La Masacre de Trujillo
La Masacre de Trujillo
La Masacre de Trujillo
La crueldad de las torturas que sufrieron varias de las víctimas fueron replicadas
por los paramilitares en varias zonas del país: el uso de motosierras para
desmembrar a las víctimas estando todavía vivas, los hierros candentes
introducidos en los cuerpos y la aplicación de sal en las heridas abiertas, la asfixia
con chorros de agua, el martilleo de dedos y el levantamiento de las uñas.
En Trujillo han tenido presencia a lo largo de los años los diferentes actores del
conflicto armado. A finales de la década de los ochenta, tenían una gran influencia
la guerrilla del Eln y las organizaciones del narcotráfico, encabezadas por Diego
Montoya alias ‘Don Diego’ y Henry Loaiza alias ‘El Alacrán’, en cuya finca Villa
Paola fueron cometidos muchos de los crímenes mencionados. También había
pugnas entre facciones partidistas en el campo político. Para los expertos, Trujillo
es uno de los primeros vistazos de una de las variantes del paramilitarismo: la
alianza de agentes del Estado con actores locales o regionales, en este caso del
narcotráfico, que perciben a la guerrilla como una amenaza a su poder.
Cinco días después, un 23 de abril, el cuerpo sin vida del Sacerdote apareció en
las aguas del río Cauca. Un cuerpo, la historia de su vida descuartizada, mutilada
en varios pedazos pretendió desmembrar la verdad. Pero la memoria, el cuerpo
social, que la lleva, los rastros de ese cuerpo continuaron gritando lo que allí pasó,
animan la palabra para seguir diciendo lo que hoy pasa.
"Yo estaba charlando con varios suboficiales por ahí a las 10 y 30 de la mañana
cuando uno de ellos vio a un hombre que bajaba en una mula. Entonces él le dijo
a unos soldados que estaban parados en la carretera que lo requisaran. Yo volteé
a mirar y vi que él era el guerrillero que el día del combate me pidió los papeles a
mí (el testigo se refiere a un enfrentamiento ocurrido el 29 de marzo de 1990, en el
cual guerrilleros del ELN dieron muerte a siete miembros de las Fuerzas
Especiales del Ejército).
"Poco después los del Toyota, incluido el sargento, dijeron que regresaban a
Trujillo. Entonces yo le dije a mi capitán que yo también me iba porque estaba muy
cansado. El me autorizó, pero con la condición de regresar el lunes siguiente para
que les ayudara como guía. Nos metimos todos dentro del carro y a mi lado quedó
el guerrillero.
"Durante el recorrido ellos llamaron por radio a un jefe de ellos, al que le decían:
'Tío', vaya saliendo que aquí llevamos al guerrillo'. Entonces llegamos a la finca de
Diego Montoya, donde los esperaba el 'Tío'. Me dejaron ahí e inmediatamente el
'Tío' y los hombres del Toyota se fueron para el puesto adelantado.
"Más tarde me llevaron a la base y al rato de estar ahí, ya por la nochecita,
apareció mi mayor Urueña -a quien le decían don Alirio-, junto con la gente de la
hacienda. Al guerrillero también lo bajaron y lo metieron a una pieza grande.
Entonces empezaron a interrogarlo y le dijeron que ellos le daban unos millones
de pesos, que le cambiaban de identidad y que lo mandaban para otro país. Yo
estaba convencido que ellos, los de la hacienda, eran del F-2. En una parte del
interrogatorio me hicieron acercar para que el guerrillero me reconociera y le
preguntaron que si me conocía. Luego de mirarme me dijo: 'Este fue al que yo le
pedí los papeles en La Sonora'. Yo no me quería dejar ver del guerrillero porque
de pronto lo soltaban y me quedaba reconociendo, pero uno de los autodefensas
dijo 'tranquilo, déjese ver que a este de todas maneras lo matamos'. El me dijo que
fresco, que en esa hacienda llevaban tiempo haciendo lo mismo y me contó del
caso de otro hombre al que mataron y le decían 'El Mocho' y quien no aguantó la
tortura. Me dijo que no cantó nada y que le colocaron el soplete en los testículos y
que no aguantó nada. Luego, me dijo, calentaron una varilla con el soplete y se lo
introduieron por el ano al rojo vivo, y después le levantaron las uñas con una
navaja. Debido a eso no aguantó y se murió.
LAS DESAPARICIONES
"Cuando llegamos al sitio donde había sido el combate eran como las 10 y 30 de
la noche. En las casas cercanas empezaron a recoger a los campesinos. Al que
primero sacaron de la casa fue a un señor don Ramiro, a quien le tocaron la
puerta duro y le rodearon la casa. Los soldados se quedaron afuera prestando
seguridad mientras los autodefensas entraron por el campesino. Le gritaban
'Ramiro, salga'. El no quería salir y entonces uno de ellos le gritó 'salga a ver
hijueputa'. Cuando lo sacaron, la señora y los hijos se pusieron a llorar y decían
que no lo fueran a matar. Entonces lo amarraron con un rejo de las manos y lo
subieron a la 300. No tenía camisa. Luego subieron más arribita a otra casa y
recogieron como a otros tres más y también los subieron amarrados a la
camioneta.
"Don Ramiro, llorando, decía '¿pero yo qué he hecho?'. Ellos le contestaban que
nada más que colaborarle a la guerrilla. 'Pero si ellos lo obligan a uno -respondió
don Ramiro-. Uno qué más va a hacer, si no lo matan a uno'.
"Luego arrancamos ahí para abajo hasta que llegamos a La Sonora, donde estaba
cayendo un aguacero. Entonces procedieron a sacar al dueño de la tienda. Ya
frente a su casa dijeron: 'Buenas noches, levántense pronto'. Inmediatamente
llamaron al dueño de la tienda. El se levantó, abrió la puerta y en ese momento le
pidieron papeles y lo trasladaron al corredor de la casa. Luego lo subieron a la
camioneta. Más arribita de la tienda recogieron a otro y más abajo recogieron más,
entre ellos al dueño de un jeep, que era quien transportaba a los guerrilleros. A él
le tumbaron la puerta del carro y lo sacaron a empellones.
"Cuando amaneció, por ahí como a las siete de la mañana, llegó el mayor y le
dijeron que había que torturarlos de una vez. Pero el 'Tío' dijo 'no, desayunemos
primero porque sino después nos da fastidio'. Les vendaron los ojos y los sacaron
uno a uno de la bodega y se los llevaron para una cosa que llaman la peladora,
ahí mismo en la hacienda. Allí los metieron en esos costales grandes que llaman
pergamineros, entonces los tiraron al suelo y los costales les llegaban hasta la
rodilla. En el suelo uno llegaba y les ponía los pies encima para que no se
movieran. Luego el mayor Urueña cogió una manguera de dos pulgadas de agua y
a la primera que se la colocó fue a una señora de 55 años, quien empezó a gritar:
'¿Ustedes no tienen hijos, por Dios santísimo qué me van a hacer?'. Luego el
mayor le preguntó a la viejita que si ella colaboraba con la guerrilla, porque el
guerrillero dijo que era enfermera. Ella le dijo que sí, porque ellos llegaban a su
casa y la obligaban a salir. El mayor repitió la misma tortura con todos. Luego le
dijeron a uno de los autodefensas que trajera la motosierra. Entonces les
mocharon la cabeza con la motosierra para dejarlos desangrando para tirarlos al
Cauca por la noche. A todos los mataron así y luego los cortaron en pedazos. Las
cabezas las metieron en un costal y el resto de los cuerpos en otros costales. Eran
como 12 costalados. En la noche del domingo primero de abril fueron y los botaron
en la camioneta Ford 56".
"Al otro día por la mañana se desplazó otro grupo de la misma gente a Trujillo a
recoger otros cinco más. Entonces les pusieron la misma cosa con la manguera
de agua y el costal lo mismo que los anteriores. Yo escuché cuando los estaban
torturando y el mayor Urueña les preguntaba que quién movía las acciones de la
guerrilla en Trujillo. Luego les mostraba un volante que tenía en la mano y que lo
habían repartido antes de las elecciones en el pueblo. Preguntó una vez más que
quién había sacado el volante, hasta que uno de los torturados dijo que el padre
Tiberio Fernández, de Trujillo, y que los sacaban en la casa cural.
"Con todas esas cosas que yo había visto entendí muy tarde que se trataba de
paramilitares, que estaban matando gente inocente y que trabajaban con el mayor
Urueña. El grupo de autodefensa está compuesto por unos 40 hombres y sus
cabecillas son Diego Montoya y Henry Loaiza, alias 'Foraica', quien es
narcotraficante y dueño de laboratorios que tienen en otras fincas. El mayor
andaba con los cabecillas, casi siempre con Montoya, porque como a él la guerrilla
le había exigido 100 millones de pesos, entonces él seguramente le comentó al
mayor y se pusieron a buscar guerrilleros por intermedio de sus grupos de
autodefensa. En la hacienda de Diego Montoya tienen más de 100 armas,
ametralladoras con camisa de refrigeración y munición explosiva.
"Pero yo me puse a pensar que si me quedaba otros días lo que iba a pasar es
que a mí también me iban a matar. Entonces inventé que todavía estaba malo y
que necesitaba viajar a Pereira a una nueva curación. Pensé ir a la Tercera
Brigada en Cali, pero dije mejor no voy allá, sino que me vengo para la
Procuraduría. Y aquí estoy...". Daniel Arcila fue una de las víctimas en 1991, su
cuerpo desmembrado fue arrojado al río Cauca en una caneca con piedras.
Justo ahora que sus habitantes conmemoran 18 años del episodio de violencia
que durante 8 años bañó con sangre sus calles y campos, las autoridades parecen
haber escuchado el clamor de los familiares de las víctimas.
Hasta ahora no había sido vinculado ningún político al caso, pese a ser un
elemento clave a la hora de reconstruir el rompecabezas de lo que realmente
ocurrió con esa masacre y aclarar los verdaderos autores intelectuales,
colaboradores y auspiciadores de una guerra que bajo la disculpa de acabar con
reductos guerrilleros acabó con la vida de campesinos, mujeres y niños.