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La Membresia de La Iglesia Revista 9 Marcas - Jonathan Leeman

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Table of Contents

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Título de la pá gina
Contenido
Nota del editor
MembresíA en La Biblia y en La Historia
¿Es la membresía de la iglesia algo bíblico?
Unirse a la iglesia a la manera antigua: de Clemente a Egeria
Perfil de un miembro de una iglesia
¿es Importante La Membresía?
Una membresía nominal: una perspectiva Bautista del Sur
Doce razones de por las que la membresía de la iglesia es
importante
La membresía: un jardín florido
Consejos Prá cticos para Líderes de Iglesias Locales
Implementando la membresía en una iglesia ya existente
Entrevista: consejos para implementar una membresía
significativa en la iglesia local
Có mo introducir la membresía en una iglesia nueva
La membresía de la iglesia y la contextualizació n
De asistente a miembro: ¿có mo ayudar en el proceso?
¿Qué es lo que el principio regulativo exige de los miembres de
la iglesia?
Limpiando las listas: por qué y có mo – Parte 1
Limpiando las listas: la lista de cuidado – Parte 2
Declaració n sobre la asistencia regular a la iglesia
Ejemplo de un pacto de miembros
Consejos Prá cticos Para Miembros de Iglesias Locales
¿Puedo ver a mi grupo pequeñ o como mi iglesia?
¿Qué hago si tengo conflictos con otros miembros de la iglesia?
¿Cuá nto deberíamos dar?
¿Qué hago cuando en mi iglesia no se predica la sana doctrina?
Cuá ndo es momento de dejar una iglesia
Si está s pensando dejar tu iglesia
La membresia de la iglesia
EDIFICANDO IGLESIAS SANAS

es.9marks.org | revista@9marks.org

ISBN: 978-1548093921

Diseño de portada: Wirley Corrêa – Layout Produção Gráfica


CONTENIDO
Nota del editor
Daniel Puerto

MEMBRESÍA EN LA BIBLIA Y EN LA HISTORIA


¿Es la membresía de la iglesia algo bíblico?
¿Es la membresía de la iglesia una cuestión de preferencia personal o de
obediencia biblica? Matt Chandler responde esta importante pregunta.
Por Matt Chandler

Unirse a la iglesia a la manera antigua: de Clemente a Egeria


En los primeros días de cristianismo, las personas se unian a las iglesias a
través de catequesis, el credo y el bautismo, en este orden. El profesor
siguiere que todavía sucede en la actualidad.
Por Michael A. G. Haykin

Perfil de un miembro de una iglesia


La Biblia es muy clara sobre quién es un miembro de una iglesia local y lo
que hace. El pastor Oscar Arocha describe el perfil de un miembro de una
iglesia basado en lo que nos enseña Lucas en el libro de los Hechos.
Por Oscar Arocha

¿ES IMPORTANTE LA MEMBRESÍA?


Una membresía nominal: una perspectiva Bautista del Sur
¿Qué se obtiene cuando una denominación tiene 10 millones de miembros
de las iglesias que no se congregan? Por desgracia, mucha falsa seguridad,
un testimonio diluido y algunas reuniones de miembros realmente
desagradables.
Por AI Jackson
Doce razones de por las que la membresía de la iglesia es
importante
La membresía en la iglesia es un asunto mucho más importante de lo que
te imaginas. Aquí te presentamos doce razones por las cuales afirmamos
esto.
Por Jonathan Leeman

La membresía: un jardín florido


En medio de un mundo que sufre y anhela respuestas a las preguntas más
insicivas, las iglesias locales se convierten en lugares donde el Jardinero
celestial cuida y hace crecer a aquellos que están caminando hacia la patria
celestial.
Por Samuel Masters

CONSEJOS PRÁCTICOS PARA LÍDERES DE IGLESIAS LOCALES


Implementando la membresía en una iglesia ya existente
Cuando este pastor comenzó a ministrar su iglesia no sabía quienes eran
los miembros. En este artículo nos comparte algunas de las lecciónes que
aprendió mientras introdujo y estableció la membresía en la iglesia.
Por John Folmar

Entrevista: consejos para implementar una membresía


significativa en la iglesia local
Todo pastor y líder de iglesia local que ha comprendido la importancia de la
membresía y la seriedad de recibir miembros dentro de la congregación
tiene preguntas. El pastor Sugel Michelén responde algunas de esas
preguntas basado en las Escrituras y en la experiencia que él ha adquirido
después de trabajar durante años cuidando, junto con otros pastores, la
membresía de su iglesia local.
Por Daniel Puerto y Sugel Michelén

Cómo introducir la membresía en una iglesia nueva


¿Cuándo debería una iglesia nueva introducir la membresía? Y ¿por qué
deberían preocuparse los fundadores de instituir una membresía formal de
iglesia?
Por Mike McKinley

La membresía de la iglesia y la contextualización


¿Cómo formular una doctrina contextualmente sensible sobre la
membresía de la iglesia local? Prestando atención a las enseñanzas bíblicas
universales y a datos culturales.
Por Ed Roberts

De asistente a miembro: ¿cómo ayudar en el proceso?


¿Cómo deberíamos ayudar a las personas a entender la necesidad y la
alegría de pertenecer a una asamblea local de creyentes? Aquí encontraras
seis sugerencias.
Por Thabiti Anyabwile

¿Qué es lo que el principio regulativo exige de los miembres de la


iglesia?
Debido a que los miembros de la iglesia son una «audiencia cautiva», los
líderes de la iglesia solamente deben requerir de ellos lo que las Escrituras
requieren. El principio regulativo no existe para limitar la vida cristiana,
pero sí puede ser un gran liberador para el creyente.
Por Terry Johnson

Limpiando las listas: por qué y cómo – Parte 1


¿Qué pueden hacer los líderes de la iglesia que tiene una lista de miembros
que no está actualizada? Matt Schmucker nos cuenta algunos detalles de
su experiencia como anciano de una iglesia que puso al día su lista de
miembros usando de sabiduría y haciendo todo en amor.
Por Matt Schmucker

Limpiando las listas: la lista de cuidado – Parte 2


¿Qué sucede cuando los ancianos han estado trabajando durante meses
con un miembro y debido a que no hay arrepentimiento de su parte traen
la recomendación de remover su nombre de la lista de miembros?
Seguramente escucharán algo como esto: «¡Pero están actuando muy
rápido para sacar a mi amigo de la membresía!». Matt Schmucker nos
explica cómo abordar el asunto sabiamente.
Por Matt Schmucker

Declaración sobre la asistencia regular a la iglesia


Los pastores y líderes de la iglesia tienen la responsabilidad de ayudar a los
miembros de la iglesia a comprender la importancia de la asistencia regular
a los servicios de adoración en el día del Señor. Garret Kell y los ancianos de
Del Ray Baptist Church nos proveen una herramienta para dar los primeros
pasos.
Garret Kell

Ejemplo de un pacto de miembros


Este es el pacto de miembros que a menudo se repite en Capitol Hill
Baptist Church y puede servir como ejemplo en el caso de que tu iglesia
local esté en el proceso de adoptar uno.

CONSEJOS PRÁCTICOS PARA MIEMBROS DE IGLESIAS


LOCALES
¿Puedo ver a mi grupo pequeño como mi iglesia?
En muchas iglesias los grupos pequeños son elementales para el
desarrollo, crecimiento y cuidado de los miembros. Sin embargo, ellos no
pueden sustituir la iglesia local.
Sam Allberr y

¿Qué hago si tengo conflictos con otros miembros de la iglesia?


Solamente una condición debe cumplirse para tener conflictos en esta
vida: estar vivo. Entonces, ¿qué haces cuando te encuentras en conflictos?
¿Cómo respondes a ellos? Y especialmente si eres miembro de una iglesia,
¿qué puedes hacer cuando aparecen conflictos con otros miembros de la
congregación? El pastor Luis Méndez nos comparte sus respuestas de las
Escrituras.
Luís Méndez

¿Cuánto deberíamos dar?


Todo miembro de una iglesia local tiene la responsabilidad de administrar
los recursos de Dios que le han sido encomendados. Parte de esa
administración es ser participar en el gozo de dar. Jamie Dunlop nos da
consejos prácticos para saber cómo y cuánto deberíamos dar.
Jamie Dunlop

¿Qué hago cuando en mi iglesia no se predica la sana doctrina?


Esta pregunta es muy frecuente debido a que muchas personas están
recibiendo sana doctrina por los medios de comunicación. ¿Qué puedes
hacer si te encuentras en una iglesia que no predica ni defiende la sana
doctrina? Edgar Aponte, con su experiencia de servicio a la iglesia local en
América Latina y Estados Unidos, nos ayuda a pensar bíblicamente si
estamos en una situación así.
Edgar Aponte

Cuándo es momento de dejar una iglesia


No te vayas de una iglesia solo porque sí. No abandones el barco por
razones equivocadas. Lee este artículo para tener claridad sobre las
razones válidas para salir de una iglesia y las precauciones que debes tomar
cuando creas que es el momento de hacerlo.
H. B. Charles Jr.

Si estás pensando dejar tu iglesia


Después de varias décadas como pastor, Mark Dever comparte sus
consejos a un creyente que está pensando salir de su iglesia.
Mark Dever
Nota del editor

Daniel Puerto

Dios ha salvado y continú a salvando a su pueblo y le ha llamado


a vivir para su gloria dentro de una comunidad de creyentes que se
estimulan unos a otros al amor y a las buenas obras (He. 10:24). La
vida cristiana no está diseñ ada para funcionar en aislamiento unos
de otros. Má s bien, las Escrituras nos muestran una y otra vez que
todo creyente necesita de otros creyentes para correr con paciencia
la carrera que tiene por delante (He. 12:1). Dios ama demasiado a
sus hijos como para dejarlos solos. É l les ha dado la iglesia local.
Ahora bien, ser miembro o ser líder en una iglesia local no es
tarea fá cil. Necesitamos la sabiduría de Dios y el poder del Espíritu
Santo en nosotros para vivir sacrificialmente en unidad y amor.
El Ministerio 9Marks existe para equipar con una visió n bíblica y
recursos prá cticos a líderes de iglesias para que la gloria de Dios se
refleje a las naciones a través de iglesias sanas. Por eso publicamos
esta cuarta edició n de nuestra Revista 9Marcas con el título La
membresía de la iglesia. Deseamos ayudar a los creyentes de habla
castellana a tener un entendimiento bíblico robusto de la
membresía en la iglesia y a procurar aplicaciones prá cticas sabias de
los principios que las Escrituras enseñ an sobre la membresía.
En esta edició n cubrimos tanto el aspecto teó rico y como el
prá ctico. El lector se encontrará con los argumentos bíblicos e
histó ricos a favor de la membresía en la iglesia local y con consejos
prá cticos sobre có mo aplicar los principios escriturales en
diferentes situaciones y contextos. En la segunda mitad de la Revista
ofrecemos consejos tanto para los líderes como para los miembros
de la iglesia.
Es nuestra oració n que en esta época de poco compromiso con la
iglesia local tengamos un resurgir de creyentes en el mundo de
habla castellana que se gocen al obedecer los principios de las
Escrituras y honrar a Dios como miembros de sus congregaciones
locales.
¿Es la membresÍa de la iglesia algo bÍblico?

Matt Chandler

«La esposa de Cristo no puede ser adú ltera; es pura e


inmaculada. Tiene un solo hogar; guarda con casta modestia la
santidad de un solo lecho. Nos guarda a nosotros para Dios. Ella
designa a los hijos a quienes ha dado a luz para el reino. Cualquiera
que esté separado de la Iglesia y unido a una adú ltera, está separado
de las promesas de la Iglesia; ni puede alcanzar las recompensas de
Cristo quien abandone a la Iglesia de Cristo. Es un extrañ o; es un
profano; es un enemigo. Quien no tenga a la Iglesia por madre no
puede tener má s a Dios por Padre».
Cipriano, Tratado sobre la unidad de la iglesia , 6.
Cuando llegué a ser el pastor de la Highland Village First Baptist
Church (conocida ahora como The Village Church), tenía veintiocho
añ os. Lo había pasado bastante mal al principio de mi experiencia de
iglesia y en ese momento todavía no había salido del todo de la fase
de estar desencantado con la iglesia local.
Para ser sincero, en ese momento no estaba seguro si la
membresía de la iglesia era algo bíblico o no. Aun así, el Espíritu
había dejado muy claro que iba a pastorear esa pequeñ a iglesia en
los suburbios de Dallas. ¡Era una las muchas ironías en mi vida por
aquel entonces!
Highland Village First Baptist Church era una iglesia «sensible a
los buscadores», en el molde de Willow Creek, y no tenía ningú n
procedimiento formal de membresía, aunque estaban trabajando de
forma activa en uno y querían la aportació n del nuevo pastor. Yo
tenía muy claro el concepto de la Iglesia universal, pero no tenía
nada claro el tema de la iglesia local e incluso era algo escéptico al
respecto. Empezamos a crecer rá pidamente con gente joven y
muchas veces desencantada de veintitantos añ os, normalmente sin
ningú n trasfondo eclesial o con trasfondos eclesiales malos. Les
gustaba la iglesia The Village porque éramos «diferentes». Eso
siempre me pareció extrañ o porque lo ú nico que hacíamos era
predicar y cantar.
Al conversar con aquellos hombres y mujeres, empecé a oír
comentarios como estos: «La Iglesia está corrupta; solo está
interesada en el dinero y el ego de los pastores»; o: «Yo amo a Jesú s;
con quien tengo problemas es con la Iglesia». Mi comentario favorito
era: «Cuando la Iglesia se organiza, pierde su poder». A pesar de que
de vez en cuando algo de estos comentarios me sonaba acertado (yo,
al igual que la mayoría de la gente de mi generació n, tengo mis
problemas con conceptos como la autoridad y el compromiso), no
obstante aquellos comentarios me dejaban confuso por cuanto los
estaba haciendo gente que estaba asistiendo a la iglesia donde yo
era el pastor.
Dos preguntas de Hebreos 13:17
Puesto que ya había conflictos aveciná ndose sobre otras
doctrinas que yo consideraba mucho má s centrales, me preguntaba
si no debíamos dejar el tema de la membresía de la iglesia y volver a
él má s adelante. Por aquel entonces me estaba preparando para
predicar el libro de Hebreos, y «dio la casualidad» de que estaba
estudiando el capítulo 13 cuando el versículo 17 me saltó de la
pá gina: «Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos, porque
ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta.
Permitidles que lo hagan con alegría y no quejá ndose, porque eso no
sería provechoso para vosotros».
Se me ocurrieron dos preguntas. En primer lugar, si no existe
ningú n requisito bíblico de pertenecer a una iglesia local, entonces
¿a qué líderes debería cualquier creyente en particular obedecer y
sujetarse? En segundo lugar, y algo má s personal, ¿por quiénes
tendré yo, como pastor, que dar cuenta?
Estas dos preguntas me llevaron a buscar un entendimiento
bíblico de la iglesia local, y la bú squeda comenzó con las ideas de la
autoridad y la sumisió n.
En cuanto a la primera pregunta, las Escrituras claramente
mandan a los cristianos someterse a y honrar a un cuerpo de
ancianos (He. 13:17; 1 Ti. 5:17). Pero si no existe ningú n
entendimiento de la membresía de la iglesia local, ¿entonces a quién
hemos de someternos y obedecer? ¿A cualquiera que tenga el título
de «anciano», de cualquier iglesia? ¿Deberías tú , como cristiano,
obedecer y someterte a esos locos de la Iglesia Bautista de
Westboro? Para obedecer la Escritura, ¿deberías protestar en los
entierros de los soldados, tal como parece implicar el pastor de la
Iglesia de Westboro?
Y en cuanto a la segunda pregunta, las Escrituras claramente
mandan a cada cuerpo de ancianos cuidar de una serie de personas
concretas (1 P. 5:1-5; y también Hch. 20:29 y 30). ¿Se me pedirá n
cuentas, como pastor, por todos los cristianos en el á rea
metropolitana de Dallas? Hay muchas iglesias en Dallas con las que
tengo fuertes diferencias teoló gicas y filosó ficas. ¿Tendré yo que dar
cuenta de lo que ellas enseñ an en sus grupos pequeñ os, de có mo
gastan su dinero y de qué hacen con respecto a la obra misionera
internacional?
¿Y la disciplina de la iglesia?
Tras considerar cuestiones de autoridad y de sumisió n, el
segundo tema que surgió de mi estudio de la iglesia local era la
enseñ anza bíblica sobre la disciplina de la iglesia.
Se ve en varios lugares, pero en ninguno tan claro como en 1
Corintios 5:1-12. En este texto Pablo se enfrenta con la iglesia en
Corinto por haber aprobado a un hombre que andaba en flagrante
inmoralidad sexual, sin haberse arrepentido. Los corintios lo
estaban celebrando como la gracia de Dios, pero Pablo les advierte
de que este tipo de maldad, lejos de llevarles a jactarse, debería
llevarles a lamentar. Les califica de arrogantes y les dice que quiten
a ese hombre para la destrucció n de la carne y para la salvació n (se
esperaba) de su alma. En los versículos 11 y 12 no anduvo con
rodeos: «Sino que en efecto os escribí que no anduvierais en
compañ ía de ninguno que, llamá ndose hermano, es una persona
inmoral, o avaro, o idó latra, o difamador, o borracho, o estafador;
con ése, ni siquiera comá is. Pues ¿por qué he de juzgar yo a los de
afuera? ¿No juzgá is vosotros a los que está n dentro de la iglesia?».
Ha sido mi triste experiencia que muy pocas iglesias todavía
practican la disciplina de la iglesia, pero ese es un tema para otro
artículo en otra ocasió n. Mi pregunta, que sale de este texto, es
sencilla: ¿Có mo se puede echar a alguien si no hay de dó nde echarle?
Si no hay un compromiso local pactado con una comunidad de fe,
¿entonces có mo se quita a alguien de esa comunidad de fe? La
disciplina de la iglesia no funcionará si la membresía de la iglesia
local no existe.
Mucha más evidencia a favor de la membresía
Hay otras evidencias en las Escrituras que apoyan la membresía
de la iglesia local.
En Hechos 2:37-47 vemos que existe un registro del nú mero de
los que han hecho profesió n de fe en Cristo que han sido llenos del
Espíritu Santo (v. 41), junto con el reconocimiento de que la iglesia
estaba dando seguimiento al crecimiento (v. 47).
En Hechos 6:1-6 vemos elecciones celebrá ndose con el fin de
buscar soluciones para un problema y una acusació n concretos.
En Romanos 16:1-16 vemos lo que parece ser una clara
conciencia de quién es un miembro de la iglesia.
En 1 Timoteo 5:3-16 vemos clara enseñ anza sobre có mo tratar a
las viudas en una iglesia, y en los versículos 9-13 leemos lo
siguiente: «Que la viuda sea puesta en la lista só lo si no es menor de
sesenta añ os, habiendo sido la esposa de un solo marido, que tenga
testimonio de buenas obras; si ha criado hijos, si ha mostrado
hospitalidad a extrañ os, si ha lavado los pies de los santos, si ha
ayudado a los afligidos y si se ha consagrado a toda buena obra. Pero
rehú sa poner en la lista a viudas má s jó venes, porque cuando
sienten deseos sensuales, contrarios a Cristo, se quieren casar,
incurriendo así en condenació n, por haber abandonado su promesa
anterior. Y ademá s, aprenden a estar ociosas, yendo de casa en casa;
y no só lo ociosas, sino también charlatanas y entremetidas,
hablando de cosas que no son dignas».
En este texto vemos los criterios que determinarían quién
tendría derecho y quién no tendría derecho a beneficiarse del
programa de cuidado de las viudas en É feso. La iglesia local en É feso
está organizada y está n trabajando de acuerdo a un plan.
Podríamos seguir dando ejemplos y planteando preguntas sobre
có mo podemos obedecer los mandatos de Dios en 1 Corintios 12 o
en Romanos 12 si no estamos conectados y comprometidos con una
comunidad de fe local. Pero desarrollar todos los posibles textos
requeriría má s espacio del que tengo para este artículo.
El plan de Dios es que pertenezcamos a iglesias locales
Cuando uno empieza a mirar estos textos, queda claro que el
plan de Dios para su Iglesia es que pertenezcamos a una comunidad
de fe local unida por un pacto. Esto es así para nuestra propia
protecció n y crecimiento en madurez, y también para el bien de
otras personas.
Si ves la iglesia como una especie de bufet eclesioló gico,
entonces limitas mucho la probabilidad de tu crecimiento hacia la
madurez. El crecimiento hacia la piedad puede doler. Por ejemplo, al
interaccionar con otros en mi propio cuerpo local, queda expuesta
mi propia falta de celo, ademá s de mi falta de paciencia, mi falta de
oració n y mi lentitud a la hora de asociarme con la gente humilde
(Ro. 12:11-16). Sin embargo esta interacció n también me da la
oportunidad de que se me confronte con amor por parte de
hermanos y hermanas que está n en las trincheras conmigo, ademá s
de brindarme un lugar seguro donde confesarme y arrepentirme.
Pero cuando la iglesia no es má s que un lugar donde vas sin nunca
llegar a pertenecer, como un bufet eclesioló gico, tal vez debas
preguntarte si siempre te vas cuando el Espíritu Santo empieza a
exponer lo que hay en tu corazó n y cuando la verdadera obra está
comenzando a hacerse.
¿Có mo se puede resumir todo esto? La membresía de la iglesia
local no es una cuestió n de preferencia personal, sino de obediencia
a la Biblia.

ACERCA DEL AUTOR


Matt Chandler es el pastor principal de The Village Church en la
zona de Dallas, Texas.
Este artículo fue traducido por Andrew Birch .
Unirse a la iglesia a la manera antigua: de
Clemente a Egeria

Michael A. G. Haykin

¿Có mo se unía una persona a una congregació n en los primeros


días del cristianismo? Desde una perspectiva, es fá cil responder esta
pregunta. En pocas palabras, el bautismo del creyente fue el rito de
entrada a la Iglesia a principios del siglo IV.
Pero, y no es de extrañ ar, unirse a una congregació n era algo má s
amplio que simplemente pasar por el bautismo.
La confesión y el bautismo
El Nuevo Testamento describe a la iglesia como una
congregació n de creyentes. ¿Qué creían estos creyentes? Tal como
enseñ aron los apó stoles, creían que Jesú s es el Señ or y que fue
levantado de entre los muertos (1 Co. 12:3; 1:2; Ro. 10:9). Ademá s,
creían que Jesú s es Dios mismo venido en carne (1 Jn. 4:1-6). Y
también creían en la Trinidad (Mt. 28:19, 2 Co. 13:14; Ef. 4:4-6).
Con el fin de unirse a una iglesia, toda persona tuvo que confesar
formalmente este cuerpo de verdad: la fe en Cristo Jesú s (Jud. 3; 1 Ti.
1:19), lo que también incluía otras creencias cruciales tales como el
retorno de Cristo. Normalmente, esto se llevaba a cabo, al parecer,
en el momento del bautismo. Durante el bautismo, la persona
recitaba una declaració n de credo que contenía los elementos
fundamentales de la fe cristiana y a la que él daba su asentimiento
(cf. 1 Ti. 6:12).
Así surgieron las declaraciones de credo en la era post-
apostó lica, inspiradas por los ejemplos del Nuevo Testamento
(como el que encontramos en Ef. 4:4-6). Por ejemplo, Ireneo (c.130-
c.200), obispo de Lyon, cita lo que pudo haber sido la declaració n de
fe de su propia iglesia en su tratado Contra las herejías (180), es
decir, su defensa del cristianismo contra el gnosticismo.
Comienza señ alando que, contrario a la cosmovisió n del
gnosticismo, hay un Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y
de la tierra y del mar y todas las cosas que está n en ellos. Esta
confesió n pasa a subrayar que también hay un Jesucristo, el Hijo de
Dios, que se convirtió en un hombre encarnado para nuestra
salvació n, quien sufrió y murió , resucitó de entre los muertos y
ascendió en la carne al cielo, y que vendrá otra vez desde el cielo en
la gloria del Padre. El gnosticismo niega todos estos puntos; los
cuales, son absolutamente centrales al cristianismo apostó lico. Y
cualquier persona tenía que afirmar esta declaració n de fe para ser
recibida en la iglesia de Lyon.
La necesidad de catecismo
Conforme la iglesia evangelizaba al mundo greco-romano, se
encontraba con personas que estaban dispuestas a creer en
Jesucristo como Salvador y Señ or, aunque fuesen ignorantes de la
Escritura y de la teología que ésta contiene. Así que la iglesia
necesitaba instruir o catequizar a las personas en las afirmaciones
fundamentales del credo cristiano. La iglesia necesita enseñ ar a la
gente sobre cosas como la creació n de Dios del mundo y la vida de
virtud que fluye de una confesió n verdadera. La catequesis; por lo
tanto, tenía componentes bíblicos, doctrinales y morales.
De esta manera, al menos para finales del siglo II, el catecismo y
el proceso de catequizació n se habían desarrollado. Por ejemplo, el
ú nico otro escrito existente de Ireneo es un catecismo, Demostración
de la predicación apostólica (a comienzos del añ o 190). La primera
mitad de este trabajo detalla la historia de la salvació n y la segunda
mitad presenta pruebas de la verdad del cristianismo a partir del
Antiguo Testamento.
En el siglo siguiente, es evidente, por ejemplo, en los escritos de
Hipó lito de Roma (170–236) que la catequizació n podía tomar hasta
tres añ os. Y mientras la persona estaba siendo instruida, era llamada
un catecú meno y era considerado como un cristiano, él o ella no
podían recibir la Cena del Señ or hasta el bautismo. El autor cristiano
del siglo segundo, Justino Má rtir (murió en el 165), afirmaba: «nadie
puede participar de la Cena del Señ or, a menos que crea que lo que
enseñ amos es verdadero, y que haya sido limpiado… y que viva de la
manera que Cristo nos ha ordenado» (Primera defensa , 66).
Durante el período de catequesis, también hubo un tiempo en el
que los catecú menos podían hacer preguntas al profesor, quien
generalmente era un obispo. La autora de final del siglo cuarto,
Egeria, (de gran influencia entre los añ os 381-384) señ aló esto
cuando visitó Jerusalén. Resaltó que el efecto de esta catequesis fue
que todos los creyentes en las iglesias de Jerusalén eran capaces de
seguir las Escrituras cuando se leían en el servicio de la iglesia. Só lo
con la propagació n del bautismo infantil en los siglos V y VI comenzó
el declive de este proceso de catecismo cristiano.
Un pasado utilizable
Cuando estudiamos el pasado, debemos evitar privilegiar las
preguntas que surgen de nuestras propias circunstancias. El pasado
debe ser entendido en sus propios términos, en relació n con los
asuntos que dominaron la época. Sin embargo, Dios nos ha dado la
historia como un vehículo de instrucció n (podemos establecer una
analogía, por ejemplo, con Romanos 15:4). Por lo tanto, la bú squeda
de un pasado utilizable, que arroje luz sobre las circunstancias
actuales es un ejercicio legítimo.
Entonces, ¿qué significado tiene la investigació n histó rica
realizada para nuestra situació n actual? Una cosa está clara: muchas
partes del que una vez fuese el occidente cristiano está n siendo
rá pidamente paganizadas. Por tanto, el tipo de instrucció n bíblica,
doctrinal y moral que la iglesia primitiva consideró necesaria, se
hace; una vez má s, necesaria para nosotros.
Tal como lo fue en los primeros días de la fe cristiana, lo es de
nuevo: la entrada en una iglesia local debe ser por medio del
catecismo, el credo, y el bautismo; en ese orden.

ACERCA DEL AUTOR


Michael A. G. Haykin es profesor de Historia de la Iglesia y
Espiritualidad Bíblica en el Seminario Teoló gico Bautista del Sur en
Louisville, Kentucky, y es el autor de The Christian Lover: The
Sweetness of Love and Marriage in the Letters of Believers [El amante
cristiano: la dulzura del amor y el matrimonio en las cartas de los
creyentes ] (2009) y Rediscovering the Church Fathers
[Redescubriendo los Padres de la Iglesia ] (2011).
Este artículo fue traducido por Vladimir Miramare.
Perfil de un miembro de una iglesia

Oscar Arocha

El perfil de algo o la descripció n de puesto se define así: Lo que


es y lo que hace la persona. Notemos có mo describe el escritor
divino el perfil de un miembro de una iglesia. Por un lado, los
miembros de la iglesia son: «los que habían recibido su palabra
fueron bautizados; y se añ adieron aquel día como tres mil almas»
(Hch.2:41). Y por el otro, lo que hacen: «y se dedicaban
continuamente a las enseñ anzas de los apó stoles, a la comunió n, al
partimiento del pan y a la oració n» (Hch. 2:42). En este pasaje se
puede ver eso con claridad. La idea es que todo hombre o mujer que
ha nacido de nuevo es trasladado de la corriente del mundo a una
vida eclesiá stica. Es, pues, parte del deber de todo ministro recordar
a los miembros la descripció n de su membresía. Cuando alguien
recibe la palabra de Cristo en su corazó n, es regenerado, y su estilo
de vida es cambiado, viene a ser un discípulo del Señ or Jesú s.
Recordemos que estamos describiendo el perfil de un cristiano
como miembro de una iglesia local de Cristo. Cuando decimos local,
significamos localizada en un lugar determinado de la geografía
terrá quea. Una traducció n literal, no tanto teoló gica, de Hechos 2:42,
se leería así: «Y estaban ocupados asiduamente en recibir las
enseñ anzas de los apó stoles y en la comunió n en el partimiento del
pan y en las oraciones”. Se describen, pues, tres asuntos: Enseñ ados
en las doctrinas apostó licas, la comunió n con sus hermanos en la
participació n de la Santa Cena y presentes en los servicios de
oració n. No decimos que si alguien hace estas actividades es un
cristiano, no; lo que decimos es que con estas actividades la Biblia
describe lo que hace un miembro de la iglesia local de Cristo. No
decimos que una fruta pintada de rojo es una cereza, no; lo que
decimos es que la cereza es roja. La idea es que en general, la vida
eclesiá stica de un hijo de Dios o de todo el que ha nacido de nuevo se
resume así: Son fieles asistentes a los cultos de predicació n,
participació n en la Santa Cena y en la oració n de su congregació n.
Instruidos en las enseñanzas bíblicas
«Se dedicaban continuamente a las enseñ anzas de los apó stoles».
Al leer el pasaje uno nota que estas actividades eran desarrolladas,
no como breves reuniones de compañ erismo en los hogares
privados de los hermanos, sino como reuniones de la iglesia de
Jerusalén. Estos creyentes estaban siempre presentes en los
servicios de predicació n y enseñ anzas en la iglesia. No abandonaron
ni dejaron de ir sin causa a los cultos, sino que siempre estuvieron
presentes y perseveraron. La perseverancia en la fe y la asistencia a
los cultos está n divinamente unidas. Enfoquemos el buen ejemplo de
David quien por causa fuera de su control tuvo que dejar de asistir a
los servicios en el templo o que por una providencia fue privado de
los privilegios de la casa de Dios y esto le hacía llorar: «Anhela mi
alma, y aun desea con ansias los atrios del Señ or; mi corazó n y mi
carne cantan con gozo al Dios vivo» (Sal. 84:2). Era un hijo de Dios.
La palabra traducida como «dedicaban» en LBLA se refiere a una
persona asidua en el ejercicio de una actividad. Esta palabra es
utilizada por Pablo cuando escribe: «Pues por esto también pagá is
impuestos, porque los gobernantes son servidores de Dios,
dedicados precisamente a esto» (Ro.13:6). La idea es la siguiente: Si
alguien fuese hoy a las doce de la noche a pagar sus impuestos, no
podrá hacerlo pues está n durmiendo. El gobierno tiene un horario
especial para eso, que si lo hace en ese horario podrá s pagar. Del
mismo modo, la iglesia local tiene un horario preestablecido para los
servicios de enseñ anzas y todo aquel que ha recibido la Palabra de
Cristo en su corazó n es movido por el Espíritu de gracia a estar
presente en tales servicios. Má s aú n, que Dios lo ha diseñ ado como
un tiempo donde concede especial audiencia y bendició n sobre su
pueblo, ó igalo: «agradó a Dios, mediante la necedad de la
predicació n, salvar a los que creen» (1 Co. 1:21). Toda predicació n
fiel es buena y conveniente, y esta predicació n en la iglesia es mejor
y má s efectiva, no por la destreza de los predicadores, sino porque el
Señ or lo ha decretado así.
La comunión
«Se dedicaban continuamente… a la comunió n, al partimiento del
pan». Esta palabra comunió n (Gr. koinonia ) es muy rica en su
significado y puede ser aplicada a diferentes situaciones afines, y
corresponde má s o menos a nuestros términos comunidad,
comunicació n, contribució n; de modo que apropiadamente puede
ser aplicado a una comunidad de bienes, tal como se describe má s
adelante: «Todos los que habían creído estaban juntos y tenían
todas las cosas en comú n» (Hch. 2:44). Incluye, pues, participació n
mutua de la misma comida, sea esta comida de índole social o
eclesiá stica. Al expandir la idea de comunió n por lo que revela este
pasaje tocante a la iglesia primitiva, uno infiere que había intimidad
entre ellos o que aprovechan cualquier situació n que produjera el
estar juntos con los hermanos, y que al convertirse aquellos
hombres y mujeres dejaron atrá s sus íntimos en el mundo, y en lo
adelante sus amigos eran los hermanos en la iglesia.
Sería un defecto de comunió n cristiana que un miembro prefiera
tener comunió n con los incrédulos en menosprecio de juntarse con
los hermanos. Tal proceder entraría en contradicció n con la guía de
fe, pues si alguno es nueva criatura en Cristo, él ha dejado el mundo
para ser parte del cuerpo místico del Señ or que es su Iglesia. Hubo
comunió n de unos con otros, grupo con grupos, familias con
familias, pero todas esas ramas tenían un tronco de convergencia u
origen: el «partimiento del pan». Comunió n también abarca el
intercambio de ofrendas econó micas o actos de caridad, o cualquier
acto de benevolencia a los hermanos, nó tese: «pues Macedonia y
Acaya han tenido a bien hacer una colecta para los pobres de entre
los santos que está n en Jerusalén» (Ro.15:26). Comunió n es
compartir.
La oración
El quehacer de la iglesia es dicho así: «y se dedicaban
continuamente a las enseñ anzas de los apó stoles, a la comunió n, al
partimiento del pan y a la oració n» (Hch. 2:42). El cará cter
devocional de todos estos servicios es indicado por esta frase: «y se
dedicaban continuamente… a la oració n». Instrucciones, comidas,
sociabilidad y comunió n sin oraciones deja de ser un acto de
devoció n a Cristo, o no sería un acto devocional o teoló gico, sino
secular. Así que, las oraciones pú blicas coronan todos los deberes
eclesiá sticos, eso es lo que pone el sello piadoso. Las oraciones de la
iglesia eran de índole comú n. Cuando uno dice la comunidad fue
censada, la idea es que todos los ciudadanos de esa comunidad
fueron censados; entonces cuando dice que la oració n pú blica de la
iglesia cristiana es comú n, sería que todos los miembros han de
estar presentes en ese servicio a Cristo. Es un servicio a Cristo.
Algunos dominicanos que emigran a los Estados Unidos de América
gastan el mes trabajando, ahorran dinero y lo envían a su país para
ir preparando el regreso a su tierra. De la misma manera un
miembro de la iglesia es instruido por las doctrinas apostó licas,
practica comunió n con sus hermanos y luego se reú ne con ellos para
ir enviando a la patria celestial el fruto de su trabajo e ir preparando
su viaje al Paraíso.
Es necesario, pues, que cada miembro dedique tiempo para
participar de la oració n congregacional, porque eso aligera la carga
de sus hermanos. Si la asistencia a estos servicios es escasa, los que
vienen son contagiados con desá nimo, el orar se les hace má s
pesado, en cambio si vienen todos los hermanos, hay gozo colectivo
y estímulo para servir; la carga de oració n pú blica se aligera al
repartirse entre má s hombros que sostienen el peso espiritual de tal
actividad. Nos parece que esto se infiere del pasaje y es confirmado
por nuestra experiencia: «Día tras día continuaban uná nimes en el
templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría
y sencillez de corazó n, alabando a Dios y hallando favor con todo el
pueblo. Y el Señ or añ adía cada día al nú mero de ellos los que iban
siendo salvos» (Hch. 2:46-47). No sé có mo opera esto en el método
divino, pero parece cierto que tu presencia en los cultos influye en la
salvació n de otros: «Y el Señ or añ adía cada día al nú mero de ellos
los que iban siendo salvos» (Hch. 2:47).
Vimos la descripció n de puesto o perfil para todo miembro de
una iglesia local del Señ or Jesucristo. Un miembro de una iglesia es
aquel hombre o aquella mujer que recibe a Cristo por fe y es hecho
hijo de Dios. Lo que hace: Practica una vida eclesiá stica, a saber,
persevera en las doctrinas apostó licas, en la comunió n con sus
hermanos y siempre presente en los servicios de oració n pú blica.
Aquí hacemos coro con la oració n de Lutero: «¡Dios nos ayude!
Amén».

ACERCA DEL AUTOR


Oscar Arocha es pastor de la Iglesia Bautista de la Gracia en
Repú blica Dominicana. Es profesor de Eclesiología, Homilética y
Teología Pastoral en la Academia Ministerial de la Gracia en
Santiago. Ha sido conferencista en diferentes ciudades de América
Latina. Sus predicaciones y doctrinas son difundidas cada semana en
emisoras de Radio y Televisió n.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Coalició n por
el Evangelio . Usado con permiso.
Una membresía nominal: una perspectiva
Bautista del Sur

Al Jackson

¿Qué tienen en comú n Britney Spears, Brad Pitt, Bill Clinton y Al


Gore? Si respondes que los cuatro han sido miembros de iglesias
Bautistas del Sur, entonces habrá s dado en el clavo.
Estas cuatro personas se encuentran en la rama del cristianismo
en la que también encontramos a Al Mohler, Mike Huckabee, Bobby
Bowden y Billy Graham, entre otros. Nuestras iglesias Bautistas del
Sur incluyen su grupito de personalidades de renombre. Algunos
honran nuestra denominació n. Otros la deshonran.
Membresía nominal en las iglesias Bautistas del Sur
El propó sito de este artículo es responder a la pregunta, ¿có mo
ha afectado negativamente una membresía nominal en la
Convenció n Bautista del Sur?
La pregunta presupone que la membresía en muchas iglesias
Bautistas del Sur tiene poco impacto en có mo esos miembros
piensan o viven. Histó ricamente, los bautistas han defendido la
membresía en la iglesia de aquellos que han nacido de nuevo, lo cual
implica que cada miembro debería andar en santidad y pureza. No
obstante, la realidad difundida por todas partes es bien distinta. Una
persona puede tener una vida que trae gran deshonra al nombre de
Cristo y, sin embargo, preservar su respetable membresía en la
Iglesia Bautista del Sur.
Esta clase de membresía nominal se puede ver en el nú mero
total de miembros de la Convenció n Bautista del Sur comparado con
el nú mero de gente que asiste al culto dominical. Segú n la
convenció n nacional, hay 16 millones de miembros. Pero solo 6
millones aparecen en la iglesia en un domingo ordinario. ¿Dó nde
está n los otros 10 millones de bautistas del sur? Algunos no tienen
la capacidad de asistir, pero estoy seguro que esa no es la situació n
de esos 10 millones.
Aparentemente, el evangelista bautista del sur del siglo XX Vance
Havner tenía razó n cuando dijo: «Nosotros los bautistas del sur
somos muchos, pero no somos gran cosa». Tras la campañ a de la
convenció n nacional para añ adir 1 milló n de nuevos miembros a la
lista de membresía dominical en 1954 – “A Million more in ‘54” [«Un
milló n má s en el 54»] – Havner afirmó : «Si conseguimos un milló n
má s como el milló n que conseguimos en el añ o 54, estamos
hundidos».
¿Cuáles son las consecuencias de una membresía nominal?
La Convenció n Bautista del Sur es, muy posiblemente, mucho
má s pequeñ a de lo que presenta nuestro informe. Y nuestra lista de
membresía, muy posiblemente, contiene una multitud de individuos
no regenerados. Nuestros antepasados habrían contemplado
nuestra presente condició n con espanto y horror.
¿Cuá les son las consecuencias de tal membresía nominal?
Da una falsa seguridad de salvación a las multitudes
Primero, la falta en la prá ctica de la disciplina eclesiá stica y del
mantenimiento de la integridad en la membresía de nuestra Iglesia,
da a la gran mayoría de miembros inactivos una falsa seguridad de
salvació n.
Es algo comú n que un hombre o mujer se haga miembro de la
Iglesia Bautista del Sur, y después deje de participar en la adoració n
y la comunió n – algunas veces durante décadas. No obstante, cuando
la iglesia no dice ni hace nada, el individuo continú a creyendo que es
salvo. Esto pasa debido a nuestro rechazo a obedecer a Dios en
asuntos de disciplina.
Con frecuencia decimos que amamos demasiado a los miembros
inactivos como para disciplinarlos. En realidad, nuestra falta de
disciplina revela una falta de amor hacia estas personas que dan
poca o ninguna evidencia de su nuevo nacimiento. Muchas de esas
personas está n bajo la condenació n del Dios santo. Esta es la
consecuencia má s terrible y dolorosa al permitirles que preserven
su membresía en la congregació n sin ningú n tipo de responsabilidad
por su parte en la misma.
Daña nuestro testimonio del evangelio
Segundo, el hecho de que muchos bautistas del sur vivan en
abierta desobediencia a los mandamientos de Dios y se involucren
poco con sus hermanos y miembros de la misma congregació n dañ a
el testimonio del evangelio de nuestra denominació n. La hipocresía
dentro de las iglesias es comú n a todos, y las iglesias Bautistas del
Sur fracasan casi universalmente en practicar la disciplina
eclesiá stica. Como resultado, la esposa de Cristo está manchada de
pecado, cuando deberíamos proseguir adelante en pureza y
santidad.
El profesor de historia de la iglesia Tom Nettles dijo que «la
santidad debería preparar el terreno para la evangelizació n». En
otras palabras, la vida en santidad de una congregació n debería
decorar su testimonio evangélico. Aquellos que proclaman que el
evangelio es la gracia salvadora de Dios en Jesucristo deberían ser
capaces de identificarse con una asamblea de creyentes que son
nuevas criaturas en Cristo.
Tristemente, muchos hombres y mujeres perdidos en sus
pecados enfatizan su propia superioridad moral cuando se
comparan a sí mismos con la vida inmoral y engañ osa de otros
miembros de la iglesia. Como resultado, se sienten justificados pero
no confían en Cristo como su Salvador.
Para algunos hace desagradable algunas reuniones
congregacionales
Tercero, la membresía nominal perió dicamente revela un
aspecto desagradable en las reuniones congregacionales para tratar
asuntos eclesiá sticos.
La reunió n congregacional típica de una iglesia Bautista del Sur
está caracterizada por una serie de mociones y decisiones
rutinarias. Sin embargo, de forma ocasional, cuando el Espíritu
Santo empieza a obrar de manera que el nombre de Dios es
glorificado, miembros inconversos que no han aparecido durante
añ os, repentinamente aparecen en estas reuniones
congregacionales. El resultado no es agradable. Se impiden las
iniciativas que glorifican a Dios, y pastores piadosos son rechazados
con frecuencia. Las ocasiones en las que se ha dado esta situació n
son demasiadas como para enumerarlas.
Obstaculiza nuestros esfuerzos misioneros
Cuarto, una membresía nominal en las iglesias Bautistas del Sur
obstaculiza nuestros esfuerzos para declarar la gloria de Dios a las
naciones.
Sí, es verdad que tenemos el mayor nú mero de misioneros a
nivel mundial de todas las denominaciones americanas. Los 5,000
misioneros de nuestra Junta Misionera Internacional abarcan todo el
planeta. No obstante, esto se traduce en un misionero por cada
cuatro Iglesias Bautistas del Sur. A la luz de la clara enseñ anza de la
Biblia sobre las misiones, ¿es irrealista pensar que cada iglesia
debería tener al menos un misionero sirviendo internacionalmente?
Má s de 30,000 iglesias Bautistas del Sur no tienen ningú n misionero
entre sus filas. ¿Có mo puede ser eso? ¿Dó nde está la pasió n por
declarar la gloria de Dios entre las naciones?
Consideremos otra estadística misionera má s: Los bautistas del
sur dieron aproximadamente 150 millones de dó lares el añ o pasado
a la Ofrenda Anual Navideñ a de Lottie Moon para las Misiones
Internacionales. Los bautistas del sur suelen sentir cierta
satisfacció n al saber que la Ofrenda Lottie Moon es la ofrenda má s
grande en los dos mil añ os de historia que tiene el cristianismo. Pero
si hacemos cuentas, y dividimos 150 millones de dó lares entre 16
millones de bautistas del sur, da como resultado a menos de 10
dó lares por persona. Aparentemente, obedecer el ú ltimo mandato
de Jesú s de «ir a todas las naciones» significa muy poco para
muchos.
¿Qué haremos? Recobrar una membresía significativa
El cuadro que he intentado dar en este artículo es desalentador.
El diagnó stico de Vance Havner de hace 50 añ os – «Nosotros los
bautistas del sur somos muchos, pero no somos gran cosa» – es tan
cierto hoy como lo era entonces. La tragedia má s grande de la
membresía nominal es que la gloria de Dios en su iglesia ha
disminuido.
Una recuperació n de una membresía significativa es
desesperadamente necesaria en la Convenció n Bautista del Sur.
Quizá entonces sabremos algo má s de «aquel que es poderoso para
hacer todas las cosas mucho má s abundantemente de lo que
pedimos o entendemos, segú n el poder que actú a en nosotros, a él
sea gloria en la iglesia en Cristo Jesú s por todas las edad, por los
siglos de los siglos. Amén» (Ef. 3:20-21).

ACERCA DEL AUTOR


Al Jackson es el pastor principal de la Iglesia Bautista de Lakeview
en Auburn, Alabama.
Este artículo fue traducido por Á ngel Á lvarez .
Doce razoces por las que la membresía de la
iglesia es importante

Jonathan Leeman

Lo que sigue es una sinopsis del libro de Jonathan Leeman La


membresía de la iglesia , el cual puedes descargar gratuitamente de
nuestra pá gina web (es.9marks.org) o adquirir en formato Kindle o
físico a través de diferentes distribuidores.
1. La membresía es bíblica. Jesú s estableció la iglesia local y
todos los apó stoles llevaron a cabo su ministerio a través de ella. La
vida cristiana en el Nuevo Testamento es vida de iglesia. Hoy los
cristianos deberían esperar y desear lo mismo.
2. La iglesia es sus miembros. Ser «una iglesia», en el Nuevo
Testamento, es ser uno de sus miembros (como se relata en el libro
de los Hechos). Deberías desear formar parte de la iglesia porque
eso es lo que Jesú s vino a rescatar y a reconciliar consigo mismo.
3. Es un prerrequisito para la Cena del Señ or. La Cena del Señ or
es una ordenanza para la iglesia congregada, es decir, para los
miembros (véase 1 Co. 11:20, 33). Tú quieres participar en la Cena
del Señ or. Es la «camiseta» del conjunto de miembros lo que hace a
la iglesia visible a las naciones.
4. Es la forma de representar oficialmente a Jesú s. La membresía
es la afirmació n de la iglesia de que eres un ciudadano del Reino de
Cristo y por lo tanto, un representante de Jesú s declarado ante las
naciones. Deberías anhelar ser un representante oficial de Jesú s.
Estrechamente relacionado con esto…
5. Es la forma de declarar la má xima lealtad. Tu membresía en el
equipo, la cual se hace visible cuando llevas la «camiseta», es un
testimonio pú blico de que tu mayor lealtad pertenece a Jesú s.
Pueden venir pruebas y persecuciones pero tus ú nicas palabras son:
¡Estoy con Jesú s!
6. Es la forma de encarnar y experimentar imá genes bíblicas. Es
dentro de las estructuras de responsabilidad de la iglesia local
donde los cristianos viven o encarnan lo que significa ser el «cuerpo
de Cristo», el «templo del Espíritu», la «familia de Dios», y así
sucesivamente para todas las metá foras bíblicas (véase 1 Co. 12).
Deberías querer experimentar la interconexió n de su cuerpo, la
plenitud espiritual de su templo, y la seguridad, la intimidad y la
identidad compartida de su familia.
7. Es la forma de servir a los demá s cristianos. La membresía te
ayuda a saber quiénes son los cristianos del planeta Tierra a quienes
debes amar, servir, advertir y alentar. Te permite cumplir con tus
responsabilidades bíblicas en el cuerpo de Cristo (por ejemplo, lee
Ef. 4:11-16; 25-32).
8. Es la forma de seguir a los líderes cristianos. La membresía te
ayuda a saber quiénes son los líderes cristianos en el planeta Tierra
a quienes está s llamado a obedecer y seguir. Una vez má s, te permite
cumplir con tu responsabilidad bíblica hacia ellos (He. 13:7, 17).
9. Sirve de orientació n a los líderes cristianos. La membresía
permite a los líderes cristianos conocer a los cristianos del planeta
Tierra por quienes deberá n rendir cuentas (Hch. 20:28; 1 P. 5:2).
10. Permite la disciplina en la iglesia. La membresía te da el lugar
bíblicamente prescrito para participar en la labor de la disciplina de
la iglesia de una forma responsable, sabia y amorosa (1 Co. 5).
11. Da estructura a la vida cristiana. La membresía coloca la
afirmació n individual del cristiano de «obedecer» y «seguir» a Jesú s
en un escenario de vida real donde la autoridad es ejercida
verdaderamente sobre nosotros (véase Jn. 14:15; 1 Jn. 2:19; 4:20-
21).
12. Constituye un testimonio e invita a las naciones. La
membresía pone el gobierno de Cristo de manifiesto para el
universo que observa (véase Mt. 5:13; Jn. 13:34-35; Ef. 3:10; 1 P.
2:9-12). Las mismas fronteras que se establecen alrededor de la
membresía de una iglesia producen una sociedad de personas que
invita a las naciones a algo mejor.

ACERCA DEL AUTOR


Jonathan Leeman es miembro de Capitol Hill Baptist Church, es el
director editorial de 9Marks y el autor de los libros Membresía de la
iglesia: cómo sabe el mundo quién representa a Jesús y La disciplina
de la iglesia: cómo protege la iglesia el nombre de Jesús .
Este artículo fue traducido por Vladimir Miramare .
La membresía: un jardín florido

Samuel Masters

El 21 de enero de este añ o, la ciudad de Washington experimentó


un evento emblemá tico en el largo ocaso de la civilizació n
occidental. Ese día miles de mujeres marcharon en repudio del
recién electo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Esta
marcha encontró ecos en muchas marchas en distintas ciudades del
mundo. Sin duda, para las organizadoras fue un éxito. La mayoría de
los que analizaron los eventos de ese día no hicieron otra cosa que
una exégesis política. Pero vale la pena analizar el evento desde las
alturas de una cosmovisió n bíblica. Desde ésta perspectiva se puede
evidenciar la desintegració n de nuestra sociedad occidental.
A pesar de la aparente unidad de las que marcharon en contra de
Trump, el día dejó en evidencia las profundas contradicciones de
nuestra cultura. Por empezar, muchos vieron la marcha como el
repudio de los iluminados progresistas hacia las fuerzas oscuras de
los reaccionarios; pero, en realidad, fue el enfrentamiento inevitable
de dos corrientes provenientes de la contracultura de los añ os 60: el
feminismo de Gloria Steinham y el hedonismo de Hugh Hefner. La
contracultura ha copado el espacio pú blico de nuestra cultura y
todos padecemos sus contradicciones.
La protesta reveló otras grietas. Aunque la marcha se hizo en
apoyo a los derechos de la mujer, las organizadoras aclararon que
las mujeres que tuvieran una postura en contra del aborto no eran
bienvenidas. Otra fractura quedó en evidencia cuando las mujeres
de color protestaron por la cantidad de mujeres blancas que fueron
invitadas a dirigirse a la multitud. Otra comunidad ofendida fue la de
las mujeres transgénero que se sintieron excluidas.
A lo mejor, mi querido lector, te está s preguntando, «¿qué tiene
que ver todo esto con la membresía de la iglesia?». He aquí la
respuesta. Es necesario entender dos cosas. Primero, en gran
medida nuestra sociedad, bajo la influencia de la contracultura del
siglo pasado, se ha revertido a un estado similar al paganismo del
primer siglo. Segundo, la iglesia bíblica ha recuperado su condició n
original de genuina contracultura.
Nuestra sociedad vive la inevitable fragmentació n que resulta
cuando la voluntad del individuo reemplaza la autoridad divina.
Cuando esto ocurre, el ú nico orden posible es el que impone el má s
fuerte. Sin embargo, la iglesia vive bajo un credo que promete
genuina unidad, paz e iró nicamente, la autorrealizació n del
individuo que tanto anhela el mundo.
En Efesios 4:4-6, Pablo asevera la existencia de «un solo cuerpo y
un solo Espíritu, así como también vosotros fuisteis llamados en una
misma esperanza de vuestra vocació n; un solo Señ or, una sola fe, un
solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos,
por todos y en todos.». En la iglesia, la identidad de Dios sirve como
principio ordenador frente a la diversidad y desorden de nuestras
identidades individuales. En Gá latas 3:28, Pablo nos dice que la
diversidad de identidades que traemos a la iglesia son absorbidas en
nuestra nueva identidad en Cristo, «No hay judío ni griego; no hay
esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en
Cristo Jesú s».
En su libro sobre la membresía, Jonathan Leeman enseñ a un
principio importante: los cristianos no se unen a las iglesias; se
someten a ellas. Esto es lo opuesto del consumismo que impera en
nuestra cultura. El mundo del consumo me ofrece la ilusió n de una
autonomía cuasi-divina. Como lo que yo quiero. Me visto como yo
quiero. Me corto el pelo como yo quiero. Escucho la mú sica que yo
quiero. Navego en internet adonde yo quiero. Incluso me atribuyo la
potestad de definir elementos de mi propia identidad – como el
género – que nuestros antepasados hubieron creído inmutables. A
pesar de tanta libertad, descubro que las fuerzas comerciales me
han reducido a un algoritmo para venderme lo que ellos quieren.
Cuando me hago miembro de una iglesia encuentro algo distinto:
un grupo de individuos moldeados no por sus propias inclinaciones,
sino por la identidad de Otro. Somos personas convertidas –
regeneradas – que confesamos que Cristo es Señ or. Ahora
compartimos un propó sito en comú n de representar fielmente a
Cristo ante la mirada del mundo. Cada uno llega a la iglesia con un
trasfondo distinto, pero nuestros destinos ahora convergen en un
mismo punto. Bajo la influencia del Espíritu, la disciplina de la
Palabra y la ayuda mutua de los hermanos, encontramos que la
misma imagen de Cristo se va construyendo en nosotros.
Lo maravilloso es que este proceso no produce clones. Como
vemos en Efesios 4, nuestra identidad se ancla en Cristo sin eliminar
la diversidad de nuestros dones. Los Bautistas del siglo dieciséis
usaban la figura de un huerto encerrado y protegido para describir
la iglesia. Haciendo eco de Cantar de los Cantares, dibujaban un
cuadro de un lugar de deleites, armonía y paz. En un jardín bien
cuidado hay gran variedad de flores y plantas, cada una distinta y
especial; y todas ordenadas de una forma que haga resaltar su
particular belleza sin distorsionar el diseñ o armó nico del huerto
entero.
Hacerse miembro de una iglesia bíblica es someterse a la
disciplina del Jardinero. Bajo Su cuidado encontramos nuestra razó n
de ser y nuestro verdadero potencial florece. Por ahora nuestra
iglesia local nos puede parecer un huerto pequeñ o, pero vale
recordar que el Jardinero es también nuestro Rey. Pronto volverá y
la creació n entera volverá a florecer.

ACERCA DEL AUTOR


Samuel Masters es Rector del Seminario Bíblico William Carey y
Pastor Titular de la Iglesia Centro Crecer de Có rdoba, Argentina.
Implementando la membresía en una iglesia
ya existente

John Folmar

«¿Có mo podemos involucrarnos en el ministerio en esta


iglesia?».
Una pareja experimentada quería comenzar a servir ese mismo
día — recibiendo grupos pequeñ os en su casa, liderando estudios
bíblicos; ellos estaban dispuestos a hacer de todo. Animados por su
entusiasmo, simplemente les insté seguir viniendo y conocer de una
mejor manera la iglesia. El hecho es que los nuevos asistentes no
deberían servir en la iglesia de forma oficial, ya sea servir el café o
ser voluntarios con el cuidado de los niñ os.
Esto no se debe a que seamos antipá ticos o que no estemos
dispuestos a dar una cordial bienvenida. La razó n es que creemos
que la pregunta má s importante que debería hacerse cualquier
persona nueva en una iglesia es esta: ¿Cuá l es tu situació n con Dios?
¿Has recibido el perdó n de tus pecados y has sido adoptado en su
familia? Hasta que no trates estos asuntos, tu servicio en la iglesia te
puede distraer de estas preguntas tan importantes.
No sabíamos quiénes éramos
Cuando empecé a pastorear la United Christian Church de Dubai
(UCCD) en 2005, nosotros no sabíamos quiénes éramos.
No había ninguna lista que indicara quién era o quién no era
miembro con buen testimonio en nuestra iglesia. Simplemente había
cientos de personas viniendo semanalmente, algunas de forma
regular y otras no. Personas que nunca se habían comprometido con
la iglesia no solamente estaban sirviendo el café sino que estaban
liderando grupos pequeñ os. Los ancianos no lo sabían pero algunos
de estos líderes oficiales tenían posturas poco ortodoxas como el
universalismo o el modalismo. Nunca habían sido examinados
mediante un proceso de membresía.
Pablo enseñ ó a los ancianos efesios: «Tened cuidado de vosotros
y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho
obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual É l compró con su
propia sangre» (Hch. 20:28). Sin membresía, ¿có mo podríamos
saber quiénes son las ovejas para poder orar y preocuparnos por
ellas? ¿Simplemente se trata de gente que aparece por nuestras
reuniones semanales sin má s? Hebreos 13:17 dice que nosotros
daremos cuenta por el rebañ o que se nos ha confiado. Por tanto, es
importante saber quiénes son.
Este es el motivo por el cual mi iglesia empezó a considerar una
membresía formal hace seis añ os. Al establecer la membresía los
ancianos podían conocer y cuidar al rebañ o que se les había
encomendado.
Comenzaron las dificultades
Todo el mundo en la UCCD estaba de acuerdo con la membresía
siempre y cuando fuera opcional. Nadie tuvo objeció n contra la
membresía como algo solamente para líderes o para aquellos má s
comprometidos, o como una nueva técnica de gestió n. Pero cuando
presentamos la membresía como algo esperado de parte de todos
los creyentes de nuestra congregació n, empezaron las dificultades.
Mucha gente no entendió o no estuvo de acuerdo con el hecho de
que la membresía fuera una expectativa bíblica. Algunos incluso lo
consideraron legalista, divisivo o exclusivo.
El proceso de entrevista para nuevos miembros fue
especialmente controversial. Una persona escribió : «Nunca había
estado en una iglesia donde uno se sintiera obligado a pasar un
examen de cristiano para poder pertenecer a la familia. Toda la
experiencia de la iglesia debe ser una experiencia de amor y
cuidado… Primero invitas con amor a los miembros a unirse a la
iglesia y entonces si crees que necesitan guía o má s discipulado para
crecer como cristianos puedes preparar algo. Nosotros nos hemos
sentido como si hubiéramos tenido que sacar una nota antes de
poder pertenecer a la UCCD y estoy bastante seguro de que esta no
es la forma que Dios estableció que se hiciesen las cosas».
Membresía: la segunda herramienta más importante para la
reforma
Seis añ os má s tarde, a pesar de estas objeciones, hemos
encontrado que la membresía bíblica ha sido vital para fortalecer
nuestra iglesia. De hecho, aparte de la predicació n de la Palabra,
creo que la forma má s importante para reformar una congregació n
es implementar la membresía.
Lecciones aprendidas por el camino
Estas son algunas lecciones que hemos aprendido en el camino:
1. Enseñ a sobre el tema primero.
La forma má s segura de distanciar a una congregació n es
empezar a cambiar la cultura de la iglesia sin exponer la razó n
bíblica para el cambio. Pablo exhortó a Timoteo a ministrar con toda
paciencia y doctrina (2 Ti. 4:2). Si tu iglesia ha existido por añ os sin
membresía bíblica, entonces puede llegar a tomar añ os ver un
cambio bíblico verdadero.
2. Predica expositivamente.
A medida que las personas crecen espiritualmente escuchando la
Palabra predicada cada semana, será n má s receptivas a los
argumentos bíblicos para el gobierno de la iglesia y de hecho para
todos los asuntos de la vida. El Espíritu da vida (Jn. 6:63) y usa la
Palabra para hacerlo.
3. Levanta la expectativa sobre lo que significa ser cristiano.
Subraya la santidad de Dios en tu predicació n, junto con el
correspondiente requerimiento de que el pueblo de Dios refleje su
cará cter (1 P. 1:16).
Mediante una dieta constante de predicació n expositiva, habla de
la disciplina eclesiá stica en el Nuevo Testamento (por ejemplo, Gá .
6:1-2; 2 Ts. 3:6-15; 1 Ti. 5:19-20; Tit. 3:10-11; Jud. 22-23; etc.).
Eventualmente la gente se preguntará por qué no han visto
disciplina en su iglesia ú ltimamente. La disciplina eclesiá stica es la
evidencia bíblica má s clara en cuanto a la membresía (Mt. 18:15-20;
1 Co. 5; 2 Co. 2:6).
Una iglesia es un grupo identificable de cristianos que está n
conscientemente comprometidos los unos con los otros. Sus vidas
no son perfectas pero, por la gracia de Dios, al observarlos, son
sustancialmente diferentes al mundo que les rodea. A medida que
subrayes lo que significa ser la nació n santa de Dios (1 P. 2:9), la
membresía empezará a tener má s sentido.
4. Haz aplicació n corporativa en tus sermones.
No apliques las Escrituras a creyentes individuales solamente.
Haz que la gente considere lo que dice un pasaje a la iglesia
corporativamente. Con el paso del tiempo esto afectará la
orientació n de las personas hacia la comunidad y la responsabilidad
del pacto de los unos con los otros.
5. Extiende esta visió n entre los ancianos y otros líderes.
Reparte el breve libro de Mark Dever ¿Qué es una iglesia sana? a
líderes prometedores de tu iglesia. Tal vez quieras usar el escrito
por Jonathan Leeman titulado La membresía de la iglesia . Há blales
sobre los argumentos de una congregació n ordenada bíblicamente.
6. Modela una comunidad robusta en tu propia vida.
Haz de tu vida un microcosmos de la só lida comunidad
corporativa que deseas ver en tu iglesia. Sé hospitalario. Ve a comer
con hombres que estén respondiendo a tu ministerio. Comienza a
construir un nú cleo de comunidad que reconozca el valor de la
responsabilidad y la comunió n. Empieza poco a poco y sé paciente,
en oració n, en tu interacció n con los demá s.
7. Ora para que Dios enriquezca las relaciones en tu iglesia con el
fin de que la membresía tenga sentido.
Sin una comunidad cristiana genuina, la membresía es solamente
un caparazó n. Dependemos del Espíritu Santo para crear el afecto
fraternal y mantener la unidad que la membresía manifiesta de
forma tan bella. Mantente en oració n sobre la comunió n y las
relaciones en tu iglesia. Promueve las conversaciones espirituales. A
medida que las relaciones se hagan má s profundas en tu iglesia, la
confesió n de pecados y la correcció n será má s normal.
8. Implementa un pacto de iglesia para enfatizar la
responsabilidad corporativa.
Un pacto es una promesa que cada miembro hace para amar y
preocuparse por la iglesia. Este pacto especifica las obligaciones que
los creyentes tienen los unos con los otros. Si tu iglesia tiene má s de
50 añ os, es probable que tengas algú n pacto guardado por alguna
parte. Quítale el polvo y reintrodú celo en la iglesia, pero solamente
después de haber enseñ ado los conceptos ampliamente. Si no tienes
uno, puedes considerar el Pacto de Capitol Hill Baptist Church que
hemos añ adido en esta Revista.
Para asegurarte de que el pacto es en realidad un documento
«vivo» en tu iglesia, busca recitarlo antes de la Cena del Señ or o
antes de las reuniones de miembros. La verdadera membresía se
compone de aquellos que conscientemente se han comprometido
con los demá s en tu iglesia. Sin un pacto y membresía, tu iglesia
puede ser simplemente un punto de predicació n.
9. Prepá rate para las objeciones.
Objeció n #1: Nunca hemos hecho esto antes.
Respuesta: Permite a la Biblia, no a la tradició n, establecer lo que
haces en tu iglesia. Considera la prevalencia de la disciplina
eclesiá stica en el Nuevo Testamento (Mt. 18:15-17; 1 Co. 5; 2 Co.
2:6). Si uno puede ser excluido de una asamblea identificable, uno
también puede ser incluido. Eso es la membresía. Y el Nuevo
Testamento asume que todos los cristianos son miembros de
iglesias.
Objeció n #2: La membresía es legalista y carece de amor.
Respuesta: Puede ser, pero no necesariamente, y no debería ser
así. De hecho, permitir que alguien permanezca có modamente como
parte de la iglesia sin confrontar la pregunta de su situació n ante
Dios es, tal vez, la cosa menos amorosa que puedas hacer jamá s. La
verdad es que la membresía de por sí no hará que tu congregació n
tenga má s amor, pero debería ser una poderosa manifestació n de
una comunidad guiada por el Espíritu.
Objeció n #3: Consume demasiado tiempo.
Al final de una ocupada reunió n de ancianos, ¿quién quiere
prestar atenció n a una docena de solicitudes de entrevistas de
nuevos miembros y hablar de detalles individuales, vidas y
testimonios? Un anciano me preguntó una vez: «¿No podemos
delegar esto a un diá cono?».
Respuesta: El llamado fundamental de un anciano no es
administrar programas sino «Tened cuidado de vosotros y de toda
la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos
para pastorear la iglesia de Dios» (Hch. 20:28). ¿Qué podría ser má s
integral a tal llamado que ver nuevos miembros dentro y viejos
miembros que no cumplen con su pacto fuera?
La membresía pone al frente las preguntas más importantes
Otra razó n para practicar la membresía eclesiá stica es que pone
al frente las preguntas má s importantes. El proceso de revisió n y el
contacto pastoral son vitales para la iglesia.
Un hombre de Yemen quería ser miembro de la UCCD, pero en
base a la entrevista estaba claro que no era cristiano. Alertados por
este hecho, empezamos a trabajar con él verdades bá sicas del
evangelio. Ahora es un pró spero cristiano que comparte el evangelio
con otros. Cuando otro hombre de Sudá frica pasó por el proceso de
membresía, era incapaz de explicar el evangelio claramente, aunque
parecía creer la Verdad y dio evidencia de fruto de fe. Después de
algunas conversaciones má s y tras leer el libro Cristianismo Básico
de John Stott, su fe empezó a profundizar y florecer. Ahora sirve
fielmente como diá cono en nuestra iglesia. Muchas otras personas
han sido salvas y fortalecidas a través del proceso de membresía de
la UCCD.
Por supuesto, no todo el mundo se persuade.
Hace tres añ os un marido que no estaba contento con el proceso
de membresía escribió a los ancianos en relació n a su mujer, quien
se había sentido preocupada tras la entrevista de membresía. «La
experiencia le hizo cuestionar su fe cristiana», dijo él.
No se dio cuenta de que es esto precisamente lo que la
membresía pretende hacer.
La membresía debe hacernos examinar nuestra fe (2 Co. 13:5).
¿Por qué? No porque los pastores seamos desagradables, insensibles
o antipá ticos. No porque nos creamos mejores que otros o porque
seamos jueces de la fe de la gente. Mas bien, deberíamos dejar que el
proceso de la membresía eclesiá stica nos haga examinar nuestra fe
porque la pregunta «¿Soy realmente cristiano?» es una de las
preguntas má s importantes que nos podemos hacer.

ACERCA DEL AUTOR


John Folmar es pastor de la United Christian Church of Dubai en
Emiratos Á rabes Unidos
Este artículo fue traducido por Patricio Ledesma .
Entrevista: consejos para implementar una
membresía significativa en la iglesia local

Sugel Michelén

Daniel Puerto

Daniel Puerto entrevistó al pastor Sugel Michelén de la Iglesia


Bíblica del Señor Jesucristo sobre consejos para los pastores y líderes
que desean implementar una membresía significativa en su iglesia
local. A continuación la entrevista:
Daniel Puerto: ¿Cuá l es el primer paso que debe tomar el
liderazgo de una iglesia local para implementar una membresía
significativa?
Sugel Michelén: La primera pregunta que yo haría al pastor o a
los líderes sería, «¿Está s convencido de que la iglesia debe tener una
lista de membresía?». La Palabra de Dios no contiene la palabra
«membresía», aunque sí enseñ a que somos miembros los unos de
los otros (Ro. 12:4-5). Ahora bien, la Biblia tampoco usa la palabra
«Trinidad». Este es un concepto teoló gico que lo encontramos en
ella revelado: vemos claramente que hay un solo Dios y que ese Dios
subsiste en tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. (1 Jn.
5:7-8).
De la misma manera, aunque no encontremos la palabra
«membresía» en la Biblia podemos ver que las iglesias del Nuevo
Testamento tenían una membresía claramente definida. Cuando el
Señ or Jesucristo dice: «Y si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas;
si te escucha, has ganado a tu hermano. Pero si no te escucha, lleva
contigo a uno o a dos má s, para que toda palabra sea confirmada por
boca de dos o tres testigos. Y si rehú sa escucharlos, dilo a la iglesia; y
si también rehú sa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentil y el
recaudador de impuestos» (Mt. 18:15-17).
La pregunta es: ¿A qué iglesia debemos presentar el caso de
pecado sin arrepentimiento? ¿Debemos escribirle una carta a la
iglesia universal para decirle lo que el individuo ha hecho? O ¿está
Jesú s hablando de un grupo específico de personas a las que nos
hemos unido a través de un pacto de membresía y a quienes somos
responsables?
En otras palabras, en la cita de Mateo hay algo que está implícito
en el texto y es que la persona en pecado que no se arrepiente
pertenece a una comunidad. Luego el texto continú a: «si no oyere a
la iglesia». Aquí está hablando de una iglesia que puede escuchar un
reporte, se trata de una iglesia que puede hablar y amonestar a este
hermano, «tenle por gentil y publicano»; es decir, esta persona debe
ser excluida de la lista de personas que son consideradas como
ciudadanos del reino de Dios en esa iglesia local. Pero, ¿có mo se
puede excluir a quien no haya sido incluido previamente?
La membresía es como el pasaporte que confirma que somos
miembros del reino de Dios. Por ejemplo, si tuviera un problema en
Estados Unidos de América, debo ir al consulado de Repú blica
Dominicana, donde ellos avalará n que soy dominicano y que
pertenezco a la nació n dominicana. De la misma manera, la
membresía de la iglesia es el aval que un grupo de creyentes junto
con sus pastores dan de la veracidad de mi fe.
En el Nuevo Testamento vemos mecanismos que se dan, y que
presuponen la membresía. Pablo dice: «no pongas en la lista a las
viudas que no tengan menos de 60 añ os» (1 Ti. 5:11) ¿La lista de
dó nde? ¿Son esas mujeres las viudas de todo el mundo o só lo las
viudas que se congregan en ese lugar? Claramente son las de ese
lugar.
DP: ¿Có mo implementar en una iglesia una lista oficial de
miembros?
SM: Lo primero que se aconseja es que ese tema sea predicado
en la iglesia, que sea enseñ ado a los creyentes. Si las personas no
está n acostumbradas a este concepto el pastor debe instruirles en él
por medio de las Escrituras.
Otra recomendació n má s: el pastor puede buscar una iglesia
madura que tenga implementado un proceso de membresía y verla
como guía; no tiene que seguir ese proceso al pie de la letra, pero sí
puede servirle de base para diseñ ar su propio proceso.
DP: ¿Có mo implementar un sistema de asimilació n de miembros
eficaz en la iglesia local? ¿Có mo evitar tanto el extremo de un
proceso de membresía demasiado complejo y difícil de completar o
el otro extremo de un proceso demasiado corto y superficial? En un
extremo casi nadie puede ser miembro, en el otro todos pueden ser
miembros.
SM: Un proceso de membresía debe contener por lo menos dos
pasos:
Dar una clase de pre membresía. Una clase breve donde se
explica la confesió n de fe y lo que cree la iglesia; explicar las
políticas de la iglesia, de có mo la iglesia se rige internamente, có mo
funciona y lo que se espera de un miembro de la iglesia.
Posteriormente, esa persona se entrevista con un pastor, quien
determina si ha entendido el mensaje del evangelio, y que se puede
ver en ella el impacto del mismo, aunque sea en una mínima
expresió n.
Presentar al candidato miembro a toda la iglesia . Si es una
persona que está entrando a la membresía por medio del bautismo y
no hay una objeció n por parte de los miembros, después de ser
bautizado vendrá a ser parte de la membresía. Si es una persona que
viene de otra iglesia o por transferencia, hay varias cosas que se
deben preguntar: ¿Có mo te fuiste de la iglesia? ¿Por qué te fuiste de
la iglesia? ¿Te fuiste en buenos términos de la iglesia anterior?
¿Tenemos la libertad de llamar al pastor anterior y averiguar qué
pasó allí? Si no hay alguna objeció n, igual que en el otro caso, se
presenta delante de la iglesia, y entonces es recibida esta persona en
la membresía.
Este proceso suena largo, pero puede ser que no dure má s de dos
o tres meses. El punto es que los pasos se den para estar seguros de
que la persona que está entrando a la membresía entiende el
evangelio y que de verdad ha dado los frutos que se esperan de
alguien que se ha arrepentido y creído en Cristo.
DP: ¿Qué pasa si de una pareja de esposos solamente uno de
ellos desea ser parte de la iglesia? ¿Se le acepta como miembro?
SM: Viendo claramente en las Escrituras que la salvació n es
personal, el consejo a la esposa o esposo que desea ser miembro es:
«Lo ideal hubiera sido que tú y tu có nyuge que también profesa ser
cristiano entraran juntos a la membresía, pero si él o ella no quiere
entrar y tú tienes la convicció n de que debes hacerlo, es menester
que debes obedecer a Dios antes que a los hombres. Así que nuestro
consejo a ti es que te hagas miembro». Esa sería la recomendació n.
DP: ¿Es importante un proceso de seguimiento después de que
una persona ha sido aceptada como miembro de la iglesia?
SM: Lo ideal es que una iglesia tenga un proceso natural de
seguimiento, es decir, que los hermanos realmente se preocupen
unos por otros. Es importante que la persona que ha sido integrada
a la membresía pueda ser discipulada de manera personal o en un
grupo pequeñ o que le permita crecer y madurar en la fe. Esta es una
manera natural de seguimiento porque no es necesariamente un
programa. Algunas iglesias tienen programas de seguimiento, lo cual
está muy bien, pero también se puede dar de manera orgá nica en la
iglesia porque los hermanos se preocupan unos por otros.
Es excelente que de una forma o de otra la persona que recién se
integra tenga un seguimiento, porque aun cuando sea un hermano
que viene de otra iglesia o sea un nuevo creyente, él está entrando
en una nueva situació n y ellos deben conocer có mo funciona la
iglesia donde han llegado porque seguramente es diferente a donde
estaban antes.
DP: ¿Qué consejos adicionales daría a un grupo de ancianos que
reciben una petició n de membresía de un creyente que viene de otra
iglesia?
SM: Deben asegurarse que esa persona salió por una razó n
correcta de su iglesia anterior, que no dejó un problema detrá s y que
no está violentando la autonomía de una iglesia local. Es decir, si una
iglesia puso a uno de sus miembros en disciplina o incluso lo
excomulgó y este mismo viene a otra iglesia buscando refugio, el
pastor debe asegurarse de que su iglesia no se convierta en una
especie de «refugio de malhechores»; debe averiguar la razó n, el por
qué el creyente salió . Aú n si está en disciplina, la recomendació n
debe ser: «vuelve a tu iglesia y concluye la disciplina» porque de esa
manera estamos respetando la autoridad de la iglesia local, la
autoridad de poner en disciplina a sus miembros.
DP: ¿Qué tanto se debe hablar a los miembros sobre el
compromiso financiero que tienen para con la iglesia?
SM: A lo largo de la historia de nuestra iglesia hemos fallado en
este aspecto ya que casi nunca hablamos de ese tema y nos hemos
dado cuenta que es un error. La Biblia dice que debemos predicar
«todo el consejo de Dios» (Hch. 20:26-27). La Biblia enseñ a
claramente que la forma en có mo el creyente usa el dinero es
importante y que es parte de nuestra adoració n. No predicar de ese
tema es no predicar de manera completa, es fallar en enseñ ar có mo
nosotros adoramos a Dios con los recursos que É l nos da.
El punto importante aquí es el siguiente: si se predican las
Escrituras expositivamente se tocará el tema cuando el texto bíblico
permite hablar de eso. En otros momentos, como pastor te dará s
cuenta que no se ha hablado de ese tema en la iglesia y tendrá que
ser tocado. Mucho depende de lo que los miembros estén
manifestando en su generosidad al dar; si los miembros son
generosos al dar no es necesario estar constantemente hablando
sobre ello, pero cuando las ofrendas decaen en la iglesia y el estilo
de vida que los miembros viven es apto para dar probablemente no
está n ofrendando y entonces tal vez ese es un indicativo de que la
iglesia necesita escuchar sobre la ofrenda.
Con todo, es mejor hacerlo de manera preventiva, si se predica
de manera expositiva todo el consejo de Dios – este tema es parte de
todo el consejo de Dios – eventualmente hablará s de él cada cierto
tiempo sin que necesariamente haya un problema que se necesite
corregir.
DP: ¿Se debe incluir el tema del compromiso financiero de los
miembros en la clase de membresía?
SM: Si, en la clase de pre membresía se habla de ese tema.
Nuestra iglesia tiene una particularidad: nunca hemos recogido
ofrenda durante el servicio de adoració n; tenemos cajas de ofrenda
donde los creyentes ofrendan, pero no hay un momento en el culto
donde se recogen las ofrendas.
Una de las cosas que los pastores hemos hablado, es que
debemos ser má s intencionales en dar gracias a Dios por las
ofrendas en la oració n pastoral que se da en el culto de adoració n
porque de esa manera los creyentes se dan cuenta que esto es parte
de nuestra adoració n a Dios. En una iglesia donde no se recogen
ofrendas, es má s fá cil que ese elemento se pierda. Pero nosotros
decidimos hacer eso desde que comenzamos nuestra iglesia hace 35
añ os atrá s y hasta el día de hoy una sola vez se ha recogido ofrenda
en nuestra iglesia y no fue para nosotros, fue para una misionera
que tenía cá ncer y decidimos recolectar ese día y dá rsela a ella para
su tratamiento, pero nunca se ha recogido ofrenda en nuestra
historia, por razones particulares que no vienen al caso.
Es importante que los pastores de las iglesias locales sean
intencionales en conectar las ofrendas y el dar como una parte
importante de nuestra adoració n.

ACERCA DEL AUTOR


Sugel Michelén ha sido anciano y predicador en la Iglesia Bíblica del
Señ or Jesucristo en Santo Domingo, Repú blica Dominicana por má s
de 30 añ os.
Este artículo fue transcrito y adaptado para legibilidad por Karla
Martínez .
Cómo introducir la membresía en una iglesia
nueva

Mike McKinley

Es difícil saber cuá ndo y có mo una iglesia recién establecida


debe introducir la membresía de manera oficial.
Al principio del nacimiento de una nueva iglesia, ésta no es capaz
de funcionar completamente como una congregació n. Si no se tiene
una membresía oficial en el grupo, la iglesia no puede ejercer alguna
clase de disciplina ni administrar la Cena del Señ or y el bautismo de
una forma bíblica. Por lo tanto los fundadores de iglesias deben
sentir una carga por establecer una membresía tan pronto como sea
posible. Pero ¿qué hace que la iglesia recién establecida se convierta
en una congregació n con membresía?
Los beneficios de la membresía en una iglesia recién establecida
Algunos estrategas del establecimiento de iglesias enseñ an que
la membresía es algo secundario en su relació n con la meta de
establecer una iglesia. Después de todo, los fundadores de iglesia
deben llamar a la gente a participar en la vida y la misió n de la
Iglesia. Esa participació n, argumentan, se manifiesta mucho mejor
en las acciones que en los acuerdos entre ellos sobre membresía. No
obstante, el introducir una membresía oficial conlleva al menos tres
beneficios para esa nueva iglesia:
1. La membresía llama a los asistentes a aumentar su
compromiso.
Primero, el hecho de introducir la membresía de la iglesia llama
a los que asisten de forma regular a aumentar su compromiso con la
iglesia. Cuando un plantador de iglesia comienza una obra nueva, es
probable que algunas personas comiencen a asistir para enterarse
de lo que está pasando. Esto por el momento hace difícil saber si se
puede contar con esas personas para que participen en la vida de la
iglesia.
El hecho de introducir la membresía de la iglesia les dará a esas
personas la oportunidad de comprometerse o de echarse para atrá s.
Despeja cualquier ambigü edad que tengan en relació n con la
congregació n. Y les llama a comprometerse de lleno a la obra de la
iglesia.
2. La membresía aumenta la responsabilidad.
En segundo lugar, el hecho de introducir la membresía de la
iglesia aumenta la responsabilidad dentro de la congregació n
misma, y entre la congregació n y sus líderes.
La membresía requiere compromiso y eso aclara en términos
bíblicos lo que significa formar parte de una iglesia. Cuando alguna
persona pasa de ser un simple visitante y se convierte en un
miembro de la iglesia, con eso está prometiendo amar y cuidar a las
demá s personas de la iglesia, y orar por ellos.
La membresía también capacita a los plantadores de iglesias
para saber a quiénes son responsables de cuidar y de supervisar.
También los capacita para hacer que las personas sean responsables
con su compromiso.
3. La membresía capacita a la iglesia para cumplir sus
responsabilidades bíblicas.
En tercer lugar, el hecho de introducir la membresía de la iglesia
capacita a la iglesia para cumplir con todas sus responsabilidades
bíblicas.
Sin la membresía de la iglesia el bautismo y la cena del Señ or
pierden una parte importante de su significado (el bautismo como la
forma de entrar en la comunidad del pacto y la Cena del Señ or como
la señ al de continuar participando en esa comunidad). Ademá s,
mandamientos como el que se encuentra en Hebreos 13:17
«Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos», y 1 Corintios 5:13
«expulsad de entre vosotros al malvado», solamente pueden ser
obedecidos cuando la identidad de la iglesia está claramente
definida.
Cuándo introducir la membresía de la iglesia
El momento para introducir la membresía de la iglesia varía en
funció n de las circunstancias. Si la nueva iglesia nace con un grupo
original que ha venido de una iglesia establecida y tiene un nú cleo
bastante grande, puede que sea sabio reconocer a las personas de
ese equipo de lanzamiento como la membresía de la nueva iglesia.
Pero si el plantador de iglesia está trabajando en un lugar donde no
lo acompañ a un equipo de la iglesia y donde todos los miembros son
personas recién convertidas esto obliga, indudablemente, a que se
tome má s tiempo para constituir la membresía del grupo como
iglesia.
Aquí presento cuatro aspectos que el plantador debe tener en
cuenta cuando está tratando de establecer la membresía, y los voy a
mencionar en orden de importancia:
1. La capacidad para discernir la credibilidad de las nuevas
profesiones de fe.
Para poder tener una iglesia, hacen falta cristianos. Por lo tanto
un fundador de iglesia que quiera avanzar hacia una membresía
oficial de la iglesia necesitará poder discernir que hay personas
asistiendo a las reuniones que realmente son convertidas. Esto
significa que los futuros miembros de la iglesia deben entender lo
que significa ser cristiano, y llevar suficiente tiempo como para que
su fe se manifieste en una vida cambiada.
2. Acuerdo sobre una declaració n de fe.
Aunque ninguna iglesia tiene un acuerdo uná nime sobre cada
punto doctrinal, sí cada congregació n debe tener un consenso bá sico
sobre cuestiones esenciales tales como el evangelio, las Escrituras, la
naturaleza de la iglesia y la naturaleza de la visa cristiana. Es
importante no esperar demasiado antes de establecer una
declaració n de fe, porque puede ser que te resulte má s difícil
conseguir un consenso, una vez que la iglesia se ha hecho má s
grande.
Como mínimo, desde un principio deberías dejar muy claras tus
convicciones doctrinales. Por ejemplo, si eres bautista, y sabes que
cuando la iglesia se constituya será una iglesia bautista, es bueno
dejar eso claro desde el principio. Yo te aconsejaría añ adir al
moderno nombre de tu iglesia la palabra «Bautista» para que quede
en algo así como «Iglesia Bautista Kairó s». Si no, podrías acabar
teniendo una situació n que podría ser descrita como un engañ oso
señ uelo para atraer oyentes, en la que haya personas que hayan
estado participando en la vida de la congregació n, pero que no
puedan ser miembros por diferencias doctrinales
También te recomiendo que uses una declaració n de fe que ya
haya sido utilizada por mucho tiempo en vez de escribir la tuya
propia desde cero. No debe ser difícil encontrar una que se ajuste a
su ideal. Si no encuentras ninguna que valga para ti lo má s probable
es que seas un hereje o simplemente «una de esas personas» – ya
me entiendes. ¡Seguramente tu esposa te puede echar una mano
para que sepas cuá l es tu caso!
3. Acuerdo sobre un pacto para la iglesia
Un pacto de iglesia es un acuerdo que define la responsabilidad
y los privilegios de la membresía. Aunque no es absolutamente
necesario tener un documento formal que señ ale estas cosas, hay
una razó n prá ctica por la cual las iglesias se han beneficiado de dejar
claras estas responsabilidades de antemano. Por lo menos los
nuevos miembros de la iglesia necesitará n saber qué se espera de
ellos.
4. Reglas de régimen interno y estatutos oficiales Pocas cosas
son tan aburridas como las reglas de régimen interno de una iglesia
(también llamadas Constitució n o Reglamento), sin embargo son
ú tiles tenerlos desde el momento cuando el sistema de membresía
es implementado. De esta forma queda claro el procedimiento de
altas y bajas de miembros establecida y sin problema. Es una buena
idea establecer desde el mismo comienzo del nacimiento de la
iglesia có mo los líderes será n reconocidos y có mo las decisiones
será n tomadas por la membresía.
Como fundador de iglesia tendrá s que decidir cuá les de es tas
cuatro cosas vas a necesitar, antes de sentirse seguro estableciendo
un sistema de membresía en la iglesia. Una vez que tengas esas
cosas en su sitio deberías seguir adelante.
Conclusión
Puede que la membresía de la iglesia no parezca muy importante
al iniciar una obra nueva. Sin embargo en algú n momento en el
proceso la congregació n necesitará saber quiénes son para que
puedan cumplir los mandatos bíblicos para la iglesia.

ACERCA DEL AUTOR


Mike McKinley es escritor y pastor de Sterling Park Baptist Church
en Sterling, Virginia.
Este artículo fue traducido por Humberto Pérez .
La membresia de la iglesia y la
contextualización
Hacer teología envuelve expresar constantes bíblicas universales
de maneras que tengan significado en un contexto particular.
Habiendo empleado la mayor parte de dos décadas plantando
iglesias en culturas extranjeras, no podría haber evitado esta lecció n
incluso si hubiera querido. Plantadores de iglesias trasculturales se
enfrentan continuamente al reto de enseñ ar doctrina cristiana y al
mismo tiempo impulsar aplicaciones contextualmente significativas
y apropiadas de esa doctrina.
Entonces, ¿có mo formular una doctrina de la membresía de la
iglesia local que tome en cuenta el contexto en el cual esa iglesia
existe? Esta es la pregunta que este artículo intentará responder.
Nuestra doctrina de la membresía eclesial debería llevarnos cerca
de una constante bíblica y universal, pero la prá ctica de esa doctrina
vivida cultural y contextualmente introduce todo tipo de
expresiones particulares de la constante universal.
Una doctrina bíblica universal de la membresía eclesial
Plantadores de iglesias en contextos extranjeros deberá n
trabajar junto a creyentes locales examinando las Escrituras y
trabajando para expresar la doctrina sencilla de la iglesia local en un
lenguaje apropiado. Esto implicará no só lo mirar los textos donde la
palabra iglesia (ekklesia) es usada sino leer libros enteros del Nuevo
Testamento. La meta aquí es escudriñ ar lo que el Nuevo Testamento
dice acerca de la iglesia local creyente e identificable. ¿Có mo se
puede diferenciar entre los de dentro y los de fuera? ¿Entre los que
se unen y los no creyentes? Será importante considerar lo que el
texto asume e implica acerca de la membresía en libros como
Romanos, Hebreos, 1 Juan y 1 Pedro, al igual que las instrucciones
que Pablo da sobre la vida en el hogar en sus cartas.
Por ejemplo, dejadme intentar expresar la doctrina de la
membresía de la iglesia (constante bíblica universal) para un
contexto pionero como pudiera ser explicado a una primera
generació n de una iglesia local.
Una iglesia local tiene una membresía identificable de personas
bautizadas escrituralmente en base a su profesió n de fe convincente
en Jesucristo como Salvador y Señ or, una profesió n de fe convincente
siendo ésta aquella que es acompañ ada por un arrepentimiento
continuo y fe en el evangelio. Estos miembros son intencionales en
ser una (o la) congregació n local en ese lugar. Participació n en los
beneficios del evangelio normalmente conlleva reunirse y hacer un
pacto con una iglesia local, donde los creyentes buscan vivir todas sus
relaciones con humildad bajo la luz del evangelio como quienes son
extranjeros y peregrinos que pertenecen a un hogar celestial.

Ciertamente, se podría decir mucho má s acerca de la membresía


eclesial, como por ejemplo la prá ctica regular de tomar la Cena del
Señ or como uno de los beneficios del evangelio. Pero esto es só lo
una expresió n simple de la doctrina de la membresía de la iglesia
local para un contexto nuevo al cristianismo, un contexto donde el
evangelio no ha sido conocido durante al menos varias
generaciones.
Terminología de la membresía: ¿participantes, miembros o
iniciados?
Los escritores de la Biblia asumen algú n tipo de membresía en la
iglesia local, pero no nos dan una palabra específica para referirse a
quienes son parte de esta membresía. Entonces, ¿có mo debemos
hablar o escribir de membresía de manera que los conceptos sean
entendidos significativamente en la cultura? La respuesta depende
en parte de las palabras que estén disponibles para nosotros en el
idioma local. Un plantador de iglesias trascultural necesita
considerar qué tipo de membresías ya existen para así comparar
aquellas con el ideal bíblico – especialmente si escogemos una
palabra má s genérica para referirnos a la membresía.
Una membresía eclesial bíblica es un tipo diferente de
participació n o membresía que una ashram local hindú , un templo
budista, una mezquita islá mica o una orden sufi. Un plantador de
iglesias necesita estar percatado de estas diferencias.
La vida de familia en el hogar puede ofrecer conceptos de
pertenencia que ayuden. Pero el lenguaje de pertenencia no captura
necesariamente la idea de unirse, tal vez siendo la excepció n el
contexto del matrimonio. Aú n incluso aquí, muchas culturas han
perdido el rumbo de lo que Génesis dice acerca de dejar la familia y
llegar a ser uno con el có nyuge – formando una nueva unidad
familiar.
En resumen, la doctrina bíblica no cambia, pero uno necesita
considerar cuidadosamente có mo las palabras para referirse a la
membresía son traducidas en un contexto particular. De forma
general, un plantador probablemente querrá utilizar el lenguaje de
unidad, asociació n, hermanos y hermanas, para así llegar a la idea
bíblica de la membresía eclesial.
Aplicación contextual: ¿listas y cartas de membresía?
En las sociedades occidentales tan cambiantes y difusas, los
creyentes son libres de congregarse sin ninguna interferencia oficial
ni persecució n. En dichos á mbitos, una lista escrita de membresía
presenta una buena aplicació n de la constante bíblica. Pudieran
incluso ser necesarias para así capacitar a la congregació n y sus
líderes de seguir la evolució n de quién es miembro o no en la iglesia.
El propó sito de estas listas es distinguir entre los miembros de la
iglesia y aquellos que no lo son; y seguir los procesos con quienes
han sido disciplinados para correcció n.
Pero en un contexto pionero, restringido u hostil, los pocos
creyentes probablemente se conocen entre sí. Pudiera ser que só lo
haya una iglesia local, un grupo no tan pú blico en una casa o
apartamento de la zona. O pudiera ser un grupo de iglesias en
apartamentos de la zona. Aquí, hacer listas de miembros no sería
sabio, ya que crea un riesgo innecesario para el cuerpo local cuando
casas son registradas y libros y papeles confiscados. Ademá s, no hay
creyentes desconectados y los límites de la iglesia local está n muy
claros para todos. La persecució n clarifica quiénes está n dentro de la
iglesia y quiénes no está n. Cuando una persona es bautizada en tal
contexto, está muy claro (para los de adentro y algunos de fuera)
que él o ella ahora pertenece a Cristo y a esta asamblea local.
Expresar el deseo de ser bautizado en tales contextos es
inherentemente una profesió n de fe creíble. Cuando un creyente es
perseguido por su propio pueblo debiendo identificarse con otra
iglesia local clandestina, normalmente ya es reconocido por la
iglesia que lo recibe. Las noticias de persecució n viajan rá pido.
Usualmente no hay necesidad de cartas escritas de recomendació n.
Insistir en una carta es simplemente innecesario.
En una sociedad má s compleja y diversa donde el cristianismo
ha tenido favor e iglesias locales disfrutan de una posició n legal,
listas de membresía y cartas de transferencia son una aplicació n
sabia de una membresía identificable.
La constante universal es que la iglesia local debe saber quién
está adentro y quién sigue estando fuera. Intereses culturales
dirigen có mo esa constante es puesta en prá ctica localmente.
Aplicación contextual: ¿pactos escritos y sus contenidos?
Formar parte de una iglesia local es estar de acuerdo a vivir
junto con otros creyentes de una manera que es digna del llamado
de Dios a vivir como pueblo escogido, real sacerdocio y nació n santa;
es estar de acuerdo a desplegar la gloria de Dios a través de una vida
y relaciones centradas en el evangelio. En otras palabras, la iglesia
local es una comunidad de fe en un mundo hostil donde nuestras
relaciones con Dios, unos con otros y con los de afuera está n
exclusivamente centradas en el evangelio y la gloria de Dios.
Para clarificar las responsabilidades de esas relaciones con un
contenido particular, muchas iglesias a través de la historia del
cristianismo se han beneficiado al usar pactos escritos eclesiales.
El sentido global de la enseñ anza acerca de la iglesia en el Nuevo
Testamento apunta a cuá n importante es tener claro nuestros
propó sitos para congregarnos y la línea entre los de dentro
(miembros) y los de fuera (no miembros). En un sentido, podríamos
decir que la Biblia entera y en particular el Nuevo Testamento
provee a la iglesia de un conjunto completo de reglas del pacto
(propó sitos y expectativas para la iglesia). Al mismo tiempo, un
pacto escrito sirve a modo de resumen hablado de las expectativas
en las relaciones para la iglesia local.
Cuanto má s intencionalmente bíblico es el lenguaje del pacto de
la iglesia, tanto mejor. Iglesias en casas, por ejemplo, podrían
agrupar una serie de frases del Nuevo Testamento en las cuales se
describe las tareas y privilegios de los miembros de la iglesia con un
mínimo (o quizá s sin él) ajuste al lenguaje de su propio pacto
eclesial.
Un pacto de una iglesia puede ser largo o corto, pero debe
resaltar las expectativas en las relaciones para los miembros de la
iglesia. Puede estar por escrito y recitado regularmente, o
memorizado, o incluso cantado, dependiendo del nivel cultural y de
educació n. Puede ser cantado, recitado o leído cuando las
ordenanzas del bautismo y la cena del Señ or se realicen. Las familias
pudieran utilizar el pacto como medio de enseñ ar a los hijos sobre
qué significa pertenecer a una iglesia, y có mo el evangelio cambia
vidas y capacita con poder a los seguidores de Jesú s a vivir diferente
en el mundo.
Un pacto de una iglesia debe incluir tanto frases como versículos
que estén incluidos en otros pactos, como también frases que
dependan de consideraciones culturales. Entonces, todo buen pacto
describirá obligaciones de la relació n en la vida familiar, en la vida
de la iglesia y en la vida en el mundo. Pero la iglesia establecida en
una cultura que es abiertamente hostil al cristianismo, pudiera
necesitar un pacto que sea má s explícito acerca del amor hacia los
enemigos o al llamado a perseverar en la persecució n. Pactos en
cada situació n cultural pudieran llamar a un compromiso má s
diligente a evangelizar sin vergü enza y hacer discípulos, pero só lo
ciertos casos pudieran requerir ser má s explícitos en pedir a
miembros el renunciar adoraciones ancestrales o prá cticas
supersticiosas. En sociedades caracterizadas por una mentalidad
guerrera y luchadora, probablemente deberían incluir un
compromiso hacia la paz y la reconciliació n. Si el pacto hubiera sido
escrito por los cretenses que se llamaban a sí mismos mentirosos,
malas bestias y glotones perezosos, debería incluir un compromiso a
decir la verdad, actuar con bondad, realizar buenas obras, vivir en
sobriedad y tener dominio propio. En culturas donde las relaciones
son regularmente marcadas por el pecado sexual, la iglesia local
pudiera querer enfatizar una vida casta, modesta y que evita la
pornografía.
Cualquiera que sea el contenido, un pacto debe enfatizar la
relació n universal y ética del evangelio, y tiene que ser
particularizado de una manera apropiada. Debe tener sentido para
la iglesia local, y apuntar a sus pecados de relaciones particulares y
prevalentes. Este balance entre universalidad y particularidad ayuda
a los miembros de la iglesia a disciplinarse los unos a los otros
donde má s lo necesitan.
Aplicación contextual: uniéndose a la iglesia local
No he descrito en lo anteriormente dicho, acerca de la constante
bíblica universal de la membresía eclesial, có mo la gente debe
unirse a la iglesia local. Lo hice a propó sito.
Sí he mencionado el bautismo escritural, una profesió n de fe
creíble y una vida que exhibe un arrepentimiento y fe en Cristo
continuamente. Pero exactamente có mo las iglesias locales en sus
distintos contextos deben examinar a los que se quieren unir
probablemente variará .
En sociedades complejas y anó nimas tiene mucho sentido que
los ancianos tengan entrevistas con quienes desean ser miembros.
Pero cuando las iglesias son muy pequeñ as, tal vez toda la iglesia
debería entrevistar a los candidatos. Es muy alentador para la iglesia
local y un buen procedimiento de examen, tener a toda la iglesia
escuchando el testimonio de conversió n y su explicació n del
evangelio.
En conclusió n, plantadores de iglesias trasculturales, como cada
líder fiel de la iglesia, debe trabajar dedicadamente para expresar la
constante bíblica universal de maneras doctrinales significativas y
trabajar arduamente para distinguir la doctrina de las aplicaciones
culturales particulares de esa doctrina. Y como en todo, siempre
volvemos a la Palabra en oració n para instrucció n y correcció n.

ACERCA DEL AUTOR


Ed Roberts ha empleado las ú ltimas dos décadas plantando iglesias
en naciones predominantemente islá micas.
Este artículo fue traducido por José Vá zquez.
De asistente a miembro: ¿cómo ayudar en el
proceso?

Thabiti Anyabwile

Uno de los desafíos prá cticos que nosotros los pastores


enfrentamos es có mo animar a un asistente a la iglesia hacia la
membresía activa en la iglesia. ¿Có mo deberíamos ayudar a las
personas a entender la necesidad y la alegría de pertenecer a una
asamblea local de creyentes? He aquí seis sugerencias.
Seis sugerencias para convertir a los asistentes en miembros
Aquí tenemos seis sugerencias. Las cuatro primeras tienen por
objeto crear un entorno donde la membresía es valorada y
entendida. Las dos ú ltimas implican el cuidado de personas
concretas que necesitan hacer la transició n desde la simple
asistencia a la membresía activa.
1. Conoce a los miembros actuales.
Antes de que podamos trasladar de manera efectiva a las
personas asistentes a la iglesia a ser miembros de la iglesia, tenemos
que conocer a nuestros miembros actuales. De lo contrario, la idea
de membresía, sigue siendo amorfa hasta para el pastor que la
promueve.
Imagínate invitar a un visitante a cenar contigo y tu familia en la
tarde del sá bado. El visitante llega, esperando encontrarse con tu
esposa e hijos, pero luego le llevas por toda la casa preguntá ndole a
todo el mundo su nombre, sin importar si son visitantes también o si
viven allí. La supuesta «presentació n» a tu familia demuestra
completamente la falsedad de tu derecho a llamarte familia de
alguien que tú no conoces.
Del mismo modo, cuando hablamos de pertenecer a una iglesia
local, debemos tener en cuenta que pertenecemos a una familia
particular de gente real, conocida y amada. Estamos invitando a un
asistente a formar parte de esta familia real y viviente. Nuestra
invitació n tiene rostros y nombres. Si conocemos las caras, nombres
y vidas, entonces estaremos en mejores condiciones para presentar
al asistente a la familia.
2. Expresa verdadero aprecio por los miembros actuales.
Francamente, yo perdí esta oportunidad cuando me convertí en
pastor de la First Baptist Church of Grand Cayman. Llegué lleno de
celo y dispuesto a poner el hombro en el arado. Yo esperaba amar y
servir a la gente, pero fallé en reconocer suficientemente algo: la
gente de la First Baptist Church había estado aquí mucho antes de
mi llegada. Ya estaban sirviendo al Señ or en innumerables maneras.
Y ellos no só lo necesitaban el tipo de amor que yo quería dar. Ellos
necesitaban el tipo de amor de alguien que se detenía para apreciar
el servicio que ellos estaban prestando, el tipo de amor que expresa
una acció n de gracias genuina por la gracia de Dios que ya había en
ellos.
En cambio, la congregació n a menudo me oía ofrecer sugerencias
para mejoras e ideas para nuevos proyectos. Esto comunicó
insatisfacció n y falta de aprecio. Herí a algunas personas y les quité
las ganas a otras. Algunos me mostraron muchísima misericordia,
suponiendo que yo tenía buenas intenciones. Y las tenía. Pero la
mejor manera de expresar esas buenas intenciones pudiera haber
sido expresar mi gratitud y mi aprecio por todo lo positivo que había
visto.
Ojalá hubiera pasado los primeros dos a cuatro añ os de mi
ministerio animando específica, genuina y repetidamente, dando
gracias, y apreciando las muchas personas maravillosas y actos de
servicio de la iglesia. Tenemos maestros de Escuela Dominical que
han servido veinte añ os consecutivos, personas que han asistido en
silencio a las madres solteras pobres, líderes que han resistido
tormentas difíciles a lo largo de añ os de liderazgo, sobrevivientes de
cá ncer que han luchado contra la enfermedad con fe verdadera,
esposas y esposos que han permanecido fieles a có nyuges no
creyentes y, a veces desagradables, miembros que han ofrendado
con alegría y sacrificio, y muchos otros que han modelado sus vidas
como la de Cristo.
Si yo hubiera tenido el cuidado de conocer a la congregació n y de
observar su fe en acció n, habría tenido añ os dignos de ilustraciones
de sermones, oportunidades de escribir notas de aliento, y
oportunidades para alabar a Dios por su obra. Y si hubiera usado
esas ilustraciones, escrito esas notas y dado esa alabanza pú blica y
personal, habría tenido un tono lleno de á nimo, gracia y
agradecimiento. Esto habría edificado a los miembros actuales y
hubiera hecho atractiva la membresía para el asistente. La gente
quiere pertenecer a grupos que animan y edifican. Las iglesias y los
pastores deben ser los mejores haciendo eso.
3. Pinta una visión bíblica de la vida cristiana saludable.
Una cosa que podemos suponer acerca del cristiano que asiste
regularmente a la iglesia pero no se une a la iglesia, es que su punto
de vista de la vida cristiana es defectuoso en alguna parte.
¿Podemos suponer esto? Podemos, porque las Escrituras dicen
que la iglesia local es el plan de Dios para nuestro discipulado y
madurez espiritual (Ef. 4:11-16; Mt. 28:18-20). Como seres sociales,
necesitamos comunidad. Dios provee esto en la iglesia local, donde
nos alegramos con los que se alegran, lloramos con los que lloran y
mostramos la misma preocupació n por los demá s (1 Co. 12:12-27).
Por razones que requerirá n investigació n pastoral, el asistente a
la iglesia no ha abrazado totalmente la visió n de la vida cristiana
centrada en la iglesia. Nuestra tarea como pastores es predicar y
enseñ ar de una manera que transmitamos una visió n bíblica de la
iglesia local, haciendo a la iglesia local bella y deseable para el
pueblo de Dios.
Tenemos que ayudar a los asistentes y a los que ya son
miembros a entender lo que significa estar en la iglesia y por qué
estar fuera de la iglesia no es saludable. Si no lo hacemos, los
dejamos con sus ideas incompletas acerca de la iglesia. Peor aú n,
podemos dejarles pensar que el ú nico beneficio de la membresía es
la disciplina y su molestia.
Podríamos responder a esta necesidad con la predicació n de una
serie temá tica sobre la iglesia o la comunió n espiritual. O, podríamos
dar un paseo a través de cartas como Efesios o 1 Timoteo, donde la
Biblia presenta imá genes convincentes de la vida eclesial. O, en el
curso de la exposició n de otros libros de la Biblia, podemos hacer
aplicaciones a la membresía siempre que sea legítima, para que los
miembros y asistentes vean el hilo de pertenencia y comunidad a
través de la Biblia. En todo esto, debemos mostrar una visió n alta y
atractiva de la iglesia local en toda su gloria y desorden.
4. Refuerza las fronteras de la iglesia.
Una consecuencia de enseñ ar a la gente los dentros y fueras de la
membresía es el fortalecimiento de las fronteras entre la iglesia y el
mundo mediante la restricció n de ciertas actividades só lo para los
miembros.
A lo largo de las Escrituras, la comunidad del pacto de Dios se
separa del mundo. Y él les da ciertas actividades como la
circuncisió n o la Pascua que junto con sus otros fines les distingue
del resto del mundo. Las fronteras entre Israel y el mundo tenían
que ser marcadas profundamente y pertenecer a la comunidad del
pacto adquirió forma y significado definido. Era una cosa terrible
estar alejados de la ciudadanía de Israel y ser ajenos a los pactos de
la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo (Ef. 2:12).
Incluso las organizaciones seculares y las empresas tienen
normas para los que está n dentro y los que está n afuera. En
diciembre, uno de mis ancianos asistió a una fiesta de Navidad en un
restaurante. Se dio cuenta de una mesa de clientes con bebidas. De
vez en cuando, uno de los clientes pasaba una taza por la ventana
del restaurante a otro hombre que estaba afuera. Má s tarde se
enteró de que al hombre de afuera no se le permitió entrar en el
restaurante debido a su conducta rebelde en el pasado. Mi
compañ ero anciano se rió a carcajadas, reconociendo que incluso las
personas mundanas tienen está ndares de pertenencia y de reserva
de ciertos beneficios para los que está n dentro.
De la misma manera, para que los asistentes sientan la
importancia de la membresía y para que aquellos fuera de la fe
también puedan ver que está n separados de Cristo las fronteras
entre la iglesia y el mundo necesitan ser fortalecidas. Con este fin,
los pastores y congregaciones deben identificar las actividades y
oportunidades que está n restringidas a los miembros solamente.
¿Puede uno que no sea miembro de la iglesia enseñ ar en la Escuela
Dominical? ¿Puede unirse al coro? ¿Puede unirse a grupos pequeñ os
o salir de viaje con los equipos misioneros? ¿Vas a invitar a los
cristianos profesantes que no son miembros de ninguna iglesia local
a participar en la Cena del Señ or? Decidir cuá les privilegios y
responsabilidades pertenecen solamente a los miembros de la
iglesia ayuda a demostrar por qué estar dentro importa y lo que la
gente perderá por quedarse fuera de la membresía de la iglesia.
5. Haz el trabajo personal de responder a las objeciones y anima a la
gente a unirse.
Después de trabajar durante un par de añ os para crear un
ambiente donde la membresía es valorada y significativa, podemos
hacer el trabajo personal mucho má s eficaz con nuestros asistentes.
De hecho, esperamos que después de haber levantado el aprecio de
la iglesia local la congregació n hará la mayor parte del trabajo
personal. Este trabajo personal implica por lo menos dos cosas:
• El desarrollo de una forma de identificar y conocer a los asistentes.
• El responder a la objeciones de los visitantes para unirse a la iglesia.
Cuando trabajaba en la promoció n de políticas utilizá bamos una
herramienta simple llamada grá fico de movimiento. Ese grá fico era
una hoja de cá lculo de Excel en la que figuraban responsables de las
políticas clave en una columna a la izquierda y su posició n actual
sobre un tema de política en la parte superior. En una planilla
sencilla, etiquetá bamos sus posiciones como «fuerte oposició n»,
«neutro» y «apoyo fuerte». Y mientras trabajamos con los políticos
nos dá bamos cuenta de su movimiento a lo largo de la campañ a.
Sin importar si los pastores crean un grá fico de movimiento en
papel o en sus cabezas, ellos necesitan una manera de identificar si
los asistentes está n fuertemente opuestos, nunca piensan en ello o
planean unirse a la iglesia la pró xima semana. Seguramente la
predicació n y la comunidad van a hacer el trabajo personal en
muchos casos, especialmente entre los asistentes que ya está n
motivados a unirse. Pero entre los asistentes con preguntas y dudas,
es necesaria má s dedicació n.
Aquí es donde el mandato de mostrar hospitalidad (Ro. 12:13; 1
P. 4:9) obtiene dividendos en ayudar a la gente a comprometerse.
Los hogares abiertos tienden a producir corazones abiertos, ¡o al
menos bocas abiertas! Podemos pasar de conversaciones que son
consecuencia de los cultos de la iglesia a discusiones má s
intencionales durante las comidas. Si somos pacientes y reflexivos
en esas conversaciones es posible que pastoreemos a los asistentes
desde dolores, decepciones, dudas y temores hacia el compromiso a
pertenecer. El objetivo no es ganar un argumento para la
membresía, sino amar en la prá ctica a la persona de palabra y hecho
hasta que el Señ or le conceda luz y amor.
6. Anima a los asistentes a establecerse en otra iglesia si no les gusta
la tuya.
Por ú ltimo, debemos recordar que el Señ or tiene otros pastores y
congregaciones fieles. Debemos alegrarnos de este hecho. No
estamos en competencia con las iglesias, sino que somos partícipes
con ellos en el evangelio.
De vez en cuando podemos encontrar un asistente cuyas
objeciones para unirse a nuestra iglesia parecen insuperables. Tal
vez no está de acuerdo con nosotros sobre alguna doctrina o
prá ctica importante. O tal vez vive má s cerca de otra congregació n
fiel y puede participar má s activamente allí. En esos casos, ayudar a
la gente a dejar de ser un mero asistente para llegar a ser un
miembro activo podría implicar ayudarles a unirse a una iglesia
local que no sea la nuestra.
Esto puede ser triste para algunas personas, especialmente para
aquellas que han desarrollado un apego a la iglesia pero nunca se
han unido. Estas situaciones requieren paciencia y empatía pastoral.
Pero lo hacemos por el bien del asistente deseando lo que sabemos
que Dios exige de él o de ella, es decir, que sean miembros activos, lo
cual es muchísimo mejor. Estamos tratando de promover el
evangelio no nuestras propias iglesias. Estamos tratando de
aumentar los cristianos, no nuestra lista de miembros. A veces eso
significa ayudar a que la gente se una en otros lugares, mientras
seguimos apacentando la grey de Dios que ha puesto bajo nuestro
cuidado (1 P. 5:1-4).
Conclusión
Es tentador para los pastores sentir molestias causadas por los
creyentes que asisten pero que parece que nunca van a unirse a la
iglesia. Podemos frustrarnos cuando las cosas que parecen bá sicas
para nosotros son olvidadas por otros. Tenemos que cuidar nuestros
corazones de la impaciencia y la justicia propia. Mientras que damos
la mayor parte de nuestro tiempo a nuestros miembros ya que
somos responsables ante ellos en primera instancia, los asistentes a
la iglesia también necesitan nuestro ministerio. Pasar a la gente
desde la asistencia a la membresía es una oportunidad para el amor.
En un sentido real, esto es el ministerio.

ACERCA DEL AUTOR


Thabiti Anyabwile is one of the pastors of Anacostia River Church in
Southeast DC.
Este artículo fue traducido por Alejandro Molero .
¿Qué es lo que el principio regulativo exige
de los miembros de la iglesia?

Terry Johnson

Hace unos añ os estuve en un culto dominical por la tarde en una


de las iglesias má s grandes y má s prestigiosas del sur de California.
Debido a que la asistencia de los cultos vespertinos había empezado
a disminuir en los ú ltimos añ os se estaba probando un enfoque má s
informal. Un pastor universitario dirigía el culto. Después de los
preliminares nos hizo levantar, girarnos 90 grados y darle a la
persona a nuestro lado un masaje en la espalda.
Fue un poco desorientador estar dando masajes en la espalda en
este gran santuario en medio de los bancos. Pero había má s. El
pastor nos pidió que nos girá semos hacia las personas que teníamos
a ambos lados, mirarlas directamente a los ojos y decirles: te amo.
Esto fue incluso má s embarazoso que los frotamientos en la espalda.
La adoración regulada
El principio regulativo aborda lo que la iglesia debe hacer
cuando se reú ne. Las iglesias no son libres de hacer cualquier cosa
que quieran, deben hacer lo que las Escrituras enseñ an y exigen que
hagan. Cuando la iglesia se reú ne para adorar su adoració n debe ser
de acuerdo con las Escrituras.
Los protestantes reformados han sostenido tradicionalmente
que las Escrituras exigen un nú mero limitado de elementos: lectura
de la Biblia, predicació n, oració n, alabanza cantada, administració n
de los sacramentos y promesas solemnes (por ejemplo, véase la
Confesió n de Fe de Westminster, XXI y XXII). Sin embargo,
permitieron una libertad considerable respecto a la forma que un
elemento dado puede tomar (por ejemplo, oraciones escritas en vez
de espontá neas) y las circunstancias internas en las que el culto se
desarrolla (la hora del culto, la disposició n de los asientos, los
medios de proyecció n auditiva, la iluminació n, etc.; véase la
Confesió n de Fe de Westminster, 1.6).
Histó ricamente, un culto bien regulado significaba que los
protestantes reformados conocían bastante bien lo que pasaría en la
iglesia cada semana. Había muy pocas sorpresas. A nadie se le
pediría que hiciera nada extrañ o. Nada embarazoso sería hecho por
aquellos que dirigían los cultos. Se leería la Palabra, se predicaría, se
cantaría y los sacramentos serían administrados. Ninguna
presentació n de perros o caballos. Nada de fuegos artificiales. Nada
de espectá culos circenses. Nadie haciendo malabares. El culto
consistía en la aplicació n seria de la Palabra de Dios.
Esto era bueno porque a los miembros se les exige estar en los
cultos. La asistencia es una obligació n de la membresía. Ya que los
miembros tienen que asistir só lo se les debería exigir que hicieran lo
que Dios les exige hacer.
La autoridad de la iglesia y la membresía
Para poder entender por qué el principio regulativo limita lo que
los cristianos pueden hacer cuando se reú nen necesitamos
considerar la naturaleza de la libertad cristiana. En concreto, los
cristianos no deberían estar bajo autoridad arbitraria en la iglesia.
¿Qué es lo que una iglesia puede exigir de sus miembros? Só lo lo
que las Escrituras exigen.
Por cierto, «miembros» es la palabra correcta. Déjame que me
aparte del tema. La iglesia, al igual que Israel antes de ella, fue
entendida por los reformadores como una comunidad bajo un pacto,
esto es, una comunidad en un pacto con Dios y entre ellos mismos,
teniendo una existencia concreta, real. La iglesia se entendía como
una institució n que tenía una forma de gobierno, oficiales,
membresía, un método de disciplina, doctrina y sacramentos. Esta
es la iglesia a la que su Dios le mandó reunirse en el día del Señ or.
Como Cristo estableció la iglesia, la participació n y la asistencia
son obligatorias. Los cultos dominicales no son opcionales como
puedan serlo una conferencia, un pequeñ o encuentro de grupo o un
estudio bíblico a media semana. Uno puede optar por no ir a un
grupo de debate o de discipulado porque pueden realizar prá cticas
que lo incomoden. Pero este no es el caso con el culto en el día del
Señ or bajo la direcció n de los oficiales de la iglesia con el propó sito
de adorar.
Esto, creo yo, ha sido histó ricamente el punto de vista reformado
de la iglesia, su membresía y su autoridad, y es tan verdad hoy como
siempre lo ha sido. La iglesia só lo puede pedir de sus miembros que
hagan lo que las Escrituras piden.
La autoridad de la iglesia y las prácticas de adoración
Debido a que, en un sentido, los miembros tienen que estar
presentes, la iglesia no debe exigir a los miembros reunidos hacer
nada que no autoricen las Escrituras. No se les puede imponer nada
inusual. La autoridad de la iglesia es limitada. No debería mandar lo
que las Escrituras no mandan.
Por ejemplo, no debería exigir que los adoradores se inclinen
hacia el este, se arrodillen, se santigü en o que lleven ceniza en sus
frentes. No debería exigir que los ministros lleven vestiduras,
sobrepellices, sotanas, estolas, ni otros adornos que impliquen un
clero sacerdotal. No debería someter a las congregaciones a la
quema de incienso, a lecturas no bíblicas, exorcismos, unciones,
ceremonias, rituales, ni nada no autorizado por las Escrituras. Nada
de masajes en la espalda. Nada de rituales tipo «te amo».
Ya que los miembros de la Iglesia no tienen má s remedio que
escuchar, los líderes de la misma só lo pueden exigirles que hagan lo
que las Escrituras exigen hacer.
De esta forma no só lo libramos las conciencias de los creyentes
de la imposició n de ordenanzas concebidas humanamente, sino que
la sensibilidad de los creyentes son libradas del mal gusto de bien
intencionados pero necios oficiales de la iglesia. El principio
regulativo, aplicado correctamente, significa que los miembros de la
iglesia está n libres de la amenaza de la idolatría y de lo grotesco, de
la herejía y de las payasadas.
La autoridad de la iglesia más allá de la adoración
Puesto que esta comprensió n de la autoridad de la iglesia es
parte del principio regulativo, tenemos un abanico de aplicaciones
mucho má s amplias que nos lleva má s allá de la asistencia y los
elementos de un culto.
Es una obligació n bíblica apoyar econó micamente a la iglesia (1
Co. 9:14; 16:1-2). Esto significa que a cambio la iglesia debería
cuidar de limitar sus gastos a lo que es autorizado por las Escrituras.
Dicho de otra manera, no debería, a través de su poder para
recolectar dinero, imponer a sus miembros la participació n en
causas que no está n apoyadas por las Escrituras. Estoy pensando en
la predilecció n de los protestantes tradicionales en dar dinero a las
causas de los círculos políticos de derechas o en el entusiasmo de
protestantes evangélicos del pasado por la «Mayoría Moral» y la
«Coalició n Cristiana». 1 La manera en la cual los cristianos de forma
individual decidan gastar su propio dinero para apoyar sus
convicciones políticas, es una cosa. La manera en la cual la iglesia
decide gastar el dinero de sus miembros a través del presupuesto, es
otra muy diferente.
El calendario de la iglesia puede ser otra á rea donde el principio
regulativo es relevante. Tal y como yo lo entiendo, el cuarto
mandamiento obliga a los miembros de la iglesia a asistir a los cultos
matutinos y vespertinos. No obstante, ¿obliga a los miembros a
participar en actividades entre semana? ¿Deberíamos disciplinar a
un miembro que opta por no ir al grupo de jó venes o al culto
semanal de oració n o al culto especial el domingo de Ascensió n?
Creo que no. Esta clase de actividades pueden ser buenas y bien
intencionadas, los oficiales pueden aconsejar a la membresía de la
iglesia que estas actividades extraordinarias son edificantes y
beneficiosas, pero no pueden ser consideradas obligatorias en el
sentido que los cultos dominicales lo son.
Por ú ltimo, el principio regulativo es ú til para la unidad de la
iglesia. ¿Por qué las discusiones sobre la adoració n dañ aron a tantas
iglesias durante las ú ltimas décadas? En parte, y esto no es
insignificante, estas discusiones fueron el resultado de innovaciones
no bíblicas. Los miembros de iglesia má s antiguos entraron en el
edificio de la iglesia un domingo por la mañ ana y ¡allí estaba!, la
banda de alabanza, el espectá culo luminoso, el líder de alabanza, el
videoclip, la pantalla gigante, el equipo de teatro, los pasos de baile,
la má quina de niebla. Los miembros má s antiguos resistieron, luego
se fueron. La iglesia se dividió . ¿Por qué? Porque no había un
principio regulativo para proteger a la congregació n de los
proveedores de la novedad.
Conclusión
Así como el principio regulativo simplifica la adoració n de la
iglesia, su doctrina acompañ ante de la autoridad de la iglesia
simplifica la vida de la iglesia. Reconocer que Jesú s ha autorizado a
la Iglesia hacer algunas cosas y no otras ayuda a alejar nuestra
atenció n de interminables retiros «no-te-lo-puedes-perder»,
conferencias y seminarios, incontables estudios bíblicos entre
semana, grupos de oració n, grupos de responsables, grupos de
discipulado y grupos de apoyo; y nos ayuda a volver a ponerla en los
medios ordinarios de gracia ejercidos en los cultos ordinarios de la
iglesia en el día del Señ or. Libera a los creyentes para que estén en
casa, para que amen a sus esposas, críen a sus hijos y sirvan a sus
vecinos.
El principio regulativo es el gran liberador de la vida cristiana:
nos libera de ceremonias humanamente concebidas aunque sean
antiguas, de novedades excéntricas aunque sean modernas y de
calendarios de iglesia hiperactivos aunque sean bien intencionados.
Es una pena que muchos lo hayan visto como algo que nos limita.
De hecho, nos libera.

ACERCA DEL AUTOR


Terry Johnson es el pastor principal de la Independent Presbyterian
Church en Savannah, Georgia.
Este artículo fue traducido por Javi Pérez .

Notas
1 Nota del editor: La «Mayoría Moral» y la «Coalició n Cristiana» fueron movimientos políticoreligiosos en Estados Unidos de América en las décadas de 1980
y 1990. Los líderes de estos movimientos procuraron involucrar a las iglesias evangélicas a ser parte de sus esfuerzos a través de apoyo financiero.
Limpiando las listas: por qué y cómo – parte 1

Matt Schmucker

Aunque escucho historias sobre líderes de iglesia por todo el


país casi cada día, aú n sigo asombrado por el siguiente correo
electró nico que recibí de un fiel diá cono de una iglesia bautista:
«Agradecería tener la oportunidad de hablar con usted con respecto a
limpiar la lista de miembros de mi iglesia. Ayer comencé a compilar
una lista de las viudas de la base de datos de nuestra iglesia y me
encontré con que de un total de 141 viudas que aparecían en nuestra
base de datos, 38 habían fallecido y 4 habían transferido su
membresía a otras iglesias (sin contar las que está n clasificadas como
“inactivas” o “miembros no residentes”)».

Te puedes imaginar có mo un presentador de un programa de


entrevistas nocturno haría bromas sobre esto: «¿Han oído hablar de
los 38 miembros muertos de la Iglesia Bautista Fe Viva? ¡Van a tener
que cambiarle el nombre a la iglesia!». Esto sería gracioso si no fuera
porque es un retrato de muchas iglesias en muchas naciones.
Los registros incorrectos y las listas desactualizadas son un
problema para la existencia de cualquier pastor fiel. Sin embargo,
antes de hacer limpieza general considera al mismo tiempo el por
qué y el có mo se debe llevar a cabo.
¿Por qué deberían las iglesias limpiar sus listas de miembros?
1. El nombre y el honor de Cristo está n en juego en el mundo.
Piensa en la fervorosa preocupació n del apó stol Pablo por aquellos
que estaban relacionados con la iglesia de Corinto (1 Co. 5).
2. La membresía de una iglesia debería reflejar — tan bien como
sea posible — la membresía en el Reino de Cristo. No debemos
recibir ni despedir miembros a la ligera. El borrar a alguien de la
lista debería ser tratado con el má ximo cuidado, incluso si el propio
miembro ha mostrado descuido hacia su membresía en la iglesia.
3. Los pastores, ancianos y líderes «dará n cuentas» a Dios algú n
día por su pastoreo (He. 13:17). Dios recriminó a los pastores de
Israel por su infidelidad reiterada (Ez. 34).
4. Las congregaciones también dará n cuentas a Dios por la
manera en que reciben miembros. ¡Considera a quién se dirige Pablo
en 1 Corintios 5!
5. Existe el riesgo para los cristianos menos maduros de
confundirse con respecto a la importancia de la iglesia en la vida de
los cristianos en fase de desarrollo y podrían verse encaminados
hacia la autocomplacencia.
6. Al miembro que se ha mudado de los alrededores de la iglesia
se le debería animar a hacerse miembro de una iglesia en su nueva
localidad y a darse a conocer allí a los creyentes. Si no lo hace, su
iglesia anterior debería animarlo — por carta o por teléfono — a
hacerlo. Si permanece indiferente, la iglesia debería informarle que
borrará n su nombre de la lista de miembros en la siguiente reunió n
administrativa y en consecuencia le enviará n el mensaje de que ya
no responderá n por su vida.
¿Cómo deberían las iglesias limpiar sus listas de miembros?
Si abordas todos los casos problemá ticos de la membresía al
mismo tiempo, estará s metiéndote en problemas. Pero es difícil
predecir dó nde. ¿Estará n tus miembros dispuestos a quitar a los que
viven en la zona pero no asisten? ¿A los miembros de fuera de la
zona? ¿A los que han muerto? Pastor, sé sabio y haz solo lo que tu
gente puede tolerar. Ten paciencia y enseñ a hasta que estén listos
para seguir adelante.
Así que, ¿dó nde comienzas? Imagínate mú ltiples círculos
concéntricos (como una diana) con el centro (el blanco)
representando a los miembros significativos. Los círculos de má s
afuera representan a los miembros menos significativos y, es de
esperar, que sean má s fá ciles de limpiar. Segú n vas pasando de los
círculos externos al blanco de la diana, tu lista de miembros debería
constar cada vez má s de creyentes que está n involucrados
activamente en la iglesia. Comencemos desde el exterior y
adentrémonos poco a poco:
1. Los miembros que han fallecido (¡en mi iglesia encontramos
diez!). Este círculo externo debería ser el má s fá cil de limpiar. En la
pró xima reunió n administrativa de tu iglesia, presenta esos
nombres ante la congregació n, con una moció n para quitarlos de la
membresía en la reunió n siguiente. No le pidas a la congregació n
que quite inmediatamente esos nombres, sino dales tiempo para
que piensen en la moció n.
2. Los miembros a los que no puedes encontrar. Probablemente
este sea el siguiente grupo má s fá cil de suprimir. Dos mujeres de
nuestra iglesia estuvieron a la caza de setenta miembros durante
seis meses sin ningú n resultado. Esos nombres se presentaron ante
la congregació n para pedir ayuda. Tras hacer todos los esfuerzos
posibles, sin éxito, se presentó una moció n ante la congregació n
para suprimirlos.
3. Los miembros ausentes o desinteresados. Nuestra iglesia tenía
docenas de miembros que no querían tener nada que ver con
nosotros. Incluso encontramos a una mujer en Alemania que se
había vuelto unitaria y que se molestó porque habíamos contactado
con ella.
4. Los miembros que está n fuera de la zona. Estas son personas
que no pueden asistir con regularidad debido a la distancia, y
cualquier intento de mantener una relació n responsable es casi
imposible. Sin duda, en este grupo te encontrará s con personas que
tienen un entendimiento equivocado de la membresía: «Yo he
mantenido mi membresía en esa iglesia desde que cantaba en el
coro juvenil en 1959», o «Yo pase al frente en una invitació n en esa
iglesia en 1970, y le prometí a mi madre que me mantendría como
un miembro fiel». A pesar de su apego emocional a tu iglesia, este
grupo necesita que se le enseñ e un entendimiento adecuado de la
membresía de la iglesia. Recuerda pastor, tendrá s que rendir
cuentas por estos individuos. No te veas involucrado con nombres
de personas en tus listas a los que no has conocido nunca. Presenta
una moció n para suprimir a estos individuos por falta de asistencia
en la pró xima reunió n administrativa.
5. Los miembros en la zona que no asisten. Ciertamente hemos
llegado a uno de los círculos má s difíciles. Estas personas quieren
mantener su membresía y pueden asistir a los cultos; pero quieren
tener poco que ver con la iglesia. Este círculo con frecuencia es
difícil debido a las relaciones que estos individuos mantienen con
miembros que asisten. Tal vez se trata de un hijo que se ha hecho
adulto o un viejo amigo del coro. Una vez má s, se requiere la
enseñ anza y el movimiento ha de ser lento.
Estas cinco categorías son las má s grandes y los objetivos má s
obvios. Hay otras categorías como la de los asistentes que se niegan
a firmar la confesió n de fe o aquellos que está n en la zona pero que
no pueden asistir. La edad anciana o una enfermedad pueden
impedir que un miembro asista; estas personas no deberían ser
eliminadas, ¡sino cuidadas de una manera especial! También
nosotros animamos a tener una caridad especial hacia los miembros
ancianos que se han trasladado de la zona para ir a vivir a una
residencia de ancianos. ¿Por qué? Con frecuencia estas personas
crecieron con un entendimiento diferente de la membresía de la
iglesia y es improbable que vayan a cambiar. Por amor, considera
permitirles permanecer en la lista.
Una vez má s, por amor a tu gente, no limpies la lista má s
rá pidamente de lo que tu congregació n puede manejar. Para
algunos, puede tomar añ os ir trabajando a través de los diferentes
círculos concéntricos. Con frecuencia las iglesias se dividen por
acciones pastorales descuidadas, cuando la meta debería ser la
unidad. Recuerda que cada inscripció n en tu lista, má s que un
nombre, es un alma.

ACERCA DEL AUTOR


Matt Schmucker fue el director ejecutivo de 9Marks cuando el
ministerio se fundó . Ahora organiza varias conferencias, incluyendo
Together for the Gospel y CROSS, mientras sirve como anciano en
Anacostia River Church en Washington, D.C.
Este artículo fue traducido por David Rivero .
Limpiando las listas: la lista de cuidado –
parte 2

Matt Schmucker

¿Có mo podemos quitar con amor a los miembros de los roles que
desempeñ an en nuestras iglesias sin causar divisió n ni herir
sentimientos entre los miembros que permanecen? Un pastor puede
estar preocupado debido a que la lista de miembros de su iglesia
está inflada porque contiene el nombre de personas que no está n
realmente involucrados en la iglesia. Pero es difícil predecir có mo
las mismas personas que él quiere proteger – los creyentes activos –
responderá n cuando recomiende recortar la lista.
En má s de una reunió n de miembros de nuestra iglesia los
ancianos nos encontramos con miembros que de repente se
sintieron heridos o incluso molestos cuando presentamos a un
amigo suyo para ser removido de la membresía. Invariablemente, el
miembro afectado dijo: «Ustedes está n actuando demasiado rá pido,
no tienen todos los datos».
Hace varios añ os una mujer llamada «Kate», que había sido
miembro fructífero y activo, se sintió descontenta con nuestra
iglesia. Durante varios meses su actividad disminuyó y su
comunicació n se redujo. Los ancianos escuchamos informes de
segunda mano de que estaba molesta por nuestra visió n
complementarista de los roles de hombres y mujeres o por el
financiamiento de ciertos proyectos misioneros. Sin embargo, nunca
dirigió directamente sus preocupaciones a ningú n líder. Siempre
que un líder le preguntaba, ella respondía con bromas y nada que
corroborara tales rumores. Finalmente, ella pidió una reunió n con
nuestro pastor principal en la cual anunció su renuncia a la
membresía. Una vez má s, no expresó ninguna crítica en particular.
Nuestro pastor informó a los ancianos, quienes entonces tomaron la
decisió n de plantear una moció n a toda la congregació n para aceptar
su renuncia en la siguiente reunió n de miembros regularmente
programada. Ahí fue donde el asunto se enredó .
Después de que los ancianos presentaran la moció n para aceptar
la renuncia de Kate, un miembro levantó la mano y dijo: «Acabo de
almorzar con Kate esta tarde y ella dijo que no quería renunciar». No
mostró ninguna evidencia adicional. La congregació n se sentía
atrapada entre las historias en conflicto. Era una posició n muy
incó moda para los ancianos porque planteó cuestiones de
integridad. ¿Estaba alguien mintiendo? ¿Estaban los ancianos
tratando de empujar a Kate fuera de la membresía? ¿Era esto
amoroso? ¿Era correcto?
La situació n de Kate implicaba una renuncia real, pero
generalmente encontramos que los miembros activos tienden a
objetar cuando un individuo está siendo disciplinado por no asistir.
La falta de asistencia es uno de los pecados má s difíciles (Hebreos
10:25-26) de disciplinar porque es algo comú n y no parece
flagrante, como el adulterio o la fornicació n. No mucha gente se
opondrá a las acciones disciplinarias tomadas contra un adú ltero sin
arrepentimiento. Sin embargo, es el miembro que está en la periferia
de la iglesia, el que no ha asistido en meses, el que ha estado
deambulando en otras iglesias, pero que todavía se relaciona con
algunos de sus viejos amigos en su iglesia; ése es el má s difícil y,
francamente, peligroso. ¡É l no está dentro ni fuera! É l está
descontento, pero por alguna razó n no se quiere ir.
Dos cosas buenas resultaron de la situació n con Kate, las cuales
han quitado mucha angustia tanto a los ancianos como a la
congregació n. Primero, nuestra iglesia ahora requiere un aviso
escrito de la dimisió n. Puede ser un correo electró nico, una carta o
una nota adhesiva. Sin embargo, tener algo escrito elimina
momentos embarazosos como el de Kate y su amiga que dijo que no
quería renunciar en las reuniones de los miembros.
En segundo lugar, nuestra iglesia creó algo llamado una «lista de
cuidado». Antes de recomendar que un individuo sea disciplinado
anunciamos a la congregació n en una reunió n de miembros que él o
ella está en la «lista de cuidado». Los ancianos dan una explicació n
como esta: «Guillermo no ha estado en la iglesia en cinco meses. El
anciano Roberto y el asistente pastoral Benjamín han intentado
contactar a Guillermo por teléfono y correo electró nico. Sin
embargo, él no devuelve los mensajes a nadie. Así que lo estamos
poniendo en la lista de cuidado. Si eres amigo de Guillermo, ponte en
contacto con él. Dile que lo amamos y lo animamos a que vuelva a
unirse a nuestra congregació n. De lo contrario, retiraremos su
nombre de la membresía durante nuestra pró xima reunió n de
miembros regularmente programada, la cual ocurre cada dos meses
en nuestra iglesia».
Observa que les indicamos el nombre (Guillermo), la razó n por la
que estamos preocupados (no asistencia), los pasos que ya hemos
tomado (Roberto y Benjamín lo buscaron) y lo que la congregació n
debe esperar en dos meses (una moció n para la disciplina). También
le decimos a la gente que hable con nosotros después de la reunió n
si tienen alguna informació n inmediata. Entonces, los nombres de la
lista de cuidados se anuncian, y ahí no se discute.
¿Por qué tomar toda esta precaució n? Demasiadas veces, hemos
visto a Sataná s explotar la novedad o sú bita moció n de disciplina
eclesial en nuestras reuniones. Los ancianos habrían trabajado con
un miembro descontento durante meses y meses en vano, y a
menudo lo habíamos hecho sin informar a la congregació n de la
lucha. Cuando la moció n de disciplina fue luego llevada a la
congregació n, la informació n se sintió sú bita para muchos. A veces,
el cuerpo absorbía la noticia sin decir ni pío. Pero otras veces los
tomaba por sorpresa. Incluso si la congregació n se inclinaba a seguir
la recomendació n de los ancianos se podía sentir cierta renuencia.
Las preguntas sin respuesta colgaban en el aire y todo el proceso
parecía socavar la confianza de la congregació n en los ancianos. Con
la institució n de la lista de cuidados, sin embargo, comenzamos a ir a
la congregació n con nuestras preocupaciones acerca de un individuo
antes de pedir un acto formal de disciplina.
La lista de cuidados ha crecido para incluir otros casos y no
solamente aquellos que tienen que ver con la disciplina. Ahora
abordamos otros asuntos, como las necesidades de los miembros
que resultan de problemas de salud o de finanzas. Incluso, a veces
los miembros han pedido que sus propios nombres se coloquen en
la lista de cuidados, de modo que la congregació n sepa que está n en
una temporada de necesidad en la que necesitan recibir un cuidado
especial.
No publicamos la lista de cuidados pero verbalmente decimos
los nombres a los miembros de la iglesia en una reunió n de
miembros (en la cual quienes no son miembros no pueden
participar). Esto evita que causemos una vergü enza innecesaria a
algú n miembro que está en la lista.
Esta simple idea ha tenido muchos beneficios. En primer lugar,
se ha eliminado el efecto «shock » que Sataná s parecía explotar
regularmente. Segundo, ha protegido a los ancianos de acusaciones
injustificadas. En tercer lugar, y lo mejor de todo, ha comprometido
a toda la iglesia en oració n por y sú plica a su compañ ero de
membresía para que vuelva a la iglesia y viva de acuerdo a la
promesa que hizo con su pacto a la congregació n.
Me complace decir que después de añ os de trabajar con la lista
de cuidados, los temas que en otro tiempo eran divisivos ahora se
usan para unir, fortalecer y proteger tanto a la iglesia como las
relaciones entre los líderes y la congregació n.

ACERCA DEL AUTOR


Matt Schmucker fue el director ejecutivo de 9Marks cuando el
ministerio se fundó . Ahora organiza varias conferencias, incluyendo
Together for the Gospel y CROSS, mientras sirve como anciano en
Anacostia River Church en Washington, D.C.
Este artículo fue traducido por Vladimir Miramare .
Declaración sobre la asistencia regular a la
iglesia

Garrett Kell

El siguiente artículo es una declaració n de los ancianos en Del


Ray Baptist Church en Alexandria, Virginia. Recientemente, han
lanzado una serie de estudios pastorales para ayudar a su
congregació n a meditar acerca de temas bíblicos importantes, que
afectan la vida de la iglesia. La primera declaració n, fue diseñ ada
para establecer una expectativa sobre lo que significa asistir cada
semana al servicio dominical. Este no es un documento obligatorio,
sino má s bien un estudio que tiene la intenció n de ayudar a que la
iglesia entienda có mo caminar juntos como congregació n.
*****
El patró n de la vida de la iglesia en el Nuevo Testamento se
caracterizó por las reuniones de los creyentes el primer día de la
semana para adorar y servir al Señ or y sentarse regularmente a la
mesa del Señ or para conmemorar su muerte sustitutoria (1 Co. 11:1;
1 Co. 16:2; He. 10:24-26). Consistente con ese patró n establecido, los
miembros de Del Ray Baptist Church (DRBC) se han comprometido
voluntariamente a asistir a los servicios de la iglesia, lo cual es un
privilegio y una responsabilidad claramente especificada tanto en el
pacto de la iglesia como en los estatutos y constitució n de nuestra
congregació n. El atender fielmente a la iglesia no hace que
obtengamos la salvació n ni tampoco sirve como un mecanismo para
medir el nivel de grandeza espiritual sobre otras personas. Sin
embargo, refleja un creciente compromiso al evangelio, el bienestar
de la comunidad de la iglesia y la salud espiritual.
Entendemos que este compromiso significa que los miembros
hará n todo lo posible por estar presentes má s veces para adorar y
servir cada domingo que las que no puedan estar. De la misma
manera entendemos que significa que los miembros se alentará n
unos a otros en este privilegio, y que deberían estar dispuestos a
asumir su responsabilidad como parte de su compromiso con la
membresía.
Por su puesto, reconocemos la incapacidad de algunos miembros
de cumplir con estas responsabilidades debido a situaciones
ineludibles como el servicio militar obligatorio, educació n o una
enfermedad prolongada. Sin embargo, haciendo a un lado esas
circunstancias entendemos que cualquier miembro que es
negligente en atender regularmente a nuestros servicios y reuniones
está siendo indiferente a la Escritura y a los requisitos de
membresía de DRBC, incluyendo nuestro pacto de iglesia y la
Secció n 3.3.1 de la Constitució n y sus Estatutos. 1
La asistencia fiel honra a Cristo y edifica su iglesia. El no asistir
resulta en lo opuesto, hace que el nombre de Cristo se tome a la
ligera y dañ a su iglesia de diversas maneras y por diversas razones. 2
1. Los creyentes que asisten fielmente confirman el poder del
evangelio y apoyan el evangelismo, mientras que los que no asisten
lo hacen más difícil.
Jesú s dijo: «En esto conocerá n todos que sois mis discípulos, si
os tenéis amor los unos a los otros» (Jn. 13:35). Jesú s oró por la
unidad de sus discípulos, «para que el mundo crea» que el Padre
envió al Hijo al mundo (Jn. 17:21). Para que el mundo vea nuestro
amor y unidad debemos congregarnos juntos regularmente. Todos
los que llevamos el nombre de Cristo – siendo afirmados por una
iglesia local y llamá ndonos «miembros» – pero quienes
voluntariamente eligen vivir sus vidas fuera de la comunidad
pactada de creyentes está n practicando robo de identidad. Han
tomado el nombre de Cristo pero no se identifican honestamente
con su cuerpo, la iglesia local. El vivir vidas sin rendició n de cuentas
hace que el evangelismo sea má s difícil para los cristianos porque a
menudo no está n viviendo como cristianos.
2. Los creyentes que asisten fielmente confirman las vidas centradas
en Cristo a los nuevos creyentes, mientras que los que no asisten los
confunden.
Los nuevos creyentes necesitan buenos ejemplos (Hch. 18:24-26;
1 Co. 11:1; Tit. 2:2-6). Cuando la doctrina que se les ha enseñ ado no
coincide con los ejemplos que ellos observan en los que no asisten,
son confundidos. Ellos fueron llevados a creer que una persona
puede ser «cristiana» y a pesar de esto tener poca o nula conexió n
con el cuerpo de Cristo. Los creyentes que no asisten no solo dan
mal testimonio (vea el punto anterior) sino que también son malos
ejemplos. Ellos pasan por alto y no obedecen innumerables pasajes
de la Escritura y fallan al no reflejar el cará cter de Dios en las
maneras má s bá sicas, a pesar de que aseguran haber sido adoptados
por Dios.
3. Los creyentes que asisten fielmente animan a otros creyentes
regulares, mientras que los que no asisten los desaniman.
Una razó n de congregarnos regularmente es con el propó sito de
ser alentado personalmente. «Y consideremos có mo estimularnos
unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de
congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino
exhortá ndonos unos a otros, y mucho má s al ver que el día se
acerca» (He. 10:24-25). Cuando una iglesia permite que los
creyentes que no asisten regularmente continú en siendo miembros
efectivamente han perdido el significado de la membresía; esto
lastima y desalienta a los que son fieles.
4. Los creyentes que asisten fielmente confortan a sus líderes por
adherirse a la verdad, mientras los que no asisten los preocupan.
He. 13:17 dice: «Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos,
porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar
cuenta». A la luz de este versículo un pastor o anciano fiel debe
sentir la responsabilidad del estado espiritual de cada oveja de su
rebañ o. Como la preocupació n de un padre al ver que ya son altas
horas de la noche y su hijo aú n no regresa, el pastor no descansa
hasta que ha contado todas sus ovejas. Los creyentes que no asisten
regularmente hacen este trabajo casi imposible.
5. Los creyentes que asisten fielmente están en posición de
exhortar, corregir y animar a otros miembros de acuerdo a la
Palabra de Dios, mientras que los que no asisten no.
Debido a su ausencia, los creyentes que no asisten tendrá n casi
imposible saber cuá ndo o có mo es que los otros miembros de su
iglesia está n cargados por pecados o sufrimiento. Por otra parte,
cuando los miembros de una iglesia está n presentes y
comprometidos pueden hablar la verdad en amor unos a otros de la
misma manera que el Señ or exhortó por medio del apó stol Pablo:
«sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los
aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el
cuerpo (estando bien ajustado y unido por la cohesió n que las
coyunturas proveen), conforme al funcionamiento adecuado de cada
miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia
edificació n en amor» (Ef. 4:15-16).
6. Los creyentes que asisten fielmente estarán creciendo
continuamente en su salvación, mientras los que no asisten no.
«Desead como niñ os recién nacidos, la leche pura de la palabra,
para que por ella crezcá is para salvació n» (1 Pe. 2:2). Puesto que
Dios ha dado medios específicos por medio de los cuales los
cristianos crecerá n en la fe, descuidar estos medios sofocará la salud
y crecimiento espiritual. Escuchar la Palabra de Dios predicada,
cantar la Palabra de Dios en adoració n congregacional y servir el
cuerpo de Cristo de acuerdo a la Palabra de Dios son solamente
algunos ejemplos de la gracia que se nos da para nuestra
santificació n. Estos medios de crecimiento espiritual está n
disponibles primeramente a quienes asisten fielmente a las
reuniones de la iglesia.
7. Los creyentes que asisten fielmente serán ayudados a perseverar
en la fe, mientras que los que no asisten ponen en peligro sus almas.
Es verdad que somos salvos solo por gracia, por medio de la fe
en Cristo, y al mismo tiempo es verdad que Dios usa a la iglesia local
para ayudarnos a perseverar en la esa fe salvadora. En la carta a los
Hebreos, encontramos que una de las principales maneras en las
que somos guardados de la apostasía es por medio del
fortalecimiento espiritual que obtenemos de otros hermanos (He.
3:12-14; 10:19-31; 12:25-13:17). Como se ha clarificado en todos los
puntos anteriores, nosotros necesitamos de otros creyentes para
combatir el pecado y seguir a Jesú s. Esto significa que mientras tu
asistencia a la iglesia no te hace ganar la salvació n es algo que Dios
usa para ayudarte a perseverar en fe y a entrar en el reposo final
que ha puesto Cristo delante de nosotros (He. 4:6-16).
Estas preocupaciones tienen un peso celestial sobre los ancianos
de DRBC, como lo debería ser en toda la congregació n. Somos
llamados por Dios para amarnos los unos a los otros y estamos
obligados por las Escrituras a cuidar unos de otros asegurando que
estamos cumpliendo nuestro compromiso con el Señ or y unos con
otros (Gá . 6:1-2; 1 Ts. 5:11; He. 13:12-13). Esto lo hacemos porque,
por la gracia de Dios, nos preocupamos profundamente por el honor
del Señ or y el bienestar de nuestras almas.
Por todas estas razones, no podemos permanecer inmó viles
cuando un miembro no se está congregando regularmente (1 Pe.
5:1-3). En estas situaciones, los ancianos guiará n a la congregació n a
consultar el estado individual y si es necesario lo animará n a honrar
su responsabilidad de congregarse regularmente. Si el miembro no
responde a las preguntas de los ancianos o no proporciona una
explicació n adecuada para su inasistencia nosotros seguiremos el
mandato del Señ or Jesú s como lo refleja los documentos de gobierno
en DRBC y presentaremos el nombre del miembro a la congregació n
para ser removido de la membresía como un asunto de disciplina
(Mt. 18:15-18).
Firmado por los ancianos de DRBC.

ACERCA DEL AUTOR


Garret Kell es el pastor principal de Del Ray Baptist Church en
Alexandria, Virginia.
Este artículo fue traducido por Luis Menchaca .

Notas
1 El Lenguaje de la Constitució n y el Reglamento de DRBC está fundado en los mandatos de la Escritura enumerados anteriormente y forma la base de la
manera en que practicamos una membresía significativa. Con ese fin, la Secció n 3.3.1 establece, en parte, que «(1) de acuerdo con las obligaciones

enumeradas en el Pacto de Membresía, será un privilegio y se espera de cada miembro que participe y contribuya al ministerio y la vida de la iglesia,

congregándose regularmente en el día del Señ or, observando fielmente las ordenanzas del bautismo y la Cena del Señ or, sometiéndose a su disciplina e

instrucció n; asistiendo y votando respecto a todos los temas presentados a la congregació n para su voto en las reuniones de miembros». Constitució n y

Reglamento de Del Ray Baptist Church, Secció n 3.3.1 (Obligaciones y Privilegios de la membresía), agosto 11, 2013.

2 Muchos autores y pastores han comentado los fundamentos escriturales de los peligros que representa la inasistencia, pero uno de los materiales más
claros y concisos han sido producidos por los pastores Mark Dever y Matt Schmucker, el trabajo escrito de ambos informó la preparació n de esta

declaració n. Específicamente, los siguientes escritos: Mark Dever, “A Biblical Understanding of Church Membership” [«Un entendimiento bíblico de la

membresía de la iglesia»] en
Nine Marks of a Healthy Church [Nueve Marcas de una Iglesia Sana ], (Wheaton IL:
Crossway, 2004), 147-66 y Matt Schmucker,
Why Should Churches Discipline Members Who Consistently Do
Not Attend? [¿Por qué las iglesias disciplinan miembros que no se congregan regularmente? ]
(9Marks, 2010).
Ejemplo de un pacto de miembros

El siguiente pacto es recitado a menudo por los miembros de Capitol


Hill Baptist Church y puede servir como ejemplo para cualquier iglesia
que esté en el proceso de adoptar uno.
Confiamos que hemos sido dirigidos por la gracia divina para
arrepentirnos y creer en el Señ or Jesucristo, y renunciar a nosotros
mismos para vivir para él, y habiendo sido bautizados como parte de
nuestra profesió n de fe, en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, nosotros ahora descansando en su gracia
solemnemente y con gozo renovamos nuestro pacto unos con otros.
Trabajaremos y oraremos por la unidad del Espíritu en el vínculo
de la paz.
Caminaremos juntos en amor fraternal, como corresponde a los
miembros de una iglesia cristiana. Ejerceremos un cuidado
afectuoso y vigilante uno sobre el otro y fielmente nos
amonestaremos y rogaremos unos por otros conforme la ocasió n
amerite.
No dejaremos de congregarnos, ni descuidaremos nuestras
oraciones por nosotros mismos ni por otras personas.
Nos esforzaremos en todo momento en criar como se debe a los
que estén bajo nuestro cuidado en la disciplina y amonestació n del
Señ or, y a través de nuestro ejemplo amoroso buscar la salvació n de
nuestra familia y amigos.
Nos gozaremos de la felicidad de los demá s y nos esforzaremos
en sobrellevar con ternura y simpatía las cargas y dolores de los
demá s.
Buscaremos, con la ayuda divina, vivir con cuidado en el mundo,
renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, recordando
que, así como hemos sido voluntariamente sepultados por el
bautismo y resucitados simbó licamente de la tumba, de esta manera
ahora hay en nosotros una obligació n especial para llevar una vida
nueva y santa.
Trabajaremos juntos por la continuació n de un ministerio
evangélico fiel en esta iglesia, mientras mantenemos su culto,
ordenanzas, disciplina y doctrinas. Vamos a contribuir con alegría y
de manera regular para el sostenimiento del ministerio, los gastos
de la iglesia, la ayuda a los pobres, y la propagació n del evangelio en
todas las naciones.
Cuando nos vayamos de este lugar, y tan pronto como sea
posible, nos uniremos a otra iglesia en la cual sea posible llevar a
cabo el espíritu de este pacto, así como los principios de la Palabra
de Dios.
Que la gracia del Señ or Jesucristo, el amor de Dios y la comunió n
del Espíritu Santo esté con todos nosotros. Amén.
¿Puedo ver a mi grupo pequeño como mi
iglesia?

Sam Allberry

Muchas iglesias organizan un ministerio en grupos pequeñ os.


Los grupos de diversos tamañ os (usualmente de 10 o má s
creyentes) tienden a ser uno de los mejores contextos para discutir
las Escrituras y para compartir necesidades en busca de apoyo y
oració n. Durante una reunió n dominical principal puede que no
haya la misma clase de oportunidad para interactuar a este nivel. Así
que, los grupos pequeñ os tienden a ser el lugar en el cual se llevan a
cabo los má s vitales «unos a otros» que el Nuevo Testamento nos
llama a realizar. Los creyentes dependen unos de otros, comparten
ideas y discuten y abordan los problemas y dificultades de la vida.
Debido a esto, puede ser fá cil que dicho grupo se convierta en el
lugar principal de desarrollo de la vida espiritual de sus miembros.
El grupo se convierte, en efecto, en una iglesia.
Aunque esto es entendible, no es deseable. Los grupos pequeñ os
no deberían convertirse en un reemplazo de la reunió n principal de
la iglesia. Si tu grupo pequeñ o se convierte en tu iglesia, te está s
perdiendo. Vale la pena señ alar que en algunos contextos donde no
hay muchos creyentes las iglesias son lo suficientemente pequeñ as
para funcionar como lo hacen los grupos pequeñ os. La Biblia no
prescribe cuá l debe ser el tamañ o de una iglesia. Lo que estamos
discutiendo aquí no es si las iglesias sanas pueden ser grupos
pequeñ os de personas – sí pueden – má s bien discutimos si los
grupos pequeñ os pueden ser un sustituto de la iglesia – no deberían
serlo.
¿Por qué no? Primero, porque ser toda una gran familia eclesial
es también una manera de demostrar a quién Dios ha reconciliado
consigo. Nuestros grupos pequeñ os probablemente no reflejan toda
la gama de edades y antecedentes que se encuentran incluidos en
una gran familia eclesial. Pero nuestras reuniones dominicales sí lo
hacen, y esto es significativo.
Segundo, el alcance de lo que un grupo pequeñ o puede hacer se
ve obstaculizado precisamente porque es un grupo pequeñ o. Una
iglesia es un cuerpo constituido por muchas partes, con cada parte
desempeñ ando un rol distinto en la vida del cuerpo. Dentro de un
grupo pequeñ o no habrá toda la gama de dones y ministerios que
está n presentes en una gran familia eclesial.
Tercero, el grupo pequeñ o no es dirigido de la misma forma en
que es dirigida una iglesia. De manera que, no pueden hacer una
decisió n final sobre un tema de doctrina o de comportamiento del
cual el liderazgo reconocido de la iglesia es responsable. No puede
compartir la Cena del Señ or de una manera que hable de la unidad
de toda la iglesia.
Los grupos pequeñ os, por tanto, pueden ser un gran
complemento para la vida congregacional de la iglesia, pero jamá s
deberían ser un reemplazo de la misma. Queremos estar en una
iglesia con grupos pequeñ os, no en una iglesia de grupos pequeñ os.
El centro principal de la vida de la iglesia es toda la reunió n, no los
grupos pequeñ os.
ACERCA DEL AUTOR
Sam Allberry es uno de los pastores de la Iglesia Anglicana St. Mary
en Maidenhead, Reino Unido. También es el autor del libro Is God
Anti-Gay? [¿Es Dios Anti-Gay?].
Este artículo es un extracto del nuevo libro de Sam Allberry Why
Bother with the Church? [¿Por qué molestarse con la iglesia?]. El
trabajo de traducció n lo realizó Nazareth Bello .
¿Qué hago si tengo conflictos con otros
miembros de la iglesia?

Luís Méndez

En una correcta perspectiva de nuestra naturaleza como seres


humanos, la pregunta no es si tienes conflictos, sino con quién o
quiénes, con qué frecuencia y có mo los resuelves. ¡Los conflictos son
parte de nuestra existencia!
Tenemos conflictos por tema de dinero, horarios, comida, sexo,
creencias, deportes, políticas, gustos, etc.
Si vives en Minnesota tienes conflictos por el frio, y si vives en
Santo Domingo tienes conflictos por el calor. Si eres pobre tienes
conflictos porque el dinero no alcanza, si eres rico tienes conflictos
porque el dinero sobra.
En un sentido general la lista de causas de conflictos parecería
interminable. Sin embargo, en un sentido má s particular, la Biblia
nos instruye que la fuente real de los conflictos está en nuestro
corazó n.
En los primeros versículos de la carta de Santiago capítulo 4 se
nos da una de las má s maravillosas exposiciones acerca de los
conflictos, sus causas y el debido tratamiento bíblico para
solucionarlos. Aunque mi intenció n en este artículo no es realizar
una exposició n detallada del texto, permítanme relacionar algunas
de las verdades reveladas aquí para explicar la naturaleza del tema.
En el texto somos retados a entender que la raíz detrá s de todo
tipo de conflictos se trata de un asunto de deseos. El verso 1 declara:
«¿De dó nde vienen las guerras y los conflictos entre vosotros? ¿No
vienen de vuestras pasiones que combaten en vuestros miembros?».
En otras palabras, los conflictos revelan, en esencia, nuestra
naturaleza caída. Está n directamente relacionados con nuestra
condició n interna, en vez de una circunstancia externa.
De manera que, una má s profunda consideració n del tema nos
debe llevar a hablar má s de nuestro propio corazó n que de cualquier
otra causa secundaria.
¿Cómo, entonces, entender la naturaleza de un conflicto? Y lo que es
aún más importante, ¿Cómo aprender a resolver los conflictos que
experimentamos?
Aunque existen algunas excepciones, usualmente un conflicto se
genera cuando un deseo o aspiració n de mi corazó n no alcanza la
debida satisfacció n. De alguna manera, encuentro un impedimento
en mis aspiraciones. Siento que no me dan lo que quiero, o no me
tratan como merezco, o no estoy de acuerdo con el proceder de otra
persona y de alguna manera se hace evidente mi insatisfacció n y se
altera el ritmo natural de una relació n.
Cuando Santiago intenta describir una perspectiva general del
proceso, él lo expresa con estas palabras: «Codiciá is y no tenéis, por
eso cometéis homicidio. Sois envidiosos y no podéis obtener, por eso
combatís y hacéis guerra» (Stg. 4:2).
Es obvio que en la mente del autor inspirado, nuestro corazó n
está directamente implicado. Sehabla de codicia y se habla de
envidia. En otras palabras, se está hablando de una realidad interna
en mí. ¡El problema no está afuera, sino adentro!
La siguiente parte el texto introduce el aspecto de mi relació n
con Dios: «No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque
pedís con malos propó sitos, para gastarlo en vuestros placeres»
(Stg. 4:2-3).
Alguien decía que todo conflicto pone de manifiesto que alguien
ha fallado en buscar su mayor satisfacció n en Dios. De alguna
manera se ha prometido a su corazó n algo que Dios no
necesariamente ha prometido.
Eso puede ser evidenciado en el grado de disfrute de mi relació n
con Dios, y má s específicamente en mi vida de oració n. En este
sentido, mis aspiraciones no está n directamente alineadas con mis
oraciones; o mis aspiraciones está n divorciadas del propó sito de
Dios para mi vida. No obtengo lo que quiero o lo que creo que
merezco, y pierdo parcialmente la perspectiva de la prioridad de
Dios en mi vida.
En esencia, es una experiencia de insatisfacció n en medio de la
cual Dios y sus promesas en Jesú s no parecen ser una fuente
atractiva de contentamiento.
En una situació n así, seremos incapaces de experimentar gozo al
servir al propó sito de Dios en nuestras vidas. Simplemente no estoy
complacido y eso es todo lo que me guía en ese momento.
De esta manera Dios no es adorado como merece y mi corazó n se
enfría o se distancia de la realidad espiritual (vv. 4-5).
Yo creo que este es el fundamento donde se inicia toda
verdadera resolució n: ¡Somos parte del problema! No habrá ninguna
sostenible resolució n hasta que no estemos dispuestos a reconocer
nuestra cuota de participació n en el conflicto.
¿A dónde entonces debo llevar mi corazón para alistarme en una
búsqueda de verdadera solución? ¡Debemos ir a Dios!
Santiago 4:6 lo pone en estas palabras: «Pero él da mayor gracia.
Por eso dice: Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los
humildes». El primer paso hacia la solució n de todo conflicto es la
humildad, y ¡esto es un don de Dios!
Aun cuando exista la posibilidad de que tengamos la razó n,
nuestros corazones será n bendecidos cuando pongamos a Dios
primero. Aun si hemos sido ofendidos, necesitamos entender que
nuestra alma no será sanada por algo que el ofensor pueda hacer
sino por lo que Dios ya ha prometido. La sanidad viene de Dios.
Por tanto en un conflicto, la energía no debe ser consumida en
demostrar que tengo la razó n sino en glorificar a Dios en una pronta
reconciliació n. Es esa humildad la que me ayudará a someter y
rendir mi punto de vista a una final respuesta, derivada de la
voluntad de Dios revelada en su Palabra.
Desde el momento en que pongo mi confianza en Dios, el
conflicto se convierte en una oportunidad para crecer y no para
destruir y distanciar.
¿Qué pasos prácticos podemos llevar a cabo en este punto del
proceso?
Creo que la clave es aprender a ver el conflicto como una
oportunidad en vez de un problema.
A manera de aplicació n prá ctica permítanme concluir señ alando
cuatro dimensiones de oportunidades que todo conflicto presenta:
1. Una oportunidad para COMUNICAR
Sin importar la naturaleza del conflicto, podemos retarnos a
avanzar y mejorar en nuestro nivel de comunicació n con la persona
afectada. Santiago 1:19-20 señ ala, «Esto sabéis, mis amados
hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar,
tardo para la ira; pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios».
Cada conflicto concibe una preciosa oportunidad para ejercitar
nuestra capacidad de ESCUCHAR Y HABLAR sin dejarnos vencer por
la ira.
2. Una oportunidad para ORAR
Si la causa de cada conflicto se genera en nuestro corazó n,
entonces siempre será una sabia resolució n el orar má s
intensamente. Eso es una gran bendició n porque ¡nos ayuda a
acercarnos a Dios! En el Salmo 50 leemos: «Ofrece a Dios sacrificio
de acció n de gracias, y cumple tus votos al Altísimo; e invó came en el
día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrará s» (v. 14-15).
3. Una oportunidad para AMAR Y PERDONAR
Mientras los conflictos crean distancia, el amor y el perdó n
promueven la paz y la unidad. Es una oportunidad para mostrar má s
a Cristo. El apó stol Pedro escribe: «En conclusió n, sed todos de un
mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos y de espíritu
humilde; no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino má s
bien bendiciendo, porque fuisteis llamados con el propó sito de here-
dar bendició n» (1 P. 3:8-9).
4. Una oportunidad para GLORIFICAR
Como creyentes, al final de toda realidad experimentada, nuestra
meta sigue siendo la misma: ¡Dios debe ser glorificado! De manera
que, cuando nos disponemos gozosamente a honrar a Dios por
encima de nuestros intereses es un poderoso testimonio, aú n para
nuestros propios corazones, de que amamos la voluntad de Dios por
encima de la nuestra. Eso es una evidencia de una vida fructífera. En
Juan 15:8 Jesú s dijo a los discípulos: «En esto es glorificado mi
Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois mis
discípulos».
Dios nos conceda su gracia para que veamos en cada conflicto
una oportunidad para crecer en dependencia de él y una
oportunidad para glorificar su nombre.

ACERCA DEL AUTOR


Luis E. Méndez sirvió por 10 añ os como anciano en Bethlehem
Baptist Church en Minneapolis, MN. Actualmente forma parte del
consejo de ancianos de la Iglesia Bautista Internacional (IBI) en
Santo Domingo, R. D. dirigiendo el á rea de Consejería Bíblica.
Este artículo apareció originalmente en nuestra Revista sobre La
Consejería (Edició n #2). Lo hemos incluido aquí por la importancia
de saber có mo resolver conflictos en nuestras iglesias locales.
¿Cuánto deberíamos dar?

Jamie Dunlop

En el Antiguo Testamento Dios ordenó a su pueblo a dar el diez


por ciento de sus ingresos para la manutenció n de los Levitas, los
maestros religiosos de la época. Ese no era el ú nico diezmo que se
tenía que dar, sino que tenían que dar tres diezmos diferentes, con
un promedio de má s o menos el 23% de sus ingresos anuales
(ademá s del impuesto del templo y las ofrendas voluntarias). Hoy en
día, hemos recibido mucha mayor bendició n en Cristo que los santos
del Antiguo Testamento jamá s podrían haberse imaginado. Para el
cristiano dar es una maravillosa oportunidad de tomar el dinero que
es un bien temporal que Dios nos ha dado para invertirlo en cosas
que son eternas. Es una oportunidad para desatar las cadenas en las
que el dinero puede haber envuelto nuestros corazones, por lo que
nos deja claro que Dios es suficiente; y aunque él puede usar mi
dinero, en ú ltima instancia no lo necesito. Pero para entender
realmente cuá nto deberíamos dar, tenemos que examinar
cuidadosamente lo que dicen las Escrituras acerca del tema.
Dar en el Nuevo Testamento
Muchos cristianos asumen que su responsabilidad empieza y
termina con un regalo del 10% a una organizació n benéfica, sin
mencionar que algunos ni siquiera hacen esto. Pero esto está lejos
de ser una imagen real de lo que significa dar bíblicamente. Y el 10%
es un buen punto para comenzar a dar. Después de todo, Abraham
diezmó al sumo sacerdote Melquisedec cientos de añ os antes de que
el diezmo fuera requerido por la ley que finalmente se cumplió en
Cristo. Y Jesú s no dice en ninguna parte que no hay que diezmar.
Pero cabe destacar que en todas las instrucciones a las iglesias en el
Nuevo Testamento, el diezmo está ausente. Sin embargo, vemos a
Pablo instruyendo a cada cristiano a dar de acuerdo con sus
ingresos (1 Co. 16:2). En otras palabras, da todo lo que puedas segú n
tus posibilidades. Así mismo, el mismo apó stol escribe a las iglesias
de Galacia: «Y al que se le enseñ a la palabra, que comparta toda cosa
buena con el que le enseñ a» (Gá . 6:6). Todas las cosas buenas y no
solamente el 10% de lo que Dios nos ha dado.
Aú n así, está claro que hay algunas cosas que consideramos má s
importantes de hacer con nuestro dinero que darlo a la iglesia. Si
alguien diera tanto a la iglesia que fuera incapaz de satisfacer las
necesidades bá sicas de su familia, el apó stol Pablo diría que el tal
«ha negado la fe y es peor que un incrédulo» (1 Ti. 5:8).
En ú ltima instancia, el dinero no es sino una de las muchas
mayordomías que Dios nos ha dado. Así que, de la misma manera
como administramos nuestro tiempo, talentos y nuestras relaciones,
debemos tomar nuestro dinero y hacer el mejor uso del mismo para
la gloria de Dios. Comience dando el 10% de su ingreso (o menos
segú n las restricciones bíblicas referidas en 1 Ti. 5:8, 16) y ver cada
dó lar como una oportunidad para dar gloria a Dios. ¿Servirá mejor a
Dios tu pró ximo dó lar si se lo entregas a la iglesia o si lo utilizas para
contratar a una niñ era para tus niñ os de tal manera que puedas
discipular a un cristiano má s joven? ¿Servirá mejor a Dios tu
pró ximo dó lar si se lo entregas a la iglesia o si lo utilizas para llevar
a tu familia de vacaciones y disfrutar del maravilloso regalo de la
creació n de Dios (1 Ti. 6:17) y a la vez fortalecer esas relaciones
familiares (Ef. 6:4)? Estas son el tipo de preguntas que tendrá s que
responder para determinar cuá nto hay que dar. Si no tienes ingresos
tu objetivo debe ser dar de lo que tienes (dinero, tiempo, relaciones,
etc.) de manera que cuando tengas tu primer ingreso, des algo de
ello con naturalidad.

Algunas consideraciones prácticas


1. Dar a tu iglesia local en primer lugar. Una buena aplicació n de
Gá latas 6:6 (citado anteriormente) es que, si tu iglesia local es tu
principal fuente de enseñ anza debe ser el destinatario principal de
tu ofrenda.
2. Dar regularmente y de forma deliberada. Pablo instruyó a los
corintios acerca de separar dinero el primer día de cada semana (1
Co. 16:2). Dar a la iglesia no debe ser una decisió n espontá nea. En su
lugar (de ser posible con tu presupuesto en la mano) considera
cuidadosamente qué cantidad sería un reflejo del mejor uso de tu
dinero.
3. Dar con sacrificio y con alegría. Dios ama al dador alegre (2 Co.
9:7) y nos llama a todos a tomar nuestra cruz y seguirle (Lc. 9:23).
Así que usa esa oportunidad de dar para vivir de una manera
sacrificial y en obediencia sabiendo que, no importa cuá nto estés
dando, es poco en comparació n a todo lo que recibes en Cristo.
4. Busca sabio consejo. No deberíamos dar para impresionar a
otros (Mt. 6:2). Debemos reconocer que no tenemos la sabiduría
para tomar decisiones acerca de nuestro dinero por nosotros
mismos (Pr. 15:22; 1 Ti. 6:10). Sé transparente con al menos alguien
en tu iglesia acerca de tu vida, incluyendo sobre dó nde y cuá nto das.
ACERCA DEL AUTOR
Jamie Dunlop es pastor asociado de Capitol Hill Baptist Church en
Washington, D. C.
Este artículo es parte del curso de membresía ofrecido en Capitol
Hill Baptist Church. El trabajo de traducció n lo realizó Norbil
Alarcó n y los hermanos de Providence Church en Lehigh Acres,
Florida, Estados Unidos (especialmente Ricardo Gil).
¿Qué hago cuando en mi iglesia no se predica
la sana doctrina?

Edgar Aponte

Recientemente recibí un mensaje de un joven creyente en


México compartiendo su frustració n con la predicació n y la
enseñ anza de su iglesia local. El hermano me preguntó : ¿qué debo
hacer? También se quejaba de que muchos de sus amigos han
adoptado un pragmatismo enfermizo haciendo cosas mundanas
para «llamar» jó venes a la iglesia.
Esta situació n lamentablemente no es exclusiva de este hermano
de México. Es algo que les está ocurriendo a muchos hermanos en
varios países latinoamericanos. Sucede que muchas iglesias han sido
infectadas con doctrinas malas, como el llamado evangelio de la
prosperidad o un moralismo que distorsiona el mensaje bíblico. En
algunos casos son líderes no regenerados por el Espíritu Santo y, en
otros, por no haber tenido un fundamento só lido en el evangelio y
en sanas doctrinas, les ha ocurrido lo que el apó stol Pablo advirtió a
los colosenses: «Mirad que nadie os haga cautivos por medio de su
filosofía y vanas sutilezas, segú n la tradició n de los hombres,
conforme a los principios elementales del mundo y no segú n Cristo»
(Col. 2:8).
En ese contexto, gracias al Internet y a otros medios, muchos
jó venes han podido ser expuestos a las buenas enseñ anzas de
pastores como John Piper, John MacArthur o Mark Dever, entre
otros. Diversos recursos audiovisuales y el acceso a buenos libros
han permitido a muchas personas entender mejor el poder del
evangelio, conocer acerca de la inerrancia de las Escrituras y ser
conscientes de la importancia de la predicació n expositiva, entre
otras cosas.
Claro, este «fenó meno» también trae sus riesgos. Así que antes
de responder a la pregunta del joven de México me gustaría
compartir algunas observaciones y preocupaciones que tenemos
por el testimonio y forma de algunos jó venes.
Las dos fases de las doctrinas de la gracia
La mayoría de las personas que han sido expuestas a las
enseñ anzas de hombres como los tres mencionados anteriormente,
han abrazado las doctrinas de la gracia o la teología reformada. Un
problema un tanto comú n con muchos de estos jó venes es que
entienden las doctrinas de una manera meramente cognitiva, pero
no en términos afectivos. Pareciera que las doctrinas de la gracia
solo se quedan en el cerebro y no llegan al corazó n, lo que produce
una persona orgullosa, arrogante y poco amorosa. En algunos casos
el deseo se reduce a querer debatir con todo el mundo, etiquetando
a las personas de «pelagianas», quizá s sin conocer la historia y la
realidad del término.
Esta situació n nos indica que en realidad no ha habido un
entendimiento correcto de esas doctrinas. Si has sido justificado a
través del arrepentimiento de tus pecados y la fe en la persona y
obra de nuestro Señ or Jesucristo, y sabes que esa salvació n ha sido
por gracia, debes de ser un poco má s humilde. Cristianos, NUNCA se
nos puede olvidar que Dios nos dio vida cuando está bamos muertos
en nuestros delitos y pecados, en los cuales anduvimos en otro
tiempo «segú n la corriente de este mundo… satisfaciendo los deseos
de la carne… y éramos por naturaleza hijos de ira… Pero Dios, que es
rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó , aun
cuando está bamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida
juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados)» (Ef. 2:1-5).
El pastor y teó logo puritano Richard Sibbes estaba en lo correcto
cuando dijo: «¿có mo podemos ser orgullosos cuando Dios se humilló
en la cruz?». Cuando en realidad entendemos las doctrinas de la
gracia, somos má s humildes porque sabemos de dó nde Dios nos
rescató , y má s amorosos porque sabemos el infinito costo de su
amor sacrificial.
Un gran amor por la iglesia local
Uno de los problemas con las predicaciones de Internet es que
solo escuchamos las enseñ anzas de ciertos líderes pero no vemos
sus vidas en el día a día en sus iglesias. Yo puedo hablar del caso de
Mark Dever, quien es un amigo y a quien agradezco mucho en mi
formació n ministerial. En Dever he podido ver có mo la sana doctrina
se traduce en doctrina afectiva. Mark es un hombre que ama a la
iglesia. Ora diariamente por los miembros de su congregació n. Llora
cuando una de sus ovejas sufre o cae en pecado; pero también se
regocija cuando hay gozo. Dever, al igual que Piper, es un hombre de
iglesia. Son líderes que se someten a la autoridad de la congregació n.
Son hermanos que respetan la autoridad de sus compañ eros
pastores. Y son maestros que nunca dejan de ser estudiantes.
Por tanto, no solo aprendamos de sus predicaciones y
conferencias, también aprendamos de sus testimonios. En la iglesia
y fuera de ella, recordemos que «el siervo del Señ or no debe ser
rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñ ar, sufrido,
corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les
da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la
verdad, y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo, habiendo
estado cautivos de él para hacer su voluntad» (2 Ti. 2:24-26).
La iglesia y un llamado al discipulado
Uno de los espíritus de nuestra generació n es un rechazo a la
autoridad. Queremos ser llaneros solitarios y vivir bajo el manto del
individualismo. No obstante, cuando leemos la Biblia vemos que
Dios rechaza este estilo y actitud. La vida cristiana es una llamado al
discipulado y a hacer discípulos (Mt. 28:19-20). El llamado al
discipulado es una realidad en ambos testamentos. En el Antiguo
Testamento vemos como el Señ or le ordenaba a su pueblo que se
discipularan uno a otros, recordá ndose unos a otros sobre la
fidelidad de Dios y sus grandes obras. Cuando alguno se descarriaba
le recordaban el É xodo, có mo Dios los había redimido y las
promesas del pacto.
En una ocasió n escuché a mi amigo Jonathan Leeman decir que
discipular es amar de vida a vida en palabra y hecho. Esto nos
enseñ a que no podemos ser discípulos al margen de una iglesia
local. El verdadero discípulo no deja de congregarse (He. 10:25).
Respondiendo a la pregunta
Lo que hemos dicho no significa que debamos quedarnos
callados cuando se corrompa la Palabra o cuando la predicació n no
sea sana. Má s bien, como le dice Pablo a Timoteo, debemos de
corregir con mansedumbre. A la vez es importante decir que la
divisió n puede ser pecaminosa. Corriendo el riesgo de caer en el
reduccionismo de la generalizació n podemos decir que un ejemplo
de una divisió n sana y necesaria fue la Reforma Protestante; y un
ejemplo de una divisió n pecaminosa es el hermano que comienza a
criticar a los líderes porque ahora solo cantan dos himnos en vez de
cinco como antes.
Una de las limitaciones a la hora de responder a una pregunta
tan específica es que no conocemos todos los detalles del caso en
particular. Es por eso que le respondo al hermano compartiendo
algunos principios que pueden ser de ayuda:
• Ora. Ora mucho por tus líderes y por ti mismo. Pídele a Dios que les muestre sus errores, y pídele que proteja tu propio corazó n.
• Ama. La verdad y el amor son dos caras de una misma moneda. No puedes amar verdaderamente sin la verdad, y la verdad verdadera
siempre viene acompañ ada de amor. Cristoes la Verdad y él es amor.

• Da buen testimonio. Vive y modela el evangelio. Pídele a Dios que te ayude a ser consistente al vivir el evangelio que predicas.
• Ten paciencia. Sé paciente y prudente. Los cambios muchas veces toman tiempo.
• Haz memoria. Recuerda que tú también creías lo mismo que ellos pero Dios, en su gracia y misericordia, te sacó de la oscuridad y te
permitió entender mejor su Palabra.

• Busca una iglesia sana. Si después de orar y conversar directamente con tus pastores, entiendes que ellos no se someten a la
autoridad de la Biblia, entonces busca otra iglesia donde puedas someterte y respetar la autoridad de los líderes y crecer en el

conocimiento de Cristo.

ACERCA DEL AUTOR


Edgar R. Aponte es Vicepresidente de Movilizació n para la Junta de
Misiones Internacionales. Previamente sirvió como Director de
Desarrollo de Liderazgo Hispano en el Southeastern Baptist
Theological Seminary en Wake Forest, North Carolina. Le
acompañ an en su ministerio su esposa Sara y dos hijos.
Cuándo es momento de dejar una iglesia

H. B. Charles Jr

Detesto el ir de iglesia a iglesia. Sin embargo, acepto el hecho de


que hay momentos en que los cristianos deben transferirse de una
iglesia a otra. Pero hay un momento adecuado y una manera
correcta de salir de una iglesia.
¿Cuá les son las razones legítimas para salir de una iglesia?
¿Cuá ndo es el momento adecuado para salir de una iglesia? ¿Có mo
se debe salir de una iglesia para unirse a otra?
Luz roja: razones equivocadas para dejar una iglesia
Aquí hay siete razones equivocadas para abandonar la iglesia.
1. Pecado
Alguien ha pecado. Tal vez fue un líder. ¿Es esta una buena razó n
para salir? Irse a causa del pecado no promueve la santidad. Hubo
un grave pecado en la iglesia de Corinto. Pero Pablo mandó a la
iglesia a tratar con el miembro que había pecado, no a salir de la
iglesia (1 Co. 5:9-13). Cuando Pablo mandó a los santos a salir «de
en medio de ellos», él se estaba refiriendo al mundo, no a la iglesia
(2 Co. 6:14-18). Debemos responder a los hermanos que pecan con
restauració n, no con amputació n (Gá . 6:1-5).
2. Desacuerdos sobre asuntos doctrinales secundarios
Las convicciones bíblicas son importantes. Pero no debemos
estar dispuestos a morir en cada colina. Contiende ardientemente
por la fe. Pero no se debe romper la comunió n por cualquier
desacuerdo sobre las Escrituras. Pablo aconsejó a Timoteo:
«Recuérdales esto, encargá ndoles solemnemente en la presencia de
Dios, que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha
y lleva a los oyentes a la ruina. Procura con diligencia presentarte a
Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que
maneja con precisió n la palabra de verdad. Evita las palabrerías
vacías y profanas, porque los dados a ellas, conducirá n má s y má s a
la impiedad» (2 Ti. 2:14-16).
3. La falta de unió n
Dios odia a los que siembran la discordia entre los hermanos (Pr.
6:16-19). Pero la evidencia de la salvació n es el amor por sus
hermanos y hermanas en Cristo (1 Jn. 3:14). Y este amor se
demuestra por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la
paz (Ef. 4:1-3). No abandones el barco porque no puedes llevarte
bien con los demá s. Lo ú nico que logrará s es tener el mismo
problema en la pró xima iglesia. «Nada hagá is por egoísmo o por
vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros
considere al otro como má s importante que a sí mismo» (Fil. 2:3).
4. Ofensas personales
Habrá momentos en que los cristianos pequen unos contra otros.
¿Entonces qué? Irte no es la respuesta. Desplazarse cada vez que
seas (o te sientas) agraviado solo conducirá a mú ltiples transiciones
de iglesia a iglesia. O te mantendrá s en los má rgenes de la iglesia,
que es igual de malo. Jesú s da la respuesta: «Y si tu hermano peca, ve
y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano» (Mt.
18:15). Estas simples instrucciones podrían impulsar el
reavivamiento en muchas iglesias. Pero, ¿y si no hace caso? Continú a
con el proceso (Mt. 18:16-20).
5. Falta de voluntad para someterse a la autoridad
Aaró n tal vez era má s espiritual que Moisés. Josué puede que
fuera un mejor líder. Pero la vara estaba en las manos de Moisés. No
luches contra los que el Señ or pone en el liderazgo sobre ti. Por
supuesto, no debes sentarte bajo un liderazgo no bíblico, inmoral o
abusivo. Pero hay una manera de lidiar con los líderes descalificados
(1 Ti. 5:19-20). Sin duda, tus pastores deben rendir cuenta. Pero no
ates a los líderes espirituales de la iglesia a tus preferencias
personales, tradiciones vacías o prioridades que no son bíblicas.
Deja que los líderes guíen. Y dispó n tu voluntad a seguirlos (He.
13:7, 17).
6. Una baja visió n de la iglesia
No hay ningú n capítulo y versículo bíblico que te ordene ser
miembro de una iglesia. Pero la Escritura enseñ a tanto por lo que se
asume como por lo que manda. No existe una categoría bíblica de un
«cristiano sin iglesia». Los apó stoles se preguntarían: «¿Por qué lo
llaman cristiano si no es parte de la iglesia?». Cristo es la cabeza de
la iglesia y él no tiene experiencias fuera del cuerpo. No se puede
estar conectado a la cabeza y desconectado del cuerpo. Cristo ama a
la iglesia (Ef. 5:25-27) y amar a Cristo es amar lo que él ama.
7. Desobediencia a la verdad
Pablo le encargó a Timoteo a predicar la palabra (2 Ti. 4:2).
Luego advirtió que la fidelidad a esta carga podría causar que
algunos huyeran: «Porque vendrá tiempo cuando no soportará n la
sana doctrina, sino que teniendo comezó n de oídos, acumulará n
para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartará n sus
oídos de la verdad, y se volverá n a mitos» (2 Ti. 4:3-4). La
predicació n fiel impulsará a algunos a irse de la iglesia. Pero no se
irá n a casa. Van a encontrar una iglesia donde el predicador haga
cosquillas a sus oídos. No permitas que te ocurra a ti. Si está s siendo
enseñ ado en la sana doctrina y la predicació n fiel, por el amor de
Dios, ¡quédate!
Luz verde: cuando es tiempo de dejar una iglesia
Aquí hay tres razones bá sicas y aceptables para salir de una
iglesia.
1. Una razó n del evangelio
Si la iglesia a la que vas no cree o enseñ a el evangelio bíblico,
tienes que irte. Y ya. Los pecadores son salvos por la gracia
mediante la fe en Cristo, sin añ adir ni restar nada. Nada de lo que
hacemos nos salva. La salvació n es un don gratuito de Dios a
aquellos que confían en la justicia de Cristo que murió por nuestros
pecados y resucitó de entre los muertos para nuestra justificació n.
Cualquiera que enseñ e cualquier otro «evangelio» es anatema (Gá .
1:6-9). Y cualquier iglesia que abraza un falso evangelio no es una
iglesia cristiana. ¡Corre por tu vida!
2. Una razó n doctrinal
Aquí esté el asunto: debes salir de una iglesia cuando te exija
negar en lo que crees o creer aquello a lo que te niegas. Uno tiene
tres responsabilidades cuando se trata de la fe: (1) El derecho a vivir
por fe (Ro. 14:23); (2) la vigilancia de la conciencia contra el pecado
(Stg. 4:17); y (3) el mandamiento de poner a prueba todas las cosas
(1 Ts. 5:21-21). No trates los asuntos doctrinales a la ligera. La
verdad y la paz deben ser protegidas. Pero pasar por alto la verdad
por causa de la gente solo produce una «paz» aparente.
3. Una razó n personal
Hay muchas razones personales para dejar una iglesia. La má s
comú n es la reubicació n. Si te has mudado a una ciudad diferente, es
necesario ponerse bajo la autoridad de una iglesia local en el sitio
donde vives. Esa fue la situació n de Febe (Ro. 16:1-2). O tal vez tu
iglesia está tan lejos de donde vives en la ciudad que salir de tal
iglesia se es conveniente.
Estas y otras razones personales similares son aceptables, son a
veces razones necesarias para dejar una iglesia.
Luz amarilla: cómo salir de una iglesia
¿Có mo se puede salir de una iglesia local de una manera que
honre a Cristo?
1. Ora
Las decisiones importantes deben realizarse ú nicamente
después de la oració n diligente. Dejar una iglesia es una de esas
decisiones. Ora sobre tus motivos, tu ministerio y tus relaciones. Ora
porque tu corazó n sea guardado (Pr. 4:23). Ora por sabiduría (Stg.
1:5). Ora por la sumisió n a la voluntad de Dios (Col. 1:09). Ora en
voz baja. Es decir, ora, no hables. Hablar por hablar acerca de tus
pensamientos y sentimientos – que ni está n procesados – puede
sembrar discordia.
2. Examina tus motivos
¿Por qué quieres irte? No estoy hablando de las razones
políticamente correctas que les dices a los demá s. Estoy hablando de
las verdaderas motivaciones de tu corazó n. ¿Las sabes? Pídele a Dios
que te examine (Sal. 139:23-24). Entonces, sé honesto contigo
mismo. Y sé honesto con
Dios. Ten cuidado de no moverte por las razones equivocadas.
3. Revisa los compromisos que has hecho para servir
¿Prestas algú n servicio en la iglesia? ¿Eres un líder? ¿Tu salida
interrumpiría el ministerio? Responde a estas preguntas en oració n
antes de irte. Si has hecho compromisos, haz cuanto esté a tu alcance
para cumplir con ellos. Pon el honor de Cristo antes que el tuyo. Deja
en el pasado los asuntos indignos (1 Co. 15:58). No quieres
encontrarte «ausente sin permiso» fuera de una misió n que Dios te
haya encomendado.
4. Asegú rate de que no tienes conflictos interpersonales no
resueltos
No dejes una iglesia porque está s enojado por algo. No la dejes
porque alguien te ha ofendido. Debes estar preparado para
perdonar y buscar reconciliació n. Jesú s dijo: «Por tanto, si está s
presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano
tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve,
reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu
ofrenda» (Mt. 5:23-24). La comunió n rota interfiere en la verdadera
adoració n.
5. Piensa en có mo tu traslado afecta a los demá s
El cristianismo no se trata de ti. Se trata de Cristo y de los demá s.
Si tu corazó n está bien, sentirá s el peso de la forma en que tu
potencial salida herirá o influirá en los demá s. Si te puedes ir sin
afectar a nadie, no eres un buen miembro. Si tu presencia importa,
considera có mo tu ausencia conmoverá a otros. «No buscando cada
uno sus propios intereses», afirma Pablo, «sino má s bien los
intereses de los demá s» (Fil. 2:4).
6. Determina dó nde transferirá s tu membresía antes de ir
No es la voluntad del Padre que sus hijos estén espiritualmente
sin hogar. Pablo dice: «Así pues, ya no sois extrañ os ni extranjeros,
sino que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de
Dios» (Ef. 2:19). El Señ or generalmente conduce hacia un lugar, no
nos saca de un lugar. Debemos ser capaces de dejar una «direcció n
del destinatario» espiritual cuando salgamos de una iglesia. Y uno
debería estar en la capacidad de ir a una nueva iglesia con la
recomendació n de su antigua iglesia.
7. Ten una reunió n acerca de tu salida con tu pastor
Es justo que hables con tu pastor antes de salir de una iglesia.
¿Es él la razó n por la que te quieres ir? Esa es otra razó n por la que
uno debería programar una reunió n. Hebreos 13:17 dice:
«Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos, porque ellos velan
por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta. Permitidles
que lo hagan con alegría y no quejá ndose, porque eso no sería
provechoso para vosotros».

ACERCA DEL AUTOR


H. B. Charles Jr. es el pastor de Shiloh Metropolitan Baptist Church
en Jacksonville, Florida.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 17 de junio de
2014 en el blog de H.B Charles Jr. y publicado originalmente en
españ ol en el blog de Coalició n por el evangelio. El trabajo de
traducció n lo realizó Eddy García .
Si estás pensando dejar tu iglesia

Mark Dever

1. Ora.
2. Hazle saber a tu pastor lo que piensas antes de mudarte a otra
iglesia o de reubicarte en otra ciudad. Pide su consejo.
3. Pesa tus razones. ¿Deseas irte por un conflicto de pecado o
alguna desilusió n personal? Si es por razones doctrinales, ¿son estos
asuntos doctrinales de mayor importancia?
4. Haz todo lo posible por reconciliar cualquier relació n rota.
5. Asegú rate de considerar todas las «evidencias de gracia» que
hayas visto en la vida de la iglesia – lugares donde la obra de Dios es
evidente. Si no puedes ver ninguna evidencia de la gracia de Dios,
quizá quieras examinar tu propio corazó n una vez má s (Mt. 7:3-5).
6. Sé humilde. Reconoce que no tienes toda la informació n de tu
iglesia o tu situació n y asegú rate de que evalú as a las personas y las
circunstancias con caridad (dales el beneficio de la duda).
Si decides irte
1. No dividas el cuerpo.
2. Toma las debidas precauciones para no sembrar discordia
incluso entre tus amigos má s cercanos. Recuerda, no quieres
impedir en nada su crecimiento en la gracia en esta iglesia. Niégate a
cualquier deseo de chisme (a veces disfrazado en frases como
«desahogarse» o «decir có mo te sientes»).
3. Ora por y bendice a la congregació n y su liderazgo. Busca
maneras de hacer esto de forma prá ctica. Si ha habido heridas,
perdona – así como tú mismo has sido perdonado.

ACERCA DEL AUTOR


Mark Dever es el pastor de Capitol Hill Baptist Church y el autor del
libro 9 Marcas de una Iglesia Saludable.
Este artículo fue traducido por Luis Menchaca .
Acerca de 9Marks

La misión
9Marks existe para equipar con una visió n bíblica y recursos
prá cticos a líderes de iglesias para que la gloria de Dios sea reflejada
a las naciones a través de iglesias sanas.
La historia
La organizació n tiene sus raíces en el trabajo pastoral de Mark
Dever y Matt Schmucker en Capitol Hill Baptist Church (Washington,
D.C.). A principios de los añ os 90, y tras varias décadas en
decadencia, esta congregació n comenzó a experimentar una reforma
a manos de Mark y Matt. No se guiaron por la sabiduría
convencional de la literatura especializada en el crecimiento de
iglesias, no realizaron encuestas, no crearon nuevos programas, ni
se enfocaron en cultivar una cultura precisa. Simplemente abrieron
sus biblias. Mark predicó y ambos trabajaron para darle a la iglesia
una estructura conforme a las Escrituras.
El libro
Por solicitud de Matt, Mark escribió y publicó de manera
independiente el folleto 9 marcas de una iglesia saludable , el que,
añ os má s tarde, se convirtió en el libro con el mismo nombre
(publicado en inglés por Crossway en 2000). La organizació n nació a
finales de los añ os 90 al ver que cada vez má s pastores encontraban
ú tiles las conversaciones iniciadas por Mark y Matt. Desde entonces,
ha ido creciendo poco a poco.
La visión
9Marks cree que la iglesia local es el punto focal del plan de Dios
para reflejar su gloria a las naciones. También cree en la suficiencia
de la Biblia para la vida de la iglesia. Por tanto, como organizació n
nos enfocamos en la iglesia, en las Escrituras y en los pastores.
Valoramos tanto la multiplicidad de voces y estilos como a los
colaboradores que comparten la misma visió n. Esperamos seguir
creciendo en nuestro propio conocimiento de la Palabra de Dios y en
su aplicació n a la congregació n local. Nuestra intenció n es compartir
nuestros contenidos a través de nuevos medios, plataformas e
instituciones, ademá s de usar los ya existentes.
Las 9 marcas
Las 9 marcas son: (1) predicació n expositiva, (2) teología bíblica, (3)
un entendimiento bíblico del evangelio, (4) un entendimiento
bíblico de la conversió n, (5) un entendimiento bíblico de la
evangelizació n, (6) membresía bíblica de la iglesia, (7) disciplina
bíblica de la iglesia, (8) discipulado y crecimiento bíblico, y (9)
liderazgo bíblico de la iglesia. É stas no son las ú nicas cosas
necesarias para edificar iglesias sanas, pero son nueve prá cticas que
hoy muchas iglesias pasan por alto y que necesitan volver a ser
enfatizadas.
¿Cómo se financia 9Marks?
9Marks depende de las donaciones de iglesias y personas que
entienden la naturaleza estratégica de equipar a pastores y líderes
con una visió n bíblica de la iglesia local . Estamos profundamente
agradecidos por la generosidad de todos aquellos que contribuyen a
este ministerio.
9Marks Español
A principios de 2013 9Marks comenzó a desarrollar su ministerio en
españ ol para equipar a pastores y líderes de Latinoamérica, Españ a
y comunidades hispanas de los Estados Unidos. Durante los
pró ximos añ os 9Marks planea publicar una gran variedad de nuevos
recursos en españ ol — libros, artículos, Revistas , audios, videos—,
organizar conferencias y fomentar relaciones entre pastores de
habla hispana para la edificació n de má s iglesias sanas que
glorifiquen a Dios.

es.9marks.org | contacto@9marks.org
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contactarnos a revista@9marks.org . Estamos para servirte.

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