LECTURA 9 - Gombrich - El Gran Despertar PDF
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EL GRAN DESPERTAR
Grecia, del siglo VII al V a. C.
Fue en los grandes oasis, en los que el sol quema con crueldad y sólo la tie
rra regada por los ríos produce frutos comestibles, donde fueron creados, bajo
el dominio de déspotas orientales,[los primeros estilos artísticos, que permane
cieron casi invariables durante milenios.! Las condiciones de existencia eran
muy diferentes de las de los climas más templados de la zona marítima que
bordeaba esos imperios, de las correspondientes a las muchas islas, grandes y
pequeñas, del Mediterráneo oriental y las recortadas costas de las penínsulas de
Grecia y de Asia Menor. Estas regiones no se hallaban sujetas a un gobernante.
Eran escondrijos desosados marineros, de jefes piratas que erraban por doquier
y que amontonaban grandes tesoros en sus fortalezas y poblados costeros,
como fruto del comercio y las incursiones marítimas. El principal centro de
esos dominios fue, en los orígenes, la isla de Creta, cuyos reyes eran entonces
tan ricos y poderosos como para enviar embajadores a Egipto, y cuyo arte cau
só impresión incluso en este país (pág. 68).
No se sabe con exactitud cuál era el pueblo que gobernaba en Creta, cuyo
arte fue copiado en la Grecia continental,: particularmente en Micenas. Sólo
sabemos que, alrededor de un milenio a.C., tribus belicosas de Europa penetra
ron en la abrupta península griega y en las costas de Asia Menor, combatiendo y
derrotando a sus primitivos habitantes. Únicamente en los cantos que hablan de
esas batallas sobrevive algo del esplendor y belleza del arte que fue destruido por
aquel prolongado combatir, pues esos cantos son los poemas homéricos y los
• recién llegados eran las tribus griegas.
* Durante los primeros siglos de su dominación en Grecia, el arte de esas tri
bus era bastante rígido y primitivo. No hay nada en esas obras del alegre estilo
cretense; hasta parecen sobrepasar a los egipcios en cuanto a rigidez. Su cerámi-
• ca estaba decorada con sencillos esquemas geométrico^ y allí donde tuviera que
ser representada una escena, era integrada en este dibujo estricto. La ilustra
ción 46. por ejemplo, reproduce la lamentación por la muerte de un hombre.
Este yace en su ataúd, mientras las figuras a ambos lados levantan las manos
hasta sus cabezas, en el lamento ritual acostumbrado en casi todas las sociedades
primitivas.
Algo de este amor a la sencillez y a la distribución clara parece haber pasa
do al estilo arquitectónico que los griegos introducen en aquellos lejanos tiem-
oI''-
pos y que, sorprende al decirlo, pervive todavía en nuestras villas y ciudades. La
ilustración 50 muestra un templo griego del anticuo estilo, inscrito dentro del
correspondiente a la tribu dórica. A ésta pertenecieron los espartanos, conoci
dos por su austeridad. No existe, realmente, nada innecesario en esos edificios,
nada, al menos, cuya finalidad no podamos,_o no creamos, ver. Probablemente
los más antiguos de esos templos fueron construidos de madera, y consistieron
en poco más que un cubículo cercado en el que albergar la imagen del dios,
y, en torno a él, fuertes puntales para sostener el peso del tejado. Hacia 600 a.C.
los griegos empiezan a imitar en piedra esas sencillas estructuras. Los puntales
de_madera se convirtieron en columnas que sostenían fuertes travesaños de pie
dra. Esos travesaños recibían el nombre de arquitrabes, y el conjunto que des
cansaba sobre las columnas, el de entablamento. Aún podemos observar las
huellas de los antiguos puntales en la parte superior, en la que parece mostrarse
la terminación de las vigas. Estas terminaciones eran señaladas con tres hendi
duras, por lo que los griegos las denominaron triglifos, que significa tres cortes.
El espacio entre unos y otros se llamaba metopaf Lo sorprendente en esos tem
plos primitivos, que imitan manifiestamente las construcciones de madera, es
46 la simplicidad y armonía del conjunto. Si quienes los construyeron hubieran
Duelo por un muerto, utilizado simples pilares cuadrados, o columnas cilindricas, el edificio hubiera
h. 700 a.C. podido parecer pesado y tosco. En vez de ello, procuraron conformar las
Vaso griego de estilo columnas de modo que tuvieran'un ligero abultamiento hacia su mitad, yendo
geométrico, 115 cm en disminución hacia los extremos. El resultado es que parecen flexibles, como
de altura; Museo
Arqueológico si el peso de la techumbre las comprimiera ligeramente sin deformarlas. Casi
Nacional, Atenas. parece como si fueran seres vivos llevando su carga con facilidad. Aunque algu
nos de esos templos son grandes e imponentes, no se trata de construcciones
colosales como las egipcias.* Se siente ante ellas que fueron construidas por y
para seres humano^ En efecto, no pesaba sobre los griegos una ley divina que
esclavizara o pudiera esclavizar a todo un pueblo. Las tribus griegas se asenta
ron en varias pequeñas ciudades y poblaciones costeras. Existieron muchas
rivalidades y fricciones entre esas pequeñas comunidades, pero ninguna llegó a
señorear sobre las restantes.
De estas ciudades-estado griegas,'Atenas, en Ática, llegó a ser la más famo
sa y la más importante, con mucho, en la historia del arte* Fue en ella, sobre
todo, donde se produjo la mayor y más sorprendente revolución en toda la his
toria del artef Es difícil decir cuándo comenzó esta revolución; acaso aproxima
damente al mismo tiempo que se construyeron los primeros templos de piedra
en Grecia, en el siglo VI a.C. Sabemos que antes de esta época, los artistas de
los antiguos imperios orientales se esforzaron en mantenercun género peculiar
de perfección. Trataron de emular el arte de sus antepasados tan fielmente
como les fuera posible, adhiriéndose estrictamente a las normas consagradas
que habían aprendido. Cuando los artistas griegos comenzaron a esculpir en
piedra, partieron del punto en que se habían detenido egipcios y asirios. La
ilustración 47 demuestra que habían estudiado e imitado los modelos egipcios,
y que aprendieron de ellos a modelar las figuras erguidas de los jóvenes, así
como a señalar las divisiones del cuerpo y de los músculos que las sujetan entre
sí. Pero también prueba que el artista que hizo estas estatuas no se hallaba con
tento con obedecer una fórmula por buena que fuera, y que empezaba a reali
zar experiencias por sí mismo. Evidentemente, se hallaba interesado en descu
brir el aspecto real de las rodillas. Acaso no lo consiguió por entero; tal vez las
rodillas de esas estatuas sean hasta menos convincentes que en las egipcias, pero
lo cierto es que decidió tener una visión propia en lugar de seguir las prescrip
ciones antiguas. No se trató ya de una cuestión de formas practicables para
representar el cuerpo humano.) Cada escultor griego quería saber cómo tenía él
que representar un cuerpo determinado. )Los egipcios basaron su arte en el
conocimiento. Los g r i e g o s comenzaron a servirse de sus ojos^ Una vez iniciada
esta revolución, ya no se detuvo. Los escultores obtuvieron en sus talleres nue
vas ideas y nuevos modos de representar la figura humana, y cada innovación
fue ávidamente recibida por otros que añadieron a ella sus propios descubri
mientos. Uno descubría el modo de esculpir el torso; otro hallaba que una esta
tua podía parecer mucho más viva si los pies no estaban afirmados excesiva 47
mente sobre el suelo; y un tercero descubría que podía dotar de vida a un Polimedes de Argos
rostro combando simplemente la boca hacia arriba de modo que pareciera son Los hermanos Cleobisy
reír. Claro está que el método egipcio era en muchos aspectos más seguro. Las Biton, h. 615-590 a.C.
experiencias de los artistas griegos se frustraron en muchas ocasiones. La sonri Mármol, 218 y 216
cm de altura; Museo
sa pudo parecer una mueca enojosa, o la posición menos rígida dar la impre Arqueológico, Delfos.
sión de afectada. Pero los artistas griegos no se asustaron fácilmente ante estas
dificultades. Habían echado a andar por un camino en el que no había retroce
so posible.
A continuación siguieron k>s pintores. No sabemos de sus obras más que lo
que nos dicen los escritores griegos, pero es importante advertir que muchos
pintores fueron incluso más importantes en su tiempo que los escultores. El
único medio de que podamos formarnos una vaga idea de cómo era la pintura
griega, es observar la decoración de sus cerámicas. Estos recipientes pintados se
llamaban generalmente jarrones, vasos o floreros, aunque lo más frecuente es
que se destinasen no a colocar flores en ellos, sino a guardar vino o aceite. La
pintura de esas vasijas se convirtió en una industria importante en Atenas, y el
humilde artesano empleado en esos obradores se hallaba tan ávido como los
otros artistas de introducir los más recientes descubrimientos artísticos en sus
productos. En los vasos primitivos, pintados en el siglo VI a.C., encontramos
aún huellas de los métodos egipcios (ilustración 48). En uno aparecen los héroes
Aquiles y Ayax, según Homero, jugando a los dados en su tienda. Ambas figuras
están todavía representadas de perfilj^con los ojos como vistos de frente; pero
sus cuerpos ya no están dibujados al modo egipcio, con los brazos y las manos
en colocación tan precisa y rígida. Evidentemente, el pintor ha tratado de imagi-
80 EL GRAN DESPERTAR
Porque las costumbres de los gentiles son vanidad: un madero del bosque,
obra de manos del maestro que con el hacha lo cortó, con plata y oro lo embelle
ce, con clavos y a martillazos se lo sujeta para que no se menee. Son como espan
tajos de pepinar, que ni hablan. Tienen que ser transportados, porque no andan.
No les tengáis miedo, que no hacen ni bien ni mal.
3- s?s ■ ^
temente bien conservadas como para darnos una idea de la maestría con que el
artista consiguió mostrar la estructura de los huesos y los músculos sin que
el conjunto pareciese rígido o duro. De pronto advertimos que lo mismo ha
debido suceder respecto a las figuras humanas. Por los rastros que han subsis
tido, podemos imaginar cuán desenvueltamente se movían y con cuánta cla
ridad destacaban los músculos de sus cuerpos. El escorzo ya no ofrecía nin
gún gran problema al artista. El brazo con el escudo está perfectamente
trazado, lo mismo que el flamante penacho del yelmo y las curvas del vestido
hinchado por el viento. Pero todos estos descubrimientos no acaban con el
artista. Pese a cuanto haya podido disfrutar de esta conquista del espacio y el
movimiento, no experimentamos la sensación de que estuviera ansioso en
demostrarnos lo que era capaz de conseguir. Pese a lo vivos y animados que
hayan llegado a ser los grupos, aún encajan perfectamente en el orden de la
procesión solemne que se mueve a lo largo de la pared del edificio. Ha con
servado algo de la sabiduría artística de la estructuración que el arte griego
recibió de los egipcios y del encaje dentro de un patrón geométrico que pre 58
cedió al gran despertar. Y es esta seguridad manual la que hace que cada deta Ulises reconocido
lle del friso del Partenón sea tan lúcido y «correcto». por su vieja niñera,
Toda obra griega de aquel gran período muestra esta sabiduría y pericia siglo V a.C.
en el reparto de las figuras, pero lo que los griegos de la época apreciaban Vaso en el estilo de las
«figuras rojas», 20,5
más aún era otra cosa: la libertad recién descubierta de plasmar el cuerpo cm de altura; Museo
humano en cualquier posición o movimiento podía servir para reflejar la vida Arqueológico
Nacional, Chiusi.
interior de las figuras representadas. Sabemos por uno de sus discípulos que
eso fue lo que el gran filósofo Sócrates — asimismo formado como escultor—
recomendaba a los artistas que hicieran. Debían representar «los movimien
tos del alma» mediante la observación exacta de cómo «los sentimientos afec
tan al cuerpo en acción».
Una vez más, los artesanos que pintaban vasijas trataron de absorber los des
cubrimientos de los grandes maestros, cuyas obras de arte hemos perdido. La
ilustración 58 representa el conmovedor episodio de la historia de Ulises cuando
el héroe regresa a casa tras diecinueve años de ausencia, disfrazado de mendigo
con bastón, hatillo y platillo, y es reconocido por su vieja niñera, que se percata
de la cicatriz que tiene en la pierna mientras le lava los pies. El artista estaba
ilustrando una versión ligeramente distinta de la de Homero (en la que la niñera
lleva un nombre distinto del inscrito en la vasija y en la que Eumeo, el porqueri
zo, no está presente); quizá viera una obra teatral en la que se representó este
fragmento, pues recordemos que fue también durante este siglo cuando los dra
maturgos griegos crearon el arte del drama. Pero el caso es que no necesitamos
el texto exacto para experimentar que algo dramático y emotivo está pasando,
pues la mirada que intercambian la niñera y el héroe es casi más elocuente que
las palabras. Desde luego, no hay duda de que los artistas griegos dominaban los
medios para transmitir los sentimientos surgidos entre personas.
59
Estela funeraria de
Hegeso, h. 400 a.C.
Mármol, 147 cm de
altura; Museo
Arqueológico
Nacional, Atenas.
Esta capacidad para hacernos ver «los movimientos del alma» en la pose
del cuerpo es lo que convierte a una simple estela sepulcral como la de la ilus
tración 59 en una gran obra de arte. El relieve muestra a Hegeso, enterrado
bajo la lápida, como era en vida. Una doncella que tiene delante le ofrece un
estuche, del que parece escoger una joya. Es una escena tranquila que pode
mos cotejar con la representación egipcia de Turankamón en su trono con su
esposa ajustándole el collar (pág. 69, ilustración 42). La obra egipcia también
es maravillosamente clara en cuanto a su silueteado, pero a pesar de pertenecer
a un período excepcional del arte egipcio es un tanto rígida y afectada. El
relieve griego ha soslayado todas esas embarazosas limitaciones, reteniendo la
limpidez y la belleza en la distribución, que ya no es geométrica ni angulosa,
sino holgada y flexible. La mirad superior está delimitada por la curva de los
brazos de las dos mujeres, formando una línea que se corresponde con las cur
vas del asiento, modo sencillo de hacer que la belleza de Hegeso se convierta
en el centro de atención, con el fluir de los ropajes en torno a las formas del
cuerpo, combinándose el rodo para producir aquella sencilla armonía que sólo
vino al mundo con el arte griego del siglo V a.C.
Taller de un escultor
griego, h. 480 a.C.
Escena del lado
inferior de un bol en
el estilo de las «figuras
rojas»; izquierda:
fundición de bronce
con bocetos sobre la
pared; derecha:
hombre trabajando en
una estatua sin cabeza,
la cabeza está en el
suelo; 30,5 cm de
diámetro; colección de
Arte Antiguo del
Museo Nacional,
Berlín.