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CUENTOS

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GATO CON BOTAS

Había una vez, un humilde molinero que tenía 3 hijos. Estando el pobre hombre enfermísimo, ya antes de fallecer llamó a sus
hijos al lado de su lecho. Los únicos recursos que el hombre tenía eran el molino, un asno y un gato, y decidió repartir esta
herencia entre sus 3 hijos. Al hijo mayor le tocó el molino. El del medio recibió el asno, y el hijo menor debió conformarse
con el gato.
El más joven de los hermanos lamentó mucho su mala suerte; mas no tenía idea de la gran sorpresa que le depararía el
destino…
Un gato muy especial
El hermano menor estaba muy enfadado: consideraba una injusticia que le hubiese tocado solo un gato como herencia,
mientras que sus hermanos mayores podrían trabajar juntos y ganarse el pan sin inconvenientes.
–¿Para qué exactamente deseo un gato? Es solo otra boca para nutrir, ¡que desgraciado soy! –dijo el joven hablando para sí
en voz alta
Pero para su sorpresa, el gato, que estaba acurrucado a su lado, le respondió:
-Despreocúpate mi señor, te probaré que puedo ser considerablemente más útil de lo que piensas
–¿Y de qué forma vas a poder asistirme, que eres solo un gato? - le respondió descreído el joven
-Solo necesito dos botas y un saco, y te probaré que has sido muy afortunado– afirmó el gato, segurísimo de sí.
El hijo del molinero decidió que calidad la pena procurarlo. Tras todo, un gato que habla ya era por sí un milagro, y no tenía
nada que perder. El joven logró las botas y la bolsa que había pedido el gato y se las entregó.
la curiosidad, del monarca.

PINOCHO
Se inicia cuando un viejo carpintero, llamado Gepetto, crea una marioneta de madera con la forma de un niño. La crea con
gran amor y dedicación, con pantalones cortos, camisa con moño y rostro pícaro.
Al verlo terminado, le gusta tanto su creación que desea fervientemente que sea un niño de verdad. Un hada escucha el
deseo de Gepetto y le da vida al muñeco. Pero aún teniendo vida, Pinocho sigue siendo una marioneta de madera.
El hada le dice a Pinocho que lo convertirá en un niño de verdad. Pero le advierte que, para ello, deberá demostrar varias
cualidades: generosidad, obediencia y sinceridad. Para ayudarlo a conseguir esas cualidades, el hada deja a cargo Pepe Grillo,
quien será la conciencia de Pinocho.
Pero Pinocho, desoyendo las advertencias del hada y los consejos de Pepe Grillo, desobedece a Gepetto al no ir a la escuela.
Además miente, y a cada mentira que dice, su nariz de madera crece varios centímetros.
Como consecuencia de las mentiras y las desobediencias, Pinocho se va metiendo cada vez en más problemas. Pero gracias a
su gran corazón y a la ayuda de Pepe Grillo, puede enmendar sus errores y promete no volver a cometerlos.
El hada ve que Pinocho aprendió la lección y cumple el deseo de Gepetto, convirtiendo a la marioneta en un niño de verdad.

ALADINO Y LA LAMPARA MARAVILLOSA


Aladino periodo un joven pobre y algo holgazán: prefería pasar sus días divirtiéndose con amigos y tomando el sol,
en lugar de buscarse un trabajo para ayudar a su madre que había quedado viuda hace tiempo.
Un día llegó a su pueblo un misterioso mago, que se presentó en casa de Aladino asegurando que period su tío,
hermano de su difunto padre. A pesar de que ni la madre ni el joven sabían nada sobre su existencia, el astuto
mago logró ganarse la confianza de la madre de Aladino, convenciéndola para que le permitiera llevarse al chico
para enseñarle un oficio.
Un buen día, el mago le pidió a Aladino que lo acompañara fuera de la ciudad; cuando estuvieron en medio del
desierto, el mago encendió un fuego, echó por encima unos polvos con un olor extraño y profirió palabras
incomprensibles: la tierra se abrió de repente y apareció una gran roca cuadrada, con un anillo de bronce en el
centro.
Aladino quiso escaparse, pero el mago lo detuvo con la fuerza y le dijo:
– Debajo de esta piedra se esconde un tesoro magnífico… solo una persona de corazón puro podrá hacerse con él,
y tú Aladino, eres un joven bueno
Sin poder creer lo que estaba sucediendo, Aladino cogió el anillo de bronce y levantó la roca sin ningún esfuerzo;
debajo pudo ver una larga escalera que conducía hacia la profundidad de la tierra. El mago le explicó:
– Cuando bajes las escaleras verás a tu alrededor relucientes tesoros de oro y plata, ¡pero no los toques! O caerás
al instante fulminado. Sigue caminando y llegarás a un jardín mágico, en donde podrás recoger los frutos
extraordinarios de sus árboles. Después del jardín -siguió el mago- llegarás a una terraza donde encontrarás una
lámpara de aceite encendida; apágala, tira el aceite, escóndela entre tus ropas y tráemela.
Aladino se dispuso a bajar, y su falso tío le entregó un anillo embrujado, diciéndole que le protegería.

FLAUTISTA DE HAMELÍN
En Hamelín la gente estaba harta de una gran plaga de ratas que hacían de las suyas. Estaban en casi todos los
ambientes de las casas y en todos los rincones de aquel pueblo. Los pobladores ya no sabían que hacer y
reclamaban a sus autoridades, quienes habían buscado ya más de mil formas de resolver el problema, sin ningún
éxito.
Un día en medio de tanta discusión entre el Alcalde del Pueblo, sus consejales y todos los pobladores, llegó un
joven muy extravagante, con ropa colorida, porte un tanto descuidado y muy flaco que portaba una flauta colgada
del cuello que esperó que todos se callaran y fue allí cuando propuso resolverles sus problemas, por tan sólo 1000
florines. Luego de haberles contando sus peripecias; que murciélagos, que reptiles, nada ni nadie decía se resistía
a su encanto, era justo que había que pagarle sus servicios. Que perdían, dijeron y aceptaron.
El Alcalde y sus trabajadores además se apresuraron a superar la demanda del Visitante, pues les dio esperanza,
50 millones de florines le ofrecieron.
¿Y cómo haría tal empresa?
El dijo que la música que traía, atraía a muchos animales cual cortejo.
Es así que salió luego del trato, el flautista dizque mágico.
Apenas tocó sus primeras melodías, un "ejército" de ratas empezó a marchar en orden hipnotizados, era tan dulce
la música que llegaron sin notar hasta un gran un río y allí siguieron la danza final pues todas se ahogaron, excepto
una que por su fortaleza llegó a la orilla. Esta escapó y se fue al País de las ratas donde le contó lo sucedido, les
contó que había entrado en trance, al punto de escuchar, que llegarían a un paraíso de comida y miel más que
abundante, seguro e igual sus compañeras. Entonces las ratas que escucharon pasaron la voz a todas las ratas del
mundo y decidieron todas que nunca más irían a ese lugar.
Hamelín estaba libre de ratas por fin y para siempre, y sin embargo el Alcalde y su gente se negaron a pagar lo
acordando además de humillar al héroe. El sólo pedía sus mil florines. Reclamó el flautista sin resultado y se
indignó. Se retiró pero sólo antes de irse les gritó que se arrepentirían , más nadie le hizo caso.
Tomó su flauta mágica y tocó aún más dulcemente que la primera vez y así de pronto cantando y bailando
alegremente marchaban decenas, cientos y miles de niños de aquel pueblo, incluso los hijos del alcalde no
pudieron resistir aquel llamado musical y se enrumbaron a una gran montaña. Aún nadie creería que se irían para
siempre y se burlaron. Entonces de la nada abrióse en la montaña una puerta, y uno a uno entraron muy felices
los infantes. Nada pudieron hacer desde ese entonces, quedó solo un niño que cojeaba, muy triste y renegando
por quedarse. Asombrados preguntaron porque se había quedado y el dijo que su pierna no ayudó y se quedó y
contó que estaba triste porque no llegaría al Paraíso que el flautista prometió.
Nunca más se vieron a aquellos niño, dejó así una gran lección a todo el pueblo para que ya de una vez cumplieran
su compromisos, pues la palabra se cumple si o sí.

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