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Derecho Penal Parte General Tp.1

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1) El autor analiza los estudios en el castigo que se le impone a los individuos

(sacrificio) y los sistemas penales modernos. Primeramente habla de la


relación entre la venganza y el sacrificio que se le brinda a la sociedad, con el
fin de saciar su sed de sangre y revancha. De este modo se intenta desviar la
violencia hacia una víctima que representa a la amenaza que puede caer sobre
los seres queridos de la comunidad y que estos intentan proteger a cualquier
precio. Debido a esto se produce un desenfreno y una brutalidad en la
agresión. Se busca con este sacrificio evitar que se termine en una guerra de
todos contra todos. Se pierde algo para mantener el grupo en sociedad.

El humano sacrificable tiene que reunir la condición de vulnerable y estar


marginado de la sociedad, excluido, con el fin de que su muerte no cause
agravio ni en parientes ni en aliados. Nadie que pueda ser reclamado si algo le
sucediera y que la misma población busca su eliminación.

Más adelante se demuestra que los relatos de las sociedades indígenas


antiguas mostraban una barbarie primitiva para resolver sus conflictos, que no
tenían origen en el crimen, sino al crimen como respuesta. Y bajo estos relatos
se intenta evidenciar que los humanos son asesinos potenciales, que sin freno
de un poder mayor centralizado, caerían en una matanza generalizada. Pero
esto está lejos de lo que en verdad sucede. Las sociedades primitivas también
solucionaban sus conflictos de muchas maneras pacificas, con métodos que
incluían la reparación de lo dañado. Las relaciones sociales bajo la autoridad
del estado esconden en el fondo violencia punitiva de autoridad legítima. La
sociedad no se pone en crisis porque se comete un delito, ni el caos se
restaura con pena.

A las sociedades primitivas no las destruyeron sus venganzas ilimitadas, sino la


sociedad de blancos. Las matanzas de los estados pueden ser un grave peligro
para la existencia de la sociedad, y aunque no estén relacionadas con la guerra
total, siempre afectan a una parte de la sociedad que es la vulnerable al estar
indefensos frente a la violencia legítima extrema.
Las sociedad humana existe por fuerza de instituciones que algunos llaman
normas de cultura y sufre una crisis de existencia cuando lo que se deja de
observar son las normas, es decir cuando se altera las relaciones sociales
frente al derecho civil, laboral y las leyes constitucionales en orden a esas
regulaciones y al régimen de autoridad pública.

También se busca con estas teorías olvidar el origen. Dejar de lado que en las
prácticas punitivas modernas existen rastros de aquella violencia fundadora
primitiva, que sobreviven en la idea de que cada castigo representa un acto de
refundación de la sociedad.

El derecho penal moderno busca justificar la institución de la pena pública


basándose en la afirmación dogmatica que hace de la venganza privada la
regla que gobierna entre los salvajes la solución de conflictos.

El mayor progreso civilizatorio en relación con la solución sacrificial está en la


invención y el desarrollo del concepto del delito para fijar condiciones de
habilitación de trato punitivo. Aunque siempre se vuelve a que la civilización
generaliza la práctica sacrificial sobre un mayor universo de personas o grupos
vulnerables con la intención de hacer sufrir o destruir.

Se plantea la teoría de si podía reconocerse alguna sociedad que no tuviera


gobierno, carente de toda coerción, pudiera subsistir a los conflictos que
surgieran internamente. Se habla de “caos aparente” o “anarquía ordenada” ,
términos de esta nueva antropología para señalar que es posible una sociedad
sin ley penal. Pero se necesita el esfuerzo de los involucrados en el conflicto y
de la comunidad, en especial a través de algunas instituciones persuasivas, por
deponer el estado de lucha e irritación. Esto podría hacer posible la reparación
del mal causado. Se necesita un contrato social, en donde no se requiere un
tercero por encima del resto y, no se quitan poder ni autonomía a los individuos
que es lo que ocurrió con la aparición del estado que vuelve a los hombres
súbditos dependientes y vulnerables e indefensos frente al poder punitivo.

Para concluir se intenta insertar la idea de que el hombre mantiene sus


instintos o su inclinación agresiva, su “voluntad de combatir”, sin tomar en
cuenta a la sociedad y con ello se intenta justificar la existencia de una
autoridad superior que evita el anarquismo y el caos de la guerra del todos
contra todos. Algo que no existe en la sociedad natural. En la que no hay
miseria ni la vida es imposible.

2) En este capítulo, se intenta ver el origen del trato punitivo como chivo
expiatorio. El origen de la civilización moderna y el momento en que la violencia
indiscriminada se canalizo en un sistema especifico de reglas penales y
procesales, evitando así la supuesta amenaza de venganza ilimitada.

La sociedad no soportaba la propagación de la violencia destructiva y


encuentra su remedio en el sacrificio. Este protege a la comunidad entera al
descargar en la victima, más o menos criminal, nunca inocente para la
autoridad, la energía destructiva que consume a la sociedad haciéndola
desaparecer en una satisfacción morbosa.

La pena produce goce sustitutivo que ocupa el lugar de un malestar


insoportable. Produce “satisfacción pública”, “satisfacción para el acusador” y
“satisfacción en la ley”. Compensa todas las violencias que hay que renunciar
para poder vivir en sociedad.

Se busca legitimar el monopolio de la violencia legítima de una forma sutil y


terrible, ya se la justifica como la única solución frente al peligro de una crisis
enorme de la comunidad entera canalizando la violencia ya existente contra un
objetivo próximo y vulnerable. El sistema judicial viene de una manera a alejar
la amenaza de venganza, pero no la elimina, sino que la concentra en una
represalia única.

En los tiempos modernos, a diferencia de la época de la burguesía o el siglo


pasado, en los que el poder punitivo fue de lo más brutal y sangriento, se busca
dosificar el trato punitivo con el fin de castigar menos y mejor. Algo que nunca
antes en la cultura se había planteado y mucho menos que la distancia entre
las ideas humanistas y reformadora con las de la realidad punitiva fueran
similares.
Si hoy todavía se trata de conservar un principio de constitucionalidad, es
porque se tiene por objetivo recordar la prohibición de tratos crueles y
degradantes que sucedieron con anterioridad. Mientras exista sociedad punitiva
sacrificial, existirán reformadores que harán valer los ideales de justicia y
humanismo.

No hace falta inventarse un imaginario de anarquía para explicar la necesidad


de poder punitivo. Si no se interrumpen sus fantasmas terroríficos y sus
creencias imaginarias, será muy difícil reducir su peso en la sociedad. Lo único
que se ve real en todo este problema, es el miedo y la angustia en la que se
somete a la sociedad con el fin de poder justificar la existencia de la pena
misma.

3)

El caso argentino es el de la dictadura cívico militar entre los años 1976 y 1983.
En donde un poder punitivo no reconocido como tal realizó crímenes en masa.
En una especie de “derecho a la seguridad” formado por la existencia de un
derecho penal de enemigo, una especie de “derecho a la seguridad” con
normas de emergencia que establecían penas para situaciones muy alejadas
de cualquier lesividad.

De esto se destaca la diferencia entre el derecho penal y el poder punitivo,


siendo el primero un programa reductor del segundo. Ampliando su horizonte
de mirada, ya que el poder punitivo no se agota ni en la pena para el delito
común ni en el universo de leyes penales existentes. Uno de los casos son las
masacres de sacrificio organizadas contra enemigos absolutamente
estereotipados por autoridades del estado.

Volviendo a Argentina, antes del golpe de estado ya se tenía bajo la mira a un


grupo de población del país marcada en normas de exterminio como
delincuentes subersivos. El plan era un sistema de tortura y aniquilación que
fue realizado de acuerdo a las normas impuestas por el Estado Mayor General
del Ejército entre 1976 hasta 1983.
El trato punitivo comenzaba con el secuestro de los objetivos para luego
sacarles información mediante tortura sistemática con el fin de poder de
identificar nuevos blancos para secuestrar. A estos prisioneros se les
confeccionaban legajos de detenidos y organigramas con nombres de
personas secuestradas, nombres de personas trasladadas con la indicación de
destino final y nombres de personas buscadas. Los ejecutores operaban en
grupo y los prisioneros pertenecían a ellos.

Sumado a esto, el sufrimiento psíquico que generaba estar desaparecidos en


centros clandestinos, con todas las agresiones inhumanas que recibían
producían un grave debilitamiento de la salud mental y física de los prisioneros
hasta el extremo de no poder reconocerse a sí mismos.

El último tramo en este proceso punitivo fue la organización de traslados como


comienzo de ejecución de homicidios masivos. En este acontecimiento la
tortura se paralizaba, y en medio del silencio se los llamaba por letra y número
asignados a cada prisionero en el momento del ingreso al campo. Se los
desnudaba y se les daba una inyección antes de la disposición final.

En esta tragedia se plantean relaciones con cualquier otro poder punitivo, sea
genocida o de violencia regulada. En todos los casos, grupos o personas en
situación de vulnerabilidad son presentados a la sociedad como el mal que
amenaza su existencia, y a la solución sacrificial como defensa. El grupo
humano exterminado y gravemente afectado fue seleccionado de acuerdo a un
estereotipo imaginario de enemigo descripto por un conjunto de ordenes
secretas de exterminio.

4)

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