Bio Molecular
Bio Molecular
Bio Molecular
Biología
molecular y genética
Biología | Ciencia | Genética | Humanidades | Salud
Ginés Morata
Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, España
Tiempo 20 de lectura
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Quizá la persona que más lúcidamente ha profundizado en estas ideas ha sido Sydney
Brenner, uno de los científicos más brillantes del siglo xx que pasará a la historia de la
ciencia por sus enormes aportaciones a la biología molecular, ciencia que contribuyó
decisivamente a crear. Afirma Brenner que la nueva biología nos acerca a la
comprensión de nosotros mismos, al entendimiento de los humanos como organismos:
«Por primera vez podemos plantear el problema fundamental del hombre y empezar a
comprender nuestra evolución, nuestra historia, nuestra cultura y nuestra biología como
un todo».
En esta exposición trataré de la historia de los acontecimientos científicos que han dado
lugar a esta situación y especularé brevemente sobre las implicaciones que tienen estos
nuevos descubrimientos en la sociedad del futuro, e incluso en nuestra propia
comprensión de la naturaleza humana.
EL HECHO EVOLUTIVO
La idea de que las especies cambian con el tiempo es muy antigua y ciertamente
anterior a la propuesta darwinista. En el año 520 ANE, Anaximandro de Mileto, en su
tratado On Nature, introdujo la idea de la evolución y que la vida empezó en los
océanos. John Ray en su libro Historia Plantarum, publicado en 1686, catalogó 18.600
tipos de plantas y propuso la primera definición de especie basada en una descendencia
común. El propio abuelo de Darwin, Erasmus Darwin, propuso explícitamente que las
especies animales cambian con el tiempo.
Darwin disponía además de información que sus predecesores no conocían y ésta ayudó
mucho a la comprensión del fenómeno evolutivo. Por ejemplo, se sabía que la edad de
la Tierra era mucho mayor que lo que se había supuesto, lo cual concedía mucho más
tiempo para el cambio gradual que preconizaba la teoría de la selección natural.
También existía un registro fósil ya muy elaborado que permitía comprobar la existencia
de un cambio gradual en muchas líneas de animales y plantas, lo cual apoyaba
claramente la propuesta darwiniana. Se sabía también que la selección artificial es capaz
de generar cambios morfológicos muy profundos en poco tiempo. Esto es evidente si,
por ejemplo, consideramos la gran cantidad de razas de perros que existen. Todas
derivan del lobo, pero a través de 5.000 o 10.000 años de evolución artificial, no natural,
el hombre ha conseguido crear una gran diversidad de razas caninas, lo que indica hasta
qué punto es versátil el material biológico cuando se somete a selección.
Pero además, la estructura del ADN indicaba que la información biológica radicaba en la
secuencia a lo largo de la molécula de las cuatro bases nitrogenadas llamadas timina (T),
guanina (G), adenina (A) y citosina (C). Lo que un organismo hereda de sus progenitores
y que va a condicionar sus características biológicas es simplemente una secuencia
escrita en un lenguaje de cuatro letras.
En este contexto un gen es simplemente una secuencia concreta de ADN que codifica
para una proteína específica encargada de una función concreta, por ejemplo la
hemoglo-bina necesaria para la respiración o la miosina del músculo.
Tomemos como ejemplo una mariposa (figura 2); cada célula individual tiene que
realizar las funciones biológicas primarias, síntesis de proteínas, replicación del ADN,
etc., pero además tiene que disponerse, agruparse con otras y diferenciarse para hacer
órganos específicos, ojos, alas, patas etc., los cuales han de ensamblarse con los demás
órganos de forma que cada uno de ellos aparezca en el lugar adecuado. En el diseño de
un animal hay que disponer las diversas partes del cuerpo en las tres dimensiones del
espacio; los ejes antero-posterior, dorso-ventral y próximo-distal. Este problema del
diseño corporal ha sido uno de los grandes retos de la genética de los organismos
superiores: cómo los genes especifican la información posicional de las diversas partes
del cuerpo de forma que las células que van a hacer ojo saben que han de disponerse en
la parte anterior del cuerpo y las que van a formar la patas deben de estar en la parte
ventral. En otras palabras, ¿cuál es la descripción genética de un organismo
tridimensional? En un insecto como una mariposa distinguimos morfológicamente una
parte cefálica, una parte torácica y una parte abdominal, pero no hay garantía de que
esta descripción corresponda a la verdadera descripción genética del organismo. Es en
este asunto de la descripción genética de los animales donde se ha progresado de forma
notable en los últimos treinta años.
Las claves del diseño genético del cuerpo animal están en los llamados genes
homeóticos, ahora llamados Hox. Estos forman una maquinaria genética que ha sido
estudiada con gran detalle en la mosca del vinagre Drosophila. Lo característico de estos
genes es que sus mutaciones transforman unas partes del cuerpo en otras (figura 3).
Una mutación como Antennapedia (Antp) por ejemplo transforma la antena en pata, o
una mutación como Ultrabithorax (Ubx) transforma el apéndice halterio en ala, dando
lugar a una mosca con cuatro alas. Lo interesante de estas transformaciones es que, a
pesar de que la construcción general del cuerpo es errónea, la morfología de las partes
es normal: la pata que aparece en la antena de Antp es normal, lo que es anómalo es el
sitio donde aparece. Igualmente, las alas transformadas que aparecen en la mosca Ubx
tienen morfología y tamaño normal de alas. Lo único anormal es el sitio donde aparecen.
La implicación de estos fenotipos es que lo que controlan los genes Hox no es la
morfología de las estructuras sino el diseño general del cuerpo, la información posicional
a la que me refería anteriormente, que hace que cada órgano aparezca en el lugar
correspondiente.
Los genes homeóticos son pues genes reguladores de alto rango que determinan el tipo
de desarrollo de las diversas partes del cuerpo de Drosophila. Una pregunta muy
importante que se hizo en los años ochenta del siglo pasado fue cuántos genes
homeóticos existen. La identificación de todos ellos era de esperar que permitiera
dilucidar la lógica genética que subyace en el diseño del cuerpo. Estudios realizados en
Estados Unidos y en España demostraron que, sorprendentemente, el número de genes
Hox es pequeño. En la Drosophila solamente existen nueve genes Hox que establecen
las coordenadas espaciales en el eje antero-posterior, reconocen los valores posicionales
en este eje y determinan la adquisición del programa de desarrollo adecuado para
generar la parte correspondiente del cuerpo. Estos resultados eran ciertamente
interesantes pero se referían a la mosca del vinagre; en principio no se sospechaba que
pudieran tener un valor general para explicar el diseño del cuerpo de otros animales,
incluyendo la especie humana.
Igualmente, el gen de ratón homólogo de eyeless, llamado small eye, es capaz de inducir
ojos de mosca (figura 4). Experimentos similares con genes de otros organismos han
llevado a la conclusión de que el diseño genético de los ojos de todos los animales,
moscas, pulpos, seres humanos, es el mismo. El invento evolutivo de un órgano receptor
de luz conectado al cerebro tuvo lugar hace 540 millones de años y ha sido heredado por
todos los organismos multicelulares. Estos experimentos ilustran un principio general
del fenómeno evolutivo: cuando aparece un mecanismo que opera adecuadamente, la
programación genética de este mecanismo queda fijada en el genoma y, a partir de ahí,
no se modifica o se modifica muy poco.
La conclusión general de todo lo anterior es que el mecanismo general de diseño
genético de los animales, basado en los genes Hox y derivados, es común para todo el
Reino Animal. Seguramente la explosión del Cámbrico, esto es, la aparición repentina de
los Bilateralia con los órganos dispuestos a lo largo de los tres ejes espaciales, es el
resultado de la aparición en el Cámbrico Inferior del complejo Hox y sus derivados. La
similitud en secuencia de los genes del complejo indica que derivan de un gen ancestral
que sufrió varias duplicaciones en tándem, originándose así el conjunto de genes ligados
que forman el conjunto.
Por tanto, podemos afirmar que todos los seres vivos comparten las mismas funciones
biológicas básicas. De todos estos estudios ha surgido una visión unificadora de los
procesos biológicos basada, en última instancia, en el proceso evolutivo. Los organismos
tienen un origen común, como propusieron Darwin y Wallace, comparten el mecanismo
de almacenamiento y liberación de la información genética basado en la universalidad
de la función del ADN, del ARN y en el mecanismo de código genético. Por último, todos
los componentes del Reino Animal comparten el mismo proceso genético de diseño
corporal.
Una implicación de importancia que deriva de estas observaciones es que muchos de los
aspectos del desarrollo del cuerpo humano se pueden estudiar en organismos modelo,
moscas, gusanos, ratones, en el entendimiento de que la base genética/molecular de
estos procesos es común para todas las especies y, por lo tanto, muchos de los procesos
involucrados también lo serán. Un ejemplo típico de este enfoque lo constituyen los
estudios de regeneración que se están llevando a cabo en anfibios y en pollos. Es una
observación muy antigua que los anfibios y reptiles son capaces de regenerar las
extremidades mientras que las aves o los mamíferos no. Los estudios en marcha están
permitiendo identificar los genes relacionados con el proceso regenerativo, varios de los
cuales están también presentes en especies que no regeneran. Parece ser que la
facultad de regenerar un órgano o no hacerlo depende no tanto de la presencia o
ausencia de uno o varios genes como del mecanismo de regulación de genes comunes.
Las especies que regeneran son capaces de activar estos genes después de un trauma
físico, mientras que las que no regeneran no lo son. Una especulación bien fundada es
que, cuando se conozca bien el proceso de regulación de estos genes, se podría
intervenir en el control de su función con objeto de inducir artificialmente el proceso
regenerativo en especies como la humana, que de forma natural no lo harían.
Estos proyectos han conseguido identificar todos los genes de cada especie, determinar
su secuencia y acumular esta información en bases de datos, lo cual, junto con el
desarrollo de instrumentos informáticos muy sofisticados y poderosos ordenadores, ha
permitido comparar las secuencias significativas. La comparación ha producido muchos
resultados de interés, pero uno particularmente importante (fig. 6) es el descubrimiento
de que la especie humana comparte aproximadamente un 50% de los genes con el
nemátodo Caenorabditis elegans y un 60% con la mosca Drosophila. Esta observación es
un saludable recordatorio de nuestros orígenes biológicos, que compartimos con el
resto de los animales. Naturalmente, esto se refleja en el ADN que es el trazo evolutivo
común que nos une a todos.
Figura 6. Comparación de algunos genomas importantes.
En lo que respecta a los procesos patológicos, las últimas estimaciones indican que el
74% de los genes relacionados con enfermedades humanas están presentes en
Drosophila. Se trata, por tanto, de una fuente de información de enorme importancia
para el conocimiento básico de la enfermedad humana. Actualmente, muchos
laboratorios en todo el mundo están usando Drosophila como organismo para estudiar
patologías como el cáncer, la enfermedad de Alzheimer, ataxias, etc. Un ejemplo de este
enfoque lo constituyen los experimentos para inducir el síndrome molecular de la
enfermedad de Alzheimer en Drosophila. La deposición de la proteína amiloide (Aß) en
las neuronas es una característica de la enfermedad. La forma patológica contiene 42
aminoacidos en vez de 40 y forma agregados llamados placas amiloides. La tecnología de
Drosophila permite inducir la enfermedad en los ojos o el cerebro de la mosca y estudiar
la evolución de la enfermedad. Se pueden producir cientos de individuos y probar gran
cantidad de posibles remedios o compuestos que interfieren con el desarrollo de la
enfermedad. Estos experimentos han permitido identificar una droga —Congo Red—
que mitiga grandemente el efecto de la enfermedad en moscas. Aunque
desgraciadamente esta droga es tóxica para los humanos y no serviría para el
tratamiento de la enfermedad, indica claramente el potencial de este tipo de tecnología.
Experimentos de este tipo ya han identificado varias drogas dirigidas a tratar el cáncer y
otros procesos degenerativos.
Como se mencionaba anteriormente, este gen está presente en nuestra propia especie,
lo que abre la posibilidad de que su manipulación pudiera utilizarse para modificar la
duración de la vida de los seres humanos.