El Ser Consciente Divaldo Pereira Franco Dictado Por El Espíritu Joanna de Angelis
El Ser Consciente Divaldo Pereira Franco Dictado Por El Espíritu Joanna de Angelis
El Ser Consciente Divaldo Pereira Franco Dictado Por El Espíritu Joanna de Angelis
EL SER CONSCIENTE
divaldo pereira franco
DICTADO POR EL ESPÍRITU JOANNA DE ANGELIS
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dos
ÍNDICE
El Ser Consciente
PRIMERA PARTE LA CUARTA FUERZA
CAPÍTULO 1 = La cuarta fuerza
CAPÍTULO 2 = Definición y concepto
CAPÍTULO 3 = El hombre psicológico maduro
CAPÍTULO 4 = Modelos y paradigmas
CAPÍTULO 5 = La nueva estructura del ser humano
SEGUNDA PARTE SER Y PERSONA
CAPÍTULO 6 = La persona
CAPÍTULO 7 = Factores de desequilibrio
CAPÍTULO 8 = Condiciones de progreso y armonía
TERCERA PARTE PROBLEMAS Y DESAFÍOS
CAPÍTULO 9 = Éxito y fracaso
CAPÍTULO 10 = Dificultades del ego
CAPÍTULO 11 = Neurosis
CUARTA PARTE FACTORES DE DESINTEGRACIÓN DE LA PERSONALIDAD
CAPÍTULO 12 = Autocompasión
CAPÍTULO 13 = Quejas
CAPÍTULO 14 = Comportamientos exóticos
QUINTA PARTE PROBLEMAS HUMANOS
CAPÍTULO 15 = Problemas Humanos
CAPÍTULO 16 = Gigantes del Alma
CAPITULO 17 = Resentimiento
CAPITULO 18 = Celos
CAPITULO 19 = Envidia
CAPÍTULO 20 = Necesidad de recuperación
CAPÍTULO 21 = Patrones de comportamiento: cambios
SEXTA PARTE ACONDICIONAMIENTO
CAPÍTULO 22 = El bien y el mal
CAPÍTULO 23 = Pasión y liberación psicológica
CAPÍTULO 24 = Enfermedad y curación
SÉPTIMA PARTE LA CONQUISTA DEL YO
CAPÍTULO 25 = La conquista del yo
CAPÍTULO 26 = Mecanismos de escape del ego
CAPÍTULO 27 = Miedo y muerte
CAPÍTULO 28 = Referencias para la identificación del yo
PARTE OCHO SILENCIO INTERIOR
CAPÍTULO 29 = Silencio Interior
CAPÍTULO 30 = Desidentificación
CAPÍTULO 31 = Liberación de los contenidos negativos
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CAPÍTULO 32 = Lo Esencial
PARTE NOVENA FELICIDAD
CAPÍTULO 33 = Placer y disfrute
CAPÍTULO 34 = La felicidad en sí misma
CAPÍTULO 35 = Condiciones de felicidad
CAPÍTULO 36 = Plenificación para la felicidad
PARTE DIEZ CONQUISTARTE A TI MISMO
CAPITULO 37 = El hombre consciente
CAPÍTULO 38 = Tener y ser
CAPÍTULO 39 = La conquista de uno mismo
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El Ser Consciente
Aplastado por conflictos que no amainan en intensidad, el hombre moderno busca
mecanismos escapistas, en vano intenta sortear las aflicciones trasladándose a los sectores
del éxito externo, el aplauso y la admiración social, aunque los sentimientos quedan
encadenados y marcados por la angustia y la insatisfacción.
Los logros externos pueden calmar momentáneamente las angustias del corazón, pero
no erradicarlas, por lo que el triunfo externo no apacigua el interior.
Condicionado a la conquista de las cosas, en la concepción de la realización de la meta,
el individuo trata de sepultar los conflictos bajo preocupaciones continuas, manteniéndolos,
sin embargo, vivos y palpitantes, aun cuando retoman y superponen todos los disfraces,
desencadenando nuevos sufrimientos y perturbaciones devastadoras.
El hombre puede y debe ser considerado como su propia mente.
Lo que cultiva en el campo íntimo, o lo que lo impulsa insistentemente a logros,
constituye su esencia y legitimidad, que debe ser estudiada con paciencia, para poder
enfrentar las paradojas existenciales —aparente y ser—, las inquietudes y tendencias que
ordenan él, estableciendo los paradigmas correctos para el camino, liberados de los
choques internos en relación con el comportamiento externo.
Ignorar una situación no significa eliminarla o superarla. Tal postura permite que
sus factores constitutivos crezcan y se desarrollen, hasta el momento en que se vuelven
insostenibles, llamando la atención para enfrentarlos.
Lo mismo ocurre con los conflictos psicológicos. Están presentes en el hombre
que, invariablemente, no las valora, evitando detenerse en ellas, analizando su propia
fragilidad, para encontrar los recursos que le permitan diluirlas.
Profundamente enraizados, se presentan a la conciencia disfrazados
diferentes, desde simples complejos de inferioridad, narcisismo, agresividad, culpa,
timidez, hasta graves estados de alienación mental.
Todo conflicto genera inseguridad, la cual se expresa de muchas formas, dando
cuenta de comportamientos indescriptibles en la sombra del miedo y el comportamiento
compulsivo.
Sus víctimas sufren situaciones muy aterradoras, cayendo en el abandono
de sí mismos, cuando se agotan las resistencias disponibles.
El ser consciente debe trabajar siempre sobre sí mismo, partiendo del punto de
partida de su realidad psicológica, aceptándose tal como es y perfeccionándose constantemente.
Esta lucidez sólo la puede alcanzar quien se analiza a sí mismo, dispuesto a
encontrarse sin máscara, sin deterioro. Por eso, uno no se juzga ni se justifica, uno no se
acusa ni se culpa. simplemente resulta.
A la identificación le sigue el trabajo de transformación interior para mejor,
utilizando los instrumentos del amor propio, la autoestima, la oración que estimula la
capacidad de discernir, la relajación que libera tensiones, la meditación que facilita el
crecimiento interior.
El amor propio te enseña a encontrarte a ti mismo y revela los potenciales de poder internos que
se encuentran dentro de ti.
La autoestima te lleva a la fraternidad, a la sana convivencia con tu
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cerca, igualmente necesitados.
La oración amplía su capacidad de comprender la existencia y la vida real.
La relajación te da armonía, amplios horizontes para el movimiento.
La meditación te ayuda a crecer de adentro hacia afuera, llenándote en amplitud
y abriendo tu percepción a estados alterados de conciencia.
El autoconocimiento se convierte en una necesidad prioritaria en el programa
existencial de la criatura. Quienes lo posponen no se realizan satisfactoriamente,
porque quedan perdidos en un espacio oscuro, ignorados dentro de sí mismos.
Era necesario que la Psicología Transpersonal y otras áreas doctrinales
emergieran con paradigmas bien definidos respecto al ser humano integral, para
poder proponer a la vida mejores momentos y perspectivas más amplias de felicidad.
El aporte de la Parapsicología, la Psicobiofísica, la Psicotrónica, amplió los
horizontes del hombre, le facilitó el encuentro con otras dimensiones de la vida y
posibilidades extrafísicas de realización, que quedaron sepultadas bajo los escombros
del inconsciente profundo, o dormidas en los cimientos de la Conciencia.
Sin embargo, ante todas estas disciplinas psicológicas y doctrinas parapsíquicas,
el Espiritismo le reveló a la criatura la valiosa posibilidad de ser consciente, urgiéndola
al autoencuentro y al autodescubrimiento de la vida más allá de los estrechos límites
materiales.
Perfectamente identificado con las altas metas de la existencia humana en la
tierra, Allan Kardec cuestionó a los Espíritus Benefactores.
“¿Cuál es el medio práctico más eficaz que tiene el hombre para mejorar en esta vida
y resistir la atracción del mal?”
Ellos respondieron: “—Un sabio de la antigüedad te lo dijo. Conocete a ti
mismo."(*)
San Agustín, Espírito, comentando la respuesta, entre otras consideraciones,
explicaba: “... El conocimiento de sí mismo es, pues, la clave del progreso individual.
Pero, dirás, ¿cómo puede alguien juzgarse a sí mismo?
¿No existe la ilusión del amor propio para mitigar las faltas y hacerlas excusables? El
avaro se considera sólo ahorrativo y providente; los orgullosos creen que en él sólo
hay dignidad. Esto es muy real, pero tienes un medio de verificación que no puede
engañarte. Cuando estés indeciso sobre el valor de una de tus acciones, pregúntate
cómo la calificarías si fuera practicada por otra persona...
“Y prosiguió: “... cuadra tu día moral para, como el trader,
evaluar tus pérdidas y tus ganancias, y te aseguro que la cuenta de estos últimos
será mayor que la de los primeros. Si puedes decir que tu día fue bueno, podrás
dormir en paz y esperar sin temor el despertar en la próxima vida”.
En el análisis diario y continuo de los actos, el amor a sí mismo y al allo será
decisivo para la evaluación. La oración y la meditación serán un recurso
complementario para publicar logros.
Quien ora, habla; quien medita, escucha, teniendo los recursos para
exteriorizarse e interiorizarse.
Existen, sin embargo, estructuras psicológicas muy frágiles o marcadas por
graves trastornos de conducta. En estos casos, hay una necesidad urgente de la Ciencia
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Espírita, con terapias
(*) El Libro de los Espíritus. 29ª edición de FEB. Pregunta 919.
profundidades disponibles; y, según la intensidad del trastorno, se hace necesaria la
ayuda de un psicoterapeuta, según la especificidad del problema, que será equiparado
por la Psicología, por el Psicoanálisis o por la Psiquiatría.
En muchos conflictos humanos, sin embargo, existen variadas
interferencias espirituales, generando obsesiones complejas, para las cuales sólo las
técnicas espíritas logran los resultados deseados, ya que estos agentes
perturbadores son Entidades extracorpóreas, pero portadoras de las mismas
potencialidades que sus víctimas: sentimientos y emociones, inteligencia y lucidez,
experiencias y vidas.
*
El ser consciente es austero, pero sin fruncir el ceño; es jovial, pero sin
vulgaridad; es complaciente, pero sin connivencia; es amable, pero sin consentimiento
al error. Ayudar y promover a quienes reciben ayuda, avanzando sin cobrar retribución.
Es responsable y no se permite descansar en
vano mientras le espera el deber. Conociendo sus posibilidades, las pone
en acción siempre que es necesario, abierto al amor y al bien.
Sólo la maduración psicológica, a través de las experiencias vividas, libera la
conciencia de ser; y, habiéndolo logrado, fue feliz, conquistando la bíblica Tierra
Prometida.
Este modesto libro, que ahora traemos al análisis del querido Lector, pretende,
sin presunción, ayudarlo en la conquista de la conciencia.
No presenta ninguna técnica nueva o milagrosa. Estudia algunos problemas
humanos a la luz de la Cuarta Fuerza en Psicología, tendiendo un puente hacia la
Doctrina Espírita, que es portadora de una visión profunda e integral del ser.
Confiamos en que le sea de utilidad a alguien que esté en apuros o huyendo de ti.
ayudándole a resolver su problema, y esto nos compensará completamente.
Salvador, 19 de mayo de 1993.
Juana de Angelis
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PRIMERA PARTE
LA CUARTA FUERZA
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1
la cuarta fuerza
Estudiosos de la criatura humana, a pesar de los rígidos controles ejercidos
a través de las conquistas freudianas, anhelaban ampliar los horizontes de la
comprensión en torno a fenómenos complejos y comprensivos, transhumanos,
capaces de dilucidar problemas profundos de la personalidad.
Las amplias explicaciones junguianas, buscando agrupar todas las ocurrencias
de lo paranormal en arquetipos, dejaron espacios para reformulaciones de conceptos
y especulaciones que se liberaron de modelos y paradigmas académicos, atendiendo
con más cuidado, y con observaciones menos ortodoxas, los eventos despreciados,
por ser considerados patológico o fraudulento.
De vez en cuando aparecían ensayos e intentos de ampliar los contenidos,
como efecto de las experiencias de Rhine, Wilber, Grof, Kübler Ross, Moody Jr.,
Maslow, Walsh, Vaughan, Assagioli, Capra y otros valientes pioneros, que fueron
preocupados por ir más allá de los estándares establecidos, penetrando la sonda de
investigación en el inconsciente y concluyendo por nuevas realidades,
antes execradas, acumulando lentamente datos capaces de sustentar la
refutación, la crítica y el desprecio.
Era necesario revisar el potencial humano en toda su complejidad, sin prejuicios
ni miedos.
Teorías apresuradas, que pretendían reducir el alma a un epifenómeno de vida
efímera, estaban siendo superadas por investigaciones de laboratorio en el área de
Parapsicología, Psicobiofísica, Psicotrónica y Ciencia Espírita, cuyos valiosos datos
han crecido de tal manera, con el aporte de la Transcomunicación Instrumental, que
no había otra alternativa que ampliar el esquema de interpretación de la psique,
creando lo que convencionalmente se llamó la Cuarta Fuerza —además del
Conductismo (Conductismo), el Psicoanálisis y la Psicología Humanista— que es la
Psicología Transpersonal o profunda.
Coraje indispensable para enfrentar el escepticismo y la arrogancia de los
académicos, de los reduccionistas que, aún frente a lo numinoso de Jung,
permanecieron apegados al organicismo y la herencia, a factores derivados de
presiones de todo tipo, a las secuelas de enfermedades infecciosas, a traumas
físicos. y psicologico...
Los avances de la Física Cuántica, la Relatividad del Tiempo y el Espacio, la
Teoría de la Incertidumbre, abrieron perspectivas psicológicas nunca antes soñadas,
teniendo presente el concepto de devenir.
El ámbito de la conciencia como etapa superior del proceso antropológico
sociológicopsicológico del ser, pasó a exigir una penetración más certera, ampliando
la comprensión de los dementes (sabio autista o idiota sabio), portadores de
capacidades y aptitudes luminosas, perturbadoras. Revelándose como matemáticos,
músicos, artistas visuales, lingüistas que, de repente, rompieron el velo del silencio y
comenzaron a comunicarse con lucidez, mostrando excepcionales dotes de dirección,
comenzaron a exigir elucidaciones que destruyeran las tradiciones negativas,
actualizando el predominio del Espíritu sobre la materia. , de la mente sobre el
cerebro gravemente dañado, lo que demuestra que preexisten y sobreviven a los
órganos, en lugar de ser sus elaboraciones o efectos
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de sus mecanismos.
La gran contribución del pensamiento oriental, desde Buda a Vivekananda, a
Ramakrishna y otros, desde los taoístas tibetanos a los físicos nucleares, conduce
a una revisión de los parámetros aceptados, así como de los modelos establecidos,
proponiendo la identificación de fórmulas con una apariencia diferente, sin
embargo, que armonizan, uniendo las dos culturas —la del pasado y la del presente
— en una síntesis perfecta, a favor de un hombre y una mujer holísticos,
completos, en lugar de ser examinados por partes.
Este concurso, que se venía insinuando durante siglos, logró imponerse a
través de terapias que liberaban conflictos, como la meditación, la respiración, la
oración, la magnetización del agua, la bioenergía, los ejercicios de taichi chuan,
el control mental con resultados innegables en los más variados. áreas de
comportamiento, interrelaciones personales, salud...
Los diques levantados por la intolerancia se rompieron ante las nuevas
conquistas, y las técnicas regresivas de la memoria, con exclusiva definición
terapéutica, el uso de algunas drogas psicodélicas como el ácido lisérgico, la
hipnosis, demostraron que muchos factores psicopatógenos son anteriores a la
concepción del ser humano. ., eliminando el predominio genético en la condición
de desencadenante de psicosis, neurosis, conflictos y tormentos degenerativos
de la personalidad...
La telepatía, la clarividencia, los fenómenos retro y precognitivos, el
ectoplasma, el desplazamiento de objetos sin contactos y otros han proporcionado
exámenes más certeros del individuo, a los que el análisis transpersonal puede
acercarse con seguridad o apoyarse para resolver los enigmas predominantes en
pacientes marginados por otras corrientes de Psicología o fácilmente etiquetados
como psicópatas.
El ser humano se compone de elementos complejos, que escapan a una
observación superficial.
La conceptualización materialista no responde en modo alguno a las
necesidades éticas y sociológicas, dejando de dilucidar el ser psicológico, excepto
cuando, desconociendo su realidad trascendente, lo relega a la indiferencia, al
catalogado desprecio de la patología irreversible.
El ser dual —Espíritu y materia— del espiritualismo ortodoxo queda
incompleto, dejando escapar innumerables expresiones de contenido, por falta
del elemento intermediario, procesador de innumerables fenómenos que completan
su existencia.
Sólo cuando se estudia en su plenitud —Espíritu, periespíritu y materia— se
pueden resolver todos los interrogantes y desafíos que la componen, ampliando
las posibilidades de desarrollo del dios interior, proporcionando plenitud, plenitud
de realización, estado de Nirvana, de samadhi, o el Reino de los Cielos que debe
alcanzar.
Esta gigantesca tarea recae en la moderna Psicología Transpersonal o
Cuarta Fuerza, que inicia un período de comprensión real de la criatura como el
ser indestructible que es, abocado a la felicidad.
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dos
Definición y concepto
Definir, de alguna manera, es limitar, restringir. Incluso cuando las definiciones son elásticas,
reducen el pensamiento y lo encierran en palabras, conservando las amplias posibilidades que
necesitan ser penetradas.
Conceptualizando la psicología transpersonal, no podemos sustraernos a sus paradigmas,
que amplían las líneas de las definiciones clásicas de la doctrina psicológica en sí misma, para
darle el alcance que alcanza al ser humano en su estructura física, psíquica y trascendental.
Remontándonos a la historia del pensamiento psicológico, encontraremos sus primeros
postulados en la ética filosófica ancestral, que se inicia en Occidente con Anaxímenes y
Anaxágoras, abarcando todos los períodos históricos hasta su formación organicista, en la
segunda mitad del siglo XIX, y continuando a través de las diversas escuelas freudianas,
junguianas y adlerianas, mientras se expande hacia concepciones humanistas, conductistas y
psicoanalíticas.
En sus inicios, la ciencia del alma se incrustó en conceptos socráticos y platónicos,
preocupados por la criatura humana dual, cuyos orígenes se encontraban en el mundo de las
ideas, al que regresaba después del viaje carnal, para experimentar la felicidad o la infelicidad. .
Su ética moral optimista fomentó el equilibrio mentecuerpo, la conducta
sana y solidaria con las demás criaturas.
Partiendo de una realidad metafísica, el ser volvería a ella con la suma de las experiencias
adquiridas, que configurarían futuros renacimientos en la Tierra, de acuerdo con los contenidos
existenciales vividos.
En este paisaje, el planeta terrestre puede considerarse una escuela, en la que se forma y
perfecciona el carácter, desarrollándose el germen divino que en él duerme, que se da en la
semilla con el vegetal...
Posteriormente, Aristóteles le añadió la entelequia, y propuso una criatura trinaria, siguiendo
los modelos de la filosofía oriental y negándose a aceptar los episodios de reencarnación
necesarios para la evolución.
Concomitantemente, las propuestas atomistas reducían al ser humano a un montón de
partículas esféricas infinitamente pequeñas, con ganchos, según unos, o desprovistas de ellos,
según otros, uniéndose y desestructurandose gracias al vacío y al movimiento, resultando , por
tanto, del capricho del azar que los une y los desarma, produciendo la vida y la muerte al antojo
de eventuales y anómalos aconteceres.
Avanzando, en paralelo, en antagonismo estructural, alcanzaron culminaciones ora una, ora
otra corriente, a través de Santo Tomás de Aquino o Leibniz, Descartes o Bacon...
Mientras el pensamiento oriental estructuró el fenómeno psicológico en un ser heredero de
Dios y semejante a Él, es decir, portador de recursos inimaginables que le corresponde a él
desarrollar, las concepciones en torno al universo, la creación, la vida se ampliaron, mucho antes
que el occidental. la cultura se dio cuenta de la causalidad de existir.
Como verdadero punto de equilibrio, apareció el pensamiento ético de Jesús, estableciendo
un puente psicológico y filosófico entre las dos civilizaciones, desarrollando el idealismo socrático
y el reencarnacionismo del Vedanta y el Budismo, fecundado luego por el amor, único tesoro que
logra producir la plenitud de la ser humano
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Psicoterapeuta superior, Jesús no sólo fue el filósofo y psicólogo que entendió
los problemas humanos y dio lugar a contenidos liberadores, sino que sigue siendo
un terapeuta que rompió las barreras de la personalidad de los pacientes y penetró
en su conciencia de donde surgía la culpa, para poder proporcionar la catarsis
salvadora y la recomposición de la individualidad atónita, cuando no en total desdicha.
Poseedor de una capacidad trascendente para penetrar en los archivos del
inconsciente individual y colectivo, se convirtió en el hito más importante de la
psicología transpersonal, por adoptar la postura de considerar al individuo como un
ser esencialmente espiritual, en una existencia física transitoria, que forma parte del
su programa de autocuración.
Concientizando a las personas sobre su responsabilidad personal ante la vida,
estableció terapias de inusitada relevancia, trabajando la estructuración de la
personalidad, con el paso seguro hacia la adquisición de la conciencia.
En el postulado de no hacer al prójimo lo que no quieras que te haga a ti,
estableció la condición de seguridad para la identificación del individuo consigo
mismo, con su hermano y con el mundo en que se encuentra, proporcionando una
ética sencilla y de fácil aplicación, en la interrelación personal, sin conflicto ni culpa.
Del mismo modo, proponiendo la superación personal mediante la superación
de las pasiones que se disuelven, trajo el futuro al presente, haciendo del reino de
los cielos un estado de conciencia lúcida, lejos del sueño, los sueños y las psicosis
completamente superadas.
El cristianismo, sin embargo, a través del tiempo, sufriendo los mandatos de los
seudoconversos, sufriendo invariablemente grandes traumas y conflictos, buscó
castrar y frenar todas las fuentes de placer, expresiones existenciales, a través de
reglas y dogmas punitivos, que se caracterizaron por la represión, la restricción y la
condena.
A pesar de las luminarias que, de vez en cuando, buscaban liberar a los
individuos del miedo y el odio, llevándolos a la confianza y al amor, como San
Francisco de Asís, Santa Tereza de Ávila y algunos otros, prevaleció la ignorancia y
el terror, produciéndose una toma de conciencia. de la culpa colectiva, verdadero
arquetipo del carácter punitivo, que ha superado generaciones y resurge, aún hoy,
en individuos y grupos sociales, responsabilizándolos del deicidio del Calvario —
confundiendo a Jesús con Dios— o, más remotamente, con la herencia de tentación,
en la que cayó Eva, llevando a Adán al error, haciendo así inferior a la mujer en el
proceso humano de evolución, en flagrante falta de respeto al simbolismo de la
creación humana, que se hizo realidad.
El culto al mito, el símbolo, la fantasía, la aceptación del modelo, son
necesidades psicológicas, de los mecanismos de transferencia de la realidad y
escapes de la conciencia responsable.
Asumiendo la postura teológica, responde por los males que se repiten
millennials, posibilitando alienaciones y desgracias inimaginables.
La evolución de las ciencias ha logrado anular este efecto pernicioso y, gracias
al advenimiento de la psicología espírita con Allan Kardec, el ser humano se recupera
del conflicto en que se encontraba, elevándolo a la condición de poseedor de valores
preciosos que deben desarrollarse, aunque con el esfuerzo del trabajo paciente y
constante.
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La cuarta fuerza, ampliando las inmensas posibilidades de la psicología,
permite desvelar posibilidades únicas para la perfecta integración de la criatura
con su Creador, y de sí misma con la Conciencia Cósmica, pulsante y universal.
En este hombre transpersonal, pues, cantan las glorias de la vida y se
expanden los dones existentes en él, en pleno desarrollo de su realidad, que
supera la culpa y el dolor, la angustia y la inquietud, haciéndolo pleno y feliz.
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3
El hombre psicológico maduro
El ser humano es la inversión más alta y noble de la vida, un momento
grandioso en el proceso evolutivo que, para llegar a su culminación, pasa por diferentes
fases que permiten la estructuración psicológica, la maduración, la
individuación, según Jung.
Al llegar a la edad adulta, debe estar en condiciones de vivir sus responsabilidades y
desafíos existenciales. Es común, sin embargo, percibir que el desarrollo fisiológico rara
vez va acompañado de su contraparte emocional, lo que se convierte en conflicto cuando
un aspecto no se identifica con el otro. En tal caso, el período infantil se alarga y predomina,
convirtiéndose en característico de una personalidad inestable, atormentada, insegura,
depresiva o agresiva, oculta bajo diversos mecanismos perturbadores.
Su proceso de maduración psicológica, por tanto, puede compararse con un largo
embarazo, cuyo doloroso parto proporciona una especial realización.
Procedente de atavismos agressivos, imantado ainda aos instintos, o ser cresce sob
pressões que lhe despertam a necessidade de desabrochar os valores adormecidos, qual
semente que se intumesce sob as cargas esmagadoras do solo, a fim de libertar o vegetal
embrionário, que se agigantará através tiempo.
Factores compresivos de difícil liberación, a través de los procesos castradores del
medio, contribuyen casi siempre a prolongar su inmadurez psicológica.
Desde el punto de vista tradicional, se presentan factores hereditarios, psicosociales
y económicos, que colaboran positiva o negativamente para el desarrollo psicológico,
contribuyendo casi siempre a la conservación del estado de inmadurez.
Gracias a su constitución emocional y orgánica, en la vida infantil el ser es egocéntrico,
como un animal que no discierne, creyendo que todo gira en torno a su universo,
volviéndose, en consecuencia, despiadado, por estar desprovisto de afectividad aún no
desarrollada, que lo impulsa. a la libertad excesiva y estados caprichosos de comportamiento.
Después de este primer período, se vuelve egoísta, acumulando todo y pensando
sólo en sí mismo, en un fatigoso esfuerzo por completarse, aislándose socialmente de los
demás o considerando a las demás personas como desechables, cuyo valor termina
cuando desaparece la utilidad, ignorándolas inmediatamente, despreciándolas. a ellos...
En sucesión, aparece introvertido, egoísta, poseedor sin compartir,
guardián de las cosas, no de la paz personal.
La inmadurez se expresa a través de la conservación de los conflictos, gracias a los
cuales modifica su comportamiento sin liberarse del mandato causal, que son la frustración,
el malestar moral, la presencia de la infancia. Y aun cuando se presenta completo, sus
reacciones siguen siendo pueriles, desprovistas de sensibilidad, en el tormento de metas
sin sentido.
Para él, el sentido de la vida permanece apegado al estrecho círculo de adquirir
cosas y someter a otras personas a sus caprichos. Se convierte en un dictador despiadado,
un asesino despiadado, un juez cruel. te da placer
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dependencia morbosa de las masas y de los individuos en particular, gozando de
forma masoquista del placer en el dolor propio o ajeno, desarrollando una
degeneración afectiva hasta el naufragio fatal...
Ciertamente, los factores genéticos contribuyen al desarrollo o no de la madurez
psicológica, considerando las cargas hereditarias sobre la constitución orgánica,
sobre la cámara cerebral, sobre el aparato nervioso y glandular, especialmente
sobre la secreción endocrina, sobre la constitución del sexo.
Sin embargo, no podemos ignorar la preponderancia del modelo organizador
biológico (MOB) o periespíritu, encargado de armonizar los implementos que el
Espíritu utilizará para su proceso evolutivo en el cuerpo transitorio.
Frente a esto, cada persona es la suma de sus experiencias pasadas, y su
mente es el vehículo formador de lo necesario para el proceso iluminador.
Esta percepción, la comprensión de este factor, cobra relevancia en cualquier
propuesta de psicología transpersonal, en el estudio de las causalidades de todos
los fenómenos humanos.
Los viejos paradigmas y modelos del hombre dan paso a la introducción del
concepto del ser ancestral, con toda la historiografía de sus reencarnaciones, que
se hacen responsables del desarrollo del yo profundo.
La escisión enunciada entre el yo y el yo, atávica, desaparece cuando el
análisis del periespíritu demuestra que la personalidad resulta de la experiencia de
cada etapa, pero la individualidad es la suma de todas las realizaciones en las
sucesivas reencarnaciones.
Gracias a estos fenómenos, las presiones psicosociales —ambiente, educación,
luchas y actividades— parecen contribuir, de una u otra forma, a lograr metas o
repararlas, debido a los procesos de mérito o deuda que cada uno hace portador.
Todos nacen o renacen en el núcleo familiar y social que necesitan para
superarse, y no como tradicionalmente se afirma: que se lo merecen.
Las cargas de genes y cromosomas, las condiciones psicosociales y
económicas, forman el marco de los procesos de refinamiento moralespiritual,
resultantes de la reencarnación que funde los dispositivos individuales para la
evolución.
Esta razón prevalece en el esclarecimiento de las diferencias psicológicas de
los individuos, incluso entre gemelos de ovulación única, resultantes de conquistas
anteriores.
La madurez psicológica tiene un curso lleno de baches, hecho de éxitos y
repeticiones, para formar un cuadro muy complejo en la individualidad humana.
Su primera fase se expresa como madurez afectiva, cuando el ser deja de ser
cautivador por un fenómeno atávico, para volverse ablativo, que es la fatalidad del
proceso en que se encuentra.
De la posición receptiva egoísta, profundamente perturbadora, surge la
necesidad de crecer y ampliar el círculo de amigos, en su condición de animal
gregario, surgiendo las primeras expresiones de amor.
Expande el sentimiento afectivo y comprende que el narcisismo y
el egoísmo sólo conduce a la autodestrucción, a la perturbación.
El amor es la llama que arde atractivamente, ofreciendo luz y calor,
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tiempo que se alimenta de paz, dado el intercambio de energías entre el que ama y el
que se hace amado.
Se desarrolla entonces una empatía que saca al ser de su primitivismo, llevándolo
a la inmensa zona del progreso, donde la experiencia de la donación se vuelve
enriquecedora, trabajando hacia el olvido del ser en sí con el recuerdo constante del
prójimo.
Quien aspira a ser amado permanece inmaduro, dependiente
psicológico infantil, coercitivo, egoísta.
La afectividad es el campo central de la batalla entre las diferentes pasiones de
posesión y renuncia, de dominación y desinterés, dando lugar al predominio de la
donación plena.
En la maduración afectiva, el ser brilla y se supera a sí mismo.
El siguiente paso es la maduración mental, gracias a la comprensión de
que la vida es rica en significado y su significado es la inmortalidad.
Con esta identificación cambian los intereses y se iluminan los paisajes bajo el sol
de la razón, que encarna la fe en el hombre, en la vida y en Dios.
La maduración mental, que se adquiere a través de la emoción y del conocimiento
que discierne los valores constitutivos de la filosofía existencial, amplía las perspectivas
de realización plena.
Solo después de alcanzar la madurez afectiva, alcanza la madurez mental, ya que
está libre de restricciones y necesidades pseudoemocionales.
Es relevante la conquista de la razón, por ser el principio ordenador, responsable
de la formación del discernimiento, que reúne en un solo conjunto las distintas
realizaciones intelectuales, para que pueda utilizar el pensamiento de manera justa,
real y compatible con la conciencia.
La razón prevé la superación del fenómeno infantil de la ilusión, la fantasía,
responsable del sufrimiento, considerando la impermanencia y todos los eventos físicos
y aspiraciones.
La mente, en su contexto y complejidad, resulta de dos expresiones de su
naturaleza: el intelecto y la razón, siendo la segunda discursiva y la primera intuitiva.
Esto da como resultado dos comportamientos de aprendizaje con respecto a la
pensamiento y su uso correcto.
Pensar correctamente es una meta elevada, porque no todo acto de pensar
correctamente lo es, frente a la interferencia de los deseos y supuestas necesidades.
Así, la concentración en objetivos ideales, a diferencia de los imaginados, conduce a la
corrección del pensamiento.
Existe una amplia variación en los niveles de pensamiento, como resultado de los
logros intelectuales.
Para que se produzca la maduración, es fundamental pensar,
ejercitar la mente y ampliar su capacidad de discernir.
Pronto, el desafío de la madurez moral, responsable de la
instintos de superación, sensaciones groseras e inmediatas.
La escala de valores rompe los límites de las conveniencias restrictivas y egoístas,
para apoyarse en los códigos de la ética universal, ancestral y perenne, que se
fundamentan en Dios, los seres, la naturaleza y el individuo mismo, entendiendo que el
límite de la propia libertad comienza en la frontera de los derechos ajenos, sin aspirar
nunca para uno mismo lo que no le gustaría recibir de los demás.
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dieciséis
tren...
La madurez moral libera, al hacer añicos los códigos de la hipocresía y las
circunstancias que permiten el desarrollo del egoísmo, la vanidad, la autocracia.
Esta realización moral es dinámica y entusiasta, extendiendo el
posibilidades de crecimiento ético, estético y espiritual del ser.
Dos sentidos morales surgen en el contexto de la maduración: el convencional
—que es aceptado, oportunista y, a veces, amoral o inmoral— porque lo imponen
las conveniencias de cada época, civilización y cultura— y el verdadero —que
supera los límites ocasionales y Prevalece legítimamente en todas las edades,
como se afirma en el Decálogo y en el Sermón de la Montaña.
La conquista de la verdadera madurez moral se vuelve indispensable para la
autorrealización del ser y de la sociedad en general.
Una vez superada esta etapa, la madurez social aflora de forma natural, pues,
mediante la autoconciencia y el trabajo propio, el hombre psicológico se vuelve
armónico en el grupo, es unificador, comprensivo, líder natural, proporcionando
bienestar a su alrededor y la alegría. de vivir
La maduración psicológica es un imperativo que surge naturalmente, o por
necesidad que se establece en el proceso de evolución.
El ser inmaduro, ambicioso, apasionado, se frustra, siempre se irrita, se mata
y se mata, porque el sentido de su vida es el ego perturbador y finito, estrecho
circular y sin metas.
La superación del estado egocéntrico, para volverse socialmente útil,
caracteriza la ruptura con el círculo familiar infantil y lo abre a la comunidad, que es
la gran escuela de la vida.
El individuo no puede vivir sin relaciones, ya que, por el contrario, se aliena a
sí mismo.
Su desarrollo deriva de los contactos con la naturaleza y las criaturas, de sus
interrelaciones personales, renunciando a la libertad interior, para realizarse en el
grupo.
Con el conflicto incrustado en el comportamiento personal, la relación social
se vuelve imposible. Es fundamental que se realicen encuentros y experiencias
grupales, generando adaptación y sana convivencia con otras personas.
Quien alcanza su conciencia individual, supera la violencia, la separación y,
afectuoso, racional, se integra al grupo social, promoviéndolo y desarrollándose
cada vez más, rico en comprensión, fraternidad, amor y paz.
El hombre psicológicamente maduro vive la amplitud infinita de las aspiraciones
del bien, de lo bello, de lo verdadero y, vaciado del ego, alcanza el yo, convirtiéndose
en un hombre íntegro, ideal, en dirección al infinito.
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4
Modelos y paradigmas
El proceso de evolución —antropológica , sociológica, psicológica— de la
humanidad ha ido imponiendo, a lo largo del tiempo, necesarias relecturas y
revisiones de variados paradigmas, que chocan con los descubrimientos del
pensamiento y la natural aceptación cultural de procesos renovadores,
estructurados en la experiencia contra conceptos tradicionales.
En el área psicológica, por ejemplo, la rigidez de los postulados ancestrales
ha venido sufriendo fisuras estructurales ante el voluminoso aporte de las
filosofías orientales, ahora develadas a occidente, al mismo tiempo que los
relevantes logros de la Parapsicología, la Psicotrónica, la Psicobiofísica, la La
Física Cuántica, de la Biología Molecular, viene a confirmar los paradigmas del
Espiritismo, ampliando el campo de la realidad humana — antes de la cuna y
—, después de la tumba, modificando así la concepción de los estados alterados
de conciencia, que dejaban de ser patológicos para confirmarse como poseedores
una naturaleza paranormal.
En consecuencia, el estudio y la observación imparcial de los fenómenos
psíquicos y mediúmnicos ya no están sujetos a los estrechos modelos de la
psicología tradicional, siendo urgente adoptar una conducta transpersonal, dado
su alcance, con respecto al hombre integral.
Creada por la urgente necesidad de actualizar nuevos y complejos
paradigmas, gracias a la dedicación de notables hombres y mujeres, que
profundizaron la investigación psicológica en la vida parafísica, la cuarta fuerza
puede contribuir a una interpretación más coherente y racional del ser pensante,
sin descartar la posibilidad de la precedencia y supervivencia de la conciencia
sobre la concepción fetal, así como la anoxia cerebral.
Previamente despreciadas o marginadas por abrumadores prejuicios, las
manifestaciones paranormales ya no son epifenómenos del sistema nervioso,
para convertirse en expresiones de la realidad en niveles más profundos de la
conciencia humana.
El advenimiento de la Psicología Transpersonal se da en el grave momento
del trastorno conductual de las nuevas generaciones, en la década de los
sesenta de este siglo, y porque se hace evidente la necesidad del desarrollo de
la Psicología Humanista, surgida en ese momento, a través de la expansión de
sus conceptos y la aceptación de nuevos paradigmas, lo que sucedió en la
década inmediata, como predijo Maslow...
Así, la Psicología Transpersonal pretende ampliar su área de investigación,
teniendo en cuenta las vivencias del ser, en el laboratorio y en la conducta
humana, vinculadas a las necesidades del equilibrio de la salud fisiopsíquica y la
satisfacción plena. En consecuencia, se estructura sobre las conquistas de la
ciencia contemporánea, unidas a los aportes experienciales de la experiencia
oriental, desarrollando las posibilidades latentes de la criatura, su incesante
devenir.
Su propuesta objetiva es formar parte de la multidisciplinar
conductas que contribuyen al logro de la salud mental.
Hoy es imposible descartar hechos resultantes de estados alterados de
conciencia, que son importantes para el equilibrio fisiológico y el bienestar
psicológico de los individuos.
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El ser trascendental sale, así, del estadio paranoico, asumiendo la
paranormalidad indispensable para la armonía de su conducta con su realización
psicológica.
Las experiencias terapéuticas de muchos analistas transpersonales han
demostrado que sus pacientes trascienden los niveles normales de conciencia
cuando son estimulados por drogas químicas, autosugestión, yoga,
hiperventilación, inducción hipnótica, concentración, meditación, oración,
interferencia mediúmnica... En estos estados se dilatan la percepción sensorial,
la lucidez, el conocimiento del pasado y del futuro, como expresiones esenciales
de la naturaleza humana, tras lo cual se vuelve a la salud —cuando en
psicoterapia— al bienestar, a las relaciones interpersonales.
El ser humano, de este modo, deja de quedar fragmentado para convertirse
en un todo.
Todos los modelos y paradigmas están sujetos a revisión, confirmación o
modificación.
Los viejos modelos psicológicos, por su visión estrecha, no abarcaron los
logros actuales que brindan una comprensión más amplia de la personalidad
humana, del inconsciente, del yo profundo.
Una amplia documentación experimental, sin embargo, aportó el surgimiento
del modelo transpersonal y sus paradigmas actuales.
El psicoanálisis, por ejemplo, tiene una concepción específica en torno a la
determinación de la conducta, en conflicto con la naturaleza de la modificación
de la conducta. El psicoanalista enfatiza las fuerzas intrapsíquicas como
fundamentales, predominantes, responsables de la conducta. Los conductistas,
en cambio, establecen las condiciones ambientales como inseparables de la
conducta.
Surge así el tema de la motivación, determinante de la conducta. Sea la
libido —motivación freudiana—, el anhelo de superioridad, como la superación
de los instintos agresivos —motivación adleriana— o el imperativo ambiental —
motivación conductista—, el ser es conducido al éxito en sus búsquedas, no
pudiendo escapar de una u otra. de estas condiciones.
Antes de esta ampliación de la visión transpersonal, todas las experiencias
místicas se consideraban neurosis narcisistas y el logro de la iluminación se
consideraba una regresión automática a etapas intrauterinas.
En estos choques de modelos y propuestas, la disputa se hizo inevitable
en torno al cual sería el verdadero, con desprecio por los demás...
El estudio transpersonal no pretende ser único, sino que amplía los
conceptos existentes, respeta su vigencia, buscando desarrollar y ampliar las
dimensiones de la naturaleza humana y su realidad intrínseca. Su potencial es
impredecible, y el ser espiritual es inconmensurable en su estructura profunda,
que le toca desarrollar a lo largo de sucesivas reencarnaciones. Combinando
tecnología y observación, experiencia y entrenamiento paranormal, se
desarrollan recursos latentes en dirección al Infinito.
El nuevo modelo y paradigma transpersonal, por tanto, se estructura sobre
la sabiduría de Oriente y sobre las experiencias modernas de Occidente,
componiendo al hombre, el ser interior: espíritu, periespíritu y materia, según la
propuesta kardeciana, aunque la nomenclatura diferenciada que ha sido
adoptado por psicólogos y terapeutas transpersonales.
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La nueva estructura del ser humano
A medida que la Psicología ha ido profundizando la sonda de investigación sobre
los fundamentos psíquicos del ser, tratando de comprender los cambios en la
conciencia, más crecen las perspectivas de conocimiento para hacer la existencia
humana más digna de ser vivida.
El repentino cambio en los conceptos cartesianonewtonianos sobre el tiempo y
el espacio —gracias a los admirables descubrimientos de la física cuántica, frente a
los nobles intentos victoriosos de las neurociencias y la biología molecular, debido al
profundo estudio del cerebro a través de la holografía, en frente al análisis cuidadoso
de los estados alterados de conciencia a través de la hipnosis, la aplicación de drogas
psicodélicas, la meditación,— dieron lugar a una mejor visión del ser humano y su
grandiosa dimensión.
Estudios minuciosos de los hemisferios cerebrales han concluido que el izquierdo
es responsable de la razón y la lógica, de las funciones verbales, de la globalización,
mientras que el derecho se encarga del comportamiento místico, inductivo, intuitivo,
de la orientación espacial... En consecuencia, fue establecieron que, en los
occidentales, el hemisferio izquierdo está más desarrollado que el derecho, que es
más utilizado por los orientales y, por tanto, portador de recursos más amplios.
Por otra parte, gracias a los estudios y observaciones de algunos neuropsiquiatras,
se comprobó que todo el cerebro es un detector de memoria, necesitando ser
sondeado para comprender mejor los múltiples fenómenos paranormales de los que
se convierte en instrumento, a veces inconscientemente, en otras ocasiones a través
de inducciones, concentraciones y aportes conscientes.
La Psicología Transpersonal y la Parapsicología, uniéndose para interpretar los
estados alterados de conciencia, eliminando la curiosa y tradicional explicación de que
son fenómenos patológicos, se acercan a la realidad del Espíritu, que es inseparable
de todo acontecimiento físico y psíquico.
Toda la gama de fenómenos parapsicológicos del orden psigama —clarividencia,
telepatía, pre y retrocognición, escritura automática— o psikapa —transporte,
ectoplasma, desmaterialización, bicorporeidad— lleva a la certeza de un agente
racional y lúcido —el Espíritu— como causa. de todas las manifestaciones, estén
encarnados o no.
El ser organicista, por ello, da paso al psi o individuo espiritual, portador de
percepciones extrasensoriales y facultades mediúmnicas, que constituyen instrumentos
de trabajo y progreso, a través de experiencias continuadas en la estela de las
reencarnaciones.
El Espíritu es la base de la Psicología Transpersonal, como lo demuestra
la Ciencia Espírita, en innumerables experiencias mediúmnicas.
Esta nueva visión explica los trastornos de conducta, las diferencias en el
coeficiente intelectual, variados estados patológicos, al mismo tiempo que enriquece
las psicoterapias con un arsenal de información liberadora, extraída del estudio de las
obsesiones, las reencarnaciones y los desconciertos mediúmnicos.
De esta forma, el ser humano supera la condición reduccionista a la que fue
sometido por algunos psicólogos y amplía la dualidad cuerpoespíritu, para presentarse
en una estructura completa, que abarca todos los acontecimientos que le siguen.
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Organizando el cuerpo somático, el Espíritu se sirve del equipamiento del
periespíritu, haciendo del individuo un ser trino, en el que la muerte física diluye la
forma sin aniquilar su realidad, traspasando, por intermedio del cuerpo, al Espíritu
que alberga la vida, conquista y pérdidas que planean futuros renacimientos.
La unicidad de la existencia corporal no corresponde a la realidad, dadas las
diferencias morales, culturales, sociales, psicológicas, orgánicas que caracterizan
a los seres humanos, en formación en los más diversos niveles de la vida.
La reencarnación, por el contrario, facilita la comprensión de los fenómenos
evolutivos, favoreciendo a todos los seres con las mismas posibilidades de
crecimiento, desde la mónera hasta el arcángel, experimentando las mismas
oportunidades y adquiriendo sabiduría —la conquista del conocimiento y del amor
— que culmina en su plenitud. . .
Reconociendo la nueva estructura del ser humano —Espíritu, periespíritu y
materia—, la Psicología puede penetrar mejor en los arcanos del inconsciente,
que tiene todo el conocimiento del tiempo —pasado, presente y futuro— así como
la dimensión del espacio —el infinito en el finito
Albergando al Espíritu, como afirma la visión espírita, la ley de Dios está
escrita en la conciencia (*) que detenta la realidad, que poco a poco se va
revelando, según la evolución del propio ser, en su proceso de lapidación de
valores. y despertar de las leyes que en él duermen latentes.
Todas estas bendiciones se encuentran en los cimientos del inconsciente
que, lentamente, ascienden a la conciencia y se convierten en patrimonio de la
lucidez, haciéndole comprender al ser que no todo lo que puede hacer, debe
hacerlo; del mismo modo que no todo lo que debe, puede; ganando la sabiduría
para hacer solo lo que debe y puede como miembro consciente que actúa de
acuerdo con la armonía cósmica.
Este es el gran desafío de la Psicología Profunda, o sea, avanzar cada día
más en la interpretación del ser humano, sin detenerse en modelos estáticos,
tradicionales, atenta a las informaciones de otras ciencias y del Espiritismo,
asumiendo una posición abierta y holística.
(*) Pregunta 621 de El libro de los espíritus de Allan Kardec. Nota de
autor espiritual.
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SEGUNDA PARTE
SER Y PERSONA
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6
La persona
Boecio, poeta y filósofo de la decadencia romana, en los siglos V y VI, definió a la
persona como constituida por una sustancia individual de naturaleza racional.
La filosofía, a través de los siglos, buscó demostrar que la persona es diferente del
individuo y del ser psicofísico, lo que dio lugar a largas reflexiones por parte de diferentes
pensadores y escuelas.
Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, prefirió seguir el concepto de Boecio, quien
tuvo una influencia significativa durante la Edad Media, mientras que Emmanuel Kant se
apoyó en contenidos más profundos, al analizar a la persona en sí.
Desde el punto de vista psicológico, la persona es un ser que se expresa en múltiples
dimensiones, desde sus contenidos humanísticos, comportamentales y existenciales, hasta
nuevas potencialidades que estructuran el ser pleno.
La psicología occidental, a diferencia de la oriental, mantuvo el concepto de persona
en los límites de la cuna a la tumba con una estructuración transitoria, mientras que la otra
sostiene la idea de una realidad trascendente, a pesar de su inmanencia en la expresión
de la forma. y la relatividad corpórea.
Los estudios transpersonales, incorporando las tesis orientales, consideran a la
persona como un ser integral, cuyas dimensiones pueden expresarse en diversas
manifestaciones, como la conciencia, el comportamiento, la personalidad, la identificación,
la individualidad, en un ser complejo de expresión trinaria.
No sólo el cuerpo, el ser psicofísico, sino la materia —efecto—, el periespíritu —
modelo biológico organizador— y el espíritu —la eterna individualidad.
No pretendemos innovar modelos, sino resumir corrientes y presentes
una síntesis
La visión transpersonal espírita, por ser completa, esclarece los innumerables
fenómenos paranormales de carácter psíquico y mediúmnico que caracterizan la existencia
humana. otorgándole dinámica inmortalista y contenido de sentido, de causalidad.
La persona, observada desde el punto de vista inmortal, preexiste al cuerpo, y su
origen se pierde en milenios pasados del proceso evolutivo, desarrollándose fielmente a
una fatalidad que se manifiesta en cada experiencia corporal —la reencarnación— como
adquisición de nuevos implementos, facultades y funciones que son tangentes al
crecimiento y la felicidad.
La persona sintetiza, al encarnarse, las diversas dimensiones que debe conservar y
mejorar, permitiendo el florecimiento de los recursos que la hacen embrionaria y son
esenciales para su existencia.
Conciencia
Jung definió la conciencia como la relación de los contenidos psíquicos con el
yo, en la medida en que esta relación es percibida como tal por el yo.
La complejidad, sin embargo, de las conceptualizaciones de la conciencia, ni
responde siempre a los contenidos de los que se constituye.
Para comprenderla es necesario situarla más allá de los límites del sueño, de los
sueños, del delirio, y establecerla como una condición óptima o lúcida, en la que el
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los episodios psicóticos dan paso a la normalidad, al discernimiento, al equilibrio que
genera armonía.
La psicología tradicional, aferrada al organicismo ancestral, prefiere ignorar los
altos niveles de conciencia, en los que los estados alterados trascendentes brindan una
visión dilatada de la realidad, sin los límites de la realidad aceptada, la realidad psicótica,
la realidad en un sueño.
Experiencias en diferentes áreas de conciencia alterada, logradas por sustancias
psicodélicas o por medio de la meditación profunda, en lugar de revelar situaciones
patológicas, abren fascinantes perspectivas para terapias liberadoras que aporten
dilatación del conocimiento y el sentido más amplio de la vida.
La psicología filosófica oriental siempre ha proporcionado estados de plenitud y
nirvana, dando lugar a la superación de los límites de la etapa de normalidad, a través
de los trances y la contemplación profunda.
La conciencia adquirida —la perfecta identificación del saber y el hacer, del saber
y el amar— posibilita la expansión de las propias posibilidades para penetrar dimensiones
metafísicas, donde otras realidades son las bases del ser personal.
El comportamiento
Las actitudes que caracterizan a la persona resultan de la interacción social y de
las aspiraciones cultivadas, generando una conciencia individual, que responde a la del
grupo social, de cara a la aplicación de los valores adquiridos.
En el comportamiento se destacan las ambiciones de deseo, responsables del
grado de liberación emocional, o prisión, en que el ser transita por los lazos que se
permite desarrollar.
La persona es, ante todo, su mente. Lo que funciona, se convierte; cuando cultivas,
experimentas.
La mente encadena y libera, necesitando disciplinas austeras para ser
comandado, en lugar de ser el dominador irreductible.
En este imperativo, el deseo expresa la cualidad evolutiva de la persona,
respondiendo por la conducta y los factores resultantes.
El comportamiento impone necesidades y las expresa simultáneamente, definiendo
a la persona.
Sólo el autoconocimiento favorece la conducta con posibilidades de desarrollo
personal, la estructuración profunda del ser inmortal.
la personalidad
En permanente representación de contenidos mentales, y dominada por la
imposición de las leyes y costumbres de cada época y cultura, la personalidad
representa la apariencia de ser conocida, no pocas veces, en distonía con el yo profundo
y real, generando conflictos.
La personalidad es transitoria y marca etapas reencarnacionistas, definiendo
experiencias en los sexos, la cultura, la inteligencia, el arte y las relaciones interpersonales.
Cada persona reencarna con las características heredadas de experiencias
anteriores y se somete a los condicionamientos de cada fase, pasando por ella.
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con sus signos tipificantes.
Asimilar todos los condicionamientos y exteriorizar una personalidad acorde con
el ser real, ese es el reto de la terapia transpersonal, trabajando a la persona para que
asuma su realidad positiva y superior, creciendo en contenidos mentales y
desenvolviéndose, hasta permitir la perfecta armonía entre ser y parecer.
La identificacion
De dos maneras una persona se identifica con los valores del progreso: externa
e internamente.
La identificación externa impone las luchas y conflictos de la asimilación de los
comportamientos sociales, en los que el apego asume la condición más importante, la
primera y la última de la existencia.
El apego externo, sin embargo, es menos dañino que el interior, responsable de
adicciones y pasiones degenerativas, que conducen a patologías dolorosas y crueles.
La identificación marca la etapa de evolución de cada persona, abocada a la
elevación, que para alcanzarla debe liberarse de esos valores, desidentificándose de
hábitos milenarios, fijados, algunos, atávicamente, a los paneles del ser, generando
falsas necesidades. , que se vuelven fundamentales, por lo tanto responsables del
sufrimiento en sus diversas facetas.
La psicología oriental establece en la ilusión, en la impermanencia de la vida
física, con la que la persona se identifica, unas razones preponderantes para el
sufrimiento.
La desidentificación conduce a la conquista de altos niveles metafísicos, en los
que el ser se encuentra y se realiza.
la individualidad
Suma de todas las experiencias, la individualidad es el ser pleno y potente, que
ha alcanzado la autorrealización.
Imperecedera, la individualidad es el Espíritu en sí mismo, que reúne las otras
dimensiones y sabe conscientemente qué hacer, cuándo hacerlo y cómo hacerlo, para
ser la persona integral, ideal.
Si bien la filosofía informó que la persona no es el individuo, en la visión de la
psicología profunda, esta persona, que ha superado los condicionamientos y
comportamientos personales de la conciencia libre, es el ser total, persona transitoria,
eterna individualidad.
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factores de desequilibrio
La salud de la criatura humana es el resultado de factores esenciales que
constituyen el marco del bienestar: el equilibrio mental, la armonía orgánica y el
ajuste socioeconómico. Cuando uno de estos elementos deja de existir, se puede
considerar que la salud da paso a la perturbación, que afecta a cualquier ámbito del
conjunto psicofísico.
Siendo, la criatura humana, constituida por la energía que el Espíritu envía a
todos los departamentos materiales y equipos nerviosos, cualquier distonía que la
perturbe abre el campo para el estallido de enfermedades, la manifestación de
perturbaciones, que conducen a las diversas desconfirmaciones patológicas,
conocidas como dolencias...
Por lo tanto, es posible que una criatura, en proceso degenerativo, pueda
parecer sana, dada la ausencia momentánea de síntomas que le permitan registrar,
la percepción de fracaso.
Del mismo modo, podemos considerar que, esclava de la mente, la criatura
transita de la prisión del sufrimiento a las puertas de la libertad —de la enfermedad
a la salud o viceversa— a través de energías dirigidas hacia el bien, la armonía, o
bajo distonías, conflictos. y traumas. .
De relevante significación son los contenidos negativos de la conducta
emocional, generadores de arritmias energéticas, que pasan a desvitalizar los
campos en los que se mueven, debilitándolos y abriéndolos a la armonía con los
microorganismos degenerativos.
Entre los muchos factores que destruyen el equilibrio, notemos el amor, la
angustia, el resentimiento, el odio, que se convierten en gigantes de la vida
psicológica, con poderes destructivos insospechados.
La mente desordenada, que cultiva pasiones disolventes, se extravía, pasando
a fijaciones neuróticas y somatizantes, infelices, que dan cuenta de los estados
inarmónicos de la psique, la emoción y el cuerpo.
Los contenidos de equilibrio se expresan en la conducta, proporcionando
modelos de criaturas que no se identifican con las manifestaciones deletéreas del
medio social, constricciones de diversa índole, dominación bacteriana.
El autoanálisis, trabajado por la insistencia en conservar los ideales superiores
de vida, es el recurso preventivo para mantener el bienestar y la salud en sus
diversas expresiones.
El amor
Confundiendo las sensaciones inmediatas de placer con las emociones
emuladoras del progreso moral, el amor constituye el gran demoledor de las
estructuras celulares, por la fuerza de los deseos que porta.
Ciertamente, nos referimos al amor crudo, salvaje, posesivo, que pone en el
deseo su mayor carga de aspiración.
Ocultando obstinadas frustraciones y generando mecanismos de transferencia
neurótica, las personalidades atormentadas se aferran al amordeseo, al amor
sexo, al amorposesión, al amorambición, dejándose consumir por los vapores de
la perturbación, que la insistencia mental y la insensata do gozo desarrollan en la
forma de un fuego voraz.
El atormentado fija su identidad en la necesidad de lo que llama
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ama y se proyecta, inconscientemente, sobre quien dice amar, imponiéndose con un afán
incontenible, o acariciando íntimamente la realización de lo que anhela, en terrible desarmonía
interior. Cuanto más aspira y disfruta, más exige y sufre; si no alcanza la realización, más se
descompone, perdiendo o matando, con los rayos venenosos de la mente en desorden, las
defensas inmunológicas y la vibración de la armonía mental, cayendo pronto en estados enfermizos.
la angustia
La inseguridad personal, resultante de diversos factores psicológicos, genera inestabilidad
conductual, proporcionando altas cargas de ansiedad y miedo.
Sintiéndose incapaz de alcanzar las metas que se propone, el individuo transita entre
emociones en desorden, refugiándose en fenómenos de angustia, como efecto de la imposibilidad
de controlar los acontecimientos de su vida.
Mientras transitas por los primeros niveles de conciencia, la falta de lucidez de los objetivos
esenciales de la vida te llevará a la incertidumbre, pues lo tuyo será la búsqueda de los placeres,
las aspiraciones egoístas, los ascensos de la personalidad, el sentirte fracasado al no alcanzar
estos niveles transitorios, equivocados. en relación con la felicidad.
Aprisionándose en conceptos erróneos sobre la plenitud del yo, que confunde con las
ambiciones del ego, piensa que el tener tiene una importancia relevante, dejando de ser ilustrado,
por lo tanto, superior a las presiones condicionantes y perturbadoras.
La angustia, como efecto de la frustración, se asemeja a una densa carga tóxica que se
inhala lentamente, envenenándose con una tristeza injustificable, que termina, a veces, como una
fuga espectacular por el mecanismo de la muerte anhelada, o simplemente provocada por el
deseo de desaparecer, de acabar con el sufrimiento.
Normalmente, en los casos de angustia cultivada, intervienen mecanismos masoquistas que,
proporcionando placer al dolor, intentan invertir el orden de los fenómenos psicológicos,
manteniendo el estado perturbador que, en el paciente, asume características de normalidad.
El recurso para la superación de los estados de angustia, cuando no tienen factor psicótico,
es la conquista de la confianza en uno mismo, la delimitación de valores reales y el esfuerzo por
adquirirlos o acudir a la ayuda de un profesional competente.
Las ocurrencias de fracaso deben ser evaluadas como un entrenamiento para otras
experiencias, un recursodesafío para el crecimiento intelectual, el aprendizaje de nuevos métodos
de realización humana.
Ejercicios de autocontrol, reflexiones optimistas, acciones ennoblecedoras, funcionan como
una terapia que libera la angustia, que debe ser desterrada de los sentimientos y pensamientos.
el rencor
Fenómeno natural derivado de la inseguridad emocional, el resentimiento produce ácidos de
alto potencial destructivo, que consumen la energía vital y abren espacios intercelulares para la
distonía y la aparición de enfermedades.
Desechos psíquicos, el resentimiento provoca variados daños emocionales, lo que conduce a
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hasta psicosis profundas y episodios esquizofrénicos de difícil reparación.
La criatura humana tiene el destino de la plenitud. Vuestro paso existencial debe
caracterizarse por la confianza, y los acontecimientos desagradables se convierten en
accidentes del camino, que no interrumpen el plan general del camino, nunca impidiendo
llegar a la meta.
Por lo tanto, los acontecimientos imponen, cuando son negativos, la necesidad de
una catarsis liberadora, para no transformarse en residuos de agravios y rencores que,
cada vez más, asumen un contingente más nocivo de ocurrencias destructivas.
La psicoterapia del perdón, con los mecanismos de la renuncia dinámica, logra
eliminar las consecuencias del fracaso, quitando el rencor del paisaje mental y
emocional de la criatura, sin el cual se desmantelan los procesos de armonía y equilibrio
psíquico, emocional y físico.
El odio
Etapa terminal de trastorno del comportamiento, el odio es fulminante tóxico
en el oxígeno de la salud mental y física.
Se desarrolla, en su ámbito, a través del análisis injusto del comportamiento de los
demás hacia él, y nunca al revés. Al hacerse víctima, por tener un concepto erróneo de
la realidad, se deja consumir por el complejo de inferioridad, que viene de la niñez
castrada, y descarga inconscientemente su desamor, su inseguridad, su miedo a la
pérdida, su deseo de frustración. , en picos de ondas mentales de odio, hasta el
momento de la agresividad física, de la violencia en cualquier forma de manifestación.
El odio es la etapa primigenia de la evolución, mantenida atávicamente en el
psiquismo y en las emociones de la criatura, que necesita ser transformada en amor,
mediante sanas terapias de bondad, ejercicios fraternales, disciplinas de la voluntad.
Agentes contaminantes y responsables de grandes trastornos emocionales, son
los generadores de trastornos en los sistemas respiratorio, digestivo y circulatorio.
Responsables de los cánceres físicos, son las matrices de los desórdenes mentales y
sociales que sacuden la vida y el mundo.
La salud de la criatura humana procede del ser eterno, proviene de experiencias
en vidas anteriores, como ocurre con las enfermedades kármicas, sin embargo,
dependiendo de la conciencia, comportamiento, personalidad e identificación del ser
con lo que le agrada y con lo que quiere. que se apega al presente.
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8
Condiciones de progreso y armonía
En la estructura profunda de la individualidad humana existen milenarias
experiencias de ser, no siempre armonizadas entre sí, generando conflictos y
complejos negativos que la atormentan.
Vinculada todavía atávicamente a las sensaciones resultantes de la gama
primaria por la que transitaba, la libido ejerce un poder preponderante en su
conducta, según los hallazgos de Freud, a la que consideraba un factor esencial
en la vida humana. Observando los diversos fenómenos de la conducta y las
terribles angustias, como exacerbaciones de las emociones de las criaturas, el
maestro vienés organizó todo el edificio del psicoanálisis en la manifestación sexual
castradora o liberada, así como en el complejo influjo maternopaterno, que desde
la infancia conducía al ser bajo los perniciosos tabúes y constricciones de los
deseos no realizados, las conciencias culpables, los perturbadores instrumentos
de la personalidad patológica.
Estamos, sin duda, ante factores incontestables, aunque restringidos al ámbito
fenomenológico y no causal, considerando que, heredero de sí mismo, el Espíritu
es el autor de su destino nunca estará de más repetirlo renaciendo en los hogares
donde mantenga vínculos afectivos y familiares, de acuerdo con su conducta
anterior.
Ante la variedad de renacimientos, no siempre consigue diluir los recuerdos
que le quedan en forma de tendencias y aptitudes, deseos y necesidades.
Indigeridas, las frustraciones, he aquí, se imponen más graves, cuando reaparecen,
en la sucesión de ocurrencias conductuales, bajo la forma de trastornos psicológicos
de diversa catalogación.
Preocupada por el sermáquina, la psicología no ha dado lugar a una mayor
comprensión de la criatura, que se limita, en la visión reduccionista, a un haz de
deseos y pasiones primitivas.
En un análisis transpersonal, el ser se enriquece con valores que debe
multiplicar cada vez más, conociéndose y autodisciplinandose, a medida que su
conciencia adquiere lucidez y se vuelve óptima.
Se le abren entonces perspectivas antes cerradas y se le brindan oportunidades
de expansión del campo intelectoemocional, comenzando a superar las secuelas
de existencias anteriores, aún predominantes en el psiquismo, que se exteriorizan
en forma de desarmonía.
La desidentificación con los serios compromisos que aún lo atormentan se
hace factible, a través de la impregnación de otros ideales y aspiraciones más
amplias y placenteras, que comienzan a poblar su paisaje mental.
En este esfuerzo, el autoconocimiento se vuelve viable, ya que primero intenta
de crecimiento psicológico. La necesidad de hacer de la mente un espejo y de
pararse desnudo frente a él, es inaplazable. Solo a través de un examen de la
propia realidad, observándose a sí mismo sin emoción lo que evita
sentimientos de autocompasión como la autopromoción, la justificación o la culpa
puede uno obtener una imagen fiel de quién es y qué tiene que hacer. amarse
y ayudarse más como parte inmediata del esfuerzo.
Mientras la criatura no se despoja de los artificios con los que se esconde,
evitando revelarse en una actitud pueril represiva, cualquier tentación exterior de
progreso y armonía es inocua, cuando no se torna inquietante.
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Nadie es conscientemente culpable de ser fenómenos frágiles, fragmentarios y
naturales del proceso de evolución. Sin embargo, la permanencia en la postura denota
inmadurez psicológica o manifestación patológica de la conducta.
Cuando alguien aspira a cambios a mejor, desde el campo mental irradian
energías saludables que contribuyen al logro de la meta.
A través de continuos esfuerzos, dirigidos hacia el objetivo, crea nuevas condiciones
que conducen al éxito, como resultado normal del querer.
No hay milagro ni novedad en esta actitud que resulta del compromiso individual.
El propósito del autodescubrimiento es hacer que las personas sean conscientes
de lo que necesitan, cómo hacerlo y cuándo comenzar la nueva etapa.
Acomodada a estados habituales, no es consciente de las incalculables posibilidades
que están a su alcance, si tan solo está dispuesta a desplegarlas.
El encuentro consigo mismo se puede lograr a través de la meditación reflexiva,
el esfuerzo por fijar la mente en ideas positivas, buscando saber quién eres, y cuál es
el propósito de tu existencia corporal y el futuro que te espera.
Dotada de un honesto deseo de equilibrarse, la inquietante esfinge se lanza al
mar del discernimiento y desaparece, dejando al individuo libre para seguir, sin la
fatalidad maldita de ser infeliz.
La conciencia lo libera de las herencias paternomaternas, produciendo un
conocimiento lúcido y provechoso, que lo convierte en un hijo capaz de conducirlo por
los caminos de la vida, sin la imposición caprichosa del diosdestino.
Junto a la meditación, está la acción solidaria en el concierto social, que amplía
las posibilidades en el campo donde se mueve y promueve el ser profundo, limpiándolo
de los caprichos del ego y liberándolo de mandatos angustiosos, limitadores y
arbitrarios.
El intercambio social con objetivos fraternales rompe las cadenas del miedo,
dando otra dimensión a la afectividad —sin apego, sin pasión, sin deseo, brindando
sin neurosis—, armonía personal —sin angustia, sin conflicto, sin culpa—, dando
lugar a la salud mental y emocional que son indispensables al físico.
Las condiciones para el progreso y armonía del yo real proponen un estudio de
las virtudes evangélicas, una relectura de sus fundamentos y su posterior aplicación
en la conducta personal.
El amor indistinto, manifestándose en todas las expresiones y comenzando por
sí mismo, con certeza de propósitos, metas y logros, es el paso inicial de la nueva
etapa, junto al perdón que libera resentimientos, asco e inferioridad que generan
reacciones de violencia o depresión con uno mismo. carácter punitivo.
En la mirada transpersonal, el progreso y la armonía son conquistas internas del
ser humano, que se exteriorizan como comprensión de la vida y atracción por ella, en
un compromiso incesante de crecer y nunca cansarse, saturarse o desistir.
El progreso es la fatalidad de la vida, y la armonía resulta de una conciencia
despierta para conquistar su plenitud.
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TERCERA PARTE
PROBLEMAS Y RETOS
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9 Éxito y fracaso
El estado normal de la criatura es el de la salud, en el que el bienestar y el equilibrio
proporcionan un clima respirable de satisfacción.
Diseñada para un ritmo de vida armonioso, la maquinaria fisiopsíquica obedece a
automatismos precisos, que redundan en disposiciones saludables y afectivas, para escalar
cotas realmente altas en los procesos de aspiraciones idealistas.
Siendo un pensador, la criatura se destaca en la escala zoológica, comprendiendo los
mecanismos de la vida y aplicando el conocimiento a los logros de autorrealización y
autorrealización que constituyen el vértice de la salud.
La salud sería por tanto un fenómeno natural. Si no fuera, desde el punto de vista
biopsicológico, por la herencia genética, los factores psicosociales, los acontecimientos
familiares y la convivencia en el hogar, el ser no atravesaría los difíciles caminos de los
trastornos y enfermedades perturbadoras.
Considerando al ser sólo como una máquina, tendríamos vida sin propósito ni objetivo,
pues ya nacería bajo los estigmas de los ancestros —en lo que respecta a la herencia
genética, el condicionamiento del hogar y la sociedad— en el caso de distonías y
anormalidades, de síndromes, enfermedades degenerativas y fenómenos patológicos
diversos, que determinan las desgracias de unos, y, por otra parte, las propicias a la felicidad,
la salud y la belleza de una reducida gama de otros.
Indudablemente, tal afirmación fracasa por falta de un sustento lógico, considerando
todas las ocurrencias como provenientes del azar fatalista y absurdo...
El análisis transpersonal del ser le otorga dignidad causal y destino final, a través del
cruce del camino que le toca andar, generando los medios felices o infelices, que son efectos
de sus logros anteriores.
Paso a paso se desarrollan los atributos de la personalidad, ampliando los contenidos
de la individualidad y mejorando las aptitudes latentes que son el germen de la presencia
divina en cada uno.
Poseedor de recursos y poderes indimensionados, el ser florece y crece en las
condiciones que le son inherentes, y le corresponde seguir el heliotropismo superior que lo
conduce a su destino glorioso.
Impregnado por las partículas y moléculas materiales que lo revisten, al reencarnarse,
no es raro que tenga una visión distorsionada del éxito, caracterizado como el deleite
continuo, resultado de los placeres hedonistas que la posición social relevante y el poder
políticoeconómico le brindan. ., dando lugar a un disfrute prolongado.
Olvidando la impermanencia de todo y la fugacidad del tiempo —por el que apenas
pasa, en su dimensión de eternidad— se desgasta, envejece, enferma y muere... Lo
impredecible lo sorprende, y aparece la saturación, el desinterés, la pasión y la sentimientos
frustrados, provocando desequilibrios interiores que se expresarán en tormento para uno
mismo y para los demás en las interrelaciones personales.
En la búsqueda del éxito, el ser, psicológicamente inmaduro, inviste todos los valores,
y en la competencia encuentra el estímulo para subir los peldaños de este que, moralmente
descendiendo, en la escala de los estandartes, como asciende en la escala de los estandartes.
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apariencia.
Esta dicotomía de sucesos, internos y externos, hará que usted sea infeliz, perturbará su
sentido de apreciación y consideración de la realidad y tal vez lo lastime profundamente.
El éxito se caza como si fuera, en el bosque humano, el objetivo esencial de
vida, mezclando el triunfo del exterior con el logro de la armonía interior.
Entonces denigrar al adversario, que no lo sabe, hecho de esa manera por estar adelante o
más arriba; sigue su camino, ocupando la posición inmediatamente inferior dejada por él, hasta que
lo alcanza y lo derriba, ocupando su posición.
Inevitablemente, porque no quedan espacios vacíos en las relaciones humanas, mientras, a
su vez, asciende, dejando abierto el escalón que pronto será ocupado por ese otro que será su
sustituto.
El triunfo de hoy es el prólogo del desencanto y el llanto de mañana; las sonrisas se
convertirán en muecas, y los aplausos en lapidaciones, considerando, en la población humana, las
mismas aspiraciones y los equivalentes conflictos.
La criatura es tus necesidades.
El pragmatista psicólogo estadounidense William James clasificó los biotipos humanos en
espíritus débiles y fuertes, mientras que Ernesto Kretschmer, un psiquiatra alemán, consideró a las
personalidades según la complexión del individuo en una persona pícnica o redonda; persona
atlética o cuadrada; y la persona asténica, delgada. Ante tal conclusión, afirmó que existen espíritus
esquizoides y ciclotímicos, mientras que Carlos Gustavo Jung los consideraba introvertidos y
extrovertidos.
En todos hay un impulso común: los débiles por fortalecerse, los ciclotímicos
armonizan y los introvertidos externalizan.
Las psicoterapias se aplican de acuerdo con las revelaciones del inconsciente, extrayendo de
los archivos de la psique los factores que generaron los traumas y determinaron los conflictos,
interpretando las ocurrencias de los sueños en estados oníricos y descargas catárticas en largos
análisis.
Sin embargo, no siempre se encontrarán las matrices de tales patologías, que están
profundamente registradas en el Espíritu, como resultado de conductas, actividades, éxitos de
pasadas reencarnaciones.
Sólo el sondeo cuidadoso de los arcanos del ser pasado da lugar a la
encuentro de causas pasadas, generadoras de problemas actuales.
Un análisis transpersonal lo libera de tabúes, entre ellos la visión distorsionada de la realidad,
que deja de ser la expresión terrenal exclusiva, para transportarla a la vida inmortal, precediendo
al cuerpo y sobreviviéndolo, demostrando que el éxito, el triunfo, el fracaso, el fracaso, no
presentarse de acuerdo con la propuesta social inmediata, sino otra más significativa y poderosa.
Conviene determinar que el éxito material puede significar fracaso emocional, espiritual, y en
ocasiones fracaso, la aparente falta de triunfo constituye una victoria completa sobre uno mismo,
las propias pasiones y mezquindades, una forma de opción de crecimiento interior, en lugar del
compromiso de atesorar monedas. y recopilando títulos que no calman las emociones ni tranquilizan
las ambiciones.
Ciertamente, la criatura debe poseer y disponer de los recursos necesarios para una vida
sana, acorde con el grupo social en el que se encuentra. Sin embargo, el éxito no se mide en
cuentas bancarias, el prestigio en
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protagonismo comunitario y político. Asimismo, no es factible definir la ausencia de estos trofeos
como fracaso.
Hombres y mujeres plenos, vencedores de todos los tiempos, se vencieron, se completaron
y, sin ningún tipo de conflicto, optaron por la realización interior, respetando todas las aspiraciones
y derechos de los demás individuos, empero, imponiéndose a la autorrealización que les dio
salud. — aun cuando estaban enfermos — felicidad — aunque a veces fueron perseguidos — y
éxito — es decir, la victoria en lo que a—,
nhelaban, a pesar de ser conducidos al martirio.
La visión transpersonal del éxito y el fracaso está integrada en la persona interior y real, la
criatura sintonizada consigo misma, con otras personas, con la naturaleza y con la vida.
El éxito es encuentro, mientras que el fracaso es dominación del ego.
El éxito engendra paz, el fracaso inquieta.
Al autoanalizarse, cada uno se descubre a sí mismo, tomando así conciencia del triunfo o
del fracaso, pudiendo volver a empezar para alcanzar el éxito, sin fallar nunca.
caso.
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10
dificultades del ego
Una característica inevitable de la inmadurez psicológica del individuo es su
preocupación por proyectar el propio ego.
Atormentado por la ausencia de valores personales, lo inseguro de su
comportamiento, se aferra a las actitudes evasivas de la autopromoción, comenzando
a vivir en una continua inquietud, pues siempre está insatisfecho.
Freud afirmó que el sufrimiento es inevitable, considerando los grandes problemas
que aturden a los seres en las diversas expresiones en que se manifiestan.
De hecho, la fugacidad de la vida física explica la rápida muerte de la ilusión y la
destrucción de sus castillos, produciendo lamentables estados emocionales en quienes
se aferran a ellos con todas sus fuerzas. Pronto se encuentran con las manos vacías,
sin ninguna base sobre la cual apoyar y reafirmar las aspiraciones que abrigan.
Las diversas enfermedades y las variadas frustraciones, que tienen su raíz en el
ego, tienen, sin embargo, una historiografía muy amplia, trascendiendo la existencia
actual, remontándose al pasado espiritual del ser.
Desconociendo su génesis, el individuo centraliza, en las necesidades de
afirmación de la personalidad, sus angustias, derrapando en las zanjas de la proyección
indebida del ego.
Cuando no es posible manifestarse a través de logros edificantes, se enmascara,
y promueve situaciones que vitalizan en lo íntimo, en tanto llama la atención, se hace
notar.
En algunos casos, víctima de rudos conflictos, desarrolla estados narcisistas y se
ahoga en la contemplación de su propia imagen, en un estado de alienación permanente
del mundo real y de las personas que lo rodean.
Patológicamente, se siente inferior y oculta su drama interior, recurriendo al
exhibicionismo como mecanismo de escape, apoyándose en falsos pedestales que se
derrumban y producen daños psicológicos irreparables.
La criatura que no se conoce a sí misma, atiende al ego, buscando convertirse en
el centro de atención mediante artimañas y malas voluntades, que establece con rara
habilidad, o envolviéndose en los mantos que la hacen víctima, para, de esta manera,
inspirar simpatía, colimando el propósito de ser admirado, tenido en alta estima.
Cualquier preocupación que se fije, llevando a la autopromoción, constituye una
señal de alarma, denunciando una manifestación dominante del ego en desequilibrio,
que pronto generará problemas.
La conciencia de la fugacidad de la existencia física lleva al ser al cooperativismo
ya la humildad natural, en vista de las realizaciones que deben quedar después de su
desaparición orgánica.
Por otro lado, el autodescubrimiento madura al ser, capacitándolo para comprender
la necesidad de la discreción que conduce al crecimiento interior, a la plenitud.
Cada vez que alguien se promociona, llama la atención, pero no se da cuenta.
Por el contrario, complace al ego y se inquieta viendo eventuales competidores, ya
que, en todas las personas que se destacan, ve enemigos, frente a su propio
desequilibrio, engendrando así nuevas técnicas para no quedar en un segundo plano,
no pasar al olvido.
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El tormento se vuelve tan punzante y perturbador que, en ciertas áreas de
las artes, se creó el adagio: Que la gente hable mal de mí; pero que se diga, en
una afirmación de que la evidencia llena su ego, incluso cuando es negativa.
La Psicología Transpersonal, ante tal estado, propone una revisión de los
contenidos de la personalidad, del yo, estableciendo como factor esencial en el
proceso de búsqueda de la salud, la conquista del ser pleno, pleno,
identificándose como pre existiendo al cuerpo y sobreviviéndole, sin lo cual la
vida se convierte, en realidad, en un sufrimiento inevitable.
En las franjas evolutivas más densas, en las que la gran mole humana está
en sus etapas, prevalece el sufrimiento, como forma de maza y yunque que
trabajan al individuo, esculpiendo en él el ángel y arrancando de él el demonio
del primitivismo predominante. allá.
Los celos, el rencor, la envidia, el odio, la maledicencia y una amplia gama
de emociones perturbadoras son los hijos predilectos del ego, que desea
dominar y, en su afán de promoverse, no logra más que proyectar su propia
sombra, profundamente dañina, inicua.
Superada esta debilidad moral, esta inmadurez psicológica se producirá
cuando el paciente, en un primer momento, mire las fuentes del corazón, como
lo propone Jesús, el Psicoterapeuta Excelente, realizando un trabajo de
crecimiento emocional y realización personal plena.
Cualquier ocultación de la situación morbosa constituye un riesgo para la
conducta, dados los peligros que producen los problemas del yo dominante.
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Neurosis
Enfermedad apirética resultante de perturbaciones del sistema nervioso,
sin mayor lesión anatómica, la neurosis es una enfermedad que perturba a un
número significativo de seres humanos.
Con características propias y sin causalidad cerebral, desequilibra el
emoción y genera desajustes fisiológicos sin patogenia profunda.
Para un mejor estudio metodológico, breve, recurrimos a Freud, quien
clasificó las neurosis en dos grupos, a pesar de la moderna complejidad de
conceptos y variedades que ahora presentan los especialistas.
El célebre médico vienés, muy interesado en las neurosis, estableció que
existen las verdaderas y las psiconeurosis. Los primeros resultan de fijaciones
y presiones de varios tipos, que hacen que el sistema nervioso se desajuste
sin dañarlo necesariamente. Junto al mecanismo psicológico causal, presentan
una perturbación orgánica temporal. Ellos son: neurastenia, hipocondría,
ansiedad, origen traumático... Cuando se instalan presentan estados de
angustia, ansiedad, inseguridad, miedo...
Las segundas, por su origen psicógeno, conducen a una regresión de las
fijaciones infantiles, expresándose como manifestaciones de histeria de
conversión, ansiosa, incluyendo estados obsesivos y compulsivos.
Las neurosis, por su sutil presentación inicial —tics nerviosos, repetición
de palabras o gestos, dependencia de bastones psicológicos, fijaciones
psíquicas que se agravan—, proliferan en la sociedad, sobre todo por demandas
del grupo social y de la colectividad, en formas de presión real o aparente, que,
en temperamentos frágiles, producen desarmonía, dando lugar a inquietudes,
a veces alarmantes.
Es común que se acompañen de muy variados episodios y fenómenos
somáticos, como taquicardia, estreñimiento, dolor que parece real. A medida
que empeoran, pueden dar lugar a parálisis, trastornos posturales y de
fonación, movimientos desconectados...
Cuando presentan manifestaciones fóbicas — miedos a ambientes
cerrados, alturas, enfermedades, amnesia, etc. — traer componentes serios,
de los que es más difícil recuperarse.
El cuadro de estados histéricos, de conversión y ansiosos está enraizado
en la psique y tiende a progresar hacia fijaciones obsesivas y compulsivas
atormentadoras.
Generalizando su etiopatogenia, también pueden manifestarse de carácter
mixto, es decir, verdadero y psicógeno, simultáneamente, asumiendo
proporciones más graves, un paso más cerca de estados psicóticos, a veces
irreversibles.
No pocas veces, las neurosis se presentan con un carácter de culpa,
atormentando al paciente con la idea perturbadora de que, por todo el mal y
fracaso que le sucede, la responsabilidad le corresponde. La manifestación del
pensamiento de culpa tiene un sentido autocastigador, perturbador, que disocia
la personalidad, fragmentándola.
En otras ocasiones, se expresan como una forma de transferencia, y la
necesidad de culpar a otro aturde al paciente, que siempre se presenta como
víctima, buscando fuera de sí mismo las razones que justifican los mínimos o
máximos hechos que le desagradan. cuando no encuentra
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un responsable cercano y directo, apela a la figura del colectivo abstracto: la
sociedad, el gobierno, Dios...
Los estados neuróticos son profundamente perturbadores y desarmonizan el
psiquismo humano, requiriendo una terapia conveniente, así como un esfuerzo
perseverante de recomposición psicológica.
Profundizando en la indagatoria sobre la psicogénesis de los fenómenos
neuróticos, se confrontarán las verdaderas causas en la conducta anterior del
paciente, que vinculaba la conciencia a conductas desenfrenadas y que fue
considerada injustamente, recibiendo simpatía y amistad de amigos y conocidos,
cuando debió haberlo sido. sido castigado, trasladando los miedos e inseguridades,
que permanecían camuflados por una apariencia digna, a la reencarnación actual,
en la que las culpas y conflictos que ahora se manifiestan como procesos
reparadores aparecen desde el inconsciente profundo.
Por eso, junto a las neurosis, hay episodios de obsesión espiritual que agravan
la constitución débil del enfermo, empujándolo hacia largos procesos de locura.
Esto sucede, porque las víctimas de sus innobles acciones murieron, pero no
fueron consumidas, y porque continuaron viviendo, encuentran, por afinidad de
conciencia de la deuda y el cobro, a los oponentes, infligiendo entonces una mayor
suma de aflicciones, al principio. telepáticamente, subyugándolos luego por control
mental, y aún más tarde, de carácter físico, cuando se produzcan los lamentables
sometimientos.
La conciencia inquieta, que refleja estados neuróticos en la psicología del
individuo, está ligada a hechos pasados, negativos y desafortunados.
Las enfermedades, particularmente en el área psíquica, se instalan, porque son
pacientes del alma sus portadores.
Toda terapia liberadora debe tener como recurso auxiliar la renovación moral
del paciente, su reeducación a través de las disciplinas espirituales de la oración, la
meditación, la correspondiente acción caritativa, a través de las cuales se tranquiliza
y se aplaca con los que lo odian y consigo mismo, por notando la excelencia de la
propia recuperación.
Lentamente, la Psicología Transpersonal identifica estos seres personalidades
anómalas, duplicidades, etc. — que interfieren en el comportamiento de las criaturas
humanas y las perturban, siendo nada menos que las almas de los hombres que
antes vivieron en la Tierra y siguen vivos.
Como terapia preventiva de cualquier trastorno neurótico, el autoanálisis
frecuente, con el correspondiente examen de conciencia, desidentificándose de las
matrices perturbadoras del pasado, y abriéndose a realizaciones ennoblecedoras
en el presente, con los anhelos de la conquista pacífica del futuro.
Ciertamente, conociendo la etiopatogenia de las enfermedades en general,
Jesús afirmó: A cada uno según sus obras...
Actuar siempre con seguridad tras una sana reflexión, pensar con claridad y
vivir en paz consigo mismo, representan el carácter psicológico más equilibrado y
expresivo de una persona con salud mental.
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CUARTA PARTE
FACTORES DE DESINTEGRACIÓN DE LA PERSONALIDAD
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autocompasión
Psicológicamente, el hombre que cultiva la autocompasión desarrolla
tormentos innecesarios que lo deprimen en la proporción directa en que se entrega a
ellos.
Las reflexiones sobre las dificultades personales constituyen un fenómeno auxiliar
para la dignificación de las acciones, permitiendo la identificación de los recursos
disponibles, así como la evaluación de las actitudes que resultaron en fracaso o
desequilibrio, con el fin de evitarlas en el futuro o corregirlas lo antes posible.
Todo aprendizaje se basa en los criterios de error y acierto, seleccionando
experiencias consideradas saludables, beneficiosas, que se fijan por repetición natural.
Así, los fracasos son niveles que brindan avances para alcanzar niveles
superiores.
Sin embargo, cuando el individuo elige la posición de víctima de la vida, asumiendo
la lamentable condición de la infelicidad, se encuentra a un paso de graves perturbaciones
emocionales, derrapando pronto hacia devastadoras psicopatologías.
La mente, al ser activada por la voluntad, se convierte en una oscura prisión.
o alas de liberación, y nadie está exento de su influencia.
Conducida por los oscuros corredores del lamento, libera condicionamientos que
aprisionan al ser por largo tiempo.
Por eso mismo, el cultivo de la autocompasión, a través de la queja insistente sobre
los acontecimientos de la vida, demostrando una insatisfacción sistemática, se convierte
en un mecanismo masoquista con una presencia perturbadora en la psique. La pseudo
aflicción mantenida se convierte en motivo de alegría, realizando un mecanismo de
valorización personal, cuya desviación conductual colma el ego.
Todo aquel que se entrega a la autocompasión neurótica es portador de inseguridad
y de un complejo de inferioridad, que disfraza recurriendo inconscientemente a
transferencias de autocompasión, sin ningún respeto por los demás. Desarrolla
sentimientos de indiferencia ante los problemas de los demás, cerrándose en el pequeño
círculo de la personalidad morbosa.
En su atormentado punto de vista, sólo la suya es una situación dolorosa, digna de
apoyo y solidaridad. Y cuando se le dirigen estas expresiones de ayuda, reacciona
rechazándolas, para permanecer en la postura de infelicidad que lo hace feliz.
El que se entrega a la autocompasión nunca está satisfecho con lo que tiene, con lo
que es, con los valores que tiene y puede mover. No es raro que esté mejor que la
mayoría de las personas de su grupo social; sin embargo, se queja y se convence de la
desgracia que imagina, aprisionándose en el sufrimiento y exteriorizando el malestar a
su alrededor, con lo que contamina a las personas que le rodean o se le acercan.
Los grandes vencedores del mundo lucharon tenazmente para romper límites,
problemas, enfermedades, desafíos. No nacieron fuertes; se hicieron vigorosos en el
fragor de las batallas. No se detuvieron en el lamento, porque invirtieron todo el tiempo
disponible en la acción.
Milton, el poeta ciego, pasó a escribir excelentes poemas en lugar de quejarse;
Beethoven siguió componiendo, y más bellamente, después de la
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sordera total; Chopin, enfermo de tuberculosis, continuaba las canciones ricas en ternura, entre
accesos de hemoptisis, y Mozart, en la miseria, sufriendo una feroz competencia, traducía para
los oídos humanos las bellas melodías que vibraban en su alma...
Epicteto, esclavo y enfermo, filosofante, estoico; Demóstenes, tartamudo, recurría a piedritas
de la playa, colocándoselas en la lengua, para corregir su dicción; Steinmetz, lisiado, contribuyó
al engrandecimiento de la Química...
Franklin D. Roosevelt, víctima de la poliomielitis, se convirtió en presidente de América del
Norte y contribuyó en gran medida a la paz mundial durante la Segunda Guerra Mundial; Helen
Keller, ciega, sordomuda, conmovió al mundo con su valentía, cultura y amor a Dios, al prójimo, a
la vida y a sí misma...
La galería es expresiva e iluminada por el genio y el coraje de estos
hombres y mujeres extraordinarios.
Cuando mantienes la autocompasión, matas el amor, no
amoroso, ni nadie más.
El hombre tiene el deber de profundizar las meditaciones en torno a las aflicciones y sus
problemas, para poder superarlos.
El sano desarrollo del ser psíquico lo impulsa a la confianza y
induce a la actividad a adquirir el sentido de la vida, su finalidad.
Los que se compadecen de sí mismos, se niegan a crecer y no luchan, internándose en el
amargura con que se complace.
Factor de desintegración de la personalidad, la autocompasión debe ser siempre rechazada
y sin consideración alguna, dando espacio mental a las tentaciones que conducen a la victoria, la
salud emocional y la armonía íntima.
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quejas
El Golfo de Corinto, en Grecia, es una región de singular belleza. Sus aguas, de
un tono azul turquesa, parecen un espejo, enmarcadas por las montañas que protegen
su tranquilidad milenaria.
En el monte Parnaso, en un lugar destacado, se levantaba el santuario de Delfos,
el más importante de la época, donde se rendía culto a Apolo, dios de la razón, la
cultura y la luz.
En la mitología griega arcaica, Apolo era el símbolo del conocimiento, el ecuador
de los enigmas y los conflictos. Como resultado, multitudes aturdidas y ansiosas
acudían a su templo en busca de orientación, seguridad emocional y soluciones a los
problemas.
Psicoanalíticamente, fue un reducto donde nacieron las identificaciones
inconscientes del ser, organizadoras del yo. Allí, las sibilas, que transmitían las
respuestas del dios evocado, jugaban un papel importante en el comportamiento de
los consultores, así como de las ciudadesestado que buscaban su ayuda e inspiración.
Era el santuario en el que se sucedían los llamamientos, y se multiplicaban las
quejas de los desesperados, de los que necesitaban soluciones inmediatas para la
supervivencia moral, económica, social, afectiva...
Hoy, reducido a escombros, su mensaje permanece aún en el inconsciente de la
criatura, heredera del arquetipo arcaico, que sigue buscando soluciones fáciles,
milagrosas, sin la aportación del esfuerzo personal, que es necesario desarrollar.
Permaneciendo en la infancia psicológica, la persona que se queja de todo tiene
una personalidad desestructurada, permaneciendo bajo el constante bombardeo del
pesimismo, la amargura y los rayos destructivos de la mente rebelde.
La queja que tiene es una reacción mental y emocional patológica, reflejo de su
inseguridad y perturbación, responsable de las ocurrencias negativas que trata de
ignorar u ocultar.
Ocultando los conflictos inquietantes, traslada las causas de sus fracasos a otras
personas, sin poder enunciarlas, porque carecen de lógica, pasando las acusaciones
a los tiempos que vive, a las autoridades gubernamentales, a la mala suerte, a
destinos perversos, además de calmarse y convertirse en víctima, lo cual disfruta.
Los mitos trágicos, que permanecen en el inconsciente, se ciernen sobre él, y se
personifican en las criaturas, a las que empieza a odiar o en las circunstancias, a las
que llama mala suerte.
Ciertamente, hay factores humanos y ocasionales que dan cuenta de las
dificultades y problemas humanos. Sin embargo, es la fragilidad y la inseguridad del
paciente las que provocan el fracaso, que podría transformarse en éxito, en cuyo
caso, abandonando la queja, persevera en la acción bien encaminada.
No consideramos éxito sólo el triunfo económico, social, político, religioso,
artístico, casi siempre responsable de expresiones de profundo desequilibrio en la
conducta, generadoras de estados neuróticos y lamentables perturbaciones, que se
agravan con las quejas.
Nos referimos al éxito cuando el individuo, en cualquier circunstancia, maneja
sus problemas con serenidad, se mantiene en
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armonía en el éxito o la dificultad social, sin ninguna perturbación o ruptura de la
personalidad, a través de los medios bien aceptados de eludir la responsabilidad.
Por eso, el Santuario de Delfos enseñaba como psicoterapia relevante el Conócete
a ti mismo, ya través de este aporte el ser maduraba, crecía interiormente, asegurándose
de su fatalidad histórica, de su plenitud.
Las quejas, como el óxido en los engranajes de la psique, son el cruel verdugo de
quienes las cultivan.
Sustituirla por la comprensión, ante los fenómenos de la vida, constituye un valioso
mecanismo de salud psicológica.
Ante eventuales mandatos inquietantes, la confrontación serena con los
acontecimientos debe ser la primera actitud a adoptar, como si se buscara el Apoyo —
el discernimiento dejándose llevar por la —,
razón lúcida —la sibila— y descubriendo la
verdadera finalidad de todos los hechos existenciales.
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14
comportamientos exóticos
La dependencia psicológica del morbo a la queja, traduciéndose en inseguridad
e inestabilidad emocional, conduce a estados perturbadores que pueden ser evitados,
mediante el cuidado en la elaboración de las ideas y el optimismo en la observación
de los hechos.
El denunciante perdió su domicilio, trasladándose a los departamentos para la
inspección de la conducta de los demás.
Al aparecer el síndrome compulsivo, el paciente se esconde en la postura yacente
de víctima o en la condición de portador de una conducta inexpugnable, deslizándose
por la adicción acusadora, lo que agrava aún más el trastorno en que se agita.
Desde la simple fijación del error y sólo desde él —como dice el adagio popular,
ve una aguja en un pajar— modifica el comportamiento, perdiendo la línea convencional
de lo correcto y sano para vivir de forma alienada, cultivando exotismos, dando rienda
suelta al inconsciente, responsable de las represiones que se transformaban en
mecanismos de afirmación de la personalidad.
La salud, en realidad, es un estado de buen humor, con una tolerancia inalterable
por las excentricidades de los demás y sus correspondientes errores.
El hombre sano destaca por su armonía y optimismo en todas las situaciones,
manteniéndose equilibrado, sin amarguras inquietantes, adiciones llamativas, ni
manifestaciones anómalas agravantes.
La enfermedad se caracteriza por la falta de armonía en cualquier área de la
persona humana, generando los disturbios catalogados en los diferentes departamentos
del cuerpo, mente, emoción.
La inseguridad, la frustración, los complejos de inferioridad, perturbando el
equilibrio psicológico, se trasladan a reacciones nerviosas, manifestándose en
contracciones musculares, fijaciones, repeticiones de gestos, palabras y conductas
alienantes, que degeneran en psicosis compulsivas, específicas, cada vez más
constrictivas, en el camino total desajuste...
El excéntrico es para ser atormentado, egoísta; frágil, que se hace indiferente;
temeroso, presentando reacciones impredecibles; insensible, que se niega a
enfrentarse a sí mismo. Ignora a los demás y vive conductas especiales como única
forma de liberar los conflictos en los que se encuentra confundido.
La propia psicoterapia, reajustando, te ofrece una revisión de los valores culturales
y sociales, involucrándote en el grupo familiar y en los problemas de la comunidad,
para que rompas el caparazón del disimulo y asumas las responsabilidades que
interesan a todos, convirtiéndote en una célula armónica, activa, en lugar de de
permanecer en un proceso degenerativo, amenazante...
Atávicamente heredero de hábitos pasados, conduce, desde infelices
reencarnaciones, excentricidades multiformes, como arquetipos del inconsciente
colectivo que, sin embargo, son generados por él mismo.
En este ámbito surgen los trastornos sexuales, predominando la psicología a la
morfología, presentando biotipos extravagantes, que llaman la atención por mala
conducta, por fenómeno psicológico de no aceptación de su realidad, componiendo
una personificación que ataca a los demás, y a sí mismo se concreta en un fenómeno
de autodestrucción.
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La exposición no es sólo una forma de asumir el estado interior, psicológico, sino
también de escandalizar, en una evidente rebelión contra el equilibrio mentecuerpo, emoción
función fisiológica...
Por extensión, la compulsión psicótica lo lleva a una extroversión exagerada, en todas
las formas de su comunicación con el mundo exterior, provocando conflictos, enmascarados
en expresiones que parecen afirmarse ante sí mismo y ante otras personas.
Asimismo, algunas de estas personalidades exóticas se aíslan dondequiera que estén,
evitando la relación con el grupo, en una postura excéntrica, de carácter egoísta.
Exigen consideración, que no perdonan a nadie; ayuda, que nunca devuelven; bondades,
que nunca ofrecen, siendo groseros, malhumorados, insensibles y presuntuosos.
Esta es una fase avanzada de comportamiento exótico, que requiere más
terapia de profundidad acentuada.
En esta etapa de la conducta, los sueños se caracterizan por la angustiosa necesidad
de lograr la realización, que no logran.
Íntimas ensoñaciones pueblan su campo onírico, lleno de desórdenes y
pesadillas, que les perturban más cuando están en un estado de conciencia lúcida.
Los hechos de la infancia resurgen de forma fantasmagórica, y la imagen de la madre,
excesivamente dominadora o trágicamente benévola, que trasladaba al niño sus frustraciones
y comenzaba a realizarse en él, deseando para la felicidad del amado todo lo que hacía. no
goce, neurótica, por tanto, en su estructura materna.
La psicoterapia debe basarse en la búsqueda de la toma de conciencia del paciente,
para que asimile nuevos hábitos, esforzándose por armonizar su interioridad con su realidad
exterior, ejercitándose en la vida social sin la tentación de sobresalir, siendo una persona
común, identificada con los objetivos normales de la vida, que elegirá según sus propias
aptitudes, trabajando con empeño en modelar la nueva personalidad.
El desarrollo de la creatividad contribuye al ajuste de la personalidad al equilibrio,
generando un enriquecimiento interior que anulará los condicionamientos viciosos.
Sin duda, el acompañamiento tanto del psicólogo atento como del analista, propiciará el
encuentro con el yo profundo y sus contenidos psíquicos, liberándose de herencias neuróticas
y condicionamientos psicóticos.
Los hombres y mujeres saludables se comportan éticamente, sin presiones, y se vuelven
comunes, sin volverse vulgares.
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PARTE QUINTA
PROBLEMAS HUMANOS
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problemas humanos
Los problemas humanos o los desafíos existenciales forman parte del
gráfico de evolución.
La criatura pensante es todavía un ser incompleto, en constante proceso de superación,
de transformaciones, en un prolongado esfuerzo por desarrollar en ella las potencialidades
psicofísicas, parapsicológicas y mediúmnicas en estado latente.
Aferrándose a las impresiones más groseras del ego, frente a lo que considera factores
indispensables para la supervivencia, valores materiales que proporcionan alimento, vestido,
descanso, placer y tranquilidad frente a la enfermedad y la vejez, desarrolla el apego. y
exterioriza el sentimiento centralizador de posesión, manteniéndose alerta para la
conservación de estos bienes, que le parecen tener un sentido único, por tanto, esencial.
Cualquier amenaza, real o imaginaria, que pueda producir la pérdida, se convierte en
problema, que pronto se incorpora a la conducta, generando perturbación, malestar.
Además de estos, existen otros (problemas) de carácter psicológico, como las herencias
reencarnacionistas, que se resumen en forma de fenómenos patológicos perturbadores.
Añádanse a ellos los que se derivan de inseguras interrelaciones personales, como
consecuencia de lo consignado a la condición de imperfecciones del alma.
Los problemas arraigan, no pocas veces, en el tejido de la delicada malla de la psique,
creciendo o perdiendo sentido, según la fuerte o frágil resistencia de la personalidad
individual.
Lo que para unos es una carga, una molestia, para otros es solo un
accidente de tráfico insignificante que estimula a caminar.
Cuanto más se valora el problema, más vitalidad ofrece,
aumentando su fuerza de acción con sus correspondientes efectos.
En personalidades inestables, generalmente complejos psicológicos
asumir la responsabilidad de problematizar las ocurrencias.
Cuando algo en lo que se confía, o de lo que se espera un resultado positivo, se
convierte en un desastre, en un fracaso, el ego huye, lo esconde, por falta de conciencia
lúcida, afirmando: Soy culpable.
La inferioridad psicológica desarrolla el complejo en el que se refugia, y aun en aparente
conflicto, se realiza en él, se justifica, deja de luchar.
Ciertamente, cada problema merece un tipo de atención, un cuidado especial para su
solución. Este esfuerzo debe ser natural, desprovisto de los estímulos negativos del miedo
o la angustia, para analizar la situación tal como se presenta, y no según los fantasmas de
inseguridad esbozados en la imaginación creadora, refugio de la irresponsabilidad que no
asume el papel que se supone debe respetar.
En otros temperamentos, cuando el problema se vuelve una dificultad y un hecho
dañino, el ego establece: Es culpa del otro; o salud; o la familia; o el grupo social; o la
sociedad en general, o el destino...
La cuestión se resuelve utilizando el complejo de superioridad, y mediante esta
conducta uno se coloca por encima de cualquier sospecha de fragilidad, escondiéndose en
las justificaciones de ser incomprendido, perseguido, infeliz...
Evitando considerar el problema en su verdadero significado, pasado el momento, se
forma la conciencia de culpa y ese mismo ego recurre a
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condicional de los verbos, duelo: debería haberlo hecho; podría haber enfrentado;
trataría de evitar...
Mecanismos perversos de la inmadurez conforman el tejido protector del
escapismo, para huir de las consecuencias de los problemas, cuyo fin es poner a
prueba las posibilidades y valores de cada uno en particular y de todas las criaturas
en general.
El problema humano, por tanto, mayor y más urgente de equiparar, es la
criatura misma.
Para lograrlo se necesita una maduración psicológica, resultado de un esfuerzo
serio y bien dirigido, del estudio del yo profundo y su búsqueda incesante, que son
las metas existenciales más urgentes.
En la fugacidad de la condición humana, el yo profundo debe emerger,
desatando los invaluables recursos que le son innatos, gracias a los cuales la
psique comanda conscientemente la vida, abriendo el inmenso abanico de
percepciones paranormales.
En esta lista de registros parapsíquicos florecen los recursos mediúmnicos que
facilitan el libre tránsito entre las dos esferas de la vida: la física y la espiritual.
Esta dilatación de la capacidad parafísica permite la inmersión del yo profundo
—el Espíritu— en la causalidad de los fenómenos humanos, interpretando así, en
el origen, los problemas que siempre provienen de experiencias anteriores.
Aun cuando sean actuales y de reciente comienzo, el ser que los enfrenta los
necesita, recuperándose moralmente, trabajando la maduración, por lo tanto, el
estado de infancia psicológica se deriva de la ausencia de realizaciones evolutivas.
Nadie sobrevive sin afrontar los problemas, que
existen para ser resueltos, ofreciendo el balance positivo de la evolución.
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dieciséis
gigantes del alma
Envuelto en la pequeñez de las aspiraciones egoicas, el ser se mueve bajo
los mandatos de las necesidades de proyección de la imagen, por sentirse
incapaz de vencer la sombra, manifestando la fuerza del yo real, imagen y
semejanza de Dios.
Generado para alcanzar el Infinito y la Conciencia Cósmica, es dios en
germen, que las experiencias evolutivas desarrollan y mejoran.
El ego, proyectándose demasiado, compone los marcos de aflicción en los
que se refugia y, negándose a luchar, desarrolla los fantasmas gigantes que lo
protegen, como hongos venenosos que florecen en tierras húmedas y fértiles,
prosperando en su psique atormentada y muriendo. al dominio esclavizador.
Entre los terribles gigantes del alma, que predominan en la naturaleza
humana, se destacan los siguientes: los resentimientos, los celos y las envidias
que adormecen los sentimientos, suscitan la inferioridad y acaban ganando a
quienes los vitalizan, si no se resuelven a enfrentarlos. con decisión hercúlea y
obstinada insistencia.
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Resentimiento
Entre los tormentos psicológicos alienantes, la presencia del resentimiento en la
criatura humana ocupa un lugar destacado.
Injustificable desde todo punto de vista, se asienta enraizándose en la tierra fértil
de las emociones descontroladas del paciente, engendrando allí males que acaban
consumiendo a quien le da cobijo.
La vida se expresa en patrones sociales, resultado de la condición evolutiva de las
criaturas que se interrelacionan. Naturalmente, debido a que existe una gran variedad
de biotipos emocionales, culturales y religiosos o no, sus reacciones son compatibles
con los niveles de conciencia en los que se encuentran, exteriorizando ideas y
comportamientos que corresponden al estado en el que se encuentran.
La convivencia humana se da a través de episodios conflictivos, debido a una falta
de maduración general que favorezca la comprensión y transacción psicológica en
términos de bienestar para todos los socios. Predominando la animalidad en detrimento
de los valores espirituales y éticos, la competencia y la osadía tienden trampas, en las
que caen los temperamentos más confiados e ingenuos, que luego se dejan mortificar.
Descubriéndose en el engaño, creyéndose traicionado, el compañero victimizado
recurre a su ego y se dota de resentimiento, instalando, en los paneles de la emoción,
cargas violentas que terminarán por desarmonizar su delicado equipamiento y se
reflejarán en su conducta mental y moral. . .
El resentimiento, tal como se caracteriza como una expresión de inferioridad, anhela
el esfuerzo, consciente o no, trabajando para superponer el ego herido sobre el concepto
de quien lo despreció.
En el importante capítulo de la salud mental, esencial para el equilibrio integral, el
resentimiento puede compararse con el óxido en las partes de la sensibilidad,
trasladándose a la organización somática, reflejándose como trastornos gástricos e
intestinales con consecuencias duraderas.
La gastritis y la diarrea inexplicables provienen del tóxico exhalado por el
resentimiento, que debe ser desterrado de los paisajes morales de la vida.
Las personas normalmente son competitivas, en el sentido negativo de la palabra,
queriendo apropiarse de espacios que no les pertenecen y, por encontrarse en etapas
primitivas de evolución, actúan injustamente, persiguen, calumnian. Es un derecho que
tienen, en la situación que los caracteriza.
Aceptar sus petardos, empero, vinculándose a bandas vibratorias de bajo nivel, sin
embargo, es una opción para quien no decide preservar su salud o no desea crecer
emocionalmente.
Cuando el resentimiento exterioriza sus manifestaciones, hay que combatirlo,
mental y racionalmente, eliminando la interferencia del ego herido y dando lugar a la
liberación del yo profundo, invariablemente olvidado, relegado a un plano secundario.
El individuo, a través de la reflexión y el encuentro consigo mismo, debe preocuparse
por el desvelamiento de sí mismo, identificando valores relevantes y perniciosos. sin
conflicto, sin ocultamiento, trabajando a los que inquietan, para no darles apoyo
psicológico al ego enfermizo, para esconderse bajo el resentimiento en la justificación
de buscar ayuda para la autocompasión.
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El proceso de evolución es incesante, y los cambios, las transformaciones
son continuas, impulsando la conquista de los recursos adormecidos en el imo,
el Dios interno que yace en todos los seres.
La liberación del resentimiento debe realizarse a través de la racionalización,
sin transferencias ni compensaciones egoicas.
A medida que la experiencia fija aprendizajes, este terrible gigante del
alma se hace más pequeño y diluido, desaparece, desde el momento en que
deja de recibir alimento de mantenimiento para la idea fija y por el deseo de
contraatacar, de sufrir, de ser víctima...
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Celos
Tipificando la inseguridad psicológica y la desconfianza sistemática, la presencia de
los celos en el alma se convierte en implacable verdugo del ser. El paciente que cae en
sus redes se estremece con sospechas y verdades, que nunca encuentran apoyo ni
consuelo.
Atormentado por el ego dominante, el paciente, cuando no puede asfixiar a quien
estima o ama, dominando su conducta y pensamiento, huye a los celos, en cuyo campo se
homicida para entregarse a los sufrimientos masoquistas que ocultan su identidad. La
inmadurez, la pereza mental y el deseo de imponerse a la víctima de su psicopatología.
En el estupor de los celos, el ego ve lo que le agrada y se involucra sólo con lo que
cree, haciéndose sordo a la razón, a la verdad.
Los celos agudizan a quienes los experimentan y a quienes se convierten en su
blanco predilecto.
El celoso, inseguro de sus propios valores, descarga la furia de la etapa primitivista
en manifestaciones ridículas, qué inquietantes, en las que se consume. Prende fuego a
sucesos imaginarios, su mente exacerbada por la sospecha infeliz, y se envenena con los
vapores de la revuelta en la que se revolca, enloquecido.
Desviándose de las personas y ampliando el círculo de prevalencia, los celos
envuelven objetos y posiciones, posesiones y valores que asumen una importancia
alucinatoria, aislando al paciente en los lugares de angustia o armándolo con instrumentos
de agresión contra todos y contra todo.
Los celos tienden a llevar a su víctima a la locura.
El yo celoso fija el motivo de la existencia en el deseo desorbitado y se limita a la
pasión dominante, destruyendo las resistencias morales y afectivas, que acaban por
desfallecer, sin poder reaccionar.
Trampa del ego presuntuoso, merece exterminio mediante la conquista de valores
expresivos, que demuestren al individuo mismo sus posibilidades de ser feliz.
Sólo el yo puede lograr esta proeza, rompiendo las cadenas a las que está
encadenado, para emerger, rico en logros interiores, superando estrecheces y límites
egoicos, ampliando y llenando los espacios emocionales, las aspiraciones espirituales,
vencidos por los gases venenosos de los celos.
Liberándose de la compresión de los celos, poco a poco el yo profundo respira, llega
a las amplias orillas de la existencia y goza de paz con alguien o no, con algo o nada, pero
con armonía, con amor, con la vida.
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Envidiar
Con reminiscencias de atavismos inferiores, la envidia es debilidad moral,
perturbar las posibilidades de lucha del ser humano.
En lugar de dedicarse a la autovalorización, el envidioso lamenta el triunfo de los
demás y no lucha por el suyo propio; compite a través de la urdimbre de la intriga y el
chisme; espera el fracaso del oponente, en el que se complace; observa y persigue,
perseguido por una insidiosa desgracia interior.
Egocéntrico, no ha dejado la infancia psicológica y pretende ser el único centro
de atención, acreedor de todos los cultos y referencias.
Insidiosa, la envidia es el resultado de la indisciplina mental y moral que no
considera la vida como un patrimonio divino para todos, sino sólo para sí misma.
Trabaja, por envidia, para competir, destacar, destacar. No tiene ideal, no tiene respeto
por las personas y sus arduos logros.
Normalmente malhumorado y sin determinación, como consecuencia de su morbo
innato, el enfermo de envidia nunca se regocija con la victoria de los demás, ni con el
logro de los demás.
La envidia descarga corrientes mentales nocivas dirigidas a sus víctimas, que sólo
les alcanzan si están afinadas, pero cuyo daño se produce en el fulcro generador,
perturbando su actividad, su comportamiento.
La terapia para la envidia consiste, inicialmente, en la cuidadosa reflexión del yo
profundo en torno a su grandioso destino en el futuro, evaluando los recursos a su
disposición y considerando que su realidad es única, individual, y no puede medirse ni
compararse con otras debido a el proceso de evolución de cada uno.
El cultivo de la alegría por lo que eres y los recursos para alcanzar otras nuevas
alturas conduce al despertar del amor por ti mismo, por los demás y por Dios, como
medio y fin para alcanzar la salud ideal, que te proporcionará una perfecta comprensión
de los mecanismos de la vida y las diferencias entre las personas, formando un todo
holístico en la Gran Unidad.
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Necesidad de apreciación
Los gigantes destructivos del alma, que exteriorizan los tormentos y la inmadurez
del ego, reflejan de alguna manera un fenómeno psicológico, a veces de origen
inconsciente, otras hábilmente establecido, que es la necesidad de su valorización.
Cuando los incentivos para este compromiso del yo son escasos, sin crecimiento
interior, que no recibe compensación externa a través del reconocimiento o la
proyección de la imagen, el yo se destaca y se fija en mecanismos perturbadores
para llamar la atención, desenredándose de esta forma, el conflicto de inferioridad,
el sentimiento de incompletud.
Si tuviera madurez psicológica, recurriría a otros gigantes constructores del
alma, como el amor, el esfuerzo personal, la conciencia, la solidaridad, la filantropía,
desarrollando las posibilidades de un enriquecimiento interior capaz de plenificación.
Acostumbrado a las respuestas inmediatas, el ego infantil quiere juegos de
placer a cualquier precio, aun sabiendo que pronto acaban dejando frustraciones,
amarguras y nuevas ansias de disfrutar de los demás. Para lograrlo y por no saber
encauzar sus aspiraciones, se ahoga en conflictos inquietantes y se lanza a la
desesperación. Cuando esto no sucede, se vuelve hacia el mundo interior y reprime
sus sentimientos, cerrándose en el estrecho marco de la depresión.
Reacios, les permite retomar las tendencias del placer, haciéndose pasar por
autoaflicción, autoflagelación, autodesprecio.
Entre muchos religiosos en un ambiente de insatisfacción personal, esta
necesidad de aprecio reaparece en estructuras de aparente humildad, disimulo,
piedad, protección de los demás, desprotección de sí mismos...
La humildad es una conquista de la conciencia que se expresa en forma de
alegría, de plenitud. Cuando se manifiesta con sufrimiento, desprecio por uno
mismo, desprecio violento por la propia vida, muestra el lado oculto de la vanidad,
de la violencia reprimida y llama la atención sobre lo que, legítimamente, debería
pasar desapercibido.
La humildad es una actitud interior ante la vida; nunca una prenda exterior que
despierte la atención, que forje comentarios, que compense la fragilidad del ego.
El camino de la conciencia, de la vigilancia natural, sin tensiones, basado en la
intención liberadora, se transita con naturalidad y cuidado.
Jesús, como psicoterapeuta excepcional, recomendaba la vigilia antes de la
oración, como una forma de encuentro con uno mismo, para que después
pudiéramos entregarnos a Dios sin ninguna otra preocupación.
Su propuesta es actual, porque en él está el enemigo del hombre, que se ha
ido heredando a través del tiempo, a raíz de las reencarnaciones por las que ha
transitado. Es tu ego, un disimulador hábil que conspira contra las fuerzas de la
liberación.
Sin poder escapar de sí mismo ni de los factores arquetípicos colectivos, el ser
se debate entre el pasado de las sombras —la ignorancia, la acomodación, los
automatismos de los instintos— y el futuro de la luz —la plenitud a través del esfuerzo—.
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tenacidad, amor y autorrealización—recurriendo al presente, turbado por herencias y
aspiraciones. Sin embargo, atraído por la razón a su fatalidad biológica —muerte—
transformación del soma —histórico —felicidad— y espiritual —libertad plena— ve
derrumbarse sus anhelos y reconstruye los edificios de la esperanza, avanzando sin
cesar y venciendo, palmo a palmo. .al alcance de la mano, tierra de nadie, donde se
expresan las propias emociones perturbadas.
Esta necesidad de apreciación del ego puede transformarse en
realización del yo a través de la aportación de estímulos.
Toda acción provoca una reacción equivalente. Cuando no se logra una
respuesta a través de un estímulo positivo, como: — Te amo, para una respuesta
equivalente: — Yo también, se recurre a uno negativo: — Nadie me ama, recibiendo
una evasión — No incluyo en eso. Bajo trauma o resentimiento, el estímulo se
expresa agresivamente: — No me gusta nadie, para conseguir algo idéntico: — El
recíproco es verdadero.
Los estímulos son fuentes de energía. Como se indica, brindan con
resultados correspondientes.
El ego que siente la necesidad de apreciación, sin la contribución del yo en
línea, utiliza estímulos negativos y agresivos para compensar, sean cuales sean los
resultados.
Lo importante para tu momento no es la calidad de la respuesta.
muladora, pero su presencia en el proscenio donde se considera ausente.
Verdaderamente, en las interrelaciones sociales, cuando todos se encuentran,
el ego aísla a sus víctimas para llamar la atención o las bloquea de tal manera que
no se ausentan, sino que se vuelven invisibles. Están en su lugar, sin embargo, no
están allí. Esta invisibilidad hábilmente buscada compensa el conflicto del ego,
manteniendo la autoflagelación de que no se nota, no tiene valores atractivos. Tal
mortificación neurótica introyecta imágenes desdichadas y personajes míticos del
sufrimiento, que configuran el cuadro de desamparo emocional e infelicidad personal.
En este comportamiento enfermizo del ego, la necesidad de apreciación, por no
tener recursos relevantes para exponer, se expresa en la engañosa autocompasión
que satisface las demandas perturbadoras, y se relaja, completándose emocionalmente.
Cuando el yo emerge y gobierna al ser, los estímulos son siempre positivos,
aunque tengan un origen negativo o agresivo, porque exteriorizan el bienestar que
le es propio.
Si alguien dice: no me gustas, vuelve el mensaje transaccional
aclarando: — Yo, sin embargo, lo aprecio.
Si la propuesta dice: — Lo odio, la comunicación responde: — Lo admiro.
No es contaminado ni amargo, porque, en equilibrio, tiene valor,
sin necesidad de mejora.
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Patrones de comportamiento: cambios
El comportamiento revela la realidad interior del ser humano al exterior.
Sin embargo, esta manifestación no siempre es auténtica, ya que muchos factores
contribuyen a enmascarar lo que uno es, en una demostración de sólo lo que
parece ser.
La Psicología Transaccional busca develar los enigmas del comportamiento,
utilizando la comunicación interpersonal para liberar al individuo de conflictos y
presiones.
Según la madurez o no del ser psicológico, la comunicación sufre dificultades
que sólo pueden remediarse cuando existe un firme propósito de éxito.
Hay una tendencia natural a disfrazar el ego cuando uno prevalece.
pulsión dominante de convivencia, experiencia social, diálogo.
La ausencia de tales imperativos contribuye al desequilibrio emocional y, en
consecuencia, a los estados psicopatológicos que se multiplican abrumadoramente.
La comunicación juega, en toda vida, un papel relevante, cuando es visceral,
emocional, libre, sin las presiones de la desconfianza y la inseguridad personal. A
medida que el ser se
despliega en una narración afectuosa o amable, el interlocutor, al sentirse
acompañado, se descubre a sí mismo. Mientras coordina las ideas para el diálogo,
se analiza, se identifica, facilitando su propia comprensión.
Liberándose de conversaciones hechas de clichéspreguntas sin interés, se
penetra en sí mismo y le da al otro la oportunidad de revelarse también.
Cuando se comparte información en las interrelaciones personales, se
comparten emociones.
Cuando la conversación, sin embargo, es trivial, los clichés habituales y sin
sentido no significan nada. Cuando se le pregunta: "¿Cómo estás?" — la respuesta
es inevitable: — Bueno, ¡gracias!
Incluso porque, si el entrevistado decide decir cómo se encuentra realmente,
es muy probable que el interlocutor no tenga interés en escuchar la respuesta más
compleja y profunda. Quizá lo aceptó torpemente, desinteresadamente, con hastío.
En la gran mole humana destacan los biotipos introvertidos e introvertidos.
extrovertido.
Los primeros, en la etapa inicial del desarrollo psicológico, asumen una actitud
tímida e introspectiva. Después de la fase de autoanálisis, la extroversión y las
relaciones se vuelven esenciales para ellos, rompiendo la cortina que los oculta y
revelándose.
Los segundos, normalmente, ocultan su realidad y sus conflictos, levantando
una densa niebla debido a la exteriorización que se permiten, inseguros e inestables.
Descubriéndose honestamente a sí mismos, reducen la locuacidad y, reflexionando,
asumen un comportamiento sano, sin exceso de ruido ni ausencia de él.
Los estándares de comportamiento se establecen a través de parámetros que
no siempre se basan en valores reales. Aceptado como una conveniencia,
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las que se consideraban correctas se pueden clasificar en sociales, culturales, morales
y religiosas... En todas ellas hay reglas establecidas por el ego, para una buena
presentación, lo que significa engaño, en detrimento del yo profundo al proceso de
constantes cambios y crecimientos.
En el comportamiento social se establecen las reglas de las buenas costumbres,
dejar y transmitir impresiones agradables y gratificantes.
Las personas se someten a las pequeñas o grandes reglas de la etiqueta, de la
interacción social, siempre preocupadas por disimular los sentimientos, para que
produzcan los resultados esperados.
Se vive con individuos en muchos encuentros sociales, quedando, en el
sin embargo, todos desconocidos entre sí.
El comportamiento cultural reúne adquisiciones intelectuales, artísticas, deportivas,
a través de las cuales la exhibición del ego genera inquietantes coacciones, despertando
a veces fenómenos competitivos y lamentable presunción, en total falta de respeto por
sí mismo, por la persona humana real.
Las preocupaciones financieras de la promoción del ego complacen al individuo
por la exposición innecesaria del derroche y la disolución, provocando estados
autoobsesivocompulsivos de ser el más grande, el más extravagante, el que tiene los
ingresos más altos...
Poco después, en los escasos momentos de encuentro consigo mismo, aparecen
depresiones, que se asfixian bajo la acción de alcohólicos, drogas adictivas,
autoemulación exhibicionista con la que huye de la realidad interna a ninguna parte.
La conducta moral está sujeta a imperativos legales, establecidos según la
inmediatez de los intereses de grupos y legisladores, a veces inconscientes, que
piensan más en sus placeres que en el bien general de la comunidad que les paga para
servirlo...
Al hacer leyes, cumpliendo con lo que es su deber, muchos de estos hombres
públicos, insensatos, dan la impresión de que están haciendo algo extraordinario, que
los sacrifica, y no por lo que son ricamente remunerados.
Se basan, pues, en conductas moralessociales de tendencias egoístas, sin
ninguna consideración por la vida.
En el ámbito de la conducta religiosa, numerosas imposiciones castradoras
contribuyen a conductas falsas, sin consideración alguna por los fundamentos de las
Doctrinas que deben guiarse por los procesos de liberación de las conciencias, y no por
el miedo, la presión, la hipocresía, la discriminación.
Jesús llamó a sus seguidores a la búsqueda de la Verdad que libera, en cuyo
comportamiento se funden el ego y el yo, en una formulación de amor sin máscaras y
sin conflictos.
Los patrones de comportamiento suelen fijarse en pautas que no se ajustan a la
realidad del ser, generalmente mutilados en sus nobles aspiraciones de vida, en
relaciones dignas, seguras, sanas…
La certeza de la inmortalidad del alma abre un abanico de comportamientos
autentificados por la educación espiritual en la búsqueda del devenir, de la
transformación de uno mismo, del encuentro del Otro, tal como lo propone Kierkegaard,
el filósofo y teólogo existencialista...
El Otro, que facilita el diálogo, Dios, es la Fuente a buscar
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alcanzar la plenitud, la felicidad existencial.
Cambios
El ser humano continúa en crecimiento, en continuo desarrollo, en cambios. Es
natural que,
como resultado, su comportamiento cambie.
Toda la textura celular se renueva incesantemente, y experiencias como las
vivencias contribuyen a cambiar patrones de conducta, en un inevitable proceso de
perfeccionamiento del ser, a medida que el yo se libera de las ataduras impuestas
por los arquetipos, resultantes de pasadas reencarnaciones.
La estructuración psicológica de la persona humana está, en consecuencia,
demandando renovación y autoestudio, para crecer psíquicamente, en razón del
desarrollo de equipamientos orgánicos, responsables de la maduración cultural y
social, ampliando la percepción moral y religiosidad ante las exigencias de vida.
Así, nadie es igual a otro, ni puede ser evaluado según el
comparaciones de apariencia frágil.
La conquista de uno mismo es el desafío constante para la autorrealización,
armonía psicológica, el desarrollo de percepciones parapsíquicas y mediúmnicas.
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SEXTA PARTE
ACONDICIONAMIENTO
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22
El bien y el mal
Cuestión sumamente compleja para el ser humano, el dualismo del bien y del
mal es inherente a su psicología interna, muchas veces confundiendo y perturbando
su discernimiento.
Con características metafísicas, en su formulación abstracta, esta dualidad se
materializa en los actos de ser, generando fenómenos relevantes de la conciencia,
que contribuyen al equilibrio o al desorden psíquico, según sus respectivas
manifestaciones.
En todos los períodos de la cultura ancestral encontramos el esfuerzo de la
religión y el pensamiento por establecer los paradigmas en los que se asientan unos
y otros, para poder explicarlos mejor.
Ayer era una abstracción meramente filosófica o religiosa, pasando luego a
formar parte de la ética, en el capítulo moral, avanzando históricamente hasta interesar
a la sociología, al conductismo, a la psicología.
El código de Hammurabi, inscrito en una estela de diorita, ya definía acciones
loables y reprobables, simbolizando el bien y el mal, con las respectivas consecuencias
jurídicas sobre la conducta humana en relación con la criatura misma, la sociedad y
su prójimo.
Entre medos y persas —el libro sagrado ZendAvesta separaba la misma dualidad
en las personificaciones de Ormuzde —o representación del bien— y Ariman —o
personificación del mal—, en cuya lucha este último sería sometido y consecuentemente
eliminado.
La Biblia, a su vez, representa el bien en las deidades angélicas y el mal en las
demoníacas, ambas, sin embargo, bajo el control de Dios, contra quien se rebeló
Lucifer, quien, expulsado del paraíso, se convirtió en su temerario adversario...
La Metafísica tradicional, analizando la Creación, estableció los dos principios,
del bien y del mal, que se vinculan al conciliador, en el vértice superior del simbólico
triángulo isósceles.
Poco después, la interpretación china los presentó en las dos fuerzas cósmicas
admirables: el Yang —masculino, positivo, seco, bueno— y el Yin —femenino, húmedo,
negativo, frío—, que se reconcilian bajo el mandato de la perfección suprema cuando
se confunden, generando armonía.
Inspirada en el hinduismo, la Trilogía de la Creación presenta a Brahma como
Plenipotente, el Principio Supremo, y las dos fuerzas antagónicas, Vishnu, el
Preservador, o principio constructor, y Shiva, el Destructor, o principio aniquilador de
los seres, en una lucha perenne por la supremacía. del constructor...
Desde las concepciones pasadas hasta la realidad presente, filosóficamente
bueno es todo lo que favorece la belleza, la ética, la vida, conforme a la moral, y el
mal se convierte en lo opuesto al bien edificante, armónico.
Sociológicamente, el bien contribuye al progreso, y toda realización que promueve
el ser, el grupo social y el entorno expresan su grandeza, la acción concreta que
resulta de la capacidad selectiva de los valores éticos para la armonía y la felicidad.
Como efecto, el mal proviene de cualquier fenómeno que se oponga o conspire
contra esta contribución superior.
La psicología no podía permanecer indiferente ante esta dualidad que existe en el
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ser humano, quedando como sus aspiraciones de crecimiento y elevación, de lo noble
y equilibrado, de lo sano y pacificador.
Al mismo tiempo, el atavismo de los instintos agresivos lo empuja hacia la violencia
—cuando quiere poseer— hacia el vilipendio —cuando se siente disminuido— hacia lo
grotesco y vulgar —cuando cae en el desprecio de sí mismo.
mismo...
Desarrollando, sin embargo, la conciencia que emerge del sopor del sueño sin
sueños, inmediatamente comienza a percibir los valores que compensan y los que
contradicen el comportamiento psicológico, impulsándolo, aunque lentamente, hacia la
adopción de una conducta mental y física, idealista. y buen conductista, convirtiéndose
en un instrumento útil en el grupo social, que se promueve y eleva a un estadio
superior, permitiéndole aspirar siempre a más y mejor.
Este discernimiento, que resulta de la conciencia en liberación de los
condicionamientos esclavizantes, amplía la capacidad de identificar el bien y el mal,
predisponiéndolo a elegir el primero sobre el otro.
Si por casualidad se equivoca en la selección y cae en la red del mal, aun en las
circunstancias perturbadoras del odio, del miedo, de la angustia, de la voluptuosidad,
del desorden interior, cuando se encuentra falto, hace el cuadro de conciencia de culpa
y sufre las patologías incapacitantes, que se convierten en mecanismos reparadores.
Se dice, sin embargo, que la línea divisoria entre el bien y el mal es tan fluida y
oscilante que, no pocas veces, el bien de hoy se convierte en el mal de mañana y
viceversa, en una dialéctica sofística que podría considerarse anárquica...
Ciertamente, muchos códigos y leyes, según la conveniencia de grupos y castas,
partidos y razas, religiones y credos, por razones inmediatas, tratan de hacer lícitas
conductas que no son morales y, recíprocamente, justificando actitudes vulgares y
tratando de liberar comportamientos enajenados. , conducta extravagante y arbitraria.
El Decálogo mosaico, sin embargo, sintetiza los códigos moral y legal, por tanto,
lo que es bueno y lo que es malo, habiendo permitido a Jesús afirmar, en una propuesta
grandiosa, toda la complejidad de este doble fenómeno: — No hagas a los demás lo
que tú no quieres que te lo haga a ti.
Porque los hombres siguen siendo injustos, las leyes que elaboran tienen sus
sesgos, sus deserciones, y deben ser respetadas, sin atribuirles valores morales
reales, significativos y definidores del bien y del mal, a algunos de ellos.
El bien y el mal están inscritos en la conciencia humana, en la naturaleza, en
su organización armoniosa que dio origen a la vida y la fomenta.
Todo lo que contribuye a la paz íntima de la criatura humana, a su desarrollo
intelectualmoral, es el bien que debe cultivar y desarrollar, irradiándolo como una
bendición que viene de Dios.
Y este mal, transitorio, temporal, que lo impulsa a acciones innobles, al
sufrimiento, es un remanente atávico de su proceso de evolución, que irá superando a
medida que madure psicológicamente, y desarrolle la sensibilidad y los patrones de
conciencia para adquirir la integración en el Cosmos. , libre de dolorosos e inferiores
mandatos.
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23
Pasión y liberación psicológica
Las tradiciones religiosas en torno a la pasión de Jesús insisten en cubrirse de noticias
trágicas, en las que se destaca en el comportamiento del creyente la acción autocastigadora.
Trabajando su mente, para generar una conciencia de culpa, con las consecuencias del
miedo en relación a la justicia divina, intentan lavarle el cerebro para producirle odio al
mundo, manteniendo los lamentables procesos de vellos físicos entre fanáticos, y mentales
o emocionales. en aquellos que están constituidos por una frágil estructura psicológica.
Es innegable que los dolorosos acontecimientos que marcaron la última semana de
Jesús, en Jerusalén, entre las criaturas, se caracterizaron por hechos desdichados, que aún
se repiten en la sociedad, aunque conservando las proporciones naturales.
Recordar la pusilanimidad humana, la fragilidad de los personajes de Judas y Pedro, es
necesario cuando los objetivos son educativos, evocando, sin embargo, el estoicismo de las
mujeres piadosas, de Juan, de José de Arimatea que le entregó el sepulcro nuevo, para que
el aprendizaje se vuelve completo, a través de la dicotomía existente en el comportamiento
humano, buscando ofrecer un mensaje de confianza, éxtasis y fe.
El ser humano sigue muy fragmentado y dudoso, falto de amor y paciencia, que son
excelentes terapias para inducirlo a fortalecer su carácter, su personalidad.
La constante condena multimilenaria dejó profundas huellas en el inconsciente colectivo,
del que ahora se convierte en heredero natural, emergiendo transformado en miedo y
desprecio por uno mismo o indiferencia personal y negligencia en el culto a los valores
morales.
La lección viva que emerge en Jesús de la entrada triunfal y del juicio arbitrario, sin
defensa alguna, propone una relectura del comportamiento individual y colectivo de los
seres, ofreciendo el aporte de resultados positivos en las reflexiones mentales.
Las creencias ortodoxas se contentan con inmolaciones y actitudes condenatorias que,
tenidas en cuenta, retrotraerían a la ignorancia, a la atormentadora oscuridad medieval.
Las conquistas del momento, en las más diversas áreas, particularmente en la psicología,
ya no facilitan actitudes alienantes como estas, sino que proponen la liberación de los
conflictos, para que la responsabilidad, que nace de la conciencia lúcida, impulse al individuo
a avanzar, a crecimiento, hasta la madurez.
Toda acción impositivacastradora o liberadorainsensata obra a favor del desequilibrio,
de la desintegración del hombre.
Toda la vida de Jesús es un proceso que facilita el crecimiento y la
dignidad del ser humano.
Sus conceptos, referidos al presente, siguen siendo un lenguaje dinámico, desobsesivo,
sin compulsión, abriendo listas de alegría y facilitando el desarrollo de quienes los reciben.
Cada paso de Su vida lo lleva a metas cuidadosamente programadas. Sin rutina, pero
también sin angustia, se caracteriza por vivir cada momento, sin preocuparse por el mañana,
ya que, para Él, cada día es suficiente.
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tus propias preocupaciones.
El gozo es una constante en su mensaje, a pesar de las frecuentes advertencias, las
luchas abiertas y siempre verlo llorar...
La verdadera alegría va más allá de las sonrisas y muchas veces se presenta como una
preocupación que no deprime ni debilita.
Se convierte en una búsqueda constante de logros continuos, de victoria sobre
las circunstancias y fenómenos que son naturales en el proceso de la vida.
Sin paradigmas fijos, toda su doctrina está hecha de optimismo y plenitud.
Cuando sus seguidores marcharon hacia el holocausto, el martirio, el testimonio, lo
hicieron motivados por el amor, sin escapatorias psicológicas, sin transferencias, en
manifestaciones de fidelidad, joviales y exultantes, sin rencor ni odio hacia los perseguidores,
por ser una opción libre el uso de por vida. .
La dinámica de las palabras de Jesús logró llevar a innumerables criaturas a la
realidad trascendente.
Libertador por excelencia, no impuso carga a nadie, asegurando que su
es ligero y suave es su forma de juzgar, analizar y comprender.
Mientras las conductas punitivas y las evocaciones deprimentes en el ámbito de las
religiones se reanuden en la conciencia de la Tierra, el pensamiento de Jesús permanecerá
en sombras, conflictos, disturbios.
La conquista de las conciencias para los rangos de la armonía sólo es posible a través
del establecimiento de sanas pautas, en las que incluso el dolor asuma su realidad como un
inevitable fenómeno degenerativo, sin embargo, posible de ser superado, resistido, diluido a
través de reflexiones y renovación de energías que preserva el equilibrio de la existencia.
La imposición temeraria nace del sentimiento de culpa de los religiosos, quienes la
trasladan a quienes se someten a ellos, pasando a depender de sus morbosos mandatos
psicológicos.
Sin la semana escandalosa, sin los contenidos de la extrema ingratitud humana, no
tendríamos Su muerte estoica, elocuente, grandiosa, demostrando Su conciencia de
inmortalidad.
Después de su ocurrencia, se presentó todo un himno solemne a la vida a través de la
resurrección, el regreso a la convivencia con los amigos temerosos y con la humanidad
arrepentida que Él vino a liberar, amorosa, paciente y gozosa, por conocer los límites y las
carencias de quienes marchan en la retaguardia, sin embargo, miran expectantes y avanzan
hacia el futuro.
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enfermedad y curación
El fenómeno biológico del desgaste orgánico, de las distonías emocionales y
mentales de la criatura humana, es perfectamente natural por la fragilidad
estructural que la constituye.
Los delicados equipos que son, sufren influencias externas e internas que
contribuyen a sus alteraciones, e incluso a su muerte, por las incesantes
transformaciones a que están sujetos.
Temperaturas que alternan y exceden los límites de su resistencia, otras
condiciones atmosféricas e insalubres, colonias de bacterias y microorganismos
agresivos, como destructivos, atacan las piezas y casi siempre las vencen,
estableciendo disturbios que se convierten en diversas enfermedades.
Por otro lado, los sobresaltos emocionales, estados insólitos de depresión y
ansiedad, presiones de todo tipo, especialmente psicosociales y económicas,
afectivas, nos arrastran a desorganizaciones inquietantes.
Secuelas de varias enfermedades, muchas de ellas atacan estos más intrincados
conjuntos electrónicos, produciendo perturbaciones funcionales y psíquicas, que
tipifican desequilibrios de la mente y la emoción.
La propia constitución de estos órganos tiene mucho que ver con orígenes
genéticos y, posteriormente, con los factores organizadores del hogar, familia,
grupo social, contribuyendo decisivamente a las manifestaciones de salud o
malestar.
El ser, sin embargo, en sí mismo Trinitario —Espíritu, periespíritu y materia—
es el resultado de un largo proceso de educación y desarrollo, a través de
continuas experiencias reencarnacionistas.
En cada fase de la vilegiatura, en el cuerpo o fuera de él, el Espíritu conquista
bendiciones que incorpora al patrimonio evolutivo, moldeando los cuerpos futuros
según tales adquisiciones, que son vibratoriamente afectadas por las ondas de
energía positiva o negativa que emite sin cesar.
En consecuencia, cada criatura es especial, con reacciones específicas y su
propio modelado, aunque profundas similitudes en unos, cuán discordantes en
otros.
Estos logros de la evolución se reflejan en la constitución orgánica, emocional
y psíquica, seleccionando genes y valores que les permitan establecer los
correspondientes y necesarios dispositivos para la continuación de la evolución.
De esta forma, se organizan moralmente las estructuras expiatorias y
probatorias, como recursos necesarios para el aprendizaje y establecimiento de
valores conducentes al progreso.
Las expiaciones normalmente dañan el ser orgánico o psíquico de manera
irreversible, como resultado de actos pasados de rebelión: suicidio, homicidio,
perversidad, lujuria, concupiscencia, avaricia, odio y sus seguidores.
Las pruebas, a su vez, son correctivos temporales que sirven de aviso a la
locura o al consuelo, al error o al vicio, posibilitando la reconquista de la armonía
mediante un justo esfuerzo de recomposición interior, reintegrando al ser al orden
actual del Universo.
No nos referimos aquí a cuestiones de necesidades morales y sociales,
centrándose sólo en los pertinentes a la salud y la enfermedad.
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Estos marcos de acciones morales generan las reacciones correspondientes, como
leyes de causa y efecto, impulsando rescates idénticos a los daños y perjuicios producidos.
Conocidos estos efectos como karma, esto también puede ser positivo y
edificantes de acuerdo a logros anteriores, que brindan felicidad y paz.
Comúnmente, sin embargo, el concepto de karma llegó a ser aceptado como un
imperativo para ahuyentar y reparar, del cual nadie escapa, como consecuencia de sus
malas acciones. Sin embargo, este karma, cuando es probatorio, tiene el libre albedrío de
quien lo sufre para liberarse, ya que a través de él puede volverse más aprisionado, según
la nueva dirección que se le ofrezca.
Las realizaciones morales generan energías positivas que anulan las negativas, que
provocan sufrimientos de cualquier tipo, dando lugar a estímulos para la superación de viejas
situaciones atormentadoras.
Sujeto, por elección espontánea, al karma negativo, el ser expresa, además de
problemas en el área de la salud, diversos conflictos en la emoción, comportamiento,
surgiendo como un complejo de culpa (inconsciente), timidez, miedo, ansiedad, inseguridad...
En al mismo tiempo, autodesvalorización, falta de autoestima, presencia de otros complejos,
como superioridad, inferioridad, narcisismo, Edipo, Eletra, y más, generando graves
patologías que, sin embargo, pueden ser superadas mediante terapias de pericia y gran
personal. esfuerzo.
En el vasto cuadro de las enfermedades, la falta de amor propio del paciente explica la
desarmonía que lo aqueja. Esta manifestación no siempre es consciente, instalándose en
sus reflejos como una forma de falta de respeto, desconfianza y daño hacia sí mismos,
producto de acciones desafortunadas pasadas.
Cuando una enfermedad se instala en el organismo físico, se produce una fisura en el
conjunto vibratorio que la mantiene. Entonces, la mente debe ponerse en movimiento
inmediatamente para corregir tal desorden a fin de lograr la salud.
Casi siempre, sin embargo, los tóxicos de la ira, la rebelión y el resentimiento
se inyectan en el cuerpo, agravando aún más el paisaje afectado.
Casi siempre inseguro, el ser considera que no merece lo que ahora le sucede y teme
el agravamiento del mal, lo que se convierte en un problema aterrador, al que suma los
fantasmas de la duda, el desconcierto, el desamor cultivados bajo muchas formas. .
La amorterapia tiene sus pautas establecidas en la enseñanza evangélica, propuesta
por Jesús, cuando estableció: — Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti
mismo, como a ti mismo es un imperativo que no puede confundirse con el egoísmo, o el
egocentrismo, sino con el respeto y la derecho a la vida, a la felicidad que el individuo tiene
y merece.
Es un amor que preserva la paz, el culto a los hábitos sanos y al cuidado moral,
espiritual, intelectual de uno mismo, sin el cual, la manifestación del amor al prójimo es la
transferencia de la propia sombra, de la propia imagen (fallida) que pronto se torna en
desilusión y amargura, o hacia Dios, a quien no ve, esperando todo de Él, incluso como
mecanismo para eludir la responsabilidad.
El amor propio conduce a la elevación de los sentimientos y al logro de valores éticos
que promuevan al individuo y lo iluminen desde dentro, en él están el cuidado del cuerpo y
su conservación a través de los recursos a la mano, estimulando órganos y células a una
funcionamiento armonioso, resultante de los pensamientos autoestimuladores y
autoreformadores. también es necesario
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sesenta y cinco
desarrollen el intelecto y la emoción para marchar juntos como alas en un largo vuelo, dando
lugar al conocimiento y a la bienhechora actividad fraterna, que es buena primero para quien
la practica, para ayudar después a quien lo necesita.
No es una referencia al disfrute personal oa la autosatisfacción de los sentidos, sino un
recurso notable para el equilibrio íntimo con miras a la iluminación personal.
Este amor terapéutico ayuda a los campos vibratorios afectados por
enfermedades, restaurando sus carencias y recomponiendo la armonía del conjunto.
En efecto, no impide que las personas enfermen o mueran, lo que, de hacerlo, violaría
la ley de vida que establece: Todo lo que nace, muere, en términos del fenómeno biológico
terminal de la materia, en incesantes transformaciones.
En esta visión del amor propio, la enfermedad y la muerte no constituyen un fracaso
del ser, sino el camino hacia la vida. La salud ya no es un requisito para la existencia corporal,
sino un estado sujeto a múltiples cambios que resultan de las variantes comportamentales
del ser integral y que sólo será plenamente alcanzado después de quitarse los andrajos
físicos, pues estos son temporales, impermanentes.
Sin embargo, el amor propio da lugar al disfrute del bienestar, el equilibrio, la
de funciones y órganos sanos, cooperando para la estabilidad emocional.
Se ha afirmado que la tensión nerviosa es uno de los tiranos destructivos del cuerpo y
su aparato, sin embargo, la forma en que se enfrenta tiene mucho más que ver con su daño.
En la terapia de amor, la tensión da paso a la confianza y se debilita ante la entrega a
Dios, relajando los focos de desesperación y ansiedad, compresores de nervios, generadores
de tensión.
En el amor propio, la confianza irrestricta en la realidad, de la que nadie huye,
proporciona el equilibrio que propicia la salud. Este sentimiento produce optimismo, que es
un factor preponderante para el restablecimiento del campo energético afectado por el
trastorno, ya que favorece un cambio en el comportamiento mental, por lo tanto, actuando
como el punto de apoyo que genera las vibraciones.
Cuando uno vive de una manera diferente a como se expresa, es decir, cuando habla y
finge hacer algo que no hace, se tiende a contraer algún tipo de enfermedad, porque la salud
no soporta esa duplicidad, que es generador de desgracias.
Hay una interrelación más seria entre la mente y el cuerpo de lo que parece.
De este modo, el amor propio favorece la veracidad de los actos y las palabras, manteniendo
la salud o corrigiendo la enfermedad.
Los tejidos orgánicos interactúan a través de sustancias químicas que se mueven en el
torrente sanguíneo ya través de las hormonas del sistema endocrino. De ellos es responsable
la hipófisis, que recibe estímulos a través de impulsos nerviosos del hipotálamo, que regula
la mayor parte de los fenómenos y automatismos fisiológicos. Todo este mecanismo se da a
través de fibras nerviosas, provenientes del cerebro, el cual las comanda bajo las órdenes
de la mente, consciente o inconscientemente. Por tanto, la inducción del amor propio
promueve vibraciones armónicas que acaban manteniendo, organizando o reparando el
organismo, proporcionándole salud cuando está enfermo.
Psicológicamente, el amor propio es, ante todo, encuentro consigo mismo, conquista de
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autoconciencia, madurez, equilibrio.
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SÉPTIMA PARTE
CONQUISTANDOSE A SI MISMO
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La conquista del yo
Todos necesitamos viajar hacia adentro para descubrirnos a nosotros mismos,
desidentificándonos de lo que nos esconde de los demás y de nosotros mismos.
Retirados, en actitud defensiva, por el falso apoyo de un razonamiento
incompleto, preferimos no permitir que nadie vuelva a hacernos daño, como lo han hecho
otros en el pasado.
De esta forma, acumulamos resentimientos y miedos que nos llevan a un comportamiento
autocompasivo, marchando hacia un estado patológico de autodestrucción.
Una confrontación consciente con nuestras heridas nos mostrará que
no son verdad, ni tienen sentido, siendo el resultado de la inmadurez y presunción del ego
que se atribuye méritos que no tiene.
Por lo general, lo que consideramos una falta de respeto de los demás hacia nosotros,
resulta de nuestra perspectiva equivocada al observar los hechos, de la precipitación o incluso
de un cierto grado de paranoia.
Constituida por estímulos, nuestra relación no tiene éxito, porque
no sabemos producir el encuentro cuando nos acercamos a alguien.
Al evitar abrirnos a la relación, seguimos sospechando y nuestra
la estimulación es negativa, provocando una respuesta de rechazo.
En un proceso de cambio constante, las personas son impredecibles, lo cual es muy
bueno, ya que este fenómeno brinda nuevos descubrimientos y correcciones de conceptos.
Cuando nos presentamos sinceramente a alguien, ese alguien se nos revela fielmente.
Un estímulo vigorizante y dignificador provoca una respuesta equivalente.
Cuando nos entregamos a alguien, conocido o no, ofrecemos una parte, algo valioso
de nosotros mismos.
Si la otra persona no sabe cómo responder, no es un problema para nosotros,
porque verdaderamente somos lo que expresamos, de lo cual no podemos arrepentirnos, ni
debemos sentirnos heridos.
Aceptar el mal humor de otras personas es sintonizarnos con él, permitir que nos digan e
impongan cómo debemos actuar y comportarnos.
Nuestro aporte a la sociedad es preservar su salud en forma de interrelación personal,
educando a los groseros y medicando a los enfermos, a los antisociales.
El dolor es consecuencia de la inmadurez psicológica y la actitud retraída y desconfiada
resulta del predominio de nuestra naturaleza animal sobre la espiritual.
La conquista del yo con todos sus atributos y posibilidades constituye el fin primordial de
la existencia terrenal, en cuya búsqueda debemos invertir todo el potencial humano, emocional,
moral, intelectual.
Al considerarnos en un proceso constante de crecimiento, que se deriva de las experiencias
vividas y los conocimientos adquiridos, nuestra búsqueda del ser espiritual que somos se vuelve
esencial para nosotros.
La vigilancia en torno a las trampas del ego, hábil disfrazador de propósitos, constituye para
nosotros motivo para vencerlo, a fin de gozar de la verdadera felicidad.
En este sentido, la desidentificación de apegos y pasiones aparece como un paso
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decisivo en el programa de liberación. Para el desiderátum, el amor propio debe
ser revisado, para ser sustituido por un amor propio profundo, sin resabios
egoístas, generadores de personalismos enfermizos que nos lleven a conflictos
perfectamente evitables.
La reencarnación apunta a la autoconquista, que proporciona la realización
intelectomoral recomendada por Allan Kardec como indispensable a la sabiduría,
que sintetiza la adquisición del conocimiento con el amor.
Cuando no se alcanza esta meta, el ser se reencarna y desencarna para
volver, en un verdadero círculo de samsara, hasta que las Leyes establecen
expiaciones lenificadoras que interrumpen el círculo vicioso, para favorecer el
progreso.
En lugar del amor aparece el imperativo del dolor, expresión inevitable del
progreso constante de los Estatutos Divinos.
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Mecanismos de escape del ego
Acostumbrado a no enfrentarse a sí mismo, el ego camufla su
resistencia a la aceptación de la realidad profunda, desarrollando
mecanismos de evasión para conservar su dominio en la persona.
De esta forma, podemos enumerar algunos de estos instrumentos del ego,
para ocultar la realidad, permitiéndole escapar del enfrentamiento con el yo
profundo, tales como: compensación, desplazamiento, proyección, introyección y
racionalización.
Compensación
Fue el admirable padre del psicoanálisis individual, Alfred Adler, quien, al darse
cuenta de que un órgano deficiente es reemplazado por su compañero, un pulmón
enfermo o un riñón enfermo, estableció
—, que en el área psicológica se produce una
compensación correspondiente.
Grandes ases de la cultura física se convirtieron en atletas, porque buscaban
compensar la fragilidad orgánica, o algún límite, entregándose a ejercicios
extenuantes que les permitieran alcanzar las metas establecidas. Lo mismo ocurre
en las artes, en la ciencia con muchos de sus paladines.
Esta compensación radica en el punto de apoyo de algún conflicto, nos lleva a
exagerar cierta tendencia como un fenómeno inconsciente que demuestra lo
contrario.
La devoción excesiva a una causa o idea es la compensación por
miedo inconsciente de sostenerlo.
El fanatismo resulta de la inseguridad interior, no consciente, sobre la
legitimidad de lo que uno piensa creer, compensándolo así.
Siempre hay una exageración, un sobredesarrollo compensatorio, cuando,
inconscientemente, se establece un conflicto, al adoptar una creencia en algo sin
convicción.
El exceso de pudor, la exigencia de pureza, son probablemente compensaciones
de desorbitados deseos sexuales reprimidos y ansias de placeres promiscuos,
presentes en el ser profundo.
Sin duda, no se aplica a la generalidad de personas correctas y mojigatas,
sino a aquellas que se caracterizan por el exceso, por el énfasis predominante que
dan a estas manifestaciones naturales.
En compensación, se produce la formación de una reacción, lo que explica la
necesidad de un efecto psicológico opuesto.
De esta forma, actitudes exageradas en cualquier ámbito camuflan deseos
inconscientes opuestos.
En esta compensación psicológica, el ego exacerbado siempre tiene razón y,
sin piedad por la fragilidad humana, se expresa como dominador, superior a los
demás, a los que a menudo persigue sin tregua.
En la visión egoica distorsionada, tu postura es siempre la correcta, por lo que
exageras para sentirte aliviado de la tensión que surge de la inconsistencia entre el
ego presumido y el yo debilitado.
La compensación sustitutiva —una carencia orgánica impulsa al individuo a
sobresalir en otra área de la salud, superponiendo el logro de la mejora al factor
límite— también se traslada al campo emocional, y el conflicto de
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el orden psicológico da paso al desarrollo de otra facultad o expresión que puede sobresalir,
anular, o mejor dicho, encubrir, algún que otro fenómeno perturbador.
Gracias a la compensación sustitutiva, el yo se realiza, aunque trata de ignorar el desequilibrio
que queda comprimido, reprimido. Sin embargo, todo conflicto que no se libera regresa y, si se
reprime, acaba aflorando con fuerza, generando perturbaciones más graves.
La compensación egoica es, sin duda, un señuelo que debe ser dilucidado y superado.
Cada criatura es lo que realiza y, como tal, hay que presentarse, aceptarse, ser aceptado,
trabajando por el crecimiento interior a través de la catarsis, consciente de los conflictos
degenerativos.
Todo este mecanismo de evasión de la realidad y enmascaramiento del ego vuelve a la
persona inauténtica, artificial, desagradable por el resplandor de energías repulsivas que causan
malestar en los demás.
Desplazamiento
La conciencia ejerce un criterio de censura sobre la persona, dado el discernimiento en torno
a lo que sabe y experimenta, sabiendo cómo y cuándo se puede hacer algo, de manera que evite
la culpa. En este lúcido discernimiento, cuando surge un impulso que la censura de la conciencia
prohíbe presentarse sin reservas, el ego produce un desplazamiento.
Freud había identificado esta capacidad de censura de la conciencia, a la que colocó como
el superyó.
Cuando se experimenta un sentimiento de revuelta o animosidad contra alguien o algo, pero
que las circunstancias no permiten expresar, el ego lo traslada a reacciones de violencia contra
los objetos que se rompen o contra otras personas ajenas al problema.
En la antigua arena romana o en los actuales cuadriláteros de boxeo, estos sentimientos
reprimidos se traducen contra la víctima momentánea, desplazando la furia oculta, que permanece
contra los demás, en este ser indefenso.
Subconscientemente, la persona que apoya al dominador y le pide que extinga al
contendiente, mantiene la hostilidad que él reprime, incapaz por convenciones sociales o
circunstanciales de exteriorizarla.
La hostilidad de la criatura la lleva a reaccionar siempre por motivos reales o imaginarios.
Una mirada, una palabra mal colocada, una expresión desprovista de un significado más profundo,
bastan para provocar un desplazamiento, una actitud agresiva.
Frente a esta postura, se tiende a camuflar los significados perturbadores de la vida.
Al reprimirlos, se adopta un comportamiento de satisfacción del ego. Este mecanismo es
fácil de identificar, ya que el ego busca experimentar cualquier evento sin sentido para ocultar un
problema grave que no desea enfrentar conscientemente.
Esta reacción también puede resultar de un ambiente hostil en el hogar, donde la persona
se ha acostumbrado a desplazar los sentimientos que ha cultivado en la vida doméstica y no
quiere reconocerlos como de naturaleza agresiva.
Sólo una actitud de autorreflexión logra despertar al individuo a la aceptación consciente de
sí mismo, sin disfrazar el ego, sin desplazar
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reacciones a los demás y la lucha contra los trastornos psicológicos.
Proyección
La represión inconsciente de los conflictos de personalidad lleva al ego a proyectarlos
sobre otros individuos, circunstancias y lugares, eludiendo la aceptación de los errores y la
responsabilidad por los mismos.
Si tropiezas con una piedra en la calle, la culpa la tiene la administración pública municipal; si
choca con otro, es su culpa...
La proyección consigue reacciones sorprendentes.
Un joven chocó con otro en la calle y reaccionó preguntando: ¿Estás ciego?”, a lo que el
interlocutor respondió: Sí, estoy ciego”.
Había pisoteado al vidente y se había permitido el lujo de convertirse en víctima.
Existe una tendencia natural y morbosa en el ser humano a ignorar ciertas carencias personales
para proyectarlas en los demás.
Cada vez que alguien combate con exagerada vehemencia ciertos rasgos del carácter de
alguien, se proyecta sobre él, transfiriendo del ego, que el ego no quiere reconocer como deficiente,
la cualidad negativa que le es propia.
Hace de su víctima el espejo en el que se refleja inconscientemente.
Hay una necesidad de combatir en los demás lo que en ti es desagradable.
Hay personas que dicen ser molestadas por los demás, perseguidas donde están, odiadas en
todas partes, revelando un carácter y un comportamiento paranoico, proyectando así la animosidad
que mantienen hacia otros individuos, bajo el argumento de que no les agradan, y tratan de
prohibirles el paso, el avance.
La proyección es fácilmente identificable y se puede combatir a través de la honesta aceptación
de uno mismo, tal como uno es, y trabajando para mejorar.
introyección
Otro mecanismo de encubrimiento del ego es la introyección, que se caracteriza como la
conciencia de que las cualidades de las personas le pertenecen. Los valores relevantes que se
observan en los demás son rasgos del propio carácter, constituyendo un escollo — la defensa del
ego.
La persona se introyecta en la vida de los héroes que ama y con los que se identifica,
aceptando ser semejante a ellos. Toma su forma, sus hábitos, sus gestos y manías, su forma de
hablar y comportarse...
También puede ocurrir que las personas adopten el comportamiento infeliz de personajes de
dramas cotidianos, películas cinematográficas, telenovelas, tragedias narradas por periódicos.
En la actualidad, junto a los numerosos vicios sociales y la dependencia del alcohol, el tabaco
y otras drogas, existe también la dependencia de las telenovelas, a través de las cuales los
personajes, especialmente los infelices, son introyectados en los angustiados espectadores.
Este morbo debe ser liberado y el individuo tiene la necesidad, que debe ser satisfecha, de
asumir la realidad interior, identificándose en una combinación armoniosa entre el yo y el ego,
manteniendo el equilibrio emocional mediante el ejercicio del autodescubrimiento, eliminando
ilusiones, novelas imaginarias, ya que tales mecanismos de escape, a pesar de la
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placer momentáneo que dispensan, terminan alienando al ser.
Racionalización
La racionalización es el mecanismo de escape más serio del ego, pues busca
justificar el error a través de aparentes motivos justos, que degeneran el sentido crítico,
de integridad moral, asumiendo posturas equivocadas y dañinas. Siempre hay razón
para acreditar favorablemente los actos, incluso los más irreflexivos y graves, por las
razones aducidas, que no son legítimas. Esta dicotomía —lo que se justifica y lo que es
— se convierte en un mecanismo perturbador, ya que se niega la realidad en favor de lo
imaginado.
Las razones legítimas de los hábitos y comportamientos están enmascaradas por
afirmaciones falsas. Al no admitir lo que uno prefiere hacer o ser, y uno toma en cuenta
que está mal, uno asume la máscara egoica de la racionalización.
Esta falta de honestidad, como falsa expresión de uno mismo, se convierte en un
desequilibrio psicológico, que termina en la pérdida de sentido existencial.
Nadie puede cambiar un mal en bien simplemente porque se niega a aceptar
conscientemente este mal, que tiene que trabajar para mejorar, en lugar de ignorarlo o
justificarlo con la racionalización.
La tendencia humana a elegir se dirige siempre hacia el bien. Así, hay una repulsión
natural por el mal, cuya racionalización trata de cambiar el contexto, para apaciguar la
conciencia, generando perturbación psicológica.
Esta lucha, que se da entre el intelecto y la razón, busca la justificación para
convertir el mal en bien, lo cual es irreal. De esta manera, cuando una persona obra mal
y la razón le reprocha, el intelecto busca un justo derecho a reprimir el bien y proceder
con la acción.
La ejecución vence a la razón y la mente justifica el mal, del cual surgirá una
bien, para sí mismo o para los demás, como racionaliza el ego desequilibrado.
Sólo una voluntad severa y noble, ejerciendo su fuerza sobre los mecanismos de
evasión, para preservar el equilibrio entre la razón y el intelecto con la emoción del bien
y la equidad, proponiendo el ajuste psicológico del ser.
Aparte de eso, tales mecanismos de camuflaje de la realidad conducen a la
alienación, sufrimiento.
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27
miedo y muerte
Los mecanismos de evitación del ego enmascaran la realidad del yo,
normalmente tiene miedo de emerger y predominar, que es su fatalidad.
Factores considerables, sin embargo, dan cuenta de los estados fóbicos del ser,
desde las perturbaciones generadas por la química cerebral, responsables de
variadas desarmonías, hasta los fenómenos de naturaleza psicológica, resultantes
de los conflictos experimentados por la madre embarazada, reaccionarios a la
concepción, tensos ante la responsabilidad, amargado por las incertidumbres y los
fracasos del parto, predominando los sobresaltos posnatales cuando el ser es sacado
del calor intrauterino, donde se siente seguro, y colocado en un ambiente hostil en el
que todo parece amenazar su frágil existencia.
También se pueden señalar otros factores, que son de carácter psicógeno,
como preponderantes en la formación patológica de las conductas fóbicas.
La educación en el hogar, la madre dominante y el padre negligente o viceversa,
no pocas veces aplastan la personalidad del estudiante durante el tránsito infantil.
Son innumerables los factores preponderantes como factores predisponentes
en las psicopatologías del miedo, responsables de estados lamentables en la criatura
humana.
El miedo se insinúa de manera sutil, aparentemente lógica, apoderándose de
los paisajes de la psique, como una inseguridad atormentadora poblada de horribles
pesadillas, que conducen a alucinaciones e impulsos incontrolables de huir incluso a
través de la contienda de la muerte.
Con el tiempo, las conductas del paciente se alternan: apatía morbosa o miedo
continuo, ambas de innegable gravedad.
En la psicogénesis, sin embargo, de los estados fóbicos en general, no se puede
descartar la anterioridad existencial del ser, en Espíritu, peregrino de innumerables
reencarnaciones, cuya historia está escrita en los intrincados tejidos de la misma
estructura espiritual.
Comportamientos irregulares, actividades nocivas, acciones perversas ocultas
que no fueron reveladas, se inscriben en la conciencia profunda como una necesidad
de reparación, que reaparecen desde la nueva concepción, cuando ocurren los
factores que las despiertan, permitiéndoles sumergirse en el inconsciente, y pasar a
trabajar sobre el ser real, llevándolo de la inseguridad inicial al miedo inquietante.
La reencarnación es un método para que el Espíritu aprenda, actúe, se eduque,
recuperándose cuando se equivoca, reparando cuando se compromete negativamente.
Inevitable su ocurrencia, funciona por automatismo de la Vida, imponiendo las
cargas de una experiencia a la siguiente, en un mecanismo natural de evolución.
Una vez inscritos los códigos de justicia en la conciencia individual, representando
la Conciencia Cósmica, nadie está exento de los imperativos, pues es un fenómeno
automático e inmediato.
Cada acción resulta en una reacción similar, con la misma intensidad vibratoria.
Cuando el efecto es reprimido, aparece, predominantemente, proporcionando la
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estados de liberación o de sufrimiento, dependiendo de tu campo energético.
El autodescubrimiento es la terapia saludable para identificar las causas
generadoras y, al mismo tiempo, sensibilizar sobre qué recursos se pueden utilizar
para la liberación.
Conociendo el factor responsable del miedo, la confianza prevalecerá
en causas positivas, que redundarán en futuros equilibrios de fácil adquisición.
Junto a las terapias académicas, según la etiopatogenia del miedo en cada
criatura, la renovación personal a través del optimismo, la autoestima, el hábito de las
ideaciones elevadas, la oración, la meditación, constituyen recursos curativos eficaces
para el encuentro con uno mismo, la paz interior.
El miedo es un enemigo morboso, al que hay que enfrentarse con naturalidad
mediante el ejercicio de la razón y la lógica.
Entre las diversas expresiones del miedo se destaca la muerte, herencia atávica
de los arquetipos ancestrales, de las religiones castradoras y temerarias, de los cultos
bárbaros, de las situaciones de lo desconocido, de las imágenes mitológicas que
dibujaban las huellas del miedo en el tejido social, de las eternas castigos para las
conciencias culpables, de los horrores indecibles que los seres humanos no son
capaces de digerir...
El miedo a la muerte, a veces patológico, parece tan grave que la criatura se
suicida para no esperar la muerte...
Es comprensible que desde el momento de la concepción se manifieste el
fenómeno de la transformación celular o muerte biológica. En este proceso de
transformaciones incesantes, llega el momento del paro definitivo del equipo biológico,
y tal ocurrencia es perfectamente natural, no pudiendo dar cuenta de los temores y
miedos que se han cultivado.
No es la primera vez que se produce la muerte del cuerpo, en la vilegiatura de la
evolución de los seres. El olvido del fenómeno, de ninguna manera, puede ser
considerado como desconocido por el Espíritu, que lo ha experimentado antes.
Una profundización mental demuestra que la muerte no duele, no asusta, pero el
estado psicológico de cada uno, en relación a ella, traslada las impresiones íntimas
al exterior, dando paso a las manifestaciones espantosas.
La Psicología Transpersonal, al tratar con el ser psíquico, el ser espiritual, lo
conoce en proceso de evolución, entrando en el cuerpo —reencarnación— y saliendo
de él —desencarnación— del mismo modo que el cuerpo usa ropas, que son
necesarias y prescindibles, según en la ocasión.
El simple hábito de dormir, cuando uno se sumerge en una relativa inconsciencia,
es una experiencia de muerte que debe servir de patrón comparativo para el final del
proceso biológico.
Así como el yo profundo considera la muerte, poblándola de incertidumbres, de
espíritus malignos, de regiones punitivas o de aniquilamiento, así la enfrentará.
También sucede lo contrario. Cerrando la muerte con la esperanza de felices
reencuentros, de ennoblecidas aspiraciones, de un placentero despertar, se producirá
el milagro de la vida.
El miedo a la muerte proviene de la ignorancia de la realidad espiritual y el apego
a lo transitorio físico.
Freud afirmó que la pulsión de muerte es superior a la pulsión de conservación
de la vida, que es perfectamente natural, considerando que el cuerpo es un fenómeno,
y éste pasa, quedando la causa, que es la energía, la vida misma.
La psicoterapia preventiva, como cura del miedo a la muerte, propone
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una conducta armoniosa con los niveles superiores de conciencia despierta, lúcida,
avanzando hacia la trascendencia del Yo, hasta culminar en la identificación con lo
Cósmico.
Piensa y actúa bien.
Amarse y amarse unos a otros.
Servir, como forma de ser feliz.
Enlace a la Fuente de Vida Perenne, Causal y Terminal.
Meditando, beneficiándose del autodescubrimiento y convirtiéndose en agente
de esperanza y de paz, así es vivir sin morir y morir para perpetuar la vida.
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Referencias para la autoidentificación
Inevitablemente, las personas necesitan experimentar algunas de estas
evasivas del ego, sus juegos, por falta de estructura psicológica que sustente la
realidad, la verdad.
El mecanismo de escape puede ser una necesidad de reprimir algo.
para cuya manifestación el ser no se siente preparado.
Siempre es un riesgo intentar, de golpe, empujar al individuo hacia un encuentro
claro e inmediato consigo mismo, dada su falta de valores íntimos para reconocerse
frágil —sin depresión, necesitado—, sin inseguridad sobre el futuro. aturdido
desesperanzado...
El ser psicológico es, estructuralmente, la suma de sus emociones y conquistas,
que caracterizan la individualidad personal en proceso de evolución.
La liberación, por tanto, de los complejos dispositivos de evasión, se producirá
mediante terapias adecuadas, que proporcionarán la madurez psicológica para la
autoestima y el enfrentamiento a una realidad soportable.
Cualquier intento de esgrimir la verdad —después de todo, la propia verdad—
puede resultar en un conflicto más serio. La caída de la máscara despoja al individuo
y no siempre quiere ser visto como es —incluso porque se ignora a sí mismo— y
puede sufrir un shock con el descubrimiento prematuro o alienarse al saberse
identificado de una forma inadecuada, desagradable. forma.
La verdad se va absorbiendo, poco a poco, a través de la identificación de los
valores reales en detrimento de los aparentes, a través del descubrimiento del sentido
de la existencia y su finalidad.
Las invitaciones existenciales que propulsan al exterior, a la apariencia, moldean
la personalidad imponiendo innumerables mecanismos de supervivencia del ego, a
los que se aferra el individuo, permaneciendo ignorante de su realidad y de los
objetivos pertinentes de la vida.
Las ilusiones, así, son comensales de la criatura, que se presenta como quisiera
ser y no según el yo, el yo profundo, lo que es.
Extirparlos es condenar al otro al desamparo, quitarle las varas psicológicas de apoyo.
Esto no significa apoyo a conductas falsas, personalidades estereotipadas, sino
respeto al derecho de cada uno a vivir como puede y no como le gustaría ser.
Es fundamental ser leal, honesto contigo mismo, revelador
si y trabajando tu mismo por dentro.
La experiencia de identificarse es un paso avanzado en el proceso de
autodescubrimiento, de automaduración.
Esta búsqueda interior se expresa como una forma de insatisfacción con lo ya
logrado: los valores poseídos ya no llenan los espacios interiores, dejando vacíos
emocionales; una necesidad de superación psicológica, superando formalismos,
modas, situaciones circunstanciales, en las que la forma es más importante que el
contenido, el exterior es más relevante que el interior; una conciencia lúcida, que
despierta a los niveles superiores de la existencia física; una aspiración desenfrenada
de conquistas metafísicas, dada la vigencia permanente del fenómeno de la muerte
en continua amenaza, desde la fugacidad de
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la experiencia física lleva poco tiempo, lo que lleva a la frustración; una imperiosa búsqueda
de la paz despojada de adornos y condicionantes, y un amplio anhelo de plenitud.
Con estas referencias hay una inevitable autopenetración psicológica, una búsqueda
del yo, del autodescubrimiento, para discernir claramente qué se anhela y qué, qué se
tiene y cuál su aplicación, el análisis del futuro y cómo se presentará.
La emergencia del yo, que predomina en el individuo, es característica de la
cristificación, de la liberación del dios interior, de la plenitud.
Cuando comienza, automáticamente se produce una transformación psicológica, la
escala de valores cambia y el comportamiento cambia de expresión.
Se establece la salud emocional y mental, dando lugar a una correcta visión de los
accidentes orgánicos, que ya no desequilibran, y el fenómeno de la muerte se vuelve
perfectamente natural, sin fantasmas aterradores ni ansias de anticipación.
Existe una completa armonía entre el vivir, la existencia física, y la Vida, la realidad
total.
El yo, por el proceso de reencarnación, se sumerge en la neblina carnal, adormecido
por las sustancias tóxicas y los vapores de la vestidura física bajo la presión de las
experiencias humanas, de las relaciones sociales, en las que la astucia y no la sabiduría,
la simulación y no la honestidad, La falacia y no el silencio promueven que el individuo,
gane un lugar destacado en la comunidad. Esta conducta irregular, tal criterio, son
impedimentos para la liberación del yo.
Las psicopatologías prevalecen como efecto de la actitud del yo hacia el
Exijo un mayor conocimiento de las legítimas necesidades.
La conquista de uno mismo es un proceso que debe iniciarse de inmediato, utilizando
las propias terapias y, simultáneamente, los recursos de la oración, la meditación y las
acciones edificantes.
Cada logro genera la ambición de alcanzar un nuevo nivel, que se convierte en un
desafío atractivo y estimulante.
Nadie, por lo tanto, puede detenerse en los niveles inferiores de conciencia,
relegando el yo, la codiciada realidad, a un plano secundario.
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PARTE OCTAVA
SILENCIO INTERIOR
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silencio interior
La gran problemáticadesafío de la criatura humana es la adquisición de la paz.
Empeñado en su conquista, rara vez busca y sigue los caminos
ideales capaces de conducir a su meta.
Viviendo en una época de confusión en diferentes áreas, se ve afectado fácilmente,
incluso cuando cree que está en el camino correcto.
Atávicamente amante del ego, se aferra a los valores externos, y esto
el comportamiento se vuelve responsable de sus continuos fracasos.
Carente de los instrumentos interiores que la armonizarían en relación con su
prójimo y el Cosmos, a menudo se exaspera y se desalienta ante los primeros
obstáculos que considera insuperables.
Adaptada a conquistas exteriores fáciles de conseguir, abandona las intenciones
iniciales de encontrar la paz, abandonando la postura no violenta para unirse a los
beligerantes, aunque disfrazando la agresividad. La Tierra siempre ha vivido en guerra,
y las Naciones sólo descansan en el interregno de los conflictos, yendo de uno a otro,
sin encontrar el camino para la conservación de la tranquilidad general.
A estas guerras violentas les siguen los armisticios —que son breves períodos de
descanso, en los que los litigantes recuperan fuerzas para nuevos combates— siempre
rebosantes de estallidos de destrucción por motivos injustificables y sin motivo alguno,
como si existieran motivos legítimos para la guerra. atrocidad de las batallas sangrientas.
Esto sucede porque los individuos no tienen paz interior.
Como no son capaces de tolerarse recíprocamente en pequeños grupos, no están
en condiciones de respetar los tratados, firmados por ellos mismos, que sólo les ocultan
la brutalidad que se convierte en una característica de la civilización y la cultura.
En consecuencia, la paz mundial es todavía una utopía, por la falta de plenitud
moral y pacificadora de la criatura misma.
Este fenómeno resulta de tus apegos egoicos, tus fantasías
dorado, de sus pasiones y su voluptuosidad por el dominio de los demás.
Los apegos morales, afectivos, culturales, personales, a los objetos, a las razas,
a los grupos sociales, son los escapes del ego arbitrario, ambicioso y loco, responsable
de las lamentables disputas que, deterioradas, son germen de guerras.
Este estado psicológico, de transferencia y proyección de la sombra de la
personalidad inmadura, es el resultado del desbarajuste, de los mezquinos y múltiples
intereses a los que uno se aferra, desadaptándose frente al orden, la naturaleza y la
vida.
Una revisión del comportamiento humano, un estudio
profunda sobre el silencio íntimo, así como la armonía interior.
La única forma de lograrlo es viajar dentro de uno mismo, domar la mente inquieta
—lo que los orientales llaman el “mono loco que salta de rama en rama”— e inducirla
a la reflexión, al autodescubrimiento.
Hay quienes le temen a la quietud, porque cuando ocurre, ocurre la liberación.
del ego y el ser se ilumina.
Todos somos esclavos de la mente.
El universo existe por quien lo observa, por la mente que lo analiza, por la
percepción con que lo abraza.
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Aquellos cuyas mentes carecen de formación y lucidez no se dan cuenta de la
realidad, que para ellos tiene otros contenidos y significados.
Ante tal conducta, habla y produce ruido. Es noble y útil a la hora de comunicar.
y sin embargo se vuelve grandioso si logras vivir en silencio mental.
Los contenidos psíquicos en relación con el yo, cuando son captados por éste,
constituyen la conciencia lúcida, y el silencio se vuelve de gran importancia para esta
conquista.
El silencio interior está hecho de paz y plenitud, cuando el ser comprende el
sentido de su vida y la gravedad de su conducta en relación con los demás miembros
que componen el Cosmos.
La Ciencia se une hoy con la Religión —se trata de una perfecta identificación
del ego y el Yo, del Logos y Eros— ligándose uno al otro, comenzando a contribuir a
la felicidad humana sin confrontaciones, que antes se daban por los absurdos
antagonismos.
Hasta ahora, la Ciencia había estado trabajando solo para el conocimiento,
mientras que la Religión buscaba solo reconectar a la criatura con el Creador,
marchando por separado y en oposición.
La Psicología Transpersonal, al estudiar los estados alterados de conciencia,
yendo más allá de la conciencia en sí misma, facilitó la unión de las técnicas místicas
de Oriente con la razón de Occidente, favoreciendo la integración de Eros y Logos
en beneficio de la plena individuación del ser.
La fe y la razón marchan, unidas ahora, contribuyendo a que surja el ser feliz. El
silencio interior constituye el gran intermediario de la paz, que proviene de esta unión,
para desarrollar en la criatura el sentimiento de amor —por Dios, por uno mismo, por
el prójimo—, convirtiéndose este amor en el producto alquímico que diluye el odio,
que supera las barreras que lo impiden. de la fraternidad y la inunda de recursos y
contenidos psíquicos libertarios.
El apego egoísta, superado, da paso a la generosidad, a la donación, y el
individuo, libre de ataduras, en íntimo silencio, emprende la gran experiencia de vivir
el yo en armonía con las Leyes de la Vida. Esto se debe a que el nivel más alto de
conciencia, al menos a nivel humano, es el cósmico, que resulta de la identificación
entre uno mismo y el Universo, sumergiendo el pensamiento en Dios y realizándose
plenamente a sí mismo.
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Desidentificación
Podemos considerar la personalidad humana constituida de esencia y
sustancia. La primera son las energías que proceden del Yo Profundo, las
vibraciones que provienen de su causalidad, y la segunda es el conjunto de
contenidos psíquicos, transformados en actos, experiencias, realizaciones,
resultantes del entorno, circunstancias y reminiscencias de existencias pasadas. . .
Son las sustancias que responden por el comportamiento del ser,
dándole libertad o esclavitud y dando a luz al yo.
En una persona corriente, portadora de conciencia, sin la noble conquista
del discernimiento y la experiencia compatible, se estructuran ilusiones y
tentaciones, pasando a la posición de realidades únicas, que ignoran, en efecto,
la Realidad legítima.
Esta distorsión psicológica proporcionada por el ego, que se adormece y se
engaña a sí mismo, contribuye a experiencias utópicas y alienantes, que alteran
su comportamiento, produciendo estados profundamente perturbadores.
El hábito y el cultivo de pensamientos viciosos, de cualquier naturaleza, se
convierten en las sustancias que forman la personalidad enfermiza, que se
adapta a los factores de disolución, rompiendo la línea de equilibrio y
discernimiento, empujando a transitar por el camino de la irrealidad.
Indudablemente, el portador de sustancias fragmentarias se mueve en una
verdadera niebla, más compacta o más sutil, según las fijaciones, los vicios a los
que se aferra.
Identificándose con las ideas que le convienen algunas de origen
psicopatológico las adapta e incorpora, deformando su personalidad, y esa
irrealidad acaba afectando su individualidad, si no se resuelve con una
psicoterapia específica y urgente.
Estas identificaciones se expresan en las áreas fisiológica, como sensaciones,
y psicológica, como emociones.
Cada vez que la persona intenta la conciencia íntima, el encuentro con el Yo
profundo, la búsqueda interior, las sensaciones predominantes en los paisajes
físicos perturban la decisión, impidiendo la experiencia. Son sensaciones visuales,
gustativas, olfativas, auditivas, táctiles, con las que vive en esclavitud, y que
aparecen en el silencio, en la concentración, ocupando el espacio mental,
desviando la atención de la meta que busca.
Son ruidos externos que, en otras circunstancias, no se notan; imágenes
visuales archivadas, aparentemente olvidadas; olfato excitado, que provoca el
apetito; picazón y picazón que aparecen simultáneamente en varias partes del
cuerpo; salivación y deseo de alimentarse, tomando los centros de interés y
desviándolos del propósito liberador.
Por otra parte, en los intentos del silencio interior por reequilibrar la
personalidad, las sensaciones producen asociaciones de ideas que conducen a
evocaciones sin sentido.
La música y el perfume vuelven a la sensibilidad orgánica e inducen
recuerdos inquietantes, con lamentable anhelo de repetirlos y volver a disfrutarlos.
La mente adicta y el cuerpo acomodado dificultan el despertar del
conciencia a la lucidez.
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La actividad de desidentificación, por lo tanto, se vuelve urgente.
Mediante el cambio de los hábitos mentales, el cultivo de las ideas —reemplazando
las perturbadoras por las saludables, ya que todo espacio debe ser llenado— del
ejercicio disciplinado de los pensamientos, pasando a la alteración de los placeres y
goces ilusorios que deben dar paso a aquellos que se expresen como manifestación
de la Realidad plena, habrá liberación de vicios y fijaciones, desidentificándose de la
conducta tormentosa.
Como envolturas concéntricas que asfixian las radiaciones del Yo real, las
identificaciones deberán ser liberadas desde adentro hacia afuera, por tanto, desde la
esencia hacia la sustancia.
A medida que la conciencia se desdobla de los impedimentos psíquicos, se logran
descubrimientos más amplios en las áreas de las identificaciones, que se diluyen,
permitiéndole brillar como una poderosa estrella en la estela de la noche transparente.
Conciencia desidentificada con la personalidad fragmentada,
enfermedad, proporciona bienestar.
Este logro, el de la atención plena, trae alegría. En consecuencia, el silencio
interior consciente, responsable de la salud psíquica y emocional, predispone al ser al
crecimiento de las aspiraciones y al esfuerzo de ideales ennoblecedores.
En esta fase de desidentificación y lucidez plena, la conciencia se predispone a
conquistar el estadio más elevado, al menos en el ámbito humano, que es su total
armonización con la de la naturaleza Cósmica.
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Liberación de contenido negativo
Gracias al atavismo predominante en su naturaleza, el hombre mantiene las
primeras expresiones de conciencia en un nivel inferior, en el que confunde el yo con
el objeto, y lo suyo es sólo una percepción sensorial.
La identificación con su propio cuerpo le proporciona una conciencia orgánica,
deformada, que va liberando poco a poco, avanzando hacia el traslado de este
contenido a otro nivel de discernimiento y dirección.
En el proceso de evolución, porque transita sobre las huellas del instinto que lo
somete, adquiere otros valores, sin desidentificarse de los contenidos fijos, por lo que
la marcha se vuelve muy lenta.
La conciencia individual, que representa lo Cósmico, al principio parece dislocada
y diferenciada. Sin embargo, el Dios en nosotros del concepto evangélico se refleja
en esta percepción embrionaria, que se desarrollará en la sucesión de experiencias
hasta liberarse y alcanzar la totalidad.
Dolorosamente, no pocas veces, la liberación de contenidos negativos —
disolviendo pasiones, apegos, ilusiones, sentimientos inferiores— proporciona anhelos
de conquistas de otros niveles, en los que el bienestar y la paz forman nuevos hábitos,
la nueva naturaleza del ser.
La Psicología Tradicional, considerando patológicos los niveles superiores, define
a cada uno de ellos con una nomenclatura especial, debido al desinterés por penetrar
en los estados alterados de conciencia, que llevarían a la constatación del ser
preexistente al cuerpo como un superviviente de la muerte.
En el nivel inferior de conciencia, los estados alterados demuestran que muchos
de estos contenidos negativos, emergentes y predominantes provienen de pasadas
reencarnaciones, no fueron liberados, ni lograron diluirse mediante acciones
ennoblecedoras.
Todos los contenidos primitivos provienen de realizaciones y fijaciones siempre
anteriores, que sólo las disciplinas del esfuerzo, la concentración, la meditación para
la acción, logran liberar.
Por ello, la meditación es una valiosa terapia para la superación de los contenidos
negativos, con el objetivo de liberar el inconsciente, en lugar de aplastarlo o asfixiarlo,
y, lejos de hacerlo consciente, generar nuevas formulaciones e identificaciones
actuales que, en el futuro , aparecerán como recursos altos.
Todos los formuladores de la conciencia superior son unánimes, ya sea en el
Orientalismo o en la Psicología Transpersonal, en recurrir a la terapia meditativa, que
facilita el autoconocimiento, llena los vacíos causados por la insatisfacción, anula el
yo corporal —rico en las necesidades de los sentidos— para despertar ideales
subjetivos, transferencias metafísicas.
En el nivel superior de conciencia, el yo deja de ser más yo, para ser una síntesis
y vibrar en armonía con el Todo.
La fragmentación de la Unidad y el equilibrio transpersonal desaparecen
sincroniza con la Conciencia Universal.
La característica fundamental del nivel inferior, por tanto, de prevalencia de
contenidos negativos, es la fragilidad del Yo profundo frente a las exigencias del ego
atormentado, generando proyecciones de sombra y desmantelando proyectos de paz.
La Psicología Espírita, a su vez, atendiendo al hombre integral, distingue
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también en lo psíquico, contenidos negativos, la interferencia de mentes obsesivas
desencarnadas, que se complacen en el intercambio perturbador, proporcionando
incomodidad y angustia en esfuerzos crueles, a través de alienaciones de diversos
rumbos.
Al mismo tiempo, otros desencarnados, envidiosos o desdichados, ligados a las
criaturas humanas por afectividad morbosa o despecho sangriento, establecen
fenómenos de hipnosis que retrasan el desarrollo de la conciencia de quienes
experimentan su asedio.
En la psicoterapia espírita, el conocimiento de la supervivencia y la interrelación
entre seres de ambas esferas —física y espiritual— ofrece procesos liberadores siempre
centrados en la transformación moral del paciente, su renovación interior y sus acciones
edificantes, que propician el discernimiento entre el bien y el mal, propiciando el traslado
al nivel superior, en el que se vuelve inaccesible a la inducción perversa.
La meditación, la búsqueda interna, en esta etapa, son relevantes y científicamente
fundamental para el proceso de crecimiento, discernimiento, lucidez.
El hombre avanza hacia su destino, a paso lento en los primeros niveles de
conciencia, por desinterés, por ignorancia, acelerando la marcha en la proporción directa
en que supera tales niveles y descubre la excelencia de las conquistas con las que se
enriquece.
La liberación de contenidos negativos es inevitable; sin embargo, diversos
fenómenos patológicos y preferencias emocionales perturbadoras interfieren con su
mantenimiento, por lo que es necesario que los psicoterapeutas vigilantes insistan con
estos pacientes en que descubran y encuentren los beneficios de los niveles superiores.
La liberación es felicidad, y la conciencia enriquecida con contenidos superiores
significa plenitud, el reino de los cielos, incluso durante el tránsito terrenal.
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32
Lo esencial
Frente al inevitable proceso de crecimiento del Yo profundo, la vida adquiere
características variadas, y las oportunidades invitan, llamando con la liberación, que
solo puede lograrse a través de arduos esfuerzos.
En la fase inicial de predominio egocéntrico, el ser se proyecta en el mundo con el
que se identifica, aprisionándose en la maraña de cosas externas, bajo conflictos que
no es capaz de manejar, desequilibrándose casi siempre y pasando a estados neuróticos
de insatisfacción. , ansiedad, miedo o alucinaciones diversas.
El apego, esa inquietante fijación a la impermanencia, a la que pretende dar
perpetuidad, constituye su fin existencial.
Más tarde, en un intento por salir de la situación psicológica del niño, avanza a la
posición egoísta, cultivando valores personales, narcisistas, en los que se sumerge,
despertando en la amargura, bajo la influencia del tiempo degenerativo y la frustración
atormentadora.
Lo esencial, casi siempre, queda en un segundo plano en el paisaje psicológico de
aspiraciones en conflicto. A medida que madura, se
traslada de las cosas y prisiones egoicas a la conquista de su realidad: el desarrollo
del Yo profundo que debe predominar, comandando los anhelos y programas de
liberación.
Sólo la autoconciencia te proporcionará una visión diferenciadora de
fenómenos perturbadores, en relación con aquellos otros de plenificación.
En brillantes y sucesivos intentos de profundizar en los niveles, los niveles de
conciencia, psicólogos y otros estudiosos, desde las áreas de las ciencias psíquicas,
plantean una cartografía que, variando de escuela y etapa, sigue los mismos procesos
de desarrollo compatibles con el crecimiento de el ser, según sus vivencias en la
búsqueda de la salud real.
Deseoso de ampliar el campo de análisis de sus pacientes, mientras Freud fundaba
el Psicoanálisis y lo difundía, Roberto Assagioli, en Italia, porque enfrentó dificultades
para aplicar, en algunos de ellos, las recomendaciones de la doctrina que había
absorbido del maestro vienés , comenzó a trabajar en la organización de la Psicosíntesis,
en la que encontró recursos terapéuticos más amplios para liberarlos, ampliando así los
campos de comprensión de las personalidades en conflicto.
Posteriormente, el bioquímico Robert De Ropp, estudiando con amor las reacciones
cerebrales, entre otras experiencias, y buscando producir estados alterados de
conciencia, formuló las bases y paradigmas de su Psicología Creativa, inspirándose en
las experiencias de George Ivanovitch Gurdjieff, con su complejo místico psicológico. y
aportes cosmológicos.
Buscando interpretar al maestro ruso, De Ropp clasificó los niveles de conciencia
en cinco etapas: conciencia de sueño sin sueños; dormir con sueño; sueño despierto;
de la trascendencia del yo y de la conciencia cósmica...
Para él, el hombre evoluciona inesperadamente, a veces de uno a otro.
otro nivel, sobre todo en las dos primeras etapas de conciliar el sueño...
A través de una psicoterapia precisa y ejercicios cuidadosos, se logra avanzar a
través de los diferentes niveles, hasta la etapa final, que se vuelve difícil de verbalizar.
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en vista de las emociones y descubrimientos logrados, en ese momento de
perfecta integración con lo que podríamos llamar el Logos, el pensamiento divino.
En el primer nivel, cuando se pasa por el sueño sin sueños, sólo se
exteriorizan los fenómenos orgánicos automáticos, incluso sin la conciencia de la
conciencia, tales como: la respiración, la digestión, la reproducción, la circulación
sanguínea...
Como anestesiado, no tiene una acción lúcida sobre los acontecimientos que
rodean su propia existencia, y la falta de voluntad del individuo contribuye a su
lento tránsito del instinto a los pródromos de la razón.
En el segundo nivel, dormir con los sueños, libera clichés y los incorpora
lentamente a la realidad, pasando de fases dramáticas —pesadillas, miedos— a
la libido —la acción de los estímulos sexuales—.
(*) Ver: Hacia las Estrellas — Luis C. Postiglioni — Capítulo 20 — Espíritus
Diversos — Instituto de Difusión Espírita. Médiums y Mediumnidad — Espíritu
Vianna de Carvalho — Capítulo 5 — Editora Arte e Cultura. Nota del autor
espiritual.
— y los reveladores — concernientes a la liberación parcial del Espíritu cuando el
cuerpo está en reposo...
El desarrollo de la conciencia alcanza el tercer nivel, el del sueño despierto,
en el que la determinación personal, aliada a la voluntad, conduce al ser a los
ideales de ennoblecimiento, al descubrimiento de la finalidad de su existencia, a
las aspiraciones de lo esencial. a ello, al yo.encuentro, a la realización total.
Naturalmente, de allí asciende al cuarto estado, que es el descubrimiento de
la trascendencia del ego, la identificación consigo mismo, con la consiguiente
liberación del ego profundo, logrando la íntima armonía con los ideales superiores,
su verdadero objetivo psicológico existencial.
Superar conflictos, angustias, desidentificar contenidos psicológicos esquivos,
permite la iluminación, y el siguiente paso es la meta de vincularse con la
conciencia cósmica.
No siempre, sin embargo, los hombres y mujeres logran alcanzar este nivel
ideal, fenómeno que, sin embargo, se realizará a través de reencarnaciones que
les darán la victoria sobre el karma negativo y, a través de las leyes de causa y
efecto, paso a paso, en esfuerzo continuo serán capaces de hacerlo.
Del mismo modo, la reencarnación aclara la cartografía de la conciencia de
De Ropp cuando analiza los niveles que diferencian a los individuos en la inmensa
masa humana.
Las experiencias acumuladas promueven o retienen al individuo en los
fenómenos derivados de las acciones realizadas, beneficiándolo o afligiéndolo
con las sombras que quedan dominantes, en la condición de residuos espirituales.
La conciencia los filtra y, al no poder digerirlos, los transforma en conflictos,
perturbaciones, estados psicopatológicos, que requieren terapias especializadas
y continuas.
En cualquier nivel, sin embargo, a partir del dormir con los sueños, la voluntad
juega un papel relevante, impulsando al ser a nuevas realizaciones y completando
conquistas que enriquecen el arsenal psicológico, madurando lo esencial a la vida
y seleccionándolo del montón egoico de lo superfluo. .
Psicoterapeuta excepcional con su visión realista y creativa, Jesús
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definió la necesidad de buscar primero el reino de los cielos, ya que ese fanal
daría lugar a la conquista de todas las demás cosas. Es obvio que, al adquirir
lo esencial, todas las cosas pierden su sentido, porque se encuentran
desprovistas de valor frente a lo que es sólo fundamental. Además, advirtió
sobre el imperativo de hacer a los demás lo que te gustaría que hicieran
contigo, fijando el proceso de liberación en el amor, en la acción edificante el
medio de crecimiento y en el fortalecimiento de la oración la energía que proporciona el desider
Esta actuación favorece la perfecta identificación del sentir con el saber,
resultando en la conquista del Yo profundo en sintonía con la Conciencia
Cósmica.
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NOVENA PARTE
LA FELICIDAD
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placer y disfrute
El sentido, el sentido de la vida se centra en la búsqueda y el encuentro de la
felicidad. Constituye el desafío existencial más frecuente responsable de continuas
realizaciones humanas. La felicidad, por tanto, se torna difícil de alcanzar y, no pocas
veces, muy compleja, difiriendo en contenido entre las propias personas y los grupos
sociales. Confundido con el placer, se caracteriza erróneamente, volviéndose
frustrante y atormentador.
La visión de la felicidad siempre está distorsionada, llevando al individuo a
considerar que, cuando no es feliz, algo no anda bien, lo cual es una conclusión
incorrecta.
El sueño humano de la felicidad es color de rosa, marcado por la comodidad, el
ocio y el poder, gracias a los cuales se disfrutaría del bienestar y el disfrute, sin darse
cuenta considerado su logro.
Los ricos ciertamente han vivido, en cantidad, horas así, sin haberse considerado
felices, sino encontrándose aburridas, y el aburrimiento es sin duda uno de sus
grandes opuestos, en el que fermentan muchas desgracias.
La felicidad se expresa a través de diversos requisitos, entre otros, los de carácter
cultural, el atavismo que le lega al individuo el medio social del que es originario y en
el que se encuentra, nivel de conciencia y madurez psicológica.
Estos factores establecen diferencias en la calidad de lo que significa ser feliz,
dadas las variaciones que imponen a los grupos y seres humanos, demostrando que
las aspiraciones de unos no siempre se corresponden con las de otros.
El nivel de conciencia y madurez psicológica establecen los grados en que se
expresa, cumpliendo logros, estados de felicidad.
Persiguiendo el goce, el placer, la alegría se experimenta cada vez que se
logran, marcando estos momentos como una felicidad que, sin embargo, no
corresponde al sentido profundo, de magnitud que tiene.
La mala interpretación conduce a búsquedas irreales, que pierden su sentido
cuando se alteran los factores que las constituyen. Tu visión, en un cierto período de
existencia, cambia completamente en otro período.
La inmadurez psicológica de una etapa, la juventud, por ejemplo, predispone a
una aspiración a la felicidad que, una vez lograda, pronto desaparece, y observada
más tarde, es desagradable, perturbadora. Por eso, es necesario entender que la
felicidad tiene que ver con lo que el individuo es y lo que cree ser. La diferencia entre
lo que supone ser y su realidad, dimensiona su entramado de deseos, placeres y
goces que interpreta como la búsqueda plena de la felicidad.
Así, la felicidad tiene que ver con la identificación del individuo con sus sentidos
y sensaciones, sus sentimientos y emociones, o sus más altas aspiraciones idealistas,
culturales, artísticas, religiosas, con la verdad.
En la fase de los sentidos, el goce tras goce se transforma en insatisfacción,
ansiedad o depresión; en el período de los sentimientos, el placer se desliza hacia las
pasiones posesivas, que engendran tragedias y angustias apenas saciadas; en el
ciclo idealista, religioso, trascendental, la búsqueda transpersonal fomenta el
autodescubrimiento, la autorrealización, la autodonación, en
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servicios desinteresados de liberación del ego y participación en la vida, individual y
colectiva, de los seres, de la vida, de la Tierra.
Esta búsqueda es distinta de la ambición de ser virtuoso, en la que enmascara
el ego y lo presenta, entregándose a maceraciones que ocultan goces patológicos o
narcisistas, a mecanismos de evasión de la realidad hacia planes egoicos,
masoquistasexhibicionistas, con apariencia de humildad. y renuncia. Cuando son
reales, estas expresiones de virtud son ignoradas por el mismo candidato en quien
son naturales, sin las especias del placer incorporadas en la fuga psicológica que
las falsifica.
Para que la identificación del individuo con su búsqueda de servicio sea legítima,
hay una perfecta unión consigo mismo, de tal manera que no habrá diferencia entre
dar y recibir, amar y ser amado, vivir y morir...
Precipitadamente, hay quienes afirman que la felicidad tiene que ver con el principio
freudiano del placer, y que a través de este comportamiento se podrían satisfacer
las necesidades y evitar el dolor. Sin embargo, el dolor no se puede evitar.
Considerándolo como un fenómeno natural del proceso evolutivo, enfrentándolo
como un instrumento de promoción del ser en relación con la vida, he aquí un medio
eficaz para alcanzar la alegría, superando sus mecanismos agotadores y
degenerativos, que no son comprendidos y aceptados con equilibrio. llevar a la
infelicidad.
De la misma manera, la felicidad no radica en la satisfacción de ningún deseo
del ego, pues, luego de satisfacerlo, se manifiesta con vehemencia, generando
ansiedad y malestar.
Luego viene la comprensión transpersonal de la existencia, y el deseo egoico
da paso a la aspiración espiritual, a una búsqueda más profunda, desidentificada
con condicionamientos pasados con personas y cosas. Probablemente, en esta
búsqueda surgirán sufrimientos y malestares, que darán paso a la armonía y el
bienestar, a medida que se alcancen las bases objetivas de la realización plena.
Lentamente, la frustración de la vida cotidiana desaparece, ampliando el campo del
idealismo y la identificación con la deidad, a través de la afirmación religiosa o, con
el yo profundo, en la manifestación psicológica. Al principio, el camino de búsqueda
parece oscuro como un túnel, cuyo brillo está muy lejos, pero que se vuelve más
grande a medida que te acercas a la salida. Esta búsqueda, que se da con cualquier
otra, se realiza con la mente, que debe resolver las dificultades, a medida que se
presenten, eliminando el sufrimiento perturbador, siendo un trabajo interior continuo
y lúcido.
En la búsqueda de la felicidad, las etapas de sufrimiento y placer son inevitables,
pues constituyen fenómenos de la experiencia humana, de la realización del yo
desidentificándose del ego. Lo lamentable, en este acontecer, se produce con el
surgimiento e instalación del atormentador sentimiento de culpa, que
inconscientemente niega al individuo el derecho a gozar de la felicidad, o incluso del
placer, sin el estigma del sufrimiento. Para escapar a su imposición se busca el
océano del goce, ahogando allí los más altos ideales en la llamada opción realista,
que mientras tanto consume los sentimientos y perturba las emociones, saturándolas
o desbordándolas, rebajándolas al nivel de las sensaciones.
Existe un mecanismo castrador que impide la experiencia del placer, que
podemos considerar como inhibición. Además de él, la conciencia de culpa conspira
contra el logro de la felicidad.
Está tan arraigado en el ser humano que cada vez que el
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Las circunstancias favorecen la presencia del placer —la persona cree que no
merece disfrutarlo— o de la felicidad —el individuo teme vivirlo, no permitiéndose
experimentarlo— el temor de que algo malo suceda.
Para desmantelar este mecanismo conflictivo, se hace necesario tomar
conciencia de sí mismo, buscando descubrir la fuente que genera la inhibición,
por conveniencia de la psicoterapia liberadora, que puede tener su origen en
comportamientos infantiles educación coercitiva, entorno social asfixiante, dora
familiar dominante o proceder de reencarnaciones pasadas: uso incorrecto del
libre albedrío, conducta irregular, exageración de las pasiones. Tal inhibición,
asociada al sentimiento de culpa, castiga al ser, impidiéndole disfrutar de
momentos de esparcimiento, de ociosidad, llevándolo a atormentarse cuando
no está produciendo algo concreto, lo que se convierte en una necesidad
compulsiva, por lo tanto patológica.
Ciertamente no se debe vivir para la ociosidad dorada, ni exclusivamente
para la actividad estresante. Hay todo un rico arsenal deportivo, un panel infinito
de tentadoras bellezas naturales, innumerables estetas a través de la lectura, el
arte, la conversación, un bendito campo de idealismo a través de la oración, la
meditación, el control mental, que son tónicos vigorizantes para acciones que
generan felicidad y de la que cada cual puede y debe disponer cuanto quiera.
Estos interregnos en las actividades, enriquecidos por placeres más amplios,
son estímulos para la creatividad, la liberación de las cargas psicológicas
compresivas, la autorrealización.
Esta búsqueda, del yo profundo, debe vencer e incluso romper las
resistencias inhibidoras, el sentimiento de culpa, cuyas energías serán
canalizadas hacia la conquista de la felicidad.
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la felicidad en sí
Considerando la felicidad como la armonía entre el ego y el yo, el descubrimiento
de los valores profundos del ser y la conciencia de su legitimidad que induce a
conquistarlos, la elección de los métodos de realización interior se convierte en el
siguiente paso en esta desafiante búsqueda. .
Quien considera la felicidad como la conquista de títulos y triunfos mundanos,
protagonismo y poder social, gozando de privilegios y dinero, no ha salido de la periferia
inmediatista de los placeres sensuales, que dan cuenta de la competitividad y el
desequilibrio de la emoción.
Jesús definió con seguridad el concepto pleno de la felicidad, en el contenido del
pensamiento mi reino no es de este mundo, en vista de la impermanencia de la vida
física, la fugacidad del ser existencial, terrestre, en constante transformación, en su
continuo devenir.
La criatura no es lo que se presenta, ni como se encuentra. Este estado
impermanente es el tránsito a lo que será. En el placer o en el dolor, no eres eso, pero
eres eso, tomando conciencia del continuum en el que estás inmerso.
El compromiso con la búsqueda de la felicidad conduce a la elección de metas
fuera del mundo físico.
Sin embargo, no es necesario alienarse del mundo, odiarlo, para lograrlo a través
de transferencias y escapes psicológicos. Se establece como prioridad la meta más allá
del mundo, porque en la vida terrestre, lo esencial en unas edades, en otras se convierte
en una pesada carga, responsable de pesares y angustias insoportables. Según los
cambios y conquistas culturales, los objetivos de la búsqueda cambian, superándose
unos anhelos y surgiendo otros.
Por eso, los valores sensuales tienden a producir vacío, y las conquistas
existencialistas pierden su contenido apenas se logran, convirtiéndose en aburrimiento.
Parte de la Unidad Universal e individuo dentro de ella, el ser humano puede gozar
de los fenómenos existenciales, sin abandonar la meta transpersonal, a partir de grados
alcanzados en la ascensión que lo conducirá al nivel de la felicidad. Cuando uno
adquiere conciencia de su unidad y de su propia valía, sin la presunción narcisista de
un excesivo engreimiento, uno avanza en la búsqueda, uno se desarrolla interiormente,
se enciende la luz de la determinación de hacerse feliz en la propia vida, en cualquier
circunstancia, en todo momento, placentero o no.
Aunque la felicidad no depende del placer, el placer bien estructurado es su camino. Su
ausencia, sin embargo, no le afecta en nada, ya que está por encima de las sensaciones
y emociones inmediatas.
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condiciones de felicidad
Fruto de una visión caótica y pesimista de la vida, se estableció que la felicidad
resulta del triunfo en cualquier ámbito y de los placeres del deleite rápido, de los que
surgieron los de naturaleza material, por tanto sensual, como el orgasmo, el dinero,
el éxito con todo el refinamiento de los sustitutos, desde la comida hasta los baños
relajantes, los masajes, las variaciones de moda, las frivolidades... desde los
conflictos de competitividad, como ante el desgaste corporal inevitable por la edad y
la enfermedad, hasta las escapadas espectaculares de alcohólicos, drogas adictivas,
tabaco o depresiones profundas...
Sumado a esto, los placeres emocionales emergen como metas felices, que
conducen a relaciones humanas, promocionales, de liderazgo y representaciones
sociales, políticas, económicas, religiosas, que aportan un gran valor al ego.
Estas metas, que son gratificantes, también tienen un sentido de lo efímero, tan
rápidas son las relaciones, y perturbadores los estados humanos, que no llenan los
vacíos interiores.
Sólo cuando hay reciprocidad honesta en estas relaciones, cuando el intercambio
se expresa con lealtad y cariño, se establece la felicidad, ya que, desde el punto de
vista psicológico transpersonal, es amar, tener la capacidad de amar plenamente,
sin imposiciones ni pasiones del ego.
Este amor no pide y siempre da; no trata de modificar a los demás y siempre
mejora; no se rebela ni se desilusiona, porque no espera nada a cambio; no se
lastima ni se impacienta: irradia, como una luz milagrosa que, a medida que se
expande, se vuelve más potente.
Porque este amor no tiene apego, nunca es posesivo, por lo tanto se vuelve
liberador, infinito, no debe confundirse con la búsqueda de una relación sexual, que
se puede incrustar en él, sin ser causalidad. El placer que genera en la comunión de
los sentidos no es fundamental, aunque sí coadyuvante.
La salud, en sus diversas vertientes, depende mucho del amor, sobre todo del
de carácter psicológico, afectivo, resultante, casi siempre, de las relaciones íntimas,
conyugales, como mecanismo que completa la armonía personal. Esta contribución
del amor también preserva el equilibrio mental, sin el cual la felicidad se convierte en
una utopía paranoica. En este caso, la relación proporciona tanto bienestar físico
como espiritual, ya que no se pueden disociar en la coyuntura carnal.
Para este amor a la plenitud es indispensable una entrega auténtica, sin
subterfugios, sin apariencias, cuidando que se eliminen máscaras y sujeciones.
La felicidad se establece cuando los dos niveles, físico y mental,
armonizar, dando lugar al placer emocional y transpersonal.
En este paso, a través de la creatividad, se logra el placer mental, la buena
dirección de la mente, que logra cambiar a mejor la comprensión del mundo.
Este sentido de la vida, este propósito conduce a sacrificios de bienes, riquezas,
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relaciones, entregarse a la inspiración, del significado a la búsqueda de la felicidad.
Tal placer no se restringe al arte en sí, ni a la cultura, sino a la vida y sus valores, a
las realizaciones en el campo personal, con vistas al bien de la humanidad, a la
superación del ego.
Uno de los puntos clave de la desgracia, como de los conflictos, reside en la
evocación de hechos infantiles menos felices, que muchas veces se reducen al
resentimiento y la tortura.
La creencia indebida de que una infancia tranquila, descuidada y sin
preocupaciones sería un período sin traumas no siempre se corresponde con la
realidad. Sin duda, una infancia color de rosa es un factor positivo, pero no esencial
para la felicidad.
Ciertas constricciones y castraciones, la relación con la madre, las inhibiciones
y los miedos infantiles generan innegablemente tormentos que surgen y reaparecen
en todos los demás períodos de la existencia. A pesar de ello, en una visión
transpersonal de la vida y del ser, cada uno aporta predisposiciones conductuales y
kármicas a la experiencia actual, conviviendo con los factores que le corresponden,
gracias a lo cual debe madurar emocionalmente y estar dispuesto a realizarse.
Cualquier tipo de crecimiento, especialmente psicológico, conduce al dolor
emocional.
La liberación de una fase —infantil, adolescente, edad de la razón— ocurre
como si fuera un parto con dolor, culminando, biológicamente, con la tercera edad,
cuando muere la envoltura carnal.
Los períodos de la niñez y la adolescencia son decisivos en la existencia, y
todas las personas pasan por dificultades y crisis durante la formación de la
personalidad, favoreciendo comprensibles conflictos, que conducen a la independencia personal.
No todos logran superar las tensiones internas y externas que se establecen a partir
de entonces. Sin embargo, es en esta fase que se definen las direcciones futuras de
comportamiento, que requieren psicoterapias emocionales y espirituales, adecuadas
para la liberación. Incluso ese acontecimiento, feliz o infeliz, y su aceptación, con el
consiguiente crecimiento, tienen que ver con la estructura profunda del yo, la
realidad del Espíritu.
Naturalmente, los recuerdos positivos de la infancia quedan sumergidos, bajo
los negativos, debido a la apreciación de lo desagradable que marca al ser más que
a los demás, que deben ser más considerados. Es un atavismo masoquista
inconsciente, que predomina en la naturaleza humana.
Así, los problemas existenciales pueden perturbar la identidad, cuando el ser es
frágil, psicológicamente, y sin experiencias desafiantes, espiritualmente.
Incluso en las infancias marcadas por las dificultades, hay mucha belleza para
recordar y momentos inolvidables, que son inherentes a esta fase, a excepción de
las personalidades psicópatas y distantes, que cultivan, en su mutismo o
exacerbación, los conflictos que padecen.
Sin embargo, cualquiera que sea la herencia infantil que se lleve, la búsqueda
de la felicidad no debe sufrir una ruptura en la continuidad, especialmente si las
experiencias son conflictivas, ameritando, en este caso, mayor intensidad de
reidentificación con uno mismo.
Avanzando terapéuticamente hacia la liberación de traumas, con el
establecimiento de propósitos y logros de salud emocional, es posible dar el primer
paso hacia la conquista de la felicidad que pronto llegará.
Durante los períodos de formación de la personalidad —niñez y juventud— es
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Es común orientar al alumno hacia conquistas externas a cualquier precio,
identificando valores sociales y económicos, muchas veces en detrimento de la
realización interior. Sólo cuando se establecen metas de triunfo íntimo se logra la
correcta identificación del ser con las legítimas metas de la reencarnación.
En esta fase de incertidumbre, muchos individuos son inducidos a satisfacer
las ambiciones fallidas o exitosas de sus padres, educadores y jefes, quienes
proyectan su sombra sobre sus hijos, alumnos y subordinados, sin pensar en la
realización personal de sus dependientes.
Esta conducta es responsable de muchos conflictos, que impiden un
discernimiento claro de lo que es realmente la felicidad. Ante esto, la edad de la
razón puede ser aterradora y perturbada por continuas crisis existenciales.
Darse cuenta de que los logros alcanzados no son gratificantes, defrauda las
aspiraciones y quita sentido a la vida.El triunfo y el fracaso externos también
producen la misma frustración e incompletud.
En este período, la realización del todo efímero impulsa al ser hacia la felicidad,
y es en este nivel de conciencia que la búsqueda alcanza las altas cotas de amor
desinteresado, paz íntima y plenitud espiritual, que son las condiciones esenciales
para culminar en la reunión.
A partir de entonces, la reflexión se vuelve frecuente, la oración se vuelve
natural y la meditación es un consuelo normal. Al crecer, el individuo irradia
bienestar desde el mundo interior y comienza a disfrutar de la felicidad.
Esto no evita que tenga problemas, los cuales maneja con equilibrio, sin
enfadarse ni deprimirse por ellos.
Son los problemas, resueltos, los que dan madurez y
íntima armonía. Sin ellos, como ejercicios, el éxito es poco probable.
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Plenitud para la felicidad
Todo compromiso nace de la planificación mental, que es un factor de triunfo
o no, según la inversión de la razón. Para la plenitud del ser, a través de la felicidad, se
vuelve preponderante el entrenamiento mental y emocional, a fin de proporcionar
el nivel de conciencia compatible.
No hay victoria sin esfuerzo. Con la mente y las emociones tranquilas, uno
experimenta el placer transpersonal pleno, generando el campo para el entrenamiento
intuitivo. Con ella, a través del silencio de la mente y la calma de los anhelos del cuerpo, se
penetra en profundidad en el yo y aumenta la percepción de la realidad, permitiéndote
conquistar el conocimiento, la sabiduría que proviene de la información y de la acción del amor. .
— que lo proyecta a otras dimensiones del Espíritu.
Creciendo en conciencia, el ser alcanza la paranormalidad superior y se interrelaciona con
seres de rangos espirituales superiores, viviendo en el cuerpo y fuera de él en plenitud.
De esta manera alcanza la iluminación, la dicha, que son las máximas expresiones de la
felicidad.
El encuentro con la floreciente vida espiritual se convierte en fuente perenne de
alegría, reflejada en todas las cosas y personas.
La conciencia, por tanto, iluminada, es la responsable última de la felicidad. Al principio solo
se entrevé, se intuirá, hasta que se haga realidad, sin necesidad de alejarse del mundo.
Todos los seres humanos tienen derecho a la felicidad y deben disfrutarla, desde sus más
pequeñas expresiones hasta las más grandes, en todo el panel de la existencia.
Con la visión transpersonal de la felicidad, todo y todos deben ser vistos,
sentidos y amados como son. La conciencia los absorbe con su estructura.
La felicidad, sin embargo, no debe ser el resultado de una inducción externa o una
autosugestión, ya que eso se convertiría en un señuelo propuesto y logrado por el inconsciente.
La intimidad, la identificación con la unidad, de manera persistente y natural, propician la
manifestación de la felicidad, permitiendo una entrega consciente a la plenitud del yo.
La felicidad es, por tanto, una forma de vivir y, para que se vuelva permanente, es necesario
adquirir el nivel de conciencia del Espíritu, y esto comienza cuando uno descubre y presta
atención a lo que realmente quiere de la vida más allá de los niveles inmediatos. disfrute y placer.
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PARTE DIEZ
CONQUISTARTE A TI MISMO
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el hombre consciente
Gurdieff, el eminente psicólogo ruso, en un feliz análisis del hombre, se refirió a
los dos estados en que se presenta como consecuencia de su nivel de conciencia:
dormido y despierto.
El tránsito por la reencarnación da lugar al desarrollo de valores
ética, ampliando el espacio mental para las conquistas pertinentes.
Al mismo tiempo, cuando la conciencia previamente lúcida se adormece, el
individuo se deja llevar por la inmersión en las distracciones, que constituyen sus
principales intereses cotidianos, olvidando las cualidades superiores que realmente
propician la felicidad.
Estas distracciones retienen tu atención y detienen tu proceso de búsqueda
interior, empujándote hacia escapadas espectaculares y traslados de metas
prioritarias, importantes a las que engañan, enamorándote y llevándote a las
conquistas vacías de las cosas que no aportan más que el breve bienestar de la
voluptuosidad egoísta del momento, expresado en los placeres que pronto
desaparecen.
Cuando es invitado a profundas reflexiones sobre su realidad de ser inmortal,
empapado de pasiones tal como es, no puede detenerse en un largo análisis de sí
mismo, porque pronto los pensamientos se expanden en varias direcciones,
alejándolo del objetivo esencial. propicia el dolor del encuentro consigo mismo.
Saciado por el goce, aunque atormentado por el deseo de nuevos placeres, su
fijación mental sólo es posible al referirse al campo de las sensaciones, en el que se
revuelca hasta el agotamiento, para volver a la anterior posición de angustia e
insatisfacción.
Acostumbrado a las ideas de lo inmediato, que traen respuestas momentáneas,
al poco tiempo, cualquier proyección en el tiempo constituye para él un vano
sacrificio, pues no está dispuesto a llevar a cabo la propuesta inicial de dilatada
realización.
Los individuos, psicológicamente dormidos, siguen siendo fisiológicos, aunque
puedan ser proyectados en la sociedad e incluso bien considerados por ella.
Despertar significa identificar nuevos recursos al alcance de la mano, descubrir
valores expresivos que se desaprovechan, proponer nuevos sentidos a la vida que
antes no se percibían…
El despertar quita el velo de la ilusión y proporciona la percepción de la realidad
que no se evade, la que precede a la forma y permanece después de su disyunción.
Estar despierto es encontrarse participando de la vida, activo, haciéndolo todo
con total lucidez.
E incluso el acto de dormir, para la adquisición del descanso físico, porque
precedido por el conocimiento de su objetivo, se convierte en un fenómeno de
armonía, sin los asaltos de clichés mentales archivados, que aparecen en forma de
pesadillas atormentadoras.
La fijación del despertar resulta de los espacios insistentes y continuos
de la mente, lleno del deseo vehemente de adquirir lucidez.
Todo lo que hace lo hace conscientemente, desde el acto de rascarse, cuando
está concentrado, hasta vencer el cansancio con su séquito de dolencias orgánicas
y psíquicas.
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Estar despierto es más que encontrarse vivo, desde el punto de vista fisiológico, superando
automatismos, para ubicarse en los logros de la inteligencia y del sentimiento ennoblecido.
Las distracciones se disimulan hábilmente, justificando trabajos extenuantes, descansos
prolongados, conversaciones prolongadas, caminatas y gimnasias que consumen horas y que, a
pesar de ser útiles, se desvían del objetivo esencial, que es el despertar de uno mismo.
Existe una preferencia humana generalizada por las distracciones, por escapar de la realidad,
consumir tiempo y salud en la escuela secundaria, con desprecio o desconocimiento de lo esencial.
Lentamente, por el proceso de saturación de las distracciones o por el imperativo de las
nuevas reencarnaciones, el hombre aspira a conquistar otros niveles de conciencia y emerge del
sueño, comenzando a identificar el retraso en que se encuentra, dadas las infinitas posibilidades
que tiene a su disposición.
Su visión cambia entonces a la autoidentificación, entendiendo que el largo período de sueño
es responsable de la existencia de los innumerables conflictos que lo perturban, las contradicciones
entre lo que piensa y lo que hace, entre lo que aspira y lo que realiza, manteniendo la sensación
permanente de incompletitud.
Anestesiado a nivel del sueño, siente la misma necesidad de completarse, sin embargo,
identificando los medios para la tentación, se lanza más a las experiencias instintivas, frustrado y
sufriendo.
La razón lo impulsa hacia la conciencia y, en ese estado, a medida que se involucra en la
liberación de cargas psicológicas opresivas, asfixiantes, comienza a gozar de emociones que lo
embriagan, aumentando el número de experiencias de engaño íntimo, que constituyen pasos para
él. alturas a escalar, teniendo en cuenta la cumbre, que será la perfecta conciencia de uno mismo.
Ser consciente significa estar despierto, responsable, no arrogante, no sumiso, libre de
ataduras, liberado del pasado y del futuro.
Cada momento actual es magnífico en la vida del hombre consciente, y todo lo que se
propone realizar, en lugar de convertirse en un desafío, es un estímulo para que avance con
tranquilidad en su iluminación interior.
Usa la inteligencia y aplica el sentimiento en perfecta interacción, avanzando
siempre, sin contratiempos ni amarguras.
Ciertamente experimenta las contingencias de la vida social, las pérdidas políticas, los
mandatos corporales, sin que tales sucesos lo desalienten o lo hagan infeliz.
Consciente de estos fenómenos, más apasionado está en la búsqueda de la armonía,
conquistando nuevas áreas que antes permanecían desconocidas.
Actúa siempre lúcido, y cada compromiso que asume, lo cumple.
en paz, sin preocupación por la victoria externa o incluso por la superación.
La autoconquista es para él un crecimiento natural y no perturbador, marcado por la
profundización de la visión de la vida, totalmente diferente de lo ordinario, haciéndola transpersonal,
por lo tanto, espiritual.
Armonizando aspiraciones y luchas, búsquedas y logros, el hombre consciente vive
plenamente cada momento, cada acción, cada sentimiento, cada aspiración.
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tener y ser
Quedan huellas de inseguridad desde la infancia física, y los conflictos
persisten hasta la edad adulta, debido a la falta de madurez psicológica del ser,
expresándose como apego a cosas y personas, con el consecuente rechazo de
sí mismo, inestabilidad emocional e inadaptación social.
Utilizando los conocidos mecanismos de evasión de la responsabilidad y
sentirse debilitado, el individuo busca la autorrealización, centrándose en los
valores externos como forma de sobresalir en el grupo social, desconociendo su
realidad profunda.
Los sentimientos egocéntricos comienzan a perturbarlo e, inconscientemente,
cree que se lo merece todo en primer lugar, con desprecio por los demás.
Cuando esto no ocurre, aparecen las marcas predominantes del egoísmo y
comienza a juntar recursos que va acumulando, satisfaciendo al ego, aun cuando
alcanza las cumbres del poder codicioso.
La inmadurez asalta y nubla su razón, que queda asfixiada por los tormentos
de tener, enloqueciendo, poco a poco, a su víctima, cada vez más ansiosa de
nuevas posesiones.
Nadie vive bien sin seguridad en sí mismo. Cuando ésta no resulta del
encuentro liberador consigo mismo, se busca a través de medios externos, que
envuelven al poseedor en preocupaciones de aumentarlos, en temores de
perderlos, pasando a la angustia de asegurar más su retención.
En efecto, es traicionado por la concupiscencia de la posesión, siendo poseído
por el objeto que supone poseer.
La avaricia que lo atormenta se despierta en grado creciente, y, tras el goce
fugaz de la posesión material, se traslada a la ilusión del dominio arbitrario de
otras vidas, de otras personas, creyéndose capaz de detenerlas, someterlas
como conquista demasiado.
Despreciándose a sí mismo, gracias a su inseguridad interior, no se considera
digno de afecto, asumiendo que quienes se le acercan se interesan por lo que
tiene, y nunca por lo que es.
Porque se siente incapaz de amar, aunque se le desatan episodios de
afectividad que convierte en pasiones de placer inmediato, no cree que pueda
ser amado con desinterés por sus posesiones.
Si esto no sucede y llega a consorcio, lo hace mediante cláusulas de
separación de bienes, bienes que son los cimientos de la seguridad en el
inconsciente.
Con una percepción embotada, mide los fenómenos existenciales con los
instrumentos de la actividad contable, considerando vencedores sólo a aquellos
que tienen cuentas bancarias voluminosas, tierras grandes y móviles por miles...
Su loca ambición lo convierte en un misántropo, deteniéndolo en el pórtico
de los grandes logros, sin valor moral para cruzarlo, menguándolo. Si vence el
miedo a donar algo y lo hace, necesita que su ego sea recompensado con la
gratitud, pasando a la condición de benefactor, cuando todo en el mundo, con su
carácter de fugacidad, hace de las criaturas asignadas mayordomos que rendir
cuentas, o servidores encargados de aplicar bien, lo que es la enseñanza de
Jesús a través de la parábola de los talentos en el Evangelio.
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El buen inversionista, además del interés que recibe, experimenta la alegría del logro,
la inmensa alegría del servicio, exteriorizado en el bienestar que brinda.
Nadie tiene nada en el mundo: ni cuerpo, ni valores monetarios, ni personas bajo
control... La incesante transformación, vigente en el Cosmos, lo cambia todo a cada
instante, y el ser vivo de ahora morirá pronto; el dominador se convierte en víctima; el
cuerpo se disuelve; los objetos pasan de manos...
Todo aquel que busca poseer, tener y retener, se queda vacío de sentimientos y, por
ser nada, se llena de artefactos y cosas brillantes, aunque muertas, sigue llena de espacios
y atestada de disipar preocupaciones.
El objeto de la vida humana parte del punto inicial del cuerpo, la infancia, y crece sin
perder contacto con su realidad original, el ser trascendental que es. Al llegar a la realización
de la conciencia, debe expandirla, mientras penetra más en sí mismo y descubre nuevos
potenciales a desarrollar.
Ser consciente de sí mismo es la meta existencial, logrando el amor propio que
despliega la bondad, la compasión, la acción benéfica en favor de los demás.
Algunos psicólogos transpersonales concluyen que, en la meditación trascendental —
abstracta—, deben prevalecer los sentimientos de amor y entrega —concretos—, emulando
al individuo para ser integral, realizado, capaz de felicidad.
Los conflictos ceden entonces, cuando sus espacios se llenan de realizaciones
expresivas y liberadoras.
La autovalorización no egoísta y sin pretensiones permite el encuentro del yo, que se
revela con infinitas posibilidades. Se rompen los límites que los degradaban y se amplían
las áreas de producción que magnifican.
Correspondiente a esta etapa, la maduración psicológica hace crecer al individuo cada
vez más, reconociendo su pequeñez, que se realza con la excelencia de la Vida que
conquista.
El individualismo que prevalecía en él da paso al amor que convive y se expande
hacia los demás, los que integran la sociedad en la que se encuentra, comenzando a
trabajar por él, para que él también sea feliz.
La vanidad, el narcisismo, que existían en su personalidad, desaparecen por la
ausencia de la vitalidad que le brindaba el ego inseguro, que necesitaba sobrevivir, ya que
el yo estaba sepultado en la ignorancia.
La conquista de sí es una realización independiente del tener, del retener, pero que no
prescinde del interés y la lucha enviados a ser.
La seguridad psicológica del individuo se centra en el autoconocimiento, la
autoidentificación, el amor propio, el ser.
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la conquista de uno mismo
La adquisición de la conciencia exige tiempo y esfuerzo humano, por lo que
si el gran reto del proceso de la evolución del ser.
Los pródromos aparecen, en la fase del instinto, abriendo espacio a la
razón, como fenómeno natural del desarrollo sociológico antropológico
psicológico de la criatura.
El discernimiento del bien y del mal, del bien y del mal, y las adquisiciones
éticomorales aparecen, como si fueran el florecimiento espontáneo de la esencia
divina de la que está constituido el Espíritu; sin embargo, la superación y
profundidad de estos valores depende del esfuerzo, interés, logros de cada uno.
Heredero de los arquetipos remotos de sus antepasados, el individuo
mantiene, a través de atavismos religiosos y culturales, la conciencia de culpa,
especialmente los occidentales, victimizados por las herencias judeocristianas,
respecto de la desobediencia de Eva, en el paraíso, y el fratricidio. cometido por
Caín contra Abel.
El castigo divino de Dios por la rebeldía de la mujer y la insensatez del
hombre, que la siguió por error, da cuenta del sufrimiento que los espolea, así
como la expulsión del criminal aumenta su angustia, dándole lugar a celos y a
rabias malsanas ., considerando la injustificable preferencia de Dios por Abel,
cuyas ofrendas le agradaron más...
La absurda aceptación literal del texto bíblico, que tiene un carácter
simbólico, tal vez para demostrar el momento en que surge la conciencia, —
cuando el ser puede identificar lo que debe, lo que no le está permitido hacer,
dejando el automatismo del instinto por el la selección del discernimiento
racional, representada en el mito del Árbol del conocimiento del bien y del mal
—, debido a interpretaciones apasionadas y fanáticas, generó conflictos que aún
persisten en vidas psicológicamente inmaduras.
En la fase pulsional, los fenómenos biológicos automáticos no van
acompañados de dolor, que es mayor cuanto más se refina la sensibilidad, lo
que sucede en la ocurrencia del parto, que se ha convertido en un castigo divino,
haciendo de la procreación un verdadero castigo, resultado todavía de la
desobediencia que, durante milenios, transformó la comunión sexual en
condenable e inmunda, desde el punto de vista puritano e hipócrita.
Fuente de vida, el sexo es el instrumento para la perpetuación de la especie,
no siendo acreedor de condena alguna. La ultraje y la vulgaridad, la nobleza y la
elevación amorosa a través de la cual se expresa, dependen de su usuario y no
de su función en sí misma.
Asimismo, la elección arbitraria de un hermano por otro, generadas ambos
en iguales circunstancias, tendría que despertar en el rechazado resentimientos
contradictorios, de celos y de rabia, que conducirían inevitablemente al atroz
fratricidio...
De generación en generación, el niño que se sentía despreciado,
desarrollaba estos sentimientos perversos, perturbando el desarrollo de la
conciencia y la consiguiente conquista de sí mismo.
En cualquier actividad, competitiva o no, el inconsciente desata la
inseguridad del niño, que ahí duerme, y surgen conflictos, infelicidades, infelicidades.
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confianza desastrosa.
Gracias, sin embargo, a la reencarnación, el progreso del ser es imperioso, inevitable,
y los mecanismos de la evolución se expresan, obrando y promoviendo a niveles y niveles
cada vez más altos, hasta que el ser, libre de conflictos, vence los sentimientos que se
encauzará hacia nuevas metas, que logra llenándose a sí misma, llenándose a sí misma.
Ya no lucha contra las cosas, sino que lucha por las cosas, que aprende a seleccionar
y calificar, abandonando, venciendo, disolviendo pasiones y estableciendo valores que
ennoblecen.
Al percibirse a sí mismo como un instrumento de vida, que es parte de la armonía del
Universo, el individuo vence la ira, por la ausencia de celos, y no compite para destruir, sino
que trabaja para promover el progreso, en el que se compromete y se realiza. .
La conquista de sí mismo resulta, pues, de la maduración psicológica, a través de la
racionalización de los acontecimientos, y gracias a las realizaciones de la solidaridad, que
posibilitan la superación de las pruebas y del sufrimiento, que pasan entonces a tener un
comportamiento filosófico digno, instrumentos de valoración de la vida. — en vez de ser
castigos por culpas ocultas que yacen en el mundo íntimo.
La liberación de esta conciencia enfermiza facilita la comprensión del mecanismo de
responsabilidad en el comportamiento que establece el lema: A cada uno según sus actos,
como enseña el Terapeuta Galileo.
Señor del discernimiento, el hombre descubre que cosecha según lo que siembra, y
que todo lo que le sucede procede, no teniendo carácter castrador o punitivo. Se siente
emulado para generar nuevos efectos futuros, actuando con conciencia y produciendo con
equidad. Tal conducta le produce el gozo que da la tranquilidad de la realización, considerando
que siempre hay tiempo para reparar, y la postergación perjudica la economía de su
realización.
El hombre que es conquistado supera los mecanismos de evasión, transferencia de
responsabilidad, rechazo y otros, para enfrentarse a sí mismo sin acusación. sin justificación,
sin perdón.
Descubre la vida y que estás vivo, que hoy es tu día, utilizándolo de manera adecuada
y sabia. No tiene pasado, ni futuro, en este tiempo atemporal de la relatividad terrestre, y la
suya es una conciencia actual, fértil y rica en aspiraciones, que busca la integración a lo
Cósmico, que ya goza, viviéndolo en las expresiones de amor por todo. y para todos
intensamente.
La conquista de uno mismo se logra a través del querer.
Jesús dijo que podías hacer todo lo que Él hizo, si querías, si te lo proponías y te
entregabas a ello. Para eso, sería necesario tener fe en uno mismo, en los valores intrínsecos,
que se desarrollarían desde el momento de la opción.
Francisco de Asís, el santo, así lo quiso y lo consiguió.
Apóstoles del bien, de la ciencia y de la fe, del pensamiento y de la acción, lo quisieron
y lo lograron.
Hombres y mujeres anónimos se han entregado a los ideales que
vitalizaron las existencias y, superándose a sí mismos, se conquistaron a sí mismos.
La conquista de uno mismo está al alcance de querer ser, de esforzarse por triunfar,
de vivir para nunca morir...
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Fin