Cuento Sigueme
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Todas las tardes de primavera, el elefante se sentaba al borde del camino de las hormigas
para verlas pasar. Por la mañana, las hormigas salían de su hormiguero y, por las tardes,
regresaban cargadas de cosas que encontraban por aquí y por allá.
Cuando ya el verano llegaba a su fin, el elefante se dio cuenta de que no volvería a ver la
hormiga hasta después del invierno. Entonces se puso un traje a cuadros con chaquetas
de botones, y se sentó a esperar a la hormiga negra para declararle su amor (el traje le
quedaba pequeño porque había engordado, pero eso no le importaba).
La hormiga, que ya había notado las miradas del elefante, llegó cargando una hoja que
decía:
SÍGUEME.
El elefante, ni lento ni perezoso (porque estaba contento), la siguió.
Entró y cayó en medio del hormiguero (por suerte, las hormigas ya estaban en sus
habitaciones y no aplastó a ninguna).
Ni lento ni perezoso (porque era el botón que le tapaba el ombligo), se puso a buscar entre
las piedras, por las copas de los árboles… Cansado de buscar y rebuscar, volvió al camino
para encontrarse con la hormiga.
Lento y perezoso (porque estaba un poco triste), siguió caminando, mirando al suelo.
De pronto, la trompa tropezó con algo que había bajo un árbol… ¡Un costurero!
Sin pensárselo dos veces, el elefante levantó la tapa y vio agujas, hilos, tijeras, dedal… y,
en medio de todo, un botón que se movía hacia el fondo del costurero.
SÍGUEME.
Con su traje de tres botones, el elefante se metió en el costurero (primero la trompa, luego
el resto del cuerpo).
Ni lento ni perezoso (con cuidado de no enredarse en los hilos ni pincharse con las
agujas), llegó al fondo del costurero y encontró…un camino largo (con un horizonte en el
fondo), bordeado de árboles, árboles de hilo…y en medio del camino, una hormiga con un
botón que decía:
SÍGUEME.
La hormiga caminaba y el elefante caminaba… Al cabo de un rato, el elefante, que tenía
mucha sed, decidió buscar una fuente (no sabía que en el fondo de los costureros no hay
de esas cosas).
El elefante, ni lerdo ni perezoso (porque tenía sed), tomó la botella y dentro vio…¡una
hormiga negra! con una malla amarilla, gafas para bucear, tres pares de aletas, gorro y un
letrero que decía:
SÍGUEME.
Sin pensárselo dos veces, el elefante se metió en la botella (primero la trompa, luego el
resto del cuerpo), y empezó a nadar detrás de la hormiga, sacando, de vez en cuando, la
trompa para respirar.
La hormiga nadaba, el elefante nadaba…Como nunca había estado en una botella, el
elefante se distraía con todo lo que pasaba flotando: un pez mariposa, una mariposa
caracol, un caracol rana…
Lento y perezoso (porque estaba muy triste), buceó hasta el fondo de la botella y se sentó en una
roca.
Pero del fondo de aquella caracola no llegaba el sonido del mar, sino una voz lejana que
decía:
SÍGUEME
El elefante, ni lento ni perezoso (porque estaba muy enamorado), se metió en la caracola
(primero la trompa, luego el resto del cuerpo). Y, dando vueltas y vueltas, llegó hasta el
fondo, donde lo esperaba aquella hormiga negra con cintura de avispa.
Desde ese día, en una caracola que está en el fondo de una botella, que está al borde de un
camino, que está en el fondo de un costurero, que está en la habitación de una hormiga,
que está en un hormiguero en medio de la selva…
Ahí, una hormiga negra y un elefante gris viven una historia de amor (con cintura de avispa
y lunares morados).