Por La Fuerza Pilar Parralejo
Por La Fuerza Pilar Parralejo
Por La Fuerza Pilar Parralejo
***
De entre la gente de la pista había alguien cerca de ellas que las miraba, éste
no bailaba y poco a poco se acercaba a ellas. Clary se detuvo tan pronto
como lo reconoció. Quizás no era el mejor sitio para encontrarse a Colin, y
menos aún porque él sabía de su matrimonio y ahí
***
***
mirando hacia ninguna parte y con las lágrimas corriéndole por las
mejillas. Después de Colin se dijo a sí misma que ningún hombre volvería a
romperle el corazón, que ningún hombre estaría con otra mientras estuviera
con ella porque solo saldría con alguien que la amase de verdad, alguien
que solo pudiera verla a ella. Lo que había sentido al abrir la puerta del
despacho de Ayron y encontrarlo besándose con la rubia de la cena fue peor
que si la hubiera arrollado un camión. Fue un dolor indescriptible. Le quería
como no podría querer a otro, su relación hasta hacía poco más de una
semana había sido fantástica, se había sentido deseada y había deseado a
partes iguales, pero después de aquella cena la sombra de Tessa estaba
sobre ella.
Hacía dos horas que se había marchado y su teléfono había sonado al
menos cincuenta de veces desde entonces. Habían llamado las chicas,
Ayron e incluso su padre, había recibido un centenar de mensajes
preguntándole por lo ocurrido, preguntando si se encontraba bien y
preguntándole donde estaba, y esa era la cuestión. Bajó del autocar y sacó
del maletero las bolsas con sus cosas tan pronto como el conductor le abrió.
Arrastró los bultos hasta una puerta de cristal y hierro pintado de blanco,
llamó y esperó a que le abrieran.
—¡Clary!
—Hola mamá —dijo, haciendo un gesto con las manos para que viera lo
que llevaba con ella.
—¿Pero qué haces aquí? ¿Qué ha pasado? —Sin poder articular la
respuesta se llevó las manos a la cara y empezó a llorar. La mujer bajó los
dos escalones que la separaban de su hija y la estrechó entre sus brazos —.
¿Qué ha pasado?
—No sé cómo pasó pero me casé...
—¿No sabes cómo te casaste?
—Si... no... —dijo entre hipidos. Siguió diciendo algo que la madre no
llegó a entender—, y ahora le he dejado...
—Vamos, entra. Estábamos a punto de cenar.
—¿Estábamos?
La mujer no respondió, estiró los brazos a los lados de su hija y tiró de
un par de bolsas. Clary hizo lo mismo y la siguió hasta el dormitorio en el
que su madre dejó sus cosas.
—Ven, sígueme. Voy a presentarte.
Dudó por un momento si seguirla era lo adecuado, ella no estaba ahí
para que le presentase nadie, ni estaba para quedarse demasiado tiempo,
solo hasta que se tranquilizasen las cosas, hasta que terminase todo lo que
debía terminarse.
Eran pocas las veces que había estado en casa de su madre, por estudios,
por trabajo y porque ésta era una persona independiente que no había hecho
por mantener una relación maternal con ella. Al llegar al salón encontró a
un hombre de unos cincuenta años, muy elegante y pulcramente vestido,
una chica de no más de quince años y a un chico con gafas que
probablemente rondaba su edad. Todos la miraron sin saber de quien se
trataba.
—Ellos son Stanley, Savannah y Nathan. —señaló—. Ésta es Clary, mi
hija.
—Encantada —murmuró.
Aquella gente respondió de igual modo.
—Vamos, siéntate. Donde caben cuatro caben cinco.
—No. Cenad tranquilos, yo saldré un rato al jardín...
Clary apretó su teléfono entre las manos y cruzó las puertas hasta la
parte trasera de la casa, donde su madre tenía un coqueto jardincito con
piscina. Se sentó a la derecha, en una de las sillas de forja que acompañaban
una pequeña mesa del mismo material y pintada del mismo color que la
puerta de la entrada. Cruzó las piernas y se fijó en la pantalla de su móvil.
Lamentaba no haberle hecho una foto a su marido, lamentaba no tener nada
de él, ni un mensaje, ni una nota de voz, nada, solo un número que había
guardado con otro nombre y solo eso.
Después de la llamada con su padre no había vuelto a sonar, supuso que
las chicas estarían en casa, que su padre estaría cenando y Ayron... Tan
pronto como pensó en él apareció su número en la pantalla. Pensó en no
descolgar, como las veces anteriores, pero entonces temió que ya no
volviera a llamarla y no volver a oír su voz. Aunque fuera por última vez
descolgó el teléfono. Por un momento, al escucharle, se llenó de
arrepentimiento. De haberse quedado en su apartamento probablemente lo
tendría delante, podría verle, escuchar su voz de verdad, no a través del
teléfono, pero luego se dio cuenta que de haber sido así terminaría
cediendo, porque le quería, porque le quería de verdad y porque verle mal
también la ponía mal a ella. Se había ido de su apartamento con la intención
de terminarlo todo y así sería. No quería volver a sentirse como lo hacía, así
que esa era la única forma. Se quedaron en silencio y cuando ella supo que
era el final de la conversación cortó la llamada, subiendo los pies a la silla,
abrazándose a sus rodillas y llorando desconsoladamente.
Entró cerca de una hora más tarde, al sentirse un poco más tranquila,
aún tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar, pero no le importó que la
vieran así.
—Clary. —Dijo su madre antes de que ésta se metiera en el cuarto en el
que estaban sus cosas. Ella se acercó tragando con fuerza para poder
responderle—. Ven, siéntate —señaló uno de los sillones que había frente a
una enorme mesa de centro—. Pareces un poco más tranquila. ¿Qué tal si
me cuentas lo que ha pasado? —Clary se fijó en aquella gente antes de
mirar a su madre—. Vale. Parece que tengo que hablar yo antes. Hace
cuatro años que Stanley se mudó aquí con sus hijos. Es abogado
especializado en divorcios y es en su despacho donde nos conocimos.
—Ellos son mis hijos. Hace ocho años que murió su madre y cuando tu
madre me propuso vivir juntos vinieron conmigo. Espero que no te moleste.
—No me molesta —dijo mirándolos.
La muchacha la miraba directamente, en cambio su hermano parecía
ignorarla adrede, lo que tampoco le preocupó.
—Puedes hablar con confianza. ¿Qué es eso de que te casaste?
Clary tragó con fuerza pero se sentó en el sillón y, apretando su móvil
entre las manos empezó a hablar.
—¿Recuerdas a Bruce Wells? —La madre miró hacia arriba un instante
y justo después asintió—. Hace cinco meses Bruce y papá se reencontraron
y decidieron casarnos a... Ayron y a mí. No sé cómo fue, todo pasó muy
rápido, y antes de que me pudiera dar cuenta ya estaba saliendo del juzgado.
—¿Y por qué estás aquí? ¿Porque no quieres seguir casada con él?
—Algo así. ¿Tú fuiste el que divorció a mis padres? —Preguntó a
Stanley, el hombre asintió—. ¿Podrías... podrías ayudarme con el mío?
La madre de Clary la miraba con el ceño fruncido, ella no quería
divorciarse. Una mujer que quiere divorciarse no llora como ella lo había
hecho un rato atrás, no tiene esa angustia.
—Claro que puedo. Pero siendo un matrimonio por la fuerza podrías
haberlo anulado.
—Fue por la fuerza unos días.
—Luego se enamoró de él. —dijo la madre mirándola a los ojos. No
necesitaba confirmación. Esa niña era igual que su padre y podía leerse en
ella como en un libro abierto.
Stanley y ella fueron a un pequeño despacho que éste tenía en la
buhardilla. Rellenaron todos los datos que el abogado necesitaba para
preparar la demanda de divorcio y acto seguido ella bajó a su habitación,
estirándose en la cama, pensando en qué iba a ser de su vida de ahora en
adelante.
Aquella prometió ser la primera de muchas noches tormentosas para
ambos.
Capítulo 16
Hacía varios días que se habían separado y aquella mañana Stanley le
avisó de que ya estaban listos los papeles del divorcio, así que ya podía
pasarse por su despacho. Para su mala suerte, el bufete del novio de su
madre estaba realmente cerca de SWC, por lo que al recoger los
documentos, tendría que ir a llevárselos a Ayron. Del mismo modo, quizás
ese mismo día todo estuviera terminado entre ellos.
Durante esos días había estado buscando apartamento, hasta que tuvo
que mudarse con Ayron había vivido sola, y había sido así desde hacía más
de un año, ahora no pretendía, ni vivir de su madre, ni irrumpir en las vidas
de su nueva familia. Se quedó con el que más le había gustado de todos los
que había visto, un apartamento pequeño y coqueto que quedaba a diez
minutos de SWC y en dirección contraria a la de Ayron, así tendría la
certeza que no se cruzaría con él ni por accidente. Firmó el contrato de
alquiler en compañía de su madre y después de recibir las llaves, fueron al
bufete.
—¿Estás segura de esto? Cuando te has acostumbrado tanto a una
persona, al separarte de ella te sientes perdida.
—Mamá, mi relación con él fue un error. Su familia me odia, tiene
demasiadas chicas detrás de él y muchas de ellas serían un buen partido.
Esto es lo mejor para él.
—¿Es por una de esas chicas por lo que tomaste esta decisión? —
preguntó presionando el botón del piso de Stanley.
—Sí y no. Cuando mejor estábamos con nuestro matrimonio nos
encontramos con esa chica... después de decirme que me quería los vi
besándose en su oficina... Sé que es cosa de su familia, pero no quiero sufrir
más y estar con él es el precio que hay que pagar. Le quiero, nunca lo
negaré porque es la verdad, pero no puedo estar con alguien como él.
Prefiero estar perdida y dolida unos días, poco a poco aprenderé a
respirar otra vez.
La mujer miró a su hija viendo en ella una fortaleza que a ella misma le
había costado mucho encontrar cuando dejó a Will. Sonrió tristemente al
saber lo mucho que iba a sufrir su hija, pero la apoyaría, la apoyaría aunque
supiera que se estaba equivocando. Lo bueno era que tenía solo veintitrés
años, y que con el tiempo, encontraría a quien le hiciera olvidar a Ayron. Ya
en la oficina Stanley le ofreció el sobre con los documentos, preguntándole
exactamente lo mismo que su madre, que si estaba segura, pero lo estaba,
aquello nunca debió ser y estaba segura de lo que hacía.
Tomó el sobre con los documentos, agradeciéndole que no le cobrase
los honorarios que, como abogado, debía cobrar. Luego se marchó.
Se detuvo frente a la entrada de SWC, recordando las veces que se
encontraron en la entrada, a veces accidentalmente, a veces adrede, las
veces que se sonrojó y entró nerviosa... Miró con nostalgia la puerta del que
fue su departamento por más de un año y desvió la mirada hacia la escalera
principal, dirigiéndose a ellas para terminar lo que había empezado cuatro
meses atrás en aquella misma oficina. Subió a pie hasta la primera planta y
allí tomó el ascensor hasta el último piso. Saludó a Vince, quien le dio paso,
y acto seguido entró en el despacho del presidente. Recordó la primera vez
que lo vio allí, sentado, mirándola con autosuficiencia y con su traviesa
sonrisa de medio lado. Se miraron unos segundos antes de que ella tomase
aire y acortase la distancia, colocándose frente a su mesa.
—Hola Ayron —saludó más fríamente de lo que quiso.
—Clary... —Murmuró. Su mirada se iluminó al nombrarla—. Dios mío,
¿Estás bien? Te he echado mucho de menos.
Ayron se puso de pie con intención de rodear la mesa, pero ella actuó
antes de que se le acercase.
—Estoy bien —dijo tratando de ocultar sus propios nervios por tenerle
cerca—. Solo vengo para traerte esto —añadió levantando la mano en la
que tenía el sobre con los documentos de divorcio—. Necesito que lo
firmes.
—¿Y si no quiero firmarlo? —preguntó retórico.
—Entonces dejará de ser un matrimonio secreto. —Aclaró—. Gritaré a
los cuatro vientos que soy tu mujer y no tendrás más remedio que aceptarlo,
con las consecuencias que pueda traer para tu imagen, para la empresa o
para tu familia el que se sepa. Dejarán de haber malos entendidos con
inversores, con hijas de inversores y con los falsos rumores, por mucho que
tu familia quiera meter las narices. Llevarás alianza igual que la he tenido
que llevar yo. —Ayron fue frunciendo el ceño a medida que ella iba
enumerando—. Si no quieres terminarlo esas son las condiciones.
—Está bien. ¿Quieres terminarlo? —Ella asintió con la cabeza—. Muy
bien. —Ayron cogió la pluma y garabateó en el espacio en el que estaba su
nombre—. Con esto está todo terminado. ¿Contenta? —Dijo de mala gana,
dejando caer el bolígrafo sonoramente sobre la mesa. Estaba frustrado.
Clary miró el papel con un dolor indescifrable en el pecho.
—¿Sabes Ayron? Deseaba con todas mis fuerzas que por una vez me
pusieras a mí por encima de todo. Que cogieras ese papel, lo destrozaras,
me abrazaras y me dijeras que yo era más importante que todo lo demás.
Pero con esto me has dejado claro cómo de importante he sido en tu
vida.
Te has impuesto delante de mis amigos marcándome como tuya, luego
me has negado delante de tus empleados, tus socios y tus conocidos, y
cuando tienes la posibilidad de corregirlo decides huir.
Ayron cerró los puños, ella tenía razón. Cogió el documento para leerlo
y se dio cuenta de que ella no pedía absolutamente nada y que, por si fuera
poco, añadía una clausula en la que indicaba que le devolvería la suma que
cobró su padre y que le daría una pequeña cantidad por los meses que vivió
en su casa. Cuando la miró para recriminarle por esa cláusula ella se acercó
a él y dejó sobre su escritorio el anillo que habían comprado juntos. Él miró
la joya creyendo que se moría al comprobar que realmente estaba todo
terminado.
—Adiós, Ayron. Espero que tengas la vida que deseas tener. Y que
encuentres a la indicada, la única con la que realmente quieras pasar el resto
de tu vida.
Tan pronto como ella tomó el sobre y se dio la vuelta corrió para
frenarla.
—Clary... —Murmuró. Pero no fue capaz de pedirle perdón por todo,
decirle que dejasen ahí todo lo ocurrido y empezasen de nuevo.
Observó, incrédulo, como salía de su despacho y le dejaba
completamente solo.
Permaneció inmóvil unos segundos, arrepintiéndose de lo que acababa
de hacer en un arrebato, víctima de la impotencia y el enfado de ver como
la única chica con la que se había sentido así, estaba dejándole. Le rogó a su
propio cuerpo que se moviera, que corriera tras ella e hiciera lo que ella
deseaba, que rompiera esos documentos y la besase, y le dijera que la
quería, y que para él no había nadie más, pero no se movió.
Aquella quinta vez que Clary no quería sufrir, acababa de suceder y su
corazón ya no podía estar más roto. Ayron había firmado el divorcio y había
permitido que saliera de su despacho sin decir una palabra.
Caminó lentamente hasta el elevador del fondo, tratando de permanecer
el mayor tiempo posible ahí, por si salía a buscarla, pero no lo hizo, y el
ascensor llegó, y subió a él sin volver a verle.
Esta vez no iba a ser como la anterior, entró en su ex departamento con
una sonrisa y soltó el bolso y el sobre encima de la que fue su mesa, se
acercó a Leah y la abrazó con fuerza, luego hizo lo mismo con Elisa,
Tallulah, y el resto.
—Hace cuatro días actuaste de la forma más extraña y repentina del
mundo, no nos explicas nada y ni siquiera te paras a despedirte de nosotras
y ahora llegas con tu actitud cariñosa ¿y pretendes que seamos amables
contigo? —soltó Leah completamente enfadada.
—Lo siento...
—Entendemos que no dijeras nada de tu relación con él, pero es odioso
que renuncies por un arrebato de celos —dijo Miren.
—Lo siento, de verdad que lo siento. Pero es un poco más difícil de
explicar. Sé que estáis enfadadas conmigo... Hace un rato me han dado las
llaves de mi nuevo apartamento, ¿Queréis venir? Podemos tener una cena
de inauguración o algo así y puedo explicároslo todo si queréis.
Las chicas se miraron entre sí, como buscando una aprobación la una en
la otra.
—Vamos, chicas, habéis estado estos días lloriqueando porque Clary se
había ido, ¿ahora que viene y os pide que vayáis a cenar con ella tenéis que
pensarlo? Cuenta conmigo. No llevo tanto tiempo con vosotras, pero cuenta
conmigo —soltó Zac, acercándose a ella para abrazarla—. Por cierto, es
una lástima, disimulabais muy mal y se notaba a la legua.
Hacíais muy buena pareja.
Clary no pudo contenerse más, devolvió el abrazo a su ex compañero y
empezó a llorar, llevando a las otras chicas a hacer lo mismo.
Ayron miraba la copia de la demanda de divorcio sin terminar de creer
que fuera cierto. Quizás para ella hubiera sido distinto, pero a él no le había
costado acostumbrarse a ella, no le había costado en absoluto, todo lo
contrario, desde que ella estaba en su vida todo era emocionante, llegar a la
empresa y verla ruborizarse al encontrarse en la entrada, pasar al mediodía
por la cocina deseando encontrarla allí, y lo mejor de todo, llegar a casa, y
saber que estarían juntos toda la noche. Al fijarse en las fechas se le heló la
sangre al ver que ese día no solo habrían hecho cuatro meses de casados,
además era el cumpleaños de su mujer.
—Y este es mi último regalo: un corazón roto y una vida en soledad...
—murmuró, reclinándose en el respaldo de su silla y mirando al techo
para evitar que las lágrimas empezasen a brotar.
La mañana había pasado en un santiamén yendo de un lado a otro, y la
tarde prometía ser igual. Su madre y Stanley llevaron sus cosas a su nuevo
apartamento y, para su sorpresa, tanto la hija como el hijo del abogado se
ofrecieron para ayudarle a repartir las cosas por la casa.
—Me da un poco de pena tu situación —dijo la muchacha—. Yo rompí
con mi ex hace dos semanas y estuve dos días llorando sin parar.
Tú has roto con tu marido...
—Pero todo se supera, ¿verdad?
Savannah asintió con una sonrisa radiante que arrastró también a Clary.
Los dos adultos miraron a las chicas pensando que, si realmente se
tratasen un poco más, terminarían siendo grandes amigas a pesar de la
diferencia de edad.
Cerca de la hora de la cena la madre de Clary quiso llevarla a su casa
para que cenase con ellos, pero en su primera noche en ese apartamento
tenía invitados, por lo que lo pospusieron para otro día.
—Podéis quedaros, si queréis —propuso a Savannah y a Nathan.
Los dos se miraron tentados a quedarse, pero terminaron marchándose y
dejándola sola.
Clary no tuvo tiempo de deprimirse, apenas cinco minutos después de
que su madre se fuera llegaron las chicas al apartamento, ruidosas como
siempre y repletas de bolsas con comida, bebidas y detalles para su nueva
casa.
—Así que este es tu nuevo pisito de soltera.
—Dios, Elisa, que poco tacto tienes. La pobre se nos acaba de divorciar
del Dios de SWC y tu bromeas con eso —empezó Tali.
Todas rieron, incluida la anfitriona.
Las chicas entraron seguidas por Zac. Clary se alegró de que él también
estuviera allí.
—¿Cómo supisteis que estaba con Ayron?
—Empezamos a sospechar que algo pasaba cuando Ayron vino a la
oficina pero se fue corriendo cuando supo que habías dimitido. Luego ha
estado llegando tarde, con ojeras, sin afeitar, desarreglado. Suponíamos que
era por una chica y entonces Leah lo cuadró todo.
Clary miró a su amiga y sonrió tristemente.
—Te dije que estaba interesado en ti... Admite que tengo buen ojo.
—Siento haberos escondido esto, pero realmente no podía decir nada.
Y os pido que por favor guardéis el secreto. No puede enterarse nadie.
—No diremos nada.
—No, no diremos nada, pero a cambio tú vas a tener que hablar.
¿Cómo diablos lo hiciste para casarte con alguien como él?
—Su padre y el mío son amigos de la infancia. Él tenía que casarse para
demostrar a su odiosa familia que es respetuoso con su puesto y poder
mantener la presidencia, mi padre... bueno, ya sabéis que mi padre tenía
deudas.
Pese a que tener deudas no es algo de lo que sentirse orgulloso, Clary no
lo tenía como un secreto, compartiendo tantas horas de oficina como
compartían, yendo a comer juntas casi a diario y saliendo de vez en cuando
como lo hacían, sabían mucho las unas de las otras, por lo que no le importó
que supieran que había tenido dos trabajos para poder pagar las deudas de
su padre o que éste había perdido su casa y las había dejado en la calle.
—Y el padre de Wells os ayudó. —ella asintió—. ¿Le quieres? ¿Es tan
caliente como aparenta por fuera? —Clary dudó en si responder o no—.
Vamos, no es difícil de responder. ¿Estás enamorada de él?
—Lo estoy. ¿Quién no lo estaría? Es tan...
—¿Sexy?
—Sexy, y muy impulsivo, y gracioso. Buscaba cualquier excusa para...
—se detuvo mirándose la mano en la que había llevado la alianza.
No quería seguir hablando de un imposible, de algo que ya había
terminado y que no iba a volver a ser.
—Desde el lunes ha pasado todos los días por la oficina, se ha parado
solo un segundo y se ha fijado en tu mesa.
—Se le pasará. Seguro que Ayron no es del tipo de hombre que está
acostumbrado a que las mujeres rompan con él. Y a mí también se me
pasará. Y todo volverá a la normalidad como si estos cuatro meses nunca
hubieran existido.
—¿Qué vas a hacer ahora?
—Buscar un trabajo. Terminar mis estudios...
—Volviendo al Dios de SWC... —Empezó Elisa—, tendrás que hacer
un esfuerzo y contarnos como es... ya sabes... —todas asintieron
expectantes.
Zac negó con la cabeza como si estuvieran locas y se levantó para ir a la
cocina y servir a esa panda de chifladas, la primera ronda de bebidas.
La diversión, las confesiones y los secretos se alargaron hasta las tres,
después de eso empezaron a marcharse hasta que, finalmente, se quedó
sola, en un apartamento en que viviría sin más compañía que ella misma, en
el que dormiría sola y al que tendría que acostumbrarse.
—Hoy empieza mi nueva vida —Dijo dándose la vuelta tras cerrar la
puerta, estirando los brazos y tomando aire con fuerza.
***
Como cada día desde que Clary se fue, se levantó, se vistió y se fue.