Pensamiento Economico
Pensamiento Economico
Pensamiento Economico
Es hasta el nacimiento del mundo moderno que da inicio una reflexión teórica sistemática
sobre lo que podríamos llamar el fenómeno económico. De hecho es en esta época que
se concibe por vez primera a la sociedad como un sistema económico, “regido por leyes
propias, de acuerdo con las cuales podrían hacerse cálculos y predicciones de los
acontecimientos”. (Dobb: 1974, 30) Por supuesto que la reflexión sobre cuestiones
económicas había existido en épocas precedentes, por parte de los pensadores de la
antigüedad (Platón, Aristóteles), del mundo árabe y de la Edad Media. Pero se trata de
reflexiones aisladas, que no forman una disciplina o corriente de pensamiento, ni acaban
de delimitar un objeto de estudio propiamente dicho. Dichas reflexiones se hacen sin
diferenciar a la economía de la moral o la política o la ética. La discusión sobre el crédito
(la usura) desde el punto de vista de la Biblia es un ejemplo de ello.
Para responder estas preguntas hay que considerar importantes procesos económicos,
sociales y políticos que tuvieron lugar en el noroeste de Europa occidental, (Francia,
Holanda, Bélgica, Gran Bretaña) a lo largo de los siglos XVI-XIX. Se trata de cambios
centrales en el largo pasaje del mundo medieval al mundo moderno.
La primera de estas transformaciones tiene que ver con la expansión de las economías de
mercado ya que en esta época tiene lugar una amplia difusión de la producción mercantil
y de la circulación del dinero, que disuelven el orden económico del feudalismo. En las
palabras de un historiador se expresa el contraste a que da lugar esta expansión al paso
de dos centurias: “en el siglo XV, una gran parte de los habitantes de Europa casi no
manejaban dinero, por ejemplo, un agricultor podía conservar su casa y su granja
heredadas sin pagar renta, con solo trabajar las tierras del señor, podía tener derecho a
recoger leña en los bosques de su señor, solía pagar al molinero que molía su trigo con
una parte del grano; contribuía a la iglesia dándole diezmos de sus productos. Hacia
finales del siglo XVII, gran parte de la población, especialmente la urbana, de Inglaterra,
1
Holanda y Francia vivía dentro de una economía basada en los ingresos” (Clark, 1963:
182)
2
El estado absolutista es crucial en la formación de los Estados - Nación ya que promueve
la formación de mercados internos (eliminación de las barreras de comercio, unificaciones
monetarias, banca central en Francia) y promueve la conquista de mercados externos. Su
objetivo es en todo momento el de acrecentar la riqueza de la nación.“El estado
absolutista jugó un papel muy importante de la primera etapa de la transición (al
capitalismo) mediante la movilización del excedente económico, el impulso a la economía
mercantil, la producción manufacturera y la conformación de economías y estados
nacionales” (Dabat, 1991:)
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Lo más relevante del mercantilismo es su idea acerca de la riqueza. Conciben su origen
en el comercio exterior, específicamente en las exportaciones realizadas por un país. La
riqueza consiste en la obtención de metales preciosos mediante el excedente de
exportación, lo cual se expresa como una balanza comercial positiva. En este sentido es
que la riqueza es igual al oro y la plata. Se dice que el mercantilismo confunde a la
riqueza con su equivalente general, el dinero.
Este enfoque conocido como metalismo plantea no exportar metales preciosos sino
exportar muchas mercancías e importar poco. De aquí se deriva una política
proteccionista colonialista orientada a acrecentar vía el comercio exterior la riqueza y el
poder de la metrópoli, asegurando la importación de materias primas baratas y la
existencia de mercados cautivos para los bienes manufacturados de exportación.
Acorde con los rasgos del estado absolutista, el mercantilismo postula en el plano
económico la subordinación del individuo al poder y el engrandecimiento del estado:
políticas de salario máximo, de criminalización del vagabundaje, de fomento al
crecimiento de la población a fin de contar con oferta abundante y barata de trabajadores.
En una primera etapa lo que predominó fue el metalismo y la idea de atesoramiento pero
en el largo plazo se impuso el antimetalismo que enfatizaba la utilidad del dinero para
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activar la economía y que en general tenía una visión más amplia de la riqueza, no
reducida a los metales preciosos. Aun cuando en general en el mercantilismo predominó
una visión de suma-cero del comercio internacional, en su etapa final comienza a transitar
hacia ideas liberales en torno al comercio.
Esta escuela francesa del pensamiento económico destaca especialmente por su noción
de la riqueza y su visión del sistema económico. Contemporánea del movimiento de La
Ilustración, es partidaria del liberalismo económico y su principal contribución sin duda
radica en la elaboración del primer modelo o diagrama de flujo para representar el
funcionamiento interdependiente del sistema económico.
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actividades únicamente transforman la riqueza surgida de la agricultura: ya sea en
alimentos, insumos o bienes manufacturados.
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La Economía Política Clásica: Adam Smith
Contexto
Se considera que el período de la Economía Política Clásica abarca de1776 a 1870: casi
un siglo en cuyo transcurso tiene lugar el inicio de la Revolución Industrial y su
propagación por Europa occidental y Norteamérica. Es también la era que corresponde al
capitalismo de libre competencia, así como a la etapa de ascenso al poder político de las
burguesías estadounidense y francesa, al igual que las de otros países de Europa.
La Escuela Clásica proporciona por vez primera una visión teórica completa del sistema
económico analizando en su sentido más amplio los procesos de producción, distribución,
intercambio y consumo de bienes y servicios: desde la cuestión de los precios y el valor
de las mercancías, pasando por la acumulación de capital, el ciclo económico, el empleo,
la tasa de beneficios, el crecimiento económico, el comercio internacional y llegando a
considerar incluso las perspectivas a futuro del capitalismo.
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La “Riqueza de las Naciones”
“An Inquiry in othe nature and causes of the Wealth of Nations” es el título de la obra más
importante en la historia del pensamiento económico. La “Riqueza de las Naciones”, como
se le conoce de manera abreviada, fue publicada en 1776, constituye la obra fundacional
de la economía, representa el libro por excelencia del liberalismo económico y su autor, el
escocés Adam Smith, es considerado, por las ideas ahí expuestas, el “padre de la
economía”.
2. Ética;
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V. Ingresos del Estado
Tomando como ejemplo la manufactura de alfileres, Adam Smith afirma que en la división
del trabajo se encuentra la causa de la riqueza de las naciones. Su obra da inicio con el
efecto positivo que tiene en la producción de bienes la división del trabajo: el aumento en
la productividad.
Adam Smith distingue tres causas por las cuales aumenta la productividad con la división
del trabajo:
1) Se reducen los ´tiempos muertos¨ que implica el pasar de una tarea a otra distinta;
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2) El trabajador se especializa en una tarea adquiriendo así mayores habilidades o
destrezas en la misma y, por último;
El factor que motiva la existencia de una división del trabajo, según Smith, es “una cierta
propensión de la naturaleza humana a permutar, cambiar y negociar una cosa por otra”.
Esta propensión es la causa de la existencia del mercado.
El mercado
Para Adam Smith el mercado es la “mano invisible” que da equilibrio y armonía al sistema
económico. El mercado es lo que cohesiona al sistema económico articulando los
múltiples actos individuales en un gran agregado social.
Adam Smith radica el origen del mercado en la naturaleza egoísta del ser humano, es
decir en su proclividad a obtener beneficios o ganancias materiales. El interés individual y
no el altruismo o la solidaridad es lo que motiva a los agentes económicos a dedicarse a
tal o cual actividad. El mercado permite conjugar los intereses egoístas de las personas y
traducirlos en un bien común (es como en la fábula de Vicios Privados y Virtudes Públicas
o, para decirlo en la jerga de los economistas: “en el mercado los egos de los agentes
económicos arrojan externalidades positivas”).
Smith agrega que no discutirá si esta propensión es un “principio innato” del ser humano“o
si, como parece más probable, es consecuencia de facultades discursivas y del lenguaje”,
cuestión, por cierto, de suma actualidad en las neurociencias.
Para que ese mecanismo del mercado funcione se requiere a juicio de Smith la existencia
de una libre competencia entre los productores y prestadores de servicios, un sistema
económico que opere sin la intromisión del estado y sin la presencia de monopolios que
dificulten o atrofien el movimiento de esa “mano invisible”.
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cabo una asignación eficiente de los recursos productivos. El mercado es el mecanismo
que da lugar a una adecuada división social del trabajo.
Precios y valores
Destaca de entrada que Smith distingue entre el precio natural de una mercancía y su(s)
precio(s) de mercado. El primero se encuentra establecido por las condiciones de
producción del bien y es el “indicador” en torno al cual oscila no gravitan los precios de
mercado, en constante variación por efecto de las fuerzas de la oferta y la demanda de
ese bien a cada momento. Asimismo, expone una doble teoría de lo que constituye el
precio natural: de una parte lo explica como determinado por los costos de producción y
de otra, lo analiza en función de los ingresos correspondientes a los factores de
producción (trabajo, capital y tierra) involucrados; es decir explica el precio de un bien de
acuerdo a la remuneración total factorial: la suma de los salarios, ganancias y rentas.
Respecto a la cuestión del valor Smith establece una distinción que resulta primordial: una
cosa es la utilidad específica de un bien (valor en uso) y otra es su valor económico (valor
en cambio o de intercambio). Asociada a esta distinción Smith formula la “paradoja del
valor”: la existencia de bienes con una gran utilidad para los humanos (vitales de hecho)
como por ejemplo el aire y el agua y que al mismo tiempo carecen de valor económico (al
menos en esa época así era con el agua) y la existencia de bienes con poca o escasa
utilidad como los diamantes pero que sin embargo poseen un alto valor.
Smith establece los fundamentos de la llamada teoría del valor trabajo, que se denomina
así pues afirma que en este factor –el trabajo- radica la fuente u origen del valor. Sin
embargo su argumentación ofrece dos versiones aparentemente similares pero de hecho
distintas: a una se le conoce como la teoría del trabajo incorporado y afirma que el valor
de un bien está dado por la cantidad de trabajo que costó producirlo, mientras que a la
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otra se le conoce como la teoría del trabajo comandado y sostiene que el valor de un bien
está dado por el trabajo que ese bien permite “ordenar” o adquirir. Al estudiar a David
Ricardo veremos que la primera versión va a ser la que retoma en principio la Economía,
mientras que la segunda es desechada por errónea.
Acumulación y crecimiento
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La Economía Política Clásica: David Ricardo
Su libro, Principles of Political Economy and Taxation (1817), destaca como una de las
grandes obras de la Economía en razón de su método abstracto de análisis,
especialmente en el abordaje o enfoque dado a los siguientes cuatro aspectos o temas: la
teoría del valor trabajo (a la que despoja de la ambivalencia y confusión smithiana); la
teoría de la renta diferencial en la agricultura (que constituirá un antecedente para el
estudio de los rendimientos decrecientes en la economía); el modelo de la distribución del
producto social en salario, renta y ganancias conforme avanza la acumulación de capital
(conocido como Corn Model) y, por último; la teoría de las ventajas comparativas como
fundamento explicativo del comercio internacional y de sus ventajas para las economías
nacionales.
4 Mark Blaug habla de que “su atractivo intelectual reside en un notable talento para la
realización de colosales abstracciones”.
Ricardo opta por la teoría del valor trabajo incorporado y desecha la del trabajo
comandado: “El valor de una mercancía, o sea, la cantidad de cualquier otra mercancía
por la que se intercambie, depende de la cantidad relativa de trabajo necesaria para su
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producción y no de la mayor o menor remuneración que se pague por ese trabajo.” Esta
definición del valor de cambio es válida para todas aquellas mercancías que se producen
bajo condiciones de competencia estándar y no para aquellas como los libros, las obras
de arte, las monedas, los objetos de colección, etcétera, bienes cuyo valor depende de las
preferencias e ingresos de los consumidores.
Renta Diferencial
Mientras que en Adam Smith prevalece una visión armónica, optimista y dinámica del
capitalismo, en David Ricardo existe una visión en la que se destaca el conflicto o pugna
de intereses en el plano distributivo y, además, se augura un futuro pesimista y estático
para el sistema económico basado en la acumulación de capital La acumulación de
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capital conlleva el aumento de la demanda de alimentos para una creciente población que
se emplea en actividades manufactureras, comerciales, etcétera.
Esto implica la apertura de nuevas tierras al cultivo, las cuales Ricardo supone serán
siempre tierras de menor fertilidad y rendimiento que las ya cultivadas. Esto eleva la renta
apropiada por los terratenientes y al tener lugar una producción agrícola con rendimientos
decrecientes, se genera un aumento en el costo de los bienes agrícolas y por ende un
elevamiento de los costos salariales (destinados a la adquisición de alimentos).
Veamos con mayor detalle el conjunto de supuestos del llamado Corn Model: se trata de
una economía de monoproducción cerealera, en este caso trigo, y en la que la producción
agrícola arroja rendimientos decrecientes disminuyendo en el tiempo tanto el producto
medio como el producto marginal. Esto supone que la tierra no está sujeta a mejoras en
su rendimiento (uso de fertilizantes, nuevas técnicas, semillas mejoradas, etcétera). Se
supone también que la demanda de cereal está en función directa del crecimiento de la
población y que dicha demanda no varía al elevarse el precio del cereal. Se supone
también que el salario se destina por entero a la compra de alimentos y es de
subsistencia, es decir únicamente suficiente para cubrir las necesidades más
indispensables del trabajador y su familia.
En el largo plazo, dado que los precios de los bienes agrícolas son fijados por los costos
de producción de las tierras de peor calidad, la acumulación de capital elevará en
términos reales los ingresos de los propietarios de la tierra, elevará los costos de la mano
de obra en la medida que los alimentos serán cada vez más caros y disminuirá los
beneficios de los capitalistas. Las ganancias de estos últimos se verán mermadas y
“comprimidas” tanto por la renta como por los salarios, ambos en crecimiento a costa de
la primera. En esta lógica la relación ganancia/salario, o tasa de beneficio de acuerdo a
Ricardo, va disminuyendo inexorablemente con lo cual desaparece poco a poco el
incentivo de la acumulación hasta arribarse a lo que se denomina un estado económico
estacionario, es decir con acumulación cero y sin crecimiento.
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valor- trabajo y establece un vínculo entre la productividad (relativa) del trabajo y las
ventajas (comparativas) de las economías en el comercio internacional.
Independientemente de su validez explicativa, la teoría ricardiana del comercio
internacional ofrece un ejemplo aplicado y simple de la división del trabajo y la asignación
eficiente del recurso trabajo.
a. La existencia de dos economías que cuentan con solo dos sectores productivos
que producen solo dos bienes;
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Esa división del trabajo sería la más eficiente para ambas economías. Obsérvese que
estaría en el interés de Portugal importar ropa a cambio de vino incluso aunque pudiera
producir ropa con menos requerimientos laborales que Inglaterra. ¿Por qué? Porque al
hacerlo obtendría a cambio de la producción de vino que le costó 80 hombres al año, la
misma cantidad de ropa que tendría utilizando al año 90 hombres produciéndola
internamente. A Inglaterra, a su vez, le conviene obtener la misma cantidad de vino que
obtendría dedicando 120 hombres al año, mediante el intercambio de ropa que solo le
costó 100 hombres al año.
De acuerdo a esta teoría los “países exportarán los bienes que su trabajo produce de
forma relativamente más eficiente e importaran los bienes que su trabajo produce de
forma relativamente más ineficiente.” Así, al intercambiar bienes en los que tienen costos
relativos más bajos, las economías están intercambiando trabajo y se especializan en la
producción del bien en el que son más eficientes y lo cambian por el bien en el que lo son
menos. De este modo el comercio presenta un método indirecto (y más eficiente) de
producción que viene a abaratar el precio de los bienes intercambiados y amplía las
posibilidades de consumo (Krugman y Obstfeld, 1996: 20-22)
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La crítica marxista de la Economía Política
Karl Marx, filósofo y revolucionario de origen alemán, es autor de Das Kapital; obra que
lleva como subtítulo “Crítica de la Economía Política”.
La exposición de las ideas contenidas en este libro requiere de una presentación previa
de las ideas filosóficas y políticas que acompañan o subyacen al enfoque económico de
este autor. Nos referimos a tres cuestiones claves del pensamiento marxista: su
concepción de la historia, su visión política sobre la sociedad burguesa y su idea sobre la
misión social de la clase obrera. Karl Marx, a diferencia de los economistas previos, no
comparte la visión empresarial-burguesa del mundo, ni tampoco hace suyos los
postulados enarbolados por el liberalismo económico y político, lo cual va a significar una
ruptura radical en la manera de abordar el estudio de la economía.
Marx retoma esta tradición filosófica al tiempo que le imprime un giro materialista. La
historia no está determinada por la voluntad o la acción de ninguna providencia, espíritu
absoluto o ente metafísico, sino por las condiciones materiales y sociales de existencia de
los hombres. El materialismo marxista afirma que esas condiciones dependen del
desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción vigentes. Se
distinguen en tal perspectiva una serie de modos de producción a lo largo de la historia de
la humanidad: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo y otros como el
llamado “modo asiático de producción”. Con excepción del comunismo primitivo en el que
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no existía la propiedad ni la diferenciación de clases sociales, en los restantes modos de
producción está presente la contradicción entre clases sociales. La lucha entre amos y
esclavos, señores y siervos, capitalistas y obreros, es el motor que impulsa la dinámica
histórica. Para Marx la contradicción entre los intereses de la burguesía y del proletariado
conducirá a un nuevo tipo de sociedad comunista, con un alto grado de desarrollo de las
capacidades productivas y una abundante riqueza material (“el reino de la libertad”)
Esta concepción filosófica de Marx se vincula con el auge de las ideas y proyectos
socialistas acontecido durante la primera mitad del siglo XIX y que es representado, entre
otros pensadores y reformadores sociales, por Saint Simon, Charles Fourier y Robert
Owen.
Por otra parte, independientemente del desempeño físico específico requerido, el trabajo
ejercido para producir esa ´X´ mercancía es gasto de energía humana, desgaste
físiconeuronal del organismo. Este trabajo abstracto es la sustancia del valor que posee
una mercancía y su magnitud se mide por el tiempo de trabajo socialmente promedio
requerido para elaborarla (“tiempo de trabajo socialmente necesario”). En su calidad de
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portadoras de un cierto valor las mercancías son riqueza social, es decir riqueza
socialmente reconocida.
El valor expresa una relación social por lo que el monto de valor de la mercancía ´X´ no
está dado por la cantidad de trabajo abstracto contenido en ella en lo individual, sino por
la cantidad promedio de trabajo que cuesta producirla mercancía ´X´. En otras palabras: la
magnitud del valor de una mercancía está determinada por las condiciones medias,
sociales, de su producción y no por sus condiciones particulares.
El plusvalor
La teoría del valor-trabajo conduce, en Marx, a una teoría del excedente capitalista o
plusvalor. Esta se asienta en la consideración de que la fuerza de trabajo es una
mercancía que posee valor y utilidad (valor de uso). El primero corresponde al valor total
de los medios de subsistencia del trabajador (y que hoy podríamos identificar como
“canasta salarial”) y varía de acuerdo a condiciones históricas, políticas, sindicales,
etcétera. La segunda corresponde a su cualidad de crear valor.
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En una jornada de trabajo Marx distingue dos períodos de tiempo. El primero, al que llama
tiempo de trabajo necesario, corresponde al lapso de la jornada laboral durante el cual el
trabajador crea una magnitud de valor (agrega una cantidad de trabajo) equivalente al
salario que recibe. Al capital destinado al pago de los trabajadores Marx lo denomina
capital variable (v), en tanto que el invertido en maquinaria, equipo, instalaciones, etc…lo
clasifica como capital constante (c).
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El inversionista compra medios de producción (maquinaria, herramientas, materias
primas) y en el mercado laboral contrata trabajadores. En el proceso productivo los reúne
para llevar a cabo un proceso de elaboración de determinado bien, el cual, si suponemos
que todo el capital constante se deprecia, posee un valor superior al del valor de las
mercancías compradas por el capitalista. Esta mercancía al venderse le retorna al
inversionista una cantidad de dinero superior a la cantidad inicial.
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Tasa de ganancia y crisis
Marx cuestiona enfáticamente la “Ley de Say” defendida por Ricardo, y que constituye un
postulado que sostiene la existencia de un equilibrio entre oferta y demanda a nivel
agregado y niega en consecuencia que las crisis –sobreproducción de mercancías-
puedan ocurrir en una economía de mercado, ya que ésta corrige los desajustes
temporales y sectoriales que puedan surgir. Marx, por el contrario, concibe a las crisis
como expresión de las contradicciones del capitalismo e inherentes al sistema. Las crisis
mismas, resultado de la caída en la tasa de beneficio, operan cíclicamente como un
mecanismo que contrarresta las causas de dicha caída y promueve su alza mediante la
depreciación de maquinaria, equipo e inventarios, la baja en los salarios, el aumento de la
tasa de plusvalor, así como el elevamiento de la productividad.
Retomando aquí la cuestión de la alienación de los individuos, para Marx las crisis
constituyen una expresión concentrada de fuerzas económico-sociales que escapan al
propio control de sus creadores.
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La Escuela Neoclásica: El Enfoque marginalista
La visión microeconómica
En la primera mitad de la década de los años setenta del siglo XIX (1871-1874) tres
autores replantearon, de raíz, cada quien por su cuenta, la manera de abordar el estudio
de la economía: el inglés William S. Jevons (Theory of Political Economy: 1871), el
austríaco Karl Menger (Principles of Economics: 1871) y el suizo Léon Walras (Elements
D´economie Pure: 1874). Sus postulados e ideas constituyen los fundamentos del
marginalismo y dan inicio a lo que se denominará escuela neoclásica.
El marginalismo tiene sus precursores durante las décadas de los treinta, cuarenta y
cincuenta de ese siglo (Longfield, W. F. Lloyd, Dupuit, H. H. Gossen, R. Jennings y A.
Cornout. Gossen es el más importante). Entre Jevons, Menger y Walras existen múltiples
diferencias en cuanto a metodologías, lenguajes y en general contribuciones a la teoría
económica, lo cual no impide resaltar el hecho de que, de manera independiente, los tres
emprendieran un camino en la misma dirección teórica. Menger es fundador de la llamada
Escuela Austríaca a la que pertenecen Frederich v. Wieser y Eugene v. Bohm-Bawerk
En línea de continuidad con el liberalismo económico, esta nueva escuela posee una
visión positiva sobre las ventajas de las economías de mercado, la propiedad privada y la
vigencia de la igualdad oferta-demanda postulada por la “Ley de Say”; de manera similar
enfatiza la necesidad de un “estado mínimo” que no altere el funcionamiento de los
mercados. En su visión del homo economicus comparte también la idea de individuos
egoístas y que actúan interesados en su beneficio personal, pero considera además que
en los agentes económicos existe un comportamiento basado en la toma de decisiones
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racionales y motivadas siempre por un comportamiento hedonista (que busca el placer y
la felicidad y evita el dolor o sufrimiento).
Sin embargo, en ruptura con la tradición de la Economía Política, esta visión mantendrá
visiones radicalmente alternativas en lo que se refiere al valor y los precios, así como a la
distribución y la producción.
Durante las tres últimas décadas del siglo XIX esta escuela fue ganando aceptación
mientras que los postulados fundamentales de la Economía Política perderán influencia
teórica. En esto último incidieron varios factores: la realidad económica europea mostraba
que el análisis ricardiano de la distribución- teoría de la caída de la tasa de ganancia,
basada en los rendimientos decrecientes de la agricultura y la teoría malthusiana de la
población eran del todo erróneas; asimismo, las tendencias en el alza de los salarios de
los trabajadores durante la segunda mitad del siglo, mostraban que la tesis de que
aquellos se mantenían al nivel de subsistencia era igualmente equivocada.
Un tercer factor, de orden ideológico y político –pero sin duda también teórico- es que la
Economía Política había llegado a un límite, en la medida que la teoría del valor trabajo
fundada por la escuela clásica había derivado en una teoría de la explotación en la que se
apoyaban las acciones y postulados de las corrientes socialistas. En este lapso la
disciplina se vuelve más académica profesional, con una incorporación creciente del uso
de las matemáticas y, de hecho deja de llamarse Economía Política para denominarse
Economics.
En cambio la teoría del valor trabajo deja de lado la explicación de los determinantes de
los precios de bienes como tales la tierra, las obras de arte, el vino, los artículos de
colección y que por cierto son una minoría respecto a los bienes totales, es decir bienes
cuya oferta no varía nada con los cambios en el precio
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La crítica del marginalismo va mucho más lejos que esta objeción: llega a los
fundamentos mismos de la noción de valor. El valor no es atributo que dependa del
trabajo y los costos que implica elaborar un bien “X”, sino que depende de la utilidad
(léase placer, bienestar, felicidad) que quien lo adquiere espera recibir de él. El valor no
está en el objeto sino que es asignado a éste por el sujeto, por lo cual sus determinantes
no se encuentran en el pasado sino en el futuro, no en las condiciones sociales de su
origen –producción sino en las individuales de su realización – consumo.
La utilidad total es la suma de las utilidades de las dosis individuales; utilidad marginal o
final es la que proporcionaría la última dosis del bien.“Cada porción de riqueza está en
conexión con una porción correspondiente de felicidad”.
Ahora bien, si la utilidad es el placer o felicidad o bienestar esperado ¿es posible medir la
utilidad? ¿Con qué patrón se puede medir una variable psicológica?
Los partidarios de la utilidad cardinal dicen que sí se puede medir esa felicidad o bienestar
mediante una unidad de medida, en este caso “útiles” (grados de utilidad) que se asignan
a cada mercancía. (Ejemplo: naranja= 5 útiles; manzana= 6 útiles). Los partidarios de la
utilidad ordinal (W. Pareto) afirman que no se pude medir pero que si se pueden ordenar
jerárquicamente la utilidades provenientes de diferentes bienes (Ejemplo: saber si la
utilidad de una naranja es menor que, igual que, o mayor que la utilidad de una manzana).
Conforme se consumen más manzanas aumenta la utilidad total pero disminuye al mismo
tiempo la utilidad marginal. Hasta el consumo de la manzana 7, el individuo queda
saciado de manzanas, comer una más ya no le reportará alguna utilidad marginal, incluso
esta última es negativa después de cierto límite en el consumo de manzanas. La 1ra. Ley
de Gossen afirma que “cada acto sucesivo de consumir produce un placer cada vez
menor hasta llegar a la saciedad”.
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¿Qué implicaciones teóricas tiene el planteamiento de la utilidad marginal?
La productividad marginal
Jevons y Menger habían invertido la relación causal entre los precios de los factores de
producción y los precios de los bienes finales, afirmando que aquellos no son los
determinantes de éstos sino determinados por éstos; es decir, los precios de los factores
de producción dependen de la utilidad marginal de los bienes finales que ayudan a
producir.
Costo de oportunidad
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Para concluir con esta revisión del enfoque marginalista, nos referiremos al concepto de
costo de oportunidad, formulado por Wieser, también austríaco y primero por cierto en
usar el concepto de utilidad marginal.
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Alfred Marshall y la síntesis neoclásica
Economics
Es el título de la obra principal del inglés Alfred Marshall, publicada por vez primera en
1890, y considerada la más importante y completa de la escuela neoclásica y una de las
tres más destacadas en la historia del pensamiento económico. Marshall, exponente
número uno del neoclasicismo, retoma la herramienta básica del análisis marginal, pero la
incorpora en un método más amplio que reconoce la complejidad de la realidad a estudiar
(interdependencia de variables), que enfatiza la necesidad de abordar el estudio de esta
realidad “paso a paso”, mediante supuestos de variables que permanecen constantes
(Ceteris Paribus), y que incorpora también en la formulación teórica, por vez primera y de
manera por demás fructífera, la dimensión temporal.
En relación al debate en torno al valor económico de los bienes Marshall adopta una
postura en apariencia ecléctica. Frente a los respectivos enfoques unilaterales de clásicos
y marginalistas, los primeros centrados en la oferta y considerando como dada a la
demanda, los segundos enfocados en la demanda y considerando como dada a la oferta,
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Marshall considera que no es sólo el costo de producción lo que determina el precio o
valor de un bien, ni tampoco exclusivamente su utilidad para el consumidor. El precio es
resultado de una combinación variable de ambos factores: el precio es resultado del corte
de ambas hojas de las tijeras. Del lado de la demanda es la utilidad marginal. Del lado de
la oferta son el esfuerzo y sacrificio marginales.
La manera como oferta y demanda determinan vis a vis el valor de los bienes está en
conexión con la dimensión tiempo. El precio es fijado tanto por las condiciones de
producción como por las necesidades individuales de satisfactores, pero las diferentes
escalas de tiempo determinan la ponderación de unas y otras en la determinación del
precio.
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Institucionalismo y Evolucionismo
A fines del siglo XIX e inicios del XX, justamente durante el lapso en el que el enfoque
marginalista-marshalliano se convierte en la corriente dominante del pensamiento
económico, surgen, en abierta contraposición a sus postulados, fundamentos y
metodologías, dos planteamientos alternativos: el institucionalismo y el evolucionismo
tecnológico. El primero es formulado por Thorstein Veblen y el segundo por Joseph A.
Schumpeter. Ambas propuestas son parte del llamado pensamiento económico
heterodoxo.
Al respecto cabe resaltar que la ciencia económica evoluciona no sólo a partir de los
consensos paradigmáticos sino a partir de la crítica, la polémica, los desacuerdos y las
rupturas.
Las heterodoxias tienen el mérito de señalar los puntos débiles y las fallas de la teoría
dominante y permiten por tanto apreciar y aprehender la realidad de manera distinta,
descubriendo aspectos y hechos que los enfoques previos no permiten destacar o
siquiera vislumbrar. En la historia del pensamiento económico las corrientes teóricas no
apegadas al mainstream de la época, han jugado un papel muy importante en el propio
avance del cuerpo central de la ciencia económica (Landreth y Collander, 2009: ).
Tanto institucionalismo como evolucionismo han cobrado una creciente importancia en las
últimas décadas, enriqueciéndose con nuevos conceptos y formulaciones teóricas. Sin
embargo, en estas notas nos limitaremos a exponer solamente los planteamientos y
conceptos fundacionales de ambas escuelas.
La crítica de Veblen
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las ideas centrales de este autor considerando en conjunto, y no por separado, el
contenido de estos dos libros.
Veblen cuestiona a fondo la visión del homo economicus propia de clásicos y neoclásicos
y que está fundada en el utilitarismo de Bentham. El considera a partir de una visión
socio/antropológica que la naturaleza humana es impulsada por cuatro instintos: el
paternalismo, la curiosidad, la laboriosidad y la ambición. Rechaza asimismo el
racionalismo como fundamento del comportamiento de los agentes económicos y afirma
que la actuación en particular de los empresarios más bien corresponde a la de “salvajes
civilizados” que, en su irracionalidad, llegan a amenazar incluso al propio sistema
capitalista.
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de variables y flujos a partir de la cual se estructura el enfoque neoclásico. Cuestiona
también la idea de la soberanía del consumidor propia del neoclasicismo y enfatiza que
éste se encuentra sometido a los valores y aspiraciones sociales propias de la clase
dirigente (ociosa), lo cual impregna sus decisiones como consumidor. De hecho las clases
trabajadores, según Veblen, lejos de buscar la transformación revolucionaria del sistema,
al modo en que lo idealizaba Marx, aspiran a convertirse en clase ociosa. Este es sin
duda un poderoso factor de estabilidad social.
Por otra parte Veblen observa que ciertos estratos de consumidores incurren en un
consumo notable de ciertos bienes, el cual viola el principio lógico de que a mayor precio
menor demanda; por el contrario entre más alto es el precio ocurre que su demanda es
mayor (“Bienes Veblen”).
Wesley Clair Mitchell y J. R. Commons, ambos estadounidenses, son los dos principales
discípulos de Veblen. El primero destaca por el hecho de que, consecuente con la
metodología inductiva, propugna por la creación de registros estadísticos que permitan
estudiar la economía y funda el National Bureau of Statistics Research(NBER) en los
Estados Unidos. Asimismo, da continuidad al estudio del ciclo de negocios,
considerándolo inherente a la economía, dada la interdependencia industrial-comercial-
financiera y la existencia de formas desarrolladas de dinero. Frente al comportamiento
económico de los “salvajes civilizados”, Mitchell argumenta a favor de la planeación
social.
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History of Economic Analysis (1954). En las líneas que siguen resumimos las ideas
fundamentales de las dos primeras obras mencionadas.
Schumpeter, haciendo caso omiso del interés neoclásico por la noción de equilibrio
económico, abordó sus aspectos dinámicos de transformación y cambio, enfocándose en
el papel del empresario que actúa como agente innovador de productos, técnicas,
mercados y procesos. Para ello, rebasó los límites economicistas de la integridad
neoclásica a fin de incursionar, con fructíferos resultados para la ciencia económica, en
los ámbitos de otras disciplinas como la Historia, la Ciencia Política y la Sociología
(Landreth y Colander, 2006).
Una característica de las innovaciones es que se presentan con una relativa regularidad y
lo hacen “en grupo”, en forma de “racimo”, dando lugar a ondas largas de actividad
económica, las cuales reconfiguran la estructura técnica y el tejido productivo, amplían la
extensión y la profundidad de los mercados, así como las condiciones de vida y los gustos
de los consumidores. El movimiento cíclico del sistema dentro de tales ondas de
crecimiento a largo plazo (recuperación, auge, crisis, recesión, recuperación) se
encuentra determinado en gran medida por las fases de expansión y de agotamiento de
las condiciones de productividad y rentabilidad asociadas a la introducción, despliegue y
agotamiento de las innovaciones tecnológicas.
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Es ampliamente reconocido que en el análisis schumpeteriano las crisis económicas
constituyen un rasgo esencial en la evolución y la transformación interna del sistema. En
particular las crisis de naturaleza estructural propician amplios procesos de “destrucción
creativa” ya que cuestionan las estructuras productivas, técnicas y de configuración de
industrias y mercados vigentes, a la vez que estimulan la introducción de las innovaciones
de bienes, servicios y procesos que poco a poco reemplazan a las formas precedentes de
elaborar y consumir.
Las crisis en este sentido son benéficas para el sistema. El crecimiento económico está
ligado a la fase de prosperidad del ciclo pues representa el resultado final de la
introducción de nuevos productos y tecnologías. Este proceso corre acompañado de
excesos de inversión así como crediticios. Las recesiones en el ciclo sacuden a las
economías eliminando a las empresas menos eficientes y crean el terreno para la
expansión sobre la base de empresas más sanas, mejor gestionadas y más eficientes.
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Keynes
El enfoque keynesiano es fruto de la gran crisis de 1929. Ella no solo cimbró los cimientos
del sistema económico a escala mundial sino que también puso en evidencia, de manera
extrema, la no validez del principio de igualdad entre oferta y demanda agregadas,
postulado por la escuela clásica y neoclásica y conocido como Ley de Say. De acuerdo a
esa ley las crisis generales de sobreproducción eran imposibles, pero el hecho es que
precisamente eso es lo que estaba sucediendo a gran escala en las principales
economías del mundo, empezando por los Estados Unidos, seguido de Europa y el resto
del mundo.
Keynes establece una ruptura entre sus planteamientos y la teoría económica previa
asentada en esta ley, teoría a la que le denomina “clásica”. De acuerdo a esta última no
existe el paro involuntario y el desempleo se explica solo por factores externos al
mercado, los sindicatos y las políticas estatales.
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A nivel agregado Oferta y Demanda no tienden al equilibrio dado que al elevarse el
Ingreso se eleva el consumo pero lo hace en una menor proporción debido a una ley
sicológica fundamental: al aumentar el nivel de ingreso de las personas disminuye su
propensión a consumir.
A corto plazo, dadas condiciones sociales estables, existe en una economía determinada
una estabilidad en la propensión a consumir y a ahorrar. Los factores subjetivos y
objetivos que determinan el nivel de propensión al consumo son fijos. Pero conforme el
ingreso crece en el largo plazo, a fin de cerrar la diferencia entre oferta y demanda
agregadas y mantener el nivel de empleo, se requiere de una inversión igual a dicha
diferencia.
Uno de los fallos centrales que Keynes encuentra en la teoría clásica es el supuesto de
que cada acto individual de ahorrar aumentará la inversión global en la misma cantidad.
Si ese fuera el caso toda falta de gasto en el consumo sería compensado por un aumento
correspondiente en la inversión. El ahorro individual es una privación de demanda
potencial. Faltando al ahorro una compensación equivalente, la moderación no crea
riqueza sino pobreza. (Dillard: 68-70)
La demanda de inversión es una variable más compleja e inestable que la demanda para
el consumo. Ella depende de la eficiencia marginal del capital. Está es inestable en el
corto plazo y tiende a la baja en el largo. Se define como el tipo de rendimiento más
elevado que se puede lograr sobre el costo previsto para producir una unidad más.
También puede ser descrita como la tasa de descuento que hace que el valor presente de
los rendimientos esperados sea igual al precio de oferta del bien de capital utilizado. Es,
desde otra perspectiva, la productividad marginal del capital como un porcentaje del costo
original del bien de capital adquirido, calculada a lo largo de la vida de la inversión del
capital. De una manera más breve: es la utilidad esperada de una nueva inversión, sin
deducir la depreciación ni los costos implícitos del interés.
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2) El precio de venta de la producción adicional, y;
La teoría tradicional del interés lo concibe como el pago por ahorrar, es decir, como la
recompensa monetaria por posponer el consumo. La originalidad de Keynes es
considerarlo como un pago por no “atesorar” o guardar dinero, es decir, por considerarlo
un pago por ceder liquidez. Este enfoque del crédito es muy fructífero analíticamente.
1) Operación;
2) Precaución, y;
3) Especulación
En los enfoques clásico y neoclásico (a los que Keynes, recordemos, iguala como
“clásicos” por compartir el mito del equilibrio entre oferta y demanda agregadas), debido
precisamente a sus presupuestos inamovibles de equilibrio macro en los mercados, no
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existe espacio teórico para la incertidumbre, ni por tanto demanda motivada por el factor
especulación; solo existe demanda para transacciones pero no para especular, como en
el modelo keynesiano. El interés, desde la perspectiva de la llamada Ley de Say, no
puede ser visto como pago por ceder “efectivo”. Registremos de pasada que el propio
Keynes observa con agudeza lo interesante que resulta “que la estabilidad del sistema y
su sensibilidad ante las variaciones en la cantidad de dinero dependan tanto de la
existencia de una variedad de opinión acerca de lo que es en sí incierto”
El multiplicador de la inversión
De las tres variables que determinan el volumen del empleo, a saber: La eficacia marginal
del capital, la propensión a consumir y el tipo de interés, la primera constituye el principal
factor determinante del desempeño cíclico de la economía. Los ciclos económicos son
consecuencia de las variaciones en la tasa de beneficio, más específicamente de las
fluctuaciones en las previsiones relativas a los tipos de beneficios e interés que habrá en
el futuro. Su caída es la causa predominante de las crisis mientras que su recuperación es
requisito para iniciar una nueva expansión de la economía. Como se ha visto la eficacia
marginal del capital es la variable más inestable del sistema.
Entre más elevada sea la propensión marginal a ahorrar, menor será el multiplicador y
viceversa.
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Empleo, salarios y precios
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Pero ¿qué es lo que determina en última instancia los niveles de ocupación de los
trabajadores, y en general de los otros factores productivos? Keynes llama a este factor
demanda efectiva, definida como el punto en el cual se equilibran oferta y demanda
agregadas a cierto nivel de precios y de empleo. El nivel de empleo está determinado por
dicha intersección de equilibrio, que representa el punto donde las expectativas de
ganancia del empresario alcanzan su máximo. (Keynes, 1936: 56) A esto se denomina
nivel de empleo en condiciones de equilibrio. Como lo dice E. Roll: “el determinante
definitivo del volumen de ocupación es el grado en que los empresarios juzgan que tal
ocupación es rentable” (1976: 476)
Ahora bien, las razones por las que los costos y los precios se elevan cuando aumenta el
empleo son:
3) “Embotellamiento” de la producción.
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La economía se mueve en un sendero acotado por la inflación, de una parte, y el
desempleo de otra. Una tasa de desocupación cercana a la ocupación plena implica la
emergencia de la inflación. Una tasa alta de desocupación implica estabilidad de precios o
al menos un descenso en los ritmos de incremento del nivel general de precios. Este
aspecto fue demostrado empíricamente con el estudio de Phillips sobre la inflación y el
desempleo en Inglaterra: la llamada Curva de Phillips.
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La Escuela de Chicago
En cambio, desde el fin de este conflicto bélico en 1945 hasta inicios de la década de los
setenta, las principales economías del mundo vivieron un período de auge y estabilidad
financiera sin precedentes, conocido como el “boom de posguerra”, durante el cual el ciclo
económico de casi todas las naciones presenta alzas prolongadas y duraderas mientras
que se presentan crisis breves y poco profundas. La reorganización de la economía
internacional (FMI, GATT, Plan Marshall) a partir de los Acuerdos de Bretton Woods
(1944) trajo consigo una expansión del comercio y las finanzas con una notable
estabilidad cambiaria y monetaria, al tiempo que la economía internacional volvía a
retomar las tendencias a una mayor integración e interdependencia de las economías
nacionales. Asimismo, en las economías industrializadas el estado keynesiano benefactor
(“estado social”) vive su época de oro durante esas décadas de los años cincuenta y
sesenta.
Pero a inicios de los años setenta la dinámica económica mundial sufrirá un quiebre –y la
teoría económica un nuevo viraje- al conjugarse una serie de factores:
a) Llegar a su fin esa onda expansiva de larga duración que había estado asociada a
la producción en masa de los métodos fordistas;
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d) Ingresar las economías en una situación inédita en la que se combinaban la
recesión y la inflación.
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supone entonces que los individuos consumen de acuerdo a una visión menos inmediata,
menos de corto plazo, respecto de lo que son sus ingresos.
Desde los inicios de la economía la relación entre dinero e inflación ha estado a debate.
Bodino y más tarde, a mediados del siglo XVIII, David Hume establecen lo que se conoce
como la explicación monetaria de la inflación y sientan las bases de lo que se conoce
como la teoría cuantitativa del dinero. El incremento en el nivel general de precios de una
economía obedece a aumentos en la cantidad de dinero circulante. Marshall, a su vez, dio
un fundamento microeconómico a la teoría cuantitativa del dinero e Irving Fisher planteó
la fórmula por la cual dicha teoría es conocida:
MV=PT
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De acuerdo a Friedman la demanda de dinero a corto plazo es estable a corto plazo. Al
incrementarse la oferta monetaria por parte de la banca central, los individuos y familias
se deshacen de saldos en efectivo lo cual a nivel agregado incrementará la producción, o
los precios o una combinación de ambos. El incremento de los precios eleva a su vez la
demanda de dinero. El equilibrio entre oferta y demanda agregadas se restablece en el
largo plazo pero a un nivel general de precios más alto. Para Friedman la inflación es
resultado de un exceso de dinero emitido por la banca central.
A su vez, una insuficiente oferta dineraria puede llevar a la recesión. De esta manera es
como Friedman explica la recesión ocurrida luego de la crisis de 1929: la Reserva Federal
de los Estados Unidos llevó a cabo durante los años treinta una brusca reducción de la
base monetaria generando una política deflacionaria –es decir de caída en el nivel general
de precios- y contrayendo aún más el crédito. “La Gran Contracción –escriben Friedman y
Schwartz- es un trágico testimonio del poder de la política monetaria, no una evidencia de
impotencia, como creían Keynes y muchos de sus contemporáneos” (1963)
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Rúbrica para evaluar las Diapositivas y la Exposición:
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