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Ciencia

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Ciencia, razón y fe.

Juan Antonio Guerrero Fernández


2ºBACH B

Índice:
1. ¿Qué es la fe?

1. Definición
2. Características de la fe
3. Los limites de la fe
4. La fe ayuda a la razón

2. Diferentes métodos para conocer la verdad.


3. Relación entre religión y ciencia
4. Los orígenes de la ciencia
5. Las relaciones entre ciencia y cristianismo a lo largo de la historia.

1. Historia Antigua
2. Edad Media
3. Edad Moderna
4. Edad Contemporánea

6. Vinculo indisoluble entre ciencia y ética


7. Científicos y creyentes
8. Conclusión
9. Bibliografía o webgrafía

¿Qué es la fe?

Si buscamos la palabra fe en el diccionario de la real academia de la lengua,


encontramos que es un conjunto de creencias de una religión.
https://dle.rae.es/fe
La fe cumple con las siguientes características:
 Es un don.
 Es un acto humano que no se riñe ni con la libertad individual ni con la
dignidad del ser.
 La inteligencia y la voluntad humana cooperan con la fe.
 La fe se fortalece en la experiencia.
 La fe toma por cierta la revelación.
 La fe impulsa a profundizar en la relación y el conocimiento; por ello está
relacionada con la ciencia, impulsando la investigación.
 La fe está abierta al conocimiento, al considerar todas las cosas como
provenientes del ser supremo creador de todo.
 La fe es perseverante, y de ello dependen avanzar en el camino; haciendo a
estas personas ambiciosas en el sentido de obtener cada vez más
conocimientos.
 La fe es necesaria para la liberación del sujeto respecto de sus aprehensiones.
https://www.significados.com/fe/

Dios no pone límites, solo tienes que creer y apreciar las cosas para que te sean
concedidas, solo debes escuchar a tu interior. Si aún no creías, él estará siempre
dispuesto a recibirte dándote siempre la oportunidad de estar con él.

Razón y fe, ciencia y fe, son, dos vías válidas para conocer a Dios. Pues la
realidad a conocer es la misma, sólo que por caminos diversos. De ahí que entre
ambas deba existir armonía y no enfrentamiento, pues proceden ambas del
mismo autor, Dios, que no puede contradecirse a sí mismo cuando se manifiesta
a través de sus obras en la creación o de su revelación. Sabiendo esto, la fe
apoya a que la razón actúe, haciéndonos investigar sobre las religiones y
haciéndonos creer que Dios existe.

Diferentes métodos para conocer la verdad:

El Papa Juan Pablo II subraya que el objetivo de la ciencia es la búsqueda de la


verdad: «La investigación de la verdad es la tarea de la ciencia fundamental (...).
La ciencia pura es un bien, digno de ser muy amado, ya que es conocimiento y,
por tanto, perfección del hombre en su inteligencia. Incluso antes de sus
aplicaciones técnicas, debe ser honrada por sí misma, como una parte integrante
de la cultura. La ciencia fundamental es un bien universal, que todo pueblo debe
poder cultivar en plena libertad con respecto a cualquier forma de servidumbre
internacional o de colonialismo intelectual»
Las objeciones contra la verdad no suelen provenir de la ciencia misma, sino de
interpretaciones poco acertadas de sus métodos y resultados.

La perspectiva funcionalista, que prescinde de la verdad, se encuentra


relacionada con el pragmatismo, que, a veces, se denomina instrumentalismo: el
conocimiento en general, y la ciencia en particular, tendrían únicamente un valor
práctico, que consistiría en hacer posible la previsión y el dominio de las
acciones.

Sin duda, nuestras acciones se basan sobre el conocimiento y, en este sentido,


todos somos pragmatistas e instrumentalistas: buscamos el conocimiento como
base de nuestras acciones. Los equívocos surgen cuando se niega la posibilidad
de alcanzar la verdad o simplemente se prescinde de ella, reduciendo el valor del
conocimiento a su utilidad práctica en función de intereses que no pueden
justificarse apelando a la verdad.

Estrechamente relacionado con el funcionalismo, el relativismo considera que no


existe una verdad objetiva, o al menos que no podemos alcanzarla: sólo
existirían verdades relativas a los sujetos o grupos, dependientes de las
condiciones particulares de su existencia. En sus versiones más radicales, el
relativismo prescinde también de la noción misma de verdad.

Las dificultades en torno a la verdad provienen, en buena parte, de doctrinas


cientifistas, según las cuales las ciencias naturales serían el único modo válido
de conocer la realidad, o al menos, el modelo que debería imitar cualquier
pretensión de conocimiento. Pero esa tesis no puede ser probada por ninguna
ciencia concreta, y, por tanto, el cientifismo es contradictorio: afirma lo mismo
que prohíbe.

El cristiano tiene una gran tarea por delante, para conseguir integrar los
diferentes aspectos de su vida personal y para proponer soluciones que sirvan
también a otras personas e incluso a la entera sociedad. Refiriéndose a la crisis
ideológica de nuestra época, Juan Pablo II afirma: «Esa crisis común afecta
igualmente al científico creyente. Tendrá que preguntarse por el espíritu y la
orientación en que él mismo desarrolla su ciencia. Tendrá que proponerse,
inmediata o mediatamente, la tarea de revisar continuamente el método y la
finalidad de la ciencia bajo el aspecto del problema relativo al sentido de las
cosas. Todos nosotros somos responsables de esta cultura y se nos exige nuestra
colaboración para que la crisis sea superada. En esta situación, la Iglesia no
aconseja prudencia y precaución, sino valor y decisión. Ninguna razón hay para
no ponerse de parte de la verdad o para adoptar ante ella una actitud de temor.
La verdad y todo lo que es verdadero constituye un gran bien, al que nosotros
debemos tender con amor y alegría. La ciencia es también un camino hacia lo
verdadero, pues en ella se desarrolla la razón, esa razón dada por Dios que, por
su propia naturaleza, no está determinada hacia el error, sino hacia la verdad del
conocimiento»
https://www.unav.edu/web/ciencia-razon-y-fe/el-conocimiento-de-la-
verdad#titre2
Relación entre religión y ciencia:

Dado que las creencias no se demuestran científicamente, lo interesante es


conocer las razones que mueven a creyentes, ateos y agnósticos a definirse como
tales. Conocer las razones y motivaciones de los que no piensan lo mismo que
uno, nos hace pensar y nos enriquece. Incluso, a lo largo de la vida, nuestras
ideas y creencias evolucionan y pueden cambiar.

La Ciencia se mueve en el ámbito del estudio de aquella parte de lo real que es


verificable. La Religión se mueve en el ámbito del sentido de nuestras vidas, que
es una experiencia, en parte, comunicable. Son dos ámbitos independientes que
pueden interpelarse, dialogar y, para algunos científicos, integrarse. No obstante,
Ciencia y Religión tienen algo en común: cuando llegan al fondo de lo real
encuentran el misterio, aquello que no sabemos y nos interpela y emociona.

Albert Einstein lo expresaba así: “El misterio es lo más hermoso que nos es dado
sentir. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y la ciencia verdaderos.
Quien no la conoce, quien no puede asombrarse ni maravillarse, está muerto.
Esta experiencia del misterio está también en el origen de la religión”.
http://www.unedtudela.es/noticias/noticia/1886

Los orígenes de la ciencia:

Su origen viene de los esfuerzos para sistematizar el conocimiento y se remonta


a los tiempos prehistóricos, civilizaciones del neolítico. El objetivo primario de
la ciencia es (siempre ha sido y será) mejorar la calidad de vida de los humanos,
y también ayuda a resolver las preguntas cotidianas.
https://es.slideshare.net/leonorciencia/el-origen-de-la-ciencia

Las relaciones entre ciencia y cristianismo a lo largo de la historia.:

En la edad media, claramente la religión estaba aún por encima de la ciencia,


pues todo lo que decía la iglesia debía ser creído por el pueblo, cosa fue
cambiando con el paso del tiempo, pues en la edad media llegaron grandes
pensadores que empezaron a desobedecer las ordenes diciendo cosas que en ese
momento parecían impensables, y que actualmente sabemos que son ciertas,
como galileo con su modelo heliocéntrico. En la edad moderna estas disciplinas
parecen estar enfrentadas, pero siguen algo unidas, y, sin embargo, en nuestros
días parecen dos disciplinas irreconciliables.

Vinculo indisoluble entre ciencia y ética:

Actualmente, un punto importante de discusión es el lugar que la ética debe


tener en la ciencia, y en las investigaciones científicas. Este tema se puede
subdividir en dos: uno referente a la ética relacionada con la ciencia en sí, y otro
que analiza la ética en las relaciones entre la ciencia y la sociedad.

Si nos centramos en la ética científica, este tema se subdivide en otros dos: el


que se refiere a la responsabilidad moral de los científicos acerca del uso que se
les da a sus investigaciones, y en el referido a la forma de llevar investigaciones
que involucran violaciones a principios éticos.

El hombre moderno, y en primer lugar el científico, sabe que no pueden situarse


más allá del bien y del mal. La edad moderna ha exaltado los valores de verdad,
novedad, progreso, libertad y utilidad. Son los valores que la ciencia justifica y
realiza. La ciencia es útil, y aprecia como ninguna otra actividad humana la
verdad, la novedad y el progreso. El conocimiento científico permite la
autodeterminación y consecuentemente el autogobierno, tanto a escala individual
como colectiva. Teniendo en cuenta todo esto, Bunge sostiene que no puede
afirmarse que la ciencia es éticamente neutral, y que el científico tiene, como
investigador, problemas morales y éticos. Por todo esto, siempre debe estar
presente el vínculo indisoluble ciencia-ética.

Como hemos mencionado anteriormente, en el ejercicio científico aparecerán


situaciones en las que entren en juego los principios éticos, y puede clasificarse
en dos, la ética interna y externa. Por un lado, la ética interna son reglas no
escritas pero conocidas y aceptadas por toda la comunidad científica, que no se
pueden violar sin

perder el derecho a formar parte de dicha comunidad y que se requieren para el


funcionamiento de la ciencia. Y por el otro lado está la ética externa, la que se
relaciona con los efectos de la ciencia en la sociedad o el ambiente y son reglas
como la que impide experimentar con humanos, o la que exige reducir al
mínimo el sufrimiento de los animales de laboratorio o los daños que se causen a
un ecosistema al estudiarlo.

Científicos y creyentes:

José Agustín Pérez del Pulgar (1875-1939).

A su condición de científico eminente unió otras facetas: jesuita, educador,


apóstol social. Su vida estuvo ligada al Instituto Católico de Artes e Industrias
(ICAI) actualmente Escuela Técnica de la Universidad Pontificia Comillas
(Madrid).

Madrileño, ingresó sin tener aún catorce años en el noviciado jesuítico de San
Jerónimo (Murcia). Sus estudios humanísticos y filosóficos los hizo en Murcia,
Madrid y Granada (1892-1898). Enseñó Ciencias y se encargó del observatorio
meteorológico en el Colegio de Nuestra Señora del Recuerdo (Chamartín,
Madrid) entre 1898 y 1903. Terminó la carrera de Física en la Universidad de
Madrid (1903-1905). Estudió Teología en Enghien (Bélgica) y Valkenburg
(Holanda), un bienio en cada ciudad (1905-1909), a la vez que ampliaba sus
conocimientos de Física. Hizo su tercera probación (1909-1910) en Manresa
(Barcelona).

A partir de ese momento su vida estuvo ligada al ICAI, recién fundado (1908).
Recorrió Europa para enriquecer la obra que había concebido y empezado a
pilotar Ángel Ayala. Presidieron su concepción del ICAI tres ideas-clave:
estudios libres, que, al margen de los planes oficiales, respondieran eficaz y
rápidamente a las necesidades de la sociedad; estudios prácticos: los futuros
ingenieros armonizaban las clases teóricas con talleres y laboratorios; estudios
integrales con una formación a la vez religiosa, humana, social y técnica.

Su actividad, centrada en el ICAI, abarcó cuatro facetas que él vivía


conjuntamente. Concibió, creó y dirigió la Escuela Superior de Ingenieros,
convencido de que la Escuela para obreros que fue inicialmente el ICAI, no
tendría ni buenos profesores ni maquinaria puntera si no era Escuela de
Ingenieros. Fue un gran profesor, cercano a los alumnos, a los que estimulaba y
enseñaba a hacer. Atrajo a colaboradores y dio prestigio nacional e internacional
a la obra. Defensor de la enseñanza libre, no quiso reconocimiento oficial al
título de ICAI, que Primo de Rivera concedió a otros centros de la Iglesia, a fin
de que no decayese el esfuerzo de alumnos y profesores para que les
reconociesen las empresas y la sociedad. Al mes escaso de la proclamación de la
Segunda República el incendio del edificio (11 de mayo de 1931) y la posterior
disolución de la Compañía de Jesús en España (23 de enero de 1932) hicieron
imposible la vida del ICAI en Madrid. Lo lógico habría sido desistir. La presión
de profesores, alumnos y familias obligó a Pulgar a buscar un sitio donde
proseguir la formación de la Escuela fuera de España. El prestigio del ICAI hizo
que tuviese que elegir entre varias ofertas. Escogió en Instituto Gramme, en
Lieja (Bélgica), que aceptó a alumnos y profesores en las condiciones que tenían
en Madrid. El “Hogar Español” reunió a los alumnos que habían superado ya los
dos años de preparatorio.

Ninguno dejó la carrera por motivos económicos, pues se creó una bolsa común.
Algunos sacaron también el título en la Escuela Superior de Electricidad (París).
Pérez del Pulgar atendía también a la sección madrileña de la Escuela. Estaba
examinando a los aspirantes al ingreso cuando comenzó la Guerra Civil.

Tras cinco meses de clandestinidad se refugió en la Embajada belga. Por vía


diplomática pudo pasar a la zona de Franco. Instaló en Valladolid un ICAI
provisional y colaboró con la Junta Técnica del Estado en cuestiones de
enseñanza. Había también influido ante el Vaticano para que reconociese al
nuevo Estado. En 1939, acabada la guerra, trasladó el ICAI a Madrid y logró que
empezase el curso ese mismo año.

Su segunda faceta fue la científica. Su campo era la electricidad. Se centró en


dos aspectos: el transporte de la energía sin hilos, por ondas, y la distribución de
intensidades. Proyectó una red eléctrica nacional. Se ocupó de temas prácticos
sin descuidar los filosóficos conectados con la ciencia. Más de cien
publicaciones avalaban sus propuestas. Su prestigio le habría permitido
permanecer en España tras la disolución de la Compañía de Jesús, pero no
aceptó la propuesta.
Fue grande su preocupación social. Por ella fundó la Escuela Superior de
Ingeniería para dar más amplitud a la Escuela para obreros existente ya y para
conseguir que éstos y los ingenieros, que se encontrarían en las fábricas, se
tratasen ya desde los estudios. Era un intento paralelo al fundacional de la obra:
reunir en el mismo centro a aprendices y estudiantes de bachillerato.

Por su dedicación a la Escuela de obreros, en 1929, seis mil, prácticamente todos


los que habían sido discípulos suyos, obtuvieron para él la Medalla de Oro del
Trabajo. Tras la Guerra Civil colaboró a reformar el sistema penitenciario
español mediante la redención de penas por el trabajo. Fue la última muestra de
su inquietud social.

La clave y el nudo que unía estas facetas fue su condición de sacerdote,


educador y formador de hombres en todos los aspectos: religiosos, científicos,
formativos, sociales, organizativos. Dedicó mucho tiempo a la atención personal
a sus alumnos en todos estos campos. Alentó la creación de la Asociación de
Ingenieros del ICAI (1918), de la Asociación de Montadores y Obreros
Mecánicos (1922) y la fundación de la Revista Anales (1922). Fue autor de la
letra del Himno del ICAI. Reconociendo tantos servicios, le fue concedida a
título póstumo (25 de noviembre de 1940) la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
En 1934 había pintado su retrato al óleo Elías Salaverría. Tras su muerte, recién
iniciado el curso de 1939, asistieron a su entierro el nuncio de Su Santidad, los
ministros de Justicia, Educación y Obras Públicas y gran cantidad de sus
antiguos alumnos.

Obras de ~: En Anales de Mecánica y Electricidad, 154 (1941), págs. 220-223


[se recogen más de 130 títulos de libros, conferencias y artículos en distintas
revistas españolas y extranjeras, divididas en tres apartados: ciencia, técnica y
temas sociales y pedagógicos. Falta alguna, p. ej., Orientaciones para la reforma
de la enseñanza y educación de la Nueva España: proyecto de glosa a la doctrina
de FET de las JONS contenida en los puntos 23, 24 y 35 de su programa,
Valladolid, Casa Martín, 1937. Su obra básica en cinco volúmenes es
Electrodinámica industrial, ed. y red. entre 1915 y 1928].

Conclusión:

La religión y la fe deben estar unidas, pues se complementan haciendo así que


sean un bloque intocable e indestructible que ayude al ser humano con el
aprendizaje incentivando la curiosidad y las ganas de aprender, lo que
indirectamente hace que la sociedad mejore.

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