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Está en la página 1de 4

Unos eran alocados, divertidos, eufóricos;otros depresivos, marginales,

medio autistas; y había un tercer bando dealcohólicos, drogadictos y


suicidas que entraban y salían de institucionesmentales una y otra
vez.Uno de ellos era un chico realmente genial, salido de lo
normal.Escribía con una pulcritud envidiable, manejaba los ritmos
narrativos comoun experto, como si llevara en el oficio muchos años, y,
como si fuera poco,sus temáticas eran cautivantes y lo mantenían a uno
en vilo hasta la páginafinal. Me preocupé mucho y empecé a buscarlo
entre lasreferencias que había en la universidad. Debo recordar que eran
los años noventa y queno existían las redes sociales, los correos
electrónicos ni los celulares.Por fin, después de preguntarles a todos sus
compañeros de clase, logrédar con su dirección y con un número
telefónico. La persona que apareció enel umbral tenía el cabello grasoso
hasta los hombros, una barba de variosdías, sucio, desaliñado, con una
sudadera inmunda que daba asco. —pregunté en voz baja, con
suavidad, con lamáxima ternura de la que fui capaz.Él se sentó en un
sofá mugriento lleno de polvo y me dijo con la bocareseca, pasándose la
lengua por los labios para humedecerlos: —Esto no es la realidad, Mario,
no sé cómo nadie se da cuenta.Me recosté en un mesón pequeño que
daba a la cocina y le dije consumo tacto para que no se fuera a sentir
presionado ni invadido: —No entiendo bien de qué me estás hablando.
Trata de explicarme, porfavor.Él tomó aire, echó un vistazo a través del
ventanal y dijo con tristeza,como si estuviera a punto de echarse a llorar:
—La gente deambula por la calle, comen, se ríen, andan en carros o
enbuses, se enamoran… Y nunca se preguntan qué es esto, por qué
estamos eneste tiempo y en este lugar… Es tan extraño… ¿Tú tampoco
te has dadocuenta? —Sé que el arte y la literatura nos abren la
percepción, por supuesto, yque nosotros tenemos una visión de lo real
mucho más amplia. Intenta explicarme.Él siguió haciendo largas pausas
entre idea e idea: —Una noche tuve la absoluta certeza de que no debía
regresar aquí, aesta dirección, sino a una casa en el sur de la ciudad…
Recordaba ladirección, la fachada, todo… Fue rarísimo, me sucedió sin
que yo lopensara o lo preparara… Y entonces me fui para allá… Era muy
cerca delHospital de La Samaritana… Encontré la calle y reconocí
enseguida lafachada, el antejardín, los carros modestos de mis vecinos…
Debo aclararteque yo no soy de Bogotá, mi familia es de Ibagué. Pero
empecé a ir devez en cuando, a rondar la zona, a echar un vistazo en las
cuadras vecinas aver si encontraba la razón por la cual todo ese lugar
me era tan familiar… Alos pocos días conocí en un parque cercano a un
señor que vivía en esacasa. Y se hacía en ese mismo banco, qué
casualidad.Apenas dijo eso supe que yo era su hermano, recordé que
compartíamosla habitación, que veinte años atrás teníamos afiches de
rock pegados a lasparedes, que habíamos sido inseparables… No sé
cómo sucedió, no sabríacómo explicarlo… —¿Me estás diciendo que
eres la reencarnación de alguien que alcanzasa recordar? —No hay otra
manera de explicarlo… Ese joven se llamaba Félix ysufrió un accidente
en una motocicleta… Leía mucho, quería serperiodista… —¿Has
consultado a alguien, le has contado esto a otra persona? —No puedo…
Sé que me van a internar en un sanatorio… En el últimotiempo vengo
recordando cada vez más cosas sobre él… Busqué a su novia,quiero
decir a mi novia, y ahora es una mujer casada con dos niñaspreciosas…
Le pasó lo mismo que al hermano, me vio leyendo en unparque cerca a
su casa otro libro de Tournier y se me acercó a decirme quehabía tenido
un amigo al que también le gustaba mucho esa novela,Vierneso los
limbos delPacífico… ¿Sí entiendes?... Puedes inclusoescribir una gran
novela sobre lo que te está ocurriendo. —Lo peor es que el hermano ya
empezó a sospecharlo… El otro día seme acercó y volvió a hablarme…
Esta vez yo estaba leyendo un tercer librode Tournier,Gilles y Juana…
Me dijo que mi físico era también muyparecido al de su hermano: flaco,
alto, de cabello largo, desgarbado… Asídijo… Y me miraba con una cara
de pánico, como si estuviera a punto depreguntarme si yo era él, si había
vuelto, si venía a decirle que no se preocupara, que había reencarnado
en un joven estudiante de Literatura declase media… ¿Sí entiendes,
Mario?... Yo quería también abrazarlo,consolarlo, tranquilizarlo… Me
estoy volviendo loco… No puedo más… —No debes volver por allá. Si
existe una memoria grupal, colectiva, dela especie, eso explicaría que a
veces recordemos asuntos de vidas ajenas.Tal vez no sea reencarnación
como tal, sino un mecanismo que nos permiteevocar más allá de la
individualidad.Y así seguí buscando explicaciones, dando vueltas,
elaborando hipótesispara calmarlo. Al final, logré que empacara una
muda de ropa y sus objetospersonales, y llamé a su mejor amigo para
que le diera posada en suapartamento por unos días. También le dije
que se comunicara con suspadres y que les diera un parte de
tranquilidad.Mi estudiante logró terminar ese semestre haciendo un gran
esfuerzo.Después de varias semanas de lidiar con él, su mejor amigo ya
no queríasaber nada de su crisis ni de sus largas exposiciones sobre la
reencarnación.Estaba agotado, sencillamente. Mi alumno salió a
vacaciones y no volvimosa saber nada de él.Al siguiente semestre llamé
a los padres a preguntarles por qué se habíaretirado. Me contestó la
madre y me dijo con una voz lacónica,como si estuviera evocando una
tragedia que no hubiera podido evitar: —Se fue del país en diciembre,
para Navidad. Les pidió a los tíos y a los abuelos que hicieran una
colecta,compró un pasaje, unos dólares, y se fue. Llegó a Nueva Delhi y
después se fue para un centro demeditación.Le pedí encarecidamente
que le enviara un abrazo de mi parte. Pero también debía entender que
la literatura no essolamente un asunto de páginas, rendimiento y
publicaciones. Desde muy joven empieza uno a sentir esas voces,esos
seres dentro del cerebro habitándolo, persiguiéndolo, vigilándolo.
Elsuicidio ronda por su cabeza una y otra vez, es una imagen
persistente. Tarde o temprano huye, escapa, desiste.Cuando la gente
pregunta por él, hace rato que se fue: está en un parque, enuna
panadería o en un sótano con la cabeza entre las manos. Las
relacionessentimentales son un desastre y termina haciendo daño sin
querer: el amores solo una más de las infinitas posibilidades que brinda
la ficción. Porque la literatura es una de las formas másexquisitas de la
locura. Y por eso al final su cuerpo y sumente no valen un céntimo, por
eso en la vejez (si logra llegar a ella) es undespojo de sí mismo, una
piltrafa, un beodo que no sirve para nada. Dos años después, su amigo,
el premio Nobel japonés YasunariKawabata, se suicidó abriendo la llave
del gas de su apartamento. HaroldoConti fue torturado y desaparecido
durante la dictadura en Argentina.Sábato escribió sobre una secta
maligna conformada por ciegos y al finalperdió la vista. Virginia Woolf se
llenó de piedras su abrigo y semetió en el río que pasaba cerca de su
casa hasta morir ahogada.Encontraron su cadáver dos semanas
después. Salinger no quiso salir de sucasa durante años para no tener
que exponerse al público: fue como unamuerte en vida. Pero basta con
echar unvistazo a su intimidad para ver hasta qué punto sus obsesiones
losperseguían de día y de noche, cómo se destruyeron la espalda
encorvadostrabajando, cómo sufrieron trastornos de la alimentación,
insomnio,enfermedades raras cuyo origen estaba, en realidad, en sus
largas horas deescritura persistente y tenaz.A veces, en ciertas tardes
como esta, me pregunto dónde estará ese joven talentoso que me hizo
sentir orgulloso de ser su maestro hace tanto saños. Cómo habrá logrado
solucionar esa memoria de una vida pasada que lo perseguía, si se
habrá convertido en un maestro espiritual, si conocer muchos otros
relatos parecidos al suyo lo habrá tranquilizado, si habrá escrito algún
relato o ensayo sobre el tema. También me digo que tal vez no haya
aguantado la presión y haya terminado en algún hote lucho de mala
muerte en Delhi o en Calcuta, metiéndose una sobredosis de pastillas o
cortándose las venas para ir en pos de esa siguiente vida que lo estaba
esperando en el future

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