, si cabe
una suerte de representación para todos los actos, empero dejando claro que no se reemplaza al
sujeto.(Ídem)
Entendemos que en todos los casos en los que actuará el apoyo en concurrencia con la voluntad de la persona
con discapacidad, deberán ser tomadas en cuenta ambas voluntades, las que, obviamente, deben ser
concurrentes y concordantes. El solo imaginar la eventual discordancia de la voluntad de la persona con
discapacidad y su apoyo, determinaría la inexistencia de una voluntad manifestada correctamente para el
derecho y, por lo tanto, carente de todo efecto conducente a la celebración de algún contrato o acto jurídico.
(Castillo Freyre, 2020, p. 71)
Un caso para graficar a la figura de los apoyos, que además de emblemático, resulta ilustrativo es el que nos
presenta el profesor Jairo Cieza Mora, comentando la sentencia emitida por el Tercer Juzgado de Familia del
Cusco del 15 de junio del 2015. Se trata de un caso de interdicción de personas con una discapacidad mental
(hermanos diagnosticados con esquizofrenia paranoide) quienes necesitaban atravesar por las tortuosas
arenas del Poder Judicial para que se les declare interdictos y se les nombre curador (y este se inscriba en el
Registro Personal) a fin de que puedan cobrar la pensión de orfandad de su ascendiente fallecido o acceder
al Seguro Social para atenderse de sus aflicciones. No habría otra salida, si se desea acceder a la pensión o
atenderse de la enfermedad padecida, que cumplir la sacra formalidad que exige la representación legal[12].
(Cieza Mora, 2015, pp. 41-42)
En el caso concreto, luego de escuchar a los hermanos Wilbert y Rubén (diagnosticados con esquizofrenia
paranoide) el juez decidió que los apoyos que los orienten y coadyuven en la toma de sus decisiones sean su
madre y hermana. Es importante pues que un juez, en estos casos, escuche a las personas con discapacidad,
para, de esta manera, tomar una decisión acertada. No se puede adoptar una decisión judicial en una torre
de babel como si la realidad no existiera. Esa forma de tomar decisiones cuando se trata de sujetos con alguna
discapacidad sin escucharlos, lo que es peor, sin querer escucharlos, es una manera prepotente, abusiva y
discriminatoria que habla mal de una persona sentada en el despacho judicial. Por eso se debe realzar la
decisión del Juez del presente caso que no solamente se ha preocupado por justificar jurídicamente su
demanda, sino que ha escuchado a las personas con discapacidad para apreciar de primera mano su
requerimiento. (Ídem)
Resulta manifiestamente importante advertir que uno de los apoyos con lo que puede contar una persona
con discapacidad, a efectos emitir su propia voluntad, sean sus familiares directos (como padres y hermanos)
sin embargo ello no obsta de alguna manera el derecho a ser oído con el que cuenta la persona con
discapacidad por más apoyos de los cuales disponga. En suma, el juez deberá ineludiblemente escuchar tanto
al apoyo como a la persona con discapacidad misma, cuyas voluntades tendrán además que ser concurrentes
y concordantes, a efectos de efectivizar la tutela de los derechos pensionarios y a la seguridad social de los
cuales es titular la persona con discapacidad (a fin de que pueda cobrar la pensión de orfandad de su
ascendiente fallecido o acceder al Seguro Social para atenderse de sus aflicciones, verbigracia).

5.- Conclusiones
La capacidad jurídica como institución ha estado presente a lo largo de la historia dividiéndose en capacidad
de goce y capacidad de ejercicio. Con la primera no habría mayor problema ya que su titularidad siempre ha
sido considerada inherente al ser humano. Más bien es la capacidad de actuar de los sujetos de derecho la
que se ha visto o bien anulada o bien restringida hasta hace unos cuantos años atrás.
Gracias a la personalidad jurídica los sujetos de derechos se convierten en titulares de derechos y
obligaciones, esto es adquieren la aptitud o idoneidad para ser titulares de situaciones jurídicas subjetivas.
De allí que de la personalidad nazcan tanto la capacidad de goce como la capacidad de ejercicio para los
sujetos de derecho, existiendo una relación causa-efecto entre aquella y esta además de una unión
indesligable.
La capacidad jurídica resulta inherente a los sujetos de derechos quienes en principio no requerirían de un
tercero para la realización de sus derechos.
Desde el momento del nacimiento, adquirimos la personalidad jurídica y con ella tanto la capacidad de goce
como la de ejercicio las cuales en determinadas circunstancias podrán ser anuladas o restringidas.
En materia de capacidad la regla es poder conducirse personal y autónomamente sin valerse de un tercero
para el ejercicio de los derechos lo cual incluye poder asignar voluntariamente un representante.
La capacidad como regla también se aplica materia negocial a la hora de celebrar contratos e incluso en
determinados contratos que hayan podido celebrar personas con discapacidad antes de la dación del DL 1384
cuando se trataran de actos relacionados a su vida ordinaria (artículo 1358 CC).
En nuestro ordenamiento nacional, antes de la dación del DL 1384, estaban plasmadas restricciones a la
capacidad de ejercicio en los artículos 43 y 44 bajo la denominación de incapaces absolutos e incapaces
relativos y otras instituciones supletorias de la voluntad como la representación legal y la interdicción.
Hoy en día la regla es la extensión de la capacidad jurídica a la capacidad de goce y a la capacidad de ejercicio,
de la cual son titulares las personas con o sin discapacidad salvo los casos determinados por ley.
La restricción a los derechos de las personas con discapacidad y su inclusión en la sociedad no obedecen a
las deficiencias (físicas, mentales, sensoriales o intelectuales) que padezcan per se sino a las barreas
actitudinales y su entorno. Dicho de otro modo, las causas de la discapacidad se originan en la sociedad.
El modelo de la prescindencia era aquel en el que se consideraba que las causas de la discapacidad tenían
origen divino, que la situación de discapacidad misma era un problema y que las personas con tal condición
no tenían un rol importante en la sociedad por no tener nada que aportar.
En el modelo rehabilitador, las causas de la discapacidad eran de tipo médico y las personas con esta
condición podrían aportar a la sociedad en la medida en que se rehabiliten, traten o «normalicen».
El modelo social es aquel considera que la conjunción de la deficiencia física, mental, intelectual o sensorial
de la persona con discapacidad más las barreras presentes en la sociedad es lo que provoca la discriminación
de las personas con discapacidad y/o la imposibilidad de que puedan ser titulares de los mismos derechos y
obligaciones que el resto de personas.
Los ajustes razonables son aquellas obligaciones de adaptaciones necesarias y no desproporcionadas que
tengan como objetivo integrar en igualdad de condiciones a las personas con discapacidad en diferentes
ámbitos como el laboral, el de acceso a la justicia, el de la libertad personal, el educativo y el de bonificación
en los concursos públicos de méritos.
Uno de los apoyos con lo que puede contar una persona con discapacidad, a efectos emitir su propia
voluntad, pueden ser sus familiares directos (como padres y hermanos)
El contar con un apoyo no obsta de alguna manera el derecho a ser oído con el que cuenta la persona con
discapacidad.
El juez deberá ineludiblemente escuchar tanto al apoyo como a la persona con discapacidad misma, cuyas
voluntades tendrán además que ser concurrentes y concordantes, a efectos de efectivizar la tutela de los
derechos pensionarios y a la seguridad social de los cuales es titular la persona con discapacidad (a fin de que
pueda cobrar la pensión de orfandad de su ascendiente fallecido o acceder al Seguro Social para atenderse
de sus aflicciones, verbigracia).

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