Juan Carlos de Petre - Libro
Juan Carlos de Petre - Libro
Juan Carlos de Petre - Libro
TEATRO
DESCONOCIDO
2° edición
El libro sirvió, por eso pide volver: creo que por el teatro y por el secreto.
Cuando lo escribía lo arduo era acertar con las palabras que visualizaran
aquello que todavía no es; que señalaran el resplandor sin decir de dónde
venía la luz; que dieran constancia de lo posible, mostrándolo como inasible
para despertar la necesidad de alcanzarlo. Y fue bueno, porque de esta forma
en cambio de ofrecer respuestas abrió signos de pregunta. También sembró
dudas, causó desconcierto, cuestionó recetas... esto ha sido igualmente
saludable, llevó a la inquietud por comenzar desde el principio.
Pocos esperan lo que no conocen, esto está reservado a los seres de fe:
cuando el misterio se muestra estamos en presencia del milagro, suceso
transformador porque da cuenta de otras realidades. No hay límites más
abortivos que los impuestos por usos y costumbres, son los primeros que
tienen que ser fracturados por cualquier creador, empezando por los mismos
usos y costumbres teatrales.
ADVERTENCIA SOBRE EL RIESGO
Los hacedores del teatro no escapan a esta extraña regla humana. Podríamos
asegurar que la evolución de este arte, ha dependido justamente de esas
especiales identidades que no aceptaron las formulaciones que para
su momento, para su época, se imponían como realidades teatrales.
Trituraron el pasado, fueron intransigentes consigo mismo y también con el
público; con el público que representa siempre el momento actual, el mundo
histórico con su carga de cultura establecida.
Quizás por esto hay otra regla a la que estarán sometidos los creadores
verdaderos: difícilmente serán comprendidos en su tiempo, porque lo están
violentando. Exigen del presente una sensibilidad que solamente se
desarrollará en el futuro, a veces con siglos de espera.
EL PROCESO
En cada paso por esta vía, con cada técnica empleada en su operatividad,
estaremos develando pequeños secretos hasta acercarnos a la gran enseñanza
que coronará la obra. De allí el cuidado, la cautela, el alerta, la vigilancia con
que se deben manejar las sesiones para la búsqueda.
Como en cualquier trabajo, la primera cuestión importante es el material que
se utilizará. Habrá que contar con los elementos armónicos, correspondientes,
equilibrados, físicamente relativos para que el fenómeno se produzca;
estamos hablando concretamente del grupo de personas que participará en la
aventura.
EL ACTOR IMPOSIBLE
Por eso el actor imposible llega desde el fondo de la memoria -incluso más
allá de sí mismo, desde la nada- para inquietar, para impedir el sueño, para
desbaratar los planes de seguridad, para indigestar. No hay grandeza mayor
que la pequeñez, la de retornar al hombre al desamparo, a su intemperie
inicial, a la comprensión del estado de necesidad desde donde puede aceptar
la obediencia y reconocer que debe aprender. Los desahuciados de la vida son
los que pretenden aferrarla. Los que la entregan, los que la dan... la reciben
nueva.
Pero esta insólita historia no es para todos, tomar el espíritu y decir sí...
cuesta el mundo. El actor imposible sabe que al ejercer su condición ya no
pertenecerá nunca más a las leyes de ese mundo.
Dijimos que el fin de la etapa que concluye con la formación del grupo, es
cuando se ha ganado el estado de inocencia a través del auto conocimiento
por parte de las individualidades que lo componen. También dijimos que este
es el punto de partida para iniciar el encuentro de la obra.
AUTOCONOCIMIENTO: LA DIRECCIÓN
Nadie puede dar lo que no posee. La aparente simplicidad de esta ley está
señalando sin embargo, dos complejas realidades que son la medida de la
verdad individual: primero, que antes de la proposición de ofrecer, es preciso
trabajar para saber con qué se cuenta; y segundo -ya que de dar se trata-
aplicar la mayor voluntad en el rigor por la claridad, riqueza e intensidad de
eso que se ha descubierto es para donar.
LA ENSEÑANZA: PREPARACIÓN
Ser consciente.
“Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era soledad y caos y las
tinieblas cubrían el abismo, pero el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas.
Entonces dijo Dios: Haya luz, y hubo luz.” (Génesis 1 - 1 a 3)
Y así como en los días de creación “vio Dios que esto era bueno”, a imagen y
semejanza del Creador, comenzaremos a darnos cuenta de que todo lo que
nos rodea y lo que vivimos, es bueno; y lo que se haga tendrá esa misma
bondad si somos conscientes del hecho. No es posible la creación sin
conciencia; lo involutivo es obediencia a las demandas de fuerzas ciegas, a las
aspiraciones absorbentes de las profundidades subterráneas: de aquí nace la
amenaza, lo indeseado, el accidente, la destrucción. Son dos realidades que
es peligroso no diferenciar: René Guénon señala una clara diferencia entre el
“supraconsciente”, es decir, aquello por lo cual se establece una
comunicación con lo suprahumano y el “subconsciente” que tiende,
inversamente, hacia lo infrahumano. Y agrega que “el subconsciente, gracias
a su contacto con influjos síquicos del orden más inferior, imita
efectivamente al “supraconsciente” (2); esto, para quienes se dejan engañar
por tales falsificaciones y son incapaces de discernir su verdadera naturaleza,
da lugar a la ilusión que desemboca en lo que hemos llamado una
“espiritualidad al revés.” (3)
Voluntad
Hay que detenerse con mucha precaución en esta parte del procedimiento, ya
que es inherente al trabajo que estamos describiendo: la voluntad correcta
que debemos practicar, es aquella que permite la entrega o el abandono
a otro tipo de voluntad que -de esta forma- tendrá oportunidad de
concretarse en los actos. (Volveremos en reiteradas oportunidades sobre este
punto en diferentes títulos, como por ejemplo, en el del Movimiento)
El escuchar
La palabra nace del escuchar; de escuchar con los oídos internos las voces del
propio interior. Habiendo conseguido el vacío pleno de silencio,
el lenguaje comenzará a formarse más allá del entendimiento.
Posteriormente habrá que traducirlo, que pensarlo, paso inevitable para
poder transmitirlo.
Siendo el teatro desconocido la transferencia del mismo misterio, el
espectador también “escuchará” la palabra que forma parte de él, incitándolo
a descubrir el secreto.
Fe
Sin embargo podríamos hablar de otra fe: aquella que es comprobación, por
esto mismo, certeza. En este caso fe ya no es hipótesis, sentimiento o credo,
es conocimiento preciso y demostrable. La semejanza con la anterior es que
siempre la fe estará referida a lo que sucede fuera de las vías normales; de
una u otra manera estará comprometida con lo extraordinario, con lo
sobrenatural, con otro sentido del suceder, con un procedimiento que nada
tiene que ver con la razón o la lógica para entender el porqué de los
acontecimientos. Es una especie distinta de inteligencia, una clase diferente
de pensamiento para concebir el pasado y el presente o preparar el futuro.
Por la fe se puede saber que algo es o será aunque todo análisis, toda
conclusión, diga que eso es imposible. Para ambos casos, la fe es una acción,
una forma muy particular de obrar: en la primera se actúa por convicción, por
creencia; en la segunda por sabiduría, por comprensión. Un efecto reconocido
de este misterioso actuar es la confianza, la protección y el amparo que se
otorga a quien la ejerce.
Nadie niega que lo desconocido asusta, pero esto es también necesario y hace
al proceso: la fe tiene en el temor su custodia, el miedo tiene en la fe a su
heroína.
Sacrificio
La visión
El impulso
Esto que nos sucede ocasionalmente, tendremos que producirlo ahora de una
manera consciente, a través de la práctica constante: bajo la conciencia de
sí, deberemos desprendernos del control de la voluntad y esperar a que se
manifiesten estos impulsos. Sin duda estaremos trabajando con la frecuencia
de energía electromagnética acumulada en el organismo y que tiene su centro
en un lugar del cuerpo -posible de ser localizado con claridad- el que habrá de
descubrirse en la misma experimentación del ejercicio, ya que sería ir contra
la propuesta del autoconocimiento, indicar por nuestra parte dónde está
situado dicho centro. Al fijarse la atención y la conciencia en este sector ya
identificado, dicho centro comenzará a actuar facilitando la aparición de los
impulsos.
Lo dicho, ayudará a curar el deseo de saber anticipadamente -sin haberse
experimentado- los efectos de este o cualquier otro ejercicio. Toda enseñanza
exige obediencia y docilidad a sus normas, requiere de su cumplimiento leal si
se quieren obtener resultados reales de aprendizaje: jamás un necio o
arrogante que se resista a cumplir tareas creyendo saberlo todo, podrá
acceder a la posibilidad de evolución.
Dijimos que, situado el centro con la conciencia, sólo cabía esperar. La espera
es la pequeña gran llave que hace posible el ingreso en las nuevas realidades
propiciadas por las particulares ejercitaciones de este procedimiento creador,
lo que significa que en sí misma constituye una técnica fundamental.
Por último, hay otro aspecto efectual de la espera, que toca uno de los
secretos más reveladores y significativos del teatro desconocido: el de las
fuerzas femenina y masculina de la cuales hablaremos más adelante. Por lo
pronto señalaremos -a modo de postulado- que la creación reposa y se origina
en la actividad femenina, que consiste precisamente en el acto pasivo de
esperar y recibir.
El sonido
Estamos habitados por vibraciones que -al ser escuchadas, permitiéndoles salir
atravesando la garganta- se convierten en sonidos. Sonidos que tendrán
distintas frecuencias o resonancias dependiendo de dónde partan, de los
centros del cuerpo a que correspondan y a su incidencia en el trabajo.
Tampoco hay que olvidar lo más evidente: el sonido es el principio de la
música, es también el gestor de la articulación y de la resonancia de la
palabra.
El movimiento
Por eso, cuando un actor se traslada por el espacio del teatro desconocido, no
está cumpliendo ninguna función descriptiva, ni lógica, ni anecdótica;
está moviéndose, vale decir, propiciando un cambio cualitativo de su ser. Y
la voluntad de ese actor consiste precisamente en permitirle a esta otra
voluntad -que espera la oportunidad aletargada en su interior- realizarse sin
interferencias de ningún tipo.
Pero ¿qué significa esto? ¿A qué se debe este fenómeno? Para su explicación
hay que recordar la referencia a los centros interiores.
Lo importante es observar que, así como podemos trabajar con otro tipo de
movimiento, con otro tipo de voluntad, también es posible despertar otro tipo
de movimiento para el pensamiento o para el sentimiento.
Cada persona -sea hombre o mujer- posee en su interior una fuerza masculina
y una fuerza femenina. En cuanto a la de unión, aunque existe también
independientemente, se conquista o tendrá su plena vigencia, luego del
proceso de encuentro y de unidad experimentado con las otras dos.
Se podría asegurar que la relación entre estas dos fuerzas, más el fenómeno
que se produce con la aparición de la tercera, constituyen el principio a
partir del cual comienza un verdadero desarrollo esencial. ¿Por qué se hace
semejante afirmación?
Por otra parte concentrar es focalizar, todo lo contrario del efecto dispersor;
o sea que dirijo conscientemente, atraigo, reúno o absorbo la energía hacia
un centro con la finalidad de que él actúe en mí, movilizando el organismo.
Pero como hay más de un centro, tendremos que identificar a cada uno y
conocer su función, porque desde ellos -solamente desde ellos- se
administrarán los movimientos de acuerdo a sus particulares destinos.
Ahora bien, si una persona abre los brazos subiéndolos hasta la altura de sus
hombros, automáticamente establece la figura de esta cruz cristiana y nunca
la de la cruz convencional formada por las dos líneas que se cortan
perpendicularmente en un punto, haciendo equidistantes cada segmento. Y
no hay manera corporal de hacer otra cruz.
Esto nos llevaría a suponer que el centro real del hombre no es su centro
físico (el estómago) sino justamente ese que pasa por su pecho. Antes de
continuar, se hace necesario decir que de ninguna forma estamos intentando
comparaciones religiosas para argumentar una tendencia en este sentido,
pero tampoco las evitaremos para huir de ese temor. De hacerlo, nos
veríamos limitados en éste y otros casos, por controles o autocensuras
derivadas de esquemas o prejuicios culturales.
Si seguimos con las analogías veremos -que en el caso físico- el centro que
está en el estómago coincide con el lugar (también físico) de gestación en la
mujer: es el recipiente biológico de creación donde se concibe el niño. Si
ahora pensamos en el otro centro, el de la cruz cristiana situado en el pecho -
que se muestra en muchas imágenes con el corazón abierto de Cristo, punto
de irradiación del amor- podríamos decir que éste es otro lugar de
creación no ya fisiológico, sino el de la vida del espíritu.
Se nace de arriba hacia abajo por la cabeza, que además atraviesa la zona
sexual de la mujer. En la cabeza, sitio más alto del cuerpo, hallamos también
el centro más elevado para ejercitar: el de la comprensión. Dijimos en el
capítulo sobre las Fuerzas masculina, femenina y de unión, que “en la
región superior del centro de la cabeza se hace físico el sentido de eje...” (4)
Más adelante señalamos la experiencia del giro -entre otras cosas- como
analogía con los movimientos de los planetas, algo que reiteramos en este
capítulo pero por otros motivos. Debemos pues, relacionar las tres fuerzas
con el centro en el pecho y el volumen citado del trompo: cuando un actor
gira en el teatro desconocido “reproduce los movimientos de rotación y de
traslación...” (como las esferas), pero -agregamos ahora- lo hacen con las
características giratorias del trompo. La combinación de ambos movimientos,
de dos realidades, sugieren mucho más de lo que podemos decir aquí.
Los pies son otro punto de significación para el proceso: en ellos radica el
destino último de la comprensión. Es el polo opuesto a ella y -si hacemos un
círculo sobre el cuerpo, precisamente por las características de polos de
ambos centros- dibujaríamos la figura del cero: el número que es principio y
fin, símbolo de lo inmanifestado y del final de la manifestación. Solamente
cuando lo que hemos comprendido se traduce en pasos, en andar, en acción,
solamente a partir de ese momento podemos hablar de realidad, de la verdad
de aquello que hemos comprendido: la palabra se ha hecho carne.
Contraexpresión
Utilizamos este término para describir una práctica del proceso cuyo objetivo
es negar, sistemáticamente, la expresividad.
El desequilibrio
Como se ve, la experiencia del desequilibrio será una técnica para alentar la
formación de un diferente y legítimo equilibrio, aquel que no perturbe con sus
exigencias de mantenimiento, los pasos de los buscadores que intentan
aproximarse al misterio. Este procedimiento puede convertirse en un atajo,
ahorrándoles camino -para acercarlos por medio de ejes ciertos- al teatro que
se revelará.
ESTADO CREADOR
Todas las técnicas y operaciones tienen un solo fin: preparar al actor del
teatro desconocido para que logre el estado creador en el momento que lo
necesite. Una situación de descubrimiento que le permita ingresar con
certeza en otros niveles de realidad, en diferentes posibilidades de lenguaje,
en inéditas formas expresivas.
Inspiración
Hemos estado viendo el mapa de los centros, sin duda son éstos los lugares de
impresión para la inspiración. Desde allí emanan energías o vibraciones que
traducirán en formas, movimientos, palabras, imágenes, figuras o signos,
el Lenguaje Inspirado. Todo esto es necesario recorrer para conseguir la
inspiración controlada; parecería un juego de palabras: aspirar a la
inspiración. En las dos operaciones básicas se completa el ciclo: se expira
para vaciar los pulmones, se inspira para que entre el aire nuevo y limpio.
Como se ve, la respiración forma parte -además del ritmo fisiológico- del
ritmo cósmico de evolución. Alguien muy sabio en este tipo de búsquedas y
encuentros dijo: “la respiración es tiempo”; en la medida que retrasamos el
tiempo de inspiración, en esa idéntica medida prolongamos el tiempo de
crecimiento esencial. Todo dice lo mismo y lo mismo está en todo.
Por eso en las sesiones de trabajo concreto, cuando los actores inspirados
están hablando (sea por palabras, gestos, sonidos, murmullos o movimientos)
es el momento milagroso en que presenciamos el teatro desconocido: lo
ignorado se revela. Y en esos momentos de dicha -por nuestra
bienaventuranza- recordaremos a los seres queridos que murieron sin
inspiración, sin haber podido hablar.
Manifestación
Sin embargo, peregrinos somos en este andar... será necesario dirigirnos hacia
otro misterio, hacia otra nueva experiencia de manifestación dentro del
teatro que -una vez más- desconocemos.
El en sí mismo
Cualquier suceso de manifestación tiene que ser visto “en sí mismo”. Esto
quiere decir que cada acontecimiento es una unidad independiente del resto;
si bien son fragmentos de un todo, su existencia habla suficientemente por
ella misma de esa totalidad.
Los pequeños núcleos son rémora, prototipos, muestras del núcleo mayor. Si
la fuerza de unión ha consumado la boda de las fuerzas masculina y femenina,
nos encontraríamos fuera de los géneros; él o ella serían desde ahora “lo”,
que además de su neutralidad es indicativo de esencialidad: lo puro, lo bello,
lo humano.
Comprendiendo cada cosa en sí misma -por otra parte- tendremos una visión
desestructurada de la realidad, desactivada en su esquema, lo que permitiría
establecer nuevas y sorprendentes relaciones para arribar a otras
distribuciones, a diferentes órdenes. Esta manera de operar con el proceso de
trabajo, nos lleva a experimentar otro sentido: ya no estaremos asociando
automáticamente situaciones ni sacando conclusiones igualmente maquinales.
El pensamiento actúa por sistemas de ordenamiento, si modificamos la
concepción de estos sistemas las lecturas se enriquecerán formando
significaciones insospechadas. El simple hecho de valorar los actos
desprendidos de una lógica global, le da valor autónomo y aleja los fantasmas
del porvenir o las secuelas del pasado, radicando la vivencia en el presente
inmediato, tal y como debe ser si se pretende tocar lo cierto.
Por eso, en el registro diario, hay que acostumbrarse a detectar los “en sí
mismos”; un gesto, un movimiento, un sonido, un silencio; tal vez sea ésta la
gramática de la poesía literaria y también la poesía del espacio: cada vocablo
lo dice todo, cada imagen transmite o convoca al universo. La explicación
racional requiere para justificarse de antecedentes y consecuencias; a la
sensibilidad “ensimismada” en cambio, le basta con la mirada para
entenderlo por completo. En el primer caso el tiempo empleado es largo en
análisis o conclusiones y requiere multitud de datos indirectos; en el segundo,
el tiempo es el que dura esa mirada y no necesita de accesorios para su
comprensión.
Éste será de aquí en más, el vínculo a cuidar; la vigilancia necesaria para cada
sesión de búsqueda. De hecho, al comprobarse un alejamiento, una
desviación, se impondrá el estudio para hallar las causas. Entre ellas
aparecen con frecuencia todos los síntomas de retorno, de conflictos, de
dudas y, en cuanto a procedimiento, de la falta de preparación para el
trabajo de cada día: condiciones óptimas tanto físicas como sicológicas,
memoria clara y lúcida del momento presente dentro del desarrollo, ubicación
en el lenguaje que comienza a vislumbrarse. En resumen, todo lo que
podríamos llamar la ejercitación previa al ensayo.
Etapa uno ( I )
Esto, que ha sido un largo camino para cada uno de los actores, es a partir de
este momento, el camino del grupo. El organismo creado por todos (que no es
la suma de las partes sino una realidad nueva y diferente con identidad
propia) trabajará en la primera etapa para superar su anecdotario, sus
referencias, sus anhelos o su historicidad como marco simplemente
descriptivo. En el Capítulo sobre La visiónhablamos del desgaste a que es
expuesto en el ciclo del tiempo el patrimonio personal, ahora insistimos en
recalcarlo para el conjunto: también éste sufrirá el “agotamiento”;
desechará -en largas y fatigosas sesiones durante días y meses- lo que es
mortal. Lo que se agota no tiene alimentación creadora, pertenece a lo
perecedero.
Conviene señalar, ya que estamos en los comienzos del recorrido, las normas
básicas de estas sesiones. Son reglas de procedimiento para la mecánica de
los ensayos:
6.- La consigna de partida para cada ensayo, en esta época, será el no hacer,
sin límite de tiempo. Se dejará “suceder” lo que se vaya presentando. El
trabajo no se interrumpirá por ninguna causa; solamente el director podrá
detenerlo cuando lo crea conveniente. Si un actor -por cualquier motivo que
no sea de fuerza mayor- no puede o no quiere seguir trabajando, no
abandonará el espacio; permanecerá en él hasta que se marque el fin de la
sesión. Al evaluar, la dirección tendrá mucho cuidado en señalar lo que está
viciado de intenciones o deseos, de hechos o vínculos premeditados. Los
“sucesos” deben tener calidad original. Esta negación de la voluntad en el
organismo grupal, tiene su correspondencia con lo dicho en el Capítulo
sobre El movimiento. El ser tiene un plan de realización, según su tiempo y
condiciones: la obra va obrando en los actores y hay que permitirle que lo
haga sin obstáculos, ya sea por parte de ellos o de la propia dirección.
Por otra parte, siguiendo una cierta lógica en estos comienzos, se irán
estableciendo -como ya lo adelantamos- los posibles roles de cada actor: estos
roles nada tienen que ver con personajes ni con historias, son las voces y los
“papeles” que jugarán como transmisores.
Etapa dos ( II )
Esta situación dará la clave del lugar, de los seres que lo habitan, de los
vínculos entre ellos, del tiempo en que ella vive, de la atmósfera y de su
poesía. De los significados o signos que se abrirán para ser desentrañados
cuando sea el momento de la lectura de este lenguaje, de la comprensión de
sus palabras.
Otro actor se dirige directamente hacia la tela negra que delimita y neutraliza
el espacio: permanece frente a ella mucho tiempo, tal vez todo el ensayo; es
indudable que este rol tiene delante de sí un límite, ¿cuál es ese límite? De
acuerdo a lo que explicábamos antes, identificado el núcleo (detención) y
posterior lectura (límite, obstáculo) se conseguirá -como por arte de magia-
la recuperación de la acción y con ella la respuesta al enigma. El actor -en la
próxima sesión- pone una mano sobre su corazón y sigue caminando... ¡allí
está la explicación!: el sentimiento es el centro que le faltaba activar para
continuar su camino. En este ejemplo se han visto los dos hechos claves, el
primero es que al comprenderse el porqué de la imposibilidad “la situación
cambia” y se genera un nuevo movimiento, hecho que dijimos tiene algo de
milagroso; y el segundo, que por esa comprensión hemos abierto el camino a
nuevos descubrimientos.
Un autor decía (que me perdone por no recordar su nombre ni el de su libro)
que había tres lecturas posibles de un hecho: la literaria, la simbólica y la
analógica. “Un señor se desviste” : en la lectura literaria se entiende
simplemente eso, que se está quitando la ropa; en la simbólica se podría
entender que ese hombre se está liberando de lo que le impide mostrarse tal
cual es; y en la analógica (sin duda la más importante porque conduce al
autoaprendizaje) podríamos comparar esa conducta con la propia y establecer
que en nuestro caso estamos tan acostumbrados a la imagen que costaría
mucho liberarnos de las vestiduras que nos esconden. También sería posible
hacer analogía con otra enseñanza, con alguna literatura, con diferentes
formas artísticas. Yo agregaría que -cuando se lleva suficiente entrenamiento
en la ejercitación de las lecturas- estos tres niveles se cumplen
automáticamente, volviéndose al primero, al más elemental, pero con la
capacidad de contener a los otros. O sea que la descripción física correcta,
fiel, despojada, explica por sí misma el significado: el actor “se detuvo” dice
sin más aderezos que está detenido, la comprensión de la palabra resume los
demás niveles.
Sin embargo esto no quiere decir que los contenidos estén desvinculados de la
persona, pero esta relación no es descriptiva ni anecdótica sino mítica,
arquetípica; por eso termina -al ser expresada- perteneciendo a todos. En el
“Paraíso”, Dante (“La Divina Comedia”) habla del fin de la memoria porque la
visión es directa y permanente, se vive allí en el lugar del principio, no se
necesita ya como guía para el “regreso”.
c) Definición de la situación con la palabra que para el actor sea la más justa
en cuanto a su significado, forma o imagen. También esta palabra debe servir
para que el recuerdo sea inmediato y nítido motrizmente.
Como conclusión de este tema, señalaremos una de las características por las
cuales se puede reconocer sin error la forma en que esta calidad de memoria
esencial se presenta en el trabajo concreto: la situación se repite, vuelve a
suceder una y otra vez aunque sea de distintas maneras; esa repetición está
indicando su verdad y su pertenencia a la obra. En cambio, aquellos
momentos de memoria circunstancial, sicológica, de valor solamente
personal, son efímeros, se agotan, no insisten en mostrarse. Una tiene
condiciones de eternidad; la otra es susceptible de muerte.
Pero, si bien será el director quien tiene -por su visión más objetiva, global,
externa, desidentificada- el peso mayor, este proceso se llevará a cabo
además de los actores, con todo el equipo que participa del montaje.
Por supuesto que en este trabajo entra en juego más que nunca, lo que ha
sido una exagerada insistencia: la capacidad de lectura vinculada a la
capacidad de comprensión del Lenguaje. Así, en las reflexiones y análisis
comunes, se impondrá necesariamente la interpretación más sabia, la que
tenga el sentido más claro de verificación con la realidad de creación que se
maneja.
Los roles de cada actor están identificados: conocemos sus nombres y sus
vidas, sus apariencias y realidades, sus pasados y destinos, las imposibilidades
y el momento preciso de sus transformaciones, siendo en éstos donde se fija
la clave maestra de la lección evolutiva con su correspondiente didáctica para
los que proponen el ascenso: es el descubrimiento dentro del descubrimiento.
Después de muchos días, se dieron cuenta de que todo lo que tenían era un
trozo de pan y un trago de agua en un cuero. Terminaron discutiendo para
quién debería ser todo el alimento. Al no hacer progresos al respecto,
trataron de dividir el pan y el agua. Aún así no pudieron llegar a una
conclusión. Como ya anochecía, uno de ellos sugirió finalmente que deberían
dormir. Cuando despertaran, aquel que hubiese tenido el sueño más notable,
decidiría que debería hacerse.
El tercer viajero dijo: -En mi sueño nada vi, nada oí, nada dije. Sentí una
apremiante presencia, quien me forzó a levantarme, buscar el pan y el agua e
ingerirlos en ese mismo momento, y eso es lo que hice.”
La obra puede presentarse con las líneas del tiempo alteradas, me refiero al
tiempo cronológico al que estamos acostumbrados. En la descripción de esta
obra (Obra: “In Memoriam”. TEATRO ALTOSF, Caracas 1984) se puede intuir la
dificultad con la que nos encontramos para descifrarla:
Otro de los códigos descodificados con el que nos hemos encontrado, ha sido
el de las palabras. Voy a citar a Fulcanelli: “Si el sentido corriente de las
palabras no nos permite ningún descubrimiento capaz de elevarnos, de
instruirnos, de acercarnos al Creador, entonces el vocabulario se vuelve inútil.
El Verbo, que asegura al hombre superioridad indiscutible, la soberanía que
posee sobre todo lo viviente, pierde entonces su nobleza, su grandeza, su
belleza, y no es más que una triste vanidad. Sí, la lengua, instrumento del
espíritu, vive por sí misma, aunque no sea más que el reflejo de la Idea
universal. Nosotros no inventamos nada, no creamos nada. Todo está en todo.
Nuestro microcosmos no es más que una partícula ínfima, animada, pensante,
más o menos imperfecta, del macrocosmos. Lo que creemos descubrir por el
solo esfuerzo de nuestra inteligencia existe ya en alguna parte. La fe nos hace
presentir lo que es; la revelación nos da de ello la prueba absoluta. A
menudo flanqueamos el fenómeno -léase milagro- sin advertirlo, ciego y
sordos. ¡Cuántas maravillas, cuántas cosas insospechadas no descubriríamos,
si supiéramos disecar las palabras, quebrar su corteza y liberar su espíritu, la
divina luz que encierran! Jesús se expresó sólo en parábolas: ¿podemos negar
la verdad que éstas enseñan? Y, en la conversación corriente, ¿no son acaso
los equívocos, las sinonimias, los retruécanos o las asonancias, lo que
caracteriza a las gentes de ingenio, felices de escapar a la tiranía de la
“letra” y mostrándose, a su manera, cabalistas sin saberlo?” (5)
Digamos que la diferencia con el procedimiento ortodoxo (el que parte del
cero) radicó en que se tuvo la situación central de la obra por anticipado;
todo lo demás siguió el desarrollo de siempre. Garmendia fue nuestro
compañero en este trayecto del viaje.
Estos ejemplos son para alertar sobre las infinitas manifestaciones que puede
tener una obra. Por eso debe haber capacidad para múltiples lecturas; esto
culminará en la definición final del montaje. Porque las vestiduras de la obra
son y serán siempre “las que le correspondan”: esto forma parte del mismo e
idéntico procedimiento que hemos puesto en práctica durante todo el
trabajo.
Los vestuarios, las luces, la música, la figuración del espacio, todo, todo
debe encontrarse.
El testigo
Si bien los actores ya saben el recorrido que les toca, si bien ellos realizarán
las acciones (actuarán), y los espectadores observarán, oirán, contemplarán,
no es menos cierto que el suceso con su calidad de vibración y de energía, de
penetración en otras densidades de la realidad, de impresiones irreconocibles
y de éxtasis consciente, es único e irrepetible por ese sólo tiempo que dura la
obra para los dos. Porque en su definición más simple, testigo es la persona
que presencia o adquiere directo conocimiento de una cosa. “Lo que nos fue
dado aquí, lo conservaremos. Y, si ello no basta, deberemos reunirnos de
nuevo y juntos tender nuestras manos hacia el dispensador.” (Nuevamente J.
Gibran)
Esta mirada desde el mismo lugar -que abarca tanto a actores como
espectadores- opera en la recuperación e integración a la conciencia
originaria, la del Principio, la edénica. Y a su manifestación comprobable
experimentalmente a través del fenómeno y de la cual se puede dar
fehaciente testimonio. En un caso como productor del hecho y en el otro
como testigo del mismo.
Nadie sueña ni debería soñar con que una presentación teatral pueda
modificar definitivamente a alguien, pero sí es posible imaginar que sirva de
referencia para una acción futura en este sentido. Otros lo han hecho por
nosotros, hemos tenido la providencia de continuar. A ellos y a nosotros:
gracias.
APOLOGÍA DE LO ELEMENTAL
Porque desde allí, seremos nosotros ahora quienes impactaremos -a través del
modelo- en el propio núcleo, produciendo los concéntricos en este caso
expansivos, con sendas lecturas, proyecciones y analogías.
Resignar las consecuencias de toda una época, de toda una cultura, de toda la
ciencia, de todas las políticas, de todo un arte equivocados por sus evidentes
efectos de muerte, es ya dejar de prevaricar, de asesinar, de pecar.
La hipertrofia del dominio del hombre sobre los elementos ha destruido esos
elementos impidiéndole en definitiva y como cruel paradoja, continuar
utilizándolos. En términos de moraleja: no era cierto que el dominio
significara conocimiento, apenas ha sido utilización; nadie jamás pudo prever
los terribles resultados de este desquiciado uso.
Si la humanidad termina dañándose a sí misma, es que no sabe, no conoce las
leyes de la creación; la soberbia, la arrogancia, la omnipotencia que nos
transformó en usurpadores de Dios, nos ha apartado de ella.
NOTAS
(1) P. D, Ouspensky “UN NUEVO MODELO DEL UNIVERSO” Edit. Kier pags. 38,
39. Volver
(2) “El autor (René Guénon en “SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LAS CIENCIAS
SAGRADAS”) utiliza el verbo en relación con el apotegma medieval,
frecuentemente citado por él de que “Satán es el mono de Dios”. ( N del
T). Volver
(3)“SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LAS CIENCIAS SAGRADAS” René Guénon.
Pag. 39. Edit. Eudeba, 1976. Volver
(4) Herman Keyserling. Volver
(5) “El Misterio de las Catedrales” Fulcanelli. Edit. Plaza & Janes. Pags. 63-
64. Volver