Lengua Ii 2023
Lengua Ii 2023
Lengua Ii 2023
La Comunicación
Actos de habla
Funciones y tramas textuales
La cohesión textual
Uso correcto de B – V
La coherencia textual
Sintaxis
Uso correcto de G – J
El género narrativo
El Cuento Fantástico y de Ciencia – Ficción
La novela
1
UNIDAD 3 - “LA IMPORTANCIA DE OPINAR”
La Argumentación
El Verbo
Verbos de irregularidad común
Acentuación
El género Dramático
2
El escuerzo 91
La pata de mono 93
Los tres cosmonautas 99
Algunas clases de vida 100
Factor clave 108
Los colonizadores 110
Cassette 111
Cómo se divertían 113
Asnos estúpidos 115
El fantasma de Canterville 117
Entremés del mancebo que casó con mujer brava 133
3
ESQUEMA INTEGRADOR
COMUNICACIÓN
ORAL ESCRITA
METALINGÜÍSTICA
Verbos Irregulares
Coherencia y Cohesión Textual
Ortografía
INICIACIÓN
LITERARIA
Géneros Literarios:
Lírico, Narrativo y
Dramático
4
Unidad 1
El Lenguaje y la Comunicación
5
COMUNICACIÓN ORAL Y ESCRITA
LA COMUNICACIÓN
6
La comunicación se ve condicionada por los interlocutores (sus intenciones, su
ideología, su estado anímico, sus conocimientos sobre el lenguaje, sobre los tipos
de textos, su capacidad comunicativa).
Al elaborar sus discursos, el emisor puede tratar el mismo tema en textos
organizados de diferente manera (diferentes tramas), según sea su intención
informar, apelar, expresar, etc.
Cuando nos comunicamos, usamos enunciados que son construidos con una
intención determinada.
La Competencia Comunicativa
7
ACTOS DE HABLA
Ejemplos:
- Lucas terminó de pintar la pileta. (brinda una información)
- ¿Terminaste de pintar, Lucas? (busca información)
- ¡Qué bien, terminaste de pintar! (expresa un sentimiento)
- Lucas, debes pintar la pileta. (da una orden concreta al receptor)
Existen casos en que un acto de habla puede tener dos tipos de fuerza
ilocutoria (dos intenciones): por ejemplo, si decimos ¿Cerrarías la puerta?, es una
pregunta, pero el receptor no responderá Sí o No, sino que interpretará el acto de
habla como un pedido y reaccionará de esa manera (cerrando o no la puerta).
Estos actos de habla se llaman indirectos, porque nos enfrentan al problema de
que un hablante dice algo, cuando en realidad quiere que se entienda otra cosa y el
receptor entiende esa intención indirecta del hablante.
Ejemplo:
- Lucas, ¿encenderías la estufa? (el emisor quiere que el
receptor encienda la estufa, no lo interroga)
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FUNCIONES Y TRAMAS TEXTUALES
FUNCIONES
Se suele diferenciar los textos de acuerdo con la función del lenguaje que
predomina en ellos.
TRAMAS
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METALINGÜÍSTICA
LA COHESIÓN TEXTUAL
RECURSOS DE LA COHESIÓN
Para reemplazar una palabra o frase por otra u otras, cuyos significados se
relaciona, existen diferentes recursos:
10
6. Nominalizaciones: son sustantivos que condensan la idea de hechos o
acciones ya mencionados en el texto. Se emplea generalmente en los textos
científicos
B. Cohesión gramatical
1. Pronominalización: cuando nos referimos a una parte del texto ya mencionada (un
personaje, un objeto, una idea, un concepto), podemos utilizar los pronombres para
evitar las repeticiones.
Ejemplos:
La niña juega con su muñeca y, a veces, la peina con cintas y broches. (Anáfora)
La viste de rosa y saca a pasear a la muñeca. (Catáfora)
3. Marcadores discursivos y Conectores : son nexos que sirven de enlace entre las
ideas. Se utilizan en función del tipo de vinculación que se quiera establecer entre
ellas: de causalidad, de oposición, etc.
RECORDEMOS
Clases de Pronombres
a- Pronombres Personales
1ª persona: yo, me, mi, conmigo
Singular 2 ª persona: tú, vos, usted, te, ti, contigo.
3ª persona: él, ella, ello, se, si, consigo, lo, la, le
11
b- Pronombres Posesivos
- un solo poseedor
1ª persona: mío, mía, mi
Singular 2ª persona: tuyo, tuya, tu.
3ª persona: suyo, suya, su
- varios poseedores
1ª persona: nuestro, nuestra.
Singular 2ª persona: vuestro, vuestra.
3ª persona: suyo, suya, su
c- Pronombres Demostrativos
d- Pronombres Relativos
que, cual, cuales, quien, quienes, cuyo, cuya, cuyos, cuyas, cuando, donde,
cuanto, como.
f- Pronombres Indefinidos
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Marcadores Discursivos y Conectores
Los marcadores discusivos son aquellas palabras que funcionan como enlaces y se usan,
fundamentalmente, para mostrarle al lector la organización del texto.
Marcadores Discursivos
Enumeradores, ordenan la información para que sea más fácil identificar cada
exposición: en primer lugar, en segundo lugar, etc.
Desviación, inician una línea temática que se aparte de la línea central que se
desarrolla: a propósito, de paso, ya que se trata este tema, etc.
Jerarquización, destacan algún segmento del texto para mostrar que es más
importante que otros: en particular, especialmente, fundamentalmente, en
especial, precisamente, sobre todo, etc.
13
Conectores
14
Símbolos para la cohesión
PRONOMBRES
ELIPSIS ?
SINÓNIMOS
ANTÓNIMOS
HIPÓNIMOS
HIPERÓNIMOS
CAMPO LÉXICO
NOMINALIZACIÓN
REPETICIÓN
15
USO CORRECTO DE “B” Y “V”
SE ESCRIBEN CON B
Después de M
movilidad - civilidad
tremebundo - vagabunda
Las palabras que comienzan con los sonidos BIBL o con las sílabas
BU – BUR - BUS
bimestre – biografía
16
El pretérito perfecto simple del verbo HABER
17
En las partículas CLAV y EQUIV
clavel – equivocar
18
INICIACIÓN LITERARIA
LOS GÉNEROS LITERARIOS
GÉNERO LÍRICO
19
La poesía literaria es aquella cuyo autor es identificable. Se transmite en forma
escrita y, por lo tanto, se asegura un texto sin variantes.
NOCIONES DE VERSIFICACIÓN
Trisílabos = 3 sílabas
Tetrasílabos = 4 sílabas
Pentasílabos = 5 sílabas
Hexasílabos = 6 sílabas
Pentasílabos =7 sílabas
Octosílabos = 8 sílabas
Eneasílabos = 9 sílabas
Decasílabos = 10 sílabas
Endecasílabos = 11 sílabas
Dodecasílabos = 12 sílabas
Tridecasílabos = 13 sílabas
Alejandrinos = 14 sílabas
Ejemplo:
De / ra / ra / de / li / ca / de / za
1 2 3 4 5 6 7 8
Ejemplo:
U / na a / bier / ta / se / da / gris
1 2 3 4 5 6 7 +1=8
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Si el verso termina en palabra esdrújula, se resta una sílaba.
Ejemplo:
Por / qué es / táis / si / len / cio / sos / y / pá /li / dos
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 – 1 = 10
Licencias Poéticas
Ejemplo :
No es obstáculo para la sinalefa que entre las vocales se interponga una h ya que ésta
es mero signo ortográfico, sin sonido alguno.
Ejemplo:
A / le / grí / a / fu / gaz / de ha / ber / vi / vi / do.
Ejemplo :
Mal / va, // hie / dra y / me / jo / ra / na,
di / gan / to / das / es / e / ne / ro .
Ejemplo :
Tam / bién / el / sub / te / rrá / ne o / ma / nan / tial
Ejemplo :
huir / la / com / pa / ní / a / y el / rü / i / do
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Rima: es la igualdad de sonidos finales entre dos o más versos, a partir de la última
vocal acentuada. La rima puede ser :
Ejemplo:
Cuando hay alondras nuevas,
porque viene primavera,
caballero de otras tierras…
Ejemplo:
Suena en la palidez lunar, el viejo
hierro de la cadena y la roldana.
Ay, de la luna, el pálido reflejo,
he visto el esqueleto de Morgana
Ejemplo:
Primavera de este año
cuando hay alondras nuevas,
mucha zambra y cortesía
porque viene primavera.
Miden cañas en la corte
caballeros de otras tierras.
En esta composición los versos impares son blancos, en cambio, los pares son
asonantes.
Recursos Expresivos
Ejemplos :
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Imágenes : se utilizan para provocar, en la mente del
lector, una representación de alguno de los cinco sentidos, imágenes sensoriales, o
de algún sentimiento, imágenes emotivas o afectivas.
Ejemplos:
Ejemplo:
El sauce cantaba a la vera del camino.
23
LA
HISTORIETA
El origen de la historieta se
encuentra en Estados Unidos, a fines del
siglo XIX, cuando en el periodismo gráfico
se introdujeron los cartoons a todo color
para atraer mayor número de lectores.
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En la historieta se trabaja con recursos como:
Viñetas
Globos
Dentro de una viñeta aparecen los globos. Estos contienen lo que dicen
los personajes en diálogo. En algunas viñetas aparecen textos llamados en “off”, es
decir, se colocan fuera del globo e indican acotaciones sobre la acción. En algunas
ocasiones el globo aparece comprimido, para indicar asombro o incertidumbre. Si
está en dirección a la frente de un personaje con una cadena de globitos, señala
que el personaje está pensando.
Metáfora ¡! ¿?
Signos cinéticos (( // ))
Los superhéroes, que con posterioridad poblaron las series televisivas y, que
en la última década, han invadido el cine y la televisión, tienen en su mayoría, su
origen en las historietas. Batman, Superman, el Capitán América, por mencionar
sólo algunos, antes de convertirse en personajes ficticios de carne y hueso fueron
héroes de papel.
25
Características
26
Unidad 2
La Expresión Coherente
27
COMUNICACIÓN ORAL Y ESCRITA
28
Organización Descriptiva
Ejemplo:
África
África es un continente muy poco poblado con una mayoría de raza negra. Se
calcula una media de 15 habitantes por kilómetro cuadrado. Para que se hagan una
idea, en España hay una media de 70 habitantes por kilómetro cuadrado y en países
como Bélgica y Holanda, la media sube a 300.
La mayor parte de los países africanos son de reciente creación. En muchos
casos apenas si sobrepasan los 30 años de existencia. Los golpes de estado son muy
frecuentes, y también lo son las guerras civiles – como ocurre con Somalia o Angola –
y los conflictos raciales o sociales.
La economía de estos países es muy dependiente de los países desarrollados.
Se basa en una agricultura tradicional (muy poco tecnificada) que, además, se
concentra en muy pocos productos (maderas, frutas) que exportan al exterior.
En África existen muchas diferencias culturales entre las diversas zonas. Las
regiones mediterráneas y saharianas (el norte) están impregnadas por la cultura y la
religión árabe. Las zonas ecuatoriales (el centro) han tenido un menor desarrollo
cultural, y en ellas predominan las creencias animistas. En el sur subsiste una fuerte
presencia de la cultura europea, como ocurre en Sudáfrica y Zimbabwe.
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El lector puede encontrar en los textos ciertas señales que indican la presencia de
esta organización: “un problema que debe resolverse es...”, “las soluciones que
proponemos son...”, “las medidas que deben tomarse son...”
Ejemplo:
PROCEDIMIENTOS DISCURSIVOS
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La analogía: establece una similitud de un concepto o un conjunto de
conceptos con otros de diferente campo. Suelen estar introducidas por
como si; es como; es lo mismo que; tal como; etc.
La clasificación: distribuye objetos, seres, métodos, sistemas, etc. en
diferentes agrupaciones a partir de un sistema de similitudes y
diferencias.
La reformulación: si el emisor considera que la idea que plantea es
difícil de comprender, puede reformularla, es decir decirla de una
manera que sea más accesible para el receptor. Generalmente está
introducida por conectores: es decir; o sea; en otras palabras; para
decirlo de otro modo; etc.
La citación: sumar el discurso de otros (voces de expertos) al propio
para darle mayor autoridad y fiabilidad.
TEXTO DESCRIPTIVO
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Por ejemplo:
Por ejemplo:
Cerro misterioso, eterno, de laderas funestas, me dejas asustado
y ansioso frente a tu majestuosidad.
Predominan los verbos de estado o apariencia (ser, estar, parecer, iniciar, etc.),
Los tiempos verbales durativos (presente o pretérito imperfecto del modo indicativo),
los adjetivos y los adverbios de lugar o expresiones equivalentes
TEXTO INSTRUCTIVO
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TEXTOS PUBLICITARIOS Y DE PROPAGANDA
Tienen función apelativa. Los textos publicitarios (su intención es mostrar un producto
y alentar el consumo del mismo). Lo mismo la propaganda que, a diferencia de la
publicidad busca adherir o convencer al destinatario sobre una idea o proyecto.
Ambos, reúnen imagen y texto, usan un lenguaje sintético, directo. Con pocas
palabras se argumenta para convencer. A veces sólo se utiliza un slogan (frase breve
que sintetiza el valor del producto y es fácil de recordar).
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METALINGÜÍSTICA
LA COHERENCIA TEXTUAL
Toda información se organiza a partir de dos tipos básicos de relaciones:
La coherencia local
1. Distribución de la información
2. Relaciones temporales y lógicas
3. Relaciones funcionales
1. Distribución de la información
34
3. Relaciones funcionales
Ampliación de la información
Rectificación
Contraste de ideas
Ejemplificación
Generalización
Especificación
refuerzo
Coherencia Global
Secuencia 1
MACROESTRUCTURA Secuencia 2
Secuencia 3
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LA SINTAXIS
La sintaxis es la parte de la gramática que nos enseña a combinar las palabras
para construir con ellas oraciones.
A través del análisis sintáctico podemos observar cómo se ordenan y se
relacionan las palabras en la oración.
Los discursos están formados por una o más oraciones. La oración es la
menor unidad de sentido con figura tonal propia y autonomía sintáctica.
Cada oración comienza con mayúscula y termina en un punto.
Las oraciones pueden ser unimembres (sólo un miembro, no admite partición
en sujeto y predicado) o bimembres (dos miembros: sujeto – expreso o tácito - y
predicado).
Las oraciones también se clasifican en simples (no incluyen proposiciones) o
compuestas (incluyen proposiciones coordinadas y / o subordinadas).
La proposición tiene unidad de sentido, pero no es independiente, está
siempre incluida en una oración, o sea que carece de autonomía sintáctica.
La Oración Compuesta
Una oración compuesta es aquella que presenta dos o más verbos.
A cada predicado le corresponde una proposición, una unidad con estructura
oracional, esto es, con un sujeto y un predicado, que aporta un significado parcial al
significado total de la oración compuesta.
La relación que se establece entre las proposiciones que forman una oración
compuesta puede ser de yuxtaposición, coordinación o subordinación
La yuxtaposición
Las oraciones yuxtapuestas son aquellas que se unen por medio de signos de
puntuación, es decir, no presentan un nexo gramatical que las una.
La coordinación o parataxis
Hablamos de proposiciones coordinadas cuando no existe dependencia de una
proposición respecto de otra. Las proposiciones coordinadas pertenecen al mismo
nivel gramatical, aunque, por su significado, estén relacionadas entre sí. Pueden
estar coordinadas por conjunciones de diferentes tipos; se denominan según los
conectores o nexos coordinantes empleados.
Expresan o implican suma o adición. Sus nexos más frecuentes son: y, e, ni.
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b) Proposiciones coordinadas disyuntivas:
Plantean acciones excluyentes entre sí. Sus nexos más frecuentes son: o, u, o bien.
Expresan la contraposición entre dos ideas. Sus nexos más comunes son las
conjunciones y locuciones conjuntivas pero, mas, aunque, sin embargo, no obstante,
sino, sino que, antes bien,...
(Se ha detenido a los culpables) esto es,(ha terminado esta difícil situación.)
RECORDEMOS:
En la oración compuesta por coordinación hay dos o más
sujetos, uno para cada verbo, separados estos por un
conector. Las proposiciones que se formaron en cada
estructura (sujeto + verbo conjugado) establecen una
relación de igualdad sintáctica.
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USO CORRECTO DE G Y J
Para dar sonido suave a las sílabas GE, GI, se coloca una U, que no suena, en
el medio: GUE, GUI. La diéresis o crema es el signo que permite el sonido de la U.
Se escriben con G
negligente negligencia
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Los adjetivos numerales ordinales terminados en GÉSIMO – GENARIO
– GÉNITO
Se escriben con J
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Las voces en que interviene el sonido fuerte JA – JO – JU
Enrojecer ( de rojo )
Hojear ( de hoja )
Gorjear ( de gorjeo )
INICIACIÓN LITERARIA
GÉNERO NARRATIVO
Desde que el hombre comenzó a vivir en comunidad, gustó de reunirse con
otros seres humanos alrededor del fuego cuando terminaba el día, y sintió la
necesidad de contar a los demás sus experiencias y los sucesos que le habían
acaecido. Un pudor innato le impedía mostrarse como protagonista, refería
entonces los hechos como si le hubieran sucedido a una tercera persona. Al mismo
tiempo no podía evitar que su fantasía enriqueciera y transformara la realidad que
quería transmitir. De esa manera el relato se independizaba de su autor y cada uno
de los oyentes podía repetirlo recreándolo.
Con el transcurso del tiempo y las numerosas repeticiones, el relato se fue
depurando hasta lograr su forma definitiva.
De su primer afán de lograr la comunicación con otros seres, pasó al intento de
explicarse y explicar a los demás los misterios y fenómenos de su propia naturaleza
y los del mundo circundante. Nacen así, por ejemplo, el mito y la leyenda.
Otras formas narrativas como la fábula, el apólogo y la parábola, surgieron de
una intención didáctica. El hombre necesitaba enseñar y, encontró en ellas un
medio práctico, sencillo y eficaz de hacerlo.
Para fijar hechos históricos relevantes y exaltar las virtudes de los héroes que
los protagonizaron, creó la epopeya.
Pero es innegable que, desde sus orígenes hasta nuestros días, la narrativa ha
mantenido su vigencia, porque siempre ha existido y existe alguien a quien le gusta
contar y alguien a quien le gusta escuchar.
Como la narrativa es testimonio permanente de la vida y de las inquietudes del
hombre, ha logrado vencer las barreras del espacio y del tiempo. Se constituye en
género migratorio por excelencia, ya que cada pueblo puede importar y exportar
relatos, adaptándolos a su propia realidad.
40
Las raíces de este género son viejas y profundas. En su larga vida ha conocido
dos tipos de transmisión. Primitivamente, la oral, que consistió en la repetición de
padres a hijos a través de generaciones; más tarde, la escrita, que además de fijar
sus normas la embelleció con los recursos que le son propios.
La realidad del hombre y la relación con sus semejantes ha cambiado a lo largo
del tiempo. La narrativa, fiel a sus características de reflejarlas, también se ha
transformado.
Las formas que hoy mejor responden a la necesidad de testimoniar esas
inquietudes son, el cuento (única forma que se ha adaptado a través de los
tiempos) y la novela.
Podemos definir al género narrativo como aquel en el cual se relatan hechos
reales o imaginarios desarrollados en un tiempo y un espacio determinados.
SECUENCIA NARRATIVA
ESPECIES LITERARIAS
Entre las especies literarias del género narrativo encontramos las siguientes:
Leyenda: narración tradicional de sucesos reales transformados
por la fantasía y admiración populares.
Mito :relato tradicional sobre dioses y héroes de la antigüedad,
con carácter ritual.
Apólogo : narración breve con intención didáctico moral.
Fábula : breve narración, generalmente en verso, con intención
didáctica o moralizante, en la que intervienen animales u objetos
personificados.
Parábola : relato sencillo de hechos con carácter simbólico, del
que se puede deducir una enseñanza moral por analogía.
Cuento: obra relativamente breve (no suele superar las 3000
palabras), en la que se relata un hecho único, real o imaginario,
con pocos personajes y en la cual la acción avanza rápidamente
hacia el desenlace.
Novela: obra literaria en prosa, de considerable extensión, en la
que se narran acciones y se describen caracteres y personajes
verosímiles o de ficción.
41
EL CUENTO
Esta Forma, que es una de las más antiguas, resulta la última en adquirir
fisonomía literaria independiente.
Podemos llegar a delimitar los siguientes rasgos específicos:
1. Es una narración breve cuyo tiempo de lectura no debe exceder de una
hora.
2. Está escrito en prosa., adopta la estructura interna propia de la narrativa:
3. Tiene autor conocido, salvo los que pertenecen al folclore.
4. Presenta una trama concentrada en tensión y peripecias para lograr un
efecto único.
5. No permite digresiones de espacio ni de tiempo.
6. No admite multiplicidad de personajes, éstos aparecen caracterizados con
los rasgos estrictamente necesarios.
7. Tiene una marcada intención, que en el comienzo fue didáctico –
moralizante, con el tiempo han aparecido nuevas intenciones:
documentales, mensaje, simbolismo, otras.
El cuento Fantástico
Los temas, en este tipo de cuento, surgen de acontecimientos extraños sin los cuales
es imposible que exista lo fantástico. Entre otros temas se dan los de la magia, los
viajes en tiempo y el espacio, la transposición o fusión de mundos, el trastrueque de
vida y muerte, la transmutación de sueño y realidad.
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Lo fantástico produce, a través del suspenso, curiosidad, desazón, miedo. De
este modo el escritor logra la irrupción de lo extraño e inexplicable en el mundo
cotidiano del lector.
El cuento de ciencia-ficción
Los personajes pueden ser humanos, seres de otros mundos o seres mecánicos
(robots, máquinas que reemplazan al hombre)
43
En cuanto a los temas que resultaron más atrayentes, tanto para los escritores de
ciencia ficción como para los científicos, pueden mencionarse:
A partir de estos temas cada autor, según cual fuera su visión de los
acontecimientos científicos y de la influencia de éstos sobre la sociedad, imaginó
mundos futuros mejores que el actual, sociedades terroríficas sometidas a la tiranía de
la ciencia, soluciones alternativas a lo que se impuso en la realidad histórica, dominio
del ser humano de otras razas u otros seres, inclusión de la raza humana en un
universo complejo e infinito.
LA NOVELA
Resulta difícil elaborar una clasificación que sea válida para las múltiples
variantes novelísticas existentes, pues la novela, goza de gran libertad de temas,
estructuras y técnicas narrativas.
A grandes rasgos, podemos dar la siguiente clasificación:
- Caballeresca: se caracterizó por narrar múltiples aventuras fantásticas,
realizadas por un caballero que perseguía el triunfo de un ideal. Ej.
Amadís de Gaula.
44
desdeñados por las mujeres que aman. Los sentimientos suelen ser
artificiosos y exagerados. Ej. Los sietelibros de Diana, de Jorge
Montemayor.
45
LA NARRACIÓN
Estructura narrativa
Situación inicial: los personajes se mueven sin novedad por lugares habituales
Complicación: o conflicto, donde algo ocurre y que debe resolverse
Resolución: puede ser negativa o positiva
Marco: se denomina así a las circunstancias de lugar y tiempo determinado en que
ocurre un suceso y a los personajes.
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ESTRUCTURAS SINTÁCTICAS
A- Narrador Externo: habla en tercera persona pues no tiene existencia propia: tiene
dos posibilidades:
A1- Narrador omnisciente: que sabe todo sobre los personajes: lo que hacen y
dicen, lo que sienten, dicen anhelan. Actúa con un conocimiento completo de todo:
sentimientos, pensamientos, acontecimientos, situaciones.
B1- Narrador en primera persona: habla el personaje, no es sólo una voz, tiene vida,
personalidad. Puede ser el protagonista o uno de los protagonistas de la historia; se
denomina narrador protagonista. A veces pueden coincidir autor y narrador
(autobiografía). También puede ser un personaje secundario que narra en primera
persona; es entonces narrador testigo porque es un personaje secundario o un
testigo de los hechos y no participa directamente en la acción.
B3- Narrador en tercera persona: adopta el punto de vista de uno de los personajes,
sólo registra lo que este personaje ve y oye. Relata lo que les sucede a otros sin
participar de la historia.
PERSONAJES
Normalmente son personas, pero también pueden ser otros seres reales o
imaginarios. El personaje, héroe o protagonista, es el elemento central de la acción
narrativa. El personaje puede manifestarse de varias maneras: por la caracterización
directa: cuando el narrador, a través de distintos retratos dice cuáles son las
cualidades (bueno, generoso, codicioso, ingenuo…); por la caracterización indirecta:
cuando es el lector el que debe deducir el carácter del personaje partiendo de lo que
hace, del juicio que de él dan otros personajes o de su modo de ver la vida.
EL ESPACIO
47
EL TIEMPO
48
LA NARRACIÓN
LITERARIO NO LITERARIO
Imaginado por un autor Hechos reales
Tema: sin restricciones Temas sucedidos
Lenguaje subjetivo Lenguaje informativo
El Paratexto
49
El Paratexto Periodístico
50
UNIDAD 3
La Importancia de Opinar
51
COMUNICACIÓN ORAL Y ESCRITA
EL TEXTO ARGUMENTATIVO
Toda vez que un emisor toma posición frente a un tema, frente a un hecho, y
argumenta para convencer, estamos frente a un discurso argumentativo. Este texto
tiene función apelativa.
Ejemplos o anécdotas: para mostrar uno o más casos que apoyen lo que
asevera.
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La Intrusa
por Pedro Orgambide
Ella tuvo la culpa, señor juez, hasta entonces, hasta el día que llegó, nadie se
quejó de mi conducta. Puedo decirlo con la frente bien alta. Yo era el primero en llegar
a la oficina y el último en irme. Mi escritorio era el más limpio de todos. Jamás me
olvidé de cubrir la máquina de calcular, por ejemplo o de planchar con mis propias
manos el papel carbónico. El año pasado, sin ir más lejos, recibí una medalla del
mismo gerente.
Pero hay cosas que colman la medida. La intrusa, poco a poco, me fue
invadiendo. Comencé a perder el apetito. Mi mujer me compró un tónico, pero sin
resultado. ¡Si hasta se me caía el pelo, señor, y soñaba con ella! Todo lo soporté,
todo. Menos lo de ayer. ”González” – me dijo el gerente – “lamento decirle que la
empresa ha decidido prescindir de sus servicios”.
Veinte años, señor juez, veinte años tirados a la basura. Supe que ella fue con
la alcahuetería. Y yo, que nunca dije una mala palabra, la insulté. Sí, confieso que la
insulté, señor juez, y que le pegué con todas mis fuerzas. Fui yo quien le dio con el
fierro. Le gritaba y estaba como loco.
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METALINGÜÍSTICA
EL VERBO
Ejemplo:
A nosotros, nos agrada ir al cine.
Ejemplo :
Que nos agrade el cine es una cuestión familiar.
Ejemplo :
Ve al cine con tu familia.
Raíz y desinencia
Los verbos están formados por dos elementos: la raíz (que se mantiene
invariable en los verbos regulares ) y la desinencia (que expresa los accidentes).
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VERBOS REGULARES E IRREGULARES
Ejemplo: Perder
Ejemplo: Servir
Tendré tendría
55
VERBOS DE IRREGULARIDAD COMÚN
56
L a i de la raíz se diptonga en ie, esta variación la poseen sólo los
verbosAdquirir e inquirir,en presente de indicativo, de subjuntivo
y de imperativo.
La c de la raíz se convierte en g
Agregan g en la raíz
Agregan y a la raíz
Agudas : son las palabras cuya última sílaba es tónica. Llevan tilde
cuando terminan en N ,S o Vocal.
Té : sustantivo
Te : pronombre personal
Tú : pronombre personal
Tu : pronombre posesivo
Él : pronombre personal
El : artículo
Mí : pronombre personal
Mi : pronombre posesivo
Mi : sustantivo
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Más : adverbio de cantidad
Mas conjunción adversativa
Sí : adverbio de afirmación
Sí : pronombre personal
Si : conjunción condicional
Si : sustantivo
CASOS ESPECIALES
LA CONJUNCIÓN O
Lleva tilde cuando se escribe entre cifras para evitar la confusión con el
cero.
Ejemplo : 4 ó 5
LOS DEMOSTRATIVOS
VOCES ENFÁTICAS
VOCES COMPUESTAS
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ACENTUACIÓN DE MAYÚSCULAS
Ahí – Ojalá – Cariz – Oscar – Cenit – Reptil – Hayáis – Senil – Hostil – Sutil
60
INICIACIÓN LITERARIA
EL GÉNERO DRAMÁTICO
CLASIFICACIÓN
61
Entre las obras menores encontramos:
El texto dramático
Estructura externa
63
Análisis de un conflicto
FUERZA IMPULSORA
CONFLICTO
BIEN DESEADO
RESOLUCIÓN
FUERZA OPOSITORA
64
TÉCNICAS DE ESTUDIO
1- Lectura expresiva y comprensiva
2- Subrayado
Subrayar no es solamente poner una raya, de algún color, debajo de algunas
palabras o frases. Además de esto y, principalmente, es distinguir las ideas principales
de las secundarias. Con el subrayado se obliga a seleccionar las ideas básicas de
cada epígrafe y de cada lección.
Este ejercicio intelectual ya es de por sí de gran utilidad y exige un
considerable esfuerzo porque obliga a la selección crítica de las ideas. Pero, además,
facilita el estudio en ocasiones posteriores, ya que con solo leer las palabras y frases
subrayadas se tiene un conocimiento completo de toda lección.
Tanto el subrayado como las anotaciones al margen son muy personales y
cada uno lo hace según su peculiar forma de ser. Sin embargo, se pueden señalar una
serie de reglas generales para hacer un buen subrayado.
Antes de subrayar, leer la lección entera para tener una idea general de la
misma.
Para aplicar esta técnica, por ejemplo, puedes usar lápiz de un color o raya
doble para subrayar las ideas las ideas principales, los datos esenciales y las
definiciones. Usa lápiz de otro color o raya simple, para subrayar las ideas secundarias
que deben ser recordadas y el resto de los datos y los ejemplos que demuestran la
idea principal.
Marcar con una línea vertical en el margen cuando todo el párrafo debe ser
subrayado. De esta forma se evita subrayar todas las líneas.
Se pueden utilizar otros signos gráficos como el redondeado para resaltar una
numeración o clasificación en un esquema; el recuadro, para destacar enunciados,
nombres o fechas claves; el signo de interrogación, cuando se tengan indicios de que
lo expresado puede ser un error; los de admiración, cuando se necesite comprobar
una afirmación; el punto, cuando se tenga que completar con otras lecturas, etc.
No obstante, cada estudiante puede emplear su propio código de signos.
Al leer continuamente lo subrayado, aunque estén en distintas líneas, se debe
formar un pensamiento coherente
65
3- Resumen y Síntesis
Es muy común la utilización de los vocablos resumen y síntesis como
sinónimos, en realidad no lo son.
El resumen consiste en la reconstrucción y reelaboración del significado de un
texto en forma más breve que el original. Se emplea como modalidad de estudio para
registrar lo esencial de un texto. También se emplea en las solapas de los libros o en
el copete de una noticia; en este caso, su función consiste en anticipar el contenido e
invitar a la lectura, guiar la interpretación y organizar la información compleja.
Como estrategia de estudio, es necesaria la comprensión global del texto para
luego poner en juego las operaciones que el resumen supone. Éstas son:
Supresión: se suprimen los elementos redundantes o irrelevantes.
Selección: se jerarquizan las ideas y se evalúa cuáles son las indispensables.
Generalización: se sustituyen varios elementos por un concepto más general.
Construcción: a partir de la información explícita, se deduce la información
nueva.
4- Cuadro Sinóptico
Permite una rápida visualización de los contenidos de un texto. Se organiza por
medio de llaves o flechas, que van estableciéndose ideas, desde principales hasta
las secundarias.
Estos cuadros se emplean, especialmente, para graficar textos clasificatorios,
es decir, aquellos que describen características de movimientos, ideas, elementos,
sistemas, etc.
5- Cuadro Comparativo
Constituye una forma práctica de sintetizar la información. Se emplea para
mostrar semejanzas y diferencias entre dos o más elementos.
Estos cuadros permiten una lectura vertical y otra horizontal, que muestra cada uno
de los elementos en diferentes aspectos.
En su confección conviene colocar en el eje horizontal los elementos que no
variarán en número y, en el vertical, los ítems a través de los cuales se analizarán
los primeros. Generalmente a medida que se avanza en un tema, pueden ir
apareciendo nuevos rubros por considerar.
Para escribir un resumen o una síntesis a partir de un cuadro comparativo,
conviene tener en cuenta algunos de los siguientes conectores: si tenemos en
cuenta; con respecto a; en cuanto a; con referencia a; etc.
66
ANTOLOGÍA
DE
TEXTOS
LITERARIOS
Y
NO
LITERARIOS
67
El
Picaflor
En la selva tropical la
vida se desarrolla de
un modo exuberante.
Árboles gigantes,
lianas y plantas de
rara belleza, surgen
del suelo húmedo, al
que difícilmente llega
la luz del sol. En este hábitat tienen su morada incontables animales, grandes y
microscópicos, entre los cuales se destacan distintas especies de aves de plumaje
multicolor. Pocas son tan hermosas, sin embargo, como el pequeño pájaro
denominado picaflor. En realidad, esta ave no es exclusiva de la zona tropical, sino
que habita en toda América, desde Alaska hasta la Patagonia.
Los antiguos aztecas lo denominaban “rayo de sol” y “rocío de la mañana”. Los
guaraníes lo llamaban “mainumbí”.
Los colonizadores le dieron el nombre de picaflor por su costumbre de absorber
el néctar de las flores que le sirve de alimento. También se lo conoce como pájaro
mosca, chupaflor, zumbador, roncador, colibrí, etc.
Existen, en verdad, más de 500 especies; las que habitan las zonas frías
emigran en invierno hacia regiones cálidas. El de mayor tamaño es el picaflor de la
Patagonia. El más pequeño es el sunsún de Cuba, de tan solo 5cm de longitud.
El picaflor tiene las patas débiles y cortas; la cola adopta formas extrañas y
todo él está revestido de fina pluma de variados colores. El pico es muy largo, afilado
como un estilete, y guarda en su interior una lengua fina, larga y blanca con la cual
absorbe el jugo depositado en el fondo del cáliz de las flores. Sus ojitos son negros y
brillantes. Su vuelo es parecido al de un insecto: se sostiene en equilibrio, en el aire o
sobre las flores, mediante la rápida vibración de sus alas, que algunas especies baten
hasta cincuenta veces por segundo. Es la única ave que tiene la facultad de volar
hacia atrás.
Su nido, del tamaño de una nuez, tiene forma de copa. El material utilizado
para su construcción depende del medio en que habita, pero su obra resulta siempre
delicada y bien terminada. Cuando ha concluido el nido, deposita en él dos huevecitos
blancos del tamaño de una arveja ovalada. Al nacer los pichones tienen el pico ancho,
a medida que van creciendo se les afila y su cuerpo se viste de un plumón muy fino y
colorido.
El Picaflor y la Estrella
por Pablo Rojas Paz
Era un picaflor rojo, más rojo que la brasa viva. Cuando volaba era una llama
perseguida por el viento; cuando se posaba en los árboles, un fuego prendiéndose en
la rama. Por ser el más pequeño de sus hermanos alardeaba del temerario coraje de
la gente joven aún no sufrida. Le gustaba salir al alba mientras los otros aún dormían,
para sentirse el único dueño y señor de la madreselva, de las rosas, de los alhelíes, de
las flores del tarco, de los duraznos en flor, de los manzanos, del chalchal, y de todas
las pequeñas y divinas florecitas, sonrisas del campo, miel y dulzura de los ojos. Y el
picaflor rojo quería todo ese tesoro para él exclusivamente, sin que nadie pudiera
tocarlo. Por eso salía al amanecer, sin hacer ruido, para no despertar a los otros que
aún dormían, buscando ese néctar que la frescura de la noche concentra en las
68
tiernas corolas. Era de ver como el fuego de sus alas iba haciéndose cada vez más
rojo a medida que la mañana iba acentuándose. Así, amenazando quemar las ramas
con el contacto de sus alas, con el peligro de apagarse el mejor día para siempre al
pasar rozando las aguas del arroyo, de avivarse en cualquier momento, incendiando el
aire con los embates del viento, iba de flor en flor, dichoso de ser el único, de no ser
molestado en la deliciosa labor de ir de la madreselva al rosal, del malvón al durazno.
Y demostrando su orgullo y egoísmo, volvía satisfecho y ufano a la querencia con ese
aire de niño que ha cometido una picardía.
Pero una noche más clara que ninguna, color de cielo, de nácar, de nardo, de
pozo, de música y silencio, de dulzura guardada, cuando la tierra es el suelo del
templo del silencio con su cúpula de estrellas, una abeja engañada por la claridad del
aire creyó que había llegado la mañana y remontó vuelo hacia el arroyo en busca de
agua. Y pasó junto al picaflor aún dormido y le dijo:
-¿Qué haces, ocioso? Vamos hacia el arroyo; es la hora.
El picaflor que oyó la vocecita de la abeja, salió de su nido, y juntos se pusieron
a volar conversando.
-¿Qué son esas flores tan brillantes que aparecen a lo lejos? –preguntó el
picaflor.
-No son flores, son estrellas, así las llaman –respondió la abeja.
-Voy hacia allá –y se apartó de la abeja y se puso a volar hacia lo alto. Y voló
quien sabe hasta cuándo, hasta que un ángel, de esos que cuidan el orden en el cielo,
detuvo al picaflor y lo llevó ante el Señor de todas las cosas.
-Padre, como tú has ordenado que no se mezclen las cosas del cielo con las de
la tierra, aquí traigo este pájaro que iba volando hacia una estrella.
El picaflor miraba azorado con sus pequeños ojos de alfiler. Y entonces Dios,
airado, dispuso que la avecilla errante que pretendió quebrar sus leyes fuera
convertida en flor. Y así fue como a la mañana siguiente, en los campos de mi tierra
apareció la estrella federal, roja como la llama y la sangre.
Picaflor, Colibrí
69
Peor es el problema que involucra la capacidad tecnológica para efectuar el
inventario de nuestro equipo genético, diseñar mapas que indiquen dónde están esas
unidades y en qué orden, y-para colmo- modificar y cambiar determinados genes en
un individuo dado. Pues entonces sería posible diseñar individuos a nuestro antojo,
practicar eugenesia y hacer de los seres humanos lo que nuestros caprichos
ideológicos quieran. Una cuestión ética central, como se ve.
Pero no hay que asustarse. Por de pronto, hay importantes aspectos positivos.
Por ejemplo, si se sabe que la propensión a adquirir una enfermedad está ligada a la
presencia de cierto gen, entonces, lo que conviene es cambiarlo, con la ayuda de los
mapas genéticos y los instrumentos para llevar a cabo la “cirugía celular”. La medicina,
tanto desde un punto de vista terapéutico como preventivo, puede obtener abultados
beneficios de la genética.
Sin embargo, es posible tranquilizarnos en relación con esta problemática, si
notamos que en las discusiones clásicas sobre estos temas hay enormes
malentendidos. En primer lugar, lo que determina cada una de nuestras características
no es un gen aislado, sino ese gen en presencia de todos los demás. Como la
cantidad de genes es descomunal, no es fácil manejar el “equipo genético” para
producir efectos a nuestro total antojo. Además, y esto es fundamental, la mayoría de
los genes no determinan características sino más bien potencialidades para responder
al medio según cómo éste se presente.
Desde un punto de vista psicológico, esto hace que nuestras características
dependan de la existencia y de los eventos y estructuras sociales de las que
participamos. No somos Robinson Crusoe aislados, robots totalmente
predeterminados. Nuestra herencia interviene sin duda, pero también las vicisitudes de
nuestra existencia y de nuestro ambiente tanto natural como social.
Xeoán
Corría el año 2210 en la
ciudad de Efanás, Xeoán
había tomado una firme
decisión: sus penurias y las de
sus descendientes terminarían
en breve.
Llegó a la Dirección de
Acomodamientos Psicofísicos.
Atravesó puertas y pasillos y
otras puertas y otros pasillos y una escalera caracolada que lo llevó al centro de la
oficina 39. Se asomó y suspiró largamente ante el enorme salón. En toda la ciudad no
había un lugar tan cálido, tan ilustre. Seguramente comprenderían su drama…
“El trámite es personal” le habían dicho. Y aquí estaba. Miró para todos lados.
En cada mostrador de cada oficina se encontraban los empleados dispuestos a
atenderlo. Sus luces titilaban y sus voces monótonas lo requerían suavemente. Fijó la
mirada en una gigantesca pantalla vacía, pensó en OFCAL y una flecha le señaló la
oficina que le correspondía: el ángulo más oscuro del salón. La emoción lo invadió.
Cuando la suavísima voz de la robotesa le preguntó qué quería, respondió sin
pestañear: “cambien mi ADN. No quiero que nadie herede esta desgracia: por enésima
vez, la mujer de mi vida me dejó porque no soporta mi calvicie”.
70
ADN
¿Qué es el ADN ? Dentro del
núcleo de la célula, se hallan
los cromosomas que
contienen los genes
hereditarios en los que está
recopilada la información
hereditaria (todo lo que los padres transmiten a los hijos). La sustancia de la que están
formados esos genes recibe el nombre de ADN (ácido desoxirribonucléico).
África , su Población
Uno de los muchos problemas que África tiene planteado reside en que la
población crece más de prisa que los recursos materiales. Así, y gracias a los
adelantos médicos que han reducido la mortalidad, África ha multiplicado por dos su
población en los últimos 30 años, pero al mismo tiempo África sigue siendo el
continente más pobre de la Tierra. Para que nos hagamos una idea: países como el
Chad rozan los 200 dólares de PIB per cápita, cuando un país como España supera
los 5000. el resultado de esta desproporción entre el aumento de la población y el
estancamiento de los recursos es la pobreza y, en algunos casos, el hambre que asola
ya a grandes territorios.
Para resolver este problema, es necesario conseguir que la agricultura sea más
eficaz. Y para ello es necesario introducir semillas más resistentes a las condiciones
climáticas, cultivos que sean más productivos y maquinaria con la que aumentar la
superficie de cultivo. Con todo ello, podría conseguirse una mayor cantidad de
alimentos, que es de lo que se trata. Actualmente, la agricultura es una agricultura de
subsistencia, se cultiva lo indispensable para vivir.
Otra medida que debe tomarse con cierta urgencia es controlar el crecimiento
de la población. Como decíamos en el primer párrafo, gracias a los adelantos médicos
se ha conseguido reducir la mortalidad, sobre todo la mortalidad infantil, pero como se
sigue teniendo un gran número de hijos por matrimonio, aumenta extraordinariamente
la población.
71
La Voz de los Dibujitos
72
El rey enamorado
Rey: - Por ser fuente de dulzura.
Juglar: - Por ser fuente de dulzura.
Rey: - Por ser de rosas un ramo.
Juglar: - Por ser de rosas un ramo.
Rey: - Por ser nido de ternura ¡Oh María!, yo te amo.
Juglar: - Por ser nido de ternura ¡Oh María!, yo te amo.
(el rey hace una advertencia al oído del juglar)
Juglar: - ¡Oh María!, él la ama.
Rey: - Ámame como yo te amo a ti.
Juglar: - Ámelo como él la ama a usted.
Rey: - y los demás envidiarán nuestro amor.
Juglar: - … y todos envidiaremos el amor de ustedes.
Rey: - ¡Oh mi amor, María mía!
Juglar: - ¡Oh su amor, María suya!
Rey: - Mi brillante, mi rubí.
Juglar: - Su brillante surubí.
Rey: - Mi canción, mi poesía, nunca te olvides de mí.
Juglar: - Su canción, su poesía, nunca se olvide de su.
Rey: - Eres mi sana alegría.
Juglar: - Eres Susana, María, alegría.
Rey: - Mi amor.
Juglar: - Su amor.
Rey: - Mi tesoro.
Juglar: - Su tesoro.
Rey: - Mímame.
Juglar: - Súmale… súmalo.
Rey: - Cuando miras con desdén.
Juglar: - Cuando mira con desdén.
Rey: - Pareces fría, sujeta.
Juglar: - Parece fría su jeta.
Rey: - ¡No!, ¡No!
Juglar: - ¡No!, ¡No!
Rey: - ¡Tunante!
Juglar: - ¡Sunante!
Rey: - Miserable!
Juglar: - ¡Suserable!
Rey: - ¡Guardias!, a mí.
Juglar: - ¡Guardias!, a él.
LAS ESTRELLAS
73
y en el hemisferio Norte, la Osa Mayor y la Osa Menor. También merecen
mencionarse las doce constelaciones del zodíaco que señalan el camino del sol a lo
largo del año y cuyos nombres son: Piscis, Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo,
Libre, Escorpio, Sagitario, Capricornio y Acuario.
Los juegos olímpicos se originaron hace casi tres mil años en Grecia.
Los griegos se reunían cada cuatro años en Olimpia para celebrar competencias
deportivas. Desde muchos lugares llegaban atletas a esa región que era muy linda,
pero tenía pocas comodidades.
Además de los atletas concurrían comerciantes, que se ocupaban de las
comidas y de las bebidas de los concurrentes; también asistían adivinos, poetas,
filósofos, oradores y escultores. Acudían también los mejores coros, que actuaban
durante las ceremonias religiosas y en las entregas de premios.
Los juegos olímpicos se llevaban a cabo en el verano y duraban cinco o seis
días. Pese a los esfuerzos que debían hacer los que iban, porque hacía calor y el viaje
era largo, las fiestas olímpicas eran grandiosas.
Los atletas debían presentarse cuatro semanas antes para que los examinaran
y entrenasen.
Los jueces no dejaban participar a los que no eran griegos, a los esclavos y
tampoco a los delincuentes. Los magistrados tenían mucha autoridad y nadie podía
discutir sus decisiones. Eran los que aceptaban o rechazaban a los deportistas.
Las carreras de carros eran las competencias más lindas. Levantaban gran
polvareda y se vivían con mucha tensión, por el riesgo que implicaban. Pero las más
tradicionales eran las carreras pedestres.
Gran atracción suscitaban los torneos de lucha, que se practicaban sin reglas,
es decir que cualquier recurso valía para vencer al rival.
La Púrpura
74
Los Viajes
La costumbre de las familias romanas más ricas de enviar a sus hijos al país
griego a efectuar un curso de perfeccionamiento en la escuela de los retores y de los
filósofos más renombrados, muestra que a los romanos no les asustaba viajar. La falta
de los medios rápidos que nosotros tenemos no impidió a los hombres cultos de otro
tiempo dar la vuelta al mundo, y mucho menos a los romanos, que disponían de una
red de excelentes carreteras. Viajaban para ir a la sede de sus estudios, para ejercer
en provincias, por razones militares o de comercio, para visitar los monumentos más
famosos o sencillamente para sacudir el aburrimiento.
Preferidas, como siempre, eran las vías marítimas, que ofrecían mayores
comodidades. Contribuía a hacer incómodo el viaje por tierra la ausencia de posadas
decentes y bien puestas. Los antiguos ignoraban la industria de los grandes
hospedajes, que es verdaderamente una conquista moderna. Quien no tenía
hospedaje en casa de amigos o parientes, para pasar la noche debía resignarse a
tomar sitio en una de tantas cauponae ( hostería, posada) que se alzaban a lo largo de
las vías de comunicación o en las grandes ciudades: locales como nos ha sido
revelado por Pompeya, angostos, destartalados, frecuentados por carreteros,
borrachos, mujeres del partido, etc.
De la educación de los que frecuentaban las posadas se tendrá una idea
cuando se sepa que las paredes de las cauponae estaban todas rasguñadas por sus
frecuentadores, que grababan en ellas necedades y desvergüenzas; esa fea
costumbre, si bien más tarde se ha revelado como utilísima en tantos aspectos1 para
nuestros estudios, no habla mucho a favor del nivel mental de quien escribió aquellas
obras maestras. El posadero ha pasado a la historia como el tipo del perfecto bribón:
perfidusbiccaupo, dice Horacio2 ;cauponibus malignis3 y el Derecho Romano, en
cuanto a los huéspedes, es rigurosamente severo.
Todo esto no hacía muy agradable el viajar, y, con todo, se viajaba sin sombra
de preocupación. Un pueblo que teme al movimiento no será jamás un pueblo
imperial.
El vestido de viaje para quien no viajaba con un encargado oficial que le
obligase a vestir la toga, era la túnica, sobre la cual se ponía un manto con capuchón
(paenula); en el calor del estío se llevaba un sombrero de anchas alas. La túnica se
ponía de modo que estorbase lo menos posible los movimientos; esto es, sujeta a la
cintura y arremangada hasta la rodilla; del cinturón pendía la bolsa (marsupium), la
maleta de entonces. La mayoría viajaba en algún animal de carga que llevaba al
equipaje. “Nadie” – dice Horacio – “ me impide ir, si quiero, aunque sea hasta Tarento,
con un mulo sin cola, al cual el bagaje le despellejaba los costados y el jinete, las
patas”4. los viajes a pie eran excepcionales, más todavía que entre los griegos. A
nadie se le había ocurrido aún la buena idea de hacer por diversión largos ejercicios a
pie, como se hace ahora, caminando días y meses bajo la lluvia y el sol con una
voluminosa mochila a sus espaldas; entre los romanos, un globetrotter hubiera pasado
por un estúpido. El que deseaba viajar con comodidad, especialmente si iba
acompañado de mujeres, se hacía llevar en vehículo.
1- Aquellas inscripciones escritas por gente ignorante que no conocía bien la ortografía y
escribía como hablaba, conservan el más seguro documento acerca de la pronunciación
latina de la época.
Horacio, Sátiras, I,1, v.29
Ibid., I,5, v.4
Ibid., I,6, v. 104 y siguientes.
75
Varicela
Chocolate
Las inundaciones siempre tienen una causa inicial: las grandes precipitaciones.
Éstas se producen por la evaporación en superficies líquidas, como mares y océanos,
lagunas, diques. Y también por la evapotranspiración de bosques, selvas y cultivos en
general. Sin embargo, para que la masa líquida evaporada cause graves catástrofes,
es preciso que se produzca un desequilibrio natural de algún tipo.
Las superficies evaporantes o evapotranspirantes suman 485 millones de
kilómetros cuadrados en todo el planeta, de los cuales aproximadamente 360 millones
de kilómetros cuadrados son superficies de mares y océanos; 35 millones, regiones
cultivadas; 50 millones, bosques tropicales y selvas y unos 40 millones, superficies
heladas. Es decir, el 97% de la superficie del planeta. El 3% restante estaría
conformado por zonas desérticas o semidesérticas, dispersas alrededor de nuestro
planeta.
76
Sol en el jardín
Todo el día estuvo trabajando en el jardín este sol estival, ancho y generoso.
Temprano, se asomó por sobre la tapia que lo limita en el fondo, miró dentro, y como
le pareciera que el lugar era bueno y lo aguardaba, entró decididamente en él y,
colmándolo, inició su tarea.
Primero, disipó hasta la última sombra del más oculto rincón, acarició la
gramilla, incitándola a crecer, y sonriendo alegre, enjugó con mucha ternura el rocío
que, parpadeante, parecía a punto de llorar. Luego, solícito, fue madurando brotes;
esmaltó follajes; abrió cálices que presto se llenaron de él; barnizó abejas que
revoloteaban afanosas; transformó en lucientes gemas algunos insectos, y aun pudo
jugar al arco iris en la lluvia de la girándula, donde beben, se bañan y asperjan los
gorriones, y también recortarles siluetas de sombra a las plantas y las cosas,
variándolas a cada instante; siluetas, en ocasiones, tan bellas o más que el original.
José de San Martín era un hombre culto en el sentido más próximo de la palabra: la
aptitud para el diálogo.
Sobresalía pronto sin hacer nada por llamar la atención. Razonaba con
agudeza, se expresaba de manera clara. Sin sombra de prepotencia, imponía respeto.
Conocía la historia clásica, hablaba en inglés y en francés, sabía ser persuasivo y
darse su lugar cortésmente.
Las reglas de la moral dominaban sus actos. Su vida estuvo dominada por la
rectitud. Conocía las artimañas de la política y no le pasó por la cabeza la idea de
usarlas en beneficio personal.
San Martín quiso el poder. Cuando pidió mando sobre Cuyo, fue para ir a Chile,
cuando se negó a lanzar sus tropas a la guerra civil, fue para ir a Perú. Pudo
apoderarse de Buenos Aires, apoyado por todas las provincias, pudo haber sido un
dictador en Chile; en Lima pudo haber sido rey, con sólo haberlo querido. Pero no le
importó nada de eso. ¿Por espíritu de renunciamiento? No. Por ambición de grandeza,
de grandeza verdadera. Todo asalto al poder por parte de San Martín se convirtió en
un acto de servicio.
Como político de raza, estaba libre de las veleidades que padecen los
ideólogos; afirmaba a menudo: “Si somos libres, todo nos sobra”. “Seamos libres, y lo
demás no importa nada”. “El mejor gobierno no es el más liberal en sus principios, sino
aquél que hace la felicidad de los que le obedecen”. “Yo miro como legal todo gobierno
que establezca el orden de un modo sólido, estable y sin tendencia a destruir nuestra
religión”.
Su caridad no tenía límites. Tenía para el obrero una verdadera simpatía, pero
lo quería trabajador y sobrio. Su experiencia de los hombres y las cosas daba a sus
juicios una gran autoridad. Ella le había enseñado la tolerancia. Recomendaba sin
cesar el respeto de las tradiciones y las costumbres.
77
FRAY ÁNGEL MARÍA BOISDRON
78
LLAMATIVOS ROBOS DE ESTATUAS EN PLAZAS DE LA CAPITAL FEDERAL
Vandalismo
79
A comienzos de 1856 la provisión abundante de hielo en la ciudad había
quedado así asegurada, hecho que posibilita en ese año que crezca la venta regular
de helados, iniciada por el portugués Miguel Ferreyra, dueño del Café del Plata. Estos
producen verdadera sensación, y pronto otros establecimientos los introducen en sus
menús, entre ellos el Café de Buenos Aires, que abrió sus puertas en 1857 y, como se
señala en un periódico de la época, atrajo una numerosa clientela y se lució con sus
simpáticos helados. En ese mismo año un maestro repostero anunciaba en la prensa
que no tendría dificultad, llegado el tiempo de los helados, en asociarse con una
persona para elaborarlos, destacando que dominaba a la perfección “el arte del
helado”.
80
LEE CON EXPRESIVIDAD
81
Romance del pastor desesperado
Anónimo
82
El veneno
de Morïana
Anónimo
83
Romance del Abenámar y el rey don Juan
Anónimo
84
El Almohadón de
Plumas
por Horacio Quiroga
Su luna de miel
fue un largo escalofrío.
Rubia, angelical y
tímida, el carácter duro
de su marido heló sus
soñadas niñerías de
novia. Ella lo quería
mucho, sin embargo, a
veces con un ligero
estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva
mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. El, por su parte, la
amaba profundamente, sin darlo a conocer.
Durante tres meses- se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.
Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor,
más expansiva e incauta ternura, pero el impasible semblante de su marido la
contenía siempre.
La casa en que vivían influía no poco en sus estremecimientos. La blancura del
patio silencioso – frisos, columnas y estatuas de mármol – producía una otoñal
impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve
rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío ...
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño...
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró
días y días, Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en
el brazo de su marido. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán con
honda ternura, le pasó muy lento la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en
sollozos, echándole los brazos al cuello.
Fue ése el último día en que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció
desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole cama
y descanso absolutos.
No sé – le dijo a Jordán en la puerta de calle con la voz todavía baja-. Tiene
una gran debilidad que no me explico. Y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta
como hoy, llámeme en seguida.
Al otro día Alicia seguía peor . Hubo consulta. Se constató una anemia de
marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se
iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y
en pleno silencio.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones... La joven, con los ojos
desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del
respaldo de la cama . Una noche quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la
boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
Jordán . Jordán – clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia lanzó un alarido de horror.
Soy yo, Alicia , soy yo .
Alicia lo miró con extravío, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo
rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano
de su marido, acariciándola por media hora, temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide apoyado en la
alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella sus ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. En la última consulta Alicia yacía en estupor,
mientras ellos pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte.
Pst...- se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio...
Poco hay que hacer.
Sólo eso me faltaba – resopló Jordán.
85
Alicia fue extinguiéndose en subdelirio de anemia, agravado de tarde, pero
remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba la enfermedad,
pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de
noche se le fuera la vida en nuevas oleadas de sangre. Tenía siempre al despertar la
sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el
tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No
quiso que le tocara la cama, ni aun que le arreglaran el almohadón. Sus terrores
crepusculares avanzaban ahora en forma de monstruos que se arrastraban hasta la
cama, y trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz.
Alicia murió, por fin. La sirvienta, cuando entró después a deshacer la cama,
sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.
Señor - llamó a Jordán en voz baja - . En el almohadón hay manchas que
parecen de sangre.
Jordán se acercó rápidamente se dobló sobre aquel. Efectivamente, sobre la
funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían
manchitas oscuras.
Parecen picaduras – murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil
observación.
Levántelo a la luz – le dijo Jordán.
La sirvienta lo levantó pero en seguida lo dejó caer y se quedó mirando a
aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le
erizaban.
Qué hay – murmuró con voz ronca.
Pesa mucho – articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
Jordán lo levantó, pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa
del comedor Jordán cortó la funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores
volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las
manos crispadas a los bandos. Sobre el fondo, entre las plumas, había un animal
monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le
pronunciaba la boca.
Noche a noche , desde que Alicia había caído en cama, había aplicado
sigilosamente su boca – su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole
la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón sin
duda había impedido al principio su desarrollo, pero desde que la joven no pudo
moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a
Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en
ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles
particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.
86
El Hombre Muerto
por Leopoldo Lugones
La aldeíta donde nos detuvimos con nuestros carros, después de efectuar por
largo tiempo una mensura en el despoblado, contaba con un loco singular, cuya
demencia consistía en creerse muerto.
Había llegado allí varios meses atrás, sin querer referir su procedencia, y pidiendo con
encarecimiento desesperado que le consideraran difunto.
De más está decir que nadie pudo acceder a su deseo; por más que muchos,
ante su desesperación, simularan, y aquello no hacía sino multiplicar sus
padecimientos.
No dejó de presentarse ante nosotros, tan pronto como hubimos llegado, para
implorarnos con una desolada resignación, que positivamente daba lástima, la
imposible creencia. Así lo hacía con los viajeros que, de tarde en tarde, pasaban por el
lugarejo.
Era un hombre extraordinariamente flaco, de barba amarillosa, envuelto en
andrajos, un demente cualquiera; pero el agrimensor resultó afecto al alienismo y no
desperdició la ocasión de interrogar al curioso personaje. Este se dio cuenta, acto
continuo, de lo que mi amigo se proponía, y abrevió preámbulos con una nitidez de
expresión, por todos conceptos discorde con su catadura.
- Pero yo no estoy loco – dijo con una notable calma, que mal velaba,
no
obstante, su doloroso pesimismo -. Yo no estoy loco, y estoy muerto, efectivamente,
hace treinta años. Claro. ¿Para qué morí?.
Mi amigo me guiñó un ojo disimuladamente. Aquello prometía.
- Soy nativo de tal punto, me llamo Fulano de Tal, tengo familia allá…
(Por mi parte, callo estas referencias, pues no quiero molestar a personas
vivientes y próximas).
- Padecía de desmayos, tan semejantes a la muerte, que después
de
alarmar hasta el espanto, concluyeron por infundir en todos la convicción de que yo
no moriría de eso. Unos doctores lo certificaron con toda su ciencia. Parece que
tenía la solitaria.
“Cierta vez, sin embargo, en uno de esos desmayos, me quedé. Y aquí
empieza la historia de mi tormento, de mi locura… la incredulidad unánime de
todos, respecto a mi muerte, no me dejaba morir. Ante la naturaleza yo estaba
muerto. Mas para que esto sea humanamente efectivo, necesito una voluntad que
difiera. Una sola…”
Decía aquello sencillamente, con un acento tan de verdad, que daba miedo.
- Y lo peor es que no puedo dormir. ¡Treinta años despierto! ¡Treinta
años
en eterna presencia ante las cosas y ante mi no ser!
87
En la aldea habían concluido por saber aquello de memoria. Pasaron a ser
vulgares sus reiteradas tentativas para obligarlos a creer en su muerte. Tenía la
costumbre de dormir entre cuatro velas. Pasaba largas horas inmóvil en medio del
campo, con la cara cubierta de tierra.
Tales narraciones nos interesaron en extremo, más cuando nos disponíamos a
metodizar nuestra observación, sobrevino un desenlace inesperado.
Dos peones, que debían alcanzarnos en aquel punto, arribaron la noche del
tercer día con varias mulas rezagadas. No los sentimos llegar, dormidos como
estábamos, cuando de pronto nos despertaron sus gritos.
He aquí lo que había sucedido.
El loco dormía en la cocina de nuestro albergue, o aparentaba dormir entre sus
velas habituales – la única limosna que nos había aceptado. No mediaban dos
metros entre la puerta donde se detuvieron cohibidos por aquel espectáculo y el
simulador. Una manta le cubría hasta el pecho. Sus pies aparecían por el otro
extremo.
- ¡ Un muerto ! – balbucearon casi a un tiempo. Habían creído en la
realidad.
Oyeron algo parecido al soplo mate de un odre que se desinfla. La manta se
aplastó como si nada hubiera debajo, al paso que las partes visibles – cabeza y
pies – trocáronse bruscamente en esqueleto.
El grito que lanzaron púsonos en dos saltos ante el jergón.
Tiramos de la manta con un erizamiento mortal.
Allá, entre los harapos, reposaban sin el más mínimo rastro de humedad, sin la
más mínima partícula de carne, huesos viejísimos a los cuales adhería un pellejo
reseco.
88
Lobizones
por Justo P. Sáenz
Que no fuera a creer el
patrón que esas historias eran
mentiras de china vieja. ¡No!,
los lobizones habían aparecido
demás mucho por la vecindad;
a ella le constaba y nada raro
tendría que se llegase alguno
por la estancia la noche menos
pensada.
Esta conversación de la cocinera decidió firmemente a Aróstegui a concluir de
una vez por todas con la perrada ajena (que había heredado del último arrendatario
del campo).
- Entrerriana idiota, no hace más que ver fantasmas en cada perro que
anda de noche por la basura! – le dijo a su capataz -. Mañana les meto bala a todos,
así se dejará de jorobar la paciencia y hacer perder el tiempo a los peones con sus
charlas y sus agüerías…
Como lo anunció lo hizo, y al día siguiente temprano, una serie de
detonaciones y quejidos indicaron el comienzo de su propósito.
Ninguna relación cultivaba Aróstegui con sus vecinos. Más aún, ni sabía
quiénes eran éstos. Por eso fue que esa tarde tormentosa de otoño, en que platicaba
con el capataz junto al bañadero de las ovejas, le extrañó oírle exclamar de pronto,
mientras divisaba hacia el campo con atención.
-¡Allá viene don Heraclio Toledo! ¿No ve, señor, allá, por la puntita ´e la
isleta? ¡Lo conozco po´ el herraje! ¿Qué diablos le sucederá que se llega aquí?
Aróstegui se halló ante un gaucho paquete, de gran estatura y ademanes graves y
autoritarios. Una barba entrecana le caía sobre el pecho, y su rostro tostado, de
aguileña nariz y purísimo tipo español, revelaba altivez y nobleza.
La noche húmeda y toldada, había cerrado por completo. Por la puerta
entreabierta se oía a intervalos el rumor de los árboles sacudidos por el viento. En el
solemne silencio que los rodeaba, cantó un gallo; después otro.
- Parece que vamos a tener agua – habló Aróstegui, por decir algo -,
supongo que no se irá esta noche. Ya le hice armar cama en el escritorio.
Desde algún sitio próximo, un ñacurutú dejó escapar su onomatopéyico grito.
Toledo se estremeció.
- No gracias, me iré nomás; nunca se faltar ´e casa – contestó.
- Bueno, entonces le haré dar un encerado… pero créame, amigo, es salir a
mojarse al cuete. Mire que va a llover fuerte. ¿No vio cómo se entró el sol?
- Gracias, señor, no s ´incomode, tengo el poncho entre los cojinillos – replicó
don Heraclio en un murmullo.
89
y volviendo a sus paseos continuó tembloroso, y con el habla entrecortada por
la emoción:
- Supe, señor, que usted andaba queriendo matar a todos los perros d´esta
estancia… es verdá…, sí, señor…, lo supimos por el gurí de Eduvigi, su
cocinera… y, ¿sabe?… yo quería pedirle un servicio… un gran servicio… M´hijo,
el menor…
- Diga nomás, Toledo – interrumpió Aróstegui, incómodo al advertir la
creciente nerviosidad de su interlocutor-. ¡Pero cálmese, hombre, cálmese, no se
ponga así! Hable con confianza. ¿Qué le sucede? Francamente no veo qué
pueda tener que ver su hijo con los malditos perros que estoy liquidando… ¡Ay,
ya caigo! ¿Alo mejor algún cuzco de su chico?
- ¡No, señor, no es eso!… lo que yo quería pedirle, es que si llega a ver de
noche… rebuscando en la basura… un… un…un… perro negro, muy orejudo y
grandote, señor… de un altor ansina, ¡no le vaya a tirar!…¡Por lo que más
quiera, señor, no le tire!…
En ese momento, un furioso ladrar de perros estalló afuera. Relinchó bufando
el picazo en el palenque junto con el seco chasquido del cabestro cortado, y Aróstegui,
tomando el Winchester de sobre la alacena, se plantó de un salto en el corredor.
Siguióle Toledo volteando sillas y embistiendo a la cocinera que con su hijita en brazos
penetraba al mismo tiempo en la habitación, gritando desesperada:
- ¡El lobizón! ¡Don Jorge! ¡El lobizón!
Allí, en la oscuridad, a veinte metros de la casa, algo como un gran
ternero
Negro de ojos fosforescentes, tenía a raya a la jauría.
Carabina a la cara, se disponía Aróstegui a hacer fuego, cuando sintió que una
fuerza poderosa le arrancaba el arma de las manos, mientras la voz de Toledo se
elevaba suplicante:
- ¿No tire, señor, no tire! ¡Es él! ¡Es él! ¡El lobizón! ¡Mi hijo!
90
EL ESCUERZO
de Leopoldo Lugones
Mientras hablaba, había recogido y encendido algunas astillas sobre las cuales
puso el cadáver del escuerzo.
¡Un escuerzo!, decía yo, aterrado bajo mi piel de muchacho travieso; ¡un
escuerzo! Y sacudía los dedos como si el frío del sapo se me hubiera pegado en ellos.
¡Un sapo resucitado! Era para enfriarle la médula a un hombre de barba entera.
Julia sonrió.
91
Así, pues, mientras se asaba mi fatídica pieza de caza, la vieja criada hilvanó
su narración, que es como sigue:
Antonia, su amiga, viuda de un soldado, vivía con el hijo único que había tenido
de él en una casita muy pobre, distante de toda población. El muchacho trabajaba
para ambos, cortando madera en el vecino bosque, y así pasaba año tras año,
haciendo a pie la jornada de la vida. Un día volvió, como de costumbre, por la tarde,
para tomar su mate, alegre, sano, vigoroso, con su hacha al hombre. Y mientras lo
hacía, refirió a su madre que en la raíz de cierto árbol muy viejo había encontrado un
escuerzo, al cual no le valieron hinchazones para quedar hecho una tortilla bajo el ojo
de su hacha.
Inútil fue toda broma, toda indicación sobre lo distante del sitio, sobre el daño
que podía causarle, siendo ya tan vieja, el sereno de aquella tarde de noviembre. A
toda costa quiso ir y él tuvo que decidirse a acompañarla.
No era tan distante; unas seis cuadras a lo más. Fácilmente dieron con el árbol
recién cortado, pero por más que hurgaron entre las astillas y las ramas desprendidas,
el cadáver del escuerzo no apareció.
-Pero qué tontera, afligirse así. Se lo habrán llevado las hormigas o lo comería
algún zorro hambriento. ¡Habráse visto extravagancia, llorar por un sapo! Lo mejor es
volver, que ya viene anocheciendo y la humedad de los pastos es dañosa.
Pero tales fueron las súplicas de la anciana, que como el muchacho la quería
tanto decidió acceder a semejante capricho. La caja era grande, y aunque un poco
encogido no estaría del todo mal. Con gran solicitud fue arreglada en el fondo la cama,
metióse él adentro, y la triste viuda tomó asiento al lado del mueble, decidida a pasar
la noche en vela para cerrarlo apenas hubiera la menor señal de peligro.
92
Calculaba ella que sería la medianoche, pues la luna muy baja empezaba a
bañar con su luz el aposento, cuando de repente un bultito negro, casi imperceptible,
saltó sobre el dintel de la puerta que no se había cerrado por efecto del gran calor.
Antonia se estremeció de angustia.
Allí estaba, pues el vengativo animal, sentado sobre las patas traseras, como
meditando un plan. ¡Qué mal había hecho el joven en reírse! Aquella figurita lúgubre,
inmóvil en la puerta llena de luna, se agrandaba extraordinariamente, tomaba
proporciones de monstruo. ¿Pero, y si no era más que uno de los tantos sapos
familiares que entraban cada noche en busca de insectos? Un momento respiró,
sostenida por esta idea. Mas el escuerzo dio de pronto un saltito, después otro, en
dirección a la caja. No se apresuraba, como si estuviera seguro de su presa. Antonia
miró con indecible expresión de terror a su hijo; dormía, vencido por el sueño,
respirando acompasadamente.
Entonces, con mano inquieta, dejó caer sin hacer ruido la tapa del pesado
mueble. El animal no se detenía. Seguía saltando. Estaba ya al pie de la caja. Rodeóla
pausadamente, se detuvo en uno de los ángulos, y de súbito, con un salto increíble en
su pequeña talla, se plantó sobre la tapa.
Un frío mortal salía del mueble abierto, y el muchacho estaba helado y rígido
bajo la triste luz en que la luna amortajaba aquel despojo sepulcral, hecho piedra ya
bajo un inexplicable baño de escarcha.
LA PATA DE MONO
por W. W. Jacobs
93
- Esto es lo malo de vivir tan lejos – vociferó el señor White con imprevista y
repentina violencia –. De todos los barriales, éste es el peor. El camino es un pantano.
No sé en qué piensa la gente. Como hay sólo dos casas alquiladas, no les importa.
- No te aflijas, querido – dijo suavemente la mujer –, ganarás la próxima vez.
El señor White alzó la vista y sorprendió una mirada de complicidad entre
madre e hijo. Las palabras murieron en sus labios y disimuló un gesto de fastidio.
- Ahí viene – dijo Herbert White al oír el golpe del portón y unos pasos que se
acercaban. Su padre se levantó con apresurada hospitalidad y abrió la puerta; lo
oyeron condolerse con el recién venido.
Luego, entraron. El forastero era un hombre fornido, con los ojos salientes y la
cara rojiza.
- El sargento mayor Morris – dijo el señor White, presentándolo. El sargento les
dio la mano, aceptó la silla que le ofrecieron y observó con satisfacción que el dueño
de casa traía whisky y unos vasos y ponía una pequeña pava de cobre sobre el fuego.
Al tercer vaso, le brillaron los ojos y empezó a hablar. La familia miraba con
interés a ese forastero que hablaba de guerras, de epidemias y de pueblos extraños.
- Hace veintiún años – dijo el señor White sonriendo a su mujer y a su hijo –.
Cuando se fue era apenas un muchacho. Mírenlo ahora.
- No parece haberle sentado tan mal – dijo la señora White amablemente.
- Me gustaría ir a la India – dijo el señor White –. Sólo para dar un vistazo.
- Mejor quedarse aquí – replicó el sargento moviendo la cabeza. Dejó el vaso y,
suspirando levemente, volvió a sacudir la cabeza.
- Me gustaría ver esos viejos templos y faquires y malabaristas – dijo el señor
White – ¿Qué fue, Morris, lo que usted empezó a contarme los otros días, de una pata
de mono o algo por el estilo?
- Nada – contestó el soldado apresuradamente –. Nada que valga la pena oír.
- ¿Una pata de mono? – preguntó la señora White.
- Bueno, es lo que se llama magia, tal vez – dijo con desgana el sargento.
Sus tres interlocutores lo miraron con avidez. Distraídamente, el forastero llevó
la copa vacía a los labios; volvió a dejarla. El dueño de casa la llenó.
- A primera vista, es una patita momificada que no tiene nada de particular –
dijo el sargento mostrando algo que sacó del bolsillo.
La señora retrocedió, con una mueca. El hijo tomó la pata de mono y la
examinó atentamente.
- ¿Y qué tiene de extraordinario? – preguntó el señor White, quitándosela a su
hijo para mirarla.
- Un viejo faquir le dio poder mágico – dijo el sargento mayor –. Un hombre
muy santo… quería demostrar que el destino gobierna la vida de los hombres y que
nadie puede oponérsele impunemente. Le dio este poder: tres hombres pueden pedirle
tres deseos.
Habló tan seriamente que los otros sintieron que sus risas desentonaban.
- Y usted, ¿por qué no pide las tres cosas? – preguntó Herbert White.
El sargento miró con tolerancia.
- La he pedido – dijo, su rostro curtido palideció.
- ¿Realmente se cumplieron los tres deseos? – preguntó la señora White.
- Se cumplieron – dijo el sargento.
- Y ¿nadie más pidió? Insistió la señora.
- Sí, un hombre. No sé cuáles fueron las dos primeras cosas que pidió; la
tercera fue la muerte. Por eso entré en posesión de la pata de mono.
Habló con tanta gravedad que produjo silencio.
- Morris, si obtuvo sus tres deseos, ya no le sirve el talismán – dijo, finalmente
el señor White – ¿Para qué lo guarda?
El sargento sacudió la cabeza:
- Probablemente he tenido, alguna vez, la idea de venderlo; pero creo que no lo
haré. Ya ha causado bastantes desgracias. Además, la gente no quiere comprarlo.
Algunos sospechan que es un cuento de hadas; otros quieren probarlo primero y
pagarme después.
- Y si a usted le concedieran tres deseos más – dijo el señor White –,¿los
pediría?
94
- No sé – contestó el otro –. No sé.
Tomó la pata de mono, la agitó entre el pulgar y el índice y la tiró al fuego.
White la recogió.
- Mejor que se queme – dijo con solemnidad el sargento.
- Si usted no la quiere, Morris, démela.
- No quiero – respondió terminantemente –. La tiré al fuego; si la guarda, no me
eche las culpas de lo que pueda suceder. Sea razonable, tírela.
El otro sacudió la cabeza y examinó su nueva adquisición. Preguntó:
- ¿Cómo se hace?
- Hay que tenerla en la mano derecha y pedir los deseos en voz alta. Pero le
prevengo que debe temer las consecuencias.
- Parece de Las mil y una noches – dijo la señora White. Se levantó a preparar
la mesa – ¿No le parece que podrían pedir para mí otro par de manos?
El señor White sacó del bolsillo el talismán; los tres se rieron al ver la expresión
de alarma del sargento.
- Si está resuelto a pedir algo – dijo agarrando el brazo del señor White –, pida
algo razonable.
El señor White guardó en el bolsillo la pata de mono. Invitó a Morris a sentarse
a la mesa. Durante la comida el talismán fue, en cierto modo, olvidado. Atraídos
escucharon nuevos relatos de la vida del sargento en la India.
- Si en el cuento de la pata de mono hay tanta verdad como en los otros – dijo
Herbert cuando el forastero cerró la puerta y se alejó con prisa para alcanzar el último
tren –, no conseguiremos gran cosa.
- ¿Le diste algo? – preguntó la señora mirando atentamente a su marido.
- Una bagatela – contestó el señor White, ruborizándose levemente –. No
quería aceptarlo, pero lo obligué. Insistió en que tirara el talismán.
- Sin duda – dijo Herbert, con fingido horror –, seremos felices, ricos y
famosos. Para empezar tienes que pedir un imperio, así no estarás dominado por tu
mujer.
El señor White sacó del bolsillo el talismán y lo examinó perplejamente.
- No se me ocurre nada para pedirle – dijo con lentitud –. Me parece que tengo
todo lo que deseo.
- Si pagaras la hipoteca de la casa serías feliz, ¿no es cierto? – dijo Herbert
poniéndole la mano sobre el hombro- Bastará con que pidas doscientas libras.
El padre sonrió avergonzado de su propia credulidad y levantó el talismán;
Herbert puso una cara solemne, hizo un guiño a su madre y tocó en el piano unos
acordes graves.
- Quiero doscientas libras – pronunció el señor White.
Un gran estrépito del piano contestó a sus palabras. El señor White dio un grito.
Su mujer y su hijo corrieron hacia él.
- Se movió – dijo mirando con desagrado el objeto y lo dejó caer – se retorció
en mi mano como una víbora.
- Pero yo no veo el dinero – observó el hijo recogiendo el talismán y poniéndolo
sobre la mesa –. Apostaría que nunca lo veré.
- Habrá sido tu imaginación, querido – dijo la mujer mirándolo ansiosamente.
Sacudió la cabeza.
- No importa. No ha sido nada, pero me dio un susto.
Se sentaron junto al fuego y los dos hombres acabaron de fumar sus pipas. El
viento era más fuerte que nunca. El señor White se sobresaltó cuando se golpeó una
puerta en los pisos altos. Un silencio inusitado y deprimente los envolvió hasta que se
levantaron para ir a acostarse.
- Se me ocurre que encontrarás el dinero en una gran bolsa, en el medio de la
cama – dijo Herbert al darles las buenas noches –. Una aparición horrible, agazapada
encima del ropero, te acechará cuando estés guardando tus bienes ilegítimos.
Ya solo, el señor White se sentó en la oscuridad, y miró las brasas, y vio caras
en ellas. La última era tan simiesca, tan horrible, que la miró con asombro; se rió,
molesto, y buscó en la mesa su vaso de agua para echárselo encima y apagar la
brasa; sin querer, tocó la pata de mono; se estremeció, limpió la mano en el abrigo y
subió a su cuarto.
95
A la mañana siguiente, mientras tomaba el desayuno en la claridad del sol
invernal, se rió de sus temores. En el cuarto había un ambiente de prosaica salud que
faltaba la noche anterior; y esa pata de mono, arrugada y sucia, tirada sobre el
aparador, no parecía terrible.
- Todos los viejos militares son iguales – dijo la señora White –. ¡Qué idea, la
nuestra, escuchar esas tonterías! ¿Cómo puede creerse en talismanes, en esta
época? Y si consiguieran las doscientas libras, ¿qué mal podrían hacerte?
- Pueden caer de arriba y lastimarle la cabeza – dijo Herbert.
- Según Morris, las cosas ocurrían con tanta naturalidad que parecían
coincidencias – dijo el padre.
- Bueno, no vayas a encontrarte con el dinero antes de mi vuelta – dijo Herbert
levantándose de la mesa –. No sea que te conviertas en un avaro y tengamos que
repudiarte.
La madre se rió, lo acompañó hasta afuera y lo vio alejarse por el camino; de
vuelta a la mesa del comedor, se burló de la credulidad del marido. Sin embargo,
cuando el cartero llamó a la puerta, corrió a abrirlas y cuando vio que sólo traía la
cuenta del sastre, se refirió con cierto malhumor a los militares de costumbres
intemperantes.
- Me parece que Herbert tendrá tema para sus bromas – dijo al sentarse.
- Sin duda – dijo el señor White –. Pero, a pesar de todo, la pata se movió en
mi mano. Puedo jurarlo.
- Afirmó que se movió. Yo no estaba sugestionado. Era… ¿Qué sucede?
Su mujer no le contestó. Observaba los misteriosos movimientos de un
hombre que rondaba la casa y no se decidía a entrar. Notó que el hombre estaba bien
vestido y que tenía una chistera nueva y reluciente; pensó en las doscientas libras. El
hombre se detuvo tres veces en el portón; por fin se decidió a llamar.
Apresuradamente, la señora White se quitó el delantal y lo escondió debajo del
almohadón de la silla.
Hizo pasar al desconocido. Éste parecía incómodo. La miraba furtivamente,
mientras ella le pedía disculpas por el desorden que había en el cuarto y por el
guardapolvo del marido. La señora esperó cortésmente que les dijera el motivo de la
visita; el desconocido estuvo un rato en silencio.
- Vengo de parte de Maw y Meggings – dijo por fin.
La señora White tuvo un sobresalto.
- ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? ¿Le ha sucedido algo a Herbert
Su marido se interpuso.
- Espera querida. No te adelantes a los acontecimientos. Supongo que usted
no trae malas noticias, señor. – Y lo miró patéticamente.
- Lo siento… – empezó a decir el otro.
- ¿Está herido? – preguntó enloquecida la madre.
El hombre asintió.
- Mal herido – dijo pausadamente –. Pero no sufre.
- Gracias a Dios – dijo la señora White, juntando las manos. – Gracias a
Dios.
Bruscamente comprendió el sentido siniestro que había en la seguridad que le
daban y vio la confirmación de sus temores, en la cara significativa del hombre. Retuvo
la respiración, miró a su marido que parecía tardar en comprender, y le tomó la mano
temblorosamente. Hubo un largo silencio.
- Lo agarraron las máquinas – dijo en voz baja el visitante.
- Lo agarraron las máquinas – repitió el señor White, aturdido.
Se sentó mirando fijamente por la ventana; tomó la mano de su mujer, la apretó
en la suya, como en sus tiempos de enamorados.
- Era el único que nos quedaba – le dijo al visitante –. Es duro.
El otro se levantó y se acercó a la ventana.
- La compañía me ha encargado que le exprese sus condolencias por esta
gran pérdida – dijo sin darse vuelta –. Le ruego que comprenda que soy sólo un
empleado y que obedezco a las órdenes que me dieron.
No hubo respuesta. La cara de la señora White estaba lívida.
96
- Se me ha comisionado para declararles que Maw y Meggins niegan toda
responsabilidad en el accidente – prosiguió el otro –. Pero en consideración a los
servicios prestados por su hijo, le remiten una suma determinada.
El señor White soltó la mano de su mujer y, levantándose, miró con terror al
visitante. Sus labios secos pronunciaron la palabra: ¿cuánto?
- Doscientas libras – fue la respuesta.
Sin oír el grito de su mujer, el señor White sonrió levemente, extendió los
brazos, como un ciego, y se desplomó desmayado.
97
- Es absurdo y perverso – balbuceó.
- Pídelo – repitió la mujer.
El hombre levantó la mano:
- Deseo que mi hijo viva de nuevo.
El talismán cayó al suelo. El señor White siguió mirándolo con terror. Luego,
temblando, se dejó caer en una silla mientras la mujer se acercó a la ventana y levantó
la cortina. El hombre no se movió de ahí hasta que el frío del alba lo traspasó. A veces
miraba a su mujer, que estaba en la ventana. La vela se había consumido; hasta
apagarse, proyectaba en las paredes y el techo sombras vacilantes.
Con un inexplicable alivio ante el fracaso del talismán, el hombre volvió a la
cama: un minuto después, la mujer apática y silenciosa, se acostó a su lado.
No hablaron; escuchaban el latido del reloj. Crujió un escalón. La oscuridad era
opresiva; el señor White juntó coraje, encendió un fósforo y bajó a buscar una vela.
Al pie de la escalera el fósforo se apagó. El señor White se detuvo para
encender otro; simultáneamente, resonó un golpe furtivo, casi imperceptible, en la
puerta de la entrada.
- ¿Qué es eso? – gritó la mujer.
- Una rata – dijo el hombre -. Una rata. Se me cruzó en la escalera.
La mujer se incorporó. Un fuerte golpe retumbó en toda la casa.
- ¡Es Herbert! ¡Es Herbert! – la señora White corrió hacia la puerta, pero su
marido la alcanzó.
- ¿Qué vas a hacer? – le dijo ahogadamente.
- ¡Es mi hijo; es Herbert! – gritó la mujer, luchando para que la soltaran -. Me
había olvidado que el cementerio está a dos millas. Suéltame; tengo que abrir la
puerta.
- Por amor de Dios, no lo dejes entrar – dijo el hombre temblando.
- ¿Tienes miedo de tu propio hijo? – gritó -. Suéltame. Ya voy Herbert; ya
voy.
Hubo dos golpes más. La mujer se libró y huyó del cuarto. El hombre la siguió y
la llamó, mientras bajaba la escalera. Oyó el ruido de la tranca de abajo; oyó el cerrojo;
y luego, la voz de la mujer, anhelante:
- La tranca – dijo -. No puedo alcanzarla.
Pero el marido, arrodillado, tanteaba el piso en busca de la pata de mono.
- Si pudiera encontrarla antes de que eso entrara…
Los golpes volvieron a resonar en toda la casa. El señor White oyó que su
mujer acercaba una silla; oyó el ruido de la tranca al abrirse; en el mismo instante
encontró la pata de mono y, frenéticamente, balbuceó el tercer y último deseo.
Los golpes cesaron de pronto; aunque los ecos resonaban aún en la casa. Oyó
retirar la silla y abrir la puerta. Un viento helado entró por la escalera; y un largo y
desconocido alarido de su mujer le dio valor para correr hacia ella y luego hasta el
portón. El camino estaba desierto y tranquilo.
98
Los tres
cosmonautas
por Humberto Eco
99
república espacial en la que todos se amaran y estuvieran de acuerdo. Los terrestres
dijeron que sí entusiasmados.
Y para festejar el acontecimiento le ofrecieron un cigarrillo. El marciano muy
contento, se lo introdujo en la nariz y empezó a fumar. Pero ya los terrestres no se
escandalizaban más.
Habían comprendido que tanto en la Tierra como en los otros planetas, cada uno
tiene sus propias costumbres, pero que sólo es cuestión de comprenderse los unos a
los otros.
100
- No.
- Cuéntamelo
Nada importante. No quería preocuparte. Erickson me llamó ayer al trabajo
para decirme que mi grupo va a partir de nuevo. Por lo visto, ahora llaman a los grupos
de dos en dos. Pensaba que descansaría durante otros seis meses.
- ¡Oh, Bob! ¿Por qué no me lo dijiste?
- Erickson y yo hablamos mucho rato. “¡Por el amor de Dios!”- le
dije, “acabo de llegar.” “Lo sé, Bob,” me contestó. “Lo siento muchísimo, pero no
puedo hacer nada. Navegamos en el mismo barco. En cualquier caso, no durará
mucho. Es posible que terminemos de una vez. Se trata de la situación en Marte. A
todo el mundo le está jorobando”. Eso es lo que me dijo. Fue muy amable. Para ser un
organizador sectorial, Erickson es un buen tipo.
- ¡Cuándo!… ¿Cuándo has de marcharte?
Bob consultó su reloj.
- Debo estar en la pista a mediodía. Me quedan tres horas.
- ¿Cuándo volverás?
- Oh, dentro de un par de días…, si todo va bien. Ya sabes como están las
cosas. Varían de un día a otro. ¿Te acuerdas cuando en octubre estuve ausente toda
una semana? Claro que no ocurre a menudo. Los grupos se turnan ahora con tal
rapidez que prácticamente estás de vuelta antes de empezar.
Tommy entró como una tromba en la cocina.
- ¿Qué pasa papá? – Reparó en el uniforme – Guau, ¿le toca a tu grupo
de nuevo?
- Exacto.
Tommy sonrió de oreja a oreja; era una complacida sonrisa de adolescente.
- ¿Van a poner en vereda a los marcianos? Estaba viendo las noticias.
Esos marcianos parecen un montón de hierbas secas atadas en un manojo. ¿Están
seguros de que podrán liquidarlos?
Bob sonrió y palmeó la espalda de su hijo.
- Pregúntaselo a ellos, Tommy.
- Tenía muchas ganas de ir contigo.
La expresión de Bob cambió. Sus ojos se endurecieron como el pedernal.
- No, muchacho, ni hablar. No digas eso.
Se produjo un silencio incómodo.
- Era una broma – murmuró Tommy.
- Olvídalo – rió Bob -. Ahora váyanse. Quiero cambiarme.
Joan y Tommy salieron de la habitación. La puerta se cerró. Bob se vistió a
toda prisa, tiró la bata y el pijama sobre la cama y se ciñó el uniforme de color verde
oscuro. Se ató las botas y abrió la puerta.
Joan había sacado su maleta del armario del vestíbulo.
- Te la vas a llevar, ¿verdad? – preguntó.
- Gracias. – Bob agarró la maleta -. Vamos al coche.
Tommy ya estaba absorto en la videopantalla, empezando los deberes de
aquel día. Una lección de biología desfilaba lentamente por la pantalla.
Bob y Joan bajaron los peldaños delanteros y se encaminaron por el sendero
hacia el vehículo de superficie, estacionado al borde de la carretera. La puerta se abrió
cuando se acercaron. Bob arrojó la maleta dentro y se sentó al volante.
- ¿Por qué hemos de luchar contra los marcianos? – preguntó Joan de repente
-. Dímelo Bob.
- Dime, por qué.
Bob encendió un cigarrillo. Dejó que el humo gris se esparciera por la cabina
del coche.
- ¿Por qué? Lo sabes tan bien como yo. – Alargó su enorme mano y golpeó
el bello tablero de mandos del coche-. Por esto.
- ¿Qué quieres decir?
- El mecanismo de control necesita rexeroide. Y los únicos depósitos de
rexeroide de todo el sistema se encuentran en Marte. Si perdemos Marte, perdemos
esto. – Recorrió con la mano el brillante tablero de mandos -. Y si perdemos esto,
¿cómo vamos a ir de un lado a otro? Contéstame.
101
- ¿No podemos volver a la conducción manual?
- Hace diez años conducíamos a menos de ciento cincuenta kilómetros por
hora. Hoy en día, ningún ser humano podría conducir a aquellas velocidades. Es
imposible volver a la conducción manual sin reducir la velocidad.
- ¿Por qué no?
- Cariño – rió Bob -, vivimos a ciento cuarenta kilómetros de la ciudad. De
veras crees que podría conservar mi trabajo si corriera todo el día a sesenta kilómetros
por hora? Me pasaría la vida en la carretera.
Joan calló.
- Por lo tanto, hemos de conseguir ese maldito material, el rexeroide.
Nuestros aparatos de control dependen de él. Lo necesitamos. Las minas de Marte
deben seguir en funcionamiento. No podemos permitir que los marcianos se apoderen
de los depósitos de rexeroide. ¿Entiendes?
- Entiendo. Y el año pasado fue el kryon de Venus. Era imprescindible, así
que fuiste a luchar a Venus.
- Querida, las paredes de nuestras casas no mantendrían una temperatura
constante sin el kryon. El kryon es la única sustancia muerta del sistema que se
adapta a los cambios de temperatura. Bueno, tendríamos…, tendríamos que volver a
los radiadores, como en los tiempos de mi abuelo.
- Y el año anterior fue el lonolite de Plutón.
- El lonolite es la única sustancia conocida que puede utilizarse para fabricar
los bancos de memoria de las calculadoras. Es el único metal con auténtica capacidad
memorística. Sin lonolite, perderíamos todas nuestras computadoras. Y ya sabes
adónde iríamos a parar sin ellas.
- Muy bien.
- Cariño, tú ya sabes que no quiero ir, pero debo hacerlo. Todos hemos de
hacerlo. – Bob indicó la casa con un ademán-. ¿Quieres quedarte sin todo eso?
¿Quieres volver al pasado?
- No. – Joan se apartó del coche-. De acuerdo, Bob. Hasta dentro de uno o
dos días.
- Eso espero. Este problema se acabará pronto. Han llamado a casi todos
los grupos de Nueva York. Los de Berlín y Oslo ya están allá. Será breve.
- Buena suerte.
- Gracias. – Bob cerró la puerta. El motor se puso en marcha
automáticamente-. Despídeme de Tommy.
El coche se alejó mientras aceleraba. El tablero de mandos automático lo
introdujo con pericia en el grueso del tráfico que circulaba por la autopista. Joan se
quedó hasta que el coche desapareció en la interminable oleada de destellantes
cascos metálicos que atravesaban el campo y formaban una cinta brillante que se
extendía hasta la lejana ciudad. Después, regresó poco a poco hacia la casa.
Bob nunca regresó de Marte, por así decirlo. Tommy pasó a ser el hombre de
la casa. Joan consiguió que lo eximieran de acudir a la escuela, y el muchacho
empezó a trabajar, pasado un tiempo, en el Proyecto de Investigaciones
Gubernamentales, situado a unos cuantos kilómetros de su casa.
Bryan Erickson, el Organizador Sectorial, los visitó una noche para saber cómo
les iba.
- Tienen una casa muy bonita – dijo Erickson, paseando la vista a su
alrededor.
Tommy se sintió lleno de orgullo.
- ¿A que sí? Siéntese y póngase cómodo.
- Gracias. – Erickson echó un vistazo a la cocina.
Estaban preparando la cena -. Excelente cocina.
Tommy se puso a su lado.
- ¿Ve esa máquina que hay sobre la encimera?
- ¿Para qué sirve?
- Es el selector de la cocina. Cada día nos proporciona un menú
diferente. No tenemos que pensar en la comida.
- Sorprendente. – Erckson miró a Tommy-. Parece que les va muy bien.
Joan levantó la vista de la videopantalla.
102
- Tan bien como cabía esperar - . Habló con voz apagada, inexpresiva.
Erickson gruñó en la sala de estar.
- Bien, creo que voy a marcharme.
- ¿Para qué ha venido? – preguntó Joan.
- Para nada en particular señora Clarke.
Erickson vaciló al llegar a la puerta. Era un hombre grande, de cara rojiza,
entrado en la treintena.
- Bien, sí hay un problema.
- ¿Cuál es? Preguntó Joan con frialdad.
- Tom, ¿te has sacado ya el carnet de la Unidad Sectorial?
- ¡Mi carnet de la Unidad Sectorial!
- Según la ley, estás registrado como miembro de este sector… mi sector.
– Rebuscó en el bolsillo-. Llevo encima unos cuantos carnets en blanco.
- ¡Eh! – exclamó Tommy, algo asustado -. ¿Tan pronto? Creí que me lo
daban hasta cumplir los dieciocho años.
- Han cambiado la legislación. Nos dieron una buena paliza en Marte.
Algunos sectores no pueden llegar al cupo. A partir de ahora será rebajado el límite de
edad. –Erickson sonrió complacido-. Este sector es muy bueno. Nos divertimos mucho
haciendo instrucción y probando los nuevos equipos. He conseguido por fin que
Washington nos envíe todo un escuadrón de los pequeños cazas de doble chorro
nuevos. A cada hombre de mi sector se le asigna un caza.
- ¿De veras? – los ojos de Tommy se iluminaron.
- De hecho, el piloto puede llevarse a casa el aparato durante el fin de
semana. Se puede estacionar en el jardín.
- ¿Va en serio?
Tommy se sentó ante el escritorio y rellenó el carnet de la Unidad, muy
contento.
- Sí, la pasamos muy bien – murmuró Erickson.
- Entre guerra y guerra – dijo Joan en voz baja.
- ¿Qué ha dicho, señora Clarke?
- Nada.
Erickson tomó el carnet y lo guardó en su carpeta.
- A propósito… -empezó.
Tommy y Joan se volvieron hacia él.
- Supongo que habrán visto imágenes de la guerra del gleco por la
videopantalla. Supongo que estarán enterados de todo.
- ¿La guerra del gleco?
- Extraemos todo nuestro gleco de Calixto. Se obtiene de las pieles de
ciertos animales. Bien, los nativos nos están dando algunos problemas. Afirman…
- ¿Qué es el gleco? –preguntó Joan con severidad.
- El material gracias al cual su puerta principal se abre sólo para usted.
Es
sensible a la presión específica de su mano. El gleco se obtiene de esos animales.
El silencio que siguió podía cortarse con un cuchillo.
- Me marcho. –Erickson avanzó hacia la puerta-. Nos veremos en la
próxima sesión de instrucción tom. ¿De acuerdo? – abrió la puerta.
- De acuerdo –murmuró Tommy.
- Buenas noches.
Erickson salió y cerró la puerta a su espalda.
- ¡Pero debo ir!- exclamó Tommy.
- -¿Por qué?
- Todo el sector va. Es obligatorio.
- Eso no es cierto – replicó Joan, mirando por la ventana.
- Pero si no vamos perderemos Calixto, y si perdemos Calixto …
- Lo sé. Tendremos que volver a utilizar llaves para abrir las puertas. Como
en los tiempos de nuestros abuelos.
- Exacto. – Tommy sacó pecho, volviéndose de un lado y del otro. -¿Qué tal
estoy?
Joan no respondió.
103
- ¿Qué tal estoy? ¿Tengo buen aspecto?
Tommy tenía buen aspecto con su uniforme de color verde oscuro. Era
delgado, caminaba con la espalda recta y tenía mucho mejor aspecto que Bob. Bob
había engordado. Se estaba quedando calvo. El cabello de Tommy era espeso y
negro. Sus mejillas estaban rojas de excitación, sus ojos relampagueaban. Se puso el
casco y se ajustó la correa.
- ¿Bien? – preguntó.
- Estupendo – asintió Joan.
- Dame un beso de despedida. Me voy a Calixto. Volveré dentro de un par
de días.
- No pareces muy contenta.
- No lo estoy. No estoy nada contenta.
Tommy volvió de Calixto sin un rasguño, pero durante la guerra del trektón que
se desarrolló en Europa, algo falló en su pequeño caza de doble chorro y la Unidad
Sectorial regresó sin él.
- El trektón se usa en los tubos de las videopantallas
- explicó Bryan Erickson -. Es muy importante Joan.
- Ya veo.
- Sabe bien lo que significan las videopantallas. Toda nuestra educación e
información dependen de ellas, igual que si fueran a la escuela. Y por la noche nos
entretenemos con los canales de diversión. No querrá que volvamos a …
- No, no… por supuesto que no. Lo siento. – Joan movió la mano y la
mesita de café entró en la sala de esta; traía una cafetera humeante.- ¿Crema,
azúcar?
- Sólo azúcar, gracias.
Erickson tomó su taza y siguió sentado en el sofá sin pronunciar palabra,
bebiendo y removiendo el café con la cucharita. La casa estaba en silencio. Eran cerca
de las once de la noche. Las persianas estaban bajadas. La videopantalla funcionaba
a bajo volumen en el rincón. En el exterior, todo estaba oscuro e inmóvil, a excepción
de un débil viento que soplaba entre los cedros que se alzaban al final de los jardines.
- Alguna novedad en los diversos frentes? – preguntó Joan al cabo de un
rato, reclinándose en el sofá y alisándose la falda.
- ¿Los frentes? –Erickson reflexionó. –Bien, algunos avances en la guerra
del iderium.
- ¿Dónde ocurre?
- En Neptuno. Sacamos nuestro iderium de Neptuno
- ¿Para qué se usa el iderium?
La voz de Joan era tenue y lejana, como si llegara desde un lugar remoto. Su
rostro, teñido de una intensa blancura, reflejaba aflicción, como si una máscara lo
recubriera, una máscara a través de la cual ella miraba desde una distancia enorme.
- Todos los periódicos automáticos requieren iderium – explicó Erickson-.
El revestimiento de iderium hace posible que detecten los acontecimientos mientras
ocurren y los despachen de inmediato a las videopantallas. Sin el iderium volveríamos
a los reportajes escritos a mano, con la consiguiente parcialidad del periodista.
Noticias contaminadas por los prejuicios personales. Los periódicos automáticos que
funcionan con iderium son imparciales.
Joan asintió con la cabeza.
- ¿Alguna otra novedad?
- Poco más. Se dice que pueden producirse disturbios en Mercurio.
- ¿Qué obtenemos de Mercurio?
- Ambrolina. Utilizamos la ambrolina en toda clase de unidades selectivas.
El selector de su cocina, por ejemplo. El selector de comida que le proporciona los
menús. Es una unidad de ambrolina.
Joan miró con aire ausente su taza de café.
- Los nativos de Mercurio… ¿Nos van a atacar?
- Se han producido desórdenes, alborotos, esa clase de cosas. Algunas
unidades sectoriales ya han entrado en acción. Las de París y Moscú. Grandes
unidades, según creo.
104
- Bryan, estoy seguro de que ha venido a verme por algo concreto –dijo
Joan, al cabo de un rato.
- Oh, no. ¿Por qué lo dice?
- Lo presiento. ¿De qué se trata?
El rostro bondadoso de Erickson enrojeció.
- Es muy sagaz, Joan. Sí, he venido por algo concreto.
Erickson introdujo la mano en el bolsillo interior de la chaqueta y extrajo un
papel mimeografiado doblado. Se lo pasó a Joan.
- Le aseguro que no ha sido idea mía. No soy más que una pieza de una
gigantesca maquinaria. – Se mordió el labio el labio, nervioso.- Es por culpa de las
enormes pérdidas sufridas durante la guerra del trektón. Necesitan cerrar filas. Según
he oído, se han opuesto a la medida.
- ¿Qué significa todo esto? – Joan le devolvió el papel. – No entiendo nada
de esta jerga legal.
- Bien, significa que las mujeres van a ser admitidas en las unidades
sectoriales en … ausencia de los miembros varones de la familia.
- Oh. Ya entiendo.
Erickson se levantó rápidamente, aliviado de que su misión hubiera concluido.
- Tengo que irme. Sólo quería enseñarle esto. Lo están repartiendo por
todas partes.
Guardó el papel en el bolsillo. Parecía muy cansado.
- Ya no queda mucha gente, ¿verdad?
- ¿Qué quiere decir?
- Primero los hombres. Después, los niños. Ahora, las mujeres. Cualquiera
vale.
- Como sucede entre los animales, supongo. Bien, tiene que haber un
motivo. Hemos de mantener estos frentes. No podemos quedarnos sin estas materias.
Hay que lograrlo.
- Supongo que sí. – Joan se levantó lentamente-. Hasta pronto.
- Volveré a finales de semana. Hasta pronto, Joan.
Bryan Erickson llegó justo cuando acababa de estallar la guerra de la ninfita en
Saturno. Dedicó una sonrisa de disculpa a la señora Clarke cuando ésta le abrió la
puerta.
- Siento molestarla tan temprano – dijo Erikson-. Tengo mucha prisa. He
de recorrer todo el sector.
- ¿Qué pasa?
Joan cerró la puerta. El hombre llevaba su uniforme de organizador, verde
pálido con franjas plateadas sobre los hombros. Joan aún no se había cambiado la
bata.
- Qué bien y caliente se está aquí – dijo Erickson, calentándose las manos
en la pared.
Era un día claro y frío de noviembre. La nieve, como una fría manta blanca lo
cubría todo. Algunos árboles desnudos brotaban en la tierra; sus ramas estaban
yermas y heladas. La brillante cinta de coches que antes ocupaba la autopista se
había reducido a un ínfimo hilo. Muy poca gente iba ya a la ciudad. Casi todos los
vehículos de superficie estaban en el depósito.
- Supongo que se habrá enterado de lo que pasa en
Saturno – murmuró Erickson.
- He visto algunas imágenes en la videopantalla.
- Una auténtica rebelión. Esos nativos de Saturno son muy grandes. Dios
mío, deben de medir quince metros de alto.
Joan movió la cabeza con aire ausente y se frotó los ojos.
- Es una pena que necesitemos algo de Saturno. ¿Ha desayunado Bryan?
- Oh sí, gracias… ya he desayunado. –Erickson se puso de espaldas junto a
la pared-. Es estupendo refugiarse del frío. Tiene su casa muy limpia y aseada. Ojalá
mi esposa hiciera lo mismo.
Joan se acercó a las ventanas y subió las persianas.
- ¿Qué sacamos de Saturno?
105
- Entre tantas cosas, tenía que ser la ninfita. Renunciaríamos a cualquier
otra cosa, pero no a la ninfita.
- ¿Para qué se utiliza la ninfita?
- Para todos los aparatos de pruebas de aptitud. Sin ninfita seríamos
incapaces de saber cuál es la persona más idónea para una ocupación, incluyendo al
presidente del Consejo Mundial.
- Entiendo.
- Con los analizadores de ninfita determinamos para qué sirve cada
persona y qué trabajo debe hacer. La ninfita es la herramienta básica de la sociedad
moderna. Gracias a ella se nos adjudica una clasificación y un grado. Si algo les
ocurriera a los suministros…
- ¿Y toda proviene de Saturno?
- Me temo que sí. Los nativos se han sublevado e intentan apoderarse de
las minas de ninfita. La lucha será encarnizada. Son muy grandes. El gobierno se verá
obligado a reclutar a toda la gente disponible.
Joan tragó saliva.
- ¿A todo el mundo? – se llevó la mano a la boca-. ¿Incluidas las mujeres?
- Me temo que sí; lo siento, Joan. Ya sabe que no ha sido idea mía. Nadie
quiere hacerlo, pero si hemos de salvar todo cuanto poseemos…
- ¿Pero, ¿quién va a quedar?
Erickson no respondió. Se sentó ante el escritorio y rellenó un carnet. Se lo
pasó a Joan, que lo agarró automáticamente.
- Su carnet de unidad.
- ¿Quién va a quedar?- repitió Joan-. Dígamelo. ¿Quién va a quedar?
………………………………………………………………………………
106
- Quizá estemos a punto de tropezar con los legendarios seres de la Tierra.
Atravesó corriendo la alfombra de plantas, larga y uniforme hasta llegar al
porche delantero del edificio.
Luci´n-6 lo siguió. Ambos examinaron la puerta.
- ¿Cómo se abre? –preguntó Luci´n-6.
Practicaron un limpio agujero en la cerradura y la puerta se abrió. Las luces se
encendieron automáticamente. Las paredes caldearon la casa.
- ¡Qué…, que desarrollo tan increíble! ¡Qué gran adelanto!
Fueron de habitación en habitación, examinando la videopantalla, la
complicada cocina, los muebles del dormitorio, las cortinas, las sillas, la cama.
- Pero, ¿dónde están los terrícolas? – preguntó por fin N ´tgari-3.
- Volverán en seguida.
N ´tgari-3 se paseaba de un lado al otro.
- Todo esto me produce una extraña sensación. Mi antena no lo capta. Una
especie de incomodidad. – vaciló-. No es posible que no vuelvan, ¿verdad?
- ¿Por qué no?
Luci´n-6 se puso a juguetear con la videopantalla. - Muy improbable. Los
esperaremos. Volverán.
N ´tgari-3 miró por la ventan, nervioso.
- No los veo, pero tienen que andar por aquí cerca. No me cabe en la cabeza
que se marcharan, dejando todo esto. ¿Adónde habrán ido y por qué?
- Volverán. –Luci´n-6 captó un poco de estática en la pantalla-. Esto no es muy
impresionante.
- Tengo la sensación de que no volverán.
- Si los terrícolas no regresan – dijo pensativamente Luci´n-6, manipulando los
mandos de la pantalla-, se convertirán en uno de los más grandes enigmas de la
arqueología.
- Seguiré esperándolos –dijo N ´tgari-3, imperturbable.
107
Factor Clave
Por Isaac Asimov
108
- De acuerdo. Supongamos que yo te hiciera la pregunta y que tú conocieras
la respuesta pero no me contestaras. ¿Por qué?
- Porque tendría un tumor cerebral – rezongó Weaver -. Porque habría
perdido el conocimiento. Porque estaría borracho. ¡Demonios, porque mi maquinaria
no funcionaría! Eso es lo que tratamos de averiguar en Multivac. Estamos buscando el
lugar donde su maquinaria está estropeada, buscamos el factor clave.
- Pero no lo han encontrado – Nemerson se levantó del taburete- ¿Por qué no
me haces la pregunta en la que se atascó Multivac?
- ¿Cómo? ¿Quieres que te pase la cinta?
- Vamos, Jack. Hazme la pregunta con toda la charla previa que le das a
Multivac. Porque le hablas, ¿no?
- Tengo que hacerlo. Es terapia.
Nemerson asintió con la cabeza
- Sí, de eso se trata, de terapia. Ésa es la versión oficial. Hablamos con él para
fingir que es humano, con el objeto de no volvernos neuróticos por tener una máquina
que sabe muchísimo más que nosotros. Convertimos a un espantoso monstruo de
metal en una imagen paterna y protectora.
- Si quieres decirlo así…
- Bien, está mal y lo sabes. Un ordenador tan complejo como Multivac debe
hablar y escuchar para ser eficiente. No basta con insertarle y sacarle puntitos
codificados. En un cierto nivel de complejidad, Multivac debe parecer humano, porque,
por Dios, es que es humano. Jack, hazme la pregunta. Quiero ver cómo reacciona.
Jack Weaver se sonrojó.
- Esto es una tontería.
- Vamos, hazlo.
Weaver estaba tan deprimido y desesperado que accedió. A regañadientes,
fingió que insertaba el programa en Multivac y le habló del modo habitual. Comentó los
datos más recientes sobre los disturbios rurales, habló de la nueva ecuación que
describía las contorsiones de las corrientes de aire, sermoneó con respecto a la
constante solar.
Al principio lo hacía de un modo rígido, pero pronto el hábito se impuso y habló
con mayor soltura, y cuando terminó de introducir el programa casi cortó el contacto
oprimiendo un interruptor en la cintura de ToddNemerson.
- Ya está. Desarrolla eso y danos la respuesta sin demora.
Por un instante, Jack Weaver se quedó allí como si sintiera una vez más la
excitación de activar la máquina más gigantesca y majestuosa jamás ensamblada por
la mente y las manos del hombre. Luego, regresó a la realidad y masculló:
- Bien, se acabó el juego.
- Al menos ahora sé porque yo no respondería- dijo Nemerson -. Así que
vamos a probarlo con Multivac. Lo despejaremos; haremos que los investigadores le
quiten las zarpas de encima. Meteremos el programa, pero déjame hablar a mí. Sólo
una vez.
Weaver se encogió de hombros y se volvió hacia la pared de control de
Multivac, cubierta de cuadrantes y de luces fijas. Lo despejó poco a poco. Uno a uno
ordenó a los equipos técnicos que se fueran. Luego inhaló profundamente y comenzó
a cargar el programa en Multivac. Era la duodécima vez que lo hacía.
En alguna parte lejana, algún periodista comentaría que lo estaban intentando
de nuevo. En todo el mundo, la humanidad dependiente de Multivac contendría
colectivamente el aliento.
Nemerson hablaba mientras Weaver cargaba los datos en silencio. Hablaba
con soltura, tratando de recordar qué había dicho Weaver, pero aguardando el
momento de añadir el factor clave.
Weaver terminó, y Nemerson dijo, con un punto de tensión en la voz:
- Muy bien Multivac. Desarrolla eso y danos la respuesta. – Hizo una pausa y
añadió el factor clave -: Por favor.
Y por todo Multivac, las válvulas y los relés se pusieron a trabajar con alegría. A fin de
cuentas, una máquina tiene sentimientos… cuando ha dejado ya de ser una máquina.
109
Los colonizadores
Por Ray Bradbury
110
Cassette
por Enrique Anderson Imbert
111
nube, es él, él mismo que anda por el aire. En todo caso, es alguien como él.
De pronto, a Blas se le iluminan los ojos: -¿No sería posible –se dice– mejorar este
cassette, hacerlo más simple, más cómodo, más personal, más íntimo, más libre,
sobre todo más libre? Un cassette también portátil, pero que no dependa de ninguna
energía microelectrónica: que funcione sin necesidad de oprimir botones; que se
encienda apenas se lo toque con la mirada y se apague en cuanto se le quite la vista
de encima; que permita seleccionar cualquier tema y seguir su desarrollo hacia
delante, hacia atrás repitiendo un pasaje agradable o saltándose uno fastidioso....
Todo esto sin molestar a nadie, aunque se esté rodeado de muchas personas, pues
nadie, sino quien use tal cassette, podría participar en la fiesta. Tan perfecto sería ese
cassette que operaría directamente dentro de la mente. Si reprodujera, por ejemplo, la
conversación entre una mujer de la Tierra y el piloto de un navío sideral que acaba de
llegar de la nebulosa Andrómeda, tal cassette la proyectaría en una pantalla de
nervios. La cabeza se llenaría de seres vivos. Entonces uno percibiría la entonación de
cada voz, la expresión de cada rostro, la descripción de cada paisaje...
Porque claro, también habría que inventar un código de signos. No como esos de la
matemática sino signos que transcriban vocablos: palabras impresas en láminas
cosidas en un volumen manual. Se obtendría así una extraordinaria colaboración entre
un artista solitario que crea formas simbólicas y otro artista solitario que las recrea... -
¡Esto sí que será una despampanante novedad! –exclama el niño– El tutor me va a
preguntar: “¿Terminaste ya tu deber”? ... “No”, le voy a contestar. Y, cuando rabioso
por mi desparpajo, se disponga a castigarme otra vez, ¡zas! Lo dejo con la boca
abierta: “Señor, mire en cambio qué proyectazo le traigo!”...
(Blas nunca ha oído hablar de su tocayo Blas Pascal, a quien el padre encerró para
que no se distrajera con las ciencias y estudiase las lenguas. Blas no sabe que así
como en 1632 aquel otro Blas de nueve años, dibujando con tiza en la pared,
reinventó la Geometría de Euclides, él, en 2132, acaba de reinventar el Libro).
Cómo se Divertían
por Isaac Asimov
112
-De la escuela.
-¿De la escuela? ¿Qué se puede escribir sobre la escuela? Odio la escuela.
Margie siempre había odiado la escuela, pero ahora más que nunca. El maestro
automático le había hecho un examen de geografía tras otro y los resultados eran cada
vez peores. La madre de Margie había sacudido tristemente la cabeza y había llamado
al inspector del condado.
Era un hombrecillo regordete y de rostro rubicundo, que llevaba una caja de
herramientas con perillas y cables. Le sonrió a Margie y le dio una manzana; luego,
desmanteló al maestro. Margie esperaba que no supiera ensamblarlo de nuevo, pero
sí sabía y, al cabo de una hora, allí estaba de nuevo, grande, negro y feo, con una
enorme pantalla en donde se mostraban las lecciones y aparecían las preguntas. Eso
no era tan malo. Lo que más odiaba Margie era la ranura por donde debía insertar las
tareas y las pruebas. Siempre tenía que redactarlas en un código que le hicieron
aprender a los seis años, y el maestro automático calculaba la calificación en un
santiamén.
El inspector sonrió al terminar y acarició la cabeza de Margie.
-No es culpa de la niña, señora Jones -le dijo a la madre-. Creo que el sector
de geografía estaba demasiado acelerado. A veces ocurre. Lo he sintonizado en un
nivel adecuado para los diez años de edad. Pero el patrón general de progresos es
muy satisfactorio. -Y acarició de nuevo la cabeza de Margie.
Margie estaba desilusionada. Había abrigado la esperanza de que se llevaran
al maestro. Una vez, se llevaron el maestro de Tommy durante todo un mes porque el
sector de historia se había borrado por completo.
Así que le dijo a Tommy:
-¿Quién querría escribir sobre la escuela?
Tommy la miró con aire de superioridad.
-Porque no es una escuela como la nuestra, tontuela. Es una escuela como la
de hace cientos de años -y añadió altivo, pronunciando la palabra muy lentamente-:
siglos.
Margie se sintió dolida.
-Bueno, yo no sé qué escuela tenían hace tanto tiempo -Leyó el libro por
encima del hombro de Tommy y añadió-: De cualquier modo, tenían maestro.
-Claro que tenían maestro, pero no era un maestro normal. Era un hombre.
-¿Un hombre? ¿Cómo puede un hombre ser maestro?
-Él les explicaba las cosas a los chicos, les daba tareas y les hacía preguntas.
-Un hombre no es lo bastante listo.
-Claro que sí. Mi padre sabe tanto como mi maestro.
-No es posible. Un hombre no puede saber tanto como un maestro.
-Te apuesto a que sabe casi lo mismo.
Margie no estaba dispuesta a discutir sobre eso.
-Yo no querría que un hombre extraño viniera a casa a enseñarme.
Tommy soltó una carcajada.
-Qué ignorante eres, Margie. Los maestros no vivían en la casa. Tenían un
edificio especial y todos los chicos iban allí.
-¿Y todos aprendían lo mismo?
-Claro, siempre que tuvieran la misma edad.
-Pero mi madre dice que a un maestro hay que sintonizarlo para adaptarlo a la
edad de cada niño al que enseña y que cada chico debe recibir una enseñanza
distinta.
-Pues antes no era así. Si no te gusta, no tienes por qué leer el libro.
-No he dicho que no me gustara -se apresuró a decir Margie.
Quería leer todo eso de las extrañas escuelas. Aún no habían terminado
cuando la madre de Margie llamó:
-¡Margie! ¡Escuela!
Margie alzó la vista.
-Todavía no, mamá.
-iAhora! -chilló la señora Jones-. Y también debe de ser la hora de Tommy.
-¿Puedo seguir leyendo el libro contigo después de la escuela? -le preguntó
Margie a Tommy.
113
-Tal vez -dijo él con petulancia, y se alejó silbando, con el libro viejo y
polvoriento debajo del brazo.
Margie entró en el aula. Estaba al lado del dormitorio, y el maestro automático
se hallaba encendido ya y esperando. Siempre se encendía a la misma hora todos los
días, excepto sábados y domingos, porque su madre decía que las niñas aprendían
mejor si estudiaban con un horario regular.
La pantalla estaba iluminada.
-La lección de aritmética de hoy -habló el maestro- se refiere a la suma de
quebrados propios. Por favor, inserta la tarea de ayer en la ranura adecuada.
Margie obedeció, con un suspiro. Estaba pensando en las viejas escuelas que
había cuando el abuelo del abuelo era un chiquillo. Asistían todos los chicos del
vecindario, se reían y gritaban en el patio, se sentaban juntos en el aula, regresaban a
casa juntos al final del día. Aprendían las mismas cosas, así que podían ayudarse a
hacer los deberes y hablar de ellos. Y los maestros eran personas…
La pantalla del maestro automático centelleó.
-Cuando sumamos las fracciones ½ y ¼…
Margie pensaba que los niños debían de adorar la escuela en los viejos
tiempos. Pensaba en cuánto se divertían.
114
Asnos estúpidos
por Isaac Asimov
Naron, de la longeva raza rigeliana, era el cuarto de su estirpe que llevaba los
anales galácticos. Tenía en su poder el gran libro que contenía la lista de las
numerosas razas de todas las galaxias que habían adquirido el don de la inteligencia,
y el libro, mucho menor, en el que figuraban las que habían llegado a la madurez y
poseían méritos para formar parte de la Federación Galáctica. En el primer libro
habían tachado algunos nombres anotados con anterioridad: los de las razas que, por
el motivo que fuere, habían fracasado. La mala fortuna, las deficiencias bioquímicas o
biofísicas, la falta de adaptación social se cobraban su tributo. Sin embargo, en el libro
pequeño nunca se había tenido que tachar ninguno de los nombres anotados.
En aquel momento, Naron, enormemente corpulento e increíblemente anciano,
levantó la vista al notar que se acercaba un mensajero.
-Naron -saludó el mensajero-. ¡Gran Señor!
-Bueno, bueno, ¿qué hay? Menos ceremonias.
-Otro grupo de organismos ha llegado a la madurez.
-Estupendo, estupendo. Hoy en día ascienden muy aprisa. Apenas pasa año
sin que llegue un grupo nuevo. ¿Quiénes son?
El mensajero dio el
número clave de la galaxia y
las coordenadas del mundo
en cuestión.
-Ah, sí -dijo Naron- lo
conozco.
Y con buena letra
cursiva anotó el dato en el
primer libro, trasladando
luego el nombre del planeta
al segundo. Utilizaba, como
de costumbre, el nombre
bajo el cual era conocido el
planeta por la fracción más numerosa de sus propios habitantes.
Escribió, pues: La Tierra.
-Estas criaturas nuevas -dijo luego- han establecido un récord. Ningún otro
grupo ha pasado tan rápidamente de la inteligencia a la madurez. No será una
equivocación, espero.
-De ningún modo, señor -respondió el mensajero.
-Han llegado al conocimiento de la energía termonuclear, ¿no es cierto?
-Sí, señor.
-Bien, ese es el requisito -Naron soltó una risita-. Sus naves sondearán pronto
el espacio y se pondrán en contacto con la Federación.
-En realidad, señor -dijo el mensajero con renuencia-, los observadores nos
comunican que todavía no han penetrado en el espacio.
Naron se quedó atónito.
-¿Ni poco ni mucho? ¿No tienen siquiera una estación espacial?
-Todavía no, señor.
-Pero si poseen la energía termonuclear, ¿dónde realizan las pruebas y las
explosiones?
-En su propio planeta, señor.
Naron se irguió en sus seis metros de estatura y tronó:
-¿En su propio planeta?
-Sí, señor.
Con gesto pausado, Naron sacó la pluma y tachó con una raya la última
anotación en el libro pequeño. Era un hecho sin precedentes; pero es que Naron era
muy sabio y capaz de ver lo inevitable, como nadie, en la galaxia.
-¡Asnos estúpidos! -murmuró.
115
El Fantasma de
Canterville
por Oscar Wilde
I
Cuando el señor
Hiram B. Otis, embajador
norteamericano, compró
Canterville Chase, todo el
mundo le dijo que estaba
haciendo algo muy tonto, pues no había duda alguna de que el lugar estaba
embrujado. Incluso el mismo lord Canterville, que era un hombre de una honradez de
lo más puntillosa, sintió que era su deber mencionar el hecho al señor Otis en el
momento de discutir los términos de la transacción.
- No nos hemos atrevido a vivir en el lugar – dijo lord Canterville – desde que
mi tía abuela, la viuda del duque Bolton, sufrió un ataque (del que nunca se recuperó
totalmente) causado por dos manos esqueléticas que se posaron sobre sus hombros
mientras se cambiaba para la cena, y me siento obligado a contarle señor Otis, que el
fantasma ha sido visto por varios miembros de mi familia, al igual que por el rector de
la parroquia, el reverendo AugustusDaumpier, quien es integrante del King´s Collage
de Cambridge. Luego del desafortunado incidente, ninguno de nuestros jóvenes
sirvientes quiso quedarse con nosotros, y lady Canterville duerme poco de noche a
consecuencia de los misteriosos ruidos que llegan desde el pasillo y de la biblioteca.
- Temo que el fantasma existe – dijo sonriendo lord Canterville-, a pesar de que
parece haber resistido las propuestas de sus emprendedores empresarios. Ha sido
muy conocido durante siglos, desde 1584 en realidad, y siempre hace sus apariciones
tras la muerte de algún miembro de nuestra familia.
- Por cierto son ustedes muy naturales en América – contestó lord Canterville,
quien no terminó de entender la última observación del señor Otis – y si no le
preocupa tener un fantasma en casa, está bien. Sólo me queda recordarle que se lo
he avisado.
La señora Otis, quien como miss Lucrecia R. Tappan, de West 53rd Street,
había sido una celebrada belleza de Nueva Cork, era ahora una muy elegante mujer
madura, de hermosos ojos y un soberbio perfil. Muchas damas americanas, al dejar su
tierra natal, adoptan un aire enfermizo y crónico, con la idea de que ésta es una de las
formas del refinamiento europeo, pero la señora Otis jamás cayó en ese error. Tenía
116
una magnífica constitución y una verdaderamente maravillosa reserva de instinto
animal. Incluso, en muchos aspectos, era casi inglesa y un excelente ejemplo del
hecho de que realmente tenemos todo en común con América hoy en día, excepto por
supuesto, el lenguaje. Su hijo mayor, bautizado como Washington por sus padres en
un momento de patriotismo, que él nunca dejó de lamentar, era un joven rubio y de
aspecto bastante agradable, quien había prosperado en la diplomacia americana
acompañando a los alemanes al casino de Newport durante tres temporadas
consecutivas, e incluso en Londres era muy conocido como un excelente bailarín. Las
gardenias y la nobleza eran su única debilidad. En otras cosas era sumamente
sensato. La señorita Virginia E. Otis era una pequeña muchacha de quince años,
delgada y adorable como un cervatillo, y con una delicada libertad en sus enormes
ojos azules. Era una magnífica amazona y había competido en cierta oportunidad por
dos veces en su potrillo con el anciano lord Milton alrededor del parque, ganándole por
un cuerpo y medio, justo frente a la estatua de Aquiles, para gran deleite del joven
duque de Cheshire, quien se le declaró en el acto y fue enviado de vuelta a Eton esa
misma noche por sus preceptores, envuelto en un mar de lágrimas. Después de
Virginia venían los mellizos, quienes eran habitualmente llamados “las barras y las
estrellas” dado que siempre estaban recibiendo palizas. Eran niños deliciosos y con
excepción del meritorio embajador, los únicos republicanos de la familia.
Dado que Canterville Chase está a siete millas de Ascot, la estación de trenes
más cercana, la señora Otis había telegrafiado para que un carruaje viniera a
buscarlos, y así comenzaron su viaje con el mayor de los entusiasmos. Era una
adorable tarde de julio y el aire se presentaba delicadamente perfumado por el aroma
de los pinares. Aquí y allá escuchaban la dulce voz de un pichón de pájaro carpintero,
o veían en lo profundo del crujiente helecho, el bruñido pecho de un faisán. Pequeñas
ardillas los espiaban desde las hayas mientras pasaban, y los conejos se deslizaban a
través de los matorrales y sobre las musgosas lomas con sus blancas colas al viento.
Sin embargo, cuando entraron por el camino de Canterville Chase, el cielo se cubrió
repentinamente de nubes, una curiosa inquietud pareció cubrir la atmósfera, una gran
bandada de cornejas pasó en silencio sobre sus cabezas y, antes de que llegaran a la
casa, habían caído gruesas gotas de lluvia.
De pronto la señora Otis percibió una oscura mancha rojiza en el suelo al lado
de la chimenea y, casi inconsciente de lo que realmente significaba, le dijo a la señora
Umney: “Temo que algo se haya derramado aquí”.
117
nunca fue descubierto, pero su espíritu culpable aún habita la casa. La mancha de
sangre ha sido muy admirada por turistas y otras personas, pero no puede ser
limpiada.
- Mi querido Hiram –exclamó la señora Otis-, ¿qué podemos hacer con una
mujer que desaparece?
- He visto cosas con mis propios ojos, señor –dijo – que harían que el cabello
de cualquier cristiano se pusiera de punta, y muchas fueron las noches en las que no
pude cerrar ojos por las terribles cosas que suceden aquí.
II
La tormenta se desató esa noche con fiereza, pero no ocurrió nada de
particular digno de ser anotado. Sin embargo, a la mañana siguiente, cuando fueron a
desayunar, encontraron la terrible mancha de sangre otra vez en el suelo. “No creo
que sea un problema del detergente Paragon”, dijo Washington, “pues lo he probado
con todo. Debe ser el fantasma”. En consecuencia fregó la mancha una segunda vez,
pero a la mañana siguiente volvió a aparecer. A la tercera mañana estaba también allí,
a pesar de que la biblioteca había sido cerrada durante la noche por el propio señor
Otis y se había llevado la llave con él a su dormitorio. Toda la familia estaba ahora
interesada; el señor Otis empezó a sospechar que había sido demasiado dogmático
en su negación de la existencia de fantasmas, la señora Otis expresó su intención de
unirse a la Sociedad Espiritista y Washington preparó una larga carta para los señores
Myers y Podmore sobre el tema de la Permanencia de Manchas Sanguíneas cuando
están conectadas con un crimen. Aquella noche todas las dudas sobre la existencia
objetiva de los espíritus quedaron despejadas para siempre.
El día había sido cálido y soleado y, en el fresco atardecer, toda la familia salió
a dar un paseo. No regresaron a casa hasta las nueve, cuando se sirvieron una ligera
118
colación. La conversación no trató de ninguna manera sobre fantasmas, por lo tanto
no existieron esas condiciones previas de receptiva expectación que tan
frecuentemente precede a la presentación de fenómenos extrasensoriales. Los
asuntos discutidos, como pude enterarme por el señor Otis, fueron simplemente los
que suelen formar parte de la habitual conversación de los americanos cultos de la
mejor clase, tales como la inmensa superioridad como actriz de la señorita Fanny
Davemport sobre Sarah Bernhardt; la dificultad de conseguir maíz tierno, tortas de
trigo y maíz molido, incluso en las mejores casas inglesas; la importancia de Boston en
el desarrollo del espíritu humano; las ventajas del sistema de cheques de equipaje en
las estaciones de trenes; y la dulzura del acento de Nueva Cork comparado con la
pronunciación londinense. No se hizo mención alguna a nada sobrenatural, ni fue
aludido sir Simon de Canterville de manera alguna. A las once de la noche la familia se
retiró y en media hora todas las luces estaban apagadas. Poco tiempo después, el
señor Otis fue despertado por un curioso ruido en el pasillo exterior a su cuarto.
Sonaba como el golpeteo de algo metálico, y parecía más cercano a cada momento.
Se levantó enseguida, prendió un fósforo y miró la hora. Era exactamente la una de la
mañana. Estaba bastante tranquilo, sentía que su pulso no estaba para nada
acelerado. El extraño ruido aún continuaba y junto con él escuchó claramente el
sonido de unos pasos. Se puso las pantuflas, tomó un pequeño y oblongo frasco de su
neceser y abrió la puerta. Justo frente a sí vio, en la palidez de la luz de la luna, a un
anciano de aspecto terrible. Sus ojos eran rojos como brasas incandescentes; largos
cabellos grises caían sobre sus hombros en ovillos espesos; sus vestiduras, que eran
de corte antiguo, estaban sucias y desgarradas y de sus muñecas y tobillos colgaban
pesadas esposas y herrumbrados grillos.
- Mi querido señor –dijo el señor Otis -. Debo realmente insistir en que engrase
esas cadenas y le he traído para ese propósito una pequeña botella de
TammanyRisingSunLubricator. Se dice que es absolutamente eficaz con una sola
aplicación, y hay varios testimonios de ese efecto en la etiqueta de algunas de
nuestras más eminentes divinidades nativas. Se lo dejaré aquí junto a las velas del
dormitorio y estaré contento de proveerle más cuando lo necesite.- Con esas palabras
el embajador de los Estados Unidos dejó la botella sobre una mesa de mármol y,
cerrando la puerta, se retiró a descansar.
119
ahogado en su vestidor, con una sota de espada atravesada en el centro de la
garganta, y confesó, justo antes de morir, que había hecho trampas por diez mil libras
en Crockford con esa misma carta, y juró que el fantasma le había hecho tragar esa
carta. Todos sus grandes triunfos volvieron otra vez a él, desde el mayordomo que se
había disparado en la despensa porque había visto una mano verde golpeando la
claraboya, a la hermosa lady Stutfield, quien tuvo que usar una banda de terciopelo
negro alrededor de su cuello para ocultar la marca de cinco dedos en su blanca piel, y
que se ahogó finalmente en el acuario al final del Paseo del Rey. Con el entusiasta
egoísmo del verdadero artista volvió a sus celebradas actuaciones y sonrió con
amargura para sí mientras recordaba su última aparición como “El Rojo Rubén, o el
Niño Estrangulado”, su debut como “Gibeon, el Delgado, el Succionador de
BexleyMoor” y el Furare que había provocado una solitaria tarde de junio simplemente
jugando a los bolos con sus propios huesos en el campo de tenis. Y después de todo
esto, unos despreciables y modernos americanos tenían que llegar y ofrecerle Rising
San Lubricator y tirarle almohadas a la cabeza. Era casi insoportable. Además, ningún
fantasma en la historia había sido tratado de esa manera. En consecuencia, decidió
tomarse venganza y permaneció hasta el alba en una actitud de profunda reflexión.
III
La mañana siguiente, cuando la familia Otis se reunió para desayunar, discutió
largamente el tema del fantasma. El embajador de los Estados Unidos estaba
naturalmente un poco molesto al descubrir que su regalo no había sido aceptado.
Cierta mañana era de un rojo claro (casi índigo), luego podría ser bermellón,
luego un púrpura pleno, y una vez volvían de sus plegarias familiares de acuerdo con
los simples ritos de la Libre Iglesia Reformada Episcopaliana Americana, la
encontraron de un brillante verde esmeralda. Estos cambios caleidoscópicos
naturalmente entretenían, y mucho, al grupo y se hicieron libremente apuestas sobre
el tema cada tarde. La única que no entraba en la broma era la pequeña Virginia
quien, por una razón inexplicable, estaba siempre algo perturbada por la visión de la
mancha de sangre y llegó casi a llorar la mañana en que estaba verde esmeralda.
La segunda aparición del fantasma fue la noche del domingo. Poco tiempo
después de que se hubieran ido a la cama, fueron repentinamente asustados por un
terrible ruido en el pasillo. Bajando a toda velocidad por las escaleras, encontraron que
una gran parte de una vieja armadura había sido sacada de su lugar y había caído al
suelo, mientras, sentado en una silla de alto respaldo, estaba el fantasma de
Canterville, frotándose las rodillas con una expresión de aguda agonía en su rostro.
Los mellizos, que habían traído sus cerbatanas con ellos, descargaron al unísono dos
perdigonadas sobre él, con esa puntería que sólo puede alcanzarse por una larga y
cuidadosa práctica con un buen maestro de caligrafía, mientras que el embajador de
los Estados Unidos lo apuntaba con su revólver y le exigía, de acuerdo con la etiqueta
120
californiana, que levantara las manos. El fantasma se levantó con un salvaje grito de
ira, pasó a través de ellos como una niebla, apagando la vela de Washington Otis,
dejándolos así en la más total oscuridad. Al llegar a lo alto de la escalera, se recuperó
y decidió ofrecerles su celebrado número de risa demoníaca, algo que había
encontrado muy útil en más de una ocasión. Se decía que había vuelto gris la
cabellera de lord Rakers en una sola noche y que por cierto había hecho que tres
gobernantas francesas de lady Canterville se alejaran en un mes. En consecuencia, rió
su más horrible carcajada, hasta que el viejo techo abovedado resonó y volvió a
resonar, pero apenas el terrible eco desapareció se abrió una puerta y la señora Otis
salió vestida con una bata azul clara.
- Temo que esté lejos de sentirse bien –dijo -, y le traje una botella de tintura
del Dr. Dobell. Si se trata de una indigestión lo encontrará el mejor de los remedios.
121
darles una lección. Lo primero a hacer era, por supuesto, sentarse sobre el pecho de
los jóvenes, para provocarles así una sofocante sensación de pesadilla. Después,
dado que sus camas estaban muy cerca una de la otra, colocarse entre ellas bajo la
forma de un cadáver verdoso y frío como el hielo, hasta que quedaran paralizados por
el miedo y, finalmente, quitarles las sábanas y gritar girando por el cuarto con los
blancos huesos descoloridos y un globo ocular giratorio según el personaje del “Tonto
Daniel o el Esqueleto Suicida”, un rol con el que había conseguido un gran efecto en
más de una ocasión y al que consideraba casi tan bueno como su famosa actuación
como “Martín el Loco o el Misterioso Enmascarado”.
A las diez y media oyó que la familia se iba a la cama. Por algún tiempo se
sintió perturbado por las salvajes carcajadas de los mellizos, quienes, con la
despreocupada alegría de los escolares, estaban evidentemente divirtiéndose antes
de dedicarse a descansar, pero a las once y cuarto todo estaba en paz y, cuando sonó
la medianoche, avanzó con denuedo. El búho golpeaba contra los vidrios de las
ventanas, el cuervo gritaba desde el viejo tejo y el viento soplaba aullando alrededor
de la casa como un alma en pena; pero la familia Otis dormía inconsciente de su
sentencia, y por encima de la lluvia y la tormenta pudo oír el ronquido del embajador
de los Estados Unidos. Se paró para esconderse detrás de la puerta con esa malvada
sonrisa en sus crueles y arrugados labios, y la luna ocultó su rostro tras una nube
cuando se deslizó a través del enorme mirador, donde su propio escudo y los de su
esposa asesinada formaban un blasón en azul y oro. Avanzó poco a poco, como una
malvada sombra, parecía que la oscuridad lo aborrecía mientras pasaba. Una vez
creyó haber escuchado algo que lo llamaba y se detuvo; pero sólo era el ladrido de un
perro de Red Farm y continuó musitando extrañas maldiciones del siglo XVI, una y
otra vez blandiendo el oxidado puñal en el aire de la medianoche. Finalmente llegó a la
esquina del corredor que llevaba al cuarto del infortunado Washington. Por un
momento se detuvo allí, con el viento desparramando sus largos cabellos grises, y
ceñía de manera grotesca y fantástica el horror de su mortaja. Entonces el reloj marcó
el cuarto de hora y sintió que había llegado el momento. Se rió para adentro y dobló la
esquina; pero tan pronto como hizo esto retrocedió, con un lastimero gemido de terror,
y escondió su empalidecido rostro entre sus largas y huesudas manos. Justo frente a
él se hallaba un horrible espectro, inmóvil como una estatua y monstruoso como el
sueño de un loco. Su cabeza era calva y brillante; su rostro redondo, regordete y
blanco, y una espantosa risa parecía haber grabado en sus facciones una eterna
mueca. De sus ojos salían rayos de luz escarlata, la boca era un enorme pozo de
fuego y una horrenda vestimenta, igual a la suya, cubría de nieves silenciosas la
silueta del titán. En su pecho había un cartel con extrañas escrituras en caracteres
antiguos, parecía una confesión vergonzante, una lista de terribles pecados, un
horrible calendario de crímenes, y con su mano derecha mantenía en alto una
cimitarra de brillante acero.
122
abrazando una blanca colcha tejida, con un cepillo, un cuchillo de cocina y un horrible
nabo a sus pies. Incapaz de entender esta curiosa transformación, agarró el cartel con
febril diligencia y allí, en la gris luminosidad de la mañana, leyó estas terribles
palabras: “El Fantasma de Otis. El único verdadero y original espectro. Cuidado
con las imitaciones. Todos los demás son falsificaciones”.
IV
Al día siguiente el fantasma se sentía débil y cansado. La terrible excitación de
las últimas cuatro semanas empezaba a causar su efecto. Sus nervios estaban
completamente alterados y se excitaba al menor sonido. Durante cinco días
permaneció en su cuarto y finalmente se convenció de abandonar la cuestión de la
mancha de sangre en el piso de la biblioteca. Si la familia Otis no la quería ver, él no
insistiría tan machaconamente. Eran evidentemente personas con una perspectiva de
vida estrecha, materialista, y bastante incapaces de apreciar el valor simbólico de los
fenómenos extrasensoriales. La cuestión de las apariciones fantasmales y el
desarrollo de cuerpos astrales era, por supuesto, una cuestión absolutamente
diferente y realmente incontrolable para él. Era su solemne deber aparecer en el
pasillo una vez a la semana y murmurar desde el mirador los primeros y terceros
miércoles de cada mes y no veía cómo escapar honorablemente de sus obligaciones.
Si bien es verdad que su vida había sido malévola, por otra parte, era muy consciente
respecto de todas las cosas conectadas con lo sobrenatural. Durante los siguiente tres
sábados, en consecuencia, atravesó el pasillo como de costumbre entre la
medianoche y las tres de la mañana, tomando todas las precauciones posibles tanto
contra ser visto como contra ser oído. Se sacó las botas, pisó lo más suave posible
sobre las viejas tablas comidas por los gusanos, se puso un largo vestido de terciopelo
negro y tuvo el cuidado de usar el RisingSunLubricator para engrasar las cadenas.
Tuve posibilidad de enterarme de que fue con una gran dosis de dificultad que llegó a
convencerse de adoptar este último modo de protección. Sin embargo, una noche,
mientras la familia estaba cenando, se deslizó al dormitorio del señor Otis y se llevó la
botella. Se sintió un tanto humillado al principio, pero después de todo era lo
suficientemente sensato para ver que había mucho que decir a favor del invento y que,
hasta cierto punto, servía a sus planes. Incluso, a pesar de todo, no lo dejaron del todo
tranquilo. Había cuerdas estiradas a todo lo largo del pasillo, con las que tropezaba en
la oscuridad y en una ocasión, cuando estaba vestido para el acto de “El Negro Isaac,
o el Cazador del Bosque de Hogley”, tuvo una caída grave, al resbalar en una mancha
de manteca, que los mellizos habían desparramado desde la entrada del cuarto de
pintura hasta lo alto de la escalera de roble. Esta última ofensa lo enojó tanto que
123
resolvió hacer un último esfuerzo para defender su dignidad y su posición social y
decidió visitar a los insolentes jóvenes etonianos la noche siguiente en su celebrado
personaje de “Ruperto el Temerario o el Conde Descabezado”.
No había aparecido con ese disfraz desde hacía más de setenta años, en
realidad desde que había asustado tanto a la hermosa lady Bárbara Modish con él,
que ella rompió repentinamente su compromiso con el abuelo del actual lord
Canterville y escapó a Gretna Creen con el elegante Jack Castetlon, declarando que
nada en el mundo la convencería de emparentarse con una familia que permitía a un
fantasma tan horrible que caminara durante la madrugada de un lado a otro de la
terraza. El pobre Jack fue luego muerto en duelo por lord Canterville en
WandsworthCommon y lady Bárbara murió con el corazón destrozado en Turibridge
Wells antes que terminara el año, así que había sido un completo y gran éxito. Era, sin
embargo, una “composición” extremadamente difícil, si es que debo usar una
expresión teatral en conexión con uno de los grandes misterios de lo sobrenatural, o,
para emplear un término más científico, el mundo supernatural, y le llevó tres horas
completas hacer sus preparativos. Finalmente todo estuvo listo y quedó satisfecho con
su aspecto. Las altas botas de montar de cuero que iban con la vestimenta eran un
poco grandes para él y sólo pudo encontrar una de las dos pistolas pero, en conjunto,
estaba bastante conforme, y a la una y cuarto dejó el vestidor y se deslizó por el
corredor. Al llegar al cuarto ocupado por los mellizos, que, debo mencionarlo, era
conocido como el Cuarto de la Cama Azul a raíz del color de sus colgaduras, encontró
la puerta entreabierta. Deseando hacer una entrada impactante, atravesaba la puerta
abierta cuando un pesado balde de agua cayó justo encima de él empapándolo hasta
los huesos y no golpeándole el hombro por un par de pulgadas. Al mismo tiempo
escuchó carcajadas provenientes del piso, bajo la cama. La conmoción de su sistema
nervioso fue tan grande que se fue volando a su cuarto y al día siguiente se despertó
con un fuerte resfrío. Lo único que lo consolaba era el hecho de que no había llevado
su cabeza con él, pues, de haberlo hecho así, las consecuencias habrían sido muy
serias.
Ahora había abandonado toda esperanza de llegar a asustar alguna vez a esa
ruda familia americana y se conformó, como una regla, con deslizarse por los pasillos
en pantuflas decoradas, con una roja y gruesa bufanda alrededor de la garganta como
precaución ante las mojaduras, y un pequeño arcabuz por si acaso fuera atacado por
los mellizos. El golpe final ocurrió el 19 de septiembre. Había bajado las escaleras
hacia el gran pasillo de entrada estando seguro de que allí, en cualquier caso, sería
poco molestado, y se estaba divirtiendo haciendo comentarios sarcásticos sobre las
amplias fotografías de Saroni del embajador de los Estados Unidos y su mujer, que
ocupaban ahora el lugar de los retratos familiares. Estaba simple, pero limpiamente
vestido con una larga mortaja, decorada con tierra de cripta, se había atado la quijada
con una cinta de lino amarillo y arrastraba una pequeña linterna y una azada de
sepulturero. En realidad, estaba vestido como “Jonás, el Insepulto, o el Ladrón de
Cadáveres de ChertseyBan”, una de sus más importantes personificaciones, y una de
las que los Canterville tenían toda razón en recordar pues fue el verdadero origen de
su pelea con su vecino, lord Rufford. Eran alrededor de las dos y cuarto de la mañana
y por lo que pudo percibir no había nadie dando vueltas. Sin embargo, mientras estaba
entrando en la biblioteca para ver si había algún rastro de la mancha de sangre,
súbitamente se abalanzaron sobre él desde la oscuridad dos figuras, que sacudían
salvajemente sus brazos sobre la cabeza y gritaron “¡BOO!” al oído.
Atrapado por el miedo, que, dadas las circunstancias, era sólo natural, corrió
hacia las escaleras, pero encontró a Washington Otis que lo esperaba con la enorme
regadera del jardín, y estando entonces sitiado por enemigos de todos lados y llevado
casi a aullar, desapareció por la gran cocina de hierro que, afortunadamente para él,
no estaba encendida y avanzó a través de los caños y las chimeneas llegando a su
propio cuarto en un terrible estado de suciedad, desorden y desesperación.
124
Después de todo esto no fue vuelto a ver en expedición nocturna alguna. Los
mellizos lo esperaron en varias ocasiones y sembraron los pasillos con cáscaras de
nuez todas las noches para gran enojo de sus padres y sirvientes, pero no sirvió de
nada. Era evidente que sus sentimientos estaban tan heridos que no quería aparecer.
El señor Otis, en consecuencia, concluyó su gran obra sobre la historia del partido
demócrata en la cual había trabajado varios años; la señora Otis organizó una
magnífica excursión al campo; los niños se dedicaron a jugar a la barra, el codillo, el
póquer y otros juegos nacionales de América y Virginia paseó con su potrillo,
acompañada del joven duque de Cheshire, quien había llegado para pasar la última
semana de vacaciones en Canterville Chase. Era por todos asumido que el fantasma
se había ido y, en realidad, el señor Otis escribió una carta a tal efecto a lord
Canterville, quien, en respuesta, expresó su gran satisfacción por esas noticias y envió
sus mejores felicitaciones a la meritoria esposa del embajador.
V
Unos pocos días después de esto, Virginia y su caballero de los rizos fueron a
cabalgar a los prados de Brockley, donde ella se rompió su ropa de tan mala manera
atravesando un vallado de zarzas que, al volver a casa, decidió subir por la escalera
del fondo para no ser vista. Mientras atravesaba el cuarto de pinturas, cuya puerta
resultó estar abierta, le pareció ver a alguien adentro y, pensando que era la mucama
de su madre, que algunas veces iba hasta allí con sus labores, se acercó para pedirle
que arreglara sus vestiduras. Sin embargo, para su sorpresa, se trataba del propio
fantasma de Canterville. Estaba sentado junto a la ventana, observando el brillante oro
de los árboles amarillentos volar por el aire y las rojizas hojas danzar alocadamente
por la larga avenida. Su cabeza reposaba en su mano y toda su actitud era de una
enorme depresión. Realmente tan perdido y tan descompuesto se mostraba que la
pequeña Virginia, cuya primera idea había sido la de escapar y encerrarse en su
cuarto, sintió una enorme piedad y decidió acercarse a consolarlo. Tan leve era el
paso de ella y tan profunda la melancolía de él que no se dio cuenta de su presencia
hasta que ella le habló.
125
- Lo lamento por usted –dijo- pero mis hermanos retornan a Eton mañana y
entonces, si se comporta usted bien, nadie va a molestarlo
- No es para nada una razón para existir y sabe que ha sido muy malvado. La
señora Umney nos contó, el primer día que llegamos aquí, que usted asesinó a su
esposa.
- Bien, estoy casi dispuesto a admitirlo –dijo el fantasma con petulancia-, pero
fue un asunto estrictamente familiar y no le concierne a nadie más.
- Está muy mal matar a alguien –dijo Virginia, quien por momentos mostraba
una dulce severidad puritana, heredada de algún antiguo ancestro de Nueva
Inglaterra.
- ¡Oh, detesto la severidad barata de las éticas abstractas! Mi esposa fue muy
ordinaria, nunca tenía mis cuellos debidamente almidonados y no sabía nada de
cocina. Porque había un ciervo que había cazado en Hogley Woods, una magnífica
presa; y ¿sabe cómo lo sirvió en la mesa? Sin embargo, no importa, ya ha pasado
todo eso, y no creo que haya sido muy amable de parte de sus hermanos condenarme
a morir de hambre, a pesar de haberla matado.
-¿Morirse de hambre? Oh, señor fantasma, quiero decir, Sir Simon, ¿tiene
hambre? Tengo un sandwich en mi cartera. ¿Le gustaría comérselo?
126
- Supongo que porque no tenemos ni ruinas ni rarezas –dijo Virginia
sarcásticamente.
- Buenas tardes, me voy a pedirle a papá que les dé una semana extra de
vacaciones a los mellizos.
- Por favor, no se vaya señorita, Virginia –exclamó-, estoy tan solo y me siento
tan infeliz y no sé realmente qué hacer. Trato de dormir y no puedo.
Virginia se puso cada vez más seria y sus pequeños labios temblaron como
pétalos de rosa. Se acercó a él y arrodillándose a su lado contempló su pálido rostro.
- Bien lejos, más allá de los pinares –contestó en una voz apagada y
somnolienta- hay un pequeño jardín. Allí el pasto crece largo y profundo, hay flores
blancas, allí el ruiseñor canta toda la noche. Toda la noche canta y la fría luna de
cristal mira hacia abajo y las hayas despliegan sus gigantescos brazos sobre los que
duermen.
- Sí, Muerte. La Muerte debe ser tan hermosa. Yacer en la suave tierra marrón,
con el pasto creciendo sobre nuestra cabeza y prestar atención al silencio. No tener
ayer ni mañana. Olvidar el tiempo, perdonar a la vida, estar en paz. Puedes ayudarme.
Puedes abrirme los portales de la casa de la Muerte, pues el Amor está siempre
contigo y el Amor es más fuerte que la Muerte.
Virginia temblaba, un sudor frío la recorrió y por unos pocos momentos hubo
silencio. Sintió como si estuviera en medio de un terrible sueño.
Entonces el fantasma volvió a hablar y su voz sonó como el suspiro del viento.
127
y una pequeña niña deje salir sus lágrimas.
- Significan –dijo tristemente- que debes llorar por mí a causa de mis pecados,
porque yo no tengo lágrimas, y rezar por mí alma porque yo no tengo fe, y entonces, si
has sido siempre dulce, buena y amable, el Ángel de la Muerte se apiadará de mí.
Verás terribles formas en la oscuridad y malvadas voces susurrarán en tu oído, pero
no te harán daño, pues los poderes del infierno no pueden vencer a la pureza de una
pequeña niña.
- No tengo miedo –dijo firmemente-, y le pediré al Ángel que tenga piedad de ti.
VI
Alrededor de diez minutos después llamó la campana para el té y, como
Virginia no había bajado, el señor Otis envió a uno de los sirvientes a buscarla.
Después de un rato volvió y dijo que no había podido encontrar a la señorita Virginia
en ningún lado. Como tenía la costumbre de salir al jardín todas las tardes para buscar
flores para la mesa de la cena, la señora Otis no se mostró preocupada al principio,
pero cuando dieron las seis y Virginia no aparecía, se agitó realmente y envió a los
niños a que la buscaran, mientras que ella misma y el señor Otis buscaban en cada
cuarto de la casa. A las seis y media los niños volvieron y dijeron que no habían
hallado rastro de su hermana por ninguna parte. Estaban todos en un enorme grado
de excitación y no sabían qué hacer, cuando el señor Otis recordó de repente que
algunos días antes le había dado permiso a una banda de gitanos para que acampara
en el parque. En consecuencia, salió enseguida hacia BlackfellHollow, donde sabía
que estaban, acompañado de su hijo mayor y dos de los sirvientes. El pequeño duque
de Cheshire, que estaba frenético por la ansiedad, rogó con fuerza que se le
permitiera ir también, pero el señor Otis no se lo habría de permitir, dado que tenía
miedo de que pudiera haber alguna refriega. Sin embargo, al llegar al lugar, encontró
que los gitanos se habían ido, y era evidente que su partida había sido súbita pues el
128
fuego aún ardía y había algunos platos tirados sobre la hierba. Habiendo enviado a
Washington y a los dos hombres a supervisar el lugar el lugar, volvió a casa y
despachó telegramas a todos los inspectores de policía del condado, pidiéndoles que
buscaran a una pequeña niña que había sido raptada por delincuentes o gitanos.
Ordenó entonces que se le trajera su caballo y tras insistirles a su mujer y a sus tres
hijos que se sentaran a cenar, cabalgó hasta el Ascot Road con un lacayo. Sin
embargo, apenas había recorrido un par de millas cuando escuchó a alguien
galopando tras de sí y al darse vuelta vio al pequeño duque llegando en su potrillo, con
el rostro enrojecido y sin sombrero.
- Bien, Cecil, si no vas a volver, supongo que vendrás conmigo, pero debes
conseguir un sombrero, en Ascot.
129
luciendo muy pálida y blanca, apareció Virginia. En un momento todos estaban junto a
ella. La señora Otis la apretó apasionadamente en sus brazos, el duque la ahogó con
sus violentos besos y los mellizos ejecutaron una salvaje danza guerrera alrededor del
grupo.
- Dios santo, niña ¿dónde has estado? –dijo el señor Otis, algo enojado,
pensando que les había estado jugando una estúpida broma-. Cecil y yo hemos
estado cabalgando por toda la zona buscándote y tu madre está al borde de la muerte
del susto. No debes hacer estas bromas nunca más.
Toda la familia la contemplaba con muda sorpresa, pero ella seguía grave y
seria, y dándose vuelta los guió a través de la apertura en el vestidor hasta un
estrecho pasillo secreto, con Washington siguiéndola con una vela encendida que
había tomado de la mesa. Finalmente llegaron a una enorme puerta de roble,
sostenida con clavos oxidados. Cuando Virginia la tocó, giró sobre sus pesados
goznes y se encontraron en un pequeño y bajo cuarto, con un techo abovedado y una
diminuta ventana enrejada. Encastrado en la pared había un enorme anillo de hierro y
encadenado a él había un delgado esqueleto que estaba tendido a lo largo en el piso
de piedra y parecía tratar de alcanzar con sus largos dedos sin carne un jarro y un
tenedor anticuados, que estaban justo fuera de su alcance. El jarro había sido alguna
vez llenado con agua, dado que por dentro estaba lleno de musgo verdoso. No había
nada en el tenedor, sino un montón de polvo. Virginia se arrodilló delante del esqueleto
y, colocando sus manos juntas, comenzó a rezar silenciosamente, mientras el resto
del grupo la miraba maravillado por la terrible tragedia cuyo secreto quedaba ahora al
descubierto para ellos.
- ¡Vaya –exclamó súbitamente uno de los mellizos, quien había estado mirando
por la ventana para tratar de descubrir en qué ala de la casa estaba situado el cuarto-.
Vaya. El viejo almendro marchito ha florecido. Puedo ver claramente las flores a la luz
de la luna.
VII
Cuatro días después de estos curiosos incidentes salió un funeral desde
Canterville Chase alrededor de las once de la noche. El carruaje estaba tirado por
ocho caballos negros, cada uno de los cuales llevaba un enorme penacho de
bamboleantes plumas de avestruz, y el triste ataúd iba cubierto por un rico tapiz
púrpura en el que estaba bordado en oro el escudo de armas de los Canterville. Al
lado del carruaje y de los caballos caminaban los sirvientes con antorchas encendidas
y toda la procesión resultaba maravillosamente impresionante. Lord Canterville era el
jefe del cortejo, habiendo llegado especialmente de Gales para participar del funeral, y
estaba sentado en el primer carruaje junto a la pequeña Virginia. Luego venían el
embajador de los Estados Unidos y su esposa, luego Washington y los tres
130
muchachos y en el último vehículo estaba la señora Umney. Se acordó entre todos
que, habiendo sido asustada por el fantasma durante más de cinco años de su vida
tenía derecho a ver lo último de él. Una gran fosa había sido cavada en un rincón del
campo de la iglesia y el servicio fue leído de emocionante manera por el reverendo
AugustusDampier. Cuando terminó la ceremonia, de acuerdo con una vieja costumbre
observada por la familia Canterville, apagaron las antorchas y, mientras el ataúd
descendía en la fosa, Virginia se adelantó y depositó sobre él una gran cruz hecha de
brotes de almendro blancos y rosas. Mientras lo hacía, la luna salió de detrás de una
nube y llenó con su plata silenciosa el pequeño campo de la iglesia y desde un
matorral distante un ruiseñor comenzó a cantar. Ella pensó en la descripción que hizo
el fantasma del Jardín de la Muerte, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y
apenas pronunció una palabra durante el retorno a casa.
- Milord –dijo-, sé que en este país las manos muertas tienen capacidad de
aplicarse a joyas como a tierras, y es bastante claro para mí que esas joyas son. O
deben ser entregadas a su familia. En consecuencia debo pedirle que se las lleve a
Londres con usted y que las considere simplemente como una parte de su propiedad
que le ha sido devuelta bajo ciertas extrañas condiciones. En cuanto a mi hija, es
apenas una niña y tiene, me siento satisfecho de decirlo, poco interés en estas
pertenencias de vano lujo. He sido informado por la señora Otis, quien, puedo decirlo,
es una indudable autoridad en el terreno del Arte (habiendo tenido el privilegio de
pasar varios inviernos en Boston cuando niña) que estas gemas son de un alto valor
económico y que si se ofrecen a la venta alcanzarán un muy buen precio. Bajo estas
circunstancias lord Canterville, estoy seguro de que sabrá reconocer cuán imposible
resulta para mí permitir que permanezcan en posesión de cualquier miembro de mi
familia; y, realmente todas esas vanas chucherías y juguetes, a pesar de ser algo
adecuado a la dignidad de la aristocracia británica, estarían fuera de lugar con
aquellos que se han criado en los severos y, creo, inmortales principios de la modestia
republicana. Tal vez deba mencionar que Virginia está muy ansiosa porque le permita
conservar la caja como un recuerdo de su infortunado, pero descarriado ancestro.
Como es extremadamente antigua y en consecuencia casi fuera de uso, tal vez piense
usted cumplir con su pedido. Por mi parte confieso que estoy muy sorprendido de ver
que una hija mía expresa simpatía por el medievalismo en cualquiera de sus formas, y
lo único que puedo considerar en este caso es que Virginia nació en uno de sus
suburbios londinenses poco después de que la señora Otis regresara de un viaje a
Atenas.
131
pesar de cualquier actividad que hubiera mostrado sir Simon en el pasillo durante la
noche, según las leyes estaba realmente muerto y usted adquirió la propiedad por
medio de una compra.
Ambos eran tan encantadores y se amaban tanto que todo el mundo se mostró
contento con el hecho, excepto la anciana marquesa de Dumbleton –que había tratado
de atrapar al duque para una de sus siete hijas solteras y había dado nada menos que
tres suntuosas cenas para tal apropósito- y, es extraño de decir, el propio señor Otis.
El señor Otis apreciaba muchísimo al joven duque, pero en la teoría, objetaba los
títulos y, para usar sus propias palabras, “no sin aprensión no fuera que entre las
debilitadoras influencias de una aristocracia amante de los placeres, se olvidaran los
verdaderos principios de la modestia republicana”. Sin embargo, sus objeciones fueron
completamente derrotadas y creo que cuando caminó hacia la nave lateral de St.
George´s, en Hanover Square, con su hija del brazo, no había hombre más orgulloso a
todo lo largo y ancho de Inglaterra.
- Sí, los tienes –contestó sonriendo-, jamás me has contado lo que sucedió
cuando estuviste encerrada con el fantasma.
Virginia se ruborizó.
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Entremés Del Mancebo Que Casó Con Mujer Brava
PERSONAJES
Patronio
El mancebo
El padre del mancebo
La moza
El padre de la moza
La madre de la moza
PRÓLOGO
(Sale Patronio y habla al público)
(Se retira Patronio, se abre el telón, salen el mancebo y el padre del mancebo)
ESCENA PRIMERA
PADRE POBRE: - Dígote, hijo mío, que lo pienses mejor antes que a esa puerta llame.
Que la tal moza es muy más rica que nosotros y de más alto linaje; y malo es que la
mujer aventaje en prendas y fortuna a su marido.
MANCEBO: - Cierto es. Pero pensad también, padre, que siendo vos pobre, nada
tenéis que darme para vivir a mi honra. Y siendo esto así, si no me concertáis el
133
casamiento que os pido, forzado me veré a hacer vida menguada o a irme de estas
tierras en busca de mejor ventura.
PADRE POBRE: - Mucho me maravilla tu intento y osadía. Tanto más cuanto que sois
diferentes. Tú eres pobre y ella es rica. Más tierras tiene de las que tú podrías andar a
caballo en todo un día, aun yendo al trote.
MANCEBO: - No reparéis en eso; que si ella tiene fortuna, yo se la aumentaré con mi
esfuerzo. Y si sus tierras son tantas que no se pueden andar en todo un día, aun
yendo al trote, ¡yo se las andaré al galope!
PADRE POBRE: - Más hay: y es que cuanto tú tienes de buenas maneras otro tanto
las tiene esa moza de malas y enrevesadas.
MANCEBO: - A eso os respondo, padre, que no hay mula falsa donde hay buen jinete;
y que yo sabré tener fuerte la rienda desde el principio.
PADRE POBRE: - Mira mancebo, que nunca su padre la pudo dominar. Y que tal
genio tiene la condenada que no habrá, fuera de ti, hombre en el mundo que quisiere
casar con semejante diablo.
MANCEBO: - Llamad a esa puerta, padre. La moza es brava, pero brava y todo es de
mi gusto. Y si su padre nos la concede, yo sabré cómo se han de pasar las cosas en
mi casa desde el primer día. Llamad sin miedo.
PADRE POBRE: - Puesto que tú lo quieres, sea. No dirás luego que no te advertí a
tiempo. Pidamos ahora la moza, y quiera el cielo que no nos la concedan. ¡Ah de la
casa!
(Llama con su cayado y descórrese la cortina mostrando la casa de la moza. Está solo
el padre, ocupado en seleccionar unas semillas)
ESCENA SEGUNDA
PADRE RICO: - Dichosos los ojos, señor vecino. ¿Qué cosa os trae a mis puertas?
PADRE POBRE: - Eso es, señor y amigo, un ruego que vengo a haceros para este
hijo mío.
PADRE RICO: - Una sola, cierto; pero así me pesa como si fueran doscientas.
PADRE POBRE: - Y yo sólo tengo este hijo. Antaño cuando los dos éramos pobres,
juntamos nuestra amistad. Hoy vengo a rogaros, si así os cumple, que juntemos
también nuestros hijos.
PADRE RICO: (Avanza hacia el mancebo, que retrocede perplejo). - ¿Qué este mozo
quiere casarse con mi hija? ¿No me engañan los oídos?
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PADRE RICO: - ¡Y cómo si lo tengo a bien! ¡Dios te bendiga muchacho, qué peso
vienes a quitarme de encima! (Lo abraza).
PADRE RICO: - Lograda está la moza y nunca oí tal, que hombre alguno quisiera
casar con ella y sacármela de casa. Pero por Dios que yo sería bien falso amigo si
antes no os advirtiera lo que cumple en este trance. Que amigos somos, y vos tenéis
muy buen hijo, y sería de gran maldad consentir en su desgracia. Porque habéis de
saber que así es de áspera y brava mi hija igual que una tarasca. Y si el mancebo
llegara a casar con ella, más le valdría la muerte que no la vida.
PADRE POBRE: - Tate, tate, señor, no tengáis de eso recelo, que el casamiento es a
su sabor. Que el mancebo bien sabe de qué condición es ella, y con todas sus
prendas, la quiere.
PADRE RICO: - Siendo así, no se hable más. Yo te la doy de muy buen grado, hijo
mío. ¡Y que el cielo te saque con bien de este negocio! (Óyese griterío de riña y
estrépito de platos que se rompen). No se espanten: es la moza que está discutiendo
amigablemente con su madre. (Llama a voces) ¿Hola muchacha! ¡Señora! Salid acá,
que hay grandes nuevas.
(Salen madre y moza airadas disputándose un paño del que tiran ambas)
MOZA: - ¡Con las uñas y a tiras a de ser, que es mío, mío y mío!
PADRE RICO: - Mas, ¿qué es esto, señora? ¡Hija indomable! ¿Así os presentáis? ¿No
veis que huéspedes tenemos?
MOZA: (Desabrida, mirándolos de hito en hito)- ¿Y qué huéspedes son éstos, y por
qué han de importarnos?
MADRE: - Espantárame yo, marido, si algo hicierais con seso. Pues qué, ¿con el más
desarrapado de la villa había de estrellarse nuestra hija?
PADRE RICO: - Callad por una vez, señora y no repliquéis más. Es mi voluntad y ya
está hecho. Mañana será la boda.
ESCENA TERCERA
PATRONIO: - Ya veis aquí señores, cómo principia el cuento. Pronto hemos de ver
cómo se adoba y acaba. Fuerte es la moza; y bien tajado el mancebo. Lo que sea de
su casamiento y fortuna ahora lo sabréis. Yo me voy a retirar, que el cortejo llega, y
sólo aquí para advertiros esta razón: que el casamiento se hizo y ya traen a la novia a
casa del marido.
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(Saluda al cortejo de bodas que viene por la plaza, y sale. El cortejo sube al escenario.
Vienen danzarinas, tamboriles y panderos. Luego el Padre rico y la Madre; detrás los
novios y parejas de mozos adornados con guirnaldas. Cuando acaban de subir, entre
relinchos y gritos, el Padre Rico toma a la moza de la mano y la aparta a un rincón)
PADRE RICO: - Casada sois, hija mía; oídme ahora un consejo. Obedeced y servid a
vuestro marido, que más sosiego hay en obedecer que no en mandar.
PADRE RICO: Ea, señores, retírese ya el cortejo y déjese a los novios en su soledad
hasta otro día.
(Se despiden con abrazos, entre risas y salen cantando. El mancebo descorre el telón
y entra con la novia a la casa. Está puesta la mesa y sobre ella un candelabro
encendido. Al fondo se ve la cabeza de un caballo rumiando en el pesebre. La moza
se quita las galas)
ESCENA CUARTA
MANCEBO: - Digo, mujer, que no se cumple con nosotros la costumbre de esta tierra,
que es la de adobar cena y mesa a los novios sin que nada falte.
MOZA: - ¡Aguamanos! ¿Con esa salís, marido? Comed y callad, que bien
acostumbrados estaréis, de vuestra casa, a comer sin lavaros.
MANCEBO: - No tal, que siempre he sido pobre, pero limpio. ¡Lavarme quiero!
(Espera. Al ver que no le atiende, da un puñetazo sobre la mesa alzando la voz).
¡Lavarme quiero! (Mira alrededor). ¡Eh, tú, don perro: dame agua a las manos! (otra
pausa esperando). ¡Cómo! ¿No oíste, perro traidor, que me des agua a las manos?
¿Ah, callas?, ¿no obedeces? ¡Pues guarda y verás! (Sale furioso entre cortinas y da
de cuchilladas al perro, que aúlla espantado)
MOZA: - Pero ¿qué habéis hecho, marido? ¿Al perro habéis matado? ¡Miren que
empresa de hombre!
MANCEBO: - ¡Cómo, don falso traidor! ¿También tú callas? Pues qué, ¿no viste lo que
fue del perro por no obedecerme? Prometo que si poco ni más conmigo porfías, lo
mismo te he de hacer a ti. ¡Dame agua a las manos ahora mismo!
MANCEBO: (Le impone silencio secamente) - ¿Qué, no te mueves todavía? Ah, gato
traidor… ¡Aguarda, aguarda tú también! (Sale entre cortinas. Se oyen maullidos
estridentes y vuelve a entra con el gato ensartado en el cuchillo. Lo tira contra el suelo)
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MOZA: - ¡Ay, mi gato, mi pobre gato querido!...
(La moza lo levanta del rabo comprobando que está muerto. El mancebo mira en torno
cada vez más furioso. Se oye en el patio el relincho del caballo)
MOZA: - ¡Eso no! ¡Detente, marido, que perros y gatos hay muchos, pero caballos no
tenéis otro que ése!
MANCEBO: - Y bien mujer, ¿pensáis que porque no tengo otro caballo se ha de librar
de mí si no me atiende? Guárdese de enojarme o si no, ¡yo juro a Dios que tan mala
muerte le he de dar a él como a los otros! (Mirándola fijamente avanza hasta ella, que
retrocede espantada). Y no habrá cosa viva en la casa a quien no hiciera lo mismo.
¡Eh!, ¿oíste don caballo? ¡Dame pronto agua a las manos!
MOZA: - Sí, sí, sí…la cena…, ahora mismo. Lo que mandéis, señor. Aquí está la cena.
(Le sirve prodigando sonrisas. Queda de pie mientras él cena)
MANCEBO: - Ah, cómo agradezco al cielo que hicisteis a tiempo lo que mandé. Que si
no, con el enojo que tengo, otro tanto os hubiera hecho a vos como al caballo.
MOZA: - ¿Y cómo no os había de obedecer, marido? Bien sé yo que no hay gala que
tan bien siente a una mujer como servir y honrar al señor de su casa. Mandadme
cuanto queráis, que yo os juro…
MANCEBO: - ¡Callad!
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MANCEBO: - Y cuidad que nadie me turbe ni desasosiegue, que con la saña que tuve
esta noche no sé si podré dormir. ¡Esa silla!
MOZA: - Sí, silencio. (Le acompaña con el candelabro hasta el cuarto, lo saluda con
una reverencia. Sale el mancebo. Fuera se oye la canción del cortejo. La moza se
vuelve aterrada imponiendo silencio en todas direcciones). Eh, locos, ¿qué hacéis?
¡Callad, no turbéis a mi marido; si no, todos, todos somos aquí muertos esta noche!
(Va desapareciendo la música. Ella impone silencio al público, andando de puntillas,
mientras corre el telón suavemente). ¡Silencio!, ¡Silencio todos, por Dios…, que
duerme mi señor!
ESCENA QUINTA
(Ante la cortina cerrada, sale el padre de la moza y escucha con la mano en la oreja)
PADRE RICO: - Nada…, por mi fe es sospechoso tanto silencio. ¿Qué habrá pasado
aquí? (Llama) ¡Mi yerno!... (Sale el mancebo) Eh, ¿qué tal?
PADRE RICO: - Maravilla grande es esa. ¿Pues cómo te las pudiste arreglar para
conseguir tal milagro?
PADRE RICO: - Diablo, diablo, rapaz… y que gran idea me estás dando. Si yo pudiera
hacer lo mismo con la madre… ¡que también es buena!
(Sale. Se abre el telón. El padre adopta una actitud gallarda, apoyado en su espada.
Entra la madre)
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ESCENA ÚLTIMA
MADRE: - ¡Qué hacéis aquí parado, marido, tan temprano y con una espada
desnuda?
PADRE RICO: (Autoritario) - ¿Y quién sois vos para preguntarme nada, señora?
(Canta un gallo)
PADRE RICO: - Y antes de replicar más palabras, mirad bien lo que voy a hacer. Eh,
tú, don gallo, ¡tráeme agua a las manos!
MADRE: - ¿Pero qué hacéis, don fulano? ¿Al gallo estáis hablando?
PADRE RICO: - Silencio, y ojo a lo que va a pasar aquí. Eh, gallo traidor, ¿no oíste
que me des agua a las manos? Qué, ¿no obedecerás por las buenas? ¡Pues aguarda,
aguarda!...
PADRE RICO: - ¿Visteis lo que fue de este gallo maldito por no obedecerme?
MADRE: - Sí, bien lo entiendo. Pero tarde os acordasteis, marido. Por ahí debierais
haber empezado hace treinta años, que ahora ya nos conocemos demasiado, y de
nada os valdrá conmigo aunque mataseis cien caballos. (Le arrebata el gallo y
golpeándolo con él), ¡Andad dentro bragazas!, ¡Andad, andad!
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