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Jesucristo, Ha Hecho de Nosotros Un Reino de Sacerdotes para Su Dios y Padre. A Él La Gloria y El Poder Por Los Siglos de Los Siglos. Amén

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JUEVES DE LA SEMANA ORDINARIO

SANTA: MISA
DECRISMAL
LA MISA

ANTÍFONA DE ENTRADA Apoc. 1, 6


Jesucristo, ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes
para su Dios y Padre.
A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN COLECTA

D ios y Padre nuestro,


que ungiste a tu Unigénito con el Espíritu Santo,
y lo constituiste Cristo y Señor,
concede a quienes participamos ya de su consagración
que seamos en el mundo testigos de su obra redentora.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
Por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

T e rogamos, Señor, que la eficacia de este sacrificio


lave nuestras antiguas culpas,
y nos haga crecer en novedad de vida
y en plenitud de salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
El pueblo responde:
Amén.

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JUEVES DE LA SEMANAORDINARIO
SANTA: MISA
DE CRISMAL
LA MISA

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 88, 2


Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
y mi boca proclamará tu fidelidad,
de generación en generación.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

T e pedimos, Dios todopoderoso,


que, alimentados por tus sacramentos,
merezcamos convertirnos en buen olor de Cristo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.

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ORDINARIO DE LA MISA

RITOS INICIALES

Reunido el pueblo, el Obispo se dirige al altar, con los ministros, mientras de entona el
canto de entrada.

Cuando llega al altar, habiendo hecho con los ministros una inclinación profunda,
venera el altar con un beso e inciensa la cruz y el altar. Después se dirige con los
ministros a la sede.

Terminado el canto de entrada, el Obispo y los fieles, de pie, se santiguan con la señal
de la cruz, mientras el Obispo, vuelto hacia el pueblo, dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo.
El pueblo responde:
Amén.

Saludo
Después el Obispo, extendiendo las manos, saluda al pueblo, diciendo:
La paz esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.

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ORDINARIO DE LA MISA

Acto penitencial
A continuación se hace el acto penitencial, al que el Obispo invita a los fieles, diciendo:
Hermanos:
para celebrar dignamente estos sagrados misterios,
reconozcamos nuestros pecados.
O bien:
Al comenzar esta celebración eucarística,
pidamos a Dios que nos conceda
la conversión de nuestros corazones;
así obtendremos la reconciliación
y se acrecentará nuestra comunión
con Dios y con nuestros hermanos.
O bien:
Humildes y penitentes, como el publicano en el templo,
acerquémonos al Dios justo,
y pidámosle que tenga piedad de nosotros,
ya que también nosotros reconocemos
que somos pecadores.

Se hace una breve pausa en silencio. Después, todos dicen en común la fórmula
de la confesión general:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Y, golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,

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ORDINARIO DE LA MISA

a los ángeles, a los santos


y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios,
nuestro Señor.
Sigue la absolución del Obispo:
Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la vida eterna.
El pueblo responde:
Amén.

Siguen las invocaciones Señor, ten piedad (Kýrie, eleison), sino se han dicho ya en
alguna de las fórmulas del acto penitencial:
V. Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.
V. Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.
V. Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.

A continuación se canta o se dice el himno:


Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo;
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ORDINARIO DE LA MISA

Señor Dios, Cordero de Dios,


Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amén.
Terminado el himno, el Obispo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con el Obispo, oran en silencia durante un breve espacio de tiempo.

Después el Obispo, con las manos extendidas, dice la oración colecta.

La colecta termina siempre con la conclusión larga.

Al final de la oración, el pueblo aclama:


Amén.

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ORDINARIO DE LA MISA

LITURGIA DE LA PALABRA
Después, el lector se dirige al ambón y proclama la primera lectura, que todos escuchan
sentados.

El salmista, o el cantor, canta o recita el salmo, y el pueblo pronuncia la respuesta.

Después, si hay segunda lectura, el lector la lee desde el ambón, como la primera.

Sigue el canto determinado por las rúbricas según lo requiera el tiempo litúrgico.

Mientras tanto, el Obispo pone incienso en el incensario. Después, el diácono o el


sacerdote que va a proclamar el Evangelio, profundamente inclinado ante el Obispo,
pide la bendición, diciendo en voz baja:
Padre, dame tu bendición.
El Obispo, en voz baja, dice:
El Señor este en tu corazón y en tus labios,
para que anuncies dignamente su Evangelio;
en el nombre del Padre, y del Hijo ,
y del Espíritu Santo.
El diácono o el sacerdote se signa con la señal de la cruz y responde:
Amén.
Después el diácono, o el sacerdote, se dirige al ambón, acompañado, si es oportuno, por
los ministros que llevan el incienso y los cirios, y dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El diácono o el sacerdote:
Del santo Evangelio según san N.
Y, mientras tanto, hace la señal de la cruz sobre el libro y sobre su frente, labios y
pecho.

El pueblo aclama:
Gloria a ti, Señor.
Luego el diácono, o el sacerdote, si se usa incienso, inciensa el libro y proclama el
Evangelio.

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ORDINARIO DE LA MISA

Acabado el Evangelio, el diácono, o el sacerdote, aclama:


Palabra del Señor.
Todos responden:
Gloria a ti, Señor Jesús.
Después besa el libro, diciendo en secreto, o lo lleva al Obispo para que él lo bese:
Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.
Después de la lectura del Evangelio el Obispo tiene la homilía, en la cual, basándose en
los textos que se leyeron en la liturgia de la Palabra, habla al pueblo y a sus presbíteros
acerca de la unción sacerdotal, exhortando a los presbíteros a conservar la fidelidad en
su ministerio e invitándolos a renovar públicamente sus promesas sacerdotales.

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ORDINARIO DE LA MISA

RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS SACERDOTALES


Terminada la homilía, el Obispo, sentado con mitra y báculo, se dirige a los presbíteros,
con estas palabras u otras semejantes:

El Obispo:
Amados hijos:
al celebrar hoy la conmemoración anual del día en que
Cristo, nuestro Señor,
comunicó su sacerdocio a los Apóstoles y a nosotros,
¿quieren ustedes renovar las promesas
que hicieron el día de su ordenación,
ante su obispo y ante el pueblo santo de Dios?
Los presbíteros responden todos al mismo tiempo:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieren unirse más íntimamente a nuestro Señor
Jesucristo, modelo de nuestro sacerdocio,
renunciando a sí mismos
y reafirmando los compromisos sagrados
que, impulsados por amor a Cristo
y para servicio de su Iglesia,
hicieron ustedes con alegría
el día de su ordenación sacerdotal?
Los presbíteros:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieren ser fieles dispensadores de los misterios de
Dios,
por medio de la sagrada Eucaristía

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ORDINARIO DE LA MISA

y de las demás acciones litúrgicas,


y cumplir fielmente con el sagrado oficio de enseñar,
a ejemplo de Cristo, Cabeza y Pastor,
no movidos por el deseo de los bienes terrenos,
sino impulsados solamente por el bien de los hermanos?
Los presbíteros:
Sí, quiero.
Enseguida el Obispo se levanta, deja el báculo y la mitra y dirigiéndose al pueblo,
prosigue:
Y ustedes, queridos hijos, oren por sus sacerdotes;
que el Señor derrame abundantemente
sobre ellos sus dones celestiales,
para que sean fieles ministros de Cristo, Sumo Sacerdote,
y los conduzcan a ustedes hacia él,
que es la fuente única de salvación.
El pueblo:
Cristo, óyenos; Cristo, escúchanos.
El Obispo:
Oren también por mí,
para que sea fiel al ministerio apostólico,
encomendado a mis débiles fuerzas,
y que sea entre ustedes una imagen viva
y cada vez más perfecta
de Cristo Sacerdote, buen Pastor,
Maestro y servidor de todos.
El pueblo:
Cristo, óyenos; Cristo, escúchanos.

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ORDINARIO DE LA MISA

El Obispo:
El Señor nos conserve en su amor
y nos lleve a todos, pastores y ovejas a la vida eterna.
Todos:
Amén.
No se dice Credo ni oración universal.

Presentación de los óleos


El obispo, con mitra, se sienta (o en un lugar adecuado) y recibe los dones.

Después de la renovación de las promesas sacerdotales, los diáconos y ministros


designados llevan los óleos o, faltando éstos, algunos presbíteros y ministros, (junto
con los fieles que llevan el pan, el vino y el agua, si es que la bendición de los óleos se
hace siguiendo la Tradición Romana), se acercan ordenadamente a la sacristía, o al
lugar donde están preparados los óleos y las ofrendas.

En la procesión que se hace de ese lugar al altar, irán en este orden: precede el ministro
que lleva el vaso con aromas (si el Obispo mismo quiere preparar el Crisma); sigue otro
ministro con el recipiente del óleo de los catecúmenos; luego va otro con el recipiente
del óleo de los enfermos; después de éstos, un diácono o un presbítero, que lleva el óleo
para el Crisma. (A éstos siguen quienes llevan el pan, el vino y el agua para la
celebración de la Eucaristía, si es que la bendición de los óleos se hace siguiendo la
Tradición Romana).

Durante esta procesión por la iglesia, el coro canta el himno O Redémptor u otro canto
apropiado al cual todos responden. Este canto reemplaza la procesión de ofrendas.

Cuando la procesión llega al altar o a la sede, el Obispo recibe los dones. El diácono
que lleva el recipiente para el sagrado Crisma lo presenta al Obispo y dice en voz
alta: Óleo para el santo crisma. El Obispo lo recibe y lo entrega a uno de los diáconos
que lo ayudan, quien lo lleva a la mesa preparada para este efecto. De la misma manera
proceden quienes llevan las ánforas con el óleo para los enfermos y con el óleo para los
catecúmenos. El primero dice: Óleo de los enfermos; el segundo dice: Óleo de los
catecúmenos. El Obispo los recibe y luego los entrega a los ministros para que los
coloque en la mesa ya preparada.

Terminado lo anterior:

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ORDINARIO DE LA MISA

a) Si la bendición se hace íntegramente al finalizar la liturgia de la Palabra, el Obispo,


acompañado por los concelebrantes, se acerca a la mesa colocada en medio del
presbiterio, donde ha de efectuarse la bendición del óleo de los enfermos, del óleo
de los catecúmenos y la consagración del Crisma. Y todo se realiza como está
indicado más adelante.

b) Si la bendición se imparte según la tradición de la Liturgia Romana (al final de la


Plegaria eucarística para la bendición del óleo de los enfermos y luego, terminada la
oración después de la Comunión, para la bendición del óleo de los catecúmenos y la
consagración del Crisma), la Misa sigue normalmente tal como se describe en el
rito de la concelebración hasta finales de la Plegaria eucarística. Tiene lugar, en el
Canon Romano, antes de “Por Cristo, Señor nuestro, por quien sigues creando
todos los bienes…”; y en las otras tres Plegarias antes de la doxología: “Por Cristo,
con él y en él…”. El diácono encargado lleva el ánfora que contiene el óleo de los
enfermos cerca del altar y la sostiene delante del Obispo, mientras éste dice la
oración de bendición. Terminada la bendición, el ánfora con el óleo de los enfermos
se lleva de nuevo a su lugar, y la Misa prosigue como de costumbre hasta después
de la oración poscomunión. Terminada ésta, el Obispo, teniendo a ambos lados
suyos a los presbíteros concelebrantes, que forman un semicírculo, y a los otros
ministros detrás de él, procede a la bendición del óleo de los catecúmenos y a la
consagración del Crisma.
Después se tienen los ritos de conclusión, como de costumbre.

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ORDINARIO DE LA MISA

BENDICIÓN DEL ÓLEO DE LOS ENFERMOS


Estando todo dispuesto, el Obispo, de pie, sin mitra, y de cara al pueblo, con las manos
extendidas, dice la siguiente oración:

D ios nuestro, Padre de todo consuelo,


que, por medio de tu Hijo
quisiste curar las dolencias de los enfermos,
atiende benignamente la oración
que brota de nuestra fe
y envía desde el cielo tu Santo Espíritu Consolador
sobre este aceite fecundo,
que quisiste que un árbol vigoroso ofreciera
para alivio de nuestro cuerpo;
de manera que, por tu santa bendición,
se convierta, para todo el que sea ungido con él,
en protección del cuerpo, del alma y del espíritu,
para quitar todo dolor, toda debilidad
y toda enfermedad.
Que sea para nosotros óleo santo,
bendecido por ti, Padre,
en el nombre de Jesucristo, Señor nuestro.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
La conclusión que vive y reina se dice solamente cuando la bendición se hace fuera de
la Plegaria eucarística.

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ORDINARIO DE LA MISA

BENDICIÓN DEL ÓLEO DE LOS CATECÚMENOS


Terminada la bendición del óleo de los enfermos, el Obispo bendice el óleo de los
catecúmenos con la siguiente oración:

D ios nuestro, fuerza y protección de tu pueblo,


que hiciste del aceite un signo de fortaleza,
dígnate bendecir este óleo,
y fortalece a los catecúmenos
que con él serán ungidos,
para que, al recibir la fuerza y la sabiduría de Dios,
comprendan más profundamente el Evangelio de Cristo,
afronten animosamente las exigencias
de la vida cristiana
y, hechos dignos de la adopción filial,
sientan la alegría de renacer y vivir en tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

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ORDINARIO DE LA MISA

CONSAGRACIÓN DEL CRISMA


Enseguida el Obispo, con mitra, en silencio, derrama el perfume en el óleo y elabora el
Crisma, a no ser que haya sido preparado antes.

Terminado esto, el Obispo, de pie y sin mitra, exhorta al pueblo a orar, diciendo:

Hermanos muy queridos: pidamos a Dios Padre


todopoderoso, que bendiga y santifique este Crisma para
que cuantos sean ungidos externamente con él, también
reciban esta unción interiormente y los haga dignos de la
divina redención.
Entonces el Obispo, si lo considera conveniente, sopla sobre el ánfora del Crisma y,
con las manos extendidas, pronuncia una de las dos oraciones consecratorias.

D ios nuestro,
autor de todo crecimiento y progreso espiritual,
acepta complacido el homenaje de acción de gracias
que, por nuestra voz, te presenta, gozosa, la Iglesia.
Pues, al principio del mundo, tú hiciste brotar de la tierra
árboles que dieran fruto
y que, de entre ellos, surgiera el olivo,
cuyo suavísimo aceite
habría de servir para el santo Crisma.
Ya David, presintiendo con espíritu profético
los sacramentos de tu gracia,
anunció que nuestros rostros habrían de quedar ungidos
con aceite en señal de alegría;
y cuando, en tiempos pasados,

21
ORDINARIO DE LA MISA

fueron purificados los pecados del mundo por el diluvio,


con una rama de olivo, signo de la gracia futura,
la paloma mostró que había vuelto la paz a la tierra.
Lo cual está significado en el tiempo presente
cuando, ya borradas las culpas de todos los delitos
por las aguas bautismales,
la unción con este aceite
llena nuestros rostros de alegría y de paz.
También mandaste a Moisés, tu servidor,
que a su hermano Aarón, una vez purificado con agua,
lo consagrara sacerdote, ungiéndolo con este aceite.
A todo lo cual se le añadió un honor más alto
cuando tu Hijo, Jesucristo, Señor nuestro,
le exigió a Juan que lo bautizara
en las aguas del Jordán.
Porque entonces, al enviar sobre él
el Espíritu Santo en forma de paloma,
y con el testimonio de tu voz,
declaraste tener, en tu Unigénito, toda tu complacencia.
Y así pusiste de manifiesto que en él se cumplía
lo que David había profetizado
al cantar en el salmo que tu Hijo sería ungido
con el óleo de la alegría, entre todos sus compañeros.

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ORDINARIO DE LA MISA

Todos los concelebrantes, en silencio, extienden la mano derecha hacia el Crisma, y la


mantienen así hasta el final de la oración.

Te suplicamos, Señor,
que santifiques con tu bendición este óleo fecundo
y que infundas en él la fuerza de tu Espíritu Santo,
junto con el poder de Cristo,
de quien el santo Crisma toma su nombre
y con el cual ungiste a tus sacerdotes y reyes,
a tus profetas y mártires.
Haz que este Crisma
sea sacramento de vida y perfecta salvación
en favor de quienes nacerán espiritualmente
del agua bautismal,
a fin de que santificados por esta unción,
y borrada la mancha original,
se hagan templo de tu gloria
y exhalen la fragancia de una vida agradable a ti,
para que así,
conforme a la eficacia de tu sacramento,
habiéndoles concedido la dignidad real,
sacerdotal y profética, sean revestidos
con el don incorruptible.
Que de esta manera sea Crisma de salvación
para aquellos que hayan renacido
del agua y del Espíritu Santo,
y los haga partícipes de la vida eterna
y herederos de la gloria celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
23
ORDINARIO DE LA MISA

II

D ios nuestro,
autor de los sacramentos
y dador espléndido de la vida,
te damos gracias por tu inefable bondad
al haber prefigurado en la Antigua Alianza
el misterio del aceite que santifica,
y haberlo hecho patente de modo especial
en tu Hijo amado
cuando llegó la plenitud de los tiempos.
En efecto, cuando tu Hijo, nuestro Señor,
redimió al género humano
por el misterio de la Pascua,
llenó a tu Iglesia en plenitud con el Espíritu Santo
y la dotó admirablemente de dones celestiales
para que, por su medio,
se llevara a cabo plenamente en el mundo
la obra de la salvación.
Desde entonces, mediante este santo misterio del Crisma,
de tal forma repartes a los hombres
las riquezas de tu gracia,
que así tus hijos, renacidos en el baño bautismal,
quedan fortalecidos por la unción del Espíritu Santo
y, configurados a tu Ungido,
participan de su dignidad de profeta,
de sacerdote y de rey.

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ORDINARIO DE LA MISA

Todos los concelebrantes, en silencio, extienden la mano derecha hacia el Crisma y la


mantienen así hasta el final de la oración.

Por eso, Señor, te rogamos


que, por el poder de tu gracia,
esta mezcla de aceite y perfume
se conviertan para nosotros
en sacramento de tu bendición ;
derrama generosamente los dones del Espíritu Santo
sobre nuestros hermanos ungidos con este Crisma.
Adorna con el esplendor de la santidad los lugares
y objetos marcados con este óleo santo.
Pero sobre todo, por el misterio de este Crisma,
haz crecer a tu Iglesia
hasta alcanzar aquella medida de plenitud
en la que tú, Resplandor de luz eterna,
serás todo en todos,
con Cristo, en el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

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ORDINARIO DE LA MISA

LITURGIA EUCARÍSTICA
Terminada la bendición de los óleos, los fieles designados para ello llevan el pan, el
vino y el agua para a celebración de la Eucaristía (a no ser que se hayan llevado ya
junto con los oleos, en el caso de que la bendición de estos se haga siguiendo la
Tradición Romana). La celebración de la Misa continua como de costumbre.

Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros
colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el Cáliz, la palia y el misal.

Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el
pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las
necesidades de la Iglesia o de los pobres.

El Obispo, de pie junto al altar, toma la patena con el pan y, teniéndola con ambas
manos un poco elevada sobre el altar, dice en voz baja:
Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este pan,
fruto de la tierra y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros pan de vida.
Después, deja sobre el corporal la patena con el pan.

Si no se hace el canto para el ofertorio, el Obispo puede decir estas palabras


en voz alta; al final, el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor.
El diácono, un sacerdote o el Obispo vierte vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo
en secreto:
Por el misterio de esta agua y este vino,
haz que compartamos la divinidad
de quien se ha dignado participar de nuestra humanidad.
Después, el Obispo toma el cáliz y, teniéndolo con ambas manos un poco elevado sobre
el altar, dice en voz baja:
Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este vino,
fruto de la vid y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros bebida de salvación.
26
ORDINARIO DE LA MISA

Después, deja sobre el corporal el cáliz.

Si no se hace el canto para el ofertorio, el Obispo puede decir estas palabras


en voz alta; al final, el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor.
Luego, el Obispo, inclinado profundamente, dice en secreto:
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde;
que éste sea hoy nuestro sacrificio
y que sea agradable en tu presencia,
Señor, Dios nuestro.
Y, si es oportuno, inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. Después el diácono, u otro
ministro, inciensa al Obispo y al pueblo.

Luego el Obispo, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto:
Lava del todo mi delito, Señor,
y limpia mi pecado.
Después, de pie en el centro del altar, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las
manos, dice:
Oren, hermanos,
para que este sacrificio, mío y de ustedes,
sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.

O bien:
En el momento de ofrecer
el sacrificio de toda la Iglesia,
oremos a Dios, Padre todopoderoso.
O bien:
Oren, hermanos,
para que, trayendo al altar
los gozos y las fatigas de cada día,
nos dispongamos a ofrecer el sacrificio
agradable a Dios, Padre todopoderoso.

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ORDINARIO DE LA MISA

El pueblo se pone de pie y responde:


El Señor reciba de tus manos este sacrificio,
para alabanza y gloria de su nombre,
para nuestro bien
y el de toda su santa Iglesia.
Luego el Obispo, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas.

La oración sobre las ofrendas termina siempre con la conclusión breve, que el Obispo
dice juntando las manos.

Concluida la oración sobre las ofrendas, el pueblo aclama:


Amén.

PLEGARIA EUCARÍSTICA
Entonces, el Obispo dice la Plegaria eucarística.

28
ORDINARIO DE LA MISA

PREFACIO
El sacerdocio de Cristo y el ministerio de los sacerdotes.

V. El Señor esté con ustedes.


R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

E n verdad es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Ya que, por la unción del Espíritu Santo,
constituiste a tu Unigénito
Pontífice de la alianza nueva y eterna,
y, en tu designio salvífico, has querido
que su sacerdocio único se perpetuara en la Iglesia.
En efecto, Cristo no sólo confiere
la dignidad del sacerdocio real
a todo su pueblo santo,
sino que, con especial predilección,
elige a algunos de entre los hermanos,
y mediante la imposición de las manos,
los hace partícipes de su ministerio de salvación,
a fin de que renueven, en su nombre,
el sacrifico redentor,

29
ORDINARIO DE LA MISA

preparen para tus hijos el banquete pascual,


fomenten la caridad en tu pueblo santo,
lo alimenten con la Palabra,
lo fortifiquen con los sacramentos,
y, consagrando su vida a ti
y a la salvación de sus hermanos,
se esfuercen por reproducir en sí mismos
la imagen de Cristo y te den un constante testimonio
de fidelidad y de amor.
Por eso, Señor, con todos los ángeles y los santos,
te alabamos, cantando llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo…

30
ORDINARIO DE LA MISA

PLEGARIA EUCARÍSTICA I
O Canon Romano

El Obispo, con las manos extendidas, dice:


C
P P adre misericordioso,
te pedimos humildemente,
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
Junta las manos y dice:
que aceptes
Traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
y bendigas estos dones,
este sacrificio santo y puro que te ofrecemos,
Con las manos extendidas, prosigue:
ante todo, por tu Iglesia santa y católica,
para que le concedas la paz, la protejas,
la congregues en la unidad
y la gobiernes en el mundo entero,
con tu servidor el Papa N.,
conmigo, indigno siervo tuyo,
y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad,
promueven la fe católica y apostólica.

Conmemoración de los vivos

C1 Acuérdate, Señor, de tus hijos N. y N.


Junta las manos y ora unos momentos por quienes tiene la intención de orar.

Después, con las manos extendidas, prosigue:


y de todos los aquí reunidos,
cuya fe y entrega bien conoces;
por ellos y todos los suyos,

31
ORDINARIO DE LA MISA

por el perdón de sus pecados


y la salvación que esperan,
te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen,
este sacrificio de alabanza,
a ti, eterno Dios, vivo y verdadero.

Conmemoración de los santos

C2 Reunidos en comunión con toda la Iglesia,


veneramos la memoria,
ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María,
Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor;
* la de su esposo, san José;
la de los santos apóstoles y mártires
Pedro y Pablo, Andrés,
(Santiago y Juan,
Tomás, Santiago, Felipe,
Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo;
Lino, Cleto, Clemente, Sixto,
Cornelio, Cipriano,
Lorenzo, Crisógono,
Juan y Pablo,
Cosme y Damián)
y la de todos los santos;
por sus méritos y oraciones
concédenos en todo tu protección.
(Por Cristo, nuestro Señor. Amén.)
Con las manos extendidas, prosigue:
CP Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus siervos
y de toda tu familia santa;
32
ORDINARIO DE LA MISA

ordena en tu paz nuestros días,


líbranos de la condenación eterna
y cuéntanos entre tus elegidos.
Junta las manos.
(Por Cristo, nuestro Señor. Amén.)
Extendiendo las manos sobre las ofrendas, dice:
CC Bendice y santifica esta ofrenda, Padre,
haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti:
que se convierta para nosotros
en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo amado,
Jesucristo, nuestro Señor.
Junta las manos.

En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor deben pronunciarse claramente y
con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.
El cual, la víspera de su Pasión,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan en sus santas y venerables manos,
Eleva los ojos.
y, elevando los ojos al cielo,
hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso,
dando gracias te bendijo,
lo partió,
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por ustedes.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora
haciendo genuflexión.
33
ORDINARIO DE LA MISA

Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó este cáliz glorioso
en sus santas y venerables manos,
dando gracias te bendijo,
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomen y beban todos de él,
porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada
por ustedes y por muchos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo
genuflexión.

Luego dice una de las siguientes fórmulas:

I CP Éste es el Misterio de la fe.


O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!

34
ORDINARIO DE LA MISA

II CP Éstees el Misterio de la fe.


Cristo nos redimió.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor,
hasta que vuelvas.

III CPÉstees el Misterio de la fe.


Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Salvador del mundo, sálvanos,
tú que nos has liberado por tu cruz y resurrección.

Después el Obispo, con las manos extendidas, dice:


CC Por eso, Padre,
nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo,
al celebrar este memorial de la muerte gloriosa
de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
de su santa resurrección del lugar de los muertos
y de su admirable ascensión a los cielos,
te ofrecemos, Dios de gloria y majestad,
de los mismos bienes que nos has dado,
el sacrificio puro, inmaculado y santo:
pan de vida eterna
y cáliz de eterna salvación.
Mira con ojos de bondad esta ofrenda
y acéptala,
como aceptaste los dones del justo Abel,

35
ORDINARIO DE LA MISA

el sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe,


y la oblación pura
de tu sumo sacerdote Melquisedec.
Inclinado, con las manos juntas, prosigue:
Te pedimos humildemente,
Dios todopoderoso,
que esta ofrenda sea llevada a tu presencia,
hasta el altar del cielo,
por manos de tu Ángel,
para que cuantos recibimos
el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
al participar aquí de este altar,
Se endereza y se signa, diciendo:
seamos colmados
de gracia y bendición.
Junta las manos.
(Por Cristo, nuestro Señor. Amén.)

Conmemoración de los difuntos

Con las manos extendidas, dice:


C3 Acuérdate también, Señor,
de tus hijos N. y N.,
que nos han precedido con el signo de la fe
y duermen ya el sueño de la paz.
Junta las manos y ora unos momentos por los difuntos por quienes tiene intención de
orar.

Después, con las manos extendidas, prosigue:


A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo,
concédeles el lugar del consuelo,

36
ORDINARIO DE LA MISA

de la luz y de la paz.
Junta las manos.
(Por Cristo, nuestro Señor. Amén.)
Con la mano derecha se golpea el pecho, diciendo:
C4 Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos,
Con las manos extendidas, prosigue:
que confiamos en tu infinita misericordia,
admítenos en la asamblea
de los santos apóstoles y mártires
Juan el Bautista, Esteban,
Matías y Bernabé,
(Ignacio, Alejandro,
Marcelino y Pedro,
Felícitas y Perpetua,
Águeda, Lucía,
Inés, Cecilia, Anastasia,)
y de todos los santos;
y acéptanos en su compañía,
no por nuestros méritos,
sino conforme a tu bondad.

BENDICIÓN DEL ÓLEO DE LOS ENFERMOS


Cuando la bendición del óleo de los enfermos se hace durante la Plegaria eucarística,
antes de que el Obispo diga: “Por Cristo, Señor nuestro, por quien sigues creando todos
los bienes…”, antes de la doxología.

D ios nuestro, Padre de todo consuelo,


que, por medio de tu Hijo
quisiste curar las dolencias de los enfermos,
atiende benignamente la oración que brota de nuestra fe
y envía desde el cielo tu Santo Espíritu Consolador
37
ORDINARIO DE LA MISA

sobre este aceite fecundo,


que quisiste que un árbol vigoroso ofreciera
para alivio de nuestro cuerpo;
de manera que, por tu santa bendición,
se convierta, para todo el que sea ungido con él,
en protección del cuerpo, del alma y del espíritu,
para quitar todo dolor, toda debilidad
y toda enfermedad.
Que sea para nosotros óleo santo,
bendecido por ti, Padre,
en el nombre de Jesucristo, Señor nuestro.
Acabada la bendición, el ánfora con el óleo de los enfermos se lleva de nuevo a su
lugar, y la Misa prosigue como de costumbre. Después de la oración poscomunión se
prosigue a la bendición del óleo de los catecúmenos y la consagración del Crisma.

Junta las manos.


Por Cristo, Señor nuestro.
Y continúa:
CP Por quien sigues creando todos los bienes,
los santificas, los llenas de vida,
los bendices y los repartes entre nosotros.
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:
CP
o P or Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
CC en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Después sigue el rito de comunión.

38
ORDINARIO DE LA MISA

PLEGARIA EUCARÍSTICA II
Aunque esta Plegaria eucarística tiene un prefacio propio que forma parte de su misma
estructura, puede usarse también con otros prefacios, especialmente con aquellos que
presentan una breve síntesis del misterio de la salvación, por ejemplo, con los prefacios
comunes.

V. El Señor esté con ustedes.


R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

C
P E n verdad es justo y necesario,  
es nuestro deber y salvación
darte gracias, Padre santo,
siempre y en todo lugar,
por Jesucristo, tu Hijo amado.
Por él, que es tu Palabra,
hiciste todas las cosas;
tú nos lo enviaste
para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo
y nacido de María, la Virgen,
fuera nuestro Salvador y Redentor.
Él, en cumplimiento de tu voluntad,
para destruir la muerte
y manifestar la resurrección,
extendió sus brazos en la cruz,
y así adquirió para ti un pueblo santo.

39
ORDINARIO DE LA MISA

Por eso,
con los ángeles y los santos,
proclamamos tu gloria, diciendo:
Santo, Santo, Santo...
El Obispo, con las manos extendidas, dice:
CP
S anto eres en verdad, Señor,
fuente de toda santidad;
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
CC por eso te pedimos que santifiques estos dones
con la efusión de tu Espíritu,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente,
diciendo:
de manera que se conviertan para nosotros
en el Cuerpo y la Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor.
Junta las manos.

En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor deben pronunciarse claramente y
con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.
El cual,
cuando iba a ser entregado a su Pasión,
voluntariamente aceptada,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, dándote gracias, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por ustedes.
40
ORDINARIO DE LA MISA

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora


haciendo genuflexión.

Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz,
y, dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomen y beban todos de él,
porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada
por ustedes y por muchos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo
genuflexión.

Luego dice una de las siguientes fórmulas:

I CP Éste es el Misterio de la fe.


O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!

41
ORDINARIO DE LA MISA

II CPÉste es el Misterio de la fe.


Cristo nos redimió.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor,
hasta que vuelvas.

III CPÉste es el Misterio de la fe.


Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Salvador del mundo, sálvanos,
tú que nos has liberado por tu cruz y resurrección.
Después el Obispo, con las manos extendidas, dice:
CC Así, pues, Padre,
al celebrar ahora el memorial
de la muerte y resurrección de tu Hijo,
te ofrecemos
el pan de vida y el cáliz de salvación,
y te damos gracias
porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.
Te pedimos humildemente
que el Espíritu Santo congregue en la unidad
a cuantos participamos
del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
C1 Acuérdate, Señor,
de tu Iglesia extendida por toda la tierra;
y con el Papa N.,

42
ORDINARIO DE LA MISA

con nuestro Obispo N.,


y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.
C2 Acuérdate también de nuestros hermanos
que se durmieron en la esperanza
de la resurrección,
y de todos los que han muerto en tu misericordia;
admítelos a contemplar la luz de tu rostro.
Ten misericordia de todos nosotros,
y así, con María, la Virgen Madre de Dios,
su esposo san José, los apóstoles
y cuantos vivieron en tu amistad
a través de los tiempos,
merezcamos, por tu Hijo Jesucristo,
compartir la vida eterna
y cantar tus alabanzas.

BENDICIÓN DEL ÓLEO DE LOS ENFERMOS


Cuando la bendición del óleo de los enfermos se hace durante la Plegaria eucarística,
antes de que el Obispo diga: “Por Cristo, con él y en él…”, antes de la doxología.

D ios nuestro, Padre de todo consuelo,


que, por medio de tu Hijo
quisiste curar las dolencias de los enfermos,
atiende benignamente la oración que brota de nuestra fe
y envía desde el cielo tu Santo Espíritu Consolador
sobre este aceite fecundo,
que quisiste que un árbol vigoroso ofreciera
para alivio de nuestro cuerpo;
de manera que, por tu santa bendición,
43
ORDINARIO DE LA MISA

se convierta, para todo el que sea ungido con él,


en protección del cuerpo, del alma y del espíritu,
para quitar todo dolor, toda debilidad
y toda enfermedad.
Que sea para nosotros óleo santo,
bendecido por ti, Padre,
en el nombre de Jesucristo, Señor nuestro.
Acabada la bendición, el ánfora con el óleo de los enfermos se lleva de nuevo a su
lugar, y la Misa prosigue como de costumbre. Después de la oración poscomunión se
prosigue a la bendición del óleo de los catecúmenos y la consagración del Crisma.

Junta las manos.

Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:


CP
O
CC
P or Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.

Después sigue el rito de comunión.

44
ORDINARIO DE LA MISA

PLEGARIA EUCARÍSTICA III


El Obispo, con las manos extendidas, dice:
CP
S anto eres en verdad, Padre,
y con razón te alaban todas tus creaturas,
ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,
con la fuerza del Espíritu Santo,
das vida y santificas todo,
y congregas a tu pueblo sin cesar,
para que ofrezca en tu honor
un sacrificio sin mancha
desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
CC Por eso, Padre, te suplicamos
que santifiques por el mismo Espíritu
estos dones que hemos separado para ti,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente,
diciendo:
de manera que se conviertan
en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
Junta las manos.
que nos mandó celebrar estos misterios.
En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor deben pronunciarse claramente y
con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.
Porque él mismo,
la noche en que iba a ser entregado,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
y dando gracias te bendijo,
lo partió
45
ORDINARIO DE LA MISA

y lo dio a sus discípulos, diciendo:


Se inclina un poco.
Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por ustedes.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora
haciendo genuflexión.

Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz,
dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomen y beban todos de él,
porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada
por ustedes y por muchos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo
genuflexión.

46
ORDINARIO DE LA MISA

Luego dice una de las siguientes fórmulas:

I CP Éste es el Misterio de la fe.


O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!

II CP Éstees el Misterio de la fe.


Cristo nos redimió.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor,
hasta que vuelvas.

III CP Éste
es el Misterio de la fe.
Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Salvador del mundo, sálvanos,
tú que nos has liberado por tu cruz y resurrección.
Después el Obispo, con las manos extendidas, dice:
CC Así, pues, Padre,
al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias,
47
ORDINARIO DE LA MISA

el sacrificio vivo y santo.


Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,
y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación
quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos
con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
y llenos de su Espíritu Santo,
formemos en Cristo
un solo cuerpo y un solo espíritu.
C1 Que él nos transforme en ofrenda permanente,
para que gocemos de tu heredad
junto con tus elegidos:
con María, la Virgen Madre de Dios,
su esposo, san José,
los apóstoles y los mártires,
(san N.: santo del día o patrono)
y todos los santos,
por cuya intercesión
confiamos obtener siempre tu ayuda.
C2 Te pedimos, Padre,
que esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor, el Papa N.,
a nuestro Obispo N.,
al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
48
ORDINARIO DE LA MISA

Atiende los deseos y súplicas de esta familia


que has congregado en tu presencia.
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,
a todos tus hijos dispersos por el mundo.
A nuestros hermanos difuntos
y a cuantos murieron en tu amistad
recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna de tu gloria,
Junta las manos.
por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al mundo todos los bienes.

BENDICIÓN DEL ÓLEO DE LOS ENFERMOS


Cuando la bendición del óleo de los enfermos se hace durante la Plegaria eucarística,
antes de que el Obispo diga: “Por Cristo, con él y en él…”, antes de la doxología.

D ios nuestro, Padre de todo consuelo,


que, por medio de tu Hijo
quisiste curar las dolencias de los enfermos,
atiende benignamente la oración que brota de nuestra fe
y envía desde el cielo tu Santo Espíritu Consolador
sobre este aceite fecundo,
que quisiste que un árbol vigoroso ofreciera
para alivio de nuestro cuerpo;
de manera que, por tu santa bendición,
se convierta, para todo el que sea ungido con él,
en protección del cuerpo, del alma y del espíritu,
para quitar todo dolor, toda debilidad
y toda enfermedad.
49
ORDINARIO DE LA MISA

Que sea para nosotros óleo santo,


bendecido por ti, Padre,
en el nombre de Jesucristo, Señor nuestro.
Acabada la bendición, el ánfora con el óleo de los enfermos se lleva de nuevo a su
lugar, y la Misa prosigue como de costumbre. Después de la oración poscomunión se
prosigue a la bendición del óleo de los catecúmenos y la consagración del Crisma.

Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:

CP
O
CC
P or Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.

Después sigue el rito de comunión.

50
ORDINARIO DE LA MISA

PLEGARIA EUCARÍSTICA IV
No está permitido cambiar el prefacio de esta Plegaria eucarística, por razón de la
estructura de la Plegaria, que presenta un sumario de la historia de la salvación.

V. El Señor esté con ustedes.


R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

CP
E n verdad es justo darte gracias,
y deber nuestro glorificarte, Padre santo,
porque tú eres el único Dios vivo y verdadero
que existes desde siempre
y vives para siempre,
luz sobre toda luz.
Porque tú sólo eres bueno y la fuente de la vida,
hiciste todas las cosas
para colmarlas de tus bendiciones
y alegrar su multitud con la claridad de tu gloria.
Por eso,
innumerables ángeles en tu presencia,
contemplando la gloria de tu rostro,
te sirven siempre y te glorifican sin cesar.
Y con ellos también nosotros, llenos de alegría,
y por nuestra voz las demás creaturas,
aclamamos tu nombre cantando:

51
ORDINARIO DE LA MISA

Santo, Santo, Santo…


El Obispo, con las manos extendidas, dice:
CP
T e alabamos, Padre santo,
porque eres grande
y porque hiciste todas las cosas con sabiduría y amor.
A imagen tuya creaste al hombre
y le encomendaste el universo entero,
para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador,
dominara todo lo creado.
Y cuando por desobediencia perdió tu amistad,
no lo abandonaste al poder de la muerte,
sino que, compadecido, tendiste la mano a todos,
para que te encuentre el que te busca.
Reiteraste, además, tu alianza a los hombres;
por los profetas
los fuiste llevando con la esperanza de salvación.
Y tanto amaste al mundo, Padre santo,
que, al cumplirse la plenitud de los tiempos,
nos enviaste como salvador a tu único Hijo.
El cual se encarnó por obra del Espíritu Santo,
nació de María, la Virgen,
y así compartió en todo nuestra condición humana
menos en el pecado;
anunció la salvación a los pobres,
la liberación a los oprimidos
y a los afligidos el consuelo.

52
ORDINARIO DE LA MISA

Para cumplir tus designios,


él mismo se entregó a la muerte,
y, resucitando, destruyó la muerte
y nos dio nueva vida.
Y porque no vivamos ya para nosotros mismos,
sino para él, que por nosotros murió y resucitó,
envió, Padre, al Espíritu Santo
como primicia para los creyentes,
a fin de santificar todas las cosas,
llevando a plenitud su obra en el mundo.
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
CC Poreso, Padre, te rogamos
que este mismo Espíritu
santifique estas ofrendas,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente,
diciendo:
para que se conviertan
en el Cuerpo y la Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor,
Junta las manos.
y así celebremos el gran misterio
que nos dejó como alianza eterna.
En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor deben pronunciarse claramente y
con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.
Porque él mismo,
llegada la hora en que había de ser glorificado
por ti, Padre santo,
habiendo amado a los suyos
que estaban en el mundo,

53
ORDINARIO DE LA MISA

los amó hasta el extremo.


Y, mientras cenaba con sus discípulos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
te bendijo,
lo partió
y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por ustedes.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora
haciendo genuflexión.

Después prosigue:
Del mismo modo,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno del fruto de la vid,
te dio gracias
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomen y beban todos de él,
porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada
por ustedes y por muchos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
54
ORDINARIO DE LA MISA

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo


genuflexión.

Luego dice una de las siguientes fórmulas:

I CP Éste es el Misterio de la fe.


O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!

II CP Éstees el Misterio de la fe.


Cristo nos redimió.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor,
hasta que vuelvas.

III CPÉstees el Misterio de la fe.


Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Salvador del mundo, sálvanos,
tú que nos has liberado por tu cruz y resurrección.

55
ORDINARIO DE LA MISA

Después el Obispo, con las manos extendidas, dice:


CC Por eso, Padre,
al celebrar ahora el memorial de nuestra redención,
recordamos la muerte de Cristo
y su descenso al lugar de los muertos,
proclamamos su resurrección y ascensión a tu derecha;
y, mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos su Cuerpo y su Sangre,
sacrificio agradable a ti
y salvación para todo el mundo.
Dirige tu mirada sobre esta Víctima
que tú mismo has preparado a tu Iglesia,
y concede a cuantos compartimos
este pan y este cáliz,
que, congregados en un solo cuerpo
por el Espíritu Santo,
seamos en Cristo
víctima viva para alabanza de tu gloria.
C1 Y ahora, Señor, acuérdate
de todos aquellos por quienes te ofrecemos
este sacrificio:
de tu servidor el Papa N.,
de nuestro Obispo N.,
del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos,
de los oferentes y de los aquí reunidos,
de todo tu pueblo santo
y de aquellos que te buscan con sincero corazón.

56
ORDINARIO DE LA MISA

C2 Acuérdate también
de los que murieron en la paz de Cristo
y de todos los difuntos,
cuya fe sólo tú conociste.
Padre de bondad,
que todos tus hijos nos reunamos
en la heredad de tu reino,
con María, la Virgen Madre de Dios,
con su esposo san José,
con los apóstoles y los santos;
y allí, junto con toda la creación,
libre ya del pecado y de la muerte,
te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro,
Junta las manos.
por quien concedes al mundo todos los bienes.

BENDICIÓN DEL ÓLEO DE LOS ENFERMOS


Cuando la bendición del óleo de los enfermos se hace durante la Plegaria eucarística,
antes de que el Obispo diga: “Por Cristo, con él y en él…”, antes de la doxología.

D ios nuestro, Padre de todo consuelo,


que, por medio de tu Hijo
quisiste curar las dolencias de los enfermos,
atiende benignamente la oración que brota de nuestra fe
y envía desde el cielo tu Santo Espíritu Consolador
sobre este aceite fecundo,
que quisiste que un árbol vigoroso ofreciera
para alivio de nuestro cuerpo;
de manera que, por tu santa bendición,
se convierta, para todo el que sea ungido con él,
57
ORDINARIO DE LA MISA

en protección del cuerpo, del alma y del espíritu,


para quitar todo dolor, toda debilidad
y toda enfermedad.
Que sea para nosotros óleo santo,
bendecido por ti, Padre,
en el nombre de Jesucristo, Señor nuestro.
Acabada la bendición, el ánfora con el óleo de los enfermos se lleva de nuevo a su
lugar, y la Misa prosigue como de costumbre. Después de la oración poscomunión se
prosigue a la bendición del óleo de los catecúmenos y la consagración del Crisma.

Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:

CP
O
CC
P or Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.

Después sigue el rito de comunión.

58
ORDINARIO DE LA MISA

RITO DE LA COMUNIÓN
Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el Obispo, con las manos juntas,
dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:

O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente
la oración que Cristo nos enseñó:

O bien:
El amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
digamos con fe y esperanza:

O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
signo de reconciliación
y vínculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:

Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:

P adre nuestro, que estás en el cielo,


santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
59
ORDINARIO DE LA MISA

no nos dejes caer en la tentación,


y líbranos del mal.
Solo el Obispo, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.

El pueblo concluye la oración, aclamando:


Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después el Obispo, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
“La paz les dejo, mi paz les doy”,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.

60
ORDINARIO DE LA MISA

El Obispo, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:


La paz del Señor esté siempre con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el Obispo, añade:
Dense fraternalmente la paz.

O bien:
Como hijos de Dios, intercambien ahora
un signo de comunión fraterna.
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,
dense la paz como signo de reconciliación.

Y todos, según las costumbres del lugar, se intercambian un signo de paz, de comunión
y de caridad. El Obispo da la paz al diácono o al ministro.

Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena y pone una partícula dentro
del cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.
Mientras tanto, se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
Esta aclamación puede repetirse varias veces, si la fracción del pan se prolonga.
La última vez se dice: danos la paz.

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ORDINARIO DE LA MISA

A continuación el Obispo, con las manos juntas, dice en secreto:


Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permitas que me separe de ti.
O bien:
Señor Jesucristo,
la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino que, por tu piedad,
me aproveche para defensa de alma y cuerpo
y como remedio saludable.
El Obispo hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado
sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.
El Obispo, vuelto hacia el altar, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.

Después toma el cáliz y dice en secreto:


La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.

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ORDINARIO DE LA MISA

Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.

Después toma la patena o la píxide y se acerca a los que van a comulgar. Muestra el
pan consagrado a cada uno, sosteniéndolo un poco elevado, y le dice:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Y comulga.

El diácono, si distribuye la sagrada Comunión, lo realiza de la misma manera.

Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en su lugar (IGMR, nn.
281-287).

Cuando el Obispo ha comulgado el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de Comunión.

Finalizada la Comunión, el Obispo o el diácono, o el acólito, purifica la patena sobre el


cáliz y también el mismo cáliz.

Mientras hace la purificación, el Obispo, dice en secreto:


Haz, Señor,
que recibamos con un corazón limpio
el alimento que acabamos de tomar,
y que el don que nos haces en esta vida
nos aproveche para la eterna.
El Obispo, después de la Comunión regresa a la cátedra, vuelve a tomar el solideo. Si
se juzga oportuno, se puede dejar un breve espacio de silencio sagrado o entonar un
salmo o algún cántico de alabanza.

Luego, de pie en el altar o en la cátedra, el Obispo, vuelto hacia el pueblo, con las
manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con el Obispo, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que
este silencio ya se haya hecho antes. Después el Obispo con las manos extendidas, dice
la oración después de la Comunión.

La oración después de la Comunión termina con la conclusión breve.

Dicha la oración después de la comunión, los ministros colocan las vasijas con los
óleos que se han de bendecir sobre una mesa que se ha dispuesto oportunamente en
medio del presbiterio. El Obispo, teniendo a ambos lados suyos a los presbíteros

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ORDINARIO DE LA MISA

concelebrantes, que forman un semicírculo, y a los otros ministros detrás de él, procede
a la bendición del óleo de los catecúmenos y a la consagración del Crisma.

Impartida la bendición con la que se concluye la Misa, el Obispo pone incienso en el


turiferario del modo acostumbrado, y se organiza la procesión hacia la sacristía.

Los santos óleos son llevados por los ministros correspondientes inmediatamente
después de la cruz alta. El coro y el pueblo cantan algunas estrofas del himno O
Redémptor u otro canto apropiado.

En la sacristía, el Obispo dirige oportunamente la palabra a los presbíteros para


recordarles la manera como se debe tratar con honor a los santos óleos y el modo como
se deben conservar cuidadosamente.

La recepción y entrega de los santos óleos se puede hacer en cada parroquia, o antes de
la celebración de la Misa vespertina de la Cena del Señor, o en otro momento que se
considere más oportuno.

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ORDINARIO DE LA MISA

RITO DE CONCLUSIÓN
Siguen, si es necesario, breves avisos para el pueblo.

El Obispo recibe la mitra, y extendiendo las manos, saluda al pueblo, diciendo:


El Señor esté con ustedes,
Todos responden:
Y con tu espíritu.
El diácono o, en su ausencia, el mismo Obispo, invita a los files con estas palabras, u
otras similares:
Inclinen la cabeza para recibir la bendición.
Y el Obispo da la bendición solemne, usando la fórmula más conveniente de entre las
que se encuentran en el Misal, en el Pontifical o en el Ritual Romano. Mientras dice las
primeras invocaciones, o la oración, tiene extendidas las manos sobre el pueblo. A las
invocaciones todos responden: Amén. Luego recibe el báculo, y dice: La bendición de
Dios todopoderoso, y haciendo tres veces el signo de la cruz sobre el pueblo, agrega:
Padre, Hijo y Espíritu Santo.

CUARESMA

Que Dios, Padre misericordioso,


les conceda a todos ustedes, como al hijo pródigo,
el gozo de volver a la casa paterna.
R. Amén.
Que Cristo, modelo de oración y de vida,
los guíe a la auténtica conversión del corazón,
a través del camino de la Cuaresma.
R. Amén.
Que el Espíritu de sabiduría y fortaleza
los sostenga en la lucha contra el maligno,
para que puedan celebrar con Cristo
la victoria pascual.
R. Amén.
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ORDINARIO DE LA MISA

Entonces el Obispo, habiendo recibido el báculo, si lo usa, dice:


Y la bendición de Dios todopoderoso,
Y, haciendo tres veces la señal de la cruz sobre el pueblo, añade:
Padre , Hijo , y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.
Todos responden:
R. Amén.
Luego el diácono, o el mismo Obispo, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo,
dice:
Pueden ir en paz.
O bien:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza.
Pueden ir en paz.
O bien:
Glorifiquen al Señor con su vida.
Pueden ir en paz.
O bien:
En el nombre del Señor, pueden ir en paz.
O bien:
En la paz de Cristo,
vayan a servir a Dios y a sus hermanos.
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
Después el Obispo venera el altar con un beso, como al comienzo seguidamente, hecha
una inclinación profunda con los ministros, se retira.

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