El documento discute el dinero como un símbolo del trabajo humano y cómo ha evolucionado de un objeto tangible como el oro a una abstracción numérica. Argumenta que comparar diferentes tipos de trabajo es complejo y que el dinero surgió como una forma de facilitar los intercambios. También critica cómo nuestra sociedad valora más los trabajos masculinos sobre los femeninos y cómo una visión mentalista puede ignorar factores sociológicos que contribuyen a la pobreza.
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El documento discute el dinero como un símbolo del trabajo humano y cómo ha evolucionado de un objeto tangible como el oro a una abstracción numérica. Argumenta que comparar diferentes tipos de trabajo es complejo y que el dinero surgió como una forma de facilitar los intercambios. También critica cómo nuestra sociedad valora más los trabajos masculinos sobre los femeninos y cómo una visión mentalista puede ignorar factores sociológicos que contribuyen a la pobreza.
El documento discute el dinero como un símbolo del trabajo humano y cómo ha evolucionado de un objeto tangible como el oro a una abstracción numérica. Argumenta que comparar diferentes tipos de trabajo es complejo y que el dinero surgió como una forma de facilitar los intercambios. También critica cómo nuestra sociedad valora más los trabajos masculinos sobre los femeninos y cómo una visión mentalista puede ignorar factores sociológicos que contribuyen a la pobreza.
El documento discute el dinero como un símbolo del trabajo humano y cómo ha evolucionado de un objeto tangible como el oro a una abstracción numérica. Argumenta que comparar diferentes tipos de trabajo es complejo y que el dinero surgió como una forma de facilitar los intercambios. También critica cómo nuestra sociedad valora más los trabajos masculinos sobre los femeninos y cómo una visión mentalista puede ignorar factores sociológicos que contribuyen a la pobreza.
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El dinero: solo un símbolo
Fernano baena vejarano
El tema del dinero, -sin duda-, es resbaloso y dificil, sobre todo
en el contexto del desarrollo personal y espiritual, del que ha estado excluido tradicionalmente. La sola palabra “dinero” pone a muchos en alerta. Resulta hasta sospechoso el hecho de que para alguien interesado en su evolución y en la del planeta pueda ser un tema importante. ¿Se trata de un avaro?. ¿De un materialista?. ¿ De un oportunista ?. ¿De un falso profeta?. ¿De un manipulador de conciencias?. ! Ese asunto ni siquiera debería tocarse¡.
Con tanto despliegue, en los medios de comunicación , sobre
problemáticas de sexualidad, ese ya ha casi dejado de ser un tabú. Pero falta evidenciar el otro gran enigma de occidente. La sociedad capitalista está llena de cifras, gira en torno al dinero, se obsesiona por el, pero poco se pregunta por su caracter y por su sentido. Tan poca reflexión sobre lo que tanto nos ocupa es la causa de que el dinero nos ocupe la vida, nos colonize el alma, y nos deje vacíos, sin amor. Le echamos la culpa al dinero de todos los vacíos morales que corroen nuestra sociedad, cuando el problema no está en la existencia del dinero sino en la inexistencia de una concepción y de un estado de conciencia que reestablezca su función original. El dinero es lo que proyectamos -sicológicamente- en él. Para una mente egoista significa placer propio, opresión a los demás, explotación del trabajo ajeno, mecanismos de dominio. Para una mente expandida el dinero es otra cosa.
Un símbolo es algo que remite a algo, que evoca un objeto. Y el
dinero es un símbolo, solo eso. Originalmente un disco de oro no significaba un disco de oro, sino tantas ovejas o tantos bultos de semillas, y el trabajo humano correspondiente a la cría de esos animales o a la recolección de esas semillas. Pero luego el papel moneda pasó a simbolizar tantas monedas de oro, y ahora una cifra numérica en la pantalla de un cajero automático pasa a representar tantos papeles moneda de tal o cual denominación. La cosa se vuelve cada vez más abstracta, porque el dinero no es ahora más que cierta información matemática grabada en una red de cómputo, traducible en cierta cantidad de papeles dificilmente imitables llamados billetes. Y , sin embargo, por carecer de esa información, millones de personas en el planeta viven en la miseria. ¿cómo puede algo tan abstracto volverse tan importante?.
Diría Marx que, en esencia, lo que simboliza el dinero es el
trabajo humano. Por supuesto, la primera tergiversación de ese símbolo consiste en que el dinero pueda multiplicarse a sí mismo sin que alguien haya trabajado durante el proceso. A eso se le llama ganar interéses, y es un invento judío que consiste en prestar símbolos del trabajo humano a alguien que necesite conseguir con ellos algún producto del trabajo humano ( comida, vestido,etc), pero a condición de que se devuelvan más símbolos de trabajo humano que los que se prestaron. Es la forma más inteligente de obtener símbolos sin habérselos ganado, con la ventaja de que es un método que nadie cataloga como robo porque no implica la sustracción directa de objetos a otras personas.
Comparar un tipo de trabajo con otro es definitivamente algo muy
complejo, y por eso resulta algo azaroso intercambiar los productos de ambos trabajos. La consecuencia de esa dificultad es que se termina, no intercambiando lo simbolizado, sino los símbolos; no el trabajo, sino el dinero. Si el criterio escogido es el de la cantidad de tiempo empleado, entonces tendría que canjearse con exactitud un producto por otro en términos de horas de trabajo. Pero las horas de trabajo de un agricultor no són iguales a las de un obrero de la construcción, porque una planta de maìz necesita ser cuidada por meses pero la labor de regarla y protegerla viviendo a su lado no parece comparable a la de clavar puntillas y colar arena. Ambos trabajos son indispensables, pero no semejantes. Entonces ¿cómo determinar cuantas mazorcas equivalen a una casa de ladrillo, o cuántos minutos de echar pala corresponden a una libra de maíz molido?. Y, en todo caso, cuando crecen la cantidad de productos que uno quiere conseguir, la cantidad de mediaciones laborales requeridas, y la cantidad de personas con quien se quiere intercambiar , se vuelve inoperante el procedimiento de conversar con el otro productor para llegar a un acuerdo sobre el intercambio. Sencillamente no hay tiempo para eso, ni está presente el productor o productores del objeto que se quiere usar. Por otra parte, si el criterio es el de la educación y habilidades requeridas para ofrecer un servicio o producto, estas tampoco son fácilmente observables y comparables. En últimas, lo que decide la proporción de intercambio de un producto por otro es la necesidad y urgencia que se tenga del mismo,( que depende de su facilidad o dificultad de consecución ) , la generosidad o avaricia de los sujetos involucrados, y el valor de intercambio que se acostumbre en la sociedad respectiva. Esa proporción de intercambio, sujeta a tantos azares que parece del todo arbitraria, es el dinero. Lo que cuesta una cosa es el número de veces o el tipo de trabajo que cuesta hacer o producir alguna otra cosa a cambio, según unos criterios de comparación sobre los que nadie se ha puesto de acuerdo, que nadie conoce, pero que implican unos valores de cambio que se consideran normales hasta que alguien se queja.
Un trabajo y su producto se vuelven importantes si hay pocas
personas capaces de realizarlo y muchas necesitadas de adquirirlo , y entonces se cambia por el fruto de muchos más trabajos más sencillos de ejecutar y menormente demandados , que entonces se devalúan. El punto clave es que la demanda social por cierto tipo de servicio depende del nivel de evolución de la sociedad y de su sistema de valores. Como la transición a la nueva era es el salto a un nuevo sistema de valores, interpretaciones y conductas, entonces es de esperarse que surja un nuevo modo de comparar unos trabajos y productos con otros, o que inclusive cese el hábito de comparar. Los trabajos mejor valorados en nuestra sociedad occidentalizada són los de tipo Yang, masculino. Todo trabajo que implique pensamiento lineal, dirijido hacia lo tecnológico, lo pragmático, lo científico, lo objetivo; recibe mayor importancia monetaria que lo que implique afectividad, sensibilidad, emotividad, sociabilidad e introspección. La dimensión femenina, Ying, intuitiva, holística, onírica, ecológica, interior, es la dimensión reprimida y subvalorada por nuestra cultura patriarcal. Este sistema de valores nos hace tomar como normal que a una madre nadie le pague por formar amorosamente a sus hijos, o que un artista no tenga derecho a la seguridad social, o que un educador colombiano promedio tenga que dictar cuarenta horas semanales de clase, y corregir trabajos otras veinte, para medio vivir de su profesión. Con la nueva era no se invertirán las valoraciones dadas a las actividades Ying y Yang, sino que se integrarán dinámicamente. Retribuir más generosamente los diversos tipos de trabajo humano supone destruir los esquemas jerárquicos, pirámidales, monárquicos de la cultura patriarcal. Pero cuesta trabajo no aplicarle a todo la categoría de “superior” o “inferior”, “mejor” y “peor”. El dualismo es el lastre más pesado de la era de piscis.
El nuevo sistema de comparación de unos trabajos con otros, ya
no podrá estar basado, por tanto, en la distinción , sino en la similitud. Ya no en la exigencia, sino en el ofrecimiento. Ya no en la lógica de lo máximo para mí y lo mínimo para tí, sino en la de lo mejor para ambos mediante nuestra mutua colaboración. Es la lógica que ya los japoneses están aplicando, y que los ha puesto en la vanguardia del desarrollo mundial.
Si el dinero es un parámetro de comparación basado en la
observación de las diferencias , y el amor es un estado de fusión en el que estas desaparecen, entonces ¿desaparecerá el dinero cuando entre en pleno el sol de la nueva era?. ¿Qué sistema existirá para ofrecer y recibir servicios y productos ?. Ese momento no parece demasiado próximo. Se derrumbó el socialismo, que tampoco era el paraiso, y parece en auge el capitalismo, aunque algunos auguran su declive cuando se derrumbe el castillo de naipes de la especulación cambiaria de las grandes bolsas. Mientras tanto, diversas escuelas de estilo “Nueva Era” proclaman una nueva concepción del dinero. Algunos, por ejemplo, destacan la relación del dinero con nuestra creatividad interior y nuestra apertura mental hacia la abundancia. Todo esto está bien, pero hay un “pero”: la ingenuidad mentalista.
Habiendo descubierto que la capacidad humana para el éxito tiene
íntima conexión con el desarrollo del potencial mental, algunos exitólogos han afirmado que la situación económica de cada persona es el fiel reflejo del nivel de armonía y creatividad que haya logrado cultivar en su mente. Esto es cierto: una persona tensa y angustiada no puede resolver bien los asuntos que se le presentan, y eso perjudica su nivel de ingresos. Pero que no sirva de excusa esta observación psicológica para deducir que las desigualdades en oportunidades e ingresos no existen en la sociedad, y que por tanto los que viven en la miseria se merecen su situación por no querer explorar las potencialidades de su mente.La miseria tiene factores sicológicos importantes, y lo prueban a diario todas las conciencias apagadas y resignadas que deambulan por el mundo sin querer hacer algo por sí mismas.Las circunstancias sociológicas són, sin embargo, igualmente reales. Hay ciertas versiones de la concepción oriental del “karma” que hacen eco con la buena conciencia burguesa , y que permiten que se sigan organizando eventos “in” de tipo esotérico, diseñados , sin embargo, solo para las clases pudientes. Que bueno que las clases dirigentes se sensibilizen hacia la “nueva era”: de seguro eso se reflejará en eventos esotéricos realizados con criterios menos elitistas, y de la misma altura y calidad que los organizados hasta ahora.
El dinero, por sí mismo, no es evolutivo ni involutivo, así que no
es reprochable ni alabable por sí mismo el hecho de que se esté moviendo mucho dinero en actividades, cursillos y eventos del más variado tipo. Todo depende de las intenciones que precedan a los actos, pues lo que prostituye una actividad espiritual no es que se cobre o nó, sino para qué se cobra. Y está perfectamente bien que todos aprendamos a atraer la abundancia de la vida.
La vida es abundancia, abundancia infinita. Pero para percibirla
de ese modo se necesita expandir la conciencia, ir más allá de la zona estrecha, limitada, de la mente, es decir, más allá de la mente conciente. Diversas influencias educativas han cultivado en nosotros, no una conciencia de nuestras infinitas posibilidades creativas, sino de nuestras limitaciones y estrecheces. Hemos crecido en la conciencia de escasez, y tenemos que educarnos para la conciencia de abundancia. En un caso y en el otro la relación que establecemos con el dinero varía fundamentalmente. Si hemos crecido con el dualismo moral de la era de piscis , de seguro el dinero nos produce culpa, y, o bien no lo disfrutamos, o bien no lo atraemos. Si confiamos en la generosidad ilimitada del universo sucederá lo contrario.
En general, se necesitan tres elementos para atraer el dinero: que
trabajemos en lo que más nos guste, que valoremos por lo más alto el servicio que ofrecemos a los demás con nuestro trabajo, y que estemos conectados con la fuente infinita de abundancia que está en la zona trascendental de la mente, mucho más allá de la mente conciente. Todo esto, acompañado de una actitud receptiva y abierta hacia la infinita felicidad que merecemos de la vida, nos hará millonarios pronto, y a todos por igual, sin distinción.
Un millonario es una persona que no tiene ni cinco centavos en el
bolsillo, pero piensa en tener un Mercedez Benz último modelo, y recibe al rato una llamada de un amigo que se va para Europa, y quiere pedirle el favor de que le cuide el Mercedez por un año. Se pueden hacer votos de pobreza monetaria sin que se supere la avaricia o ansiedad sicológica, y se puede experimentar la riqueza económica sin que haya la más mínima atadura hacia el dinero. Un miserable es una persona que tiene millones de dolares en sus cuentas bancarias, pero desea una relación afectiva enriquecedora, y sin embargo no ha podido conseguirla . En realidad, lo que cuenta no es la cantidad de dinero que se tiene, sino la capacidad que se desarrolle para satisfacer diversos tipos de deseos. A veces, eso sí, con una mayor capacidad mental para materializar deseos, se materializa también más dinero.
Como el dinero que se posee -cuando está bien ganado- no es
más que un símbolo del valor de cambio que tienen los servicios que uno le presta a la sociedad, entonces es natural que la propia estima que uno tenga sobre el oficio que uno ejerce incida directamente en lo que uno gana. Si demeritamos, conciente o inconcientemente, nuestras habilidades y conocimientos, obviamente transmitiremos esa imagen empobrecida de nuestro rol social a los demás, quienes de inmediato valorarán con menos dinero nuestro servicio. Lo contrario sucederá si amamos profundamente lo que hacemos y lo que somos: haremos entender a los demás que lo que hacemos por ellos lo hacemos con gusto y con amor, que es hermoso , y que lo que reciben es un privilegio, y les haremos sentir que lo que dan a cambio se queda siempre corto. Si ellos hacen lo mismo con su trabajo, todo el mundo comenzará a ganar más. Normalmente se puede proyectar esa imagen si uno está dedicado a hacer lo que más le gusta. Siempre será facil espantar beneficiarios de nuestros servicios transmitiéndoles el tedio que nos produce trabajar en eso que les vendemos, y que obviamente no concebimos como un servicio a prestar sino como un engaño en el que los estamos forzando a caer.
Para que el dinero llegue con facilidad, es necesario igualmente
que valoremos mucho el trabajo de los demás, y que simbolizemos nuestra gratitud pagándoles con alegría y de un modo generoso. Eso nos ayudará a ya no sentir verguenza al cobrar: más bien hay que sentirse orgulloso de haber hecho algo bueno por los otros. El dinero es energía que debe circular fluidamente, porque a una represa no entra agua por un extremo si no sale por el otro. Si el agua se queda estancada corre el peligro de pudrirse. Lo que más frena el flujo de dinero es el temor de perderlo. Cuando, por ejemplo, una guerra o una catástrofe mundial atemoriza a los que tienen atesorado el dinero, estos lo retienen para que les dure más durante la crisis, y, si la mayoría hace lo mismo, la gente se queda sin capacidad adquisitiva y viene una depresión en las bolsas. En épocas difíciles es responsabilidad de los atesoradores poner a fluir con generosidad la energía simbólica que poseen.
Rebajar y pedir rebaja són hábitos desaconsejables, demasiado
comunes entre los latinos. Lo primero significa reducir la autoestima, y lo segundo subvalorar al prójimo. Claro que no siempre es justo el valor de cambio de nuestro trabajo por el del ajeno, pero en ese caso conviene, no rebajar, sino demandar de entrada una cantidad menor que la usual.
El dinero, en síntesis, se puede convertir en una expresión de
nuestro amor por el trabajo ajeno, y en una sensación de plenitud por el trabajo propio. No es el demonio pecaminoso que nos han pintado algunas religiones y escuelas espirituales dualistas, sino una energía mental que, bien utilizada, puede multiplicarse al infinito hasta permear a la población del mundo entero. La abundancia es plenitud por lo que uno hace y por lo que los demás hacen por uno, y el dinero es una manifestación de gratitud mutua entre los seres humanos. Si en el corazón humano no hay gratitud se genera de inmediato la pobreza.
Mentes insatisfechas y ansiosas, vacías interiormente, se volcarán
hacia el mundo externo en busca de placeres finitos que una vez saciados solo traerán más sensación de vacío y más dependencia de placeres finitos. En búsqueda angustiosa de saciedad, esas mentes comienzan a competir con otras en una rapiña por el Status, el poder, el placer sexual, la fama, los lujos. estas fuentes de placer no son “malas” sino incompletas. Y este fenómeno, generalizado, se convierte en la lógica de la sociedad de consumo. La rapiña consumista es el opuesto de la gratitud y el principio de la miseria interior (cualitativa) y de la pobreza social ( distribución cuantitativa injusta).
Los diversos métodos mentales de visualización y autosugestión
que se ha puesto de moda practicar para atraer dinero y satisfaccciones externas, solo tienen un valor total si pueden permitirle a sus practicantes superar la sensación de vacío interior y ansiedad de consumo.Pero como al visualizar se hace contacto, no con la fuente trascendental del pensamiento y de la energía, el “Campo Unificado” del universo, sino con los niveles vibracionales burdos de la mente, los de la mente conciente, visualizadora y pensante, en frecuencias electroencefalográficas beta y alfa, entonces no basta con practicar afirmaciones sobre la abundancia, aunque ciertamente es aconsejable.
Un estado de plenitud mental total y fundamental debe ser
cultivado en cada individuo del planeta para que, cesando el temor y la angustia sicológica, fluya la gratitud, el amor, y el dinero, en la estructura social nacional e internacional. Y esa fuente de abundancia infinita está aquí mismo, en el nivel trascendental de la mente ,más adentro de la mente conciente. Es un estado de conciencia que los antiguos sabios védicos llaman el Ser, o la conciencia pura: un estado de completa autoreferencia mental, de absoluto silencio interior, de bienaventuranza infinita trans-personal en el que nada se anhela o se necesita porque se es la fuente de todo. El método para experimentar ese estado mental, según Maharishi Mahesh yogi, representante moderno de la tradición védica, recibe el nombre de “Meditación Trascendental”. Cuando se establezca ese estado de plenitud a toda hora, no solo al meditar, sino también al salir de la meditación, entonces fluirá la abundancia en el planeta, y descenderá el cielo a la tierra. La humanidad disfrutará no solo de plenitud material, sino de infinita plenitud espiritual, al mismo tiempo. Y eso será el pleno sol del mediodía de la nueva era que está amaneciendo.
Fernando Baena Vejarano
Filósofo e instructor de “ Meditación Trascendental”
Resumen del libro "Tiempos de cambio" de Eamonn Kelly: Una reflexión sobre las radicales transformaciones tecnológicas, políticas y sociales que ha presenciado el mundo en las últimas décadas