Supuestos Artículo 250.1 Leciv: La Sentencia de La Audiencia Provincial de Santa Cruz de
Supuestos Artículo 250.1 Leciv: La Sentencia de La Audiencia Provincial de Santa Cruz de
Supuestos Artículo 250.1 Leciv: La Sentencia de La Audiencia Provincial de Santa Cruz de
1 LECIV
Los previstos en el art. 441.1 LECiv. Como tal juicio posesorio se mantienen en la
regulación de la LECiv 1/2000 las notas características del antiguo interdicto de adquirir,
distinguiendo en su tramitación una primera fase (sumarísima) de reconocimiento interino y
entrega provisional de la posesión de los bienes hereditarios, que se resuelve por Auto, y una
segunda (sumaria), en la que se confirmará dicha resolución si transcurren cuarenta días desde su
publicación sin que nadie se oponga a la posesión, o cuando, planteándose oposición de algún
interesado, este desestime, siempre teniendo en cuenta que en esta segunda fase lo que puede
reclamar los eventuales interesados es solo su mejor derecho a poseer (art. 441.1 de la LECiv).
La legitimación activa del legatario es más problemática. Dispone el art. 882 CC que
≪Cuando el legado es de cosa específica y determinada, propia del testador, el legatario adquiere
su propiedad desde que aquél muere, y hace suyos los frutos o rentas pendientes, pero no las rentas
devengadas y no satisfechas antes de la muerte≫. Sin embargo para contradecir su legitimación
activa en este punto el art. 885 CC, que dispone que ≪el legatario no puede ocupar por su propia
autoridad la cosa legada, sino que debe pedir su entrega y posesión al heredero o al albacea,
cuando éste se halle autorizado para darla≫.
No es requisito imprescindible. De hecho hay jurisprudencia que indicaba que esta acción
interdictal ≪no puede dirigirse contra personas concreta alguna puesto que es una acción dirigida
erga omnes (respecto a todos), que solo pretende en la primera fase del procedimiento obtener la
notificación a esos poseedores de la posesión civilísima del heredero para que luego
posteriormente y en la segunda fase del procedimiento puedan discutir esa situación civilísima≫
(Auto de la Audiencia Provincial de Madrid de 26 de diciembre de 1994).
Este criterio jurisprudencial se ha venido mitigan mitigando con el tiempo. Así, admite el Auto de
la Sección 1ª de la Audiencia Provincial de Guadalajara, de 26 de enero de 2007 que se dirija la
demanda frente a poseedor conocido, a no ser que tal posesión lo sea en concepto de dueño o
usufructuario. Añade que ≪la circunstancia de que se publiquen edictos a fin de que puedan
comparecer los interesados no empece que, al mismo tiempo, se efectúe dicha comunicación a
quien ya se conoce está poseyendo la finca a los efectos de que pueda personarse y discutir el
derecho de la contraparte≫.
NO, son requisitos para la viabilidad de esta acción no solo la mera existencia de un
título hereditario, sino, además, que los bienes en cuestión no estén siendo poseídos por nadie
a título de dueño o usufructuario.
La Sentencia debe decidir a quien corresponde la posesión del bien y ello con todas sus
consecuencias, esto es, incluido el lanzamiento de quien posea indebidamente. Así se reconoció
en el Auto de la Audiencia Provincial de La Rioja de 11 de mayo de 1998, señalando que tal
decisión de desalojo se antoja imprescindible para hacer efectiva la tutela judicial pretendida
(art. 24 CE).
Es claro que cabe la tutela interdictal por esta vía en materia de servidumbres, aunque
precisa la doctrina que en estos casos tal tutela se deriva, no del derecho de servidumbre en sí,
sino de la propia situación de hecho. Tal conclusión sería extrapolable al resto de derechos reales.
Se ha suscitado duda a la hora de ampliar tal tutela interdictal a los derechos de crédito y
de familia. Alguna Sentencia aislada lo ha admitido, pero parece evidente que la esencia y
estructura de este juicio está constituida sobre la fase de posesión de cosas corporales y es muy
difícil que pueda adaptarse a derechos distintos de los de naturaleza real.
2. ¿PUEDE EL POSEEDOR INMEDIATO ACCIONAR EN VÍA INTERDICTAL
CONTA EL POSEEDOR MEDIATO?:
Tal cuestión llegó a ser muy discutida, sobre todo en la relación entre arrendatario y
arrendador. Algunos autores, partiendo de la idea de que la perturbación o el despojo suponen el
incumplimiento del contrato de arrendamiento, negaron tal posibilidad, pues tal incumplimiento
excede de la simple de cuestión de hecho, que es el objeto del proceso interdictal. Sin embargo, la
mayor parte de la doctrina sí asumió la consideración de la posesión del arrendatario como un
hecho, prescindiendo de toda relación jurídica con el arrendador causante de la perturbación o el
despojo, propugnando la admisibilidad en estos casos del proceso interdictal.
Sobre este particular, la doctrina alemana siempre tendió a distinguir entre el despojo y la
perturbación, permitiendo la acción interdictal en el supuesto de despojo y negándola en el caso de
perturbación, pues la misma exigiría determinar los límites del derecho de uso de cada poseedor,
lo cual no es posible dentro del presente juicio sumario.
Los citados razonamientos han abierto una nueva línea jurisprudencial en virtud de la
cual se admite ya el ejercicio de la acción interdictal entre coposeedores, pero solo en el supuesto
de que la perturbación o el despojo sean de tal naturaleza e intensidad que prive y excluya de la
posesión en común al promovente (así Sentencias de las Audiencias Provinciales de Orense de 29
de enero de 2000, de Ávila de 9 de octubre de 1998 y de Valencia de 21 de marzo de 2000, entre
otras). Es decir, como señaló la Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona de 8 de enero
de 1998, la jurisprudencia de las Audiencias Provinciales ha venido admitiendo la procedencia del
interdicto entre coposeedores, pero tanto solo en situaciones de despojo clarísimo por
conversión arbitraria y unilateral de una posesión compartida en otra única y exclusiva,
supuesto en el que la finalidad del interdicto no sería otra que al de reponer a todos los
partícipes en el disfrute del bien; en cambio, se ha rechazado la viabilidad de estos interdictos
en casos de coposesión cuando lo que se pretende es discutir el modo y medida del uso
correspondiente a cada poseedor.
4. ¿QUIÉN OSTENTA LEGITIMAICÓN ACTIVA PARA RECURRIR A ESTA
TUTELA SUMARIA?:
Todo el que se halle en la posesión o en la tenencia de una cosa o derecho (en los términos
antes expuestos), está legitimado para su ejercicio. Ahora bien, la amplitud de estos términos
indica que no solo está legitimado el poseedor sino también el simple tenedor de la cosa para
conservarla y disfrutarla, como sucede con el arrendatario, el comodatario, el depositario, etc, y en
general el mero detentador por cualquier título de una cosa.
A sensu contrario, (en sentido contrario), es clara la jurisprudencia menor que niega
legitimación activa al mero servidor de la posesión ajena.
No obstante lo anterior, éste ánimo de inquietar o de despojar hay que presumirlo siempre
en que realiza los actos atentatorios al derecho ajeno, a no ser que pruebe cumplidamente la causa
de justificación o de exclusión de tal dolo. Así, podría acreditarse en el procedimiento que los
demandados realizaron su actuación en la creencia de que los poseedores les autorizaban a ello.
Antes regulado en los artículos 1.661 1.663 y siguientes de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1881,
se trata de un procedimiento declarativo, especial y sumario, que tiene por objeto proteger la
posesión, bien como simple hecho bien la que dimana del derecho de propiedad o de cualquier
otro derecho real, cuando la misma ha sido perturbada por efecto de una obra en construcción
y todo ello mediante la suspensión de la misma (Sentencia de la Sección 2ª de la Audiencia
Provincial de Burgos, de 6 de febrero de 2008). Tenía dicho el Tribunal Supremo, en su
Sentencia de 27 de mayo de 1995, dada su naturaleza cautelar y precautoria, ≪no tiene el
carácter de juicio petitorio de propiedad, sino que persigue una defensa posesoria consiguiente
a un ataque a la posesión causada por una obra nueva , aunque con ello se puede proteger
también la propiedad y otros derechos reales, pero no con base en una reclamación real o
reivindicatoria de los mismos≫.
Por las mismas razones, no puede dar cobijo este procedimiento a cuestiones de tipo urbanístico
o administrativo, para los que solo resulta competente la jurisdicción contencioso –
administrativa (Sentencias de la Sección 3ª de la Audiencia Provincial de Jaén de 13 de enero de
2003, y de la Sección 1ª de la Audiencia Provincial de Ávila de 26 de mayo de 2003).
≪a) La existencia de una obra nueva, extendiendo tal concepto en el sentido más amplio posible,
esto es, no solo aquella que se hicieran enteramente de nueva planta sino también la que se
verifica sobre edificio antiguo añadiéndole, quitándole o dándole una forma distinta susceptible de
causar perjuicio; y no únicamente es obra la resultante del empleo de materiales con adherencia
fija al suelo, sino también la que emplea elementos transportables o piezas desarmables sin
detrimento del conjunto, así como no solo el trabajo del que resulta lo que vulgarmente se entiende
por edificación sino también los consistentes en excavaciones o perforaciones o demoliciones.
b) Que dicha obra esté construcción, puesto que si ya está terminada el denominado interdicto
carecería de sentido práctico alguno. No obstante lo anterior, debe desvincularse el ámbito objeto
de este procedimiento de los conceptos arquitectónicos y administrativos “obra terminada”: “el
primero atiende la completa la realización material de los elementos que la componen, de acuerdo
con el proyecto al que se ajusta; y el segundo exige el certificado final de obra de los técnicos de
la misma. Se enlaza en este punto con la precisión que introduce la Sentencia de la misma
Audiencia Provisional de Burgos, de 10 de junio de 2003, añade que “para precisar y configurar
el concepto de obra terminada que nos interesa hay que atender a la finalidad defensiva de los
derechos y de los intereses del actor por esa vía pretende alcanzar, de tal manera que si al máximo
daño o perturbación ya sea producido, aunque pueda faltar por realizar algún elemento
constructivo, y por ende, además el certificado final de obra, la obra ha de entenderse ya terminada
, y el que se crea perturbado en sus derechos por ella, debe acudir a la vía declarativa”
c) Que la obra cauce perjuicio o perturbación al poseedor, propietario o titular de un derecho real
sobre el mismo bien inmueble.
d) Se exige asimismo, una relación de causalidad, esto es, que entre la obra y al perturbación pueda
establecerse una relación que nos permita afirmar que la segunda es consecuencia de la primera.
Quiere decirse que en el interdicto como juicio posesorio, solo se puede pretender el
efecto menos fuerte y en caso de una obra, simplemente su paralización≫ (en el mismo sentido,
Sentencias de la Audiencia Provincial, Sección 2ª, de 31 de octubre de 2001 y 24 de abril de
2004).
No es factible tal enfoque en casos en que no concurre el requisito de ruina previsto en el apartado
6º del art. 250.1 LECiv. Será lo habitual en estos casos que la causa de pedir no sea la ruina de
edificación sino la infracción de normas de la Ley de Propiedad Horizontal, como las que
impiden realizar obras en elementos comunes sin las oportunas autorizaciones. Este cauce
sumario no puede arbitrarse para procurar la demolición de tales obras, para lo que habrá de
interponerse el correspondiente juicio declarativo. Es claro que el procedimiento verbal sumario
es más restrictivo en cuanto a los derechos y expectativas procesales que ofrece, con merma de
garantías para las partes (Sentencia Sección 11ª de la Audiencia Provincial de Valencia de 12 de
mayo de 2004).
Suelen encubrir tales pretensiones una acción de resarcimiento de daños y perjuicios que
debe encauzarse por los trámites del juicio declarativo correspondiente.
El ámbito de este juicio verbal está exclusivamente delimitado a los casos en que la
acción está dirigida a la demolición o derribo, quedando incluso por fuera también de su ámbito
la adopción de medidas cautelares.
La protección que por este cauce se dispensa al titular registral se basa en lo dispuesto en
el art. 41 Ley Hipotecaria, que dispone que ≪Las acciones reales procedentes de los derechos
inscritos podrán ejercitar a través del juicio verbal regulado en la Ley de Enjuiciamiento Civil,
contra quienes, sin título inscrito, se opongan aquellos derechos o perturben su ejercicio≫.
Añade este precepto la esencia de este tipo de acciones, que debe buscarse en la legitimación que
reconoce el art. 38 LH, que sienta la presunción, iuris tantum (derecho que ordena admitir como probado
en juicio un hecho), de que los derechos reales inscritos existen y pertenecen a su titular en la forma
determinada por el asiento respectivo mientras judicialmente no se declare lo contrario.
Es aplicable a todos los casos en los que tales alimentos se reclamen al margen de
procedimientos especiales. En este punto debe recordarse que, tras la supresión con la nueva Ley
procesal del antiguo juicio sumario de ≪alimentos provisionales≫ de la Ley de 1881, existen hasta
cuatro tipos procedimentales para la tutela de la obligación alimenticia: el ordinario del art.
250.1.8º LECiv, y los tres especiales previstos, respectivamente, en el art. 748.4 LECiv
(aplicable con carácter imperativo cuando se piden exclusivamente alimentos por un
progenitor contra el otro en nombre de los hijos menores), arts. 769 y siguientes LECiv (cuando
la pretensión alimenticia deriva de un pronunciamiento principal sobre el estado civil en el
marco de los procesos de filiación. En los procesos alimenticios que vienen a considerarse
especiales solo se pueden solicitar los alimentos legales, mientras que en el procedimiento del art.
250.1.8º LECiv pueden deducirse indistintamente pretensiones alimenticias nacidas por imperio
de la Ley o por la autonomía de la voluntad de las partes.
La previsión del art. 1 LECiv (≪En los procesos civiles, los tribunales y quienes ante
ellos acudan e intervengan deberán actuar con arreglo a lo dispuesto en esta Ley≫) ya es
indicativa de que las normas procesales son de orden público, como viene indicando con
reiteración el Tribunal Constitucional, subrayando como ≪para la ordenación adecuada del
proceso existen presupuestos, formas y requisitos procesales que, por afectar al orden público, son
de necesaria observancia por su racionalidad y que no pueden dejarse en su cumplimiento al libre
arbitrio de las partes≫ (STC de 14 de noviembre de 1993).
El artículo 1 de la Ley Orgánica 2/1984 define el derecho de rectificación al decir que toda
persona natural o jurídica tiene derecho a rectificar la información difundida, por cualquier
medio de comunicación social, de hechos que le aludan, que considere inexactos y cuya
divulgación pueda causarle perjuicio. Lo anterior comporta que no cabe arbitrar este
procedimiento frente a particulares, ni siquiera expresiones proferidas en determinados ámbitos
públicos (comunidad de propietarios por ejemplo), sino solo frente a un medio de comunicación
social. En este sentido se pronuncia la Sentencia de la Sección 6ª de la Audiencia Provincial de
Málaga 19 de febrero de 2004.