La Abeja Haragana
La Abeja Haragana
La Abeja Haragana
El Abeja
haragana
Educación en casa MIZPA
! LA ABEJA HARAGANA
Horacio Quiroga
trabajar, es decir, recorría los árboles uno por uno para tomar el
jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo
en miel, se lo tomaba del todo.
Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas, apenas el sol
calentaba el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la
colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las patas,
como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy
contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor,
entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el
día mientras las otras abejas se mataban trabajando para llenar
la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas
recién nacidas.
La abejita contestó:
-Acuérdate de esto.
Y la dejaron Pasar
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Al anochecer siguiente se repitió la misma cosa. Antes de
que le dijeran nada, la abejita exclamó:
- ¡Sí, sí hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he prometido!
- ¡No se entra!
-le dijeron fríamente.
- ¡Yo quiero entrar!
-clamó la abejita
-. Esta es mi colmena.
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-Respondieron las abejas, que saben
empujaron afuera.
- ¡Perdón!
-gimió la abeja
- [Déjenme entrar!
-Ya es tarde
-le respondieron.
- ¡Por favor, hermanas! ¡Tengo sueño!
-Es más tarde aún.
- ¡Compañeras, por piedad! [Tengo frío!
-Imposible.
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- ¡Por última vez! ¡Me voy a morir! Entonces le dijeron:
-No, no morirás.
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-murmuró la abejita
- No trabajo, y yo tengo la culpa.
-Siendo así -agregó la culebra, burlona
-, voy a quitar del mundo a un mal bicho como tú. Te voy
a comer, abeja.
¿Tú crees que los hombres que les quitan la miel a ustedes, son
más justos, abeja holgazana?
-No, no es por eso que nos quitan la miel
- respondió la abeja.
abeja.
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-Usted hace eso porque es menos inteligente que yo.
- ¿Yo menos inteligente que tú, mocosa? - se río la culebra.
-Así es- afirmó la abeja.
-Pues bien
- dijo la culebra
-, vamos a ver-lo. Vamos a hacer dos pruebas. La que haga
la prueba más rara, ésa gana. Si gano yo, te como.
- ¿Y si gano yo?
-preguntó la abejita.
-Si ganas tú
-repuso su enemiga-, tienes el derecho de pasar la
noche aquí, hasta que sea de día. ¿Te conviene?
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- ¿Cómo?
-exclamó la culebra, dando un salto de sorpresa
-. ¿Desaparecer sin salir de aquí?
-Sin salir de aquí.
- ¿Y s i n esconderte en la tierra?
-Sin esconderme en la tierra.
-Pues bien, ¡hazlo! Y si no lo haces, te como en seguida
-dijo la culebra.
tenido tiempo de
examinar la caverna y había visto una plantita que crecía allí.
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particularidad de que sus hojas se cierran al menor
contacto. Solamente que esta aventura pasaba en Misiones,
donde la vegetación es muy rica, y por lo tanto muy grandes
las hojas de las sensitivas. De aquí que, al contacto de la
abeja, las hojas se cerraron, ocultando completamente al
insecto.
Nunca jamás, creyó la abejita que una noche podría ser tan
fría, tan larga, tan horrible. Recordaba su vida anterior,
durmiendo noche tras noche en la colmena, bien calentita,
y lloraba entonces en silencio.
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Las abejas de guardia la dejaron pasar sin decirle nada,
porque comprendieron que la que volvía no era la
paseandera haragana, sino una abeja que había hecho en
sólo una noche un duro aprendizaje de la vida.
FIN
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